Haring Bernard - El Sacra Men To

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3ERNARD HARIN

El sacramento

de la reconciliacin

BERNARD HARING

SHALOM : PAZ
El sacramento de la reconciliacin

BARCELONA

EDITORIAL HERDER

1970

Versin castellana de ALEJADRO ESTEBAN LATOR ROS, de la obra de BERNARD HARINO, Shalom: Peace, Farrar, Straus and Giroux, Nueva York 1967

NDICE
IMPRMASE: Barcelona, 16 de diciembre 1968 JOS CAPMANY, vicario episcopal

Introduccin
I. LA BUENA NUEVA DE LA PAZ MESINICA

11
13

Encuentro con el Seor Poder de la alegra Mensajero del amor de Cristo Pacificador por el Espritu Santo A quienes perdonis los pecados, les quedarn perdonados Liturgia de la paz mesinica . . Pregoneros de la palabra de Dios La hora de la gracia Gozosa respuesta positiva Creed en el Evangelio
II. ENCUENTRO PERSONAL CON EL SEOR EN LA IGLESIA . . .

14 15 16 17 18 19 21 22 23 24
27

Cargas compartidas Pesar y gozo compartidos El pecado; ofensa a Dios y a la Iglesia Reconciliacin personal y comunitaria La Iglesia peregrinante Celebracin comunitaria del sacramento de la penitencia .
Bernard Hitrlng, 1967-1968 Editorial Herder S.A., Provena 388, Barcelona 13 (Espaa) 1970 III. DIFERENTES FUNCIONES DEL CONFESOR

29 29 30 32 33 35
39

Cristo, como maestro Cristo, mdico y juez . . . . Cristo, sumo sacerdote El confesor, otro Cristo

41 44 46 47

Es PROPIEDAD

DEPSITO LEGAL: B, 743-1970

PUNTEO IN SPAIN

GRAESA - aples, 249 - Barcelona

ndice
IV. LA DISPOSICIN DEL PENITENTE 51

ndice
Cuarto principio Quinto principio Sexto principio Sptimo principio
X. LA FORMACIN DE UNA* CONCIENCIA CRISTIANA . . . .

Bienaventurados los que... saben que son pobres . La ley del crecimiento Un patrn de conformidad Ignorancia invencible tica de situacin Vencer la ignorancia Psicologa del aprendizaje
V. CONTRICIN

52 55 56 58 62 64 65
67

126 128 129 130


137

Propsito de enmienda Valoracin del propsito de enmienda Progreso penitencial


VI. ABSOLUCIN

70 71 75
79

Significado de conciencia Principios bsicos La conciencia y el Evangelio . . . ' Atencin al kairos Responsabilidad personal y comunitaria Signos de discernimiento Fe y oracin Profundizar el sentido de la contricin
XI. GUIAR LA FORMACIN DE LA CONCIENCIA

137 139 140 140 141 142 143 144


147

Presuncin en favor del penitente Presuncin contra el penitente Absolucin condicional Recusacin de la absolucin Perdonados te son tus pecados
VII. LA OCASIN PRXIMA DE PECADO

80 81 84 85 86
89

Formacin sacramental de la conciencia Formacin eclesial de la conciencia Sntesis: El amor de Dios y del prjimo
XII. LA FORMACIN DE LA CONCIENCIA: FE, ESPERANZA Y CARIDAD .

150 151 153


155

Ocasin voluntaria y ocasin necesaria de pecado . Visin cristiana del ambiente Ocasiones de pecado contra la fe Ocasiones de pecado contra la caridad y la justicia . Ocasiones de pecado contra la castidad El empleo, como ocasin de pecado Una promesa por parte del penitente Concubinato y otras ocasiones de pecado Matrimonios invlidos Matrimonios mixtos invlidos El matrimonio en nuestro tiempo
VIII. INTEGRIDAD MATERIAL DE LA CONFESIN

89 90 95 96 97 103 105 106 107 111 111


113

La virtud de la fe Sacramento de la fe La virtud de la esperanza Hbitos inveterados y esperanza Amor de Dios


XIII. LA FORMACIN DE LA CONCIENCIA: RELIGIN

155 155 161 165 168


171

Celebracin de la liturgia Obligacin de la misa dominical Obras serviles Abnegacin Costumbre de jurar Supersticin
XIV. CARIDAD FRATERNA

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185

Integridad material El cumplimiento legal y el ideal Especie y nmero de los pecados Proporcin entre las diferentes funciones Conclusin
IX. E L CONFESOR Y LA INTEGRIDAD MATERIAL DE LA CONFESIN .

113 114 116 120 120


123

Primer principio Segundo principio Tercer principio

123 124 125

El mandamiento que todo lo abarca Signos de verdadero amor Amor redentor La ley del crecimiento La prueba de la caridad Violacin de la caridad fraterna Escndalo y medio social Agresividad

185 186 187 188 189 191 193 194

ndice
XV. E L CUARTO MANDAMIENTO 195

ndice
Cuentos inocentes e inofensivos La verdad y la correccin fraterna Restriccin mental
XX. E L SACRAMENTO DE LA^- PENITENCIA Y LA ArMSFtRA DIVINA .

Vida de familia La TV y la formacin de la conciencia Atencin a la vocacin Educacin en la obediencia La familia abierta Moral cvica Armona interracial Fraternidad internacional Miembros responsables de la Iglesia
XVI. EL QUINTO MANDAMIENTO Y LA FORMACIN DE LA CONCIENCIA .

195 198 198 200 202 202 203 205 206


209

287 288 288


291

La guerra moderna Aborto Vida y salud del prjimo Vida y salud personal El confesor de enfermos
XVII. LA CASTIDAD Y LA FORMACIN DE LA CONCIENCIA . . . .

209 213 217 219 221


225

Proclamacin del kairos En este tiempo de separacin Pecados que contaminan el ambiente Ambiciones egostas Contaminacin ambiental La purificacin del ambiente El penitente aprende a ver Llamamiento a la unin y a la separacin Renovacin de la Iglesia Dolor y propsito con vistas al ambiente Funcin de la penitencia La liturgia de la atmsfera divina Situaciones difciles en vista del ambiente
XXI. SACRAMENTO DE CONVERSIN Y CRECIMIENTO

291 292 294 295 298 299 302 303 304 305 306 311 312
315

Una actitud positiva Matrimonio y celibato Ofensas contra la castidad Masturbacin o ipsacin Necking y petting Fornicacin Adulterio Pecados contra la castidad en el matrimonio . La pildora
XVIII. LA JUSTICIA AL SERVICIO DE LA CARIDAD

225 226 227 230 237 240 245 247 266


271

Necesidad de crecimiento La segunda conversin Direccin espiritual Recepcin frecuente del sacramento de la penitencia . Frecuencia de la comunin
XXH. DIFERENTES ESTADOS DE VIDA

316 318 320 . 321 322


327

Justicia y caridad Egosmo individual y de grupo Justicia y amor a todos los niveles Justicia social con los trabajadores Justicia con la publicidad Justicia y lealtad con el Estado Restitucin
XIX. LA VERDAD EN LA CARIDAD Y LA CARIDAD EN LA VERDAD . .

271 272 274 275 277 278 279


281

Las confesiones de nios Las confesiones de seminaristas El problema de la castidad de los seminaristas . Eleccin de vocacin o profesin Las confesiones de sacerdotes y religiosos Confesiones de enfermos . . .
XXIII. LAS CONFESIONES DE LOS ESCRUPULOSOS

327 331 332 334 337 340


345

Conclusin Apndice ndice

349 351 353

La verdad, expresin de amor Verdad en pensamientos, palabras y obras Malicia de la mentira Especies de mentiras Mentiras por flaqueza humana Las mentiras de los nios 8

281 282 283 284 285 286

INTRODUCCIN

Tanto los sacerdotes y religiosos como los seglares observan cierta deficiencia en la celebracin del sacramento de la penitencia, en cuanto que con frecuencia no se refleja aqu la renovacin iniciada por el concilio Vaticano u. Pero en ningn caso debe achacarse esto a falta de buena voluntad. El quehacer es inmenso. El autor confiesa sinceramente que no puede prever qu significarn finalmente para el sacramento de la penitencia las consecuencias de la renovacin bblica, litrgica, eclesial y ecumnica. Este libro no tiene pretensiones profticas en el sentido de anticipar posibles cambios futuros. Su aspiracin es mucho ms modesta. Con l se quiere ayudar a sacerdotes, a seminaristas, a los que instruyen a otros* o desean instruirse ellos mismos para hacer el mejor uso posible de las oportunidades que hoy se ofrecen. Sera aventurado, y el autor tendra que limitarse a meras conjeturas si quisiera anticipar cambios importantes, puesto que rebasaran la esfera de su competencia y habra que dejar esta tarea a personas ms autorizadas en la materia. No obstante, las actitudes se pueden modificar, si ya no cambiar radicalmente, y en todo caso, siempre es posible introducir mejoras en lo que ahora hacemos. As pues, el objetivo de este libro consiste en' prestar el mayor servicio posible actualmente, y al mismo tiempo preparar el terreno para futuros desarrollos. Las principales intenciones del autor son las siguientes: dar mayor importancia al aspecto kerigmtico del sacramento de la 11

Introduccin penitencia y al espritu del culto; recalcar y desarrollar ms ampliamente la misin del confesor como el de un hermano entre hermanos, como mensajero de gozo y de paz, como alguien que se interesa muy en serio por la formacin de la conciencia de cristianos. Este libro va dirigido en primer lugar, aunque no exclusivamente, a los sacerdotes. El autor se sentir muy satisfecho si la obra puede servir a ministros y laicos de confesiones cristianas, cuyo inters ecumnico los induce a buscar informacin sobre la manera cmo sus hermanos catlicos entienden hoy da el sacramento de la reconciliacin. Celebraremos que los conocimientos as adquiridos aporten una recproca ayuda en la tarea cristiana de una constante conversin. Tambin podr interesar la lectura de estas pginas a seglares catlicos que deseen intervenir como participantes maduros en la celebracin del sacramento de la penitencia. La semilla de la que brot este libro fue sembrada en el Instituto de Pastoral de Concepcin, Missouri, con ocasin de unas lecciones dadas por el autor en 1964 y 1966, y en la universidad de San Francisco, en 1966. No le habra venido al autor la idea de escribir un libro sobre el sacramento de la penitencia, a no ser por la respuesta estimulante y la cooperacin de numerosos sacerdotes, jvenes y no tan jvenes, en aquella ocasin. Por propia iniciativa emprendieron los oyentes la tarea de transcribir las lecciones registradas en cinta magnetofnica. Ejemplares policopiados, destinados a los oyentes, comenzaron a circular entre otros muchos sacerdotes. Profesores de seminarios los utilizaron como base de sus lecciones sobre el sacramento de la penitencia. Todo esto sugera al autor la necesidad de publicar un escrito sobre esta materia. Al mismo tiempo iba adelantando el manuscrito. El autor se da perfecta cuenta de que este esfuerzo no representa la ltima palabra en la materia. Habr que seguir trabajando. Otros, dotados de ms imaginacin, abordarn el terreno y propondrn nuevas ideas. B.H. Yale Divinity School New Haven, Connecticut Abril, 1967 12

1 LA BUENA NUEVA DE LA PAZ MESINICA

Para los israelitas, la palabra shalom, o paz, tiene resonancias mesinicas. Connota la paz de Dios, paz que fue prometida al pueblo elegido y les sera trada con la venida del Mesas. El pueblo judo sigue teniendo en gran estima la palabra paz, incluso fuera del mbito religioso. Esta palabra es todava la expresin ms apropiada de todo lo que se puede esperar y que se pueda dar. No puedo menos de recordar algunas ocasiones, en las que el saludo Shalom alecham transform una situacin de suyo difcil en una relacin de amistad y de mutua confianza. Estas ocasiones me las proporcionaban por lo regular mis contactos con los judos. Al presentarme yo mismo, tema que notar la reaccin causada por mi apellido, Hring, que pona de manifiesto mi vieja ascendencia alemana. Pero cuando, apenas presentado, formulaba yo el saludo Shalom alecham, la reaccin espontnea se expresaba con un fuerte apretn de mano, y se creaba una atmsfera de confianza que acaba en amistad. El saludo la paz sea con vosotros, en su sentido verdaderamente religioso, sugiere el gran tiempo, el tiempo mesinico, en el que Dios traer su propia paz a los hombres. Esta paz dar lugar a la reconciliacin de los hombres con Dios y tambin entre ellos mismos. La promesa hecha por Dios, de un Mesas que anunciara la buena nueva de paz, se cumpli en la persona de Jesucristo, que, poco despus de su resurreccin se apareci a sus discpulos y les hizo la proclamacin largo tiempo esperada. Veamos el relato del hecho por san Juan: 13

La buena nueva de la paz mesinica Cuando lleg la noche de aquel mismo da, el primero de la semana, estando bien cerradas, por miedo de los judos, las puertas del lugar donde se encontraban los discpulos, lleg Jess, se pone delante y les dice: "Paz a vosotros." Y dicho esto, les mostr tanto las manos como el costado. Y los discpulos se llenaron de alegra al ver al Seor. Entonces les dijo Jess por segunda vez: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, as tambin os envo yo." Y dicho esto, sopl y les dijo: "Recibid el Espritu Santo. A quienes perdonis los pecados, les quedarn perdonados, a quienes se los retengis, les quedarn retenidos" (Jn 20, 19-23).

Poder de la alegra tiempo las llagas de las que haba manado aquella paz. Aquel encuentro libr a los discpulos del miedo que los paralizaba y los llen de gozo. Desde entonces, Cristo viene al penitente como portador de las mismas buenas nuevas. Su Yo he muerto por vosotros incluye su triunfo sobre la muerte y llena al penitente de gozo, pues ello marca la liberacin del pecador. Sin embargo, el gozo del penitente depende en cierta medida del confesor que representa a Cristo. Anuncia el confesor la buena nueva en el espritu de Cristo o convierte el sacramento en una inquisicin? Ms abajo hablaremos de esto ms por extenso. En este lugar queremos examinar el papel del confesor, en cuanto iluminado por el Evangelio, y, lo que todava es ms importante, cmo el penitente se encuentra con Cristo.

Es significativo el hecho de que el Seor recalque su proclamacin de paz mostrando sus manos y costado llagados. Ello indica que mientras el misterio pascual es siempre el misterio de la resurreccin, esta resurreccin remite inexorablemente a su pasin y a su muerte. As pues, la liturgia total no es simplemente la presencia de Cristo, sino la presencia poderosa y activa de Cristo resucitado que muestra las manos y el costado atravesado, seales de su sacrificio. En la liturgia, Cristo proclama todava el Evangelio. (Cf. Constitucin de la Sagrada Liturgia, art. 33.) En el sacramento de la penitencia, Jess mismo proclama su paz mesinica.

Poder de la alegra En el espacio que medi desde el enterramiento del Seor hasta su resurreccin se hallaban los apstoles muy abatidos, presa de una desesperada conciencia de su propio pecado. El ms abrumado de todos era quiz Pedro. No haba negado a su maestro? No conozco a ese hombre, haban sido sus palabras. Y el Evangelio nos refiere que Pedro llor amargamente. Mas cuando el Seor se apareci a Pedro y a los dems apstoles poco despus de la resurreccin, los salud dicindoles: Paz a vosotros. Al or estas palabras y al reconocer al que las profera, los apstoles se llenaron de alegra. Porque aquel saludo, aquella paz no era en nada, menos que una reconciliacin. El Seor les mostr que les perdonaba; l sanaba al pecador. Un buen confesor es fundamentalmente un hombre que est agradecido por sus propias experiencias de reconciliacin. Es un hombre que ha sentido profundamente el shalom del Seor y se ha llenado con ello de alegra, exactamente como los apstoles. Porque as puede comprender por qu el Seor repiti por segunda vez Paz a vosotros, aadiendo: Como el Padre me ha enviado, as tambin os envo yo. Puede tambin apreciar mejor su mandato de obrar en nombre de Cristo, anunciando, como lo hizo 15

Encuentro con el Seor El sacramento de la penitencia es en primer lugar la proclamacin litrgica del misterio pascual, aplicado aqu y ahora al creyente, tanto al que lo proclama como al que lo recibe. Por medio del confesor vuelve a anunciar Cristo la paz de Dios, mostrando, al hacerlo, las llagas que nos granjearon esta paz y reconciliacin. Una vez, en la gran oportunidad (kairos), del Calvario, Cristo desafi los lmites del tiempo reuniendo en s mismo los pecados de toda la humanidad: del pasado, del presente y del futuro. Ahora, en el sacramento de la penitencia, traspasa de nuevo estos lmites del tiempo aportando al penitente la accin salvfica de la cruz y de la resurreccin. Cuando los discpulos se encontraron por primera vez con Cristo resucitado, l les anunci su paz, mostrndoles al mismo 14

La buena nueva de la paz mesinica Cristo, la buena nueva de la reconciliacin. Esta comprensin es la que induce al confesor a desempear su misin a la manera de Cristo, trayendo la buena nueva al pecador arrepentido, al penitente desesperado y llenndolo de alegra.

Pacificador por el Espritu Santo tar la postura de firmeza, que un padre tiene a veces que adoptar necesariamente. El papel del confesor es el de un padre amante. La misin sacramental que le ha sido asignada es la de hacer visible el amor del Padre celestial, hacindose semejante a Cristo, fiel imagen del Padre, verdadero mensajero de paz.

Mensajero del amor de Cristo Importa mucho que el confesor capte el significado de las palabras de Cristo, Como el Padre me ha enviado, as tambin os envo yo. Reducir esto a un asunto de jurisdiccin en comparacin con el poder de Cristo, sera un grave error. De tal manera am Dios al mundo, que envi a su Hijo unignito (Jn 3, 16). El amor es, pues, lo que explica la venida de Cristo. Su gran misin no era la de ejercer el poder divino, sino la de dar a conocer el amor del Padre celestial. Cristo mismo, como imagen del Padre que es, es la expresin visible de este amor. Ahora bien, Cristo a su vez encarga a sus apstoles, a los sacerdotes del mundo, que ocupen su lugar anunciando esa paz que no es nada menos que el amor del Hijo y el amor del Padre celestial a los hombres. San Alfonso de Ligorio, en su Praxis Confessarii, expone que la quintaesencia de las obligaciones del confesor se cifra en reproducir la imagen del Padre celestial. Y, puesto que la fiel imagen del Padre se halla en Cristo glorificado, que pronuncia las palabras de reconciliacin, el confesor debe imitar este proceder amable del Seor. La actitud del confesor debe ser, no la de un juez, sino la de un padre espiritual, de un hermano entre los hermanos, de modo que los penitentes puedan experimentar por l la bondad de Dios. Los penitentes deberan sentirse movidos a decir: Si los ministros del Seor son tan amables, tan comprensivos, cuan compasivo y misericordioso ser Dios mismo! Cuan buena, santa y justa es la ley del Seor! Los cristianos han recibido un gran mandamiento: Sed misericordiosas, como es misericordioso vuestro Padre celestial (Le 6, 36). Al sacerdote y al confesor les corresponde cumplir este mandamiento en medida extraordinaria. Por otra parte, Dios no es un abuelo chocho, que dice a todo: S, s, est bien, est bien a todas las faltas, sin atreverse a adop16
Harinc, Shalom 2

Pacificador por el Espritu Santo Y dicho esto sopl y les dijo: "Recibid el Espritu Santo". Por el poder del Espritu Santo, la humanidad de Cristo estaba plenamente sumergida en la luz de su divinidad. Fue el Espritu Santo el que ungi a Cristo para su doble funcin de sumo sacerdote y de vctima. Tambin hombres ordinarios han sido ungidos por el Espritu Santo para desempear el doble papel de sacerdote y de vctima. Los ungidos reciben abundantemente el Espritu Santo, y al recibirlo reciben una identificacin especial con los otros hombres. Ahora son vctimas que comparten en forma vicaria los sufrimientos y pesares de los pecadores, unidos solidariamente con todos los hombres. As como Cristo ungido por el Espritu Santo se hizo a s mismo responsable, conjuntamente con los hombres, de los pecados de stos (san Pablo dice que se hizo hamartia, pecado), aunque l mismo no haba cometido pecado, as debe hacer exactamente el sacerdote. Los sacerdotes, como hombres espirituales, son liberados por el Espritu Santo de lo que de otra manera vendra a ser un sacramentalismo, exterior, mecnico. El Espritu Santo da a los sacerdotes el poder de sufrir con las gentes, y de gozarse con los que tienen razn de regocijarse. Porque los sacerdotes, gracias al Espritu Santo, son hombres espirituales que han venido a participar de la vida de Cristo de manera especial. Su misin, como la de Cristo, es misin de caridad, de amor. Cristo, por causa de su uncin hizo un sacrificio de s mismo, un don. As debe hacer el sacerdote.

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Liturgia de la paz mesinica para mostrar que aceptaba este don de su propio Hijo, hizo que volviera Jess a la vida por el Espritu. El Espritu Santo ocupa un puesto central en la misin de Cristo. Tambin el sacerdote ha recibido el Espritu de manera especial, Espritu que lo ha capacitado para profetizar y para proclamar como Ezequiel, sabiendo que es el Seor el que acta a travs de sus palabras. Porque las palabras del sacerdote que imparle la absolucin son ms que un mero signo. Son un signum efficax, palabra y signo de la accin poderosa de Dios. Aunque es esencialmente por el bautismo que los huesos muertos reciben el Espritu y son resucitados a la vida con Cristo, sin embargo, la profeca se aplica tambin al sacramento de la penitencia. El efecto esencial del sacramento de la penitencia consiste en llevar a cabo la transformacin de debilidad en fortaleza, de enfermedad en salud. Para algunos significa una transformacin, una conversin o vuelta de la muerte a la vida. La penitencia es una gran profeca por el Espritu, tanto para los que se hallan en pecado mortal como para los que slo tienen pecados veniales. Para todos los pecadores de buena voluntad, el sacramento de la penitencia entraa una buena nueva. Es la proclamacin del misterio pascual, una proclamacin que se les aplica aqu y ahora: ellos mueren a sus pecados y son resucitados a una nueva vida

<zA quienes perdonis los pecados, les quedarn perdonados Este mensaje de Cristo a sus sacerdotes es un mensaje de paz y de vida. Esto tiene un antecedente en el Antiguo Testamento, en el libro de Ezequiel, en un pasaje que se aplica de manera muy especial al sacramento de la penitencia:
Fue sobre m la mano de Yahveh, y llevme Yahveh fuera y me puso en medio de un campo que' estaba lleno de huesos. Hzome pasar por cerca de ellos todo en derredor, y vi que eran sobremanera numerosos sobre la haz del campo y enteramente secos. Y me dijo: "Hijo de hombre, revivirn estos huesos?" Y yo respond: "Seor, Yahveh, t lo sabes" l me dijo: "Hijo de hombre, profetiza a estos huesos y diles: Huesos secos, oid la palabra de Yahveh. As dice el Seor, Yahveh, a estos huesos: Yo voy a hacer entrar en vosotros el espritu y viviris; y pondr en vosotros nervios, y os cubrir de carne, y extender sobre vosotros piel, y os infundir espritu, y viviris y sabris que yo soy Yahveh." Entonces profetic yo como se me mandaba; y a mi profetizar se oy un ruido, y hubo un agitarse y un acercarse huesos a huesos. Mir y vi que vinieron nervios sobre ellos, y creci la carne y los cubri la piel, pero no haba en ellos espritu Djome entonces: "Profetiza al espritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espritu: As habla el Seor, Yahveh: Ven, oh espritu!, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos huesos muertos, y vivirn." Profetic yo como se me mandaba, y entr en ellos el espritu, y revivieron y se pusieron en pie, un ejrcito grande en extremo (Ez 37, 1-10).

Lo que llama la atencin en este texto es que ruah, el espritu de Dios, realiza la obra de resucitar los muertos a la vida. El espritu es el que restituye la vida. El texto del Nuevo Testamento sobre el perdn de los pecados debera leerse a la luz de este texto del Antiguo. Las grandes profecas del Antiguo Testamento se cumplen en el Hijo del hombre, que es capaz de restituir la vida y de perdonar los pecados. Por Ezequiel vemos que hara esto por el Espritu. En el Nuevo Testamento, Jess prueba que l puede perdonar pecados por el mero hecho de tener poder para devolver la vida. El espritu del Seor est sobre m, porque me ungi para anunciar el Evangelio a los pobres, para proclamar libertad a los cautivos (Le 4, 18). Jesucristo sacrific su vida en el Espritu. Su Padre celestial, 18

Liturgia de la paz mesinica Tanto los confesores como los penitentes deben darse plena cuenta de que el sacramento de la penitencia es una liturgia. Es la proclamacin eficaz de la palabra de Dios. Por esta razn debemos celebrar el sacramento de una forma que concentre la atencin, no en los pecados del penitente, sino totalmente en el Seor que proclama la buena nueva, dando la palabra eficaz de su paz con amorosa atencin al penitente. Muchos cristianos dejan de atender en primer lugar al mensaje del Seor, y en cambio dan la mayor importancia a su propio papel en la recepcin del sacramento. Expliqumonos. Hace aos me dedicaba yo a dar misiones. A veces me tocaba 19

La buena nueva de la paz mesinica ir a zonas en su gran mayora protestantes, donde los catlicos no siempre tenan fcil acceso a los sacramentos. Al catequizar a aquellas gentes, sola aprovechar aquella ocasin para preguntar acerca del sacramento de la penitencia. Cul es el elemento ms esencial, el aspecto ms importante del sacramento de la penitencia? Una y otra vez se repeta esta respuesta: Mi arrepentimiento. Cuando yo replicaba que haba algo todava ms grande que la contricin, segua una granizada de respuestas: Buenos propsitos, firme resolucin, examen de conciencia, que nos acusemos absolutamente de todos los pecados, cumplir la penitencia. Estas respuestas provenan lo mismo de nios que de adultos, incluso de los ms inteligentes de ellos. Y todava recuerdo la gran satisfaccin que experimentaba cuando, despus de tantas respuestas deficientes, oa la vocecita de un nio pequeo: Yo lo s. La cosa ms grande es lo que hace Jess, que me perdona los pecados, que me limpia el alma. Aquel nio haba sido preparado por su madre para su primera confesin. La madre haba desempeado ciertamente una tarea admirable logrando que el chico se diera cuenta del significado del sacramento de la penitencia. Por consiguiente, cuando celebramos el sacramento de la penitencia, tanto el confesor como el penitente dan gloria al Seor. Es culto, adoracin, glorificacin de Dios, cuya ley es justa, santa y buena. Es especialmente glorificacin del Seor misericordioso. Y, sin embargo, el sacramento va todava ms lejos. Porque en este sacramento, y por l, Cristo proclama su propio poder que da vida al penitente. l mismo trae la paz; l mismo glorifica su nombre como Redentor, y esto glorifica el nombre del Padre celestial. l santifica el nombre del Padre, y porque l lo hace, tambin nosotros podemos santificar el nombre del Padre que es misericordioso. Nosotros nos unimos con Cristo, y con esta palabra eficaz de Dios, al glorificarlo nos vemos libres de nuestras preocupaciones aritropocntricas y de nuestra concentracin en nosotros mismos. Pregoneros de la palabra de Dios Los sacerdotes, a quienes ha dado el Seor el gran poder de pronunciar la profeca de la buena nueva y por medio de los cuales acta l mismo, son servidores del pueblo. No son primariamente jueces, sino ms bien ministros que sirven en el santo ministerio. El sacramento de la penitencia es la proclamacin litrgica de la palabra de Dios, de la buena nueva, es el kerygma sacramntale. Los sacerdotes estamos como tales totalmente orientados a la obra de redencin, al misterio pascual, a la misma palabra activa de Cristo. El breve coloquio entre el penitente y el sacerdote en el confesonario culmina en estas palabras: Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo. Amn. sta es una proclamacin eficaz y nos complace ver que finalmente se ha traducido ya a las lenguas vernculas para que pueda entenderla el penitente. No puedo menos de recordar la agitacin causada en algunos ambientes cuando se habl de una posible traduccin de la absolucin en lengua vulgar. Me viene a la memoria una ancdota bastante divertida que ocurri a mi amigo, el padre Low. Sucedi hace unos diecisiete aos. El padre Low, que era relator general de la Sagrada Congregacin de Ritos, haba sometido un nuevo ritual francs a la sesin general de la Congregacin. La mayor parte de los textos del ritual estaban en francs, pero l segua abogando por su aprobacin. Despus de la sesin, un monseor que haba tenido noticia de la aprobacin, se encontr con el padre Low; entonces no saba de quin se trataba. El monseor se puso a denigrar las actividades del relator general que pensaba l estaba destruyendo la Iglesia. Es ms, sostena que la posicin del padre Low estaba incluso teida de hereja. Estaba seguro de que si los franceses pedan al padre Low permiso para usar en francs la forma sacramental de la penitencia, el padre accedera a la peticin. Puedo asegurar que el padre Low era verdaderamente amable, y hasta algo tmido. Pero hay momentos en que hasta las personas amables y tmidas se excitan. Cree usted, monseor, dijo contenindose, que sera un gravsimo dao para la Iglesia el que 21

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La buena nueva de la paz mesinica los pobres pecadores entendieran las palabras de la reconciliacin? Gracias al concilio Vaticano n, puede ahora el penitente oir las palabras de la absolucin en una lengua que entiende. Sin embargo, el sacerdote se enfrenta con una dificultad mayor que la de la mera traduccin de las palabras. Tiene que traducir el sentido de las palabras de la absolucin, tiene que traducirlo en la vida misma del penitente. Tiene que recibir a ese hombre, a esa mujer, a ese adolescente exactamente como se le presentan. Tiene que tomar sobre s mismo la carga del penitente y simpatizar profundamente con l. Slo as podr indicar al penitente el sentido profundo y jubiloso de las palabras que l pronuncia como instrumento de Cristo: La paz sea contigo. Te son perdonados los pecados. El Seor te ha abierto el camino de una nueva vida. Esta traduccin del mensaje de paz en la situacin de la vida del penitente es el primer deber del confesor. Todo lo que se dir en las pginas que siguen ha de entenderse en relacin con esta accin central del sacramento de la penitencia. Esta accin es la que mueve al sacerdote a ser un instrumento humilde de Cristo, que muestra sus manos y su costado, que da prueba de su amor divino, del poder de la resurreccin. El Seor nos dice, y por nosotros al penitente, shalom, paz a vosotros. El papel del sacerdote es, aunque humilde, admirable. No es el papel de un instrumento muerto, ni el de un inquisidor inflexible. Es el papel y funcin de un profeta. Porque as como Dios hablaba por el profeta en tiempos pasados, as habla ahora por el sacerdote. Cristo no cesa de proclamar su Evangelio; Cristo mismo es quien contina predicando la buena nueva de paz y de perdn. (Cf. Constitucin de la Sagrada Liturgia, art. 33.)

Gozosa respuesta positiva Cristo a proclamar el Evangelio de Dios, diciendo: "Se ha cumplido el tiempo (ho kairos pepleromenos); el reino de Dios est cerca; convertios (metanoeite) y creed al Evangelio". En la predicacin de la Iglesia se ponen en prctica estas palabras. Se realizan en su sentido ms pleno en el sacramento de la eucarista, y en una forma muy particular en el de la penitencia. Porque en cada uno de los sacramentos Cristo mismo proclama la buena nueva que viene del Padre celestial. Cada uno de estos dos sacramentos proporciona el kairos, el gran momento preparado por Dios.

