La Fuente de Agua Cristalina Grado 9
La Fuente de Agua Cristalina Grado 9
La Fuente de Agua Cristalina Grado 9
07 de Setiembre de 2022
La Fuente de Agua Cristalina
Por: V:.H:. Omar Rivero Fernandez 9°
Los textos coránicos del Islam el agua es donada por Dios para la creación y el
mantenimiento de la vida: “Dios es el que os ha dado la tierra por lecho y el que ha
construido los cielos como un edificio sobre vuestras cabezas; él es el que hace
descender el agua de los cielos y el que hace germinar con ella los frutos destinados a
alimentarnos”.
El agua no conoce ni se identifica con ninguna raza, cultura, etnia o religión; está en
todos los sistemas de pensamiento de todas las civilizaciones. Un principio común a
todos ellos es la contemplación del agua como elemento intrínsecamente ligado a la
vida y de unión con el mundo. Para el Budismo, “ser como el agua” es un metáfora
integradora con la naturaleza que se extendió hace más de 2.500 años por todo
Oriente.
No hay que olvidar tampoco la estrecha vinculación del agua con lo “femenino sagrado”
en los arcaicos cultos a la gran madre, la mujer en sí, la noche o lo lunar mismo,
siempre en referencia a la fuerza receptiva y pasiva de la existencia, el yin del taoísmo,
pero con el máximo potencial creador y alumbrador de vida en su seno. Toda esta
vibración original de esencia femenina no sería más que un agua radiante, que se
desborda a sí misma en toda su potencia (la Shakti universal) hasta engendrar como
gran matriz (maya) la multiplicidad de formas de vida.
Todas estas ideas, de: dualidad, reflejo, inversión, transmutación, muerte, nacimiento,
regeneración, etc. están también presentes en los signos astrológicos relacionados con
el elemento agua y en sus equivalente en los Arcanos del Tarot:
En el signo de Piscis = “La Luna” que gobierna las mareas, y que como la mente a
quien representa simbólicamente, no posee luz propia, sino que refleja simplemente la
Luz del “Sol” en el subconsciente.
Por lo tanto, se pueden establecer dos funciones esenciales para el papel ritual con el
agua: la inmersión, iniciación o muerte simbólica a través de la disolución de las
condiciones presentes; y la emersión, la salida de las aguas, el volver a nacer, cuando
emerge una nueva forma vital. Pero esta dinámica no sólo es individual sino también
cósmica, como muestran los mitos del diluvio universal, presentes en todas tradiciones
sin excepción, en tanto clausura de un viejo ciclo ya corrupto para dar paso a uno
totalmente renovado, tal y como ocurrió por ejemplo con la mítica Atlántida, gobernada
por Poseidón según Platón, y engullida finalmente por las aguas.
¿Y qué otra imagen más precisa de la fuente de agua cristalina dando origen a
las aguas que alimentan el río y el cauce de sus aguas? No hay mejor símil para la
escurridiza existencia humana y su flujo inaprensible, que no es otro que el discurrir
mismo de la vida. Como ya apuntó Heráclito y tantas veces recordado: “todo fluye
(panta rei)”, y “es imposible bañarse dos veces en un mismo río”.
El vínculo entre los seres limitados que somos y la realidad ilimitada que nos
trasciende, desde siempre se ha simbolizado con la expresión de la gota de rocío y el
océano, o sus olas en la superficie, muestra que cuando el ego, que se cree falsamente
separado, se sumerge en el abismo de infinitud, descubre que no pierde nada ni sufre
alteración alguna, pues es siempre una misma esencia eterna y fluida la que le da
realidad, tanto en forma de gota como de océano.
Siguiendo con la elocuente metáfora del río, vemos que también el propio Platón
recurre a él en sus mitos, llamándole Leteo (olvido), para ilustrar que las almas justo
antes de encarnar beben en sus aguas cayendo en el olvido según la sed que saciaron
en ese momento. El fin, por lo tanto, de la filosofía, será el desvelamiento de dicho
olvido (a-letheia) que nos permita recordar nuestra verdadera esencia supra-temporal,
cuando el alma convivía en las esferas celestiales.
Pero el tema de trasfondo respecto a esta corriente existencial es el del “paso de las
aguas”, es decir, la superación a través de la progresión espiritual de los
condicionamientos temporales y mentales (pues el tiempo transcurre en un flujo mental
al fin y al cabo, lo que serían las “aguas mercuriales” de las que habla la alquimia, y
que pesan más que el propio plomo, la corporalidad).
