32 9 La Misericordia

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LA MISERICORDIA, LA JUSTICIA Y LA REFORMA AL PROCESO

CANÓNICO DE NULIDAD MATRIMONIAL


MERCY, JUSTICE AND THE REFORM OF THE CANONIAN PROCESS OF
MARRIAGE NULLITY

ELIZABETH MERO SÁNCHEZ1


1 Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.

RESUMEN
S
conceptos podrían parecer contradictorios, la justicia es un concepto fundamental para la sociedad cuando, normalmente, se hace
referencia a un orden jurídico a través del cual se aplica la ley; pero en el derecho canónico, tiene una connotación mayor, propia
I . I 201 .

de nulidad matrimonial, en consideración a las parejas separadas y en especial las divorciadas y vueltos a casar civilmente, para
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sobre su situación irregular, que les causa tanto sufrimiento y provoca que se sientan alejados de la Iglesia.

PALABRAS CLAVE: Nulidad matrimonial, jubileo, reforma, el proceso canónico.


I

RECIBIDO: 1 10 2017 CORRESPONDENCIA:


128 ACEPTADO: 13 08 2018 [email protected]
LA MISERICORDIA, LA JUSTICIA Y LA REFORMA AL PROCESO CANÓNICO DE NULIDAD MATRIMONIAL

ABSTRACT
“Continuous crimes” has, by disposition of Ecuadorian criminal law, a concrete impact with relationship to determining the com-
putation of the prescription, without any other legal reference. Historically, it has served as a “wild card” to apply penalties for

.
S
S
I .
violating warranty principles, could contravene a norm of care.

KEYWORDS: Continuous crimes, contest of infractions, legal asset, passive subject.

INTRODUCCIÓN
El Santo Padre en su bula Misericordiae vultus, con la que convocó oficialmente el Jubileo
Extraordinario de la Misericordia, que inició el 8 de diciembre de 2015 y que finalizará el
20 de noviembre de este 20161 y destacó que no existe contraposición entre la justicia y la
misericordia. El Papa Francisco I (2015) manifiesta que “La justicia por sí misma no basta
y la experiencia señala que apelando solo a ella se corre el riesgo de destruirla”.
Como profesionales o estudiantes de jurisprudencia, trabajamos día a día inspirados
por la justicia, desde nuestras primeras lecciones de derecho aprendimos el concepto de
Ulpiano que la justicia es dar a cada uno su derecho, lo que le corresponde, entonces, ¿cómo
podemos entender en nuestra mente defensora y exigente de derechos correspondientes
que la justicia perfecta implica perdonar al agresor, olvidar lo pasado, desearle todo bien,
y si es posible ayudarlo a que tenga un arrepentimiento sincero que purifique su alma?
¿Cómo se puede hacer para que estas realidades que, ante los ojos de un jurista, se
contraponen, se puedan conciliar en una sociedad que cada día exige su bienestar indi-
vidual y se basa en soluciones personales y relaciones desechables? REVISTA JURÍDICA ISSN: 1390-3071 • N.O 32 • 2018. • 15 -1
Esta pregunta San Juan Pablo II (1999) la aclara en su encíclica Dives in Misericordia,
“la misericordia es el encuentro de la justicia divina con el amor: el beso dado por la
misericordia a la justicia” (no.9). Pues justamente es esa misericordia de Dios que nos
lleva al cumplimiento de la verdadera justicia, pero de que estamos hablando entonces,
la verdadera justicia no pide la retribución de lo que hemos recibido. Es realmente el
cenáculo de un amor verdadero.
Las Sagradas Escrituras nos presentan a Dios como misericordia infinita pero tam-
I

bién como justicia perfecta. Parecerían dos realidades que se contraponen, pero no es
así, porque la misericordia de Dios es lo que hace que se cumpla la verdadera justicia. Si
pensamos en la administración legal de la justicia, vemos que quien se considera víctima

