Duelo Por Suicidio
Duelo Por Suicidio
Duelo Por Suicidio
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Olga Ramos Calvo – [email protected] 1
TFC Título EXPERTO EN DUELO EN EL CICLO DE LA VIDA IPIR 2021-2022
Resumen y propósitos:
Nos mueve la empatía y sensibilidad, así como el conocimiento adquirido como Coordinadores
del Grupo de Ayuda Mutua de Psicólogos Princesa 81, con el firme propósito de amortiguar en
la medida de lo posible el duro impacto, y no aumentar aún más el dolor de los supervivientes.
Para esta finalidad, se han intentado adaptar los avances correspondientes a la fase de
aturdimiento-choque del modelo de Psicoterapia Integrativo-Relacional a la intervención en
crisis, teniendo en cuenta el tratamiento del duelo posterior, y las tareas “abordables” y
accesibles en este momento tan temprano de la intervención.
Como responsables de la Red Nacional de Psicólogos para la Prevención del Suicidio, y de los
Grupos de Ayuda Mutua para supervivientes junto a Carlos Soto en Psicólogos Princesa 81
(Madrid), hemos desarrollado este material para los profesionales de nuestra red, para cualquier
profesional de emergencias (sanitario o no), y esperamos que resulte útil también para los
supervivientes que nos solicitan con frecuencia material de consulta, confiando en que resulte
de la mayor utilidad posible.
Por último, agradecemos a todos los supervivientes cuyos testimonios hemos rescatado para
este trabajo, su valor para compartir sus testimonios, y erigirse en el faro a seguir por los
profesionales. Vosotros sois la clave.
mi cabeza no podía pensar en nada, todas esas preguntas ya las había respondido en
mi cabeza que no dejaba de trabajar y buscar respuestas…, no soportaba que me
apremiaran a que habláramos, que lloráramos, yo ya estaba llorando… Necesitaba
que se callaran… Pensaba esto es un sueño y cuando me despierte, todo estará como
antes, nada de esto ha ocurrido… pero al oírle a la psicóloga hablar de avisar a
familiares, que si necesitábamos nos acompañaban a darles la noticia del
fallecimiento de mi hija, los preparativos del funeral…mi cabeza sólo se centró en
eso, pensando cómo iba a avisar a mis familiares, hice una lista de a quién había que
llamar al día siguiente, qué personas se encargarían de llamar a otras personas...
Muchas veces me he preguntado ¿Cómo fui capaz?, ¿Cómo es posible que en un
momento así con toda la confusión, el dolor extremo y la desesperación que sentía,
me pusiera a planificar el día siguiente?”
Este concepto señala cómo a ciertas personas no se les da el derecho a vivir su duelo
y no reciben el apoyo de su entorno o las facilidades que habitualmente se dan en otras
situaciones de duelo, por ejemplo, limitar o flexibilizar las responsabilidades, posibilidad
de bajas laborales, ser reconocidos como dolientes y ser escuchados y apoyados.
Según Kenneth Doka, que definió́ el concepto en 1989, hay cuatro categorías de
duelo desautorizado:
1. La relación de parentesco
2. Circunstancias de la muerte (Natural, Accidente, Suicidio y Homicidio, por ese
orden en cuanto a dificultad para superar la pérdida).
Las personas en duelo por suicidio experimentan una prevalencia del 78% de duelo
complicado. (Dyregrov, Nordanger y Dyregrov, 2003)
El duelo por suicidio es una de las experiencias más difíciles de afrontar. Más del
40% familiares de personas que se quitan la vida, acaban enquistando su dolor y
convirtiéndolo en una patología psicológica. (Bobes, J. 2018). Entre las muertes
violentas, se considera que el suicidio de un ser querido provoca el duelo más devastador
para sus allegados (Jordan, 2008). Los resultados de un estudio (Dyregrov, Nordanger y
Dyregrov, 2003) muestran que las personas en duelo por suicidio experimentan una
prevalencia del 78% de duelo complicado.
El proceso de duelo que se inicia tras este tipo de pérdida posee unas características
muy específicas que lo diferencian de otros tipos de duelo y lo convierten en uno de los
procesos más difíciles de afrontar para el ser humano. Las personas en duelo por el
suicidio de un ser querido se preguntan con mayor frecuencia por qué ocurrió,
experimentan un estado de shock más intenso y de mayor duración, sufren mayores
niveles de culpa y vergüenza, padecen mayor aislamiento social…, etc. Asimismo, el
suicidio provoca más impacto en la vida de las personas y en la familia.
Entre las muertes violentas, el suicidio de un ser querido genera en los allegados una
sintomatología de duelo muy intensa y persistente, con características específicas
respecto a otros duelos, como elevados niveles de culpa, rumiación acerca del porqué,
menor apoyo social, estigma, vergüenza, entre otras (Jordan, 2001). Las personas en
duelo por suicidio experimentan mayores niveles de culpa que cuando la pérdida se ha
debido a otras causas.
Entre las características específicas del duelo por suicidio, figuran la necesidad de
dar un sentido a la muerte y comprender por qué́ la persona se suicidó́ , los intensos
sentimientos de culpa y responsabilidad por la muerte, el sentimiento de abandono y
rechazo, y la ira (Young et al., 2012).
En el caso del suicidio de una persona muy cercana, incluso la anticipación del
suicidio parece no tener efectos significativos en la reducción de la reacción ante la
pérdida (Miyabayashi y Yasuda, 2007).
