1a PEC - Miguel Ángel Carrasco
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Parte A.
Realización de canal documental:
El Egipto Faraónico
1er VÍDEO: Un tesoro escondido en Saqqara.
Enlace: https://youtu.be/JX-yIZ4jX2k
La expedición arqueológica procedente del Museo del Louvre en París investiga varios
pozos de esta ubicación en busca de restos del Imperio Antiguo. A través de los
hallazgos que van encontrando nos muestran muchas de las características de este
singular enclave.
En el 2667 a.C. el faraón Zoser construye la primera pirámide escalonada fabricada
íntegramente en piedra en la necrópolis de Saqqara en Menfis. El arquitecto Imhotep,
con la superposición de cuatro mastabas consigue una volumetría cercana a lo que luego
serán las pirámides. Con terrazas y escalinatas que conducirían a lo alto de la misma
como una clara alegoría al ascenso al reino del sol del difunto que mora en las entrañas
de la construcción. En su día, este monumento funerario debió de alcanzar la altura de 8
o 10 metros, pero es mucho mayor si tenemos en cuenta que la tumba del faraón Zoser
se ubica a casi treinta metros bajo tierra
Aparecen relieves que muestran el mito de la momificación; cómo Isis realiza estas
prácticas rituales con su hermano Osiris para asegurarle el paso al más allá.
También vemos a través de otras galerías momias de las Dinastías XXVI como la tumba
de Yermés, los vasos canopos, los ushebtis que acompañaban al faraón y cuya función
era servirle en su vida en el más allá e incluso una momia de la época Ptolemáica,
mucho más moderna que las pertenecientes al Imperio Antiguo.
Como curiosidad, el vídeo nos informa que nunca se ha encontrado la tumba del artífice
de esta necrópolis, Imhotep.
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2º Vídeo: HATSHEPSUT: La gran faraona de Egipto
Enlace: https://youtu.be/u0AqEQU5aac
Frente a Tebas, el eminente egiptólogo Jean-François Champollion, encontró uno de los
hallazgos más insólitos de su carrera. Hablamos de los jeroglíficos de Deir el-bahari en
los que, tras hacer un estudio pormenorizado de los mismos, encontramos referencia a la
reina Hatshepsut otorgándole el estatus de reina-faraona. En el Antiguo Egipto esta
denominación era exclusiva para el varón. Faraón era el rey de Egipto que heredaba el
título por vía paterna y directamente al varón primogénito que hubiera nacido de la Gran
Esposa Real. Hatshepsut era la hija primogénita del faraón Tutmosis I que perteneció a
la XVIII Dinastía y que reinó durante los años 1526-1513 a.C. La cuestión es que no era
posible que una mujer heredase el trono, sin embargo, el movimiento político que
realizó Hatshepsut entonces, fue realmente maestro. Decidió casarse con uno de sus
hermanastros, el varón primogénito nacido de otra de las esposas de su padre (al que
conocemos como Tutmosis II). A través de ese matrimonio, Hatshepsut consiguió estar
vinculada al trono y, cuando Tutmosis II falleció tras un reinado muy breve, fue ella
quién tomó las riendas del reino con absoluta determinación.
Así, ella ordenó la construcción del conjunto de templos funerarios y tumbas de Deir el-
bahari con el que consiguió maravillar a todo su pueblo. Es necesario entender que los
grandes proyectos arquitectónicos que acometían los faraones en la antigüedad,
mostraban el poder político del monarca y otorgaban una visión de solidez y riqueza al
pueblo y a posibles reinos próximos. De aquí que la magna construcción emprendida
por Hatshepsut en Deir el-bahari la impulsasen a consagrarse como una de las grandes
figuras regentes del Egipto faraónico.
Por supuesto, Deir el-bahari solo fue el principio. Erigió excelentes monolitos como el
del templo de Amón en Karnak y las esculturas que reflejaban su figura fueron
consideradas canon de belleza durante los siglos siguientes. Estableció tratos
comerciales con el vecino reino de Punt, en la actual Sudán.
Junto a Tutmosis II tuvo una hija llamada Neferure que estuvo al cargo de un personaje
determinante para entender la historia de esta fascinante mujer, su tutor Sen Mut. Este
ejerció de principal ministro de la reina Hatshepsut e incluso fue enterrado tras su
muerte con todos los honores propios de alguien de origen real, dentro de los límites del
templo real en Deir el-bahari, a pesar de haber nacido plebeyo. Aunque solo es una
suposición, se ha especulado sobre la posibilidad de que Hatshepsut y Sen Mut pudieran
ser amantes, pero esto, al margen de si fue o no cierto, habría de haber sucedido lejos de
la mirada pública debido a la distancia social entre ambos.
