El Pensamiento Del Profesor
El Pensamiento Del Profesor
El Pensamiento Del Profesor
I. Presentación
En los últimos veinte años se produjo un movimiento amplio y variado que se
estructuró como respuesta al tecnicismo y modificó las ideas relativas a la enseñanza y
a las acciones del profesor1. En buena medida, en el origen de este movimiento se
reconoce la influencia de nuevas tendencias y programas de investigación. El programa
de investigación conocido como “pensamiento del profesor” (Calderhead, 1988;
Elbaz,1988; Peterson y Clark, 1989; Pope, 1998;) tuvo un impacto importante en el
modo de considerar las prácticas educativas con repercusiones en el modo de pensar el
currículum, la formación docente y la práctica de enseñanza en general.
En algunas comunidades de investigadores educacionales se produjo un cambio
importante en los intereses de investigación. y se desarrollan, en forma creciente desde
mediados de los años '70, los proyectos que analizan el pensamiento del profesor
partiendo de la premisa de que su pensamiento guía y orienta su conducta. Existen
completas reseñas disponibles acerca de este campo de estudio 2. De considerar al
docente como un "procesador" racional se avanza hacia el estudio del “componente
semántico”: los esquemas de interpretación o los conocimientos con los cuales se anali-
za y se confiere sentido y dirección a la acción. Se comienzan a realizar, entonces,
estudios sobre esquemas, rutinas, teorías o lo que se denominó “conocimiento práctico”.
Buena parte de las preocupaciones por este tipo de problemas no derivaron solo de una
inquietud comprensiva, sino que buscaban reivindicar un nuevo papel para los
enseñantes en la gestión y cambio de las práctica pedagógica3. Se dio lo que puede
llamarse “el vuelco reflexivo”. Esto es, el énfasis en la revisión de la práctica mediante
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Pérez Gómez (1987, pag.204) se refiere a él como “reconceptualización didáctica”
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Aunque la mayoría de los trabajos se publican en inglés, existe buen material en español. Es
muy completa la reseña de Clark y Peterson (1990) publicada originalmente en la edición 1986
de la compilación que, aproximadamente cada década, dedica la AERA (American Educational
Research Asociation) a ofrecer un panorama del estado de la investigación sobre la enseñanza.
También puede verse, en una dirección parecida, el trabajo de Carlos Marcelo (1987) o de
Calderhead (1988). Un poco más reciente, se puede apreciar una reflexión sobre el campo y sus
perspectivas en Pope (1998). En todos los casos pueden encontrarse referencia a las principales
líneas de trabajo, metodologías y alcances de los resultados obtenidos.
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Por ejemplo, Pope, 1988 o Munby, 1988.
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Su libro Principios básicos del currículo fue publicado en 1949. La versión castellana es de
1974 y volvió a reeditarse recientemente.
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Desde ya que esta es una cuestión polémica-. El carácter de la obra de Tyler ha sido
ampliamente debatido. Una reedición de ese debate se ha producido en los últimos años. Puede
verse en Hlebowitsh, 1998a y 1998b y Kliebard, 1998
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VerEtica Nicomaquea., Libro VI “De las virtudes intelectuales”.
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que real. Algo de esto ha sucedido en los últimos años en la agitada controversia con el
“tecnicismo”. (Una manera de gestionar los asuntos educativos que, en su acepción
restringida, tuvo probablemente, en varios países sudamericanos, menos importancia
que la que se le asigna). Una actual antinomia pedagógica es la que se da entre
tecnicismo o reflexión y son muchos los pedagogos de todos los niveles que utilizan el
segundo término como un signo de reconocimiento y un lema para sus prácticas. Como
en todo planteo antitético, la opción por un término excluye al otro. Sin embargo, si se
toma alguna distancia de este tipo de operación política, se puede afirmar que las
maneras actualmente antagónicas de definir la función de los docentes no lo son tanto.
