Monismo Estetico y Conocimiento Emociona
Monismo Estetico y Conocimiento Emociona
Monismo Estetico y Conocimiento Emociona
º 1
Artículos
Autoridades UAP
Rector Secretaria general Decano de la Facultad
Mag. Horacio Rizzo Mag. Nilde Mayer de Luz de Humanidades, Educación
y Ciencias Sociales
Vicerrector académico Secretaria de Extensión Dr. Fernando Aranda Fraga
Dr. Edgar Beskow Mag. Patricia Müller
Decano de la Facultad
Vicerrector económico Decano de la Facultad de Teología
Mag. Claudio Pittana de Ciencias de la Salud Dr. Sergio Becerra
Mag. Milton Mesa
Vicerrector de investigación Director de la Escuela
y desarrollo Decano de la Facultad de Graduados
Dr. Rafael Paredes de Ciencias Económicas Mag. Karl Boskamp
y de la Administración
Mag. Adrián Cecotto
Contenidos
Editorial ................................................................................................i
Artículos
1. Efectos de sentido y referencias extratextuales: herramientas teóricas
para comprender el espacio en la novela Carnalavaca ........................................1
Resumen
El presente artículo versa sobre la relación entre el sistema que el filósofo mexicano
José Vasconcelos llama monismo estético y su teoría del conocimiento, donde pri-
ma lo que denomina “conocimiento emocional”. Se ubica, además, al pensamiento
vasconceliano en el contexto del pensamiento latinoamericano de principios del
siglo xx y la reacción antipositivista de la época.
Palabras claves
Teoría del conocimiento — Emoción — Positivismo — Pensamiento latinoamericano
Abstract
This article deals with the relationship between the system that the Mexican philoso-
pher José Vasconcelos calls aesthetic monism and his theory of knowledge, where what
he calls “emotional knowledge” prevails. In addition, the Vasconceliano weighing is
contextualized in the context of Latin American thought at the beginning of the 20th
century and the anti-positivist reaction of the time.
Keywords
Knowledge’s theory — Emotion — Positivism — Latinoamerican thought
Resumo
Este artigo trata da relação entre o sistema de visão de mundo que o filósofo mexicano
José Vasconcelos chama de monismo estético e sua teoria do conhecimento, onde
prevalece o que ele chama de “conhecimento emocional”. Além disso, a pesagem de
Vasconceliano é contextualizada no contexto do pensamento latino-americano do
início do século xx e da reação anti-positivista da época.
Palavras-chave
Teoria de conhecimento — Emoção — Positivismo — Pensamento latino-americano
Introducción
En el siglo xix, con el auge del capitalismo y el aumento de la produc-
ción, la ciencia se vio acelerada hacia una serie de descubrimientos y
de estudios exhaustivos que tuvieron como resultado la ruptura con la
anterior concepción enciclopedista de aprehender sistemáticamente
la totalidad. El Todo comienza a ser desglosado en un sinnúmero de
objetos de estudio que parcelan el conocimiento y dan origen a una can-
tidad proporcional de ciencias particulares, las cuales coadyuvan a la
superespecialización de los profesionales dedicados a estas.
La filosofía reparte entre las ciencias sociales emergentes sus intereses
de otrora; queda así como una ciencia particular más, pero con sus atávi-
cas pretensiones de descubrir los límites del conocimiento humano y su-
perarlos, si es posible. Es decir, la teoría del conocimiento se convierte en
uno de los ámbitos principales de lo filosófico. Las condiciones propias de
la época tiñen de características especiales a este pensamiento decimonó-
nico que va a surgir en medio del acelerado desarrollo de la ciencia —de-
bido a las exigencias de la producción, como ya queda explicado— suma-
do a la asunción de un agnosticismo kantiano sin nóumeno, sentando las
bases de un cientificismo que primará en el clima intelectual de la época
bajo la forma del positivismo.
El positivismo en sus diferentes manifestaciones se caracterizó por el
énfasis en lo científico, que es entendido como los métodos, las categorías
y los fundamentos propios de las ciencias naturales, y esta idea la conju-
ga con la creencia en la incognoscibilidad esencial del mundo. Mucho
se han criticado las limitaciones del método positivista, que excluye di-
mensiones estéticas, emocionales y reduce al hombre prácticamente a un
autómata, encarnación de una racionalidad instrumental. Sin embargo, el
pensamiento positivista en nuestras tierras fue asumido por muchos pen-
sadores, tales como Domingo Faustino Sarmiento, Justo Sierra, Gabino
Barreda, Enrique José Varona, Juan Bautista Alberdi y Raimundo Teixei-
ra Mendes, como una forma de desterrar dogmas religiosos y estructuras
obsoletas, e inculcar, además de una búsqueda estrictamente científica,
nuevos conocimientos que nos permitieran alcanzar el “progreso” que se
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suponía que caracterizaba a otras naciones, tomadas por esa época como
ejemplo para seguir.