Primero, remontar el curso del río hasta la Fuente. Lo que supone revertir la corriente
hacia atrás, hacia el origen. Se trataría del río celeste como fuente vertical de
procedencia, y nuestro regreso a la cuna, a la matriz y manantial original.
Segundo, cruzar las aguas de orilla a orilla. Se trata de la iniciación y los ritos de
pasaje, el paso del “puente estrecho” con todos sus peligros y pruebas. Atravesar la
fuerte corriente de las formas implica un gran ímpetu de Espíritu, que trascienda
finalmente este río de la muerte hacia la inmortalidad.
Tercero, seguir la corriente hasta desembocar en el Mar. No es más que dejarse fluir
hasta que por propia inercia se alcance la meta y destino final, aunque no sea tan
directo como el anterior. Lo que habrá que evitar es salirse del curso natural y no
arrastrar adherencias contaminantes en el transcurso.
Pero continuando con la esencia propia del elemento agua, debemos advertir sobre la
limitación que supone toda etiqueta o esquema definido, al encontrarnos con un
elemento fluido y escurridizo en sí. A pesar de su característica absorción o
adaptabilidad respecto a elementos foráneos, no deja de ser incolora e informe en su
naturaleza indescriptible.
El principal componente del organismo humano es el agua, con un peso del total en
torno al 70%, similar a su presencia en el cerebro, y dicho sea de paso, el mismo
porcentaje de agua sobre la corteza terrestre. De ahí, por ejemplo, los importantes
beneficios del agua de mar, no sólo por vía tópica sino también ingerida, como
demostraron los estudios de René Quinton (Luna en Piscis), al constatar la similitud
con el plasma sanguíneo y la presencia de todos los elementos de la tabla periódica. A
ello llegó buscando cura a su tuberculosis, la cual se erradicó, y tras oír referencias de
su uso terapéutico remitidas ya por Platón en base a sacerdotes egipcios. Y no sólo
podemos apreciar esta corriente fluida a nivel fisiológico sino también a nivel sutil-
energético: los mismos nadis de ascenso y descenso que conectan los chacras del
yoga, o los meridianos de la medicina china como ríos de energía que vivifican el
terreno del cuerpo.
Pero veamos cómo modela la personalidad psicológica este elemento, de acuerdo con
el uso que se hace desde la astrología. Como podemos deducir de lo expuesto, es
claro que el agua va a definir un tipo de carácter tranquilo y agradable, dócil, afable,
empático, reservado, introvertido y vulnerable, aunque también con inclinación a la
apatía y el cansancio, la somnolencia, la inseguridad, el temor, etc. por su fuerte
composición pasiva e influenciable. Según los comunes balances de elementos que se
establecen en una primera aproximación a una carta natal, se contemplan algunas
posibilidades básicas como la deficiencia de agua, su exceso, o la combinación con los
restantes.
Por ejemplo, una deficiencia marcada puede indicar una dificultad en la conexión con la
propia alma, con el mundo del sentir, de las necesidades afectivas, propias y ajenas.
Establecer vínculos íntimos no es necesario, lo cual establece cierta distancia con el
ámbito de la comprensión, sensibilidad e intuición, desdeñándolo o no considerándolo
importante. Como es natural, el efecto tapón o compensatorio que puede asumir otro
elemento dominante puede llevar al endurecimiento y la sequedad por la falta extrema
de agua.
Desde el agua, más allá de una visión sistémica fuertemente delimitada, toda esta
realidad es percibida de forma líquida, es decir desde un enfoque dinámico que percibe
la continuidad de todas las corrientes energéticas. Lo que aporta, pues, en su
aplicación es la fluidez y frescura de construir el relato visionario de la propia alma
desde la intuición viva del símbolo. Y con la finalidad propiamente terapéutica que
supone todo acto de reconocimiento no dual entre lo externo y lo interno, lo alto y lo
bajo.
Reflexion:
La fuente en sí, que puede representar nuestro cuerpo y que es contenedor del agua y
le da la forma e este elemento, la cual es visible a los demás (lo que mostramos
externamente), La quietud del agua cristalina de la fuente a diferencia de las aguas
agitadas y enturbiadas nos generan apariencias monstruosas, pero si están en calma y
paz, su misma naturaleza translúcida permite vislumbrar un gran abanico de reflejos
lumínicos de indescriptible belleza que nos llevan a ver nuestro interior a encontrar el
equilibrio en el alma. Los diversos contenidos vivenciales del alma pueden ser
monstruosos o fascinantes, y de lo que se trata entonces es de esquivar unos y pescar
otros sin perder de vista que son siempre reflejos acuosos de una misma luz superior.
Es mi palabra P:.M:.
07/09/2022