Alejandro y Don Quijote
Alejandro y Don Quijote
Alejandro y Don Quijote
RESUMEN
ABSTRACT
Epic literature captivated Alexander the Great, who in turn also became a
legendary epic character. Chivaldry literature as well captivated Don Quixote, who also
viewed ancient knight-errants with an earnest wish to become one of them, and as a
humanist also, in order to learn from their deeds and sayings. This paper focuses on
Alexander's role in Don Quixote, the most frequently mentioned ancient character in the
novel.
Alejandro Magno emuló en sus hazañas la épica homérica. Don Quijote quiso
imitar, y aún superar, las epopeyas de los grandes héroes antiguos y medievales,
Alejandro entre ellos. Las once ocasiones en que aparece citado el macedonio en la
novela1 lo convierten en el personaje histórico de la antigüedad más presente en el
Quijote.
Existe, por tanto, una afinidad profunda entre Alejandro y don Quijote, pues para
ambos la literatura es vida, no habiendo para ellos una frontera clara entre la ficción y la
realidad2. Los dos viven intensamente la épica: miran a los héroes como modelos de
conducta y convierten sus vidas en una imitatio de tales personajes. En la historia
Alejandro tuvo éxito en sus conquistas; en la novela don Quijote fracasó como
1
La mayor parte de las veces, de modo explícito; otras, implícitamente. En total, Cervantes cita a
Alejandro en dieciséis pasajes de sus obras completas.
2
Somos conscientes de que Alejandro es un personaje histórico y don Quijote no; pero el macedonio pasó
a ser igualmente un héroe legendario: tan fabuloso, en ocasiones, como el propio Amadís de Gaula. Y
para no pocas personas incultas don Quijote fue un individuo histórico, como comprobó asombrado
Washington Irving en su viaje a España. Ficción y realidad se entrecruzan constantemente en la vida y
pervivencia de ambos personajes. Pero lo que destacamos aquí es que ambos conscientemente imitan a
los héroes.
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Barnés Vázquez, Antonio, “Alejandro y Don Quijote”, en Perfiles de Grecia y Roma, Vol. III, (Actas del
XII Congreso Español de Estudios Clásicos), S.E.E.C., Madrid, 2011, págs. 341-349.
caballero, aunque al final recobró la cordura que, todo hay que decirlo, nunca había
perdido del todo3.
—Esa oliva se haga luego rajas y se queme, que aun no queden della las
cenizas, y esa palma de Ingalaterra se guarde y se conserve como a cosa única, y
3
Don Quijote son muchos personajes o, si se quiere, uno solo en continua metamorfosis. Cf. A. BARNÉS
VÁZQUEZ, “Las metamorfosis de Don Quijote: una novela del humanismo”, Nueva revista, 123, 2009, pp.
70-85.
4
Cuando destruyó la ciudad griega de Tebas, que se había rebelado contra él, “tan sólo perdonó la casa
del poeta Píndaro”, cf. M. C. HOWATSON, Diccionario de la Literatura Clásica, Madrid, Alianza Editorial,
2000, p. 27.
5
“Emulando al mítico héroe griego Protesilao en su camino hacia Troya, Alejandro, fue el primero en
desembarcar; visitó la ciudad de Troya y ofreció un sacrificio sobre las tumbas de diversos héroes”.
“Estalló en el transcurso de un banquete una violenta reyerta entre Alejandro y Clito, un viejo oficial y
antiguo amigo de Alejandro. Este empuñó un arma y mató de un tajo a Clito en un momento de ira del
que luego tuvo que arrepentirse amargamente, retirándose a su tienda como hiciera Aquiles en la Ilíada
homérica”. En el otoño del 324 “murió su íntimo amigo Hefestión, y Alejandro dio muestras de su más
sentido dolor, como en la Ilíada de Homero hiciera Aquiles con Patroclo”, cf. HOWATSON, op. cit., pp. 27,
29, 30, respectivamente.
6
“En su avance desde Drangiana Alejandro llevó a cabo su más brillante gesta al hacer cruzar a su
ejército por las nieves del Hindu-Kush, cadena montañosa que a sus hombres les pareció el Cáucaso, pues
creyeron haber encontrado las marcas de las cadenas que habían retenido atado a Prometeo, y desde cuyas
cumbres, según el testimonio de Aristóteles, uno podía vislumbrar el extremo oriente del mundo”, cf.
HOWATSON, op. cit., p. 29.
7
“En Egipto giró una visita privada al oráculo de Zeus Amón, en el oasis de Siwah, en pleno desierto.
