32 9 La Misericordia
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RESUMEN
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conceptos podrían parecer contradictorios, la justicia es un concepto fundamental para la sociedad cuando, normalmente, se hace
referencia a un orden jurídico a través del cual se aplica la ley; pero en el derecho canónico, tiene una connotación mayor, propia
I . I 201 .
de nulidad matrimonial, en consideración a las parejas separadas y en especial las divorciadas y vueltos a casar civilmente, para
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sobre su situación irregular, que les causa tanto sufrimiento y provoca que se sientan alejados de la Iglesia.
ABSTRACT
“Continuous crimes” has, by disposition of Ecuadorian criminal law, a concrete impact with relationship to determining the com-
putation of the prescription, without any other legal reference. Historically, it has served as a “wild card” to apply penalties for
.
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I .
violating warranty principles, could contravene a norm of care.
INTRODUCCIÓN
El Santo Padre en su bula Misericordiae vultus, con la que convocó oficialmente el Jubileo
Extraordinario de la Misericordia, que inició el 8 de diciembre de 2015 y que finalizará el
20 de noviembre de este 20161 y destacó que no existe contraposición entre la justicia y la
misericordia. El Papa Francisco I (2015) manifiesta que “La justicia por sí misma no basta
y la experiencia señala que apelando solo a ella se corre el riesgo de destruirla”.
Como profesionales o estudiantes de jurisprudencia, trabajamos día a día inspirados
por la justicia, desde nuestras primeras lecciones de derecho aprendimos el concepto de
Ulpiano que la justicia es dar a cada uno su derecho, lo que le corresponde, entonces, ¿cómo
podemos entender en nuestra mente defensora y exigente de derechos correspondientes
que la justicia perfecta implica perdonar al agresor, olvidar lo pasado, desearle todo bien,
y si es posible ayudarlo a que tenga un arrepentimiento sincero que purifique su alma?
¿Cómo se puede hacer para que estas realidades que, ante los ojos de un jurista, se
contraponen, se puedan conciliar en una sociedad que cada día exige su bienestar indi-
vidual y se basa en soluciones personales y relaciones desechables? REVISTA JURÍDICA ISSN: 1390-3071 • N.O 32 • 2018. • 15 -1
Esta pregunta San Juan Pablo II (1999) la aclara en su encíclica Dives in Misericordia,
“la misericordia es el encuentro de la justicia divina con el amor: el beso dado por la
misericordia a la justicia” (no.9). Pues justamente es esa misericordia de Dios que nos
lleva al cumplimiento de la verdadera justicia, pero de que estamos hablando entonces,
la verdadera justicia no pide la retribución de lo que hemos recibido. Es realmente el
cenáculo de un amor verdadero.
Las Sagradas Escrituras nos presentan a Dios como misericordia infinita pero tam-
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bién como justicia perfecta. Parecerían dos realidades que se contraponen, pero no es
así, porque la misericordia de Dios es lo que hace que se cumpla la verdadera justicia. Si
pensamos en la administración legal de la justicia, vemos que quien se considera víctima
1
La tradición es que se celebre un Jubileo cada 25 años, el último fue en el año 2000. 129
MERO, E.
de una ofensa se dirige al juez del tribunal para pedir justicia: una justicia retributiva
que inflige una pena al culpable, siguiendo el principio de que a cada uno se le da lo que
se merece. Pero ese camino no lleva a la verdadera justicia porque en realidad no vence al
mal, solamente lo limita. En cambio, solo respondiendo al mal con el bien se le derrota
completamente. (Francisco I, 2016)
Solo respondiendo al mal con el bien se lo derrota verdaderamente, cuando confia-
mos en la justicia divina, la mayoría de las veces es cuando hemos agotado las formas
de aplicar nuestra justicia humana sin tener el resultado deseado, entonces ante esa
impotencia de no tener la justicia en nuestras manos confiamos en la justicia divina,
que ella haga lo que nosotros no pudimos o que la sociedad y su marco legal no nos
permitió.
Las Sagradas Escrituras nos enseñan a perdonar al que nos ofende, acercarnos a éste
y hacerle reflexionar sobre el mal que nos ha causado, se apela a su conciencia, y si sobre
esto podemos hacer que se arrepienta y deje de infringir el mal, estamos logrando que el
agresor u ofensor sea un hombre justo, que lo que nos hizo daño deje de existir, es decir,
arrancaremos el mal desde la raíz; esto en una justicia perfecta.
Esta forma de crear justicia a grandes visos no es nada fácil, pues primero implica
que el perjudicado pueda perdonar al que le hizo daño. Además, que el ofensor tenga un
sincero deseo de no volverlo a dañar.
