01 - Munné Frederic - La Interacción Persona A Persona - 113-139

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IV.

LA INTERACCIÓN PERSONA A PERSONA

1. FO R M A C IÓ N SO C IA L D E LA PER SO N A

La persona como sistema de interacción. El ser Humano no vive solo,


aisíado, sino con otros seres semejantes a,él. ¡Su individualidad se desarrolla
socialmente y es así como llega a constituirse cómo persona. Ésta, como su­
jeto, consiste en una compleja red de comportamientos más o menos com­
partidos, que forman un núcleo de interacción (fig. 4-1).

Fig. 4-1. Cada persona es un núcleo de interacción.


\(P: persona; O; otro).
i ■ 1. ' . ’, ' 1

Estos microsistemas sociales forman una complejísima red de interaccio­


nes, que no son otra cosa que la vida social (fig. 4-2).
Fig, 4-2. La vida social es una red de interacciones.

E¡ sistema social personal tiene tres características esenciales: 1} Indivi­


dualidad: Es un sistema único, distinto a todos los demás que forman su
medio. El proceso de socialización nunca es idéntico, varía en cada sujeto
generando la singularidad del mismo. Cada individuo se enfrenta a los de­
más, aceptando unas influencias y rechazado otras, y no todo se asimila del
mismo modo. Además, el medio ambiente es distinto en cada uno. 2) Esta­
bilidad: La persona está constituida por una serie de pautas resistentes más
o menos al cambio y que forman una estructura base y soporte de aquella
individualidad. 3) Adaptabilidad: En aparente contradicción con esta ten­
dencia a lo estable, posee una capacidad, aprendida paradójicamente en la
misma socialización, a irse adaptando al medio tanto social como no social,
a la vez que lo va transformando.
Ahora bien, el comportamiento social de las personas responde a una
dialéctica de uniformidades y diferenciaciones. Como uniformidades tiene
dos características fundamentales: a) es un comportamiento pautado, en el
sentido que veremos a continuación, y b) es un comportamiento estructura­
do, lo que examinaremos en el siguiente apartado.

Las pautas de comportamiento social. El comportamiento social está


condicionado socialmente. Esto implica una regulación que si es efectiva da
como resultado una conformidad social {a veces, se habla de conformismo,
pero esta palabra tiene cierta connotación despectiva improcedente en este
caso) y en último término un orden y por lo tanto una previsibilidad socia­
les. Allport (1934) mostró estadísticamente que el comportamiento no con­
dicionado socialmente, por ejemplo cruzar una calle sin semáforo, tiene una
distribución normal, mientras que el socialmente condicionado, cruzar la
calle con semáforo, una curva en J (fig. 4-3).
Pero ¿cómo queda regulado socialmente el comportamiento humano? El
comportamiento social tiende a s e r r e p e titiv o , lo q u e le d o ta d e constancia
o regularidad, sin perjuicio de cierta heterogeneidad. Este fenómeno genera
las pautas de comportamiento. El término pauta está sacado de la teoría del
solfeo. En una partitura musical, las notas están situadas con referencia a

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cinco-líneas paralelas que les dan significado. De un modo similar, el com­
portamiento humano es social en tanto se da con referencia a unos patrones
o modelos, relativos a aquellas acciones de las personas que se consideran
significativas y valiosas por el sistema social. Una pauta es un marco de
referencia comportamental socialmente compartido (Newcomb, 1950). Las
pautas son reglas, que regulan el comportamiento que tiene transcendencia
colectiva,

N“ personas

del cruce
Sin semáforo Con semáforo

Fig. 4-3. Comportamiento de ta gente al cruzar una calle,


regulada o no con un semáforo.

Las pautas sociales pueden referirse a comportamientos exteriorizados o


no por el sujeto. En el primer caso, estamos ante las pautas externas, cons­
tituidas por conductas observables por otro sujeto; en el segundo caso, por
las pautas internas, que intentan regular el pensamiento del sujeto, es decir,
sus conceptos, juicios, valores, preferencias, etc. Las pautas internas son
importantes porque están interiorizadas por el sujeto y generan fenómenos
como las mentalidades y las ideologías. Al no ser directamente observables,
deben ser inferidas de las pautas externas, desde las acciones conductuales
hasta la mera verbalización.

Una cosa es la pauta conocida y otra la pauta ejercida o ejecutada. Ex­


presado de otro modo, no todas las pautas de las que tenemos noticia las
ponemos o podemos poner en práctica.

A veces una pauta puede desempeñar además de su función manifiesta


otra u otras funciones latentes. En el primer caso se habla de la pauta explí­
cita y en el segundo de la pauta implícita. Por ejemplo, el deporte como
pauta explícita se refiere a su función manifiesta y propia de actividad física
y desarrollo corporal, pero en las dictaduras es habitual fomentar el deporte
para desviar la atención de la gente de las cuestiones políticas y sociales. En
este último supuesto, el deporte actúa como una pauta implícita cuya fun­

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ción latente es muy distinta de ía manifiesta en la pauta explícita. Obsérve.^
se que más que dos pautas lo que ocurre es que hay una sola pauta con un
doble sentido, que sólo un análisis en profundidad de la misma puede re­
velar.

Es interesante también diferenciar entre pautas reales e ideales, Desde é{


punto de vista individual, un ejemplo sería si en una encuesta se pregunta
cuántos hijos tiene cada sujeto, siendo el promedio resultante de 1 hijo por
familia, y si también se pregunta cuántos hijos le gustaría a uno o le hubiera
gustado tener siendo el promedio en este supuesto de 2 hijos, aparece una
divergencia entre ia pauta real y la ideal. Desde el sistema social, las pautas
ideales son producto de un consenso de los miembros del sistema acerca de
cómo estos deben comportarse en situaciones determinadas. Pero esto no
significa que la pauta ideal deba coincidir con la real. Hasta cierto punto es
conveniente que la gente trate el comportamiento ideal como tal, y de ahí
que generalmente no coincida con el comportamiento real. Ahora bien, una
divergencia excesiva entre las pautas reales y las ideales indican una frustra­
ción social potencial o real.
Probablemente, el aspecto más esencial de todo sistema social sea el
subsistema de regulación, control y sanción del comportamiento. La base
del mismo se encuentra en el hecho de que no todas las pautas tienen la
misma importancia para el sistema social. Aunque en la realidad esta im­
portancia constituye un continuo que va de más a menos importancia, o
sea que hay pautas con grados muy distintos de importancia, para sim­
plificar los análisis suelen diferenciarse tres tipos de pautas al respecto,
porque ello es duficiente para entender el mencionado subsistema de con­
trol:
]) Los usos: son comportamientos considerados de escasa importancia.
Su valor es, pues, mínimo. Suelen haber muchos y ser muy localistas y cir­
cunstanciales, Son usos, por ejemplo: el modo de saludar, evitar palabras
malsonantes en ciertas situaciones, etc.
2) Las costumbres: Son comportamientos valorados considerablemen­
te, Suelen haber bastantes y están menos atomizadas que los usos. Ejemplos
de costumbres son el intercambiar un anillo los novios en ei acto de la boda
o el guardar el turno en una cola,
3) Las normas regulan comportamientos que el sistema considera fun­
damentales para la pervivencia del sistema. Son relativamente pocas y están
muy generalizadas, Por ejemplo, respetar ia propiedad ajena o no ír desnu­
do por la calle.

El c o n ju n t o d e p a u ta s d e u n s is te m a puede así representarse como una


escalera con tres peldaños (fig. 4-4).

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Fig. 4-4. Clases de paulas según su distinto valor social.
(+ Valor máximo; - valor mínimo.)

