Textos Fundamentales para La Historia - AA. VV
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Textos Fundamentales para La Historia - AA. VV
ePub r1.0
Titivillus 19.03.2020
Título original: Textos fundamentales para la Historia
AA. VV., 1968
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Índice
Introducción
6. El Renacimiento
8. La Reforma
17. El Romanticismo
Notas
A LA FACULTAD DE LETRAS
DE SALAMANCA
EL AUTOR
INTRODUCCIÓN
LA FORMACIÓN DE LOS
PODERES UNIVERSALES DE LA
IGLESIA Y EL IMPERIO
Las personas que están al frente del culto divino, es decir las
personas a las que se llama clérigos, deberán por esta
disposición estar alejadas de todo cargo para que no se aparten
de los oficios divinos por la apetencia sacrílega de otras cosas.
Interpretación de esta ley. Esta ley ordena de un modo
especial que nadie se atreva mediante una consagración
sacrilega a nombrar a recaudadores de tributo e inspectores de la
hacienda pública para oficios eclesiásticos, ya que la Iglesia
ordena que las personas que la sirvan estén libres de otras
preocupaciones y oficios.
C. Th. 16.2.2 (a. 319).
A todos los obispos de las distintas provincias.
Para que las asambleas eclesiásticas se vean frecuentadas
por gran multitud de gente se concederá a los clérigos, tanto
sacerdotes como diáconos, la dispensa de toda clase de
impuestos y se les quitarán también las cargas por el ejercicio de
actividades humildes.
No se les obligará de ningún modo a abonar las alcabalas de
los comerciantes ya que es cosa sabida que las ganancias que
se extraen de las tiendas y puestos aprovechan a los pobres.
Ordenamos también que se vean libres de impuestos los
comerciantes. Y del mismo modo estarán libres de impuestos las
prestaciones extraordinarias. Y esto lo hacemos extensivo a sus
esposas, hijos y servidores, hombres y mujeres, de tal suerte que
por esta ley ordenamos que todos ellos se vean libres del censo.
C. Th. 16.2.10 (a. 346).
Gregorio a Agustín.
Aunque es cierto que para quienes trabajan por amor de Dios
todopoderoso está reservada la recompensa inefable del reino
eterno, sin embargo necesitamos añadir a ella honores que, en
concepto de recompensa, puedan aplicarse lo más
abundantemente posible al trabajo espiritual. Y, ya que la nueva
iglesia de los anglos ha alcanzado la gracia de Dios
todopoderoso merced a la generosidad del Señor y a tu trabajo,
te concedemos el uso del palio para la solemnización de la misa,
y la potestad de ordenar obispos en doce lugares, y sujetarlos a
tu jurisdicción, con la inspección del de la ciudad de Londres,
consagrado en adelante por su propio sínodo, aunque recibiendo
la dignidad del palio de esta santa y apostólica sede que por la
gracia de Dios administro. Además, deseamos que envíes a York
un obispo apto para la ordenación, de modo que si esta ciudad y
los lugares vecinos recibieran la palabra de Dios, podría también
ordenar doce obispos, y gozar de la dignidad de metropolitano: a
él también, si nuestra vida continúa, esperamos, con la gracia de
Dios, enviar un palio; aunque, por ahora, sometido a tu control.
Después de tu muerte, déjale sobre los obispos que haya
ordenado, y libre de la jurisdicción del de Londres. En el futuro,
entre los obispos de Londres y York habrá una distinción de
dignidad, determinada por la antigüedad en la ordenación. Para
ello, ponlos de acuerdo mediante un concilio común y una acción
coordinada, de modo que todas las cosas se hagan por amor de
Cristo; haz que tengan un solo espíritu para la acción y que
cumplan lo que piensen que debe nacerse en completo acuerdo
mutuo.
Dejo que sometas bajo nuestro Señor no solamente a los
obispos a quienes ordenes, y a los que el obispo de York pueda
ordenar, sino también a todos los sacerdotes de Bretaña a fin de
que aprendan la forma de la verdadera fe y de la buena conducta,
de la palabra y ejemplo de tu Santidad y, desempeñando
exactamente su ministerio en lo que respecta a la fe y las
costumbres, lleguen a los reinos celestiales cuando el Señor lo
desee. Dios conserve tu salud muy reverendo hermano.
GREGORIO MAGNO: Epistolarum lib. XI. Epist. LXV (a. 601), P. L.
LXXVII.
FEUDALISMO Y RÉGIMEN
SEÑORIAL
LA ENCOMENDACIÓN 2.1
El Feudo
Nuestro Emperador ha dotado de feudo a sus barones: A uno
da tierra, a otro castillo, a otro plaza fuerte, a otro da ciudad,
según su talante.
Charroi de Nimes (s. XII), v. 36-38.
El “consilium”.
El rey Marsilio estaba en Zaragoza / Ha marchado a un vergel,
bajo la sombra / Sobre una escalinata de mármol azul se tiende; /
Alrededor de él, más de veinte mil hombres. / Va llamando a sus
duques y a sus condes; / “Oíd, señores, qué calamidad nos
amenaza. / El Emperador Carlos de Francia la Dulce / Ha venido
a este país a destruirnos / Yo no tengo hueste que pueda darle
batalla,/Ni tengo gentes capaces de derrotar las suyas. /
Aconsejadme, como mis hombres sabios, / Y protegedme de la
muerte y vergüenza!” / No hay pagano allí que responda una sola
palabra, / Excepto Blancandrins de Castil de Valfondo.
Chanson de Roland, v. 10-24.
Vasallos, dice el duque, oídme esta razón, Carlos nos envía a
decir que vayamos a servirle por la Natividad, que no lo
aplazemos más, y que vayan conmigo 400 compañeros. Mas por
la fe que debo al cuerpo de san Lázaro, no haré yo por él ni el
gasto de un botón. Antes al contrario, le moveré si puedo, tal
guerra, que me iré a Paris a golpe de espuela, con 60.000
hombres de diversa hechura. Entonces le mostraremos que no lo
amamos en absoluto, por amor de mi hermano, el rico duque
Doon.
Chanson des Quatres fils Aymon, o Renault de Montauban (s.
XII), v. 575-584.
Que servicios deben facer por los feudos los vasallos a sus
señores, et otrosí cómo los señores deben guardar a sus
vasallos.
Señalado servicio ptometen de facer los vasallos a sus
señores quando resciben los feudos dellos, et entonce lo deben
complir en aquella manera que lo prometieron. Et si por ventura
non fuese nombrado cierto servicio quel vasallo debiese facer al
señor, pero todavía se entiende que el vasallo es tenudo por
razón de aquel feudo que tiene del, de ayudarle en todas las
guerras que hobiese a comenzar derecnamiente, et otrosí en
todas las guerras que moviesen otros contra el a tuerto. Otrosí
decimos que los señores deben ayudar a sus vasallos et
ampararlos en su derecho quanto podieren, de manera que non
resciban daño nin deshonra de los otros, et débenles guardar
lealtad en todas cosas, bien así como los vasallos son tenudos de
la guardar a sus señores.
Partidas. P. IV, t. 25, 1. 4; t. 26, 1. 5.
EL FEUDO 2.9
LA INMUNIDAD 2.19
IX. Del abuso de que el hijo o la hija del payés, tenga que
servir al señor sin paga y remuneración.
Item, usan y practican algunos señores, que cuando el payés
tiene un hijo o una hija, ya en edad de casarse, fuerzan al payés
a dejarle su hijo o hija, para que les sirva algún tiempo sin paga
alguna y remuneración, de lo que se siguen cosas deshonestas y
gran subyugamiento para el payés.
Responden dichos señores, tal como por ellos, ha sido ya
respondido al presente y cerca inserto capítulo VIII.
Capítulos del proyecto de concordia entre los payeses de
remensa y sus señores (1462), apud E. HINOJOSA: El régimen
señorial, la cuestión agraria en Cataluña durante la Edad Media,
pp. 366-68.
Capítulo 3
LA LUCHA POR EL
DOMINIUM MUNDI
LA CRISTIANDAD 3.1
Privilegium pontificis.
Yo, Calixto obispo, siervo de los siervos de Dios, te concedo a
ti, querido hijo Enrique, por la gracia de Dios augusto emperador
de los romanos, que tengan lugar en tu presencia, sin simonía y
sin ninguna violencia, las elecciones de obispos y de abades de
Germania que incumben al reino; y que si surge cualquier causa
de discordia entre las partes, según el consejo y el parecer del
metropolitano y de los sufragáneos, des tu consejo y ayuda a la
parte más justa. El elegido reciba de ti la regalía por medio del
cetro y en razón de él realice lo que de justicia te debe. Quien sea
consagrado en las restantes regiones del Imperio, por el
contrario, reciba de ti la regalía en el espacio de seis meses, por
medio del cetro, y por él cumpla según justicia sus deberes hacia
ti, guardando todas las prerrogativas reconocidas a la Iglesia
Romana. Según el deber de mi oficio, te ayudaré en lo que de mí
dependa y en las cosas en que me reclames ayuda. Te aseguro
una paz sincera a ti y a todos los que son o han sido de tu partido
durante esta discordia.
Privilegium imperatoris.
En nombre de la santa e indivisible Trinidad. Yo, Enrique, por
gracia de Dios augusto emperador de los romanos, por amor de
Dios y de la santa Iglesia Romana y de nuestro papa Calixto y por
la salvación de mi alma, cedo a Dios y a sus santos apóstoles
Pedro y Pablo y a la santa Iglesia Católica toda investidura con
anillo y báculo, y concedo que en todas las iglesias existentes en
mi reino y en mi imperio, se realicen elecciones canónicas y
consagraciones libres. Restituyo a la misma santa Iglesia
Romana las posesiones y los privilegios del bienaventurado
Pedro, que le fueron arrebatados desde el comienzo de esta
controversia hasta hoy, ya en tiempos de mi padre, ya en los
míos, y que yo poseo; y proporcionaré fielmente mi ayuda para
que se restituyan las que no lo han sido todavía. Igualmente
devolveré, según el consejo de los príncipes y la justicia, las
posesiones de todas las demás iglesias y de los príncipes y de
los otros clérigos o laicos, perdidas en esta guerra, y que están
en mi mano; para las que no están, proporcionaré mi auxilio para
que se restituyan. Y aseguro una sincera paz a nuestro papa
Calixto y a la santa Iglesia Romana y a todos los que son o
fueron de su partido. Fielmente, daré mi ayuda cuando la santa
Iglesia me lo reclame y rendiré a ella la debida justicia, Todo esto
está redactado con el consenso y el consejo de los príncipes
cuyos nombres siguen. (…)
M. G. H.: Leges, vol. II, pp. 75-76.
LA RECEPCIÓN DE LA CULTURA
CLÁSICA
A) EL DERECHO ROMANO
LA UNIVERSIDAD 4.1
Por esta ley se prueva como el rey don Alfonso fuede facer
leyes e las pueden facer sus herederos.
