5 Cuentos Maravillosos

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Blancanieves

 
Autor:
 
Hermanos Grimm
Edades:
  
generosidad, bondad, envidia, obediencia
Un día de invierno la Reina miraba cómo caían los copos de nieve mientras
cosía. Le cautivaron de tal forma que se despistó y se pinchó en un dedo
dejando caer tres gotas de la sangre más roja sobre la nieve. En ese
momento pensó:

- Cómo desearía tener una hija así, blanca como la nieve, sonrosada como
la sangre y de cabellos negros como el ébano.

Al cabo de un tiempo su deseo se cumplió y dio a luz a una niña bellísima,


blanca como la nieve, sonrosada como la sangre y con los cabellos como el
ébano. De nombre le pusieron Blancanieves, aunque su nacimiento supuso
la muerte de su madre. 

Pasados los años el rey viudo decidió casarse con otra mujer. Una mujer
tan bella como envidiosa y orgullosa. Tenía ésta un espejo mágico al que
cada día preguntaba:

- Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no soy yo la más hermosa?

Y el espejo siempre contestaba:

- Sí, mi Reina. Vos sois la más hermosa.

Pero el día en que Blancanieves cumplió siete años el espejo cambió su


respuesta:

- No, mi Reina. La más hermosa es ahora Blancanieves.

Al oír esto la Reina montó en cólera. La envidia la comía por dentro y tal
era el odio que sentía por ella que acabó por ordenar a un cazador que la
llevara al bosque, la matara y volviese con su corazón para saber que había
cumplido con sus órdenes.

Pero una vez en el bosque el cazador miró a la joven y dulce Blancanieves


y no fue capaz de hacerlo. En su lugar, mató a un pequeño jabalí que
pasaba por allí para poder entregar su corazón a la Reina. 
Blancanieves se quedó entonces sola en el bosque, asustada y sin saber
dónde ir. Comenzó a correr hasta que cayó la noche. Entonces vio luz en
una casita y entró en ella.

Era una casita particular. Todo era muy pequeño allí. En la mesa había
colocados siete platitos, siete tenedores, siete cucharas, siete cuchillos y
siete vasitos. Blancanieves estaba tan hambrienta que probó un bocado de
cada plato y se sentó como pudo en una de las sillitas. 

Estaba tan agotada que le entró sueño, entonces encontró una habitación
con siete camitas y se acurrucó en una de ellas. 

Bien entrada la noche regresaron los enanitos de la mina, donde trabajaban


excavando piedras preciosas. Al llegar se dieron cuenta rápidamente de que
alguien había estado allí.

- ¡Alguien ha comido de mi plato!, dijo el primero


- ¡Alguien ha usado mi tenedor!, dijo el segundo
- ¡Alguien ha bebido de mi vaso!, dijo el tercero
- ¡Alguien ha cortado con mi cuchillo!, dijo el cuarto
- ¡Alguien se ha limpiado con mi servilleta!, dijo el quinto
- ¡Alguien ha comido de mi pan!, dijo el sexto
- ¡Alguien se ha sentado en mi silla!, dijo el séptimo

Cuando entraron en la habitación desvelaron el misterio sobre lo ocurrido y


se quedaron con la boca abierta al ver a una muchacha tan bella. Tanto les
gustó que decidieron dejar que durmiera.

Al día siguiente Blancanieves les contó a los enanitos la historia de cómo


había llegado hasta allí. Los enanitos sintieron mucha lástima por ella y le
ofrecieron quedarse en su casa. Pero eso sí, le advirtieron de que tuviera
mucho cuidado y no abriese la puerta a nadie cuando ellos no estuvieran.

La madrastra mientras tanto, convencida de que Blancanieves estaba


muerta, se puso ante su espejo y volvió a preguntarle:

- Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no soy yo la más hermosa?


- Mi Reina, vos sois una estrella pero siento deciros que Blancanieves, sigue
siendo la más bella. 

La reina se puso furiosa y utilizó sus poderes para saber dónde se escondía
la muchacha. Cuando supo que se encontraba en casa de los enanitos,
preparó una manzana envenenada, se vistió de campesina y se encaminó
hacia montaña.

Cuando llegó llamó a la puerta. Blancanieves se asomó por la ventana y


contestó:

- No puedo abrir a nadie, me lo han prohibido los enanitos.


