Helen de Whithe Citas de Los 24 Ancianos Como Angeles Fuertes y Otros Puntos
Helen de Whithe Citas de Los 24 Ancianos Como Angeles Fuertes y Otros Puntos
Helen de Whithe Citas de Los 24 Ancianos Como Angeles Fuertes y Otros Puntos
• Autores pioneros
PRIMEROS ESCRITOS
LOS DONES ESPIRITUALES
La resurrección de Cristo
Los discípulos descansaron el sábado, entristecidos por la muerte de su
Señor, mientras que Jesús, el Rey de gloria, permanecía en la tumba. Al llegar
la noche, vinieron los soldados a guardar el sepulcro del Salvador, mientras
los ángeles se cernían invisibles sobre el sagrado lugar. Transcurría
lentamente la noche, y aunque todavía era obscuro, los vigilantes ángeles
sabían que se acercaba el momento de libertar a su Caudillo, el amado Hijo de
Dios. Mientras ellos aguardaban con profundísima emoción la hora del triunfo,
un potente ángel llegó del cielo en velocísimo vuelo. Su rostro era como el
relámpago y su vestidura como la nieve. Su fulgor iba desvaneciendo las
tinieblas por donde pasaba, y su brillante esplendor ahuyentaba aterrorizados
a los ángeles malignos que habían pretendido triunfalmente que era suyo el
cuerpo de Jesús. Un ángel de la hueste que había presenciado la humillación
de Cristo y vigilaba la tumba, se unió al ángel venido del cielo y juntos bajaron
al sepulcro. Al acercarse ambos, se estremeció el suelo y hubo un gran
terremoto. PE 181.1
Los soldados de la guardia romana quedaron aterrados. ¿Dónde estaba
ahora su poder para guardar el cuerpo de Jesús? No pensaron en su deber ni
en la posibilidad de que los discípulos hurtasen el cuerpo del Salvador. Al
brillar en torno del sepulcro la luz de los ángeles, más refulgente que el sol, los
soldados de la guardia romana cayeron al suelo como muertos. Uno de los dos
ángeles echó mano de la enorme losa y, empujándola a un lado de la entrada,
sentóse encima. El otro ángel entró en la tumba y desenvolvió el lienzo que
envolvía la cabeza de Jesús. Entonces, el ángel del cielo, con voz que hizo
estremecer la tierra, exclamó: “TÚ, HIJO DE DIOS, TU PADRE TE LLAMA.
¡SAL!” La muerte no tuvo ya dominio sobre Jesús. Levantóse de entre los
muertos, como triunfante vencedor. La hueste angélica contemplaba la escena
con solemne admiración. Y AL SURGIR JESÚS DEL SEPULCRO, AQUELLOS
RESPLANDECIENTES ÁNGELES SE POSTRARON EN TIERRA PARA
ADORARLE, Y LE SALUDARON CON CÁNTICOS TRIUNFALES DE
VICTORIA. PE 181.2
Los ángeles de Satanás hubieron de huir ante la refulgente y penetrante luz
de los ángeles celestiales, y amargamente se quejaron a su rey de que por
violencia se les había arrebatado la presa, y Aquel a quien tanto odiaban había
resucitado de entre los muertos. Satanás y sus huestes se habían ufanado de
que su dominio sobre el hombre caído había hecho yacer en la tumba al Señor
de la vida; pero su triunfo infernal duró poco, porque al resurgir Jesús de su
cárcel como majestuoso vencedor, comprendió Satanás que después de
un tiempo él mismo habría de morir y su reino pasaría al poder de su
legítimo dueño. Rabiosamente lamentaba Satanás que a pesar de sus
esfuerzos no hubiese logrado vencer a Jesús, quien en cambio había abierto
para el hombre un camino de salvación, de modo que todos pudieran andar
por él y ser salvos. PE 182.1
Satanás y sus ángeles se reunieron en consulta para deliberar acerca de
cómo podrían aun luchar contra el gobierno de Dios. Mandó Satanás a sus
siervos que fueran a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos, y al
efecto les dijo: “Hemos logrado engañarlos, cegar sus ojos y endurecer
sus corazones contra Jesús. Les hicimos creer que era un impostor. Pero los
soldados romanos de la guardia divulgarán la odiosa noticia de que Cristo ha
resucitado. Indujimos a los príncipes de los sacerdotes y los ancianos a que
odiaran a Jesús y lo matasen. Hagámosles saber ahora que si se divulga que
Jesús ha resucitado, el pueblo los lapidará por haber condenado a muerte
a un inocente.” PE 182.2
Cuando la hueste angélica se marchó del sepulcro y la luz y el resplandor se
desvanecieron, los soldados de la guardia levantaron recelosamente la cabeza
