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Cultura paracas

Cultura preincaica peruana

Paracas fue una importante civilización precolombina del Antiguo Perú, del periodo denominado
Formativo Superior u Horizonte Temprano, que se desarrolló en la península de Paracas,
provincia de Pisco, región Ica, entre los años 700 a. C. y 200 d. C. Es contemporánea en parte
con la cultura chavín que se desarrolló en el norte del Perú. Actualmente se sabe que lo que el
arqueólogo peruano Julio César Tello Rojas denominó como «Paracas-Necrópolis» pertenece a
otra tradición cultural, la llamada cultura topará, cuyo centro estaba ubicado más al norte, en el
valle de Chincha.[1] ​
Paracas

Localización geográfica aproximada

Datos

Cronología 700 a. C. - 200 d. C..

Localización Pisco, costa centro-sur del Perú


Los paracas realizaban una textilería de alta calidad, en lana y algodón, así como una cerámica
decorada y una cestería muy elaborada. También realizaban trepanaciones craneanas, cuyos
fines aún se discuten. La cultura paracas es la antecesora de la cultura nazca con la que tiene
una evidente afinidad cultural; de hecho, para muchos especialistas, la fase final de Paracas es
en realidad la fase inicial de la cultura nazca.[2] ​

Ubicación geográfica

La cultura paracas se desarrolló principalmente entre los ríos Ica y Pisco y en la península de
Paracas (departamento de Ica). En su época de mayor expansión, se extendió por el norte hasta
Chincha y por el sur hasta Yauca en la región Arequipa.

Algunos creen que el principal centro de los Paracas pudo estar ubicado en Tajahuana, en el
valle de Ica, por el sector de Ocucaje. Se trataba de un poblado fortificado elevado sobre la cima
de una peña de fácil defensa.[cita requerida]

Etimología

Paracas es una voz quechua que significa lluvia de arena (para, «lluvia», y aco, «arena»), y alude a
los efectos causados por los vientos huracanados que suelen azotar periódicamente la región,
los mismos que arrastran arena y guano de las islas cercanas, y cubren con ella la superficie a
modo de una capa blanquecina.[3] ​Este fenómeno atmosférico, denominado viento paracas, ha
dado su nombre a la península de Paracas, y por extensión, a la cultura preinca descubierta en
esa región.

Yacimientos paracas

Chincha: Bodegas, Lurín, Chincha.

Pisco: Cerro Colorado, Disco Verde, Cabeza Larga, Chongos, Tambo Colorado.

Ica: Teojate, Huamaní, Ocucaje, Callango (Ánimas Altas y Ánimas Bajas), Chiquerillos, Ullujalla,
Tomaluz.

Palpa: Mollaque, Chichictara.

Nasca: Soisongo, Atarco, Trancas, Cahuachi.

Descubrimiento
La cultura Paracas fue descubierta en julio de 1925 por el arqueólogo peruano Julio César Tello
Rojas, frente a la bahía de Paracas y al sur de Pisco. En agosto del mismo año, Tello, ayudado
por su discípulo Toribio Mejía Xesspe, instaló un campamento arqueológico en el sitio.

El primer cementerio paracas fue hallado por Tello en las colinas de pórfido rojo conocidas
como Cerro Colorado. En total halló 39 tumbas en forma de pozo, que él denominó “cavernas”,
las cuales contenían fardos funerarios envueltos en finos mantos y rodeados de cerámicos,
instrumentos de caza, pieles de animales y alimentos.

En 1927, Tello, junto con Mejía Xesspe, descubrió otro cementerio, en Warikayan, muy cerca de
Cerro Colorado, al que denominó Paracas-Necrópolis, donde halló 429 cadáveres momificados
envueltos cada uno con varios mantos, algunos de los cuales eran muy espléndidos. Son los
célebres mantos paracas, conservados hoy en el MNAAHP.[4] ​

Además de esos dos cementerios, Tello identificó en la península de Paracas un tercer


cementerio, al que denominó Arena Blanca o Cabeza Larga, este último nombre debido a la
presencia de cráneos deformados, de forma alargada. Allí, además de tumbas saqueadas, halló
restos de viviendas subterráneas.[5] ​

División según Tello

Tello estudió cómo los paracas enterraban a sus muertos y sostuvo que esta cultura pasó por
dos épocas bien definidas. Llamó a la primera «Paracas-Cavernas»; porque enterraban a sus
muertos dentro de tumbas excavadas de manera vertical en el suelo, que se ensanchan antes
de alcanzar piso, lo que le da una forma de copa invertida (aunque más que «cavernas» son en
realidad pozos). Llamó a la segunda «Paracas-Necrópolis»; porque enterraban a los muertos en
cementerios rectangulares más sofisticados, que simulan ser «ciudades de muertos» o
necrópolis.

