Feminismo y Liberalismo - 3J NI UNA MENOS
Feminismo y Liberalismo - 3J NI UNA MENOS
Feminismo y Liberalismo - 3J NI UNA MENOS
“No tengo que pedir perdón por ser un hombre blanco de ojos claros” decía Javier Gerardo Milei
(diputado nacional por la CABA) hace pocos días, en vísperas del séptimo Ni Una Menos, en una clara
intención de generar una confrontación de sus ideas y sus intereses contra los del movimiento
feminista.
El retorno de las ideas liberales al primer plano de la política pueden interpretarse como un
desencanto o una falla en el proceso de persuasión de las fuerzas políticas, sumado a un descrédito
de la población para con la política en general causada a partir de varios años de esperanzas no
retribuidas y expectativas incumplidas provocadas por las dos principales fuerzas políticas
competitivas a nivel nacional, provocando una fuga de interés y de fotos al sistema político, recayendo
en propuestas rimbombantes de achicar -o destruir- el Estado y hacer volar todo por los aires,
literalmente, fogoneando la idea de que una total desregulación económica, financiera y social en
general por parte del Estado puede funcionar como un ordenador natural frente a la no poco cierta
ineficacia del mismo y de los gobiernos que lo administraron para atacar los principales problemas y
preocupaciones de los argentinos y las argentinas.
En este contexto pareciera que rivalizar con todo movimiento y toda idea que represente un ideal
político es un abono de primera calidad que hace crecer a las fuerzas de la antipolítica para moverse
por el suelo fértil que genera el descontento generalizado en la sociedad del que veníamos hablando,
y el enemigo de turno, aunque sea por un rato, pareciera estar encarnado en el movimiento feminista.
Partiendo de esta idea surgió la pregunta acerca de si existe una disputa política entre las fuerzas del
odio y de la antipolítica alineadas detrás del diputado anticasta y el movimiento feminista como un
todo comprendido por una masa de mujeres y diversidades que es transversal a todo el arco político
y trasciende los partidos políticos. Como ha dicho algún joven intelectual peronista de pelo
improbable, el movimiento libertario está en el centro de la escena, quizás antes de tiempo para lo
que son sus propios intereses.
Como decíamos al principio, el pasado viernes 3 de junio se cumplieron 7 años desde la primera
marcha del Ni Una Menos, y son 2000 (quizás al momento de leer estas líneas sean más) los femicidios
desde aquella fecha. Hoy hay una fuerza política -sí, política, por más anticasta que se digan- que
atenta contra los derechos adquiridos y por adquirir del movimiento de mujeres y diversidades y es
deber de quienes nos sentimos parte o de quienes creemos en esas días de repudiar estas amenazas,
tanto desde el discurso como desde la acción.
Preguntas disparadoras
¿Las ideas liberales de las que hablamos son insanablemente excluyentes de las ideas feministas?
¿El peronismo, como eje ordenador de la política argentina, es parte natural en este conflicto? ¿Es
parte por elección? ¿O es un mero espectador?
¿El peronismo es feminista? ¿Pueden coexistir en un frente político como el FDT un peronismo
feminista y uno que no lo es? ¿Hay lugar para el antifeminismo?
¿Las políticas emitidas por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades son efectivas?
Frente al ataque de las fuerzas liberales a las políticas emanadas de organismos como tal Ministerio,
si las concebimos como ineficaces, ¿Cómo se las defiende si “tienen razón”, por más que su
contrapropuesta sea, a priori, peor?
OPINIÓN
18/05/2022
Un repaso histórico.
El primer mito a derribar es que el liberalismo como un actor político es algo nuevo en la historia
argentina. Desde nuestro origen como Estado, e incluso antes, el liberalismo es una de las
identidades fundantes de la nación. Los revolucionarios de Mayo eran liberales, también los que
escribieron nuestra constitución y consolidaron el estado. La argentina del modelo de la
industrialización dirigida, que precede a Perón pero no lo sobrevive mucho, es el gran corte
histórico. Más en la actualidad, el kirchnerismo logró, post 2001, romper políticamente con el
ciclo anterior, denominado neoliberal. Si pensamos en 2006, la definición política “liberal” era
totalmente inerte. Hoy, 2022, el liberalismo es un actor político realmente existente. Esta caída y
auge y su desarrollo hacia adelante es algo que se nombra mucho pero se explica poco, en gran
medida porque su existencia solo termina de entenderse sobrevolando la “grieta”.