y miraron en derredor. Se asombraron al ver que la gran losa había sido
corrida de la entrada y que el cuerpo de Jesús había desaparecido. Se
apresuraron a ir a la ciudad para comunicar a los príncipes y ancianos lo
que habían visto. Al escuchar aquellos verdugos el maravilloso relato,
palideció su rostro y se horrorizaron al pensar en lo que habían hecho. Si el
relato era verídico, estaban perdidos. Durante un rato, permanecieron
silenciosos mirándose unos a otros, sin saber qué hacer ni qué decir, pues
aceptar el informe equivaldría a condenarse ellos mismos. Se reunieron aparte
para decidir lo que habían de hacer. Argumentaron que si el relato de los
guardias se divulgaba entre el pueblo, se mataría como a asesinos a los que
dieron muerte a Jesús. Resolvieron sobornar a los soldados para que no
dijesen nada a nadie. Los príncipes y ancianos les ofrecieron, pues, una
fuerte suma de dinero, diciéndoles: “Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de
noche, y lo hurtaron, estando nosotros durmiendo.” Y cuando los soldados
preguntaron qué se les haría por haberse dormido en su puesto, los príncipes
les prometieron que persuadirían al gobernador para que no los castigase. Por
amor al dinero, los guardias romanos vendieron su honor y cumplieron el
consejo de los príncipes y ancianos. PE 182.3
Cuando Jesús, pendiente de la cruz, exclamó: “Consumado es,” las peñas se
hendieron, tembló la tierra y se abrieron algunas tumbas. AL RESURGIR ÉL
TRIUNFANTE DE LA MUERTE Y DEL SEPULCRO, mientras la tierra se
tambaleaba y los fulgores del cielo brillaban sobre el sagrado lugar, ALGUNOS
DE LOS JUSTOS MUERTOS, OBEDIENTES A SU LLAMAMIENTO,
SALIERON DE LOS SEPULCROS COMO TESTIGOS DE QUE CRISTO HABÍA
RESUCITADO. Aquellos favorecidos santos salieron glorificados. ERAN
SANTOS ESCOGIDOS DE TODAS LAS ÉPOCAS, DESDE LA CREACIÓN
HASTA LOS DÍAS DE CRISTO. De modo que mientras los príncipes judíos
procuraban ocultar la resurrección de Cristo, HIZO DIOS LEVANTAR DE SUS
TUMBAS CIERTO NÚMERO DE SANTOS PARA ATESTIGUAR QUE JESÚS
HABÍA RESUCITADO Y PROCLAMAR SU GLORIA. PE 183.1
Los resucitados diferían en estatura y aspecto, pues unos eran de más noble
continente que otros. Se me informó que los habitantes de la tierra habían ido
degenerando con el tiempo, perdiendo fuerza y donaire. Satanás tenía el
dominio de las enfermedades y la muerte; y en cada época los efectos de la
maldición se habían hecho más visibles y más evidente el poderío de Satanás.
Los que habían vivido en los días de Noé y Abrahán parecían ángeles por su
gallardía y aspecto; pero los de cada generación sucesiva habían resultado
más débiles, más sujetos a las enfermedades y de vida más corta. Satanás ha
ido aprendiendo a molestar y debilitar la raza. PE 184.1
Los que salieron de los sepulcros cuando resucitó Jesús, se aparecieron
a muchos, diciéndoles que ya estaba cumplido el sacrificio por el hombre; que
Jesús, a quien los judíos crucificaran, había resucitado de entre los muertos, y
en comprobación de sus palabras, declaraban: “NOSOTROS FUIMOS
RESUCITADOS CON ÉL.” ATESTIGUABAN QUE POR EL FORMIDABLE
PODER DE JESÚS HABÍAN SALIDO DE SUS SEPULCROS. A pesar de los
falsos rumores que se propagaron, ni Satanás ni sus ángeles ni los príncipes
de los sacerdotes lograron ocultar la resurrección de Jesús, porque los santos
resucitados divulgaron la maravillosa y alegre nueva. También Jesús se
apareció a sus entristecidos discípulos, disipando sus temores e
infundiéndoles jubilosa alegría. PE 184.2
Al difundirse la noticia de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, los
judíos a su vez temieron por su vida, y disimularon el odio que abrigaban
contra los discípulos. Su única esperanza era esparcir el relato mentiroso; y lo
aceptaban todos cuantos tenían interés en que fuese verdadero. PILATO
TEMBLÓ AL OÍR QUE CRISTO HABÍA RESUCITADO. No podía dudar del
testimonio dado, y desde aquella hora no tuvo paz. Por apetencia de
mundanos honores, por miedo de perder su autoridad y su vida, había
entregado a Jesús a la muerte; estaba ahora plenamente convencido de que no
sólo era inocente, y que su sangre recaía sobre él, sino que era el Hijo de Dios.