-El sistema social ampara las pautas como un fino mecanismo de reloje­
r a . Según el valor dado a una pauta varía el grado de importancia de la
'sanción por su incumplimiento. Por esto, hay formas de sanción muy dife-
/.rentes: desde el desprecio hasta el apartamiento social, pasando por provo­
car en el sujeto sentimientos de ridiculo, culpa, etc. No saludar puede pro­
vocar en el otro extrañeza o un ligero enfado si es intencionado; no entregar
. él novio el anillo de boda en una sociedad tradicional, puede llegar a impe­
dir la celebración del acto; en fin, desnudarse en la calle puede llevarle a
uno a la comisaría o a un hospital psiquiátrico.

Las sanciones pueden ser varías e ir cambiando. En un experimento et-


nometodológico, en el que el sujeto, un estudiante universitario, debía com­
portarse en su casa como si fuera un huésped durante varios días, la familia
reaccionó con conductas tales como gritarle, ignorarle, llamarle cruel, bur­
larse de él "siguiéndole la corriente", amenazarle con represalias, etc. (Gar-
finkel, 1967).

Nos hemos referido a las sanciones en un sentido negativo, como casti­


go, pero también pueden tener un sentido positivo. En efecto, el control del
comportamiento a menudo se lleva a cabo con recompensas sociales por el
cumplimiento de las pautas, que suponen una aprobación o reconocimiento
sociales.

Los usos presentan la paradoja de que pese a su ínfima importancia tien­


den a durar. Esto se debe a la inercia social, ya que digamos que no vale la
pena modificarlos. En cambio, las costumbres.son interiorizadas por la gen­
te y por lo tanto están muy arraigadas, no siendo fácil el cambiarlas. En
cuanto a las normas pueden durar mucho o poco, puesto que dada su extre­
ma importancia el sistema procura que cada norma responda a las necesida­
des y los valores sociales del momento. Si estas necesidades o valores van

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variando lo mismo harán las normas, como es el caso de las normas jurídi­
cas de naturaleza política y penal.

La importancia de un comportamiento social evoluciona. Lo que hoy es


uso, mañana puede ser costumbre y pasado mañana norma, y viceversa, in­
cluso un comportamiento puede dejar de estar regulado socialmente, sin
perjuicio de que sea más, menos o nada compartido. Así, ante las disputas
que se producían en las paradas de autobús para subir al vehículo, el muni­
cipio de Londres aprobó en 1937 una ley según la cual siempre que dos o
más personas se encontrasen esperando el autobús habían de formar una
cola, ordenada y correcta, bajo multa de dos libras de no hacerlo. A co­
mienzos de 1995, esta ordenanza fue formalmente abolida por estimarla in­
necesaria. Las colas continúan haciéndose, pero de un modo informal pro­
pio de los fenómenos masivos (ver cap. 6).

Las pautas son relativas en su contenido, pues cada cultura tiene las
suyas. La antropología ha discutido si las hay universales. La única pauta
que se encuentra en todas las culturas parece ser el tabú del incesto; con
todo, tiene excepciones que hacen de este comportamiento no una prohi­
bición sino un deber. En efecto, se han encontrado tres casos de inexis­
tencia del tabú, todos ellos con un mismo sentido: la familia faraónica del
antiguo Egipto, la familia real incaica y la familia real del antiguo Hawai.
Dicho esto, hay que añadir que las pautas también son absolutas, en el
sentido de que en cada cultura rigen plenamente protegidas por el sistema
ya visto de regulación, control y sanción establecidos por el sistema so­
cial.

En principio, las pautas del comportamiento encuentran su fundamen­


to social en la tradición (todo el mundo lo hace así, porque siempre se ha
hecho así). En términos temporales, ésta supone una sobrevaloración del
pasado. Pero en los sistemas sociales hay otras formas de regulación del
comportamiento que se basan en sobrevalorar el tiempo social en otros
aspectos del mismo. Es el caso del fenómeno de la moda, en que se sobre­
valora el futuro, ya que lo nuevo funciona como una anticipación del fu­
turo pues si la novedad tiene éxito pasa a seguirse luego por los demás.
(Sobre la moda como comportamiento colectivo volveremos en el cap. 6).
En cambio, en el derecho al menos en su manifestación actual, hay una
sobrevaloración del presente, porque si la norma no se considera justa o
adecuada se cambia. (Esto no era así en el derecho antiguo de base con­
suetudinaria, lo cual exigía una interiorización de las pautas). Esta inte­
riorización es básica en otra forma de regulación del comportamiento,
c o m o la r e lig ió n . E n é s ta , el tie m p o s o c ia l e s v a lo r a d o de u n modo muy
peculiar: en general, la religión basa su fuerza de pautaje en la creencia
en un más allá, trátese de un Paraíso, de la reencarnación, etc. El cuadro
4-1 esquematiza lo expuesto.

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FORMAS DE PAUTAJE ASPECTO SOBREVALORADO
DEL COMPORTAMIENTO DE LA TEMPORALIDAD

Tradición. Pasado.
Derecho. Presente,
Moda. Futuro.
Religión (Más allá.)

Cuadro 4-t. Valoración del tiempo social en las diferentes formas fundamentales
de pautaje del comportamiento.

Por último, algunas pautas de comportamiento social adquieren un sig­


nificado simbólico y pueden llevarse a cabo no por si mismas sino por lo
que simbolizan. En este caso, suele hablarse de ritos y la regulación pasa a
referirse a aspectos formales del comportamiento. La importancia de los ri­
tos está en que contribuyen al establecimiento y permanencia del orden so­
cial (Durkheim, 1925). La celebración del día de la Constitución o de un
cumpleaños familiar crea estados colectivos de ánimo, sentimiento de co­
munidad, de compartir la misma situación, etc. y su repetición y constancia
asegura tales estados de ánimo.

La adquisición personal de las pautas sociales: la socialización. Las


pautas se aprenden al interactuar a través del proceso de socialización. Sin
entrar en el análisis de este proceso psicosocial básico (ver vol, 2), conviene
aclarar el concepto de este proceso de adquisición del comportamiento so­
cial.
La socialización, que acompaña a cada persona a lo largo de toda su vida,
no es únicamente un proceso de aprendizaje del sistema social. Es también un
proceso de intemalización por el que el individuo hace propias las pautas de
dicho sistema, haciendo con esto posible el orden social. Al asumirlas, el indi­
viduo se autocontrola socialmente y pasa a ser una persona, pues la socializa­
ción forma en cada individuo la estructura que constituye su mismidad, esto
es, lo que le hace semejante y a la vez diferente de los demás.
A pesar de la socialización, una persona puede, por múltiples razones,
no seguir las pautas establecidas. Cuando se aparta de éstas hay desviación
social. La desviación es un concepto relativo, que depende del sistema de
pautas al que se refiera; por ejemplo, un mañoso es desviado con respecto a
la sociedad en que vive pero no con respecto a la organización criminal a la
que pertenece. Como el comportamiento establecido, el desviado también
tiende a estar sometido a unas pautas. Así, frente a las pautas normales,
que son las establecidas y seguidas en un sistema social dado, están las pau­
tas desviadas que se apartan de lo establecido en dicho sistema.

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Aunque la desviación será tratada junto con el proceso de socialización
{vol. 2), conviene diferenciar ya entre la desviación llamada primaria, dada
por el hecho específico del comportamiento que se aparta de lo establecido,
y ¡a desviación secundaria, que designa el hecho de la identificación pública
del que se conduce como desviado, io cual conlleva sendas consecuencias
sociales (Lemert, 1951). En este último aspecto, la desviación no es sino un
etiquetaje social, por el que el individuo que se desvía pasa a ser visto y
considerado un extraño (ow/sider) (Becker, 1963), sobre el que cae un es­
tigma (Goffman, 1963) que condiciona sus interacciones. La desviación,
entonces, tiende a abocar en la marginación social, la cual a su vez incluye
una socialización.