Gozosa respuesta positiva El reino de Dios est cerca. Con estas palabras indica Cristo su deseo de guiarnos con su misericordia y su bondad. Su amor misericordioso nos impele a arrepentimos de nuestros pecados, al tiempo que al guiarnos con su bondad nos gua tambin en justicia y santidad, es decir, hacia una vida que responda a su amor mediante la bondad con nuestros hermanos. La proclamacin de la presencia dinmica del reino de los cielos es tambin un llamamiento apremiante: metanoeite. La traduccin de esta palabra por la Vulgata es: poenitemini (Mt 4, 17: poenitentiam agite), que significa: Haced penitencia. No cabe duda de que la palabra metanoeite significa tambin arrepentimiento y penitencia, pero sugiere ms que esto. Es una buena nueva del tiempo mesinico, en el que Dios cumple su palabra: Os dar un corazn nuevo y pondr en vosotros un espritu nuevo... Pondr dentro de vosotros mi espritu (Ez 36, 26-27). El llamamiento, renovaos en vuestro espritu forma parte de la buena nueva. Ahora que el Seor hace que su propio pueblo vuelva a su tierra (de l), es decir, a su corazn, el llamamiento vivificante suena as: Volved al Seor. En el sacramento de paz Dios mismo rene a su pueblo y renueva los corazones de los hombres, y as su reino est en verdad cerca de nosotros, entre nosotros. Pero el acto de reconciliacin trae tambin la exhortacin y la promesa: Si por el espritu dais muerte a las malas acciones del cuerpo, viviris (Rom 8, 13).
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La hora de la gracia Nuestro enfoque de la prctica de la confesin se basa en el captulo veinte de san Juan, como hemos indicado ms arriba. Podemos desarrollar este enfoque fijndonos en san Marcos (1, 14-15). Aqu hallamos un resumen de la materia y del modo, es decir, de la estructura esencial de la predicacin de Jess: Entonces comenz
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Creed en el Evangelio de cumplir con la integridad material de la confesin o de amenazas aisladas con el fuego del infierno, sino del gozo de recibir el sacramento. Despus de un retiro que prediqu una vez en el Vaticano, qued pasmado al oir a un viejo misionero preguntarme con toda seriedad: Ha sido usted fiel a san Alfonso? Ha predicado usted las verdades eternas? Naturalmente, padre; le respond, he predicado las verdades eternas. Pero puedo preguntarle qu entiende usted por verdades eternas?. Pues todo el mundo sabe lo que son las verdades eternas: el infierno, el fuego, la condenacin, me respondi. Esta respuesta me pareci a m una limitacin bastante curiosa de las verdades eternas, como si la misin de Cristo consistiera en predicar un desastre inminente, ms bien que la salvacin. Entonces cmo daramos razn del encargo de Cristo, predicad el Evangelio o la buena nueva? El centro de nuestra predicacin debera constituirlo la verdad de que Dios, desde toda la eternidad, es el amor trino y uno, y desde toda la eternidad tena la intencin de enviarnos a su Hijo. Nuestro Evangelio es la buena nueva de la muerte y resurreccin del Seor, que garantiza que nuestra propia muerte ser la plena realizacin de nuestra vida. El infierno es un lugar destinado nicamente a los que se niegan a aceptar el Evangelio, a los que rechazan la oportunidad de renovacin. El pulpito no es el nico lugar de la proclamacin de la verdad eterna de la muerte y resurreccin de Cristo. El sacerdote debe llevar al confesonario el gozo del Evangelio, y all debe impartir al penitente, no un mensaje lleno de amenazas, sino el mensaje de la paz de Cristo. En el libro de Nehemas tenemos un prototipo de este enfoque. Cuando los judos regresaron del destierro se hallaban por una parte hostigados por diferentes enemigos, y por otra, obligados a levantar una muralla protectora en torno a su ciudad al mismo tiempo que combatan a aquellos enemigos. Mientras duraba esta situacin angustiosa, el sacerdote Esdras reuni al pueblo en la plaza y comenz a hablar explicndole el libro de la Ley. Al orlo las gentes, algunos se conmovieron profundamente y comenzaron a llorar. Pero el sacerdote Esdras les dijo: Venid, celebremos 25

Creed en el Evangelio- El sacramento de paz es un sacramento de fe. La recepcin agradecida de la buena nueva, paz a vosotros, puede cambiar nuestra vida. Slo nos convertimos en la medida en que abrazamos el Evangelio de la paz mesinica. Si los sacerdotes quieren convencer a las gentes de la naturaleza de este sacramento, si quieren borrar la idea de que la penitencia es una especie de lavado mgico, entonces hay que resolver algunos problemas prcticos. Por ejemplo, supuesto un nmero insuficiente de confesores, hemos de seguir llevando a la iglesia una vez al mes a nuestros alumnos de escuela primaria y media, obligndolos a despachar rpidamente la confesin? No convendra ms bien hallar formas de confesin comunitaria? No sera mejor, aun a riesgo de que algunos nios slo pongan en prctica cada dos o tres meses su iniciativa personal de confesarse, no sera mejor, decimos, introducir un sistema de rotacin, por el que slo se invite a algunos nios a confesarse mensualmente, dando al confesor ms tiempo para la direccin? Hemos de reducir la celebracin sacramental al mero acto de dar la absolucin? O no deberamos ms bien estructurar nuestra prctica de la confesin de tal manera que no quedase duda de que la penitencia es un sacramento de fe? Una celebracin comunitaria, de la que todava hablaremos ms abajo, ayudara a profundizar la fe y a despertar las energas ms ntimas de la conciencia cristiana. La celebracin del sacramento de la penitencia debe reproducir la estructura de la accin de Cristo en su aparicin a los apstoles abatidos. La celebracin debe ser una proclamacin evidente de que ahora se presenta la gran oportunidad, un tiempo de gracia y de renovacin. Los penitentes slo pueden renovarse si creen gozosamente en el Evangelio de Cristo resucitado. Entonces se llenarn de alegra, como los apstoles el primer da de pascua. Cuanta ms satisfaccin personal experimente el penitente, tanto ms se podr esperar de l una conversin perseverante. Porque, en definitiva, la perseveranca de la conversin del penitente no depende del esfuerzo
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La buena nueva de la paz mesinica fiesta, y mandad parte a los que no puedan venir... no os entristezcis, porque la alegra de Yahveh es vuestra fortaleza... Y as toda la gente comenz a comer y beber y a mandar porciones a los que no podan venir, gozando de gran alegra, porque haban entendido lo que se les haba enseado (Neh 8, 10-12). Este pasaje del libro de Nehemas nos sugiere el procedimiento que hemos de emplear en nuestro papel de confesores y de penitentes. Es la clave de la Praxis Conjessarii. Nada es tan importante como el llevar a las gentes la alegra del Seor. Los que escuchaban al sacerdote Esdras cuando les lea el libro de la Ley, crean que aquel mensaje les vena del Seor. En definitiva, su fe en aquel Evangelio y en la interpretacin que le daban sus sacerdotes, fue la que les proporcion un perodo de alegra y de conversin. Hoy da, Cristo mismo predica la buena nueva a su pueblo. Nuestra fe nos lo asegura. Y tambin nuestra fe nos asegura que nosotros, en calidad de sacerdotes, hemos recibido el Espritu Santo, hemos sido ungidos en cierto modo como lo fue Cristo, y tenemos que tomar sobre nosotros la carga de los pecados de los dems y regocijarnos con ellos cuando se d el caso. Unidos con Cristo, y unindonos as en profunda simpata con el penitente, podemos proclamar la paz de Cristo como vivos instrumentos suyos y con un corazn que sabe sentir. En el sacramento de la penitencia, nuestro quehacer ms noble consiste en anunciar al penitente el gozo del Seor.

II ENCUENTRO PERSONAL CON EL SEOR EN LA IGLESIA

Cuando terminaron de almorzar, dcele Jess a Simn Pedro: "Simn, hijo de Juan, me amas ms que stos?" Respndele: "S, Seor, t sabes que te quiero." l le contesta: "Apacienta mis corderos." Vuelve a preguntarle por segunda vez: "Simn, hijo de Juan, me amas?" Respndele: "S, Seor, t sabes que te quiero." l le contesta: "S pastor de mis ovejas." Por tercera vez le pregunta: "Simn, hijo de Juan, me quieres?" Pedro sinti pena cuando Jess le dijo por tercera vez "me quieres?", y le respondi: "Seor, t lo sabes todo; t conoces bien que te quiero." Dcele Jess: "Apacienta mis ovejas. De verdad te lo aseguro: cuando eras ms joven, t mismo te ceas e ibas a donde queras; pero cuando seas viejo, extenders tus manos, y otro te ceir y te llevar a donde no quieras." (Esto lo dijo para dar a entender con qu muerte haba de glorificar a Dios.) Y despus de decir esto, le aade: "Sigeme" (Jn 21, 15-19).

En este Evangelio pregunta el Seor tres veces insistentemente a Pedro si le ama o no, si Pedro es todava su amigo o no. No cabe duda de que la triple interrogacin responde a la triple negacin de Pedro. Porque en tres circunstancias, durante la pasin del Seor, jur Pedro a los enemigos del Seor: Yo no conozco a este hombre. Ahora, Pedro confiesa su pecado al Seor, no ya sencillamente protestando que lo conoce, sino profesando su amor a l de la manera ms humilde. La escena aqu descrita entraa un encuentro verdaderamente personal entre Cristo y Pedro, un encuentro diferente del primero en el cenculo la noche de pascua, cuando Pedro estaba all con los otros diez. Sera demasiado aventurado comparar estos dos acontecimientos, con la celebracin comunitaria del sacramento de
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Encuentro personal con el Seor la penitencia (cenculo) y con la confesin individual (Tiberades) respectivamente? En este encuentro personal, nuestro Seor ense a Pedro, y por l a todos los futuros sacerdotes, toda la importancia de su quehacer pastoral. Pedro haba negado al Seor, pero Cristo resucitado en persona se acerca a Pedro y le da la oportunidad de confesar su pecado, confesin que lo humla, desde luego, pero que al mismo tiempo lo levanta, lo purifica y lo libra del pecado. Y Pedro, aunque entristecido por esta necesidad de hacerse su propia confesin, aprovecha la oportunidad y responde con verdadera humildad. AI confesar su pecado pasado, su negacin, inclua en su confesin una profesin de fe en Cristo y una protesta de fidelidad renovada. San Pedro, en esta triple confesin, es prototipo del sacerdote que se confiesa y oye confesiones. Pedro experiment el amor redentor del Salvador, del Seor resucitado. Con su penitencia y humilde confesin se hizo digno del cargo de buen pastor. Ahora bien, un quehacer esencial del buen pastor es la predicacin del Evangelio, que incluye la administracin y celebracin del sacramento de la penitencia. Es de mxima importancia para los sacerdotes comprender el ejemplo de Pedro y aprender de l. Porque el sacerdote mismo es un pecador llamado a la santidad. Slo podr aliviar a los otros pecadores en la medida en que l mismo haya atravesado el mar Rojo del arrepentimiento, de la contricin y de la humildad. Slo entonces podr sentir junto con el penitente y despertar en l un profundo arrepentimiento, as como una profunda adoracin de la justicia y misericordia de Dios. Porque slo el sacerdote que se asimila a la Iglesia en san Pedro, que se humilla, que se da cuenta de su propia debilidad, slo el sacerdote que habiendo recibido una misin semejante a la de san Pedro, toma sobre s la carga de los pecados de los otros y est agradecido a Dios por su propia conversin, slo ste puede ser un buen mensajero de salvacin. El confesor que slo piensa en los penitentes coreo vosotros, los pecadores, no puede ser un buen confesor. El buen confesor es uno que, dndose bien cuenta de lo que dice, ora con la Iglesia entera: Perdnanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Pedro, que confes su pecado, recibi la
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Pesar y gozo compartidos promesa del Seor: Simn, yo he rogado por ti, a fin de que tu fe no desfallezca. Y t, cuando luego te hayas vuelto, confirma a tus hermanos (Le 22, 31-34). Con esta promesa recibi Pedro el poder de fortalecer la fe de], pueblo de Dios anuncindoles la misericordia de Dios.

Cargas compartidas El sacerdote debe ser un hombre de penitencia, practicando la virtud a un grado cada vez ms elevado. Si ha de ser un buen pastor y tomar sobre s los pecados de todos los hombres, en particular los de sus penitentes, debe responder al llamamiento que el Seor dirige al ungido y completar en su cuerpo lo que todava falta en el cuerpo de Cristo. Como Cristo, est llamado a sufrir y morir como mrtir por los otros, y slo puede alcanzar su perfeccin mediante su ntima unin con Cristo que sufri por toda la humanidad. Su encuentro con Cristo, que es el juez, le obliga a satisfacer las exigencias de la justicia, pidiendo as misericordia para todos los que con humilde adoracin reconocen que la ley de Dios es justa, santa y buena.

Pesar y gozo

compartidos

La solidaridad que existe entre el sacerdote y el penitente en el sacramento de la penitencia estaba bien expresada con la nomenclatura de materia y forma de la filosofa escolstica, terminologa que fue adoptada por el concilio de Trento. La absolucin del sacerdote, nos ensea el concilio de Trento, la proclamacin de la paz del Seor, es la forma del sacramento, mientras que la humilde confesin del penitente es la cuasi-materia. La penitencia y el matrimonio son nicos bajo este respecto. En los otros sacramentos, la materia y la forma son administradas por la misma persona. Por ejemplo, en el bautismo, el sacerdote, mientras vierte el agua (que es la materia), pronuncia la buena nueva: Yo te bautizo... (que es la forma). En el sacramento de la penitencia, 29

Encuentro personal con el Seor el sacerdote y el penitente estn llamados a concelebrar el sacramento, cooperando mutuamente. Esta cooperacin no se limita al hecho de darse all un encuentro fsico entre el sacerdote y el penitente, como lo exige la Iglesia. (Permtaseme aadir aqu que yo creo personalmente que la Iglesia podra permitir sin dificultad que se diera la absolucin por telfono. Porque una conversacin por telfono origina una presencia real o encuentro personal entre las dos partes.) La cooperacin significa mucho ms en este caso; exige una unidad de confesor y penitente, basada en la simpata y comprensin, una unidad en la penitencia y en la glorificacin de nuestro Dios misericordioso y justo. El mayor esfuerzo del sacerdote se entiende como preparacin del penitente para el mensaje de paz. Ahora bien, si el confesor es un hombre profundamente penetrado del espritu de penitencia mediante la meditacin y su propia experiencia penitencial, se hallar en las mejores condiciones para ayudar al penitente a captar ms perfectamente la justicia y bondad de la ley de Dios, y tendr la mayor unin con el penitente en la glorificacin de esta ley.

El pecado, ofensa a Dios y a la Iglesia pecados que implican una negativa abierta a la invitacin de la gracia. Todo miembro individual de la Iglesia, hacindose cargo de la riqueza de que ha privado a la Iglesia, debera hacer penitencia buscando el perdn de la Iglesia entera por lo que ha hecho contra ella. En cierta medida, todo pecado significa persecucin de Cristo en la Iglesia. Todava hoy, Cristo sigue sufriendo, no personalmente como vctima en la cruz, sino a travs de la Iglesia, que es su cuerpo. ste sufre realmente, porque ello implica una prdida real. sta es la razn porque la llamada personal de cada uno de nosotros a ser miembro de la Iglesia de Cristo obliga a darse enteramente a la Iglesia, si uno quiere lograr su verdadera realizacin. Con el pecado no slo pierde uno su verdadero ser, la perfeccin personal que se espera de l, sino que hiere tambin a la Iglesia. Un pecado grave causa una divisin, una separacin, no slo entre el hombre y Dios, sino tambin entre el hombre y la Iglesia de Cristo. El significado inmediato y la gracia principal del sacramento de la penitencia consiste en restablecer en nosotros la unidad del pueblo de Dios y, de esta manera, unirnos con Dios. Cuanto ms ntima es nuestra unin con el pueblo de Dios, tanto ms ntima y profunda ser nuestra unin con Dios mismo. No hay ms que considerar el hecho de que la Iglesia asume la funcin sacramental de causar la unin entre Dios y el hombre, precisamente por ser ella la que predica el Evangelio de la reconciliacin y explica la ley divina. La Iglesia es quien, poniendo la mira en la ley divina, decide si uno es digno de recibir la eucarista. La Iglesia nos dice que si uno ha pecado gravemente, con plena libertad y con plena deliberacin, trastornando el orden de la caridad, no es digno de recibir la sagrada comunin, el signo ms elevado de la unidad del pueblo de Dios. Los telogos escolsticos de la edad media convenan en que todo pecado mortal era en cierto sentido una excommunicatio, excomunin. Con esto no queran decir que todo pecado mortal acarreaba una sancin jurdica. Ms bien queran recalcar el efecto trgico del pecado grave, por el cual el pecador se desliga del sacramento que pone a todos los catlicos en unin con Dios y, a travs de Cristo, con toda la Iglesia. El pecador debe primero hacer su confesin a la Iglesia, antes de hacerse nuevamente digno de reci31

El pecado, ofensa a Dios y a la Iglesia El sacerdote debe descubrir al penitente los efectos del pecado en relacin con Dios y con la Iglesia. Por muy chocante que esto pueda parecer, el pecado es un encuentro con Dios. Es un no deliberado dado a la invitacin de Dios a la gracia. Cuando una persona es llamada de alguna manera por Dios, peca si rechaza este llamamiento, sea que lo rechace directamente, o que sencillamente descuide hacer lo que conoce que debera hacer. El pecado es un no deliberado dado al amor redentor de Cristo, y esta negativa lastima a Cristo. Lo lastim en la cruz; lo lastima y lo hiere hoy en su Iglesia. Es que todo pecado, adems de herir a Cristo, afecta a la familia de Dios. El que dice no a Dios, lo dice dentro de la esfera del pueblo de Dios, disocindose l mismo, trastornando la armona de la familia de Dios. Destruye el debido orden de amor dentro de la creacin. La Iglesia experimenta una grave prdida especialmente por esos
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Encuentro personal con el Seor bir el ms gran signo de la unidad, de la unin con Cristo y de la unin con la Iglesia. Por cuanto el pecado mortal perjudica a la unin del pecador con Dios y con la Iglesia, el pecador debe recibir la reconciliacin con Dios mediante la reconciliacin con la Iglesia. Hasta en las recientes ediciones del Pontijicale Romanum (cf. la liturgia del mircoles de ceniza y del jueves santo) se acenta el aspecto de la reconciliacin del pecador con Dios mediante la reconciliacin con la Iglesia. En las oraciones y exhortaciones del obispo se llama la atencin de los penitentes sobre el gran dao que han causado y cmo han mancillado realmente a la Iglesia con sus pecados. Luego, el jueves santo, da de la institucin de la sagrada eucarista, se supone que el obispo recibe a los penitentes tomando a uno de la mano, el cual a su vez toma a otro de la mano, y as sucesivamente, hasta que todos quedan unidos fsicamente. Los penitentes son conducidos luego al altar en el que se celebra el sacramento de la unidad.

La Iglesia peregrinante de delicadamente por la transgresin de su ley. La ley de Dios, al tiempo que excluye la arbitrariedad, nos invita a conservar, a servir y a vivir conforme a este amor, porque garantiza nuestra realizacin personal en verdadero amor y, a travs de nosotros, garantiza la realizacin de la Iglesia. El Cristo redentor vino para reintegrarnos en la unidad del Dios uno y trino, unidad que habamos perdido por el pecado. Pero al mismo tiempo vino para conducir a todos los hombres a la unidad de su propio cuerpo, de su familia, de la familia de Dios, el pueblo de los redimidos. El sacramento de la penitencia es un medio para mantener y para restablecer, si es preciso, la estructura familiar. El buen penitente se hace cargo de que este sacramento lo sita cara a cara con Jess, mediante la gracia del Espritu Santo. El pecado que l confiesa ha roto, en cierto modo, la armona del pueblo de Dios; ha pecado contra el cuerpo de Cristo. La justicia exige que repare el dao causado. Puesto que nadie puede pretender amar al Dios invisible si no ama a su hermano, al que ve, el pecador no tiene manera de retornar a Dios si no retorna, mediante la Iglesia de Cristo, a una mayor unidad con sus hermanos. El sacramento de la penitencia nos hace caer en la cuenta de que Cristo tom sobre s la carga de los pecados de todos y de cada uno de los hombres. Hizo esto con vistas a la edificacin de su Iglesia, y algo semejante se puede decir de la celebracin del sacramento de la penitencia: es necesario para la edificacin de la Iglesia. La Iglesia entera sufre por los pecados de sus miembros, especialmente por los corazones endurecidos. Si un miembro sufre, todos los dems padecen con l; y si un miembro es distinguido con honor, todos los dems se alegran con l (1 Cor 12, 26).

Reconciliacin personal y comunitaria Uno de los aspectos ms importantes de la moral cristiana se refleja en la sntesis de lo comunitario y de lo individual. Cada uno de nosotros, al pecar, rehusa un don individual de Dios, un llamamiento individual de la Providencia, una gracia individual. En este sentido, la recusacin es personal, pero no privada. Porque todos estos dones, todas estas gracias son ofrecidas al individuo en orden a la edificacin de la Iglesia de Cristo. Aunque debemos confesar nuestros pecados individuales, no debemos cesar nunca de enfocarlos en la perspectiva de la Iglesia entera. Esta visin servir y aprovechar tanto al penitente como al confesor. El darnos cuenta de los efectos, no slo personales, sino tambin comunitarios del pecado, nos estimular no slo a evitar el pecado, sino tambin a ser una fuente de luz para los otros. Por el pecado sufre la Iglesia entera, perdiendo algo que es infinitamente grande. El pecado es la repulsa dada a la invitacin de Dios a la gracia. La gracia de Dios nos impele a amar su voluntad y nos repren32

La Iglesia peregrinante Como a san Pedro, a cada uno de los que forman el pueblo de Dios le pregunta el Seor: Me amas? Y as como el amigo del Seor pidi perdn mediante su profesin de amor, as tambin la Iglesia, esposa de Cristo, pide diariamente perdn al Seor resu33

Encuentro personal con el Seor citado. San Agustn dice repetidas veces que la Iglesia entera, al orar con estas palabras: perdnanos nuestras deudas as como nosotros perdonamos a nuestros deudores, confiesa los pecados de los pecadores. Al hacer esto no divide el pueblo de Dios en dos grupos: ovejas y cabras, santos y pecadores. La Iglesia es santa, pero por vocacin. Sin embargo, todava tiene pecadores en su seno, y todos sus verdaderos hijos e hijas, unidos realmente con Dios, reconocen sinceramente su necesidad de una mayor conformidad con su voluntad. Reconocen su condicin de pecadores cada vez que se confiesan o pronuncian estas palabras: Perdnanos nuestras deudas. Mediante un encuentro con Cristo, nuestro juez y redentor, el sacramento de la penitencia nos proporciona tambin un encuentro con la Iglesia, que se sita a s misma bajo el juicio salvador de Cristo. Por esto se pide al sacerdote que represente a esta Iglesia humilde, con la plena conviccin de que est sujeta al juicio final de Cristo. A travs de un humilde confesor, el penitente toma la mano auxiliadora de la Iglesia peregrinante. El confesonario viene a ser el punto de cita de la misericordia de Dios y de la constante necesidad de reforma y conversin del hombre. En el sacramento de la paz redescubrimos nuestra fraternidad. Una celebracin comunitaria del sacramento de la penitencia puede servir para poner de relieve el significado de la comunin de los santos como peregrinacin y conversin: mediante la negacin de s mismos y la penitencia, todos los hijos e hijas de la Iglesia se preparan para soportar la carga de los pecados y sostener el esfuerzo de conversin de todos los dems. Los santos encarnaban este espritu haciendo penitencia no slo en reparacin de sus pecados, sino tambin por los pecados de todos los hombres. La proclamacin del juicio salvfico de Dios debe por tanto extendarse siempre al entero cuerpo de Cristo. El mandato del sacerdote recibido de Cristo a travs de la Iglesia consiste en procurar la reconciliacin de sus hermanos con Dios y guiarlos en el seguimiento de Cristo. A Cristo, que no conoci pecado, lo hizo (Dios) pecado por nosotros, para que en l llegramos nosotros a ser justicia de Dios (2 Cor 5, 21). El sacerdote, participando en la economa y redencin de Dios, llama al penitente a responder al
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Celebracin comunitaria del sacramento de la penitencia favor de Dios con penitencia, negacin de s mismo, humildad, y todo con vistas a fortalecer el cuerpo mstico de Cristo. La rehabilitacin de Pedro en la gracia del Seor implicaba ms que el mero perdn; se contaba con que ejerciera su autoridad fortaleciendo a sus hermanos; cuando luego te hayas vuelto, confirma a tus hermanos (Le 22, 32); anlogamente: todo cristiano que recibe el perdn debe desempear s papel en el esfuerzo comn por la renovacin de la Iglesia.

Celebracin comunitaria del sacramento de la penitencia Todo pecado es un no dado libremente a Dios, un no que esclaviza al hombre sometindolo a un monlogo estril. Al pecador no le pasa por alto que de una manera o de otra lo llamaba Dios a adquirir luz y derramarla sobre el mundo a su derredor. Con todo pecado grave vuelve uno la espalda a Dios en lugar de dirigirse hacia l. Al mismo tiempo, aflige a la Iglesia. El que dice no a Dios, lo dice dentro del marco del pueblo de Dios, en realidad dentro del marco del entero plan creador de Dios. Contribuye a la destruccin parcial del orden de la creacin redimida. Perturba y trastorna a los miembros de la familia de Dios. La celebracin litrgica del sacramento de la paz nos hace cada vez ms conscientes de las dimensiones sociales del pecado y del carcter personal y comunitario de la conversin. La renovacin litrgica tiene mucho que ver con esta dimensin social, especialmente desde el final del Concilio. Hasta ahora la experimentacin se ha mantenido acertadamente dentro de los lmites de una especie de vigilia bblica como preparacin para la confesin individual y accin de gracias por la absolucin. Otros hablan de ritos penitenciales (paralitrgicos), donde se proclame la misericordia de Dios en vista de todos los signos de su justicia y perdn. Con frecuencia, algunos o todos los miembros de la comunidad que celebra la liturgia comunitaria van individualmente a la confesin; luego, al final, todos los sacerdotes pronuncian juntos la absolucin de los pecados, en cuyo caso queda en suspenso la cuestin de si esta absolucin se aplica sacramentalmente 35

Encuentro personal con el Seor

Celebracin comunitaria del sacramento de la penitencia del sacramento de la penitencia y de la absolucin general. Debera hacerse en una forma que asegurase a todos el perdn de sus pecados en la medida de su buena voluntad. En plena continuidad con el concilio de Trento, se podra imponer esta condicin: que los que tienen clara conciencia de haber cometido un pecado mortal fueran absueltos sin previa confesin individual y pudieran comulgar, aunque con la obligacin en cuanto fuera posible de confesar los pecados mortales por lo menos durante el prximo tiempo pascual. La confesin individual tiene todava pleno sentido despus de la celebracin y absolucin comunitaria. No recibi san Pedro el mensaje de paz juntamente con los otros apstoles el da mismo de la resurreccin? Despus, sin embargo, fue invitado por el Seor a una confesin ms individual de su pecado y a una profesin de fe y de amor. Nota: Un plan de celebracin comunitaria del sacramento de la paz se hallar en el apndice, p. 351.

slo a los que se han confesado individualmente aqu y ahora, o tambin a todos los que, con corazn contrito, han participado solamente en la celebracin comunitaria. La celebracin comunitaria tiene un significado especial en comunidades de religiosos, en seminarios o en retiros o grupos que trabajan o viven estrechamente unidos. Esto podra reemplazar, por lo menos de tiempo en tiempo, las confesiones mensuales individuales de clases enteras de escuelas de nios que lo desearan. La jerarqua francesa ha dado algunas directrices (insistiendo, sin embargo, en que no se permite la absolucin en grupos y se mantiene la necesidad de la confesin personal de los pecados):
Estas celebraciones permiten que el sacramento sea referido una vez ms a la palabra de Dios, que es la verdadera fuente de la liturgia. Permiten la celebracin de la palabra donde actualmente se eche de menos. Con ello permiten a los fieles ver que este sacramento es, como todos los dems, un signo de fe, pues la fe viene de oir la palabra. Y adems inculcan en la conciencia que el arrepentimiento tiene su origen en el llamamiento a la conversin. Constituyen, adems, una de las "celebraciones comunitarias", a las que da preferencia la Constitucin del Concilio sobre la liturgia, siempre que se conformen con la naturaleza propia de los diferentes ritos. Porque si el sacramento de la penitencia se administra en privado, muestra menos sentido del que realmente tiene el sacramento. Porque el sacramento es comunitario, causando la reconciliacin con Dios en la Iglesia y por la Iglesia. Por consiguiente, estas celebraciones permiten reconocer el papel de la Iglesia en la accin sacramental, as como el de la oracin de la Iglesia por los pecadores. Proporcionan una ocasin excelente para ensear a los fieles a hacer mejor el examen de conciencia, a establecer una jerarqua de faltas y a reanimar su sentido del pecado. Estas celebraciones son especialmente oportunas durante la cuaresma, durante retiros, o ejercicios o misiones parroquiales, con ocasin de una peregrinacin y as sucesivamente. No deberan presentarse como una institucin nueva llamada a reemplazar lo antiguo. No deberan ser para los fieles una ocasin de confesarse con menos frecuencia, sino ms bien de confesarse mejor.