Esta división de la cultura paracas estuvo en boga durante largas décadas, debido al prestigio
de Tello, considerado el «padre de la arqueología peruana», hasta que otros arqueólogos
demostraron que la denominada «Paracas-Necrópolis» pertenece en realidad a otra tradición
cultural: la cultura topará.

Paracas Cavernas (700 a. C. - 200 a. C.)


La etapa Paracas Cavernas tiene una antigüedad de 700 años a. C. La población principal de la
cultura Paracas en esta época se desarrolló en Tajahuana, a orillas del río Ica, en el sector
Ocucaje. El nombre proviene por la manera de cómo enterraban a sus muertos los Paracas, en
forma fetal. Esto se comprueba por los hallazgos de los fardos funerarios encontrados en Cerro
Colorado.

Las tumbas encontradas eran subterráneas cavadas en las rocas, con una forma que parece
una “copa invertida”, o de botella de cuello alto, en cuyo fondo de unos 6 metros de diámetro,
colocaban los fardos funerarios. Eran tumbas comunitarias, aunque no se sabe si los
enterramientos correspondían a una misma familia.

Los cuerpos se encuentran momificados, por las condiciones climáticas y del terreno. Algunos
de los cadáveres muestran trepanaciones y deformaciones craneanas.

Paracas Necrópolis (200 a. C. - 200 d. C.)

Cráneos deformados expuestos en el Museo Regional de Ica.

El periodo de Paracas-Necrópolis (ahora es parte de la cultura Topará),recibió su nombre por el


hecho de que sus cementerios, de forma rectangular, descubiertos en Warikayan, estaban
divididos en varios compartimientos o cámaras subterráneas, que a Tello le parecieron una
«ciudad de los muertos» (necrópolis). Cada cámara grande supuestamente habría sido
propiedad de una familia o clan específicos, que enterraba a sus antepasados a lo largo de
muchas generaciones.

Las tesis de Tello fueron cuestionadas por otros arqueólogos. En primer lugar, Warikayan no
parece haber sido una necrópolis, sino un gran centro poblado, en algunas de cuyas
edificaciones fueron depositados más de 400 fardos, hecho que hasta ahora no tiene una
explicación satisfactoria. Podría haber sido un sitio considerado sagrado, por la coloración roja
de sus cerros y su cercanía al mar, que lo relacionaría con la muerte y la regeneración.[6] ​Y en
segundo lugar, las manifestaciones culturales de este yacimiento no pertenecen a la cultura
paracas propiamente dicha, sino a otra tradición cultural distinta, que ha sido denominada
Topará y que se desarrolló en los valles de Cañete, Topará, Chincha y Pisco, hasta la península
de Paracas como límite sur. Es decir, Warikayan se hallaba precisamente en la frontera de
ambas culturas. Es probable que la cultura topará se impusiera bruscamente en la región tras
una guerra de conquista. La presencia de armas en muchos fardos funerarios, así como la
masiva presencia de cráneos rotos y trepanados, serían signos de una época muy violenta.

Cada momia está envuelta en muchas capas de textiles, algunos de los cuales son de
extraordinaria calidad. Estos últimos, precisamente, son los que han hecho ganar fama a
Paracas, ya que sus mejores ejemplares son muy esplendorosos. Son conocidos mundialmente
como los mantos paracas.

Arquitectura

Tanto en la península de Paracas como en otros sitios paracas no se han hallado rastros de
arquitectura monumental, a excepción del valle bajo de Ica, donde se encuentran dos sitios
importantes: Ánimas Altas y Ánimas Bajas.

Ánimas Altas abarca un área de 100 hectáreas y está defendida por una
muralla alta hecha con capas de paja y tierra revestida de adobes. Consta de
trece estructuras elevadas de similar orientación y patrón arquitectónico.
Algunas de sus paredes presentan decoraciones hechas en trazos incisos
cuando el barro todavía se hallaba húmedo. Representan a felinos divinizados.

A poca distancia de Ánimas Altas , se encuentra Ánimas Bajas, de unas 60 hectáreas de


extensión, conformado por siete montículos rectangulares construidos con adobes hechos a
mano, en forma de bolas o granos de maíz.

Si los paracas seguían sin duda un ceremonial riguroso y prolongado. El cadáver era
momificado mediante una técnica muy elaborada cuyos detalles permanecen desconocidos;
pero la mayor de las veces se recurría a la momificación natural, librada al medio ambiente. La
momia, envuelta en su sudario y en posición fetal, era colocada en un cesto de mimbre
conjuntamente con una serie de objetos, lo que nos indica el concepto que los Paracas tenían
sobre la vida ultraterrena. Se han hallado prendas de vestir, hondas, tejidos, así como vasijas
con granos de maní, mazorcas de maíz, etc. El conjunto era envuelto cuidadosamente por un
número no siempre igual de mantos o tejidos de diferente calidad; el paquete así formado se
llama fardo funerario. El manto que se halla más cerca del cuerpo de la momia suele ser el más
fino, bordado con figuras que representan simbólicamente el mundo de la mitología paracas.
Los mantos restantes son de menor calidad. Algunos fardos funerarios están envueltos hasta
por diez u once mantos, y pertenecen sin duda a los miembros de las clases dominantes.