La desviación social es ambivalente. Para la persona, el comportamiento


desviado puede ser una reacción necesaria u oportuna en defensa del yo
(Kaplan, 1980). Tampoco es siempre un fenómeno negativo para el sistema
social, pues su otra cara, a menudo olvidada es la de ser una fuente, por no
decir la fuente, de la diferenciación, la identificación y la innovación so­
ciales.

2. E ST R U C T U R A PSIC O SO C IA L D E LA PE R SO N A

El comportamiento de rol. El término rol (role), a veces traducido al


castellano por papel e incluso excesivamente por función, alude a una ana­
logía entre la vida social y el teatro, analogía que constituye una constante
temática literaria (Shakeaspeare, Calderón). Como en el teatro, en la vida
cotidiana papeles determinados (madre, juez, estudiante, amigo, amante,
turista). La importancia de esta perspectiva es que toda nuestra conducta es
susceptible de ser analizada como una actuación de rol.

En la vida cotidiana, somos capaces de desempeñar simultáneamente va­


rios roles (hombre, adulto, carpintero, deportista, antipático, etc.). Y aún
más, de ir cambiando automática y sucesivamente nuestros roles (ahora
peatones, de repente usuarios de autobús, otra vez peatones, y al entrar en
casa, padre o madre de nuestros hijos, etc.). Esto revela una extraordinaria
capacidad de adaptación y una enorme habilidad social adquiridas gracias a
la socialización.

¿ Q u é os lo q u e c o n d e n e u n ro l? U n c o n ju n to d e p a u ta s , m á s o m e n o s
estandarizadas, relativas a un tipo determinado de situaciones sociales. El
contenido de un rol no es fijo sino que se va elaborando y redefiniendo, tan­
to social como individualmente. A esto contribuyen la diversidad de la si-

120
Ilaciones, la representación individualizada, la evolución de las ideas y los .
íjplpres, el progreso técnológico, las diferencias generacionales, etc.
Las conductas necesarias de un rol, por ser las estimadas correctas o
íjjrqpiás deí mismo, constituyen el rol prescrito (Newcomb, 1950), por
Ejemplo que el abogado defienda al cliente. Los aspectos contextúales y
siíuacionales son inherentes a las prescripciones de rol: la toga no está so­
cialmente prescrita como vestimenta propia del abogado en su despacho,
pero sí cuando actúa en la Sala de Justicia. En el roí prescrito no cuentan
íjas, diferencias individuales. Los roles no identifican individuos concretos
fismo sólo tipos de comportamiento que en un sistema social son comparti-
í|qs por diferentes individuos. Por esto, los roles son percibidos de un múñ­
elo estereotipado.
Pero un rol no sólo es conducta prescrita es, por lo mismo, también con­
ducta esperada. De ahí, que a veces se diga que los roles son expectativas
Be conducta. Ciertamente, también lo son las pautas, pero a diferencia de
éstas, aquéllos se refieren a conjuntos de comportamientos esperables en
liná;' situación socialmente significativa y estandarizada. Esto significa que
sin roles nuestro comportamiento sería socialmente imprevisible y carente
de significado. Por el hecho de que la prescripción de un rol suponga con­
ductas esperables, el contenido de éste incluye no sólo las pautas prescritas
sino también pautas socialmente deseables que se refieren al rol ideal, al
que se aludirá en el siguiente apartado.
. ¿Por qué la analogía con el teatro, mencionada al principio? La persona
se presenta ante sí y ante los otros a través del desempeño de roles. En este
sentido, no son lo mismo la persona y sus roles. El rol es, en realidad, una
representación de la persona como actor social. Etimológicamente, la pala­
bra persona evoca esto. En el teatro de la Roma latina, la voz persona era la
máscara que llevaban los actores y que se iba cambiando según el papel que
se interpretaba.
De ahí que muchas definiciones de rol se basen en ver a éste como el pa­
pel o máscara con la que el individuo se presenta en la sociedad. Según al­
gunos (Duvignaud, 1972), tales definiciones resaltan el aspecto inauténtico
del verdadero yo, que permanece en un profundo secreto, lo cual refleja
una oposición característica de la cultura occidental frente a la oriental (se­
ñalada por Barthes, 1970): la oposición entre el dentro y el fuera, lo verda­
dero y lo falso (Duvignaud, 1972). Pero sería equívoco confundir el rol con
la apariencia y la persona con la realidad.
La representación de un roí identifica a la par que desindividuaüza. Es
famoso el experimento sobre desindividuación, llevado a cabo por Zimbar-
do con estudiantes en una cárceLperfectamente simulada en los sótanos de
la Universidad de Stanford. Los sujetos, debidamente uniformados, actua­
ron unos de carceleros y otros de presos. La identificación con cada rol sor­

121
prendió a los investigadores: los "guardias" se comportaron mucho más se­
veramente y los "presos" mucho más resignadamente que en sus vidas coti­
dianas (Zimbardo, Haney y Banks, 1973). La estrecha relación entre repre­
sentación e identificación es también la base de la eficacia del psicodramay
en general de los rol playing.

Pero los roles no sólo son comportamientos estandarizados que se repre­


sentan en determinadas situaciones por las personas. También son modelos
de interacción que organizan socialmente el comportamiento personal (Ro-
cheblave-Spengle, 1969). Esta acepción refiere los roles a la estructura del
sistema social global, considerándolos elementos que cumplen sendas fun­
dones en el mismo, contribuyendo a mantener este sistema estrucuturado.
Esto quiere decir que un rol es una orientación Funcional del comporta­
miento.

Las sociedades modernas van generando nuevos roles, en la doble acep­


ción indicada. Dos fuentes constantes de ello son el avance tecnológico,
como los roles de astronauta o de pirata informático, y el desarrollo social,
que genera roles por evolución del sistema social, como en el caso del com­
portamiento asexuado de algunos jóvenes, estudiado con el nombre de an-
droginia (Bem, 1974, que designa así a la persona que se autodescribe con
un equilibrio de rasgos masculinos y femeninos en el Bem Sex Role ínven-
tory). Aunque parece que las prescripciones de rol en estos casos son muy
difusas, y lo son por estar en formación, los límites suelen no serlo tanto;
por ejemplo, los chicos que usan un pendiente en la oreja no llevan falda,
pues esto daría lugar a otro rol, como es el de travestí.

El concepto de rol ha sido criticado por contener cierta vaguedad, ser


más descriptivo que explicativo, excesivamente estabilizador, e introducir
una dicotomización entre la función y la realidad del comportamiento.
También se dice que subestima tanto lo individual como lo estructural de la
realidad social (Heine, 197Í). A pesar de estas objeciones, es un concepto
clave en la ciencia social, hasta el punto de que se ha intentado (Nevvcomb,
1950) centrar en é! toda la psicología social, y varios marcos paradigmáti­
cos se aprovechan de éi.

En efecto, aparte de las teorías de los roles ya expuestas, el rol es un


concepto central en el interaccionismo simbólico por lo que representa de
interacción en términos de significación. Los roles son vistos en este con­
texto paradigmático como conjuntos de significados y valores relacionados
entre sí y que guían y dirigen la conducta de una persona en un medio so­
cial determinado (Rose, 1971). Esto explica que la teorización de este con­
cepto se deba fundamentalmente a este marco teórico. Pero no le son ajenos
otros marcos. Visto como una expectativa es de interés para el sociocogniti-
vismo, y como inventario de conductas específicas o de respuestas condirio-

122
nadas {Cottrell, 1942) el rol es un concepto de utilidad para el conductismo
social.
El análisis de roles supone ver la interacción con cierto grado de generali­
zación. Concretamente, desde un tercer nivel de formalización conceptual. 1)
El nivel de las conductas, en sus diversas manifestaciones. Es un nivel empíri­
co, referido al comportamiento resultante de la interacción. Tomando como
ejemplo, el alzar la m ano para saludar a un amigo, este.nivel corresponde a
alzar la mano. 2) El nivel de las pautas. Como sea que los comportamientos
no se dan independientemente unos de otros sino en conjuntos significativos
originados por la regulación social, analizar la interacción a este nivel es con­
siderar ya las pautas de interacción. En el ejemplo anterior corresponde a al­
zar la mano para saludar . Y 3) el nivel de los roles, en que se consideran los
conjuntos de pautas referidos a determinadas situaciones o contextos, según
queda dicho. En el mismo ejemplo, alzar la mano para saludar a un amigo.
Estos tres niveles, que corresponden a un enfoque micro del comportamiento
social, no agotan el análisis de la interacción. Otros dos niveles, de carácter
mano, dados por las instituciones sociales y la estructura del sistema social,
completan las posibilidades de dicho análisis.
Ahora vamos a ver diferentes aspectos de los roles, que hay que tener en
cuenta para analizar la interacción desde el tercer nivel indicado.

