Consuelo Uranga, La Roja - Jesús Vargas Valdés
Consuelo Uranga, La Roja - Jesús Vargas Valdés
Consuelo Uranga, La Roja - Jesús Vargas Valdés
@BRIGADACULTURAL
Jesús Vargas Valdés
Introducción................................................................. 9
Epílogo......................................................................... 153
Apéndice...................................................................... 171
8
Introducción
5
Al igual que en todo el resto del estado, las enfermedades pulmo-
nares representaban la causa principal de muerte en los jóvenes y
adultos de la capital; según las estadísticas de José María Ponce
de León, publicadas en 1908, en una población de trescientos mil
habitantes que vivían en ese entonces en el estado de Chihuahua,
se registraron en un año trescientas muertes por afecciones pulmo-
nares, y de éstas más de sesenta fueron por tuberculosis. En base a
lo anterior, se debe considerar que en aquellos años la tuberculosis
era una enfermedad común, y que los chihuahuenses estaban más
o menos familiarizados con ella.
6
Cuando vivían en Rosales, Arnulfo había adquirido un modesto
seguro de vida con una compañía inglesa, que fue con lo que
Rosario sostuvo a la familia los primeros meses; y antes de acabar
13
su carácter, enfrentándose con entereza a las dificultades
y enseñando a sus hijos con el ejemplo.
Recordaba Salvador que su joven madre se ocupó
primeramente de ahuyentar la sombra de la tristeza, an-
teponiéndole a la fatalidad la alegría de vivir. La gente
que la rodeaba, vecinos y conocidos, se extrañaban de que
en lugar de guardar el luto y refundirse en la oscuridad
de los cuartos, ella se pusiera en movimiento llevando de
la mano a sus niños, a quienes sacaba frecuentemente a
purificarse en el campo; sobre todo a Salvador, quien sola-
mente tenía 3 años y había sido el más mimado durante
los últimos meses de la enfermedad de Arnulfo.7
También recordó Salvador el esmero de su madre en
proporcionarles una buena educación:
11
Carolina Escudero Luján, originaria de Chihuahua, fue la esposa
del general Francisco José Mújica, uno de los principales colabo-
radores del general Lázaro Cárdenas. El Instituto Michoacano
de Cultura publicó, a fines del siglo pasado, el libro testimonial
Carolina Escudero Luján, una mujer en la historia de México, de la
investigadora Guadalupe García Torres.
12
Entrevista de Jesús Vargas con la señora Julia Sánchez Pareja, en
la ciudad de Chihuahua, el 11 de marzo de 1989.
22
5. El regreso a Chihuahua
25
6. Los primeros pasos en el arte y en la política
13
Al licenciado Horcasitas le interesaba mucho el tema de la delin-
cuencia social, y en esa época era de los colaboradores de la revista
Chihuahua. En una serie de artículos anunciaba que eran los ade-
lantos de un libro que estaba preparando.
14
Don Manuel Aguilar Sáenz fue una de las personalidades intelectua-
les más destacadas en las primeras décadas del siglo xx. Desde los
primeros años de 1900, don Manuel colaboraba en los principales
26
Algunos periódicos locales, como El Correo de Chihua-
hua, registraron el nombre de Consuelo recitando compo-
siciones patrióticas en eventos cívicos, y las declamaciones
favoritas de Consuelo se escucharon en los primeros
programas radiofónicos de la ciudad de Chihuahua.
El martes 19 de mayo de 1923, presentó la estación
czf dos declamaciones, alternando con el trío Mozart, de
los profesores Llanos, Sifuentes y Rivera, con la cantante
Lucía Évora y con el cellista Álvaro Rivera. Todos los
artistas que participaban en estos programas radiofónicos
se beneficiaban en una relación de intercambio, debido a
que cada programa se convertía en una especie de tertulia
en la que todos permanecían en la cabina durante las dos
horas de transmisión.15
La joven Consuelo Uranga tenía una predilección
especial por la poesía de Alfonsina Storni, pero también
escogía composiciones de poetas chihuahuenses, como
Guadalupe Artalejo del Avellano, Manuel Rocha y Cha-
bre y Manuel Aguilar Sáenz, entre otros. En la revista
Chihuahua del mes de marzo de 1930, Consuelo incluyó
un pequeño poema de Alfonsina Storni.
Pasé
Pasé como una llama entre pálidas luces,
un torrente de fuego –y un grito– fue mi voz;
más que mi propia cruz, cargué todas las cruces,
y no acunó mis noches la sonrisa de Dios.
Sehnsucht
El mundo se ha ceñido
su hábito negro,
lenta, gris y pesada,
cual plomo derretido,
cae la lluvia,
con todo su coraje azota el viento,
da su tañido
lúgubre la última campana,
y un silencio
letal y denso
flota sobre la tierra desolada…
Algo allá dentro
lucha por desprenderse
de la cárcel del pecho,
y en el denso silencio
hay un furor de alas
golpeando el hierro,
el ave enloquecida
clava la garra indómita
en mitad del silencio,
y de la negra herida
brota un lamento
y queda el desgarrón de la tiniebla,
28
con un temblor de plata
dentro el seno…
con un temblor que fuera una esperanza
o de una estrella el beso.16
32
siempre ha puesto su confianza la patria, y la pone en
todas las causas dignas.
Espero tener ocasión de visitar Chihuahua, a media-
dos del año entrante; pero quiero hacerlo despacio,
para hablar con sus hombres, para ver sus paisajes y
recorrer sus caminos. Tengo la seguridad de que en el
nuevo orden de cosas que la Revolución va a imponer,
Chihuahua será, como en otras ocasiones, factor im-
portante, decisivo y desinteresado. Recuerdo los días
en que Chihuahua fue el baluarte de la revolución
maderista. Después de esa época, Chihuahua parece
haber tenido menos influencia en el desarrollo de la
Revolución, lo que probablemente se debe a que los
hombres de Chihuahua no se han convertido en nin-
guna época en los explotadores del triunfo… son de
los primeros en el peligro, pero no se les descubre des-
pués a la hora del cobro de la victoria. Esto hace que
Chihuahua ocupe un lugar preferente en el corazón
de los patriotas. Así pues, iré a Chihuahua en busca de
fuerza, de virtud y de inspiración.
37
9. El encuentro con Siqueiros y Barreiro Tablada
39
traban un gran atractivo en este joven de elevada estatura,
finos modales y plática subyugante, que por elocuente
y atrevida hacía estragos en una sociedad provinciana
deseosa de ponerse al nivel de los tiempos nuevos.
En 1930, David Alfaro Siqueiros y su hermano Jesús
organizaron un círculo de estudios marxistas, en el que
participó Consuelo junto con otros jóvenes chihuahuen-
ses. Poco tiempo después, en julio de ese año, ella decidió
trasladarse a la Ciudad de México, en donde muy pronto
se incorporó al Partido Comunista.24
El ingeniero Salvador Uranga aseguró que Consuelo
había decidido irse a la Ciudad de México porque había
crecido y tenía aspiraciones muy grandes en la vida. Dijo
que su hermana tenía muy buenas amigas y se le aprecia-
41
01. Alfonso Fernández y María del Rosario Fernández,
mamá de Consuelo Uranga.