- No temas hija mía, sólo vengo a traerte manzanas. Tengo muchas y no sé
qué hacer con ellas. Te dejaré aquí una, por si te apetece más tarde. 

Blancanieves se fió de ella, mordió la manzana y… cayó al suelo de repente.

La malvada Reina que la vio, se marchó riéndose por haberse salido con la
suya. Sólo deseaba llegar a palacio y preguntar a su espejo mágico quién
era la más bella ahora. 

- Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no soy yo la más hermosa?


- Sí, mi Reina. De nuevo vos sois la más hermosa.

Cuando los enanitos llegaron a casa y se la encontraron muerta en el suelo


a Blancanieves trataron de ver si aún podían hacer algo, pero todos sus
esfuerzos fueron en vano. Blancanieves estaba muerta. 

De modo que puesto que no podían hacer otra cosa, mandaron fabricar una
caja de cristal, la colocaron en ella y la llevaron hasta la cumpre de la
montaña donde estuvieron velándola por mucho tiempo. Junto a ellos se
unieron muchos animales del bosque que lloraban la pérdida de la
muchacha. Pero un día apareció por allí un príncipe que al verla, se
enamoró de inmediato de ella, y le preguntó a los enanitos si podía
llevársela con él. 

A los enanitos no les convencía la idea, pero el príncipe prometió cuidarla y


venerarla, así que accedieron. 

Cuando los hombres del príncipe transportaban a Blancanieves tropezaron


con una piedra y del golpe, salió disparado el bocado de manzana
envenenada de la garganta de Blancanieves. En ese momento,
Blancanieves abrió los ojos de nuevo. 

- ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?, preguntó desorientada Blancanieves


- Tranquila, estáis sana y salva por fin y me habéis hecho con eso el
hombre más afortunado del mundo.

Blancanieves y el Príncipe se convirtieron en marido y mujer y vivieron


felices en su castillo.
Moraleja
La madrastra representa a la obsesión por la belleza física. Estas
personas viven pendientes de la opinión de los demás. En este caso,
la madrastra cada día le preguntaba al espejo sobre su belleza.
Blancanieves también consideraba muy importante su belleza ya que
dos veces puso en peligro su vida porque a madrastra pudo engañarla
vendiéndole accesorios.

Los enanitos representan a los 7 pecados capitales. En su relación


con Blancanieves cuando ella se independiza y comienza a buscar su
vida, se ilustra la manera en la que estos se van introduciendo en la
vida durante el crecimiento.

Rapunzel
Cuentos clásicos

Hermanos Grimm

valentía, amor

Había una vez un matrimonio que llevaba tiempo pidiendo a Dios tener un
hijo, y por eso la esposa creyó que muy pronto se lo concedería.

Un día estaba la mujer asomada a la ventana de su casa cuando fijó la


vista en el jardín de al lado. Era un jardín precioso, lleno de flores de todas
las especies, pero al que nadie se atrevía a entrar porque era propiedad de
una malvada hechicera. El caso es que de entre todas las flores que había
ella se quedó hipnotizada mirando los ruiponces frescos y verdes que había
plantados y empezó a sentir una terrible necesidad de probarlos. Tal fue
esa necesidad, que comenzó a entristecer.

- ¡Moriré si no pruebo los ruiponces del jardín de la bruja!, le dijo a su


marido

Como su marido la quería mucho, decidió arriesgarse y saltar al otro lado


del jardín.
Volvió a casa con los ruiponces y su mujer se los comió ansiosa. Pero al día
siguiente le pidió más. Aunque el hombre sabía que era peligroso, no podía
negárselos. De modo que volvió a cruzar a por más ruiponces. Pero esta
vez la bruja lo vio...

- ¡Qué haces? ¿Cómo osas robarme mis ruiponces?

- ¡ Lo siento, de verdad, lo siento! ¡No me hagáis nada malo por favor!

- Te dejaré marchar, pero tendrás que cumplir un trato. Tendrás que


entregarme el hijo de tu mujer en cuanto nazca.

El hombre estaba tan atemorizado que ni siquiera lo pensó y contestó que


sí.

Pasado un tiempo la mujer dio a luz a una hermosa niña, a la que le


pusieron de nombre Rapunzel, en honor a los ruiponces que tanto gustaban
a su madre.