Por fazer entender a los ornes desentendudos que nos, el
sobredicho rev don Alfonso, avernos poder de facer estas leyes
también como los otros que las fezieron ante de nos, oy más
queremos lo mostrar por todas estas maneras por razón e por
fazana e por derecho. E por razón, que si los emperadores e los
reyes que los imperios e los regnos ovieron por elección pudieron
facer leys en aquello que tovieron como en comienda, quanto
más nos que avernos el regno por derecho de heredamiento. Por
fazana, ca non tan solamiente los revs de España que fueron
antiguamiente las fecieron, mas condes e jueces e adelantados,
que eran de menor guisa y fueron guardadas fasta en este
tiempo. E pues que estos las fezieron, que avien mayores sobre
sí, mucho más las podremos nos fazer, que por la merced de
Dios non avernos mayor sobre nos en el temporal. Por derecho,
ca lo podemos probar por las leyes romanas y por el derecho de
santa eglesia e por las leys despaña que fezieron los Godos, en
que dize en cada una destas que los emperadores e los reyes an
poder de fazer leyes e de anader en ellas e de minguar en ellas e
de camiar cada que mester sea. Onde por todas estas razones
avernos poder conplidamiente de facer leyes. E por ende
queremos comenzar en el nombre de Dios.
ALFONSO X, El Espéculo, lib. 1, tit. I, 1 XIII.
De qué cosas deben dar diezmos los homes por razón de sus
personas.
Dezmar deben aun los homes por razón de sus personas de
otras cosas sin las que dice en la ley ante desta. Et porque son
de muchas maneras mostró santa eglesia a cada uno de qué
cosas debe dar diezmo, et estableció que los reyes diesen
diezmo de lo que ganasen en las guerras que ficiesen
derechamente, asi como contra los enemigos de la fe: eso
mesmo deben facer los ricos homes et los caballeros, et todos los
otros cristianos: et aun tovo por bien que los ricos homes diesen
diezmo demás desto de las rentas que tienen de los reyes por
tierra, et los caballeros de las soldadas que les dan sus señores.
Otrosi mandó que los mercaderes lo diesen de lo que ganasen en
sus mercadurías, et los menestrales de sus menesteres: et aun
los cazadores, de qual natura quier que sean, también de lo que
cazasen en las tierras como en las aguas: et aun los maestros de
qual scicncia quier que sean que mostraren en sus escuelas,
quier sean clérigos o legos; en quiso que diesen diezmo también
de lo que recibiesen por salario, como de lo que les dan los
escolares porque los muestran. Et otrosi mandó que los
judgadores lo den de aquello que les dan por sus soldadas,
también los que judgan en la corte del rey como los otros que
judgan en las cibdades et en las villas: et aun los merinos et
todos los otros que han poder de facer justicia por obra que lo
den de sus soldadas: et los voceros de aquello que ganan por
razonar los pleitos: et los escribanos de lo que ganan por escrebir
los libros: et todos los otros homes de cual natura quier que sean
de las soldadas que les dan sus señores por los servicios que les
facen. Et non tan solamente tovo por bien santa eglesia que
diesen los cristianos diezmo de todas las cosas sobredichas mas
aun de los días en que viven: et por eso ayunan la quaresma que
es la decena parte del año.
Por quántas razones non deben los homes por cobdicia sacar
la simiente ante que den el diezmo.
Escatiman algunos homes muy sin razón cuidando que deben
sacar la simiente ante que den el diezmo, et dicen asi: que esto
pueden facer porque aquella simiente fue ya otra vez dezmada,
et los que se mueven por cobdicia a facer esto, muestra el
derecho de santa eglesia cómo non catan bien lo que es guisado.
Ca nuestro señor Dios que dio la primera simiente de grado gela
dio et sin embargo ninguno non queriendo que gela tornasen: et
por esta razón los que la agora siembran non deben facer fuerza
en ella nin la deben sacar: et aun hi ha otra razón por que la non
deben sacar, ca la simiente pues que es sembrada muere, et por
ende non es en poder de aquel que la sembró, mas en poder de
Dios que la face nascer et crecer, et la aduce a fruto. Otra razón
hi ha aun porque no la deben sacar; ca nuestro señor Dios non
debe ser de peor condición que los homes en sus heredades, ca
si alguno da a otro a labrar su heredat por cierta contia o por
cierta cosa quel dé por ende, non debe el que la labrare sacar las
despensas, nin la simiente, ni otra cosa ninguna ante que el
señor tome aquello que ha de haber: pues si esto pueden los
homes facer en sus heredades, mucho mas lo deben guardar a
Dios que es señor de toda la tierra et de todas las otras cosas
que son en ella.
Partidas. P. I, t. XX, 11. 1.3 y 14.
B) LA FILOSOFÍA ARISTOTÉLICA
LA «QUAESTIO» 5.1
LA DIALÉCTICA 5.2
LA REPÚBLICA 5.15
ERRORES FILOSÓFICOS
EL RENACIMIENTO
EL HUMANISTA 6.3
LA CRÍTICA 6.4
LA BIOGRAFÍA 6.5
Los teólogos
Quizá fuera más conveniente pasar en silencio a los teólogos
y no remover esa ciénaga. Ni tocar esa planta fétida, no sea que
tal gente, severa e irascible en el más alto grado, caiga sobre mí
en corporación con mil conclusiones, para obligarme a cantar la
palinodia, y en caso de negarme, pongan inmediatamente el grito
en el cielo llamándome hereje, que no de otra suerte suelen
confundir con sus rayos a quienes les son poco propicios.
San Pablo pudo, sin duda, estar animado por la fe; pero
cuando dijo que es “el fundamento de las cosas que se esperan y
la convicción de las que no se ven”, la definió de un modo poco
magistral. El mismo practicó maravillosamente la caridad; ¡con
qué poca dialéctica la dividió y definió en el capítulo XIII de la
primera Epístola a los Corintios! Con seguridad, los apóstoles
consagraban con gran devoción, y, sin embargo, si se les hubiera
preguntado acerca del término a quo y del término ad quem, o
sobre la transustanciación, o cómo uno mismo puede estar a la
vez en diversos lugares, o sobre qué diferencia existe entre el
cuerpo de Cristo en el cielo, en la cruz y en el sacramento
eucarístico, o en qué instante se verifica la transustanciación,
puesto que las palabras en cuya virtud se realiza, siendo cantidad
discreta, tienen que ser también sucesivas… Si se interrogase,
repito, a los apóstoles acerca de todas estas cosas, creo que no
hubieran podido responder tan agudamente como los escotistas
cuando las explican y definen. Los apóstoles conocieron en carne
y hueso a la Madre de Jesús; pero ¿quién de ellos demostró tan
hipócritamente como nuestros teólogos de qué modo fue
preservada del pecado original?
San Pedro recibió las llaves, y las recibió de quien no podía
confiarlas a un indigno de tal honor, y, sin embargo, yo no sé si lo
entendería, porque seguramente nunca se le ocurrió pensar en la
sutileza de cómo las llaves de la ciencia pueden ir a parar a
manos del que carece de ella. Los apóstoles bautizaban por
todas partes, y, no obstante, jamás dijeron nada de las causas
formales, materiales, eficientes y finales del bautismo, ni hicieron
la menor mención de su carácter deleble o indeleble. Ellos
adoraban a Dios, pero en espíritu y sin más norma que aquel
precepto evangélico que dice: Dios es espíritu y hay que adorarle
en espíritu y en verdad; mas en ningún lugar aparece que les
fuese revelado que una figurilla trazada con carbón en la pared
mereciera idéntica adoración que el mismo Cristo, con tal que
tuviera dos dedos extendidos, larga melena, y una aureola de tres
franjas pegada al occipucio. ¿Quién, pues, ha de comprender
estas cosas si no se ha pasado treinta y seis años enteros
descrismándose con el estudio de la física y la metafísica de
Aristóteles y de Scoto?
Asimismo, los apóstoles hablaron repetidamente de la gracia,
pero jamás distinguieron entre la gracia gratis dada y la gracia
gratum faciens. Exhortaron a las buenas obras, pero no hicieron
distinción entre la obra operante y la obra operada.
Recomendaron sin cesar la caridad, pero no la clasificaron en
infusa y adquirida, ni explicaron si es accidente o sustancia,
creada o increada. Execraron el pecado, pero que me muera si
hubieran podido definir científicamente lo que nosotros llamamos
pecado, a menos que supongamos que el espíritu de los
escotistas los inspirara.
ERASMO DE ROTTERDAM: Elogio de la locura (1508).
LA EXPANSIÓN DE EUROPA Y LA
MODERNO
LA ENCOMIENDA 7.2
EL REQUERIMIENTO 7.4
De los títulos no legítimos por los que los bárbaros del nuevo
mundo pudieron venir a poder de los españoles.
1. Los indios bárbaros antes de que los españoles llegasen a
ellos eran los verdaderos dueños en lo público y privado. 2. El
emperador no es señor de todo el mundo, 3. El emperador,
aunque fuese dueño del mundo, no por ello podría ocupar las
provincias de los bárbaros, establecer nuevos señores, deponer a
los antiguos y cobrar tributos. 4. El papa no es señor civil o
temporal de todo el orbe, hablando con propiedad de dominio y
potestad civil. 5. El sumo pontífice, aunque tuviera potestad
secular en el mundo, no podría darla a los príncipes seculares. 6.
El papa tiene potestad temporal en orden a las cosas espirituales.
