Ciencia
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Un grueso tabique que separa las zonas derecha e izquierda impide que la sangre pase
directamente de un lado al otro. Para arribar al lugar del que partió, el flujo sanguíneo debe
recorrer el circuito general y el circuito pulmonar. En el general, la sangre, rica en oxígeno,
es enviada desde el ventrículo izquierdo hacia la arteria aorta y desde allí es transportada a
todo el cuerpo por otras arterias y capilares. Vuelve por las venas cavas con abundancia de
desechos hasta la auricula derecha. En cambio, en el circuito pulmonar, la sangre, cargada de
impurezas y dióxido de carbono, es conducida desde el ventrículo izquierdo a las arterias
pulmonares por las que llega a los pulmones, es oxigenada por esos órganos y emprende su
retorno hasta la aurícula izquierda.
Han pasado 40 años desde que un ser humano puso el pie por primera vez sobre la
Luna. Desde entonces ha habido más misiones tripuladas; las rocas y datos que
aportaron estos viajes han dado respuesta a algunas interrogantes sobre nuestro
satélite, pero aún quedan muchas preguntas.
Hace 40 años un ser humano puso el pie por primera vez sobre la superficie de otro mundo: la
Luna. Entre 1959 y 1976 nuestro satélite fue visitado primero por sondas robots y después por
humanos, para luego caer en el olvido. Más de una década después, tres sondas automáticas
visitaron la Luna. Hoy los que sueñan con volver enfrentan un panorama poco favorable: las
dos potencias que dominaron el espacio por décadas están en bancarrota, los
transbordadores espaciales son obsoletos y no hay con qué sustituirlos y, para variar, el
problema tiene aspectos políticos. En medio de este lío valdría la pena responder la pregunta,
¿para qué queremos regresar a la Luna?
Luna vieja
Todo comenzó cuando George Bush, ex presidente de los Estados Unidos… Bueno, en
realidad comenzó antes, cuando John F. Kennedy anunció… Claro que esto no hubiera
pasado si no fuera por la Segunda Guerra Mundial…
Tal vez sea mejor comenzar por el principio, cuando Galileo Galilei descubrió la Luna.
Se podría decir que fue Galileo quien descubrió realmente la Luna. Antes de él, nuestro
satélite se consideraba un objeto blanco, esférico y perfecto que reflejaba la luz del Sol, se
ponía rojo en ocasiones y de tanto en tanto eclipsaba al astro rey, pero nada sabíamos de la
naturaleza de la Luna. En 1609 Galileo construyó un telescopio y comenzó a curiosear en el
cielo. Observando la Luna notó que el borde entre los hemisferios diurno y nocturno se veía
continuo cuando atravesaba las regiones oscuras e irregular cuando cruzaba por las zonas
brillantes. Su conclusión fue que las primeras eran planicies y las segundas tierras
montañosas, y hasta estimó la altura de las montañas lunares. En 1610 Galileo publicó éstos y
otros descubrimientos astronómicos en el libro El mensajero sideral, con grabados de sus
observaciones de la superficie lunar.
Así empezó la Luna a perder su carácter mágico y a parecerse más a la Tierra. Unas décadas
después, Francesco Maria Grimaldi construyó instrumentos para examinar la geología de la
Luna, y junto con Giovanni Battista Riccioli elaboró el primer mapa de la superficie lunar.
Grimaldi y Riccioli les pusieron nombre a muchos cráteres de la Luna. Esos nombres se
conservan hasta nuestros días.
Fue hasta 1837 cuando Wilhelm Beer y Johann Heinrich Mädler elaboraron el primer mapa
exacto de la Luna y establecieron que nuestro satélite no tiene agua ni atmósfera. Para
entonces nuestro conocimiento del Sistema Solar abarcaba varias lunas de Saturno y de
Júpiter, los planetas Urano y Neptuno y algunos asteroides.
Durante el siglo XIX, la Luna fue objeto de un interesante debate: el origen de los cráteres. La
mayoría de los geólogos pensaban que eran calderas volcánicas, como todos los cráteres
terrestres que por entonces se conocían. El astrónomo inglés Richard Proctor propuso que los
cráteres de la Luna eran huellas de impactos, pero muy pocos científicos aceptaron la
hipótesis. El geólogo estadounidense Grove Karl Gilbert mostró que las calderas tienen una
estructura diferente a los cráteres de impacto. Dedujo además que se podía calcular la
antigüedad relativa de un impacto con sólo observar cómo se sobreponían los cráteres, y que
cuantos más impactos hay en una región, más antiguo es su suelo. Este método se sigue
utilizando para determinar la edad de las superficies de lunas y planetas sin atmósfera.
