APUNTE 12. La Sexualidad. Septiembre 2022
APUNTE 12. La Sexualidad. Septiembre 2022
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La sexualidad,
identidad sexual, dificultades sexuales
Curso perteneciente a la
Formación a Especialista en Nuevas Constelaciones Familiares de INSCONSFA
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Índice
La sexualidad........................................................................................................................................ 3
Bisexualidad .................................................................................................................. 7
Homosexualidad ............................................................................................................ 8
Transexualidad ............................................................................................................ 10
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Brigitte Champetier de Ribes, 2017-2020
La sexualidad1
La sexualidad es la fuerza vital que atraviesa todo lo que está vivo, juntando dos unidades
complementarias de la misma especie para crear más vida. La fuerza instintiva de la sexuali-
dad es la señal de su grandeza, que está más allá de lo humano. Es un impulso que anima todo
el universo, al servicio de la vida. La reunificación de lo separado, la fusión de lo complemen-
tario, crean más vida. Es la fuerza instintiva por excelencia, instinto hacia delante y hacia otro,
vehemencia al servicio de la reproducción, de la supervivencia de la humanidad, del hambre
de placer, del proyecto “universo”, del “destino colectivo”.
Con el ser humano y la cultura, la sexualidad añade a su carácter instintivo de reproducción y
de necesidad de saciar el deseo, el culto al placer compartido: el erotismo, la voluptuosidad, el
amor en pareja.
Este instinto nos conecta con los demás, con la existencia, con la energía, con una fuerza supe-
rior que nos atraviesa y, al experimentar el orgasmo, con el mayor disfrute conocido.
Existimos gracias a la sexualidad.
La Hellinger Sciencia considera la sexualidad como la fuerza sagrada por excelencia.
Por la potencia vital que mueve el instinto sexual, todo lo estructurado, cultural, social, reli-
giosa y políticamente, intenta dominarlo; sin embargo la sexualidad no acepta cauces.
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Definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2006): «la sexualidad es un aspecto central del ser
humano presente a lo largo de su vida. Abarca el sexo, las identidades y los papeles de género, la orientación
sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. La sexualidad se vivencia y se expresa a través de
pensamientos, fantasías, deseos y creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interper-
sonales. La sexualidad puede incluir estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian o se expresan
siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos,
políticos, culturales, éticos, legales, históricos y espirituales».
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Cualquier barrera, limitación o canalización del instinto sexual tiene consecuencias nefastas
para la vitalidad de las personas2 y su contribución al mundo.
La sexualidad es la fuente de nuestra energía y su potencia, cuando es reprimida, crea desór-
denes y perversiones, individuales y colectivos, que aparecerán durante generaciones.
Desde hace siglos, la literatura y la cultura popular son testigos de ello, el amor y la sexualidad
intentan unirse, aunque al principio fuera de un modo fugaz. Hoy la cultura occidental deja
libertad para elegir la pareja sexual. Y “lograr el amor” con la pareja sexual es la gran aspira-
ción de la mayoría de los adultos occidentales en pareja. En las culturas tradicionales del
mundo entero, la sexualidad se ejerce como un poder del varón sobre la hembra.
Una pareja nace con fuerza cuando, desde el principio, la persona es atraída por su pareja,
solamente porque le atrae como hombre o como mujer. El hombre quiere a la mujer porque le
atrae como mujer, la mujer quiere al hombre porque le atrae como hombre. En la pareja ho-
mosexual, de la misma manera, cada uno es atraído sexualmente por el otro. La relación ba-
sada en otro motivo como soledad, economía, proyecto, tener un hijo, no tiene fuerza como
pareja y se romperá pronto.
La pareja se realiza en la sexualidad.
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Leer a Wilhelm REICH.
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La atracción sexual tiene una primera etapa en la que no vemos al otro y sus necesidades. Lo
vemos como el gran proveedor de un apremio irresistible. Proyectamos sobre la otra persona
todo lo que anhelamos desde nuestras primeras carencias, y este anhelo deviene en deseo se-
xual. Es decir que en esa primera fase de enamoramiento, es decir de atracción sexual, vemos
a un ser sexuado dotado de todas las cualidades que más valoramos. En el fondo, todos vemos
a una madre idealizada, pero una madre con caracteres sexuales, por eso no la reconocemos.
En el momento del enamoramiento y de la atracción ciega, somos tomados por nuestros res-
pectivos sistemas familiares que necesitan resolver algo con nuestro encuentro.
No nos elegimos mutuamente. Nuestro instinto nos elige. Porque nuestro instinto es parte de
la fuerza instintiva vital que surca toda la humanidad, llevándola de saltos cuánticos en saltos
cuánticos, ya que cada unión de opuestos crea un salto hacia delante en la evolución hacia más
vida y más amor.
Y a través de los individuos que se atraen, sus sistemas familiares viven y vibran a la espera
de una reconciliación y de una fusión.
Después, rápidamente, se puede decir que antes de los seis meses de relación, nos damos
cuenta de que las sensaciones, ritmos, deseos, anhelos y apetencias de los dos son diferentes.