En grandes parroquias con uno o pocos sacerdotes no hay probablemente otro medio de restablecer una vida eucarstica normal, fuera de la introduccin oficial de la celebracin comunitaria 36
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III DIFERENTES FUNCIONES DEL CONFESOR

La accin de Cristo en el sacramento de la penitencia puede servir de faro cuando se enfoca el papel del confesor: Por muy obvio que parezca este aserto, es necesario para poner en guardia contra un moralismo demasiado rgido o contra una psicologa demasiado condescendiente. Yo no me siento inclinado a entablar discusiones sobre cuestiones como sta: Cul es la funcin primaria del confesor, sanar al penitente o perdonar los pecados? Y esto por la sencilla razn de que yo enfoco el sacramento como una totalidad, como integracin de ambas funciones. Sin embargo, creo necesario detenerme brevemente en cada una de ellas. Hay algunos confesores, en particular sacerdotes ancianos que en el seminario estudiaron muy poca sociologa y psicologa, que juzgan todos los casos nicamente desde el punto de vista de una moral jurdica. Cada vez que un penitente acude a uno de estos sacerdotes, el confesor se fija nicamente en la responsabilidad humana y en la culpa humana con respecto a la ley. Tal confesor slo se ocupa de principios objetivos: Cul es la medida y el giado de responsabilidad de esta persona? Yo tengo el deber de perdonarle en la medida en que reconozca su falta como transgresin de una ley. En una palabra, estos confesores slo se fijan en la ley y en los pecados contra la ley. Esto quera decir yo cuando hablaba de moralismo demasiado rgido. Recuerdo el caso de un hombre que se entregaba a la mastur39

Diferentes funciones del confesor bacin. Preocupado con el problema durante casi treinta aos, haba tratado durante aquel tiempo con confesores que slo se cuidaban de informarse del nmero exacto de pecados mortales para as poder estimar la gravedad del pecado. Entretanto, el hombre se convenci de que no le era posible corregirse. Or insistentemente, pero pareca que no eran escuchadas sus oraciones. La culpa, juntamente con la vergenza lo carcoma noche y da. Se avergonzaba de presentarse delante de Dios e incluso le daba vergenza encontrarse con sus amigos. Finalmente, sus sentimientos de indignidad le llevaron a pensar seriamente en el suicidio. La primera vez que vino a verme estaba ya desesperado. Yo le aconsej que aceptara como una prueba aquel hbito de masturbacin. Yo le asegur que aunque no haba logrado todava vencer aquel hbito inveterado, todos sus esfuerzos y oraciones eran seguramente una prueba de que sus faltas se deban ms a dificultades psicolgicas que a mala voluntad. Finalmente le asegur que aceptara aquella afliccin como una cruz y que tal cruz poda ayudarle a acercarse ms a Cristo nuestro redentor. Algunos aos despus lo encontr por la calle. Se precipit hacia m y me dijo: Padre, no sabra cmo decirle lo agradecido que le estoy. Se me dio a conocer y acab su relacin en una forma que no slo me humill, sino que me conmovi profundamente. Cuando usted me dijo que poda aceptar mi afliccin como una prueba, dijo, sent por primera vez que poda incluso superarla. La falta cometida por el legalista moral con sus penitentes consiste en no saber cundo se ha de recurrir a la accin renovadora para contrapesar los principios morales. De todos modos, todo lo que se piense, se diga o se haga, ha de enfocarse en la perspectiva de la accin y amor redentor de Cristo. Por otra parte, hay tambin confesores que todo lo consideran exclusivamente bajo el aspecto de la angustia del penitente. stos van al extremo opuesto. Es una nueva tendencia basada en la moderna psicologa clnica o psicoterapia. En realidad, en muchos casos los psiquiatras y los psiclogos de profundidades han logrado disipar completamente sentimientos de culpabilidad, explicndolos como meros restos neurticos de ansiedades reprimidas de la infancia. Una vez, en un tren, me abord una estudiante y me
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Cristo, como maestro dijo que haba adquirido una nueva visin de la vida desde que haba logrado desentenderse de temores y ansiedades. Aadi que la vida le pareca ahora hasta cierto punto bella. Qued sorprendida cuando le pregunt cunto tiempo se haba sometido a tratamientos psicoterpicos. Me respondi francamente: haba pagado 110 horas de tratamiento. Se haba sometido a un tratamiento que no difera en modo alguno de los servicios de psiclogos de pacotilla cuyo objetivo capital consiste en negar la realidad de la culpa. Es sencillamente ansiedad, decan. Y la peor ansiedad es la que se hace pasar por culpa. Entendmonos. Yo no afirmo que un pecador pueda no sentirse infeliz; ni tampoco digo que la ansiedad no pueda a veces confundirse con la culpa. Efectivamente, este ltimo punto puedo ilustrarlo con un caso. Una vez recib una carta de una mujer joven muy inteligente, en la que me deca que senta tal ansiedad despus de cometer cualquier falta, que se preguntaba si todas sus faltas no eran pecados contra el Espritu Santo. Evidentemente, confunda la ansiedad con la culpa, y yo estaba convencido de que tena necesidad de tratamiento psicoterpico. Yo no me opongo a la psicoterapia en cuanto tal, sino a una psicoterapia que niega absolutamente la culpa. Se cuenta con que el sacramento de la penitencia nos proporcione mayor y ms profundo conocimiento y deseo de cumplir la ley de Dios; que nos libre de la ansiedad del pecado; que nos juzgue con vistas a evitar la condenacin eterna en el juicio final. Finalmente, el sacramento de la penitencia tiene un aspecto litrgico, a saber, el de culto del Dios todopoderoso, y una expresin de la confianza y amor para con el Padre celestial. A fin de comprender estos varios aspectos de la confesin, vamos a analizar cuidadosamente los diferentes papeles que Cristo desempea en el sacramento: las funciones de maestro, de mdico, de juez y de sumo sacerdote. Cristo, como maestro En el sacramento de la penitencia es Cristo el maestro de la ley interior de la gracia. Su estrategia docente depende de la accin 41

Diferentes funciones del confesor

Cristo, como maestro Santo, cmo ha de progresar en la continua conversin y gratitud a Dios y en el amor misericordioso del prjimo. Para el buen cristiano medio, el sacramento de la penitencia no tiene precisamente por objeto la conversin de la muerte a la vida, sino ms bien un continuo desarrollo de la vida. Y con esto venimos a tratar de la funcin del sacerdote como participante en el poder docente de Cristo. El sacerdote, al preparar a otros para recibir el sacramento de la penitencia, y el confesor que celebra efectivamente el sacramento, han de ensear a los cristianos lo que los apstoles ensearon los primeros a sus penitentes, a saber, qu significa ser cristianos, qu es lo que ellos han de ser:
Si, pues, habis resucitado juntamente con Cristo, buscad lo de arriba, donde est Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a lo de arriba, no a lo de la tierra Lo repito, habis muerto. Haced, pues, que mueran los miembros que estn sobre la tierra . Como pueblo escogido, santo y amado de Dios, revestios de bondad, de misericordia, de humildad, de comprensin, de paciencia La palabra de Dios habite entre vosotros en toda su riqueza (Col 3, 1-16).

del Espritu Santo que purifica nuestros corazones y proclama la misericordia de Cristo por boca del ministro de la Iglesia. Mediante esta purificacin y proclamacin el penitente adquiere conciencia de su obligacin de amar con un espritu renovado. As lo expresa Jeremas: En aquellos das har yo una nueva alianza con la casa de Israel... pondr mi ley en ellos y la escribir en su corazn (Jer 31, 31ss). Y Ezequiel aade: Y les dar otro corazn y pondr en ellos un espritu nuevo (Ez 11, 19; cf. 18, 31; 36, 26). Cristo es el maestro de la ley de manera nica. Hace que el penitente tenga participacin en su propia vida y consiguientemente en la ley del Nuevo Testamento. Mis leyes pondr en su conciencia y las grabar en su corazn; y yo ser su Dios, y ellos sern mi pueblo (Heb 8, 10). En una palabra: esta ley es la ley del amor, amor de Dios y amor a nuestro prjimo. Para los que acuden al sacramento de la penitencia con pecados mortales, Cristo es en forma verdaderamente eminente el maestro de la nueva ley, pues una persona que est en pecado mortal no se halla todava de veras dentro de la ley de Cristo. No est todava bajo la ley de la gracia. Est ms bien bajo una ley amenazadora, que anuncia muerte y destruccin. Por consiguiente, cuando un penitente se reconcilia con Cristo mediante la gracia del Espritu Santo, la presencia de Cristo regenera el poder de la nueva ley, exactamente como redime y forma al hombre nuevo. El penitente vuelve a estar en Cristo y Cristo en l. San Pablo lo expresa as: Porque la ley del Espritu, dador de la vida en Cristo Jess, me liber de la ley del pecado y de la muerte (Rom 8, 2). Y tambin: Porque si os dejis guiar por el Espritu, no estis bajo la ley... Por el contrario, el fruto del Espritu es: amor, alegra, paz, comprensin, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas nada tiene que decir la ley. Y los que son de Cristo Jess crucificaron la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espritu, caminemos tambin por el Espritu (Gal 5, 19; 22-25). En cambio, si el penitente que se acerca al sacramento se halla en estado de gracia, es inexacto decir que Cristo le da una nueva participacin en la ley de gracia. Ms exactamente: ensea al penitente, mediante la accin purificadora y redentora del Espritu
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El confesor, como representante de Cristo que es, debe orientar interiormente la atencin del penitente hacia la accin y las exigencias de la gracia. Convendra que el sacerdote recordara al penitente que ha resucitado a nueva vida en el bautismo y que est por consiguiente obligado a morir al pecado. Ahora bien, en el sacramento de la penitencia debe tener el deseo y la buena voluntad de realizar ms y ms en su vida cotidiana esta muerte al pecado. No hay que negar la necesidad de hacer a veces una exhortacin moral. Quisiera poner en claro la importancia relativa de tal exhortacin: no debera nunca substituir la instruccin del penitente acerca de los aspectos internos del sacramento. La atencin prestada al papel docente de Cristo en el sacramento impedir que la exhortacin del sacerdote se reduzca a puro moralismo y al mismo tiempo ayudar al penitente a tomar ms en serio las implicaciones del hecho de poseer en s la vida de Cristo. Nunca se pens que el confesonario hubiera de ser un oscuro
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Diferentes funciones del confesor Cristo, mdico y juez tribunal de puro legalismo. Ni tampoco que hubiera de ser el incmodo equivalente del divn de un psicoanalista. Porque dentro de su marco tiene lugar la accin redentora de Dios. La enseanza moral y la psicologa tienen, s, su puesto en el confesonario, pero slo como complementos de la accin de Dios con vistas al crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad; en una palabra, como accesorios de la vida de gracia en el corazn del penitente. Disociar la ley externa, es decir, lo que es de obligacin moral, de la enseanza de la ley interna, a saber, de lo que Cristo mismo ensea mediante la gracia del Espritu Santo, mediante su accin purificadora, significa una gran laguna en la formacin del penitente. En tal caso el confesor dejara de responder a las exigencias de Cristo tocante al papel de su representante. Por el empeo de poner bien de relieve este punto, vuelvo deliberadamente una y otra vez sobre la primaca de la ley interior, sobre la primaca de la accin de gracia del Dios omnipotente. que nos pone en contacto con la ley de Cristo, marcando el comienzo de la accin salvadora del amor y de la gracia en nuestros corazones. Aqu salta a la vista el entrecruzamiento de los papeles de mdico y de maestro. Ahora bien, Cristo es tambin nuestro juez, papel que slo se puede comprender en conexin con su papel de mdico. Con vistas a salvar al mundo, con vistas a actuar como mdico, tuvo Cristo que comenzar por tomar sobre s el juicio que merecan nuestros pecados. Y as l, que era el Cordero de Dios completamente inocente, consinti en ser juzgado y condenado en nuestro lugar. Obrando as, nos cur y nos salv del juicio definitivo de condenacin. Por esta razn, el creyente puede mirar con gozo hacia adelante, a la segunda venida de Cristo, puesto que l vendr como juez y a la vez como redentor. En el sacramento de la penitencia, Cristo nos sana y nos salva mediante el juicio salvfico de la cruz. En la cruz fue donde l acept la carga de nuestros pecados, y as nosotros sometemos nuestros pecados a la cruz con vistas a un juicio misericordioso. Cristo, nuestro verdadero juez en el sacramento de la penitencia, es el nico que nos libra de nuestros pecados. El confesor participa tambin en el papel de Cristo como juez. Su juicio depender de si el penitente desea o no la salvacin; a veces no se hallar en condiciones de llegar a una clara decisin en este sentido. En tales casos el confesor proclamar, pues, la absolucin y la paz slo condicionalmente. Sin embargo, en la mayora de los casos su papel de juez girar en torno al arrepentimiento del penitente. Con el fin de hacer que su juicio sea digno instrumento de la salvacin divina, procurar explicar los motivos de un arrepentimiento ms profundo. Un medio eficaz de despertar dolor por el pecado consiste en dirigir la atencin del penitente hacia la cruz de Cristo, en la que se pone de manifiesto la horrenda fealdad del pecado. E n efecto, la terrible sentencia pronunciada contra Cristo y que lo condujo a la crucifixin fue el resultado de haber tomado Cristo sobre s nuestros pecados. El juicio de Dios contra Cristo, por haberse hallado a ste cargado con estos pecados, fue tan riguroso, que el mismo Hombre-Dios hubo de clamar despavorido: Dios mo, Dios mo, por qu me has abandonado? Slo 45

Cristo, mdico y juez Desde los tiempos ms antiguos, los padres de la Iglesia llamaron a Cristo el mdico divino, el divino sanador, el redentor. Todos estos ttulos tienen algo en comn, que hace que se puedan usar indistintamente: todos ellos connotan la idea de salvacin. Cristo es el mdico, el sanador, el redentor porque nos ha salvado de nuestra miseria. Por Cristo hemos sido restituidos a la vida y a la salud. El papel de Cristo como mdico divino est ntimamente ligado con su papel de maestro de la nueva ley. Como maestro, nos revel la insuficiencia de la antigua ley. San Pablo dice que Cristo nos liber de la ley y de la esclavitud del pecado en que vivamos bajo la ley (Rom 8, 2). Sin embargo, Cristo nos ense una nueva ley. la ley del amor, que por su misma naturaleza tiene poder de sanar y de redimir. Nos ense que esta ley no es una ley impuesta desde fuera, que atenta contra la libertad del hombre. Es ms bien una ley interior que Cristo mismo dicta al corazn del hombre al hacerlo participar en su propia vida. Esta participacin es la 44

Diferentes funciones del confesor Cristo, en su humanidad, descubri todo el horror del pecado en la cruz. As el penitente, puesto en presencia de la cruz, puede aprender, no slo a odiar el pecado, sino tambin a amar la misericordia y bondad del redentor crucificado. Es posible que resulte una plena apreciacin de la justicia y santidad de la ley de Dios. Quiz se halle el penitente dispuesto a abrazar esta ley en toda su plenitud: Amaos unos a otros como yo os he amado.

El confesor, otro Cristo nidad de unirse en un esfuerzo comn para proclamar la gloria de Dios, la gloria de su amor misericordioso y justo.

El confesor, otro Cristo Al comienzo de este captulo dej sentado que la funcin del confesor es una combinacin de perdn de los pecados y curacin de las almas. Una vez que han quedado expuestos los aspectos de la funcin de Cristo en este sacramento: maestro, mdico, juez y sacerdote, vamos a tratar ahora ms por extenso de la accin del sacerdote. El sacerdote en el confesonario debera tener siempre presente que est realizando un acto de liturgia. Tiene el privilegio de proclamar, en nombre de la Iglesia, las maravillas de la misericordia de Dios: Dad gracias al Seor porque es bueno, porque su misericordia dura eternamente (Sal 117). El confesor, como instrumento de Dios, pronuncia palabras que proporcionan paz y renovacin al corazn del penitente. Con su celo, que lo induce a hacer todo lo que est en su mano para instruir al penitente acerca de la accin de Cristo como prncipe de la paz, dispondr al penitente de tal forma que arda en deseos de propagar dicha paz entre los otros. El siglo pasado estuvo dominado por un espritu legalista tocante al sacramento de la penitencia. A muchos sacerdotes se les ense que en el confesonario tenan que proceder esencialmente como jueces. De resultas de esto, la confesin vino a ser una especie de inquisicin. L a confesin dejaba as un amargo gusto de boca en los penitentes. Si estos catlicos no aborrecan completamente el sacramento, muchos de ellos lo teman y transmitan este temor a su descendencia. Con frecuencia, los sacerdotes mismos se vean desconcertados por la actitud que se sentan forzados a adoptar en el confesonario. Les avergonzaba la manera inquisitorial y el mtodo mecnico de juzgar nicamente a base de nmeros. Recuerdo que un anciano sacerdote me deca que lo que ms le encantara en el cielo sera el no tener que oir confesiones. Poco despus se vio sorprendido de que sus superiores, en consideracin con su
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Cristo, sumo sacerdote No podemos pasar por alto el papel de Cristo como sumo sacerdote en el sacramento de la penitencia. Cristo nos redime hacindose vctima por nosotros, ofrecindose l mismo en sacrificio al Padre. De esta manera prepar un nuevo camino de amor, esperando orientar todos nuestros deseos hacia esta gran peticin: Santificado sea tu nombre. Cristo, cargando con el peso de los pecados de los hombres, dio gloria al Padre en nombre de la humanidad. Se ofreci a s mismo como sacrificio para la gloria de su Padre y para nuestra redencin. Dar gloria a Dios es la anttesis del pecado. El pecado es egocentrismo; la conversin consiste en reconocer con gratitud que todos nosotros formamos parte de un reino de sacerdotes, que nuestra funcin ms alta es la de glorificar a Dios en todas las cosas mediante el sacerdocio de Cristo. Ahora bien, es imposible un amor de adoracin a Dios en el sacerdocio de Cristo, si no ofrecemos a Dios seales de sincera contricin y satisfaccin, as como Cristo se ofreci una vez a s mismo. El confesor, al ejercer este sacerdocio en el confesonario, debe adoptar la actitud de adoracin. Difcilmente ser sta la actitud del sacerdote que despacha de prisa la absolucin para poder volver al rezo del breviario. El sacerdote ha de comportarse en el confesonario de tal forma que el penitente se d ms cuenta de que la celebracin de este sacramento es una de las maneras ms admirables de glorificar a Dios, una de las formas ms admirables de la oracin litrgica. En este sacramento, el confesor y el penitente tienen la oportu46

Diferentes funciones del confesor edad, lo dispensaran de la obligacin de meterse en el cajn. Cuando volvi a verme, me expres su satisfaccin. Congratulndome con l, le dije que poda imaginar por qu se encontraba tan bien. Le dije que l era una persona muy amable y que era probable que las ms de las veces se hubiera visto en el confesonario con el corazn empeado en una lucha entre su amabilidad natural y la teologa legalista que le haban enseado. Cuando se rehizo de la sorpresa fue reconociendo poco a poco que aqul era precisamente el caso. En el pasado no pocos sacerdotes llevaron una cruz semejante al ir al confesonario, porque tenan la intuicin de que aquel fro impersonalismo, aquel insistir incesantemente en nmeros y detalles exactos violaba todas las leyes de una psicologa razonable. Es clebre el caso del gran moralista August Lehmkuhl, que despus de haber escrito volmenes de casos de conciencia, no se sent nunca en el confesonario y hasta se negaba a oir confesiones aunque se lo ordenara el superior. Estaba tan aterrado... El confesor debe verse a s mismo en el confesonario bajo una luz positiva. Es representante de Cristo, que ensea las maravillas de su ley mediante la accin purificadora del Espritu Santo. Unindose l mismo con Cristo, el sacerdote se halla en condiciones de ensear los maravillosos senderos que l abre para el crecimiento en el amor cristiano y en la alegra cristiana. Gracias al sacerdote, el penitente puede experimentar a Cristo como el prncipe de la paz, como el mdico divino. A todo sacerdote le aprovechara meditar con frecuencia sobre el hecho de que en el confesonario l debe representar al juez redentor. El juicio de Cristo sobre nosotros se pronunci cuando l estaba pendiente de la cruz muriendo por nosotros. Fue un juicio ejecutado por su amor a nosotros. Tales meditaciones fomentarn nuestro deseo de ir al confesonario para dispensar el juicio misericordioso de Cristo. Puedo decir francamente que he sentido un gran vaco en mi vida por haber tenido que renunciar estos ltimos aos, por razn de mi trabajo, a pasar en el confesonario las horas que sola pasar anteriormente. Dispensar el sacramento de la penitencia es una de las ms altas funciones del sacerdocio: Bienaventurados los portadores de paz.
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El confesor, otro Cristo En el confesionario se da al sacerdote la oportunidad de proclamar la paz del Seor. Su accin de juez debe ser integrada totalmente con la accin de declarar la paz de Dios. El sacerdote sirve al pueblo ensendole la ley de amor, la ley del Espritu, dirigiendo a las gentes y ayudndoles a dirigirse ellas mismas hacia las admirables acciones de Cristo. Hugo de San Vctor dice que Cristo, en' el sacramento de la penitencia, mientras nos suelta de los lazos del pecado, nos ata de la manera ms suave con los vnculos de la gratitud. Esta afirmacin slo se puede comprender si el sacerdote considera su funcin como la de otro Cristo, como otra imagen del Padre celestial. l debe representar a Cristo, el gran pacificador, el prncipe de la paz, el salvador, el redentor, que con amor de adoracin se sacrific a s mismo y nos redimi a nosotros. El sacerdote confesor no debe perder nunca de vista que en el confesonario ofrece al penitente la oportunidad de encontrarse con el Prncipe de la paz.

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IV LA DISPOSICIN DEL PENITENTE

Para decirlo brevemente, este captulo y el siguiente contienen un tratado de la disposicin del penitente como condicin para recibir la absolucin. La penitencia, en cuanto sacramento, sirve para restablecer o intensificar la armona entre Dios y el hombre. Esto quiere decir que el penitente entra en contacto con la verdad divina a travs del mensaje de paz mesinica. Sera un abuso del sacramento ofrecer este mensaje a personas que habiendo vuelto decididamente la espalda a la verdad, creen que todava pueden recibir el sacramento, pese a todas sus reservas. Evidentemente, cuando tales personas se acercan al confesonario no se dan cuenta de que para recibir eficazmente este sacramento tienen que estar dispuestas a modificar sus vidas conforme a la verdad de Dios. El confesor no debera escatimar esfuerzos para poner al pecador cara a cara con el Dios omnipotente, pero hay algunos casos en los que el penitente hace imposible toda proclamacin de la paz de Dios. Sera conveniente instruir de vez en cuando al penitente, hacindole comprender que la mejor disposicin y la ms esencial est expresada en las palabras de la primera bienaventuranza: Bienaventurados los que conocen profundamente en sus corazones que son pobres, porque en ellos est el reino de los cielos. En una palabra, esto significa humildad. La humildad mueve al penitente a abrir su corazn a la palabra de Dios y le infunde sentimientos de gratitud por los dones del sacramento. Dios recompensa al peni51

La disposicin del penitente tente proporcionalmente a sus disposiones para recibir los dones. Naturalmente, no toda imperfeccin tocante a la disposicin del penitente justifica el que se le niegue la palabra de paz. Una buena disposicin fundamental puede estar afeada hasta cierto punto por una ignorancia invencible, por una contricin imperfecta, por un dbil propsito de la enmienda. Tales deficiencias no deben inquietar al confesor, puesto que la buena voluntad de aceptar los dones de Dios como regla de la vida est sujeta a la ley del crecimiento. Ms adelante volver a hablar de estas imperfecciones. Una cosa es cierta. La presencia de los confesonarios en nuestras iglesias es indicio de nuestro estado de peregrinos que todava aspiramos a la perfeccin. Cuando el sacerdote entra en el confesonario, lo hace con vistas a animar a algunos a seguir adelante valientemente, a confortar y reanimar a otros que han cado junto al camino. Por muy obvio que esto parezca, los fanfarrones no rodean los confesonarios. De nadie que va a confesarse se ha de esperar que haya alcanzado ya la meta de la perfeccin.

Bienaventurados los que... saben que son pobres observaban como ellos. Los fariseos slo recibieron de Cristo reprensiones. Los pecadores que reconocan en sus corazones cuan pobres eran en realidad y cuan necesitados estaban de redencin, hallaron su favor y su infinita misericordia. Ninguna virtud es tan necesaria al penitente en el sacramento de la penitencia como la virtud de la humildad. La humildad da al hombre una sana y profunda conciencia de-su pecado. El empeo de todo sacerdote debe por tanto consistir en predicar, catequizar y celebrar el sacramento de la penitencia y en dialogar con el penitente de tal forma que lo induzca a comprender ms plenamente la primera bienaventuranza. Este quehacer slo se puede desempear con una paciente direccin e instruccin. En el grado en que una persona reconozca su pobreza de espritu, reconocer lo que realmente es el pecado. Porque su preocupacin no versar principalmente acerca de la integridad material en la enumeracin de los pecados, sino ms bien acerca de la gran miseria e injusticia causada ofendiendo a Dios. Su humildad encender su deseo de acercarse ms a su salvador y redentor, de ponerse en contacto con l. Mi experiencia misionera me ha proporcionado bastantes experiencias que confirman lo que acabo de decir. Permtaseme referir una de ellas. Poco despus de la segunda guerra mundial se me destin a predicar misiones a ciertos refugiados de Alemania oriental, de Rumania y de otras regiones. Muchas de aquellas pobres gentes haban vivido en zonas donde el acceso a los sacramentos era difcil, si ya no imposible. Ahora, oyendo de nuevo las palabras del Evangelio de Cristo, deseaban volver a l. Algunos no haban experimentado la paz del sacramento de la penitencia durante diez, veinte y hasta cuarenta o cincuenta aos. A m no me caba la menor duda de que la culpa subjetiva de aquellas gentes estaba muy disminuida, debido a su ignorancia de la naturaleza del pecado. Yo trabajaba basndome en su humildad, en su reconocimiento de que eran verdaderamente pobres de espritu. En ningn momento esper yo que aquella humildad bsica les proporcionara un conocimiento repentino tocante a la confesin de sus pecados. Aquellas gentes no haban descubierto o no recordaban los detalles de la ley moral. Slo haban descubierto que su separacin de 53

Bienaventurados los que... saben que son pobres La primera bienaventuranza nos proporciona una clave para la debida inteligencia del sacramento de la penitencia. El reino de Dios pertenece a los que reconocen que son pobres de espritu. Consecuentemente, una obligacin que incumbe al confesor ser la de indicar al penitente no slo la direccin del viaje en el camino de la santidad, sino tambin la distancia que hay que cubrir. La mayor dificultad para la absolucin de un pecador, la peor disposicin que se puede tener es el estar uno satisfecho de s mismo. El individuo que se complace en s mismo gravita en torno al eje perpendicular del yo; el doble amor de Dios y del prjimo se ve a travs de un falso prisma. La satisfaccin de s mismo pone una barrera a la humildad, que es la apreciacin realista de uno mismo en relacin con Dios y con los semejantes. Como ilustracin de este hecho nos basta comparar el trato que da el Seor al pecador pobre e ignorante y el que da a los fariseos, que hacan alarde de su conocimiento de la ley y condenaban a los que no la 52

La disposicin del penitente

La ley de crecimiento Nuestra visin del reino es la que en realidad est sujeta a crecimiento. Diferentes parbolas del Evangelio establecen el hecho de que el crecimiento es un fenmeno necesario en la aceptacin del reino por el hombre. Esta maduracin, si bien bajo algunos respectos se parece al crecimiento de las plantas, es mucho ms de lo que puede sugerir una analoga campestre. No es slo un vitalismo que se desenvuelva sin nuestra voluntad libre. El reino mismo de Dios nos invita a crecer en libertad y en responsabilidad. Pero cada uno slo puede crecer conforme a la medida de la gracia que Dios le otorga, de acuerdo con la oportunidad presente. La parbola de los talentos ilustra esta verdad: se contaba con que cada uno usara bien lo que haba recibido, uno recibi cinco talentos, otro dos, y otro finalmente slo uno. Cada uno debe estar dispuesto a dar el modesto paso que le permite la presente oportunidad. Slo as descubrir uno nuevos horizontes. El cristianismo es vida, y donde hay vida hay necesidad de crecimiento: crecimiento en la superacin de obstculos, crecimiento en la lucha contra los bajos impulsos de la naturaleza inferior, crecimiento en el abandono del egocentrismo. Nosotros debemos aceptar y respetar esta ley del crecimiento en nosotros. Tenemos que aceptar gozosamente la presente oportunidad que se nos ofrece y aprovecharla hasta lo ltimo. El sacerdote, en su calidad de confesor, debe educar a los fieles para la santidad. Esta educacin exige que se estimule al penitente a sacar el mayor partido posible de la oportunidad que Dios le ofrece. Esta educacin deber retraerlo de perseguir metas lejanas, proscritas por su condicin presente, y lo ayudar a negociar con el don presente de la gracia de Dios. Como en todos los casos, tambin aqu es nuestro Seor modelo de los confesores por lo que atae a adaptar su enseanza a la disposicin y a la paz de los penitentes. En el Evangelio, nuestro Seor prepar a sus discpulos con sus numerosos milagros y prodigios, para el da en que les haba de preguntar: Quin decs vosotros que es el Hijo del hombre? Y slo cuando conocieron que l era el Mesas, el Ungido de Dios, comenz a ensearles el gran misterio de su muerte y de su resurreccin. Esta ltima leccin exiga la mayor paciencia por parte de nuestro Seor. Sin embargo, aun despus de haber55

Cristo haba producido una tremenda laguna en sus vidas. Muchos se confesaban as: Padre, no he matado a nadie. No he robado. He sido una persona honrada, o por lo menos no he robado nada a pobres gentes. He pecado contra la caridad, pero no he sido muy malo. Por mi parte me di cuenta de que el reconocimiento de todas las cosas que no haban hecho bien en su vida slo se producira gradualmente, que su humildad, que haba escasamente echado races, estaba sujeta a la ley del crecimiento. Los aos siguientes volv a aquellas gentes para instruirlas y oir sus confesiones y pude observar su progreso gradual tocante a lo que est bien y lo que no est bien. En particular observ su profunda conviccin de lo triste que es estar alejados del Seor durante largo tiempo. De hecho, no faltaban entre ellos quienes haban recorrido grandes distancias para ir a misa y recibir los sacramentos. El mejor ejemplo de cmo funciona en nuestras vidas la primera bienaventuranza, se puede quiz tomar de lo que sabemos acerca de la confesin de los santos. Con frecuencia, los santos se deshacan en arrepentimiento por cosas que a muchos de nosotros ni siquiera nos parecen malas. Pero su humildad les daba una delicada percepcin de lo que significa no seguir con toda el alma el sendero del reino de Dios. Cuando un penitente reconoce cuan pobre de espritu es, ello es para el confesor una buena seal de que el reino de Dios ha llegado ya a esa persona. Tal persona sentir la necesidad de esforzarse todava ms por encontrarse ms perfectamente con el divino mdico. Al confesor corresponde ver de despertar esta humildad en el corazn del penitente. El confesor deber instruirlo para que se percate del progreso que todava hay que hacer; deber darle a conocer que el reino de Dios exige que se utilice hasta lo ltimo la presente oportunidad, que todo don de Dios, natural o sobrenatural, es un llamamiento del reino.

La ley de crecimiento
El reino de Dios se parece a un grano de mostaza que . con ser la ms pequea de las semillas, cuando crece es la mayor de las hortalizas y se convierte en rbol . (Mt 13, 31-32).

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La disposicin del penitente los instruido plenamente y de haber celebrado con ellos el gran signo de la Nueva Alianza, todava dijo: An tengo muchas cosas que deciros, pero la carga sera ahora demasiado pesada para vosotros. Nuestro Seor, hablando as, atraa la atencin de los apstoles, exigindoles todava mayor docilidad, asegurndoles que recibiran el Espritu Santo con abundancia. El confesor debe, a la manera de Cristo, exhortar a sus penitentes a la vigilancia. Una vez que ha comprobado su disposicin, debe ayudarles a dar el paso siguiente, el paso que es posible aqu y ahora. No debe imponerles ideales que vayan ms all de su nivel actual de desarrollo, ni tampoco debe retraerlos de dar pasos valientes y heroicos si tiene la conviccin de que Dios los llama a ello. El sacerdote, en su calidad de confesor, puede errar tambin exigiendo demasiado poco al penitente. Piensa en el confesor que disuade al penitente familiarizado ya con la experiencia religiosa y que siente que Dios le exige mayor generosidad. El confesor de tal penitente se equivocara si tratara de convencerlo de que no tiene obligacin de ir ms lejos porque no hay ley que le exija ms. El confesor debe estimular a su penitente a avanzar por el camino de la generosidad. En realidad, puede incluso animar a algunos penitentes a hacer penitencia por sus anteriores faltas de generosidad y de vigilancia. Ser confesor exige ms que un enfoque legalista de la teologa moral. El legalismo satisface la rutina y la conformidad, no las exigencias del individuo.