Cuando la niña cumplió doce años la bruja la condujo a una torre muy alta
que estaba en el bosque. En ella no había ni puerta, ni escaleras, sino tan
sólo una pequeña ventana. Por lo que cada vez que la bruja quería subir
gritaba:

- ¡Rapunzel, deja caer tus cabellos!

Y la princesa descolgaba sus largos y finísimos cabellos por la ventana para


que la bruja trepase por ellos.

Un día, estaba la joven cantando desde lo alto de la torre cuando el hijo del
rey, que pasaba por allí la oyó. Quedó conmovido por una voz tan dulce
pero por más que miró por todos los rincones no acertó a saber de dónde
procedía.

Volvió todos los días al bosque en busca de esa delicada melodía cuando
vio a la bruja que se acercaba a la torre y llamaba a Rapunzel para que le
lanzara sus cabellos. Por lo que el príncipe esperó a que la bruja se fuera
para hacer él lo mismo:

- ¡Rapunzel, deja caer tus cabellos!

Y Rapunzel descolgó por la ventana su larga trenza.


La joven se asustó mucho cuando lo vio aparecer en la torre, pero
rápidamente cogió confianza con él y estuvieron muy a gusto charlando. El
príncipe le contó la historia de cómo había llegado hasta allí y le preguntó si
estaría dispuesta a casarse con él. Rapunzel aceptó encantada porque
pensó que el príncipe la cuidaría mucho y la haría muy feliz.

De modo que todas las noches el príncipe iba a ver a Rapunzel en secreto
sin que la bruja supiera nada.

Pero un día, cuando Rapunzel ayudaba a la bruja a subir, sin querer dijo:

- ¿Cómo es que tanto me cuesta subirla ? El hijo del rey sube en menos de
un minuto.

- ¿¿Qué?? Así que me has estado engañando eh?

Y la bruja estaba tan furiosa y tan enfadada que cogió unas tijeras, cortó el
largo cabello de Rapunzel y la mandó a un lugar muy muy lejano.

Al día siguiente cuando el príncipe regresó para ver a su amada y le pidió


que lanzara sus cabellos, la bruja lo esperaba en la torre. Soltó la trenza de
Rapunzel por la ventana y cuando el príncipe llegó a la torre se encontró
con ella.

- ¡Nunca volverás a ver a Rapunzel!, y diciendo esto la bruja soltó un


maleficio que lo dejó ciego.

El príncipe estuvo mucho tiempo perdido por el bosque, pues no


encontraba el camino al palacio, cuando un día llegó al lejano lugar en el
que encontraba Rapunzel. Ella lo reconoció al instante, corrió a abrazarlo y
no pudo evitar soltar una lágrima cuando vio que estaba ciego por su culpa.

Pero fue esa lágrima la que rompió el hechizo y devolvió la visión al


príncipe y juntos volvieron a palacio y vivieron felices por siempre.

Moraleja: 
cuando algo está destinado a suceder, entonces nadie, sin importar
el poder que tenga, puede evitar que eso suceda.
Autor:
 PINOCHO
Carlo Collodi

Edades:

obediencia, amor, sacrificio, honestidad

Una noche, estaba el carpintero Gepetto tallando en su taller un muñeco de


madera. Como siempre, se esforzó tanto en su trabajo que el resultado fue
realmente extraordinario. No le faltaba detalle: sus piernas, sus brazos, su
cuerpo y una simpática nariz putiaguda.

- Ya estás listo. Aunque debería ponerte un nombre… ¡Ya sé! Como estás
hecho de pino te llamaré Pinocho. - dijo el viejo carpintero.

Lástima que sólo seas un muñeco y no puedas ser mi hijo, me encantaría


que fueses un niño de verdad.

Pero mientras Gepetto dormía llegó a la casa una invitada: el Hada Azul.
Ésta había oído el deseo del anciano y estaba allí para hacerlo realidad.
Cogió su varita mágica y le dijo a Pinocho:

- Despierta Pinocho. Ahora puedes hablar y moverte como los demás. Pero
tendrás que ser muy bueno si quieres convertirte en un niño de verdad - y
tras decir esto el hada desapareció.