Descubrimos una nueva persona, una persona real. Dejamos de estar ciegos.
Entonces, o bien desaparece la atracción, lo que había que vivir a nivel profundo ya ha sido
cumplimentado, o bien la atracción permanece y se une a ella un nuevo anhelo de crear juntos
un proyecto de vida.
Al cabo de un tiempo, la atracción sexual es menos instintiva. Con las experiencias de la vida
y la convivencia, nace un reconocimiento al otro que sustituye la atracción a primera vista.
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La ternura y la valoración mutua, el agradecimiento y la alegría de estar juntos, la intimidad
compartida despiertan un nuevo impulso del deseo, creando la “atracción a segunda vista”.
Llegan entonces a una comunicación profunda, con fe en la intimidad con el otro que permite
la espontaneidad en el intercambio sexual amoroso y placer compartido, con la confianza en
que las dificultades que se presenten se resolverán entre los dos.
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La identidad sexual
También, observamos confusión sobre la identidad sexual, creada por mandatos parentales,
como se pueden observar actualmente con madres que rechazan lo masculino, mayoritaria-
mente por la influencia de creencias y campos mórficos de sentimientos de venganza contra
los hombres. Algunos niños sienten desde que nacen el anhelo frustrado de la madre de tener
una hija, mujer como ella, y el desprecio que tienen hacia los hombres, y ese niño decide precoz
e inconscientemente ser la niña que la madre deseaba.
Por otra parte, existe una tendencia creciente hoy de homosexualidad reaccional: hombres o
mujeres que deciden cambiar de orientación sexual, por miedo, frustración o venganza con el
otro sexo.
Bisexualidad
Gracias a la sistémica hemos podido entender por qué la mayoría de las personas también se
sienten bisexuales. Los recién llegados a la vida tenemos como destino mostrar y representar
a los excluidos que, por su exclusión, permitieron un beneficio para nuestra familia y no fueron
agradecidos por ello.
Así, a cada uno nos toca reemplazar a varios excluidos, con más o menos intensidad, y pode-
mos observar que la elección sistémica de quién sustituye a quién no tiene en cuenta el género
del descendiente. Esto significa que cada uno estamos sustituyendo tanto a hombres como a
mujeres, viviendo sus respectivos deseos sexuales de un modo incoherente e independiente
de nuestra orientación real.
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Voy a dar unos ejemplos.
El hijo se transforma en la persona que hizo sitio para que él esté, mientras esta persona no
haya sido reconocida y agradecida. Pueden imaginar a un hijo varón, con identidad heterose-
xual, cuyo padre tuvo una primera relación muy intensa, pero por un motivo que no nos in-
cumbe, el padre dejó a esta mujer. El primogénito entonces reemplaza a esta mujer despechada
y, a la vez, que su atracción por las mujeres, siente atracción y dolor inexplicable con su padre.
El primogénito reemplaza a la primera pareja de cada uno de sus padres cuando esta primera
pareja fue excluida o despreciada. La primera pareja, o relación sexual, puede ser un novio o
una novia, también puede ser una prostituta, un violador o el padre incestuoso.
Una mujer, cerca de los cuarenta, no conseguía tener pareja, sólo atracciones muy fuertes, in-
cluso violentas y fugaces, con mujeres, y simultáneamente atracción más equilibrada y dura-
dera hacia los hombres, con deseo de crear familia; pero reprimía todo lo que sentía porque se
tenía miedo, no sabía cómo manejar la violencia de su deseo con las mujeres. Prefería no salir,
no relacionarse. La constelación mostró que estaba identificada con un gran excluido: el hom-
bre que violó a su madre cuando esta era pequeña.
Los homófobos, como todos los –fobos, son personas que transfieren sobre el otro una pulsión
reprimida. Y cuanto más fuerte es esta pulsión, más culpabilizante es y mayor va a ser la pro-
yección, más fuerte el rechazo y el odio expresado hacia los que se atreven a vivir “esto”. El
homófobo no se perdonaría nunca descubrir que tiene ese impulso homosexual…
Homosexualidad
Como lo comenté antes, vemos que existe homosexualidad por destino, homosexualidad por
mandato, es decir por una decisión propia de guion, y homosexualidad por reacción.
Detrás del homosexual por destino hay generaciones de homosexuales torturados, ocultados,
castrados, reprimidos, ultrajados, deshonrados, denostados, despreciados, vilipendiados. El
amor del homosexual a estos excluidos es inmenso y de pequeño prometió sacrificarse por o
como ellos. Por lo que los descendientes pueden vivir un miedo visceral al castigo, a la cruel-
dad y la tortura a la que fueron sometidos y perseguidos los ancestros varones homosexuales.
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Necesitará un profundo y largo trabajo de individuación para poder vivir su homosexualidad
en armonía y sin sufrimiento.
La homosexualidad por mandato, fue trasmitida por uno de los padres, “no seas tú, que seas
del otro sexo”. Por amor incondicional arcaico, el bebe o el niño asiente al mandato y lo asume
el resto de su vida.