Las personas que pierden a un ser querido por suicidio tienden a sentirse culpables
por no haber sabido identificar ninguna señal que hiciera prever el suicidio, o bien, en el
caso de la pérdida de un hijo por suicidio, al cuestionarse su identidad como “buena
madre” o “buen padre”, es decir, por sentir que han fracasado en su rol protector. La
culpa en el duelo en general, y en el duelo por suicidio en particular, se asocia a la idea
de no haber hecho algo para prevenir o evitar la muerte, o haber hecho algo que ha
contribuido a ese resultado.
Perder a un hijo es una de las situaciones más difíciles de afrontar, porque contradice
las creencias personales sobre el orden natural de la vida, según las cuales los hijos deben
sobrevivir a sus padres (Janoff-Bulman, 1992; Hendrickson, 2009; Parkes, 1975). La
muerte de un hijo se percibe con frecuencia como un fracaso en el rol protector que los
padres desempeñan, especialmente cuando la muerte ha sido por suicidio. En la pérdida
de un hijo por suicidio, los sentimientos de culpa pueden llegar a ser tan abrumadores
que sobrepasen la capacidad de los padres para regular sus emociones y aprender a
manejarlas.
Como dice Richard Erskine <<No es el trauma lo que destruye la psique humana,
sino la ausencia de una relación durante el tiempo en que ocurre un acontecimiento
traumático, o inmediatamente después>>.
En los trabajos de Bessel Van der Kolk (1996) acerca del trauma y su impacto en la
memoria, se concluye que la disponibilidad o no de contacto es el factor decisivo para
que una experiencia pueda llegar a ser un trauma, más decisivo aún quizá́ que la propia
agudeza del evento. Es decir, que la valoración del evento sea una muerte o un trauma,
está muy mediatizada por la presencia o ausencia de una relación de apoyo con otro ser
humano.
La falta de apoyo es un factor de riesgo para la evolución del duelo, y así́ ha sido
descrito en numerosas investigaciones (Klass, 1988; Parkes, 1972). Una misma
experiencia de duelo puede vivirse desde la soledad y el aislamiento como algo
traumático, o desde la relación con los que te rodean, te comprenden, y te sostienen,
como una experiencia difícil, pero, aun así́, aceptable. Esta necesidad de vinculación
como protección ante el trauma hace que hoy sea universalmente aceptado que el aspecto
nuclear de la intervención aguda en crisis, sea la provisión y restauración del apoyo
social (Raphael, 1983).
¿Qué decir?
- “Que duro que estés pasando por algo tan difícil, que te sientas tan impotente y
triste cuando piensas que no pudiste hacer nada…, no me extraña que sientas ese
peso sobre los hombros, siento mucho por lo que estás pasando…”
- “¿Qué paso hoy diferente de otras veces que te debería haber hecho sospechar
lo que iba a hacer?”
- “¿Cómo lo hubieras podido hacer para no dejarle/a solo/a nunca?
- ¿Qué crees que podrías haber hecho distinto?”
- “Dices que te sientes culpable/impotente por no haberlo podido evitar, quizá
había dicho tantas veces antes que no podía más y aun así tiró adelante, que esta
vez no le diste más importancia y pensaste que también iba a salir adelante…”
- “¿Te estás juzgando por lo que sabes ahora que ha sucedido, o por lo que sabíais
en ese momento?”
En los GAM (Grupos de Ayuda Mutua), una solicitud frecuente de los supervivientes
es la de aprender respuestas asertivas, o cómo zafarse de las preguntas incómodas.
Superviviente: “Si tuviera que decir qué me ayudo tras el suicidio de nuestra hija,
sería sobre todo hablar, poner en palabras el hecho, nombrar la palabra suicidio.
Siento, y más con el tiempo, que marcó un antes y un después, me atrevo a decir que
marcó el comienzo de mi duelo. De igual manera, entender la expresión de todo el
sufrimiento que pudo tener e identificarla con la depresión, le dio otro sentido a la
culpa, diferente a como la veía antes.
Pude empezar a perdonarme los errores cometidos, trabajarlos, entender que
venían del miedo inconsciente a ver peligro en lo que más quería.
Hablar, hablar, dar salida a todo lo que iba apareciendo en mi cabeza, creo que,
lentamente, fue descargando el peso de la tristeza.
Es verdad que para ello conté con un entorno que me escuchó, que permitió que
pudiera expresarme…”
- Hay muchas preguntas: “¿Por qué lo hizo?, ¿Qué hicimos mal?, ¿Qué podíamos haber
hecho para evitarlo?, ¿No le importábamos nada?, ¿No se dio cuenta de que su muerte
nos iba a destrozar?”.
Una reacción muy frecuente en las personas que pierden a un ser querido de forma
repentina e inesperada es <<No puedo creerlo>>. Cuando la pérdida se ha producido por
suicidio, este sentimiento de incredulidad se intensifica, puesto que es muy difícil
entender y asumir un hecho tan traumático. A muchos supervivientes les resulta
imposible creer que una persona que conocían tan íntimamente y a quien amaban, podría
haber estado pensando en poner fin a su vida sin que ellos fueran conscientes de ello.
El suicidio destruye el sistema de creencias que los dolientes tenían acerca de su ser
querido, de ellos mismos y del mundo en general, lo que provoca ese sentimiento de
incredulidad. En ocasiones esta incredulidad puede llevar al superviviente a negar que
su ser querido se ha suicidado. Generalmente, este estado de negación se mantiene
durante un corto periodo de tiempo, pero en algunos casos puede durar toda la vida.
