Bosque PRESENTACIÓN Saussure

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 16

Ignacio Bosque: «Presentación» de la nueva edición del Curso de Lingüís-

tica General de F. de Saussure. Traducción, prólogo y notas de Amado


Alonso, Madrid, Losada, 2002, pp. xiii-xxxii.

Presentación

Se ha hablado muchísimas veces de la importancia de releer a los clá-


sicos, pero creo que no se ha hablado tanto de las diferencias que
existen entre leerlos y releerlos. Como es obvio, las re-lecturas se dis-
tinguen de las simples lecturas en que no nos encuentran enteramen-
te desprevenidos. Las lecturas de los clásicos se hacen demasiadas
veces por obligación académica o escolar. El que se acerca a ellos por
primera vez suele ser un estudiante o un opositor que aborda el texto
como quien afronta una tarea más que las circunstancias le han pues-
to delante. Por el contrario, el que relee algún autor clásico después
de mucho tiempo, y sin verse forzado a ello por alguna obligación
académica, no se limita a recordar sus apuntes de clase ni a rememo-
rar el capítulo que todos los manuales le dedicaban. El ejercicio de re-
leer a un autor clásico en estas condiciones (y no me refiero, desde
luego, a las consultas ocasionales, por frecuentes que sean) se con-
vierte en una aventura muy diferente. El que la emprende se da
cuenta de que cada página le va sumergiendo en un complejo proce-
so que le lleva a descubrir, redescubrir, reinterpretar, asentir, matizar
o disentir en muy diversas formas y grados. Unos párrafos le produ-
cen admiración, otros le suscitan alguna reserva; unas líneas le
transmiten complicidad, otras sorpresa. Unas veces descubre antici-
paciones por culpa suya (esto es, por no haber sabido situar cronoló-
gicamente cada aportación en la historia de las ideas), pero otras ve-
ces las intuye porque los autores posteriores no siempre reconocen
abiertamente las deudas contraídas con sus fuentes. La relectura di-
recta de algunos autores clásicos sirve incluso para intentar rastrear
en sus palabras (en este caso, en la transcripción que otros hicieron de
sus palabras) algún orden o jerarquía entre las preocupaciones que
nos transmiten.

1
Muchas veces he pensado que el verdadero "diálogo con el
texto" (al menos con el texto científico y con el filosófico) del que tan-
to han hablado los teóricos del discurso no lo producen en verdad las
lecturas, sino más bien las re-lecturas. La razón es muy simple: se
puede aprender a leer, pero no a releer. Las re-lecturas son las lectu-
ras filtradas por nuestra experiencia, por las lecturas posteriores, por
nuestras cavilaciones, nuestras dudas, nuestras intuiciones y en gene-
ral nuestra reflexión sobre los asuntos que se suscitan, a menudo de
considerable importancia. En esas líneas trataré de resumir apresu-
radamente algunas de las reacciones que la re-lectura del Curso de
Lingüística General me ha producido después de trascurridos muchos
años desde la última lectura íntegra del texto. Obviamente, no tengo
ahora en cuenta las consultas ocasionales de las que hablaba antes,
por numerosas que sean, puesto que esas consultas se distinguen de
las re-lecturas en la misma medida en que las visitas rápidas se dife-
rencian de las estancias temporales. Así pues, esta no será, ciertamen-
te, la presentación que escribiría un experto en Saussure, pero en
cambio estoy casi seguro de que mis reacciones personales coincidi-
rán en alguna medida con las de otros lingüistas de mi generación.
No creo que exista algún párrafo de este libro sobre el que no se
hayan escrito varias decenas. Muchas de ellos han salido, ciertamen-
te, de la pluma de los grandes especialistas en Saussure (pienso ahora
en R. Godel, R. Engler, E. F. Koerner, E. Coseriu, T. De Mauro y el
mismo R. Jakobson), pero las referencias, directas o indirectas, a las
cuestiones que se suscitan en el Curso están, como es obvio, en todas
partes. Como sabemos, es casi imposible construir la relación de au-
tores influidos por Saussure porque casi toda la lingüística posterior a
él es, en un sentido técnico, post-saussuriana: toda ella acepta alguna
variante de sus famosas dicotomías, reinterpretadas o no, indepen-
dientemente del énfasis que cada corriente ponga en algunos aspec-
tos de su desarrollo.
Lo primero que llama la atención del re-lector de este libro es
que las múltiples presentaciones de Saussure que se encuentran en
los manuales de lingüística no hacen justicia al contenido del Curso.
La lectura del texto --y no siempre las glosas que de él se hacen--
permite percibir nítidamente lo que llamamos ‘actitud teórica’ hacia
la investigación; esto es, un destacado interés por la sistematización
frente a la atomicidad, por la búsqueda de regularidades, frente a la
2
descripción de casos particulares. Para muestra, valga este botón
(pág. 70):

La lingüística externa puede amontonar detalle sobre deta-


lle sin sentirse oprimida en el torniquete de un sistema (...);
si se estudian los factores que han creado una lengua litera-
ria frente a los dialectos, siempre se podrá echar mano de la
simple enumeración; si se ordenan los hechos de un modo
más o menos sistemático, eso será no más que por necesi-
dades de la claridad.

