El Naturalismo
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El Naturalismo es una continuación de los rasgos del Realismo
Surgió en Francia hacia 1860, relacionado con el fuerte desarrollo de la actividad
industrial y el consiguiente auge de las fuerzas productivas. El principal desarrollo
del Naturalismo tiene lugar en el último tercio del siglo XIX y su época de
esplendor fue entre 1870 y 1890.
lideres intentan negociar con los patrones, pero, ante la negativa, se amplía la
huelga a otros
pueblos. Surgen enfrentamientos, muertes y sabotajes. La novela acaba con la
vuelta
al trabajo, “para no morir de hambre”.
Emilia Pardo Bazán (España)
Relativa a la aristocracia, Emilia Pardo Bazán fue una mujer intelectual en su
época y recibió una minuciosa educación y cultura literaria. Escribió obras
inusuales para su posición social, entre ellas, La tribuna (1882), una novela sobre
el proletariado. Asimismo, de su creación literaria también destaca Los pazos de
Ulloa (1886), una de sus mejores novelas, después publicó Madre Naturaleza
(1887).
Emilia Pardo Bazán también se identificó con el Realismo y con el Simbolismo en
algunas de sus obras.
Vicente Blasco Ibáñez (España)
Es el máximo representante del naturalismo español. Desde muy joven estuvo
fuertemente influenciado por los franceses Balzac y Zola. Durante algunos años se
dedicó a la literatura y a la política paralelamente. Después dejó la política y se
dedicó a escribir. Entre sus novelas más destacadas se encuentra Arroz y tartana
(1894), La barraca (1898), Cañas y barro (1902) y Los cuatro jinetes del
Apocalipsis (1916).
Theodore Dreiser (Estados Unidos)
Representante del naturalismo estadounidense. Theodore Dreiser fue un novelista
y periodista nacido en el seno de una familia de clase baja. En sus novelas los
personajes suelen estar sumidos en la pobreza o en situaciones marginales, de las
cuales pretenden huir. Dreiser se mantuvo crítico con el denominado “sueño
americano”. Entre sus obras destacan: Jennie Gerhardt (1912), El
financiero (1913), El titán (1914) y Una tragedia americana (1925).
Frank Norris (Estados Unidos)
Es uno de los mayores exponentes del naturalismo estadounidense. Frank Norris
tuvo la oportunidad de pasar una temporada en París, este hecho hace que esté
muy cercano e influenciado por la obra de Zola. Fue uno de los autores que
introdujo la corriente naturalista en Estados Unidos. Sus obras más destacadas
fueron: McTeague (1899), The Octopus: A California Story (1901) y The
Pit (1903).
Eugenio Cambaceres (Argentina)
Sus obras más importantes, que describen de manera cruda y realista las
cuestiones sociales del París del siglo XIX, son el ciclo de veinte novelas
englobadas en “Los Rougon-Macquart” (1869-1893), en donde se incluyen títulos
como…
“La Taberna” (1876)
“Naná” (1880)
“El Paraíso De Las Damas” (1883)
“Germinal” (1885)
“La Bestia Humana” (1890), drama e intriga psicológica con un contexto de
ferrocarriles y el protagonismo de Sévérine, su marido Roubaud y el maquinista
Jacques Lantier
“El Desastre” (1892) …
También son obras clave de su escritura la trilogía “Tres Ciudades” (1894-1898) y
“Los Cuatro Evangelios” (1899-902).
En su faceta como crítico y ensayista destacan “La Novela Experimental” (1880)
y “Los Novelistas Naturalistas” (1881).
En el año 1870, Zola se casó con Eléonore-Alexandrine Meley, “Gabrielle”, una
costurera con la que no tuvo hijos.
Sí que los tuvo con su amante, Jeanne Rozerot, madre de su hija Denise y de su
hijo Jacques.