02. Señora María del Rosario Fernández, mamá de
Consuelo.
03. Arnulfo Uranga Acosta, padre de Consuelo.
Falleció en 1915.
04. Señora Guadalupe Ortiz de Fernández, abuela de
Consuelo Uranga.
05. María del Rosario Fernández con su bisnieta,
Valentina Álvarez Campa.
06. Consuelo, en el extremo derecho, el día de la boda de su hermano Rodolfo con la señorita Margarita
Prado. Rodolfo fue el representante de Vasconcelos en Chihuahua, y después director del periódico
La Antorcha (1937). En 1939 se distinguió entre los seguidores del almazanismo, y al año siguiente se
convirtió en uno de los principales promotores del Partido Acción Nacional. Durante muchos años,
su periódico La Antorcha sirvió como plataforma de este partido. Falleció en 1977.
07. Sentada, doña Margarita Prado, viuda de Rodolfo
Uranga. De pie, Salvador Uranga y la señora Carmen
Guillén.
08. Ramiro Uranga y su esposa, Enriqueta Gil (1949). Fue
uno de los líderes de la empresa chihuahuense durante los
años cincuenta y sesenta. De todos los hermanos Uranga
Fernández quedó huella en la historia de Chihuahua, pero
los más sobresalientes fueron: Consuelo, como fundadora
del Partido Comunista; Rodolfo, como fundador del PAN;
Agustín, misionero católico en la sierra Tarahumara; y
Ramiro, reconocido líder empresarial.
09. Salvador Uranga, Chavol, hermano menor de
Consuelo.
10. Ernesto Uranga, sacerdote jesuita sobrino de
Consuelo.
11. En la escuela primaria 138 de Chihuahua, hoy Museo de la Lealtad Republicana. Consuelo en
la segunda fila, penúltima de izquierda a derecha.
12. Con un grupo de amigos, cuando estudiaba en la
Escuela Industrial para Señoritas (1918).
67
en La Prensa está una foto de ella, y a un lado un galgo
que mató a una niña.
Esa mañana le avisaron a mi mamá y yo la acom-
pañé; estaba Consuelo en la cárcel de Belén. Allí per-
maneció tres o cuatro días, y la soltaron gracias a la
ayuda del doctor con el que trabajaba ella.
Para mi mamá fue una experiencia que no le había
tocado vivir, pero en los años siguientes se acostum-
bró a los sobresaltos que le provocaba la actividad de
Consuelo. La quería mucho y nunca le expresó algún
comentario de censura o de oposición a sus ideas; al
contrario, la ayudó en todo lo que pudo, porque en
el fondo estaba de acuerdo con ella y se identificaba,
porque mi mamá era igual de libertaria y atrevida. Yo
creo que Consuelo era revolucionaria porque así la
había educado mi mamá, aunque ella era liberal por
intuición y Consuelo ya había estudiado las ideas del
marxismo.25
26
El Machete fue fundado el 13 de marzo de 1924, y en varias ocasiones
sus editores fueron encarcelados y las prensas destruidas, dejando
de circular durante varias semanas.
27
Ver el libro Benita Galeana, México, df, Lince Editores, 1990.
69
11. Los ojos verdes de Consuelo
70
Nos agarraron a varios comunistas: Consuelo Uran-
ga, Rosa Pérez, Pedro Juliac y muchos otros. Natural-
mente: ¡Detenidas por insultos al primer magistrado!
Al mismo tiempo, la policía había aprehendido a
un gringo que andaba estafando con un aparato para
localizar tesoros. Al gringo lo metieron en una celda
cerca de la nuestra.
A Consuelo y otras compañeras las habían sacado
a media noche para llevarlas a Belén. Al día siguiente,
el gringo empezó a gritar:
—¡Consuelo! ¡Consuelito!
Yo dije: “Voy a hacerme pasar por Consuelo, para
vacilar a este gringo”. Le contesté:
—¡Aquí estoy! ¿Pero quién te dijo que me llamaba
Consuelo?
—¡Oh!, yo saberlo cuando ellos tomarte declaración.
—¿Y a ti por qué te trajeron?, ¿por bandido?
—¡Oh no! Yo no ser bandido. Yo ser hombre de
negocios. Y tú, ¿por qué estás aquí?
—¡Yo, por comunista!
—¡Oh, mocho malo!
Nos callábamos, y al poco rato el gringo volvía a
gritar:
—¡Aló, Chelo! ¿Tienes colchón?
—¡No!
—¿Y jabón?
—Tampoco
—¿Ya comiste?
—No he comido, figúrate.
El gringo, que tenía mucho dinero, hizo que me
llevaran una colchoneta nueva, jabón Palmolive y
encargó una comida al Regis con gelatinas, pollo
y un montón de cosa buenas. Mis compañeros y yo,
encantados de la vida. Yo repartía las comidas que me
71
mandaba el gringo entre todos los compañeros. ¡Nos
estábamos dando la gran vida!
—¡Consuelito! –volvía el gringo.
—¡Quiúbole!
—¿Has recibido lo que te mandé?
—Sí, muy agradecida.
—¿Sabes, Consuelito? Yo estar enamorrado de ti.
—¡Pues qué bueno! Yo también estoy enamorada
de ti.
—¿Si? ¿Y cuándo enamorrarte de mí?
—Pues cuando te estaban tomando las huellas
digitales.
—¡Oh!, no ser momento oportuno.
El gringo era muy bruto y no se daba cuenta de que
me lo estaba vacilando. Por lo pronto, él seguía cada
vez más enamorado mandándome cosas: desayunos,
comidas y cenas del Regis, en una charola llena de
cosas magníficas. Y así pasaron ocho días.
—¡Consuelito!
—¡Qué hay!
—Voy a pedir cambio a otra celda más cerca de la
tuya.
—¿Pero, para qué?… ¿No estás cómodo allí?
—Sí, pero yo querer ver otra vez tus ojos verdes…
“¡Ahora sí ya la amolamos! –pensé yo– ¡Se acaba-
ron las comidas del Regis! Volveremos al rancho de la
cárcel.”
Como el gringo tenía dinero, consiguió que lo pa-
saran a una celda frente a la de nosotras. Un día de
esos se nos presenta; yo me acuesto con la cara hacia
la pared, para que no me viera:
—¡Consuelito!
—¿Qué quieres?
—Yo querer mirarte.
72
—Estoy enferma. No me molestes.
Al fin del cuento, no pude evitar que el gringo me
viera:
—¡Oh, tú no ser Consuelo!
—¡Bueno y qué!
—Tú ser muy fea… ¡Infeliz! Estarme estafando una
semana… ¡Bandida!
Se puso furioso. Me la rayó en inglés y en español.
Pidió que lo cambiaran a la celda que tenía antes…
Pero durante ocho días, el nombre y los ojos verdes de
Consuelo Uranga nos dieron de comer, como hacía
mucho no habíamos comido.