Guardó secreto sobre las preguntas que formuló al oráculo así como sobre las respuestas que le dieron,
aunque el sacerdote le había dado la bienvenida saludándolo como ‘hijo de Amón’, título que añadía una
nueva dimensión a su figura mítica y que reafirmaba sus creencias de ser descendiente del propio Zeus”.
“Durante su vida fue ampliamente aclamado como figura divina, como hijo de Zeus, y al parecer él
mismo creía en su propia divinidad, creencia a la que le había inducido su propia madre. Se esforzó sin
dudas en emular a esos otros hijos de dioses, a los héroes homéricos”, cf. HOWATSON, op. cit. pp. 28, 30,
respectivamente.
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Todos los textos del Quijote de este artículo proceden de M. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha,
edición de FRANCISCO RICO, Instituto Cervantes-Crítica, Barcelona, 1999.
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Barnés Vázquez, Antonio, “Alejandro y Don Quijote”, en Perfiles de Grecia y Roma, Vol. III, (Actas del
XII Congreso Español de Estudios Clásicos), S.E.E.C., Madrid, 2011, págs. 341-349.
se haga para ello otra caja como la que halló Alejandro 9 en los despojos de
Dario, que la diputó para guardar en ella las obras del poeta Homero. (I 6)10
—Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy don Rodrigo de
Narváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra
merced es Valdovinos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor
Quijana.
—Yo sé quién soy —respondió don Quijote—, y sé que puedo ser, no solo los
que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la
Fama11, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí
hicieron se aventajarán las mías. (I 5)
Fue luego a ver su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real y más tachas
que el caballo de Gonela, que «tantum pellis et ossa fuit», le pareció que ni el
Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaban. (I 1)12
9
Un ejemplo entre muchos de la fama de este hecho nos lo ofrece El Cortesano I 9: "Alexandre tuvo,
como sabéis, en tanta veneración a Homero, que siempre tenía la Iliade a la cabecera de su cama". Cf. B.
de Castiglione, El Cortesano, edición de ROGELIO REYES CANO, Madrid, Espasa-Calpe, 1984. RICO, op. cit.,
p. 82: se cuenta que Alejandro Magno tenía una copia de la Ilíada corregida de mano de Aristóteles, a la
que llamaba “la Ilíada de la caja”, que ponía bajo su cabecera junto con la espada. —Cf. Plutarco, Vidas
paralelas, “Alejandro”, VIII, y Plinio el Viejo, Historia natural, VII 29.
10
Citamos las partes del Quijote con números romanos y los capítulos con números arábigos.
11
RICO, op. cit., pp. 73-74: Nueve hombres que podían servir de ejemplo para los caballeros; eran tres
judíos —Josué, David y Judas Macabeo—, tres paganos —Alejandro, Héctor y Julio César— y tres
cristianos —Arturo, Carlomagno y Godofredo de Bullón. Se cuentan sus vidas en la Crónica llamada del
triunfo de los nueve más preciados varones de la Fama, traducida por Antonio Rodríguez Portugal
(Lisboa, 1530) y varias veces reimpresa en el siglo XVI.
12
Bucéfalo volverá a ser citado en la segunda parte, en el episodio de Clavileño: —El nombre —
respondió la Dolorida— no es como el caballo de Belerofonte, que se llamaba Pegaso, ni como el del
Magno Alejandro, llamado Bucéfalo, ni como el del furioso Orlando, cuyo nombre fue Brilladoro, ni
menos Bayarte, que fue el de Reinaldos de Montalbán, ni Frontino, como el de Rugero, ni Bootes ni
Pirítoo, como dicen que se llaman los del Sol, ni tampoco se llama Orelia, como el caballo en que el
desdichado Rodrigo, último rey de los godos, entró en la batalla donde perdió la vida y el reino. (II 40) La
Dolorida, sagazmente, trata de crear una atmósfera épica para apuntalar la credulidad de don Quijote.
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Barnés Vázquez, Antonio, “Alejandro y Don Quijote”, en Perfiles de Grecia y Roma, Vol. III, (Actas del
XII Congreso Español de Estudios Clásicos), S.E.E.C., Madrid, 2011, págs. 341-349.
—¡Oh flor de la caballería, que con solo un garrotazo acabaste la carrera de tus
tan bien gastados años! ¡Oh honra de tu linaje, honor y gloria de toda la Mancha,
y aun de todo el mundo, el cual, faltando tú en él, quedará lleno de malhechores
sin temor de ser castigados de sus malas fechorías! ¡Oh liberal sobre todos los
Alejandros, pues por solos ocho meses de servicio me tenías dada la mejor
ínsula que el mar ciñe y rodea! ¡Oh humilde con los soberbios y arrogante con
los humildes, acometedor de peligros, sufridor de afrentas, enamorado sin causa,
imitador de los buenos, azote de los malos, enemigo de los ruines, en fin,
caballero andante, que es todo lo que decir se puede! (I 52)
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Barnés Vázquez, Antonio, “Alejandro y Don Quijote”, en Perfiles de Grecia y Roma, Vol. III, (Actas del
XII Congreso Español de Estudios Clásicos), S.E.E.C., Madrid, 2011, págs. 341-349.
