Historia Brevis - No 7 (Enero-Febrero-21) Pedro Jose de Rojas
Historia Brevis - No 7 (Enero-Febrero-21) Pedro Jose de Rojas
Historia Brevis - No 7 (Enero-Febrero-21) Pedro Jose de Rojas
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SANTIAGO TLACOTEPEC, 1911-1912
¿Qué pasaba en el pueblo de Santiago Tlacotepec durante los años de 1911 y 1912? Eran,
por supuesto, tiempos de la Revolución. Por lo tanto, tiempos difíciles y complicados, sin
embargo, la vida cotidiana de los pobladores, pese a ello, continuaba su diario trajín.
Mientras todo esto sucedía la sombra de los zapatistas cundía sobre la vida diaria del
pueblo de Tlacotepec. Muestra de ello es un reporte que el periódico El Diario. Periódico
nacional independiente, publicaba el viernes 23 de agosto de 1912, donde informa que a la
madrugada del día anterior:
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Aun con toda esta complicada situación, y
mientras el foco de atención estaba en lo que
pudiera pasar con el curso de la Revolución, en
general, y de los zapatistas en particular, algunos
hechos que parecieran insignificantes suelen ser
los más esclarecedores para imaginarnos aquello
que en Tlacotepec se vivía haya entre 1911 y
1912.
Durante julio, en los días de la festividad del pueblo, sucedió un percance ya que, el
ciudadano Pablo Ordoñez, comisionado para hacer el cobro de piso de la plaza, fue
amenazado por varios comerciantes del pueblo, quienes alegaban que el cobro era
exagerado, además de que -dicen- nunca se les había cobrado. Ante esta situación, el
dicho Ordoñez tuvo que refugiarse en el Juzgado Auxiliar –el antecedente de la hoy
delegación del pueblo-, que se encontraba por ese entonces en un local rentado por la
señora Eulalia Alarcón, quien recibía la cantidad de tres pesos-cincuenta centavos, por la
renta mensual.
Por otra parte, el 14 de marzo de 1912, el señor Isidro Sánchez informaba al Presidente
Municipal de Toluca, que clausuraba su telar de rebozos y cambaya.
Finalmente, en agosto de 1912 comenzaba a cundir el temor en nuestro pueblo, no sólo por
la revolución, sino porque crecía el número de casos de la llamada viruela negra que,
sabemos, causó un índice de mortandad considerable por ese entonces.
Estos y otros hechos transcurrían durante aquellos años en Santiago Tlacotepec. Tiempos
de Revolución y hoy motivo para saber un poco de la vida cotidiana de este pueblo.
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EL PINTOR PEDRO JOSÉ DE ROJAS:
ENTRE ÓLEOS Y RETABLOS EN EL VALLE DE TOLUCA
En 1952, Abelardo Carrillo y Gariel, destacado historiador del arte, dijo que: "la obra de los
artistas menores debe ser estudiada, nos hemos decidido a presentar una pintura que, con
todas las reservas, filiamos como de escuela toluqueña";[1] el autor planteó la idea de que,
por lo menos hasta el siglo XVIII, la producción plástica de la ahora capital mexiquense
tenía elementos formales mínimos para diferenciarse de la de otras ciudades.
Por su parte, Javier Moyssén también tomó con cautela la idea anterior y se limitó a
considerar a la "modesta Toluca" como lejana de ser un centro artístico. La explicación al
bajo perfil social y cultural de nuestro valle se asoció al protagonismo de las actividades
agrícolas y ganaderas, que desde el siglo XVI eran sumamente redituables.[2]
Las declaraciones de ambos académicos no deben considerarse como una ofensa, sino
como una crítica objetiva; es más, tanto para Carrillo y Gariel como para Moyssén, la
producción artística de Toluca debía ser estudiada para comprender más a fondo el
panorama general del arte virreinal alejado de las grandes urbes.
Al tanto de lo anterior, sin afán de buscar una escuela o estilo toluqueño, este breve texto
pretende dar a conocer algunos trabajos de un pintor avecindado en el Valle de Toluca a
finales del siglo XVIII y principios del XIX, su nombre fue Pedro José de Rojas[3] y, hasta
ahora, solo se tiene el documento artístico para su estudio.
*Originario de Otzolotepec, Estado de México y Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma del
Estado de México, estudiante de la Maestría en Historia del Arte en la Universidad Nacional Autónoma de
México. Anteriormente, docente de nivel medio superior y encargado del primer museo municipal de
Otzolotepec, difusor e investigador del patrimonio histórico artístico local. Colaborador y ponente en
seminarios, cátedras y encuentros locales, nacionales. Secretario del Patronato Arte y Cultura de Otzolotepec
A. C.
[1] Abelardo Carrillo y Gariel, “Pinturas de la escuela toluqueña del siglo XVIII”,
https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/articulo:7750 (consultado el 11 de noviembre del
2020).