1
La tradición es que se celebre un Jubileo cada 25 años, el último fue en el año 2000. 129
MERO, E.

de una ofensa se dirige al juez del tribunal para pedir justicia: una justicia retributiva
que inflige una pena al culpable, siguiendo el principio de que a cada uno se le da lo que
se merece. Pero ese camino no lleva a la verdadera justicia porque en realidad no vence al
mal, solamente lo limita. En cambio, solo respondiendo al mal con el bien se le derrota
completamente. (Francisco I, 2016)
Solo respondiendo al mal con el bien se lo derrota verdaderamente, cuando confia-
mos en la justicia divina, la mayoría de las veces es cuando hemos agotado las formas
de aplicar nuestra justicia humana sin tener el resultado deseado, entonces ante esa
impotencia de no tener la justicia en nuestras manos confiamos en la justicia divina,
que ella haga lo que nosotros no pudimos o que la sociedad y su marco legal no nos
permitió.
Las Sagradas Escrituras nos enseñan a perdonar al que nos ofende, acercarnos a éste
y hacerle reflexionar sobre el mal que nos ha causado, se apela a su conciencia, y si sobre
esto podemos hacer que se arrepienta y deje de infringir el mal, estamos logrando que el
agresor u ofensor sea un hombre justo, que lo que nos hizo daño deje de existir, es decir,
arrancaremos el mal desde la raíz; esto en una justicia perfecta.
Esta forma de crear justicia a grandes visos no es nada fácil, pues primero implica
que el perjudicado pueda perdonar al que le hizo daño. Además, que el ofensor tenga un
sincero deseo de no volverlo a dañar.
Este tipo de proceso de justicia se hace con las personas a las que uno ama, a nuestros
hijos, nuestro cónyuge, nuestros padres, etc. porque precisamente queremos que ellos
tengan un corazón puro, junto a un proceder fecundo lleno de obras de amor y caridad,
incapaces de pasar por encima de sus semejantes.
Es justamente lo que nuestro Dios, Padre de todos nosotros, hace con cada uno de
sus hijos, seres imperfectos, a pesar que cada día tropiezan y vuelven a caer, nos da la
oportunidad de comenzar cada día, sin importar lo egoístas, prepotentes, temerosos o
desconfiados que seamos, continuamente nos invita a arrepentirnos y a volvernos seres
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justos. Ese es el objetivo: cambiar de vida, evitar el mal y tener la energía de seguir edi-
ficando nuestras vidas según la obra de Dios.
La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a
Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la
religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno
y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto
a las personas y al bien común. El hombre justo, evocado con frecuencia en las Sagradas
Escrituras, se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta
I

con el prójimo. (San Juan Pablo II, 1999)


La misericordia es el atributo de Dios que extiende su compasión a aquellos en nece-
sidad. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento ilustran que Dios desea
mostrar su misericordia al pecador. Uno debe humildemente aceptar la misericordia;
130 no puede ser ganada. Como Cristo ha sido misericordioso, también nosotros estamos
LA MISERICORDIA, LA JUSTICIA Y LA REFORMA AL PROCESO CANÓNICO DE NULIDAD MATRIMONIAL

llamados a ejercer compasión hacia otros, perdonando -como dicen las palabras de Jesús-
“setenta veces siete” (Mt 18:22).
Para entender más acerca de la misericordia, el mismo Jesús nos lo explica a través de
parábolas, además y, ante todo, Él mismo personifica y encarna, la misericordia.
El contenido de la parábola del hijo pródigo nos deja una lección de justicia mi-
sericordiosa que traspasa el significado de justicia, cuando éste regresa al hogar
luego de dilapidar la fortuna de su familia y su buen nombre; él debería trabajar
y ganarse su sustento y poco a poco cierta cantidad de bienes materiales, debía
sufrir y pagar con creces sus errores y la miseria moral en la que cayó, pero al fin
y al cabo era un hijo y su padre no dejaría de considerarlo así, es fiel al amor que
siente a su hijo, cuando el amor filial no humilla sino al contrario lo perdona y lo
acoge en su casa. El hijo pródigo era consciente de ello y es precisamente tal con-
ciencia lo que le muestra con claridad la dignidad pérdida y lo que le hace valorar
con rectitud el puesto que podía corresponderle aún en casa de su padre. El amor
no humilla, sino que revaloriza al ser humano, el que es objeto de misericordia es
hallado de nuevo, gana una nueva oportunidad de comenzar (San Juan Pablo II,
1999).
La misericordia no es contraria a la justicia, porque a través de ella Dios le da al
pecador la oportunidad de arrepentirse, convertirse y creer. Por supuesto añade el Papa
Francisco I (2015). “eso no significa devaluar a la justicia o que no sea necesaria, por el
contrario, los que cometen errores tendrán que cumplir la pena, solo que esto no es el
fin sino el principio de la conversión, porque experimentamos la dulzura del perdón”,
el santo padre señala que el amor es la base de la verdadera justicia. Como san Agustín
decía “es más fácil que Dios contenga la ira que la misericordia”.
Pero todo esto no significa que tenemos asegurada la vida eterna solo por la miseri-
cordia, es necesario tener un profundo arrepentimiento, Dios perdona al hombre que se
lo pide, pero debe tener un profundo arrepentimiento y propósito de enmienda, como
cuando Jesús perdona al ladrón arrepentido (Lucas 23, 39-43). “Hay más alegría en el REVISTA JURÍDICA ISSN: 1390-3071 • N.O 32 • 2018. • 15 -1
Cielo por un ladrón que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan
arrepentirse”. (Lucas 15, 7).
Sin embargo, la misericordia no elimina la culpa del hombre por sus pecados, ni de
pedir perdón ni de su penitencia posterior. Los santos de la historia, desde los tiempos
de nuestro Señor Jesucristo hasta la actualidad, han hecho grandes penitencias. Esto
no significa que no existe condena para los que han pecado abiertamente, rechazando
a Dios y sus semejantes; para estos existe el infierno. Jesús premia a los que actuaron
I