Cuando surge este mandato en una terapia o una constelación, la frase “Tú por ti, yo por mí”
libera a este hijo de llevar algo en contra de su destino, y el cambio es inmediato.
La persona descubre su identidad sexual real. Sin embargo, necesitará ayuda para liberarse
del sentimiento de culpa que sentirá hacia el progenitor que le había transmitido “que seas de
tal o cual sexo”.
La persona homosexual necesita tomar su destino y abrazarlo, para poder fluir con la vida.
Ya que su destino viene marcado por una dificultad de acercamiento a sus padres, su vida
puede ser especialmente difícil por el mismo hecho de no haber tomado a esos padres y ade-
más estar en la exclusión. Tomar al padre significa tener fuerza, tener la fuerza de adaptarse a
la realidad. Tomar a la madre permite salud, éxito, amor y prosperidad.
Agradecer el destino propio, tomar a sus padres y reincluirse van a ser las metas de la persona
homosexual. A partir de ahí su vida se empezará a ordenar, ganando fuerza, fluidez y felici-
dad.
Recordaremos que la persona que tiene muchas parejas o que es promiscua, está buscando a
su madre… Y esa búsqueda se transforma en relación estable cuando toma a su madre.
Tomar lo masculino y lo femenino de cada uno se hace posible cuando hemos tomado incon-
dicionalmente a nuestros padres. Estos dos pasos son fundamentales y decisivos. Ahí encuen-
tra cada uno su grandeza como ser humano y plenitud como ser sexuado.
La relación de pareja es hacia donde tiende la vida. Es una meta. Es el gran sueño y la verda-
dera plenitud de la vida.
Es también la gran escuela del crecimiento y del desprendimiento.
El camino de purificación y de éxito de la persona homosexual, cual sea el origen de esta ho-
mosexualidad, reside en:
- El asentimiento y el amor a todo como es, incluyendo a la propia persona y a los dife-
rentes.
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- Soltar la exclusión, renunciando a la soberbia o a la expiación del excluido. Soltando
un reemplazo o una identificación.
- Tomar a los padres.
Transexualidad
Hemos podido observar, todavía en pocos casos, que la transexualidad se da tanto por destino
como por sumisión a un mandato parental.
Como en la homosexualidad, la transexualidad por destino reposa sobre el no acceder al pro-
genitor de mismo sexo, estar identificado a varios excluidos graves y estar reemplazando a
varias personas del otro sexo.
En algunos casos, están identificados o intrincados con un excluido que fue un perpetrador
sexual por el que tienen que pagar. El precio a pagar por la expiación del ancestro es la renun-
cia a su propia identidad sexual, ser mujer, para las mujeres, o ser hombre para los hombres
pone en peligro su supervivencia psíquica.
Como en la homosexualidad por destino, constelarse, tomar a los padres, salir de la exclusión,
no cambiará ese destino, pero sí permitirá acceder a la armonía y la estabilidad en su vida
afectiva y de pareja.
En el caso de un chico adolescente que quería operarse para transformarse en mujer, la cirugía
era el cumplimiento de los deseos de venganza de varias ancestras violadas o muertas abor-
tando. Su energía asesina era extrema y pedían la castración de los hombres que las rodeaban,
castración a la que se entregaba amorosamente este joven descendiente, por amor a su madre
y para proteger a su padre del odio de su madre.
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Las dificultades sexuales
Las diferentes dificultades sexuales, tipo frigidez, eyaculación precoz, etc., muestran sobre
todo un no haber tomado a los padres, no fluir con la vida. La relación con la madre es la me-
táfora de la sexualidad. Los conflictos infantiles con la madre impedirán el acceso a la sexua-
lidad adulta. Los traumas infantiles suelen ir acompañados de sentimiento de culpa que se
impedirán disfrutar de la vida y se pueden proyectar con facilidad a la esfera sexual.
La pérdida conjunta del apetito sexual se muestra entre conyugues para quienes la relación es
más filial que de pareja: madre-hijo y padre- hija. Observaremos a menudo esta relación filial
cuando uno de los dos ya no desea al otro como partener sexual.
Es importante recordar que los dos se necesitan como son, a nivel profundo sus deseos o falta
de deseo son complementarios. Un marido que va inconscientemente de padre, como deseo
sexual por su esposa pero sí par otras mujeres, está felizmente enamorado de una mujer, iden-
tificada a la primera pareja sexual de su padre, que como esa primera pareja vive atracción y
frustración, ya que lo que caracterizó a la primera pareja es que fracasó en el amor con el padre.
Traumas anteriores como violación o incesto vuelve muy difícil la libertad del deseo sexual de
la persona que lo sufrió.
Incluso juegos sexuales entre una niña y un adulto, donde no hubo daño, tienen consecuencias
graves: una vez adulta esta mujer o este hombre se culpabilizarán por haber disfrutado de un
placer prohibido. Lo importante aquí será que la persona se permita decir “lo disfrute y está
bien”.
Cuando ha habido abusos en la infancia, la persona vive un bloqueo sexual, un desorden in-
controlable del deseo o un despertar precoz y desproporcionado del instinto sexual que segui-
rán presentes el resto de la vida. Será de ayuda tratar estas dificultades tanto como traumas
como consecuencia de intrincaciones graves. Las constelaciones deberán sumarse a las terapias
de resolución de traumas.
