Gil - Introduccion A La Psicologia de Grupos-Cap01
Gil - Introduccion A La Psicologia de Grupos-Cap01
Gil - Introduccion A La Psicologia de Grupos-Cap01
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INTRODUCCION - -
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ALA PSICOLOGIA
DE LOS GRUPOS
EDICIONES PIRAMIDE
PARTE PRIMERA
El contexto psicosocial del grupo
El estudio de los grupos
en la Psicología Social
CARLOS MARÍA ALCOVER DE LA HERA
1.1. Introducción
1 L. Fuller (1949). The case of the speluncean explorers. Harvard LLni· Review. 62, 616-645. [Citado y
recogido en M. Douglas ( 1986): Cómo piensan las instituciones (págs. 19-22). Madrid: Alianza. 1996.}
e Ediciones Pirámide
30 Introducción a la Psicología de los Grupos
¿qué ocurriría entre los miembros del grupo de exploradores si fueran. por ejem
plo. de diferente raza. sexo, religión, nacionalidad, etc., o si dichas diferencias se
dieran entre ellos y los miembros del jurado o del Tribunal Supremo, e incluso si
existiesen dentro de alguno de estos dos últimos grupos? ¿Cómo serían los pro
cesos y los resultados grupales en la situación extrema en la que se encontraban
los exploradores si previamente a su cautiverio existiera entre ellos una relación
jerárquica o basada en algún tipo de autoridad, o bien diferentes grados de perte
nencia grupal, por ejemplo, relativos a su antigüedad como miembros de la Socie
dad Espeleológica? ¿De qué modo afectaría todo ello a la percepción de los otros
y cómo influiría sobre el establecimiento de normas. prescripciones, roles, esque
mas de decisión, etc.? ¿Qué cambios se producirían. tanto en los individuos como
en la dinámica del grupo, si en lugar de «sólo» treinta y dos días de cautiverio
hubieran tenido que esperar a ser rescatados durante un período más prolongado
de tiempo?
Todo lo anterior pone de manifiesto la dificultad. pero también la necesidad.
de estudiar las C<>mplejas relaciones existentes entre los individuos y los grupos,
de analizar las diversas formas que pueden adoptar dichos vínculos y de tener en
cuenta las múltiples influencias que los grup<)S ejercen sobre el comportamiento,
los pensamientos, las actitudes, los motivos. las creencias, las emociones, los valo
res, los sentimientos, etc. de los individuos en sociedad. Como destacaba New
comb ( 1 950) a propósito de estas influencias:
ticas psicológicas, sociodemográficas (edad, sexo, raza, etc.), culturales, etc., y que,
en realidad, hacen referencia en la mayoría de los casos a categorizaciones gru
pales. Aunque los análisis se centran fundamentalmente en ámbitos laborales y
organizacionales, y, en particular, en su influencia sobre los grupos y equipos de
trabajo (véase, por ejemplo, Chemers, Oskamp y Costanzo, 1 995; Jackson y Ruder
man, 1 995 ; Triandis, Kurowski y Gelfand, 1 994 ), es perceptible su ampliación a
todo tipo de situaciones sociales a través del estudio de los procesos in1p1icados
en la percepción de los grupos (Smith y Mackie, 1 995).
En suma. no debería pretenderse obviar la existencia de ninguno de los aspec
tos potencialmente implícitos en Jos fenómenos grupales, sean de un signo o de
otro, sino tratar de conocer y comprender sus características de modo que se vie
ran facilitadas las siempre complejas relaciones de los individuos en sociedad, dada
la inevitabilidad de la pertenencia a grupos a la que nos encontramos abocados
como miembros activos de ella.
Hasta ahora hemos considerado sin discusión que los grupos existen, dando
por supuesto su carácter «real». Ahora bien, no todos los autores han mantenido
esta opinión. Como veremos en detalle más adelante, en torno a los años veinte
de este siglo, y como reacción a los excesos de las tesis que defendían la exis
tencia de una «mente grupal» independiente, poseedora de características y leyes
propias y que actúa por encima de sus miembros, una importante corriente de psi
cólogos individualistas, encabezada por Floyd Allport, negaba la realidad de los
grupos, sosteniendo que lo único real son los individuos, puesto que los procesos
psicológicos ocurren tan sólo en ellos: son los individuos quienes perciben, sien
ten, piensan, deciden y actúan. En consecuencia, el concepto de grupo resulta una
ficción innecesaria desde el momento en que trata de referirse a algo más que a
la suma de las acciones de los individuos.
La experiencia diaria, sin embargo, nos proporciona ejemplos de cónl<) pensa
mos en grupos, hablamos de grupos y percibimos grupos: atribuimos característi
cas a los miembros de un grupo étnico, religioso o ideológico, en ausencia inclu
so de las personas que pertenecen a é l ; un partido de baloncesto nos permite
observar a dos equipos cuyos componentes establecen complejas relaciones entre
sí y con respecto a los jugadores contrarios; un grupo de manifestantes que corta
el acceso a una calle realiza una acción propiamente grupal, puesto que cada indi
viduo aislado no sería capaz de hacerlo; los responsables políticos temen la reac
ción de los grupos de estudiantes si deciden incrementar las tasas académicas en
el nuevo curso; un cuarteto de cuerda resultaría sencillamente inconcebible si los
instrumentistas no coordinaran sus habilidades o si alguno de ellos se negara a
interpretar su parte. ¿De qué depende la percepción de las propiedades de los gru
pos? ¿Cuál es el origen de su «realidad»? Volvemos a citar a Asch para intentar
contestar estas preguntas:
© Ediciones Pirámide
El estudio de los grupos en la Psicología Social 35
«El todo no es "más" que la suma de sus partes, sino que tiene dife
rentes propiedades. El enunciado debiera ser: "El todo es diferente de la
suma de sus partes ( ... )". Además, la Psicología reconoce hoy que existen
.. todos" con distintos grados de unidad dinámica: por un lado. agregados
de objetos independientes; otros, cuy<) grad<l de unidad es muy pequeño;
otros de un grado medio de unidad; otros C(ln un grado muy elevado de
unidad� finalmente, en el otro extremo. "'todos" de tal grado de unidad que
resulta inadecuado hablar de partes» (Lewin, 1 95 1 , pág. 1 42).
ambos, dado que, en realidad, difícilmente puede concebirse tanto al individuo ais
lado de toda influencia grupal como al grupo operando por encima o al margen
de los individuos ( Steiner, 1 986). En consecuencia, en lugar de mantener discu
siones bizantinas acerca de la superioridad del individuo sobre el grupo o a la
inversa, como las que dominaron la investigación psicosocial durante las tres pri
meras décadas de este siglo, puede ser más fructífero profundizar en las ideas for
muladas por los partidarios del interaccionismo relativas a la transformación de las
características de las partes que constituyen el grupo (los miembros) como resul
tado de su interdependencia (pertenencia al grupo). Este fenómeno ha sido defini
do en ténninos de la discontinuidad que se puede observar entre el comportamiento
grupal y el individual (Morales y Moya, 1 996 ), es decir, entre aquel que se lleva
a cabo cuando las personas forman parte de un grupo y son interdependientes y
el comportamiento de los individuos al encontrarse aislados o cuando constituyen
un mero agregado en el que no se produce interacción (Turner, 1 987).