Esta, sin dudas, es una de las mayores limitaciones de las que adolece
el positivismo en general: su marcado carácter etnocéntrico, que en las
circunstancias latinoamericanas podría ser nefasto por perpetuar una es-
pecie de conciencia colonizada en un momento en que la liberación de
España había dejado “un individuo que había participado en las guerras
independentistas pero que no tenía claro, ni el por qué, ni el para qué
separarse de la metrópoli Española”.1 Pablo Guadarrama afirma: “El posi-
tivismo intentó ser en América Latina el fundamento filosófico necesario
para el completamiento de la modernidad en la región”.2
No es de extrañar que a principios del siglo xx surgiera una pléyade
de pensadores que, si bien estaban educados bajo las mejores luces del
positivismo, se propusieron superarlo en los aspectos desdeñados por el
cientificismo positivista, con una clara conciencia latinoamericana que
no se limitara a ser tal y que desde su propio carácter regional lograra la
universalidad. Según Pablo Guadarrama, este grupo se caracterizó por
el intento de superar el reduccionismo positivista, que hiperbolizaba
el conocimiento científico y dejaba fuera planos axiológicos, éticos, es-
téticos y religiosos del ser humano, al punto de llegar en ocasiones a
caer en un biologicismo exagerado que redundaba en posturas racistas
y reaccionarias.
Este esfuerzo estuvo orientado entonces contra las herramientas que el
positivismo había intentado canonizar: un logicismo extremo y su carac-
terístico empirismo.3 Entre estos, que han sido mal llamados “padres fun-
dadores de la filosofía latinoamericana” por Francisco Romero —criterio
luego asumido por Carlos Beorlegui en su obra Historia del pensamien-
to filosófico latinoamericano: una búsqueda incesante de la identidad—
podemos citar pensadores de la talla de José Enrique Rodó, Alejandro
1
José Luis Jiménez Hurtado, “Las ideas positivistas en la América Latina del siglo xix”, Via Iuris,
n.o 5 (julio-diciembre, 2008): 98.
2
Pablo Guadarrama, Positivismo y antipositivismo en América Latina (La Habana: Editorial Cien-
cias Sociales, 2004), 15.
3
Guadarrama, Positivismo y antipositivismo, 3-4.
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4
Carlos Beorlegui, Historia del pensamiento filosófico latinoamericano: una búsqueda incesante de
la identidad (Bilbao: Universidad de Deusto, 2006), 426.
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5
Roberto Luquín Guerra, “La intuición originaria en la filosofía de José Vasconcelos”, Signos
Filosóficos 8, n.o 16 (julio-diciembre, 2006): 101.
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6
Aunque es evidente que Beorlegui conoce bien la biografía de Vasconcelos, en cuanto a la crítica
de su pensamiento filosófico se basa fundamentalmente en el criterio de Gaos.
7
Patrick Romanell, “Bergson en México: un tributo a José Vasconcelos”, Humanitas: Anuario del
Centro de Estudios Humanísticos 1, n.o 1 (1960): 249.
8
Romanell, Bergson en México, 257-261.
9
Ibíd., 259.
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“… los objetos no solo siguen existiendo independientemente de nuestra voluntad sino que si-
guen caminos, leyes, ajenos a la ley de nuestra voluntad”. Vasconcelos, Ética, 73. En la Estética
reconoce luego: “Para que exista saber válido es preciso postular una realidad aprensible [sic].
La idea sola es una tenaza que muerde el vacío”. José Vasconcelos, Estética (México: Ediciones
Botas, 1945), 24. Y también, explicita más claramente: “Mi teoría supone que el mundo exte-
rior existe independientemente del sujeto y que perdura cuando este desaparece”. Vasconcelos,
Estética, 32.
14
Vasconcelos, Ética, 74.
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Soy una parte del ser; participo del ser. Y sin dudas es esto mismo, en el fondo,
lo que los lógicos reconocen como principio de identidad. […] la identidad del
pensamiento y lo pensado se realiza en el ser. Lo mismo si lo pensado es la cosa
que si lo pensado es el Dios absoluto. Sujeto y objeto son aspectos de grado va-
riable, apoyados ambos en el ser; y no se entiende el ser parcial sin el ser absoluto.
