Fallo Juez Hector Plou Retenciones Al Agro

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Poder Judicial de la Nación

JUZGADO FEDERAL DE JUNIN

10799/2022

SOCIEDAD RURAL DE JUNIN Y OTROS c/ ESTADO


NACIONAL - PODER EJECUTIVO Y OTRO s/AMPARO LEY
16.986

Junín,

Autos y vistos: los presentes, venidos a


despacho para sentenciar, de los que
Resulta: 1.- Que se presentaron Gustavo José
Longinotti por su propio derecho; Alejandro Agustín
Barbieri, en su carácter de Administrador de
Barbieri Hermanos SS y Jorge Andrés Moutous y
Gerardo René Aperlo, Presidente y Secretario de la
Sociedad Rural de Junín, interponiendo esta acción
de amparo contra el Estado Nacional y la
Administración Federal de Ingresos Públicos –
Dirección General de Aduanas-, para que se declaren
inconstitucionales los derechos de exportación
correspondientes a las posiciones de la Nomenclatura
Común del Mercosur (NCM) vinculadas a los productos
agrícolas en general, y especialmente a la soja, el
trigo, el maíz, el girasol, la leche y la carne.
Que el objeto central de la acción es denunciar
la ilegitimidad constitucional de los derechos de
exportación que rigen desde el primero de enero de

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2022, dado que afectan –de forma manifiesta- el


principio constitucional de legalidad o reserva de
ley en materia fiscal (Arts. 4, 9, 17, 19, 52, 75
incs. 1 y 2, 76 y 99 inc. 3 de la Constitución
Nacional, entre otros).
Expusieron que los derechos de exportación que
rigen desde enero de 2022 resultan impuestos por el
Poder Ejecutivo Nacional sin intervención del Poder
Legislativo Nacional, soslayando que no existe carga
tributaria alguna que pueda exigirse sin la
preexistencia de una ley –formal y material- emanada
del Congreso de la Nación.
Relataron que la cuestión de fondo que se trae
a conocimiento es estrictamente análoga a la
resuelta por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación en la causa “Camaronera Patagónica SA” (sent.
del 15/04/2014) habida cuenta que en dicho
precedente nuestro Máximo Tribunal declaró
inconstitucionales los derechos de exportación
(retenciones) en el lapso que no contaron con
expresa ratificación legislativa, como sucede en la
especie.
Agregaron que cualquier hipotética ratificación
del Decreto 851/2021 por parte del Congreso de la
Nación sólo surtirá efectos para el futuro, toda vez
que la irretroactividad está absolutamente vedada
por el principio de reserva de ley en materia
fiscal.

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Refirieron que el Código Aduanero instituido


por la ley 22.415 estableció diversos tributos,
entre ellos, los vinculados a las operaciones de
importación y exportación de bienes para consumo
(cfr. arts. 635 y 724, ss y cc, respectivamente) y
en su art. 755 delegó en el Poder Ejecutivo Nacional
la posibilidad de gravar con los denominados
derechos de exportación a las exportaciones de
bienes no alcanzadas hasta entonces por dicho
impuesto, autorizándolo a desgravar y modificar los
derechos de exportación ya existentes. Ello a
condición de que el uso de las facultades delegadas
tuviera por objeto alcanzar alguna de las
finalidades taxativamente previstas en la mencionada
norma. La norma antedicha devino inconstitucional,
dado que el art. 76 de nuestra carta Magna prohíbe
explícitamente la delegación legislativa en materia
fiscal, o lo que es lo mismo, sólo la admite en
materias determinadas de administración o emergencia
pública, aunque –en uno u otro caso- a condición de
que tengan un “plazo fijado para su ejercicio y
dentro de las bases de la delegación que el Congreso
establezca”.
Señalaron que el Decreto 851/2021 (BO
15/12/2021) es inconstitucional porque ni siquiera
existe una norma delegante vigente. Que la
delegación efectuada por el Congreso Nacional cesó
el 31 de diciembre de 2021, y no existe una ley
posterior prorrogando dicha delegación, todo lo

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contrario, el proyecto de ley enviado por el Poder


Ejecutivo a tal fin fue expresamente rechazado por
la Cámara de Diputados.
Fundaron en derecho, ofrecieron pruebas,
formularon reserva del caso federal y peticionaron
que se haga lugar a lo reclamado.
2.- Requerido el informe previsto en la Ley
16986, se presentaron las Dras. María Laura Megna
Tasada y María Fernanda Bilos, en representación de
la Administración Federal de Ingresos Públicos –
Dirección General de Aduanas- con el patrocinio de
los Dres. Marcelo R. Rodríguez y Gustavo D.
González.
Realizaron una negativa pormenorizada de los
hechos y manifestaron que no existió reclamo
administrativo previo y mucho menos se hubiese
agotado la vía administrativa.
Señalaron que no se acreditó de ninguna manera
que los derechos de exportación involucrados en el
Decreto 851/2021 signifiquen una actual o inminente
lesión, alteración o amenaza de derechos reconocidos
por la Constitución, un tratado o una ley.
Que, a todas luces, su versión resulta
conjetural, dogmática e infundada, carente de
sustento probatorio demostrativo de la violación del
derecho pregonado, como ser el de propiedad. Que,
primeramente, no existen elementos que prueben que
es productor de mercadería. Agregaron que la
imprecisión de la actora en identificar siquiera

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cuál es la mercadería concreta que “produce”,


implica simultáneamente la imposibilidad de
constatar si efectivamente dicha mercadería se ha
visto modificada en la alícuota gravada como
consecuencia del Decreto que impugna.
Formularon un análisis de la normativa
aplicable, indicando que el art. 75, inciso 1 de la
Constitución Nacional dispone que es facultad del
Congreso legislar en materia aduanera y establecer
los derechos de importación y exportación, los
cuales, así como las avaluaciones sobre las que
recaiga, serán uniformes en toda la Nación.
Por su parte, la Ley 26.939 (BO 29/05/2014)
aprobó el Digesto Jurídico Argentino y declaró
vigentes las normas incorporadas a su Anexo I, entre
las que se encuentra el Código Aduanero, cuyos art.
724 y 725 disponen que el derecho de exportación
grava la exportación para consumo, entendiendo por
tal cuando la mercadería se extrae del territorio
aduanero por tiempo indeterminado. Refirieron a lo
establecido en el art. 755 del código mencionado y
destacaron que en el marco de esta normativa y de
las facultades previstas en el art. 99 inc. 1 y 2 de
la Constitución Nacional, el Poder Ejecutivo
nacional dictó una serie de Decretos entre los
cuales se encuentra aquel contra el cual se alzan
los amparistas.
Expusieron que, a través del citado Decreto se
fijaron, a partir del 1/1/2022, las alícuotas del