Saussure se plantea muy directamente en el Curso, casi con


actitud cartesiana, qué es el lenguaje y cuál es el objeto de nuestra
disciplina. El componente fundacional que todos atribuyen a su obra
es, desde luego, resultado de este afán inquisitivo. Obviamente, no es
que esta clase de preguntas fueran enteramente nuevas, pero lo cierto
es que eran más esperables en los escritos filosóficos que en los pro-
piamente filológicos, tal vez porque los filólogos las consideraban
obvias o carentes de interés. No era habitual, por ejemplo, que un
lingüista de orientación historicista se preguntara abiertamente cómo
es posible que un acto estrictamente individual, como es el del cam-
bio fonético, repercuta una y otra vez en un sistema de naturaleza so-
cial, como es la lengua, un sistema que el individuo no puede "crear
ni modificar" (pág. 58). Si la lengua es una institución, la pregunta
natural es (pág. 142) ")cómo se transmiten las instituciones?". La as-
tronomía y la geología "razona[n] constantemente sobre sucesiones"
(pág. 153), pero no por ello creemos necesario "escindir[las] en dos
disciplinas". )Por qué entonces nos parece que sí debemos hacerlo
con la lingüística?
El Curso está repleto de preguntas paradójicas tan interesantes,
incisivas y atinadas como estas, preguntas que el lingüista historicista
consideraría seguramente demasiado filosóficas, y el filósofo tal vez
demasiado lingüísticas. Estas reflexiones afectan a casi todas las cues-
tiones esenciales sobre el lenguaje; son quizás más frecuentes si se re-
fieren a la relación que existe entre la naturaleza individual del len-
guaje y sus propiedades como patrimonio de la comunidad, o a la di-
ferencia entre el análisis del sistema y el de su evolución, pero otras
muchas aluden a cuestiones mucho más técnicas, como las formas de
3
estudiar ciertas regularidades de la morfología derivativa, del acento
o de la polisemia. Quisiera resaltar que ni unas ni otras son preguntas
que nos suenen a rancio. Todo lo contrario; tanto las más teóricas
como las más técnicas hacen referencia a cuestiones candentes. Resul-
ta, por ejemplo, sumamente actual en la teoría gramatical contempo-
ránea la pregunta que se hace Saussure sobre la ausencia de pronom-
bre relativo en oraciones inglesas como The man I have seen (pág. 243).
El equivalente de este "hecho de sintaxis que parece estar representa-
do por cero" es una conjunción o un pronombre en muchas lenguas,
por lo que es natural preguntarse si "la nada puede expresar alguna
cosa" (pág. 243). Ciertamente, la lingüística contemporánea ofrece
numerosas respuestas a esta importante pregunta, pero no viene al
caso ilustrarlas aquí.
Tampoco suelen destacar los manuales de lingüística y las
presentaciones del Curso el estilo pedagógico, cercano al lector, que
tiene el texto. No sabemos si la rotundidad y el tono vibrante que el
lector nota en muchos de los párrafos le pertenece enteramente a él o
lo agregaron Bally y Sechehaye (o tal vez los autores de los apuntes
con los que estos trabajaron), pero tengo la impresión de que la
vehemencia, la tensión intelectual y el afán clarificador que transmi-
ten las páginas del Curso proceden de Saussure. Las analogías son
todas espléndidas, como tantas veces se ha dicho (la del tren, la del
ajedrez, la de la partitura musical, la de la moneda, la de la hoja de
papel), y el lector las agradece siempre porque transmiten el afán
bien perceptible de su autor por hacerse entender. El hecho conocido
de que Saussure destruyera sus propias notas de clase no creo que
represente, por tanto, una posible muestra de inseguridad, sino más
bien una señal de perfeccionismo y de comportamiento meticuloso.
Las dicotomías saussurianas nos parecen ahora, a comienzos
del nuevo siglo, casi de sentido común, pero ello es así porque esta-
mos absolutamente habituados a trabajar con ellas. Se nos antojan
distinciones básicas, lógicas, imprescindibles, naturales, pero es una
sensación de naturalidad similar a la que nos produce el hecho de
pulsar unas teclas de nuestro teléfono móvil en la calle para hablar
con alguien que está en medio del campo a mil kilómetros de noso-
tros. Como en tantos otros casos, lo cotidiano raramente asombra,
menos aún cuando casi todos los edificios intelectuales de la lingüís-
tica contemporánea asumen cimientos tan razonables como los que se
4
plantan en el Curso. Se olvida a veces que las distinciones básicas
(demasiado radicales para algunos) en terrenos tan poblados y es-
carpados como el nuestro son las que permiten verdaderamente
avanzar a las disciplinas. Saussure resalta numerosas veces en el Cur-
so que el lenguaje es un objeto "multiforme y heteróclito" de naturale-
za a la vez mental, social, física y cultural, que se nos muestra a diario
en su enorme heterogeneidad. Es a la vez un objeto formal y un obje-
to histórico, y las pautas que lo constituyen se pueden describir o ras-
trear. Pero, en lugar de limitarse a reconocer la extrema complejidad
de este descomunal magma, cuya contemplación inactiva ha hecho
siempre las delicias de algunos, Saussure pone de manifiesto la acti-
tud natural del investigador científico que se enfrenta a cualquier ob-
jeto complejo: la de establecer distinciones teóricas en él que nos
permitan comprenderlo mejor. La distinción 'lengua-habla', por acu-
dir al ejemplo más conocido, es necesaria para Saussure porque el
simple concepto de 'lenguaje' es en sí mismo demasiado abarcador,
multiforme y heterogéneo como para ser abordado en su conjunto
bajo un solo prisma. La noción saussuriana de ‘estado de lengua’ es,
desde luego, un concepto teórico, y conlleva, como tantos otros, cierto
grado de idealización. Las demás distinciones obedecen a un propó-
sito similar. Como tantas veces se ha dicho (ahora, no hace noventa
años), no son los hechos en sí mismos los que son comprensibles y
evaluables, sino más bien las teorías que construimos para explicar-
los.
Otro aspecto que salta muy marcadamente a los ojos del re-
lector atento del Curso (y no tanto a los del estudiante o los del profe-
sor más acostumbrados a visitar los resúmenes que ofrecen los ma-
nuales) es el hecho de que casi todas las distinciones saussurianas son
más flexibles en el Curso de como se nos muestran en las múltiples
presentaciones, en los resúmenes o en las glosas de Saussure que en-
cuentra por todas partes el lingüista, el psicólogo, el filósofo y el se-
miólogo. Así, la arbitrariedad del signo lingüístico no tiene en el Cur-
so la rotundidad que le dan muchos de sus glosadores. De hecho,
Saussure reconoce, como no podría ser de otro modo, grados de arbi-
trariedad (páginas 232 y ss., entre otras), particularmente en la mor-
fología derivativa, en la composición o en la designación de los nú-
meros, entre otros casos. De hecho, sugiere incluso que los idiomas se