Más allá de cualquier juicio positivo o negativo, el ciclo kirchnerista toca techo en algún
momento cerca de 2011 y desde ahí comienza a debilitarse. Los políticos que van a poder
capitalizar este desgaste son Massa y Macri. El primero, ex UCeDe, dirige una ruptura por
derecha, con discurso más liberal, del partido gobernante. El segundo viene con una estructura
política nueva, el PRO, en la cual el viejo liberalismo noventista es parte integral. El propio
candidato del entonces oficialismo, Daniel Scioli, también tenía un pedigree de esa nueva
política surgida en el menemismo. La izquierda muy acertadamente hizo referencia en la
campaña de 2015 como los tres principales candidatos eran “hijos políticos” de Menem.
Por esto es que no debería sorprendernos la aparición política del liberalismo en la escena
pocos años después. Pero si bien hay mucho para discutir sobre la vigencia política del
menemismo (tratado mejor hace poco en estas columnas), hay que mirar con más atención
para encontrarlo con estructura propia. Durante el período de oro menemista el liberalismo es
una corriente ideológica y económica, pero es justo antes y justo después cuando lo
encontramos como actor político-electoral. En la elección de 1989, Alsogaray saca el 7,17% de
los votos. En 1999, luego de romper con el PJ, Cavallo saca un considerable 10,22%. Pero su
pico máximo estará en el 2003, con Lopez Murphy y su 17%, aunque su pasado radical hace
difícil sostenerlo en la misma genealogía.
En esta perspectiva, podemos ver cómo el liberalismo como actor político electoral tiene más
explicación en virtud de la desorganización de la estructura política general que con la vigencia o
no de las ideas liberales en la sociedad.
Unidos y desorganizados
En el campo del peronismo, el gran desintegrador está en la interna. Una interna que tiene
varios años y que resulta más de una falta de posibilidad de diagramar un rumbo estratégico que
de una disputa puntual entre dos facciones. Sin dar vueltas, es claro que a Cristina y a La
Cámpora, adentro del peronismo, no le gana nadie una interna. Ni hoy, ni en los últimos 20
años. Pero tampoco está pudiendo este sector conducir un proceso de transformación virtuoso
respecto a los problemas que tuvo al final de su primera gestión. Ese deseo de no cambiar no es
reprochable en sí, pero simplemente implica que todo desarrollo político novedoso se termina
dando o canalizando por fuera de esa estructura política. Una gran excepción a esto, en donde
si hay un fuerte cambio y acoplamiento a las nuevas tendencias sociales, es en la cuestión
feminista. Y es justo en esta cuestión donde se da uno de los principales choques en el ámbito
cultural con el nuevo libertarianismo, única fuerza política real con discurso antifeminista.
Adaptarse a las nuevas corrientes no quiere decir que se pueda contentar a todos tampoco. De
cualquier forma, el plano de los derechos de las mujeres y minorías es uno de los puntos más
débiles del discurso libertario, especialmente entre la juventud, sector al que se apunta como
estratégico.
En el frente del pro, radicalismo y otros grupos periféricos, el núcleo del desorden no es una
cuestión de discusiones internas, sino su fracaso económico y político. Digámoslo claro, si el
macrismo hubiera sido un gobierno aceptable, el libertarianismo no existiría. Solo hay que
pensar en que sus figuras eran macristas en su momento. Milei defendiendo el fiasco de las
LEBACS, bonos de deuda pública y emisión cuasifiscal; ahora parece historia antigua, pero
sucedió. Después de la implosión económica del 2018 (sin pandemia, ni crisis internacional, ni
guerras) se abrió la oportunidad perfecta para que surjan rupturas. Por “izquierda” (centro,
digamos) se rompió el colaboracionismo de ciertos sectores de la oposición. Por derecha hubo
no una sino dos rupturas políticas, minoritarias ambas, pero importantes. La primera
conservadora y liberal, Centurión (ex funcionario macrista); la segunda liberal y conservadora,
dirigida por Espert con la figura en ascenso de Milei.