El hecho de que la conducta de las personas se ve modificada por la perte
nencia a grupos es algo que ya diferentes científicos sociales desde el siglo x1x.
tales como Comte. Tonnies, Cooley, Ross, Simmel, Durkheim. Tarde, Le Bon, etc.,
habían admitido de manera más o menos explícita y reconocido su importancia.
S i bien entre los psicólogos el interés se centró inicialmente en el estudio de la
facilitación social, es decir, si la presencia de otros aumentaba o inhibía el rendi
miento en detenninadas tareas (como puede verse, por ejemplo, en los experimen
tos de Triplett, Moede, Allport, Travis, Pessin, Husband, etc.), las pruebas quizá
más elocuentes acerca de los límites de la discontinuidad entre el comportamiento
individual y el grupal se obtuvieron gracias a experimentos como los realizados por
Sherif y Asch (véanse cuadros l . I y 1 .2).
Esta línea de trabajo, centrada en sus comienzos en el análisis de las presio
nes y de la influencia de las normas grupales sobre los juicios individuales y de
grupo, ha sido posteriormente aplicada a numerosos fenómenos relacionados con
ella, como el estudio de la conformidad, la influencia minoritaria. la polarización
grupal, la competición y la cooperación intergrupal, etc., todos ellos pr<>cesos de
influencia social que serán tratados en detalle en el capítulo 8.
Uno de los autores que contribuyó de manera decisiva a clarificar el efecto
mencionado de la discontinuidad del comportamiento fue Tajfel ( l 978a), al pro
poner la posibilidad de un continuo interpersonal-intergupal, considerando que
ambos extremos constituirían diferentes niveles de interacción social. Para esta
blecer esta distinción. Tajfel propuso tres criterios (Brown, 1 988):
CUADRO l.l
El clásico estudio de Sherif. realizado en 1936. utilizó una ilusión óptica conocida como
«efecto autocinético». según la cual un punto fijo de luz en un cuarto totalmente oscuro tien
de a percibirse en movimiento.
En primer lugar, colocó a individuos aislados en esta situación. quienes. pasados unos
minutos, establecían una pauta de movimiento de la luz que reflejaba sus propias normas o
marco de referencia para emitir sus juicios acerca del (inexistente) movimiento del punto
luminoso. Posteriormente, los mismos individuos eran expuestos en grupo a la misma situa
ción estimular. Sherif pudo comprobar cómo los juicios individuales tendían a plegarse a la
norma establecida por las opiniones del grupo, que proporcionaba así un marco de referen
cia ante la ambigüedad del estímulo.
Sherif también invirtió el orden de exposición. Otros sujetos veían y emitían sus juicios
independientemente pero en presencia de otros, realizando sus estimaciones y conformando
sus pautas acerca del movimiento de la luz. A continuación. se quedaban solos ante el pun
to luminoso. Pudo comprobarse en esta situación que los sujetos mantenían la norma ante
rior establecida en el contexto «grupal», es decir, que el marco de referencia permanecía
incluso en ausencia del refuerzo procedente de los otros.
Con estos experimentos, Sherif demostró Ja presencia de proc�sos de conformidad en los
grupos y el establecimiento de normas o marcos de referencia grupales ante situaciones ambi
guas.
CUADRO 1.2
Asch llevó a cabo en 1952 una serie de experimentos acerca de la influencia que podí
an ejercer las presiones del grupo sobre los juicios de Jos individuos.
Se preguntaba a un grupo de siete estudiantes acerca de cuál de las tres líneas desigua
les de una tarjeta era idéntica a la línea que aparecía en otra tarjeta:
A B C
Seis de los sujetos. colaboradores del experin1entador, estaban entrenados para. después de
dar varias respuestas correctas, emitir juicios deliberadamente erróneos. El sujeto «ingenuo» se
enfrentaba así al conflicto entre la evidencia de sus sentidos y las opiniones del grupo. Asch
pudo comprobar que, a pesar de la presión del grupo, dos terceras partes de las respuestas eran
correctas; que un tercio de los sujetos se mostraban siempre independientes en sus juicios, y
que un tercio cambiaba en la dirección de la mayoría en la mitad o más de los ensayos reali
zados. Estos experimentos poseen una gran importancia, puesto que señalaron tanto la influen
cia que podía ejercer el grupo como la independencia del comportamiento de los individuos.
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40 Introducción a la Psicología de los Grupos
Basándose en estos tres criterios, Tajfel propuso que toda conducta social pue
de ser ubicada a lo largo de un continuo definido por las polaridades «interperso
nal» e «intergrupal». Un contexto en el que la influencia del grupo no exista, o
bien sea mínima, producirá un comportamiento puramente interpersonal, es decir,
relativo a aquellas conductas que los individuos dirigen o reciben de otros que los
consideran, y son considerados por ellos, como individuos únicos, singulares, y en
las que se atienden características personales. Por su parte, una situación de fuer
te carácter grupal provocará un comportamiento intergrupal estricto, en el que
entran en juego conductas que los individuos dirigen o reciben de otros que con
sideran, y son considerados por ellos, exclusivamente como miembros de un gru
po determinado. Entre ambos polos se situarían conductas intermedias, en las que
tendrían cabida, en grados diferentes, consideraciones interpersonales y grupales
(Morales y Huici, 1 995; Morales y Moya, 1 996).
A partir de l a definición formulada por Tajfel, otros autores (por ejemplo.
Brown, 1 988; Turner, 1 98 1 ) sugieren que el continuo no se extiende realmente
entre el extremo interpersonal y el intergrupal, sino entre el polo interpersonal y
el grupal, puesto que todo lo intergrupal es grupal, indicando con ello una distin
ción entre contextos sociales en los que un grupo o grupos no son salientes y aque
llos en los que resultan mucho más evidentes.
