La Máscara Del MULTICULTURALISMO
La Máscara Del MULTICULTURALISMO
La Máscara Del MULTICULTURALISMO
Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)
En este artículo pretendemos concretar tres aspectos que consideramos fundamentales del
multiculturalismo: en primer lugar analizamos el origen conceptual filosófico del término de lo
multiple y de lo cultural. Un breve repaso histórico desde el mundo griego hasta el siglo XX.
Posteriormente, recordamos que las confrontaciones culturales en la historia de la humanidad
no son nuevas, y resaltamos ciertos matices de las distintas soluciones teóricas que se han ido
poniendo en práctica. Finalmente, el núcleo de la reflexión desvela como el multiculturalismo
es una máscara que bajo la pretensión de una sociedad universal transnacional desgrana el
posible poder estructural del pueblo en nombre de la tradición cultural más folclórica y a
beneficio del capitalismo multinacional. Este último sí que ha logrado la unificación global, pero
su discurso hegemónico tiene grandes fisuras y su síntoma es el racismo posmoderno.
Conclusión, la neutralidad implica también tomar partido, por eso, la posibilidad de una
convivencia en la diversidad pasa por el compromiso político.
La noción de multiculturalismo
Ésta surge de la conjunción de dos términos: multiple y cultura más ismo . Lo múltiple ha sido
uno de los problemas centrales de la filosofía, relacionado y contrapuesto siempre a lo uno. La
tradición filosófica occidental está enraizada por un lado en Parménides, quien consideraba que
la multiplicidad y la variedad son objetos de la opinión y de la sensación y que sólo lo Uno es
objeto de saber. Esta comprensión de la verdad como única ha sido la mayor arma utilizada
contra lo otro, contra lo distinto. Sin embargo, también en esta misma tradición existieron los
defensores de la realidad de lo múltiple y lo vario frente a lo uno, los sofistas. Y fue Aristóteles
quien afirmo que lo uno es inmanente a lo múltiple (que equivale a lo sensible, mientras que lo
uno equivale a lo inteligible). Posteriormente, la idea moderna de multiplicidad, determinada
por la gnoseología de Kant a través de la noción Mannigfaltigkeit, designará el material para la
síntesis: lo múltiple es uno de los caracteres de lo dado frente a lo uno, que es uno de los
caracteres de lo puesto. De este modo, la multiplicidad ofreció diversos aspectos en cuanto a
las sensaciones y a las percepciones, es decir, a la manera de percibir el mundo. En definitiva,
con lo múltiple podemos designar o bien muchos elementos de un tipo, o bien, muchos
elementos distintos entre sí. Por lo que respecta a nuestra reflexión sobre el multiculturalismo
nos interesará analizar el segundo uso del término múltiple: lo vario, multitudo, de la cultura.
En esta misma tradición filosófica, los sofistas distinguen la cultura - aquello que es por
convención o por ley, múltiple y distinto entre si y respecto a otras comunidades- de lo que es
"por naturaleza". A lo largo de la historia hemos entendido por cultura la posesión de un
lenguaje para la comunicación - en la Edad Media, las naciones eran las lenguas mientras que
con la ilustración los Estados-nación aspiran a ser cosmopolitas -, el tipo y modo de utilización
de instrumentos y la organización social. En cada cultura encontramos valores materiales, así
como mitos, creencias religiosas, leyendas, ideas científicas y filosóficas, códigos morales y
costumbres. Y en todos los casos, se adscriben a estos objetos valores que son considerados o
subjetivamente u objetivamente. En términos de Ortega y Gasset, la cultura es lo que hace el
hombre cuando se hunde, para sobrenadar en la vida, creando valores, sentidos. Por eso, la
cultura, incluso la más despolitizada, no está exenta de contenido político, simplemente unas
veces responde a los intereses del pueblo(1) y otra a la ideología capitalista.