Pinocho comenzó a moverse por el taller y escondido tras unos juguetes


descubrió a un grillo.

- Hola, ¿quien eres? Yo me llamo Pinocho. Puedes salir y jugar conmigo si


quieres.

El grillo tuvo un poco de miedo, pero acabó saliendo. Se hicieron


rápidamente amigos y empezaron a jugar y a reír. Armaron tal estruendo
que despertaron a Gepetto.

Cuando vio que su sueño se había cumplido y Pinocho había cobrado vida lo
abrazó con todas sus fuerzas y comenzó a reír.

- ¡Qué alegría Pinocho! Haré de tí un niño bueno y aplicado. Aunque para


eso deberías ir a la escuela… Sí, ya se. Irás mañana mismo como todos los
niños. Espérame aquí que voy a comprarte un libro.
El anciano salió de casa y regresó muy tarde. Incluso tuvo que vender su
abrigo para comprar el libro al pequeño. Pero no le importó porque sólo
deseaba lo mejor en el mundo para el que ahora era su hijo.

Al día siguiente Pinocho iba camino de la escuela cuando se cruzó con un


chico al que todos llamaban Espárrago porque era muy delgado.

- ¿Vas a ir al colegio? ¡Pero si es aburridísimo! Vente conmigo a ver el


teatro de marionetas. ¡Verás como allí si que te lo pasas bien!

Pinocho no lo dudó y le dijo que sí a su nuevo amigo.

- Pero Pinocho, ¿qué haces? - le dijo el grillo parlanchín, que escondido en


el bolsillo de su chaqueta lo había oído todo - ¡Tu obligación es ir a la
escuela! ¡Y es también el deseo de tu padre!

Pero Pinocho no hizo caso de los consejos de su amigo y fue con Espárrago
al teatro.

La función tanto gustó a Pinocho que acabó subiéndose al escenario con el


resto de las marionetas. La gente aplaudía y reía animádamente y
Tragalumbre, el dueño del teatro, se percató enseguida de que Pinocho
podría hacerle ganar mucho dinero.

- No puedo quedarme señor - contestó Pinocho a Tragalumbre - Mi padre…

Y antes de que pudiera acabar la frase lo cogió por el brazo, lo metió en


una jaula y lo encerró con llave.

El pobre empezó a llorar, tanto que el Hada Azul lo oyó y acudió en su


ayuda para liberarlo.

De vuelta a casa Pinocho encontró a Gepetto muy preocupado.

- ¿Dónde estabas Pinocho?


- En la escuela padre… Pero luego la maestra me pidió que fuera a hacer un
recado…

Y en ese instante la nariz de Pinocho comenzó a crecer y a crecer sin que el


pobre pudiera hacer nada.

- ¡Debes decir la verdad! Le reprendió su amigo el grillo parlanchín.


Pinocho confesó muy triste la verdad a su padre y le prometió no volver a
mentir ni faltar tampoco a la escuela.

Al día siguiente cuando se dirigía a la escuela junto con su amigo el grillo


cuando se encontró a Espárrago escondido en un callejón.

- ¿Qué haces aquí Espárrago?


- Esperar al carruaje que va al País de los juguetes. Es un lugar increíble,
está lleno de golosinas y caramelos y no hay escuela ni nadie que te diga lo
que tienes que hacer. ¡Hasta puedes pasarte el día entero jugando si
quieres! ¿Por qué no vienes conmigo?

Pinocho aceptó rápidamente y de nuevo volvió a desobedecer a su padre y


a olvidar sus promesas. Su amigo el grillo trató de advertírselo, pero
Pinocho no hizo caso alguno.

- ¡No, Pinocho!. No es buena idea que vayas, créeme. Recuerda la promesa


a tu padre.

En el País de los juegos todo era estupendo. Había atracciones por todos
lados, los niños corrían y reían, podían comer algodón de azúcar y
chocolate… a Pinocho no se le ocurría un lugar mejor en el que estar.
Pinocho pasó así días y días hasta que un día pasó junto a un espejo y se
dio un gran susto.

- ¡¡¿Pero qué es esto?!! - dijo tocándose la cabeza - ¡Me han salido orejas
de burro!

Corrió a contárselo a Espárrago y no pudo encontrarlo por ninguna parte.