Cuando Alfred Dreyfus fue acusado injustamente de espionaje a favor de
Alemania, Zola surgió en defensa del militar judío escribiendo un famoso artículo
que tituló “Yo, Acuso” (aparecido el 13 de enero de 1898) y que sirvió para que se
reabriera el caso judicial.
La publicación de este artículo le llevó a prisión durante un año, huyendo el autor
francés a Inglaterra.
Finalmente, tanto el escritor como Dreyfus fueron declarados inocentes.
Nana (novela de 1880)
Nana. Es una obra de Émile Zola perteneciente al Naturalismo, expresión más
extrema del Realismo, conocida también como realismo naturalista. En la obra se
narra las aventuras de una prostituta que, gracias a una serie de sucesos, logra
consolidarse como una gran personalidad dentro de la sociedad parisina. El autor
trata de sacar a la luz la condición de decadencia y degradación de que era presa la
alta sociedad de ese tiempo a través de las andanzas de Nana.
Contexto histórico de la obra
podía darse abasto por las visitas de caballeros deseosos de poder ver a su ama. En
compañía de Naná se hallaban la señora Maloir, la señora Lerat y por unos
momentos la señora Tricon, todas desempeñarían papeles más o menos
importantes en la obra. Mientras tanto Naná había salido a conseguir un préstamo
y volvía con él, acordando con su tía la recuperación de su hijo Luis.
Capítulo 3.
En casa de la familia Muffat, diversas gentes se habían reunido para entablar
amigable conversación m de uno y otro tema. Uno de los temas que más salió a
relucir es Naná, quien había cautivado la atención del público asistente al teatro y
que más tarde le había invitado a una reunión en su casa, mucho de esto se
comentaba, pues la invitación no podía ser despreciada y menos tratándose de una
nueva celebridad hecha en las calles de París.
Capítulo 4.
Desde muy temprano, la criada de Naná había puesto a disposición de un
mayordomo, la casa de la misma con motivo del banquete que sería servido
después de la presentación en el teatro, y que asistirían personas como los Muffat,
el banquero Steiner, Vandreuvres, Daguenet, parte de los Hugon, el empresario
Bordenave, y otros. La fiesta comenzó un poco desabrida y era debido a las
grandes diferencias de pensar y de condición que tenían los invitados. A parte del
reducido espacio en el que se encontraban y de la falta de tema gratos de
conversación. Después de empezar a compartir ideas y pensamientos, los
invitados terminaron sus alimentos y pasaron a la estancia, donde se dedicaron a
hacer destrozos y causar una gran vergüenza entre ellos; lo que provocó el enojo
de Naná y estalló en quejas de sus invitados, quienes, tras retirarse, ya en la
mañana habían tenido una mala impresión a los ojos de Naná, quien, en ese
momento, sólo quería ir a tomar leche junto con Steiner.
Capítulo 5.
En una de las representaciones del Variedades, hace honor de su presencia, su
alteza el príncipe, quien es dirigido por Bordenave y por Bosc, quienes le habían
llevado tras bambalinas a conocer a Naná. Al llegar al camerino de ésta, la
encuentran poco disponible, pero no por ello, dejan de pasar y la hacen salir del
baño, y la interrumpen en su preparación para el tercer acto. En medio de el
alboroto causado por los visitantes, se propone un brindis por la llegada del
príncipe y por Naná, quien ya había hecho grande fama en corto tiempo,
sembrando ciertas incomodidades a su alrededor, sobre todo en el conde Muffat,
quien empezaba a sentir se abatido por la belleza de esta joven, y le hacía perder
principios religiosos que él tenía.
