1 La Etica y La Moral.
1 La Etica y La Moral.
1 La Etica y La Moral.
La pregunta moral por excelencia es la pregunta que hace el joven rico a Jesús:
¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? (Mt 19,16):
2. Existe una relación íntima entre el bien moral de los actos y la vida eterna.
Existe en el ser profundo de todo hombre, una conciencia de que para alcanzar la vida
eterna es necesario obrar de una determinada manera. La singular dignidad de la
persona humana llamada a vivir en libertad. A partir de la libertad el hombre puede
ganar o frustrar su vida en este mundo y en la vida eterna.
El adjetivo «moral» proviene del vocablo latín: mos, moris que quiere decir
«costumbres». Otros lo hacen derivar de la voz latina modo, moderatio: moderación,
templanza o justo medio. De cualquier manera sugiere inmediatamente algo relativo a
las costumbres que es menester moderar o atemperar según determinados principios.
“La teología moral es una reflexión que concierne la «moralidad», o sea, el bien y el
mal de los actos humanos y de la persona que los realiza, y en este sentido está abierta
a todos los hombres; pero es también teología, en cuanto reconoce el principio y el fin
del comportamiento moral en Aquel que «sólo El es bueno» Juan Pablo II. Veritatis
splendor
Tanto la Ética (Filosofía Moral) como la Moral (Teología Moral), tratan de los actos
humanos es decir comparten el mismo objeto material. Sin embargo hay que realizar
algunas precisiones y distinciones:
- La Ética considera al ser humano en orden a un fin natural (ser una persona honesta, el
respeto a la dignidad y derecho del otro, etc.), mientras que la Teología Moral considera
al hombre como imagen y semejanza de Dios, es decir como «una nueva criatura
divinizada por la gracia y llamado a participar de la visión beatífica» (fin sobrenatural).
- El objeto formal y específico de la Teología Moral son estos actos humanos en cuanto
lo acercan o apartan a su fin último sobrenatural que es participar de la bienaventuranza
divina.
- La Ética se funda en el orden natural accesible al hombre por la luz de la razón,
mientras la Teología Moral se apoya en la divina revelación (la luz de la razón
iluminada por la fe).
- Sin embargo, la Teología Moral se basa en la ética, pero no en cualquier ética, sino en
la ética verdadera, aquella que responde a la naturaleza auténtica del ser humano y que
reconoce un orden natural.
- La Ética va de abajo hacia arriba (parte de la criatura para remontarse a su fin en
Dios), la Teología en cambio de arriba hacia abajo (parte de la Revelación de Dios sobre
el hombre, como Imagen e hijo suyo). No se puede reducir la Teología Moral a una
Ética (reduccionismo ético del cristianismo). Hay que comprender la vida moral
cristiana como una participación en las virtudes de Cristo, por medio de la gracia de
nuestra incorporación eclesial a Él.
- Tampoco se puede pretender construir una Ética puramente civil que desconozca el
orden natural así como la dimensión sobrenatural del ser humano. Construir una cultura
sin Dios es construir una cultura contra el mismo hombre. La propia historia nos enseña
esta terrible verdad.
La actividad humana
Aristóteles distingue dos clases de actividad humana: el conocer (la teoría) y el actuar.
A su vez distingue el actuar en dos direcciones: aquella que acentúa el bien del sujeto
mismo, es decir su propio perfeccionamiento (praxis) y el que acentúa la actividad del
sujeto hacia fuera para perfeccionar o transformar un objeto (poiesis). La praxis se juzga
según el uso de la libertad del sujeto, es decir si actuó bien o mal, es la que corresponde
al juicio moral. En cambio la poiesis se juzga según el objeto logrado, si es útil o bello.
La teología moral no se contenta con dar un juicio moral sobre los actos externos de la
persona, examina también su conciencia, sus intenciones y condicionamientos, pero no
para quedarse en una lectura psicologista o sociologista, sino para discernir como
inciden estos elementos en la responsabilidad moral del sujeto.
El uso recto del libre albedrío va generando en la persona hábitos de libertad (virtudes).
Lo mismo se puede decir en sentido contrario (vicios). La mala elección afecta la
naturaleza de quien obra. Introduce un elemento de desorientación en el conocimiento
(área cognitiva) y en el querer (área volitiva). Surge la “concupiscencia” o inclinación al
mal que afecta las facultades de la persona humana: el entendimiento se inclina al error,
y la voluntad se inclina al mal (que siempre se presenta como un bien aparente) y el
hombre corre el peligro de verse arrastrado por las pasiones mal orientadas.