Un patrn de conformidad colmar la medida del lecho. Los ms altos lo pasaban todava peor: Procusto les cortaba la cabeza y, si era necesario, tambin los pies y las piernas para que se adaptara el husped a la largura del lecho de hierro. El mito de Procusto es muy antiguo, pero la historia no es tan irreal como pudiera parecer. Desgraciadamente, en nuestros das, encontramos a veces Procustos en nuestros confesonarios. Ah est el legalista que ofrece un rgido lecho de moral jurdica esttica. Estira los miembros de los penitentes todava demasiado pequeos y frgiles con el imperativo invariable: Usted tiene que observar las reglas que he aprendido yo en teologa moral. De lo contrario, no puedo darle la absolucin. A los que han traspasado ya los lmites de tal teologa esttica, a los que han recibido un don de cinco talentos y se esfuerzan por duplicarlo, les aconseja que aflojen el paso, o por lo menos que no hagan caso de los sentimientos de culpabilidad con respecto a metas superiores: Usted no necesita esforzarse tanto. O: No necesita esforzarse ms; contntese con lo que tiene. Hablando as rebaja sus aspiraciones y deja que se extinga su dinamismo. El confesor al estilo de Procusto es un autntico patrocinador de una ley externa, esttica. Falla en su interpretacin de la ley de la vida, de la ley del Espritu que da vida en Cristo Jess. Se muestra impaciente con los que no alcanzan la medida de su ley esttica; es desptico con los que han alcanzado o superado la estatura de su juridicismo. Al decir esto no pretendo negar en modo alguno la necesidad de directrices en la moral. No es imitar a Procusto exigir barreras o lmites, pero debemos saber que estos lmites no representan todo en la vida, sino que slo son un aspecto de la ley de Dios. Me refiero al confesor que se fija nicamente en estos lmites o leyes. La preocupacin del confesor debera consistir ms bien en orientar al penitente ms all de estos lmites, en ayudarle a aprender a volar de modo que un da pueda remontar el vuelo. Esta orientacin es un proceso que se actualiza exigiendo al penitente nicamente lo que le es posible en el momento presente. Todo confesor tiene el deber de reconocer y respetar esta ley de crecimiento. La cuestin que entonces deber seguir lgicamente es 57

Un patrn de conformidad En la mitologa griega hay una clebre figura legendaria que lleva el nombre de Procusto. Quisiera remitir a l como a un patrn de conformidad. Procusto era un mesonero que gustaba de atraer a las gentes a su establecimiento. Una vez all, los huspedes eran vctimas de la mayor excentricidad de Procusto: su irrefrenable necesidad de orden absoluto. Esta irrefrenable propensin se extenda a la reglamentacin de las condiciones del sueo. Cada husped deba adaptarse exactamente a la capacidad del lecho en que le tocaba dormir. A los de pequea estatura los estiraba para 56

La disposicin del penitente sta: Es esforzado este penitente? Aspira a una vida mejor y a un conocimiento ms profundo del Seor?

Ignorancia invencible Evangelio. Si san Alfonso hubiese juzgado estrictamente a aquellas gentes, conforme a los moralistas de la poca, que eran por lo regular rigoristas, habra tenido que negar la absolucin a muchos. En efecto, la teologa dominante era entonces el probabiliorismo (no como en nuestros das), y despus de la supresin de la Compaa de Jess se hizo particularmente rigorista. En tiempos de san Alfonso, los probabilioristas, en caso de duda, grande o pequea, de ley natural o de ley positiva, decidan siempre en favor de la ley. No preguntaban si exista la ley o si haban cado en desuso. En todo caso haba que optar por la ley y se juzgaba y aconsejaba a las gentes estrictamente en este sentido. San Alfonso se opuso a este rigorismo y sostuvo una posicin mitigada y moderada que se design como equiprobabilismo \ no obstante la tendencia de la poca en Italia y en gran parte de Europa. Insistiendo en que se debe tener consideracin con penitentes que sufren de ignorancia invencible, san Alfonso recurri a sus hermanos en religin para que le ayudasen a buscar argumentos de autoridad en favor de sus puntos de vista. Sin embargo, aunque san Alfonso mismo daba buenas razones en favor de sus posiciones y habl una tradicin suficiente en su apoyo, muchos, incluso entre sus hermanos, lo tuvieron por revolucionario. El padre De Meo, hermano de san Alfonso en religin, y uno de los hombres ms cultos de su tiempo, le escribi una carta que se ha encontrado en los archivos de los Redentoristas, en la que dice que si san Alfonso sigue sosteniendo que puede haber ignorancia invencible aun entre gentes que han sido ya instruidas, corre riesgo de ver suprimida la congregacin de los Redentoristas. Dijo a san Alfonso que muchos lo tenan por sospechoso. San Alfonso le escribi por su parte: Prefiero la supresin de mi amada congregacin, por la que estoy dispuesto a
1. Para decirlo con la mayor concisin posible, el sistema de san Alfonso se refiere a dos clases de dudas: la duda de derecho y la duda de hecho. En la duda de derecho, la posicin a seguir ha de ser, o la de la libertad, o la de la obligacin, segn de qu parte estn las raones ms poderosas. Si se trata de una duda estricta acerca de la existencia o de la promulgacin de la ley, entonces la libertad tiene ms razones en su favor. En cambio, si la duda se refiere a si ha cesado o no la ley, entonces la ley obliga. La duda de hecho tiene dos aspectos: 1) o se refiere al hecho principal, por ejemplo, si he hecho o no he hecho un voto; 2) o a un hecho secundario, por ejemplo, si obr o no con plena deliberacin cuando hice el voto. En el primer caso se aplican los principios de la duda de derecho. En el segundo, el principio es el siguiente: si se trata de una duda estricta, se presume que el hecho secundario o accesorio se puso correctamente.

Ignorancia invencible Nuestro Seor mostr la mayor paciencia con sus apstoles. No les impuso desde el principio un cdigo elaborado para exigirles luego: Ahora jurad fidelidad a cada punto particular. Por el contrario, los fue preparando paso a paso hasta en cuestiones tan fundamentales como las de la fe. La Iglesia misma nos propone continuamente el ejemplo de Cristo, el de paciencia, el de progresar fatigosamente paso a paso. Por ejemplo, todava hoy define dogmas que no eran conocidos explcitamente en tiempos pasados. Sin embargo, la Iglesia es tan ortodoxa como lo era entonces, y entonces era tan ortodoxa como lo es ahora. Los sacerdotes y confesores debemos imitar esta tctica de Cristo y de la Iglesia. A penitentes que vienen a nosotros de ambientes insalubres, contaminados, no se les puede exigir que supriman instantneamente los rasgos y desrdenes heredados. En este punto quisiera abordar el tema de la ignorancia invencible, materia en la que debemos guiar gradualmente al penitente a la perfeccin. En este particular me atengo muy fielmente a la tradicin de san Alfonso, que ha sido declarado patrn de los confesores. Una de las cosas que ms interesaban a san Alfonso en su calidad de telogo moral era la cuestin de la ignorancia invencible (v por ejemplo, Praxis Conjessarii, n. 8). San Alfonso sostena que no son raros los casos de ignorancia invencible. Hallaba tal ignorancia incluso tocante a la expresin general de la ley de Dios. Cuando comenz dando misiones a los pastores abandonados e ignorantes de aples, entr ms profundamente en contacto con este problema. Se hall con penitentes que estaban llenos de buena voluntad y suspiraban por la justicia misericordiosa de Dios. Pero muchos de ellos todava no eran capaces de llevar la apremiante y plena carga de la ley, tanto natural como positiva. Estaban deseosos de aprender, pero aun despus de recibir cierta instruccin, no entendan todas las exigencias del 58

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La disposicin del penitente morir, a que se imponga a las almas una carga que no pueden llevar. Si tenemos presente que en los das de san Alfonso no exista una ciencia como la psicologa o la sociologa, y que el santo no poda remitirse a estudios cientficos que revelaran hasta qu punto el juicio del hombre es influido por el ambiente, nos formaremos una idea clara de su grandeza. Todava estaban por venir las distinciones del cardenal Newman relativas al conocimiento abstracto que se ensea y a la realizacin concreta de este conocimiento. La opinin de san Alfonso fue mirada como sospechosa en su mismo tiempo. A algunos les pareca que daba a los penitentes permiso para seguir pecando. Sin embargo, la verdad era que san Alfonso reconoca que a ciertos penitentes que deseaban volver a Dios no se les poda exigir que corrieran antes de poder andar. Y as, con el fin de restituir a aquellos penitentes al orden de Dios, san Alfonso prefiri pasar por alto problemas que el penitente no poda esperar resolver en aquel punto determinado de su progreso. No se trataba de afirmar que lo malo es bueno. nicamente se trataba de un juicio, segn el cual, haba mucho que decir a aquel penitente, ste no se hallaba todava en condiciones de recibirlo precisamente entonces. Un confesor, pues, que se esfuerza por preparar al penitente, educndolo para una vida espiritual ms profunda, no es un laxista porque no exige pleno conocimiento desde el principio. A veces, reconociendo la ignorancia invencible del penitente, silenciar alguna o algunas materias particulares. Hace que el penitente se d cuenta en general de que todava le faltan algunas cosas, que ms tarde podr conocer y comprender. No le dice: Est bien. Puede usted continuar as. Ms bien le indica algunas direcciones, en las que el penitente puede hacer progresos. Esto es lo que significa aprovechar la oportunidad presente. La vida espiritual se ha comparado a veces con una guerra. No es que esta analoga me entusiasme extraordinariamente, pero puede ser til aqu, donde estamos considerando la tctica del confesor con un penitente que no se halla todava en condiciones de cargar con todo el peso de la ley. Atacar directamente al enemigo no es siempre la mejor manera de ganar la batalla. En la primera 60

tica de situacin guerra mundial, los alemanes atacaron a Verdn, pero los franceses la defendieron valientemente. Cerca de un milln de vidas se perdieron en la batalla y ninguna de las partes pudo atribuirse la victoria. En la segunda guerra mundial se aprovech la leccin. Las tropas alemanas no intentaron tomar a Verdn atacndola de frente. En cambio, bordearon la ciudad bien fortificada, por la derecha y por la izquierda, inutilizando todas sus armas poderosas. Poco despus Verdn, hallndose rebasada por el frente alemn, se entreg. As tambin, si el confesor instruye en el gozo de la fe al penitente invenciblemente ignorante, atendiendo a los puntos que se pueden acometer en la situacin presente ver que no tardar en llegar el da en que el penitente podr asimilar la doctrina sobre un problema difcil, enseanza que anteriormente habra rechazado. La tctica que he sugerido aqu no es rigorista ni laxista. Evita un moralismo esttico en favor del dinmico. Reconoce la ley del crecimiento, como tambin la oportunidad presente. Sin embargo, la tctica formula fuertes exigencias al confesor, que tiene necesidad de establecer una profunda simpata y solidaridad con el penitente. Ya no es simplemente alguien que con la medida en la mano determina las pulgadas y milmetros de culpabilidad y de pecado. Su experiencia le servir para determinar hasta qu punto puede guiar al penitente hacia una espiritualidad ms fuerte, cundo puede instruirlo efectivamente, y cundo es hora de cambiar de tctica o canalizar en otro sentido las energas. Este mtodo difiere completamente de la tica situacional. Dada la preponderancia de esta tica en Amrica del Norte, me ha parecido conveniente fijar mi posicin con respecto a ella, a lo cual voy a dedicar el apartado siguiente de esta seccin.

tica de situacin En nuestro tiempo son corrientes ciertas formas peligrosas de la llamada tica de situacin. Grosso modo se pueden sealar dos tipos errneos de la tica de situacin. La forma ms moderna est expresada en el libro de Joseph Fletcher, Situation Ethics, the New Morality. Fletcher no niega la existencia de leyes morales; de 61

La disposicin del penitente hecho aconseja a los cristianos que antes de obrar consideren cuidadosamente estas normas. Sin embargo, va ms adelante hasta decir que, puesto que ninguna ley moral tiene valor absoluto, un cristiano, por razn del amor, puede perseguir su propia realizacin y la verdadera expresin del amor al prjimo de manera opuesta a los principios morales generales. Fletcher subraya el punto de que tal cristiano debe sencillamente cuidar de hacer esto por verdadero amor, un amor que algunas veces se designa como agupeico, desinteresado o altruista, pero generalmente se explica como una forma de pragmatismo o utilitarismo. Fletcher llega hasta decir que una persona, en determinados casos, puede incluso cometer adulterio o estupro, practicar moderadamente la promiscuidad, negar pblicamente a Dios y a la Iglesia, con tal que tenga buena intencin. La ley del amor, segn la opinin de Fletcher, puede hasta justificar que se arroje una bomba atmica sobre una ciudad abierta. A esto respondo yo que el concepto que tiene Fletcher del amor no est estructurado. El principio fundamental de la tica cristiana no es sencillamente el amor en sentido pragmtico y utilitario. El principio fundamental de la tica cristiana es hacer con amor lo que exige la verdad. La forma ms antigua de la tica de situacin erige sus altares a los preceptos humanos y a las tradiciones humanas, descuidando completamente lo que atae a los mandamientos divinos fundamentales y con una ceguera total tocante a las exigencias de la ley natural y de las condiciones presentes conforme a lo que exige la verdad. Consiguientemente, se estima que la obediencia a una situacin legal, una aplicacin servil de leyes humanas, justifica la transgresin de la ley de Dios escrita en el corazn y en la mente del hombre. La vieja forma de la tica de situacin no distingue entre la letra y el espritu de las leyes de la Iglesia. Se opone a los principios de la epikeia, segn los cuales se trata de cumplir las leyes absolutas de Dios y las variables leyes humanas conforme al espritu del Evangelio. Se opone a la ley natural, como si sta no tuviera consideracin con las exigencias de la verdadera naturaleza de la persona y de la comunidad. En una palabra, esta forma de tica de situacin slo se cuida de la aplicacin mecnica de las leyes humanas. Esto es precisamente lo que condenaba Jess en 62

tica de situacin los fariseos: Se acercaron a Jess unos escribas y fariseos de Jerusaln para preguntarle: "Por qu tus discpulos quebrantan la tradicin de los antepasados?"... l les replic: "Y por qu vosotros quebrantis el mandamiento de Dios por esa tradicin vuestra?" (Mt 15, 2-3). Y tambin: Vano es, pues, el culto que me rinden cuando ensean doctrinas que slo son preceptos humanos (Mt 15, 9). Finalmente, Cristo dice a sus discpulos: Cmo no entendis que no os habl de panes cuando os dije que os guardarais de la levadura de los fariseos y saduceos, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos? (Mt 16, 11-12). La moderna tica de situacin es una reaccin contra la forma antigua y legalista de la misma tica. Sin embargo, ambas formas son refractarias a las distinciones. La tica legalista de situacin cristaliza las leyes hechas por hombres (leyes positivas humanas) negndose a reconocer: 1) la distincin entre ley eterna basada en la sabidura divina y la expresin siempre inadecuada de la ley en trminos humanos, y 2) la distincin entre leyes humanas positivas y exigencias morales que expresan los imperativos mismos de la naturaleza humana. En cambio, la tica situacional moderna confunde el carcter flexible de las leyes positivas y el concepto inorgnico de amor, en el que ningn principio se estima absolutamente verdadero y siempre valedero. Por consiguiente, la tica de situacin en su sentido peyorativo se refiere a una norma de conducta que a una persona que tenga o pueda tener pleno conocimiento contrariamente a una que se halle en ignorancia invencible . le permite buscar la felicidad y la salvacin fuera del crculo ureo de la ley divina. Es tan esttica y tan minimalista como la moral legalista. En cambio, el enfoque que recomendamos en este captulo es dinmico, un enfoque que mueve a la persona a avanzar siempre hacia la plena realizacin de la vida cristiana. En nuestro caso se refiere a penitentes que se esfuerzan por hallar su debido puesto en el orden de Dios, pero que, por causa del ambiente o de alguna otra circunstancia atenuante son incapaces por el momento de saltar al centro de dicho crculo. Los confesores que observan la ignorancia invencible de una persona, debern esforzarse por estimular al penitente a una fe ms profunda, a una mayor espe63

La disposicin del penitente ranza. niodiante las energas del Evangelio del gozo y del amor. Debern ayudarle a establecer una relacin personal con Dios, una vida ms profunda de oracin, y animarlo a la prctica de la caridad fraterna.

Vencer la ignorancia Finalmente, parece que hay cierta necesidad de un comn planeamiento pastoral que quiz pudieran llevar a cabo las conferencias episcopales. Las conferencias podran tener por uno de sus objetivos tratar de reducir las divergencias en la prctica con que las personas tropiezan en el confesonario. No es raro oir quejas de que el padre fulano dice que tal o cual cosa est perfectamente en regla, mientras que el padre mengano halla la misma cosa reprensible y mala. Las divergencias de esta ndole inducen a la gente a dudar de que el sacerdote que est en el confesonario represente a la Iglesia. Estas personas no se hallan en condiciones de comprender que en teologa haya zonas que se prestan a diferentes opiniones. Sin embargo, todo sacerdote debe procurar explicar a su penitente la doctrina de la Iglesia lo ms claramente posible, y hacerle luego comprender que su consejo se basa en una interpretacin de esta doctrina. El confesor no lo puede hacer todo. Desgraciadamente, las gentes le piden demasiado; no puede modificar todos los efectos de su ambiente en su mente y en su voluntad, con una exhortacin de unos minutos en el confesonario. Con todo, el confesor puede hacer mucho por los fieles si utiliza la tctica dinmica a que he aludido. Con paciencia puede descubrir las posibilidades del penitente, y con una psicologa despierta pondr cuidado en no imponerle demasiado de una vez. Su quehacer consiste en ayudar al penitente para que aspire a la perfeccin y avance en este sentido. Es una tasca ardua que exige gran paciencia y humildad por parte del confesor. Finalmente el objetivo del maestro en la nueva ley no consiste en formular decisiones por cuenta de otra persona, sino ms bien en ayudarle a lograr la mayor madurez que le sea posible, de modo que cada vez est ms capacitada para tomar sus propias decisiones.

Vencer la ignorancia Lo que hemos dicho ms arriba no excluye que convenga sacudir o impresionar fuertemente a una persona que ignora la extensin de la ley divina. Un confesor ser especialmente exigente cuando trate con un penitente que ha recibido cinco talentos. Tales penitentes pueden ser sacerdotes o religiosas que han sido negligentes por lo que se refiere a la caridad fraterna, a la paciencia pastoral, o en la actitud fundamentalmente pastoral de la vigilancia. El confesor deber a veces sacudirlos con vistas a la realizacin de lo que exige su forma de vida, aun a riesgo de perder su amistad. Pero su motivo debe ser siempre de caridad, procurando actuar en el momento ms oportuno y con la ms humilde solidaridad con el penitente. En casos en que la ignorancia del penitente represente gran peligro para los otros, cuando su ejemplo pueda quiz contaminar a los dems, el confesor estar obligado a correr todava mayor riesgo y a sacudir al penitente ponindole ante los ojos la verdad sin ambages. En tal caso, el confesor mira al bien de la Iglesia entera.

Psicologa del aprendizaje El sacerdote tiene verdadera necesidad de estudiar psicologa y sociologa, si ha de ser un gua eficaz en la direccin de los penitentes. La psicologa le ayudar a hacerse cargo de las frustraciones, conflictos y desajustes que predominan en nuestros das. La sociologa le har patente el impacto que ejerce el ambiente sobre las personas. Esto le ayudar a veces a refrenar su propensin a decir: Usted tiene que hacer esto, y si no obedece, es que tiene mala voluntad.
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V CONTRICIN

Hemos dejado ya sentado que lo decisivo en el sacramento de la penitencia es la accin de Cristo mediante el poder del Espritu Santo. El anuncio de la paz mesinica lleva a los hombres a un profundo conocimiento de la fealdad de sus pecados. El mismo anuncio mueve al arrepentimiento. Aunque tenga que repetirme, permtaseme volver al relato del libro de Nehemas: cuando el sacerdote ley y explic el libro de la ley al pueblo, que fue comprendiendo gradualmente el mensaje y comenz a llorar y a arrepentirse. De aquel arrepentimiento brot el gozo del Seor. El resultado ms visible de la accin de Cristo en el sacramento de la penitencia es el arrepentimiento del pecador, que por l >e ve renovado interiormente en su mismo espritu: Bienaventurados los que lloran, porque ellos sern consolados (Mt 5, 4). Porque la buena nueva de Cristo es la que mueve al hombre a arrepentirse, y de este acto de arrepentimiento brota el gozo del Seor, que es vuestra fuerza. Por esta razn debe el sacerdote celebrar la liturgia del sacramento de la penitencia de tal forma que l mismo venga a ser el instrumento eficaz del Espritu Santo que renueva el corazn y la mente del penitente. Habr casos en que el confesor tenga que determinar si el penitente est suficientemente arrepentido, exactamente como nuestro Seor trat de determinar la fe del padre cuyo hijo estaba posedo por el demonio. El Seor pregunt al hombre: Tienes fe? Y el hombre respondi: Creo! T aydame en mi falta de fe! 67

Contricin (Me 9, 24). Los esfuerzos del confesor con respecto a su penitente deben tender a despertar en l este arrepentimiento que conduce a la paz y a un amor ms grande. ste lleva ms all de la simple frmula de contricin. Ayudar al penitente a reconocer sus pecados recordndole los grandes motivos que brotan de la fe en la buena nueva, es mucho ms importante que las amonestaciones morales. La contricin es la disposicin bsica del penitente para el progreso. No es un estado puramente esttico, que una vez alcanzado deja a uno satisfecho. La contricin est sujeta al proceso de crecimiento y desarrollo. As pues, forma parte del quehacer del confesor ayudar al penitente a alcanzar una contricin ms y ms perfecta. Como lo recomienda el Ritual Romano, el confesor deber en todo caso aplicarse a mover a cada penitente a una contricin ms profunda, recurriendo para ello a los motivos de contricin: la misericordia y la amorosa justicia de Dios. A los que estn en estado de gracia y permanecen en el amor de Dios, es relativamente fcil hacer un acto de contricin. stos estn dispuestos ontolgicamente, y la gracia del sacramento contribuye todava a facilitar tal acto. En cambio, para un penitente en pecado mortal, la contricin es cosa de milagro. Cuando tal penitente hace un acto de perfecta contricin nos hallamos en presencia de la accin poderosa del Espritu Santo que crea luz y vida donde slo haba tinieblas. El penitente que ha vivido en pecado mortal acudir generalmente al confesonario con contricin imperfecta, o atricin, de la que hablar a continuacin. La manera de celebrar el sacerdote el sacramento ayudar al penitente a disponerse mejor, por lo menos hasta el punto de poder recibir con gratitud y gozo la paz del Seor. En general, la teologa considera vlido el sacramento de la penitencia si el penitente alcanza la contricin imperfecta, supuesto que retire los obstculos que pudieran interferir con la accin renovadora del Espritu Santo. Ahora bien, el fruto del Espritu Santo es amor, gozo, paz, comprensin (Gal 5, 22), no temor servil. Ni el confesor ni el penitente quedaran satisfechos con la atricin. La fe en la presencia dinmica del Espritu de Cristo cree en la posibilidad de una contricin ms profunda y ms liberadora. La 68

Contricin atricin es buena por cuanto hace dar un paso ms hacia esa contricin que es motivada por la gratitud, el amor y la paz. Segn un antiguo aforismo escolstico, el sacramento de la penitencia convierte la atricin en contricin (Sacramenum poenitentiae ex attrito facit contritum). Se refiere esto nicamente al oculto juicio de Dios, o es una transformacin real de la mente y del corazn del hombre? Se trata de una especie de presencia ontolgica de la contricin y de la caridad, sin una fuerza dinmica de renovacin del modo de pensar y de obrar? Yo entiendo que la palabra de Dios reclama un cambio real en la realidad total del hombre, aunque esto tropieza con obstculos de orden psicolgico. Lo menos que podemos nosotros hacer es tratar de quitar los obstculos que sean eliminables y esforzarnos por alcanzar una fe que est llena de amor, una fe que halle su expresin en el amor del prjimo. La proposicin de motivos amenazadores, tales como la condenacin eterna, puede preparar el camino a la contricin nicamente si estas verdades se presentan en su pleno contexto teolgico, es decir, que el hombre, con el pecado mortal y la falta de arrepentimiento, rechaza el amor santo y muy verdadero de Dios para con l. El temor del infierno puede convertirse en un grito y una llamada a Dios, en un deseo de asegurarse el amor beatificante de Dios. La humilde confesin en vista de la misericordia de Dios y la confortante palabra de paz manifiesta el poder que tiene Dios de comunicarnos un nuevo espritu. As pues, normalmente, cuando la liturgia se celebra correctamente y se comunica al penitente la palabra de paz, se hace l capaz de un acto de perfecto amor de Dios. Si no logra hacer este acto de amor perfecto, no obtiene tampoco el fruto pleno del sacramento de la penitencia. Por consiguiente, con vistas a llevar a los hombres de la atricin a la contricin, el confesor debera eliminar los motivos de temor de ndole egosta e insinuar o acentuar los grandes motivos positivos de gratitud y de alabanza de Dios por razn de su infinita misericordia. La contricin perfecta proviene de k apreciacin d e la bondad de Dios que es todo misericordia y ha mostrado su amor en Jesucristo: Dad gracias al Seor porque es bueno, porq u e su misericordia permanece eternamente (Sal 117). Por con69

Contricin siguiente, si el clima de este sacramento es una celebracin del amor y de la misericordia de Dios, es fcil alcanzar la verdadera contricin, en la vida real del hombre y con la ayuda de Dios. Es entonces la gracia del sacramento la que transforma el dolor imperfecto o atricin en dolor perfecto o contricin. Sin embargo, esta transformacin de la atricin en contricin no se efecta de manera mgica. De hecho se lleva a cabo por la palabra eficaz de Dios, pero en conexin con la proclamacin de la buena nueva por el sacerdote. El papel del confesor es aqu esencial. El sacerdote debe aplicarse a su funcin de ayudar al penitente a profundizar su arrepentimiento. En la celebracin comunitaria del sacramento de la penitencia, la entera comunidad contribuye en gran manera con su participacin activa, a que brote el amor de Dios y la contricin. \ \

Valoracin del propsito de enmienda naza de negar la absolucin. Debe tratar ms bien de suscitar en \ el corazn del penitente y en el suyo propio un verdadero dolor \ del pecado, quiz rezando con l alguna oracin espontnea y apropiada. sta ser la nica manera de hacer que en el corazn del penitente madure el fruto de un firme propsito de la enmienda.
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Valoracin del propsito de enmienda

Propsito de enmienda El propsito de enmienda en el penitente es la rica mies de su arrepentimiento. Depende completamente de su arrepentimiento, pues es imposible que una persona pase del pecado mortal a la vida en Cristo simplemente por un firme propsito. Si una persona ha contrado cierto nmero de deudas, no basta con que prometa que ya no contraer ms. Tiene que pagar las deudas que ha contrado ya o, si no est en condiciones de pagar, tienen que serle condonadas por el acreedor. En relacin con la salvacin, es imposible psicolgicamente hacer un propsito firme y eficaz de enmienda sin arrepentimiento. Antes que una persona cambie sus modos de vida tiene que lograr ver cuan inapropiados y pecaminosos eran esos modos, esos caminos, qu malo y desacertado era decir no al llamamiento de Dios. nicamente el humilde reconocimiento de la propia malicia y error invitar a Dios a crear en dicha persona las posibilidades de un nuevo proceder y a abrirle un nuevo camino de vida. Me permito sugerir como un medio prctico para el confesor que cuando encuentre una persona apegada a sus pecados, todava sin sincero propsito de enmienda, no recurra sin ms a la ame70

El confesor, al apreciar el propsito de enmienda del penitente, hara bien en tener presente que tambin aqu halla aplicacin la ley del crecimiento. Se hallar con algunos penitentes que, no siendo muy escrupulosos por la integridad de la confesin, son en cambio muy meticulosos tocante a su propsito de enmienda. Dirn: Padre, no puedo prometer honradamente que no volver hacerlo. Me siento todava muy atrado por el pecado. Sera injusto concluir inmediatamente que tales penitentes han abandonado el camino del arrepentimiento. Con mucha frecuencia se trata de personas que se sienten perturbadas por el hecho de que su naturaleza inferior busca todava su satisfaccin. Desean de todo corazn poder hacer la necesaria promesa, pero su sinceridad se lo veda. No quieren prometer lo que temen no poder cumplir. San Agustn plantea anlogos problemas acerca de cristianos que deseaban con la mayor sinceridad entregarse totalmente a Dios, pero que reconocan su propia debilidad. Decan al santo: Dios nos pide cosas que nos son imposibles. San Agustn resolva sus dudas con el Evangelio del buen samaritano. l les deca que el buen samaritano llev a una posada al pobre viajero herido y pag su habitacin, pero que aquel pobre hombre, aun despus de los cuidados recibidos, necesitara un tiempo de convalecencia: Ten cuidado de l, y lo que gastes de ms, yo te lo pagar cuando vuelva (Le 10, 35). As hay que hacer con los penitentes. Los hay que no pueden todava levantarse de su enfermedad y necesitan an de cuidados antes de elevarse a la plena justicia. Por esto san Agustn les deca (y lo cita el concilio de Trento) que hicieran lo que pudieran y oraran insistentemente pidiendo lo que todava no podan hacer, porque Dios no pide lo imposible a sus criaturas. 71

Contricin No hay que creer que san Agustn pretendiera que una breve oracin basta siempre para obtener un cambio total. Lo que quiere es indicar que si uno es sincero y hace lo que est en su mano, y al mismo tiempo ora, aydame, Seor, cuando falle mi voluntad, aunque no pueda cumplir estrictamente la ley entera, sin embargo, con su actitud cumple un mandamiento de Dios. Por el momento, Dios no le pide ms que eso. Yo no creo que un sacerdote vaya a exigir a un penitente que prometa no volver a faltar a la caridad en lo sucesivo. Todos saben cuan difcil es esto. Quizs un santo pudiera hacer tal promesa. Sin embargo, hay confesores que a penitentes que viven en situaciones difciles les exigen que no vuelvan a caer en un pecado determinado. Por ejemplo, que personas casadas hagan voto o promesa de no ceder al egosmo en el acto conyugal. Personas honradas vacilaran ante tal promesa, pues se hacen cargo de que ser imposible cumplirla. Lo que el confesor puede pedir es mera cuestin de lenguaje es que el penitente se esfuerce por no volver a cometer tal pecado. Al aconsejar el confesor al penitente, debe tomar en consideracin su entera situacin. Volver a ocuparme de esto por extenso cuando trate de los casos de los pecadores recidivos y de los consuetudinarios. La psicologa juega gran papel en la direccin de tales personas. Un confesor podr hallarse con casos en los que no se pueda dar inmediatamente la absolucin. Pues bien, aun en tales casos puede todava el confesor dar al penitente algn consuelo, proclamando la paz de Dios, no en forma sacramental, sino como hermano en Cristo y como predicador del Evangelio: Haga ahora lo que pueda y ruegue al Seor que le d fuerzas para hacer lo que todava no puede. El Seor tendr misericordia con usted. Acepta su buena voluntad y su acto de alabanza. Esto, lejos de significar laxismo, es un enorme acicate para que uno siga siendo sincero y ore. En otros casos, cuando el penitente duda de su capacidad de dominar su pecado en el futuro, podr decirle el confesor: Si usted procura sinceramente hacer lo que puede, y si sigue orando y pidiendo lo que no puede, est seguro de que caminar en la paz 72