7. El papa no tiene ninguna potestad temporal sobre los bárbaros
indios ni sobre otros infieles. 8. A los bárbaros, si no quieren
reconocer dominio alguno del papa, no por eso se les puede
hacer guerra ni ocupar sus bienes. 9. Si los bárbaros, antes de
que oyeron la fe de Cristo, pecaron con pecado de infidelidad, por
no creer en Cristo. 10. Qué se requiere para que la ignorancia
pueda computarse a uno, y sea pecado o vencible. 11. Si los
bárbaros están obligados a creer ante el primero que les anuncia
la fe cristiana, de modo que pecan mortalmente no creyendo en
el Evangelio de Cristo por su simple anunciación, etc. 12. A los
bárbaros, porque simplemente, se les anuncia y propone la fe y
no quieren recibirla al punto, no pueden por esta razón los
españoles hacerles guerra, ni actuar contra ellos por derecho de
guerra. 13. Los bárbaros, solicitados y advertidos para que oigan
pacíficamente a los que hablan de la religión, si no lo quieren
hacer, no se excusan de pecado mortal. 14. Cuándo los bárbaros
están obligados a recibir la fe de Cristo bajo pena de pecado
mortal. 15. Si a los bárbaros hasta ahora se les ha propuesto y
anunciado la fe cristiana de tal modo que estén obligados a creer
bajo nuevo pecado, no está bastante claro, según el autor. 16. A
los bárbaros, porque se les haya anunciado probable y
suficientemente la fe y no hayan querido recibirla, no por ello, sin
embargo, se les puede perseguir con guerra y despojarles de sus
bienes. 17. Los príncipes cristianos no pueden, ni aun con
autoridad del papa, reprimir a los bárbaros por los pecados contra
la ley natural, ni castigarles por razón de ello.
De los títulos legítimos por los que pudieron venir los bárbaros
a la obediencia de los españoles.
El primer título puede denominarse de la sociedad y
comunicación natural.
Respecto a esto, sea la primera conclusión: los españoles
tienen derecho a andar por aquellas provincias y a permanecer
allí, sin daño alguno de los bárbaros, sin que se les pueda
prohibir por éstos. Se prueba: 1. Por el derecho de gentes, que o
es el derecho natural o se deriva del derecho natural. Instituta I,
2, 1: “quod naturalis ratio inter omnes gentes (la Inst. dice
homines) constituit, vocatur ius gentium” 'lo que la razón natural
establece entre todas las gentes o pueblos (la Inst. dice
hombres), se llama derecho de gentes'. Pues en todas las
naciones se tiene por inhumano acoger mal a los huéspedes y
extranjeros, sin causa especial alguna. Y, por el contrario, por
humanidad y cortesía, portarse bien con los huéspedes, a no ser
que los extranjeros hicieren mal al llegar a otras naciones. 2. Al
principio del mundo, como todas las cosas eran comunes, era
lícito a cada uno dirigirse y recorrer cualquiera región que
quisiera. Y no se ve que esto se haya quitado por la división de
las cosas. Pues nunca fue intención de las gentes por tal división
quitar la comunicación de los hombres… 3. Se puede todo lo que
no está prohibido o produce injuria a otros o es en detrimento de
otros; es así que, como suponemos, tal peregrinación de los
españoles es sin injuria o daño de los bárbaros; luego es lícita…
10. “Por Derecho natural todas las cosas son comunes a todos, y
el agua corriente y el mar, y los ríos y puertos; y las naves, por
derecho de gentes, es lícito atracarlas a ellos” (Inst. 2, 1, 1-5), y
por la misma razón se consideran públicas; luego a nadie puede
prohibirse usar de ellas. De lo que se sigue que los bárbaros
harían injuria a los españoles si se lo prohibieran en sus regiones.
11. Ellos admiten a todos los otros bárbaros de cualquiera parte;
luego harían injuria no admitiendo a los españoles. 12. Porque si
los españoles no pudieran andar entre ellos, esto sería por
derecho natural, divino o humano. Por el natural o divino
ciertamente se puede. Si, pues, hubiera una ley humana que lo
prohibiera sin alguna causa de derecho natural y divino, sería
inhumano y no racional, y en consecuencia no tendría fuerza de
ley. (…)
Otro [segundo] título puede haber, a saber: la causa de la
propagación de la religión cristiana. En cuyo favor, sea la primera
conclusión: los cristianos tienen derecho a predicar y anunciar el
Evangelio en las provincias de los bárbaros. Esta conclusión es
manifiesta, por aquello de predicad el Evangelio a todas las
criaturas, etc.; y también, la palabra del Señor no está presa (II
Ad Tim. 2, 9). En segundo lugar, se muestra por lo dicho. Porque
si tienen el derecho de andar y comerciar entre ellos, pueden por
tanto enseñar la verdad a los que quieran oírla, sobre todo en lo
que atañe a la salvación y la felicidad mucho más que en lo que
atañe a cualquier disciplina humana. Tercero, porque en otro
caso, quedarían fuera del estado de salvación si no se permitiera
a los cristianos ir a anunciarles el Evangelio. Cuarto, porque la
corrección fraterna es de derecho natural, como el amor; y como
todos ellos están no sólo en pecado sino fuera del estado de
salvación, por tanto corresponde a los cristianos corregirles y
dirigirles, y aún parece que están obligados a ello. Quinto y
último, porque son prójimos, como arriba se ha dicho. Es así que
Dios manda a cada uno cuidar a su prójimo (Eccl. 17, 12); luego
corresponde a los cristianos instruir a los ignorantes en las cosas
divinas.
FRANCISCO DE VITORIA: Relectio prior de Indiis recenter inventis
(1557).
LA REFORMA
LA FE LUTERANA 8.1
LA GRACIA 8.17
CONTRARREFORMA Y GUERRAS
DE RELIGIÓN
De la justificación
Can. I. Si alguno dijere, que el hombre se puede justificar para
con Dios por sus propias obras, hechas o con solas las fuerzas
de la naturaleza, o por la doctrina de la ley, sin la divina gracia
adquirida por Jesucristo; sea excomulgado.
Can. II. Si alguno dijere, que la divina gracia, adquirida por
Jesucristo, se confiere únicamente para que el hombre pueda con
mayor facilidad vivir en justicia, y merecer la vida eterna; como si
por su libre albedrío, y sin gracia pudiese adquirir uno y otro,
aunque con trabajo y dificultad; sea excomulgado.
Can. III. Si alguno dijere, que el hombre sin que le anticipe la
inspiración del Espíritu Santo y sin su auxilio, puede creer,
esperar, amar o arrepentirse como conviene, para que se le
confiera la gracia de la justificación; sea excomulgado.
Can. IV. Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre
movido y excitado por Dios, nada coopera asintiendo a Dios que
le excita, y llama para que se disponga y prepare a lograr la
gracia de la justificación; y que no puede disentir aunque quiera,
sino que como un ser inanimado, nada absolutamente obra; y
sólo se ha como sujeto pasivo; sea excomulgado.
Can. V. Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre está
perdido y extinguido después del pecado de Adán: o que es cosa
de solo nombre, o más bien nombre sin objeto, y en fin ficción
introducida por el demonio en la Iglesia; sea excomulgado.
Can. VI. Si alguno dijere, que no está en poder del hombre
dirigir mal su vida, sino que Dios hace tanto las malas obras,
como las buenas, no sólo permitiéndolas, sino ejecutándolas con
toda propiedad, y por sí mismo; de suerte que no es menos
propia obra suya la traición de Judas, que la vocación de san
Pablo; sea excomulgado.
El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento, traducido al
idioma castellano por IGNACIO LÓPEZ DE AYALA [en lo sucesivo C.
T.].
De la confesión.
De la institución que queda explicada del sacramento de la
penitencia, ha entendido siempre la Iglesia universal, que el
Señor instituyó también la confesión entera de los pecados, y que
es necesaria de derecho divino a todos los que han pecado
después de haber recibido el bautismo: porque estando nuestro
señor Jesucristo para subir de la tierra al cielo, dejó los
sacerdotes sus vicarios, como presidentes y jueces, a quienes se
denuncien todos los pecados mortales en que caigan los fieles
cristianos, para que con esto den, en virtud de la potestad de las
llaves, la sentencia del perdón, o retención de los pecados.