Miserable fué hasta su fin la vida de PILATO. La desesperación y la angustia
ahogaron sus goces y esperanzas. Rechazó todo consuelo y murió
miserablemente. PE 184.3
El corazón de Herodes1 se había empedernido aun más, y al saber que
Cristo había resucitado no fué mucha su turbación. Quitó la vida a Santiago, y
cuando vió que esto agradaba a los judíos, apresó también a Pedro, con la
intención de darle muerte. Pero Dios tenía todavía una obra para Pedro, y
envió a su ángel para que lo librase. Herodes fué visitado por los juicios de
Dios. Mientras se estaba ensalzando en la presencia de una gran multitud fué
herido por el ángel del Señor, y murió de una muerte horrible. PE 185.1
EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA, MUY TEMPRANO, ANTES QUE
AMANECIESE, las santas mujeres llegaron al sepulcro con aromas para ungir
el cuerpo de Jesús. Vieron que la losa había sido apartada de la entrada y el
sepulcro estaba vacío. Temerosas de que los enemigos hubiesen robado el
cuerpo, se les sobresaltó el corazón; pero de pronto contemplaron a los dos
ángeles vestidos de blanco con refulgentes rostros. Estos seres celestiales
comprendieron la misión que venían a cumplir las mujeres, e inmediatamente
les dijeron que Jesús no estaba allí, pues había resucitado, y en prueba de ello
podían ver el lugar donde había yacido. Les mandaron que fueran a decir a los
discípulos que Jesús iba delante de ellos a Galilea. Con gozoso temor se
apresuraron las mujeres a buscar a los afligidos discípulos y les refirieron
cuanto habían visto y oído. PE 185.2
Los discípulos no podían creer que Cristo hubiese resucitado, pero se
encaminaron presurosos al sepulcro con las mujeres que les habían traído la
noticia. Vieron que Jesús no estaba allí, y aunque el sudario y los lienzos
dejados en el sepulcro eran una prueba, se resistían a creer la buena nueva de
que hubiese resucitado de entre los muertos. Volvieron a sus casas
maravillados de lo que habían visto y del relato de las mujeres. Pero María
prefirió quedarse cerca del sepulcro, pensando en lo que acababa de ver y
angustiada por la idea de que pudiera haberse engañado. Presentía que la
aguardaban nuevas pruebas. Su pena recrudeció y prorrumpió en amargo
llanto. Se agachó a mirar otra vez el interior del sepulcro, y vió a dos ángeles
vestidos de blanco, uno sentado a la cabecera del sepulcro, y el otro a los pies.
Le hablaron tiernamente preguntándole por qué lloraba, y ella respondió: “Se
han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.” PE 186.1
Al volverse atrás, María vió a Jesús allí cerca; pero no lo conoció. El le habló
suavemente, preguntándole la causa de su tristeza y a quién buscaba.
Suponiendo María que se trataba del hortelano, le suplicó que si se había
llevado a su Señor, le dijera en dónde lo había puesto para llevárselo ella.
Entonces Jesús le habló con su propia voz celestial, diciendo: “¡María!” Ella
reconoció el tono de aquella voz querida, y prestamente respondió:
“¡Maestro!” con tal gozo que quiso abrazarlo. PERO JESÚS LE DIJO: “NO
ME TOQUES, PORQUE AÚN NO HE SUBIDO A MI PADRE; mas ve a mis
hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a
vuestro Dios.” Alegremente se fué María a comunicar a los discípulos la buena
nueva. PRONTO ASCENDIÓ JESÚS A SU PADRE PARA OÍR DE SUS LABIOS
QUE ACEPTABA EL SACRIFICIO, Y RECIBIR TODA POTESTAD EN EL
CIELO Y EN LA TIERRA. PE 186.2
LOS ÁNGELES RODEABAN COMO UNA NUBE AL HIJO DE DIOS, Y
MANDARON LEVANTAR LAS PUERTAS ETERNAS PARA QUE ENTRASE EL
REY DE GLORIA. Vi que mientras Jesús estaba con aquella brillante
hueste celestial en presencia de Dios y rodeado de su gloria, no se olvidó
de sus discípulos en la tierra, sino que recibió de su Padre potestad para
que pudiera volver y compartirla con ellos. EL MISMO DÍA REGRESÓ Y SE
MOSTRÓ A SUS DISCÍPULOS, CONSINTIENDO ENTONCES EN QUE LO
TOCASEN, PORQUE YA HABÍA SUBIDO A SU PADRE Y RECIBIDO
PODER. PE 187.1
En esa ocasión no estaba presente Tomás, quien no quiso aceptar
humildemente el relato de los demás discípulos, sino que con firme suficiencia
declaró que no lo creería, a no ser que viera en sus manos la señal de los
clavos y pusiera su mano en el costado que atravesó la lanza. En esto denotó
Tomás falta de confianza en sus hermanos. Si todos hubiesen de exigir las
mismas pruebas, nadie recibiría ahora a Jesús ni creería en su resurrección.