5
diferencian en la forma en que se ajustan a esta arbitrariedad gra-
dual.
El texto no apoya tampoco tan claramente como los resúmenes
que se hacen de él la naturaleza exclusivamente social de la lengua ni
la estrictamente individual del habla. La lengua es (pág. 57) "un sis-
tema gramatical virtualmente existente en cada cerebro", en el que
"tiene su asiento" (pág. 58). En el cerebro de cada individuo se hallan
las "acuñaciones depositadas" (pág. 65), hasta el punto de que "nues-
tra memoria tiene en reserva todos los tipos de sintagmas" (pág. 230)
(el concepto de 'sintagma' se debe interpretar en este contexto apro-
ximadamente como 'esquema morfológico"). El hecho de que la len-
gua es a la vez una institución social y un sistema presente en "la
conciencia de los sujetos hablantes" (pág. 163) se destaca en otros mu-
chos lugares. Igualmente, si bien es cierto que el Curso defiende una
separación clara del punto de vista diacrónico y del sincrónico, no es
menos cierto que defiende que (pág. 158) "el método histórico será el
que haga comprender mejor los estados de lengua".
El lector atento encuentra igualmente en el Curso otras dicoto-
mías menos difundidas que las clásicas. Destacan tres entre ellas: la
primera es la oposición entre reglas y leyes (pág. 170 y ss.), que queda
poco desarrollada en el texto; la segunda es la oposición entre oralidad
y escritura (páginas 38, 45 y otras muchas), a la que Saussure daba
enorme importancia. De hecho, critica abiertamente la lingüística
tradicional por el hecho de que "se atiene demasiado servilmente a la
lengua escrita y olvida la lengua viviente" (pág. 38). La tercera oposi-
ción es la que Saussure establece entre el análisis subjetivo ("el que los
hablantes hacen en todo momento") y el análisis objetivo ("fundamen-
tado en la historia", páginas 313 y ss.).
Junto a esas nuevas dicotomías, todas revitalizadas en el último
tercio del siglo XX, introduce Saussure en el Curso otros conceptos de
gran interés que tampoco suelen resaltar los manuales. Quisiera des-
tacar entre todos ellos el de 'identidad' (pág. 197 y ss.). Una de las po-
sibles facetas de este concepto complejo es el la noción tradicional de
polisemia. Otra, acaso más profunda, es la que apunta a la denomi-
nada 'formación de conceptos', y en general al ‘problema de la de-
nominación':