Unos dicen que hice mal; otros, que hice bien al
explotar al gringo. Yo lo único que sé es que los que
estaban conmigo en la cárcel, se ponían muy conten-
tos cuando llegaban las charolas del Regis. Y luego,
yo pienso: “Al cabo el dinero el gringo lo robó a los
mexicanos, entonces es justo que lo aprovechen los
mexicanos…”
73
12. Consuelo Uranga, precursora del voto
femenino
74
proyectos de Elías Calles, ni tampoco en la plataforma
que le dio sustento a la fundación del pnr.
Al iniciarse la década de 1930, se expresaron con más
claridad y contundencia las demandas del movimiento
feminista revolucionario, y por primera vez el partido de
la revolución (oficialista) tomó en serio los reclamos de
las mujeres y se generalizó la realización de congresos y
agrupaciones femeninas.
82
El Tercer Congreso Nacional de Mujeres (1934)
A punto de iniciarse el sexenio 1934-1940, y cuando a
nivel nacional se vivía un ambiente de gran movilización
política, provocado por la campaña electoral y los discur-
sos del recién electo presidente de la república Lázaro
Cárdenas, el 13 de septiembre de 1934 se inauguró en
Guadalajara el Tercer Congreso Nacional de Mujeres
Obreras y Campesinas, con la asistencia de seiscientas
delegadas de todo el país.
En general, este congreso fue controlado por la po-
sición oficialista del Partido Nacional Revolucionario,
expresándose en las ponencias y en los debates las preocu-
paciones ideológicas que caracterizaron ese sexenio de
gobierno: el anticlericalismo, la educación socialista y el
populismo paternalista. En calidad y en cantidad repre-
sentó un retroceso con respecto al anterior, y en las cróni-
cas se nota la ausencia de las feministas militantes del pcm
(Partido Comunista Mexicano); especialmente se notó
la ausencia de Consuelo Uranga, quien había jugado un
papel determinante en el congreso del año anterior. Una
característica contrastante de este congreso con respecto
al anterior, fue la ausencia de planteamientos exigiendo
el derecho al voto femenino.
Al año siguiente, en respuesta a este congreso, las
feministas independientes promovieron el Frente Único
pro Derechos de la Mujer. Esta organización surgió como
una nueva alternativa, a la cual se afiliaron militantes
de agrupaciones de todo el país. El comité organizador
estuvo integrado por Consuelo Uranga, María del Re-
fugio García, Matilde Rodríguez Cabo, Esther Chapa,
Soledad Ávila Orozco, María Efraína Rocha, Sinosura
Constantino, Rosa Amelia Aparicio, Adelina Zendejas,
Clementina Parra, Sara Miranda, Frida Kahlo, Aurora
83
Reyes, Lázara Meldiu y Dolores Uribe Torres. Los ob-
jetivos principales del Frente Único pro Derechos de la
Mujer, eran los siguientes:
87
a mi primo el libro La dictadura del proletariado, y yo, a
pesar de mi ignorancia, lo estuve leyendo.
Era la época cuando en Tabasco, don Tomás Ga-
rrido, el amigo de Carrillo Puerto, organizó el Partido
Socialista del Sureste y formó la Liga de Trabajadores
con la bandera roja y negra; quizás 1923, porque des-
pués mataron a Carrillo Puerto, cuando la revuelta de
Adolfo de la Huerta.
88
con palabras para los trabajadores, pues había también
ferrocarrileros que se habían quedado sin trabajo y
que eran gente de experiencia sindical. Hablaron mu-
chos, como un cubano, Marichal; pero quien más me
impresionó fue Consuelo Uranga, a quien conocí en
esa ocasión.
Cuando terminó el mitin nos quedamos ahí plati-
cando, y así me enteré que ese día se estaba celebrando
el 1º de Mayo, y que la música que tanto me había
gustado eran las notas de La internacional y el Himno
agrarista. Yo jamás había escuchado el himno de los
campesinos, y ese día se cantó ahí porque ya existía
una organización conocida como célula del Partido
Comunista Mexicano, cuyos miembros participaban
en la organización del pueblo por mejores condiciones
de vida, tanto entre los campesinos como entre los
obreros, que apenas estaban conociendo los trabajos
de la industria petrolera.
91
14. El Partido Comunista de Chihuahua
32
El Heraldo de Chihuahua informó al día siguiente, que habían par-
ticipado como oradores: Carlos Miramontes, por la Sección x de
Mineros (Aquiles Serdán); Adrián Sancristóbal, por los tipógrafos;
Benjamín Sánchez, por la Logia Mariano Escobedo; Antonio Del-
gado, por el Sindicato de Panaderos; Javier Álvarez, por la Cámara
del Trabajo; Ladislao Loya, por la de los carpinteros; y Aurelio Jazo,
por la Sociedad de Padres de la Escuela Práxedis G. Guerrero.
33
Se informaba también que el Partido Comunista se encontraba ins-
talado en la casa número 519 de la calle Juárez, en donde se reunían
sus miembros para tratar sobre los trabajos de organización general.
La convención tendría lugar en el local sindical de la sección 5 de
trabajadores ferrocarrileros.
93
Programa de la convención estatal del Partido
Comunista:
1. “Situación política del estado de Chihuahua, en co-
nexión con la situación nacional e internacional. Apli-
cación de la nueva política del Partido Comunista.”
Expone: Consuelo Uranga.
2. “La penetración imperialista en el estado de Chihua-
hua y la creación del Frente Popular Mexicano.”
Expone: Manuel Gómez Ornelas.
3. “El problema electoral, participación de los traba-
jadores en el gobierno actual. El apoliticismo como
arma de los explotadores.”
Expone: Manuel Reynaldo Gaytán.
4. “La unificación obrera en el estado, su alianza con
el campesino.”
Expone: Jesús Pallares.
5. “Cuestiones de organización.”
Expone: Jesús Pallares.
34
El comunista chihuahuense con más experiencia, era el profesor
de música Jesús Pallares, quien a principios de la década de 1920
había participado en las luchas de los mineros de Santa Bárbara,
influidos por las ideas del Partido Liberal Mexicano.
35
Ante las derrotas que habían sufrido como organización, los
dirigentes del Partido Comunista Mexicano decidieron apoyar la
candidatura de Miguel Alemán a la presidencia de la república,
96
15. Consuelo y Valentín
mayo de 1993.
102
Ni Consuelo ni Valentín tuvieron más hijos. Ella no se
volvió a casar ni regresó al partido como lo hizo él, sino
que enfrentó sola el cuidado y la educación de sus dos
hijas; pero a pesar de esa responsabilidad, no abandonó
las actividades políticas.
Él estuvo presente en la vida de sus hijas, pero desde
una posición muy tangencial, sin compromiso. La rela-
ción posterior entre ellos no dejó huellas, no dejó historia,
y hasta puede sugerirse que no fue entrañable, como si
Valentín hubiera quedado resentido por algo que sucedió
durante o después de la separación, y como si ella no
hubiera aceptado un trato desigual de parte de él respecto
a las responsabilidades de la pareja con sus hijas. ¿Hasta
dónde la posición de Valentín Campa en esta relación fue
solidaria y justa?