¡En su lugar había un burro! Estaba tan asustado que quiso pedir ayuda y
todo lo que fue capaz de hacer fue rebuznar. Afortunadamente su fiel
amigo el grillo parlanchín seguía siendo un grillo así que pudo indicar a
Pinocho la forma de salir de aquel lugar lo antes posible.

Pinocho y el grillo caminaron durante días hasta llegar a casa y las orejas
de burro terminaron por desaparecer. Pero cuando llegaron a casa de
Gepetto la encontraron vacía.

- ¡No está! ¡Mi padre no está! - decía Pinocho entre lágrimas

Una paloma que pasaba por allí oyó a Pinocho.

- Perdona pero, ¿tu padre se llama Gepetto tal vez?


- Sí, si. ¿Cómo lo sabes?
- Porque lo he visto en el mar. Iba en una barca y una enorme ballena se lo
ha tragado.
- ¿Una ballena? ¡Rápido grillo, tenemos que ir en su búsqueda! Gracias
paloma.

Pinocho y el grillo llegaron a la playa y se subieron a una pequeña barca de


madera. Anduvieron días a la deriva en el inmenso océano. De repente, les
pareció divisar tierra a lo lejos, pero cuando estuvieron cerca se dieron
cuenta de que no era tierra lo que veían sino la ballena que andaban
buscando.

Dejaron que la ballena se los tragara y todo se quedó sumido en la más


absoluta oscuridad. Pinocho comenzó a llamar a su padre a gritos pero
nadie le contestaba. En el estómago de la ballena solo había silencio. Al
cabo de un largo rato Pinocho vio una lucecita al fondo y le pareció
escuchar una voz familiar.

- ¿Pinocho? ¿Eres tu, Pinocho?- gritaba la voz


- ¡Es mi padre! Papá aquí, soy yo. ¡Estoy aquí!

Por fin pudieron volver a abrazarse padre e hijo después de tanto tiempo.
Estaban tan contentos que por un momento se olvidaron de que tenían que
encontrar la forma de salir de allí.

- Ya sé - dijo Pinocho - haremos fuego quemando una de las barcas y así la


ballena estornudará y podremos salir.

El plan dio resultado, la ballena dio un tremendo estornudo y Gepetto,


Pinocho y el grillo parlanchín salieron volando. Estaban a punto de alcanzar
la playa cuando Pinocho vio como a su viejo padre le faltaban las fuerzas
para continuar.

- Agárrate a mi. Yo te llevaré

Pinocho lo llevó a su espalda pero él también empezaba a estar cada vez


más y más cansado. Cuando llegaron a la orilla su cuerpo de madera se
rindió y quedó tendido boca abajo en el agua.

- ¡Pinocho! ¡No, por favor! ¡No te vayas y me dejes aquí! - gritaba


desconsolado Gepetto cogiendo a Pinocho entre sus brazos

En ese momento apareció el Hada Azul.


- Gepetto, no llores. Pinocho ha demostrado que aunque haya sido
desobediente tiene buen corazón y te quiere mucho así que se merece
convertirse un niño de verdad.

De modo que el hada movió su varita y los ojos de Pinocho se abrieron de


nuevo. Se había convertido en un niño de verdad.

Pinocho, Gepetto y el grillo volvieron a casa y vivieron felices durante


muchos muchos años.

MORALEJA
desobediencia y mentira con la que se pretende enseñar a los más
pequeños la importancia de los valores opuestos: la obediencia y la
honestidad. La historia transcurre llena de complicaciones mientras Pinocho
no deja de mentir, pero cambia radicalmente cuando éste modifica su
comportamiento y empieza a ser honesto con su padre. De esta forma
demuestra a los niños cómo siendo buenos y honestos las cosas salen
siempre mejor.

LA BELLA Y LA BESTIA
Madame Leprince de Beaumont

Valores: 

bondad, amor, sacrificio, no juzgar por las apariencias

chocolate caliente esperándole. El hombre estaba seguro de que el castillo


tenía que ser de un hada buena.

A punto estaba de marcharse y al ver las rosas del jardín recordó la


promesa que había hecho a Bella. Se dispuso a
cortarlas cuando sonó un estruendo terrible y
apareció ante él una bestia enorme.

- ¿Así es como pagáis mi gratitud?