El cónyuge que se niega sistémicamente a darse sexualmente, por trauma o cualquier otro
motivo consciente o inconsciente, hiere la dignidad del que es demandante de sexo. La relación
entre los dos se deteriora, el que pide se siente pequeño y culpabilizado por su necesidad, el
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que rechaza se siente grande y con buena consciencia. Esto suele provocar la separación; el
que pide, para salir de su sentimiento de culpa, se va hacia otra persona con más vida, y así
recupera su dignidad.
Abusos sexuales
“La primera consumación íntima del acto sexual establece una relación especialmente intensa (aquí entre
la víctima del abuso y el perpetrador), es decir, a través de esta experiencia sexual se crea un vínculo
entre ambos. Más tarde, la víctima no puede tener ninguna pareja nueva sin reconocer a la primera. A
raíz de la persecución y desprecio, no suelen encontrar otra pareja nueva. En cambio reconociendo este
primer vínculo, esta primera experiencia, tiene la posibilidad de integrarlos en una relación nueva, donde
quedan guardados. Tal y como se hace ahora, diciendo que la experiencia tan sólo es nociva y tendrá
consecuencias pésimas, se va en contra de la solución y únicamente perjudica a las víctimas”.
Felicidad Dual, Gunthard WEBER
El hijo de una violación está al servicio del destino colectivo: su misión es ser la reconciliación
entre los dos sistemas familiares. A nivel de destino colectivo el padre actuó al servicio incons-
ciente de la reconciliación. Al nivel de de su destino individual vivirá las consecuencias del
daño que hizo.
Los traumas por abusos sexuales suelen tener consecuencias durante mucho tiempo sobre la
sexualidad de la persona y, hasta ahora, se transmitían en las siguientes generaciones.
Para la dinámica profunda de la vida lo que importa son los hechos, no los motivos o las emo-
ciones. Una violación es registrada como una relación sexual en la que el vínculo creado entre
el perpetrador y la víctima es el de una pareja.
Cuando la víctima haya podido primero decir su dolor, luego, integrar la agresión hasta poder
considerar a su agresor como una de sus relaciones, podrá decirle tú fuiste el primero. A partir
de este momento, la antigua víctima podrá vivir la siguiente relación de pareja con plenitud.
La rendición a su pasado va a dotar a la antigua víctima de una fuerza y una humanidad
especial.
Para el agresor
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El segundo es invisible, es el nivel del destino colectivo y, sin embargo, es el que determina la
dirección de todo lo que hacemos en la realidad. Es el nivel de la gran fuerza que lo guía todo,
la fuerza vital, gran conciencia o movimiento del espíritu; también el de las fuerzas que dirigen
el universo, como lo hace la fuerza de la gravedad: las fuerzas del amor; igualmente es el nivel
de los excluidos de las generaciones anteriores que dirigen inconscientemente la vida de sus
descendientes; y el de la resonancia con los campos morfogenéticos y mórficos.
En ese nivel profundo y oculto, todo hecho, por difícil o terrible que sea, está al servicio del
amor y de la vida, en una escala, frecuentemente, fuera de nuestro alcance intelectual…
Recordar que toda víctima se transforma de inmediato en agresor. Para que el agresor pueda
sanarse, primero tendrá que asumir su responsabilidad y después volver al abuso que ante-
riormente él mismo sufrió como víctima para sanar ese trauma.
Para el perpetrador sexual se suelen juntar: un desorden sistémico, la necesidad sistémica de
repetir o compensar antiguos abusos y un trauma sexual en la infancia. Puede ayudar poner
dos representantes para el perpetrador: su adulto y su niño. Observaremos frecuentemente la
presencia de una perversión sexual de la madre del perpetrador, que de pequeño fue tan mal-
tratado como hoy maltrata a sus víctimas.
Cuando la víctima o alguien de su entorno pueda decir al perpetrador “te amo”, la energía
asesina y la compulsión de crueldad desaparecen por completo. Por el contrario, seguir en la
acusación, en el desprecio o en la difamación del perpetrador no hace más que volverlo más
cruel. Quiere decir que el perpetrador actual debe poder llegar a mirar con compasión al que
le maltrató cuando era joven.
La sanación del perpetrador significa que pueda mirar a su víctima, escucharla y asumir las
consecuencias de sus actos.
Frase clave del perpetrador frente a una criatura: “Asumo toda la culpabilidad de lo que pasó. Yo
soy el grande. Eres totalmente inocente”.
Frente a otro adulto: “Asumo el daño que te he hecho, asumo las consecuencias y decido reparar”.
En todos los casos de abusos sexuales es importante llegar a la expresión del amor -ciego- que
provocó el crimen. La violación, o el abuso, fue un acto de amor desordenado. Cada uno estaba
reemplazando a otro.
Cuando un menor está implicado en el abuso, es que este menor estaba viviendo la relación
sexual en lugar de uno de sus progenitores. Los niños viven, sufren o agreden a otros por sus
padres. La responsabilidad está únicamente en los padres, el niño/a no puede hacer otra cosa
que lo que los padres le exigen inconscientemente.