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derecho de exportación que en cada caso se indica,


para las mercaderías comprendidas en las posiciones
arancelarias de la NCM que se consignan en la
Planilla que, como Anexo, forma parte integrante de
dicha norma. Asimismo, se mantiene vigente lo
dispuesto por el Decreto 302/21 para las posiciones
arancelarias comprendidas en el citado Anexo, cuya
vigencia operó a partir de su publicación en el
Boletín Oficial.
Que, de los considerandos de la norma citada,
surge que fue dictada en el marco de las facultades
conferidas al Poder Ejecutivo Nacional por el art.
52 de la Ley 27.541 y sus modificatorias, referidas
a los derechos de exportación cuya alícuota no podrá
superar los límites allí previstos; a la vez que
derivan de los apartados 1 y 2 del art. 755 del
Código Aduanero y sus modificaciones, tal como se
indicara con anterioridad. Por su parte, el art. 755
del Código Aduanero constituye una demostración de
que los tributos a la exportación pueden tener en
mira objetivos extra fiscales, si se observan los
motivos que habilitan su implementación.
Indicaron que, por su parte, se mantiene lo
establecido por el Decreto 302/21 respecto del
tratamiento arancelario de exportación para las
operaciones que realicen las Micro, Pequeñas y
Medianas Empresas (MiPyMEs), con relación a las
mercaderías comprendidas en las posiciones
arancelarias de la NCM detalladas en el Anexo que

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forma parte del decreto, en atención a que tienen


una importancia central para la economía nacional
por su aporte a la producción y distribución de
bienes y servicios y su gran potencial de generación
de puestos de trabajo.
Por último, agregaron que es preciso recordar
con especial énfasis que a la fecha del dictado de
la Resolución 11/2002 del Ministerio de Economía –
norma bajo análisis en el precedente “Camaronera” de
la CSJN, no estaba vigente la ley 26.122 ni el art.
52 de la Ley 27.541; este dato torna inaplicable al
caso la doctrina elaborada en dicha sentencia.
Plantearon la caducidad de la acción, falta de
legitimación pasiva y activa, incompetencia, la
improcedencia de la vía, fundamentaron en derecho,
citaron jurisprudencia, plantearon la reserva del
caso federal, ofrecieron prueba y solicitaron que
oportunamente se rechace la acción, con costas.
3.- Puesto en conocimiento del reclamo, se
presentó el Dr. Marcelo Raúl Rodríguez, en
representación del Estado Nacional, adhiriendo en un
todo a la presentación efectuada por la restante
codemandada, resultándole plenamente aplicables los
argumentos oportunamente esgrimidos. Y
Considerando:
I.- A título introductorio, cabe señalar que la
legitimidad de las medidas administrativas no deriva
de una supuesta eficacia estimada únicamente
considerando la órbita de la regulación financiera,

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sino de su conformidad con los principios jurídicos


vigentes en la sociedad, dentro de las cuales se
encausa la vida de ésta en su totalidad, incluyendo
los comportamientos económicos.
En términos generales, la oportunidad de las
medidas tomadas por el gobernante es algo que escapa
a la esfera propia del control de constitucionalidad
ejercido por los jueces; pero dicho control se torna
ineludible cuando nos encontramos frente a
disposiciones de carácter legislativo o actos de
gobierno que lesionan los principios y garantías
establecidos en la Constitución Nacional.
La respuesta que se debe dar tendrá presente,
por sobre toda otra consideración, las reglas
constitucionales.
II.- En lo que respecta a la vía procesal del
amparo, cabe señalar que este tipo de acción debe
ser reservada para las delicadas y extremas
situaciones en las que, por falta o insuficiencia de
otros medios legales, puedan resultar afectados
derechos y garantías constitucionales reconocidos
por la Constitución, un tratado o una ley. Su
viabilidad requiere, por consiguiente, de
circunstancias muy particulares, caracterizadas por
la existencia de arbitrariedad o ilegalidad
manifiesta y la demostración por añadidura, de que
el daño concreto y grave ocasionado solo puede
eventualmente ser reparado acudiendo a la acción
expedita y rápida del amparo (cfr. art. 43 de la

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Constitución Nacional; Fallos: 294:52; 301:1061,


entre otros).
Asimismo, la procedencia de la acción de amparo
debe analizarse con criterio razonablemente amplio,
dado que a partir de la reforma del año 1994 a la
Carta Magna no solo constituye una garantía judicial
sino constitucional, que es otorgada a los
particulares para tutelar de modo rápido y eficaz
los derechos en ella establecidos, y debe ser
entendido como un derecho directa y necesariamente
operativo.
En tal aspecto, obligar a utilizar otros cauces
procesales coloca en serio riesgo la protección de
los derechos y garantías invocados por el actor en
su demanda, lo que tornaría abstracta o tardía su
reparación.
En este mismo sentido cabe estar a lo sostenido
en este punto por la Cámara Federal de Apelaciones
de La Plata in re “Lucini, María Inés y otro c/ Bco.
Pcia. de Bs.As. s/ acción de amparo”, con fecha
6/6/02 (expte. nº 2279/02 de la Sala III); “Andrada,
Aldana Silvia B. c/ PEN y otros s/ amparo” con fecha
10/6/02 (expte. nº 1998/02 de la Sala II), donde se
remite a las consideraciones de lo decidido in re
“La Pequeña Plan de Salud S.R.L. c/ Estado Nacional
s/ acción de amparo” del 25/11/99 (publicado en JA.
2000-IV-331, con nota de María A. Gelli) y
“Cianciosi, Juan y otro c/ P.E.N. s/ Amparo”, del
19/06/02 (expte. nº 2741/02 de la Sala I).