Había una vez un mercader adinerado que tenía tres


hijas. Las tres eran muy hermosas, pero lo era
especialmente la más joven, a quien todos llamaban desde pequeña Bella.
Además de bonita, era también bondadosa y por eso sus orgullosas
hermanas la envidiaban y la consideraban estúpida por pasar el día tocando
el piano y rodeada de libros.

Sucedió que repentinamente el mercader perdió todo cuanto tenía y no le


quedó nada más que una humilde casa en el campo. Tuvo que trasladarse
allí con sus hijas y les dijo que no les quedaba más remedio que aprender a
labrar la tierra. Las dos hermanas mayores se negaron desde el primer
momento mientras que Bella se enfrentó con determinación a la situación:

- Llorando no conseguiré nada, trabajando sí. Puedo ser feliz aunque sea
pobre.

Así que Bella era quien lo hacía todo. Preparaba la comida, limpiaba la
casa, cultivaba la tierra y hasta encontraba tiempo para leer. Sus
hermanas, lejos de estarle agradecidas, la insultaban y se burlaban de ella.

Llevaban un año viviendo así cuando el mercader recibió una carta en la


que le informaban de que un barco que acababa de arribar traía mercancías
suyas. Al oír la noticias las hijas mayores sólo pensaron en que podrían
recuperar su vida anterior y se apresuraron a pedirle a su padre que les
trajera caros vestidos. Bella en cambio, sólo pidió a su padre unas sencillas
rosas ya que por allí no crecía ninguna.

Pero el mercader apenas pudo recuperar sus mercancías y volvió tan pobre
como antes. Cuando no le quedaba mucho para llegar hasta la casa, se
desató una tormenta de aire y nieve terrible. Estaba muerto de frío y
hambre y los aullidos de los lobos sonaban cada vez más cerca. Entonces,
vio una lejana luz que provenía de un castillo.

Al llegar al castillo entró dentro y no encontró a nadie. Sin embargo, el


fuego estaba encendido y la mesa rebosaba comida. Tenía tanta hambre
que no pudo evitar probarla.

Se sintió tan cansado que encontró un aposento y se acostó en la cama. Al


día siguiente encontró ropas limpias en su habitación y una taza de
- ¡Lo siento! Yo sólo pretendía… son para una de mis hijas…

- ¡Basta! Os perdonaré la vida con la condición de que una de vuestras


hijas me ofrezca la suya a cambio. Ahora ¡iros!

El hombre llegó a casa exhausto y apesadumbrado porque sabía que sería


la última vez que volvería a ver a sus tres hijas.

Entregó las rosas a Bella y les contó lo que había sucedido. Las hermanas
de Bella comenzaron a insultarla, a llamarla caprichosa y a decirle que tenía
la culpa de todo.

- Iré yo, dijo con firmeza

- ¿Cómo dices Bella?, preguntó el padre

- He dicho que seré yo quien vuelva al castillo y entregue su vida a la


bestia. Por favor padre.

Cuando Bella llegó al castillo se asombró de su esplendor. Más aún cuando


encontró escrito en una puerta “aposento de Bella” y encontró un piano y
una biblioteca. Pero se sentó en su cama y deseó con tristeza saber qué
estaría haciendo su padre en aquel momento. Entonces levantó la vista y
vio un espejo en el que se reflejaba su casa y a su padre llegando a ella.

Bella empezó a pensar que la bestia no era tal y que era en realidad un ser
muy amable.

Esa noche bajó a cenar y aunque estuvo muy nerviosa al principio, fue
dándose cuenta de lo humilde y bondadoso que era la bestia.

- Si hay algo que deseéis no tenéis más que pedírmelo, dijo la bestia.

Con el tiempo, Bella comenzó a sentir afecto por la bestia. Se daba cuenta
de lo mucho que se esforzaba en complacerla y todos los días descubría en
él nuevas virtudes. Pero pese a eso, cuando todos los días la bestia le
preguntaba si quería ser su esposa ella siempre contestaba con honestidad:

- Lo siento. Sois muy bueno conmigo pero no creo que pueda casarme con
vos.

La Bestia pese a eso no se enfadaba sino que lanzaba un largo suspiro y


desaparecía.