Valoracin del propsito de enmienda del Seor. No se puede exigir que hijos prdigos que vuelven a Dios desde muy lejos adopten todas las maneras y prcticas de los hijos de Dios. Vuelven a Dios como productos de un cierto ambiente: es imposible que se desenreden y reaccionen totalmente contra las influencias daosas que haban actuado dentro de ellos durante largos aos. Se requiere tiempo. Aun as, el prdigo es bienvenido y acogido sin demora; es bienvenido y acogido por un padre que sale corriendo a su encuentro, lo besa y organiza una gran fiesta en su honor. La amable acogida que se le dispensa lo animar incluso a hacer todo lo que est en su mano, y ello por simple gratitud, sin necesidad de grandes reprimendas morales. Hay que procurar, como en el Evangelio, que el penitente sienta cunta alegra hay en el cielo por su arrepentimiento. Esto ser para l un gran incentivo para renunciar a sus malas inclinaciones pasadas y para guardarse de poner en peligro esta muestra sincera de amistad y de amor. El penitente comparado con el hijo prdigo est ahora a la vista del padre. Como el hijo prdigo ha recorrido un largo camino y, tambin como l, ha tenido que vencer no slo sus sentimientos de gran culpabilidad, sino tambin un temor proporcionado -y en algunos casos verdaderamente excesivo de esa culpabilidad. El mero hecho de volver indica que ha sentido la locura de sus extravos. Sin embargo, esto no quiere decir que tenga una vista panormica de todo lo que tiene todava que hacer para que su retorno sea completo. Estoy convencido de que sera imprudente por no decir ms recibir a tal penitente con una granizada de exigencias relativas a puntos que estn fuera de su actual horizonte. Una vez ms insisto en la idea del crecimiento. Primeramente, retirmoslo y mantengmoslo alejado de esas faltas que se pueden percibir con claridad. Un ejemplo servir para ilustrar el mtodo que estoy preconizando. En algunas partes del mundo, en particular en zonas rurales, hay una tendencia a etiquetar como nobles ciertas formas de odio o de enemistad. Muy a menudo las mismas gentes que permiten y hasta ensalzan esta falta de caridad, se mantendrn firmes contra sugerencias contemporneas tocante a la inocencia de relaciones prematrimoniales y otras inmoralidades. Si tales personas 73

Contricin cometieran un pecado contra el sexto mandamiento, reconoceran humildemente su culpa y mostraran sincero deseo de corregirse. Pero tienen una visin muy limitada del cristianismo. S del caso de un hombre divorciado que en el lecho de muerte no tena otro deseo que el de reconciliarse con su esposa por las injurias que l le haba infligido. La hermana del moribundo se fue corriendo a casa de la esposa, que pareca ser una catlica devota y practicante. La pobre hermana qued desconcertada al ver que su cuada le cerraba la puerta de su casa y la obligaba a hablarle desde la calle. La cuada escuchaba desde la ventana. Su nica respuesta fue: Yo soy una mujer de carcter. No tengo la menor intencin de poner los pies en esa casa, y mucho menos de perdonar a ese hombre. Cmo tratar el sacerdote a tal penitente? l mismo est plenamente convencido del lugar que ocupa la caridad entre las virtudes. El sermn de la montaa (Mt 5, 43-48) gira en torno al amor compasivo del prjimo, sin tener en cuenta si el prjimo merece o no tal amor. No cabe duda de que el sacerdote en el confesonario tiene obligacin de insistir sobre los deberes de la caridad. Ahora bien, el sacerdote que al confesar a la mujer de que acabo de hablar, la oyera contar el hecho que he referido, le dira que a no ser que se resolviera a visitar inmediatamente a su marido y asegurara que le iba a perdonar, sera invlida su confesin? Esta mujer ha llegado a creer en la justicia de su repulsa, y unos breves momentos en el confesonario no cambiarn la actitud de una vida entera. Tal como yo veo el caso, habr que amonestarla acerca de sus obligaciones de caridad, pero no se la podr apremiar hasta un punto que es superior a su capacidad actual de comprensin; para su penitente se trata de un asunto emocionalmente cargado, que ofusca su visin. En su exhortacin el confesor la invitar apremiantemente a hacer actos de virtud en zonas en que ella se reconoce deficiente y est dispuesta a hacer esfuerzos, la animar, y hasta la obligar, con una penitencia apropiada, a orar pidiendo al Seor mayor prontitud para perdonar. En suma, el principio que estoy invocando es familiar a todos: Festina lente, despacio, que tengo prisa. Para mayor claridad voy a proponer todava otro ejemplo. Consideremos el caso de una mujer que va a confesarse y se acusa de
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Progreso penitencial una fuerte enemistad personal entre ella y una compaera de trabajo. El sacerdote, con sus preguntas, halla que la razn de este profundo resentimiento se basa en diferentes sospechas: Nunca me gust la manera como me da los buenos das. Parece que mira siempre por encima del hombro, o continuamente se desvive por agradar al jefe y porque se fijen en ella los otros. Me pregunto si no est tratando de quitarme el empleo, o es tan presuntuosa que no lo puedo aguantar. Pienso que este caso se puede tratar de la manera siguiente, teniendo presente lo que he dicho anteriormente sobre la ley del crecimiento:
SACERDOTE: Estara dispuesta a aceptar la penitencia de rezar todos los das por esa mujer, a fin de poder saludarla amablemente? PENITENTE: Pero, padre, me es tan antiptica que ni siquiera puedo decir que deseo que vaya al cielo. Si me trata debidamente, tambin yo la tratar debidamente. SACERDOTE: Querra usted por lo menos rezar por ella? PENITENTE: No, padre, creo que no podra rezar sinceramente por ella. SACERDOTE: Bueno, por lo menos rece por s misma. Quiz tenga usted ms necesidad de convertirse que ella. Querra usted aceptar la penitencia de rezar diariamente hasta la prxima confesin: Seor, perdname mis severos juicios. Hazme ms amable?

La actitud reflejada aqu es de comprensin, y sugiere al penitente medios para marchar en la direccin de Cristo. El hecho de aceptar o rehusar la penitencia revela mucho acerca del propsito de la enmienda del penitente. Y si el penitente no est dispuesto a dar ni siquiera el menor paso en sentido del amor del prjimo, es difcil ver cmo pueda el confesor pronunciar sobre l la palabra de paz de Dios y de salvacin.

Progreso penitencial A un penitente se le puede declarar razonablemente bien dispuesto si quiere aceptar una penitencia proporcionada a su confesin de los pecados. Pero sera un error en sentido psicolgico y pastoral mantener inflexiblemente como principio que los penitentes que han estado largo tiempo alejados de la confesin y que 75

Contricin tienen graves pecados que confesar, tienen que recibir una penitencia proporcional. Siendo joven sacerdote fui enviado a una parroquia donde no me conocan; el prroco me pregunt cmo pensaba proceder en las confesiones de penitentes que haca un ao o ms que no se haban confesado. Prudentemente, segn recuerdo, retorc la pregunta y le pregunt qu mtodo segua l. Lo primero, me dijo, comienzo con una fuerte reprimenda. Que piensen que estoy disgustado. Luego les echo una buena penitencia. Me extra de aquellas maneras y, antes de ir al confesonario, decid emplear una tctica muy diferente. Hice todo lo posible para que el penitente comprendiera que lo aceptaba a l juntamente con su humilde esfuerzo. Cuando me convenca de que el penitente apreciaba la afabilidad que le mostraba, le insinuaba que le aprovechara frecuentar ms este admirable sacramento. Luego despeda a cada uno con palabras de aliento y con una penitencia conveniente. La psicologa que encierra este mtodo es sumamente sencilla: Quin piensa en volver a un lugar en el que se le ha tratado con aspereza? El padre del hijo prdigo sali corriendo al encuentro de su hijo errante y lo introdujo en casa. Un penitente que, como el hijo prdigo, vuelve a Dios desde muy lejos, tendr la mayor dificultad en aceptar la idea de la frecuencia de los sacramentos, y en particular del de la penitencia, si recibe los rayos de la ira en lugar del calor de la bienvenida. He dicho expresamente que yo daba a cada penitente una penitencia conveniente, no por oposicin a la buena penitencia recomendada por mi prroco de antao, sino como requisito necesario para ella. Hay ocasiones en que deben imponerse buenas penitencias, y otras en que esto no es conveniente. El confesor, teniendo siempre presente la ley del crecimiento, procura formarse en cada caso un juicio prudencial acerca de la eficacia de una penitencia mayor o ms ligera. En algunos casos el mismo penitente podr pedir una penitencia ms grande. Recuerdo a cierto penitente que volvi a la Iglesia al cabo de cuarenta aos de alejamiento. Haba sido comunista convencido. Como haba combatido muy de veras para lograr que se mejoraran las condiciones sociales de los otros, haba combatido tambin no poco contra la Iglesia y contra 76

Progreso penitencial su propia conciencia. Sopesando el caso en conjunto, opt por una penitencia ms bien ligera. El penitente me contest: Padre, no puedo aceptar esta penitencia. Yo he trado aqu una buena carga de pecados y culpas. Por eso quiero dar tambin una reparacin conveniente. Me encant aquella rectitud y aquella honradez. Evidentemente, yo no lo haba valorado como se mereca. Su respuesta revelaba un carcter mucho ms sensible influido ya por la gracia de Dios. Yo habra cometido un error si hubiera insistido en que la penitencia que le haba impuesto al principio era realmente suficiente. Otras veces, cuando no estoy seguro de la generosidad del penitente, sugiero una penitencia ligera insinuando mi temor de ser gravoso al penitente. Con la mayor delicadeza que puedo procuro hacerle comprender la desproporcin entre la penitencia y la culpa. Si es necesaria una penitencia mayor, Dios mismo se encargar de ello. Muchos penitentes reaccionan de corazn a mis palabras: Por favor, padre, prefiero una penitencia mayor. Para explicar mejor mi posicin acerca de la imposicin de las penitencias, quisiera remitir al lector al concilio de Trento 1 . El concilio insiste en que haya alguna proporcin entre el pecado y la penitencia. Sin embargo, al explicarlo, afirma que tambin debe tomarse en consideracin el aspecto pastoral. Hay que hacer que la penitencia impuesta responda a lo que es provechoso para esas personas. Y as, algunas veces deberemos descartar la idea de proporcin con vistas a realizar el mayor bien pastoral posible. No cuesta trabajo aceptar esto si admitimos la ley de crecimiento y de progreso. Algunos penitentes no estn sencillamente preparados para afrontar ni siquiera las exigencias de la justicia, porque habiendo estado largo tiempo alejados de Dios, se ha mermado su conocimiento de ste, se ha embotado su sensibilidad tocante a la gravedad de ofender a un Dios que es todo santidad. Slo ms tarde, una vez que se ha restablecido su sentido del equilibrio, una vez que se hacen cargo de lo que significa la bondad divina, pueden ya reaccionar como es debido. Habiendo hecho repetidas referencias a la parbola del hijo
1 Sesin xiv cap S Denzinger 905 (ed de 1962)

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Contricin prdigo, quisiera concluir este captulo volviendo a contar la parbola del pecador inveterado. El hijo prdigo, alejado largo tiempo de su amoroso padre, olvid, como es obvio, la magnnima naturaleza de aquel hombre. En efecto, cuando el hijo prdigo decidi regresar, contaba con ser recibido, no como hijo, sino como uno de los criados. Podemos imaginarnos su sorpresa al ver a su padre que le sala corriendo al encuentro, lo estrechaba entre sus brazos y lo llevaba a casa. Aquella primera muestra de perdn tan conmovedora fue el origen de una serie de acciones que ayudaron al hijo a apreciar hasta qu punto la separacin de su padre haba debilitado su recuerdo de aquel hombre tan bondadoso. Traed el vestido ms rico. Ponedle a mi hijo un anillo en su mano. Matad el becerro cebado. Cada nueva muestra de cario hizo comprender ms al hijo su locura pasada, y cada nueva amabilidad no pudo menos de acercar ms y ms al hijo a su padre. Si el hijo prdigo amaba ya a su padre por haberlo acogido sin la menor reserva, cunto ms se ira intensificando este amor con cada nueva seal de afecto por parte del padre! Cada gesto de cario revelara una nueva faceta del carcter del padre. Y al pecador arrepentido le dar tiempo para reflexionar y reconocer todo lo que haba olvidado acerca de su Padre, el ms generoso de todos.

VI ABSOLUCIN

Tus pecados te son perdonados. La paz del Seor sea contigo. En el sacramento de la penitencia, estas palabras son ms que palabras de hombre. Pertenecen a Dios. Una vez ms como en el sacrificio de la misa, el sacerdote hace intervenir a Cristo. Porque, diferentemente de las palabras ordinariamente denotativas, que se limitan a significar las palabras de la absolucin producen realmente lo que significan. Al confesor, agente humano ungido con el Espritu Santo, Dios todopoderoso le ha confiado su propia dignidad de persona que hace lo que dice. Con objeto de proteger esta dignidad, de evitar que se frustre la accin de Cristo, el confesor debe decidir sobre la dignidad del penitente: Est esta persona dispuesta a aceptar el mensaje de Cristo con todo lo que implica? El confesor, por su parte, no debe nunca decepcionar a una persona pronunciando estas palabras si sabe que ella no est preparada para tal mensaje. Est obligado por su ministerio a servirse de los medios humanos que tienen a su disposicin para ver si esas palabras se pueden pronunciar sinceramente. Para ayudar al confesor a evitar preocupaciones innecesarias por una parte, y negligencias por otra, voy a proponer las directrices siguientes relativas a la absolucin: 1) La presuncin est en favor del penitente. 2) Si por alguna razn, la presuncin estuviera contra l, hay que darle la oportunidad de sincerarse. 3) Si hay que dar la absolucin condicionalmente, conviene hacer comprender al penitente por qu 79

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Absolucin obramos as. 4) Si hay que dar la absolucin condicionalmente, conviene asegurarse de que el penitente comprende lo que esto significa. 5) No se niegue nunca la absolucin; vale ms diferirla o posponerla. 6) Aydese al penitente a comprender lo que significa la absolucin.

Presuncin contra el penitente hecho ya un magnfico esfuerzo al venir hoy a confesarse. Espero que me permita que le ayude. Hay que poner especial cuidado con las personas que muestran un mnimum de buena voluntad. En tales casos, y teniendo en cuenta lo que ya hemos dicho acerca de la ley de crecimiento, propongo que el confesor se guarde de exigir una confesin muy detallada. En los Estados Unidos, como tambin en otros pases, las confesiones con ocasin de una boda pueden plantear un problema acerca del principio de que la presuncin est en favor del penitente. A veces, es evidente que uno o varios de los que asisten a la boda y que aguarden hasta la vspera misma para ir a confesarse, lo hacen bajo presin sin el menor indicio de buena voluntad. En tales casos cesa la presuncin en favor del penitente, el cual debe probar su sinceridad. Ordinariamente, sin embargo, el confesor har bien en presumir que los penitentes que acuden a l son sinceros y francos. l mismo no debe olvidar que su actitud contribuir a que el penitente se forme o no la debida idea del confesonario: la de un lugar en el que la gente puede acudir a un hombre de Dios con la mayor confianza. Por esto, el sacerdote debe saludar a los penitentes con el ms profundo respeto y, hablando en general, con la conviccin de que merecen su absolucin. La principal condicin para la absolucin es la manifestacin de buena voluntad. Si el confesor no tiene razones para sospechar lo contrario, no ha de vacilar en pronunciar la palabra de Dios.

Presuncin en favor del penitente En tiempos pasados las gentes iban a veces a confesarse bajo una presin del ambiente. Una persona que no iba a confesarse en el tiempo pascual era tratada como un paria en ciertas comunidades cristianas. Y as cierto nmero de gentes slo iban a confesarse para salvar las apariencias sociales, sin tener la menor intencin de reformar sus vidas. Consiguientemente los moralistas de hoy llaman prudentemente la atencin de los confesores sobre las condiciones predominantes y sobre la posible falta de sinceridad en los penitentes. Casi en todas partes los tiempos modernos han abolido esta forma de presin social tocante al sacramento. Hoy da, si un penitente se presenta al confesor, existe la presuncin en su favor de que viene con buena voluntad. No se debe poner en duda su conocimiento de cmo hay que confesarse ni su sinceridad en la confesin, a no ser que haya indicios de lo contrario. No ignoro que en algunas zonas de Europa puede todava el confesor encontrarse con el caso de maridos forzados a confesarse por sus mujeres, o de hijas obligadas por sus madres. Un confesor experimentado puede generalmente sentir si una persona ha sido mandada por la fuerza al confesonario. Por propia experiencia puedo decir que algunas veces resultaba evidente que una muchacha haba llevado la peor parte en una discusin con su madre, puesto que desahogaba su ira conmigo. En tales casos el confesor no debe descartar la buena voluntad, pues sta puede ocultarse tras una nube de motivos menores. Con un poco de amabilidad y delicadeza se podr sacar a primer trmino. En casos semejantes, cuando la persona menciona un asunto importante, un pequeo estmulo por parte del confesor puede dar excelentes resultados: Usted ha
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Presuncin contra el penitente Las personas designadas en teologa moral como occasionarii o recidivi, o como occasionarii recidivi no tienen en su favor la presuncin de buena voluntad. Aunque ms adelante tratar de cada uno de stos ms por extenso, sealar aqu que los occasionarii son los que viven en ocasin prxima de pecado. Recidivi son los que tienen un hbito malo de pecar y recaen una y otra vez. Los occasionarii recidivi son personas que permanecen voluntariamente en ocasin prxima de pecado y por consiguiente no hay nada que 81

Absolucin hacer con ellas. Este estado de causa revela una falta de voluntad de enmendar su modo de vida, que hace que no sean dignos de recibir la absolucin ni estn en las debidas disposiciones para recibirla. Sin embargo, el confesor no debe perder con ellos la calma y la paciencia, dndoles tiempo para pensar y orar. Aunque la presuncin est contra ellos, el confesor, con la mayor delicadeza, debe mostrarles que quiere darles una oportunidad para que den prueba de s y que si tratara de darles la absolucin, slo servira esto para engaarlos. Pero hay que hacer distinciones y esclarecimientos sobre estas observaciones. Con frecuencia se puede formar un juicio prudente a propsito de personas cuyo modo habitual de vida ha disminuido notablemente su libertad de eleccin. En tales casos el confesor concentrar su atencin en si estos penitentes se esfuerzan o no sinceramente, aun cuando se noten pocos progresos. Debe formarse un juicio prudente acerca de la falta de libertad y de las dificultades particulares que acompaan a cada caso. Al confesor le ayudar a formarse el juicio, la sinceridad del penitente y la frecuencia con que acude al sacramento. En estos casos, mucho depende de la buena voluntad del penitente. Cuando un confesor descubre esta buena voluntad, su problema no ser: Puedo absolverlo?, sino: Cmo puedo ayudarle a vencer este mal hbito? Otros -casos descartan claramente toda presuncin de buena voluntad por parte de la persona. Me refiero en particular a casos que implican ocasiones voluntarias y prximas de pecado. Un hombre que comete adulterio y sigue frecuentando voluntariamente la casa de la mujer despus de haberse confesado, o tambin un hombre que vive en concubinato y no hace el menor esfuerzo por separarse de su cmplice en el pecado, apenas si puede reclamar el privilegio de presuncin en su favor. Tras uno o dos intentos, una vez que se ha advertido a la persona, el confesor debe reaccionar con firmeza y decisin ante la falta de enmienda. Una vez que han fallado todos los esfuerzos por inducir al penitente a un firme propsito de enmienda, el confesor deber diferir la absolucin. La persona no permite otra opcin en este punto. Hay, sin embargo, situaciones en las que el confesor que est a punto de diferir la absolucin puede proporcionar a la persona
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Presuncin contra el penitente una oportunidad de mostrar claramente su buena voluntad. Esto me recuerda una confesin pascual que o en cierta ocasin. Durante tres aos consecutivos haba yo odo confesiones en el mismo confesonario. El tercer ao pude reconocer a una penitente que confesaba ausencia frecuente de la misa dominical, que resultaba ser la misma persona que cada ao haba venido a confesar el mismo pecado. Una vez que me asegur de que no me equivocaba, le record que los dos aos pasados haba prometido hacer mayores esfuerzos. Apenas haba dicho esto, cuando me interrumpi impertinentemente: Por qu me he de encontrar cada ao con el mismo confesor en este confesonario? Con dificultad me domin para no decirle que su manera de reaccionar descubra su falta de buena voluntad. Lo ms afablemente que pude le dije: Necesito su ayuda. Si no me da usted una seal de que est verdaderamente arrepentida de su pecado y de que quiere enmendar su modo de vida, probablemente no podr proclamar sobre usted la paz del Seor. En realidad, a menos que me d usted un signo especial de su firme propsito de la enmienda, tendr que diferirle la absolucin. Para obtener este signo especial ofrec a la mujer una penitencia ms difcil y aguard su reaccin. Mi juicio sobre la presencia o ausencia de buena voluntad por su parte dependa totalmente de aquella reaccin. En casos de esta ndole he usado las siguientes penitencias: la promesa de rezar una oracin.particular o de hacer alguna lectura espiritual todos los das durante un cierto perodo de tiempo, o de oir misa una o ms veces entre semana. Vamos a ilustrar todava con otro ejemplo esta manera de proceder con personas cuyas buenas disposiciones son dudosas. Algunos manuales de teologa moral dicen que se debe negar la absolucin a una persona que odia a otra hasta el punto de estar deliberadamente dispuesta a perjudicarla o difamarla. Aun en este caso debe el confesor ofrecer a tal persona la oportunidad de dar buena prueba de s. Yo propondra al confesor que la invitara a hacer juntamente con l un acto de contricin de los pecados. Despus de esta oracin viene un segundo paso para probar la buena voluntad. Una vez ms, el hecho de imponer una penitencia difcil y de comprobar su reaccin servir para formarse un juicio recto. En este caso particular, yo no vacilara en pedir a la persona que
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Absolucin prometiera volver a la confesin lo antes posible si volva a pecar contra el otro. Evidentemente, no se pueden dar normas fijas e inflexibles ni sealar penitencias concretas para tratar estos casos. El confesor puede decir sencillamente: No s si estoy seguro de la buena voluntad de usted. Esto nos dar la oportunidad de explicar al penitente que la absolucin pronunciada sobre uno que no est debidamente dispuesto es absolutamente intil. Tras esto, puede el confesor inducir al penitente a entablar un coloquio con l con objeto de recoger informes que le sirvan para resolver su duda. A veces, en el transcurso de la conversacin, puede darse que una persona diga bruscamente al confesor que no est en modo alguno decidida a reformar su vida. Como tambin puede suceder que el confesor descubra que tal persona tiene una ignorancia verdaderamente invencible acerca de la gravedad de sus actos. En este ltimo caso hay que considerar los puntos que dejamos expuestos ms arriba acerca de la ignorancia invencible. En una palabra, el confesor puede hallar que era infundado el temor de deber diferir la absolucin que tena al principio.

Recusacin de la absolucin el penitente est dispuesto a recibirla. Puede instruir al penitente dicindole que slo podr quedar realmente absuelto si tiene la intencin, por ejemplo, de evitar una cierta ocasin voluntaria y prxima de pecado, y que si le falta tal intencin, la palabra de Dios no le producir el menor efecto. Puede acaecer que una persona muestre repugnancia a cumplir las condiciones puestas para su absolucin. Negar automticamente la absolucin a tal persona sera una injusticia. Todava se puede lograr una mejor inteligencia entre el confesor y la otra parte, y el confesor har bien en explorar esta posibilidad. Pero caso que se frustraran todas las tentativas, sera aconsejable decir al penitente que, si en el futuro llegara a decidirse a cumplir las condiciones impuestas, no tendra necesidad de volver a confesarle sus pecados. Le bastara con presentarse al mismo confesor y decirle: Padre, quisiera volver a someterle lo que ya le confes otra vez. Ahora deseo cumplir las condiciones.

Recusacin de la absolucin Aunque esto es ms bien una cuestin de semntica, ser psicolgicamente ms acertado no decir al penitente que se le niega la absolucin. Es una cosa muy diferente oir decir al confesor que va a diferir la absolucin, dado que este ltimo trmino est lleno de esperanza. Una negativa brusca puede de tal manera desconcertar a la persona, que no vuelva ya a acercarse ms a los sacramentos. En el caso en que el confesor se vea obligado a diferir la absolucin, convendr que al comunicarlo al penitente le d a entender que tendra sumo gusto en verle volver pronto al confesonario con las disposiciones necesarias para la absolucin. No habr inconveniente en aadir: Entretanto, yo rogar por usted. Permtame que le d la bendicin a fin de que el Seor gue sus pasos y le haga volver pronto. Un poco de delicadeza en la seleccin de las palabras puede garantizar una pronta conversin. Veamos un ejemplo relativo precisamente al aplazamiento de la absolucin. Reconozco que ser un caso raro, pero, con todo, 85

Absolucin condicional Si un confesor recibe alguna indicacin de buena voluntad por parte del penitente, pero no bastante para disipar sus dudas, todava podr absolverle, pero condicionalmente. En este caso conviene que revele al penitente por una parte las condiciones bajo las cuales le da la absolucin, y por otra por qu lo absuelve de esta manera. Podr darse que la clara y amable explicacin de las razones por las que el confesor absuelve condicionalmente, sean la verdadera exhortacin que necesita el penitente para quitar los obstculos que impiden la validez de la absolucin. Una vez que el confesor ha decidido absolver condicionalmente a una persona, est indicada alguna explicacin de la absolucin condicional. El confesor puede, de manera delicada, informar al penitente de que l est dispuesto a darle la absolucin en la medida en que tiene poder para hacerlo, es decir, a condicin de que
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Absolucin no estar de ms considerarlo. Si un sacerdote de edad, que no est dispuesto como es debido, porque quiz no quiere renunciar a una ocasin de pecado, escoge como confesor a un sacerdote joven, ste no debe vacilar en diferir la absolucin. Desde luego, la dilacin ser para el bien espiritual de su penitente. En tal caso yo propondra al joven sacerdote que pidiera al mayor que leyera el tratado sobre las ocasiones y luego volviera para recibir la absolucin. Caso que el otro le replicara: Hasta ahora nadie me haba puesto la menor dificultad; debera usted ser ms respetuoso con un colega de ms edad, el joven sacerdote podra hacerle presente que el confesor, independientemente de la edad, es representante de Cristo: Padre, yo le respeto a usted como corresponde a su edad, pero la cuestin es ahora exactamente si usted desea recibir humildemente la absolucin como prenda de nueva vida. Un confesor no debe nunca confundir la timidez con la delicadeza y suavidad. l es representante de Dios, el nico santo. Su penitente debe sentir que en la confesin se trata de un encuentro con el nico santo y que esto implica un cierto compromiso por su parte. Al mismo tiempo, el confesor debe expresar su deseo de ayudarle, Si un sacerdote tiene que diferir frecuentemente la absolucin, convendr que examine el estado de su propia vida sacerdotal. Semejante dilacin no es seal de celo apostlico. Si el sacerdote es hombre de oracin, si se ve apoyado por las oraciones del pueblo de Dios, si es amable, humilde, y procura siempre suscitar un profundo sentido de dolor de los pecados en su propio corazn, como tambin en el de los penitentes, raras veces tendr necesidad de diferir la absolucin.

Perdonados te son tus pecados fe, si est dispuesta a hacer todo lo que puede y a orar por lo que siente que no puede hacer, puede, independientemente de su flaqueza, estar segura de que la palabra de Dios pronunciada en el sacramento de la penitencia la confortar y le aportar el gozo de Cristo. El gozo es la nota distintiva de la absolucin: el gozo originado por la paz. Doy gracias a Dios de que por fin puede,el penitente oir en su propia lengua las palabras de la absolucin. Todo confesor, hacindose cargo de la fuerza y de la belleza de las palabras que pronuncia en este sacramento, habr de esforzarse por pronunciarlas clara y distintamente. Son las palabras de Dios: Tus pecados te son perdonados. El sacerdote habr de referir estas palabras a la situacin actual de la vida de la persona en cuestin, de modo que su conversacin con el penitente venga a formar parte de la absolucin.

Perdonados te son tus pecados El confesor, tanto en el confesonario como en el pulpito, debera dar a su pueblo una plena inteligencia de la absolucin. El punto central de la instruccin relativa al sacramento de la penitencia debera ser el sentido de la absolucin. La absolucin significa que una persona recibe en su interior la paz de Cristo. Si est de buena 86
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VII LA OCASIN PRXIMA DE PECADO

En el sacramento de la penitencia, la paz de Cristo es un acto redentor que implica la misin de propagar el mensaje de paz y de salvacin dentro de la propia comunidad. Cristo dice: Queda sano. Difcilmente sera uno sincero si, comprendiendo esta proclamacin y la misin consiguiente, se creyera libre para seguir viviendo en circunstancias que inducen a recaer en el pecado. Por esta razn es necesario decir algo ms tocante a la relacin que existe entre el propsito de enmienda y las ocasiones prximas de pecado. Ocasin voluntaria y ocasin necesaria de pecado El concepto de ocasin de pecado es un concepto relativo. Lo que para algunos es ocasin remota de pecado resulta ser ocasin prxima para otros. Un conjunto de circunstancias o un ambiente se dice ser ocasin remota de pecado si la tentacin que de ello se origina es ligera y fcil de superar por la persona en cuestin. En cambio, si fuera fuerte y no fcil de superar la tentacin resultante de tales circunstancias y de tal ambiente, entonces habra que hablar de ocasin prxima de pecado. Una persona debe determinar si la ocasin de pecado es voluntaria o necesaria. Es ocasin voluntaria la que puede ser evitada por una persona de buena voluntad. No sucede as en la ocasin necesaria de pecado. 89

La ocasin prxima de pecado Humanamente es imposible evitar todas las ocasiones de pecado. Lo que una persona puede hacer es calibrar sinceramente su propia fuerza en relacin con las fuerzas que la tientan. As se sita ella misma en una posicin en que puede prudentemente determinar el riesgo en que se halla y obrar en consecuencia.