Consta, pues, que no han podido los sacerdotes ejercer esta
autoridad de jueces sin conocimiento de la causa, ni proceder
tampoco con equidad en la imposición de las penas, si los
penitentes sólo les hubiesen declarado en general, y no en
especie, e individualmente sus pecados. De esto se colige, que
es necesario que los penitentes expongan en la confesión todas
las culpas mortales de que se acuerdan después de un diligente
examen, aunque sean absolutamente ocultas, y sólo cometidas
contra los dos últimos preceptos del decálogo; pues algunas
veces dañan éstas más gravemente el alma, y son más
peligrosas que las que externamente se han cometido. Respecto
de las veniales, por las que no quedamos excluidos de la gracia
de Dios, y en las que caemos con frecuencia; aunque se proceda
bien, provechosamente, y sin ninguna presunción, exponiéndolas
en la confesión, lo que demuestra el uso de las personas
piadosas; no obstante se pueden callar sin culpa, y perdonarse
con otros muchos remedios. Mas como todos los pecados
mortales, aun los de solo pensamiento, son los que hacen a los
hombres hijos de ira, y enemigos de Dios; es necesario recurrir a
Dios también por el perdón de todos ellos, confesándolos con
distinción y arrepentimiento. En consecuencia, cuando los fieles
cristianos se esmeran en confesar todos los pecados de que se
acuerdan, los proponen sin duda todos a la divina misericordia
con el fin de que se los perdone. Los que no lo hacen así, y callan
algunos a sabiendas, nada presentan que perdonar a la bondad
divina por medio del sacerdote; porque si el enfermo tiene
vergüenza de manifestar su enfermedad al médico, no puede
curar la medicina lo que no conoce. Colígese además de esto,
que se deben explicar también en la confesión aquellas
circunstancias que mudan la especie de los pecados; pues sin
ellas no pueden los penitentes exponer íntegramente los mismos
pecados, ni tomar los jueces conocimiento de ellos; ni puede
darse que lleguen a formar exacto juicio de su gravedad, ni a
imponer a los penitentes la pena proporcionada a ellos. Por esta
causa es fuera de toda razón enseñar que han sido inventadas
estas circunstancias por hombres ociosos, o que sólo se ha de
confesar una de ellas, es a saber, la de haber pecado contra su
hermano. También es impiedad decir, que la confesión que se
manda hacer en estos términos, es imposible; así como llamarla
potro de tormento de las conciencias; pues es constante que sólo
se pide en la Iglesia a los fieles, que después de haberse
examinado cada uno con suma diligencia, y explorado todos los
senos ocultos de su conciencia, confiese los pecados con que se
acuerde haber ofendido mortalmente a su Dios y señor; mas los
restantes de que no se acuerde el que los examina con diligencia,
se creen incluidos generalmente en la misma confesión. Por ellos
es por los que pedimos confiados con el Profeta: Purifícame,
Señor, de mis pecados ocultos. Esta misma dificultad de la
confesión mencionada, y la vergüenza de descubrir los pecados,
podría por cierto parecer gravosa, si no se compensase con
tantas y tan grandes utilidades y consuelos, como certísimamente
logran con la absolución todos los que se presentan con la
disposición debida a este sacramento. Respecto de la confesión
secreta con solo el sacerdote, aunque Cristo no prohibió que
alguno pudiese confesar públicamente sus pecados en
satisfacción de ellos, y por su propia humillación, y tanto por el
ejemplo que se da a otros, como por la edificación de la Iglesia
ofendida; sin embargo no hay precepto divino de esto; ni
mandaría ninguna ley humana con bastante prudencia que se
confesasen en público los delitos, en especial los secretos; de
donde se sigue que habiendo recomendado siempre los
santísimos y antiquísimos Padres con grande y unánime
consentimiento la confesión sacramental secreta que ha usado la
santa Iglesia desde su establecimiento, y al presente también
usa; se refuta con evidencia la fútil calumnia de los que se
atreven a enseñar que no está mandada por precepto divino, que
es invención humana, y que tuvo principio de los Padres
congregados en el concilio de Letrán; pues es constante que no
estableció la Iglesia en este concilio que se confesasen los fieles
cristianos, estando perfectamente instruida de que la confesión
era necesaria, y establecida por derecho divino; sino sólo ordenó
en él, que todos y cada uno cumpliesen el precepto de la
confesión a lo menos una vez en el año, desde que llegasen al
uso de la razón; por cuyo establecimiento se observa ya en toda
la Iglesia con mucho fruto de las almas fieles, la saludable
costumbre de confesarse en el sagrado tiempo de Cuaresma,
que es particularmente acepto a Dios; costumbre que este santo
Concilio da por muy buena, y adopta como piadosa, y digna de
que se conserve. (…)
c. 1 De la institución del sacramento de la Extrema-Unción.
Se estableció pues, esta sagrada unción de los enfermos
como verdadera y propiamente sacramento de la nueva ley,
insinuado a la verdad por Cristo nuestro señor, según el
evangelista san Marcos, y recomendado e intimado a los fieles
por Santiago apóstol, y hermano del Señor. ¿Está enfermo, dice
Santiago, alguno de vosotros? Haga venir los presbíteros de la
Iglesia, y oren sobre él, ungiéndole con aceite en nombre del
Señor; y su oración hecha con confianza, salvará al enfermo, y él
Señor le dará alivio; y si estuviese en pecado, le será perdonado.
En estas palabras, como de la tradición apostólica propagada de
unos en otros ha aprendido la Iglesia, enseña Santiago, la
materia, la forma, el ministro propio, y el efecto de este saludable
sacramento. La Iglesia pues ha entendido, que la materia es el
aceite bendito por el obispo: porque la unción representa con
mucha propiedad la gracia del Espíritu Santo, que invisiblemente
unge al alma del enfermo: y que además de esto, la forma
consiste en aquellas palabras: Por esta santa unción, etc.
C. T.
LA INTOLERANCIA 9.15
INDIVIDUALISMO POLÍTICO Y
DOCTRINAS CONTRACTUALISTAS
EL PRÍNCIPE 10.9
Dios que dio la tierra en común a los hombres, les dio también
la razón para que se sirvan de ella de la manera más ventajosa
para la vida y más conveniente para todos. La tierra, y todo lo que
ella contiene se le dio al hombre para el sustento y el bienestar
suyo. Aunque todos los frutos que esa tierra produce
naturalmente y todos los animales que en ella se sustentan,
pertenecen en común al género humano en cuanto que son
producidos por la mano espontánea de la naturaleza, y nadie
tiene originalmente un dominio particular en ninguno de ellos con
exclusión de los demás hombres, ya que se encuentran de ese
modo en su estado natural, sin embargo, al entregarlos para que
los hombres se sirvan de ellos, por fuerza tendrá que haber algún
medio de que cualquier hombre se los apropie y se beneficie de
ellos. Por ejemplo, el producto de la caza, que sirve de sustento a
los indios selváticos, que no reconocen cotos y siguen poseyendo
la tierra en común, será suyo y tan suyo…, es decir, tan parte de
él mismo… que nadie podrá alegar derecho alguno sobre lo
cazado por él antes de que haya consumido lo necesario para el
sustento de su vida.
Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores sirvan en
común a todos los hombres, no es menos cierto que cada
hombre tiene la propiedad de su propia persona. Nadie, fuera de
él mismo, tiene derecho alguno sobre ella. Podemos también
afirmar que el esfuerzo de su cuerpo y la obra de sus manos son
también auténticamente suyos. Por eso, siempre que alguien
saca alguna cosa del estado en que la naturaleza lo produjo y lo
dejó, ha puesto en esa cosa algo de su esfuerzo, le ha agregado
algo que es propio suyo; y, por ello, la ha convertido en propiedad
suya. Habiendo sido él quien la ha apartado de la condición
común en que la naturaleza colocó esa cosa, ha agregado a ésta,
mediante su esfuerzo, algo que excluye de ella al derecho común
de los demás, siendo, pues, el trabajo o esfuerzo propiedad
indiscutible del trabajador, nadie puede tener derecho a lo que
resulta después de esa agregación, por lo menos cuando existe
la cosa en suficiente cantidad para que la usen los demás.
No cabe duda de que quien se sustenta de las bellotas que
recogió al pie de una encina, o de las manzanas arrancadas de
los árboles del bosque, se las ha apropiado para sí mismo. Nadie
pondrá en duda que ese alimento le pertenece. Y yo pregunto:
¿en qué momento empezó a ser suyo?, ¿al digerirlo?, ¿al
comerlo?, ¿al hervirlo?, ¿cuando se lo llevó a su casa?, ¿cuando
lo recogió del árbol? Es evidente que si el acto de recogerlo no
hizo que le perteneciese, ninguna de los otros actos pudo darle la
propiedad. El trabajo puso un sello que lo diferenció del común.
El trabajo agregó a esos productos algo más de lo que había
puesto la naturaleza, madre común de todos, y, de ese modo,
pasaron a pertenecerle particularmente. ¿Habrá alguien que
salga diciéndome que no tenía derecho sobre aquellas bellotas o
manzanas de que se apropió, por no tener el consentimiento de
todo el género humano para apropiarse de ellas? De haber sido
necesario tal consentimiento, los hombres se habrían muerto de
hambre en medio de la abundancia que Dios les había
proporcionado. Tenemos como ejemplo las dehesas comunes.
Que siguen siéndolo por convenio expreso; la propiedad de sus
frutos se inicia con el acto de recoger los que son comunes,
sacándolos del estado en que la naturaleza los dejó; de nada
serviría, sin ello, la dehesa común. Y no se requiere el
consentimiento expreso de todos los coposesores para tomar
ésta o la otra parte. Por esta razón la hierba que mi caballo na
pastado, el forraje que mi criado cortó, el mineral que yo he
excavado en algún terreno que yo tengo en común con otros, se
convierte en propiedad mía sin el señalamiento ni la conformidad
de nadie. El trabajo que me pertenecía, es decir, el sacarlos del
estado común en que se encontraban, dejó marcada en ellos mi
propiedad.
J. LOCKE: Dos tratados del gobierno civil (1690)
LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA
[2] f = pv [4] ⇒ v α 1
p
en tanto en el segundo (caída de los graves) establece
las siguientes proporciones:
v
a) para medios distintos v = r
r’
’
v p
b) para un mismo medio v = p [3a] [5] ⇒ v α p
’ ’
Suponiendo espacios y tiempos iguales y para un mismo
medio se llega a
e = vt
〉 ⇒ v = t’ ⇒ t’ = p [3b]
v’ t t p’
e = v’t’
t=e
v
〉 ⇒ e = v ⇒ e = p [3c] [6]
e’ v’ e’ p’
t = e’
v’
f1 f2 f3
a = a = a … = m1
1 2 3
f1 f2 f3
A = A = A … = m2
1 2 3
Supuestos.
1. No hay un centro de todos los círculos o esferas celestes.
2. El centro de la tierra no es el centro del universo, sino
solamente de la gravedad y de la esfera lunar.
3. Todas las esferas giran alrededor del sol, y por tanto el sol
es el centro del universo.
4. La razón entre la distancia de la tierra al sol y la altura del
firmamento es menor que la relación entre el radio de la tierra y la
distancia de ésta al sol, tanto menor cuanto que la distancia
desde la tierra al sol es despreciable en comparación con la
altura del firmamento.
5. Cualquier movimiento que aparece en el firmamento deriva
no de un movimiento del firmamento sino de un movimiento de la
tierra. La tierra juntamente con sus elementos circundantes
realiza una rotación completa sobre sus polos fijos en un
movimiento diario mientras que el firmamento y el más alto cielo
permanecen inalterables.
6. Lo que nos parecen movimientos del sol derivan no de su
movimiento sino del de la tierra y nuestra esfera, con la cual
giramos alrededor del sol como cualquier otro planeta. La tierra
tiene, por tanto, más de un movimiento.
7. El movimiento retrógrado y directo aparente de los planetas
deriva no de su movimiento sino del de la tierra. El movimiento de
la tierra sola basta, por tanto, para explicar tantas desigualdades
aparentes en los cielos.
COPÉRNICO: Commentariolus (1512).