misericordiosamente con los más necesitados “Bienaventurados los misericordiosos


porque ellos alcanzarán misericordia”. (Mateo, 5, 7).
Este jubileo de la misericordia que finaliza en noviembre de este año es una gran
oportunidad de reflexionar, tanto los creyentes como los que no lo son, en la conversión,
la reconciliación, para limpiar nuestras culpas y cumplir nuestras penitencias. 131
MERO, E.

Tengamos la tranquilidad de reconocer que, si no hubiera pecadores, tampoco


existiría el arrepentimiento y la misericordia infinita de Dios. Si no hay pecado
tampoco habría castigo ni justicia. Dios nos da misericordia en abundancia, en este
jubileo extraordinario, no dejemos pasar la oportunidad de vivir plenamente el amor
de Dios.
Con la finalidad de que se subraye la posición de la Iglesia, la cual me acojo totalmente,
de enseñarle a sus fieles que el proceso de declaración de nulidad del matrimonio ha te-
nido cambios en atención a los fieles que sufren por no tener respuesta a su matrimonio.
No es normal que se den estos cambios en la Iglesia, que no contrarían sus doctrinas, o
por lo menos no en tan poco tiempo. Con el motu propio Mitis Iudex Dominus Iesus del
Papa Francisco, el proceso canónico se adapta a un mundo que necesita actualizaciones
con más requerimientos.
Como dijo el mismo Papa, los tribunales son más maduros, por lo que estos procesos
no necesitan tener una sentencia ratificada, puesto que basta solo con el criterio del
tribunal de primera instancia para que el matrimonio sea declarado nulo. Este tema lo
abordaremos más adelante, debido a que es fundamental entender su importancia, los
criterios fundamentales en los cuales se basaron y, más que todo, sus resultados, saber
¿en qué posición quedamos los fieles frente a este muto propio?

EQUIDAD CANÓNICA
El derecho canónico tiene como fin el contribuir con la misión salvífica de la Iglesia, esto
es, la salvación de las almas, misión que ha sido ratificada en el concilio Vaticano II, que
recalca que el romano pontífice es el pastor supremo de las almas a él confiadas, y que no
hay nada que se interponga a este deber.
En derecho canónico se establece la justicia y la equidad canónica para interpretar
cada caso, teniendo en cuenta sus peculiares circunstancias, pero bajo los principios
de benignidad y misericordia de la Iglesia. No es criterio para interpretar los cánones
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del Código canónico, sino para casos de vacío legal o como criterio de interpretación de
un juez, y a las sanciones canónicas, y la celeridad de formalidades judiciales tienen un
valor de gran relevancia pastoral.
La actividad jurídica canónica es pastoral por su misma naturaleza. Ésta va más allá
de su trascendencia siempre representa una retribución de justicia. Se debe recordar
que, si bien la vida de la iglesia está regida por principios que enaltecen la caridad y la
misericordia, no se pueden contraponer con la justicia, es decir, no se necesita obrar
injusto para que exista un acto de caridad, en definitiva, es evidente que la misericordia
I

no debilita la justicia.
Se puede interpretar la ley y recurrir a excepciones moderando el uso de sanciones y
restricciones, siempre que esa interpretación no vaya con los parámetros de la justicia,
como decía san Juan Pablo II en el referido discurso que la justicia y el derecho en estricto
132 sentido.
LA MISERICORDIA, LA JUSTICIA Y LA REFORMA AL PROCESO CANÓNICO DE NULIDAD MATRIMONIAL