Pero Dios quería que cuantos no pudiesen ver ni oír por sí mismos al
resucitado Salvador, recibieran el relato de los discípulos. No agradó a Dios la
incredulidad de Tomás. CUANDO JESÚS VOLVIÓ OTRA VEZ ADONDE
ESTABAN SUS DISCÍPULOS, hallábase Tomás con ellos, y al ver a Jesús,
creyó. Pero como había declarado que no quedaría satisfecho sin la prueba de
tocar añadida a la de ver, Jesús se la dió tal como la había deseado. Entonces
Tomás exclamó: “¡Señor mío, y Dios mío!” Pero Jesús le reprendió por su
incredulidad, diciendo: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados
los que no vieron, y creyeron.” PE 187.2
Asimismo los que no tuvieron experiencia en los mensajes del primer ángel y
del segundo deben recibirlos de otros que participaron en aquella experiencia
y estuvieron al tanto de los mensajes. Así como Jesús fué rechazado, vi que
los mensajes han sido rechazados. Y como los discípulos declararon que no
hay salvación en otro nombre que haya sido dado a los hombres debajo del
cielo, así también deben los siervos de Dios amonestar fiel e intrépidamente a
los que abrazan tan sólo una parte de las verdades relacionadas con el
mensaje del tercer ángel, haciéndoles saber que deben aceptar gustosamente
todos los mensajes como Dios los ha dado, o no tener participación en el
asunto. PE 187.3
Mientras las santas mujeres llevaban la noticia de que Jesús había
resucitado, los soldados de la guardia romana propalaban la mentira
puesta en sus bocas por los príncipes de los sacerdotes y los ancianos, de
que los discípulos habían venido por la noche a buscar el cuerpo de Jesús
mientras ellos dormían. Satanás había puesto esa mentira en los corazones y
labios de los príncipes de los sacerdotes, y el pueblo estaba listo para creer su
palabra. Pero Dios había asegurado más allá de toda duda la veracidad de este
importante acontecimiento del que depende nuestra salvación, y fué imposible
que los sacerdotes y ancianos lo ocultaran. De entre los muertos se levantaron
testigos para evidenciar la resurrección de Cristo. PE 188.1
CUARENTA DÍAS PERMANECIÓ JESÚS CON SUS DISCÍPULOS,
ALEGRÁNDOLES EL CORAZÓN al declararles más abiertamente las
realidades del reino de Dios. Los comisionó para dar testimonio de cuanto
habían visto y oído referente a su pasión, muerte y resurrección, así como de
que él había hecho sacrificio por el pecado, para que cuantos quisieran
pudieran acudir a él y encontrar vida. Con fiel ternura les dijo que serían
perseguidos y angustiados, pero que hallarían consuelo en el recuerdo de su
experiencia y en la memoria de las palabras que les había hablado. Les dijo
que él había vencido las tentaciones de Satanás y obtenido la victoria por
medio de pruebas y sufrimientos. Ya no podría Satanás tener poder sobre él,
pero los tentaría más directamente a ellos y a cuantos creyeran en su nombre.
Sin embargo, también podrían ellos vencer como él había vencido. Jesús
confirió a sus discípulos el poder de obrar milagros, diciéndoles que aunque
los malvados los persiguieran, él enviaría de cuando en cuando sus ángeles
para librarlos; NADIE PODRÍA QUITARLES LA VIDA HASTA QUE SU
MISIÓN FUESE CUMPLIDA; entonces podría ser que se requiriese que
sellasen con su sangre los testimonios que hubiesen dado. PE 188.2
Los anhelosos discípulos escuchaban gozosamente las enseñanzas del
Maestro, alimentándose, llenos de alegría, con cada palabra que fluía de sus
santos labios. Sabían ahora con certeza que era el Salvador del mundo. Sus
palabras penetraban hondamente en sus corazones, y lamentaban que
tuviesen que separarse pronto de su Maestro celestial y no pudiesen ya oír las
consoladoras y compasivas palabras de sus labios. Pero de nuevo se
inflamaron sus corazones de amor y excelso júbilo, cuando Jesús les dijo que
iba a aparejarles lugar y volver otra vez para llevárselos consigo, de modo que
siempre estuviesen con él. También les prometió enviarles el Consolador, el
Espíritu Santo, para guiarlos en toda verdad. “Y alzando sus manos, los
bendijo.” PE 189.1
Ascensión de Cristo
El cielo entero aguardaba la hora triunfal en que Jesús ascendería a su Padre.