Años después de la separación, Valentín se unió a Espe-
ranza García, con quien sostuvo una relación permanente
hasta el fin de sus días. En el libro de sus memorias, el
único dato, la única referencia que le dedica a Consuelo,
es una foto donde ella está dirigiéndose a los trabajadores
en la celebración del 1º de Mayo de 1935, pero ni siquiera
aparece su nombre en el índice onomástico; sin embargo,
en otra parte del libro (p. 267) le dedica un entrañable
reconocimiento a su compañera Esperanza García.38
Desde que me propuse escribir esta biografía, busqué
los testimonios de personas que conocieron a Consuelo
y convivieron con ella en alguna de las tantas facetas de
su vida; lamentablemente, casi todos los informantes con-
temporáneos de Consuelo habían muerto, y cuando por
fin logré una entrevista con el señor Valentín Campa, a
principios de la década de 1990, casi se habían borrado de
Ver el libro de Valentín Campa Mi testimonio, memorias de un
38
mayo de 1993.
105
16. El asesinato de León Trotsky41
106
en esa maniobra, y Diego Rivera, como dirigente de la iv
Internacional Trotskista, fue uno de los gestores del asilo.
Como quiera que sea, Trotsky recibió asilo en México
el 9 de enero de 1937. El presidente Cárdenas ordenó un
tren especial para transportarlo del puerto de Veracruz a la
Ciudad de México, y el gobierno mexicano se hizo cargo
de habilitar la residencia de la calle de Viena número 5,
en Coyoacán.
El licenciado Narciso Bassols atacó con gran fuerza
la medida, subrayando que era una maniobra debida a
un complejo de inferioridad y que constituía un replie-
gue frente al imperialismo, lo que resultaba sumamente
dañino para México.
En su libro de testimonio, Valentín Campa abordó
la situación en aquellos momentos, explicando que los
militantes comunistas mexicanos habían redoblado la
lucha contra Trotsky, siendo uno de los primeros resulta-
dos una pugna entre el presidente Cárdenas y el Partido
Comunista, y agrega que:
111
cera variante: Ramón Mercader, que operaba bajo el
seudónimo de Jacques Monard, asesinó a Trotsky la
tarde del 20 de agosto de 1940.43 Estos hechos fueron
el detonante de un conflicto político para el pc y para el
movimiento comunista internacional. La liquidación de
Trotsky provocó una campaña de grandes proporciones
contra el Partido Comunista Mexicano, el movimiento
comunista internacional y la Unión Soviética.44
Esta fue una de las luchas heroicas que hicieron historia durante
47
124
20. Solidaridad internacionalista
125
21. Con los maestros del Movimiento
Revolucionario
128
22. Con Rubén Jaramillo
el 8 de mayo de 1993.
129
formación, retomamos las caminatas divididos, hasta
el amanecer, sin que se hubiera producido ningún
encuentro ni con los federales ni con los paramilita-
res, que vigilaban muy de cerca a Jaramillo, como se
confirmó unos meses después, con el asesinato de la
familia completa en Xochicalco.
132
23. En el corazón de Fernanda53
133
denuncia. Cuando murió, y aun antes, estaba orgullosa
de sus decisiones.
En relación con esto, hay una historia que ella me con-
tó; tú la ves en las fotos y éstas te confirman que de joven
andaba con guantes, sombrero y era muy elegante. Ella me
lo decía y yo lo creía, aunque, desde que yo me acuerdo,
siempre tuvo en la casa tres faldas, cuatro blusas mexi-
canas y su rebozo. Mi mamá siempre fue muy femenina,
y hay dos factores en el cambio de su arreglo personal:
uno, la capacidad de compra –la situación económica de
ella, que está relacionada con tener más lujos– es nula;
y otra, que es su visión estética de la vida… le fascinaba
la ropa del pueblo.
Consuelo nos comentaba que había devenido en ideas
ateas, reflexionadas a partir de las creencias de una familia
católica, plena de contradicciones con su educación en
un colegio cristiano protestante. Según ella, eso la había
hecho pensar acerca de la existencia, sobre la vida misma,
y a cuestionar los dogmas y explicaciones místicas, hasta
que finalmente se asumió como atea.
De mis recuerdos familiares, mi madre era atea pública,
y sus hermanos, católicos en mayor o menor grado; con
ellos aprendí algo de los rituales cristianos y mucho del
respeto y cariño mutuos, a pesar de las ideologías discre-
pantes de cada uno.
Mi papá contaba que la vio por primera vez en un mitin
que se había organizado afuera de una fábrica, en plena
persecución anticomunista, y que a la hora en que llegó la
policía a aprehenderlos se enfrentaron con lo que tenían
a la mano. Ella no estaba acostumbrada todavía a esos
zafarranchos, y se angustió tanto que gritaba: “¡Válgame
Dios!” “¡Ave María purísima!”… y por esa razón se ganó
el apodo de la monja; pero no le duró mucho, porque muy
134
pronto se transformó y superó la formación que había
recibido en Chihuahua.
Ella estudió en el Colegio Palmore de El Paso, Texas,
y contaba que cuando salía de vacaciones tomaba uno
de los camiones gringos que circulaban de ahí a ciudad
Juárez; en aquellos años, los asientos estaban separados:
una hilera era para los viajantes negros y otra para los
blancos; ella se sentaba invariablemente en la sección para
negros, y siempre los inspectores le llamaban la atención
y le exigían que ocupara el asiento que le correspondía
en la fila de los blancos… y como siempre se negaba, la
cosa terminaba en bronca y la echaban del camión.
Contaba también que cuando emigró a la Ciudad de
México, llevaba la intención plena de buscar a los del
Partido Comunista, porque deseaba participar activa-
mente en las luchas políticas; tenía como antecedente su
participación en la defensa de Sacco y Vanzetti (1927),
y su polémico discurso ante Álvaro Obregón en el mitin
principal de su campaña electoral en Chihuahua.
La década de 1930-1940 fue para ella muy importante;
sale de Chihuahua y se encuentra con un mundo y unos
compañeros totalmente diferentes a lo que había cono-
cido. La amistad entre ella y Siqueiros en esta etapa, fue
determinante. La primera vez que mi papá (Valentín) la
vio en ese mitin en que llegó la policía golpeando, ella
se defendió con valentía junto con los compañeros… y
entonces él se enamoró de ella.
En 1933 está en París, junto a las mujeres del más
elevado nivel ideológico e intelectual. Tenía la ventaja
de que hablaba perfectamente el inglés, y eso le permitió
estar presente en reuniones del más alto nivel; por eso
el asesinato de Trotsky y los más grandes problemas del
momento, los vivió antes que nadie. Cuando viajaba a
México el norteamericano Browder en representación
135
de la Internacional Comunista, ella era la encargada de
traducir los diálogos entre éste y Hernán Laborde. En
aquellos momentos estaba en pleno la lucha a muerte
entre los republicanos españoles contra el fascismo, la
segunda guerra mundial… y los conflictos entre algunos
líderes del comunismo mexicano y Stalin, a la vuelta de
la esquina.
En los treinta, es de las pioneras del movimiento re-
volucionario y participa en una serie de cuestiones muy
importantes, como la fundación de la Liga de Escritores y
Artistas Revolucionarios, la organización del movimiento
obrero nacional, la lucha por los derechos civiles de la
mujer, la fundación del Frente Democrático de Mujeres,
y en las comisiones de apoyo a la república española.
La Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (lear)
fue, como su nombre lo indica, una asociación de artistas
y escritores mexicanos con conciencia social, emanada
de la entonces reciente revolución mexicana.54
Los miembros de la lear difundían las ideas revolucio-
narias en sus escritos y trabajos artísticos, luchando contra
el sistema político y, en particular, contra la censura del
gobierno en el arte. Se oponían a la guerra, a las políticas
de Hitler y Mussolini, y estaban a favor de la República
durante la guerra civil española, donde Consuelo Uranga
144
su lavadora y todos los enseres que le ayudaban a man-
tener cierta limpieza en nuestro hogar.
Tenía un jardín medio salvaje, pero yo lo regaba; le
gustaban mucho las plantas y decía que los animales eran
muy importantes en la educación de los niños; entonces,
en mi casa había toda la vida gatas teniendo gatitos –tuve
una gata que tuvo noventa gatitos en serie–, y además los
veíamos nacer y nos enseñaba a cuidarlos y luego a rega-
larlos y a tratarlos bien. Yo, muy chiquilla, debo de haber
tenido unos cinco años, tuve una gallina que la llevaba a
dormir conmigo a la cama y ahí ponía los huevos.
Mi casa siempre fue refugio de todos los necesitados,
incluidos nuestros amigos. En la huelga del 56 del ipn,
cuando el ejército tomó el internado, muchos de nuestros
amigos de provincia se quedaron en la calle, y ella dividía
la comida entre todos. Revisando su vida y sus recuerdos,
ella decía que estaba muy contenta de todo lo que había
hecho, y que no se arrepentía de nada absolutamente; si
volviera a vivir, volvería a vivir lo que hizo y dar sus es-
fuerzos a lo que ella pensaba que era lo más importante,
que era luchar por las causas mejores.
Ella pensaba vivir cien años; la muerte nunca estuvo en
su pensamiento y nunca quiso hablar de esas cuestiones.
Me había contado que cuando Matilde Rodríguez Cabo
murió, que la habían incinerado y que a ella le había
impactado violentamente el hecho. La mañana en que
ella murió, estaba en la cocina con doña Mary y Tola,
y le dio un dolor muy fuerte y la trajeron a un asientito
que teníamos aquí de toda la vida, y murió precedida de
un rato de dolor, pero atendida; fueron por un médico
de la esquina y ya. Ella no era necrológica en su cultura;
decía: “el día que uno muere, ese día muere; y el dolor es
la ausencia, y no hay más mundo ni más vida…” Creo
que hasta el final fue absolutamente lúcida y clara.
145
Una de las cosas que yo tengo en mi recuerdo, es que
la enterramos en un cementerio al que yo obviamente
nunca volví, porque no tengo esa cultura tampoco… ni
religiosa ni nada; pero era un cementerio municipal de
un pueblito aquí cercano, digamos de acá del df, donde
va toda la gente pobre, y me dio mucho gusto porque
es en Ixtapalapa, cerca de Xochimilco, y pensé que ella
estaría muy contenta de venir aquí a descansar junto con
el populacho, en un jardín tranquilo.
El funeral fue muy sencillo, muy de pueblo, nada de
acto político; porque además yo estoy segura que a ella
no le hubiera gustado. Yo lo único que hice fue decir:
“Quiten el Cristo –porque estábamos en un velatorio del
issste del centro–, quiten todo lo religioso, porque ni ella
era religiosa ni yo lo soy”… y hubo flores de los colores
que llegaban y nada más.
De Chihuahua vinieron mi tío Ramiro, mi tío Rodolfo
–ya estaba muy enfermo– y su esposa, mi tía Enriqueta;
ellos vinieron especialmente al sepelio. Y bueno, la familia
de México y Tina, que también estuvo, y Carmela, que es-
tuvo con ella cuando estaba enferma (como un día que nos
fuimos a un trámite del pasaporte, y ella se pasó aquí todo
el día acompañándola).
La relación familiar siempre la llevó bien; era muy
amiguera y la sobrina también la quería por lo que era ella.
Mi papá no estaba en México, estaba en Monterrey ha-
ciendo sus memorias, y se vino a acompañarla. Salió un
desplegado en el Excélsior dando la noticia de la muerte
de Consuelo Uranga.
146
24. En los ojos de Salvador, su hermano56
152
Epílogo
154
26. En 1929, durante la campaña vasconcelista.
27. En 1934, Consuelo, en un acto agrarista en la Ciudad
de México.
28. En el mismo evento de 1934.
29. A mediados de la década de 1930, poco después de los congresos de mujeres.
30. Consuelo, al centro, en un mítin del Frente Electoral del Pueblo a principios de los sesenta.
31. Niñas Fernanda y Valentina, hijas de Consuelo y Valentín Campa.
32. En Chapultepec, con Valentina en el caballito y
Fernanda en los brazos (aproximadamente en 1938).
33. En el río Sacramento, cerca de la Quinta Carolina,
en Chihuahua.
34. Reunión de compañeros de partido. Al fondo de la mesa Consuelo Uranga, y al centro, de pelo
blanco y lentes, Hernán Laborde.
35. Consuelo, aproximadamente a los 49 años, en los días
en que apoyó la candidatura de Henríquez.
36. Consuelo, de pie y al centro de la segunda fila.
37. Consuelo, en un evento político en la Ciudad de México.
38. Consuelo, caminando por el centro de la Ciudad de
México.
39. Consuelo con la niña Ireri de la Peña, sobrina de
Fernanda.
40. A la izquierda, Consuelo y Fernanda Campa,
enseguida de su hijo Santiago.
41. En la segunda fila, de izquierda a derecha, Rosario Uranga,
Consuelo, Fernanda Campa, su hija Manuela Álvarez Campa
y Salvador Uranga; frente a Consuelo, el niño Santiago
Álvarez (hijo de Raúl). Esta es una foto muy significativa,
porque fue de las últimas que se tomaran de Consuelo.
Apéndice
Documento 1. A los héroes del pueblo El Gatuño,
Coahuila
173
Pueblo Heroico
El Pueblo
Desde aquí hasta donde la vista alcanza, nada hay que
turbe la grandeza de la planicie, amplia como el mar, mar
de limo y arena.
Tierra y cielo. Cielo azul profundo, limpio, que en
el confín del horizonte se corta bruscamente por el filo
moreno de la tierra.
En el centro de la vasta planicie, como una duna alzada
por el viento, emerge el poblado: de la misma tierra, del
mismo color, de bajas techumbres. Los hombres batieron
su limo y arena con agua, formaron adobes secados al
sol y construyeron su morada, hace siglos. Arquitectura
perfecta dentro del paisaje.
Tierra y hombres engañan a primera vista. Reseca y
agrietada se nos presenta la primera, como si en su seno
fuera incapaz de germinar semilla alguna. Seco y callado,
el hombre nos parece impenetrable, con la rudeza de sus
monosílabos, cuando llega a hablar.