EL JUEZ ECLESIÁSTICO Y LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD


El juez eclesiástico tiene como obligación fundamental la búsqueda de la verdad, debe
estar convencido que la verdad existe a pesar de las dificultades y hasta de los temores
de encontrarla, no se puede satisfacer a nadie más que a ese anhelo de llegar a la verdad
de la razón de los hechos planteados. Ya lo decía san Juan Pablo II a la Rota Romana en el
discurso de 2005 “es necesario resistir el miedo a la verdad, que a veces puede nacer del
miedo de herir a las personas”. (San Juan Pablo II, 1990)
Esta obligación compete también al obispo, que en su iglesia particular se constituye
como juez por mandato divino.
El juez debe hacer una recta interpretación de las leyes positivas. Pero las leyes positi-
vas y las sentencias no constituyen la verdad, sino que la descubren. El magisterio ecle-
siástico y las leyes no pertenecen a dos realidades distintas más bien se interrelacionan
a medida que la ley se apega al derecho y este a la verdad, la cual emana del magisterio
de la iglesia.
En un proceso matrimonial nada debe mover más a un juez que llegar con la luz de
la verdad al esclarecimiento de los hechos, no se puede declarar una nulidad donde no
la hay, no se puede faltar a la verdad de esa manera, estaría incurriendo en una falsa
pastoralidad o mal entendida misericordia, engañando a las partes con una sentencia
de matrimonio nulo donde realmente si hay un vínculo.
Puede un juez considerando la naturaleza del proceso, o los problemas de las partes
tener una consideración especial respecto a la situación de las personas, y pretender la
celeridad del trámite a las particularidades, pero sin alterar el orden del proceso.
Sería oscuro que, por esas mismas condiciones difíciles de las partes, se atente de-
clarar una nulidad cuando no existe una certeza moral de la misma, fundamentándose
en la dificultad de una pareja en llevar adelante su matrimonio, puntualizando que di-
ficultad no es imposibilidad. El juez no puede dar su fallo por la nulidad del matrimonio
canónico, como una solución pastoral o un acto de misericordia, a parejas que tienen
relaciones que les producen angustia, por más que insistan de diversos modos. “Los REVISTA JURÍDICA ISSN: 1390-3071 • N.O 32 • 2018. • 15 -1
caminos que se apartan de la justicia y de la verdad acaban contribuyendo a distanciar a
la gente de Dios, obteniendo así el resultado opuesto al que se buscaba de buena fe.” (San
Juan Pablo II, 1990)
Las partes deben tener una actuación sincera, colaborando con todos los medios de
prueba a su alcance para que esta verdad de los hechos se establecida y así tener una
sentencia justa, a conciencia, sin tratar de falsear los hechos o acomodarlos a lo que
piensan que es favorable para el veredicto que deseen.
I

Ellas tienen un legítimo derecho a conocer la verdad, en derecho matrimonial la


sentencia no constituye una nulidad matrimonial, sino que la declara, entonces mal
podrían las partes aceptar una sentencia falsa basada en hechos engañosos, y luego
actuar como si no existió su matrimonio y parecer personas solteras cuando en realidad
a conciencia saben que el proceso estuvo viciado por su falsedad. Es una situación tras- 133
MERO, E.

cendentalmente moral, de duda de conciencia, cuando las partes exponen su situación,


realizan su declaración bajo juramento, y se someten al veredicto de los jueces dentro del
proceso de declaración de nulidad matrimonial.
Hay voces que exclaman que todo matrimonio fallido debería ser reconocido como
nulo, manteniendo un proceso previo como mero trámite, pero no serían más que actos
de gravedad jurídica y moral, y no constituirían solución alguna a las crisis matrimo-
niales, peor a la salus animarum (el bien de las almas) de las partes.
Cuando un juez defiende una unión válida, está defendiendo la misión que le fue
confiada, defender a la familia, como célula básica de la sociedad, donde debe prevalecer
la unión y bienestar de los cónyuges y la tutela de los hijos que deben formarse en ésta,
para luego integrarse a la sociedad civil como fruto del amor de esta pareja, y si el juez
tiene la certeza que una unión es válida, la declaración de la misma, será un acto de jus-
ticia que debe ser exigido como derecho que es y como acto de defensa de la comunidad
eclesiástica y la sociedad secular.
No olvidemos que en caso de que no exista la certeza de la nulidad, se fallará a favor
del matrimonio, basado en el principio del favor matrimonii, que recoge el canon 1060
del Código Canónico.