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III.- La complejidad de las cuestiones


planteadas tampoco es motivo suficiente para
descartar sin más el amparo, cuando la arbitrariedad
o ilegalidad aparece en forma clara y manifiesta,
toda vez que se ha dicho que el hecho de que el
asunto se presente como de difícil resolución para
el magistrado, tampoco debe provocar como pauta
general el rechazo del amparo (Sagües, Néstor P.
“Derecho Procesal Constitucional, Acción de Amparo”,
p. 247/9), si los extremos apuntados surgen del
discreto análisis que permite su naturaleza (cfr.
CSJN in re “Stepan, Francisco J. c/ Gobierno de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, del 25/9/99, LL,
l999-E-276), donde se sostuvo “que en este aspecto,
la invocación de la necesidad de un marco procesal
que permita mayor amplitud de debate y prueba, como
fundamento para rechazar de plano el amparo
constituye una afirmación meramente doctrinaria y no
se concilia con la naturaleza de la pretensión del
demandante ya que, en principio (…) para determinar
si el accionar de la demandada es manifiestamente
ilegítimo o arbitrario y lesiona los principios
constitucionales que se dicen conculcados, no es
necesario sino el examen de una cuestión de derecho
que no reviste mayor complejidad”.
Por otro lado, al referir a la acción expedita
y rápida se crea un concepto más amplio que el del
art. 1º de la ley 16986, ya que “expedita” implica
libre de estorbo y pronto para obrar (Ekmekdjian,

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Miguel A. “Tratado de Derecho Constitucional”, p.


55) por lo que resulta claro que la existencia o no
de otro medio judicial o administrativo, no puede
estorbar el trámite del amparo y con este criterio
ha dejado de ser una vía subsidiaria para
convertirse en una vía alternativa cuya elección
como medio reputado más idóneo es facultad del
justiciable al evaluar las circunstancias de la
causa tal como afirma este autor, ya que no resulta
necesario ahora probar que se ha agotado la vía
administrativa o que ésta le produjera un gravamen
irreparable o que la utilización de una vía paralela
podría traducirse en una denegación de justicia.
Además, no parece el fondo de la cuestión planteada,
un problema jurídico complejo que requiera mayores
discusiones (CSJN, Fallos: 311:209), en tanto basta
en la temática planteada examinar desde el punto de
vista constitucional las normas objeto de la litis
(CSJN, Fallos: 322:1028).
IV.- Que la actora en su presentación solicitó
que realice el control de constitucionalidad del
plexo normativo integrado por las normas y
reglamentaciones que cita, a fin de que se las deje
sin efecto por su arbitrariedad e ilegalidad
manifiestas.
Resulta conducente poner de relieve que desde
antaño la Suprema Magistratura ha declarado que “…
es elemental a nuestra organización constitucional
la atribución que tienen y el deber en que se hallan

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los tribunales de justicia, de examinar las leyes en


los casos concretos que se traen a su decisión,
comparándolas con el texto de la Constitución para
averiguar si guardan o no conformidad con ésta y
abstenerse de aplicarlas, si las encuentran en
oposición con ella, constituyendo esta atribución
moderadora, uno de los fines supremos y
fundamentales del Poder Judicial…” (“Municipalidad
de la Capital c/ Elortondo”, Fallos: 33:162, año
1888).
A partir de allí tiene dicho que “… es preciso
recordar la tradicional jurisprudencia del Tribunal
cuya sintética formulación postula que las razones
de oportunidad, mérito o conveniencia tenidas en
cuenta por los otros poderes del Estado para adoptar
decisiones que les son propias no están sujetas al
control judicial (Fallos: 98:20; 147:403; 150:89;
160:247; 238:60; 247:121; 251:21; 275:218; 295:814;
301:341; 302:457; 303:1029; 308:2246 y 321:1252,
entre muchos otros). Todo lo relativo al ejercicio
de facultades privativas de los órganos de gobierno
queda, en principio, excluido de la revisión
judicial. Ello no obsta a que se despliegue con todo
vigor el control constitucional de la razonabilidad
de las leyes y de los actos administrativos (Fallos:
1:32; 112:63; 150:89; 181:264; 261:409; 264:416;
318:445); por ende, una vez constatada la iniquidad
manifiesta de una norma (Fallos: 171:348; 199:483;
247:121; 312:826) o de un acto de la administración,

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corresponde declarar su inconstitucionalidad


(Fallos: 292:456; 305:102; 306:126, 400, 312:826;
“Banco de Galicia y Buenos Aires s/ solicita
intervención urgente en autos ‘Smith, Carlos Antonio
c/ Poder Ejecutivo Nacional o Estado Nacional s/
sumarísimo”).
En tal sentido, en el caso “Peralta” (Fallos:
313:1513) recordó que la restricción del ejercicio
normal de los derechos patrimoniales tutelados por
la Constitución debe ser razonable, limitada en el
tiempo, un remedio y no una mutación en la
subsistencia o esencia del derecho y está sometida
al control jurisdiccional de constitucionalidad
(Fallos: “Cassin”, 243:467; 323:1566).
La declaración de inconstitucionalidad de una
norma requiere prueba plena, clara y precisa, de la
oposición entre ella y la Constitución, esto es, la
demostración de un conflicto ‘claro e indudable’
entre ambas prescripciones. El juicio de
inconstitucionalidad implica una función delicada,
que exige mesura y prudencia en el intérprete. Es la
última ratio del ordenamiento jurídico, y
ejemplifica un extremo de gravedad institucional. De
ahí que sólo debe decidirse la inconstitucionalidad
cuando no le queda la vía de optar por la
‘interpretación constitucional’ de la norma: ‘toda
vez que respecto de una ley quepan dos
interpretaciones jurídicamente posibles, ha de
acogerse la que preserva, no la que destruye’”