[2] Xavier Moyssén, “Las cruces de Toluca”,
http://www.analesiie.unam.mx/index.php/analesiie/article/view/649?articlesBySameAuthorPage=7 (consultado
el 11 de noviembre del 2020).
[3] Al parecer, existió otro pintor a finales del siglo XVIII que tuvo el mismo nombre, fue autor de varios
retablos en Guanajuato y San Luis Potosí. Existe una Ultima cena en el Museo Soumaya, firmada en 1770 por
Pedro José de Rojas. La institución se la atribuye al artista del Bajío; sin embargo, formalmente se relaciona
más con el pintor toluqueño. Es necesario un estudio más profundo.
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1. Retablo de la Virgen de los Remedios (al centro), Otzolotepec, Estado de México.
Pedro José de Rojas (renovó) 1789, 1809. Madera tallada y dorada, pinturas al óleo.
Imagen: MERE, 2020.
La labor de este pintor comprende varias pinturas al óleo, que en su mayoría forman parte
de retablos ubicados en dos comunidades del municipio de mexiquense de Otzolotepec:
San Mateo Mozoquilpan y San Mateo Capulhuac, además otras tres en el ex Convento de
la Merced de Toluca y una en el Museo Arocena en Torreón, Coahuila.
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A continuación, hay varios cuadros del pintor en el retablo dedicado a la Virgen de los
Remedios, en la Capilla de San Mateo Mozoquilpan, en Otzolotepec (imagen 1); el primero,
se trata de un lienzo que representa a la Virgen de Guadalupe, la cual se alza al centro de
la tela con su vestimenta, postura y atributos tradicionales, está rodeada de un rico marco
florido y en la parte superior central se colocó al Espíritu Santo, que se ve recortado y
delata que la tela se modificó para embonar en el mueble; la firma dice: “Año de 789. Pedro
Joshp Roxas Fecit”.
El cuadro de la Virgen de Guadalupe, debió terminarse mucho antes que el resto, entre los
cuales están las imágenes de los arcángeles Gabriel y Miguel, una serie de la vida de
María y los santos Pedro y Pablo, justamente en el libro que sostiene el primero dice:
“Quando trajeron a renovar este colateral era Alcalde Santiago Hilario y Fiscal Cristóbal
Gerónimo. Pedro José de Roxas fecit”; en cuanto que en el del segundo apóstol se
escribió: “Se acabó siendo cura por su M. el Sr. Br. Don José Miguel Pérez a 11 de
diciembre de 1809”; es decir, el retablo no fue obra original de Rojas, ya que solo lo arregló,
no así las pinturas porque el fonema latino afirma que “él hizo”. La Capilla de San Mateo
Mozoquilpan fue dedicada en 1741, es claro que con el tiempo las autoridades religiosas
estaban interesadas en embellecerla.[5]
[5] Archivo Histórico de la Parroquia de San Bartolomé Apóstol Otzolotepec/ Disciplinar/Licencias/ Caja 98/
Expediente 5 / Sf. Agradezco el apoyo del Pbro. Gabriel Armeaga Almaraz, párroco del Templo de San
Bartolomé, al permitirme siempre accesar al Archivo Histórico.
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Posteriormente, en la ahora Parroquia de San Mateo Capulhuac, construida en 1881, se
conserva un retablo dedicado a su santo patrón. El mueble se encuentra bastante
modificado y, por lo menos, tiene dos pinturas de Pedro José de Rojas, se trata un lienzo
que representa a San Marcos y otro a San Lucas. De acuerdo con la firma en las imágenes,
los óleos se terminaron el 1 de octubre de 1801, no se sabe quién talló el resto del trabajo
(imagen 2).
La obra del Museo Arocena es una Inmaculada Concepción firmada en 1809 por nuestro
artista,[6] el mejor logro de la imagen es la advocación mariana que se posa sobre una
gran flor de lis que nace de dos tallos, éstos, a su vez, brotan del pecho de Santa Ana y
San Joaquín; a la escena se suma, en la parte inferior, a la Virgen niña aprendiendo de su
madre a leer; en los extremos, hay unos pedestales sobre los cuales están unos floreros.
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UNA MIRADA AL PASADO
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EL PRIMERO DE MIS MUERTOS.