EL PROCESO MATRIMONIAL Y LA NATURALEZA PASTORAL


Toda sociedad organizada tiene un eficaz sistema judicial y procesal para poder reglar
el reconocimiento de sus deberes y derechos. En la Iglesia Católica, los fieles tienen el
derecho a acercarse a los tribunales eclesiásticos. “Sería imposible llevar almas a los
cielos si se prescindiese de ese mínimo de caridad y de prudencia que consiste en el
compromiso de hacer observar la ley y los derechos de todos en la Iglesia” (San Juan
Pablo II, 1990).
Santo Tomás de Aquino, en su Summa Theologiae, concluye que “la misericordia no
debilita la justicia, sino que es la perfección de justicia”. Convencidos de esto la Iglesia
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dispone que en todo lo referente a la aplicación de justicia, incluyendo los procesos refe-
rentes a la declaración de nulidad matrimonial sean tratados de esta forma. De manera
que el proceso canónico debe ser llevado con rigor y la exigencia que el Código Canónico
establece, a la luz de la razón y la ley.
Al establecerse el proceso canónico, éste tiene como fin la búsqueda de la verdad,
no sería oportuno entonces que además de las consideraciones a la justicia se tengan
consideraciones de índole pastoral, acaso para dar soluciones a las partes que se encuen-
tran agobiadas con su realidad de los hechos. La actividad canónica y pastoral se unen y
I

existen en armonía con el objetivo común de salvar a los fieles.


San Juan Pablo II en su discurso a la Rota Romana de 1994, afirma que la instrumen-
talización de la justicia al servicio de intereses individuales o de fórmulas pastorales,
sinceras acaso, pero no basadas en la verdad, tendrá como consecuencia la creación de
134 situaciones sociales y eclesiales de desconfianza y de sospecha, en las cuales los fieles
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estarán expuestos a la tentación de ver solamente una lucha de intereses rivales, y no un


esfuerzo común para vivir según el derecho y la justicia.
(San Juan Pablo II, Mercaba, 1990).

REFORMA AL PROCESO CANÓNICO DE NULIDAD MATRIMONIAL. CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE


MOTU PROPRIO MITIS IUDEX DOMINUS IESUS
Desde la institución del matrimonio como sacramento, la Iglesia ha entendido y defendi-
do la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio, y ha disciplinado adecuadamente el
proceso judicial referente a su nulidad. Y como todas sus instituciones son perfectibles lo
ha hecho cada vez más ajustado a su doctrina de fe, con el propósito esencial y continuo
del bien de los fieles.
Imbuido en el espíritu del Jubileo de la Misericordia, el papa Francisco aprobó dos do-
cumentos para la reforma del proceso de declaración de nulidad matrimonial, el primero
para las normas establecidas en el Código de derecho Canónico promulgado en 1983, y el
otro relativo a las disposiciones del Código para las Iglesias Orientales, los cuales entra-
ron en vigencia el 8 de diciembre de 2015, sin perjuicio del principio de indisolubilidad
del vínculo matrimonial, porque ha querido dar un regalo lleno de misericordia para los
fieles laicos casados, que estén en situación irregular para que aclaren su estado, resuel-
van sus dudas de conciencia y sepan si su vínculo conyugal es verdadero, o al contrario,
nunca existió. Es una nueva oportunidad de acercarse a la Iglesia y de propender a la
salvación de las almas, que sigue siendo el fin supremo de las instituciones de la Iglesia
para tutelar el matrimonio en base en la unidad de la fe y como origen de la familia
cristiana. A partir del gran número de fieles que se alejan de la Iglesia, ésta como madre
se acerca a sus hijos apelando a la caridad y misericordia, y para ayudarlos que consigan
una paz de conciencia acortando esa distancia moral que los separa.
Con el correr de los siglos, la Iglesia, adquiriendo una conciencia más clara en materia
matrimonial de las palabras de Cristo, ha entendido y expuesto con mayor profundidad
la doctrina de la indisolubilidad del sagrado vínculo conyugal, ha sistematizado las REVISTA JURÍDICA ISSN: 1390-3071 • N.O 32 • 2018. • 15 -1
causas de nulidad del consentimiento matrimonial y ha reglamentado más adecuada-
mente el proceso judicial correspondiente, de modo que la disciplina eclesiástica fuera
siempre más coherente con la verdad de fe profesada. (Francisco I, 2015)
En uno de los hechos más significativos durante el papado de Francisco, en la III
Asamblea General extraordinaria del Sínodo de Obispos sobre la Familia, el episcopado
solicitó procesos más rápidos y asequibles, el Santo Padre, con total predisposición a las
necesidades, dio disposiciones, no para favorecer la nulidad de los matrimonios, sino
I

