Los Días y La Gente. Tucumán 1816 + Crónicas Históricas VI - Sara Peña - Elena Perilli
Los Días y La Gente. Tucumán 1816 + Crónicas Históricas VI - Sara Peña - Elena Perilli
Los Días y La Gente. Tucumán 1816 + Crónicas Históricas VI - Sara Peña - Elena Perilli
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NOTICIA PRELIMINAR
La gente de la ciudad, en esos años, en esos días, tuvo que afrontar grandes
cambios y adaptarse a ellos. Vivieron con ´la presencia, abigarrada, de soldados, y sus
requerimientos que demandaron trabajos y esfuerzos del vecindario y transformaron la
quietud provinciana.
Veremos, en breve reseña, cómo pasaban los días, previos a la Independencia, los vecinos
de la capital tucumana. El aspecto de la ciudad era precario. Las calles no estaban empedradas
por lo que el polvo, en épocas de sequía o el lodazal en tiempos de lluvias, hacían insalubre la
circulación. A pesar de esto transitaban por las callejuelas hombres y mujeres en sus
ocupaciones; peones, troperos, vendedores, en ese abigarrado vecindario. Se estima, en cinco
mil personas los habitantes en 1816. San Miguel, durante el día, era una bulliciosa aldea. El
trajín, el ruido, el traqueteo de los carruajes era acompañado por el tañido de campanas de las
iglesias. Y, al caer la noche, con el toque de queda el silencio se adueñaba del poblado.
La plaza era el ámbito de sociabilización por excelencia. Por ella circulaban las señoras que
concurrían a misa, los comerciantes y troperos, los sacerdotes, los capitulares que se dirigían
al Cabildo, las milicias que realizaban sus ejercicios en una ciudad colmada de soldados. Toda
clase de gente jugaba a la pelota, las calles se convertían en “campos de carreras” de alocados
jinetes. Los niños jugaban con pelotas de trapo, a la rayuela, el balero, el trompo y el volantín.
DE CARRETAS Y CARRUAJES
No faltaban carretas con mercaderías. El jesuita Francisco Javier Miranda decía que “las
carretas tucumanas eran más capaces que las usadas en España y servían de casa portátil
dentro de la cual, sobre un catre, va una cama y debajo del catre arcas, baúles, petacas y
demás trastos necesarios para el viaje y que era preciso llevar todo lo necesario para comer
y beber para la larga travesía.”. Había escasos coches, se conocen los del jesuita Diego León
Villafañe, de José Molina, de Juan Silvestre Helguero, y el del cura Miguel Martin Laguna. La
llegada del General Belgrano en su carruaje, la “sopanda”, fue toda una sorpresa. El medio de
transporte habitual era el caballo
II
Junta de Estudios Históricos de Tucumán
EL ALUMBRADO
La ciudad se iluminaba con faroles de papel que se colgaban, al anochecer, en los frentes de
las casas. Se utilizaban candiles con aceite y mecha, los que eran corrientes en las noches sin
viento. El libro de ingresos del convento franciscano registra, en 1812: “para los claustros se han
hecho 5 faroles forrados en papel”. Al año siguiente finalizó la colocación de luminarias de
cristal en la ciudad. La escasa iluminación, el mal estado de las veredas y la ausencia de agentes
de policía explica que se fijara la hora de la “queda” a las 10 de la noche
SALUD Y EDUCACIÓN
En esos días las enfermedades eran atendidas, en su mayoría, por curanderos y los partos
por comadronas. Las medicinas empleadas procedían, la mayoría, de productos adoptados de
medicación indígena: “raíz de quebracho blanco” contra la ictericia, “pepitas de quinaquina”
quitaban el dolor de cabeza, el “jugo de hoja de algarrobo blanco” para el mal de ojo. se
aplicaban sangrías, ventosas y purgas. La única escuela era la del Convento de San Francisco.
Gregorio Aráoz de Lamadrid recuerda en sus Memorias, que lo pusieron en esa institución.