vinieron ángeles a recibir al rey de gloria y escoltarlo triunfalmente hasta
el cielo. DESPUÉS DE BENDECIR JESÚS A SUS DISCÍPULOS, SEPARÓSE
DE ELLOS Y ASCENDIÓ A LOS CIELOS SEGUIDO DE NUMEROSOS
CAUTIVOS LIBERTADOS CUANDO ÉL RESUCITÓ. Acompañábale una
numerosísima hueste celestial, mientras una innumerable cohorte de ángeles
esperaba su llegada en el cielo. SEGÚN IBAN ASCENDIENDO HACIA LA
SANTA CIUDAD, los ángeles que escoltaban a Jesús exclamaban: “Alzad,
oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el
Rey de gloria.” Los ángeles de la ciudad exclamaban arrobados: “¿Quién es
este Rey de gloria?” Los ángeles de la escolta respondían con voz de triunfo:
“Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas,
vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de
gloria.” Nuevamente los ángeles del cielo preguntaban: “¿Quién es este Rey de
gloria?” Y los de la escolta respondían en melodiosos acentos: “Jehová de los
ejércitos, él es el Rey de la gloria.” Y la celeste comitiva entró en la ciudad de
Dios. ENTONCES TODA LA HUESTE CELESTIAL RODEÓ A SU
MAJESTUOSO CAUDILLO, E INCLINÓSE ANTE ÉL CON PROFUNDÍSIMA
ADORACIÓN, arrojando las brillantes coronas a sus pies. Después pulsaron
las áureas arpas, y con dulces y melodiosos acordes hinchieron todo el cielo de
embelesadora música y cánticos en loor del Cordero que había sido inmolado,
y sin embargo vive en majestad y gloria. PE 190.1
Mientras los discípulos miraban tristemente al cielo para captar la última
vislumbre de su Señor que ascendía, dos ángeles vestidos de blanco se
pusieron junto a ellos y les dijeron: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando
al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así
vendrá como le habéis visto ir al cielo.” Los discípulos, y la madre de Jesús
que con ellos había presenciado la ascensión del Hijo de Dios, pasaron la
noche siguiente hablando de las admirables obras de Jesús y de los extraños y
gloriosos acontecimientos ocurridos en tan corto tiempo. PE 190.2
Satanás tuvo otra vez consejo con sus ángeles y con acerbo odio contra el
gobierno de Dios les dijo que si bien él retenía su poder y autoridad en la
tierra, debían decuplicar sus esfuerzos contra los discípulos de Jesús. No
habían prevalecido contra Cristo, pero de ser posible debían vencer a sus
discípulos. En cada generación deberían procurar engañar a quienes creyeran
en Jesús. Les dijo Satanás a sus ángeles que Jesús había conferido a sus
discípulos la potestad de reprenderlos y expulsarlos, y de sanar a cuantos
afligieran. Entonces los ángeles de Satanás salieron como leones rugientes a
procurar la destrucción de los seguidores de Jesús. PE 191.1
LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS
1887
22 de diciembre de 1887
La preparación para el cielo
[ Sermón en Orebro, Suecia, 27 de junio de 1886 .]
Si vamos a entrar al Cielo debemos esforzarnos por traer todo lo que
podamos del Cielo a nuestras vidas en la tierra. La religión de Cristo nunca
degrada al receptor. Ejerce una influencia celestial sobre la mente y los
modales de los hombres. Cuando la palabra de Dios encuentra acceso a los
corazones de los ásperos y toscos, comienza un proceso de refinamiento del
carácter, y aquellos que la soportan se vuelven humildes y dóciles, como niños
pequeños. La poderosa cuchilla de la verdad los ha separado del mundo, y
entonces comienza la obra que debe realizarse para moldearlos según el
Modelo divino. Han de ser piedras vivas en el templo de Dios, y han sido
labradas, escuadradas y cinceladas, a fin de prepararlas para el edificio de
Dios. AQUELLOS QUE NATURALMENTE ESTÁN LLENOS DE AUTOESTIMA
SE VUELVEN MANSOS Y HUMILDES DE CORAZÓN. TIENEN UN CAMBIO
DE CARÁCTER, ST 22 de diciembre de 1887, párr. 1
Dios dijo en el principio: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza”; pero el pecado casi ha borrado la imagen moral de Dios
en el hombre. Esta condición lamentable no habría conocido cambio ni
esperanza si Jesús no hubiera descendido a nuestro mundo para ser el
Salvador y el Ejemplo del hombre. En medio de la degradación moral del
mundo se encuentra él, un personaje hermoso e inmaculado, el único modelo
a imitar por el hombre. Debemos estudiar, copiar y seguir al Señor
Jesucristo; entonces traeremos la hermosura de su carácter a nuestra
propia vida, y entretejeremos su belleza en nuestras palabras y acciones