para impulsar una reforma en el proceso de causas matrimoniales para acelerar la decla-
ración de nulidad de un matrimonio; proceso que hasta antes de la reforma podría durar
varios años, pero siguiendo la huella de sus predecesores como lo dijo el Santo Padre,
tratándolo como un proceso judicial, y no un acto administrativo, precisamente para
asegurar la reivindicación de la justicia y la verdad a la luz de los hechos. Así lo confirmó 135
MERO, E.

a los periodistas en su viaje desde Filadelfia a Roma luego de la Jornada Mundial de la


Familia en Estados Unidos en septiembre de 2015.
Y se puede decir que aquellos que piensan en el divorcio católico se equivocan, porque
este último documento (Mitis Iudex Dominus Iesus) ha cerrado la puerta a la vía admi-
nistrativa, que era la vía por la cual podía entrar el divorcio. Siempre está la vía judicial.
(Francisco I, 2015)
Desde el 8 de diciembre del 2015 entró en vigencia, en la Iglesia Universal, el motu
proprio Mitis Iudex Dominus Iesus (Señor Jesús es un Juez misericordioso) para el Código
de Derecho Canónico, que contiene los cambios que se llevarán en el proceso, asegurán-
dose una mayor rapidez del mismo, reconociendo la potestad de los obispos para juzgar.
La reforma comprende el capítulo referente “De los procesos matrimoniales”, en el
libro VII parte III, Título I, los cánones del 1671 hasta el 1691 del CIC-83.
Debemos resumir a continuación, los criterios fundamentales que han guiado la
reforma:
1. La introducción de la sentencia única: recordemos que el derecho canónico establecía
que se necesitaba que una causa de nulidad matrimonial sea analizada por los tribu-
nales, en instancias sucesivas, y que tengan dos sentencias conforme a la declaración
de nulidad para que sea ejecutiva. La necesidad de la doble sentencia conforme fue in-
troducida por Benedicto XIV para frenar algunos abusos, pero el papa Francisco añadió
que “los procesos cambian y la jurisprudencia se mejora siempre”. Esta doble sentencia
ya no será necesaria, se podrá considerar en firme con una sola sentencia a favor de la
nulidad del matrimonio.
2. La constitución del juez único bajo la responsabilidad del obispo: el cual deberá ser
siempre clérigo, en primera instancia, para garantizar que no haya ningún tipo de
laxismo. Pero los procesos de causas de nulidad matrimonial se seguirán llevando
por un colegio de tres jueces, como se hacía anteriormente, y al que se podrá seguir
recurriendo. El tribunal que se conforme estará presidido por un clérigo, y podrá haber
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hasta dos laicos, pero se deberá tomar en cuenta la preparación, prudencia y espíritu
cristiano de éstos. Así mismo, el decano del tribunal de la Rota Romana y presidente de
la comisión para la simplificación de los trámites del proceso matrimonial, monseñor
Pio Vito Pinto, remarcó que se debe buscar la manera de compensar económicamente a
los operadores judiciarios y abogados que se hacen cargo de estas causas.
3. El mismo obispo es juez: la potestad del obispo para decidir por sí solo, como pastor de
su diócesis y de la porción del pueblo de Dios que le han sido confiados, y no que delegue
completamente la función judicial en materia matrimonial a los tribunales de la curia,
I

sobre todo en los casos de nulidad más evidentes o procesos breves


4. La institución de un proceso breve: aplicable en los casos que la nulidad esta sostenida
por argumentos particularmente evidentes, en la que el Sumo Pontífice ha querido
que el obispo sea el juez en este tipo de procesos. Pero deben existir dos condiciones.
136 Que la petición sea propuesta con el consentimiento de ambos cónyuges, basándose
LA MISERICORDIA, LA JUSTICIA Y LA REFORMA AL PROCESO CANÓNICO DE NULIDAD MATRIMONIAL