Clases de roles. Del mismo modo que una cosa son las pautas conoci­
das y otra las ejercidas, cabe diferenciar el rol desempeñado, que es el efec­
tivamente ejercido, del roí asumido (role-taking ), que es el que uno conoce
y comprende. Esto significa que se pueden asumir roles sin desempeñarlos.
El rol asumido implica un proceso por el que un individuo construye en su
mente las actitudes de los otros, gracias a lo cual puede anticipar la conduc­
ta de estos. (Lauer y Boardman, 1971). Supone una interiorización que per­
mite ai sujeto ponerse en el lugar del actor y tener en cuenta su comporta­
miento. Supone también una habilidad cognitiva de la que depende el de­
sempeño del rol por el sujeto (Sarbin y Alien, 1968).
Frente a los que cuestionan el concepto de rol por considerarlo pasivo,
se ha hecho notar que al ir uno desempeñando un rol lo va construyendo
{role-making: Tumer, 1962) y por ello no es el mismo el rol de padre ahora
que hace veinte años.
Probablemente la clasificación más recogida en los manuales sea la de
roles adscritos o asignados y roles adquiridos o logrados (Linton, 1936), El
rol adscrito es el que se recibe de la biología o la estructura del sistema so-
ciocultural, por lo que le viene a uno impuesto, mientras que el rol adquiri­
do se obtiene o gana, por ej. el oficio u ocupación que uno tiene.
Esta distinción a menudo es entendida como si el rol adscrito fuera inna­
to y el adquirido aprendido, pero esto confunde peligrosamente las cosas.

Í23
En efecto, los roles adquiridos pueden ser elegidos y en su consecución in­
terviene la competencia de quien los adquiere. En todo caso, el rol hay que
aprender a ejecutarlo, mejor o peor, a través de los procesos de encultura*
ción y socialización. Además, y esto es importante, la carga biológica del rol
(sexo, edad, etc.) es distinta del rol mismo, que es un fenómeno sociocultu-
rai. Por ej., una cosa es ser mujer (como "rol" biológico) y otra cómo se es
mujer en un determinado sistema sociocultural (como rol social o propia­
mente dicho, aprendido con interiorización de las pautas y valores del siste­
ma establecido). A esto responde la diferencia que hoy se hace entre el sexo
(biológico) y el género (cultural). El equívoco está en presentar el compo­
nente adquirido como si fuera innato. En buena medida, el antifeminismo
encuentra un apoyo en esta confusión.
Como el contenido de tas pautas que forman un rol puede ser más o me­
nos preciso, se distingue entre los rotes específicos, como suele ser cual­
quier ro! ocupacional, y los roles difusos, como es el caso de los roles fami­
liares. En realidad, se trata de dos polos, entre los que se mueven los roles.
Suele decirse que el rol más específico, al menos en las sociedades moder­
nas es el de funcionario, sujeto a un estatuto que prevé su situación, actua­
ción, control, responsabilidad, jerarquía, etc., y que el rol más difuso es el
rol de amigo, porque de un amigo podemos esperarlo todo y nada en con­
creto, pero sabemos cuando nos responde o falla como tal amigo. Los roles
difusos tienen un contenido rígido.

Otras distinciones que destacan aspectos interesantes son las de roles


permanentes (arquitecto) y roles ocasionales (peatón). Y por su contenido,
roles biológicos, sexuales, ocupacionales, políticos, deportivos, económi­
cos, etc.

El desempeño o la ejecución del roí. Como en las pautas, también aquí


podemos distinguir entre el rol real y el rol ideal. No son dos roles distintos
sino dos aspectos que al análisis ofrece un mismo rol. El aspecto real se re­
fiere al comportamiento efectivamente desempeñado y el ideal a cómo le
gustaría a uno desempeñarlo. El artista que aspira a ser primera figura, d
atleta que quiere batir un record y el padre que no se considera un buen pa­
dre son algunos ejemplos de esta distinción. El rol real como conducta de
rol que es, no debe ser confundido con el rol prescrito.

Otra distinción relevante para el análisis de roles es la de rol subjetivo y


rol objetivo. Aquél se refiere al desempeño del rol tal como es percibido por
el propio actor, mientras que el rol objetivo se refiere al mismo rol visto por
quienes no lo desempeñan.

Más adelante se verán los factores que intervienen en las ejecuciones de


rol. Por de pronto interesa aclarar que ejecutar un rol no quiere decir iden­
tificarse con él. A esto aludió Goffman (1961) cuando se refirió a la distan­

124
cia de rol para designar el hecho de la conducta que muestra que uno no
está involucrado en el rol que está desempeñando. Se trata, pues, del grado
de identificación del individuo con su ro!, desde querer separar uno su per­
sona de él ("yo soy un mandado") hasta entregarse totalmente a él, como en
el caso del deportista de élite, que debe supeditar todo lo demás a dicho rol.
En este aspecto hay roles absorbentes y otros que no lo son, como el rol de
viandante. En los roles absorbentes, la persona continua su rol en otras si­
tuaciones llenando o contaminando su vida (Tumer 1978, habla en este
caso de fusión del rol con la persona). El distanciamiento supone un aban­
dono relativo y provisional del rol (por ejemplo, el jefe que quiere ser hu­
mano).

Aunque uno puede ejecutar un rol sin identificarse con él, generalmente
se da esta identificación. Por esto, desempeñar el rol de otro (inversión de
roles) influye en la persona. De ahí, ya se ha dicho antes, la terapia psíco-
dramática (Moreno), basada en el desempeño de roles.

Las ejecuciones de rol encuentran momentos difíciles en las transiciones


de rol, cuando un rol se transforma en otro. Este fenómeno puede darse,
por ejemplo, en la jubilación, al empezar un nuevo trabajo, etc. y desapare­
ce con los efectos de la resocialización.

El fracaso de rol supone un mal desempeño, pero al resultar por interac­


ción generalmente no depende sólo del actor. Es el caso de muchos fracasos
conyugales y se da incluso en los roles adquiridos, como en el joven inma­
duro por mala socialización o los problemas entre padres e hijos. El fracaso
de rol ha sido relacionado con la conducta anormal (Cameron, 1947), vien­
do en ésta un desempeño diferente de roles y una ineptitud para ponerse en
los roles de otro.

Eí estatus. La persona es como una moneda de dos caras: un mismo


comportamiento aparece como un rol desde una cara y como estatus desde
la otra. Más exactamente, cualquier comportamiento humano puede ser
analizado como un fenómeno de rol o de estatus. Del concepto de rol se ha
dicho que une la psicología social y la sociología (Gerth y Mills, 1953) y lo
mismo puede afirmarse del estatus. Desde esta perspectiva, roles y estatus
no son sino eslabones configuradores del sistema social global.