Esta distinción entre lo interpersonal y lo intergrupal/grupal resulta mucho más
eficaz para la comprensión del comportamiento y de las relaciones entre el indi
viduo y el grupo, puesto que se basa en una dimensión continua, no dicotómica
o que utilice categorías excluyentes. Como señala Brown ( 1988), la mayor parte
de las situaciones sociales pueden contar con elementos tanto de conductas inter
personales como grupales. Formamos parte de grupos sin que ello implique
deshacernos de nuestra historia personal como individuos, de nuestras actitudes,
expectativas, disposiciones, etc. De manera inversa, también en situaciones inter
personales pueden, y suelen, intervenir características grupales, tales como las deri
vadas de nuestra identidad social, estereotipos, prejuicios, etc.
Otro aspecto importante implícito en esta formulación es el relativo a que la
distinción entre comportamiento interpersonal y grupal no está en función del
número de participantes implicados. De hecho, para que se produzcan relaciones
© Ediciones Pirámide
El estudio de los grupos en la Psicología Social 41
© Ediciones Pirámide
42 Introducción a la Psicología de los Grupos
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44 Introducción a la Psicología de los Grupos
a) Gustave Le Bon
Recurriendo al «mito del origen» al que se aludió más arriba, suele conside
rarse a Le Bon, y su obra Psicología de las masas, publicada en 1 895, como el
primero que formuló la tesis de la «mente de grupo», si bien pueden rastrearse los
antecedentes de la tradición grupal en el pensamiento filosófico y social en auto
res de los siglos xv111 y XIX, o remontándose hasta las fuentes originarias de la
República de Platón y la Política de Aristóteles (véase, por ejemplo, Blanco, 1 985,
1 988; Graumann, 1 988).
Debido en buena medida a la «legitimización» de sus ideas llevada a cabo,
entre otros, por Freud en su obra de 1 92 1 Psicología de las masas y análisis del
yo, Gustave Le Bon ( 1 84 1 - 1 93 1 ) es considerado el máximo representante de esta
corriente finisecular preocupada por el carácter patológico de la masa y su influen
cia malsana sobre el individuo, a pesar de que, en realidad y emitiendo un juicio
indulgente, «tomó prestados» la mayor parte de sus argumentos, sin citar su ori
gen, de autores alemanes que compartían el enfoque de la Psicología de los pue
blos ( Lazarus, Steinthal, Wundt), del pensamiento criminológico y psicosocial con
temporáneo desarrollado en Italia (Cattaneo, Lombroso, Rossi, Sighele; véase
Blanco, 1988), de las tesis nacionalistas de otros pensadores franceses de su épo
ca (Gobineau, Renan, Tarde), e incluso, como señala Graumann ( 1 988), del mes
merismo y sus secuelas psiquiátricas (el concepto de «sugestión») y de médicos
como Pasteur y Koch (la idea de «contagio»).
Para Le Bon, desde el momento en que los hombres viven y actúan en grupos,
es decir, constituyen una masa, surgen fuerzas y fenómenos que configuran un
alma colectiva, que obedece a sus propias leyes y que no puede ser descrita a par
tir de las propiedades de los individuos que la componen. Esta masa psicológica
forma un solo ser y está sometida a la ley de la unidad mental de las masas.
No es la mera proximidad física la que determina la formación de una masa
psicológica, sino la formación de un alma colectiva que provoca en el individuo
la desaparición de su personalidad consciente y el predominio de su parte incons
ciente. Además, a través de la sugestión y del contagio, consigue la orientación de
los sentimientos y de las ideas en un mismo sentido, así como la tendencia a trans
formar de manera inmediata en actos las ideas sugeridas. El individuo dentro de
© Ediciones Pirámide
El estudio de los grupos en la Psicología Social 45
b) Émile Durkheim
e) William McDougall
secuencia,
4. al desarrollo de tradiciones, costumbres y hábitos grupales que cristali
zan en
5 . una organización y una estructura sociales, que llevan implícitas una espe
cialización funcional y una división del trabajo que son las que permiten
alcanzar al grupo resultados valiosos tanto individual como socialmente.
d) Sigmund Freud
los fenómenos sociales experimentados en las dos décadas anteriores (Collier, Min
ton y Reynolds, 1 99 1 ). Por otro lado, y a diferencia de los autores que hen1os tra
tado hasta ahora, Allport contó con una formación como «psicólogo» en la que
cabe destacar la influencia de las dos corrientes más en boga entonces: el con
ductismo y el experimentalismo, aplicando a la Psicología Social los métodos y
supuestos aprendidos de sus maestros Holt y Münsterberg, y reflejando las influen
cias de las ideas de Watson ( Blanco, 1 988; Collier, Minton y Reynolds, 1 99 1 ; Tur
ner, 1 987).
La postura de Allport era clara: no sólo carece de sentido hablar de «mente»,
«conciencia» o «alma» de grupo, términos que únicamente reflejan una concep
ción mística sobre la pretendida emergencia de propiedades antropomórficas en los
grupos (Jones, 1 985 ). Ni siquiera el concepto de «grupo» posee realidad alguna.
Encierra una ficción que pretende explicar lo que no es sino el comportamiento
de los individuos que lo componen. Nada hay en un grupo diferente o por enci
ma de las acciones individuales. Un grupo no es más que la estricta suma de sus
partes.
La conducta de las personas se explica como una reacción o una respuesta a
los diferentes estímulos a los que están sometidas, que pueden tener un carácter
puramente físico (cualquier objeto, color, olor, etc., del medio) o social (en gene
ral, otras personas). Aunque Allport distinguió entre grupos de coparticipación, es
decir, aquellos en los que simplemente se comparten junto a otros estímulos o
situaciones comunes (por ejemplo, un grupo de alumnos que atiende la explica
ción del profesor), y grupos cara a cara, en los que sí se produce interacción (por
ejemplo, un grupo de alumnos que discute y prepara un trabajo para exponer en
clase), en ambos casos se trata de individuos que perciben por separado la situa
ción o las personas ante las que se encuentran.
El comportamiento y la interacción social consisten, pues, en una mera suce
sión de estímulos y respuestas condicionados en la que las distintas respuestas de
cada persona actúan como estímulos para otra u otras, en un encadenamiento cuya
complejidad es sólo aparente. Esto explica el hecho tantas veces experimentado en
nosotros mismos, y observado en los demás, de comportarnos de modo diferente
cuando formamos parte de un grupo y cuando estamos a solas. En un grupo, sim
plemente, respondemos a los estímulos que suponen las otras personas con las que
interactuamos, donde está presente un proceso de «facilitación social». Luego el
único comportamiento que existe en una situación grupal no es otra cosa que el
comportamiento del individuo que responde a otro/s. Lo que haya que explicar
sólo puede hacerse a través del individuo: él es el único que piensa, siente, actúa.
tiene conciencia (como recordaba Allport, 1 924, ésta depende del sistema nervio
so, y nadie ha encontrado hasta ahora el sistema nervioso de un grupo), en suma.
responde a estímulos, y esta reacción es observable y medible a través de proce
dimientos experimentales y científicos.