6
Así, hablamos de la identidad a propósito de dos expresos
(...) que salen con veinticuatro horas de intervalo. A nues-
tros ojos es el mismo expreso y, sin embargo, probablemen-
te la locomotora, los vagones y el personal, todo es diferen-
te. O bien si una calle es destruida y luego reconstruida de-
cimos que es la misma calle, aunque materialmente quizás
no subsista nada de la antigua (pág 198).

Las reflexiones de Saussure sobre la 'identidad' apuntan, me


parece, en dos direcciones distintas. Una es el concepto saussuriano
de 'valor', uno de los fundamentales del Curso (sobre el que diré algo
más en las páginas que siguen), que Saussure entendía como noción
"diferencial": los rasgos que caracterizan las unidades lingüísticas son
fundamentalmente negativos. Importa, pues, establecer las caracterís-
ticas que permiten distinguir cada pieza de las demás (en cierta for-
ma, como saber la situación de esa calle "con respecto a las otras ca-
lles" o, en el caso del expreso, "saber todas las circunstancias que lo
distinguen de los otros expresos" pág. 199). Obsérvese que la palabra
tren (manteniendo el ejemplo de Saussure) no designa exactamente la
misma realidad en El tren que descarriló ayer y en El tren que siempre lle-
ga con retraso. No es evidente que se trate de un caso de la oposición
‘tipo-ejemplar’ (en inglés, type-token) porque, como dice Saussure, las
características objetivas de las entidades designadas pueden ser muy
distintas. Desde el punto de vista del ‘valor’ saussuriano, lo que im-
porta es que la lengua no usa signos distintos para realidades que son
objetivamente diferentes, al igual que tampoco interpreta como colo-
res distintos las tonalidades del amarillo (al menos, en español), no
menos distintas entre sí.
La otra dirección, y no soy capaz de dilucidar si Saussure la
vislumbró del todo, se deduce de analizar la considerable abstracción
que se esconde en conceptos cotidianos que remiten a realidades apa-
rentemente físicas (río, calle, ciudad). Nos parece natural tener nom-
bres (o disponer de 'signos', para decirlo en términos saussurianos)
como estos para designar entidades que poseen límites absolutamen-
te imprecisos desde el punto de vista espacial y temporal, como los
propios ejemplos de Saussure ponen de manifiesto. Al hablante le
parece natural que el río que está mirando y el que miraban sus
abuelos (seguramente distintos en el caudal, las márgenes y quizás el
7
cauce, es decir, en todos sus componentes), sean “el mismo río”, y no
importa que la realidad que perciben sus ojos sea “objetivamente di-
ferente”. Chomsky hacía notar a finales de los años 70 que aparente-
mente usamos la palabra libro con dos sentidos, diferentes y simultá-
neos, en la oración El libro que estoy leyendo pesa dos kilos (en uno se de-
signa un objeto físico y en el otro un objeto de información), pero la
lengua no percibe polisemia alguna en ese hecho, como no percibe
nada irregular al entender que la calle destruida y la reconstruida (en
el excelente ejemplo de Saussure) son, lingüísticamente, “la misma
calle”. A los psicólogos cognitivos actuales no les parece, en cambio,
que sea tan evidente explicar por qué coincidimos todos los hablantes
en esos sorprendentes juicios unánimes.
La enorme trascendencia que las dicotomías saussurianas ha
tenido en la lingüística contemporánea no oculta, como la crítica ha
hecho notar, que algunos conceptos saussurianos quedan algo oscu-
ros en el Curso. Tampoco en este caso podemos estar seguros de si la
inestabilidad se debe a que el texto no salió de su pluma, o bien a que
muestra diversos estadios en la evolución de su pensamiento. Consi-
deremos de nuevo la dicotomía ‘lengua-habla’. Los especialistas han
observado repetidas veces que el habla se interpreta unas veces en el
Curso como 'ejecución' y otras como 'discurso', quizás en un sentido
amplio de este concepto que incluiría también el de 'uso del idioma'.
De hecho, uno de los principales especialistas en Saussure, como el
citado R. Godel, pensaba que el concepto de 'habla' queda demasiado
abierto en el Curso. Se ha resaltado en cambio menos veces que en los
primeros textos de Chomsky --un lingüista vivo al que se le pueden
formular preguntas-- el concepto de 'actuación' (performance) también
oscilaba a veces entre los de 'ejecución' y 'discurso'. En cualquier caso,
quisiera insistir en que no hemos de confundir las preguntas estric-
tamente historiográficas (esto es, preguntas como ")Qué quería desig-
nar verdaderamente Saussure con el concepto de 'habla'?"; ")Tenía en