No olvidemos que numerosos niños varones también son víctimas de abusos e incestos de
hombres y mujeres adultas.
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En constelación, los abusos se manifiestan con la presencia de náuseas (pasó algo imposible
de digerir). Los picores (vergüenza), sobre todo en la zona genital, dicen que estos abusos fue-
ron sexuales. Y estos síntomas existen tanto en el perpetrador como en la víctima o en sus
descendientes.
Para la víctima
La víctima ha de poder expresar sus emociones primarias de dolor, miedo, impotencia, de-
solación, devastación, angustia, abandono, ganas de venganza, odio...
Después podrá darse cuenta que su supervivencia vino de sus deseos de venganza, por la
fuerza que le proporcionó. Y ahora puede decir al agresor: “Soy igual que tú”.
Entonces podrá iniciar la rendición al destino y podrá mirar de nuevo la vida con confianza.
Peter LEVINE es el gran experto sobre la resolución de los traumas y estrés postraumático. En
su libro “En una voz no hablada”, describe con precisión, de un modo muy documentado y
apoyado en su gran experiencia, las consecuencias de un trauma y las etapas de la salida de
ese trauma; en particular, la transformación de la agresividad postraumática.
Cuando en el pasado hubo abusos y violaciones constantes, como en el caso de niñas o niños
alquilados o vendidos a grupos de pederastas, o robados o secuestrados para ejercer como
esclavos sexuales, no solemos tener permiso para mirar las intrincaciones individuales de ese
adulto herido de por vida. Los secretos y crímenes son demasiado numerosos y grandes. Sólo
queda la rendición ante la fuerza del destino.
El individuo ha sido atrapado por la resonancia de grandes campos deshumanizantes y su
supervivencia se dará gracias a su entrega a la vida concreta y práctica, a los detalles y lo
humilde.
El constelador tiene que renunciar a comprender y, sí, tomarlo todo como fue, honrando todos
los implicados, víctimas y perpetradores, por haber sido los instrumentos del destino al servi-
cio de la evolución y dejando con ellos la responsabilidad del daño y sus consecuencias. Cada
uno es visto y amado por algo más grande. Nadie escoge el lado en el que se encuentra. Sí,
todos, en todo momento, tuvieron y tienen la oportunidad de ejercer su libre albedrío, de asu-
mir, o no, lo que están viviendo, de vivir, o no, en el adulto presente…
Sobre el incesto
Mientras no se vean los sucesos en su contexto global, no hay solución posible: siempre están
involucrados los dos padres.
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Puede ser que la madre ofrezca a la hija a su marido para compensar el dar-tomar, si ella no
quiere tener más relaciones sexuales con su marido, o porque ella está exigiendo del marido
más de lo que puede compensar (como cuando ella trae a la pareja un hijo de una pareja ante-
rior).
Los padres han de enfrentarse con su responsabilidad para que desaparezca la culpa de la hija
o hijo y que la víctima pueda volver a sentir su inocencia. La persona afectada tiene que en-
frentar a ambos padres con la culpa, que se resolverá cuando asuman su responsabilidad.
El responsable:
Acepto plenamente las consecuencias de mis actos.
Acepto la sentencia y la pena.
Después tiene que encarar a su hija o hijo y realmente verlos, viendo las consecuencias de sus
actos.
Yo llevo toda la responsabilidad, devuélveme mi responsabilidad, devuélveme la culpa y la vergüenza
que llevas, son mías.
Tú eres pequeña, nosotros tus padres somos grandes, la responsabilidad y la culpa son nuestros.
Llevo conmigo y para siempre las consecuencias de mis actos.
He cometido una injusticia contigo.
La víctima:
Si hubo violencia:
Has cometido una gran injusticia conmigo, y no te lo perdonaré nunca.
Sois vosotros, no yo. Vosotros tenéis que llevar las consecuencias, no yo.
Fue terrible para mí, y dejo las consecuencias contigo.
A pesar de todo, sacaré partido de mi vida.
Si no hubo violencia, puede haber una gran culpabilidad por haber sentido placer, y lo libera-
dor es expresarlo:
Mamá por ti lo hago a gusto.
Papá lo hice por mamá. Lo hago por mamá, y estoy de acuerdo en hacerlo por ella.
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Pederastas y víctimas
Los pederastas o pedófilos fueron niños víctimas en casi todos los casos de madres abusadoras
y perversas. En algunos casos, este hombre es descendiente de una víctima de abusos infanti-
les. Lo que hay detrás de este tipo de abusos sexuales, es un pasado lleno de secretos, de crí-
menes secretos con repetición de generaciones de abusos crueles e inimaginables, legitimados
por el estatus del perpetrador.
Los padres entregan a sus hijos al pederasta. Cumplen inconscientemente con sus fantasías
prohibidas. Por eso la reacción de los padres es tan violenta, porque su sentimiento de culpa
es insoportable.