Pero la tierra es limo que por milenios fue asentándose
en el fondo de la laguna, desaparecida poco a poco; limo
cargado de materias orgánicas, que esperan sólo el riego
para henchir la llanura de verdor. Y el hombre, cuando
se llega a hallar el camino de su corazón, es venero de
sensibilidad, de simpatía humana, de amor.
175
Pues bien, dentro de este paisaje y con estos hombres,
la historia forjó el drama que enseguida se narra.
Tulises de Matamoros,
que de todos son asombro,
ya les quemaron sus casas,
les quedaron los escombros.
Aquí estuvo él
“Sí –afirman los nietos de los valientes guerrilleros–, aquí
estuvo don Benito. En esta mera casa.” Entramos en el
amplio aposento cuadrangular, vastísimo, tan usado como
habitación única por nuestros campesinos del norte. Es
estancia, comedor y alcoba. En él no hay promiscuidad;
sugiere, eso sí, la entrañable unidad de los seres que se
refugian bajo el mismo techo en su pobreza, con su temor
a los animales salvajes y su aversión al amo.
“En este rincón –continúan nuestros informantes– es-
tuvieron sentados en derredor de una mesa, hablando con
voz queda, don Benito y sus compañeros de lucha: José
María Iglesias, Guillermo Prieto, Lerdo de Tejada…”
178
Después del almuerzo, camina el señor Juárez bajo una
enramada que había frente a la casa; las manos hacia atrás,
los ojos clavados en el suelo. Preocupado, se detiene de
pronto y pide que llamen a González Herrera, jefe de la
guerrilla liberal. Tiene un encargo que hacerle: necesita
un hombre capaz de cumplir una misión de importancia
suma, de vida o muerte. Se ausenta don Jesús y al rato
regresa con el hombre. Alto, barbado, de complexión
atlética, se llama Juan de la Cruz Borrego y es agricultor
de la región.
Se sientan los tres bajo la enramada. Juárez, con su
habitual actitud solemne, les explica: Las once carretas
colmadas de fardos, traen los archivos de la nación.
Los invasores y los traidores quieren apoderarse de esos
documentos. Hasta Chihuahua, a donde él se dirige, el
camino es largo y lleno de acechanzas. Quiere poner en
manos de los tulises esos tesoros, seguro de que sabrán
guardarlos a riesgo de sus propias vidas. Don Juan de la
Cruz Borrego contesta con un parco: “Descuide usted,
señor”, e informa que tiene un puñado de hombres a la
altura de tal misión. Es todo; el indio y el norteño se es-
trechan la mano fuertemente, sin más palabras.
Juárez se apresta a continuar su camino, pero antes
firma dos decretos: uno, dotando a los campesinos de
la región con dieciocho sitios que forman el llamado
Cuadro de Matamoros, dividido en 352 lotes de 113 hec-
táreas 16 áreas 28 centiáreas cada lote; así inicia Juárez
la reforma agraria; el otro decreto concede el grado de
general al valiente Jesús González Herrera.
Por último, con gentileza también innata en él, Juárez
firma y obsequia a la señora de la casa, quien le había
atendido con cálida sencillez, su retrato, con la firma al
reverso. Conocimos a la hija de esta señora, Paula Reyes
Rojas, de 93 años. Ella narra con una claridad excepcio-
179
nal, lo que su madre le contó de la estancia del presidente
Juárez en El Gatuño. Es hija también de Telésforo Reyes,
uno de los guardianes del archivo de los Supremos Po-
deres de la Nación.
Cuentan que, mientras departía con los guerrilleros,
Juárez les sugirió que cambiasen el nombre tan feo de
El Gatuño, por el de Congregación Hidalgo; así se hizo,
como un homenaje del líder de la Reforma al líder de la
Independencia, don Miguel Hidalgo y Costilla, quien por
el mismo camino, 53 años antes, había pasado prisionero
de los gachupines, para ser inmolado en Chihuahua.
Congregación Hidalgo, por su actual población, podría
ya ser erigida en villa; pero los descendientes de los tulises
aseguran que el nombre no cambiará ni aun llegando a
los cien mil habitantes: Congregación Hidalgo le puso él
y así seguirá llamándose siempre.
182
—¡Mátenme de una vez, yo tampoco he de decir
nada! –y lo acribillaron a tiros.
El archivo continuaba intacto en la Gruta del Tabaco.
Los restantes siguieron haciendo sus guardias, sin inmu-
tarse apenas, listos a matar o morir.
Cayeron otros dos bajo tormentos terribles. A Marino
Ortiz, el más perseguido, lograron atraparlo. Cedemos
la palabra a un relator anónimo, que en un importante
documento manuscrito, cuya copia fotostática tenemos
a la vista, dice:
183
Este hombre extraordinario “fue asesinado por las
huestes francesas en desempeño de su cometido como
guardián de los Supremos Poderes de la Unión, en un
paraje conocido por el Charco Seco, al sur y a tres millas
de distancia de la Sierra del Tabaco, donde ahora es co-
nocida la Gruta de los Poderes”.
Otros descendientes de los tulises nos narraron cómo
antes de colgarlo, los franceses y traidores atormentaron
a Marino Ortiz: Le desollaron las plantas de los pies y así
le obligaron a caminar sobre brasas de mezquite; interro-
gado, negó todo. Le quemaron el bajo vientre con brasas,
y nada. Por último, lo colgaron de un árbol y murió sin
revelar el secreto.
Mientras esto pasaba con los guardianes, Congregación
Hidalgo, La Soledad y otras rancherías eran asaltadas por
la caballería invasora que, sable en mano, sacaba a las mu-
jeres y a los niños, se robaban los animales e incendiaban
el maíz, el frijol y todo lo que guardaban los campesinos
en sus casas. El pueblo entero de Congregación Hidalgo
sabía de los archivos; amenazado, jamás dio a los fran-
ceses el más mínimo indicio de su paradero.
189
Documento 2. Un crimen
190
Un crimen
192
—¡Madrecita de Guadalupe, si has parido! ¡Ora sí esta-
mos bien! Voy por la comadrona, espera, no te muevas…
Nada le dolía. Sentía el cuerpo hueco, como si sólo
la piel inflada le hubiese quedado. Empezó a sentir frío.
Los papeles de anuncio que le servían de cama estaban
empapados. Quiso moverse y sintió algo tibio y pegajoso
junto a las piernas. Medio se enderezó: ¡Sangre! Los pa-
peles eran de un rojo desvaído y húmedo. Levantó los ha-
rapos y abrió los ojos redondos y enloquecidos. “¿Qué?…
¿Un hijo?… ¿Ella?… Le…van…tar…se, tra…ba…jo…”
Las ideas pasaban bailoteando sin poder asirlas. Se
irguió. Entre las piernas veía un trocito tibio, rojo, los
bracitos acomodados contra el pecho, las piernas encogi-
das sobre el papel húmedo. “¿Qué?… ¿Un hijo?… ¿Y su
trabajo?… ¿De dónde iba a coger leche, ropa…?”
—¡No! ¡No! –gritó, con un aullido ronco.