Textilería

Manto Paracas.

Las tumbas halladas en Cerro Colorado («Paracas Cavernas») constituyen la fuente principal de
donde provienen las muestras del arte textil paracas. Están hechos a base de algodón (blanco y
pardo oscuro) y de lana de camélidos (llamas, alpacas, etc). A modo de complemento se
usaban pelos humanos y fibras vegetales.

Los hilos los teñían con sustancias de diversos colores. También coloreaban las telas después
de su confección. Otra técnica de decoración fue el bordado, aunque esta se realizaría más
profusamente y con resultados más espléndidos en Paracas-Necrópolis.

En cuanto a las figuras decorativas, estas representan seres míticos y motivos simbólicos,
generalmente en formas geométricas de estilo rígido, pero todo realizado con gran sentido
artístico. En especial, una figura se repite constantemente: el denominado Ser Oculado,
representado en cuerpo entero o solo su cabeza. Tiene los ojos desorbitados, la boca felina y el
cuerpo cubierto de símbolos que a veces se desprenden y cobran vida.
Pero indudablemente los mantos o tejidos más esplendorosos corresponden a Paracas-
Necrópolis, aunque esta pertenece en realidad a la cultura topará.

Cerámica

Tazón estilo Ocucaje.

La cerámica paracas presenta un estilo definido y muy vistoso, que se repite fuera de la
península(Extensión de tierra rodeada de agua por todas partes salvo por una, por donde está
unida a un territorio de mayor tamaño). de Paracas, en diversas áreas situadas entre los valles
de Chincha, al norte, y el valle del Río Grande (Palpa), al sur. Para el valle de Ica se ha logrado
establecer una larga secuencia de cerámica, que se inicia en tiempos anteriores a Paracas y
termina ya en los inicios de la cultura nazca, la cual es conocida como el Estilo Ocucaje, que
consta de 10 fases. Cabe destacar que esta secuencia cerámica es la más completa del
Formativo Andino.

La cerámica paracas tiene formas muy variadas: ollas, tazas, platos, así como botellas y vasijas
globulares con doble pico vertical unido por gollete puente. Algunas son de forma escultórica,
representando figuras humanas similares a los cuchimilcos de la cultura Chancay.

En cuanto a la técnica decorativa, esta era así: se delimitaban primero las


figuras con líneas incisas angulosas, trazadas cuando la arcilla todavía estaba
húmeda. Tras la cocción del barro se hacía recién el coloreado, para lo cual se
usaba pintura resinosa. Los colores usados mayormente eran el negro, el rojo,
el verde, el amarillo y el naranja. Las figuras representadas muestran
proximidad al arte chavín, en especial la representación de un ser
sobrenatural con rasgos de felino, ave y humano, al que se ha denominado el
Felino Volador.

Iconografía

La iconografía Paracas evoca temas cosmológicos, mitológicos y se refieren, al mismo tiempo a


relatos históricos como la conquista y la fundación de asentamientos humanos, eventos
marcados por guerras y celebraciones ceremoniales, en las que el sacrificio humano era
recurrente.

Trepanaciones craneanas

Existe constancia de que los paracas practicaron operaciones quirúrgicas, llamadas


trepanaciones craneanas. Para esta práctica el cirujano paracas usaba cuchillas de obsidiana,
tumis o cuchillos con filo en forma de medialuna (hechos de una mezcla de oro y plata), bisturís
y pinzas. También usaban algodón, gasas y vendas. Se perforaba el cráneo con la cuchilla de
obsidiana y se raspaba o excavaba el hueso dañado con el cuchillo, haciendo un movimiento
circular que daba forma circular a la abertura. Realizado el tratamiento respectivo, se obturaba
la abertura con planchas de oro o de mate (calabaza). Esto permitía que la operación cicatrice
sin ningún problema.

Se ha discutido mucho las razones que impulsaron a la realización de esta práctica; se cree que
fueron hechas con la intención de curar fracturas por hundimiento de las paredes óseas, para el
alivio de las cefaleas y el tratamiento de las enfermedades mentales mediante procedimientos
mágicos (posiblemente se creía que al abrir el cráneo salían los espíritus causantes del mal).[7] ​

Muchos cráneos con señales de trepanación indican que las personas sobrevivían a esa
práctica, debido a la presencia de callos óseos en la zona operada, los mismos que solo se
forman al pasar los años en una persona viva. Sin duda nadie se imaginaba lo que los Paracas
podían hacer.

Referencias

1. Makowski, 2004, pp. 40-41.

2. Van Gijseghem, H. (2006). «A Frontier Perspective on Paracas Society and Nasca


Ethnogenesis» (https://www.jstor.org/stable/25063066) . Cambridge University Press 17 (4):

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