La Fuente de Agua Cristalina Grado 9

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U:.T:.O:.A:.A:.G:.I:.

Universi Terrarum Orbis Architectonis Ad Gloriam Ingentis


In Deo Fiducia Nostra
Supremo Consejo Grado 33º del Rito A:. y A:. para la República del Perú

Sant:. “Jose Maria Corbacho N° 2” – Arequipa

“LA FUENTE DE AGUA CRISTALINA”

Por: V:.H:. Omar Rivero Fernandez 9°

07 de Setiembre de 2022
La Fuente de Agua Cristalina
Por: V:.H:. Omar Rivero Fernandez 9°

La palabra agua aparece 582 veces en el


Antiguo Testamento y es usada tanto para
describir la creación, como la destrucción,
la purificación, la regeneración y el amor.
El agua acompaña al espíritu divino y a su
relación con los hombres en todas las
etapas de la larga historia bíblica.
El agua es además indudablemente el
vehículo de una Influencia Espiritual en
todos los Ritos relacionados con ella como
las Abluciones o Lustraciones que acompañan a los Ritos de agregación como el
Bautismo y sus equivalentes en otras tradiciones, así como en las Bendiciones y
Exorcismos.

En los Evangelios cristianos el agua adquiere un significado muy especial como


metáfora de sabiduría divina: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed;
pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua
que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna”.

Los textos coránicos del Islam el agua es donada por Dios para la creación y el
mantenimiento de la vida: “Dios es el que os ha dado la tierra por lecho y el que ha
construido los cielos como un edificio sobre vuestras cabezas; él es el que hace
descender el agua de los cielos y el que hace germinar con ella los frutos destinados a
alimentarnos”.

Para el Hinduísmo, según la tradición védica, el agua es la sustancia primordial de


donde nacen todas las formas. En los Upanishads, narraciones que aparecieron hacia
el siglo VI a.C., existen constantes referencias al agua como metáfora de la pureza y de
la auténtica sabiduría:“Como el agua pura que vertida en agua pura permanece
inalterable, así es el yo de un pensador iluminado”

El agua no sólo nos da la vida, es el origen de la vida.


Desde los albores de la conciencia humana nuestra
relación con el agua ha sido profunda y
enriquecedora. La historia de la filosofía y los ritos de
las culturas y religiones milenarias lo confirman: en
todas, el agua es símbolo de vida, purificación y
esperanza, valores que son un denominador común que nos une y que deberíamos
tener mucho más en cuenta.

El agua no conoce ni se identifica con ninguna raza, cultura, etnia o religión; está en
todos los sistemas de pensamiento de todas las civilizaciones. Un principio común a
todos ellos es la contemplación del agua como elemento intrínsecamente ligado a la
vida y de unión con el mundo. Para el Budismo, “ser como el agua” es un metáfora
integradora con la naturaleza que se extendió hace más de 2.500 años por todo
Oriente.

No hay que olvidar tampoco la estrecha vinculación del agua con lo “femenino sagrado”
en los arcaicos cultos a la gran madre, la mujer en sí, la noche o lo lunar mismo,
siempre en referencia a la fuerza receptiva y pasiva de la existencia, el yin del taoísmo,
pero con el máximo potencial creador y alumbrador de vida en su seno. Toda esta
vibración original de esencia femenina no sería más que un agua radiante, que se
desborda a sí misma en toda su potencia (la Shakti universal) hasta engendrar como
gran matriz (maya) la multiplicidad de formas de vida.
Todas estas ideas, de: dualidad, reflejo, inversión, transmutación, muerte, nacimiento,
regeneración, etc. están también presentes en los signos astrológicos relacionados con
el elemento agua y en sus equivalente en los Arcanos del Tarot:
En el signo de Piscis = “La Luna” que gobierna las mareas, y que como la mente a
quien representa simbólicamente, no posee luz propia, sino que refleja simplemente la
Luz del “Sol” en el subconsciente.

