30 de Diciembre 2021 Gozozos
30 de Diciembre 2021 Gozozos
30 de Diciembre 2021 Gozozos
P. Sergio A. Donoso
Ciertamente, María no solo fue la Elegida de Dios para que diera a luz a su Hijo, ella debía desempeñar la
misión de ser madre, la misión de educar, es así como Dios la colmó de dones especiales, así como también fue
buena esposa, buena mujer, buena hermana con todos, buena prima y hoy nuestra buena madre.
María educa y enseña las tradiciones de su pueblo a Jesús, le enseña a cantar Salmos, le habla de Moisés, le
prepara de comer, le da calidez al hogar, cuida de su sueño y luego de ser madre y educadora, se hace la más humilde
de las discípulas de su Hijo, he ahí la grandeza de la tarea encomendada a la Virgen Madre, ayudar a su Hijo
Jesús a crecer, desde la infancia hasta la edad adulta, «en sabiduría, en
estatura y en gracia» (Lc 2, 52) y a formarse para su misión.
María nunca deja de ser Madre, Madre de Cristo, Madre de los cristianos, Madre Nuestra, así lo dispuso Dios, el
Espíritu Santo ha querido que quedase escrito, para que constase por todas las generaciones.
En efecto, Nuestra Madre María, acompaña a su Hijo paso a paso, día a día, solidaria y apasionada por su
misión redentora, alegre y luego sufrida, amando intensamente a su hijo, ocupándose de Él.
Acordémonos del relato de las bodas de Caná, imaginemos esa casa de campesinos, con muchos invitados, la
música y el canto alegre de una boda, el baile, la alegría del evento, la amena charla y participación de los invitados
que han caminado horas y algunos días para llegar a tan hermosa ceremonia que une a los amigos y familias, ahí
entre ellos está María y su Hijo. Ella como buena ama de
casa, amable y dedicada para atender a los invitados, se da cuenta sola, y en seguida, «falta vino», dice,
algo muy propio de una buena mujer preocupada del hogar, pronta a advertir los pequeños detalles, que hace tan
agradable la vida familiar, así es María.
Es así, como María, presente siempre en la vida de Jesús, especialmente en el comienzo de la vida pública de su
Hijo, preparando la cena de Jesús y sus amigos, o con el dolor en el camino al calvario.
Hasta el último día, Jesús confió plenamente en su madre, así lo demuestra cuando a Juan, discípulo que le había
amado, y que había aprendido a querer a María como a su propia madre y era capaz de entenderla, antes de
expirar, allí al pie de la cruz, le dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» Después, dice al discípulo: «Ahí tienes
a tu madre».
Jesús nos invitó de esta manera a que pongamos a Santa María, su Virgen Madre en nuestras vidas, y nosotros
nos acercamos a Ella con confianza, como nuestra Madre, y Ella tan dulce y tierna, tan amorosa no se
hace de rogar y nos atiende, incluso se adelanta a nuestras súplicas. Su gran maternidad le hace conocer
nuestras necesidades y no tarda en acudir en nuestra ayuda. Ella Elegida por Dios, como Madre de Jesús,
y entregada por Jesucristo a nosotros como nuestra Madre.
Tenemos miles y miles de motivos para sentirnos de una manera especial, que somos hijos de María.
«Nos acogemos bajo tu protección, Santa Madre de Dios: no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestra
necesidad, antes bien sálvanos siempre de todos los peligros, oh Virgen gloriosa y bendita».
Dios Padre nuestro, por favor envíanos sacerdotes santos, todos por el Sagrado y Eucarístico Corazón de
Jesús, todos por el Doloroso e Inmaculado Corazón de María, en unión con San José
Rogamos por la Restauración de la Fe Católica en el mundo
Por la Libertad Religiosa en todo el mundo
Por la Paz y la Libertad en todos nuestros países
Por el Fin del aborto y el Respeto a la Vida
¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te
aman!
¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te
aman!
¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te
aman!
Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.
Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.
Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en
reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y
del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.
1 Padre Nuestro
Padre nuestro
que estás en el cielo
Santificado sea tu nombre
Venga tu reino
Hágase tu voluntad en la tierra
como en el cielo.
3 Ave Marías
Gloria
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la humildad y humildemente
pongo este ramo de rosas a tus pies.
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la caridad y humildemente
pongo este ramo de rosas a tus pies.
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de desprendimiento de lo
mundano y humildemente pongo este ramo de rosas a tus pies.
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la pureza y humildemente
pongo este ramo de rosas a tus pies.
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la obediencia a la voluntad de
Dios y humildemente pongo este ramo de rosas a tus pies.