«Cuando flaqueamos en la búsqueda de la verdad y en el ejercicio de la voluntad
encaminada según ella, vamos debilitando la libertad propia. Cuando nos educamos a
no elegir según la recta escala de valores, sino a someternos a la coacción de fuerzas
emocionales, a la ley del gusto-disgusto, cuando respondemos a la variabilidad de
sentimientos, cuando permitimos que alguna de estas fuerzas nos domine, gradual e
imperceptiblemente vamos siendo mal educados a seguir el impulso más fuerte — quizá
sería mejor decir de mayor «resonancia» sensible— y, por supuesto, más cómodo, y
vamos renunciando al ejercicio de una recta libertad que responde a la verdad.
Recordemos que la auténtica libertad, aquella cuyo ejercicio no sólo es una cualidad de
la persona, sino que nos personaliza, es la que iluminada por la verdad opta sin dejarse
imitar por el hecho de que tal camino no se ajusta al facilismo, a la sensualidad, al
sentimentalismo, a lo que más gusta, etc., etc. Por todo ello hay que ser muy consciente
de que el dejarse llevar por el imperio de fuerzas que dominan a la persona y la
conducen más allá del libre ejercicio de la libertad, la va hundiendo al nivel de cosa, la
despersonaliza, al menos psíquicamente».
2.6. Libertad y Responsabilidad
La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que éstos son
voluntarios y deliberados. Por la libertad el hombre es un sujeto moral es decir sus actos
son merecedores de un juicio moral: son buenos o malos. Todo acto libre es imputable
al sujeto que lo realiza, quien por tanto responde de él. Imputar es atribuir algo a
alguien. Ese acto es mío, me pertenece, sin mi querer (voluntad) no se hubiera
producido (libertad).
La responsabilidad no solo se refiere al aspecto jurídico (al mérito o demérito, y por
tanto a la recompensa o castigo por los actos), sino también se refiere a las
consecuencias de esos actos en la propia vida, al carácter inmanente de las acciones. Las
acciones tienen una capacidad transformadora en nosotros. Mis actos determinan que
clase de persona soy. Es decir si suelo actuar con ira, soy un irascible, si actúo con
reverencia, soy reverente, entre otros ejemplos.
A la libertad sigue la responsabilidad por el propio crecimiento o degradación (soy tal
como he decidido ser).
«La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e
incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor,
los hábitos, las afecciones desordenadas y otros factores psíquicos o sociales».
Catecismo de la Iglesia Católica, 1735.
«El libre ejercicio de la libertad se puede ver afectado, puede decrecer, aunque no
desaparecer, cuando la persona decide dejarse someter al dinamismo de poderosas
fuerzas físicas, psíquicas o materiales. Claro que aunque quede sólo el núcleo último de
la libertad de decisión, el hombre es siempre responsable de sus actos.
No hay excusas. Incluso cuando una persona peca, y así de hecho elige el mal, a pesar
de posibles condicionamientos que pueda haber en determinados casos, suele existir un
margen de libertad tal que permite hablar de responsabilidad de la persona».
Luis Fernando Figari. María, Paradigma de Unidad.
¿Ante quién debe responder el hombre por sus acciones? Ante los demás y ante la
sociedad, pero en primer lugar ante Dios y ante su propia conciencia.
La libertad se ejercita en las relaciones entre los seres humanos ya que el hombre es un
ser social por naturaleza. Toda persona humana tiene el derecho natural de ser
reconocida como un ser libre y responsable, capaz de «actuar según su propio criterio y
hacer uso de una libertad responsable, no movido por coacción, sino guiado por la
conciencia del deber».
El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la
persona humana, especialmente en materia moral y religiosa. Entre otros, el derecho a la
libertad se expresa como: libertad de religión, de a la libertad de conciencia en sus
decisiones morales, derecho a la privacidad y al secreto en la correspondencia, a la
libertad para elegir el estado de vida, a la libre expresión del pensamiento, a la
información, a elegir residencia y al desplazamiento libre, a la elección sobre los hijos y
como educarlos, a utilizar el propio idioma y vivir según las propias costumbres
culturales, a la libre asociación por fines lícitos.
3. MORALIDAD DE LOS ACTOS HUMANOS
«Acto humano» es aquel que procede de la voluntad deliberada del hombre. Veamos
porque podemos afirmar que no todos los actos realizados por el hombre son «actos
humanos».
a) Acto humano. El acto humano es aquel que procede del hombre en cuanto inteligente
y libre. Por tanto, se entiende por acto humano o acto libre aquel que nace de la
voluntad iluminada por la inteligencia. Es decir, aquel que se realiza libremente tras un
juicio de conciencia. Los actos humanos son calificables moralmente: son buenos o
malos. El acto humano puede ser llamado también de: acto libre, voluntario, deliberado,
moral, imputable.
b) Acto del hombre. Todas las otras acciones, como pueden ser las meramente naturales
(digestión, respiración, sensación de dolor); las acciones realizadas sin conciencia (los
dementes, los locos, niños sin uso de razón, hipnotizados, embriagados, etc.) y los actos
realizados por una coacción violenta externa contra la voluntad interna (actos violentos
obligados).