El agua puede considerarse como fuente de vida, fons vitae, es decir, elixir de vida


que opera toda curación mágica, rejuvenece, regenera y otorga la inmortalidad,
panacea universal de los alquimistas; pero también como poder purificador, ya que la
reinmersión en dichas aguas originales rememora el contacto con nuestra matriz
amniótica y disuelve todo lo residual. Es así que apreciamos su uso y función ritual, que
recrea a nivel humano el proceso mismo de la cosmogonía pero en sentido inverso, en
reversión. Lo vemos muy claro en los ejemplos de las abluciones en el islam, que
recoge a su vez prácticas muy arcaicas y extendidas, el baño sagrado en el Ganges, o
el agua bendita y bautismal en el cristianismo o en la masoneria y en especial en este
grado 9 que hoy estamos analizando, donde nos muestra el reflejo de lo que somos y
que debemos hacer una introspección para disolver las impurezas con las que nos
cargamos en el mundo profano.

Por lo tanto, se pueden establecer dos funciones esenciales para el papel ritual con el
agua: la inmersión, iniciación o muerte simbólica a través de la disolución de las
condiciones presentes; y la emersión, la salida de las aguas, el volver a nacer, cuando
emerge una nueva forma vital. Pero esta dinámica no sólo es individual sino también
cósmica, como muestran los mitos del diluvio universal, presentes en todas tradiciones
sin excepción, en tanto clausura de un viejo ciclo ya corrupto para dar paso a uno
totalmente renovado, tal y como ocurrió por ejemplo con la mítica Atlántida, gobernada
por Poseidón según Platón, y engullida finalmente por las aguas. 

¿Y qué otra imagen más precisa de la fuente de agua cristalina dando origen a
las aguas que alimentan el río y el cauce de sus aguas? No hay mejor símil para la
escurridiza existencia humana y su flujo inaprensible, que no es otro que el discurrir
mismo de la vida. Como ya apuntó Heráclito y tantas veces recordado: “todo fluye
(panta rei)”, y “es imposible bañarse dos veces en un mismo río”.

El vínculo entre los seres limitados que somos y la realidad ilimitada que nos
trasciende, desde siempre se ha simbolizado con la expresión de la gota de rocío y el
océano, o sus olas en la superficie, muestra que cuando el ego, que se cree falsamente
separado, se sumerge en el abismo de infinitud, descubre que no pierde nada ni sufre
alteración alguna, pues es siempre una misma esencia eterna y fluida la que le da
realidad, tanto en forma de gota como de océano.

Siguiendo con la elocuente metáfora del río, vemos que también el propio Platón
recurre a él en sus mitos, llamándole Leteo (olvido), para ilustrar que las almas justo
antes de encarnar beben en sus aguas cayendo en el olvido según la sed que saciaron
en ese momento. El fin, por lo tanto, de la filosofía, será el desvelamiento de dicho
olvido (a-letheia) que nos permita recordar nuestra verdadera esencia supra-temporal,
cuando el alma convivía en las esferas celestiales.

Pero el tema de trasfondo respecto a esta corriente existencial es el del “paso de las
aguas”, es decir, la superación a través de la progresión espiritual de los
condicionamientos temporales y mentales (pues el tiempo transcurre en un flujo mental
al fin y al cabo, lo que serían las “aguas mercuriales” de las que habla la alquimia, y
que pesan más que el propio plomo, la corporalidad).

En este sentido podemos establecer tres posibilidades de trascender este río de la


existencia fenoménica, o similarmente tres modos de concebir los procesos internos de
encauzar las aguas de la psique:

Primero, remontar el curso del río hasta la Fuente. Lo que supone revertir la corriente
hacia atrás, hacia el origen. Se trataría del río celeste como fuente vertical de
procedencia, y nuestro regreso a la cuna, a la matriz y manantial original.

Segundo, cruzar las aguas de orilla a orilla. Se trata de la iniciación y los ritos de
pasaje, el paso del “puente estrecho” con todos sus peligros y pruebas. Atravesar la
fuerte corriente de las formas implica un gran ímpetu de Espíritu, que trascienda
finalmente este río de la muerte hacia la inmortalidad.