- “No me lo puedo creer, no me entra en la cabeza, está tan lleno de energía y vitalidad,
¿Está Ud. seguro?”.
- “No es posible, Ud. se debe estar confundiendo”.
- Me lo comunicaron por teléfono, yo estaba en la playa y no podía creérmelo…, sólo
gritaba una y otra vez: ¡no, mi hijo no!, ¡no puede ser!!-, me encerré, y apagué todas
las luces, sólo quería estar sola.
Este estado de shock, en el caso de la muerte por suicidio, puede prolongarse durante
meses e incluso el primer año tras la pérdida. Cuando este mecanismo de anestesia
emocional va cediendo, la persona suele tener la sensación de que se encuentra cada vez
peor, de que quizás esté cayendo en una depresión. Es muy importante señalar que este
es el proceso natural del duelo: al disminuir el entumecimiento, la persona comienza a
experimentar los sentimientos que han estado anestesiados en toda su crudeza, de ahí esa
sensación.
Cuando una persona ha sufrido una pérdida (accidente, suicidio…, etc.), no precisa
nada más de nosotros que un apoyo, un humano con el que compartir.
No necesita frases célebres ni respuestas, puesto que nosotros mismos no estamos
en disposición de dárselas. La escucha activa y la comunicación no verbal, adquieren
mayor relevancia que las palabras. (Nomen Martín, Leila).
“Hay dos impulsos que debemos saber manejar: el impulso de animar a la persona
en duelo, y el de hacer que se despida de su ser querido fallecido. Ambos impulsos tienen
poco que ver con la experiencia de duelo del cliente, y mucho con la dificultad del
profesional para manejar la propia” (Alba Payás).
Apoyar a la persona en ese sentirse culpable, valida la función de este estado, a pesar
del sufrimiento que genera. Con ello se abre la posibilidad de hacer el duelo por el fracaso
del rol protector, que es la tarea subyacente al estado de culpa.
Ante la Impotencia “no pude evitar que se suicidara” (que se describirá más
adelante), una vez reestablecida la sintomatología aguda o disminuido el nivel de alerta
fisiológica, puede resultar mucho más eficaz confrontar de manera suave y benigna con
sus limitaciones:
- Si Ud. hubiera sido tan audaz, como para saber que su hijo estaba tan mal, habría
tenido la clarividencia de que esta vez iba en serio, y entonces habría podido
protegerle, y se habría sentido una buena madre para poder evitarlo…, qué duro no
contar con esos superpoderes de la clarividencia…
- Dices que te sientes impotente por no haberlo podido evitar…, claro, ella había dicho
tantas veces anteriormente que no podía más, y aun así tiró adelante, que esta vez no
le diste más importancia y pensaste que también iba a salir adelante…
- Qué duro que estés pasando por algo tan difícil, que te sientas impotente y triste
cuando piensas que no pudiste hacer nada, no me extraña que sientas ese duro peso
sobre tus hombros, siento mucho por lo que estáis pasando, no puedo ni imaginar
cómo debe ser perder a una hija de una manera tan terrible…
En estas ocasiones dar información sobre los hechos a veces es suficiente, pero
podemos caer en el error al acompañar en el proceso de inicio del duelo, de querer
“rescatar” de su sufrimiento de manera prematura al superviviente. Es importante no
mentir al superviviente y admitir honestamente: “No puedo responder a si sufrió o no
en sus últimos momentos”. En caso de estar seguros podemos trasladar a la persona que
“se hizo todo lo humana y técnicamente posible por su familiar, pero los esfuerzos no
fueron suficientes por el alcance de las lesiones”.
La premisa es que cuando la persona niega algo, esto se hace más grande, y para
resolver un estado, hay que atravesarlo. Si tengo miedo, no hablar del miedo lo
acrecienta. La idea es contemplar la posibilidad de que si hubo sufrimiento durante unos
minutos.
La manera es separar las partes y ambas posibilidades: “Hay una parte de ti que
piensa que sufrió en los últimos momentos; y otra parte de ti que dice lo contrario: que
no sufrió o que fue muy rápido y no se dio cuenta de nada…”.
Ante el Enfado, la Ira. En los momentos iniciales tras un suicidio los dolientes
pueden sentir ira con mucha frecuencia que puede ir dirigida contra: otros familiares,
profesionales de la salud, Dios, o contra el mundo en general…
También puede ir dirigida contra el fallecido por diferentes motivos; haberles
abandonado y haberles provocado ese intenso sufrimiento, por no haber buscado ayuda,
por las precauciones (engaños) para evitar que se lo impidieran…, pero es más difícil
que este enfado con el ser querido se manifieste abiertamente en los momentos iniciales.
Se trata de una respuesta irracional sí, pero muy frecuente, natural y también muy
humana.
El enfado cubre varias necesidades también, es una manera de seguir siendo “fiel a
la relación”, una forma de expresar la dificultad para aceptar las circunstancias y también
la realidad de la muerte, que puede perdurar en el tiempo.
Hay dos impulsos por parte del acompañante en el inicio del duelo que debe saber
manejar: el impulso de simplemente animar o distraer al superviviente, y el de hacer que
se despida de su ser querido fallecido. Ambos impulsos tienen poco que ver con la
experiencia de duelo del superviviente, y mucho con la propia dificultad del
acompañante en duelo.
Necesidades fundamentales
- Ser escuchadas.
- Ser creídas en todo lo que cuentan.
- Ser respetadas en su forma de vivirlo.
- Poder mostrar su vulnerabilidad y expresar sus emociones.