Sin embargo, no todo fue un camino de rosas en el reinado de Hatshepsut. Tras dieciséis
años como reina faraona, esta decidió retirarse de la vida pública por lo que nombró
como corregente a su sucesor, Tutmosis III. También se especula con una posible
intención por parte de la reina Hatshepsut de iniciar una Dinastía de Mujeres Faraonas
nombrando sucesora a su hija Neferure, pero al morir esta de forma muy oportuna, el
liderazgo fue a caer en manos de Tutmosis III. Este, una vez ya instalado en el trono,
cuando Hatshepsut falleció, ordenó retirar su imagen de algunos murales y evitó usar su
nombre en textos oficiales para tratar de borrar la imagen de una reina poderosa como
Hatshepsut y que no trascendiese a las generaciones venideras.
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3er VÍDEO: Ankhesenamen y Tutankamón.
Enlace: https://youtu.be/9XRvq_LTzSg
En la época del Faraón Akhenatón (Dinastía XVII. Año 1323 a.C. aprox) la capital de
Egipto se trasladó de Tebas a Amarna. Allí se fundó una nueva ciudad completamente
erigida en torno al culto a Atón, dios del sol iniciándose así uno de los períodos de culto
monoteísta en el Egipto faraónico. Akhenatón, como rey, decidió dar un giro a su rol
como regente y, en lugar de dedicar su reinado a la construcción de fastuosos complejos
arquitectónicos, la conquista de nuevos territorios o las simples pero necesarias tareas
administrativas propias de la corona (impuestos, administración de justicia, etc.) se
convirtió en una figura similar a la de un sumo sacerdote de una nueva religión.
Las reticencias del pueblo de Egipto en general y de Amarna en particular recibieron
con suma reticencia este cambio de paradigma religioso y la corona perdió prestigio y el
reinado se empobreció enormemente.
A partir de aquí, en función del canon que se siga podemos encontrar que el sucesor de
Akhenatón fue un faraón de cuyo reinado breve apenas nos ha dejado constancia
(Semenjkara) o, por otro lado, hay quien afirma que a Akhenaton lo sucedió
directamente Tutankamón. De cualquier modo, este se casó con su hermana
Ankhesenamen y juntos desmantelaron el monoteísmo impuesto por Akhenatón y
regresaron a Tebas. Sin embargo, su reinado fue breve. Se casaron siendo prácticamente
unos niños y no tuvieron descendencia. Sí se encontraron dos pequeños sarcófagos con
lo que probablemente fueron dos abortos de Ankhesenamen. Finalmente, a la edad de
20 años, Tutankamón muere muy probablemente asesinado a manos de Ay, quién sería
su sucesor. Este desposó a Ankhesenamen para poder acceder al trono. Sin embargo,
ella escribió sendas cartas al rey de los Hititas pidiendo ayuda en un momento de
suprema necesidad. En estas, le pedía un hijo para casarse con él y así formar una
alianza entre egipcios e hititas con la que poder prosperar juntos y deshacerse de Ay y
sus seguidores. Tras varias misivas insistiendo, el rey de los Hititas accedió a la
propuesta de Ankhesenamen y envió un príncipe hitita a atender la petición de esta. La
comitiva nunca llegó. Con toda seguridad fue interceptada por Ay quien, finalmente,
acabó también con la vida de Ankhesenamen.
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4º VÍDEO: Ramses II
Enlace: https://youtu.be/NzjcTcs4SXE
Probablemente una de las figuras más emblemáticas del Egipto faraónico fue la del rey
Ramsés II. Este faraón perteneció a la XIX Dinastía y reinó alrededor del 1213 a.C.
durante nada menos que 66 años. Falleció con noventa años y fue enterrado en el Valle
de los Reyes. De hecho, su tumba fue la primera erigida en esta ubicación. Ramsés II
nació en Avaris. Sucedió al faraón Seti y decidió crear su propia capital del reino
fundando Pi-Ramsés en pleno Delta del Nilo. Años más tarde, Pi-Ramsés cayó en el
olvido y muchos de sus materiales se reutilizaron para construir Tanis.