La conclusión se impone por sí sola: la única psicología posible era la psico
logía individual (Graumann, 1 986). Para Allport, «el enfoque individual era el
© Ediciones Pirámide
El estudio de los grupos en la Psicología Social 51
enf<>que psic<>l6gic<>. )' ltl psic<>l<>�Í<l S<>cial ertl "el estudio <le ltl C<>nducta s<>cial
)' de la C<Jnciencia S<>cial <le/ indivic/uo "» (Collier, Minton y Reynolds, 1 99 1 , pág.
1 9 1 ). En estos argumentos se encuentra el origen de la perspectiva conductista en
el estudio de los grupos y, por extensión, en la Psicología Social, cuyas implica
ciones eran resumidas años más tarde p<>r Asch ( 1 952) con gran lucidez:
Las dos corrientes que, bien desde planteamientos sociológicos, bien desde
posiciones psicológicas, se habían ocupado de los grupos hasta entonces, compar
tían una característica común: su marcado reduccionismo en la explicación de la
realidad y de los fenómenos grupales. Tanto la desaparición del individuo subsu
mido en la masa que presentaban los teóricos de la «mente de grupo», como la
negación de la existencia de los grupos en favor del individuo como única reali
dad propugnada por Allport y sus seguidores, representaban posiciones extremas
irreconciliables. Si el experimentalismo del enfoque individualista había logrado
al menos acabar con las mistificaciones del inconsciente colectivo y del espíritu
de grupo, no había sido capaz por su parte de explicar satisfactoriamente el com
portamiento grupal. Volviendo a citar a Dumont ( 1 983 ) «el nominalis1n<J [como
,
una faceta del individualismo] no quiere reconocer más que a Juan, Pedr<J y Pablo,
pero Juan, Pedro y Pablo sólo son ho1nbres en función de las relaciones que exis
ten entre ellos» (pág. 25).
La salida al punto muerto en el que se encontraba la Psicología de los Grupos
O Ediciones Pirámide
El estudio de los grupos en la Psicología Social 53
la proporcionaron durante las décadas de los años treinta y cuarenta autores como
Sherif, Lewin y Asch, quienes, como ya se mencionó más arriba. compartían en
diferentes grados un enfoque gesrálrico y cognitivo en sus planteamientos. A par
tir de estas influencias lograron formular dos ideas claves (Turner, 1 988, 1995) :
- en cuanto a la primera de ellas, y tal y como enunciaba el principio de la
Psicología de la Gestalt, «el todo es mayor --o diferente- que la suma de
sus partes», el grupo, como sistema organizado, genera propiedades de un
nivel superior --o distinto- a las que poseen por sí mismos los elemen
tos que lo componen
- en segundo lugar. como resultado de su enfoque cognitivo, asumían que las
reacciones de los individuos ante las situaciones estimulares son función
del modo en que las perciben. comprenden o interpretan; en consecuencia,
la conducta es resultado del significado psicológico otorgado a dichos estí
mulos, mediado por la percepción y la cognición activas del individuo, lejos
por tanto de una mera reacción instintiva o provocada por un condiciona
miento ciego que propugnaban los conductistas
A partir de aquí. los partidarios del enfoque basado en la interacción coinci
dían con Allport en que los procesos psicológicos sólo pueden residir en los indi
viduos, aunque reconocían sin ambages la existencia de una psicología propiamente
grupal. ¿Dónde encuentra ésta su origen? Sherif, Lewin y Asch, cada uno a su
manera, sostenían que los individuos experimentan cambios psicológicos cuando
forman parte de grupos debido a la interacción social presente en ellos, a partir
de la cual se generan propiedades psicológicas y productos grupales, tales como
normas, actitudes, valores, objetivos, estereotipos, etc., que son interiorizados por
los individuos y transforman sus mentes «individuales» en mentes socialmente
estructuradas. Se reconocía de este modo que la pertenencia a grupos modifica psi
cológicamente a Jos individuos. y no sólo conductualmente, como había afirmado
Allport (Turner, 1 995). A continuación revisaremos brevemente las principales
aportaciones de estos tres autores cruciales en la comprensión de los grupos.
a) Muzafer Sherif
Para Sherif, a partir del concepto gestáltico de «campo», según el cual perci
bimos «todos» organizados y no estímulos aislados, se puede comprender que reac
cionamos a la totalidad del campo perceptivo. Además, el carácter de las partes
que lo componen se encuentra determinado por su pertenencia al todo, lo que gene
ra a su vez propiedades nuevas, de orden superior, diferentes de las que poseían
esas partes por separado, estableciéndose una interdependencia funcional entre
ellas. Si esto lo trasladamos a situaciones sociales, como, por ejemplo, un grupo,
estamos en condiciones de entender que cuando se produce la interacción entre los
miembros se transforman en un sistema funcional, en un todo organizado tanto
perceptiva como conductualmente, del que surgen toda una serie de propiedades
«grupales» (normas, valores, creencias, roles, tradiciones, objetivos, etc.) que se
encuentran por encima de las propiedades individuales de los miembros. La
influencia de estos productos grupales, resultado de la interacción entre los miem
bros y, por tanto, modificables por ellos mismos, transforma psicológica y con
ductualmente a sus integrantes. Y, es más, dicho efecto no se limita a la mera situa
ción grupal. La interiorización de los valores, normas, etc., grupales prolonga su
influencia sobre el individuo más allá de la presencia del grupo, convirtiendo su
pertenencia a él en algo mucho más duradero que el simple contacto con los otros
miembros.
Como demostró a través de los experimentos sobre el efecto autocinético ya
comentados, cuyo objetivo era analizar el modo en que las personas perciben y
experimentan la situación grupal en la que se encuentran, cómo se sienten y cómo
se comportan dentro de ella ( Blanco, 1 985 ), para Sherif el grupo proporciona un
marco de referencia, un «anclaje», para los individuos que forman parte de él,
constituido al compartir una serie de normas grupales que sirven para estructurar
los estímulos y las situaciones sociales a las que se encuentran expuestos. Todo
ello introduce la idea de un relativismo de la percepción, del pensamiento, de la
valoración, del juicio de los individuos, que se encuentran en función del marco
ofrecido por el grupo, marco que se configura a través de la formación de la nor
ma social, que, como afirma Turner ( 1 987), supone «una estructura de referencia
producida socialmente aunque interiorizada de un modo psicológico» (pág. 39�
subrayado en el original).