El concepto de estatus (status) ha sido elaborado por ia antropología


cultural, concretamente por Linton (1945), quien lo definió como el lugar
que un individuo ocupa en un sistema determinado y en un momento dado.
Con anterioridad a este antropólogo, se le entendía como un conjunto de
privilegios sociales propio de una determinada categoría social (por ej., Ve-
blen, 1899). Y con posterioridad a aquél, ha evolucionado hasta adquirir
cada vez más un contenido psicológico amén de social.
El estatus se refiere al puesto que uno tiene en un sistema social. Más!
específicamente, este puesto implica rango, honor, categoría, reputación^
etc. en relación con las otras personas de dicho sistema. Desde una perspec^
Uva psicológica, todo ello se traduce en la imagen, en términos de prestigio,!
que uno tiene en un sistema social dado. Aunque responde a un fenómeno!
único, su naturaleza compleja permite afirmar que si atendemos más a la%
imagen consideramos el fenómeno en su aspecto psicosocial y si al prestigio!
más en su aspecto sociológico. A

El estatus resulta de los valores sociales. Quien posee atributos más¿


valiosos socialmente tendrá un estatus más alto que quien no los posee o;:
los posee menos. Así, conceder y concedernos estatus es evaluar al otro, o
a nosotros mismos, esto es, atribuir un conjunto de valores y disvalores,:
lo que confieren un grado de prestigio o desprestigio personal, y como en
cualquier caso, es decir ya se trate de los otros o de uno mismo, la atribu­
ción se realiza en relación con los otros, el estatus supone una compa­
ración social.

Entre los conceptos de rol y de estatus las diferencias son claras: El rol
se refiere siempre a !a acción, es comportamiento, lo que uno hace. El esta­
tus se refiere a la posición, es lo que uno es. Si el rol es hacer, el estatus es
estar. Si el rol se desempeña, el estatus se ocupa.

Los factores o fuentes de estatus son múltiples y dependen del sistema


sociocultural: el linaje, el nivel de ingresos, el nivel de educación, los facto­
res biológicos, religiosos o étnicos, los mismos roles ejercidos, etc. Una
fuente peculiar y típica de nuestro tiempo es la organización. Es lo que la
teoría ha llamado el estatus inducido, porque al igual que un transformador
puede inducir una corriente secundaria, una organización genera estatus, en
el sentido de que éste es derivado del lugar ocupado en la misma y no in­
trínsecamente del sujeto que lo ocupa. Por ejemplo, el estatus inherente a
un cargo, como el de gerente de una gran compañía industrial, aparte de
quien lo ostente. En la sociedades modernas, hiperorganizadas, este tipo de
estatus es muy relevante. Algunos (Davis, 1949) se ¡imitan a diferenciar en­
tre estatus como posición espontánea y cargo como posición deliberada­
mente creada. Pero esta opinión no tiene en cuenta que el cargo también
puede y suele generar estatus.

Las clases de roles antes expuestas pueden predicarse también del esta­
tus. En efecto, podemos hablar con sentido y utilidad del estatus adscrito o
adquirido, del estatus específico o difuso, del estatus real o ideal, y del esta­
tus subjetivo u objetivo. Conviene aclarar estas dos últimas distinciones. El
estatus real se refiere a la imagen o grado de prestigio efectivo, en cambio
el estatus ideal a la imagen potencial, esto es aspirada o deseada. A su vez,
en ambos supuestos, el estatus global de una persona es producto del esta-

1T í
|üs que uno se otorga (estatus subjetivo) y del que le otorgan los demás (es­
patos objetivo).

La concesión de estatus ha sido entendida, desde las teorías del inler-


jCambio, en términos dé reciprocidad social, o sea como un reconocer en e!
jotro importancia, categoría e incluso poder en vez de darle otro tipo de re*
'cursos (dinero, estima o amor, etc.). Esta forma de aprobación social opera
i menudo de motivo para que uno persista en su comportamiento, continué
;éti el grupo, etc. (Blau, 1964). En cambio, cierto sector del funcionalismo
•Sociológico (Davis y Moore, 1945) lo ha visto como un modo de diferencia­
ción social que asegura que los miembros mejores del sistema ocupen las
¡mejores posiciones en el mismo.

y Á veces, hay una discrepancia o disparidad de estatus, por ejemplo entre


tía edad y el parentesco como cuando el sobrino es de mucha más edad que
.él tío. Este hecho no suele generar problemas, pero sí puede acarrear cierto
embarazo (en la conceptuación de Goffman, 1961) o situación embarazosa,
la cual puede conducir a una ejecución de rol forzada o incluso alípica.

La atribución de estatus tiende a ser consistente (congruencia de esta­


tus, la llamó Homans, 1961), esto es, tendemos a generalizar que todos los
atributos de una persona o al menos la mayoría o los más importantes, son
superiores, iguales o inferiores a los de otra persona. El atributo principal
tiende a extenderse, como un efecto de halo.

En las sociedades modernas, el fenómeno del estatus ha adquirido nue­


vas características. Ante todo, el estatus tiende a ser estable en su estructu­
ra, en la medida en que los valores no varían y aquél es consistente; sin em­
bargo, hoy en día el cambio social y. la aceleración del tiempo social hacen
incrementar la inestabilidad del estatus.

El estatus es motivante, esto es, mueve a las personas a interactuar. Pues


bien, la sociedad norteamericana actual genera buscadores de estatus (Pac-
kard, 1959). Un fenómeno relacionado con esto es la carga simbólica del
estatus (status sytnbol). El estatus se reconoce e identifica a través de los
objetos y de las acciones de una persona, desde cómo viste y lo que tiene
hasta dónde vive y con quién se relaciona. Todo ello son indicadores socia­
les de estatus y como tales vienen cargados de simbolismo. En la sociedad
de consumo, la persona puede manipular su estatus al utilizar tales objetos
,;0 acciones no por si mismos sino por el estatus que comportan y así ganar
•estatus. Uno de los factores que más contribuye a este fenómeno es la publi­
cidad, que suele basar su persuasión en la imagen que da la posesión de de­
terminados bienes (un traje de un modisto selecto, un coche de una marca
deportiva, un crucero alrededor del mundo, etc.)
El carácter motivante del estatus se manifiesta también en muchos movi­
mientos sociales actuales. El feminismo, el movimiento gay, etc. son, desde
este punto de vista, una reivindicación colectiva de estatus.

Los símbolos de estatus a veces se mezclan con los signos de rol. Se ha


comprobado (Bickman, 1974) que se obedece más a una persona uniforma­
da de policía que con la vestimenta propia de un hombre de negocios. Ya se
vio como en el experimento de ia cárcel de Zimbardo, se dio especial im­
portancia a que tanto los guardianes como los presos fueran vestidos y lle­
varan los atributos propios del rol desempeñado, por ej. los primeros aparte
de un uniforme iban con porras y silbatos.

Roles y estatus. Se desprende de todo lo expuesto que la persona es un


sistema estructurado de roles y estatus, a través del cual coadyuva al orden
establecido por el sistema sociocultural a la par que forma parte del mismo
y por lo tanto puede también coadyuvar a su modificación.

Desde su perspectiva antropológica, Linton (1945) fue más allá de


Mead y asoció el rol al estatus. En efecto, entendió el roi como la suma to­
tal de las pautas culturales asociadas a un estatus particular, añadiendo que
es el aspecto dinámico del estatus porque es lo que la persona hace para
justificar la ocupación de dicho estatus.

Roles y estatus están interrelacionados, siendo unos fuente de otros. Por


otra parte, ia asociación entre rol y estatus es muy clara en las sociedades
poco evolucionadas, pero no lo es tanto en la sociedades modernas.
En general, las sociedades primitivas y las poco desarrolladas se basan
en los estatus adscritos (Linton, 1945), pues para asegurar su adaptación al
medio procuran aumentar éstos, lo que disminuye las oportunidades indivi­
duales. Sin embargo, en las sociedades más desarrolladas son más impor­
tantes los roles y los estatus adquiridos.
Se ha dicho que el rol hace referencia a las obligaciones y el estatus a los
derechos, sin embargo ambos conceptos implican unas y otros. Los roles
son obligaciones y derechos sociales (Goffman, 1961, dice que las obliga­
ciones de rol son expectativas para los otros), pues en todo rol hay compor­
tamientos reclamados y comportamientos debidos. Y lo mismo puede decir­
se de los estatus.