Tercero, seguir la corriente hasta desembocar en el Mar. No es más que dejarse fluir
hasta que por propia inercia se alcance la meta y destino final, aunque no sea tan
directo como el anterior. Lo que habrá que evitar es salirse del curso natural y no
arrastrar adherencias contaminantes en el transcurso.
Pero continuando con la esencia propia del elemento agua, debemos advertir sobre la
limitación que supone toda etiqueta o esquema definido, al encontrarnos con un
elemento fluido y escurridizo en sí. A pesar de su característica absorción o
adaptabilidad respecto a elementos foráneos, no deja de ser incolora e informe en su
naturaleza indescriptible.

Lo que esto significa es que se trata de un elemento puramente subjetivo, no


racional, no sujeto a sistematizaciones ni catalogaciones estáticas, y que su
modo de expresión siempre va a ser más afín al discurso imaginario y no
abstracto, dinámico y no conceptual.

A un nivel más concreto, fisiológico incluso, es de destacar también el poder curativo y


sanador asociado desde antaño a las aguas, como puede ser a través del baño.
Seguramente el efecto calmante sea debido a esos recuerdos subconscientes que
recrean el estado flotante en la placenta prenatal, de fusión en el seno materno, y esa
tranquilidad de la seguridad protectora. Los baños medicinales y toda forma de
hidroterapia destacan por sus propiedades beneficiosas para el organismo. Y no es de
extrañar del elemento que la tradición asigna al temperamento flemático, y que rige por
tanto todos los fluidos del cuerpo, como vemos en la composición del cerebro, la linfa,
la sangre o los jugos internos.

El principal componente del organismo humano es el agua, con un peso del total en
torno al 70%, similar a su presencia en el cerebro, y dicho sea de paso, el mismo
porcentaje de agua sobre la corteza terrestre. De ahí, por ejemplo, los importantes
beneficios del agua de mar, no sólo por vía tópica sino también ingerida, como
demostraron los estudios de René Quinton (Luna en Piscis), al constatar la similitud
con el plasma sanguíneo y la presencia de todos los elementos de la tabla periódica. A
ello llegó buscando cura a su tuberculosis, la cual se erradicó, y tras oír referencias de
su uso terapéutico remitidas ya por Platón en base a sacerdotes egipcios. Y no sólo
podemos apreciar esta corriente fluida a nivel fisiológico sino también a nivel sutil-
energético: los mismos nadis de ascenso y descenso que conectan los chacras del
yoga, o los meridianos de la medicina china como ríos de energía que vivifican el
terreno del cuerpo.

Pero veamos cómo modela la personalidad psicológica este elemento, de acuerdo con
el uso que se hace desde la astrología. Como podemos deducir de lo expuesto, es
claro que el agua va a definir un tipo de carácter tranquilo y agradable, dócil, afable,
empático, reservado, introvertido y vulnerable, aunque también con inclinación a la
apatía y el cansancio, la somnolencia, la inseguridad, el temor, etc. por su fuerte
composición pasiva e influenciable. Según los comunes balances de elementos que se
establecen en una primera aproximación a una carta natal, se contemplan algunas
posibilidades básicas como la deficiencia de agua, su exceso, o la combinación con los
restantes.

Por ejemplo, una deficiencia marcada puede indicar una dificultad en la conexión con la
propia alma, con el mundo del sentir, de las necesidades afectivas, propias y ajenas.
Establecer vínculos íntimos no es necesario, lo cual establece cierta distancia con el
ámbito de la comprensión, sensibilidad e intuición, desdeñándolo o no considerándolo
importante. Como es natural, el efecto tapón o compensatorio que puede asumir otro
elemento dominante puede llevar al endurecimiento y la sequedad por la falta extrema
de agua.

En cuanto a su exceso, la hipersensibilidad y vulnerabilidad sobresalen, lo cual dificulta


que prendan la extroversión activa, fuerza y vitalidad. La timidez es destacada, y
aunque hay mucha influenciabilidad del entorno, oscilando en reacciones entre el
miedo y el anhelo, el carácter pasivo también otorga capacidad de adaptación y
amoldamiento a las circunstancias. La vida interior es muy rica, y es necesario un
alimento emocional constante, que puede llegar a ser absorbente. Ante todo, se debe
evitar el derrame emocional que pueda llevar a la experiencia del ahogo y el
agotamiento existencial. La clave estará en encontrar la serenidad interior a través de
canales que drenen esta tremenda sensibilidad.