Se incorpora. Las manos temblonas y crispadas llegan
hasta el cuerpecito inerme, se cogen a los hombros exi-
guos y… lentamente, lentamente, van resbalando con la
baba sanguinolenta hasta llegar al cuello. Allí se agarran
bien fuerte; tenazas de muerte que se hunden en la vida
nueva y tibia…
—¡Infame! ¡Perra! ¡Señora, por María Santísima, lo
ha matado la hiena!
—Le…van…tar…me. Mi tra…ba…jo. A…ho…ra sí…
Los ojos giran en las órbitas ensanchadas. Una risa de
triunfo mezclada con una tos seca, enciende el rostro con
lívidas flamas de locura.
—Le…van…tar…me… ¿A des…tajo? Me…jor…
¿Tos…tón?… Leche, sí… ja, ja, ja…
Las viejas y los chiquillos de la vecindad callaban,
amontonados junto a la puerta. La comadrona y la vecina,
mudas, junto al cuerpo en delirio.
193
—¿Otro zafarrancho, viejas?
—¡El cuico!
El grupo de curiosos se disolvió al momento; sólo la
vecina y la partera no pudieron huir.
Nada, no conocían mucho a aquella mujer. Salía a las
seis de la mañana, a trabajar tal vez, y regresaba al cuarto
ya de noche, a dormir. Hacía tres días que no salía; pero
ellas ¡tan ocupadas!… Con cinco muchachos una, y los
trapos de fuera que le daban a lavar, no tenía tiempo ni de
volver la cabeza… Hasta hoy en la madrugada, ¡maldita
lata!, no había dejado dormir con sus lamentos. En la
mañanita gritó muy fuerte, y a la buena de Dios que era
domingo; si no, no habría podido oírla.
—¿El marido? ¿No tiene?
—Vaya usté a averiguar. Todo lo que sé, lo dije. (¡Ya
voy, condenadas sanguijuelas!) Ve usté? No es que una
no quiera…
La voz quemada de tabaco y pulque sigue sonando
cada vez más lejana, con su reguero de imprecaciones y
jaculatorias.
Y a la mañana siguiente, en primera plana: “… la
madre desnaturalizada fue puesta a disposición de las
autoridades competentes…”
194
Documento 3. Día internacional de la mujer
Amigas y camaradas:
Hoy en la celebración del día internacional de la mujer,
razones profundas, anhelos y necesidades enraizadas en
el centro mismo de la vida de la mujer.
La que por milenios, dolida y esclavizada, arrastra una
vida sin derechos y es considerada como una propiedad
más del hombre, de pronto se yergue y se rebela, cuando
la estructura capitalista se ve obligada a echar mano de la
fuerza de trabajo femenino. Por estas razones históricas, el
siglo xix es el siglo del despertar de la mujer trabajadora.
Balbucientes, surgen los primeros grupos y las primeras
heroínas de esta lucha que se prolonga hasta nuestros
días: Ernestina Rose, polaca que lucha en Estados Uni-
dos a mediados del siglo xix; Berta von Sutter, austriaca,
premio Nobel de la Paz; Ana Betancourt, cubana, nacida
en 1834; Kartini, precursora del movimiento femenino
indonesio; las egipcias Hoda Charini y Ceza Nabaraui;
en la Rusia zarista, Vera Sazúlitch y Krúpskaia; y una
de las más grandes defensoras de nuestros derechos, la
alemana Clara Zetkin.
En Europa y Norteamérica, en los países más indus-
trializados, se libran las primeras batallas. Las mujeres
exigen el derecho de voto, sus derechos políticos, porque,
pensaban, con ello tendrían un arma eficaz para la de-
195
fensa de sus intereses. Lentamente va robusteciéndose el
movimiento femenino.
Es en marzo de 1847, cuando las obreras de un taller
de costura de Nueva York realizan la primera huelga de
mujeres en el mundo. Obreras, comprenden que la lucha
esencial es por sus demandas económicas; suspenden el
trabajo y salen a la calle. El grupo de mujeres, humilde-
mente vestidas, se acerca a los barrios elegantes de Nueva
York y son reprimidas bárbaramente por la policía yanqui;
se repliegan y continúan su huelga porque la jornada de
catorce horas sea rebajada a diez horas y por aumento a
sus miserables salarios, y vencen.
Sesenta y tres años después, en 1910, un puñado de
unas cien mujeres, procedentes de diecisiete países, entre
los cuales se hallaban representadas las mujeres de Es-
tados Unidos, celebran en Copenague la II Conferencia
de Mujeres Socialistas, y a moción de la gran luchadora
Clara Zetkin acuerdan celebrar cada año la Jornada In-
ternacional de la Mujer. Se escoge marzo y el día 8, como
un homenaje y en recuerdo de la huelga victoriosa de las
obreras norteamericanas. Poco a poco se van añadiendo
grupos de mujeres de diversos países a esta celebración,
hasta hoy, en que millones y millones de mujeres, de
diversas ideologías y matices políticos, y de los más
variados credos religiosos, de todas las clases sociales,
nos reunimos en el mundo. Las que no hemos logrado
aún nuestra emancipación total, para hacer un balance y
proseguir la lucha; las que ya obtuvieron, heroicamente,
al lado de sus pueblos, esa emancipación, para celebrar
la gran fiesta de la mujer liberada.
Esta es, a grandes rasgos, a muy grandes rasgos, la gé-
nesis del día que hoy nos congrega aquí. El 8 de marzo es
una fecha ya grabada en amplios sectores del pueblo mexi-
cano, ya que llevamos casi treinta años de celebrar esta
196
jornada. No obstante, nos vemos obligadas a tener que
repetir su génesis por circunstancias especiales. Querer
cambiar el día de la mujer, que es la jornada por los dere-
chos de las mujeres del mundo entero, es obra de cerebros
calenturientos, y equivale a que los caballeros de la orit,
brazo “obrero” del Pentágono, en un mal rato, intentaran
que el glorioso primero de mayo, día de los trabajadores,
fuese trasladado al 15 de abril aquí en México.
No. El 8 de marzo, que responde a imperativos his-
tóricos, se impondrá, ¡qué duda cabe! El incentivo de su
demanda capital: la liberación total de la mujer. Inscrita
en sus banderas, su tradición de 55 años de luchas y de
triunfos, son la mejor garantía de supervivencia. La mar-
cha de los pueblos es irreversible.
Sin embargo, no es por casualidad que haya surgido en
México, precisamente, este intento de confusión; ahondar
y analizar bien sus causas, es nuestro deber. No hay uni-
dad entre las mujeres que anhelan el progreso de México,
ochenta y tantos grupos femeninos viven desunidos y
aparte; cuando todos coinciden, estamos seguras en dos
o tres de las demandas fundamentales de la mujer mexi-
cana: la igualdad –en todos los órdenes de la vida– de la
mujer con respecto al hombre, la defensa de los derechos
del niño, la liberación de toda dependencia extranjera de
nuestra patria, y la lucha por la paz mundial.
Desunidas jamás lograremos ninguna de estas deman-
das; unidad es la meta impostergable. ¿Que es una tarea
difícil la unidad? Por supuesto. Todo lo que vale, cuesta.