La figura de Larreta, candidato natural de Juntos por el Cambio, con una
retórica bastante más estatista e institucional alimenta esa ruptura generada.
Los intentos de los “halcones” de JxC, como Patricia Bullrich de canalizar el
discurso libertario hacia adentro del frente parecen estar triunfando en Espert
pero no en Milei y el núcleo mayoritario. Quién sí aparece como posible
reunificador sería Macri, si es que juega y conduce.
La no conducción del libertarianismo por parte de los dos bloques mayoritarios se da, entonces,
en uno porque no quieren y en el otro porque no pueden.
Fear is the mind-killer, the little-death that brings
total obliteration
De cualquier forma, cualquier persona metida un poco en el mundo político puede apuntar muy
fácilmente que el peligro no es Avanza la Libertad o Espert o Milei sino sus ideas, su retórica
agresiva, sus políticas. Pero la cuestión va un paso más allá. Las ideas no surgen por
generación espontánea sino que tienen bases y fundamentos materiales y culturales.
Esta diferencia explica ese diálogo entre sordos en el que suele transformar cualquier discusión
sobre “qué hacer” frente al fenómeno Milei. El periodista Tomas Rebord cuestionaba en su
programa MAGA “¿Cómo le vas a tener miedo a Milei?”, palabras más palabras menos:
“goberná bien y hacé buena política y listo».
El miedo es una reacción instintiva, y como toda cuestión instintiva tiene su profunda sabiduría.
Te tensiona, te alerta y te señala un peligro. Pero es mal consejero para definir un rumbo
complejo. En El Conde de Lucanor se aconsejaba nunca entrar en combate movido por el
miedo, que siempre vence el que aguanta. En todo caso la emocionalidad es una cuestión
interna e individual, lo importante es vislumbrar un rumbo político colectivo.
JxC tiene una apuesta clara. Encarando las elecciones en unidad no parecen temer la
dispersión del voto. Si la polarización triunfa quizás puedan simplemente absorber y canalizar el
descontento en su propia oferta electoral. No sería la primera vez que una tercera vía se
disuelve en el bloque mayoritario de la oposición. Siendo casi imposible un resultado de victoria
en primera vuelta, a menos que suceda un resultado catastrófico para alguno de los grandes
frentes, el ballotage con su lógica de uno u otro es casi inevitable.
El FdT tiene de nuevo más complejidades para abordar el fenómeno. En primer lugar porque
Milei impugna más directamente las bases morales de la Argentina Kirchnerista.
Posiblemente la “monstruosidad” de Milei surge en gran medida de cumplir con las “órdenes” del
kirchnerismo. Me explico: así como el PRO y Cambiemos fueron de alguna manera la respuesta
al “armen un partido y ganen las elecciones”, Milei y el fenómeno libertario de alguna manera la
respuesta a la crítica contra los “apolíticos”. Hace mucho no se escucha ese discurso dando
vueltas, posiblemente porque quedan más claras sus consecuencias, pero hasta hace unos
años era muy común escuchar una y otra vez el problema de la gente apolítica y neutral, cómo
en realidad eran otra cosa y que esa postura era de alguna forma “dañina” para la sociedad.
Bueno, nos hicieron caso y se politizaron. Ahí los tenemos.
En el plano de la política el Frente de Todos se conforma con confrontar públicamente con Milei
como un modo cómodo de mostrar un rival tan lejano que obligue a diferenciarse y cerrar filas.
Otra esperanza subterránea es que el voto libertario, que es entendido como voto “natural” de la
coalición antiperonista, permita que el macrismo llegue más débil a la elección que si todo el
bloque fuera unificado.
Si bien estas ideas utilitarias están, no considero que sean la clave para entender la relación
entre el peronismo y el libertarianismo hoy.