Luna nueva
En el periodo conocido como la Guerra Fría, los Estados Unidos y la Unión Soviética se
enfrascaron en una carrera de generación de tecnología para mostrar su poderío. Conquistar
la Tierra no era posible, pero el espacio exterior era territorio abierto. Los soviéticos llegaron
primero con el proyecto Luna, una serie de aparatos que orbitaron nuestro satélite y se
posaron en su superficie entre 1959 y 1976. Luna 1 fue un fracaso, pero el segundo
intento, Luna 2, llegó a la superficie del satélite terrestre, aunque no sobrevivió al
impacto. Luna 3 nos mostró por primera vez la cara oculta de la Luna (la Luna tarda lo mismo
en girar sobre su eje que en darle una vuelta a la Tierra, por lo que siempre le vemos la misma
cara). El Luna 24, último de la serie, fue lanzado en 1976.
El año 1961 resultó muy activo para las misiones lunares. Los Estados Unidos lanzaron el
primer satélite del proyecto Ranger (satélite que falló). Para entonces la Unión Soviética había
lanzado varias sondas y aunque sólo una había sido exitosa, el gobierno estadounidense
decidió que la única forma de ganar la carrera espacial era mandar algo más interesante que
un robot. El 25 de mayo de 1961, el presidente John F. Kennedy anunció el proyecto de enviar
humanos a la Luna. Ocho años y muchos millones de dólares después, el astronauta Neil
Armstrong se convirtió en el primer ser humano en pisar la Luna.
Hubo seis misiones tripuladas más. Las rocas y datos que aportaron estos viajes nos dieron
algunas respuestas sobre nuestro satélite, pero generaron muchas preguntas, entre ellas…
Para la década de los 70, la Luna había sido pisada y fotografiada desde su superficie, y
había más de 400 kilos de rocas lunares en los laboratorios terrestres. Con todo, nuestra fría
vecina se guardaba sus secretos. Nadie sabía cómo se formó. Había tres hipótesis, que se
pueden resumir así: fisión, captura y condensación. La primera planteaba que la Luna se
desprendió de alguna manera de nuestro planeta durante las etapas iniciales de la formación
de la Tierra. La cicatriz que quedó fue el Océano Pacífico. Esta hipótesis se basaba en el
hecho de que la composición lunar es similar a la del manto terrestre, la región del interior del
planeta que está entre el núcleo y la corteza. El problema es que no se podía explicar cómo
ocurrió el desprendimiento. Según la hipótesis de captura, la Luna es un objeto independiente
que fue atrapado por la fuerza de gravedad terrestre. Pero esta hipótesis no podía explicar las
propiedades de la órbita del satélite: su distancia a la Tierra y su velocidad de traslación. La
hipótesis de la condensación supone que nuestro planeta y su satélite se formaron juntos,
pero en ese caso serían muy parecidos en composición, lo cual es falso.
Por si fuera poco, se sugirió una hipótesis más: la del gran impacto. Según ésta, la Tierra fue
golpeada durante su formación por un objeto del tamaño de Marte (como la mitad del tamaño
de nuestro planeta). El impacto desprendió una gran cantidad de material que empezó a girar
alrededor de la Tierra y luego se condensó. La propuesta no gustó a la mayoría de los
científicos y durante una década no se le dio importancia, hasta que en 1984 se organizó una
reunión dedicada al origen de la Luna. Los especialistas analizaron con detalle todas las
hipótesis, así como las observaciones que las apoyaban. El consenso se inclinó a favor de la
hipótesis del impacto.
El origen de nuestro satélite, sin embargo, aún no es un caso cerrado. La hipótesis tiene que
explicar todas las características de la Luna y no sólo unas cuantas. Los trabajos más
La India utilizó una estrategia diferente para iniciarse en la exploración lunar. Cinco de los 11
instrumentos científicos de Chandrayaan-1 se construyeron en ese país, el resto en
colaboración con la ESA, la NASA e instituciones de otros nueve países, entre ellos
Checoslovaquia, Bulgaria y Finlandia. Así India lanzó una de las naves robots más equipadas
de esta década. Algunos de los objetivos de Chandrayaan-1 son buscar hielo de agua, hacer
mapas de los minerales y elementos que componen la superficie y medir el campo magnético
de la Luna. Con los datos de la misión se espera generar un mapa tridimensional de toda la
superficie.
