ACTO I
ESCENA I
León: ¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy a
comerte para que aprendáis la lección! -
El ratón, que estaba tan asustado que no podía moverse, le dijo temblando:
Ratón: Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas te
estaré eternamente agradecido. Déjame marchar, porque puede que algún día
me necesites –
León: ¡Ja, ja, ja! – se rió el león mirándole – Un ser tan diminuto como tú,
¿de qué forma va a ayudarme? ¡No me hagas reír!
Pero el ratón insistió una y otra vez, hasta que el león, conmovido por su
tamaño y su valentía, le dejó marchar.
Unos días después, mientras el ratón paseaba por el bosque, oyó unos
terribles rugidos que hacían temblar las hojas de los árboles.
Rápidamente corrió hacia lugar de donde provenía el sonido, y se encontró
allí al león, que había quedado atrapado en una robusta red. El ratón,
decidido a pagar su deuda, le dijo:
Ratón: No te preocupes, yo te salvaré.
Y el león, sin pensarlo le contestó:
León: Pero cómo, si eres tan pequeño para tanto esfuerzo.
El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red donde estaba atrapado el
león, y el león pudo salvarse.
Ratón: Días atrás, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti
en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones
somos agradecidos y cumplidos.
El león no tuvo palabras para agradecer al pequeño ratón. Desde este día,
los dos fueron amigos para siempre.