Visin cristiana del ambiente tiene para estar agradecido, tales como el haber nacido en tal familia, el haber crecido en tal vecindad, el pertenecer a tal parroquia. En una de nuestras parroquias de Europa haba no pocas familias pobres que pasaban apuros econmicos. Una vez que entr en relacin con un caballero catlico adinerado que no faltaba nunca a la misa del domingo y que perteneca a diversas cofradas, le pregunt si no le gustara ayudar a aquellas gentes. Me respondi: No, padre. Por qu lo he de hacer? Alguien ha hecho nunca algo por m? Sent deseos de preguntarle si haba olvidado las oportunidades que le haban proporcionado sus padres, si haba olvidado los miles y miles de atenciones y delicadezas de que le haban colmado su familia y sus amigos. Me limit a tenerle compasin. Me daba compasin su ceguera voluntaria para no ver una de las mayores satisfacciones de la vida, la satisfaccin de saber que otras personas se interesan por uno. La gratitud de una persona para con su ambiente la mover a asumir una mayor responsabilidad por ese ambiente. La verdadera gratitud engendra generalmente el deseo de hacer algo por el bienhechor. En nuestro caso, una persona que aprecia a su sociedad desea instintivamente mejorarla. Para los cristianos significa esto elevar su nivel espiritual. Si se desarrolla tal sentido de responsabilidad nacido de la gratitud, entonces las cosas que nos rodean, que haban podido representar peligros, se convierten en incentivos para hacer mayores progresos en el sentido de la responsabilidad. Sin embargo, el enfoque cristiano del ambiente no debe llevar el sello de la ingenuidad. Para que el cristiano pueda actuar eficazmente en la sociedad, tiene que hacerse cargo de sus vicios no menos que de sus virtudes. Slo as puede inmunizarse contra los males de su tiempo. La inmunizacin se halla en una unin ms estrecha con Cristo y con su Iglesia. Porque la Iglesia de Cristo es el medio o atmsfera divina, cuyos miembros penetrados de amor, juntamente con sus enseanzas acerca del amor y de la salvacin, preparan al cristiano para una carrera apostlica en el mundo. San Pablo expuso en su tiempo el problema del cristiano en el mundo y lo que la Iglesia poda ofrecer para ayudarle a moverse en l: 91

Visin cristiana del ambiente Los manuales de teologa moral del siglo pasado vean en el ambiente una posible ocasin de pecado. Sin embargo, considerar el ambiente exclusivamente como una amenaza, es algo difcilmente conciliable con nuestra misin de cristianos, de promover en nuestra sociedad la libertad de los hijos de Dios. Tal modo de considerar las cosas es una visin negativa que puede adems ser perjudicial en sentido psicolgico. Como san Pablo incitaba a las gentes a fomentar motivos de gratitud y de amor para la vida cristiana, tambin nosotros debemos fomentar los mismos motivos para enfrentarnos con el ambiente. San Pablo nos pone en guardia contra el peligro de presentar al pueblo una coleccin muerta de prescripciones y prohibiciones: Haz esto, no hagas aquello. As escribi: Qu diremos, pues? Que la ley es pecado? Ni pensarlo! Sin embargo, yo no he conocido el pecado sino por medio de la ley. Porque yo no habra sabido lo que era la codicia si la ley no me hubiera dicho: No codiciars. Pero el pecado, aprovechando la ocasin, produjo en m, valindose del mandamiento, toda suerte de codicia... (Rom 7, 7-8). Juntamente con la ley hay que inspirar motivos que induzcan a morir espiritualmente al yo. Si no logramos infundir a un corazn humano incentivos para vivir una nueva vida dedicada a Dios, la ley slo servir para despertar su curiosidad acerca de la cosa prohibida. Algo anlogo se puede decir acerca de la manera de enfocar el ambiente. El sacerdote, en su calidad de confesor y de predicador, tiene la obligacin de ensear a los hombres una actitud cristiana frente a su ambiente, es decir, una actitud de gratitud y de responsabilidad. Cada uno de nosotros debe aprender a apreciar las ventajas de su ambiente. Cada uno de nosotros debe ponderar las razones que 90

La ocasin prxima de pecado Porque vuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los seres espirituales de la maldad que estn en las alturas. Por lo cual, echad mano de la aimadura de Dios, para que podis resistir en el da malo, y, tras haber vencido todo, os mantengis firmes. Firmes, pues! Cindoos con la verdad, y ponindoos la coraza de la justicia, y calzndoos los pies, prontos para el Evangelio de la paz; embrazando en todo momento el escudo de la fe, con el cual podis apagar todos los dardos inflamados del Maligno. Tomad el casco de la salvacin y la espada del Espritu, o sea, la palabra de Dios (Ef 6, 12-17).

Visin cristiana del ambiente tan sencilla como esta Porque necesito que me ayudes no slo agradar al nio, sino que le har comprender su posicin en la familia. El quehacer del prroco se simplificar notablemente si los padres desempean debidamente los suyos. De la misma manera que los padres animan al nio a desempear un papel activo en la familia, el prroco tratar de inducirlo a desempear un papel activo en la vida parroquial. La participacin de los jvenes en las organizaciones parroquiales no slo los proteger contra diferentes peligros a que sucumben otros, sino que adems les proporcionar experiencia en la vida efectiva de la parroquia, a la vez que mayor sentido de la responsabilidad. Este entrenamiento es absolutamente necesario tanto en casa como en la parroquia, porque hoy da los jvenes y las jvenes tendrn que resistir el choque de valoraciones discrepantes en el ambiente que rodea a la familia y en el mundo de los negocios. Si se los educa para hacer de ellos conformistas dciles, cedern a cualquier influencia fuerte, sea buena o mala. Por el contrario, su educacin debe encaminarlos hacia una profunda penetracin en los valores y hacia una madurez que los capacite para atenerse firmemente a los principios y a las convicciones adquiridas en su formacin cristiana. Nosotros deseamos que no se limiten a mantenerse firmes, sino que lleguen a ser guas y formadores de la opinin. La sociedad dinmica a la que los enviamos slo ser guiada por personas dinmicas, por personas que pueden tomar sobre sus hombros la responsabilidad. Juntamente con la idea de educar cristianos para la inteligencia de la autoridad y para una mayor responsabilidad personal, el objetivo del confesor ha de ser el de ayudar a sus penitentes a formarse una conciencia madura. El confesor tiene al mismo tiempo una excelente oportunidad para ensearles las maneras de utilizar su influencia para promover la mejora de su ambiente social. Con ocasin de una misin pueden hacer los confesores que los penitentes adquieran mayor conciencia de su deber de servir a Cristo en calidad de apstoles. S de un caso en el que los misioneros, mediante la accin combinada de la predicacin y del confesonario, inculcaron de tal manera el espritu de apostolado en los corazones de sus oyentes, que cada noche aumentaba visible93

Un cristiano debe comenzar por sentirse como en su casa en el mundo de la fe, de la oracin, antes de llevar las fuerzas salvificas de la luz a una sociedad enferma. Slo entonces puede ponerse en contacto con la dolencia y salir salvo, en realidad ms inmune que nunca. Es, por tanto, indispensable que la educacin cristiana produzca hombres y mujeres maduros, que comprendan el valor de la autoridad y de la responsabilidad personal. Porque stos son los hombres y mujeres que han de encontrarse de frente con la sociedad y, con la fuerza de sus convicciones, han de ayudar a iluminar los rincones y rendijas de la sociedad secular. No podemos preparar a un cristiano para su puesto en el mundo alimentndolo con una doctrina de obediencia ciega. Desde los primeros aos debe aprender el nio una jerarqua de valores, y se le debe ensear a apreciar los valores en su religin, su familia y su ambiente. Este respeto de los valores no puede desarrollarse en un nio cuyos padres temen reconocer sus eventuales abusos de autoridad. Me he impacientado. Lo siento. No hay razn para que un padre se retraiga de hacer una confesin como sta, que sin desfigurar la imagen paterna, ayuda al nio a distinguir entre el buen o mal uso de la autoridad. Con vistas a la formacin de la responsabilidad se debe ayudar al nio en su propia iniciativa de contribuir a la vida de familia. No se le debe hacer sentir que tiene que aguardar siempre indicaciones u rdenes de sus padres. Ni si el nio pregunta al padre: Pap, por qu tengo que hacer eso?, hay que limitarse a explicarle: Porque pap lo manda. El nio pequeo no es todava capaz de comprender razones profundas y serias, pero una razn 92

La ocasin prxima de pecado mente la asistencia al sermn de misin. Finalmente se hizo patente que, debido a los esfuerzos de un puado de trabajadores de una fbrica vecina que empleaba casi un millar de personas, se vio mejorado el entero ambiente de la fbrica. Este puado de obreros no tenan el menor reparo en invitar a sus colegas a acudir juntamente con ellos a la misin. De esta manera lograron convencer a algunos que haban vivido alejados de la Iglesia y de los sacramentos, hacindoles comprender cuan felices seran si volvieran a experimentar la paz de Cristo. Cuando los cristianos ordinarios dan testimonio de su fe, el resultado suele ser ms eficaz y de mayor alcance. Por esta sencilla razn sera una magnfica iniciativa en un confesor que, despus de despertar el sentido de gratitud para con Dios en un penitente que hubiera vivido mucho tiempo alejado del sacramento, lo instruyera acerca de su papel de apstol de Cristo. Procuremos que los penitentes conozcan que sta es una manera de hacer penitencia y de mostrar su gratitud, haciendo que alguna otra persona vuelva a Dios, o quiz sencillamente informando a otros de que el sacramento de la penitencia es en verdad el sacramento de la amabilidad y de la paz. Si se desarrollara el espritu apostlico en todos los cristianos practicantes, no tardara en manifestarse en el mundo una verdadera transformacin. Tal transformacin tendr lugar si nuestro objetivo pastoral apunta a hacer que los cristianos, no slo como individuos, sino tambin como comunidades, se convenzan de que son la sal de la tierra la luz del mundo y una levadura en su medio ambiente. La celebracin del sacramento de la penitencia, aun sin responder totalmente a este problema de la instruccin, puede desempear gran papel propagando esta enseanza. Sin embargo, slo en el caso de que el ambiente en que una persona vive est sumamente corrompido o que uno mismo se sienta inseguro a causa de cadas precedentes, se debe cambiar de estrategia y hay que recurrir a la fuga. Por supuesto, una persona que goce de particulares ventajas materiales o de especiales oportunidades culturales en una localidad, sentir gran repugnancia a abandonarla. Sin embargo, un cristiano debe estar dispuesto, si es necesario, a renunciar a los placeres de la vida a fin de salvaguar94

Ocasiones de pecado contra la fe dar sus derechos a la eternidad. El Evangelio nos dice que si una mano es para una persona ocasin de pecado, vale ms que se la corte; que si un ojo es fuente de pecado, vale ms que se lo saque. Excepto en este caso extremo que acabamos de mencionar, esta actitud de primero el cielo es siempre compatible con el compromiso en el mundo. Sin gnero de duda. San Pablo dice que por causa del pecado la creacin entera est gimiendo y sufriendo dolores de parto. El cristiano tiene el encargo de hacer que la libertad y el esplendor de los hijos de Dios vuelva a revitalizarlo todo (cf. Rom 8, 19-24).

Ocasiones de pecado contra la je La fe de una persona ocupa el puesto ms alto en la jerarqua de bienes. Antes que exponer la propia fe, debe estar uno .dispuesto a sacrificar hasta sus ms ntimas amistades. En efecto, es un hecho que ciertas amistades entre un catlico y un incrdulo o un acatlico que es hostil a la Iglesia, pueden ser sumamente peligrosas para la fe del catlico. Especialmente vulnerable es un catlico que es ms bien dbil y fcilmente influenciable por otros, mientras que la otra parte es fuerte y dinmica. Lo mismo se puede decir del caso en que el acatlico sea altamente inteligente, est entrenado en la argumentacin y tienda a usar su talento en una forma que represente peligro para la fe del catlico. No vale replicar que la compaa de acatlicos no implica amenaza alguna para la virtud de la pureza y que por tanto la amistad est completamente en regla. Un pecado contra la fe es por su misma naturaleza mucho ms grave que un pecado contra el sexto mandamiento. Si en una amistad entre una parte catlica y una acatlica se trata de amistad entre hombre y mujer, supuesto que se pueda prever un posible matrimonio en el futuro, la parte catlica debe considerar ante todo si tal matrimonio constituir o no un peligro para su fe. Tocante a la fe y al ambiente, es decir, al puesto de trabajo o a la vecindad, quisiera hacer la siguiente distincin. Aunque en un lugar determinado se expresen fuertes sentimientos negativos contra la fe catlica, si hay algunos cristianos comprometidos dispuestos 95

La ocasin prxima de pecado Ocasiones de pecado contra la castidad a aunar sus fuerzas, es muy posible que mediante un apostolado activo logren un cambio general de actitud frente a la Iglesia. La amenaza ambiental para el catlico particular queda minimizada, por decirlo as, a causa del mutuo apoyo que se dan unos a otros. El caso es del todo distinto si el creyente se halla solo en tal ambiente. Si el catlico es miembro de una organizacin que en general es hostil a la Iglesia, como lo son algunas organizaciones masnicas, estar obligado a darse de baja. A veces se dar el caso de que un catlico diga al sacerdote: Veo que no debera pertenecer a este club, pero debo abandonarlo en seguida? Entonces se le podr aconsejar que vaya rompiendo gradualmente, por razones sociales o financieras, y que prometa al mismo tiempo no asistir a las reuniones o no leer la literatura del club. Por lo general se le puede permitir que se vaya retirando gradualmente. No tiene obligacin de ser un hroe. (En los Estados Unidos, la mayora de las organizaciones masnicas no son hostiles a la Iglesia.) cir a proceder de otra manera, la nica opcin para el cristiano podr ser la de abandonar la empresa. Continuando en ella da a otros la sensacin de favorecer prcticas inmorales, o, aunque en un principio pueda oponerse a tales prcticas, corre peligro de comprometer su propia tica y de fomentar la prctica de la injusticia.

Ocasiones de pecado contra la castidad El hombre, por razn de su naturaleza cada y del egosmo que lo domina y emponzoa el ambiente, puede verse con frecuencia rodeado de ocasiones de pecado contra la castidad. Desde luego, los que buscan nicamente el reino de Dios, por su mismo modo de afrontar el ambiente se ven protegidos contra las influencias nocivas del mundo que los rodea. Sin embargo, quien se exponga innecesariamente a la tentacin contra la castidad, sucumbir casi indefectiblemente. En este apartado voy a limitarme a sealar los rasgos ms salientes de nuestro mundo contemporneo, que ponen en peligro esta virtud. Hoy da, el cambio de las pautas sociales de los jvenes se refleja en sus propias distinciones entre verse a menudo e ir de veras. En el primer caso los adolescentes ponen cuidado en no trabar alianzas porque estn convencidos de que una relacin depende de la carga afectiva que pone en ella cada una de las partes. Verse a menudo consiste en citas habituales entre dos personas sin el elemento de exclusividad o sin la menor intencin inmediata de futuro compromiso matrimonial. Es sencillamente el desarrollo normal de la amistad entre un muchacho y una muchacha, sin intercambio de smbolos de unin entre ellos; los dos estn de acuerdo en que cada uno tiene derecho a salir con otros. En nuestra cultura es sta una situacin normal que permite a los jvenes irse conociendo bien antes de hacer una eleccin definitiva. En el ir de veras, la relacin es ms constante y va acompaada de todas las exterioridades solemnes de un semimatrimonio; implica un grado considerable de exclusividad, y con frecuencia la intencin explcita de matrimonio futuro. Los padres y los sacerdo97
Hirmg, Shalom 7

Ocasiones de pecado contra la caridad y la justicia El ambiente puede tambin ocasionar pecados contra la caridad y la justicia. Un ejemplo actual puede ser una localidad donde no se reconozcan los derechos civiles de los negros. Puede darse que uno tenga amigos que opinen que las gentes de color tienen ya bastantes derechos o incluso demasiados derechos y que no los saben apreciar. Esos amigos salen triunfantes por el hecho de insistir slo en los vicios y debilidades de negros particulares, ignorando completamente los casos de virtud. Ellos mismos se ciegan para no ver las grandes injusticias perpetradas contra estas gentes. Tal ambiente pone evidentemente en peligro el espritu de caridad y justicia cristiana. Si el cristiano puede, sin sacrificar la vida o la fortuna, formar parte de grupos que traten de convencer a los racistas de que pecan contra estas virtudes, no debe vacilar en hacerlo. Otro ejemplo de violacin de la justicia puede ser el caso de una firma que obtiene sus ingresos mediante engao o fraude. Si a los individuos responsables de tal robo no se los puede indu96

La ocasin prxima de pecado tes no deben eludir sus responsabilidades dejando de sealar a los adolescentes que la compaa constante en esta forma comprometida antes de alcanzar un grado razonable de madurez limita inconsideradamente su libertad interna y externa en la eleccin del futuro consorte. La compaa constante y exclusiva a una edad demasiado temprana conduce a matrimonios prematuros con todos los consiguientes peligros para la futura felicidad de la pareja. Sin embargo, estas ideas deberan formar parte de la formacin religiosa de la juventud. La opinin pblica debera configurarse de forma que se inspirara a los jvenes una actitud sana con respecto al entero problema de las relaciones tempranas; esto sera ms saludable que tratar de apretar las clavijas cuando se ha producido ya el dao. En efecto, por lo regular el que la habilidad del confesor tenga eficacia en estos casos depender en gran manera de si nuestra juventud ha sido o no formada como conviene y apoyada por sanas convicciones y actitudes de su contorno. En general, si esas amistades y citas frecuentes no han conducido a trabar relaciones sexuales o interpersonales, o a tales familiaridades que descuiden los legtimos deberes, el confesor no exigir que se rompa la amistad. Ni tampoco eventuales actos superficiales de petting son razn suficiente para que el confesor desaconseje completamente la amistad. (Bajo el trmino de actos superficiales de petting me refiero a todas las formas de lo que comnmente se llama necking, como tambin a un cierto grado del mismo petting. Con el trmino necking se expresan muestras de cario que accidentalmente pueden originar excitaciones sexuales, como, por ejemplo, los besos y abrazos. El petting se refiere a una accin que por su misma naturaleza e independientemente de la intencin del agente tiende a producir el orgasmo. Petting superficial llamara yo a los simples tactos, por oposicin a la masturbacin mutua.) Sin embargo, si el ir de veras entre jovenzuelos de catorce y quince aos ha conducido ya a algo ms que al petting, el confesor deber por lo menos intimarles severamente la ruptura de tales compaas. Debido a circunstancias difciles que pueden estar implicadas, me abstengo de decir que el confesor debe exigir en todos los casos la inmediata ruptura entre los dos. Es un hecho que hay 98

Ocasiones de pecado contra la castidad pudres que animan a sus hijos a cultivar la compaa del otro sexo incluso a una edad muy temprana. La sociedad de nuestros das merece tambin no poca censura por el hecho de estimular, y en cierta medida hasta forzar a. los jvenes a trabar relaciones de cierta intimidad. Lo mejor que pueden hacer los sacerdotes en este terreno consiste en educar a los cristianos para que sepan apreciar los valores del matrimonio y de la virginidad. D esta manera se echan los fundamentos de futuras generaciones de muchachos y muchachas que han de llegar a constituir una sociedad formada por hombres y mujeres de slidas convicciones. Entonces ser una tarea mucho ms fcil, la de tratar con individuos que no sufran de la tensin entre oir una cosa de boca de su sacerdote y ver otra muy distinta en el mundo que los rodea. Actualmente el confesor, reconociendo las dificultades con que se enfrentan los jvenes hoy da, debe tratar de convencerlos del dao que se hacen mutuamente por lo que respecta a su futura vida matrimonial. Si los mismos vuelven a l una y otra vez con las mismas faltas, debe desplegar la mayor paciencia. En el caso a que me he referido arriba respecto a lo que he llamado petting superficial, creo que slo cuando el confesor no observa en su penitente esfuerzos notables por corregirse, debe tratar de inducirlo a dejar de verse con tal muchacho o muchacha. Lo que no recomendara es que el confesor amenazara con negar la absolucin caso que el joven no hiciera una promesa de enmienda. El confesor debe tratar de valorar la inteligencia y el enfoque psicolgico de su joven penitente. A veces suceder que el confesor, aun despus de explicar a sus penitentes por qu no son correctas sus compaas o su modo de proceder en las citas, se encuentre con ignorancia invencible por la otra parte. La posibilidad de tal ignorancia no resulta increble si se tiene en cuenta el ambiente particular en que se encuentra el penitente. En tales casos debe el confesor comenzar por tratar de ayudar al penitente a hacer progresos en otras materias. Slo as llegar el momento propicio para convencerlo de la existencia del peligro. El baile puede ser otra ocasin de pecado en el mbito del sexto mandamiento. Es evidente que sera un grave error tachar todo baile de ocasin de pecado. En esta materia debe desplegar el con99

La ocasin prxima de pecado fesor un fino sentido de las distinciones. Si un penitente confiesa pecados cometidos de resultas del baile, el confesor puede preguntarle corno cree l mismo que tal peligro se puede evitar en adelante, y entonces insistir en que siga el consejo propuesto por l mismo. Si el pecado es frecuente y grave (si, por ejemplo, un joven confiesa que casi despus de cada baile en que toma parte acaba por seducir a la muchacha), el confesor preguntar al penitente las razones que le mueven en primer lugar a ir a bailar. Generalmente habr que hacer comprender a tal joven su obligacin de renunciar a bailar por razn del dao real que se hace a s mismo y a otro. En los Estados Unidos, como tambin en algunas otras regiones, los jvenes se vern invitados a ciertas fiestas, en las que el baile ocupa la mayor parte del tiempo. Muchas veces un joven no podr decorosamente declinar tales invitaciones, por ejemplo, con ocasin de la boda de un amigo ntimo, o del final de carrera. Ordinariamente no deber el confesor insistir demasiado severamente en que el penitente se abstenga del baile si entra en juego una cuestin de conveniencias sociales. En todo caso, el confesor debe estar pronto (y hasta puede preguntar al penitente mismo) para sugerir al joven posibilidades de disfrutar suficientemente de la vida social, en la que est implicado el baile. Para algunos el perodo del noviazgo viene a convertirse en ocasin prxima de pecado. Sin embargo, si el confesor tiene oportunidad de hablar con algn novio, no ha de calificar sin ms dicho perodo como un tiempo de dificultades sexuales. ste sera un punto de vista muy negativo, que slo servira para trastrocar el verdadero valor de un tiempo favorable. El confesor procurar ms bien grabar en la mente y en el corazn del novio o de la novia una autntica idea del noviazgo, como de un tiempo en que cada uno de los dos puede aprender los componentes del amor. Slo un enfoque que combine una apreciacin del matrimonio y una apreciacin de la otra persona puede proporcionar una motivacin apropiada para resolver con mutua ayuda todo problema sexual. La norma debe ser el respeto mutuo, no el temor. Por otra parte, estas ideas positivas no deben tampoco impedir al confesor dirigir a las partes de modo que aprendan a distinguir entre el cario genuino y la mera explotacin sexual. Finalmente, conviene 100

Ocasiones de pecado contra la castidad

que el confesor no confunda el problema de una persona que est comprometida y se acusa ocasionalmente de haber pecado con la otra parte, y el de jvenes que sin serio propsito de matrimonio futuro cometen el mismo pecado con su amiguito o amiguita. En ninguna circunstancia pueden las modernas condiciones de vida justificar una tica de situacin que permita, como lo hace Joseph Fletcher, las relaciones sexuales entre prometidos. Un novio no tiene ms derecho al cuerpo de su prometida que el que tendra al de cualquier otra mujer. El acto sexual expresa por su misma naturaleza el vnculo irrevocable e indisoluble entre la pareja en cuestin. Con independencia del amor que actualmente pueda tenerse una pareja de prometidos, todava no estn unidos irrevocablemente en matrimonio. Este argumento, que es vlido y verdadero tratndose de prometidos, tiene todava ms aplicacin contra las ideas de Fletcher acerca de la promiscuidad, y la cosa salta a la vista. Con todo, el confesor no puede suprimir sin ms las dificultades de la juventud moderna. La sociedad moderna se halla en un estado de fermentacin. Ha habido tremendos cambios de perspectiva y de valoraciones. Las mismas sociedades llamadas cristianas no han desarrollado todava usanzas nuevas e indiscutibles que puedan ayudar a la juventud. Un contraste nos ayudar quizs a percibir con ms viveza la situacin. En el siglo xvn, san Alfonso Mara de Ligorio, reaccionado contra el extremado rigorismo de la poca, insinu la idea de que a los prometidos se les deba permitir verse durante el noviazgo, en presencia de sus padres, por lo menos hasta tres veces, y ms a menudo en casos excepcionales. Su idea pareci ms bien laxa a algunos moralistas de su tiempo, los cuales consideraban tan peligroso el perodo del noviazgo, que enseaban que los prometidos no deban verse ms de una vez antes de la fecha del matrimonio. Y aun en aquella ocasin no deban perderlos de vista los padres de la pareja. Aunque no son los moralistas los que deben cargar con toda la censura por aquella manera de ver. Por aquel tiempo los padres elegan el futuro consorte para su hijo o hija. Por extrao que esto pueda paiecernos hoy, aquellos padres teman que si los prometidos venan a verse mutuamente, uno de ellos 101

La ocasin prxima de pecado pudiera negarse a aceptar la otra parte que se le haba asignado y frustrar as todos los planes de la familia. Se daba a veces el caso de que una muchacha se casase con un hombre al que vea por primera vez al pie del altar. Naturalmente, semejantes reglas parecen irrisorias en nuestros das. Pero no vayamos a creer que son perfectas nuestras costumbres relativas al matrimonio. Tenemos motivos de agradecer que el siglo xx haya avanzado tanto en la comprensin de las complejidades que entraa la eleccin del futuro cnyuge. Hoy da es muy buena la prctica de estimular a los jvenes a conocerse mutuamente, a tratar con personas del otro sexo y a hacerse cargo de las diferencias psicolgicas existentes entre los sexos. Los jvenes deben tener todo el tiempo necesario para observarse unos a otros y para descubrir si la persona con la que ha de compartir la existencia es tal que merezca estima, respeto y amor. El algunas regiones, sin embargo, est muy propagada la idea de que los jvenes deben tener experiencias premaritales. Visto el influjo que pueden ejercer sobre los individuos las ideas de la sociedad, puede muy bien darse que el confesor se encuentre con personas que sean invenciblemente ignorantes bajo este respecto. El hecho de que l o ella confiesen relaciones sexuales premaritales no excluye necesariamente la ignorancia invencible. Es posible que el penitente confiese tales pecados porque sabe que la Iglesia prohibe esas acciones, pero al mismo tiempo, en otro sector de su estructura psicolgica puede estar convencido de que es necesaria la experiencia sexual premarital. Tengo sabido que en ciertas zonas de Europa existe la prctica a pesar de que el clero la ha combatido durante siglos de casarse con una mujer slo cuando est esperando un hijo. En tales regiones quiere el hombre tener alguna garanta de que su mujer no ser estril. En frica hay tribus en las que el hombre acepta a una mujer por esposa slo a condicin de que venga a ser madre. El matrimonio no se considera definitivo hasta que la muchacha est embarazada. Si resulta ser estril, es devuelta a su casa. Estas prcticas plantean graves problemas a la Iglesia. Pero no tenemos necesidad de mirar al frica para descubrir estas costumbres. Tambin en Amrica y en Europa existen ideas torcidas acerca de la sexuali102

El empleo, como ocasin de pecado dad premarital y de la fecundidad, aunque en un contexto ms sofisticado. En vista de las presiones sociales, en vista de las variadas y complicadas costumbres matrimoniales que existen a travs del mundo, una cosa es evidente: los sacerdotes y los cristianos que contribuyen a formar la opinin pblica deben aunar sus esfuerzos para sealar al hombre y a la mujer media la diferencia entre lo que es recto y lo que no lo es en estas materias. El confesor, teniendo presentes estos problemas, no puede menos de ser ms paciente con penitentes cuyo ambiente influye notablemente en sus faltas. Finalmente, el confesor que trata con parejas de novios puede contribuir no poco a su felicidad futura ayudndoles a ver la oportunidad que les proporciona el tiempo del noviazgo para crecer en el amor de Dios. Puede tambin salvaguardarlos contra ms de una tentacin, ensendoles que la mutua experiencia de un amor respetuoso durante este perodo les har penetrar psicolgicamente ms hondo en la bondad de Dios y en la belleza de su amor. Lecciones de este gnero les darn una comprensin ms profunda del matrimonio como medio de salvacin.