En suma, Sherif, al someter a un análisis psicológico un concepto grupal como
es la norma social, contribuyó en gran medida a salvar la brecha que hasta enton
ces había separado al individuo y al grupo, a la vez que ayudaba a probar la exis
tencia real de ciertas propiedades grupales (Cartwright y Zander, l 968b ), pues,
como él mismo afirmaba, «el que la norma así establecida [como resultado de la
interacción de los miembros) sea peculiar al grupo, sugiere la existencia de una
base psicológica de hechos en las afirmaciones de psicólogos sociales )'' sociólo
gos que sostienen que surgen cualidades nuei'as y supraindividuales en las situa
ciones de grupo» (Sherif, 1 936, pág. 1 05 ; cit. en Cartwright y Zander, l 968b,
página 28). Se comprobaba que las normas grupales permitían tanto definir la rea
lidad como definir la identidad de los miembros que formaban parte de ellos, satis-
O Edkiones Pirámide
El estudio de los grupos en la Psicología Social 55
b) Kurt Lewin
CUADRO 1.3
Principales aportaciones de Kurt Leu·in al estudio de los grupos
de referencia previos de los miembros con relación a uno mismo. a los otros, a
las metas u objetivos que comparten. a los modos en que pueden alcanzarlas y a
la situación en la que se produce la interacción.
e ) Solomon Asch
Como ya mencionamos más arriba, Asch partía de la realidad tanto del indi
viduo como del grupo, considerando ambos como los dos polos permanentes de
todo proceso social. Mediante la consideración de lo que las posiciones anteriores
carecían, es decir, la comprensión del hecho de la interacción psicológica y el cam
po mutuamente compartido en el que ésta se produce, se podían superar, según
Asch, las contradicciones aparentes en su afirmación de que «los fenómenos de los
grupos son tanto el producto como la condición de las acciones de los individuos»
( 1 952, pág. 255; subrayado en el original). El concepto de interacción implica la
consideración de las relaciones existentes entre las partes y el todo dentro del sis
tema ordenado que constituye el grupo, y que configuran un campo psicológico
mutuo que, a su vez, las hace posibles.
«Existen acciones de grupo que son posibles sólo cuando cada uno de
los participantes posee una representación que incluye las acciones de los
demás y sus relaciones. Las acciones respectivas convergen de manera
pertinente, se asisten y complementan sólo cuando la situación conjunta
se representa en cada uno de ellos, y cuando las representaciones son
estructuralmente si mi lares. Sólo cuando se dan estas condiciones los indi
viduos pueden subordinarse a los requerimientos de la acción conjunta.
Estas representaciones y las acciones que ellas inician originan los hechos
de grupo y producen la solidez fenoménica de los procesos respectivos.
"
ellos de los principios de las teorías gestálticas. El grupo que cumple con las con
diciones expuestas se configura como un sistema social que comprende una serie
de procesos que no son determinados por los individuos como tales unidades; pero
tampoco es e l grupo el que actúa sobre ellos como una fuerza externa, sino que
es el resultado de las interacciones de sus miembros. « Tal sistema no reside en los
individuos tomados separadamente. aunque cada uno de ellos contribu}·e al mis
nio; tampoco reside fuera de ellos; se halla presente en las interrelaciones de las
actividades de i<JS mismos» (Asch, 1 952, pág. 256).
En suma, Asch logró enunciar con claridad la aparente paradoja de la distin
ción e inseparabilidad del individuo y el grupo. Gracias a que los individuos po
seen propiedades definidas, las condiciones de grupo pueden actuar sobre ellos. Es
decir, es cierto que las posibilidades de los individuos de poseer un yo deben pre
ceder a la realidad de un yo socialmente estructurado. Pero si queremos com
prender al individuo que forma parte de un grupo es necesario considerarlo den
tro del medio social en el que se encuentra, no como una unidad aislada de su
contexto. En palabras de Asch, «para comprender al individuo debemos estudiar
l<J en el marco de su grupo; para entender el grup<> debemos estudiar a los inlli
viduos cuyas acciones interrelaci<Jnadas lo constituyen» ( 1 952, pág. 262).
La riqueza de las aportaciones de Asch al análisis de los grupos hace que sus
formulaciones conserven aún plena vigencia, no sólo a través de su clásica inves
tigación sobre la conformidad social, sino también en la atención que merecen sus
observaciones en muchos planteamientos contemporáneos (véase, por ejemplo.
Brown, 1 986; Rock, 1 990; Turner, 1 995 ). Como reconoce Turner, «Asch es un
escritor al que resulta difícil hacer justicia; su pensa1niento es poderos<>, sutil .Y
ric<>, y sigue siendo válida su C<Jntribuci<)n fundamenta/ a la cuestión del grupo
psicológico. que tal vez n<> haya sido superada hasta la fecha» ( 1 987, pág. 42).
Con estos antecedentes, lp «desaparición» del grupo, tal y como lo habían con
cebido los partidarios del interaccionismo, de la escena de la Psicología parecía
inevitable, al menos temporalmente.
exhaustiva revisión l levada a cabo sobre el campo por McGrath y Altman ( 1 966)
o el intento de síntesis propuesto por Collins y Guetzkow ( 1 964 ).
Por otro lado, la consideración del grupo como un poderoso instrumento para
el cambio, tanto individual como social, se puso de manifiesto a través de la fruc
tífera actividad desplegada por los investigadores del Instituto Tavistock de Rela
ciones Humanas de Londres. Autores como Bion, Rice, Trist, Emery, Bamforth,
etcétera. realizaron numerosas contribuciones durante los años sesenta tanto en el
ámbito clínico como en el organizacional, dando origen en este último campo al
enfoque sociotécnico que ejerció gran influencia en desarrollos posteriores rela
cionados con los grupos de trabajo. También l a actividad psicoterapéutica del
Tavistock tuvo su expansión en el importante movimiento de dinámica de grupos
surgido en California en esa década, donde la corriente humanista, representada
por autores como Rogers y Peris, floreció a través de una intensa actividad teóri
ca y aplicada que revolucionó la terapia de grupo (López-Yarto, 1 997).
Sin embargo, a finales de los años sesenta la investigación sobre grupos se
encontraba en franco declive y había dejado de ocupar el centro de la escena teó
rica (Jones, 1 985; Levine y Moreland. 1 998; Turner, 1 995). Las razones pueden
encontrarse en factores muy diferentes, de origen teórico o conceptual, pero tam
bién social y político, respecto de los cuales al conocimiento científico no le resul
ta posible sustraerse (McGrath: 1 978; Steiner, 1 974, 1 986).