Es necesario que emprendamos, con clara visión, la lucha
a muerte contra el sectarismo; más amplitud de miras, más
tolerancia, más comprensión… Tú eres creyente, yo no;
pero ambas anhelamos la independencia de nuestra pa-
tria, como premisa insoslayable para el logro de nuestra
emancipación total. Unámonos por esto. Tú crees en un
197
sistema de propiedad privada, yo estoy por el socialismo;
pero ambas nos sentimos discriminadas en nuestro tra-
bajo. Luchemos juntas por nuestra igualdad. Soy obrera
yo, profesionista tú, pero sobre las dos pesa como lápida
el actual sistema de impuestos. Unámonos para luchar
contra esto.
El respeto absoluto a los fines específicos de cada or-
ganización de mujeres, a su manejo interno, y la unión
en uno, en dos o en tres puntos concretos, es la clave de
la unidad. Que este 8 de marzo sea el punto de arranque
para esta unidad.
Las mujeres de México conquistamos nuestros dere-
chos políticos. Hay que enseñarle a la generación de mu-
jeres que es nuestro relevo, que esos derechos no se nos
dieron graciosamente: Los conquistamos en lucha abierta,
con represión y cárceles, en medio de mil renunciaciones,
porque ni nuestros propios maridos aceptaban que no
llegáramos a la hora de comer, o que no tuviésemos los
calcetines remendados por andar de mitoteras exigiendo
el voto. Y tras de nosotras, otra oleada de mujeres de
vanguardia ya había luchado y sufrido por ese derecho…
y otra y otra, a través de nuestra historia.
El derecho de voto se nos concedió por el presidente
Ruiz Cortines; pero hay que recordar que en ese perio-
do electoral, los cuatro candidatos a la presidencia de
la república –Lombardo Toledano, Enrique Guzmán,
Cándido Aguilar y Adolfo Ruiz Cortines– levantaron en
sus plataformas electorales la concesión de los derechos
políticos a la mujer, de llegar a la presidencia. Ninguno
de ellos nos otorgaba una gracia; éramos las mujeres de
México las que habíamos arrancado ese derecho.
Y sin embargo, miles y miles de mujeres no lo aquilatan
en todo lo que vale; nuestra indigente democracia es la
mejor fuente de desánimo. Votar, ¿para qué?, se dicen, si
198
queda el que quieren los de arriba. Sabemos muy bien la
enorme fuerza en potencia que significa el voto en manos
de la mujer. Unidas en el más amplio frente, realicemos
una cruzada a lo largo de México para hacer comprender
a todas las mujeres el arma valiosa que tenemos en nues-
tras manos. Enseñémosles que la democracia tampoco es
una gracia, se conquista en lucha de cada día, se impone.
Llevar a hombres y mujeres a puestos de elección, capaces
de servir a su pueblo y no para enriquecerse a costa del
hambre de ese mismo pueblo, no es cosa irrealizable, a me-
nos que hayamos perdido la fe en la fuerza de las masas.
Luchar cada día y cada hora contra el conformismo,
contra la resignación; darle al pueblo –y con él a la mujer
mexicana– fe en sí mismo, en su fuerza que puede hacer
cambiar el curso de la historia, he allí una tarea urgente.
Unidas podremos lograrlo. Que este 8 de marzo sea al
punto de arranque de esta jornada cívica urgente, que
abarque a millones de mujeres.
En fin, no voy a detenerme en narrar las condiciones
infrahumanas en que vive la mayoría de nuestras mujeres,
porque de sobra lo sabemos.
El remedio está en la organización, la unión y la lu-
cha. Nuestra Constitución nos otorga estos derechos. No
esperemos a reunir grandes contingentes de mujeres en
teatros o locales enormes. Una casa de vecindad, de esas
que ha denunciado tan certeramente Adelina Zendejas;
las puertas de las fábricas donde laboran mujeres obreras,
nuestro propio barrio, el centro de trabajos donde gana-
mos nuestro pan, son la tribuna adecuada para emprender
esta cruzada. Manos a la obra.
Hay que hacer notar cómo, desde su nacimiento, la
organización de la mujer ha tenido un carácter inter-
nacional. Se ha elogiado mucho la intuición femenina,
y creo que en esto hemos demostrado una visión muy
199
amplia. Así, repudiamos el nacionalismo ciego. Somos
mexicanas, amamos nuestra patria y estamos orgullosas
de nuestras ricas tradiciones; pero sabemos que la coope-
ración con todas las mujeres del mundo es la clave de
nuestro triunfo.
Baste recordar cómo, en los momentos de la invasión
yanqui a Playa Girón, las mujeres y el pueblo de México
vibraron al unísono para apoyar a la Revolución Cubana,
a la mujer cubana, al pueblo de Cuba.
Recordemos en qué forma las mujeres y el pueblo y el
gobierno de México, se alzaron en ayuda de la república
española, agredida por las hordas de Franco; y en qué
forma, ahora, siguen con interés la lucha creciente y he-
roica que las mujeres, los estudiantes y el pueblo español,
libran hoy día para derribar la tiranía que por más de un
cuarto de siglo los ha oprimido.
Recordemos cómo, en 1917, nuestro gran Emiliano
Zapata, desde sus montañas sureñas, enviaba una carta
a Lenin –a nuestro Lenin, también– en apoyo de la Gran
Revolución de Octubre. Y es que, aparte de ideologías, las
mujeres y el pueblo mexicano se sienten hermanados a ese
pueblo señero que, a sangre y fuego, abrió el camino de
su liberación. Las mujeres soviéticas se nos adelantaron,
y por lo mismo son paradigma y ejemplo; que no traten
los reaccionarios trasnochados de separarnos de ellas,
aduciendo la diferencia de regímenes. Son mujeres como
nosotras que, al liberar su patria, alcanzaron su propia
liberación; que ellas abrieron el camino a las demás mu-
jeres del mundo, con su sangre y su vida.
No olvidamos, por supuesto, este Día Internacional
de la Mujer, a nuestras queridas hermanas chinas, que lu-
chan denodadamente por construir una patria feliz, como
tampoco olvidamos a las mujeres de Checoslovaquia, de
Hungría, de Polonia y demás países del campo socialista.
200
Enviamos nuestro encendido saludo a las guerrilleras
de Guatemala, de Colombia, de Nicaragua, de Venezuela,
y muy especialmente a las gloriosas mujeres del Paraguay.
La sangre derramada por ellas y sus hombres, no será
inútil. En su acción heroica está la semilla de la libera-
ción de todos nuestros pueblos de América Latina. Por
último, aun cuando no al último, desde acá va nuestra
mano a estrechar la mano de las mujeres del continente
negro, de África.
Lucha, heroísmo por doquier. Alegría inenarrable de
la lucha y del triunfo. La libertad se conquista así.
Gabriela Mistral dice en un verso que “la tierra está
ceñida de caminos”. Que por un camino o por otro, las
mujeres de México logremos unirnos en la meta: un mun-
do de niños que rían, de jóvenes que logren sus sueños
en plenitud, de mujeres y hombres felices; un mundo de
unidad humana, de paz, de amor.
Consuelo Uranga
Primera versión, 8 de marzo 1965.
201
Documento 4. Campaña de Hernán Laborde
202
Este libro se editó en la Ciudad de México.