Teorema 1.—Proposición I
El tiempo, en que un móvil recorre un espacio con movimiento
uniformemente acelerado a partir del reposo, es igual al tiempo
en que el mismo móvil recorrería ese mismo espacio con
movimiento uniforme, cuya velocidad fuera subdupla [mitad] de la
mayor y última velocidad [final] del anterior movimiento
uniformemente acelerado. (…)
Teorema II.—Proposición II
Si un móvil con movimiento uniformemente acelerado
desciende desde el reposo, los espacios recorridos por él en
tiempos cualesquiera, están entre sí como la razón al cuadrado
de los mismos tiempos, es decir como los cuadrados de esos
tiempos. (…)
Corolario I
De aquí se deduce con toda evidencia que: “Si en tiempos
iguales, tomados sucesivamente desde el primer instante o
comienzo del movimiento, tales como AD, DE, EF, FG, se
recorrieren los espacios HL, LM, MN, NI, estos espacios estarán
entre sí, como los números impares a partir de la unidad; es decir,
como 1, 3, 5, 7”.
Simplicio. Aristóteles, si mal no recuerdo, se rebela contra
ciertos [filósofos] antiguos, que introducían el vacío como
necesario para el movimiento diciendo que no podía efectuarse
éste sin aquél. En contraposición con esto, Aristóteles demuestra
que, por el contrario, la realización del movimiento (según
veremos) destruye la afirmación del vacío. Su procedimiento es el
siguiente. Hace dos suposiciones: la primera es de dos móviles
de distinta gravedad, moviéndose en idéntico medio; la segunda
es de un mismo móvil, moviéndose en distintos medios. En
cuanto a la primera supone que los móviles de distinta gravedad,
se mueven en un medio idéntico con diferentes velocidades, que
mantienen entre sí la misma proporción que sus respectivos
pesos; de modo que un móvil, por ejemplo, diez veces más
pesado que otro, se moverá con velocidad diez veces mayor. En
la segunda suposición, acepta que las velocidades de un mismo
móvil, en diferentes medios, tienen entre sí proporción inversa de
la que tienen las condensaciones o densidades de tales medios;
de modo que si la condensación del agua, por ejemplo, fuese
diez veces mayor que la del aire, pretende que la velocidad en el
aire debe ser diez veces mayor que la velocidad en el agua. De
este segundo supuesto saca él su demostración en esta forma:
Puesto que la tenuidad del vacío supera en grado infinito a la
corporeidad, por tenue que ella sea, de cualquier medio pleno,
todo móvil que en el medio pleno recorra cualquier espacio
durante cualquier tiempo, en el vacío tendría que moverse
instantáneamente; pero un movimiento instantáneo es imposible;
luego es imposible que se dé el vacío en virtud del movimiento.
Salviati. Como se ve, el argumento es ad hominem, es decir
contra los que admitían el vacío como necesario para el
movimiento. Pero si yo concediese que el argumento es
concluyente, y concedo simultáneamente que en el vacío no se
da movimiento, la posición del vacío tomado absolutamente y no
en relación al movimiento, no queda invalidada. Mas para decir lo
que tal vez hubieran podido responder los antiguos, a fin de que
se aprecie mejor la fuerza probatoria del argumento de
Aristóteles, paréceme que podríamos ir contra las suposiciones
de aquél, negándolas ambas a dos. En cuanto a la primera, dudo
mucho que Aristóteles haya jamás sometido a experimento, si es
verdad que dos piedras, una diez veces más pesada que la otra,
dejadas caer al mismo tiempo desde una altura, supongamos de
cien codos, fuesen de tal modo diferentes en sus velocidades
que, al llegar a tierra la mayor, nos halláramos con que la menor
no había descendido más de diez codos.
Simplicio. Por sus palabras se ve que él da a entender que sí
lo ha experimentado, porque dice: veremos que el más pesado;
ahora bien, ese verse implica la realización del experimento.
Sagredo. Sin embargo, Simplicio, yo que no he hecho la
prueba, te aseguro que una bala de cañón que pese cien,
doscientas libras o aún más, no se anticipará ni siquiera en un
palmo en llegar a tierra, a una bala de mosquete que pese media
libra, aun cuando vengan de doscientos codos de altura.
GALILEO: Diálogos acerca de dos nuevas ciencias (1638).
LA ARMONÍA 11.14
EL EXPERIMENTO 11.18
Definición III
La fuerza que reside en la materia (vis insita) es el poder que
ella tiene de resistir. A esta fuerza se debe el que todo cuerpo,
persevere por sí mismo en su estado actual de reposo, o de
movimiento uniforme en línea recta.
Esta fuerza es siempre proporcional a la cantidad de materia
de los cuerpos, y no difiere de lo que llamamos la inercia de la
materia, más que por la manera de concebirla. Pues la inercia es
lo que hace que no se pueda cambiar sin esfuerzo, el estado
actual de un cuerpo, ya sea que se mueva, o que esté en reposo.
Por ello podemos dar a la fuerza que reside en los cuerpos, el
nombre muy expresivo de fuerza de inercia.
El cuerpo ejerce dicha fuerza todas las veces que se trata de
cambiar su estado actual, y entonces podemos considerarla bajo
dos aspectos diferentes, o como resistente, o como impulsiva.
Como resistente en tanto el cuerpo se opone a la fuerza que
tiende a hacerle cambiar de estado. Como impulsiva en tanto que
el mismo cuerpo se esfuerza por cambiar el estado del obstáculo
que le opone resistencia.
Atribuimos comúnmente la resistencia a los cuerpos en
reposo y la fuerza impulsiva a aquellos que se mueven. Pero el
movimiento y el reposo, tal como comúnmente se les concibe, no
son sino respectivos, pues los cuerpos que creemos en reposo
no se hallan siempre en un reposo absoluto.
Definición V
La fuerza centrípeta es la que hace tender los cuerpos hacia
algún punto, como hacia un centro, ya sea que sean arrastrados
o empujados hacia este punto, o que tiendan hacia él, de un
modo cualquiera.
La gravedad que hace tender todos los cuerpos hacia el
centro de la tierra, la fuerza magnética que hace tender el hierro
hacia el imán, y la fuerza, cualesquiera que sea, que retira en
todo momento a los planetas del movimiento rectilíneo y los hace
circular en las curvas, son fuerzas de este género.
La piedra a la que se hace girar por medio de una honda, obra
sobre la mano, al tender la honda, con un esfuerzo que es tanto
mayor cuanto más rápidamente se la hace girar, y se escapa en
el mismo instante en que no se la retiene más. La fuerza ejercida
por la mano para retener la piedra, que es igual y contraria, a la
fuerza por la que la piedra tiende la honda, y que está siempre
dirigida hacia la mano, centro del círculo descrito, es la que se
llamó fuerza centrípeta. Igualmente ocurre con todos los cuerpos
que se mueven en redondo, todos se esfuerzan por alejarse del
centro de su revolución, y sin el auxilio de alguna fuerza que se
oponga a este esfuerzo, y que los retenga en sus órbitas —es
decir de alguna fuerza centrípeta—, partirían en línea recta con
un movimiento uniforme.
Un proyectil no volvería a caer hacia la Tierra, si no estuviera
animado polla fuerza de la gravedad, antes al contrario iría en
línea recta hacia los cielos con un movimiento uniforme, si la
resistencia del aire fuere nula. Débese pues a la gravedad el que
sea retirado de la línea recta, y el que se incline sin cesar hacia la
Tierra, y se inclina más o menos según la gravedad y la velocidad
de su movimiento. Mientras menor sea la gravedad del proyectil,
con relación a su cantidad de materia, mayor será su velocidad,
se alejará menos de la línea recta, e irá más lejos antes de caer
sobre la Tierra.
Así, si una bala de cañón fuera disparada horizontalmente
desde lo alto de una montaña, con una velocidad capaz de
hacerle recorrer dos leguas antes de caer sobre la Tierra, con una
velocidad doble, no recaería sino después de haber corrido unas
cuatro leguas, y con una velocidad decuple, iría diez veces más
lejos (con tal de no tener en cuenta la resistencia del aire), y
aumentando la velocidad de ese cuerpo, se aumentaría a
voluntad el camino que había de recorrer antes de recaer sobre la
Tierra, y se disminuiría la curvatura de la línea que describiría, de
forma que podría no volver a caer sobre la Tierra sino a la
distancia de 10, de 30, o de 90 grados, o que finalmente, podría
circular en torno a ella, sin volver a caer jamás, e incluso partir en
derechura al infinito, en el cielo.
I. NEWTON: Philosophiae naturalis principia mathematica
(1687).
ILUSTRACIÓN Y DESPOTISMO
ILUSTRADO
EL DEÍSMO 12.4
EL ATEÍSMO 12.8
LA FELICIDAD 12.10
LA CODIFICACIÓN 12.17
FISIOCRACIA Y LIBRECAMBIO
dos mil
a los propietarios de la renta,
millones
y por mil millones a la clase estéril,
mil millones
de los agentes de que se compone,
tres mil
de la renta y por la clase estéril
millones
a la clase productiva… total…
LA PLUSVALÍA 13.21
LIBERALISMO Y DEMOCRACIA
De la Constitución de Inglaterra.
En cada estado, hay tres clases de poderes: el legislativo, el
ejecutivo de las cosas pertenecientes al derecho de gentes, y el
ejecutivo de las que pertenecen al civil.
Por el primero, el príncipe o el magistrado hace las leyes para
cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están
hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía o recibe
embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y
por el tercero, castiga los crímenes o decide las contiendas de los
particulares. Este último se llamará poder judicial; y el otro,
simplemente poder ejecutivo del Estado.
La libertad política, en un ciudadano, es la tranquilidad de
espíritu que proviene de la opinión que cada uno tiene de su
seguridad; y para que se goce de ella, es preciso que sea tal el
gobierno que ningún ciudadano tenga motivo de temer a otro.
Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos
en una misma persona o corporación, entonces no hay libertad,
porque es de temer que el monarca o el senado hagan leyes
tiránicas para ejecutarlas del mismo modo.
Así sucede también cuando el poder judicial no está separado
del poder legislativo y del ejecutivo. Estando unido al primero, el
imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería
arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando
unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la
fuerza misma que un agresor.
