Clase 4. Crisis Hipertensivas
Clase 4. Crisis Hipertensivas
Clase 4. Crisis Hipertensivas
Objetivos 1
Introducción 1
Definición 1
Epidemiología 2
Causas 2
Fisiopatología 2
Complicaciones 3
Presentación clínica 3
Evaluación diagnóstica 3
Manejo de las crisis hipertensivas 4
• Urgencia hipertensiva 4
• Emergencia hipertensiva 5
• Curva de autorregulación cerebral 6
• Fármacos usados 6
Conclusiones 7
Bibliografía 7
INTRODUCCIÓN
La hipertensión arterial (HTA) constituye un problema creciente de salud pública. A menos que sea reconocida
de forma temprana y tratada oportunamente, puede llevar a secuelas devastadoras, como insuficiencia renal,
enfermedad coronaria, insuficiencia cardíaca, ictus o muerte.
En la presente clase se describirá la crisis hipertensiva, estableciendo diferencias entre urgencia y emergencia
hipertensivas. También se abordará el diagnóstico y el manejo, para finalmente profundizar en los fármacos más
utilizados.
DEFINICIÓN
Aunque no existe una definición estándar, las crisis hipertensivas se definen como un aumento abrupto y grave de
la presión arterial, con daño agudo inminente y progresivo de los órganos diana.
Las crisis hipertensivas se dividen en urgencias y emergencias. Aproximadamente el 75% de ellas corresponden a
urgencias, mientras que solo el 25% constituyen emergencias.
La hipertensión maligna es un término antiguo que se utilizaba para definir elevaciones graves de la presión
arterial con daño acelerado de órganos diana, encefalopatía aguda, nefropatía aguda y retinopatía (papiledema y
hemorragias retinianas).
EPIDEMIOLOGÍA
La mala adherencia al tratamiento es probablemente el principal factor de riesgo para el desarrollo de una crisis
hipertensiva.
CAUSAS
FISIOPATOLOGÍA
Si bien la base fisiopatológica no parece conocerse con exactitud, se han identificado varios mecanismos:
→ Disfunción endotelial.
→ Desregulación del sistema del óxido nítrico.
→ Sobreactivación del sistema renina-angiotensina-aldosterona.
→ Inflamación.
→ Trombosis microangiopática.
PRESENTACIÓN CLÍNICA
EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
Se debe practicar un interrogatorio enfocado a saber el tiempo de evolución de la hipertensión y la medicación que
utiliza el paciente, dosis y posologías.
De existir mucha diferencia de presión arterial, hay que considerar siempre el brazo con cifras más altas.
También se debe realizar un examen físico completo, desde comprobar el estado neurológico, con maniobras para
descartar un posible accidente cerebrovascular, hasta una exploración cardiovascular (ritmo cardíaco, pulsos,
soplos) y respiratoria (broncoespasmo, crepitantes). En algunos sujetos será necesario realizar un examen de fondo
de ojo para observar las arterias retinianas y estimar el daño provocado por la hipertensión.
Por su parte, el laboratorio debe incluir hemograma, coagulograma, función renal, ionograma, hepatograma,
glucemia, biomarcadores cardíacos (troponina, péptidos natriuréticos), sedimento urinario y, a veces, la pesquisa
de metanfetaminas y metabolitos de la cocaína.
Es importante realizar un electrocardiograma (ECG) para determinar si hay ritmo sinusal o no, así como también
para evaluar hipertrofias o bloqueos y, especialmente, descartar síndromes coronarios agudos.
La radiografía de tórax puede evidenciar cardiomegalia, ensanchamiento del mediastino (p. ej., en la disección
aórtica) o congestión pulmonar.
La tomografía computarizada o la resonancia magnética de cerebro tienen utilidad ante la sospecha de accidente
cerebrovascular agudo. Por su parte, la exploración del tórax con estas técnicas no es de primera elección, sino
solo cuando se sospecha disección aórtica.
Las guías europeas de hipertensión sugieren la práctica de ecografía renal cuando se sospecha hipertensión
renovascular.
Urgencia hipertensiva
La urgencia hipertensiva posee un buen pronóstico, con una mortalidad del 0,2% a 30 días. Existe un gran consenso
en el manejo ambulatorio con medicación oral, aunque siempre en manos de expertos.