- Escuchar con el corazón, sin juzgar. Esto es probablemente lo que más puede ayudar
al superviviente.
- Estar dispuesto a sentarse en silencio junto a la persona cuando no se sienta con
fuerzas, o con ganas para hablar.
- Aceptar la intensidad de su dolor y todos los sentimientos que experimenta sin tratar
de cambiarlos.
- Tolerar y aceptar la interminable búsqueda de <<porqués>>.
- Tomar conciencia de que la persona necesita buscar una explicación y evitar
comentarios como: <<deja ya de atormentarte>>, <<no conduce a nada que sigas
preguntándote por qué>>, o <<nunca vas a encontrar la respuesta>>, no suelen
ayudar mucho, y pueden aumentar los sentimientos de inadecuación.
Normalizar es asegurarle al doliente que lo que siente, piensa, hace… (o, todo lo
contrario, lo que no puede sentir, o no pue de hacer…), es totalmente normal, y lo natural
en su situación. Esto valida sus reacciones, las legitima y confirma, y también
desculpabiliza acerca de lo que le ocurre, no es un ser extraño, ni débil, ni se está
volviendo loco, y, además, puede seguir sintiéndolo… “Esto que te ocurre, le sucede a
la mayoría de la gente cuando pasa por lo que tú estás pasando…” (García-García, et
al., 2001).
-Se inicia con empatía, si, es decir: siendo sensitivo con el sufrimiento del otro, e
identificándose con las sensaciones, necesidades, o sentimientos de la otra persona.
Será necesario ser sintónico con aquello que está compartiendo con nosotros que le
hace sufrir, y le ha puesto en una situación tan difícil. Ante manifestaciones como:
“Nadie me entiende”, una intervención asintónica sería responder: “Yo sí que te
entiendo”, o “yo soy tu amigo…”.
Otros ejemplos de fallos de sintonía con el superviviente serían, por ejemplo: cuando
la persona muestra su enfado con la atención sanitaria o el tratamiento médico: “Esa
psiquiatra era inexperta y demasiado joven, seguro que si le hubiera atendido alguien
más curtido nada de esto hubiera pasado”; responderle: los médicos hacen lo que
pueden…
Para estar en sintonía con las emociones del superviviente, debemos estar dispuestos
a sentirnos impactados, y mostrar nuestra atención e interés, por el sufrimiento que nos
traslada. Ser capaces de identificar claramente la emoción por la que está atravesando, y
adaptar nuestra intervención según sea: enfado, miedo, o tristeza, empleando un tono y
gesticulación congruentes con la emoción y diferentes reacciones que detectemos.
Por ejemplo: en lugar de tratar de reducir el enfado, o distraerle para calmarse (que
sería la intervención asintónica), sería más adecuado una respuesta tipo: “No me extraña
que estés tan enfadado después de…”, “Tiene tanto sentido que estés enfadada con él
por no haberte permitido ayudarle/ por cómo se las ingenió para que nadie le
interrumpiera…”, en lugar de buscar un chivo expiatorio, minimizar su reacción y
tratarla como desmedida, o simplemente cambiar de tema: “tienes que pasar página…”,
“ahora está en un lugar mejor...”. Más adelante desarrollaremos cómo identificar las
emociones y adaptar la intervención a cada una.
Comunicación de malas noticias del fallecimiento por suicidio con población adulta
y con menores, en el contexto de la emergencia.
Quizá sea esta una de las tareas más difíciles para el personal de emergencias, por
la falta de práctica, la escasa formación y “por ir en contra” de su práctica habitual que
consiste en aliviar el dolor y sufrimiento. A la hora de comunicar malas noticias por el
fallecimiento por suicidio a un familiar, sabemos con certeza que vamos a provocar un
intenso sufrimiento en la persona, y que su vida ya nunca volverá a ser igual después de
escucharnos. El proceso de comunicación de malas noticias (si se hizo de manera
presencial o telefónicamente, de manera apresurada, con o sin eufemismos, en compañía
o no de familiares o allegados…, etc.), es un factor determinante en cómo se inicie el
proceso de duelo, y puede ser clave en el desarrollo de un posterior duelo complicado.
“Una mala noticia bien dada, y nada cambia. Una mala noticia mal dada, y todo
cambia…”.
Hay varios factores que conviene tener en cuenta previamente, y evitar en la medida
de lo posible la improvisación, delegando esta tarea en la persona que esté presente más
preparada y con más experiencia para hacerlo, no necesariamente siempre es un
sanitario.
¿Cómo se comunica?
- Comunicación no verbal: movimientos lentos, tono de voz bajo y sereno, uso del
contacto físico (solo si es correspondido), utilizando el nombre familiar de la persona,
situándonos a la misma altura, y manteniendo el contacto visual.
¿Cuándo se comunica?
Lo antes posible, no demorar la comunicación innecesariamente por
sobreprotección, o dificultad para hacerlo, porque levantaría falsas expectativas y
esperanzas, nada más ansiógeno que la incertidumbre. No se debe decir “está muy grave”,
cuando hace horas que murió…
¿Dónde se comunica?
En un lugar tranquilo, privado, y seguro, que favorezca la intimidad, apartado de la
presencia de curiosos/as y testigos (el interior de la ambulancia, por ejemplo), lejos de
ruidos o interrupciones, donde puedan estar cómodo/as y desahogarse a su manera, sin
sentir vergüenza por hacerlo. Comunicarlo con las personas sentadas, especialmente por
las reacciones físicas que pueda tener. (“Fue tan impactante, tan doloroso, que no lo
soporté y perdí el conocimiento”, “No pude dar ni un paso más, allí mismo caí
fulminada al suelo, me desmayé”).