la cabeza un solo sentido de 'habla' o varias interpretaciones?") con
las preguntas más propiamente teóricas, que no son necesariamente
de naturaleza historiográfica (esto es, preguntas como ")Cómo se es-
tudia el habla en cada una de esas interpretaciones?"; ")Cuáles de
ellas se consideran más interesantes en la lingüística contemporánea
y por qué?"). Si por 'habla' entendía Saussure lo que ahora llamamos
'discurso', es claro que ya existe esa "lingüística del habla" a la que se
8
refiere Saussure, y, de hecho, ha alcanzado un notable desarrollo en
los tiempos actuales (desde la estilística de Bally hasta la pragmática
contemporánea en cualquiera de sus múltiples direcciones). Si la in-
terpretación correcta es, en cambio, la de 'ejecución', existen también
numerosos desarrollos de las llamadas 'ciencias del procesamiento
del habla' que nos permiten entender en qué dirección apuntaría ese
concepto.
Como se ve, las preguntas del historiógrafo parecen más
difíciles de contestar que las del lingüista teórico. La decisión funda-
mental está, me parece, en determinar si el conjunto de fenómenos
que abarca el habla (se interprete en un sentido o en el otro) muestra
el grado de sistematicidad necesario como para ser abordado científi-
camente por alguna disciplina, la que sea, de forma que se establez-
can generalizaciones sobre ese conjunto de datos. No parece, desde
luego, que la "heterogeneidad" del habla a la que alude Saussure
apunte hacia el libre albedrío, la creación artística o la imprevisibili-
dad del comportamiento verbal humano, sino más bien hacia la exis-
tencia de factores que, si bien no conforman los pilares básicos del
sistema lingüístico, pueden estudiarse y delimitarse como objeto de
estudio científico.
Como sabemos, la dicotomía 'lengua-habla' ha conocido no
pocas revisiones que la han convertido en triada o la han hecho cua-
tripartita. Algunas de esas revisiones se deben a Buyssens,
Hjelmslev, Coseriu y a otros autores. Aun así, puede decirse que po-
cos de estos intentos han superado enteramente el 'estadio termino-
lógico' para pasar a estudiar con detalle la disciplina lingüística crea-
da en cada una de las nuevas particiones. Como he señalado antes,
sea cual sea la interpretación de la distinción 'lengua-habla' que Saus-
sure tuviera en la cabeza, la lingüística contemporánea ha alcanzado
ya la suficiente madurez como para entender en qué dirección apun-
taría cada una de ellas. De hecho, lo que caracteriza quizás la lingüís-
tica contemporánea no es tanto el hecho de que contenga múltiples
distinciones conceptuales en sí mismas, sino más bien el que coexistan
en ella múltiples teorías, es decir, constructos articulados que se basan
en las consecuencias de explorar detalladamente los desarrollos y las
aplicaciones de cada distinción conceptual. En el mundo de la lin-
güística contemporánea las teorías representan, por tanto, modelos --
siempre aproximados, pero también precisos-- de la realidad verbal.
9
Las distinciones conceptuales son fructíferas en la medida en que las
teorías muestran detalladamente, a lo largo de los años, que lo son
verdaderamente.
Se ha debatido también largamente si la naturaleza "legítima-
mente psíquica" (pág. 55) de la imagen acústica acerca o no este con-
cepto al de fonema. El hecho de que Saussure conciba el significante
como "incorpóreo, constituido no por su sustancia material, sino úni-
camente por las diferencias que separan su imagen acústica de todas
las demás" (pág. 213) apunta, ciertamente, hacia la fonología. Tam-
bién la excelente comparación que realiza entre los rasgos pertinentes
de una letra manuscrita y las variantes que muestra en la caligrafía
(pág. 214) se orienta en el mismo sentido. Como sabemos, la fonética
en el Curso se reserva para el estudio de la evolución de los sonidos
del idioma, mientras que la fonología se reduce a la descripción de es-
tos sonidos en un estado de lengua. Este era, de hecho, el uso de estos
términos hasta Trubetzkoy. Es claro que el término fonema no tiene en
el Curso el sentido que le damos en la actualidad (de hecho, viene a
equivaler a 'sonido articulado'), aun cuando el texto anticipe repeti-
das veces el concepto de 'sistema fonológico' en un sentido muy pró-
ximo al del Círculo Lingüístico de Praga. Más aún, la idea de analizar
los segmentos fónicos a partir de la cadena (como pone de manifiesto
el concepto actual de 'coarticulación') sigue siendo fundamental en
algunas teorías contemporáneas de la fonología articulatoria. Tam-
bién concedía Saussure más importancia que sus contemporáneos al