Capítulo 6. Después de una temporada en el teatro, Naná se escapa a una
propiedad en la campiña francesa; en la que se siente regocijada por el aire, las
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platas y animales que esta poseía, puesto que, habiendo nacido en la ciudad, pocas
veces vio algo parecido. Mientras tanto, los Hugon y los Muffat convivían en una
misma casa, estos últimos invitados por los primeros, y entre el conde Muffat y el
pequeño Jorge, había una misma característica, ambos estaban enamorados de
Naná y al enterase de la cercanía de la casa de ésta y la suya, decidieron hacer una
visita a la mujer; teniendo mejor suerte el joven que el conde, consigue pasar por
el lecho de Naná y hacerle recordar épocas pasadas en su niñez cuando todavía era
feliz. Recibiendo la visitad e viejas y nuevas amistades en su casa, Naná decide
hacer una excursión con toda su comitiva y parte junto con Jorge, Steiner y otros
tantos, hacia unas ruinas cerca de donde estaban habitando las gentes; al
encontrarlas decepcionantes, parten hacia un lugar en el que la gran admiración es
para una sola mujer, ya entrada en años y llena de honores, que bien podría haber
sido un modelo en Naná, después de regresar de este viaje.
Capítulo 7.
Muffat, quien ya había sido hechizado por Naná, vaga por las calles de París en
busca de una repuesta a sus impulsos, siempre agobiado por las fuertes reglas
religiosas que lo perseguían. La llegar a casa de Naná, entablan una conversación
que denota su manera de pensar y sus intereses el uno del otro; siendo el conde
quien expresara con sus acciones el cariño y la obsesión que ya tenía por ella.
Mientras que Naná se mostraba muy independiente y muy controladora con el
conde, a quien echa sin el menor remordimiento. Al salir se encuentra con Steiner
y ambos entran a la casa encontrando a Fountan en el lecho de Naná, quien les
hace ver a ambos que ella es mucha pieza para alguno de ellos, y que los dos
tienen que ser más “cariñosos” y pacientes con ella, si quieren llegar a algo, y
después los vuelve a echar a la calle, sin despedirse de ninguno.
Capítulo 8.
La establecerse con Fountan, su vida empieza a tomar un giro muy diferente. Los
primeros días de su convivencia pasaron en la más grande dicha; pero conforme
pasaron, Fountan se mostraba cada vez más agresivo y desesperado hacia Naná,
siempre abusaba de ella y la golpeaba constantemente para sentir la seguridad de
que no sería engañado por ésta. En los días en que se aburría en casa, salía a
pasear con su amiga Satin, quien de nuevo la indujo a la vida galante, y a los
centros de la baja clase de París. Durante el tiempo que estuvo con Fountan, Satin
fue de nueva cuenta su mejor amiga, protectora y podría decirse que amante.
Hasta que una noche después de huir de la policía, se separaron y Naná se fue de
la casa que compartía con Fountan, llegando al lado de su tía quien ya la estaba
esperando desde hace algún tiempo, y la recibió para que estuviera junto a su
enfermizo hijo.
Capítulo 9.
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XIX y principios del XX. Además, el drama de los mineros y sus riesgos mortales
se sigue repitiendo a lo largo y ancho del mundo; esa profesión sigue enfrentando
enorme precariedad y cada año fallecen personas en accidentes que sacan a la luz
otro drama.
Protagonista y personajes
Por si fuera poco, los personajes están delineados con perfección y las situaciones
resultan conmovedoras, por eso es importante observar con más detalle esta
novela. El hilo de la trama lo conduce el personaje principal Esteban (Étienne)
iniciando con su traslado al pueblo minero, su inmersión en la existencia
miserable del trabajador manual, su participación en una lucha reivindicativa, las
aventuras mortales y morales que acontecen, hasta la derrota y el último viaje del
protagonista a París buscando lograr eco para su lucha.
Existe un coprotagonista colectivo en la masa obrera del sitio. El argumento de
cómo y por qué esa colectividad levanta un “personaje” está en la maestría de
Zola, quien no agita un panfleto para inventar un “sujeto colectivo” abstracto,
basándose propaganda. Es cierto, que el escritor conoce lo básico de la teoría
social, pero su perspectiva es plástica y concreta, mostrando cómo se mueve su
escenario desde lo individual separado (los conflictos entre los obreros
individuales y sus familias) hasta las agrupaciones episódicas en contingentes
laborales, mítines, huelga, confrontaciones, accidentes masivos… y de nuevo el
disgregarse. En ese juego, la población entera funciona como un actor colectivo
que se coagula y disgrega al ritmo de la trama. Esta dualidad resulta interesante
por la oposición entre el individuo con ideales (Esteban) y su entorno, donde se
identifica con la masa mediante la unidad de experiencia vívida y teorías sociales.