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(Sagüés, Néstor P., Derecho Procesal Constitucional,


segunda edición, Buenos Aires, Astrea, 1989, tomo
II, p. 121). Estas reglas inspiran también el
control de constitucionalidad de los Estados Unidos
de Norteamérica, sistema en el cual la Corte Suprema
encuentra frecuente fuente de inspiración (Tribe,
Laurence, American Constitutional Law, segunda
edición, Mineola, New York, The Foundation Press,
1988, p. 69 y siguientes; Barron, Jerome A. y
Dienes, C. Thomas, Constitutional Law, tercera
edición, St. Paul, Minn., West, 1995, p. 24 y
siguientes).
El control de constitucionalidad es también
difuso, en cada caso concreto, con alcance
particular (EEUU: “Marbury c. Madison, 1803), “Sojo”
(Fallos, 32:120, año 1887), “Municipalidad de la
Capital c. Elortondo” (Fallos, 33:163, año 1888).
Los jueces no exceden la función jurisdiccional,
sino que al ejercerla deciden no aplicar, en un
litigio, una ley, por ser contraria a la
Constitución. La declaración de inconstitucionalidad
es un acto de suma gravedad institucional y debe ser
considerado como la última ratio del orden jurídico
(Fallos: 307:531, 312:72, 314:424, 321:441 y
327:5147); por ende, resulta imperioso agotar todas
las interpretaciones posibles antes de concluir la
inconstitucionalidad. En este sentido, la Corte
Suprema de la Nación sostuvo que sólo será viable
cuando una estricta necesidad lo requiera. Es así

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que, de existir la posibilidad de una solución


adecuada al caso por otras razones, debe recurrirse
a ella en primer lugar (Fallos: 260:153 y 324:3219
voto de los jueces Belluscio y Fayt). Es necesario,
entonces, efectuar una interpretación de los
preceptos legales que concuerde con el derecho
constitucional en juego: “… Tampoco una corte, como
regla general, examinará una cuestión constitucional
y decidirá que un estatuto es inválido, a menos que
una decisión sobre ese mismo punto llegue a ser
necesaria para la determinación de la causa (…) En
todo caso, por lo tanto, donde una cuestión
constitucional se plantea, aunque pudiera haber sido
legítimamente presentada en el expediente, si en
éste también se presenta un soporte claro sobre el
cual la corte pudiera reclinar su juicio, tornando
de éste modo abstracto para el caso la cuestión
constitucional, tal es el curso que deberá
adoptarse, y la cuestión con carácter constitucional
será diferida para su estudio hasta que aparezca un
caso que no pueda ser despachado sin su
consideración, y cuando, en consecuencia, una
decisión sobre el punto sea inevitable” (Cooley,
Thomas M., “Constitucional limitations”, Little,
Brown & Co., Boston, 1927, 8° ed., vol. II, págs.
338/339).
V.- Adentrándome en el tratamiento de la
pretensión conviene, primeramente, recordar la
normativa cuestionada.

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El 14 de diciembre de 2021 el Presidente de la


Nación dictó el Decreto 851/2021, por medio del cual
fijó, en su art. 1, “… a partir del 1º de enero de
2022, las alícuotas del Derecho de Exportación (DE),
que en cada caso se indica, para las mercaderías
comprendidas en las posiciones arancelarias de la
NOMENCLATURA COMÚN DEL MERCOSUR (NCM)”, que se
consignan en la Planilla que, como Anexo (IF-2021-
114585697-APN-DNDRY#MDP), forma parte integrante del
presente decreto. A continuación, en su artículo 2°
determinó: “Mantiénese vigente lo dispuesto por el
Decreto 302/21 para las posiciones arancelarias
comprendidas en el citado Anexo, según corresponda”.
Que el Decreto en cuestión fue dictado, tal
como su texto lo indica, en base a lo normado por el
art. 52 de la Ley 27.541 y sus modificatorias, que
facultó al Poder Ejecutivo Nacional a fijar derechos
de exportación cuya alícuota no podrá superar los
límites allí previstos, y conforme al apartado 1 del
art. 755 de la Ley 22.415 (Código Aduanero) y sus
modificaciones, el cual faculta al Poder Ejecutivo
Nacional a gravar con derechos de exportación la
exportación para consumo de mercaderías, a desgravar
la que estuviere gravada y a modificar los derechos
de exportación establecidos.
Sentado ello, resta determinar si los derechos
de exportación así fijados, contienen rango legal.
Que, en lo que refiere a las retenciones, el
Alto Tribunal remarcó la naturaleza tributaria de

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los derechos de exportación. En su fallo “Camaronera


Patagónica SA” estableció que "los principios y
preceptos constitucionales prohíben a otro Poder que
el Legislativo el establecimiento de impuestos,
contribuciones y tasas" (Fallos: 155:290; 248:482;
303:245; 312:912, entre otros) y, en forma
concordante, ha afirmado en reiteradas oportunidades
que ninguna carga tributaria puede ser exigible sin
la preexistencia de una disposición legal encuadrada
dentro de los preceptos y recaudos constitucionales,
esto es, válidamente creada por el único poder del
Estado investido de tales atribuciones (Fallos:
316:2329; 318: 1154; 319:3400; 321:366 y 263;
323:240, entre muchos otros) (…) la materia
tributaria supone una limitación constitucional
infranqueable para el Poder Ejecutivo, un valladar
que no cede ni aún mediante decretos de la
naturaleza señalada (Fallos: 318:1154; 319:3400 y
323:3770, entre otros). Tesitura que el
constituyente de 1994 mantuvo, sin hesitaciones, al
redactar el actual inc. 3° del art. 99 de nuestra
Ley Fundamental. La razón de ser de dicha limitación
se funda en que la atribución de crear los tributos
es la más esencial a la naturaleza del régimen
representativo y republicano de gobierno (Fallos:
182:411)”.
Siguiendo con este lineamiento, la Corte señaló
que "el principio de legalidad o de reserva de la
ley no es sólo una expresión jurídico formal de la

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tributación, sino que constituye una garantía


substancial en este campo, en la medida en que su
esencia viene dada por la representatividad de los
contribuyentes. En tal sentido, este principio de
raigambre constitucional abarca tanto a la creación
de impuestos, tasas o contribuciones especiales como
a las modificaciones de los elementos esenciales que
componen el tributo, es decir, el hecho imponible,
la alícuota, los sujetos alcanzados y las exenciones
(Fallos: 329: 1554). Que debe enfatizarse, de manera
correlativa, que ese valladar inconmovible que
supone el principio de reserva de ley en materia
tributaria tampoco cede en caso de que se actúe
mediante el mecanismo de la delegación legislativa
previsto por el art. 76 de la Constitución. En
efecto, este Tribunal también ha sido contundente al
sostener sobre tal punto que no puedan caber dudas
en cuanto a que los aspectos sustanciales del
derecho tributario no tienen cabida en las materias
respecto de las cuales la Constitución Nacional
(art. 76), autoriza, como excepción y bajo
determinadas condiciones, la delegación legislativa
en el Poder Ejecutivo" (Fallos: 326:4251).
Que, la jurisprudencia dominante propicia que
lo resuelto por la Corte Suprema en toda cuestión
regida por la Constitución Nacional o las normas
federales debe inspirar decisivamente los
pronunciamientos del resto de los tribunales. En
otros términos, razones fundadas en la

