Hora Santa S. Cura de Ars
Hora Santa S. Cura de Ars
Hora Santa S. Cura de Ars
I. ACTO DE ADORACIÓN
Se repite tres veces: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”.
Te amo, oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir amándote
que vivir un instante sin amarte.
Te amo, oh mi Dios,
y la única gracia que deseo es amarte eternamente.
Dios mío, si mi lengua no es capaz de decir
a cada momento que os ama,
quiero que mi corazón lo diga
tantas veces cuantas respiro.
Te amo, oh Divino Salvador,
porque has sido crucificado por mí,
y me tienes aquí crucificado contigo.
Dios mío, concédeme la gracia de morir
Amándote y sintiendo que te amo. Amén.
III. ACTO DE FE
MONITOR: En una ocasión el santo Cura de Ars definió la oración como "la
elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y su
Criador". Con este espíritu estamos aquí delante de Jesús Eucaristía. Hemos venido a
orar, a elevar nuestro corazón a Dios, a tener una dulce conversación con Nuestro
Criador.
Una oración que debe ser expresión de nuestra fe -de nuestra confianza en Dios- y que
ha de ser presentada con pureza de corazón. Decía el Santo Cura: “¡Cuántas veces
venimos a la iglesia sin saber a qué venimos ni qué queremos pedir! Sin embargo,
cuando se va a casa de cualquiera, se sabe muy bien por qué uno se dirige a ella. Los
hay que parecen decirle a Dios: «Vengo a decirte dos palabras para cumplir
contigo...». Con frecuencia pienso que, cuando venimos a adorar a nuestro Señor,
conseguiríamos todo lo que quisiéramos, con tal de pedirle con fe viva y un corazón
puro".
Entonemos ahora este salmo (140) donde pedimos que nuestra oración suba hasta el
cielo y sea agradable a Dios:
MONITOR: Queremos que nuestra oración, que en esta tarde está centrada en pedir
por los sacerdotes, suba como incienso ante la presencia de Dios.
Los sacerdotes son un inmenso don no sólo para la Iglesia sino también para la
humanidad entera –nos recordaba el Papa Benedicto XVI en la carta que escribió a
los sacerdotes con motivo del Año Sacerdotal.
El santo Cura de Ars se admiraba ante la grandeza del sacerdocio y llegaba a decir
que “Si no tuviésemos el sacramento del orden sacerdotal, no tendríamos a Nuestro
Señor. ¿Quién le ha puesto ahí, es ese tabernáculo? El sacerdote. ¿Quién ha recibido
el alma en su entrada a la vida? El sacerdote. ¿Quién la alimenta para darle fuerza
para hacer su peregrinación de la vida? El sacerdote. ¿Quién la preparará a presentarse
ante Dios, lavando esta alma, por última vez, en la sangre de Jesucristo? El sacerdote.
¿Y si esta alma va a morir por el pecado, quién la resucitará?, ¿quién le devolverá la
calma y la paz? Otra vez el sacerdote.
No os podéis acordar de una buena obra de Dios, sin encontrar al lado de este
recuerdo a un sacerdote”.
Como el Santo Cura de Ars, asombrémonos ante el don del sacerdocio y demos
gracias a Dios diciendo: Gracias, Señor, por tus sacerdotes.
El Papa Benedicto XVI nos recordaba que “el Cura de Ars era muy humilde, pero
consciente de ser, como sacerdote, un inmenso don para su gente. Hablaba del
sacerdocio como si no fuera posible llegar a percibir toda la grandeza del don y de la
tarea confiados a una criatura humana: ¡Oh, qué grande es el sacerdote! Si se diese
cuenta, moriría... Dios le obedece: pronuncia dos palabras y Nuestro Señor baja del
cielo al oír su voz y se encierra en una pequeña hostia...”.
Pero, a veces, los sacerdotes no son totalmente conscientes de este gran don que es su
vocación llevándoles a una vida mediocre, monótona, desganada, sin hálito de
santidad, poco evangélica e incluso escandalosa para los mismos cristianos. Los
mismos cambios sociales, los medios de comunicación como también la actitud de
muchas personas hacia la figura del sacerdote pueden ser causa de que el primer ardor
de la vocación y de aspirar a ser según el Corazón de Cristo haya decaído.
Por eso se hace necesaria la oración por los sacerdotes. Nuestro Señor Jesucristo ya lo
hizo antes de entregarse a la Pasión durante la Última Cena. Escuchemos puestos en
pie:
Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica
a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado
sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado.
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has
enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste
realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes
que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado
tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra.
Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú
me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido
verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.
Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son
tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos.
Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre
santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He
velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se
cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi
alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son
del mundo, como yo no soy del mundo.
No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son
del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es
verdad.
MONITOR: Convencidos con el Santo Cura de Ars que “tras Dios, ¡el sacerdote lo
es todo! “ y que “si no tuviésemos el sacramento del orden sacerdotal, no tendríamos
a Nuestro Señor” acudimos a Jesús Sumo y Eterno Sacerdote para que dé a su Iglesia
muchos y santos sacerdotes.
Breve pausa
VIII.BENDICIÓN
Se repite tres veces: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón,
por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”.
Oremus:
Deus qui nobis, sub Sacramento mirábili pasiónis tuae memóriam reliquisti:+ tribue
quaésumus, ita nos Córporis et Sánguinis tui sacra mysteria venerári;* ut redemptionis
tuae fructum in nobis iúgiter sentiámus. Qui vivis et regnas in saécula saeculórum.
R/. Amén.
TRADUCCIÓN:
Veneremos, pues, inclinados tan gran Sacramento; y la antigua figura ceda el puesto
al nuevo rito; la fe supla la incapacidad de los sentidos. Al Padre y al Hijo sean dadas
alabanza y júbilo, salud, honor, poder y bendición; una gloria igual sea dada al que de
uno y de otro procede. Amen.
V/. Les diste pan del cielo.
R/. Que contiene en sí todo deleite.