Un día Bella le pidió a la bestia que le dejara ir a ver a su padre, ya que


había caído enfermo. La bestia no puso ningún impedimento y sólo le pidió
que por favor volviera pronto si no quería encontrárselo muerto de tristeza.

- No dejaré que mueras bestia. Te prometo que volveré en ocho días, dijo
Bella.

Bella estuvo en casa de su padre durante diez días. Pensaba ya en volver


cuando soñó con la bestia yaciendo en el jardín del castillo medio muerta.

Regresó de inmediato al castillo y no lo vió por ninguna parte. Recordó su


sueño y lo encontró en el jardín. La pobre bestia no había podido soportar
estar lejos de ella.

- No os preocupéis. Muero tranquilo porque he podido veros una vez más.

- ¡No! ¡No os podéis morir! ¡Seré vuestra esposa!

Entonces una luz maravillosa iluminó el castillo, sonaron las campanas y


estallaron fuegos artificiales. Bella se dio la vuelta hacia la bestia y, ¿dónde
estaba? En su lugar había un apuesto príncipe que le sonreía dulcemente.

- Gracias Bella. Habéis roto el hechizo. Un hada me condenó a vivir con


esta forma hasta que encontrase a una joven capaz de amarme y casarse
conmigo y vos lo habéis hecho.

El príncipe se casó con Bella y ambos vivieron juntos y felices durante


muchos muchos años.

 
MORALEJA
nos da una lección magistral de bondad y amor. Nos demuestra hasta
dónde puede llegar el amor de una hija por su padre, a través del
personaje de Bella que se sacrifica entregando su propia vida a cambio de
la de su padre. Lo hace también a través del personaje de bestia que se
muestra cortés, bueno y amable con Bella desde el primer momento
demostrando así que la ama.

CAPERUCITA ROJA
Charles Perrault

obediencia, prudencia
Había una vez una dulce niña que quería mucho a su madre y a su abuela.
Les ayudaba en todo lo que podía y como era tan buena el día de su
cumpleaños su abuela le regaló una caperuza roja. Como le gustaba tanto e
iba con ella a todas partes, pronto todos empezaron a llamarla Caperucita
roja.

Un día la abuela de Caperucita, que vivía en el bosque, enfermó y la madre


de Caperucita le pidió que le llevara una cesta con una torta y un tarro de
mantequilla. Caperucita aceptó encantada.

- Ten mucho cuidado Caperucita, y no te entretengas en el bosque.


- ¡Sí mamá!

La niña caminaba tranquilamente por el bosque cuando el lobo la vio y se


acercó a ella.

- ¿Dónde vas Caperucita?


- A casa de mi abuelita a llevarle esta cesta con una torta y mantequilla.
- Yo también quería ir a verla…. así que, ¿por qué no hacemos una carrera?
Tú ve por ese camino de aquí que yo iré por este otro.
- ¡Vale!

El lobo mandó a Caperucita por el camino más largo y llegó antes que ella a
casa de la abuelita. De modo que se hizo pasar por la pequeña y llamó a la
puerta. Aunque lo que no sabía es que un cazador lo había visto llegar.

- ¿Quién es?, contestó la abuelita


- Soy yo, Caperucita - dijo el lobo
- Que bien hija mía. Pasa, pasa

El lobo entró, se abalanzó sobre la abuelita y se la comió de un bocado. Se


puso su camisón y se metió en la cama a esperar a que llegara Caperucita.

La pequeña se entretuvo en el bosque cogiendo avellanas y flores y por eso


tardó en llegar un poco más. Al llegar llamó a la puerta.

- ¿Quién es?, contestó el lobo tratando de afinar su voz


- Soy yo, Caperucita. Te traigo una torta y un tarrito de mantequilla.
- Qué bien hija mía. Pasa, pasa

Cuando Caperucita entró encontró diferente a la abuelita, aunque no supo


bien porqué.
- ¡Abuelita, qué ojos más grandes tienes!
- Sí, son para verte mejor hija mía
- ¡Abuelita, qué orejas tan grandes tienes!
- Claro, son para oírte mejor…
- Pero abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- ¡¡Son para comerte mejor!!

En cuanto dijo esto el lobo se lanzó sobre Caperucita y se la comió


también. Su estómago estaba tan lleno que el lobo se quedó dormido.