La peronización
Desde la aparición del peronismo se dio un fenómeno de incorporación al movimiento de fuerzas
sociales surgidas en el “llano”, a veces incluso en las antípodas de la forma que tomó el
justicialismo en el período anterior. Sindicalismo, nacionalistas, dirigentes conservadores,
radicales, la juventud católica, la izquierda universitaria, los pobres organizados en el
movimiento piquetero, el movimiento por los derechos humanos, sectores importantes del
feminismo. También muchísimo del liberalismo terminó en el peronismo en los 90 (Massa y
Boudou, por poner dos ejemplos). La capacidad de digerir los cambios en el mundo, tanto en la
cabeza de los dirigentes como en la composición interna, está casi en el ADN peronista.
Entonces cabría pensar si hay alguna posibilidad de que suceda lo mismo con esta nueva
oleada libertaria.
En primer lugar veamos qué lo impide en la actualidad. La vigencia de la “batalla cultural”
respecto a ciertos temas de agenda pone al FdT y a los libertarios consistentemente en veredas
opuestas y hace difícil encontrar marcos de paz para generar acuerdos en común. La otra pista
clave es que con la interna a flor de piel, cualquier acercamiento o incorporación va a estar
correlacionada a esa cuestión. Con el cristinismo corriendo a Kulfas y Guzman como si fuesen
super liberales no parece muy viable un giro a la incorporación de esos discursos. No con
Cristina siendo la figura con peso real propio dentro de la coalición. Pero bueno, Menem en
1989 era el candidato populista del “salariazo”, contra el liberalismo: los caminos de la política
argentina son siempre misteriosos.
Por último veamos que elementos afirman que se puede y se debe incorporar desde el
peronismo ciertos elementos del discurso libertario.
El éxito del discurso de Milei en la juventud y en el pequeño comerciante no se explica sin un
agotamiento de la vieja retórica, luego de una década sin crecimiento y con alta inflación que no
parece que vaya a cambiar. Es un eco actualizado del agotamiento que llevó a la derrota en
2015. La defendidísima “presencia del estado” parece ser ya más un estorbo real que una
esperanza futura para un gran sector de la población. El discurso de la “cultura del trabajo”
contra la “cultura del plan” permea en las clases populares en donde se ve al asistencialismo
más como status quo que como victoria propia. El discurso contra el déficit fiscal y la inflación
que daña irremediablemente la estabilidad económica argentina, etc.
Racionalización económica, reducción del déficit, modernización real del estado, regeneración
de las condiciones para el desarrollo de una clase media, ordenamiento impositivo. Son todas
soluciones a problemas que un gran sector del peronismo no quiere enfrentar, o peor todavía,
milita que no existen. Todo este viento de cola que disfruta el libertarianismo no puede ser
ignorado como simple propaganda del enemigo, sino que tiene que forzar a la modernización y
actualización del acervo político peronista. Todos estos reclamos deben ser retomados,
digeridos, canalizados, transformados. No para “sumar libertarios” sino para ganarles y
anularlos. Porque es correcto y necesario para el país y para la supervivencia política del
peronismo. La peronización de los mejores elementos externos viene después y viene sola, pero
solo si hay algo interesante que ofrecerle a la sociedad. Y sólo si el peronismo está dispuesto a
continuar con su más sagrada tradición, que es tener siempre un oído puesto en el pueblo.
OPINIÓN
Por
Antonella Marty
28 de Junio de 2021
Cada junio se celebra el mes del orgullo LGBTQ+ a lo largo del mundo. Pero,
¿sabemos por qué? En los Estados Unidos de 1960, los gays, lesbianas y personas
trans eran prácticamente forajidos, vivían en secreto y con miedo. Eran etiquetados
de locos por los médicos, de inmorales por los líderes religiosos, y de criminales
por la policía. Los rastreos postales se hacían con frecuencia a fin de detectar
dónde había homosexuales, los locales frecuentados por homosexuales eran
allanados y clausurados y a un sinfín se los intentaba “curar” con descargas
eléctricas y otras aberrantes prácticas.