Ramsés II fue probablemente uno de los más grandes reyes del Egipto faraónico. Los
proyectos arquitectónicos que acometió fueron realmente excepcionales y muchos de
ellos aún suponen un verdadero hito en el estudio de la Egiptología como uno de los
períodos de mayor esplendor del arte egipcio. Uno de los más destacados es el Templo
de Ramsés II de Abu Simbel cuya construcción se inició en el s. XIII a.C. Es uno de los
seis hipogeos excavados en la roca que se construyeron en esta época y representa el
culto al propio Ramsés II. Son muy famosas las estatuas colosales del propio faraón
custodiando la entrada. En lo más profundo del templo encontramos una sala con un
conjunto escultórico de una importancia clave en el que vemos a Ramsés II junto a los
dioses Ra-horajty, Ptah y Amón. La importancia de este templo es tal que en 1959 se
inició una campaña de recaudación de fondos para salvar este y otros monumentos de
Nubia que habría de haber quedado sepultados bajo el agua tras la construcción de la
presa de Asuán. Así, el templo de Abu Simbel fue trasladado piedra a piedra 65 metros
fuera de su emplazamiento original para evitar que se perdiera.
Cerca de Abu Simbel hay un templo más pequeño, pero de una factura exquisita
dedicado a la esposa de Ramsés II, Nefertari. No es frecuente este tipo de
construcciones dirigidas a las esposas de los faraones, pero en este caso, la relación que
les debió de unir tuvo que ser muy especial ya que así se refleja incluso en la tumba de
esta en el Valle de las Reinas.
Las construcciones en Tebas, Karnak y Luxor ofrecen múltiples ejemplos de la
arquitectura que se desarrolló en esta época y, sobre todo, del enorme poder político que
esgrimía Ramsés II tanto internamente como de cara a loso pueblos del sur. La imagen
del reino era realmente sólida y próspera. Y, a la cabeza de este reino, su monarca
Ramsés II se hacía representar en murales, estatuas y relieves como la cabeza visible de
toda esta gran maquinaria política. Siempre con una magnificencia extrema e incluso
iconizándose a sí mismo como un gran guerrero. Y este dato no deja de ser curioso
porque, si tenemos en cuenta el periodo historiográfico de tres mil años que abarca el
antiguo Egipto, podemos aclarar que durante el reinado de Ramsés II no hubo excesiva
convulsión bélica. Más bien podríamos afirmar que fue un reinado largo y pacífico.
Pero Ramsés II, como deidad, quería mostrar fiereza. Se imaginaba a sí mismo como un
guerrero como método disuasorio de posibles incursiones de los pueblos del sur. Y esto
sucedió casi hasta el paroxismo. De esto es claro ejemplo el hecho de que, tras la batalla
de Kadesh, Ramsés II se afanó en autoproclamarse vencedor de la misma cuando en
realidad no había sido así. El final de esta contienda se saldó con un ventajoso tratado
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de paz en el que ambas partes casaron a sus descendientes para una alianza perdurable y
beneficiosa tanto para egipcios como para hititas.
5º VÍDEO: Después de la muerte.
Enlace: https://youtu.be/sqWMMHU3Ve4
La muerte y la momificación vista desde el prisma de los investigadores del s. XX. A
través de una momia de un ciudadano de origen romano llamado Artemidoro, de la
época tardía, se hace un recorrido por esta práctica tan propia del Egipto faraónico y que
se lleva a cabo y se perfecciona a través de tres mil años.
A día de hoy solo existen los escritos de Heródoto sobre esta práctica y, cuando una
momia era descubierta y se trataba de estudiar, al abrirla se destruía todo vestigio de
cómo de llevaba a cabo dicha práctica. Es gracias a técnicas como la Tomografía Axial
Computerizada (TAC) que se puede estudiar una momia sin necesidad de abrirla. Aquí
vemos cómo se usaba un garfio para extraer el cerebro a través de la nariz rompiendo el
tabique y perforando el cráneo, pero casi sin dañar al difunto. La extracción del resto de
órganos y su correspondiente clasificación en los cuatro vasos canopos.
Los autores del libro “Después de la muerte” en que se basa este vídeo, Renee Friedman
y Vivian Davies, explican como el arte de la momificación se va perfeccionando a
través de los años. Sin ir más lejos, las momias más antiguas datan del 3000 a.C. Se
encontraron en una excavación arqueológica en Hieracómpolis, pero al estar enterradas
a poca profundidad el calor seco las dañaba enormemente. La adaptación al clima y los
ritos sagrados llegan a aportar una constante búsqueda de perfección en esta práctica.