Aquello que se llama acción “técnica” o acción “práctica”, muestra tipos posibles de
acción relacionados con una variedad de dimensiones de la actividad escolar. Que los
tipos de actuación pueden ser muy variados lo muestra el hecho de que la investigación
generó y utilizó multitud de conceptos para categorizar y describir el conocimiento que
los profesores utilizaban en lo que Schön denomina “nuestras acciones inteligentes”
(Schön, 1992, p.35). Algunos de ellos son: “perspectivas” (Tabachnik y Zeichner, 1988;
Clark y Peterson, 1990), “metáforas” (Munby, 1988), “creencias”, “imágenes”
(Clandinin y Connelly, 1988), “teorías implícitas” (Rodrigo, Rodríguez, Marrero, 1993),
“conocimiento práctico” (Elbaz, 1981), “esquemas”(Calderhead, 1988), “constructos”
(Pope, 1988). En una revisión del campo, Pope (1998) señala veintidós conceptos
diferentes. Algunos, como “esquemas”, “planes”, “guiones” o “rutinas”, expresan
aspectos regulativos. Otros definen núcleos generales de significado como ”metáforas”,
“imágenes”, “creencias”, “perspectivas”. Un tercer grupo se compone de categorías que
agrupan principios organizadores, por ejemplo “teorías intuitivas” “teorías subjetivas”
o “teorías implícitas”. Por último, algunos conceptos, como “conocimiento práctico”,
definen de modo más holístico la cualidad e imbricación práctica del conocimiento. La
profusión de conceptos puede ser interpretada como producto de las debilidades teóricas
y metodológicas de un campo de investigación. También puede sugerirse que expresa la
intuición de que el conocimiento que es parte de la acción de enseñar, se organiza de
distintas formas y cumple distintas funciones. Es probable que este conocimiento deba
ser tratado, más bien, como una conjugación de saberes 7 adecuados a una práctica que
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G. Malglaive ( 1991,pp.93 y 94) denomina "saber en uso" a los varios saberes conjugados que
rigen la acción.
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se rige tanto por aspectos regulares, como por lo que Schön denomina “zonas
indeterminadas de la práctica”8.
Si lo anterior puede aceptarse como hipótesis, puede afirmarse que una
concepción unidimensional (y un programa de acción relacionado) produce una
“reducción descriptiva”: se priorizan algunos de los resultados de investigación a
expensas de otros y se programa con relación a una opción que, en su base, tiene más de
opción ideológica que de consideración ponderada de los resultados disponibles.
Realizar opciones ideológicas es muy valorable y no se podría proceder en pedagogía de
otra manera, salvo que se revitalice la ilusión de una pedagogía absolutamente
“científica”. No es intención de este trabajo realizar una discusión sobre este punto,
aunque el autor no se inclina por una alternativa de ese tipo. Pero una cosa es realizar
opciones ideológicas y otra cosa es presentarlas como resultados de investigación. Esto
es bastante posible que suceda por un problema metodológico del campo, a saber: la
diversidad conceptual mencionada muestra búsquedas diferentes y, por lo tanto,
dificulta la comparabilidad de los resultados. También genera problemas de
confiabilidad. La “multiplicación de entidades” que se aprecia en este tipo de
investigación no solo transgrede el principio de simplicidad. Aumenta el riesgo de
producir una adecuación artificiosa entre datos y teorías ya que facilita el recurrente
problema de “encontrar lo que se busca” porque lo “que se busca” es siempre aquello
que se encuentra. Esta situación se agrava cuando la investigación se desarrolla en
medios poco prolíficos por lo cual las debilidades apuntadas se ven agravadas ante la
imposibilidad de realizar triangulaciones, una de las maneras de validar, en estos casos,
datos y conclusiones.
En síntesis, se sugiere que la reducción descriptiva mencionada es producto de
inclinaciones ideológicas. Estas son, seguramente, necesarias para movilizar opciones
pedagógicas y tiene gran valor. Pero deberían mostrarse como tales y no justificarse en
términos de “así es como suceden las cosas”.
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“ (...) -tal es el caso de la incertidumbre, la singularidad, el conflicto de valores- que escapan a
los cánones de racionalidad técnica" (Schön, 1992, p.20)
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“no conoce”. Un conocimiento que puede ser reconstruido mediante la reflexión y que
solo de ese modo puede ser sometido a análisis crítico y volverse susceptible de
modificación,. Esta manera de ver las cosas confluyó con las posiciones “reflexivas” de
los actuales planteos relativos a la formación docente y el currículum.
Las posiciones reflexivas tuvieron gran aceptación en nuestro medio y se
convirtieron en un tema recurrente en cualquier discusión sobre formación o mejora de
la práctica docente. Junto con esto se aceptó, más como parámetro por defecto que por
análisis sistemático, la hipótesis acerca del valor del descubrimiento del propio
conocimiento para la modificación de las prácticas. Sin embargo, es posible sugerir una
interpretación distinta del valor de los procesos reflexivos.