Entre los motivos de carácter teórico y metodológico, cabe destacar, en primer
lugar, la influencia de la «revolución cognitiva» que. se produjo en la Psicología
durante los años sesenta, caracterizada por el rechazo del conductismo en favor de
análisis claramente mentalistas que consideraban la actividad cognitiva desde el
punto de vista del «procesamiento de la información» (Tumer, 1 995). A la influen
cia, ya comentada, de teorías como la de la disonancia cognitiva formulada por
Festinger, vinieron a sumarse los grupos de modelos y teorías de alcance medio
propuestas en tomo a los procesos de atribución, herederas del trabajo de Heider
mencionado más arriba. formuladas por Jones y Davis ( 1 965) y Kelley ( 1 967 ).
Si en la teoría de la comparación social o en la de la disonancia cognitiva,
reformulada algunos años más tarde (Festinger y Aronson, 1 968), Festinger había
puesto el acento en los procesos de autoevaluación llevados a cabo por los indi
viduos, de manera que el grupo se definía por la interdependencia de sus miem
bros con respecto a sus opiniones y evaluaciones; si en la teoría del intercambio
social Thibaut y Kelley ( 1 959) habían establecido la ausencia de interdependencia
real en los grupos, puesto que tanto los objetivos como los significados obedecían
exclusivamente a la motivación de los individuos que calculaban sus ganancias o
pérdidas como resultado de la interacción; si en las teorías de la atribución lo prio
ritario consistía en analizar el modo en que las personas perciben, interpretan y
explican las conductas y las actitudes de los demás, parece claro, en fin, que el
concepto de interacción, de interdependencia de los miembros en función de los
objetivos, la definición de grupo basada en éste y el análisis de las relaciones inter
grupales propuestos por Sherif, Lewin y Asch eran totalmente abandonados en la
e Ediciones Pirámide
El estudio de los grupos en la Psicología Social 65
escasez de paradigmas de investigación grupal que contaran con los niveles ade
cuados de validez externa y ecológica. Jo que incrementaba también por esta vía
la irrelevancia de Jos resultados obtenidos al no poder ser generalizados a situa
ciones reales.
Y, en tercer lugar. según la explicación ofrecida por Steiner ( 1 974 ), las condi
ciones sociopolíticas determinaron en buena medida el predominio de los enfoques
individualistas y la decadencia de la investigación grupal. Según este autor. cuan
do el nivel de conflicto social es bajo. los psicólogos sociales centran su interés
en el individuo, ya que se fijan en aquellos comportamientos excepcionales que
intentan romper la calma general. Por el contrario. cuando el nivel de contlicto es
elevado, los científicos muestran interés por los grupos, puesto que tienden a con
siderar los problemas interpersonales o grupales como el origen de las discordias.
Lógicamente. argumenta Steiner ( 1 974 ). entre el surgimiento de los diferentes cli
mas sociales y el establecimiento de los programas de investigación y su difusión
en los medios habituales de publicación científica suelen transcurrir unos ocho o
diez años. Esto explica la evolución seguida por la investigación grupal en las últi
mas décadas. Tras el período conflictivo que supuso la Segunda Guerra Mundial.
los años cincuenta fueron testigos de la efervescencia y la riqueza de la literatura
sobre grupos (es decir. una década después de lo que marcaba el termómetro
social). La época de relativo optimismo y prosperidad que se vivió durante la déca
da de los años cincuenta volvió a centrar el interés de los psicólogos en el com
portamiento individual. lo que tuvo su reflejo (ocho o diez años más tarde) en el
declive de la investigación grupal sufrido en la década de los sesenta.
Además, dado que para investigar es imprescindible contar con importantes
fondos económicos, la financiación que procede de instancias gubernamentales.
militares o privadas determina lo que es importante estudiar (Collier. Minton )
Reynolds. 1 99 1 � Zander. l 979a). El «espíritu de la época», en consecuencia. con
diciona el interés y. por tanto. el auge de una tendencia u otra por parte de los
científicos.
Concluía Steiner su análisis con la predicción de que el incremento de la con
flictividad y de las revueltas sociales surgidas a finales de la década de los sesen
ta provocara. con el preceptivo retraso, un renacer de la investigación y de los
enfoques grupales en los años setenta. abandonando el polo individualista al que,
no obstante. el necesario movimiento pendular obligaría tarde o temprano a vol
ver. ¿Acertó o erró Steiner en su predicción? En el próximo apartado trataremos
de dar una respuesta a esta nueva entrega de la novela de los grupos que estamos
intentando pergeñar.
ron menos optimistas que sus antecesores de esa década (Shaw, 1 96 1 ; Steiner,
1 964 ). Los autores constatan la gran cantidad de estudios realizados, hecho que
interpretan como una consolidación antes que como un verdadero avance o inno
vación de la investigación sobre grupos. Señalan explícitamente la ausencia de nue
vos enfoques teóricos, al tiempo que llaman la atención sobre la hegemonía de los
estudios de laboratorio.
Este análisis de un período que parecía indicar una transición hacia tiempos
mejores contrasta con el tono crítico adoptado por los autores encargados de la
siguiente revisión, que se retrasó hasta seis años después. En ella, Helmreich, Bake
man y Scherwitz ( 1 973) ponen el dedo en la llaga al señalar el caos de datos empí
ricos disponibles que esperan un marco teórico capaz de integrarlos en un cuerpo
de conocimientos que resulte de alguna utilidad. No obstante, entre la jungla de
investigaciones irrelevantes, los autores son capaces de espigar algunos indicios de
cambios que pueden suponer avances en el futuro: utilización de grupos naturales
y menor presencia de estudios experimentales; mayor preocupación por aspectos
relacionados con la interacción entre el individuo y la situación; creciente interés
por los procesos grupales y por los cambios a través del tiempo, y mayor presen
cia de estudios multivariados.
El trabajo de Davis, Laughlin y Komorita ( 1 976) vuelve a presentar un tono
optimista, aunque el contenido de su revisión resulta sesgado ( McGrath y Kravitz,
1 982) al limitarse al análisis de los aspect<>s relacionados con la productividad de
los grupos de tarea. Los autores se centran en revisar los factores que pueden
influir sobre ella, como procesos de intluencia social, poder social, situaciones de
C<)Operación y competición, procedimientos empleados en la solución de proble
mas y en la toma de decisiones. Señalan algunos avances de carácter teórico y
abogan por 1a consideración complementaria de la investigación básica y aplica
da, en lugar de considerarla como opuestas.