concepto de 'sílaba'. De hecho, la clasificación de los sonidos que pre-
senta en función de su grado de abertura (desde el 0 de las oclusivas
hasta el 6 de las vocales abiertas) coincide en buena medida con las
llamadas 'escalas de sonoridad' que mucho más tarde se han incorpo-
rado a la fonología moderna.
Estoy convencido de que el hecho de que los autores clásicos
sean patrimonio de todos tiene, particularmente en el campo de las
humanidades, muchos aspectos positivos, pero también algunos ne-
gativos. Entre estos últimos yo destacaría dos: uno es el hecho de
atribuirles una serie de intuiciones y premoniciones acerca de nues-
tras creencias firmes; el otro consiste en pasar por alto los aspectos de
su pensamiento que no parecen enteramente compatibles con ellas.
No sé si esa 'interpretación orientada' de los clásicos que tan clara-
mente se reconoce en la lingüística contemporánea, y también en
10
otras humanidades y ciencias sociales, tendrá su origen en la indu-
dable pujanza académica que las distintas corrientes y tendencias
tienen en el mundo intelectual, pero me parece real, y --de hecho-- es-
toy casi seguro de que muchos lectores y re-lectores actuales del Cur-
so no podrán evitar del todo los riesgos a los que me refiero. Señalaré
brevemente algunos casos posibles.
La lingüística estructural europea se ha caracterizado por
analizar los sistemas lingüísticos de forma inmanente, lo que lleva a
establecer las oposiciones relevantes dentro de esos sistemas y a juz-
garlas en función de tales valores opositivos. No lleva, desde luego,
esa estrategia a la investigación de los universales lingüísticos, sino a
la determinación interna de los sistemas individuales. Al que se halle
embarcado en tales tareas no le convendrá, por tanto, airear dema-
siado el párrafo del Curso en el que Saussure afirma (pág. 71) que "el
lingüista está obligado a conocer el mayor número posible de [len-
guas] para sacar de su observación y de su comparación lo que en
ellas haya de universal". El lingüista estructuralista de orientación
hjelmsleviana, en cuya formación habrá tenido seguramente un pa-
pel no desdeñable la crítica a los gramáticos tradicionales, no se en-
contrará tal vez cómodo leyendo en el Curso (pág. 158) que "la lin-
güística volverá al punto de vista estático de la gramática tradicional,
pero con espíritu nuevo y con otros procedimientos". Al filólogo clá-
sico no le gustará demasiado la idea de que (pág. 168) "la diacronía
no tiene su fin en sí misma", ni la de que (pág. 74) "la lengua literaria
agranda todavía [más] la importancia inmerecida de la escritura",
que (pág. 79) "no es un vestido, sino un disfraz". Tampoco le agrada-
rá leer (pág. 156) que el lingüista "nunca podrá entrar en la conciencia
de los sujetos hablantes más que suprimiendo el pasado". Al lingüis-
ta generativista no le hará demasiada gracia, en cambio, la insistencia
del Curso en la naturaleza social de la lengua ("hace falta una masa
parlante para que haya una lengua", pág. 150), y menos aún que se la
compare con un contrato (pág. 141), pero en cambio se sentirá más a
gusto al leer que la lengua no ofrece (pág. 195) "entidades percepti-
bles a primera vista, sin que por eso se pueda dudar de que existan y
de que el juego de ellas es lo que la constituye". El sociolingüista, en
fin, acostumbrado a justificar la necesidad de introducir más y más
variables en sus descripciones, no se sentirá particularmente feliz con
las líneas que cierran el capítulo I de la segunda parte (pág. 187): "En
11
lingüística estática, como en la mayoría de las ciencias, no hay de-
mostración posible sin una simplificación convencional de los datos".
Desde luego, cada uno de estos investigadores buscará en cambio
otros párrafos del Curso más favorables a sus intereses, y es seguro
que acabará por encontrarlas.
Como sabemos, la lingüística actual ha explorado en múltiples
direcciones los conceptos saussurianos. Ha aceptado muchos de ellos
como coordenadas básicas necesarias para cualquier creación teórica
articulada, pero en cambio no ha asumido otros en la misma medida.
Como apuntaba arriba, son las teorías las que ponen a prueba el
desarrollo de los conceptos, y por tanto las que determinan su ren-
dimiento como instrumentos útiles para captar la realidad. Cabe en-
tender, por ejemplo, la noción de 'valor', fundamental en el Curso, en
un sentido que podríamos llamar 'fuerte', y también en un segundo
sentido algo más 'débil'. En este último es inobjetable: los signos lin-
güísticos constituyen formas, no sustancias; las relaciones formales se
obtienen al analizar sistemas integrados que muestran la manera en