Cuando intervienen procesos reflexivos no es nunca posible afirmar si se asiste
al “descubrimiento” de aquello que operaba sin ser conocido o a un acto ad hoc de
construcción de interpretaciones o principios explicativos de la acción. El punto es muy
difícil de dilucidar, ya que cualquier opción por un punto de vista externo para validar la
interpretación constituye una estrategia controvertida. La interpretación del
investigador, por ejemplo, tiene idéntico valor constructivo que la del profesor ya que se
trata de su interpretación de la teoría implicada en la acción. Una interpretación que, por
fuerza, es tributaria de su propia plataforma mental. Cuando la interpretación la
desarrolla el maestro o el profesor el resultado puede considerarse de la siguiente
manera: los procesos reflexivos no necesariamente “revelan” las teorías no conocidas
que informan la acción. Posiblemente la reflexión permita al sujeto resignificar ideas,
asumir nuevas implicancias o considerar otras alternativas. Pero, en ese caso, más que
un acto de descubrimiento de lo que tenía y no sabía que tenía, se trata de un acto de
invención13 mediante un activo proceso de diseño de posibilidades y búsqueda de
alternativas disparado por el proceso reflexivo. En este caso, lo que se enfatiza es el
papel del marco mental (conocimiento personal) en el que las experiencias son
redescriptas y se transforman en valores educativos y principios pedagógicos actuantes.
Si se acepta este punto de vista podría proponerse que la recreación de los marcos de
acción no corresponde tanto a un proceso de esclarecimiento de la plataforma mental
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Lo que Schön(1983, p.305) denomina “teorías en uso”. Constituyen "...el conocimiento
relevante para la acción, es tácito en general, se desarrolla con la práctica y raramente se pide
hacerlo explícito." Las teorías expuestas, son el conocimiento que se enuncia ante la necesidad
de explicar las propias actuaciones.
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Bruner utilizó esta idea de invención desde sus primeros trabajos en educación como La
importancia de la Educación hasta los más recientes como La educación, puerta de la cultura.
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Una perspectiva que, entre otros, desarrolló Habermas (1992)
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cursos sobre nuevos principios pedagógicos sean muy positivos en ese sentido. Para un
abordaje instrumental serán posibles nuevas comprensiones en tanto los principios estén
expresados en instrumentos que puedan utilizarse en un ambiente sustentado por la
participación de personas con diferentes grados de competencia y manejo de ese tipo de
tareas y de sus fundamentos. Un ambiente de este tipo es el que corresponde a la idea
de practicum, tal como fue descripto por Schön (1992). Como esta idea también forma
parte del “énfasis reflexivo” en seguida se volverá, muy brevemente, sobre ella.
En el párrafo anterior se esbozó lo que puede llamarse una perspectiva
instrumental para tratar algunos de las cuestiones que hoy es común tratar mediante el
énfasis en los procesos reflexivos. La sugerencia de esta perspectiva no tiene por
objetivo realizar una nueva propuesta metodológica para tratar problemas del
currículum, la formación de docentes o la mejora de la práctica. Simplemente, tiene el
propósito de mostrar que se puede pensar en alternativas diferentes al énfasis en el
esclarecimiento de la “plataforma tácita que dirige la práctica“ como vía para la
modificación de los patrones personales de acción.
El énfasis en el valor de los procesos reflexivos y su acompañamiento mediante
la investigación, genera, también, algunos problemas metodológicos. Se mencionó la
constitución, en las últimas tres décadas, de una nueva manera de pensar el currículu, la
formación docente y el trabajo con docentes. Según este punto de vista los agentes
construyen significativamente la práctica y utilizan sus propias teorías y principios en
esa construcción. Se impusieron las ideas de “reflexión sobre la práctica” y “profesor-
como-investigador” (esto planteado de un modo muy general y dejando de lado las
diferencias internas). Como sucede con muchos enunciados pedagógicos, estas ideas
pueden actuar de dos maneras: o bien en sentido amplio, como principios orientadores
que requieren interpretación, o, de modo más restringido, como metodologías. El gran
entusiasmo generado llevó, en buena medida, a la segunda opción, pero obvió un
estudio más detallado de los límites y exigencias de las metodologías que parece
ofrecer.