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previsibilidad, estabilidad y orden aconsejan


adherir a sus precedentes.
En este sentido, dicho Tribunal ha resuelto en
el caso de Fallos: 307:1094 (“Cerámica San Lorenzo”)
que “no obstante que la Corte Suprema sólo decide en
los procesos concretos que le son sometidos, y su
fallo no resulta obligatorio para casos análogos,
los jueces inferiores tienen el deber de conformar
sus decisiones a aquéllas (conf. doc. de Fallos:
25:364). De esta doctrina y de la de Fallos: 212:51
y 160, emana la consecuencia de que carecen de
fundamento las sentencias de los tribunales
inferiores que se apartan de los precedentes de la
Corte sin aportar nuevos argumentos que justifiquen
modificar la posición sentada por el Tribunal, en su
carácter de intérprete supremo de la Constitución
Nacional y de las leyes dictadas en consecuencia
(confr. causa ‘Balbuena, César Aníbal s/ extorsión’
resuelta el 17 de noviembre de 1981), especialmente
en supuestos como el presente, en el cual dicha
posición ha sido expresamente invocada por el
apelante” (Fallos: 307:1094, consid. 2°, en pp 1096
y 1097; en su actual integración lo reiteró in re
“Danduono, Claudio”, sent. del 23-6-2011; véase,
también, Miller, Jonathan M., Gelli, María Angélica
y Cayuso, Susana, Constitución y poder político,
Buenos Aires, Astrea, 1987, tomo I, p. 115 y
siguientes; Sagüés, Néstor Pedro, Derecho procesal
constitucional. Recurso extraordinario, 2da edición,

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Buenos Aires, Astrea, 1989, tomo I, p. 177 y


siguientes y “Eficacia vinculante o no vinculante de
la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación”, en “El Derecho” 93-892).
A más de lo anterior, cabe señalar que el
debido proceso tributario existe como tal cuando se
sustenta en principios jurídicos fundamentales que
son esenciales para fortalecer la seguridad
jurídica, y ellos no pueden soslayarse bajo el
pretexto de que constituyen una traba a la eficacia
de la administración tributaria. Esto implica que
para que exista seguridad jurídica en este tipo de
procesos, debe armonizarse el accionar del Estado
con las garantías individuales consagradas en la
Carta Magna, teniendo en miras que ambas partes
deben estar sometidas por igual a la ley y a la
jurisdicción.
Tal situación implica que el poder tributario,
tanto en su fase sustancial como procedimental, no
puede ser ejercido de manera absoluta y arbitraria y
ni siquiera es asimilable a una investigación
criminal. Para afirmar tal premisa debemos tener
presente que la justicia en el campo tributario no
depende de una correcta formulación de las leyes
tributarias, sino en manera decisiva de la
regulación administrativa o judicial en su
aplicación.
En tal sentido Goldschmidt hace largo tiempo
advirtió sobre el “fraccionamiento de la potestad

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procesal” en que suelen pretender situarse las


administraciones tributarias para crear “procesos
especiales” a su medida. Tal proceder puede llevar a
conculcar garantías constitucionales, de cuya
preservación es garante el Poder Judicial como
soporte y fundamento de la posición institucional de
los ciudadanos ante los poderes públicos.
Adunase que, siguiendo los antecedentes del
Máximo Tribunal, en un fallo unánime reciente la
Cámara Contencioso Administrativo Federal declaró
nulo el Decreto 793/2018 y sus modificatorias,
reconociendo el derecho de la actora a obtener el
reintegro de los derechos de exportación abonados.
Para resolver de ese modo dictaminó que: “el tributo
aduanero sólo sería exigible para los despachos
aduaneros oficializados con posterioridad a la
vigencia de la ley ratificatoria que, en cambio, no
podría convalidar retroactivamente esos tributos
sustentados en un reglamento inválido. Que, al igual
que en aquel caso, de lo que se trata en la especie,
precisamente, es de determinar la compatibilidad con
el plexo constitucional de los derechos de
exportación fijados por medio del Decreto 793/2018 –
con su modificatorio 865/18-; y el efecto que la
sanción posterior de la Ley 27.467 pudo haber tenido
sobre aquella relación normativa. Adviértase que la
actora reclama el reintegro de los derechos de
exportación liquidados y abonados entre los meses de
octubre y noviembre de 2018, con posterioridad al

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dictado del Decreto 793/18, pero previamente a la


entrada en vigencia de la Ley 27.467, la cual –de
acuerdo a los términos de las previsiones antes
transcriptas, y con arreglo a la interpretación de
la Corte en el caso citado- dio base legal, con
efectos exclusivamente hacia el futuro, a un tributo
anteriormente inexigible, por haber sido instituido
mediante un acto administrativo inválido (arg. art.
14, inc. b, Ley Nº 19.549) (…) Que en nada afecta a
la conclusión anterior –como pretende la accionada-
el hecho de que la norma delegada haya sido un acto
emanado directamente del Ejecutivo Nacional y no uno
dictado por un Ministro, como resultado de una
subdelegación, pues, como se vio, la interdicción
constitucional alcanzaba a toda la Administración,
incluido su máximo responsable (art. 99, inc. 1)
quien tampoco se encontraba facultado para emitir
una disposición del tenor de la aquí analizada (arg.
arts. 4, 17, 52, 75, inc. 1, de la Constitución
Nacional)” (Gut Metal SRL C/ EN-AFIP s/ Dirección
General de Aduanas”, expte. 51458/2019, 5/5/22).
Es consecuencia lógica de todo lo anteriormente
dicho y transcripto que el decreto cuestionado no
tiene el respaldo constitucional que pretende el
demandado Estado Nacional.
En la búsqueda de respaldo acudió también al
Código Aduanero. Estas normas han sido largamente
desechadas como fundamento para respaldar que el
Poder Ejecutivo dicte normas tributarias. El tipo de

