Ensayo Final - Seminario de Hermenéutica

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Universidad Iberoamericana

Alejandro Montoya Silva


Ensayo final – Seminario de Hermenéutica
Noviembre 2021

Un silencio para el otro


El corazón deja que todo acontezca
hacia allí y hacia aquí,
como el sauce.
Bashô

En El silencio, Gran Brahmán, José Ortega y Gasset nos habla sobre una sabiduría
acerca de lo individual humano – acerca del otro concreto y en particular. En realidad, nos
habla más bien poco de esta sabiduría, pues “es una cantidad de saber que se mide por la
cantidad de mutismo a que obliga” (p. 627). Tal vez sea más preciso decir que nos indica
sobre una sabiduría, como quien afirma haber encontrado un tesoro y señala el camino que
conduce a éste, de manera que en nosotros cae la responsabilidad de confiar, o no, y
emprender el camino. Pero en este caso, la experiencia nos da motivos para pensar que
existe, escondida en algún lado, una sabiduría sobre el otro individual; si hacemos el ejercicio
de pensar en aquellas personas que conocemos, parece que nuestra percepción de la
profundidad de lo que sabemos es inversamente proporcional a lo que realmente sabemos,
es decir, parece que entre más conocemos sobre el otro, más reconocemos lo poco que
conocemos del otro y lo mucho que nos falta por conocer.

Por otra parte, seguro estamos ante una sabiduría deseada. Sin duda existe la
indiferencia entre los seres humanos, sin duda hay personas de las que no nos interesa
conocer nada y hay personas a las que no les interesa conocernos; pero me cuesta imaginar
una persona completamente indiferente a todos los seres humanos. Incluso al anacoreta
que lleva años en soledad, alguna persona le pasa por su mente cuando al cerrar sus ojos
abra los de su interioridad. También al más distraído individuo, que evade constantemente
su interioridad, y pasa la mayor parte de su vida entre la multitud, alguna otra individualidad
resulta más valiosa para éste que las demás. Y cuando reconocemos un vínculo secreto que
trazamos entre nuestra individualidad y la de otra persona, ¿no reconocemos también el
deseo por conocerla más? Quizás porque al conocerla nos conocemos a nosotros un poco
más, quizás porque queremos sacar algún provecho de este conocimiento, quizás para
comprender las razones profundas de esta conexión, quizás porque el sentimiento que nos
provoca simplemente nos impulsa a conocerla un poco más. Se trata, por esto, de una
sabiduría que deseamos.

Cuenta Ortega y Gasset que los discípulos le preguntaron a su maestro por la mayor
sabiduría, y el maestro, sin responderles, les respondió: «la mayor sabiduría es el silencio».
¿Cómo puede esta respuesta ayudarnos a encontrar la sabiduría deseada? Queremos hablar
sobre el otro pero el maestro nos manda a callar. No obstante, esta aparente no-respuesta
puede ser precisamente la mejor ayuda para encontrar nuestra respuesta. En Filosofía del
budismo zen, Byung-Chul Han afirma que es necesario soltar el yo para vincularnos
verdaderamente con el otro. Un espejo es capaz de reflejar cualquier imagen precisamente
porque está vacío de imagen; y en este sentido, para hablarle verdaderamente al otro es
necesario primero dejar de hablarle al yo – callar la interioridad.

Pero ¿es posible? Volviendo a occidente, encontramos que Aristóteles en su Magna


Moralia se refiere también al espejo, pero esta vez, para resaltar la incapacidad de
contemplarnos a nosotros mismos sin la ayuda del otro:

“Así como, cuando queremos contemplar nuestro rostro, lo hacemos


mirándonos en un espejo, igualmente, cuando queremos conocernos a nosotros
mismos, nos conocemos viéndonos en un amigo. Pues el amigo, decimos, es
otro yo” (1213a 22-24).

También en su Ética a Eudemo, encontramos la misma idea cuando explica que


“percibir y conocer a un amigo debe ser, en cierto modo, percibirse y conocerse a sí mismo”
(1245a 35). Esto me lleva a pensar en la dificultad de soltar el yo en la interacción con el
otro. ¿Cuántas veces nos pasa que hablando con el otro, nuestro pensamiento rebota hacia
algo de nuestra propia vida? Frecuentemente ocurre que en la vida del otro se reflejan
asuntos propios difíciles de ignorar; como si se tratara de un espejo, debemos hacer un
esfuerzo para mantener la atención en el objeto de nuestra mirada sin distraernos en lo que
se refleja. De hecho, esta ocurrencia es lo maravilloso de conversar profundamente con
otro, pues enriquece nuestro conocimiento sobre nosotros mismos. Pero para el propósito
de acceder al conocimiento del otro, e incluso para ayudarle al otro en su propio proceso
de auto conocimiento, el ruido del yo resulta ser la más grande dificultad. ¿Cómo hablar
sobre el otro sin terminar hablando sobre nosotros mismos?

Ahora bien, ¿hablar sobre el otro es verdaderamente signo del conocimiento sobre
el otro? Porque bien es posible hablar sin conocer – hablar sin saber de lo que se habla.
¿Qué es conocer al otro? Parece que el conocimiento del que estamos tratando tiene que
ver con un verdadero vínculo con el otro. Para Kitarō Nishida, en su libro Indagación del
bien, el conocimiento es la unión entre sujeto y objeto: “Podemos conocer la verdadera
naturaleza de algo sólo cuando eliminamos por completo nuestras engañosas ilusiones y
conjeturas, y nos unimos así con la verdadera naturaleza de ese algo” (p. 226). Y esto, según
él, no es algo distinto al amor, pues el amor es también la unión entre sujeto y objeto:
“Amar algo es desechar el yo de uno y unirse con el otro. Los verdaderos sentimientos de
amor solo nacen cuando el yo de uno y el de otro se juntan sin dejar brecha entre ellos”
(p. 227). En este sentido, conocer es amar y amar es conocer, por tanto, conocer al otro
es amarlo, entendiendo por amor un completo vaciamiento del yo.

¿Qué sería entonces hablar sobre el otro? Un silencio radical de nuestra interioridad.
Una comunicación transparente que permita una verdadera unión entre el yo y el otro, la
cual, solo es posible a través del silencio. Pero no se trata de un silencio estratégico para
hablar sobre el otro, ‘hacer silencio para luego hablar’, sino un silencio honesto y radical por
medio del cual estaremos hablando con el otro, pues, ¿qué escucha el otro cuando le hablamos
desde el silencio? Escucha lo que le dice el silencio: “Nos olvidamos del yo y en ese momento
una fuerza incomprensible que está más allá del yo obra sola con toda su majestad” (p. 228).

Por lo tanto, no hay en realidad palabra posible sobre el otro, lo único posible es el
silencio ante el otro, porque solo al vaciar nuestro propio ruido accedemos verdaderamente
al otro.

Aunque no es ningún Buda,


está ahí el antiguo pino,
tan olvidado de sí mismo.
Issa
Referencias
Aristóteles. (1985). Ética nicomáquea. Ética eudemia. Editorial Gredos: Madrid.
Aristóteles. (2011). Poética. Magna Moralia. Editorial Gredos: Madrid.
Han, B. (2015). Filosofía del budismo zen. Editorial Herder: Barcelona.
Nishida, K. (1995). Indagación del bien. Editorial Gedisa: Barcelona.
Ortega y Gasset, J. (1963). El espectador VII. En Obras completas Tomo II. España.

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