“Luego que hube perfeccionado mi escritura y cuentas, pasé a estudiar gramática en el mismo
convento; pero como el maestro que teníamos no era muy contraído, no alcancé a completar
ese estudio”. Las mujeres casi no sabían leer ni escribir. Algunas niñas recibían instrucción
domiciliaria: lectura, escritura, números y rezos.
PODER Y TRABAJO
Los integrantes de las familias principales fueron hacendados, sacerdotes, militares y
comerciantes. Los peninsulares se dedicaron a la venta de productos de la tierra y de efectos de
Castilla. La guerra proporcionó nuevas actividades económicas. “Los soldados requerirían
distintos servicios: habitación, pulperías, casas de abasto, modificando con sus demandas la
configuración social y laboral del medio”. Los herreros forjaban rejas, faroles y utensilios y con
el devenir de la guerra, encontraron en la fabricación de armas un mercado en crecimiento. Las
mujeres, se afanaron en la confección de uniformes.
.
III
Junta de Estudios Históricos de Tucumán
Señoras a la
salida de la
Iglesia.
Acuarela
(detalle)
Emeric de
Essex Vidal
LA VESTIMENTA Y ACCESORIOS
El atuendo femenino se reducía a faldas, camisas y vestidos. Las telas se traían de Europa:
“capas y capotes de terciopelo, chalecos, sombreros, medias de seda o algodón, telas de gasa,
sarasa, ponteví, tafetán, seda, brocado, y encajes de Flandes”, según apuntes del comerciante
José Gregorio Aráoz, El ajuar se completaba con peinetones, mantillas, guantes y abanicos. Los
rebozos - mantos para cubrirse cabeza y rostro- era costumbre heredada de España. Los varones
usaban pantalones ajustados, calzas, chalecos de seda, levitas, fracs y ponchos. Botas, zapatos
con hebillas de oro, medias de seda o algodón, sombreros de pelo o paja.
LAS VIVIENDAS
La decoración era austera y predominaban los lienzos y las imágenes religiosas. Y, en
algunos hogares, cuadros familiares. “En casa de Francisca Bazán de Laguna había un retrato
de su yerno, Don Pedro Antonio de Zavalía y Andía, lo que era excepcional, únicamente se
conocía otro en la ciudad, el de José Colombres y Thames”. Iluminaban con faroles de hierro.
Los más pudientes con mecheros alimentados con aceite de potro. En las viviendas modestas se
las arreglaban con velas de sebo.
IV
Junta de Estudios Históricos de Tucumán
COMER Y BEBER.
Se comía carne asada y guisada, palomas y perdices. El grano de maíz era muy requerido; el
locro, la humita, la mazamorra y los pasteles de choclo eran clásicos de la gastronomía
tucumana. Los dulces y mermeladas, de naranja y lima, eran caseros. Se consumía tubérculos,
hortalizas y frutas. Se bebía café, chocolate y mate que endulzaban con miel de abeja y de caña
de azúcar. El consumo de bebidas alcohólicas era abundante. La elite se inclinaba por vinos y
aguardientes. Los sectores populares preferían la chicha y aloja.
* SARA PEÑA DE BASCARY, “San Miguel de Tucumán 1812. Vida cotidiana en tiempos difíciles”. Actas de las IX
Jornadas de la Generación del Centenario – Centro Cultural Alberto Rougés. FML. 2012
V Junta de Estudios Históricos de Tucumán
Recreación de un
baile de época.
C. 1816. Pintura
de Pedro Figari
A propósito de los Días de Julio queremos traer a la memoria el baile ofrecido el día 10 para
festejar la Independencia y algún otro baile que sirve como antecedente. En 1812, tras el triunfo
del 24 de septiembre en Tucumán, narra el General Paz en sus Memorias que para resaltar la
unión entre los cuerpos de caballería y cazadores dieron un baile, aprovechando ámbitos de las
moradas de entonces: “Los patios y sus galerías fueron los principales ámbitos de integración en
las viviendas. Allí confluían en el trajín diario todos los habitantes de la casa: sirvientes,
inquilinos y miembros de la familia, especialmente los niños, que allí jugaban y se entretenían.”