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delegación legislativa que, a modo de excepción,


puede admitirse como compatible con el principio de
reserva legal, de raigambre constitucional, que
abarca tanto a la creación de impuestos, tasas o
contribuciones especiales como a las modificaciones
de los elementos esenciales que componen el tributo:
el hecho imponible, la alícuota, los sujetos
alcanzados y las exenciones, requieren de una norma
expresa que fije además el término durante el cual
regirá (Fallos: 329: 1554).
Que ese límite que supone el principio de
reserva de ley en materia tributaria tampoco cede en
caso de que se actúe mediante el mecanismo de la
delegación legislativa previsto por el art. 76 de la
Constitución. Los aspectos sustanciales del derecho
tributario no tienen cabida en las materias respecto
de las cuales la Constitución Nacional (art. 76),
autoriza, como excepción y bajo determinadas
condiciones, la delegación legislativa en el Poder
Ejecutivo" (Fallos: 326:4251).
Luego, siguiendo los principios señalados, es
claro que la disposición del art. 755 del Código
Aduanero no reúne ninguno de los requisitos que
insoslayablemente debe reunir una norma delegante,
lo que obliga a desechar este argumento tanto como
los invocados ‘objetivos extra fiscales’ de los
derechos aduaneros, en tanto y en cuanto nada
agregan para respaldar el decreto cuestionado.

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Que, por lo hasta aquí dicho, la doctrina


sentada por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación resulta aplicable. Ello por cuanto en el caso
concreto, la necesidad de sustento legal incluso se
demuestra en los propios actos del Poder Ejecutivo
Nacional, que incluyó en el proyecto de Ley de
Presupuesto General de la Administración Nacional
para el Ejercicio Fiscal del año 2022, la
modificación aquí cuestionada. No es ocioso recordar
que, en el Congreso, el proyecto resultó a la postre
rechazado.
Así, por un lado, ha quedado demostrada la
voluntad del Poder Legislativo, único poder
habilitado constitucionalmente al efecto, de no
acompañar el pedido de delegación en la que funda
sus facultades el Poder Ejecutivo para aplicar
derechos de exportación.
De otra parte, la intención del Poder Ejecutivo
de obtener una nueva delegación para el período
fiscal correspondiente al año 2022 es una muestra
irrefutable de que entendía que la delegación
anterior vencía el último día del año 2021. No es
necesario seguir argumentando frente a un acto que
pone en evidencia una clara convicción en tal
sentido, partiendo de que “… es inadmisible que un
litigante asuma una actitud que lo venga a colocar
en oposición a su anterior conducta” (CFALP, “Cabral
c. Petroq. Gral. Mosconi y ot.” expte. FLP 7199/04).

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La Ley 27.541 delegaba estas facultades en el


Poder Ejecutivo hasta el 31 de diciembre de 2021, y
el decreto pretende tener vigencia desde el 1 de
enero de 2022, excediendo el lapso temporal por el
que estaba habilitado.
El argumento del Poder Ejecutivo frente a esta
circunstancia –omitiendo explicar por qué solicitó
una extensión temporal de la delegación- se limitó a
decir que el decreto cuestionado fue dictado
mientras estaba vigente la delegación, esto es,
antes del 31 de diciembre de 2021.
Esto es cierto, pero omite la cuestión central:
pretende regir después de vencida esa facultad.
Para rebatirlo basta mencionar que, si fuera
así, uno de los requisitos para que la delegación en
materia tributaria sea válida, el límite temporario
de la delegación, quedaría desvirtuado con el simple
recurso de dictar un decreto sin fecha de
vencimiento.
Y en el caso, si realmente esa hubiera sido la
convicción, no necesitaba pedir una nueva
delegación, puesto que los demás componentes del
tributo permanecieron sin cambios.
Repasando los antecedentes, vemos que los
decretos similares antes dictados tampoco
establecían una fecha de caducidad, admitiendo
implícitamente, como no podía ser de otra forma, que
su vigencia estaba limitada por la fecha hasta
cuando podía ejecutar las facultades delegadas: “en

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lo relacionado con los métodos de interpretación de


la ley, la primera regla consiste en respetar la
voluntad del legislador, a cuyo fin cabe estar a las
palabras que ha utilizado. Si la ley emplea
determinados términos, corresponde suponer que ellos
no son superfluos, sino que han sido empleados con
algún propósito que debe ser atendido, pues es
misión de los jueces dar pleno efecto a las normas
vigentes sin sustituir al legislador ni juzgar sobre
el mero acierto o conveniencia de las disposiciones
adoptadas por aquél en ejercicio de sus propias
facultades…" (Fallos 323:3215).
Finalmente, también pretendió la parte
demandada que el fallo dictado en ‘Camaronera’, en
tanto era anterior a la vigencia de las leyes 26.122
y 27.451 resultaba inaplicable al caso en estudio.
No es posible coincidir en ello. De un atento
análisis del contenido de la sentencia mencionada no
puede extraerse que las consideraciones que fundaron
lo decidido hayan perdido vigencia por el paso del
tiempo o que una ley dictada con posterioridad a su
emisión deje sus postulados sin efecto.
A más de lo anterior, si ese modo de analizar
sentencias fuera certero, no quedaría fallo alguno
para aplicar como precedente. La propia denominación
alude a algo que antecedió, a algo que existe desde
antes. Lo que importa, más que la fecha en que fue
dictado el fallo, es su contenido. Si éste se ajusta

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a los hechos que originaron la nueva litis, puede


ser traído como fundamento de la decisión a dictar.
Los argumentos de la demandada para respaldar
el decreto cuestionado chocan sin remedio con las
cláusulas constitucionales en juego, quedando en
evidencia su ilegalidad.
VII.- La demandada cuestionó también la
legitimación activa de los aquí actores.
1.- En cuanto a la Sociedad Rural de Junín, la
admisión formal de toda acción colectiva relativa a
intereses individuales homogéneos -y de la
legitimación que implica- depende de la verificación
de ciertos recaudos elementales que hacen a su
viabilidad: a) la existencia de un hecho único
susceptible de ocasionar una lesión a una pluralidad
de sujetos; b) que la pretensión esté concentrada en
los “efectos comunes” para toda la clase
involucrada; c) que de no reconocerse la
legitimación procesal podría comprometerse
seriamente el acceso a la justicia de los
integrantes del colectivo.
En ese sentido, estamos ante la presencia de un
universo complejo de sujetos y relaciones jurídicas
que impiden establecer un cierto grado de
homogeneidad, notando que se estarían incluyendo en
el colectivo a pequeños productores, empresas
multinacionales, productores acopiadores,
productores exportadores y sectores industriales
como los productores de aceite o biodiesel; en la