En la siguiente revisión, Zander ( 1 979a) arremete contra la influencia que las
teorías cognitivas habían ejercido durante los años sesenta y setenta sobre el estu
dio de los grupos. Especialmente ácido se muestra con Davis Laughlin y Komo
rita ( 1 976) al criticar su consideración del comportamiento grupal como una mera
forma de interacción humana, y advierte para que nadie se deje impresionar por
las 503 referencias citadas por sus colegas, pues la «mayoría de ellas se refieren
a investigaciones sobre l<JS e.fect<JS de situaci<>nes de m<Jtiv<> mixto entre d<>s indi
viduos, y s<5l<> unas p<>cas están relacionadas con los aspect<JS tradici<1nales de la
investigaci<5n grupal» (Zander, l 979a, pág. 425). Dejando bien claro que en su tra
bajo el énfasis recae sobre el grupo, Zander reitera la ausencia de teorías integra
doras y el dominio de la investigación de laboratorio. Lamenta los pocos estudios
realizados que consideran el grupo como unidad de análisis y la inclinación de los
estudiosos a inventar nombres nuevos para viejos conceptos. Sin triunfalismos ale
jados de la realidad y con la prudencia de evitar realizar predicciones, Zander con
cluye su revisión destacando las tres áreas que en los últimos años habían des
pertado el interés de los investigadores: los orígenes de la cohesión grupal. la
© Ediciones Pirámid�
68 Introducción a la Psicología de los Grupos
naturaleza de las presiones sociales en los grupos y las dinámicas implícitas en los
procesos de toma de decisión grupal.
También a finales de los setenta, McGrath ( 1 978) presentaba un sumario de
los temas de interés que habían dominado la investigación grupal. Siguiendo su
visión diacrónica, cada etapa podía caracterizarse del siguiente modo:
Década de 1 920: efectos sobre el individuo de la presencia y de la con
ducta de otros.
Década de 1 930: análisis del prejuicio étnico y el cambio y la formación
de actitudes.
Década de 1 940: estudio del l iderazgo.
Década de 1 950: análisis de los problemas y consecuencias de la confor
midad.
Década de 1 960: resolución de conflictos.
Década de 1 970: estudio del modo en que los individuos pueden relacionar
se eficazmente entre ellos teniendo en cuenta las complejas fuerzas físicas y
sociales derivadas de un entorno altamente interdependiente y tecnificado.
El incesante movimiento de las mareas que arrastraban los temas de interés de
la investigación grupal parecían dejar temporalmente varados ciertos aspectos que,
en ocasiones, podían incluso considerarse desaparecidos. Sin embargo, un nuevo
golpe de mar permitía devolverlos al centro de la escena, como ocurrió, por ejem
plo, con la investigación generada por las teorías de la atribución causal, que a
finales de los años setenta dieron lugar a los primeros modelos acerca de la cog
nición social, y cuya influencia fue muy significativa ya en la década de los ochen
ta (Turner, 1995).
No obstante, conviene recordar que las mareas obedecen a complejos meca
nismos, uno de cuyos objetivos es mantener el equilibrio entre los volúmenes líqui
dos y sólidos del planeta en relación con su movimiento en el espacio. Esta alu
sión metafórica está justificada por el hecho quizá más significativo ocurrido en
la década de los setenta en la investigación grupal. Retirada durante muchos años,
desde la tragedia vivida en Europa con la Segunda Guerra Mundial, la marea alta
de la vanguardia en el estudio de los grupos volvía a las costas europeas, donde
los modelos teóricos y las investigaciones empíricas llevados a cabo por una serie
de autores darían un nuevo impulso y contribuirían a revitalizar la aparentemente
detenida corriente norteamericana.
El impacto de la Psicología Social europea, y en particular de las nuevas teorías
y modelos centrados en el estudio de los grupos, constituyeron un poderoso revulsi
vo para la investigación grupal (Aebischer y Oberlé, 1 990; Canto, 1 998; González
y Barrull, 1 997; Hendrick, l 987a, I 987b; Hogg, 1 996; Huici, 1 996; Morales, 1 996).
Desde la fundación de la Escuela de Ginebra en 1970, y a través de las muy diver
sas contribuciones de autores como Moscovici, Tajfel, Flament, Hogg, Doise, Pérez.
Mugny, Deschamps, Leyens, Lorenzi-Cioldi, Papastamou, etc., se logró dar cuerpo
© Ediciones Pirámide
El estudio de los grupos en la Psicología Social 69
a una red interactiva en la que confluían los intereses y los avances en la investiga
ción grupal procedentes de Francia, Reino Unido. Suiza, España. Italia, etc., que per
seguía la consolidación de una ciencia internacional y diversa o, al menos, más inde
pendiente de los intereses y de las preocupaciones concretas de una sociedad o de
una visión ideológica y cultural de la realidad específicas (Turner, 1 995).
A partir de los trabajos de Tajfel y sus colaboradores sobre la teoría de la iden
tidad social, la categorización social y la conducta intergrupal (véase, por ejemplo,
Tajfel y Turner, 1 986), o los experimentos realizados a partir del paradigma del gru
po mínimo (en los cuales se clasifica experimentalmente a participantes anónimos
como miembros de categorías ad hoc, arbitrarias o con un significado mínimo -por
ejemplo, Verdes frente a Amarillos, A frente a B-, y se les pide que respondan a
miembros no identificados pertenecientes a su propia o a otra categoría con el obje
tivo de medir sesgos y prejuicios endo y exogrupales); de las contribuciones de Mos
covici (véase, por ejemplo, Moscovici, 1 985); o de la refonnulación de conceptos
previos que dio lugar a la teoría de la categorización del yo (véase, por ejemplo, Tur
ner, Hogg, Oakes, Reicher y Wetherell, 1 987), se han llevado a cabo numerosas inves
tigaciones centradas en el estudio de las relaciones intergrupales y la formación de
prejuicios y estereotipos (véase el capítulo 1 1 }, la influencia mayoritaria y minorita
ria, la polarización grupal (véanse los capítulos 7 y 1 1 ), la fonnación y el desarrollo
de grupo (véase el capítulo 3), los procesos de toma de decisiones grupales (véase el
capítulo 7) y otros procesos implicados en las dinámicas intragrupales.