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Parte B
Ejercicio de desarrollo y reflexión:
La hegemonía del Imperio Babilónico
En la cuenca fluvial de los ríos Tigris y Éufrates surge la civilización mesopotámica
alrededor del año diez mil antes de Cristo. Sin embargo, tenemos que adelantar el crono
un poco más hasta llegar a los tiempos de Hammurabi. Concretamente hacia el año
2002 a.C., fecha en la cual, la otrora poderosa dinastía tercera de Ur, desapareció
acabando así con la hegemonía del pueblo sumerio y dando pie a la irrupción de los
pueblos semitas llamados los amorreos. Allí fundaron nuevas e importantes dinastías
como las de Assur, Ekallatum y Eshnunna en la Alta Mesopotamia, la de Mari en el
curso medio del Éufrates, y las de Larsa y Babilonia en la Baja Mesopotamia. Y esta
última es la que nos interesa ya que al trono de Babilonia (del acadio “Puerta de los
dioses”) ascendió el rey Hammurabi en el año 1972 a.C. Un rey que, a pesar de estar al
frente de un reino no demasiado grande en comparación con los reinos vecinos, no se
amedrentó y consiguió elevar a Babilonia al estatus de una de las mayores potencias de
su tiempo.
Entre los años 1787 y 1781 a.C. desarrolló unas campañas militares de cara a conquistar
los territorios colindantes a Babilonia gracias al apoyo de la fuerza militar de las vecinas
aliadas Asiria y Larsa, mucho más importantes que Babilonia en aquella época. Y hasta
más de veinte años después, el rey Hammurabi no habría de acometer otras conquistas
similares. La actividad bélica se vio reducida a una mera protección de las fronteras
babilónicas y la energía del reino se concentró en mejorar la vida de los ciudadanos con
la construcción de canales, estatuas, templos y, en definitiva, en elevar la consideración
de Babilonia hasta un puesto de referencia en lo que a política exterior se refiere.
Tras la muerte del rey asirio Samshi-Adad, probablemente uno de los monarcas más
relevantes de esta época paleobabilónica junto al propio Hammurabi, hubo varios
movimientos de las potencias vecinas ya que el sucesor de este carecía del respeto y la
determinación del rey fallecido. Así, los pueblos de Elam y Eshnunna, finalmente
decidieron aliarse para aprovechar la coyuntura y hacerse con la prestigiosa corona de
Asiria. Una vez conquistado este territorio la amenaza en la que se habían convertido
Elam y Eshnunna era más que patente y el equilibrio de potencias que había mantenido
una época de relativa paz durante veinte años, estaba a punto de venirse abajo. La única
opción viable para no desaparecer era unificar en un mismo frente Alepo, Mari y la
Babilonia de un Hammurabi que supo hacerse cargo de la situación y comandar los
ejércitos propios y de sus aliados contra los elamitas. Así, en el año 1763 a.C., treinta
años tras su ascensión al trono, Hammurabi toma Elam. Pero no se detiene aquí.
Habiendo eliminado del mapa político a los peligrosos elamitas gracias a la inestimable
ayuda de los ejércitos de Mari y Alepo, el rey siente que las puertas de la Baja
Mesopotamia están abiertas y que solo le resta seguir adelante para mayor gloria de
Babilonia. Un año después de la toma de Elam conquista también Iamutbal, Mankizu y
los territorios en la ribera del Tigris hasta Subartu.
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Es necesario indicar que estas conquistas, además del componente político y de gloria
bélica que aportaron a Babilonia, deben ser también tomadas en consideración por su
componente económico. El control de ciertos territorios da control también sobre ciertas
rutas comerciales y algunos materiales preciosos como el cobre, el lapislázuli, el hierro
o el oro llegaban a Babilonia como parte de lo conquistado en estas campañas bélicas.
Pero el rey de Mari quién, hasta ese momento había sido íntimo aliado de Hammurabi,
decidió romper la alianza con este y, quienes en su momento lucharon codo con codo,
se enfrentaron en una contienda en la que Mari acabó derrotada. Es necesario consultar
la otra parte del conflicto ya que fueron halladas en las ruinas de Mari, varias tablillas
en las que se indicaba que fue Hammurabi quién, henchido de poder, decidió arrasar
esta ciudad y hacerla desaparecer. Tras el conflicto la habitaron asirios y babilonios,
pero acabó desapareciendo con la llegada de los griegos.
A partir de aquí Hammurabi consideró que la gloria babilónica había llegado a su
máximo esplendor pero que, una vez más, embellecer las tierras dentro de sus fronteras
habría de ser la prioridad por lo que dedicó prácticamente los últimos diez años de su
reinado a construir templos como los de E.nam.khe, Bit shu-tum, E.babbar o E-meslam.