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mayoría de los casos, productores pertenecientes a


actividades que tienen tratamiento arancelario
claramente disímil.
La admisión del caso colectivo requiere la
constatar que el ejercicio individual de los
derechos no aparezca plenamente justificado, toda
vez que nada obsta a que cada productor pueda
realizar su reclamo individual, de conformidad a su
especial situación jurídica. No se evidencia que la
naturaleza de los derechos invocados exceda el
interés de cada parte.
En consecuencia, faltando uno de los requisitos
que permitirían avanzar en el estudio de la
admisibilidad del reclamo colectivo, es innecesario
indagar si la Sociedad Rural de Junín está
estatutariamente habilitada para llevar adelante
esta acción.
2.- Distinto es el caso del resto de los
actores. La condición de directos afectados por el
gravamen no puede ser desconocida.
El Ministerio de Agricultura publica en su
página el valor de los granos, a través de la
Subsecretaría de Mercados Agropecuarios
(http://www.minagri.gob.ar/new/0-
0/programas/dma/precios_referencia/01_precios_refere
ncia_ant.php).
La determinación del precio FOB en puertos
argentinos se realiza en base a la metodología
establecida en las Resoluciones SAGPyA 331/2001,

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447/2006 y modificatorias. A partir del valor FOB


establecido, se llega al valor FAS teórico,
descontando todos los gastos incluidos en el proceso
de exportación, denominados técnicamente como
“gastos de fobbing”. A saber: A) Aquellos vinculados
a los impuestos de exportación y gastos aduaneros,
calculados sobre el valor FOB; B) Los vinculados a
la compra de mercadería en el mercado interno,
calculados sobre el valor FAS, y C) Los vinculados a
la operatoria de carga y descarga, almacenaje,
inspecciones fitosanitarias, uso del muelle, costo
de elaboración, etc., que se expresan directamente
en dólares por tonelada.
El cálculo se efectúa en términos de dólar y su
resultado se transforma en pesos por intermedio de
la cotización dólar comprador Banco Nación
Argentina.
Como puede verse, más allá de los términos
técnicos, el estado Nacional fija un valor ‘FAS
teórico’ en el cual se contemplaron los impuestos de
exportación. El exportador tiene allí determinada su
obligación fiscal en tal carácter, la que descuenta
del valor a abonar al productor o intermediario que
le ofrezca la mercadería de que se trate. Este hecho
se refleja en las pizarras de valores de cereales
que las bolsas de cereales del país publican. De tal
forma, la carga tributaria se traslada hasta el
último –o primero, según se quiera ver- eslabón de
la cadena, el productor.

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Y también existe un argumento irrefutable: las


‘compensaciones’ que los actores demostraron haber
percibido acompañando documentación emanada de la
propia demandada. Estas compensaciones están
previstas en el art. 52 de la ley 27.541, fueron
establecidas concretamente en el Decreto 786/2020,
para estimular la actividad de ‘pequeños
productores’, plasmadas mediante la Resolución N°
237 del Ministerio de Agricultura y de acuerdo a la
información proporcionada por la Administración
Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Esto es, el Poder Ejecutivo aprobó los pagos de
beneficios compensatorios correspondientes a
pequeños y medianos productores de soja, en el marco
del Programa de Compensación y Estímulo lanzado en
base a las disposiciones de los arts. 52 y cc de la
ley 27.541, que establecía también los derechos de
exportación y pretendía compensar por tal carga
tributaria a cierto tipo de productores. Va de suyo
que la pretensión de desconocer en los productores
como los aquí actores, la condición de afectado por
el tributo denominado ‘derechos aduaneros’ no tiene
sustento.
El texto de la ley reconoce implícitamente que
los derechos de exportación recaen sobre el valor
que recibe el productor, disminuyendo el precio
internacional. Luego, es clara la legitimación
activa de Gustavo José Longinotti y Barbieri

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Hermanos SS, representada por su Administrador,


Alejandro Agustín Barbieri.
VIII.- Despejado tal aspecto de la cuestión,
habiéndose demostrado con la documentación
acompañada que resultan productores agropecuarios,
estando al tipo de control constitucional que rige
en nuestro sistema legal, sólo a las operaciones que
realicen los actores será aplicable la solución
legal que se dicta en autos.
En consecuencia, para determinar con precisión
el alcance de lo decidido, los actores deberán
presentar las liquidaciones de venta que hayan
realizado a partir del 1 de enero de 2022,
correspondientes a su producción: “La situación
fiscal del contribuyente debe establecerse conforme
la ley tributaria vigente al momento de configurarse
el hecho imponible (Fallos: 311:1656, entre otros).
Aunque sea casi innecesario decirlo, las
manifestaciones que cada productor debe realizar
frente a los organismos de recaudación tributaria no
se traduce linealmente en la producción, pues
múltiples factores inciden sobre el resultado final.
Por ello, las ventas efectivamente concretadas
permiten delimitar con precisión la medida del
perjuicio por haberle aplicado los derechos de
exportación que aquí se declaran ilegales.
IX.- Se planteó también que los actores no
agotaron la vía administrativa.

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Al respecto, en primer lugar vale recordar que


esta exigencia persigue garantizar una mayor
protección al administrado, pues no sólo se le
proporciona un instrumento económico y sencillo para
satisfacer sus pretensiones, sino que le permite
conocer íntegramente la posición de defensa de la
administración antes de decidir sobre la oportunidad
de acudir a la vía judicial, de modo de disminuir el
riesgo de una acción rechazada por los tribunales
(CFALP, Sala 2, “Acerochapa S.A. c. DGI s/
Impugnación de acto administrativo”, resolución del
13 de noviembre de 2008).
Complementando lo antedicho, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos se ha pronunciado
en el sentido de impedir “… que el acceso a la
justicia se convierta en un desagradable juego de
confusiones en detrimento de los particulares. Las
garantías a la tutela judicial efectiva y al debido
proceso imponen una interpretación más justa y
beneficiosa en el análisis de los requisitos de
admisión a la justicia, al punto que por el
principio ‘pro actione’, hay que extremar las
posibilidades de interpretación en el sentido más
favorable al acceso a la jurisdicción” (Informe de
la Comisión 105/99, Caso 10.194, 29/09/1999).
Corresponde entonces buscar una solución que
armonice con la efectiva vigencia de la garantía de
defensa en juicio receptada en el artículo 18 de la
Constitución Nacional, permitiendo al justiciable