El sistema social (sociedad, grupo, organización) controla no sólo el


contenido sino las condiciones de desempeño de los roles, por ejemplo im­
pidiendo que una persona ocupe más de un rol o simultanée ciertos roles,
por lo mismo, puede controlar también los conflictos, por ejemplo toleran­
do que el sujeto no desempeñe dos roles o consintiéndolo, como en ia insti­
tución del secreto profesional por el que el periodista no debe delatar al que
sabe culpable por la información que tiene del caso investigado (Merton,

na
1957a, habló en estos casos de aislamiento social en el sentido de que se
considera que se trata de casos aparte).

El sistema personal de roles y estatus. Cada persona desempeña mu­


chos roles sucesiva y simultáneamente. Merton (1957b) elaboró el concepto
de role-set para designar el conjunto de roles de una persona. Como tam­
bién una persona tiene diferentes estatus, también puede hablarse de un es­
tatus-set aunque la teoría sólo se ha ocupado del concepto mertoniano.
En la persona sus diferentes roles no se dan independientemente unos
de otros, sino que al referirse a un mismo sujeto están interrelaciona­
dos y son interdependientes. Pero no son todos igualmente importantes
para la persona. Están, pues, jerarquizados de acuerdo con la escala de
valores y necesidades adquirida a lo largo del proceso de socialización
(fig. 4-5).

Fig. 4-5, Estructura teórica del sistema personal de interacción, surgida


de la interdependencia y jerarquía de las roles y de los estatus,
(R/E = rol/estatus).

La estructura teórica resultante, de aspecto piramidal, presenta dos ver­


tientes. Una sincrónica, dada por la yuxtaposición de roles y los consiguien­
tes problemas de compatibilidad entre ellos, y otra diacrónica, consistente
en roles desempeñados sucesivamente.
La estructura de este sistema personal de roles está vertebrada por un
rol principal o eje. Es el rol más importante, alrededor del cual gira el resto,
en diferentes niveles. En la vida cotidiana, puede parecer que la predomi­
nancia de un rol estructurador del resto depende de las situaciones, sin em­
bargo, en ios casos de superación de conflicto de roles se manifiesta o des­
cubre ei rol decisivo.
Generalmente, el sistema personal de interacción tiene un solo rol eje.
Pero en algunos casos puede haber más de uno, lo que propicia las incom­
patibilidades entre ellos y el consiguiente surgimiento de algún trastorno en
la personalidad de! sujeto (fig. 4-6).

Fig. 4-6. Estructura empírica de un sistema personal de interacción


con dos roles (estatus) eje.

El sistema personal de roles se va formando a lo largo de la socializa­


ción. Hasta la adultez, esta estructura se está moldeando, es muy plástica y
pueden convivir varios roles importantes sin afectar relativamente al con­
junto. Posteriormente, el proceso de formación social de la persona se esta­
biliza, tendiendo a consolidarse el role-set. Esto implica una menor capaci­
dad de adaptación, por lo que ios problemas surgidos en el nivel o en los ni­
veles más altos de la estructuro mencionada pueden ocasionar traumas
como una crisis de conversión religiosa o ideológica.

El role-set se pone de manifiesto a través de ta prueba TST {Tw enty Sta-


tem ents Test, de Kuhn y McPartland, 1954), en la que se pide a! sujeto que
conteste veinte veces a la pregunta: ¿Quién soy yo? La tendencia es respon­
der primero en términos de los roles familiares, ocupacionales, del estado
civil y la religión (Lauer y Handel, 1977). Además se ha observado, entre
otras diferencias significativas, que las respuestas en función del sexo son
comunes en la gente joven, en cambio las diferencias en función de la edad
se dan en los adultos, y el término "yo" es empleado sobre todo por las mu­
jeres y las personas mayores (Sarbin y Alien, 1968).

Roles, contrarroles y frentes de rol. El self. Una de las definiciones que


antes se ha dado del rol es que éste consiste en una expectativa de con­
ducta, o sea, conducta esperada, ¿Esperada, por quién? No es todo el mun­

130
do quien espera dicha conducta sino propiamente los interactuantes del ac­
tor (rale-partners ), pues a estos va dirigido y tiene significación su compor­
tamiento. En este sentido, dichos interactuantes están desempeñando con-
trarroles. Llamamos contrarrol a cualquier rol en tanto que espera determi­
nado comportamiento de otro rol: el contrarrol del hombre es la mujer, y el
de ésta es aquél. La relación entre el rol y el contrarrol significa que las
obligaciones de aquél son derechos para éste y viceversa.
Un factor especialmente relevante en la elaboración de las expectativas
de rol es la ideología, por el papel que tiene en la configuración de la escala
social de valores. Un empresario de ideología socialista o capitalista tendrá
unas expectativas diferentes con respecto a los obreros.
Como puede haber diferentes expectativas por parte de los contrarro-
Ies, a cada conjunto de ellas le denominaremos frente de rol. El rol de
maestro de un colegio supone distintas actuaciones de rol ante distintos
contrarroles, cada uno con su respectivo frente. El maestro tiene entre
otros frentes, a sus alumnos, los padres de éstos, e! director del centro y
sus colegas (fig. 4-7).

alumnos

director •«-------------- M A ESTRO -------------- ► padres

colegas

Fig. 4-7, Los frentes de rol: El maestro ¡ntcractún con los alumnos, sus padres,
el director y los colegas del Centro docente.

Al comienzo de este capítulo se vio (fig. 4-1) que la persona, como siste­
ma social, consiste en una compleja red de comportamientos más o menos
compartidos, que forman un núcleo de interacción. En este sentido, dicho
sistema incluye a los diversos frentes de rol con sus respectivos contrarro­
les. ;La estructura resultante no forma un sistema disipable y mantiene su
Unidad (sujeto) al tomarse (conciencia) a sí mismo (self) como centro rela­
ciona! de referencia (fig. 4-8).
Como sea que cada contrarrol es, a su vez, otro self, las relaciones inter­
personales constituyen una complejísima trama, a modo de tejido social. En
este tejido, el universo de cada self es paradójico. Sin él, el se lf carecería de
entidad y a la par, debido a él, el desempeño de los roles y el ejercicio de
los estatus es problemático,
La enorme complejidad del role-set se advierte al considerar los aspectos
objetivo y subjetivo del rol. El aspecto objetivo corresponde al rol tal como
es percibido por el contrarrol, mientras que el aspecto subjetivo es cómo lo
ve quien lo desempeña. Esto puede explicarse de otro modo; el rol como lo
que uno hace es producto de dos aspectos: lo que uno percibe que hace (rol
subjetivo) y lo que los otros como contrarroles perciben que uno hace (rol
objetivo). Un ejemplo no inusual es el de la persona que se cree amable y
ocurrente mientras sus amigos o conocidos la consideran todo lo contrarío,
o el del obrero especializado que se cree un buen experto y para sus jefes es
un trabajador mediocre o incluso patoso.
Al ser los roles interacción, los roles de diferentes personas tienden a
adecuarse unos a otros, lo que ha sido llamado "integración de rol" (Wa-
rren, 1949, cit. en Marré y Lamb, 1983). Esta integración puede ser inten­
cionada, porque del mismo modo que el sistema social procura controlara
su miembros con la socialización, también ei sujeto trata de controlar sus
propios desempeños de rol. La autopresentación de la persona (Goffman,
1959) es la manipulación de los roles para los contrarroles. Se ha estudiado
el autocontrol o vigilancia de la persona (se lf m onttoring ) encontrando indi­
viduos que son autovigilantes extremos más pendientes del rol que repre­
sentan que de aparecer como son, al revés que los autovigilantes moderados