En ese momento el cazador que lo había visto entrar en la casa de la


abuelita comenzó a preocuparse. Había pasado mucho rato y tratándose de
un lobo…¡Dios sabía que podía haber pasado! De modo que entró dentro de
la casa. Cuando llegó allí y vio al lobo con la panza hinchada se imaginó lo
ocurrido, así que cogió su cuchillo y abrió la tripa del animal para sacar a
Caperucita y su abuelita.

- Hay que darle un buen castigo a este lobo, pensó el cazador.

De modo que le llenó la tripa de piedras y se la volvió a coser. Cuando el


lobo despertó de su siesta tenía mucha sed y al acercarse al río, ¡zas! se
cayó dentro y se ahogó.

Caperucita volvió a ver a su madre y su abuelita y desde entonces prometió


hacer siempre caso a lo que le dijera su madre.
 

MORALEJA
El relato nos habla de la importancia de la obediencia a través del ejemplo
de Caperucita, que a punto está de tener un mal final, por haber
desobedecido a su madre. Es una forma de ejemplificar y hacer entender a
los más pequeños que no hacer caso a los padres puede traer consigo

BIOGRAFIA

Hermanos Grimm
Jacob Grimm (Hanau, actual Alemania, 1785 -
Berlín, 1863) y Wilhelm Grimm (Hanau, 1786
- Berlín, 1859). Filólogos y folcloristas
alemanes autores de una celebérrima recopilación de cuentos populares
titulada Cuentos infantiles y del hogar (1812-1822). Las innumerables
reediciones modernas de esta obra suelen llevar títulos como Los cuentos de
hadas de los hermanos Grimm o Cuentos de los hermanos Grimm, como si los relatos
fuesen de su invención. En realidad, buena parte de su éxito como
transcriptores y compiladores de la tradición cuentística oral procede
precisamente de su criterio (novedoso en la época) de respetar al máximo
la frescura y espontaneidad de los cuentos tradicionales, en lugar de
someterlos a artificiosas reelaboraciones literarias.

Los hermanos Grimm

Jacob y Wilhelm Grimm eran los dos hermanos mayores de un total de seis,
hijos de un abogado y pastor de la Iglesia Calvinista. Siguiendo los pasos
de su padre, estudiaron derecho en la Universidad de Marburgo (1802-
1806), donde iniciaron una intensa relación con el poeta y folclorista
Clemens Brentano, quien les introdujo en la poesía popular, y con el jurista
e historiador del derecho Friedrich Karl von Savigny, el cual los inició en un
método de investigación de textos que supuso la base de sus trabajos
posteriores. La exaltación de la literatura anónima tradicional del
filósofo Johann Gottfried Herder, por otra parte, influyó decisivamente en sus
ideas sobre la poesía y la narrativa popular, a la que concedían un valor
superior a la literatura culta en tanto que genuina expresión del espíritu del
pueblo.
Entre 1812 y 1822, los hermanos Grimm publicaron los Cuentos infantiles y del
hogar, una colección de cuentos recogidos de diferentes tradiciones a
menudo conocida como Los cuentos de hadas de los hermanos Grimm. El gran
acierto de los hermanos Grimm fue mantener en esta publicación el
carácter original de los relatos, preservando su viveza y frescura populares
al renunciar a toda tentación de reelaboración literaria. A esta recopilación
le siguió otra de leyendas históricas germanas, Leyendas alemanas (1816-
1818).
La recopilación de los hermanos Grimm dio lugar a una polémica de cierta
importancia con Clemens Brentano y Achim von Arnim. Los dos poetas (que
en su colección de cantos populares habían precedido de modo contrario a
los Grimm, refundiéndolos formalmente en lugar de respetar el estilo y
expresividad popular), hallaron desaliñada y pobre la redacción de estos
cuentos. Ello se debió a que, mientras Arnim y Brentano no distinguían
entre poesía popular y poesía artística y reconocían para una y otra los
mismos derechos, los Grimm creían que la poesía literaria no podía sino
esforzarse (aunque siempre inútilmente) por parecerse a la tradicional, la
cual, representada por las grandes epopeyas o por los cuentecitos, era
infinitamente superior y estaba dotada de una fuerza poética metafísica
anterior a la misma humanidad.

PORTADA DE UN LIBRO

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