En el Estado en que un hombre solo o una sola corporación
de próceres, o de nobles, o del pueblo administrase los tres
poderes, y tuviese la facultad de hacer las leyes, de ejecutar las
resoluciones públicas y de juzgar los crímenes y contiendas de
los particulares, todo se perdería enteramente.
En la mayor parte de los reinos de Europa es el gobierno
moderado, porque el príncipe, que administra los dos primeros
poderes, deja a los súbditos el ejercicio del tercero. Pero en
Turquía, como que los tres se hallan reunidos a la vez en las
manos del sultán, impera el despotismo más horroroso.
El poder judicial no debe confiarse a un senado permanente y
sí a personas elegidas entre el pueblo en determinadas épocas
del año, del modo prescrito por las leyes, para formar un tribunal
que dure solamente el tiempo que requiera la necesidad.
De este modo el poder de juzgar, tan terrible en manos del
hombre, no estando sujeto a una clase determinada, ni
perteneciente exclusivamente a una profesión se hace, por
decirlo así, nulo e invisible. Y como los jueces no están presentes
de continuo, lo que se teme es la magistratura, y no se teme a los
magistrados.
Y es necesario también que en las grandes acusaciones el
criminal, unido con la ley, pueda elegir sus jueces, o cuando
menos recusar un número tan grande de ellos que los que resten
se consideren como elegidos por él.
Los otros dos poderes son más fáciles de confiar a
magistrados o corporaciones permanentes, porque no siendo el
uno más que la voluntad general del Estado, y el otro su
ejecución, no gravitan particularmente sobre el individuo.
Pero si los tribunales no deben ser fijos, sus sentencias deben
serlo de tal modo que no han de contener otra tosa que el texto
literal de la ley, porque si pudieran ser la opinión particular del
juez, se viviría en la sociedad sin saber en ella con exactitud las
obligaciones que se contraen.
Es necesario además que los jueces sean de la condición del
acusado, o mejor dicho sus iguales, para que no crea que cae en
manos de personas inclinadas a hacerle daño. (…)
Como el hombre que cree tener un alma independiente debe
gobernarse a sí propio en los Estados libres, es de absoluta
necesidad que el pueblo en masa tenga en ellos el poder
legislativo. Pero como es imposible que lo ejercite en los estados
muy extensos, y en los pequeños hay en ello grandísimos
inconvenientes, se ve precisado a hacer por medio de
representantes lo que no puede ejecutar por sí mismo.
Los vecinos de una ciudad conocen mejor las necesidades de
ella que las de las otras, y juzgan mejor de la capacidad de sus
convecinos que de la de sus demás compatriotas, y aun cuando
no es absolutamente preciso que los miembros del cuerpo
legislativo se nombren de la masa general del Estado, siempre
conviene que las principales poblaciones elijan sus
representantes.
Hay la grande ventaja en esto de que los diputados pueden
discutir los negocios.
El pueblo no es a propósito para hacerlo, y éste es uno de los
mayores defectos de la democracia.
No hay necesidad alguna de que los representantes, que han
recibido instrucciones generales de sus comitentes, las reciban
en particular sobre cada negocio, como se acostumbra a hacer
en las dietas de Alemania. (…)
Todo ciudadano debe tener voto en su respectivo distrito para
elegir representante, excepto los que se encuentren en tan
mísera posición que puedan considerarse como destituidos de
voluntad propia.
Era común a la mayor parte de las antiguas repúblicas el vicio
de conceder al pueblo el derecho de tomar resoluciones activas,
y que exigen pronta ejecución, sin atender a la incapacidad que
tiene para ello.
El pueblo no debe tomar otra parte en el gobierno que la de
elegir sus representantes, sola cosa que está al alcance de sus
facultades, porque si hay pocos en él que conozcan el grado
preciso de la capacidad de los hombres, cada uno tiene sin
embargo la suficiente para saber en general si el que elige es
más ilustrado que otros.
El cuerpo de representantes no debe tener por objeto el de
tomar resoluciones activas, porque no le sería fácil
desempeñarlo, y sí el de hacer leyes o ver si las hechas se
ejecutan con fidelidad, porque en esta parte ninguno puede
aventajarlo.
Pero como en todo Estado hay siempre personas distinguidas
por su nacimiento, riquezas u honores, que si estuviesen
confundidas con el pueblo, y sólo tuviesen un voto como los
demás, considerarían la libertad como una esclavitud, y no
tendrían interés alguno en defenderla, porque la mayor parte de
las resoluciones obrarían en su perjuicio, hay una necesidad de
que éstas tomen una parte en la legislación proporcionada a las
demás ventajas que disfrutan en el Estado; y de que formen por
lo tanto un cuerpo que tenga el derecho de reprimir los atentados
del pueblo, como éste lo tiene para contener los suyos.
De esta manera el poder legislativo residirá en una
corporación de nobles y en otra elegida por el pueblo, que
tendrán sus asambleas y discusiones distintas, y sus miras y sus
intereses diferentes.
De los tres poderes referidos el de juzgar es nulo hasta cierto
punto. Quedan por consiguiente dos, y como éstos necesitan de
una fuerza reguladora que los modere, ninguna es más a
propósito que la parte del cuerpo legislativo que se compone de
la nobleza. Esta debe por lo tanto ser hereditaria, ya porque lo es
primeramente por naturaleza, y ya porque es necesario que tenga
un gran interés en conservar sus prerrogativas, odiosas que son
por sí mismas, y que en un Estado libre deben estar en peligro
constantemente.
Mas como un poder hereditario podría pensar solamente en
sus intereses particulares y olvidarse de los del pueblo, hay
también necesidad de que en aquellos negocios en que haya
grande interés en corromperlo, como en las leyes sobre los
impuestos, no tenga otra parte en la legislación, que la que le
concede su facultad de impedir, y no la de instituir.
Y llamo facultad de instituir al derecho que uno tiene de
ordenar por sí mismo, o de corregir lo ordenado por otro; y
facultad de impedir, al de anular una resolución tomada por otro;
éste era el poder de los tribunos de Roma. Y aun cuando el que
tiene la facultad de impedir puede tener también el derecho de
aprobar, no es por entonces esta aprobación otra cosa que la
declaración de que no hace uso de su facultad de impedir,
declaración que se deriva de esta misma facultad.
El poder ejecutivo, empero, debe residir en manos de un
monarca, porque esta parte del gobierno, que necesita siempre
de una acción momentánea, se administra mejor por uno que por
muchos; así como todo lo perteneciente al poder legislativo se
dispone mejor por muchos que por uno; y porque si no hubiese
monarca, y el poder ejecutivo estuviese confiado a un cierto
número de individuos del cuerpo legislativo, desaparecería la
libertad por estar unidos ambos poderes, y por ser unas mismas
las personas que tendrían o podrían tener con frecuencia
participación en uno y en otro.
El cuerpo legislativo no debe dejar pasar mucho tiempo sin
reunirse, porque si lo hiciese la libertad dejaría de existir, y,
tendría lugar una de dos cosas, o el Estado caería en la anarquía
por falta de resoluciones legislativas, o tomaría éstas el poder
ejecutivo, y se convertiría en absoluto.
Es inútil sin embargo la constante reunión del cuerpo
legislativo, y sería también a la vez incómoda a los
representantes y gravosa al poder ejecutivo, que no pensaría en
llenar su deber, y sí solamente en defender sus prerrogativas, y
su derecho de ejecutar. Por otra parte, si el cuerpo legislativo
estuviese continuamente reunido, podría suceder que no hubiese
que nombrar nuevos diputados sino para reemplazar a los que
muriesen; en cuyo caso, y corrompida una vez aquella
corporación, el mal ya no tendría remedio. Por el contrario,
cuando los diversos cuerpos legislativos se suceden unos a otros,
el pueblo, que ha formado mal concepto del actual, permanece
tranquilo porque funda con razón sus esperanzas en el venidero.
Mas si siempre fuese el mismo, viéndolo una vez corrompido,
y no esperando nada de sus leyes, recurriría al furor y la
sublevación, o se entregaría a la indolencia.
El cuerpo legislativo no debe reunirse por sí mismo; porque
una corporación no se considera con voluntad sino en tanto que
está reunida; y porque si su reunión no fuese unánime sería
imposible saber cuál parte formaba el cuerpo legislativo; si la que
se había reunido o la que había dejado de hacerlo. Tampoco ha
de tener facultad para prorrogar el tiempo de las asambleas,
porque ésta le facilitaría los medios de perpetuarse y sería muy
peligrosa en el caso que quisiese atentar contra el poder
ejecutivo. Y como, por otra parte, hay épocas más convenientes
que otras para que la corporación se reúna, es necesario que el
poder ejecutivo arregle el tiempo de la permanencia y duración de
las asambleas, con relación a las circunstancias que él mismo
conozca.
Si el poder ejecutivo no tiene derecho de contener las
empresas del cuerpo legislativo, éste se hará despótico, porque
podrá atribuirse todo el poder imaginable, y aniquilar los demás.
Pero no hay necesidad de que el poder legislativo tenga
recíprocamente la facultad de contener al ejecutivo; porque
teniendo límites la ejecución por su naturaleza, es inútil limitarla, y
porque además el poder ejecutivo no se ejerce comúnmente sino
sobre cosas momentáneas. El poder de los tribunos de Roma era
vicioso, porque sujetaba no solamente la legislación, sino también
la ejecución; cosa que producía grandes males.
Mas si en un Estado libre el poder legislativo no debe tener el
derecho de contener al ejecutivo, tiene y debe tener la facultad de
examinar de qué manera se han ejecutado las leyes que él hizo,
y ésta es la ventaja que tiene este gobierno sobre los de Creta y
Lacedemonia, en donde los cosmos y los éforos no daban cuenta
de su administración.
Pero, cualquiera que sea este examen, el cuerpo legislativo
no debe tener el poder de juzgar la persona, y por consiguiente la
conducta del que ejecuta. Su persona debe ser sagrada, porque
siendo necesaria al Estado, para que el cuerpo legislativo no se
haga tiránico, desde el momento en que fuese acusado o
juzgada, se acabaría la libertad.
En estos casos el Estado no sería una monarquía, sería una
república no libre.