diarias. Así nos presentaremos ante Dios con aceptación, y recuperaremos por
medio del conflicto los principados de las tinieblas, el poder del dominio propio
y el amor de Dios que Adán perdió en la caída. Por medio de Cristo podemos
poseer el espíritu de amor y obediencia a los mandamientos de Dios. A
través de sus méritos puede ser restaurado en nuestras naturalezas caídas; Y
CUANDO EL JUICIO SE SIENTE Y LOS LIBROS SE ABRAN, podemos ser los
recipientes de la aprobación de Dios. ST 22 de diciembre de 1887, párr. 2
JUAN VIO LA CIUDAD SANTA, LA NUEVA JERUSALÉN, CON SUS DOCE
PUERTAS DE PERLA Y SUS DOCE CIMIENTOS DE PIEDRAS PRECIOSAS,
QUE DESCENDÍA DEL CIELO DE DIOS. Las calles son de oro transparente,
claras como el cristal. Todos los que entren por esas puertas y caminen por
esas calles aquí habrán sido transformados y purificados por el poder de
la verdad; y la corona de gloria inmortal adornará la frente del vencedor. ST
22 de diciembre de 1887, párr. 3
Las naciones que han guardado la verdad entrarán, y la voz del Hijo de Dios
pronunciará la gozosa bienvenida: “Bienaventurados los que guardan sus
mandamientos, para que tengan derecho al árbol de la vida, y puedan entrar
por las puertas de la ciudad.” ST 22 de diciembre de 1887, párr. 4
Entonces, ¿cómo podemos darnos el lujo de dedicar nuestros poderes dados
por Dios a nuestro propio placer por un momento? Debemos rendir todo
nuestro servicio a nuestro Maestro. Debemos librar, continuamente, la batalla
de la abnegación y el sacrificio. Cristo murió para que podamos vivir, y con el
mismo espíritu de amor debemos buscar ganar almas como la compra de su
sangre. La palabra de Dios, a través de su apóstol, declara: “SOMOS
COLABORADORES DE DIOS”. Nuestro trabajo puede parecer a veces muy
desalentador; pero si un alma se aparta del error de su camino a la justicia,
hay gozo en el cielo. El Padre y el Hijo se regocijan en la presencia de los
ángeles. La canción de triunfo es cantada y resonada y resonada a través
de los atrios del Cielo. Entonces, ¿por qué no hemos de ser sabios en esta
vida, y trabajar por la salvación del hombre para la gloria de Dios? “Los sabios
resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la
justicia a la multitud, como las estrellas por los siglos de los siglos. Vuestras
vidas deben aquí ser refinadas, ennoblecidas, elevadas; y Cristo, la esperanza
de gloria, debe formarse dentro de vosotros. Tus pecados favoritos serán
puestos a un lado; temerás ofender a Dios, y amarás su ley. ST 22 de
diciembre de 1887, párr. 5
Durante más de cuarenta años me he parado en el púlpito proclamando
la salvación a los pecadores, y mi corazón los ha anhelado con piedad
compasiva. Vi ante mí la compra de la sangre de Cristo. Hay valor en cada
alma. Dijo el Señor por medio de su profeta: “Haré al hombre más precioso
que el oro fino; aun un hombre que la cuña de oro de Ofir.” Es la verdad
recibida en el corazón y practicada en la vida lo que hace a los hombres tan
valiosos a la vista de Dios. ST 22 de diciembre de 1887, párr. 6
Juan contempla una MULTITUD INNUMERABLE, preciosa, refinada,
purificada, alrededor del trono de la Majestad de los Cielos. EL ÁNGEL
LE PREGUNTA A JUAN: “¿Qué son estos que están vestidos con
túnicas blancas? ¿Y de dónde vinieron? y Juan responde: “Señor, tú lo
sabes”. Entonces el ángel declara: “Estos son los que han salido de la gran
tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre
del Cordero. Por tanto, están delante del trono de Dios, Y LE SIRVEN DÍA
Y NOCHE EN SU TEMPLO; y el que se sienta en el trono habitará entre
ellos.” Ahora tenemos la preciosa oportunidad de lavar nuestras vestiduras de
carácter en la sangre del Cordero hasta que queden sin mancha en su
pureza. PARA TODOS LOS QUE HAGAN ESTO, LA PROMESA ES: “No
tendrán más hambre, ni más sed; ni el sol los alcanzará, ni calor
alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los
guiará a fuentes vivas de aguas; y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos. ” ST
22 de diciembre de 1887, párr. 7
Queremos que eleven sus mentes de las cosas de la tierra a las glorias
celestiales. Queremos que vivas para el futuro, la vida inmortal, y decidas: “En
cuanto a mí y mi casa, serviremos al Señor”. Ahora es el tiempo
aceptado. Ahora entréguense, sin reservas, a Jesús. Estén decididos a tener
a Cristo, incluso si esto requiere la pérdida de todo lo demás. Los mismos