Los pacientes con urgencias hipertensivas requerirán 2 o más fármacos para el adecuado control de la presión
arterial.
Si bien las diferentes guías de tratamiento recomiendan ciertos tipos de combinaciones, no existen trabajos
multicéntricos aleatorizados en este contexto. Por lo tanto, la combinación de fármacos dependerá del criterio
médico, la presentación del cuadro clínico, la causa de base, la demografía y las comorbilidades.
Emergencia hipertensiva
El diagnóstico y el tratamiento de forma precoz son esenciales para limitar el daño de órgano diana y reducir la
morbimortalidad. Los agentes preferidos son fármacos parenterales, de acción corta y titulables. Una reducción
del 20-25% de la presión arterial en la primera hora parece un objetivo razonable.
La disección aórtica es tal vez la emergencia hipertensiva por naturaleza. Una reducción inmediata de la presión
arterial puede cambiar el pronóstico del paciente, que pronto deberá ir a cirugía. En el marco de un accidente
cerebrovascular isquémico, existe consenso en que la reducción de la presión arterial debe ser más gradual.
Una vez alcanzada la estabilidad, se procederá a reducir la dosis de los fármacos endovenosos agregando
paulatinamente medicación oral.
Dado que en muchas ocasiones la autorregulación cerebral se encuentra alterada en estos pacientes, se tendrá
especial cuidado en no reducir bruscamente la presión para evitar una disminución de la perfusión tisular y su
consecuente isquemia, especialmente en el cerebro. Los pacientes con presión arterial lábil se beneficiarán de una
monitorización continua de la presión con un catéter arterial. Debido a la farmacodinamia impredecible de algunos
fármacos, se evitarán las vías de administración sublingual e intramuscular.
Para mantener el flujo sanguíneo cerebral constante, es necesario tener una PAM de entre 50 y 150 mmHg. Los
pacientes hipertensos tienen la curva desplazada hacia la derecha, lo cual implica que, por el daño vascular que
han sufrido a lo largo de los años, han perdido la capacidad de vasodilatar adecuadamente y necesitan presiones
más altas para mantener el flujo sanguíneo cerebral. Este es uno de los motivos que explican por qué al disminuir
bruscamente la presión en sujetos hipertensos graves se provocan efectos neurológicos indeseados.
Los pacientes con daño vascular avanzado han perdido la capacidad de dilatar sus arteriolas cerebrales cuando el
flujo sanguíneo es bajo y de contraer las mismas cuando el flujo es alto. En el primer caso ocurrirá isquemia, y en el
segundo, edema vasogénico.
Fármacos usados
Los fármacos más usados son:
→ Nicardipino: bloqueante cálcico dihidropiridínico. Comienzo de acción 3-5 minutos; duración de acción
3 horas; metabolismo hepático; dosis 5-15 mg/h. Muy selectivo para la vasculatura cerebral y coronaria.
Efectos adversos: taquicardia, cefalea, edemas, angina.
→ Esmolol: betabloqueante selectivo. Comienzo de acción 1-2 minutos; duración de acción 10-30 minutos;
metabolismo por esterasas de glóbulos rojos; dosis 0,5-1 mg/kg en bolo, 50-300 mg/kg/min en infusión continua.
Reduce la frecuencia cardíaca y la contractilidad, sin efecto vasodilatador. De elección en la coartación de
aorta. Efectos adversos: bradicardia, bloqueos auriculoventriculares, broncoespasmo, falla sistólica.
→ Labetalol: betabloqueante no selectivo y bloqueante alfa. Comienzo de acción 5-10 minutos; duración de la
acción 3-6 horas; metabolismo hepático; dosis 0,25-0,5 mg/kg o 2-4 mg/min hasta el objetivo deseado y luego
5-20 mg/h. Fármaco de elección en el embarazo. Efectos adversos: bradicardia, bloqueos auriculoventriculares,
broncoespasmo, falla sistólica.
CONCLUSIONES
La clave en el manejo de las crisis hipertensivas es saber establecer desde el inicio la diferencia entre urgencia
y emergencia. La presencia de daño de órgano implica un aumento significativo del riesgo de eventos adversos y,
por lo tanto, necesitará hospitalización y tratamiento precoz.
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