Miles de personas eran arrestadas cada año en ciudades en las que hoy no
podríamos ni imaginarlo, como es el caso de Nueva York, por lo que las
autoridades llamaban “crímenes contra la naturaleza”. Y precisamente allí, en
Nueva York, ocurre un importante hecho en el famoso barrio de Greenwich
Village, aquella noche de verano, el 28 de junio de 1969 en la que gays, lesbianas y
personas trans se rebelaron en el famoso bar Stonewall Inn (hoy todavía abierto,
bar muy típico y recomendado para los que visiten Nueva York), frente al
recurrente hostigamiento policial, cambiando millones de vidas hasta el momento
de hoy.
Este fue el primer momento oficial en la historia del país en el que las personas
LGBTQ+ pelearon contra un sistema legal hostil que los perseguía por sus
orientaciones sexuales. Así, la famosa Revuelta de Stonewall significó una serie de
manifestaciones espontáneas en protesta contra la operación policial en los Estados
Unidos de Richard Nixon, donde las personas LGBTQ+ se encontraban en pleno
ojo del huracán, donde toda persona que se saliera de la estricta normatividad era
perseguida por la ley, golpeada por las fuerzas policiales y castigada con prisión
por aquel Escuadrón de la Moral. Estos disturbios sirvieron para infundir la fuerza
necesaria a las personas oprimidas y perseguidas, comenzando un levantamiento
contra la homofobia.
Desde ese momento, las protestas y marchas que se llevan adelante a lo largo de
las próximas décadas, desde los años sesenta y setenta en adelante, son las que se
rebelan contra un sistema inquisidor. Estas protestas han estado amparadas en el
concepto liberal de la igualdad ante la ley y son las que ponen sobre la mesa una
libertad y una igualdad ante la ley que han sido negadas durante muchos siglos y
que todavía hoy son negadas en cuantiosos países de nuestro planeta.
Sobre este asunto el gran interrogante que esbozamos es el siguiente: ¿a quién daña
la homosexualidad, la transexualidad, el poliamor o incluso la prostitución,
siempre que estas relaciones, al igual que las relaciones heterosexuales, por
ejemplo, ocurran en el marco de decisiones o relaciones consentidas, voluntarias y
adultas? La respuesta es simple: a nadie. Tu cuerpo, al fin y al cabo, es tuyo. Ni al
Estado ni a nadie le corresponde dictaminar cómo debe ser tu conducta en la cama
o en tu vida. Es que lo que dos adultos (o más) hagan manera voluntaria es asunto
de ellos y de nadie más.
¿Por qué hacemos alusión a esto? Porque el Estado no puede tener lugar en tu
cama y, si de conservadores se trata, no se puede utilizar al Estado (ni a nadie) para
organizar las camas ajenas de acuerdo con la propia idea de “cama correcta”. Tú,
como adulto, tienes todo el derecho de ir a la cama con el adulto que quieras
(siempre que se cuente con la voluntad de todas las personas involucradas) y de
amar a quien quieras libremente. Como bien nos explica Deirdre N. McCloskey en
esta obra, el liberalismo es ser adulto: nadie puede decirte cómo debes vivir tu
propia vida.
Es que no hay falacia más grande que la de “familia natural”. Las familias a lo
largo de la historia de la humanidad, desde que éramos unos cavernícolas, eran
tribales: mujeres cuidando a los niños de la tribu, hemos tenido y tenemos familias
de mamás solteras, papás solteros, viudas, viudos, tíos cuidando sobrinos, abuelos
cuidando nietos, dos padres e hijos, dos madres e hijos, etc. ¿Es que todas esas no
son familias?
Si recurrimos a los índices y números, contemplaremos que los países con mayores
libertades para las personas LGBTQ+ son aquellos con mayores grados de libertad
económica, los más capitalistas y los más libres. ¿Qué hay en la otra cara de la
moneda? Los declarados países socialistas se ubican últimos en cada ranking de
libertades para las personas LGBTQ+. Una vez más: el dato mata al relato, incluso
para aquellos que llaman “marxismo cultural” a la defensa de estas libertades.
Y sí, orgullo. La palabra es orgullo. Se celebra con orgullo. Hace tan solo cuarenta
años ser homosexual era un motivo por el que ibas preso o por el que incluso los
gobiernos te daban pena de muerte (y todavía sigue siendo así en decenas de
países). A fin de cuentas, hoy más que nunca y en pleno siglo XXI, después de
tantos siglos de crueldad, ha llegado la hora de que la humanidad entienda que
nadie es dueño de los demás, que nadie tiene el derecho a imponerle a otros su
“modelo de vida perfecto”. Somos adultos. De eso se trata el liberalismo, de eso se
trata la libertad.