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De modo semejante, Castiglione había resaltado la ejemplaridad de estos personajes históricos en El
Cortesano, op. cit., I 9: "Tras esto, que la verdadera gloria sea aquella que se encomienda a la memoria de
las letras, todos lo saben, sino aquellos cuitados que las ignoran. ¿Qué hombre hay en el mundo tan baxo
y de tan vil espíritu, que leyendo los hechos de César, de Alexandre, de Scipión, de Annibal y de otros
muchos no se encienda en un estraño deseo de parecelles y no tenga en poco esta nuestra breve vida de
dos días por alcanzar la otra de fama perpetua, la cual, a pesar de la muerte, nos hace vivir mientras más
va con más honra?".
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Don Juan tiene bien asimilada la primera parte del Quijote, donde el propio
caballero ha postulado su afán de emular y aún superar a Alejandro (I 5) y, con su
comentario, satisface el anhelo del caballero, situando al mismo nivel sus hazañas y las
del macedonio. Pero, prescindiendo de la locura de don Quijote, Cervantes nos hace ver
que un humanismo destemplado puede producir una erudición pedantesca, extremo que
critica –no sin humor- en el prólogo de la primera parte, preliminar que no es pieza
menor de la novela, pues nos ofrece importantes claves interpretativas. En este contexto
Alejandro vuelve a aparecer como prototipo de capitán valeroso:
15
Cf. El Cortesano, op. cit., I 11: "Escríbense otros mil enxemplos del amor que Alexandre tuvo a
Apeles; honróle tanto, que mandó con públicos pregones que nadie sino él fuese osado de pintar su
figura". Cf. RICO, op. cit., p. 1.114: La anécdota parece tener su origen en Plinio y, más cerca de
Cervantes, en la Silva de Pedro Mexía. Cf. Plinio el Viejo, Historia natural, VII 37 y XXXV 10. “Acertó,
como dije, Apeles a ser el mayor artífice pintor del mundo en tiempo de Alejandro el Mayor, rey de quien
fue muy preciado y tenido en tanto, que vedó por público edicto y ley que otro ninguno no lo pintase sino
Apeles solo” (Mexía, Silva, I, p. 647).
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Con una misma anécdota, la del nudo gordiano18, encontramos ambos usos del
tópico: el recto de los humanistas (II 19) y el oblicuo de la locura quijotesca (II 60). En
el primer caso, un estudiante que se dirige a las bodas de Camacho narra a don Quijote y
a Sancho la historia de Basilio y Quiteria, por lo que empiezan a disertar sobre el
matrimonio, y el caballero afirma:
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Viendo, pues, mi padre que, según él decía, no podía irse a la mano contra su condición, quiso privarse
del instrumento y causa que le hacía gastador y dadivoso, que fue privarse de la hacienda, sin la cual el
mismo Alejandro pareciera estrecho. (I 39)
17
Y trayéndole aderezo de escribir, de que siempre andaba proveído, Roque les dio por escrito un
salvoconduto para los mayorales de sus escuadras y, despidiéndose dellos, los dejó ir libres y admirados
de su nobleza, de su gallarda disposición y estraño proceder, teniéndole más por un Alejandro Magno que
por ladrón conocido. (II 60)
18
Alejandro Magno en la ciudad de Gordio “rebanó de un tajo de su espada el nudo que mantenía unido
el carro del pastor Gordio con su yugo, nudo que nadie había podido desatar; ello significaba, de acuerdo
con cierta leyenda local, que su destino iba a ser el de gobernar Asia, es decir, todo el imperio de los
persas. Es posible que ya antes se hubiera propalado la idea de un Alejandro de inusitada y mítica
valentía”, cf. HOWATSON, op. cit., p. 27.
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Barnés Vázquez, Antonio, “Alejandro y Don Quijote”, en Perfiles de Grecia y Roma, Vol. III, (Actas del
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Más adelante nos encontramos de nuevo con el nudo, pero esta vez en contexto
muy diferente. Don Quijote anda exasperado por el encantamiento de Dulcinea y la
pereza que muestra Sancho para azotarse, condición, según cree él, de su
desencantamiento. La cuestión trae a su mente el episodio de Alejandro:
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