Por su parte los chinos mandaron cámaras e instrumentos para determinar la abundancia de
diversos elementos, hacer mediciones que permitan construir mapas tridimensionales
detallados de la superficie y determinar el grosor del suelo lunar. Chang’e 1 terminó su misión
el 1 de marzo de 2009, pero aún no hay resultados publicados. Los científicos chinos reportan
que ya está disponible un mapa de la Luna, pero no dicen cómo obtenerlo.
Los grandes animales
marinos están en peligro y
los humanos tienen la
culpa
La actual crisis de la fauna oceánica es diferente de las cinco grandes extinciones que han ocurrido en la
Tierra en los últimos 550 millones de años. Ahora, cuanto mayor sea el animal, más riesgo de extinción
corre porque sus ejemplares están más valorados para el consumo humano. Con estas nuevas pruebas,
los científicos reclaman un cambio en los tratados de caza y pesca para frenar la sexta extinción en masa.
SINC
14/9/2016 20:00 CEST
Los científicos sospechan que la preferencia de los seres humanos por la pesca y la caza de especies de
mayor tamaño es lo que probablemente produce este inusual patrón. En la foto, dos orcas (Orcinus orca)
/ Robert Pittman - NOAA
En la actualidad se sigue una tendencia de extinción de especies oceánicas que no tiene
comparación con ninguna anterior conocida a través del registro fósil marino, lo que supone
efectos devastadores en estos ecosistemas.
Un equipo de científicos liderado por la Universidad de Stanford (EE UU) ha analizado 2.497
especies de animales marinos extintos y modernos, y ha encontrado que las especies
modernas con un tamaño más grande son mucho más propensas a estar amenazadas por la
extinción.
"La amenaza de extinción en los océanos modernos está fuertemente asociada con un tamaño corporal
"Utilizamos el registro fósil para mostrar, de una manera concreta y convincente, que lo que
está ocurriendo en los océanos modernos es muy diferente de lo que ha sucedido en el
pasado", afirma el coautor del estudio Noel Heim, investigador posdoctoral en el laboratorio de
Payne.
Los científicos sospechan que la preferencia de los seres humanos por la pesca y la caza de
especies de mayor tamaño es lo que probablemente produce este inusual patrón. Advierten
que la eliminación de estos animales, que se sitúan en la parte superior de la cadena
alimentaria, perturbará a toda la ecología del océano en los próximos millones de años.
Así descubrieron que la era moderna es la única en que las criaturas grandes corren peor
suerte. "Cuanto más grande sea el cuerpo de una especie, más probabilidades hay de que se
esté enfrentando a la extinción", enfatiza Payne.
Esta extinción selectiva de animales grandes podría tener graves consecuencias para la salud de los
ecosistemas marinos
Esta extinción selectiva de animales de gran tamaño podría tener graves consecuencias para
la salud de los ecosistemas marinos. Judy Skog, director del programa en la División de
Ciencias de la Tierra de la Fundación Nacional de Ciencias, que financió la investigación,
demanda que los resultados de este trabajo se incorporen a las políticas de gestión de
recursos marinos, como la pesca. "Demuestran que los animales más grandes están a punto
de desaparecer de los mares antes que los pequeños", indica Skog.
Los humanos ya fueron responsables de la matanza de mamuts y otros grandes animales en todo el
mundo
Este es un patrón ya conocido por los científicos. En la ecología terrestre, por ejemplo, hay
pruebas de que los antiguos humanos fueron responsables de la matanza de mamuts y otra
megafauna en todo el mundo. "Observamos esto una y otra vez," dice Heim. "Los seres
humanos entran en un nuevo ecosistema y asesina primero a los animales más grandes. Los
sistemas marinos se habían librado, ya que hasta hace relativamente poco tiempo los seres
humanos se limitaban a pescar en las zonas costeras y no tenían la tecnología para hacerlo en
las profundidades del océano a escala industrial".
Si hay un resquicio de esperanza ante este preocupante hallazgo, es que todavía hay tiempo
para que los humanos cambien su comportamiento, resalta Payne. "No podemos hacer mucho
para revertir rápidamente las tendencias de calentamiento y acidificación, pero podemos
cambiar los tratados relacionados de caza y pesca. Las poblaciones de peces tienen
capacidad para recuperarse mucho más rápidamente que el clima o la química del océano",
prosigue el investigador.