que cada elemento se opone a los demás. Los ejemplos de Saussure
son muy claros: el tiempo verbal, los demostrativos, las oposiciones
que establece la morfología flexiva, etc. El sentido 'fuerte' consiste en
interpretar al pie de la letra la famosa afirmación de que en la lengua
"solo hay diferencias sin términos positivos" (páginas 215, 228 y en
otros muchos lugares del texto). Es claro que la idea de que el valor
de cada término del sistema lingüístico "no resulta más que de la pre-
sencia simultánea de los otros" (pág 207) no se puede aplicar a todas
las situaciones, como la lexicografía y la sintaxis muestran sobrada-
mente. Estos postulados se entienden mejor si los ejemplos que se
eligen son, en cierta forma, privilegiados (como los colores o los térmi-
nos de parentesco: Curso, pág. 216), o bien si apuntan hacia sistemas
en los que las entidades designadas se reparten de forma desigual un
espacio lingüístico, como en el análisis que hizo Hjelmslev de los
términos arbre, bois, forêt, Holz y Wald. En cambio, esas afirmaciones
pierden parte de su fuerza si las aplicamos a términos que no consti-
tuyen clases léxicas reconocibles. Es evidente que el sentido fuerte de
'valor' se aplica a la perfección a los términos cuyo significado no se
entiende si no se comprende la serie de la que forman parte (sábado,
teniente, aprobado, tarde...), pero de ahí no podemos obtener la conclu-
sión de que todos los términos lingüísticos pertenecen a este grupo.
12
Es probable que una parte de la lexicología estructural
persiguiera el sentido fuerte de 'valor' al intentar aplicar estrictamen-
te la afirmación saussuriana de que los valores son "puramente dife-
renciales, definidos no positivamente, sino negativamente por sus re-
laciones con los otros términos del sistema", por lo que "todas las pa-
labras que expresan ideas vecinas se limitan recíprocamente" (pág.
209). También el concepto de 'rasgo diferencial' es más claro en unos
casos que en otros. Así, 'el no ser nasal', 'el no ser continuo' o 'el no ser
sonoro' son propiedades definitorias de algunos sonidos, pero solo
algunas oposiciones fónicas son privativas, como sabemos. El papel
de las oposiciones privativas es menor aún en morfología: tal vez
singular-plural, pero no así masculino-femenino en muchas lenguas,
ni tampoco presente-pasado. En la sintaxis, el concepto de 'rasgo ne-
gativo' es aplicable aún en menor medida. La lingüística estructural
de los años sesenta y setenta abusó, como se ha hecho notar en varias
ocasiones, de las descripciones léxicas que incorporaban 'semas nega-
tivos', no pocas veces postulados ad hoc. Los lexicógrafos no se equi-
vocan tanto, por consiguiente, cuando reducen las propiedades nega-
tivas de las palabras a unos pocos casos, en lo que parecen coincidir
todos los diccionarios. Así pues, la investigación lingüística ha mos-
trado que de los sentidos que admite el concepto saussuriano de 'va-
lor', uno de ellos parece más apropiado que el otro. Se podrían reali-
zar, desde luego, ejercicios similares con otros conceptos saussuria-
nos.
Hay algo injusto en el hecho de hacer hablar a los autores de las
cuestiones que no parecen estar en el centro de sus intereses. En el
Curso, Saussure manifiesta una y otra vez su marcado interés por los
sistemas morfológico y léxico, así como por la interpretación que de-
bemos hacer de la evolución del idioma y de los estados de lengua a
los que da lugar. El interés que muestra por la sintaxis es, en cambio,
mucho menor, en lo que coincide con otros muchos lingüistas de su
generación. Saussure usa la expresión signo lingüístico cuando quiere
decir signo léxico (al menos tantas veces como Chomsky usa la voz
lingüística cuando quiere decir sintaxis). Esta 'reducción orientada de
las generalizaciones' no es, desde luego, patrimonio exclusivo de
ningún autor, pero no está de más resaltar que se produce frecuen-
temente en los teóricos del lenguaje, seguramente en medida similar
a lo que sucede en otras disciplinas.
13
La lingüística postsaussuriana ha hecho ver en varias ocasiones
que las relaciones combinatorias o sintagmáticas no están caracteri-
zadas en el Curso con la misma claridad que las asociativas o para-
digmáticas. Ciertamente, las relaciones sintagmáticas (pág. 220 y ss.)
son relaciones in praesentia, y en estos casos "un término solo adquiere
su valor porque se opone al que le precede o al que le sigue o a am-
bos" (pág. 219). De ahí podemos llegar a una tipología de las estruc-
turas morfológicas, como el propio Saussure sugiere, pero --