SOCIEDAD
• 02-09-2020
(Fuente: ТheDailyBeast.com)
¿Se imagina uno ser acusado de manera injusta por algo que no cometió? Sería algo muy
fuerte de soportar para cualquier persona. Esa es la dura realidad que deben soportar
las personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales (LGBT) día a día debido a los
discursos de odio que los acusan de ser enfermos hasta promover la pedofilia. Ambas
acusaciones evidentemente falsas o mentirosas, hechas solo por el prejuicio contra la
homosexualidad y la transexualidad.
Para los liberales, las personas que promueven estos mensajes prejuiciosos que derivan
en odio, tienen todo el derecho de realizar su difusión libremente —sin ninguna
restricción—. Es más, indican que tienen la el derecho a ofender. Esto se debe a que uno
de los preceptos que indica tener el liberalismo es la libertad de expresión al extremo,
es decir, sin importar si al hacer uso de esta libertad se cae en discursos de odio contra
sectores históricamente vulnerados en sus derechos, como la población de personas
LGBT. Por lo tanto, si bien existirán liberales que no difundan discursos de odio
homofóbicos y transfóbicos —otros, la gran mayoría, sí lo hacen —, sí defienden la
existencia de los mismos a pesar del daño social que causan.
Mira:
Europa, sus “bárbaros” y sus “indios”
Una de las consecuencias que tienen los discursos de odio son la segregación familiar. Es
decir, que las personas LGBT, sobre todo adolescentes y jóvenes son echados fuera de
sus hogares cuando sus familias se enteran de su orientación sexual o identidad de
género fuera de la heteronormatividad impuesta por la sociedad. Este tipo de
situaciones bastante trágicas se dieron incluso en plena pandemia de COVID-19. E
incluso, existen padres de familia que asesinan a sus hijos solo por ser homosexuales.
Otra consecuencia que tienen los discursos de odio es la segregación social. Esto es
observable en los elevados índices de desempleo en trabajos formales, precariedad
laboral y pobreza en las personas LGBT, sobre todo, en hombres gais y mujeres
transgénero y transexuales. En este sentido, la Declaración de expertos en Derechos
Humanos en el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia del 17 de
mayo de 2020 señala: “En todas las latitudes, las personas LGBT están
desproporcionadamente representadas en los índices de pobreza, falta de acceso a la
vivienda y falta de atención médica (…)”.
“Uno de los preceptos que indica tener el liberalismo es la libertad de
expresión al extremo, es decir, sin importar si al hacer uso de esta libertad
se cae en discursos de odio contra sectores históricamente vulnerados en
sus derechos”
Asimismo, el liberalismo defiende que se despida a una persona LGBT solo por el hecho
de serlo. Es decir, que defienden la discriminación y segregación por homofobia y
transfobia. Porque para la doctrina liberal, lo más importante es la santidad de la
propiedad privada individual del empresario sobre su empresa —sus privilegios— que
el bienestar social y la inclusión de las personas transgénero y transexuales.
La discriminación en el ámbito de la salud es otra de las consecuencias de los discursos
de odio contra las personas LGBT. Según la Red Latinoamericana y del Caribe de
personas trans (Redlactrans), al menos 52% de personas transgénero y transexuales
sufrieron discriminación en centros de salud y hospitales debido al estigma que tienen
contra ellas. Esto lleva a que las personas trans se automediquen o recurran a centros
de salud no autorizados, lo que pone en riesgo su integridad e incluso su vida.
Por último, pero no menos importante, una de las terribles consecuencias de estos
discursos de odio son los crímenes de odio y la impunidad de los mismos. Afrontar toda
esta violencia hace que “(…) la esperanza de vida promedio de mujeres trans a 35 años”
en el continente americano, según señala la Organización de Estados Americanos (OEA)
en un comunicado de prensa del 29 de marzo de 2018.