A mi análisis es importante recordar la combinación del


agua con los otros elementos, que se observan en este
noveno grado si vemos el cuadro podemos ver que el
agua de la fuente esta combinada con los otros
elementos, el énfasis en la combinación entre el agua y
la tierra suele dar una tipología centrada en las
necesidades y la seguridad, tanto emocionales como
materiales, y los consecuentes apegos que éstas generan. Tendencia conservadora
por la capacidad de adaptación a las estructuras ya establecidas, buscando siempre la
comodidad por afinidad. También destaca la paciencia, receptividad, escucha y mucha
intuición en lo perceptivo y sensorial, al agrupar los dos elementos femeninos, yin.

El agua con el aire es una combinación que otorga


cualidades psicoanalíticas, en el sentido de poder
tomar perspectiva en cuanto a los sentimientos y
comprenderlos desde modelos conceptuales. A la
inversa, mucha facilidad para vivenciar e implicarse
emocionalmente en las propias ideas y concepciones.
Los anhelos del agua también pueden evaporarse en forma de ideales humanitarios, al
igual que ensueños de posibilidades diversas, como las formas cambiantes de las
nubes en el cielo, lo que potencia mucho la imaginación.

Respecto al agua junto con el fuego, es la combinación


más subjetiva, siempre desde la ambivalencia de una
motivación honda, pasional, que genera reacciones
impulsivas y vivencias intensas. Cuesta mucho el
distanciamiento de las experiencias, que reafirman al
sujeto. Pueden ser muy expresivos, incluso dramáticos o
teatrales, y mostrar también calidez emocional. Es una combinación de inspiración
directa, irracional, en el sentido creativo sobre todo.

Desde el agua, más allá de una visión sistémica fuertemente delimitada, toda esta
realidad es percibida de forma líquida, es decir desde un enfoque dinámico que percibe
la continuidad de todas las corrientes energéticas. Lo que aporta, pues, en su
aplicación es la fluidez y frescura de construir el relato visionario de la propia alma
desde la intuición viva del símbolo. Y con la finalidad propiamente terapéutica que
supone todo acto de reconocimiento no dual entre lo externo y lo interno, lo alto y lo
bajo.

Reflexion:

Como dijimos anteriormente el agua es símbolo de vida, purificación, reflexión y


esperanza; el simbolismo del agua cristalina nos muestra que como masones
debemos ser transparentes y debemos mostrarnos tal y como somos, observar bien
nuestros defectos detectarlos y tener el valor moral para rectificarnos, nuevamente
dominando o venciendo a nuestro ego y nuestra personalidad impulsiva, haciendo a un
lado nuestro orgullo, con humildad, mostrando que somos mejores personas con
dominio sobre nuestras pasiones y que nuestros hermanos puedan seguirnos y confiar
en nosotros asi como todos los demás y en especial confiar en nosotros mismos.

La fuente en sí, que puede representar nuestro cuerpo y que es contenedor del agua y
le da la forma e este elemento, la cual es visible a los demás (lo que mostramos
externamente), La quietud del agua cristalina de la fuente a diferencia de las aguas
agitadas y enturbiadas nos generan apariencias monstruosas, pero si están en calma y
paz, su misma naturaleza translúcida permite vislumbrar un gran abanico de reflejos
lumínicos de indescriptible belleza que nos llevan a ver nuestro interior a encontrar el
equilibrio en el alma. Los diversos contenidos vivenciales del alma pueden ser
monstruosos o fascinantes, y de lo que se trata entonces es de esquivar unos y pescar
otros sin perder de vista que son siempre reflejos acuosos de una misma luz superior.

Es mi palabra P:.M:.

V:.H:.Omar Erick Rivero Fernandez 9°

Camp:. Jose Maria Corbacho N°2 – Arequipa

07/09/2022

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