MI TÍO HERMELINDO
Mi tío Hermelindo, es el primer muerto del que tengo el recuerdo de hacerme sentir tristeza
de verdad, pues al escuchar el doblar de las campanas de la iglesia de mi pueblo, pues yo
sabía que ya había muerto a eso de las seis de la tarde y a los diez minutos estaban
"doblando" de luto mis campanas, mis alegres campanas que cuando las repican en fiesta
parece que cantan diciendo: “atole atole, atole atole”, pero esta vez solo doblaron un sonido
que aun hace eco en lo profundo de mi memoria, y me traen al presente la imagen de una
tarde de septiembre donde el sol se pone entre color amarillo, violeta y rojo, en estas tardes
las golondrinas comienzan a llegar al pueblo donde alegran el naciente otoño con
simplemente pasar con nosotros la temporada, un frio ligero matizaba la tarde, y en ese
peculiar atardecer comprendí que el sonido de las campanas inauguran el duelo de los
vivos y probablemente el gozo de los muertos, pues todo mundo, del difunto dice: dichoso
él, que ya está en la gloria, más bien desgraciados y tristes nosotros que nos quedamos a
sufrir. Es aquí una de esas veces donde no creo que se cumplan los dichos y refranes
populares como aquel que pregona: “El muerto al pozo y el vivo al gozo”, y pues no aplica
porque aquí el que sale ganando es el muerto.
En los velorios del pueblo, los más felices éramos los niños pues nuestros padres no tenían
cabeza para andarnos cuidando entre tanta gente y algarabía, pues se sobrentendía que
no podíamos ir a ningún lado más que permanecer en la casa del difunto pues algún adulto
nos vería si osábamos escapar o hacer travesuras mayores, y así lo hicimos en este mi
primer velorio familiar oficial.
*Lic. en Gastronomía. Seminarista. Escritor por convicción, estudiante de Filosofía y Teología. Colaborador en
revistas y publicaciones católicas. Para informes sobre el libro dirigirse al autor: [email protected]
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Del funeral de mi tío Hermelindo aprendí que se siguen una serie de rituales en el lugar
donde se colocará el cuerpo yacente del “muertito” en turno. Primero comienzan colocando
una cruz de cal que recoge la sombra del difunto, y la que yo siempre asocié con una
especie de alma en polvo, a esto le sigue una cazuela con chiles manzanos cortados en
rajas y un chilacayote en rodajas, que según mis tías recoge toda la mala vibra que un
difunto puede traer y sobre todo cuando ha sido trasladado desde un hospital lleno de
“humores”, que puede definirse como malas vibras o enfermedades, le sigue una mesa
decorada con papel picado morado y tela blanca, luego se ponen unos botes de lata con
arena para que los amigos y familiares coloquen las ceras encendidas que llevarán para
ofrecer luz al difunto; todo esto lo hicieron en el velorio del tío Hermelindo. Como signo de
despedida cada asistente contribuye con sus flores además de veladoras que encienden
frente al féretro y que son indudablemente la luz que lo guiará hasta la casa donde vivirá
con Dios, la Virgen, los ángeles y los Santos, todo esto me lo explicó mi abuelo cuando le
pregunté: ¿A dónde se van los muertos?
En paz yace mi tío y su peculiar forma de reír, su sombrero de vueltas y su blanca sonrisa,
muchos dicen que su peor enemigo era el alcohol, y yo digo que más bien era su mejor
amigo, pues no hubo en su pueblo ni en su familia nadie a quien le dedicara más tiempo ni
dinero, otros tantos dirán que murió por su necedad, pero parecía más bien que murió por
su gusto, pues como dice aquel dicho que: “El que por su gusto muere, hasta la muerte le
sabe”.
Agradecemos
a nuestros
patrocinadores
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62 AÑOS DE LA SECCIÓN ADORADORA NOCTURNA
DEL SEMINARIO DIOCESANO DE TOLUCA
1. Orígenes de la Adoración
Nocturna Mexicana
*Oriundo de Ciudad Altamirano, Gro., México (24 de julio de 1995). Inició sus estudios en el Seminario
Diocesano de Toluca en el año 2014. En el 2019 concluyó su formación Filosófica y actualmente cursa el 2º
grado de Teología. Historiador por afición de la microhistoria local de su comunidad de origen y de pueblos a la
redonda [En el origen este texto fue una alocución pronunciada por el autor, que con su autorización
editamos].
[1] D. R. © ADNOMEX, A.C., Ritual Oficial de la Adoración Nocturna Mexicana, ADNOMEX, A.C., México,
2014, pp. 19-20.
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2. La presencia de la Adoración Nocturna en Toluca y en el Seminario
Dos décadas después de que en el país se estableció la Adoración Nocturna, allá por el
año 1921, los “Padres Claretianos”: Baltasar Sevilla C.M.F., y Miguel Camprecios C.M.F.,
establecieron la primera Sección Adoradora en Toluca, en el Templo de la Santa Veracruz,
cuyo titular era el “Inmaculado Corazón de María”. En 1932 la Sección pasó a la Parroquia
de San José, regresando otra vez a la Santa Veracruz en 1934.