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obtener un pronunciamiento del órgano imparcial e


independiente sobre el fondo de su pretensión,
máxime cuando, como acontece en el caso, la adopción
de otro criterio causaría un perjuicio de imposible
reparación ulterior (Tawil, Guido S.,
"Administración y justicia", Ed. Depalma, Bs. As.
1993, pág. 185; CFALP, in re “Granillo Fernández,
Héctor Manuel c. UNLP s/ Rec. adm. directo”,
resolución del 17 de junio de 2010).
Lo hasta aquí señalado implica reconocer el
acceso a la jurisdicción, que en el caso se
encuentra acreditado por la aplicación del principio
pro actione referido.
X.- En lo que respecta a la incompetencia
territorial opuesta, corresponde estar a lo normado
por el art. 5 inc. 3 del CPCCN: “… Cuando se
ejerciten acciones personales, el del lugar en que
deba cumplirse la obligación expresa o
implícitamente establecido conforme a los elementos
aportados en el juicio y, en su defecto, a elección
del actor, el del domicilio del demandado o el del
lugar del contrato, siempre que el demandado se
encuentre en él, aunque sea accidentalmente, en el
momento de la notificación. El que no tuviere
domicilio fijo podrá ser demandado en el lugar en
que se encuentre o en el de su última residencia…”.
En tal sentido, en un conflicto positivo de
competencia por cuestiones análogas -aunque
referidas a tarifas de usuarios del servicio de gas,

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se trataba de un conflicto por la competencia-, el


tribunal interviniente sostuvo: “… que cabe atender
al lugar en el que el acto cuestionado produce sus
efectos, puesto que de lo contrario, se vaciaría de
contenido a la jurisdicción de los tribunales
federales con asiento en las provincias y se
obligaría irrazonablemente a los demandantes a
litigar de manera exclusiva en la jurisdicción
territorial de los tribunales federales con asiento
en esta Ciudad Autónoma de Buenos Aires por la mera
circunstancia de que las máximas autoridades de la
Nación están radicadas en él”
La Sala I de la Cámara en lo Contencioso
Administrativo Federal destacó, luego de recibir la
jurisdicción por derivación del Máximo Tribunal con
fundamento en la doctrina que estableció en su
precedente “Costa, Matías Hernán c/ Registro
Automotor nº 46 (Sra. Norma F. de Lopez) s/
diligencia preliminar” (sentencia del 2 de junio de
2015), que el lugar de cumplimiento de la obligación
debe identificarse con el ‘lugar del consumo o uso’,
es decir el domicilio de la actora, rechazando la
inhibitoria presentada por el Estado Nacional
(“Dirección de Der. Humanos y Def. al Consum. de la
Municipalidad de L. N. Alem y otros c/ Estado
Nacional (Ministerio de Energía y Minería) y otro s/
amparo colectivo” (expediente nº 57.821/2017),
promovida ante esta sede).

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Como los efectos de la norma cuestionada se


producirán en el domicilio de los actores y éstos no
han renunciado a litigar en el fuero que, en función
de ello, le corresponde (artículo 5 inc. 3, del
CPCCN); a efectos de garantizar el derecho a un
amplio acceso a la justicia, corresponde sin más,
rechazar esta posición de los demandados.
En consecuencia, por las razones apuntadas,
jurisprudencia y doctrina mencionadas,
Resuelvo:
1°) Admitir parcialmente la excepción de falta
de legitimación activa y, en consecuencia, no hacer
lugar a acción de amparo promovida por Jorge Andrés
Moutuos y Gerardo René Aperlo, en representación de
la Sociedad Rural de Junín, contra el Estado
Nacional y la Administración Federal de Ingresos
Públicos –Dirección General de Aduanas-, con costas
(arts. 12, 14, ss y cc de la ley 16.986; 68 y cc del
CPCCN).
2º) Rechazar las excepciones de incompetencia y
falta de agotamiento de la vía administrativa por
los fundamentos expuestos.
3°) Hacer lugar a la acción de amparo promovida
por Gustavo José Longinotti y Barbieri Hermanos SS,
representada por Alejandro Agustín Barbieri, contra
el Estado Nacional y la Administración Federal de
Ingresos Públicos –Dirección General de Aduanas-,
declarando inconstitucional y, por ende, inaplicable
a las operaciones de venta que los actores realicen

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o hayan realizado con posterioridad al 1 de enero de


2022, las disposiciones del Decreto 851/2021,
conforme lo dispuesto en los considerandos que
anteceden, con costas (arts. 12, 14, ss y cc de la
ley 16.986; 68 y cc del CPCCN).
4º) En cuanto a las retribuciones, conforme lo
preceptuado por los artículos 10, 15, 16, 19 y cc de
la ley 27.423, teniendo en cuenta la naturaleza y
complejidad del proceso, estimo prudente establecer
los honorarios de los Dres. Alejandro A. Barbieri y
Luis A. Panetta, patrocinantes de los actores, en
forma conjunta y en partes iguales, en la suma de
pesos ciento ochenta mil veinte ($ 180.020) (20 UMA,
conforme la acordada vigente de la CSJN); Dres.
María Laura Megna Tasada, María Fernanda Bilos,
Gustavo González y Marcelo Rodríguez en la suma
setenta y dos mil ocho ($ 72.008) (8 UMA), en forma
conjunta y en partes iguales; todas las sumas con
más el 10% fijado por la ley provincial 6.716 (t.o.
ley 10.268) por remisión de la ley nacional 23.987 y
con obligación de retención y pago del IVA, si
correspondiere, conforme lo dispuesto por la ley
23.349, modificatorias y reglamentarias, con más el
seis por ciento (6%) anual de interés desde la fecha
de mora (arts. 499, 500 y cc del CPCCN).
5º) Protocolícese, notifíquese.

Signature Not Verified


Digitally signed by HECTOR
PEDRO PLOU
Date: 2022.08.16 13:54:45 ART

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