Paz describía el baile que tuvo lugar: “en una casa que atravesando el zaguán, que precedía la
sala de baile que era el patio de la misma casa preparado convenientemente…” Narraba
además: “fue costeado por los oficiales de artillería y cazadores…” y continuaba dando noticias
de otro baile: “los Decididos, que eran una compañía de paisanos voluntarios tuvieron la
ocurrencia de costear un baile más suntuoso que el de cazadores y artilleros,” y agregaba que el
General Belgrano honró el baile con su presencia evitando cualquier alteración.
VI Junta de Estudios Históricos de Tucumán
Minué
Oleo de
Carlos
Enrique
Pellegrini
ANEXO
IMÁGENES
Aquellos días
y la gente
VII Junta de Estudios Históricos de Tucumán
La plaza de
Tucumán hacia
1816. El Cabildo
y el Convento de
San Francisco.
Detalle de
témpera de
Dante Rizzoli
Carreta, alto en
el camino antes
de llegar a la
ciudad. Oleo de
Prilidiano
Pueyrredón
Coche llamado
“Sopanda” que trajo al
General Manuel
Belgrano a Tucumán.
Fue una gran sorpresa
para el vecindario.
Museo Enrique Udaondo
de Lujan
IX
Junta de Estudios Históricos de Tucumán
La ciudad, después de
la Batalla del 24 de
setiembre de 1812 se
vio abarrotada de
soldados. Batallones
de Patricios, Húsares,
Decididos, Cazadores,
Arribeños. Milicias
Tucumanas, Pardos y
Morenos, entre otros.
X
Junta de Estudios Históricos de Tucumán
LUCES EN LA CIUDAD
Farolero que encendía los
faroles al anochecer y vendedor
de velas
Elegante pareja de
época de la
Independencia.
Acuarela de Pedro
Figari.
Pisadora de
maíz de Juan
León Palliere y
Gaucho con
mate de Juan
Manuel Blanes
XIV Junta de Estudios Históricos de Tucumán
Pulpería
Había numerosas en la
ciudad de Tucumán.
Imagen de Cesar Hipólito
Bacle.
Riña de gallos
Habituales en el viejo
Tucumán. Oleo de
Jorge Bermúdez.
Museo Nacional de
Bellas Artes.
XV Junta de Estudios Históricos de Tucumán
Devociones y
procesiones: al Santo
Patrono San Miguel
Arcángel (templo de
San Francisco) y a los
vice patronos San
Simón y San Judas
(Catedral de Tucumán
desde Ibatín)
El general Manuel
Belgrano entrega su
bastón de mando a
Nuestra Señora la
Virgen de la Merced
después de la
gloriosa batalla de
1812. Oleo de Tomas
del Villar.
XVI
Junta de Estudios Históricos de Tucumán
Fiesta campesina.
Baile popular.
Similar a los festejos
habituales en la
época. Pintura de
Alfredo Gramajo
Gutiérrez
Baile. Pintura de
Pedro Figari
El General Manuel Belgrano presidió los bailes de 1812, después de la Batalla y el del 10 de julio
de 1816. Chaleco que le perteneció -Museo Udaondo- y mesa en la cual, según la tradición, se
apoyó en ese legendario baile. Museo Casa Histórica de la Independencia.
Recreación de un
“estrado” en Museo
Casa Histórica de la
Independencia,
exposición : “1816, así
Vivian” Hace unos
años.
A la derecha vestido y
mantilla de la esposa
del Gobernador
Bernabé Aráoz –
Museo Pte. Nicolás
Avellaneda. Diversos
objetos de época de la
Independencia
XX Junta de Estudios Históricos de Tucumán