¿Quién lo comunica?
El profesional médico responsable de la atención sanitaria al fallecido/a será el
interlocutor principal, no obstante, será el profesional disponible en el lugar que se
encuentre más capacitado o preparado para la comunicación de la mala noticia. (Podría
requerirse los servicios disponibles según la Comunidad Autónoma: Samur, Summa112,
SEM, Euskal DYA, Colegio Oficial de Psicólogos, Cruz Roja, que cuentan con
psicólogos especializados en intervención en crisis.
¿Qué se comunica?
Emplear la técnica narrativa, haciendo una descripción sencilla y breve de los
hechos del suceso. Lo más aséptico posible, sin tratar de “edulcorar la realidad”,
asegurando que se ha hecho todo lo humana y técnicamente posible por su familiar, y
finalizando con el desenlace.
Una vez dada la noticia, es importante responder a todas las dudas y preguntas que
surjan, siempre que conozcamos la respuesta y estemos seguros. En caso de no
conocerlas, lo admitiremos abiertamente: “no se responderle a esa pregunta”. Hacer
testigo de ese dolor, sin intentar minimizar o llevar a lo positivo a la persona. Es
fundamental no mentir, no podemos responder a si sufrió o no, o si se acordó de su familia
en los últimos momentos, por ejemplo. Compartir con el/la familiar ese estado de
incertidumbre es mucho más reparador que la mentira, y aumenta la confianza en el/ la
profesional.
Todas las pérdidas de hijos, son muy dolorosas, pero cuanto más joven sea el hijo, más
dolorosa se siente la pérdida. Tras el suicidio de un hijo, los padres sufren el silencio del
entorno, lo que inhibe el proceso de duelo. La culpa es más intensa que en otros tipos de
duelo (Acción u Omisión).
Frecuentes autorreproches:
- “Tenía que haberme dado cuenta de que sufría tanto”
- ¿Pudimos hacer algo por evitarlo?
- ¿Cómo no nos dimos cuenta?”
En los supervivientes al suicidio de un hijo, detrás de la culpa no solo está la pérdida de su
hijo, está la pérdida del rol de buenos padres, la capacidad de proteger a tus hijos, y sentirse
culpable, es una forma también de mantener la continuidad de ese rol (seguir cuidándole).
Apoyar a la persona en ese sentirse culpable, valida la función de este estado, a pesar del
sufrimiento que genera. Con ello se abre la posibilidad de hacer el duelo por el fracaso del
rol protector, que es la tarea subyacente al estado de culpa.
Fracaso en el rol protector de la relación: Los padres sienten que han fallado como padres,
que no han ayudado al hijo a crecer y superar la vida, que no han protegido a su hijo, o que
no han sabido educarle o quererle, y esto genera una intensa angustia, y sentimientos
extremos de culpabilidad, por no haber detectado el sufrimiento, y de haberlo detectado:
por no haber hecho “lo suficiente”.
- ¿Pero qué espanto de madre soy yo que no me he dado cuenta?
- ¿Qué hecho yo mal para que sea una persona que sufra tanto?
- Te vuelves loca con el sentimiento de culpa…
- ¿Cómo puedes soportar ni siquiera estar viva?
- Circunstancias de la muerte.
- Aspectos Relacionales.
Antes de cualquier otra cosa, convendría distinguir tres tipos diferentes de culpa, y
dificultad para elaborar la misma:
1. Culpa sobre las circunstancias de la muerte: “No debería haber muerto de esa manera”,
“No fui capaz de detectar las señales”, “Justo esa misma tarde habíamos tenido una
discusión”, “No pensé que la situación era tan grave, lo había dicho tantas veces…”
2. Culpa sobre aspectos relacionales (probablemente la que requiere una intervención más
exhaustiva y difícil): “Le hice algo que le hizo sufrir, no he sido un buen padre/ madre,
no he sabido quererle como él necesitaba, no he podido despedirme ni pedirle perdón
por aquello que le hice…”.
Lejos de ciertos abordajes de la culpa ya anacrónicos, la culpa es una emoción que debemos
utilizar para elaborar el duelo de una manera saludable, tiene una utilidad y una función de
supervivencia en el ser humano, como todas las emociones, por ejemplo: reparar de manera
simbólica el fracaso en el rol protector de la relación con el ser querido. ¿Podríamos,
querríamos, y más allá: sería útil intentar quitarles a unos padres, la posibilidad de seguir
cuidando de un hijo fallecido por suicidio a través de su culpa?
Superviviente: “Cuando el psicólogo me dijo que yo no tenía la culpa, pensé: << Tú qué
sabes. No me conoces, no sabes lo que he hecho o lo que no he hecho por mi hijo>>… Me
dio mucha rabia, porque yo me sentía muy culpable y él no lo entendía. Solo quería contarle
cómo me sentía, no que me dijera que yo no había sido la culpable del suicidio de mi hijo”.
La impotencia es un constructo que tiene asociadas otras emociones como el enfado, la culpa
y la tristeza. Surge la voz crítica hacia uno mismo: “tendría que haberlo evitado”, hacia la
vida: “cómo es posible que no se pudiera hacer nada…”, etc. Esta crítica puede convertirse
en rumiación obsesiva: “si no hubiese salido esa tarde, si le hubiese preguntado más…, si
hubiese hecho algo para evitarlo, aún seguiría vivo, si hubiese respondido a esa
llamada…”. La impotencia denota la incapacidad de hacer algo para el bienestar de otro, o
para mejorar una situación, es la sensación de no ser capaz de hacer algo que pensamos que
era necesario (que es diferente de la incertidumbre).