Este tipo de proceso de justicia se hace con las personas a las que uno ama, a nuestros
hijos, nuestro cónyuge, nuestros padres, etc. porque precisamente queremos que ellos
tengan un corazón puro, junto a un proceder fecundo lleno de obras de amor y caridad,
incapaces de pasar por encima de sus semejantes.
Es justamente lo que nuestro Dios, Padre de todos nosotros, hace con cada uno de
sus hijos, seres imperfectos, a pesar que cada día tropiezan y vuelven a caer, nos da la
oportunidad de comenzar cada día, sin importar lo egoístas, prepotentes, temerosos o
desconfiados que seamos, continuamente nos invita a arrepentirnos y a volvernos seres
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justos. Ese es el objetivo: cambiar de vida, evitar el mal y tener la energía de seguir edi-
ficando nuestras vidas según la obra de Dios.
La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a
Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la
religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno
y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto
a las personas y al bien común. El hombre justo, evocado con frecuencia en las Sagradas
Escrituras, se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta
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llamados a ejercer compasión hacia otros, perdonando -como dicen las palabras de Jesús-
“setenta veces siete” (Mt 18:22).
Para entender más acerca de la misericordia, el mismo Jesús nos lo explica a través de
parábolas, además y, ante todo, Él mismo personifica y encarna, la misericordia.
El contenido de la parábola del hijo pródigo nos deja una lección de justicia mi-
sericordiosa que traspasa el significado de justicia, cuando éste regresa al hogar
luego de dilapidar la fortuna de su familia y su buen nombre; él debería trabajar
y ganarse su sustento y poco a poco cierta cantidad de bienes materiales, debía
sufrir y pagar con creces sus errores y la miseria moral en la que cayó, pero al fin
y al cabo era un hijo y su padre no dejaría de considerarlo así, es fiel al amor que
siente a su hijo, cuando el amor filial no humilla sino al contrario lo perdona y lo
acoge en su casa. El hijo pródigo era consciente de ello y es precisamente tal con-
ciencia lo que le muestra con claridad la dignidad pérdida y lo que le hace valorar
con rectitud el puesto que podía corresponderle aún en casa de su padre. El amor
no humilla, sino que revaloriza al ser humano, el que es objeto de misericordia es
hallado de nuevo, gana una nueva oportunidad de comenzar (San Juan Pablo II,
1999).
La misericordia no es contraria a la justicia, porque a través de ella Dios le da al
pecador la oportunidad de arrepentirse, convertirse y creer. Por supuesto añade el Papa
Francisco I (2015). “eso no significa devaluar a la justicia o que no sea necesaria, por el
contrario, los que cometen errores tendrán que cumplir la pena, solo que esto no es el
fin sino el principio de la conversión, porque experimentamos la dulzura del perdón”,
el santo padre señala que el amor es la base de la verdadera justicia. Como san Agustín
decía “es más fácil que Dios contenga la ira que la misericordia”.
Pero todo esto no significa que tenemos asegurada la vida eterna solo por la miseri-
cordia, es necesario tener un profundo arrepentimiento, Dios perdona al hombre que se
lo pide, pero debe tener un profundo arrepentimiento y propósito de enmienda, como
cuando Jesús perdona al ladrón arrepentido (Lucas 23, 39-43). “Hay más alegría en el REVISTA JURÍDICA ISSN: 1390-3071 • N.O 32 • 2018. • 15 -1
Cielo por un ladrón que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan
arrepentirse”. (Lucas 15, 7).
Sin embargo, la misericordia no elimina la culpa del hombre por sus pecados, ni de
pedir perdón ni de su penitencia posterior. Los santos de la historia, desde los tiempos
de nuestro Señor Jesucristo hasta la actualidad, han hecho grandes penitencias. Esto
no significa que no existe condena para los que han pecado abiertamente, rechazando
a Dios y sus semejantes; para estos existe el infierno. Jesús premia a los que actuaron
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EQUIDAD CANÓNICA
El derecho canónico tiene como fin el contribuir con la misión salvífica de la Iglesia, esto
es, la salvación de las almas, misión que ha sido ratificada en el concilio Vaticano II, que
recalca que el romano pontífice es el pastor supremo de las almas a él confiadas, y que no
hay nada que se interponga a este deber.
En derecho canónico se establece la justicia y la equidad canónica para interpretar
cada caso, teniendo en cuenta sus peculiares circunstancias, pero bajo los principios
de benignidad y misericordia de la Iglesia. No es criterio para interpretar los cánones
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del Código canónico, sino para casos de vacío legal o como criterio de interpretación de
un juez, y a las sanciones canónicas, y la celeridad de formalidades judiciales tienen un
valor de gran relevancia pastoral.