Las víctimas de trata, niños esclavos o explotación sexual, es decir víctimas infantiles de una
tortura continuada, se han adaptado con los mecanismos como desarrollar personalidades
múltiples, amnesia sistemática, psicopatía que permite no sentir. Son resistencias al sufri-
miento extremo que permite por un lado no sentirse involucrado personalmente en el dolor y
por otro lado protegerse de los demás cortándose de sus emociones hacia los demás, es decir
erradicando su capacidad de empatía.
“La sexualidad tiene que ver con la vehemencia y la violencia de la vida. Es algo que se apodera de
nosotros en lo más hondo de nuestro ser, y también nos pone en peligro. Viendo la sexualidad con esta
grandeza, con su vehemencia y con su violencia, podemos tratarla con más respeto.
En un sentido profundo la sexualidad nos viola y nos arrastra. Que también pueda tomar estas formas
extremas se debe a la naturaleza de la sexualidad y no a la naturaleza de un perpetrador individual.
Cuando un niño entra tan tempranamente en contacto con la sexualidad, también entra en contacto
tempranamente –aunque sea de una manera amenazante– con la vehemencia de la vida.
Quien supera esta experiencia alcanza una profundidad y una fuerza que otro niño no tiene.
He visto en muchas mujeres abusadas que cuando el trauma del incesto está superado, tiene una digni-
dad y una fuerza especiales.
(Si uno se queda en la acusación) la herida se perpetúa sin llegar a la sanación.”
Reconocer lo que es, Bert HELLINGER. Ed. Herder, p. 164.
16
Como conclusión
Para terminar utilizaré las palabras de Marie Lise Labonté3 en su libro Hacer el amor con amor
(pp. 241-244)):
Hacer el amor con amor tiene una clave. Reside en la expresión sexual, que libera una energía vital,
como una fuerza sagrada. Esta última se traduce en oleadas de placer que llegan al corazón y a todas las
células de nuestro cuerpo, a nuestra conciencia en el mejor de los casos. (…)
El orgasmo es una oleada de energía que nos invade y nos hace perder la conciencia durante un segundo,
un minuto. De pronto se suspende el pensamiento, se suspende el tiempo, hay un momento de eternidad,
una muerte de nuestra personalidad. Nos expandimos, nos volvemos vastos, nos llenamos de amor, de
felicidad. (…)
La clave reside en que el orgasmo, al hacer el amor con amor, me conecta con algo más amplio que mi
“yo” (…)
Reich, Osho y muchos otros maestros nos han enseñado que el orgasmo es ese momento de iluminación
que tantos persiguen, esto es, ese lugar donde el tiempo se detiene, la mente calla e irrumpe la experiencia
de la felicidad, un momento real de conciencia que es el comienzo de la meditación”.
3
Ver Apoyo bibliográfico.
17
Textos de Bert Hellinger
En nuestra contra
Viajes interiores, pp. 74-75
A veces nos acosa una imagen interna con algo que está en contra de nosotros. Puede ser, por
ejemplo, un ser humano, un grupo o una situación, un suceso, un golpe del destino. (…) estas
imágenes interrumpen la sintonía interior. Nos instan a dejarla y a emprender algo afuera,
para así enfrentar aquello que parece estar en contra nuestra, y defendernos.
(…)
¿Qué hacemos entonces? (…) pasamos por encima de esas imágenes hasta detenernos ante eso
Último, en silencio, y que vivenciamos e intuimos como asintiendo a todos y a todo.
Como este poder actúa más allá de lo que cabe pensar, tenemos tiempo. Aun incluso cuando
algo nos urge actuar porque creemos que el permanecer simplemente frente a ese poder nos
hace perder algo más importante. Por el contrario, el tiempo en recogimiento concentra lo
esencial. El tiempo fácil y urgente pierde lo que quiere recuperar.
Entonces ¿qué es lo que hacemos en nuestros viajes interiores cuando hay algo que parece
haberse puesto en contra nuestro? Nos tomamos tiempo, tiempo divino, tiempo sin tiempo.
En él todo ya se ha ordenado – hacia lo bueno.
¿Qué nos mantiene en ese tiempo? El agradecimiento.
18
El amor al destino
Pensamientos divinos, pp. 216-217
El encuentro con el destino se produce con toda persona con la que nos relacionamos. Cada
uno se convierte en nuestro destino, y nosotros en el suyo. El amor al destino significa pues
amar tanto al destino que se cruza conmigo en el otro, enriqueciéndome, desafiándome y gol-
peándome, como a aquel destino que enriquece, desafía y a menudo golpea al otro a través de
mí. Así, todo encentro con otra persona es más que el encuentro entre ella y yo. Es un encuen-
tro entre dos destinos que actúan detrás de él y de mí: aportando felicidad o dolor, al servicio
del crecimiento o la limitación, dando vida o quitándola.
El amor al destino es, por tanto, el amor último, que exige, da y toma lo último. En él, nos
crecemos.
¿Qué significa esto en concreto?