La expansión del culto al dios Marduk y, aparejado, al propio Hammurabi era una de las
prioridades.
Pero es necesario hacer una mención especial probablemente al hito más importante en
el reinado de Hammurabi. Por muy extraordinario estratega y diplomático que resultó
ser, la historia no puede ignorar que su aportación más relevante que hizo fue uno de los
primeros compendios de leyes que se tiene constancia en la civilización occidental, esto
es; el Código de Hammurabi.
El código de Hammurabi fue encontrado en Susa entre 1901 y 1902 por el arqueólogo
francés J. de Morgan. Se trata de una estela irregular de diorita de 2,25 m de alto por 50
cm en su parte más ancha. En la parte superior observamos un bajorrelieve en el que el
dios sumerio de la equidad y la justicia Shamash (según teorías hay quién asevera que
se trata del dios babilonio Marduk) que dicta al propio Hammurabi el conjunto de leyes
necesarias para la vida cotidiana en la antigua Babilonia. Estas normas aparecen bajo
este grabado en escritura cuneiforme, en lengua acadia para que pudiera ser leído por
cualquiera que hubiera tenido acceso a la alfabetización. Sin embargo, antes de entrar a
analizar las mismas se hace necesario mencionar el hecho de que, gracias al bajorrelieve
mencionado, se infunde la cualidad de divinas a estas normas. Hammurabi las instaura
en Babilonia en el 1750 a.C., pero no son más que la voluntad de los dioses de que
exista una sociedad más justa y equitativa para todos los ciudadanos. Y esto era una
constante en el reinado de Hammurabi. Podemos ver que, en los grabados y tablillas que
se conservan sobre sus conquistas bélicas, estas siempre van revestidas de la refrenda de
los dioses: Anu, Enlil y Marduk, entre otros. Así lo podemos ver explicado con detalle
en el prólogo del texto que nos ocupa.
Este código legal se basa en la ley del Talión que, de una forma coloquial, se resume en
el principio de “Ojo por ojo y diente por diente” o, de otro modo quizá más formal “no
pidas sin dar y no aceptes con ingratitud”, esto es; una correlación directa entre crimen y
castigo. Lo que implica que este compendio suponía una rigidez extrema y una
verdadera advertencia disuasoria hacia posibles tentativas criminales. Las penas aquí
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reflejadas son muchas veces capitales en casos de robo, si el ladrón se había deshecho
de lo robado o no podía restituirlo, en caso de ayudar a escapar a un esclavo estatal o
incluso en casos de falso testimonio en los que el testigo no pueda probar su palabra.
También existían penas dinerarias y aparece por primera vez en la historia del derecho
occidental, conceptos tan actuales como la presunción de inocencia (Art. 1 del texto
referenciado) o tan universales como la dote de una mujer que es desposada. Se protege
la propiedad privada (Art. 8), la institución de la esclavitud y el valor económico de los
esclavos (Art. 199), el derecho a la imagen pública y el honor dentro de la sociedad
babilónica. Regula la institución de la judicatura (Art. 5), define los límites entre
personas con lazos familiares protegiendo tanto a hijos como a padres. Contempla el
divorcio y establece diferencias a la hora de aplicar las leyes para hombres libres,
esclavo y siervos (muskenu) de lo que extraemos que también extiende una normativa
que jerarquiza la sociedad y la estratifica.
Y aunque con nuestra perspectiva de investigadores del s. XXI nos pueda parecer que el
Código de Hammurabi era poco menos que los principios programáticos de una
sociedad cercana a la barbarie, desde el punto de vista historiográfico y jurídico supone
uno de los más importantes hitos en lo que a la regulación formal de un territorio se
refiere. Cabe destacar que estas leyes no eran de aplicación universal y directa, sino que,
además de estar bajo la tutela y la interpretación y aplicación de los jueces, suponían un
marco de actuación y no era infrecuente que se impusieran penas más leves de las que
aparecen en el Código con el fin de no resultar un estado excesivamente opresivo. Así,
la mediación y la mesura suponían elementos clave en la aplicación práctica y cotidiana
del Código de Hammurabi.
Histórica y jurídicamente introducen conceptos antes explicados que se han ido
expandiendo, codificando y perfeccionando en prácticamente todas y cada una de las
civilizaciones occidentales. En conclusión, somos hijos de Hammurabi y de aquellas
normas que hoy nos puedan parecer incluso risibles, surgen los pilares de nuestro
sistema social y jurídico. Los pilares de nuestra democracia no están sino construidos
del mismo material que cimentó la sociedad babilónica hace casi cuatro mil años.