obstáculos y dificultades del camino tienen el propósito de hacerlos poderosos
en la fe y darles fuerza espiritual. Cada esfuerzo que haces para guiar a otros
en el camino de los mandamientos de Dios se registra en los registros
imperecederos. No dejes que el enemigo te engañe. Ha llenado el mundo de
herejías; pero la palabra del Señor permanece para siempre. Planta tus pies en
sus consejos inmutables, entonces estarás completamente listo para someterte
a Dios' a las reglas de gobierno en el reino de la bienaventuranza. SI ALGUNA
VEZ CANTAS LA CANCIÓN DE TRIUNFO Y REDENCIÓN, AHORA DEBES
ESTAR APRENDIENDO SUS NOTAS. ¿Está Jesús morando en vuestros
corazones? Si está allí, hablarás de él, lo revelarás en vida y
carácter. Cantaréis su alabanza, alabando en vuestros corazones al Señor. El
dulce espíritu de la mansedumbre será abrigado y el yo será
crucificado. CUANDO VENGAS A CRISTO, NO TE JACTARÁS: “SOY
SANTO”. Deja que solo Dios diga eso de ti, porque no conoces tu propio
corazón. Esta jactancia es una evidencia segura de que no conoces las
Escrituras ni el poder de Dios. Que Dios escriba en sus libros, si quiere, que
eres un hijo obediente, que guardas sus estatutos con un corazón alegre, y los
anales lo revelarán ante los ángeles y los hombres en el día de la
recompensa. ahora debes estar aprendiendo sus notas. ¿Está Jesús morando
en vuestros corazones? Si está allí, hablarás de él, lo revelarás en vida y
carácter. Cantaréis su alabanza, alabando en vuestros corazones al Señor. El
dulce espíritu de la mansedumbre será abrigado y el yo será
crucificado. Cuando vengas a Cristo, no te jactarás: “Soy santo”. Deja que solo
Dios diga eso de ti, porque no conoces tu propio corazón. ST 22 de diciembre
de 1887, párr. 8
NUNCA ME HE ATREVIDO A DECIR: “SOY SANTO, NO TENGO
PECADO”; PERO TODO LO QUE HE PENSADO QUE ERA LA VOLUNTAD DE
DIOS, LO HE TRATADO DE HACER CON TODO MI CORAZÓN, y tengo la
dulce paz de Dios en mi alma. Puedo encomendar la guarda de mi alma a Dios
como a un Creador fiel, y sé que Él guardará lo que le he encomendado. Mi
comida y bebida es hacer la voluntad de mi Padre, presentar ante un mundo
moribundo la cruz del Calvario, predicar el arrepentimiento hacia Dios y la fe
hacia nuestro Señor Jesucristo, señalar el camino de los mandamientos de
Dios, ese camino que lleva a las puertas abiertas de la ciudad eterna. Si
pierdes el Cielo, lo pierdes todo. Si solo puedo ver al Rey en su belleza, es todo
lo que deseo. Déjame escuchar la dulce música de su voz, diciendo: “Venid,
benditos de mi Padre, ST 22 de diciembre de 1887, párr. 9
¿A quién de vosotros encontraremos en la congregación de los
bienaventurados? Queremos verte coronado en la ciudad de Dios . Cuando
se establezca el Juicio y se busquen los registros, que sus nombres no sean
borrados del libro de la vida. Esta vida es de gran importancia para nosotros,
porque en ella tenemos el privilegio de prepararnos para una vida sin fin. Os
suplico, pues, que os cuidéis de que vuestra influencia no sea contraria a los
mandamientos de Dios. La ley es tal como la escribió Jehová, en el templo del
Cielo. El hombre puede pisotear su copia aquí en la tierra, pero el original
se guarda en el arca de Dios en el Cielo. Encima está el propiciatorio, y
Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote, está de pie ante el arca, para mediar en
favor del hombre. Queremos que guardes los mandamientos de Dios y vivas, y
su ley como la niña de tus ojos; porque, “cualquiera que los haga y los
enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.” Busca la
inmortalidad y la corona de la vida; entonces los tesoros eternos serán
vuestros, y una herencia en el reino que Dios ha prometido a los que le
aman. ST 22 de diciembre de 1887, párr. 10
LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS
1905
noviembre de 1905
Nuestra preparación para el fin
Cuál debe ser esa preparación
A nosotros se nos ha dado el mensaje de la pronta venida de Cristo. En la
ascensión de nuestro Señor, los ángeles se pararon junto a los discípulos y
con ellos observaron al Salvador cuando pasó a los cielos. Entonces se
dirigieron a los discípulos con la palabra: “Este mismo Jesús, que ha sido
tomado de vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al
cielo”. ST 22 de noviembre de 1905, párr. 1
¿Nos estamos preparando para este gran evento? ¿Nos estamos preparando
para encontrarnos con el Salvador en paz, o estamos absortos en los negocios