ciertamente-- no llegamos a una teoría de las relaciones sintácticas. Es
claro, por tanto, que el Curso no ofrece respuesta a la pregunta natu-
ral ")Qué clase de signo es una oración o una frase?" Saussure llega a
sugerir que las pautas regulares de la morfología se extienden a la
sintaxis ("...responden a tipos regulares que a su vez tienen su base
en la lengua en forma de recuerdos concretos", pág. 222). C. Hockett
planteó en los años sesenta un razonamiento muy similar, igualmen-
te equivocado, puesto que pretendía sustituir, como él, la composi-
cionalidad articulada de las estructuras sintácticas por una referencia
vaga a las pautas sintagmáticas.
De todas las oposiciones que se analizan en el Curso, la
distinción entre sincronía y diacronía es la que recibe más atención,
sin duda porque la experiencia y la formación de Saussure le conce-
dían ese lugar privilegiado entre sus preocupaciones. Téngase en
cuenta que el estudio de las leyes evolutivas del idioma venía a ser,
en la concepción neogramática, la única disciplina verdadera científi-
ca. Debe resaltarse que Saussure relativiza esta forma de ver las cosas
a través de su concepción de la arbitrariedad del signo. Para Saussure
el análisis de la historia de un signo lingüístico no deshace su arbitra-
riedad, sino que más bien la retrotrae. Las relaciones entre signos que
se dan en un determinado estado de lengua constituyen su 'valor',
pero la determinación de este valor no se obtiene necesariamente a
través de la historia. No está de más recordar que los lingüistas de mi
generación estudiábamos en la universidad lingüística general y lin-
güística histórica. Han tenido que pasar bastantes años para que
comprendiéramos que algunos de los contenidos del Curso de Saus-
sure que nos presentaban en la clase de lingüística general no acaba-
ban de encajar con las unidades y las actitudes que nuestros profeso-
res nos presentaban en los cursos de gramática histórica. En estas úl-
timas clases analizábamos decenas de ejemplos de dobletes fonéticos,
14
pero no recuerdo que ninguno de los profesores hiciera alguna vaga
alusión al interesantísimo apartado 3 del cap. III de la tercera parte
del Curso, que lleva por título “No hay dobletes fonéticos”. Tampoco
era normal que en las clases de gramática histórica se insistiera en las
diferencias que existen entre la morfología sincrónica y la diacrónica
(Curso, páginas 267 y ss.), en las formas de interpretar el cambio lin-
güístico (páginas 279 y ss), en el valor de la analogía (que para Saus-
sure no era propiamente el resultado de un cambio fonético, sino la
aplicación paradigmática de una de las propiedades creativas de la
lengua) o en otros muchos aspectos de la oposición 'sincronía-
diacronía'. Este desfase se debía, sin duda, a que el Curso se estudiaba
en Lingüística General, es decir, en otra asignatura. Aunque no lo en-
tendiéramos en ese momento, no era de extrañar que las unidades y
las actitudes que ponía de manifiesto representaran puntos de vista
diferentes de los que la tradición había asentado en las aulas durante
muchísimos años.
La re-lectura del Curso me ha sugerido otras muchas reflexio-
nes, como se las sugeriría probablemente a cualquier lingüista de mi
generación. Aun así, creo que las pocas que he mencionado son sufi-
cientes para transmitir al lector (más aún si no es re-lector) la idea
fundamental: el que se sumerja en sus páginas comprobará por sí
mismo por qué el Curso es uno de los textos fundacionales de la lin-
güística moderna. Notará, además, que estos 'apuntes de clase' con-
servan, después de un siglo de haber sido tomados, toda la viveza y
la fuerza del pensamiento de su autor. Descubrirá además que el
Curso es un texto sumamente estimulante, mucho más --como antes
decía-- que los resúmenes y las presentaciones que suelen encontrar-
se en los manuales. La investigación posterior ha revisado --no podía
ser de otro modo-- algunos de los conceptos fundamentales que in-
troduce, pero al mismo tiempo se ha construido, en buena parte, gra-
cias a esos mismos conceptos. El Curso es un libro escrito en un tono
entusiasta que impulsa al investigador a embarcarse en el estudio
apasionante del idioma. Los caminos que abre son hoy en día verda-
deras autopistas por las que uno puede circular a sus anchas. Natu-
ralmente, ha de hacerlo con prudencia, puesto que "no se puede sa-
ber exactamente si la conciencia de los sujetos hablantes va siempre
tan lejos como los análisis de los gramáticos" (pág. 228).

15
Ignacio Bosque
Universidad Complutense y Real Academia Española

16

También podría gustarte