Pero como el que ejecuta no puede hacer nada malo sin tener
consejeros malos y que aborrezcan las leyes como ministros,
aunque como hombres las favorezcan, éstos pueden ser
acusados y castigados. Tal es la ventaja de este gobierno sobre
el de Gnido, en donde no permitiendo la ley llamar a juicio a los
amymones, ni aun después de su administración, el pueblo no
podía jamás inquirir los motivos de las injusticias que se le habían
hecho.
MONTESQUIEU: Espíritu de las Leyes (1748).
EL UTILITARISMO 14.5
EL SUFRAGIO 14.13
LA REVOLUCIÓN
LIBERAL-BURGUESA
Españoles:
La junta revolucionaria de Sevilla faltaría al primero de sus
deberes si no empezara por dirigir su voz a los habitantes todos
de esta provincia y a la nación entera, manifestándoles los
principios que se propone sustentar y defender como base de
regeneración de este desgraciado país cuyo entusiasmo no han
podido entibiar tantos siglos de tiranía, y cuya virilidad no han
podido debilitar tantos años de degradación.
1.º La consagración del sufragio universal y libre como base y
fundamento de la legitimidad de todos los poderes y única
verdadera expresión de la voluntad nacional.
Proclama de la Junta provisional revolucionaria de Sevilla
(1868).
apud LEIVA LARA: El cronista de la revolución, p. 26.
Cuando la soberanía nacional es la única fuente de donde se
han de derivar todos los poderes y todas las instituciones de un
país, el asegurar la libertad más absoluta del sufragio universal,
que es su legítima expresión y su consecuencia indeclinable,
constituye el deber más alto y de más inflexible responsabilidad
para los gobiernos que, brotando de esa misma soberanía en los
primeros instantes de la revolución, son los depositarios de la
voluntad nacional. (…)
La libertad completa y la extensión ilimitada del voto activo
traen como consecuencia forzosa la libertad absoluta y sin trabas
del voto pasivo, toda vez que sería coartar la primera el
establecer condiciones para los elegibles y el obligar al elector a
depositar su confianza en personas de condiciones
determinadas. Por eso el gobierno cree que las de elegibilidad
deben ser las mismas que las de elección… (Decreto español de
9 noviembre 1868).
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
LA FÁBRICA 16.9
EL PROLETARIO 16.10
EL SUBURBIO 16.11
EL ROMANTICISMO
FINALISMO 17.8
LA SOCIEDAD 17.11
EL «VOLKGEIST» 17.13
EL LENGUAJE 17.15
EL DERECHO 17.16
CONSERVADURISMO 17.17
NACIONALISMO 17.18
TRADICIONALISMO 17.19
SOCIALISMO MARXISMO
LA COOPERATIVA 18.3
MEDIOS
I. Las familias contribuyen a un fondo común para la provisión de
las subsistencias, a precios al por mayor y en los mejores mercados,
en proporción al número de individuos de cada familia respectiva, de
acuerdo con la siguiente escala:
l, ch, p
hombre, su mujer, y cinco hijos 1. 2. 6 por semana
hombre, su mujer, y cuatro hijos 1. 0. 3 ”
hombre, su mujer, y tres hijos 18. ½ ”
hombre, su mujer, y dos hijos 17. 1 ”
hombre, su mujer, y un hijo 16. 3 ½ ”
hombre, su mujer, sin hijos 14. 5 ”
La escala mencionada se refiere exclusivamente a la renta y el
vestido; pero incluye cualquier otro desembolso y la educación de los
niños.
II. Las familias desayunan, comen, etc., juntas en mesas corridas; y
por las tardes se divierten hablando, leyendo, escuchando lecturas,
música, etc., en la sala común. Los individuos, sin embargo, tienen
completa libertad, en cualquier caso, para tomar sus comidas y pasar
sus horas libres en sus apartamentos privados.
III. Los deberes domésticos de las mujeres se realizan mediante un
sistema de ayuda, que disminuye sensiblemente el trabajo, y permite a
aquéllas emplearse provechosamente o pasar una considerable parte
de su tiempo libre en otras ocupaciones y diversiones. Así la
preparación de la comida para todas las familias, al realizarse de una
sola vez y en un solo fuego, ocupa comparativamente una pequeña
porción de tiempo y se hace de una manera mucho más adecuada de
lo que sería posible a cada una de las familias; una ventaja semejante
se consigue en los restantes aspectos de la economía doméstica, tales
como limpieza, lavado, recogida de la ropa, etc. Esta economía de
tiempo también permite a un cierto número de mujeres ahorrarlo de
sus ocupaciones habituales, y tener así bajo su constante vigilancia a
los chicos, asegurándoles la mejor atención posible a su salud,
comodidad y formación.
IV. Las mujeres que no se ocupan en los deberes de la economía
doméstica y en el cuidado de los niños, se emplean durante una
pequeña parte del día en un trabajo en el que obtienen algún beneficio
para el conjunto de la sociedad. Los chicos mayores están también
empleados durante seis horas al día para el provecho común, y se les
instruye cuidadosamente en los principios del cristianismo, y en una o
más ramas de alguna actividad útil. El resto de su tiempo lo ocupan en
su educación, y en los deportes que, bajo el cuidado de sus vigilantes,
sean adecuados a su edad. Cuando un niño está empleado seis horas
al día, se reduce a sus padres la prestación como si tuvieran un hijo
menos en la familia.
V. El fondo acumulado por el empleo de las mujeres y niños, por el
excedente de la escala de gastos de vida, y por los negocios de la
sociedad, será empleado en proporcionar trabajo adecuado a los
miembros por cuenta de la misma, y, tan pronto como sea posible, se
invertirá una suma adecuada en edificios, para la residencia de los
miembros. El total de la sociedad, mediante el capital adquirido
merced a las varias formas de acumulación, se empleará
gradualmente en su propio beneficio, en cuyas rentas cada familia
asociada tendrá una participación igual, y, mediante el cual, la
sociedad podrá asegurar a sus miembros contra la pérdida de su
empleo, la enfermedad o cualquier otra causa, y a sus familias de la
normal miseria y estrechez consiguiente a la muerte de los padres. Los
huérfanos de la sociedad serán de todas maneras tratados de la
misma forma que los niños de los miembros supervivientes. Los
beneficios de la sociedad permitirán también reducir gradualmente los
gastos de subsistencia, o que el vestido y renta de los miembros sean
suministrados al margen del fondo.
VI. La sociedad tiene ya sus propios zapateros y sastres y pronto
podrá bastarse a sí misma en cualquier trabajo. También puede ahora
rápidamente realizar para el público, en la forma mejor y más barata
cualquier encargo de escultura y dorado, pinturas en terciopelo, botas
y zapatos, trajes de caballero y adornos para sombreros de señora.
The Economist (1822) apud COLE y FILSON: British working class
movements, pp. 207-9.
EL SINDICATO 18.4
EL SAINTSIMONISMO 18.6
P.—¿Qué es un industrial?
R.—Un industrial es un hombre que trabaja en producir o en poner
al alcance de la mano de los diferentes miembros de la sociedad uno o
varios medios materiales de satisfacer sus necesidades o sus gustos
físicos; de esta forma, un cultivador que siembra trigo, que cría aves o
animales domésticos, es un industrial; un aperador, un herrero, un
cerrajero, un carpintero, son industriales, un fabricante de zapatos, de
sombreros, de telas, de paños, de cachemiras, es igualmente un
industrial; un negociante, un carretero, un marino empleado a bordo de
los buques mercantes, son industriales. Todos los industriales reunidos
trabajan para producir y poner al alcance de la mano de todos los
miembros de la sociedad todos los medios materiales para satisfacer
sus necesidades o sus gustos físicos, y forman tres grandes clases
que se llaman los agricultores, los Fabricantes y los negociantes.
LA HUELGA 18.10
EL MATERIALISMO 18.11
LA CONTRADICCIÓN 18.13
LA PRAXIS 18.15
II
El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una
verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico.
Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es
decir, la realidad y la fuerza, la terrenalidad de su pensamiento. El
litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento aislado de la
práctica es un problema puramente escolástico.
III
IV
VI
VII
VIII
IX
XI
LA ALIENACIÓN 18.17
LA PLUSVALÍA 18.19
Capitales Plusvalía
plusvalía producto beneficio
I. 80 c + 20 v 100 % 20 120 20 %
II. 70 c + 30 v 100 % 30 130 30 %
III. 60 c + 40 v 100 % 40 140 40 %
IV. 85 c + 15 v 100 % 15 115 15 %
V. 95 c + 5 v 100 % 5 105 5%
Tenemos aquí en esferas de producción distintas, y a igual grado
de explotación del trabajo, cuotas de beneficio muy distintas en
correspondencia con la distinta composición orgánica de los capitales.
La suma total de los capitales invertidos en las 5 esferas es = 500.
La suma total de la plusvalía producida por ellos es de 110; la suma
total de mercancías que han producido = 610.
Si consideramos las 500 como un solo capital, del cual I-V sólo son
partes distintas (como ocurre en una fábrica de algodón en cuyas
distintas secciones, en el taller de carda, de preparación de hilados,
taller de hilado y tejidos, se da una distinta proporción de capital
variable y constante, debiendo calcularse primero la proporción media
para toda la fábrica), tendríamos primeramente una composición
media del capital de 500 = 390 c + 110 v, o porcentualmente 78 c + 22
v. Cada uno de los capitales de 100, considerado sólo como 1/5 del
capital total tendría esta composición media de 78 c + 22 v; y asimismo
correspondería a cada 100 una plusvalía media de 22; por
consiguiente, la cuota media de beneficio sería = 22 %, y finalmente, el
precio de cada 1/5 del producto total producido por 500 sería = 122. El
producto de cada 1/5 del capital total anticipado tendría, por
consiguiente, que venderse a 122.
Para no llegar a conclusiones falsas será necesario calcular todos
los precios de coste como = 100.