En rigor, en este verismo está contenido todo el rompecabezas de la doctrina del
conocimiento.15
Sin embargo, esta identidad resulta relativa, puesto que, para Vas-
concelos, este ser se mantiene más allá de las posibilidades cognoscitivas
del sujeto, tanto en su forma particular, “nuestro pequeño ser”, como en
cuanto ser absoluto. Queda así en la misma posición kantiana (y positi-
vista, de hecho) de que nuestro conocimiento solo se puede limitar a lo
fenoménico:
La substancia particularizada por nuestra mente, encarnada en espíritu, intelec-
tualizada, es ya otra cosa distinta de la substancia amorfa, extraña a la conciencia.
Nosotros conocemos nuestra representación del objeto, nuestra ficción objeto;
no conocemos la realidad, sino la imagen que de ella nos forja la mente: el consor-
cio objeto-representación que nos construyen los sentidos, con los datos extraí-
dos del ambiente, según las normas de nuestra idiosincrasia.16
El ser
Es en su Estética donde Vasconcelos se muestra más decididamente
religioso y vemos de manera más clara que además del vitalismo bergso-
niano bebe de fuentes más antiguas, especialmente de Plotino y su doc-
trina de las emanaciones que considera validada por la ciencia contem-
poránea.17 Según Ferrater Mora, Vasconcelos concibe la evolución del
universo como la transformación de energía cósmica en belleza,18 pero
cabría preguntarse si la noción emanentista bidireccional vasconceliana
puede ser homologada con un evolucionismo. El filósofo oaxaqueño ex-
presa: “Todo es ser y todo, para ser, participa de una misma substancia,
solo que no en el mismo grado ni en la misma cualidad, sino disminuida
15
Ibíd., 66
16
Vasconcelos, Ética, 76.
17
Vasconcelos, Estética, 13.
18
José Ferrater Mora, Diccionario de filosofía (Madrid: Alianza Editorial, 1979), 3386.
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y esplendorosa, según su cercanía del ser absoluto”.19 Perfila así una doble
fluencia, ya esbozada en la Ética, planteando que esta Sustancia única se
divide en dos corrientes: una orientada hacia la desintegración y la nada,
mientras que la otra asciende desde los fenómenos materiales hacia el ser
mismo:20
… este proceso —aquí entra mi hipótesis— no se produce por masas, mecáni-
camente, sino por individuaciones, estructuralmente… Una estructura […] es el
punto inicial del proceso de reversión que tiene por meta final el retorno al Ser
Absoluto; llámolo así por no abusar del nombre de Dios.21
19
Vasconcelos, Estética, 16.
20
Ibíd., 17. Para Vasconcelos, el reconocimiento de esta doble fluencia es fundamental a la hora
de considerar qué es el conocimiento: “Lo que la realidad nos revela es una regularidad en
función de cambio, una dinámica siempre en proceso. La fijeza no está sino en nuestras hipó-
tesis formales mentales. […] La operación del conocer consiste entonces en cohonestar, para
efectos diversos, las dos corrientes: la de la sustancia fenomenal que marcha en círculo con
desperdicio y disgregación, y la dinámica de espíritu que está en nosotros y tiende a crecer
con el uso”. Ibíd., 28.
21
Ibíd., 16.
22
Ibíd., 18.
23
Ibíd., 34.
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El conocer
Estamos de esta manera ante una realidad, si bien reconocida como
objetiva, incognoscible, puesto que “incluye al mundo y lo desborda”26
y deja solo a nuestra disposición lo fenoménico, “un arreglo de energía
activa”,27 bidireccional, tal como nosotros mismos. ¿Qué es entonces el
conocer? Vasconcelos responde:
Conocer es identificar esencias y diferenciar atributos; identificación después
de la disociación y ordenación necesarias para la misma posterior identifica-
ción. Es entonces en un absoluto que sostiene y orienta todos los procesos par-
ciales, donde debemos buscar la unidad indispensable al conocimiento. Pero
los procesos que conducen a este absoluto se nos van dando según las distintas
maneras en que nos aproximemos a los objetos, sea con la inteligencia, sea con
la voluntad, o más tarde, con el gusto estético.28
Tenemos aquí varios derroteros que nos guiarán por la teoría del co-
nocimiento concebida por el pensador mexicano: el proceso de identidad
y diferencia; los diferentes modos de aproximación a la realidad, el inte-
lectivo, el volitivo y el estético.
Este proceso mismo de identificar y diferenciar, en Vasconcelos, no es
exclusivo de la mente, sino mucho anterior en la escala biológica, podría-
mos decir, que es propio de la vida corporeizada; por ejemplo, en el acto
24
Ibíd., 29.
25
Ibíd., 33.
26
Vasconcelos, Ética, 61.
27
Ibíd., 78.
28
Ibíd., 73.
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29
Ibíd., 85.
30
Ibíd., 99-100.
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Ibíd., 100-101.
32
Ibíd., 110.