f 39
(Snyder, 1974; 1980). En la prueba TST, aquellos describen su yo mediante
roles (soy estudiante) y éstos prefieren acudir a adjetivos (soy simpática)
(Sobel, 1981).
El role-set y el universo social del se lf intervienen activa y decisivamente
en las ejecuciones de rol. Estas ejecuciones están guiadas por: 1) las exigen­
cias de cada situación, 2) la personaldidad y la habilidad del actor, 3) los
otros roles desempeñados por éste o sea del role-set, y 4) la negociación de
roles (Secord y Backman, 1974). Por negociación del rol se entiende el pro­
ceso sobre cómo cada uno debe actuar en la relación con el otro, en general
o en situaciones determinadas (Goode, 1960). La negociación, que afecta al
rol y a su contrarrol o contrarroles no suele ser deliberada e incluso pasa
inadvertida a los propios implicados. Y es tanto mayor cuanto menos espe­
cífico es el rol. En la sociedad actual, es mayor entre los esposos que entre
el patrón y el empleado.
El análisis de estatus, que apenas está desarrollado, debería tener en
cuenta los mismos fenómenos examinados, pero no referidos al comporta­
miento de rol sino a la imagen social del actor en términos de prestigio.

3. PROBLEM AS D E ROL Y D E ESTA TU S

Tensión y ambigüedad de rol. La tensión de rol (role strain) (Goode,


1960) se refiere a los problemas de la persona para cumplir con el conteni­
do de un rol. Más específicamente, se refiere a! estado psicológico que en el
actor le producen las dificultades que encuentra en llevar a cabo las obliga­
ciones que comporta la parte prescrita de un rol. Es un fenómeno preocu­
pante en las organizaciones actuales, porque puede generar insatisfacción
laboral, desconfianza en la organización y en sí mismo, etc. (Kahn y otros,
1964). Un caso especial de tensión de rol se debe al hecho de tener que de­
sempeñar uno un rol nuevo para él.
Pero la fuente más general de tensión es la ambigüedad del rol. Hay am­
bigüedad cuando el contenido del rol es indefinido, es decir, cuando las
pautas no son claras, o también cuando dependen excesivamente de ios
frentes de rol, del grado de tolerancia social, etc. Las situaciones que, en
consecuencia, se crean son borrosas. Un caso típico es el del adolescente: la
persona ya no es un niño y todavía no es un joven, por lo que el sistema so­
cial regula ambivalentemente el rol de este niño-joven. En el ámbito de las
organizaciones, un empleado experimentará ambigüedad cuando no dispo­
ne de toda la información requerida sobre los medios y los fines para una
adecuada ejecución de su rol específico (Kahn y otros, 1964, que han elabo­
rado un modelo teórico de los factores, efectos y respuestas de la ambigüe­
dad de rol).

Caso distinto pero relacionado estrechamente con éste es el de la discon­


tinuidad de roi. Sucede cuando entre roles que sucesivamente desempeña
una persona no hay coherencia, por tener expectativas incluso opuestas. En
la sociedad norteamericana, el recién adolescente debe perder ya su rol de
niño (Benedict, 1938). Lo mismo ocurre con el militar que pasa a civil. Y
también con el ejecutivo agresivo, que al final de la jomada debe asumir
unos cálidos roles hogareños (Shutler, 1958).
La tensión de rol no siempre se debe al desempeño de un rol. A veces pue­
de provocarla el hecho de tener que desempeñar varios roles a la vez. Este su­
puesto recibe el nombre de sobrecarga (overload ) de roles (Goode, 1960).
Pero la multiplicidad de roles no siempre es perniciosa para la persona. Hay
quien la encuentra beneficiosa por representar más privilegios (Marks, 1977).
Es razonable pensar que ello dependerá del contenido de los roles en juego,
de la capacidad y habilidad del sujeto para desempeñarlos, etc. Debe recor­
darse que se ha visto el autoritarismo como el resultado de una socialización
pobre en roles por parte del sujeto autoritario (Stewart y Hoult, 1959).
Otra fuente de tensión de rol está en las diferentes formas de conflicto
de roles. Por su importancia y complejidad hay que tratarla aparte.

Conflictos de roles. Hay situaciones en las que el desempeño de roles


resulta conflictivo para la persona. Para analizar esos conflictos conviene
distinguir varios aspectos en el desempeño de un rol.
Teóricamente, podemos diferenciar dos clases de conflicto de roles, según
se trate de un problema referido a un único rol o que implique a varios roles:
A) Los conflictos intrarrol se producen en un mismo sujeto y derivan
de sus propias expectativas. La solución del conflicto depende del actor.
Dos fuentes diferentes pueden provocarlos (fig. 4-9):
a) En el desempeño simultáneo de varios roles, el conflicto deriva del
hecho de que un mismo sujeto desempeña diferentes roles a la vez. En este
caso, el conflicto se da y afecta al role-set. Acontece cuando hay varios ejes
o cuando roles en el mismo nivel coinciden en una misma situación interna­
mente contradictoria. Puede generar problemas de desviación y margína-
ción sociales.
b) Puede surgir el conflicto también cuando rol real y el rol ideal se se­
paran más allá del límite resultante de las expectativas del propio sujeto.
Esta clase de conflicto depende de un conjunto de condiciones personales y
experienciales, situacionales, etc.; por ejemplo, del nivel de aspiración que
tenga el sujeto. Puede generar trastornos en la interacción al provocar com­
portamientos por frustación.
a) Desempeño simultáneo de roles propios

mujer

madre •*— -------------- PER SO N A ----------------- ► vendedora

Pintora

b) Divergencia entre los aspectos real e ideal de un rol

PERSONA
ve un rol propio (e j.: mujer)

como lo desempeña como lo quisiera desempeñar

Fig. 4-9. Los conflictos intrarrol: a} Desempeño simultáneo de roles,


b) Divergencia entre ios aspectos rcaí e idea! del rol.

B) Pasemos a ios conflictos interrol. Se producen entre varios sujetos,


debido a la naturaleza interaccional de todo rol, es decir a la dinámica entre
un rol y sus contrarroles. Su solución no depende, pues, sólo de! sujeto.
Puede tener también varias fuentes:

a) Cuando los contrarroles pertenecen a diversos frentes de rol y estos


frentes tienen expectativas más o menos incompatibles, generando una si­
tuación externamente contradictoria en la que está sumergido el sujeto.
Puede generar estados anémicos.

b) Cuando entre las vertientes objetiva y subjetiva de un mismo rol hay


una oposición o una divergencia más allá de un punto límite, el cual depen­
de de un conjunto de condiciones personales y experienciales, situacionales,
etc. Este conflicto es indicativo de inadaptación social. (Fig. 4-10).

Si analíticamente estos tipos de conflictos son separables, en la cotidia­


nidad debido a la complejidad del desempeño de los roles, los diferentes ti­
pos de conflicto se entrecruzan. Por ejemplo, la compleja estructura de
roles del aparentemente sencillo grupo familiar típico se manifiesta en el he­
cho de que cada sujeto simultanea dos roles, por ejemplo los de hija y her-
a) Desempeño de un rol ante diferentes frentes

clientes

proveedores ----------------- EMPRESARIO----------------- ►obreros

Hacienda

b) Divergencia entre los aspectos subjetivo y objetivo del rol

AMIGO
visto desde

el mismo sus amigos

Fig. 4*10. Los conflictos intcrrol: a) Desempeño de un rol ante diferentes frentes,
b) Divergencia entre ios aspectos subjetivo y objetiva del rol.

mana con lo que reúne varios frentes de rol, concretamente el de los padres
y el del hermano (fig. 4-11).
A la par, tanto en el rol de hija como en el de hermana pueden surgir di­
vergencias en cuanto a como ella cree desempeñarlo (aspecto subjetivo del
rol real) y como cada frente oree que lo desempeña (aspecto objetivo del rol
real), y también a como a aquélla y a éstos Ies gustaría que fuera desempe­
ñado (aspectos subjetivo y objetivo del rol ideal).