En la impotencia siempre hay una experiencia faltante (lo que debería haber sucedido, lo que
no fui capaz de hacer) como: haberse dado cuenta de que sufría tanto, advertir las señales,
ser un buen padre/ madre y protegerle. Detrás de la emoción de la impotencia, subyace una
tarea: resolver la situación, evitarlo, cuidarle, protegerle, ayudar a la persona, contribuir a
que no falleciese, evitar que hiciese una tontería…
Esa tarea pendiente siempre es respecto a la protección, el alivio, salvar a la persona…, el
sufrimiento lo provoca la impotencia, junto con la culpa y el enfado.
La impotencia se genera en relación con el otro, con uno mismo…, en el duelo suele ser el
fallecido: “me siento impotente porque debería haber hecho algo y no pude, no supe verlo,
tomó precauciones para evitar que me diera cuenta, y me frustra…”.
Hay muchas preguntas: “¿Por qué lo hizo?, ¿Qué hicimos mal?, ¿Qué podíamos haber
hecho para evitarlo?, ¿No le importábamos nada?, ¿No se dio cuenta de que su muerte nos
iba a destrozar?, Y si…, si no hubiera…, si pudiera volver atrás, la culpa es mía…, si no le
hubiera dejado solo…, ¿Por qué no nos dimos cuenta?
Las rumiaciones obsesivas son una respuesta natural, involuntaria, y automática, que permite
manejar el malestar psicológico. En muertes especialmente traumáticas, mucho más
frecuente en el duelo por suicidio que en otros tipos de duelo.
Son un monólogo interior en el que la persona habla consigo misma, con otro, o con algo, a
quien pregunta, acusa, responsabiliza o culpabiliza…
Se “repasan” repetitivamente detalles de alguna situación concreta buscando, respuestas,
causas, explicaciones o significados: “¿Por qué lo hizo?”, “¿Por qué nos hizo esto?”.
Estos pensamientos repetitivos, denotan situaciones, elementos o aspectos inaceptables,
acerca de:
- Las circunstancias de la muerte (si sufrió o no, no pude despedirme de él…)
- De la relación perdida (era pura bondad, se ha llevado mi alma con él…)
- De las consecuencias de la muerte (no puedo vivir sin él).
A pesar del malestar que provocan estas rumiaciones obsesivas, pueden ser un afrontamiento
con funciones psicológicas adaptativas como:
La incertidumbre suele estar presente en muertes donde el fallecido estuvo solo, es decir en
la mayoría de muertes por suicidio, salvo en contextos de maltrato o “suicidio agresivo o
moralista”. El no saber qué ocurrió genera ansiedad en el superviviente, y buscará
explicaciones en forma de rumiaciones.
El pensamiento va de un polo:
- ¿Sufrió?
- ¿Fue lento y doloroso?
- ¿Pensó en nosotros antes de hacerlo?,
- ¿Se arrepintió?
Al otro polo:
- Espero que no sufriera.
- Quizá fue muy rápido y no se dio cuenta.
- Murió instantáneamente.
- “Se que es difícil, pero… ¿te parece si vamos a imaginar por un momento, esa parte de ti
que piensa que si sufrió antes de morir?
- “Háblame de esa posibilidad ¿Cómo la has estado imaginando todo este tiempo?
Antes de apresurarnos al abordaje del enfado con estrategias de control de la ira, convendría
tener en cuenta el valor adaptativo de este tipo de respuestas. El enfado es la expresión
natural de una falta de respuesta a una necesidad emocional, o de un daño recibido, a una
pérdida o amenaza, su expresión natural permite movilizar recursos.
El enfado tiene una función de supervivencia y es un reflejo de la insatisfacción a una
demanda explícita o implícita de una necesidad de la persona (algo en su vida está fallando,
cuando una persona está enfadada, es que algo falla). “El odio, es amor hambriento”, el odio
es la otra cara de no recibir amor.
El enfado se manifiesta de manera muy activa, genera mucha activación energética (al
contrario que la tristeza, que inhibe). Tono elevado, la sobreactivación, ponernos rojos, la
sangre fluye, la necesidad de expresar…
El enfado desde el punto de vista terapéutico proporciona la energía que necesitamos para
autoafirmarnos, cambiar algo, promover el cambio, utilizar bien el enfado es un motor de
cambio, sirve para poner límites y ayuda en la toma de decisiones (cuando es productivo),
de acción, de límites, de cambios…
Al igual que se describió con la culpa, convendría distinguir tres tipos de enfado asociado a
distintas tareas pendientes:
4. Elaborar:
5. Reparar:
Expresión del perdón y la aceptación de las imperfecciones del otro y de la vida. Puede
facilitar esta tarea el facilitar la comprensión de lo que ocurrió́ en la vida del otro, lo que
justifica su manera de actuar. Sin embargo, esto no resultará posible si antes no se elabora y
manifiestamente el enfado con la persona fallecida. No es posible llegar al perdón, sin haber
elaborado previamente el enfado. Ayudar a ponerse en su lugar, puede hacer más fácil el
camino de perdonar.
6. Transformar:
Buscar el crecimiento en la crisis. Explicitarla y sellarlo
Las personas podemos “crecer” a partir de déficits, aprender de lo no recibido. Hay que
dirigir las preguntas a las 3 áreas de crecimiento:
-Y esta experiencia tan dolorosa. ¿En qué ha contribuido a lo que eres tú hoy? (Darles
otra cosa a mis hijos…, estar más pendiente de…, no cometer los mismos errores…, etc.)