De lo dicho hasta ahora podemos deducir que el concepto de multiculturalismo, que aparece
en la segunda mitad del siglo XX en EEUU nominando el fenómeno de la diversidad cultural,
ilumina las diferencias culturales y resalta la importancia de la afirmación de las creencias
particulares y diferenciadas. El problema es que acaba atendiendo exclusivamente a las
contingencias y al folklore, olvidando las necesidades reales que genera la convivencia
ciudadana de la diversidad cultural en la política. Es por eso que consideramos que el marco de
reflexión sobre concepto de multiculturalismo debe ser crítico.
El choque cultural
De la equivalencia entre cultura y marco geográfico se ha pasado al hecho real que distintas
culturas comparten un mismo espacio geofísico, surgiendo –aunque evitable- la confrontación
cultural. Ésta última no es un hecho nuevo, recordemos el ya clásico ejemplo de la colonización
española de las Américas y sus consecuentes sometimientos culturales. La agresividad de los
choques culturales en la religión, la política y lo social fue de tal forma que en el siglo XVIII los
hombres se vieron necesitados en redactar la primera Declaración de los derechos de los
hombres y del ciudadano(2), que proclamó la libertad y la igualdad en los derechos de todos los
hombres, dependientes de su nación. Y no será hasta el siglo XX, después de la segunda
guerra mundial, que se alzará la exigencia mundial por la mejora de las condiciones del
hombre, lo que desembocó en la reivindicación de las libertades y de los derechos del hombre,
sin importar la nacionalidad. En 1942 los gobiernos firmantes de la Declaración de las Naciones
Unidas la declararon: "esencial para defender la vida, la libertad, la independencia y la libertad
religiosa, así como para conservar los derechos humanos y la justicia en los propios países y
en las otras naciones". Tres años más tarde, en San Francisco, la ONU declara como fines:
Globalización y multiculturalismo
Hoy irónicamente la llamada globalización, y en nombre de la universalidad, intenta promover
la forma del fragmento cultural, algo así como la convivencia impermeable de la diversidad
cultural: lo que entendemos como multiculturalismo. Del Estado-nación moderno con
aspiraciones cosmopolitas hemos pasado a la sociedad universal transnacional, donde la escala
de valores no está determinada por la identidad nacional cultural sino que, como sucede en la
Ideología Americana su identidad viene determinada por la particularidad misma de ser
precisamente indio, negro, judío, etc… Así como átomos aislados cuyo punto en común es
constituirse como una suerte de superproletariado, la coexistencia de una multiplicidad de
comunidades étnicas, religiosas o de estilos de vida restringen la libertad abstracta que posee
el individuo en su capacidad como ciudadano del Estado-nación. En palabras de Alain
Finkielkraut en La derrota del pensamiento (1987) "no se aspira a una sociedad auténtica, en
la que todos los individuos vivan cómodamente en su identidad cultural, sino a una sociedad
polimorfa, a un mundo abigarrado que ponga todas las formas de vida a disposición de cada
individuo."(3)
El filósofo Slavoj Zizek (investigador del Instituto de Estudios Sociales de Liubiana, Eslovenia)
en su artículo "Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional" (1997) nos
advierte del peligro de comprender el multiculturalismo como la coexistencia híbrida y
mutuamente intraducible de diversos ‘modos de vida’ culturales, ya que podría interpretarse
como un síntoma de la emergencia de su opuesto: la forma homogeneizada o presencia
masiva del capitalismo como sistema mundial universal.
La prodigiosa expansión multinacional del capitalismo no elimina el problema de, por un lado,
la liberación social del proletariado mundial ni, por otro lado, el problema de la liberación
nacional de los países dependientes, etapas del capitalismo clásico, sino que - como señala
Eduardo Grüner (profesor de Teoría Política en la facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires) en la introducción de Estudios Culturales. Reflexiones sobre el
multiculturalismo- integra ambos problemas junto con la desdiferenciación de identidades del
proletariado, nunca de la clase dominante que tiene una identidad notablemente sólida,
unificada y organizada. Por eso la insistencia en los movimientos sociales y el multiculturalismo
no debe descuidarnos del análisis del sistema como totalidad articulada. La lucha crítica por
marcar las diferencias culturales no debe olvidar la homogeneidad del sistema mundial
capitalista. El multiculturalismo señala las diferencias culturales y pierde de vista el sistema
como totalidad articulada. El capitalismo sí que ha logrado su totalización, su unificación
global, pero por arriba: a través de sus sectores financiero, informático y comunicacional.