Con 80 c + 20 v y cuota de plusvalía = 100 % el valor total del
capital I = 100 de mercancías producidas = 80 c + 20 v + 20 pl = 120,
si todo el capital constante entrara en el producto anual. Ahora bien;
esto, bajo ciertas circunstancias podría ocurrir en ciertas esferas de la
producción, aunque muy difícilmente en el caso en que la proporción c
: v = 4 : 1. Por tanto, en los valores de las mercancías producidas por
cada 100 de los distintos capitales, habría que considerar que tendrán
que ser distintas según la distinta composición de c en elementos fijos
y circulantes, y que los elementos fijos de los distintos capitales se
desgastan más rápida o más lentamente, es decir, que añaden en
períodos iguales cantidades distintas de valor al producto. Pero esto
es indiferente respecto a las cuotas de beneficio. El que 80 c rinda al
producto anual el valor de 80, o de 50, o de 5; el que el producto anual
sea = 80 c + 20 v + 20 pl = 120, o que sea = 50 c + 20 v + 20 pl = 90, o
igual a 5 c + 20 v + 20 pl = 45, en todos estos casos el remanente del
valor del producto sobre su precio de coste será = 20, y en todos estos
casos, al fijar las cuotas de beneficio, estas 20 se calcularán en
relación con un capital de 100; la cuota de beneficio del capital I será
en cualquier caso = 20 %. Para comprender esto más claramente
presentaremos en los cuadros siguientes, cómo de los cinco capitales
arriba mencionados entran distintas partes del capital constante en el
valor del producto.
Cuota
Cuota
Valor
Precio
80 c + 20 100% 20 20% 50 90 70
v
II.
85 c + 15 100% 15 15% 40 70 55
v
V.
100% 5 5% 10 20 15
95 c + 5 v
390 c +
Total — 110 110% — — —
110 v
78 c + 22
Promedio — 22 22% — — —
v
Si de nuevo consideramos los capitales I-V como un solo capital
total, veremos que también en este caso la composición de la suma de
los cinco capitales = 500 = 390 c + 110 v, por consiguiente la
composición media = 78 c + 22 v, sigue siendo la misma; así como la
plusvalía media igual 22 %. Esta plusvalía, distribuida por partes
iguales de I-V, da los siguientes precios de mercancías.
Precio
Derivación
Valor
Precio
Cuotas
80 c + 20 20 90 70 92 22% +2
v
II.
85 c + 15 15 40 55 77 22% +7
v
V.
5 20 15 37 22% +17
95 c + 5 v
Consideradas en conjunto se vendieron las mercancías en 2 + 7 +
17 = 26, por encima de su valor, y en 8 + 18 = 26 por debajo del
mismo, de manera que las oscilaciones de los precios se compensan
entre sí recíprocamente, o por una igual distribución de la plusvalía o
por la adición al precio de coste de las mercancías respectivas I-V, del
beneficio medio del 22 % del capital anticipado, en la misma
proporción en que una parte de las mercancías que se vendan por
encima de su precio esté con respecto a otra parte que se venda por
debajo de su precio. Y sólo su venta a tales precios hace posible el
que las cuotas de beneficio I-V sean igual a 22 %, sin consideración a
la distinta composición orgánica de los capitales I-V. Los precios que
se originan por sacar el promedio de las distintas cuotas de beneficio
en las distintas ramas de la producción y añadir este promedio al
precio de coste de las distintas esferas de la producción, son los
precios de la producción. Suponen la existencia de una cuota general
de beneficio, la cual a su vez supone que las cuotas de beneficio de
cada esfera de la producción considerada en sí, están ya reducidas a
otras tantas cuotas medias. Estas cuotas medias, en cada esfera de
producción pl/c como se ha hecho en la primera sección de este libro,
tienen que deducirse partiendo del valor de la mercancía. Sin esta
deducción, la cuota general de beneficio (y, también, por lo tanto, el
precio de producción de la mercancía) no será más que una
representación incomprensible y sin sentido alguno. El precio de
producción de la mercancía será, pues, igual al precio de coste más la
cuota general de beneficio correspondiente, o igual al precio de coste
más el beneficio medio.
A consecuencia de la diversa composición de los distintos capitales
invertidos en las distintas ramas de la producción, y a consecuencia,
por consiguiente, de la circunstancia que según el distinto porcentaje
de la parte variable de un capital total de cantidad determinada,
capitales de igual cantidad pondrán en movimiento muy distintas
cantidades de trabajo, se apropiarán también de muy distintas
cantidades de supertrabajo o producirán también muy distintas masas
de plusvalía. En consecuencia, las distintas cuotas de beneficio que
imperan en las diferentes ramas de la producción son originariamente
muy distintas. Estas distintas cuotas de beneficio se reducirán, por
medio de la concurrencia, a una cuota general de beneficio que será el
promedio de todas esas cuotas de beneficio distintas. El beneficio que,
correspondiendo a esa cuota general de beneficio, se atribuye a un
capital de una cantidad determinada, sea cual fuere su composición
orgánica, es a lo que se llama beneficio medio. El precio de una
mercancía, que es igual a su precio de coste más la parte, en
proporción a sus condiciones de rotación, del beneficio medio anual
que corresponda al capital empleado en su producción (no sólo al
consumido en ella), es su precio de producción. Tomemos, por
ejemplo, un capital de 500, del cual 100 será capital fijo, con un 10 %
de desgaste y con un período de rotación del capital circulante de 400.
Supongamos que el beneficio medio durante ese período de rotación
sea de 10 %. Luego el precio de coste del producto elaborado durante
esa rotación será: 10 % por desgaste más 400 (c + v) de capital
circulante = 410, y su precio de producción: 410 precio de coste más
(10 % beneficio de 500) 50 = 460.
Aunque los capitalistas de las distintas esferas de la producción
retiren al vender sus mercancías los capitales consumidos en la
producción de las mismas, no obtendrán la plusvalía, ni, por lo tanto, el
beneficio producido en aquella esfera peculiar suya de la producción
de dichas mercancías, sino sólo tanta plusvalía, y, por consiguiente,
tanto beneficio, como beneficio total produzca el capital total de la
sociedad, comprendidas todas las esferas de la producción, en un
determinado período de tiempo, que corresponderá en distribución
igual a cada parte alícuota del capital total. Cada capital anticipado,
sea cual fuere su composición, obtendrá, porcentualmente, en cada
año o cualquier otro período de tiempo, el beneficio que por ese
período de tiempo corresponda a 100 de tanta o cuanta parte del
capital total. Los distintos capitales están aquí, con respecto al
beneficio, en la misma relación que los accionistas con respecto a la
sociedad por acciones, cuya participación en el beneficio se
distribuyen en partes iguales porcentualmente, y que por tanto sólo
serán diferentes para los distintos capitalistas, atendiendo a la
cantidad de capital invertido por cada uno de ellos en la empresa total,
a su participación proporcional en la empresa colectiva y al número de
acciones que posean. Mientras, que, por tanto, la parte de ese precio
de las mercancías, que repone la parte de valor del capital consumido
en la producción de las mercancías, con el cual tienen, pues, que
volverse a comprar esos valores de capital consumidos; mientras que
esa parte del precio de coste se rige por completo según el gasto
dentro de la esfera de la producción respectiva, el otro elemento del
precio de la mercancía, el beneficio añadido a ese precio de coste, se
rige no por la masa del beneficio producido por ese determinado
capital en esa rama determinada de la producción dentro de un
determinado tiempo, sino por la masa del beneficio que corresponde
en promedio a cada capital empleado, considerado como parte
alícuota del capital social total, dentro de un determinado periodo.
Si un capitalista, por consiguiente, vende su mercancía a su precio
de producción, retirará el dinero en la misma proporción de la cantidad
de valor del capital que consumió en la producción y obtendrá un
beneficio en proporción a su capital anticipado como mera parte
alícuota del capital social total. Sus precios de coste serán específicos.
La adición del beneficio a este precio de coste será independiente de
su esfera especial de producción, será simple promedio por 100 del
capital anticipado.
C. MARX: El Capital, lib. III c. 9 (1867-94).
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA 18.21
Considerando:
Que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los
trabajadores mismos; que los esfuerzos de los trabajadores para
conquistar su emancipación no deben tender a constituir nuevos
privilegios, sino a establecer para todos los mismos derechos y los
mismos deberes y destruir toda dominación de clases;
Que la supeditación del trabajador al capital es la fuente de toda
servidumbre: política, moral y material;
Que, por esta razón, la emancipación económica de los
trabajadores es el gran fin a que debe estar subordinado todo
movimiento político;
Que todos los esfuerzos hechos hasta ahora se han frustrado por
falta de solidaridad entre los obreros de las diversas profesiones en
cada país y de una unión fraternal entre los trabajadores de los
diversos países;
Que la emancipación de los trabajadores no es un problema local o
nacional; que, por el contrario, este problema interesa a todas las
naciones civilizadas, y su solución estará necesariamente subordinada
a sus concursos teóricos y prácticos;
Que el movimiento desarrollado entre los obreros de los países
más industriosos de Europa ha hecho nacer nuevas esperanzas,
anuncia solemnemente que no debe caerse en los viejos errores y
aconseja la combinación de todos los esfuerzos ahora aislados;
Por estas razones:
El Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores
celebrado en Ginebra el 3 de septiembre de 1866 declara que esta
Asociación, así como todas las sociedades o individuos o adheridos,
reconoce como deber de su base de conducta hacia todos los
hombres: la verdad, la justicia, la moral, sin distinción de color o de
nacionalidad.
El Congreso considera como un deber reclamar no solamente para
los miembros de la Asociación los derechos del hombre y del
ciudadano, sino para cualquiera que cumpla sus deberes, ni deberes
sin derechos, ni derechos sin deberes.
Preámbulo a los Estatutos de la I Internacional (1864-6).
LA DICTADURA DEL PROLETARIADO 18.27
<<
[22]Las representaciones que se forjan estos individuos son
representaciones bien de sus relaciones con la naturaleza,
bien de sus relaciones entre sí, o bien de su propia
naturaleza [humana]. Es evidente que, en todos estos casos,
estas representaciones son la expresión consciente —real o
ilusoria— de sus relaciones y de su actividad reales, de su
producción, de sus relaciones [productivas], de su
organización social y política. La hipótesis contraria no es
válida, más que si, además del espíritu de los individuos
reales, determinados por las condiciones materiales, se
supone otro espíritu separado de ellos. Si la expresión
consciente de las relaciones reales de estos individuos es
ilusoria, si, en sus representaciones, están influidos por su
realidad, esto es igualmente consecuencia de su limitado
modo de actividad y de las limitadas relaciones sociales que
de él derivan.
(Párrafo suprimido en el manuscrito de la obra). <<