La trama incluye a muchos trabajadores y familiares, pero el personaje crucial
para el movimiento es Toussiant Maheu, quien encarna el sufrimiento, dudas,
decisiones e imposibilidades del colectivo. El sufrimiento durante la extracción
del carbón encuentra una descripción magistral en él, cuando Zola nos cuenta que:
“Maheu era el que más sufría. En la parte de arriba, la temperatura subía hasta
treinta y cinco grados, el aire no circulaba, y a la larga, el ahogo y la sofocación se
hacían mortales. Para ver bien, había tenido que fijar la linterna en un clavo cerca
de su cabeza; y aquella linterna, que le calentaba el cráneo, acababa de hacerle
arder la sangre. Pero su suplicio aumentaba principalmente a causa de la humedad.
La roca, por encima de él, a pocos centímetros de su cara, chorreaba agua, gotas
gruesas, continuas y rápidas, que corrían, produciendo una cadencia acompasada
al caer siempre en el mismo sitio. Por más que torcía el cuello y volvía la cara, las
gotas le caían en la frente, en los ojos, en la boca, sin interrumpirse ni un
momento. Al cabo de un cuarto de hora estaba mojado y cubierto de sudor al
mismo tiempo. Aquella mañana, una gota que le había caído en un ojo le hacía
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jurar. No quería dejar el trabajo; golpeaba incesantemente con el pico, que hacía
chocar contra las dos rocas, como una pulga cogida entre dos hojas de un libro y
amenazada de que la aprieten para estrujarla.”
La entera familia Maheu enfoca y aglutina esta trama, sus miembros resultan los
más cercanos emocionalmente con Esteban y, de modo dramático, representan los
padecimientos por su condición social. Esta familia es un conjunto complejo,
arrastrando los extremos de la miseria social, incluyendo una hija jorobada e inútil
para enfrentar esa existencia. La simple descripción de la casucha donde viven ya
nos muestra la “máquina colectiva” que los integra, con sus camas hacinadas, los
harapos colgados a la pared y la precariedad generalizada. Conozcamos esa casa:
“En la casa de los Maheu, en el número 16 del segundo cuerpo, no se había
movido nadie. Espesas tinieblas envolvían la única habitación del primer piso,
como abrumando bajo su peso el sueño de los seres que se adivinaban allí,
amontonados, con la boca abierta, destrozados por el cansancio. A pesar del frío
intenso del exterior, el aire enrarecido tenía un calor vivo, ese aliento caluroso de
los cuartos que huelen a ganado humano. Las cuatro sonaron en el cucú de la sala
del entresuelo. Pero nadie se movió; continuaba oyéndose la respiración de los
que dormían, acompañada de sonoros ronquidos, hasta que de pronto se levantó
Catalina. (…) La vela alumbraba ya la habitación, que era cuadrada, con dos
ventanas, y estaba ocupada con tres camas. Había también un armario, una mesa y
dos sillas viejas de nogal, cuyo oscuro color se destacaba fuertemente del fondo de
la pared, pintada de amarillo claro. En la pared se veían ropas colgadas de clavos,
y en el suelo un cántaro junto a un cuenco de barro que servía de palangana. En la
cama de la izquierda, Zacarías, el hijo mayor, mozo de veintiún años, estaba
acostado con su hermano Juan, que acababa de cumplir once; en la de la derecha,
dos pequeñuelos, Leonor y Enrique, la primera de seis años y el segundo de
cuatro, dormían uno en los brazos de otro, mientras que Catalina compartía la otra
cama con su hermana Alicia, tan pequeña y endeble para tener nueve años, que ni
siquiera la hubiera sentido, si no fuese porque se le clavaba a menudo en las
costillas la joroba de la enferma. La puerta vidriera estaba abierta, y por ella se
veía el corredor y una especie de antesala, donde el padre y la madre ocupaban
otra cama, junto a la cual había sido necesario instalar la cuna de la más pequeña,
Estrella, que tenía tres meses no cumplidos.” El espacio miserable comprime a la
familia, la presiona para resaltarnos todavía más su unidad; quedan todos
amasados en una agrupación forzosa de compactación, a la que también
contribuye la miseria, la urbanización (es una casucha en un conjunto obrero), la
mina (comprimiendo en socavones a los carboneros), etc. A su manera, el texto
implica una teoría precisa sobre la conversión del individuo en una masa,
suficiente para sugerir cualquier tesis socialista, que dibuja un trasfondo explícito
de esta novela.