El empleo, como ocasin de pecado En la prctica, las ideas sobre lo que constituye una ocasin prxima de pecado cambian considerablemente con el andar de los aos. Si se trata de juzgar sobre si ciertas profesiones son en s mismas ocasin prxima de pecado, nos hallamos con enormes dificultades. Hace aos haba moralistas rigurosos que sostenan que las muchachas no podan ser peluqueras porque esto se consideraba como una profesin peligrosa. Antiguos moralistas prohiban a los catlicos servir en casas judas, por temor a que todos los viernes se hallaran ante la ocasin prxima de pecado por tener que comer carne. S de un prroco que, todava hace diez aos, negaba la absolucin a una mujer si no prometa que no visitara en viernes a sus parientes no catlicos. Hoy da, difcilmente un moralista se opondra a que un catlico sirviera en una casa juda. Los mandamientos de la Iglesia slo nos obligan bajo ciertas
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La ocasin prxima de pecado condiciones aceptadas comnmente. No obligan en forma absoluta. Con todo, tengo noticia de casos en que sacerdotes han insistido irrazonablemente en el cumplimiento de la ley. Recuerdo el caso de un prroco que se opona a que unas muchachas de su parroquia frecuentaran una escuela de comadronas, dicindoles que tal profesin poda impedirles or misa los domingos. No tomaba en consideracin la circunstancia de que ellas no buscaban una ocasin de faltar a misa; en realidad iban con frecuencia a misa los das de labor. Para aquel sacerdote todo se reduca a la cuestin de si dichas muchachas tendran o no oportunidad de cumplir el precepto dominical cada semana. No le interesaba lo ms mnimo el servicio que las comadronas podan prestar al pueblo de Dios si estaban instruidas debidamente en la moral cristiana. Pareca no darse cuenta de que si quera sacar las ltimas conclusiones lgicas de su idea del precepto dominical, tenan que prohibir a las gentes enfermar en fin de semana. No obstante, es cierto que hay algunos empleos que representan una ocasin prxima de pecado contra la fe, o la justicia, o la pureza. As pues, a veces deber el confesor apremiar al penitente para que renuncie a su empleo. Sin embargo, aunque l crea que debe necesariamente aconsejar en este sentido, no por ello debe negar la absolucin si el penitente no est convencido de tal necesidad. Con frecuencia, el penitente no enfoca el consejo del confesor como una cuestin de obediencia o de desobediencia a la Iglesia. Esto sucede particularmente a personas que no tienen confesor fijo y que una vez acuden a un confesor y la siguiente a otro, y as descubren grandes divergencias en la prctica. Tales divergencias tienden a fomentar la llamada crisis de autoridad. Una vez que el penitente saca la conclusin de que el padre fulano no representa a la Iglesia catlica, espera hallar un confesor cuyos puntos de vista estn ms en consonancia con los suyos propios. Precisamente por esta razn deberan los confesores procurar desarrollar en sus penitentes una mayor responsabilidad personal. En el caso que hemos insinuado, el confesor puede sugerir al penitente que ore y reflexione sobre si es o no aconsejable cambiar de empleo, pero dejndole a l mismo la ltima decisin. Una actitud respetuosa por parte del confesor dar resultados mucho mejores. 104 105

Una promesa por parte del penitente A veces se dar el caso de que el confesor pida al penitente que prometa buscar otra ocupacin si contina cayendo en un pecado determinado de resultas de su empleo. Psicolgicamente, un penitente que haya hecho tal promesa pondr'ms empeo en corregirse. Aunque no se vean resultados inmediatos y aunque el penitente tenga que renovar la promesa una y otra vez en las confesiones siguientes, el confesorno debe perder la paciencia. Posiblemente, el penitente no caer ahora tan a menudo como si no hubiera hecho la promesa. Es tambin posible que si ve que falta repetidas veces a la promesa, tenga valor para buscar otro empleo. Sin embargo, sera un error por parte del confesor establecer como regla absoluta que si un penitente falta a su promesa, y quizs hasta repetidas veces, se le debe negar la absolucin. Tocante a la promesa por parte del penitente, voy a presentar dos casos, el primero de un bebedor ocasional, el segundo de un bebedor crnico. Si un bebedor ocasional, pese a su promesa de no volver a beber hecha en su ltima confesin, confiesa que se ha emborrachado, esto no prueba que su promesa no fuera sincera. Su compromiso indicaba su intencin de abstenerse de la bebida. Ahora bien, la intencin y el cumplimiento son dos cosas distintas. El confesor deber amonestarlo amablemente y pedirle que vuelva a renovar la promesa y que ponga ms empeo en cumplirla. En cambio, si se trata de un bebedor crnico, el confesor obrar ms prudentemente pidindole que prometa, no ya renunciar a la bebida, sino ms bien someterse a tratamiento mdico. Un bebedor crnico es una persona que no puede vencer su mal hbito a menos que renuncie del todo al alcohol. Muy a menudo, tal persona que va a confesarse est sumamente deprimida en vista de su debilidad y sufre no poco de ello. Por lo que se refiere a la bebida, le falta la necesaria libertad interior para tomar una decisin y ponerla en prctica. Con todo, se le puede convencer de que hay personas que pueden prestarle ayuda. Tampoco en este caso debe el confesor amenazar al penitente con negarle la absolucin si no promete

La ocasin prxima de pecado buscar un tratamiento mdico o si, despus de haberlo prometido, no cumple la promesa. En realidad, la obligacin de convencer a tal persona de que debe recurrir a un remedio tcnico, incumbe ms bien a su familia, al prroco o a alguna organizacin caritativa. Si el bebedor crnico es un barman o un expendedor de bebidas alcohlicas, su ocupacin representa para l una ocasin prxima de pecado. Probabilsimamente, no lograr rehabilitarse si no renuncia a su profesin. Con todo, la accin ms eficaz del confesor con tal penitente consistir en desplegar gran paciencia y comprensin. Concubinato y otras ocasiones de pecado Otros ejemplos citados por los manuales como ocasiones de pecado son el concubinato y los matrimonios invlidos. Es conveniente, incluso en nuestras conversaciones ordinarias, distinguir bien entre estas dos cosas. Hay quienes, en casos de matrimonios invlidos, hablan de personas que viven en concubinato. Efectivamente, hace algunos aos el celoso obispo de Prato en Italia fue condenado a varios meses de arresto por haber declarado que viven en concubinato los catlicos que slo estn casados civilmente. Las autoridades civiles consideraron tal asercin como un grave atentado contra la decencia. El concubinato significa el mantenimiento de relaciones sexuales sin intencin de estabilidad. Una pareja que se presenta como casados, aunque quiz invlidamente, expresan su intencin de ligarse establemente. Concubinato es un trmino que en s mismo se presta fcilmente a malentendidos por parte del seglar medio. Por ejemplo, si un soltero o un divorciado tiene una muchacha de servicio y de vez en cuando peca con ella, esto no hace de su relacin lo que se llama propiamente concubinato. En el concubinato, aunque no hay intencin de formar una unin que ligue con compromiso a las dos personas, existe una relacin sexual semipermanente entre ambas. Si un hombre vive realmente en concubinato, el confesor insistir en que se separe de la mujer, puesto que su situacin es ocasin prxima de pecado. En el caso del soltero y la muchacha de servicio, puede que haya que considerar circunstancias atenuantes. 106

Matrimonios invlidos En esta materia querra yo poner en guardia al confesor contra decisiones inconsideradas. En mi experiencia pastoral me he encontrado con diferentes casos de muchachas que haban llevado una vida de pecado recorriendo las calles en busca de dinero y que finalmente hallaron empleo como muchachas de servicio. De tiempo en tiempo pecaban con sus amos, pero en su vida de servientas asalariadas mostraban notable mejora con respecto a su vida pasada. En estos casos los amos daban prueba de ser en el fondo buenas personas, aun cuando ocasionalmente fueran dbiles. Si se hubiera obligado a la muchacha a renunciar a su empleo, probablemente habran vuelto a la mala vida. Aunque todava caan ocasionalmente en el pecado, iban mejorando poco a poco y recobrando el respeto de s mismas. El confesor debe suspender el juicio sin pronunciarse definitivamente hasta estar al corriente de la situacin integral. El carcter del penitente, su equilibrio psicolgico, las circunstancias en que se encuentra, todo esto debe tomarse en consideracin antes de formarse un juicio prudencial. Algunas veces, lo mejor que podr hacer el confesor ser decir al penitente que l mismo no est seguro de si es o no aconsejable renunciar al empleo en cuestin. Pedir adems al penitente que siga orando y frecuentando los sacramentos hasta que ambos puedan decidir el rumbo que hay que tomar. Matrimonios invlidos

Los matrimonios invlidos representan un problema totalmente diferente. Como acabo de insinuar, tales matrimonios no son concubinatos, por el hecho de que ambas partes se han ligado entre s formalmente como marido y mujer para el resto de su vida. Un matrimonio puede ser invlido por diferentes razones. Una de las razones ms frecuentes consiste en que una de las partes estaba ya casada ya vlidamente con otra persona. O, caso que el primer matrimonio fuera invlido, puede darse que, por falta de pruebas suficientes, la parte en cuestin no pueda demostrar el punto que hace invlido el matrimonio precedente. Antes de declarar nulo tal matrimonio se requiere certeza moral tocante a la existencia de dicho punto al momento de contraer matrimonio. 107

La ocasin prxima de pecado Si la pareja implicada en un matrimonio invlido no tiene responsabilidades, no tiene, por ejemplo, hijos que educar, debern abandonar la ocasin prxima de pecado. Si no son capaces de vivir como hermano y hermana, es recomendable que se separen, si esto es posible. En cambio, si hay responsabilidades, si la pareja tiene hijos, entonces la ocasin prxima de pecado es con frecuencia una ocasin necesaria. Supongamos una pareja que han vivido juntos durante muchos aos y ahora uno de los dos est enfermo. Entonces la parte sana tiene responsabilidad con la parte enferma. Si en este caso insistiera el confesor en la separacin de lecho y mesa, ello sera una crueldad con la persona enferma, tanto ms que en tales circunstancias hay poca probabilidad de implicaciones sexuales. A veces la caridad y la vida que han llevado juntos les obligar a mirar el uno por el otro. Esto tiene todava ms aplicacin cuando hay uno o ms hijos necesitados de cuidados. Cuando no hay posibilidad de reconciliacin con el primer cnyuge, un hombre o una mujer que vive en un matrimonio1 invlido puede enfrentarse con la obligacin de educar a los hijos. Es posible que vivan en paz y, humanamente hablando, lleven una buena vida conyugal. Tengo por cierto que si un confesor insistiera en que esta pareja debe romper sus relaciones, en la mayora de los casos slo se seguiran peores males. No slo hay todas las probabilidades de que se negaran a romper, sino que adems se perturbara ms su actitud frente a la Iglesia y aumentaran sus resentimientos con la misma. Su primer pensamiento sera: Y qu ser de los nios? Una alternativa queda, sin embargo, al confesor, la de proponer unas relaciones como entre hermano y hermana. No cabe duda de que esta solucin ser dificultosa para la pareja, pero se ha probado ya en otros casos que no es imposible. Yo mismo conozco cierto nmero de parejas que han vivido asi aos enteros. Incluso entre jvenes se han dado casos de esta situacin. Mediante la oracin, el dominio de s mismos, la verdadera expresin de amor cristiano y amabilidad, han sido capaces de llegar a una perfecta continencia y de no vivir por tanto ya en ocasin prxima de pecado. Aqu surge la cuestin: durante 108

Matrimonios invlidos cunto tiempo deber vivir la pareja como hermano y hermana antes de que pueda absolverlos el sacerdote? Hay moralistas que dicen que el confesor debe aguardar algunos meses, durante los cuales la pareja realice la situacin de hermano y hermana, antes de aceptar su promesa. Sin embargo, aqu no se pueden fijar lmites matemticos. El juicio del confesor no depender de las matemticas, sino de hechos que indiquen si la pareja tiene o no dicha resolucin. Si la autoridad superior no se ha reservado estos casos, el confesor podr absolver a la pareja, supuesto que sta d extraordinarias seales de conversin. Pero aun despus de la absolucin se debe hacer presente a la pareja que no conviene que vayan a comulgar en parroquias en las que es notorio el caso de invalidez de su matrimonio. Pongamos un ejemplo. Puede darse que durante una misin una pareja se sienta movida por los sermones y comunique al sacerdote que desearan vivir en una situacin de hermano y hermana. Yo estoy convencido de que, en tales circunstancias, el confesor obrara por lo regular con prudencia findose de su buena voluntad y dndoles la absolucin. Pero al obrar as debera notificarles que lo hace por razn de las extraordinarias seales de conversin que haban dado. El confesor deber decirles adems que si vuelven a recaer en el pecado, han de procurar de nuevo obtener la absolucin manifestando al confesor las razones por las cuales se les haba absuelto en el primer caso: fuertes seales de arrepentimiento y la esperanza de que el sacramento les dara la fortaleza que necesitan. Siguiendo este procedimiento, he observado con frecuencia que las parejas quedaban profundamente impresionadas. La gratitud para con Dios vena a ser una nueva fuente de energa en sus vidas. En algunos lugares puede darse que el obispo se haya reservado esta clase de casos. Entonces el confesor deber conocer exactamente la extensin de tal reserva. Es posible que el obispo se haya reservado la reglamentacin del caso slo en el foro externo. Esto quiere decir que la parte absuelta por el confesor no deber ser admitida pblicamente a la comunin (si el caso es notorio) en la dicesis sin consentimiento del obispo. Esto tiene relacin con el orden pblico, y los obispos tienen el derecho y la obligacin de 109

La ocasin prxima de pecado mirar por el orden pblico con vistas a prevenir escndalos y habladuras poco caritativas entre las gentes. El obispo puede reservarse tambin la absolucin misma del pecado. Est en su derecho. Esto quiere decir que el confesor debe recurrir al obispo antes de dar la absolucin. No obstante, el derecho cannico prev excepciones en estos casos. Los misioneros durante la misin, como los prrocos durante el tiempo pascual, tienen la facultad de absolver de casos reservados (can. 899). En otras situaciones el confesor debe solicitar esta facultad. Pero, conforme a la admirable sabidura del legislador, caso que el obispo negara el permiso de absolver del pecado reservado, el confesor tiene automticamente facultad para absolver al penitente si ste tiene las necesarias disposiciones (can. 900, 2). Pero aun as no puede el confesor infringir las prescripciones relativas al foro externo y, por consiguiente, no tiene facultad para permitir al penitente que reciba pblicamente la comunin si su situacin es notoria. A manera de corolario pastoral quisiera observar que si un sacerdote que est distribuyendo la sagrada comunin tropieza en el comulgatorio con alguna persona de la que sabe o cree que vive en un matrimonio irregular, no convendra que le negase la comunin. Un caso sucedido descubrir quiz la razn de este consejo. Una joven pareja vino a verme en una parroquia en que haba predicado yo una misin. La mujer haba estado casada anteriormente y, aunque el primer matrimonio era probablemente invlido, no poda lograr que el prroco se interesara por la solucin de su caso. La mujer era de unos treinta aos y tena un hijo. Ella y su segundo marido haban vivido ya dos aos en perfecta continencia. Durante aquel tiempo haban rezado juntos y haban ido a menudo a misa, no slo los domingos, sino tambin entre semana. Una vez bien enterado de los detalles del caso, di la absolucin a la pareja y les dije que si deseaban comulgar, era mejor que lo hiciesen en alguna parroquia donde no fueran conocidos. Yo estaba seguro de que seran lo suficientemente prudentes como para evitar todo encuentro con el prroco, aunque yo no les haba hecho tal advertencia. El prroco tuvo la mala suerte para l de enterarse de que la joven pareja haba estado conmigo. Al da siguiente, mientras distribua la comunin, tropez de repente con una mujer 110

Matrimonios mixtos invlidos y le dijo de forma que todos lo podan oir: Usted vive en concubinato. Qu viene usted a hacer aqu? Tal andanada iba dirigida a una mujer que se pareca a mi penitente. La mujer viva en un matrimonio perfectamente en regla.

Matrimonios mixtos invlidos Aqu voy a limitarme a una consideracin sobre la manera de tratar con penitentes que viven en matrimonio mixto invlido. Si alguien se interesa por una exposicin ms circunstanciada del complejo problema de los matrimonios mixtos, me permito remitirlo a mi anterior publicacin El matrimonio en nuestro tiempo1. Conforme a la nueva disciplina matrimonial, un matrimonio mixto contrado sin la forma cannica, es considerado todava como invlido. Es de esperar que en un futuro prximo se adopte una prctica ms suave, como lo han propuesto diferentes padres del Concilio. En tal caso, un matrimonio mixto contrado sin dispensa y sin la forma cannica ser considerado, no como invlido, sino nicamente como ilcito. Sin embargo, incluso hoy da, la disciplina vigente hace posible la convalidacin de los matrimonios mixtos si la parte catlica muestra buenas disposiciones. Un matrimonio mixto invlido ha de convalidarse lo antes posible siempre que las condiciones humanas permitan esperar un matrimonio estable. Sera contra el sentido comn y en particular contra el espritu ecumnico decir a catlicos que viven en matrimonio mixto invlido, que deben sencillamente separarse si la parte acatlica no promete educar catlicamente a los hijos. La pareja tiene contrado un compromiso natural y cristiano, compromiso entre las dos partes y con los hijos que puedan tener. No obstante, pueden darse casos en que haya que aconsejar la separacin, como, por ejemplo, si la parte acatlica impide violenta y persistentemente a la parte catlica profesar su fe y vivir conforme a su propia conciencia. La forma normal de convalidacin de los matrimonios mixtos
1 B HARING, El matrimonio en nuestro tiempo, Ilerder, Baicelona a1968

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La ocasin prxima de pecado ser la sariuio in radice (cf. CIC, can. 1138-1141). La santa sede se muestra muy generosa en otorgar esta facultad a los obispos. La sunaiio in radice significa que se dispensa a la pareja de la forma cannica del matrimonio sin necesidad de renovar el consentimiento, en tanto exista el consentimiento antecedente. As, mediante una ficcin jurdica, se considera el matrimonio como si hubiese sido vlido desde el principio. Aunque la parte catlica no pueda lograr que la parte acatlica consienta en dar a los hijos una educacin catlica, aun as conviene dar pasos con vistas a la convalidacin del matrimonio. La parte catlica debe continuar haciendo lo que le sea posible con vistas a la educacin de los hijos, aunque sin violar la conciencia de la otra parte o de los hijos y sin poner en peligro la armona y estabilidad del matrimonio. Lo mismo se puede decir tocante a la absolucin de la parte catlica. La absolucin no debe depender de que la parte catlica obtenga un gesto de aprobacin de la otra parte tocante a la educacin catlica de los hijos. Slo se debe diferir la absolucin a la parte catlica que muestre mala voluntad en esta materia y se mantenga contumaz. Aqu, una vez ms, hay que distinguir cuidadosamente entre otorgar la absolucin y permitir a la parte catlica que reciba pblicamente la comunin en una parroquia en que se crea que los hijos estn privados del testimonio cristiano por parte de su padre, o madre, catlico. En este caso dicta la caridad que la parte catlica, por lo menos en tanto no se rectifique este yerro o la gente conozca su buena voluntad, slo reciba la comunin en parroquias en que no sea notorio el caso.

VIII INTEGRIDAD MATERIAL DE LA CONFESIN

El sacramento de la penitencia se ha convertido en una tortura para muchos sacerdotes y para muchos penitentes, debido a una insistencia desmedida en la integridad material de la confesin. La integridad material es slo un aspecto del sacramento de la penitencia. Para que se celebre debidamente es preciso armonizar este aspecto con los otros, todava ms importantes, del sacramento. Normalmente, un penitente que ha cometido un pecado mortal debe manifestar la especie del pecado y el nmero de veces que lo ha cometido. Sin embargo, el confesor debe guardarse de insistir exageradamente en el nmero y en la especie. Psicolgicamente, tal insistencia desmedida puede destruir, o por lo menos mermar, el efecto y el fin para el que Cristo instituy el sacramento: el gozo y la paz del penitente. Por esta razn voy a tratar en este captulo de situar la integridad material en su debida perspectiva.

Integridad material La ley de la Iglesia dice con respecto a la confesin: Una persona que despus del bautismo ha cometido pecados graves que no han sido perdonados directamente por los poderes de la Iglesia, debe confesar todos los pecados que recuerde tras un serio examen 112 113

Integridad material de la confesin de conciencia, y debe explicar las circunstancias que cambien la especie del pecado (CIC, can. 901). Al hablar de la integridad de la confesin debemos distinguir entre integridad material e integridad formal. La integridad material es una meta a la que debe aspirar prudentemente todo confesor y todo penitente. Sin embargo y la adversativa tiene aqu su importancia. la integridad material slo debe perseguirse con vistas a la integridad formal, y no como un fin en s. Fundamentalmente, el trmino de integridad material se refiere a una obligacin condicional: lo que el penitente est obligado a hacer si puede recordar todos sus pecados mortales, si es capaz de distinguir cosas que son esencialmente diferentes, y si lo puede hacer sin detrimento de los ms importantes aspectos del sacramento. A veces la integridad material no es posible o incluso no est permitida. El trmino de integridad formal se refiere a una confesin en la que el penitente de buena voluntad confiesa todos los pecados graves que puede confesar aqu y ahora conforme a su conocimiento y capacidad. Con otras palabras: es la respuesta a la voluntad concreta de Dios con respecto al ser humano limitado. La integridad formal en el caso de un moribundo puede significar que est arrepentido de sus pecados y manifiesta su arrepentimiento lo mejor que puede, quiz sencillamente con una mirada. La integridad formal en el caso de uno que se halla en una gran sala de hospital, donde las camas estn muy juntas, puede significar una expresin general de culpa y arrepentimiento, de modo que uno no exponga su vida a los odos de los otros pacientes que hay en la sala. En el caso de personas escrupulosas, la integridad formal puede significar una confesin sumamente breve.

El cumplimiento legal y el ideal de vista ideal, movido por el deseo de crecer ms y ms en el amor de Dios, puede el penitente desear mencionar tal pecado y el estado de duda en que l mismo se halla. Importa, sin embargo, darse perfecta cuenta de lo que es exactamente la obligacin legal 1 . El confesor no puede imponer ms al penitente. Sera, por ejemplo, un error obligar a los nios a confesar todos los pecados veniales por razn de la integridad material. Ningn sacerdote tiene el derecho de imponer una legislacin que no est impuesta por la Iglesia. Puede, s, decir a un nio que es un hermoso acto de humildad mencionar todos los pecados veniales, pero debe hacerle ver bien claro que no hay obligacin de hacerlo y que no hay que ser escrupulosos. Igualmente sera un abuso forzar a ciertos penitentes particulares a hacer confesiones materialmente ntegras. Porque hay un principio que establece: Si el cumplimiento de una ley positiva en una forma determinada ha de ser perjudicial para una persona, esta persona no slo no est obligada a cumplir la ley en tal forma, sino que le est incluso prohibido. Hay ciertamente casos en los que el penitente est dispensado de satisfacer la ley eclesistica de la integridad material. No me cabe la menor duda de que ste es el caso de un penitente cuya vida pasada est repleta de pecados contra el sexto mandamiento. Voy a probarlo en concreto con una analoga. Po XII, considerando sumamente peligroso volver a despertar todas las faltas y fantasas sexuales sent el siguiente principio tocante a tratamientos de psicologa de profundidades: No es lcito despertar todas las fantasas y recuerdos de pecados pasados si esto ha de dar lugar a nuevas e innecesarias tentaciones 2. En vista de esta reglamentacin que a veces restringe la libertad de un doctor de procurarse una informacin completa tocante a la vida sexual de un paciente, me parece que se impone a jortiori la conclusin de que tampoco el confesor debe apremiar al penitente para que hurgue en su pasado hasta el extremo de resucitar indebidamente la tentacin de pecados pasados. Supongamos que un
1 Cf B HXRING, La ley de Cris'o, vol I, Herder, Barcelona 51968, p 512ss 2 Sobre psicoterapia y religin, alocucin de Po XII al Quinto Congreso Internacional de Psicoterapia y Psicologa clnica (13 de abril de 1953), art 24

El cumplimiento legal y el ideal La ley de la Iglesia presupone que en tanto un penitente es fsica y moralmente capaz de hacerlo, est obligado a confesar todos los pecados mortales ciertos que no haya confesado todava. Si duda de si un pecado cometido es mortal o no, desde el punto de vista legal, no est obligado a confesarlo. Por otra parte, desde el punto 114

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Integridad material de la confesin penitente no da suficiente informacin sobre sus pecados pasados diciendo: Padre, he cometido tantos pecados contra la pureza... Creo que no puedo ponerme a enumerarlos. Creo que ni siquiera tengo valor para descubrirlos todos. Generalmente el confesor podr decirse por el tono de voz del penitente que lo que realmente trata de decir es: Todo el equilibrio psicolgico y toda la satisfaccin que me queda se vendrn abajo si me hace usted recordar de nuevo todos mis pecados contra la pureza. Estoy convencido de que procedera contra la ley natural el confesor que persistiera en exigir que el penitente describiera sus impuras fantasas, ocasiones de pecado, tentaciones y acciones con que haba violado la pureza. Todo confesor debera procurar tratar a su penitente de tal forma que ste, al abandonar el confesonario, glorificara a Dios gozosamente con las palabras del Salmista: Qu pagar al Seor por todo lo que me ha dado? En cambio, si el confesor hace demasiadas preguntas, la confesin asume un tono de inquisicin, y resulta psicolgicamente imposible, tanto al confesor como al penitente, glorificar a Dios. El penitente preocupado ansiosamente por dar una relacin exacta del nmero y especies de sus pecados se ve probablemente privado, no slo del gozo del sacramento, sino tambin de una resolucin ms firme y eficaz de enmendarse, resolucin que sigue en forma de agradecimiento al gozo experimentado. Se marchar slo con la estril satisfaccin de haberlo referido todo explcitamente.

Especie y nmero de los pecados humana, as como la amistad de Jesucristo. Cmo se puede, pues, decir que ciertos pecados estn en consonancia con la naturaleza humana? Algunas veces me he preguntado qu pretenden probar los moralistas entretenindose con distinciones bizantinas. Cierto que no pueden esperar que las personas corrientes entiendan semejantes distinciones. Tomemos, por ejemplo, la cuestin que se plantea acerca de la especie inferior del pecado. He ledo una obra de teologa moral cuyo autor pretende que la masturbacin de un hombre casado es de especie completamente diferente a la masturbacin de un soltero. De aqu se seguira que un confesor, con vistas a determinar la especie del pecado, tendra que preguntar a todo el que se acusa de masturbacin si es soltero o casado. No me opongo a que se pregunte por el estado civil del penitente con objeto de orientar mejor la direccin espiritual. La masturbacin, por cuanto es signo de infantilismo o de una cierta inmadurez, puede ser un impedimento para la felicidad en la vida conyugal. Lo que rechazo es la lnea de pensamiento que exige esta pregunta con objeto de juzgar sobre la especie del pecado, una lnea de pensamiento que hace que el confesor crea necesario hacer tal pregunta. En forma ms realista el mismo moralista dice que no cree que la fornicacin sea una especie distinta de pecado por el hecho de usar preservativo. Desgraciadamente, a rengln seguido comienza a vacilar y expresa dudas sobre esta opinin. Conviene que el confesor tenga presente que cuando el concilio de Trento legislaba sobre la necesidad de confesar las circunstancias que cambian la especie de un acto, no poda prever las exageraciones en que incurriran los moralistas del siglo pasado. El confesor debe procurar enterarse de cmo distinguen los pecados las personas corrientes. Las ltimas distinciones cientficas hechas por los moralistas no alcanzan al seglar medio. Por esto, si bien el confesor es capaz de apreciar algunas de estas distinciones, no debe por regla general preguntar al penitente que ha cometido el pecado ms de lo que ste pueda distinguir. Todos los moralistas estn de acuerdo en que el penitente slo tiene que confesar el pecado conforme a la idea que tena del mismo al momento de cometerlo. San Agustn, por ejemplo, nos refiere 117

Especie y nmero de los pecados En general, los telogos protestantes y ortodoxos consideran ms bien absurdas algunas de las distinciones de los moralistas catlicos tocante a las especies de los pecados. Uno de los ms grandes telogos de la Iglesia rusa, Vladimiro Soloviev, deca que no comprendera nunca por qu telogos occidentales insisten en que la fornicacin y el adulterio son pecados naturales, mientras que la masturbacin es un pecado antinatural. Todo pecado, subraya Soloviev, viola la verdadera dignidad de la naturaleza 116

Integridad material de la confesin que su madre le deca que tener relaciones sexuales con una mujer casada era mucho ms grave que tenerlas con una soltera. Esto, por consiguiente, significaba una diferencia en su caso, puesto que era lo que l haba comprendido. Si hoy da una persona escasamente instruida no conoce la diferencia entre el adulterio y la fornicacin y por consiguiente no menciona esta distincin, no por eso deja su confesin de ser materialmente ntegra. Tal persona ha confesado lo que saba. Ms importante que la exactitud de la autoacusacin del penitente, es la formacin de su conciencia con vistas al progreso futuro. El confesor, al tratar de ayudar al penitente a formarse as la conciencia, debe abstenerse de todas las preguntas intiles o de mal gusto relativas al sexto mandamiento. Ni tampoco debe dejar que el penitente se pierda en detalles innecesarios. Por ejemplo, si un hombre confiesa que ha pecado contra el sexto mandamiento con una muchacha, generalmente por sus palabras, por el tono de su voz o por el conjunto de la confesin se entender que se refiere a un pecado grave. Algunos moralistas opinan que normalmente el confesor tiene que saber si el penitente habla de un petting prolongado hasta las ltimas consecuencias por las dos partes, o si, en el caso de relaciones sexuales se ha usado un preservativo. Tal opinin no debe tomarse en cuenta. En muchos de estos casos el confesor slo lograr provocar desconcierto o escndalo con tales distinciones, que en realidad no contribuyen lo ms mnimo a la conversin de la persona. En cuanto a confesar el nmero de veces que se ha cometido un pecado, la Iglesia no dice nada explcitamente. Lo nico que dice es que hay que confesar todos los pecados mortales. La psicologa moderna nos ensea que a un hombre corriente le es difcil recordar exactamente el nmero de veces que ha hecho una cosa si pasan de siete. Si el confesor tiene esto presente, ser probablemente ms comprensivo por lo que hace a los nmeros, sobre todo con penitentes que hayan vivido mucho tiempo alejados de la confesin o que sean pecadores habituales. Si se exige que una persona recuerde el nmero exacto de veces que ha cometido un pecado contra el sexto mandamiento, tendr que recorrer experiencias que fcilmente podrn producirle im118

Especie y nmero de los pecados genes impuras y hasta quiz nuevas excitaciones. As no tiene nada de extrao que haya penitentes que despus de la confesin vuelven a recaer en su viejo hbito de masturbacin o que sucumben a nuevas tentaciones. Es, por tanto, absurdo exponer al penitente a tal riesgo con objeto de dar con el nmero exacto de pecados. En algunos de los antiguos manuales de teologa moral se enfoca el caso de una prostituta convertida. Notemos la forma cmo se insiste en la especie y en el nmero y en la serie de preguntas que se proponen al confesor: Cuntos aos ha practicado usted ese negocio? Cuntos clientes tena usted al da? Cuntos pecados ha cometido usted contra natura? Con cunta frecuencia eran sus clientes hombres casados? Cuntos eran solteros por trmino medio? Tal gnero de preguntas es precisamente lo que quiero rebatir en este captulo. Este modo de proceder es perjudicial para el confesor mismo y apenas si aprovecha para la conversin del pobre penitente. Adems, en el tipo particular de preguntas que acabamos de mencionar, los psiclogos ensean que las prostitutas son generalmente frgidas durante el ejercicio de su oficio, pero que tan luego deciden cambiar de vida experimentan gran dificultad para vencer las tentaciones relativas a sus pecados pasados. A mi juicio, la forma de preguntar que sugieren ciertos moralistas no puede menos de perjudicar al penitente. Es sabido que una prostituta convertida siente profundamente la prdida de su dignidad. Si el confesor le hace preguntas en la forma indicada, destruir probablemente el ltimo vestigio de dignidad que ella crea todava poseer. A tal muchacha le bastar con referir su actividad en trminos generales. Con esto se entiende todo. No hay que hacer preguntas sobre distinciones legales. El confesor debe ms bien subrayar el gran honor que el Seor quiere conferirle, a saber, el de ser hija de Dios y de vivir una vida de gracia. En una palabra, el confesor debe tratar de hacerle comprender, y hasta sentir, que una nueva era comienza para ella.

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Conclusin renunciar a inducir amablemente al penitente a una vida ms alta. Puede, por ejemplo, decir al penitente que procure hacer el examen de conciencia no slo a la luz de los diez mandamientos, sino tambin a la luz de la nueva ley del amor del prjimo, a la luz del sermn de la montaa. Ensear al penitente a abrirse a la ley de la gracia, inspirarle un sentido profundo de conversin continua, es un quehacer nobilsimo del confesor. Slo -de esta manera comprender el penitente la verdadera malicia de sus pecados y, con verdadero espritu de expiacin, los confesar humildemente aunque slo sean pecados veniales. Aunque es verdad que a cualquiera le basta con un mnimum de cumplimiento de la ley externa (escrita), sin embargo, este mnimum es slo un comienzo para los que creen que estn llamados a la santidad: stos ponen la mira en exigencias ms elevadas de la humildad, sin atarse sencillamente a una escrupulosidad legal. Estos resultados se obtendrn ms fcilmente si las confesiones individuales son integradas en una celebracin comunitaria del sacramento de la penitencia.