El gesto fundador del poder debe permanecer invisible si éste pretende funcionar
normalmente. En la ideología del capitalismo del ciberespacio, la fantasía social que subyace es
la de un medio de intercambio completamente transparente, etéreo, en el que desaparezcan
hasta los últimos rastros de la inercia material. En las condiciones sociales del capitalismo
tardío, la materialidad misma del ciberespacio genera automáticamente la ilusión de un
espacio abstracto, con un intercambio ‘libre de fricción en el cual se borra la particularidad de
la posición social de los participantes". Internet, eludiendo las diferencias de clase, parece que
nos haga más libres. Liberados de la censura estatal cuyo objetivo principal debía ser el
mantener la seguridad y un mínimo de equilibrio social. Pero en realidad el problema no es la
libertad de opinión sino el mercado financiero. Como señala muy bien Echeverría en Los
señores del aire (1999) la gestión económica bancaria salta las fronteras de fiscalización
beneficiándose de ello los grandes señores del aire. Internet, aparéntemente despolitizado,
también tiene una ideología subterránea. Bajo la máscara del pluralismo de las formas de vida,
existe una tensión entre superestructura y base.
Conclusión
La forma de negación del individuo viene dada por la forma ideal de la ideología del
capitalismo global, el multiculturalismo: una forma de racismo negada, invertida que afirma
tolerar la identidad del Otro, concibiendo al Otro como una comunidad cerrada hacia la cual, el
multiculturalista mantiene una distancia que se hace posible gracias a su posición universal
privilegiada. La tolerancia multiculturalista por la especificidad del Otro es precisamente la
forma de reafirmar la propia superioridad, la neutralidad multiculturalista es falsa. Éste no es
directamente racista, no opone al Otro los valores particulares de su propia cultura, sino que
pretende afirmar la coexistencia híbrida de mundos culturalmente diversos ocultando la
problemática real: la presencia masiva del capitalismo con su consecuente imaginario.
Para concluir, el respeto de la diversidad en el sentido fuerte del término (una forma distinta
de pensar y hacer las cosas que ponga en evidencia la verdad absoluta que nos hace de
fundamente –ya no cuestionados- a nuestras conductas más cotidianas, íntimas, y a las más
sociales) pasa por el compromiso ético-político. Es cierto que la discriminación cultural tiene
una relación directa con la economía (la supuesta desaparecida clase social, en este caso
baja). Pero también, no lo olvidemos, con algo mucho más íntimo, algo que se mueve por el
orden de los signos, de los significados culturales, y eso apela a la jerarquía de valores
(supuestamente también desaparecida), aunque no para las sociedades más pobres, para
quienes la territorialidad, la casa y la comida son factores no tan evidente.
Notas
2. Déclaration des droits de l’homme et du citoyen, votada por la Asamblea Nacional Francesa
en 1789: Unos derechos pensados en términos de derechos naturales (la libertad, la
propiedad, la seguridad, la resistencia a la opresión) que siempre anteponen a cualquier
asociación política. Más tarde, en 1793, se modifica con carácter más social y en 1795 esos
derechos son simultaneados con los deberes.
3. [Le défaite de la pensée, Paris: gallimard,], trad. Jordá J., Barcelona: Anagrama, pág. 116.
Bibliografía
BAUDRILLARD, J., La precession des simulacres. L’effet beaubourg. A l’Ombre des majorités
silencieuses, 1978.) [Trad. Cultura y simulacro (trad. Por Vicens A. y Rovira P. Barcelona:
Kairós, 1993, 4ed.]
FINKIELKRAUT, Alain, Le défaite de la pensée; Paris: Gallimard, 1987 [La derrota del
pensamiento. Barcelona: Anagrama, 1990. 5ª ed. trad. de Jordá J.]