- Cuando te das cuenta de todo esto---¿qué sientes que en tu vida ha cambiado?
- ¿Qué hay de bueno para ti en esta experiencia difícil?
- ¿Qué crees tú que ha aportado en tu vida, forma de ser, sentido de las relaciones lo que
te ha sucedido?
- Y ahora que has podido perdonar… ¿qué será́ distinto en tu vida?
“Pienso una y otra vez en morir, le pido al Señor que también me lleve a mí, quiero ir donde
esté él, tengo que cuidarlo. Allí donde esté, está solo, no nos tiene a ninguno a su lado...”.
"No puedo vivir sin él, quiero estar con él, lo mejor es que yo esté a su lado, no quiero seguir
viviendo sin él… Todo ha sido culpa mía, si no me hubiese ido de viaje, esto no habría
pasado…”.
- Proporcionar toda la información posible sin ocultar datos por posibles prejuicios.
- Informarse sobre las condiciones y limitaciones de los ingresos involuntarios si fuese el
caso.
- Buscar soluciones prácticas para la prevención de una posible repetición, restringir el
acceso a los métodos.
- Invitar a la persona a compartir toda la información sin ocultar datos por posibles
prejuicios hacia el suicidio: intentos previos, antecedentes familiares, enfermedad mental,
circunstancias del intento, precipitantes…
- Invitarle a aprovechar el ingreso para analizar y abordar en familia posibles causas,
soluciones y roles entre los diferentes miembros, y minimizar posibles repeticiones futuras.
- Desde el punto de vista profesional: ¿Cree que mi familiar está listo para salir del
hospital?
- ¿Por qué tomo la decisión que tomó sobre la atención o el tratamiento de mi familiar?
- ¿Ya se fijó una cita de seguimiento?
- ¿Se puede cambiar a una fecha anterior?
- ¿Cuál es mi papel como familiar para evitar una recaída?
- ¿De qué tipo de síntomas deberíamos estar alerta?
- ¿Cuándo debemos buscar más ayuda, como por ejemplo llamar al 112, o volver al
hospital o conectar con otros recursos?
- Es importante que se obtenga la mayor cantidad de información posible antes de
abandonar el hospital.
- Informarse sobre los recursos disponibles tras el alta.
- Conoce el proceso que se ha seguido hasta el alta, y las condiciones en las que el
paciente abandona el hospital.
- Consensuar con los profesionales sanitarios las pautas de actuación con su familiar a
partir del alta, así como las conductas a evitar.
- Saber el plan de tratamiento, y la forma de colaborar en él.
- Minimizar el acceso a los medios que suponen un riesgo de autolisis.
- No culpabilizar ni represaliar, humillar o menospreciar a la persona.
- Seguir las indicaciones recomendadas tras el alta hospitalaria.
- Ponerse a disposición del familiar para la ayuda que pueda necesitar en su proceso de
recuperación, y en su plan de seguridad.
- Ir poco a poco, no esperar soluciones mágicas y mantener las acciones preventivas en el
tiempo
Intente:
Comenzar por la comprensión del niño de “Quiero hablar contigo sobre lo que le sucedió
la situación. a papá. ¿Qué recuerdas de ese momento?”.
Responder con más información si su “Papá estaba muy triste y se hizo daño a sí
hijo/a muestra un mayor nivel de mismo”.
comprensión o hace más preguntas.
Dar información a su hijo/a sobre las “El abuelo se ha estado sintiendo muy triste
dificultades emocionales. últimamente”.
Asegurar a su hijo/a que el familiar está “Papá está en el hospital recibiendo ayuda”.
recibiendo tratamiento o ayuda.
Hacer saber a su hijo/a que su rutina “A pesar de que es diferente sin papá en casa,
diaria seguirá igual. aún irás a la guardería o preescolar mañana”.
Ayudar a su hijo/a a conectarse con el “Papá estará en el hospital por algunos días
familiar. Decirle cuando verá al familiar hasta que se sienta mejor. ¿Te gustaría hacer
de nuevo. un dibujo para él mientras esté allí?”.
Permitir a su hijo/a no hablar del tema si “Si no quieres hablar de esto ahora, está bien.
así lo desea y elegir con quién desea Podemos hablar de esto luego o también
hablarlo. puedes hablar con el abuelo/a”.
Hacer saber a su hijo/a que usted también “Tenemos muchos amigos y familiares que nos
recibe ayuda. están ayudando”.
Intente: Ejemplos:
Comenzar por la comprensión del “Quiero hablar contigo sobre lo que le sucedió
niño de la situación. a mamá. ¿Qué recuerdas de ese momento?”.
Describir lo que sucedió “Mamá está en el hospital porque ha tenido
considerando la comprensión del problemas en los últimos meses, y se sentía tan
niño de la situación, usando un mal que se hizo daño a sí misma”.
lenguaje adecuado a su edad.
Dar información a su hijo sobre las “Mamá se ha estado sintiendo deprimida
dificultades emocionales. últimamente, y a veces eso hace que le sea
difícil pensar en soluciones o tomar decisiones
sanas”.
Abordar la culpa, la pena y la “En ocasiones, los niños pueden sentir que
responsabilidad. hicieron algo mal o que tienen la culpa.
Quiero que sepas que lo que sucede no es
culpa de nadie”.
Asegurar a su hijo/a que el familiar “Los doctores están ayudando a mamá, hablan
está recibiendo tratamiento o ayuda. con ella, y la hacen sentir mejor”.