La actividad jurídica canónica es pastoral por su misma naturaleza. Ésta va más allá
de su trascendencia siempre representa una retribución de justicia. Se debe recordar
que, si bien la vida de la iglesia está regida por principios que enaltecen la caridad y la
misericordia, no se pueden contraponer con la justicia, es decir, no se necesita obrar
injusto para que exista un acto de caridad, en definitiva, es evidente que la misericordia
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no debilita la justicia.
Se puede interpretar la ley y recurrir a excepciones moderando el uso de sanciones y
restricciones, siempre que esa interpretación no vaya con los parámetros de la justicia,
como decía san Juan Pablo II en el referido discurso que la justicia y el derecho en estricto
132 sentido.
LA MISERICORDIA, LA JUSTICIA Y LA REFORMA AL PROCESO CANÓNICO DE NULIDAD MATRIMONIAL
dispone que en todo lo referente a la aplicación de justicia, incluyendo los procesos refe-
rentes a la declaración de nulidad matrimonial sean tratados de esta forma. De manera
que el proceso canónico debe ser llevado con rigor y la exigencia que el Código Canónico
establece, a la luz de la razón y la ley.
Al establecerse el proceso canónico, éste tiene como fin la búsqueda de la verdad,
no sería oportuno entonces que además de las consideraciones a la justicia se tengan
consideraciones de índole pastoral, acaso para dar soluciones a las partes que se encuen-
tran agobiadas con su realidad de los hechos. La actividad canónica y pastoral se unen y
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para impulsar una reforma en el proceso de causas matrimoniales para acelerar la decla-
ración de nulidad de un matrimonio; proceso que hasta antes de la reforma podría durar
varios años, pero siguiendo la huella de sus predecesores como lo dijo el Santo Padre,
tratándolo como un proceso judicial, y no un acto administrativo, precisamente para
asegurar la reivindicación de la justicia y la verdad a la luz de los hechos. Así lo confirmó 135
MERO, E.
hasta dos laicos, pero se deberá tomar en cuenta la preparación, prudencia y espíritu
cristiano de éstos. Así mismo, el decano del tribunal de la Rota Romana y presidente de
la comisión para la simplificación de los trámites del proceso matrimonial, monseñor
Pio Vito Pinto, remarcó que se debe buscar la manera de compensar económicamente a
los operadores judiciarios y abogados que se hacen cargo de estas causas.
3. El mismo obispo es juez: la potestad del obispo para decidir por sí solo, como pastor de
su diócesis y de la porción del pueblo de Dios que le han sido confiados, y no que delegue
completamente la función judicial en materia matrimonial a los tribunales de la curia,
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CONCLUSIONES
Concluimos en que este motu proprio y las reformas le dan celeridad al proceso, pero no
han creado nuevas causales de nulidad, el matrimonio, cuando es sacramento, es indiso-
luble, y nada ni nadie lo puede anular. Esto es un principio inamovible de la Iglesia, pues
el matrimonio es una institución de origen divino y elevado a la calidad de sacramento
por el mismo Jesucristo.
Respecto a la situación de los divorciados vueltos a casar, que viven en adulterio pú- REVISTA JURÍDICA ISSN: 1390-3071 • N.O 32 • 2018. • 15 -1
blico y permanente, aumentando así la gravedad de su falta; o de los jóvenes que viven
en uniones libre; o en las diversas situaciones que pueden darse, se ofrecerán atenciones
y respuestas pastorales, con amor a la verdad y a la caridad, pero que no vayan en contra
de la doctrina de la Iglesia, de la indisolubilidad y de la eucaristía, sacramento que no
pueden recibir por encontrarse en una situación objetiva de pecado grave, es decir, no se
admiten a la comunión no por una culpa grave, sino por el estado en que se encuentran.
El matrimonio precedente continúa existiendo, por ser un sacramento indisoluble, por
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No son excluidos de la Iglesia, más bien son objeto de una especial preocupación y aten-
ción pastoral.
Con la bula Misericordiae Vultus, el Papa Francisco explica el significado de este año
santo para que los cristianos despertemos la conciencia a veces dormida ante la pobreza,
“Donde está la Iglesia debe haber evidencia de la misericordia del Padre y donde hay cristia-
nos, cualquiera debería ser capaz de encontrar un oasis de misericordia” (Francisco I, 2015).
El Santo Padre nos recuerda que este es el momento de aceptar la invitación a la con-
versión y someterse a la justicia, mientras que la Iglesia ofrece misericordia, que Dios
no se cansa de abrir las puertas de su corazón a los hombres, especialmente en tiempos
actuales con problemas catastróficos y contradicciones, aún tenemos signos de esperanza
para la bondad y ternura de Dios.
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