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alargando el paso cuanto podían, bajo sus andrajos, como soldados que parten
para la guerra. En caso de tener un mal encuentro, verían si los gendarmes osaban
hacer fuego contra las mujeres. Luego seguían los hombres en una confusión
indescriptible, armados de barras de hierro y palos, dominados todos por el hacha
de Levaque, cuyo acero brillaba a los rayos del sol.” El conflicto entre los grupos
llega al máximo, en su agudeza se convierte en fuerza bruta: palos y balas. La
organización conducida a la desnudez amenaza resolverse en la fuerza brutal y
mortal, por eso acuden las mujeres como un último posible valladar moral contra
la temida desgracia.
Siendo que la guerra merece llamarse así es porque esconde la amenaza terrible
del final, donde el hueco de la tierra lo representa perfectamente. Para la cultura
occidental el interior de la tierra representa siempre la tumba y el destino universal
que eso implica. En contra de la resignación está la lucha, y el cara o cruz de la
guerra es sobrevivir o no. En este relato, la situación de que los mineros trabajen
en peligrosísimas condiciones agrega un acaso adicional: la posibilidad del
encierro en vida. Si bien aporta un tema para cuento de horror, los relatos realistas
y hasta las noticias abordan esa perspectiva. Cuando para cualquier ciudadano
aporta un tema imaginario, en cambio para el minero del carbón el entierro en
vida es una ominosa posibilidad, que sucede en ocasiones. En esta novela se
describe un pasaje sobre ese drama, que contiene sus matices memorables.
El despertar de la razón desde el subsuelo
La guerra, con su violencia y estruendo, no es simple acto material, incluye un
pensamiento; con más razón, una singular guerra entre civiles que solamente están
buscando su bienestar material, donde derechos iguales deben ser dirimidos a la
fuerza. Este relato de luchas entre los factores de la producción conduce por la
senda de un despertar y el intento de elaborar un concepto adecuado. El personaje
Esteban y sus amigos combatientes también buscan atrapar esa serie de verdades
que les expliquen su situación y cómo superarla. Al final de la cruel lucha obrera,
que en el relato no trae ningún beneficio económico, queda un remanente muy
importante. Para finalizar la novela, cuando Esteban está listo para alejarse, pero
no escapando sino por un propósito esperanzador: “La mañana era magnífica, y a
propósito para inspirar esperanzas. Esteban las tuvo, y acariciándolas, acortó el
paso, mirando a derecha e izquierda, para disfrutar de aquella alegría primaveral.
Pensaba en sí mismo; se consideraba fuerte, madurado por su triste experiencia en
el fondo de la mina. Su educación era ya completa, y salía de allí armado, como
soldado razonador de la revolución que declaraba la guerra a la sociedad tal como
la veía, tal como la condenaba. El gozo de reunirse con Pluchart, de ser, como
Pluchart, un jefe considerado, le inspiraba discursos, cuyas frases hilvanaba en
alta voz. Pensaba en ensanchar su programa; el refinamiento burgués, que le había
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