en hechos, testimonios o documentos muy precisos y contundentes que demuestren


la nulidad.
5. El recurso a la sede metropolitana: como signo de la colegialidad de la Iglesia, es
aconsejable que se restablezca el recurso a la sede del metropolitano, como cabeza de
provincia eclesiástica.
6. Las conferencias episcopales: deben ayudar a los fieles dispersos a la ansiada conver-
sión y respetar el derecho de los obispos a organizar su propia diócesis, impulsando la
cercanía entre juez y fieles, y ayudando a poner en práctica estas reformas del proceso
matrimonial.
La gratuidad de los procesos: Existe un obstáculo que se trata de salvar, y esto son las
costas del proceso, el Obispo de Roma apunta a la gratuidad, porque la Iglesia se ma-
nifiesta como madre generosa para la salvación de sus hijos, pero también dice estar
consiente que esta gratuidad no podrá ser implementada de inmediato, ya que cada
diócesis tiene su propia realidad, confiando la organización judicial y económica de
éstas a cada obispo, quienes procurarán tener en su diócesis su propio tribunal, para
recuperar la cercanía entre juez y sus fieles.
7. El recurso a la sede apostólica: permanece intacto el derecho de apelación, ante el tri-
bunal de la Rota Romana, reforzando el vínculo entre la Sede de san Pedro y las iglesias
particulares siempre en comunión con Roma, como muestra de la universalidad de la
Iglesia Católica.

CONCLUSIONES
Concluimos en que este motu proprio y las reformas le dan celeridad al proceso, pero no
han creado nuevas causales de nulidad, el matrimonio, cuando es sacramento, es indiso-
luble, y nada ni nadie lo puede anular. Esto es un principio inamovible de la Iglesia, pues
el matrimonio es una institución de origen divino y elevado a la calidad de sacramento
por el mismo Jesucristo.
Respecto a la situación de los divorciados vueltos a casar, que viven en adulterio pú- REVISTA JURÍDICA ISSN: 1390-3071 • N.O 32 • 2018. • 15 -1
blico y permanente, aumentando así la gravedad de su falta; o de los jóvenes que viven
en uniones libre; o en las diversas situaciones que pueden darse, se ofrecerán atenciones
y respuestas pastorales, con amor a la verdad y a la caridad, pero que no vayan en contra
de la doctrina de la Iglesia, de la indisolubilidad y de la eucaristía, sacramento que no
pueden recibir por encontrarse en una situación objetiva de pecado grave, es decir, no se
admiten a la comunión no por una culpa grave, sino por el estado en que se encuentran.
El matrimonio precedente continúa existiendo, por ser un sacramento indisoluble, por
I

lo que objetivamente se encontrarían en adulterio: “tener relaciones sexuales con otras


personas sería objetivamente un adulterio” (Francisco I, 2015).
La Iglesia les proporciona la ayuda necesaria a estas personas, en base a sus principios
de amor, justicia y misericordia, pero no podrá disimular que su estado de vida contradice
los principios de amor y unión de Cristo con su pueblo, que se actualiza en la eucaristía. 137
MERO, E.

No son excluidos de la Iglesia, más bien son objeto de una especial preocupación y aten-
ción pastoral.
Con la bula Misericordiae Vultus, el Papa Francisco explica el significado de este año
santo para que los cristianos despertemos la conciencia a veces dormida ante la pobreza,
“Donde está la Iglesia debe haber evidencia de la misericordia del Padre y donde hay cristia-
nos, cualquiera debería ser capaz de encontrar un oasis de misericordia” (Francisco I, 2015).
El Santo Padre nos recuerda que este es el momento de aceptar la invitación a la con-
versión y someterse a la justicia, mientras que la Iglesia ofrece misericordia, que Dios
no se cansa de abrir las puertas de su corazón a los hombres, especialmente en tiempos
actuales con problemas catastróficos y contradicciones, aún tenemos signos de esperanza
para la bondad y ternura de Dios.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Aciprensa: https://www.aciprensa.com/noticias/el-papa-asegura-que-cerro-puerta-al-
divorcio-catolico-con-reforma-de-procesos-de-nulidad-51200/
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