Fig. 4-11 Conflicto intra-intcrrol: Modelo de grupo familiar can sus dables roles.
En cada miembro es posible un doble conflicto intra-intcrrol.

17 A
. „, c■El rsistema personal de roles es ambivalente. A la vez, es fuente de solu­
ción y de génesis de conflictos de rol. Porque éstos no se han descontextua-
íizádamente sino siempre en relación con el role-set. Por ello, no habrá con­
flicto intrarrol entre roles situados en niveles diferentes de la jerarquía del
sistema, ya que e! rol más valioso decidirá el problema. Así, el vendedor
que considera que su salud es lo primero, renunciará fácilmente a realizar
una venta si se pone enfermo.
En cambio, la estructura del propio rol-set generará conflicto-cuando
dos o mas roles de un mismo nivel coinciden en una situación y los desem­
peños resultan ser antagónicos. También surgirá conflicto si hay varios ejes
con más de un frente de contrarro! con expectativas incompatibles y un rol
qiieda afectado a la vez por ambos ejes. Es el caso del vendedor enfermo
que da tanta importancia a su salud como a no perder una venta (fig. 4-Í2).

a) ConfÜdo de nivel: R2 versus R3

B) Conflicto de ejes: R5 depende de R1 y R2.

Fig. 4-12. El conflicto de roles en el sistema personal: a) en un mismo nivel,


b) entre varios ejes.

Cuando el conflicto afecta profundamente al sistema, pueden surgir pro­


blemas de desviación social con la consiguiente margtnación.

Desde un punto de vista no formal, las desigualdades en la reciprocidad


de derechos y obligaciones interroles es fuente de tensión y de evolución de
los contenidos prescritos de cada rol. Así ha ocurrido en las relaciones en­
tre los dos sexos estos últimos decenios en muchas sociedades.
Conflictos de estatus. Como en los roles, también en los estatus hay
conflictos. Claro que en este caso el problema no reside en los desempeños
sino en las imágenes sociales. Quizás por su mayor complejidad, los conflic­
tos de estatus han sido muy poco estudiados, pero puede afirmarse en gene­
ral que, teóricamente, se manifiestan de un modo similar a los conflictos de
roles.
La discontinuidad de rol como factor de tensión se da también con res­
pecto al estatus y puede resultarle mucho más difícil al sujeto que aquélla.
Una cuestión específica del estatus es la incongruencia de estatus (Hom-
nas, 1961), la cual crea incertidumbre en la interacción. La persona evitará
la incongruencia porque le hace aparecer inconsistente ante los demás y por
lo mismo poco predecible. Por ejemplo, el padre que trata a su hijo como
un amigo puede confundir a éste en cuanto a cómo interactuar en determi­
nadas situaciones con aquél.

La solución de los conflictos. La persona intenta superar los conflictos


de roles de diversas maneras.
Ante un conflicto de rol con dos expectativas distintas, el actor puede ha­
cer tres cosas: optar por una de tales expectativas, intentar satisfacer en parte
una y otra, o evitar cumplir las dos. Lo que hará depende al menos de tres
factores: 1) la legitimidad percibida de cada expectativa, 2) la fuerza de la
sanción por incumplir una u otra, y 3) la orientación moral o bien de conve­
niencia, o ambas cosas, del actor, esto es, si prefiere tener en cuenta la legiti­
midad, la sanción o las dos a la vez (Gross, Masón y McEachem, 1958). La
reacción más frecuente es la elección, mientras que el compromiso y la evita­
ción únicamente se dan en las situaciones minoritarias en que las prescripcio­
nes en conflicto son equivalentes en su legitimidad y además están ambas aso­
ciadas o no asociadas con las sanciones (van de VHert, 19SÍ).
Los intentos de solución son muy variados y pueden provenir de los di­
versos ámbitos de interacción, concretamente de la persona, del grupo y del
sistema sociocultural {ver Montero, 1979). Ahora bien, la clase de conflicto
de que se trata condiciona el tipo de solución a que se recurre.

En los conflictos intrarrol por simultaneidad de roles, caben varias solu­


ciones. a) Una es la racionalización del rol mediante una redefinición del
mismo, para que sea aceptable tanto para la persona como para los otros,
b) Suele acompañar a otra solución muy frecuente que es la compartimenta-
cíón del contenido o las funciones de uno o varios roles del sujeto. Esto es,
se trata de evitar que dos roles coincidan en sus cometidos, o de distribuir
los cometidos sin yuxtaposiciones a diferentes sujetos, en cuyo caso si el
conflicto continúa pasa a ser interroles, c) También se.puede acudir a la je-
rarquización, por la que e! sujeto establece o acepta un orden de prioridad
entre los roles en conflicto, d) Finalmente, está la adjudicación, en la que se

138
¿traslada la decisión de la conducta a seguir a otra persona o grupo, como la
••actuación de una asociación profesional en el piano deoníológico. Supone
;.;tmdesplazamiento de la responsabilidad en la toma de decisión.
Algunos de estos modos se han interpretado psicoanalíticamente como
mecanismos de defensa de! yo. Un estudio ya clásico sobre el conflicto entre
el doble rol de los capellanes castrenses, a caballo entre una filosofía de la
paz y otra de la guerra, mostró que el actor acudía a la compartimentaliza-
ción ("dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios"),-lo que
en el caso indicado representaba afirmar que el individuo y el Estado eran
dos cosas diferentes, la racionalización ("alguien tiene que enseñar el Evan-
■gelio a los soldados"), la represión ("no veo que haya conflicto en ello") y la
negación ("prefiero no hablar de este asunto”) (Burchard, 1954).
Cuando el conflicto es intrarrol y afecta a los aspectos real e ideal de un
mismo rol, Ea solución está en rebajar el sujeto su nivel de aspiraciones.
En los conflictos interrol, si el conflicto está provocado por ¡a existencia
de una multiplicidad de frentes, la persona puede acudir a algunos de los
anteriores recursos: compartimentar los frentes, adjudicar las decisiones,
etc. Si el conflicto resulta de una divergencia excesiva entre los aspectos
subjetivo y objetivo de un rol, la solución pasa por ponerse el actor en el rol
del otro.
Cuando estos conflictos son cotidianos e incluso inherentes al desempe­
ño de un rol, la persona aprende a enfrentarse a ellos llegando a convivir
con la tensión que esto supone.

El modo de solucionar los conflictos depende también de cómo se inter­


pretan las obligaciones de rol. Pueden variar según la personalidad del actor
y las características de la situación concreta. En este sentido, hay dos mo­
dos de solución: el particularista, que tiene en cuenta el caso específico y el
universalista, que piensa en la sociedad. Quien ha cometido una infracción
social, por ejemplo en un centro académico, puede ser denunciado (univer­
salismo) o no (particularismo). Pues bien, hay cierta evidencia experimental
qué en sanciones pequeñas y siendo la denuncia del culpable un acto priva­
do, si se trata de un amigo se tiende a favorecerle no denunciándole, lo que
no ocurre si las condiciones son contrarias (Stouffer y Toby, 1951).

En las sociedades desarrolladas, la proliferación de roles y la compleji­


dad de estos aumenta la conflíctualidad. Sin embargo, también se da una
disimimicion de la distancia interrol. Y así, se habla de la despolarización
del sexo (Winick, 1968), para indicar que hoy en día tienden a disminuir
las diferencias sociales entre los hombres y las mujeres.
La asociación existente entre roles y estatus permite pensar que, en cier­
tos casos, probablemente un conflicto de roles pueda reducirse manipulan­
do el estatus, y viceversa.

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