En base a todo lo expuesto, se puede concluir que los liberales no son verdaderos
aliados de las personas LGBT, porque no les interesa luchar contra los discursos de odio
que se impusieron desde el prejuicio religioso y la heteronormatividad. Y al no hacerlo,
apoyan de manera indirecta la segregación social y discriminación que sufren las
personas LGBT como consecuencias de los mismos. Por lo tanto, los discursos banales y
superficiales de activistas u organizaciones liberales (que creen que por publicar un par
de veces en redes sociales que no son homofóbicos) solo buscan atraer la atención de
las personas LGBT hacia su ideología, y así debilitar la lucha por los derechos plenos de
esta comunidad —esto incluye a vivir sin tener que escuchar discursos de odio ni sufrir
sus consecuencias—. Si realmente desean ser verdaderos aliados, deberán despojarse
de sus prejuicios, y combatir los discursos de odio y la discriminación contra las
personas LGBT de manera activa y proactiva en la sociedad.
Pliego de demandas colectivas
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El documento completo
8. En Febrero del 2023 comenzará un nuevo juicio oral por Lucía Pérez:
una vez más exigimos ¡JUSTICIA!
12. Efectivización de la Educación Sexual Integral ¡YA! Por una ESI con
perspectiva de discapacidad, educación inclusiva y feminista.
27. ¡Ni una más víctima de las redes de trata y proxenetismo! Las pibas
desaparecidas son para ser prostituidas. Basta de complicidad policial,
judicial y política.
37. Exigimos la sanción de la nueva Ley de VIH, Hepatitis virales, otras ITS
y tuberculosis.
40. Nos solidarizamos con las mujeres y niñas Villalba ¡Ni una compañera
Paraguaya menos! El Estado paraguayo es Femicida, Infanticida y
terrorista, mantiene desaparecida a Carmen Villalba “Lichita” desde el 30
de noviembre de 2020. Asesinó a María Carmen y Lilian Mariana, niñas
de 11 años el 2 de septiembre de 2020. Actualmente Laura Villalba está
presa por portación de apellido y por maternar bajo acusaciones
misóginas e infundadas. En octubre enfrentará un juicio totalmente
ilegal, arbitrario, violando todos sus derechos. Libertad a Carmen Villalba
presa con condena cumplida.
41. A Larreta y a la derecha le decimos ¡BASTA! No pasarán sobre
nuestras conquistas, ni sobre nuestro futuro. En la Ciudad más rica del
país y laboratorio de expresiones políticas misóginas, transodiantes y
racistas, desde el feminismo popular nos organizamos para frenar la
reorganización de la derecha local, federal y continental.
#NiUnaMenos #ElEstadoEsResponsable
#VivasLibresyDesendeudadesNosQueremos
FIRMAS:
Suscribirse
En su texto The Rise of Neoliberal Feminism (El auge del feminismo neoliberal),
Catherine Rottenberg define el fenómeno que a partir de la segunda década del
siglo XXI ha supuesto la reinserción popular de los temas feministas en el
imaginario dominante. Movimientos como MeToo y Time’sUp han permitido la
máxima difusión de un mensaje emancipador que ha llegado a un público tan
amplio como heterogéneo. Al mismo tiempo, sin embargo, la popularidad
alcanzada por el feminismo contemporáneo exige a menudo la simplificación de
las diversas y complejas cuestiones que atraviesan la teorización feminista,
corriendo el riesgo de reducir este movimiento político a meros eslóganes.
El aislamiento de Kollontaj dentro del Partido será cada vez más significativo.
Aunque nunca se opuso directamente a Stalin, practicó una especie de resistencia
pasiva al régimen y en 1940 consiguió mediar en la paz entre Finlandia y la Unión
Soviética. En 1945 dimitió como embajadora en Estocolmo y regresó a Moscú,
donde murió en 1952.
Una reflexión compleja que se refleja en una vida dedicada a la revolución une a
estas mujeres en su militancia contra un sistema de explotación: el capitalismo, que
combina la discriminación de género, «raza», clase y orientación sexual. Una lucha
que el feminismo contemporáneo no debe olvidar y de la que estas «damas de la
revolución» siguen siendo hoy un símbolo en el que inspirarse.