Si se toma, por ejemplo, la idea del profesor como investigador pueden anotarse
dos dificultades. Una es que, según J. Elliot la investigación acción (un modo específico
de introducir la investigación en la práctica docente) no se puede asumir como un modo
de resolver problemas específicos, sino como una manera general de definir y atacar
problemas de alguna magnitud. Por ello, resulta problemática para él la pretensión de
resolver tareas de rutina mediante estos procedimientos (Elliot, 1990, p.119). Es
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evidente que cualquiera que se desempeñe en una sala de clases utiliza buena parte de
su tiempo en el manejo de situaciones relativamente estabilizadas mediante el ejercicio
de rutinas de trabajo o enfrentando problemas bien definidos. Y no puede asumirse que
la resolución de estas tareas no sea de importancia para la mejora de la práctica. Más
aún, no pocos profesionales de la educación encuentran, hoy en día, crecientes
dificultades para resolver problemas relacionados con el establecimiento de un orden y
de un ambiente de trabajo. En este sentido, la propuesta de estrategias de investigación-
acción parece limitada a algunas dimensiones de la práctica y mantiene inciertas las
maneras de resolver importantes aspectos, quizás por no considerarlos de importancia
real a la hora de definir la “buena práctica”. Por otra parte, si se asumen posiciones
estrictas con respecto al proceso de investigación, como las que sostiene Stenhouse
(1991) en Investigación y desarrollo del curriculum, aparece un segundo problema que
es la inclusión de una tradición académica en el marco escolar y, por lo tanto, de una
lógica radicalmente distinta sin ningún antecedente acerca de su capacidad para ayudar
a operar sobre los problemas escolares.
Una segunda línea fuerte de este programa descansa en la idea de reflexión. El
sentido “aplicado” del término, como metodología o enfoque de resolución de
problemas15, no es exactamente el mismo que tiene si se utiliza la idea de una “práctica
reflexiva”. En ese caso, el sentido es mucho más amplio y general y,
proporcionalmente, de menores consecuencias operativas. Este modo de utilización de
“práctica reflexiva” constituye, más bien, una imagen de “buena práctica”, orientadora,
pero que requiere un proceso de interpretación en casos que no tiene una sola forma
posible de concreción. Cuando se utiliza la idea de “reflexión” como un enfoque
asociado a la resolución de problemas específicos -o sea, como “metodología”- es
necesario tener en cuenta dos restricciones: primero, que mediante reflexión se atiende a
un rango limitado de problemas y segundo que, según D. Schön, adquirir buenas
capacidades reflexivas puede requerir de buenas competencias técnicas y casuísticas16.
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Por ejemplo, Pope utiliza las nociones de investigación “fuera adentro” y “adentro fuera” para
agrupar los propósitos de las investigaciones sobre el pensamiento del profesor. Las
investigaciones “adentro afuera” están preocupadas porque el profesor pueda clarificar su
pensamiento por sí mismo” (Pope, 1998, p.63).
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Schön propone tres tipos de practicum (un ámbito especializado para el aprendizaje de una
práctica) cada uno adaptado a diferentes formas de conocimiento profesional y de tipos de
acción profesional. Respecto a su relación afirma que: “Quizás aprendamos a reflexionar en la
acción aprendiendo primero a reconocer y aplicar reglas, hechos y operaciones estándar; luego a
razonar sobre los casos problemáticos a partir de reglas generales propias de la profesión; y solo
12
IV Comentario final
después llegamos a desarrollar y comprobar nuevas formas de conocimiento y acción allí donde
fracasan las categorías y las formas familiares de pensar.” (Schön, 1992, pp.47 y 48)
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entender las enseñanza y lo que en ella sucede. Pero parecería que está sobrevalorada
cuando se la considera como investigación educativa. Quizás sea el momento de realizar
una revisión de los lemas pedagógicos que se han apoyado en ella y que enfatizaron las
ideas de “investigación” y “reflexión sobre la práctica”. Para un uso adecuado de los
resultados de estos programas de investigación, probablemente corresponda recurrir a
otro tipo de empresa intelectual. Esta tarea deberá utilizar juicio y reflexión educativa
para aprovechar estos resultados y generar conocimiento educativo, en sentido estricto,
sobre los problemas del currículum, la formación docente y la mejora de la enseñanza.
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Bibliografía
(Las fechas corresponden a la edición consultada)
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