y placeres mundanos? En el juicio, la pregunta no será ¿Qué profesión
hiciste? pero, ¿Qué has hecho por Mí? ¿Qué fruto habéis dado para Mi
gloria? Ahora es el momento de prepararse para la llegada del Rey. ST 22 de
noviembre de 1905, párr. 2
Cuando Juan vio a la multitud de pie alrededor del trono de Dios, se
hizo la pregunta: “¿Qué son estos que están vestidos con vestiduras
blancas? ¿Y de dónde vinieron? EL ÁNGEL RESPONDIÓ: “Estos son
los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han
emblanquecido en la sangre del Cordero”. A un costo infinito se ha preparado
una fuente para nuestra limpieza. Si ahora lavamos nuestras vestiduras de
carácter en esta fuente, Dios nos dará un lugar en las mansiones que se están
preparando para aquellos que lo aman. ST 22 de noviembre de 1905, párr. 3
Su túnica de justicia
Sólo la cubierta que Cristo mismo ha provisto puede hacernos aptos para
aparecer en la presencia de Dios. Esta cubierta, el manto de Su propia
justicia, Cristo lo pondrá sobre cada alma arrepentida y creyente. “Yo te
aconsejo”, dice, “que de mí compres… vestiduras blancas, para que te vistas, y
no se descubra la vergüenza de tu desnudez”. ST 22 de noviembre de 1905,
párr. 4
Este manto, tejido en el telar del cielo, no tiene ni un hilo de invención
humana. Cristo en su humanidad forjó un carácter perfecto, y este carácter se
ofrece a impartirnos. “Todas nuestras justicias son como trapo de
inmundicia”. Todo lo que podemos hacer por nosotros mismos está
contaminado por el pecado. Pero el Hijo de Dios “se manifestó para quitar
nuestros pecados; y en Él no hay pecado.” El pecado se define como “la
transgresión de la ley”. Pero Cristo fue obediente a todos los requisitos de la
ley. Él dijo de sí mismo: “Me deleito en hacer tu voluntad, oh Dios mío; sí, Tu
ley está dentro de Mi corazón.” Cuando estuvo en la tierra, dijo a sus
discípulos: “He guardado los mandamientos de mi Padre”. Por Su perfecta
obediencia, Él ha hecho posible que cada ser humano obedezca los
mandamientos de Dios. Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une
con Su corazón; la voluntad se funde en Su voluntad; la mente se vuelve una
con Su mente; los pensamientos le son llevados cautivos a Él; vivimos Su
vida. Esto es lo que significa ser revestido con el manto de Su
justicia. Entonces, cuando el Señor nos mira, no ve la vestidura de hoja de
higuera, ni la desnudez y la deformidad del pecado, sino Su propio manto de
justicia, que es la obediencia perfecta a la ley de Jehová. ST 22 de noviembre
de 1905, párr. 5
Lo que revelará el juicio
Triste será la retrospectiva de aquel día en que los hombres se enfrenten
cara a cara con la eternidad. Toda la vida se presentará tal como ha sido. Los
placeres, las riquezas y los honores del mundo no parecerán entonces tan
importantes. Los hombres verán entonces que la justicia que despreciaron es
la única que tiene valor. Verán que han moldeado su carácter bajo las
engañosas seducciones de Satanás. Las prendas que han elegido son la
insignia de su lealtad al primer gran apóstata. Entonces verán los resultados
de su elección. Tendrán un conocimiento de lo que significa transgredir los
mandamientos de Dios. ST 22 de noviembre de 1905, párr. 6
No habrá un segundo período de prueba en el que prepararse para la
eternidad. Es en esta vida que debemos ponernos el manto de la justicia de
Cristo. Esta es nuestra única oportunidad de formar caracteres para el hogar
que Cristo ha preparado para los que obedecen sus mandamientos. ST 22 de
noviembre de 1905, párr. 7
Los días de nuestro período de prueba se están cerrando rápidamente. El
final está cerca. Solemnemente nos llegan a través de los siglos las palabras de
advertencia de nuestro Señor desde el Monte de los Olivos: “Mirad por vosotros
mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y
de los afanes de esta vida, y que día venga sobre vosotros de
improviso.” Cuidado para que no te encuentre desprevenido. Mirad que no os
hallen en la fiesta del Rey sin traje de boda. “A la hora que no pensáis, el Hijo
del Hombre vendrá”. “Bienaventurado el que vela, y guarda sus vestiduras,
para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.” “Velad, pues, y orad en todo
tiempo, para que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que
sucederán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”. ST 22 de noviembre
de 1905, párr. 8