La investigación grupal generada a partir de las aportaciones de los psicólogos
sociales europeos permitió una creciente fertilización mutua de enfoques y datos
que, a pesar de no haberse visto libre de fuertes controversias (véase, por ejem
plo, Rabbie, Schot y Visser, 1 989), enriqueció y revitalizó el estudio de los gru
pos durante la década de los ochenta. Al auge. ya señalado, de las teorías formu
ladas a partir del enfoque de la cognición social, se unieron las contribuciones de
los modelos europeos, dando lugar a un intenso debate conceptual y metodológi
co que traspasó todas las fronteras y llegó a alcanzar a la investigación que se
estaba realizando en Estados U nidos. De forma lenta pero imparable, la Psicolo
gía de los Grupos dejó de ser un cultivo exclusivo de la ciencia norteamericana
para convertirse en un trabajo global.
Si bien la investigación grupal cobró un nuevo impulso durante los años ochen
ta (véanse, para una prueba de ello, los varios miles de referencias incluidas en la
última edición del manual de Hare, Blumberg, Davies y Kent, 1 994 ), la valoración
acerca de su significado no concitaba precisamente la unanimidad. Por ejemplo,
Steiner ( 1 986), que esperaba por entonces ver cumplido su pronóstico acerca del
renacer de las concepciones grupales, reconocía que su optimismo había sido injus
tificado. Según él, las tendencias paradigmáticas dominantes en la época inhibían
la investigación sobre grupos. La hegemonía de los enfoques individualistas, la
incuestionable presencia de las perspectivas cognitivas en todos los ámbitos y la
marcada preferencia por teorías de alcance medio en la Psicología Social hacían
prácticamente imposible el estudio de los grupos.
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70 Introducción a la Psicología de los Grupos
Como acabamos de analizar, la década de los ochenta fue testigo del incre
mento del interés por los grupos, que se vio acompañado por una importante frag
mentación al haberse segmentado en distintas áreas aparentemente desconectadas
entre sí. Las diferencias en cuanto a los enfoques teóricos adoptados, las metodo
logías utilizadas, los objetos de estudio o las orientaciones de carácter básico o
aplicado que se daban a las investigaciones, atomizaron el campo y, en parte, reclu
yeron al estudio psicosocial tradicional en los ámbitos estrictamente académicos.
De nuevo, las condiciones y las exigencias sociales detenninaron en gran medi
da el nuevo hogar en el que fueron acogidos los grupos. Steiner había señalado
que la Psicología Social parecía empeñada en echarlos de casa, pidiendo un cam
bio de actitud para que ello no llegara a producirse. Sin embargo, según la opi
nión de Levine y Moreland ( 1 990), manifestada en su revisión del Annual Review
of Psychology, la advertencia de Steiner llegaba demasiado tarde. Aun recono
ciendo el indudable valor de la investigación psicosocial acerca de los grupos, los
autores consideran que en la actualidad esta disciplina ha dejado de dominar el
campo. «La ant<>rcht1 ha pasad<> a, o dicho mtís C<>rrectamente, ha sido tomada por
cole��as de otras disciplinas, en particular de la Psic<>l<>gía de las Organizaciones»
( l 990, pág. 620). En suma. otros autores, en lugar de lamentar un declive de la
investigación grupal que, por otra parte, al menos en cuanto a su cantidad y su
diversidad teórica, no resulta tan evidente, prefieren celebrar su resurgimiento, aun
que sea en Jugares diferentes a los tradicionales (Levine y Moreland, 1 990; Simp
son y Wood, 1 992). «L<>S grupos están viv<>s y se encuentran bien, pero habitan
en <>tra parte» (Levine y MoreJand, 1 990, pág. 620).
Este cambio de orientación fundamental ha traído consigo denominaciones nue
vas. El hecho de que sea la Psicología de las Organizaciones la disciplina que se
ocupa básicamente de ellos, ha tenido como una de sus principales consecuencias
el creciente interés por los grupos de trabajo, que pueden adoptar diferentes nom
bres: «equipos de trabajo», «círculos de calidad», «fuerzas de tarea», «grupos autó
nomos», «equipos autodirigidos» o «autoliderados», y un largo etcétera, hasta lle
gar a denominaciones más imprecisas, como, por ejemplo, la etiqueta «trabajo
colaborativo».
Después de las reticencias y de la profunda desconfianza que durante décadas
mostraron las organizaciones hacia los grupos, debido fundamentalmente a la
influencia de las teorías tayloristas centradas en el control del individuo y teme
rosas de la amenaza de Jos grupos como focos potenciales de resistencia organi
zada en contra de la racionalización de la producción (Bramel y Friend, 1 987), el
cambio de orientación sufrido durante los años ochenta tiene como principal con
secuencia pasar de contemplarlos como el problema a considerarlos la solución,
valorando su capacidad para optimizar el rendimiento y la eficacia de Jas organi
zaciones (Guzzo y Shea. 1 992).
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72 Introducción a la Psicología de los Grupos
Lecturas recomendadas
Asch, S. E. ( 1 952): Psicología Social. Cap. IX: «Una introducción a la teoría de los gru
pos» (págs. 245-277), Buenos Aires: Eudeba, 1 964.
Comenzar por la lectura de los autores clásicos resulta siempre lo más aconsejable. En este
caso, a la importancia de los conceptos tratados se añade el placer de leer directamente el inteli
gente análisis y los lúcidos ejemplos utilizados por Asch para explicar aspectos como las rela
ciones individuo-grupo, el carácter «real» de los grupos y la evolución del pensamiento psicoso
cial al respecto. A pesar del medio siglo transcurrido desde su publicación, conserva toda su
vigencia y actualidad.
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76 Introducción a la Psicología de los Grupos
Blanco, A. ( 1 988): Cinco tradiciones en la Psicología Social. Cap . l : «La tradición gru
pal» (págs. 25-85), Madrid: Morata.
Completa visión histórica del tratamiento que el grupo ha recibido por parte de la Psicología
Social. desde sus antecedentes en las ciencias sociales hasta su constitución como disciplina inde
pendiente. Es recomendable completar esta lectura con la del capítulo 2 del mismo libro: «La tra
dición individualista» (págs. 86-165 ).
El capítulo presenta una síntesis de la evolución a lo largo de este siglo. dentro de la Psico
logía de los Grupos. de la consideración de las relaciones entre el individuo y el grupo. así como
conceptos claves para comprender la complejidad de dichas relaciones.
Huici, C. ( 1 996): Psicología Social de los Grupos: desarrollos recientes, Re,;isra de Psico
logía Social, J J, 3 - 1 8.
Este trabajo ofrece un resumen de las tendencias más destacadas. tanto desde el punto de vis
ta teórico como metodológico, de la investigación realizada en los últimos años en tres campos
básicos: relaciones intergrupales, influencia mayoritaria y minoritaria y dinámica intragrupal.
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