La Salve
En acción de agradecimiento: Dulce Madre María, te ofrezco esta comunión espiritual para unir mi ramo
de flores en una corona para colocarla sobre tu frente en agradecimiento por (mencione la gracia pedida)
que tú llena de amor has obtenido para mí. Dios te salve, María llena eres de gracia…
Oración original a San Miguel Arcángel del Papa León XIII – 25 de septiembre de 1888
“¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestiales, San Miguel arcángel, defendednos en el combate y
terrible lucha que tenemos que sostener contra los poderes y potestades, contra los príncipes de este
mundo de tinieblas y contra los malignos espíritus (Ef. 6, 12)! Venid en auxilio de los hombres que Dios
hizo inmortales, formó a su imagen y semejanza, y redimió a gran precio de la tiranía del demonio (Sab. 2,
23; 1Cor. 6, 20).
“Pelead en este día con el ejército de los santos ángeles las batallas del Señor, como en peleasteis en
otra ocasión contra Lucifer, jefe de los soberbios, y contra los ángeles apóstatas, que fueron impotentes
para resistiros, y para los cuales no hubo ya lugar en el cielo.
“Sí, ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio y Satanás, que seduce al mundo entero,
fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo (Apoc. 12, 8-9). Pero he aquí que este antiguo
enemigo, este primer homicida ha levantado fieramente la cabeza. Transfigurado en ángel de luz y
seguido de toda la turba de espíritus malditos, recorre la tierra entera para apoderarse de ella y desterrar
el nombre de Dios y de su Cristo, para robar, matar y entregar a la eterna perdición a las almas destinadas
a la eterna corona de gloria. Además de los hombres de alma ya pervertida y corrompido corazón, este
dragón perverso lanza encima, como un torrente de fango impuro, el veneno de su malicia, es decir, el
espíritu de mentira, de impiedad y blasfemia, y el soplo emponzoñado de la impureza, de los vicios y de
todas las abominaciones.
“Enemigos llenos de astucia han llenado de injurias y saturado de amargura a la Iglesia, esposa del
Cordero inmaculado; y sobre sus más sagrados bienes han puesto sus manos criminales. En el mismo
lugar santo, donde ha sido establecida la silla de Pedro y la cátedra de la verdad, que debe iluminar el
mundo, han alzado el abominable trono de su impiedad, con la intención perversa de herir al Pastor y
dispersar el rebaño.
“Os suplicamos, pues, oh Príncipe invencible, socorráis al pueblo de Dios contra los ataques de esos
espíritus malditos, y le concedáis la victoria. Este pueblo os venera como su protector y patrono, y la
Iglesia se gloría de teneros por defensor contra las malignas potestades del infierno. Dios os ha confiado
el cuidado de conducir las almas a la celeste bienaventuranza. ¡Ah, rogad, pues, al Dios de paz, ponga
bajo nuestros pies a Satanás y de tal modo aplastado, que no pueda retener más a los hombres en la
esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia! Presentad nuestras súplicas ante el Todopoderoso, para que
seamos prevenidos cuanto antes de las misericordias del Señor. Apoderaos del dragón, la serpiente
antigua que es el diablo y Satanás, encadenadlo y precipitadlo en el abismo, para que no pueda seducir
más a las naciones (Apoc. 20, 2-3). Amén.
Por lo tanto, confiando en tu protección y tutela, por la sagrada autoridad de la Santa Madre Iglesia, con
confianza y seguridad comenzamos la tarea en el nombre de Jesucristo nuestro Dios y Señor, de
ahuyentar los ataques del engaño diabólico.
Oremos:
Oh Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos Tu santo nombre, y humildemente imploramos
Tu misericordia, para que por la intercesión de la Madre de Dios María Inmaculada siempre Virgen, del
Beato Miguel Arcángel, del Beato José Esposo del Misma Santísima Virgen, de los bienaventurados
apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos, te dignes ayudarnos contra Satanás y todos los demás
espíritus inmundos y contra todo lo que vaga por el mundo para hacer daño a la raza humana y arruinar
las almas.
R. Amén.
Consagración a la Virgen
¡Oh Señora mía, oh Madre mía!, yo me ofrezco enteramente a Vos y, en prueba de mi filial afecto, os consagro
en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón. En una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo(a)
vuestro(a), oh Madre de bondad, guardadme y protegedme como cosa y posesión vuestra.
En Ti, dulce Madre mía, he puesto toda mi confianza y nunca jamás seré confundido. Amén.
V. Oh dulce Corazón de María,
R. Sed mi salvación.
V. Ave María Purísima,
R. Sin pecado concebida. Amén.