Según su procedencia
a) Natural. Con las solas fuerzas de la naturaleza, sin la ayuda de la gracia (pensar,
hablar, sumar, restar, cortar un árbol, etc.).
b) Sobrenatural. Es el que requiere la presencia de la gracia (orar, un acto de verdadero
amor a Dios, dar la vida por Cristo, las virtudes teologales, etc.).
La libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera deliberada, el
hombre es, por así decirlo, el padre de sus actos. Los actos humanos, es decir,
libremente realizados tras un juicio de conciencia, son calificables moralmente: son
buenos o malos. Catecismo de la Iglesia Católica 1749.
Tres elementos claves para elaborar un juicio moral:
1. OBJETO: ¿Qué hago? Se refiere al acto mismo, es decir al objeto del acto exterior,
(Vg. Un asesinato, una calumnia, un robo, una mentira).
2. INTENCION: ¿Para qué o por qué lo hago? Se refiere al fin que se busca o la
intención del agente (objeto del acto interior) (Vg. Por dinero, para evitar males
mayores, para vengarme, para servir, etc.).
3. CIRCUNSTANCIA: ¿En qué circunstancias lo hago? Se refiere a la situación
concreta del agente y a las circunstancias que rodean el acto. (Vg. Enfermedad, vicio,
presiones externas, pobreza, desequilibrio pasional, etc.).
El objeto elegido es la materia del acto humano. Hay actos que «objetivamente» -es
decir «intrínsecamente», independientemente de la intención y las circunstancias- son
siempre malos y nunca pueden ser justificados por un fin ulterior. Ya que un fin bueno
nunca justifica un acto malo en sí mismo (el fin no justifica los medios).
En realidad, la moralidad de los actos humanos no se reivindica solamente por la
intención, por la orientación u opción fundamental. Hay comportamientos concretos
cuya elección es siempre errada porque esta comporta un desorden de la voluntad, es
decir: un mal moral.
Este carácter intrínsecamente malo de determinados actos, es el que lleva al Papa Juan
Pablo II afirmar en la Veritatis splendor que los preceptos morales negativos
(prohibiciones) son objetivamente malos y no admiten excepciones.
«Los preceptos morales negativos, es decir, aquéllos que prohíben algunos actos o
comportamientos concretos como intrínsecamente malos, no admiten ninguna
excepción legítima; no dejan ningún espacio moralmente aceptable para la
«creatividad» de alguna determinación contraria. Una vez reconocida concretamente
la especie moral de una acción prohibida por una norma universal, el acto moralmente
bueno es sólo aquél que obedece a la ley moral y se abstiene de la acción que dicha ley
prohíbe». Juan Pablo II. Veritatis splendor 67.
El mismo Concilio Vaticano II, en el marco del respeto debido a la persona humana,
ofrece una amplia ejemplificación de tales actos.
«Todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de cualquier género, los
genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario; todo lo que viola la
integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las torturas corporales y
mentales, incluso los intentos de coacción psicológica; todo lo que ofende a la dignidad
humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios,
las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes;
también las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados
como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables; todas estas
cosas y otras semejantes son ciertamente oprobios que, al corromper la civilización
humana, deshonran más a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia y
son totalmente contrarios al honor debido al Creador». Gaudium et spes, 27.
. Un acto malo no se vuelve bueno, porque tenga un fin bueno (torturar para saber la
verdad).
. Un acto indiferente se califica como malo o bueno por el fin.
. Un acto bueno se puede volver malo si tiene un fin malo (dar limosna por vanidad).
Un fin puede estar referido a una acción aislada o a varias acciones (p.e. la santidad
como fin último de todas mis acciones). Una misma acción puede estar inspirada por
varias intenciones como hacer un servicio por caridad sincera pero que busca también
para satisfacer la propia vanidad. Es necesario preguntase sobre las propias intenciones
y purificarlas.
Las circunstancias, se refieren a las preguntas: ¿quién obró, que medios utilizó, cómo
lo hizo, cuándo lo hizo, dónde, qué otros elementos intervinieron en el acto? Son los
elementos secundarios o accidentales de un acto moral. También forma parte de las
circunstancias las consecuencias de la acción.
Contribuyen a agravar o a disminuir la bondad o la malicia moral de los actos humanos
(por ejemplo, la cantidad de dinero robado, la relación sexual de un soltero o de un
casado, puede llegar incluso a cambiar la especie del pecado ¿fue fornicación o
adulterio?).
Pueden también atenuar o aumentar la responsabilidad del que obra (p.e. actuar por
miedo a la muerte, o cometer un asesinato con premeditación y sangre fría). Las
circunstancias no pueden de suyo modificar la calidad moral de los actos; no pueden
hacer ni buena ni justa una acción que de suyo es mala.