El 4 de junio de 1950, el Papa Pío XII erigió la Diócesis de Toluca por medio de la bula Si
tam amplo; fue constituida como tal el 29 de septiembre del mismo año, en la festividad de
San Miguel Arcángel, poniéndola bajo el patrocinio del Señor San José. Por ese entonces,
el 30 de abril de 1951 la Sección de la Santa Veracruz nuevamente fue trasladada a la
Parroquia de San José, “el Sagrario”. En esa fecha la Sección contaba con 13 turnos de
guardia.[2]
Desde el 2 de enero de 1948 el Pbro. Arturo Vélez Martínez era párroco de la Iglesia de
San José de Toluca (hoy “El Sagrario”). Sin embargo, el 17 de febrero de 1951 fue
nombrado como primer Obispo para la nueva Diócesis. Siendo consagrado el 11 de abril
del mismo año por manos del Arzobispo de México, el Excmo. Sr. Dr. Dn. Luis María
Martínez.[3]
El 5 de febrero de 1952 nació el Seminario Conciliar, hoy Diocesano, de Toluca. Don Arturo
Vélez consideraba que la piedad de sus sacerdotes debía ser sólida y fundada
principalmente en el amor a Nuestra Madre Santísima y, por este fin, decretó la
Congregación Mariana el 12 de mayo de 1953. También, principalmente, los futuros
sacerdotes deberían estar fundamentados en el amor a Jesús Sacramentado y, con este
fin, concedió al Seminario la fundación de la Adoración Nocturna y la Exposición solemne
del Santísimo Sacramento diariamente, al caer la noche.[5]
[2] Julián M. Miquelez, C.M.F., El Templo de la Santa Veracruz (Toluca). 1753-1953, Editora Acción, Toluca,
Méx, 1953, pp. 31-32.
[3] Cfr. Arnulfo Hurtado G., Datos biográficos del Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Dn. Arturo Vélez Martínez, y su
actuación como Obispo, Edición Privada, Toluca, Méx., 1959, s.n.p.
[4] Cfr. “Nombramiento del Director Diocesano de la Adoración Nocturna Mexicana”, en Gaceta Oficial del
Obispado de Toluca, Tomo I, N° 1, Año 1, Mayo de 1952, pp. 6-7.
[5] Mons. Arturo Vélez Martínez, Mis Memorias, Editorial Chapultepec, México, 1985, p. 156.
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Tanto la Congregación Mariana como la Adoración
Nocturna estuvieron fuertemente impulsadas por el
Pbro. Pablo Guadarrama Sámano, quien el 15 de
diciembre de 1952 fue nombrado Director Espiritual
del Seminario.[6]
Fue hasta la noche del miércoles 16 de julio de 1958 en la que se instituyó solemnemente
la Adoración Nocturna.[8] El 6 de mayo de 1960 el Sr. Obispo Dn. Arturo Vélez bendijo la
bandera de los Tarsicios, que correspondía al turno del Seminario Menor.[9] Desde 1982 la
Vigilia Solemne de aniversario tuvo la participación de las Secciones de la Diócesis.[10]
Que Dios bendiga a nuestra Sección y a nosotros, seminaristas, nos haga crecer en
santidad.
[6] Nombramiento de Director Espiritual y de Confesores del Seminario Conciliar”, en Gaceta Oficial del
Obispado de Toluca, Tomo II, N° 13, Enero de 1953, pp. 8-9.
[7] ADORACIÓN NOCTURNA MEXICANA, Acta de fundación de Sección Adoradora, Exp. 03055.
[8] “Algunos datos históricos con motivo de los ‘20’ años del Seminario, en Gaceta Oficial del Obispado de
Toluca, Enero de 1972, p. 114.
[9] VV. AA. Seminario Diocesano de Toluca. 50 años de su caminar. 1952-2002, Litho Kolor, S.A., de C. V.,
Toluca, Méx, 2002, p. 182.
[10] Ibidem., p. 222.
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Curiosidades
Con un grabado de José Guadalupe Posada
(1852-1913), el impresor don Antonio
Vanegas Arroyo (1850-1918), editó e
imprimió uno de los cuadernillos más
populares que solía –o quizá todavía-
utilizarse durante estos días de las posadas,
bajo el título: Las Nueve Jornadas de los
Santos Peregrinos (ca. 1905).
A la muerte de don Antonio Vanegas, en 1918, quien continuó con la impresión de sus
publicaciones fue su hijo Blas, heredándolo éste posteriormente a su hijo Arsacio, quien
trabajó hasta la década de 1950.
Durante dicha década Las Nueve Jornadas de los Santos Peregrinos, también fue editada
por la Tlapalería y Ferretería “La Unión” de Casanova y Compañía, S.A., ubicada en
Venustiano Carranza no. 115, ciudad de México. Durante varios años esta tlapalería
pagaba la edición de este cuadernillo para ofrecerlo exclusivamente en su local.
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