Cuando alguien, desde mi punto de vista, tiene malas intenciones conmigo y me hace una
maldad, mi primera reacción es devolverle la maldad y desquitarme o vengarme. Si, en cam-
bio, contemplo al otro como un ser entregado a su destino y reconozco que, a través de él, ese
destino se convierte también en el mío, ya no afronto al otro sólo como persona; afronto al
destino…y lo amo. En ese momento, me doblego ante un poder cargado de destino, me dejo
tocar por él, me limpio de fruslerías y permanezco en el amor.
A la inversa, si me convierto en el destino del otro de una manera que le duele, limita y obliga
a despedirse y separarse de algo, resisto a la sensación de culpabilidad, en el sentimiento de
que no actúo por interés o mala fe sino porque estoy a merced del destino, el suyo y el mío.
Debo amar también ese destino tal como es, convirtiéndome en un ser puro y de igual fuerza.
Quien de esa manera ama el destino, el propio y el ajeno, que se asimilan uno a otro, está en
sintonía con todo tal como es. Está integrado a la vez que atento. Su amor tiene grandeza y
fuerza porque es amor al destino.
Existen dos cerebros, que entre ellos se oponen. Por una parte se oponen y por otra se comple-
mentan. Se oponen porque están separados. Cada uno cumple con una función distinta. Tene-
mos continuamente dificultades porque utilizamos más el uno que el otro. La solución sería
de unirlos de tal manera que nos podamos manejar con los dos por igual, sin diferenciarlos.
Me refiero aquí al aspecto más exterior, generalmente conocido.
Ahora bien, se trata de algo más. En la Biblia está escrito: “Dios creó el Hombre a su imagen”.
Luego sigue algo desconcertante. Dice: “Lo creó como hombre y mujer”. Con Dios – si me
atrevo a decir algo así – los dos cerebros no se hallaban separados.
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En nosotros, por cierto, lo están. Contrariamente a lo que Dios ve, a nosotros nos aparecen
apartados. Pues, el hombre solo no está a la imagen de Dios, y la mujer sola tampoco. Única-
mente juntos corresponden a la imagen de Dios.
Es decir, el hombre solo es incompleto. Sólo con la mujer encuentra la integridad. Sin embargo,
hace la diferencia entre él y la mujer. Lo mismo vale para ella.
Existen muchas diferencias, por las que no percibimos que son una prolongación de la dife-
rencia entre hombre y mujer. Por ejemplo, la diferencia entre cuerpo y mente. En lugar de
mujer, decimos cuerpo y en lugar de hombre decimos mente.
En ese sentido, la vía espiritual que niega el cuerpo es, en variados aspectos, una negación de
la mujer. Y por ello, muchas vías espirituales son enemigas del cuerpo. Suprimen la unidad
del hombre y de la mujer y dan supremacía al uno en contra del otro.
Así pasa entre el cerebro derecho y el izquierdo. El uno es masculino, el otro es femenino. Lo
mismo entre arriba y abajo.
La pregunta ahora es: ¿qué es lo que los junta?
Intento de comprensión
Cerrad los ojos y tratad de sentir dentro de vosotros.
¿Cuál de ambos lados es el más fuerte?
¿Cuál de arriba o de abajo es más fuerte?
¿Cuál de las dos relaciones es la más fuerte: hacia el padre o hacia la madre?
Al tener hijos de ambos géneros ¿hacia cuál de ellos va la relación más fuerte?
Meditación
Eso fue una preparación. ¿Habéis podido sentir en vosotros esta división?
Ahora querría ir un trecho con vosotros, con una meditación en la que juntaremos las dos
partes. Cada parte es simultáneamente masculina y femenina. Es cuestión de saber cómo uni-
mos esas dos partes para formar una unidad. Si lo logramos en estos diferentes ámbitos, en-
tonces lo lograremos también entre hombre y mujer y en la relación de pareja.
Derecha e izquierda
Cerrad los ojos.
Orientamos nuestra atención hacia el brazo derecho y el izquierdo. Separad los brazos y girad
las palmas hacia arriba. Las manos descansan en vuestro regazo. Permaneced relajados.
Ahora, percibid una mano y luego la otra. ¿Cuál de las dos es más fuerte, más débil? Sin mirar
a ninguna de las manos, mirad hacia delante, hasta que ambas se puedan unir. Es decir que
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una mano se vuelve “más” y la otra también. Y esperamos hasta lograr no pensar ni en la una
ni en la otra, derecha e izquierda se han vuelto una- infinitamente una…
Aquí se desarrolla un proceso en el que los contrarios desaparecen. Se vuelven uno.
Arriba y abajo
Haremos lo mismo con arriba y abajo. Primero miramos hacia arriba y luego hacia abajo. Bus-
camos dónde, en nuestro cuerpo, transcurre la línea de separación. Aquí también esperamos,
hasta que las dos partes se hagan una. Observamos la diferencia en nosotros, producida
cuando surge la unidad.
Padre y madre
Haremos lo mismo con padre y madre. Sentimos en nosotros de inmediato el lugar del padre
y el lugar de la madre. ¿Cuál de los dos está descuidado y queda en el fondo?
Permanecemos en un movimiento interno y esperamos, hasta que ambos se hagan uno, iguales
y uno a la vez.