Hacer saber a su hijo/a que su rutina “A pesar de que es diferente que mamá no está
diaria seguirá igual. en casa, aún irás al colegio mañana”.
Motivar a su hijo/a para que exprese “¿Qué piensas de lo que le sucede a mamá? Es
sus sentimientos, y ayudarlo a normal en esta situación, tener muchos
entender que sus reacciones son sentimientos diferentes ¿Hay algo qué
normales y de ningún modo quisieras preguntar?”
inusuales. Aliéntelo a hacer
preguntas.
Ayudar a su hijo/a a conectarse con “¿Te gustaría escribirle una carta o un correo
el familiar. Decirle cuando verá al electrónico a mamá mientras está en el
familiar de nuevo. hospital por unos días? También podría
gustarle que le envíes alguna foto en la que
salgáis los dos”.
Permitir a su hijo/a no hablar del “Entiendo que no quieras hablar por el
tema si así lo desea, y elegir con momento, pero quizás te sientas listo para
quién desea hablarlo. Hablar con su hacerlo en unos días. También podrías hablar
hijo/a sobre cómo puede compartir con los abuelos/ tíos cuando vayas a su casa
información con su familia y amigos. mañana, después del colegio”.
Hacer saber a su hijo/a que usted “A mí me ayuda hablar con los tíos, y con la
también recibe ayuda. gente del trabajo. Cuando vuelva del trabajo
voy a visitar a los tíos, ¿te gustaría venir?”.
Hacer saber a su hijo/a que está bien “También puedes hablar de esto con tu tutor, o
recibir ayuda en la escuela. con la orientadora del colegio. ¿Te gustaría
hablar con alguno de ellos?”.
Ayudar a su hijo/a a prepararse para “Mamá viene mañana, ¿te gustaría ayudarme a
el regreso a casa de su familiar si limpiar la casa? ¿Tienes alguna pregunta
este fue hospitalizado por el intento antes de que vayamos a buscarla al
de suicidio. hospital?”.
Intente: Ejemplos:
Comenzar por el nivel de “Quiero hablar contigo sobre lo que le sucedió a
comprensión del adolescente de la papá. ¿Qué recuerdas de ese momento?”.
situación.
Utilizar el nivel de comprensión del “Como lo has notado, papá se ha estado sintiendo
adolescente, y las preguntas que deprimido últimamente y bebiendo alcohol para
hace sobre el tema como guías para lidiar con eso. El otro día, se sentía tan mal que
describir lo que sucede. tuvo pensamientos, y sentimientos suicidas”.
Dar información a su hijo/a sobre las “Papá se ha estado sintiendo deprimido
dificultades emocionales, las últimamente y, a veces, cuando las personas se
soluciones para los problemas de sienten así, también se pueden sentir
salud, y las estrategias para hacer desesperanzados, por el futuro y no pueden pensar
frente a los problemas. en formas sanas de lidiar con los problemas. ¿Has
experimentado estos sentimientos alguna vez?
¿Cómo lo manejas tú?”.
Abordar la culpa, la pena y la “Quiero que sepas que lo que sucede no es tu
responsabilidad. culpa ni culpa de nadie”.
Asegurar a su hijo/a que el familiar “Papá está recibiendo tratamiento en el hospital
está recibiendo tratamiento o ayuda. para ayudarlo a manejar la depresión, y para
conectarlo con otras personas que entiendan su
situación, y le den apoyo a medida que se
recupera”.
Hacer saber a su hijo/a que su rutina “A pesar de que es diferente sin papá en casa, aún
diaria seguirá igual. irás al colegio mañana”.
Motivar a su hijo/a para que exprese
sus sentimientos, y ayudarlo a “¿Cómo te sientes con todo lo que sucede? A veces
entender que sus reacciones son podemos sentir que había algo que pudimos o
normales, y de ningún modo debimos hacer, cuando algo así sucede. ¿Te has
inusuales. Animarlo a hacer sentido así? ¿Qué haces cuando eso sucede?”.
preguntas, y a compartir qué piensa
sobre la situación.
Ayudar a su hijo/a a conectarse con “¿Te gustaría venir conmigo a visitar a papá? Va
el familiar. Decirle cuando verá al a estar en el hospital por unos días, ¿te gustaría
familiar de nuevo. enviarle un correo electrónico o un WhatsApp?”.
Permitir a su hijo/a no hablar del “Entiendo que no quieras hablar por el momento,
tema si así lo desea, y elegir con quizás te sientas listo para hacerlo en unos días.
quién desea hablarlo. Hablar con su ¿Hay algún amigo que te haya ayudado antes,
hijo/a sobre cómo puede compartir cuando lo has pasado mal? ¿crees que te ayudaría
información con su familia o hablar con el/ ella?”.
amigos.
Hacer saber a su hijo/a que usted “He estado hablando con tus tíos sobre esto, y he
también recibe ayuda y alentarlo a decidido hablar también con un psicólogo. Puedes
encontrar formas de construir su venir conmigo si quieres. Hay grupos de personas
propio sistema de apoyo y a confiar que pasaron por lo mismo, o también podrías
en este. hablar sobre esto con tu tutor, o el orientador
escolar.
Ayudar a su hijo/a a prepararse para “Papá estará listo para dejar el hospital esta
el regreso a casa de un familiar si semana, ¿hay algo de lo que quisieras hablar o
este fue hospitalizado por el intento preguntarme antes de que vuelva a casa?”.
de suicidio.
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