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“Husserl intenta abstraer lo que ya es abstracto. Lo que él llama esencia puede ser imaginado pero
no tiene valor ni físico, ni ético, ni estético, ni siquiera valor de representación ideal. Se reduce
a mera confusión de términos. En efecto, un eidos verdadero no puede ser una familia, ni una
ficción, sino el núcleo indeterminado de las manifestaciones, el noúmeno. El fenomenista olvida
que la esencia no puede ser sometida al proceso objeto- idea. La esencia no trasciende hacién-
dose representación; la esencia causa la representación, pero no se agota, no se resuelve en ella”.
Ibíd., 101. Una crítica similar también se la hace extensiva a Scheler.
34
Ibíd., 111.
35
Vasconcelos, Estética, 51-53.
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Ibíd., 57.
37
Ibíd., 56.
38
Ibíd., 56.
39
Ibíd., 70.
40
Ibíd., 76 (cursiva original).
41
Ibíd., 8.
42
Ibíd., 81.
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43
Ibíd., 84-85 (cursiva original).
44
Vasconcelos, Ética, 111.
45
Ibíd., 114.
46
Ibíd., 112.
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entonces, no solo el signo abstracto de una realidad exterior, (aunque a veces sea solo
un signo), será también el aspecto de la realidad que no interesa por el momento.47
47
Vasconcelos, Estética, 70.
48
Vasconcelos, Ética, 67.
49
Ibíd., 80.
50
Vasconcelos, Estética, 119.
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Conclusiones
En la teoría del conocimiento de Vasconcelos, se encuentra como
principio la incognoscibilidad última del ser. En este punto, se identifican
el objeto y el sujeto, concebido además como una sustancia —recono-
cida spinozianamente en la Estética como Dios mismo— que incluye y
rebasa tanto a la materia como a lo ideal y del cual emanan estructuras o
individuaciones que conforman los diferentes planos de la realidad. Esta
realidad se considera aprehensible esencialmente solo por el conocimien-
to emocional.
Este punto de partida, sumado a la búsqueda de una “tercera vía”, tanto
filosófica como política, y al papel puramente instrumental que otorga a
la razón, lo inscribe dentro de los rasgos generales de lo que Lukács deno-
mina la tendencia irracionalista del pensamiento contemporáneo.51 Este
irracionalismo en Vasconcelos se ratifica con la idea —un leitmotiv en toda
su obra— de la elevación del conocer emocional como la única manera de
conseguir la posesión de una realidad desbordante y que se recrea en la
mística y el arte. Pero, a diferencia de la connotación que podía tener en
Lukács, la etiqueta de irracionalista aquí no es peyorativa.
En primer lugar, en América Latina, el irracionalismo surge a princi-
pios del siglo xx como una reacción antipositivista, una respuesta a los
pensadores anteriores que vieron en el positivismo una manera de superar
limitaciones presentes en nuestras tierras y lo asumieron en muchos casos
con todas las posibles consecuencias etnocéntricas que podía conllevar.
Los integrantes del grupo antipositivista que se ha mencionado no in-
tentaron una anulación completa de lo ya conseguido, sino ampliar una
estrecha concepción cientificista, al “actualizar” el pensamiento latinoa-
mericano y homologarlo de alguna forma con el europeo y el norteameri-
cano. Esto no fue un intento inconsciente ni ingenuo. Negarlos de ante-
mano o etiquetarlos sin al menos conocerlos no es una solución acertada.
El desconocimiento de las labores del pensamiento en nuestras tierras es
también hasta cierto punto una manera tácita de reconocerle un carácter
51
Georg Lukács, El asalto a la razón (La Habana: Instituto del Libro, 1967).
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mimético que nos hace pasar, por ende, como incapaces de producciones
espirituales auténticas, lo cual desde un punto de vista político siempre
será contraproducente.
En el caso particular que ocupa la presente investigación, Vasconcelos
elabora todo su sistema en función de lograr una base filosófica propia
que, desde su mismo carácter regional, consiga la universalidad. Las solu-
ciones ofrecidas, por muchas razones —entre ellas el no tratamiento de lo
que tuviera que ver con la economía política— se dirigieron a un ámbito
artístico cultural y místico. Vemos así que el “conocer emocional” de Vas-
concelos —cuyo misticismo no se tradujo en una postura quietista ante
su realidad, a la usanza de Miguel de Molinos—, se colocó por encima del
etnocentrismo cientificista típico del positivismo, al intentar aprehender
la identidad latinoamericana y mostrar una etapa más del pensamiento
latinoamericano que busca su autenticidad, ensaya medios —a veces aje-
nos— e intenta dar respuesta a las preguntas que surgen de las condicio-
nes reales que le dan origen.
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