La relación de pareja
Ahora transferimos este movimiento a nuestra relación de pareja. ¿Quién o qué en ella se man-
tiene en primer plano? ¿Quién o qué en ella se queda en el fondo? ¿Algo está más a la derecha
o a la izquierda? ¿Quién o qué está más arriba o abajo?
Dejamos ahora que las partes se vayan uniendo, todas iguales y de igual valor. Cuando las dos
partes se unen con un inmenso amor, sentimos los efectos.
Dios y el mundo
Nos movemos ahora hacia otra contraste más, que podemos comparar a derecha/izquierda o
arriba/abajo, el contraste entre Dios y el mundo.
Dejamos que las dos partes fluyan en nosotros hacia una unidad sin más diferenciación, unién-
donos con ellas en todos los aspectos.
Estas reflexiones se pueden trasladar y aplicar a otros contrastes. Os mencionaré brevemente
algunos aquí.
Salud y enfermedad
Cuando nos queremos deshacer de una enfermedad, estamos en lo masculino, cuando asenti-
mos a ella, estamos en lo femenino. Cuando ambos aspectos pueden fluir, la salud y la enfer-
medad tienen un efecto conjunto y se vuelven uno.
Vida y muerte
La vida es aquí masculina, la muerte es femenina. ¿Qué acontece en nosotros cuando ambas
pueden fluir juntas, a nivel de nuestra sensación? Nuestra vida se vuelve tranquila y plena. La
vivimos con vistas a la muerte. Entonces, nuestra muerte también se vuelve plena, en su mo-
mento.
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Antes y después
A nivel de sensación, el pasado es femenino. En este respecto, está concluido. El futuro es
masculino. Cuando nos orientamos hacia el futuro, actuamos de modo masculino. Cuando nos
frena el pasado, esperamos, sin actuar. Ambos son necesarios, y cada uno solo es improduc-
tivo.
¿Cómo se juntan? En el momento presente, ahora.
Mi cuerpo
A menudo, tratamos nuestro cuerpo como si fuera inferior a nuestra mente. Lo tratamos con
condescendencia, aunque sin cuerpo ninguna mente pueda sobrevivir.
Frente al cuerpo/mente tal como lo postulan muchos, entre ellos personas religiosas o espiri-
tuales, se refleja otro antagonismo, principalmente en los hombres. Es el antagonismo entre
hombre y mujer.
¡Lo que habrán hecho muchos hombres a mujeres en términos de desprecio, de opresión, de
mutilaciones, de discriminación! Tratando a su mujer como una posesión personal de la que
disponer a su conveniencia y que luego puede cambiar o liquidar, sin compasión ni respeto,
sin corazón.
A menudo tratan su cuerpo de manera semejante. Lo descuidan y lo ponen en juego por su-
puestos valores espirituales, o por vano deseo de gloria.
¿Qué diferencia hay, al fin y al cabo, en la imagen del país vencido, entre una guerra o una
batalla, y la violación de una mujer, que a su vez conlleva la violación de muchas otras mujeres,
carente de compasión, de respeto y de sentimiento?
¿Dónde comienza para nosotros la reconciliación y la paz, en todos los niveles?
Con el respeto y el amor a las mujeres, y a los hombres que se hallan debajo de ellas o a su
lado.
Este movimiento va más allá de la supuesta “igualdad”, así como no puede haber “igualdad”
entre cuerpo y mente.
Cuando considero lo que tantos hombres han hecho a las mujeres en un periodo tan largo de
tiempo, se me saltan las lágrimas, así como cuando pienso en lo que los hombres han hecho a
su propio cuerpo y al de otros muchos.
Del mismo modo, los hombres, sobre todo los hombres, tratan la tierra, aunque ésta los acoja.
Y así manejan el dinero también. Más allá de la ganancia de un sueldo legítimo, el dinero como
lucro sin fundamento viola – como si fuese otra nueva guerra - a aquellos mismos de los que
procede.
¿Cómo volvemos a nuestro fundamento? ¿Cómo retornan los hombres hacia las mujeres?
¿Cómo retornan las mujeres, que a menudo en sus sentidos y cuerpo perciben lo mismo que
el hombre, hacia sus madres?
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Con humildad. Desde unas alturas arrogantes, retornamos a la tierra. Volvemos desde lo aéreo
hacia la gravedad de la madre tierra, de la que nacemos y que nos lleva y nos alimenta. Enton-
ces, las mujeres llevan a los hombres y a otras mujeres con un amor maternal. Se juntan a ellos
y se unen, sin colocarse por encima de ellos.
De esta forma, retornamos a nuestro cuerpo y, gracias a él, hacia aquel poder creador, fuente
e imagen de toda vida, que encontramos más completamente en la mujer y el hombre- así
como en nuestro propio cuerpo.
¿Cómo? Con aquel amor original que, maternalmente, afirma a lo que trae a la existencia:”
¡Que sea, que viva!”
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Bibliografía de apoyo
On Line
En Artículos:
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La felicidad que permanece, Barcelona, marzo 2007.
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Libros
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El centro se distingue por su levedad, Ed. Herder, 2009.
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