Proporcin entre las diferentes funciones En el pasado exista la tendencia a hacer especial hincapi en la funcin del confesor como juez. Desgraciadamente, el sentido y la estructura del sacramento de la penitencia como acto litrgico desapareca algunas veces en la barahnda de los aspectos jurdicos. Hoy da son cada vez ms los telogos, que movidos en parte por el espritu de los tiempos, recalcan la necesidad de que haya mayor concordancia entre las diferentes funciones que tiene que ejercer el confesor. El confesor, como representante de Cristo, que es la quintaesencia de las funciones de sacerdote, juez, salvador y redentor, debe encaminar al penitente a una vida cristiana ms plena. Como cristiano que es l tambin, debe procurar hacer que el penitente se una con l en la alabanza del Dios todopoderoso. Si el confesor se aferra a la integridad material, si insiste escrupulosamente en el nmero y especie de los pecados, puede menoscabar gravemente los beneficios del sacramento de la penitencia. No cabe duda de que l mismo no tardar en verse frustrado como su penitente. En efecto, de esta manera abdicar de su funcin de pacificador y, en cierta medida, hasta de sacerdote, cuyo ministerio consiste en promover una actitud de culto y de alabanza de Dios.

Conclusin Espero que no se me haya entendido mal. En este captulo no he tratado de recomendar que se reduzca al mnimum el cumplimiento de la ley. Pero habr casos en los que el contentarse con un mnimum en materias legales contribuya al provecho espiritual de un penitente particular. Ordinariamente una persona no preguntar siquiera si debe confesar este o aquel pecado. Desea que su confesin sea lo ms fructuosa posible. Quiere ser humilde, sincera, franca y aplicarse a exponer su alma a la accin purificadora de Dios de la manera ms completa. Ningn confesor puede imponer como ley a su penitente el crecimiento espiritual. Pero al mismo tiempo ningn confesor debe
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IX EL CONFESOR Y LA INTEGRIDAD DE LA CONFESIN MATERIAL

Primer principio: En el sacramento de la penitencia, por lo que hace a la integridad material de la confesin, el papel del confesor consiste en prestar ayuda cuando el penitente es incapaz de cumplir su obligacin. Hoy da no debe el confesor seguir mecnicamente las reglas formuladas por moralistas del siglo x v m o xix tocante a la interrogacin de los penitentes. Sera insensato aplicar a la letra y sin distincin incluso lo que dice sobre este particular san Alfonso, patrn de los confesores. Las ms de las veces tena san Alfonso que habrselas con gentes sin letras, con pastores y pescadores que tenan muy poca instruccin, si es que la tenan, en materias de fe. Prudentemente aplicaba a las exigencias de su tiempo sus ideas acerca del preguntar a los penitentes. Aplicar a la letra e inflexiblemente las mismas ideas en las circunstancias totalmente diferentes del siglo xx sera casi con toda certeza una grave ofensa para los penitentes. En el sacramento, la obligacin de la integridad material afecta principalmente al penitente. El catlico medio de hoy, relativamente bien instruido, sabe que debe confesar todos sus pecados mortales. Creo que podemos decir con seguridad que la mayora de las personas que en Amrica del Norte y en Europa se confiesan con una cierta regularidad (ms de una vez al ao) estn bien convencidas de su obligacin de acusarse en forma materialmente completa. De hecho, muchos hacen ms de lo que es necesario en este punto. 123

El confesor y la integridad material Suponer que la mayora de los penitentes son ignorantes en esta materia, es causa no slo de preguntas ociosas, sino tambin de ofensas innecesarias. Fuera de la confesin tiene el sacerdote la obligacin de instruir a los fieles debidamente sobre la manera de confesarse. Al hacerlo deber referirse al seglar medio con una visin equilibrada entre la integridad material y los otros aspectos del sacramento. A la catcquesis, folletos y hojas que contengan textos ms o menos extensos sobre la manera de hacer el examen de conciencia, y cosas por el estilo, se puede aadir un medio excelente de fomentar el pleno conocimiento de la confesin. Me refiero a la vigilia bblica relativa a la conversin a Dios, o a la celebracin comunitaria del sacramento de la penitencia, con lecturas y una homila que preceda a las confesiones individuales. Segundo principio: Omne factum praesumitur recte factum. Hay una presuncin en favor del penitente, a saber, que al confesar sus pecados lo hace con sinceridad y como es debido. Desgraciadamente, la escrupulosidad o una formacin inadecuada induce a confesores a cometer, por lo menos objetivamente, el pecado de suspicacia. Al penitente slo se le debe preguntar acerca de sus intenciones si hay motivos razonables para hacerlo. Esto es cierto sean cualesquiera los pecados que uno confiese, pero se aplica particularmente a los pecados contra la pureza. El ao 1943, el Santo Oficio eman una severa admonicin contra las preguntas innecesarias acerca del sexto mandamiento. Incluso si el confesor tiene una ligera duda, la presuncin est todava en favor del penitente; no hay que hacerle preguntas. Un penitente que acude al confesonario con confianza, debe ser acogido con confianza. Hay, sin embargo, que distinguir entre los que se confiesan regularmente y los que lo hacen raras veces. Con frecuencia salta a la vista que estos ltimos no estn debidamente preparados para hacer una confesin integral. Muchas veces estos mismos penitentes indican a su manera al confesor que les ayude con preguntas. Por evidente que esto parezca, hay que recordar que la cortesa obliga precisamente en el confesonario ms que en la vida coti124

Tercer principio diana. Desgraciadamente, no faltan ejemplos de confesores que infringen flagrantemente estas reglas. Un ejemplo de este gnero me fue referido por un conocido mo, un caballero inteligente y respetable que ocupaba una posicin de gobierno. Me deca que, debido a su trabajo abrumador, algunas veces slo haca dos confesiones al ao. Sin embargo, todos los domingos iba a misa y a comulgar. Una vez, en una de sus confesiones pascuales, el confesor, al oir que haca algn tiempo que no se haba confesado, sin la menor razn le pregunt si haba cometido pecados de sodoma. Estoy convencido de que, por lo menos objetivamente, el confesor cometi un grave pecado. Ciertamente haba infringido la ley ms elemental de cortesa. Tercer principio: En el sacramento, el confesor tiene la obligacin primaria de mirar por la integridad formal de la confesin. Sera un grave error por parte del confesor preocuparse por la integridad material en detrimento de la integridad formal. El confesor que durante la confesin hace excesivo hincapi en la integridad material puede fcilmente suscitar en el penitente resentimiento o vergenza hasta el punto de retraerse de confesar determinados pecados. Si el confesor teme que la confesin carece de integridad formal, debido a algunas indicaciones dadas por el penitente mismo, podr preguntarle amablemente si desea que se le ayude. Le parece que le haga alguna pregunta? Cree usted que tiene necesidad de que le ayude? Cree usted que ha hecho una confesin completa, o le gustara que le ayudase con algunas preguntas? Esta clase de preguntas seran aceptables en el caso concreto. Si el penitente da a entender que no es necesario, el confesor no debe seguir adelante. Generalmente, sin embargo, cuando el penitente se muestra vacilante e indeciso, si se le hace cortsmente una pregunta discreta que muestre que el confesor quiere ayudarle, la oferta es aceptada con agradecimiento. Sera conveniente que el confesor examinara de tiempo en tiempo su mtodo de preguntar. Una pregunta en buenos trminos y hecha como conviene suscitar una respuesta dcil del penitente. 125

El confesor y la integridad material El penitente no se sentir ofendido si el confesor insina Se ha visto usted tentado a...? Por ejemplo, si, debido a la naturaleza de la confesin o por indicaciones hechas en la misma, sospecha que el penitente est silenciando el hecho de un aborto, podr decirle: Se vio usted tentado a procurar el aborto despus del acto sexual a que acaba de referirse? La pregunta, as formulada, har que el penitente confiese ms fcilmente el aborto, caso de haberse producido, pero al mismo tiempo la manera de insinuarla ser lo bastante inofensiva como para no provocar estupor o escndalo en el penitente. De hecho, podrn darse casos de este gnero, en que el penitente responda: S, padre, tuve esa tentacin, pero no consent. Y con ello habr prestado el confesor un verdadero servicio al penitente ayudndole a descargar su conciencia del hecho de haber abrigado tal pensamiento, aunque no fuera seguido del acto externo. Pero, repitmoslo, es de suma importancia mostrar amabilidad y respeto a la conciencia del penitente. El confesor no debe tratar de imponer al penitente lo que ste no puede comprender o no puede sinceramente aceptar. Aunque una determinada doctrina moral pueda estar clara en su mente, no debe imponer su opinin a un penitente cuya conciencia no ha alcanzado la misma claridad o es incapaz de comprender sus distinciones. Cuarto principio: El sexto mandamiento no es el puncti. punctum

Cuarto principio del confesor. Si el penitente pide al confesor que le pregunte punto por punto, al llegar a la materia de la castidad, debe proceder de lo menos grave a lo ms grave. Por ejemplo, comenzar preguntando al penitente si se ha visto molestado por malos pensamientos, en lugar de preguntarle de sopetn si ha hecho cosas feas. Si el confesor tiene que hablar de acciones (a veces el penitente, si se le da pie, contina por s mismo), comenzar por materias de dificultad bastante corriente, que son relativamente menos vergonzosas. Solamente si descubre que el penitente est profundamente implicado en una vida sexual desordenada, preguntar acerca de otros problemas de naturaleza ms delicada, y aun entonces principalmente con vistas a prestarle la ayuda necesaria para perseverar en el bien. A las Juventudes Obreras Cristianas se les pidi una vez que tomaran nota de lo que oyeran decir sobre los sacerdotes a los empleados de una de las mayores fbricas de Munich. Hallaron que en muchos empleados se reflejaba su gratitud para con el clero en el respeto con que hablaban de l. Sin embargo, uno de los cargos odos con ms frecuencia era que los sacerdotes en el confesonario parecan a veces demasiado curiosos, particularmente tocante al sexto mandamiento. La queja proceda por trmino medio de obreros catlicos, precisamente de los ms devotos. Posiblemente habra sido ms acertado de su parte censurar no tanto la curiosidad de los confesores, sino su falta de formacin. En el pasado se instrua a mucha gente, incluso a los seminaristas, en una forma en que se enfocaba la castidad como si fuera el mandamiento principal. El resultado de aquella encuesta entre los obreros de dicha fbrica es slo un ejemplo de las quejas tan propagadas tocante a cuestiones de pureza. La instruccin del Santo Oficio poniendo en guardia a los confesores contra las preguntas excesivas acerca del sexto mandamiento, fue una de las amonestaciones ms necesarias dadas en estos ltimos treinta aos. Cuntas personas casadas se vean torturadas con preguntas innecesarias en el confesonario! Slo cuando hay buenas razones de dudar de la integridad formal de la confesin, debe el confesor abordar el tema de la pureza. Si el confesor duda si debe o no preguntar en esta materia, vale ms que se abstenga de inquirir. Esto se aplica principalmente a los jvenes sacerdotes. Las gentes parecen ms sensibles y ms moles127

El confesor est obligado a asignar su debido puesto a todos los mandamientos de Dios. Debe colocar los mandamientos dentro del debido marco de las obligaciones primarias: fe, esperanza, caridad, y la virtud de religin. Esto constituye la base de la tica cristiana. El sexto mandamiento slo debe tratarse en relacin con estos aspectos religiosos de nuestra vida. En trminos generales, es un error del confesor comenzar la confesin preguntando acerca del sexto mandamiento, aunque alguna vez, eventualmente, haya tenido que proceder as. El confesor debe procurar que sus palabras acerca de la castidad estn cuidadosamente relacionadas con las virtudes bsicas de la moral cristiana. Al hacer preguntas, la delicadeza debe ser el distintivo 126

El confesor y la integridad material tas cuando son interrogadas en esta materia por sacerdotes jvenes que cuando lo hacen sacerdotes ms experimentados. Quinto principio: Para evitar hacer dao, el confesor puede a menudo estar dispensado de preguntar, aunque tenga buenas razones de dudar de la integridad material de una confesin. Este principio, admitido comnmente por los moralistas, se refiere a las preguntas acerca de cualquier mandamiento. Si las preguntas han de hacer ms mal que bien a la comunidad o al individuo, vale ms omitirlas. Por lo que se refiere a la comunidad, parece indispensable un conocimiento de la psicologa social y de la situacin real predominante en una ciudad o parroquia. A veces se invita a misioneros a predicar en una parroquia, cuyos feligreses, de resultas de anteriores experiencias desagradables con algn sacerdote, son particularmente alrgicos a las preguntas. El misionero tendr el quehacer de descubrir a tiempo tal actitud y de adaptar a ella su mtodo. Recuerdo haber predicado una misin parroquial con un hermano mo en religin que, sin duda alguna, es un hombre prudente. En circunstancias normales no se puede decir que rebase las normas generales sobre preguntas a los penitentes; les preguntaba, sin embargo, y esto haca que los feligreses evitaran su confesonario. La gente, por lo que se vio, estaba escarmentada por anteriores y desagradables experiencias, y al cabo de unas pocas confesiones se propag la voz de que era otro gran inquisidor. Cuando el confesor misionero, o cualquier otro confesor, nota que existe especial tensin entre l y el penitente, har bien en limitar sus preguntas a lo estrictamente necesario, y aun entonces convendr que pida permiso al penitente para hacerle preguntas. No me cabe duda de que en ciertas zonas de Amrica del Sur, en las que el sacerdote puede visitar una ciudad quizs una vez al ao, deber -y expresamente se cuenta con ello ayudar a los penitentes a confesarse recorriendo con ellos los mandamientos y preguntando punto por punto. Si el mismo sacerdote fuera al norte, a una de las grandes parroquias, y usara el mismo procedimiento, seguramente ofendera a muchas personas. La reaccin 128

Sexto principio de los penitentes vara notablemente de una zona a otra aun en un mismo pas. El confesor debe estar pronto a enfrentarse con toda clase de situaciones sociales, ya que la eficacia de su ministerio depende no poco de la manera de reaccionar de la gente. Naturalmente, hay que prestar atencin no slo a las actitudes comunes en una localidad dada, sino tambin a las de cada penitente particular. La actitud de una persona e puede con frecuencia descubrir por su manera de hablar en voz alta, o queda, o titubeando , y a veces hasta por su modo de respirar. Estas cosas dan al confesor una idea prctica del tipo de penitente con que tiene que habrselas, de si la persona es flemtica, sangunea, escrupulosa, nerviosa, meticulosa. Si el confesor est penetrado de gran amor a las personas, si las horas de confesonario no son para l mera rutina, reaccionar instintivamente a todas estas cosas. Si se encuentra en el confesonario frente a una persona excitable, tendr buen cuidado de diferir las preguntas hasta que se haya ganado la confianza del penitente. A veces renunciar incluso absolutamente a hacer preguntas si siente que as dar a la persona ms nimos y le inspirar ms amor al sacramento. Este caso se presentar especialmente cuando el penitente descuide mencionar las veces que ha cometido pecados veniales o mortales dudosos. Si la confesin incluye (con bastante certeza) pecados mortales y no hay circunstancias especiales que dispensen al confesor de preguntar el nmero de veces que se ha cometido el pecado, el confesor podr insinuar cuidadosamente la pregunta en esta forma: Usted ha confesado humildemente estos pecados, pero quizs haya olvidado que hay que confesar tambin su nmero aproximado. Puedo preguntarle si sucedi eso una sola vez o quiz ms de una? Pero con frecuencia convendr ms no preguntar en absoluto. Sexto principio: Con frecuencia, los pecados internos estn confesados implcitamente en la confesin de los pecados externos. El confesor no debe preguntar cosas que estn ya implcitas en el contexto. Este principio se aplica en los ejemplos siguientes. Si alguien confiesa que ha ofendido gravemente diversas veces a una persona 129

El confesor y la integridad material diciendo de ella cosas inconvenientes, el confesor puede estar seguro de que el penitente ha tenido tambin pensamientos poco caritativos acerca de dicha persona. O si un penitente confiesa que ha cometido adulterio cinco veces, el confesor puede estar cierto de que el penitente ha fomentado malos pensamientos todava con ms frecuencia. Hay que confesar los pecados de pensamiento y de deseo, pero stos pueden estar, y con frecuencia estn implicados en la confesin de los pecados externos. El problema se presenta cuando no se confiesan pecados externos. Hasta dnde precisamente puede y debe el confesor extenderse en preguntas sobre pecados internos? Si el penitente es buen cristiano, hecho que por lo regular se revela en la confesin, hay que presuponer que no ha consentido voluntaria y deliberadamente con malos pensamientos. En tal caso ser imprudente hacerle preguntas acerca de pecados internos. Si el penitente es un cristiano flojo, cosa que resulta tambin de la confesin misma, y si hay razones para dudar de la integridad formal, el confesor, una vez que note que no ha confesado pecados externos, podr a veces recordarle que hay obligacin de confesar tambin los malos pensamientos, deseos e intenciones que se han abrigado voluntaria y deliberadamente. Pero en general vale ms abstenerse de preguntar. Sptimo principio: Si es necesario preguntar, pero se dispone de poco tiempo, las preguntas necesarias y tiles para la contricin, propsito de la enmienda y provecho espiritual futuro del penitente deben prevalecer sobre las relativas a la integridad material de la confesin. Si el confesor se preocupa demasiado por la integridad material, se expone a que se le escape la oportunidad de hablar con el penitente sobre las materias que daran nueva orientacin a su vida espiritual, especialmente de interrogarlo sobre la fe, la esperanza y la caridad. La mejor enseanza tradicional ha insistido siempre en este punto. El padre Francis Connell, por ejemplo, aconsejaba a los confesores que siguieran una lnea justa y moderada, evitando tanto la exactitud exagerada como una laxitud injustificable en la bsqueda de la integridad material (Spiritual and Pastoral Con130

Sptimo principio ferences to Priests). En lugar de perder tiempo y energas en asegurar la integridad conforme a reglas teolgicas exactas, y a veces demasiado exactas, sera ms recomendable excitar en el penitente sentimientos de profundo dolor y de confianza en la misericordia de Dios, e invitarlo a unirse con el confesor para glorificar a Dios salvaguardando la justicia y la misericordia. La ms noble misin del sacerdote, a saber, la de infundir goza y paz, no debe verse obstaculizada por una preocupacin meticulosa acerca de una integridad material mal entendida. El confesor debe conocer sus diferentes papeles y responder a las exigencias de cada uno con gran sensibilidad para con el penitente particular. Esto no excluye la necesidad de hacer preguntas, pero los diferentes papeles del confesor como mensajero de paz, como maestro de la nueva ley, como servidor del sumo sacerdote Jesucristo, le harn recordar que su meta suprema es la conversin del penitente y su progreso como ser individual y social. En el caso de un penitente invenciblemente ignorante, al que no se puede instruir en un punto determinado, el confesor podr recomendarle o sealarle alguna lectura espiritual. Si hay razones de sospechar que el penitente se halla en ocasin prxima de pecado, el confesor podr decirle: No tengo la menor duda de que ha hecho usted una buena confesin. Quiz me permita usted hacerle una pregunta a fin de asegurar que est usted en vas de progreso: hay en su vida alguna dificultad especial de la que usted gustara hablar? Mucho depende de la forma de hacer las preguntas. En el caso de una persona que se ve que est bien dispuesta, el confesor puede seguir un procedimiento ms positivo y directo presentando un plan para el progreso espiritual del penitente. Puede, por ejemplo, preguntarle: Ha hecho usted algn intento, hasta ahora, para mejorar su ambiente? Qu cree usted que podra hacer entre sus amigos y vecinos para ayudarles a formarse una opinin mejor en punto a religin y moralidad? El confesor puede inconscientemente olvidar de remontarse hasta las races de los problemas. Voy a explicarme. Una muchacha de elevada condicin social confes que se haba provocado un aborto. Su historia, a lo que pienso, distaba mucho de ser nica. Haba pecado con un joven que por entonces le pareca que iba a casarse 131

El confesor y la integridad material con ella. Pero la historia cambi de repente de cariz. Cuando la muchacha descubri que estaba embarazada, corri a su madre para preguntarle qu tena que hacer. La madre no le respondi una palabra, limitndose a encogerse de hombros. Esta reaccin dej en un principio confusa a la muchacha, que pens que su madre no haba quiz odo bien lo que le haba dicho. Volvi a hacerle la misma pregunta. La madre volvi a encogerse de hombros. Esta vez comprendi la muchacha. Se convenci de que si llegaba a tener un hijo, su madre no tena la menor intencin de ayudarla. En esta situacin le pareci que no tendra oportunidades de criar convenientemente al nio. Se march y se hizo practicar el aborto. En este caso la madre de la muchacha era ciertamente mucho ms responsable del crimen que ella misma. Por esto creo que es ms importante aprovechar la debida oportunidad para preguntar a las madres qu clase de consejos dan a sus hijas acerca del control de la natalidad, que hacer a las hijas la misma pregunta. Pero ms que preguntar en el confesonario es conveniente procurar instruir a los fieles fuera de l. Tanto la sociologa como la teologa pastoral modernas, a la luz de la Constitucin sobre la Iglesia en el mundo moderno, reconocen la importancia de una sana opinin pblica. Todo cristiano debera considerar como su propio quehacer el de contribuir a modificar una opinin pblica errnea. Por esta razn es conveniente que el confesor pregunte a veces al penitente si apoya ciertas ideas equivocadas o cmo reacciona cuando oye a otros defenderlas. En general, las gentes no creen que stos sean puntos que hayan de ventilarse en la confesin. Muchas personas piadosas podran confesar algo ms que el distraerse mientras rezan. A las abuelas y a otras personas de la familia se les debera ensear la manera de hablar de materias como el matrimonio, las familias numerosas y el sexo. Propendemos a pasar por alto la importancia de una educacin apropiada en este sector. Naturalmente, el confesor debe obrar con prudencia al atraer la atencin sobre este punto, pero si el penitente es piadoso y tiene respeto al confesor y muchos lo tienen ciertamente, ste no tiene por qu temer que la persona se sienta ofendida o que se aleje de la confesin. La regla ha de ser: preguntar a los que muestran que
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Sptimo principio pueden soportarlo. Pero aun en estos casos deber el confesor preguntar con el mayor respeto. No pocas veces, cuando estos penitentes, respondiendo a la pregunta del confesor, dicen que han faltado contra la Iglesia tocante a la manera como han hablado, o han dejado de hablar de ciertas cosas, su falta es principalmente de inadvertencia. Entonces el confesor, al recordarles su obligacin, les proporciona un nuevo medio de progreso. Este tema me recuerda el da en que me encontr con un amigo, con el que haba pasado cierto tiempo en Rusia. Ambos estbamos encantados de encontrarnos, y mi joven amigo se apresur a hablarme de su buena esposa y de sus tres hijos maravillosos. Mientras me contaba las gracias de sus nios y las cosas que decan y hacan de repente se sinti deprimido y me dijo que su mujer no poda tener ms hijos. Le pregunt si se trataba de una cuestin de salud. No, me dijo, los dos gozamos de perfecta salud. Ni tampoco se trata de dinero. Estamos en bastante buena posicin. Se trata exactamente de mi madre. Le meti tales cosas en la cabeza a mi mujer despus del segundo parto y sobre todo despus del tercero.... La madre del joven marido haba odo algunas con- > versaciones de vecinos que decan que su hijo no saba dominarse y que as su mujer estaba embarazada casi cada ao. Teniendo motivos, como tena, para estar orgullosa, se senta ms bien avergonzada. De resultas de tales habladuras, pona en guardia con cierta violencia a su hijo y a su nuera para que no tuvieran ms hijos. Es catlica su madre?, le pregunt. Ya lo creo, me respondi, es muy buena catlica. Va a misa y a comulgar varias veces por semana y nunca descuida los primeros viernes. Si mi amigo se hubiese dado al menos cuenta de su obligacin de instruir a su madre, o su madre de su obligacin de instruir a sus vecinas charlatanas... Recuerdo una historia parecida de otro amigo, pero cuyo desenlace, afortunadamente, fue muy diferente. Aquel joven marido y su mujer tenan seis hijos. Me cont que su suegra armaba un escndalo terrible despus del nacimiento de cada hijo, sobre todo a partir del tercero. Llegaba, en efecto, hasta a amenazar con no volver a ver a la familia si volva a tener otro hijo antes de que pasaran dos aos. Est bien, le dijo, ya sabe usted que ha sido 133

El confesor y la integridad material siempre bienvenida en nuestra casa. Pero si sigue hablando de esta manera, entonces tendrn que cambiar las cosas. sta es mi familia, y si Dios sigue dndonos ms hijos, los recibiremos con alegra. Naturalmente, la suegra, molestada por tal franqueza, se mantuvo alejada por algn tiempo. Sin embargo, cuando al fin volvi a reanudar las visitas y se encontr con los nuevos miembros de la familia y sinti cario por ellos, tuvo que reconocer que de todas las casas de sus hijos que frecuentaba, ninguna le encantaba tanto como aqulla. De hecho se lamentaba pensando, que sus otros hijos e hijas que slo tenan un hijo o dos, se hallaran mucho mejor si tuvieran familias ms numerosas. Notaba que sus otros nietos estaban demasiado mimados. Este mismo amigo me refiri un eplogo bastante interesante de esta historia. Aunque no lo deca l mismo, por esta relacin saltaba a la vista cuan bien haba formado a sus hijos ensendoles a apreciarse mutuamente. Varias veces al ao reciban las visitas de sus diferentes tos y tas, con sus respectivas familias. Muchas veces oy a sus sobrinos y sobrinas hacer alarde ante sus propios hijos de los numerosos regalos que haban recibido en navidad y en sus cumpleaos, como saben hacerlos los nios. Ahora bien, en una visita de navidad, uno de sus sobrinos, hijo nico, delante de toda la familia y de los parientes embromaba a uno de los hijos de aquel hombre porque haba recibido tan pocos juguetes, mientras que l no acababa de enumerar sus regalos. De repente se lanz a la liza el hijo mayor de mi amigo. El padre me contaba que nunca podra olvidar lo orgulloso que se sinti cuando oy decir a su hijo: S, pero nosotros tenemos un Bernardo, una Mara, y cinco hermanos y hermanas. Esto vale ms que un montn de juguetes. Es cierto que en el pulpito se puede inculcar la obligacin que todos tenemos de formar una opinin pblica ms sana acerca de la doctrina cristiana, con mayor eficacia y amplitud que en el confesonario. Sin embargo, si los sacerdotes, con sus sermones y misiones, han llamado la atencin del pueblo acerca de la oportunidad de este apostolado, tanto ms fcilmente podr el confesor recordar sus deberes a los penitentes. Para terminar voy a proponer una regla general, cuyo alcance no querra limitar a los penitentes cuya confesin pudiera ser mate134

Sptimo principio rialmente incompleta: si el confesor debe prudentemente renunciar a hacer preguntas necesarias para la completa integridad material de la confesin, deber compensar de alguna manera esta omisin. Una compensacin particularmente provechosa puede consistir en educar al penitente con vistas a una mayor responsabilidad en el apostolado, y especialmente en la formacin de una buena y sana opinin pblica acerca de la doctrina de la. Iglesia. Si hay buenos penitentes que reconocen y cumplen esta obligacin, entonces sern muchos ms los que se den cuenta de lo que es pecado y de lo que tienen que confesar. En una palabra, el sacramento de la penitencia desempear un papel todava mayor en la conversin de los hombres a Jesucristo.

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X LA FORMACIN DE UNA CONCIENCIA CRISTIANA

Vamos a dividir este captulo en tres partes: 1) una explicacin de lo que significa el trmino conciencia juntamente con principios bsicos derivados de este concepto; 2) la formacin de la conciencia en relacin con la fe de una persona; 3) la formacin de la conciencia como conocimiento y como fuerza creadora.

Significado de conciencia El trmino conciencia tiene hoy un significado ms amplio que el antiguo trmino escolstico de conscientia. En la terminologa escolstica, el trmino conscientia se refera sencillamente al juicio de una persona acerca de cmo debe proceder aqu y ahora si quiere' agradar a Dios. El trmino moderno de conciencia comprende esta nocin y tambin el concepto escolstico de synteresis, es decir, la disposicin que capacita, y de hecho apremia, a una persona para que se forme un juicio correcto y obre conforme a l. En este sentido la conciencia se refiere a algo ms que al acto individual. Es la capacidad fundamental del hombre, de determinar y experimentar dinmicamente sus obligaciones para con Dios, o una capacidad que permite al hombre comprender la llamada de Dios y responder a la misma. Este llamamiento se percibe generalmente a travs de la enseanza y del testimonio de la Iglesia, de las necesidades de nuestro prjimo, de los dones que Dios ha otorgado a 137

La formacin de una conciencia cristiana cada uno. Si es ya un mal trastornar un acto particular de conciencia, es decir, formarse un juicio errneo en una situacin particular, todava es mayor mal trastornar o destruir la conciencia en cuanto disposicin o facultad y capacidad moral. Los tomistas enfocan esta capacidad conocida como conciencia desde un punto de vista diferente del de la escuela agustiniana (que incluye a san Buenaventura). Mientras que muchos tomistas subrayan el papel de la inteligencia en la obra de la conciencia, los agustnianos insisten ms en el papel de la voluntad. Los tomistas consideran la conciencia como la capacidad o facultad de tener una visin correcta de lo que es bueno, como una serie de principios evidentes por s mismos. Los agustinianos, que afirman la primaca del amor en su anlisis de lo que es el hombre, sostienen que la conciencia es el fondo mismo del alma 0a ms profunda scintilla animae). Esta facultad del hombre es la que es dirigida y afectada por el ordo amoris, el orden de los valores, del amor. Es el canal por el que Dios, como amor infinito, se comunica con el individuo, deseando hacerlo partcipe de este amor. La diferencia entre estas dos escuelas y corrientes de pensamiento no es tan grande como podra parecer a primera vista. Los buenos tomistas, aunque subrayan la funcin del intelecto, no quieren negar que el juicio prctico de la conciencia comprenda un acto del corazn y voluntad del hombre. Y los agustinianos, en su mayor parte, reconocen que la conciencia no es un mero acto de la voluntad sola y del corazn. Ambas corrientes ven en la conciencia un acto del hombre entero. La conciencia despierta al hombre, lo levanta desde lo ms hondo de su ser y lo impele hacia el bien real. Produce una bsqueda conjunta del bien por el entendimiento y la voluntad, como facultades no meramente yuxtapuestas, sino integradas internamente. El hombre est hecho a imagen de Dios en la mente, en la voluntad y en su capacidad de amar. Pero el hombre refleja mejor y ms perfectamente esta imagen cuando el penetrante deseo de conciencia que brota de su ser une la inteligencia, la voluntad y el amor y trata de mantenerlos unidos en el descubrimiento diario del bien. En Dios, pese a la distincin de las personas, hay unidad absoluta entre la Palabra y el Espritu de amor. El hombre ha sido crea138

Principios bsicos do a imagen y semejanza de Dios, y l tambin goza, idealmente, de esta unidad de su ser, aunque de manera finita, en su bsqueda del bien. No obstante, en el hombre puede haber repugnancia por parte de la voluntad a unirse con la inteligencia moral. Adems, el hombre puede ser todava ms desemejante de Dios por cuanto su corazn y su voluntad pueden extraviarse. Por consiguiente, la formacin de la conciencia no puede restringirse a la mera instruccin intelectual. La formacin de la conciencia implica la personalidad entera, una personalidad que, mediante su unidad interna, d testimonio del misterio de la unidad en Dios mismo. En esta formacin no se pueden descuidar las emociones, la afectividad. La afectividad promueve la unidad entre la inteligencia moral y la voluntad moral. La eficacia del confesor en ayudar al penitente a formarse debidamente la conciencia depender, en gran manera, del grado de integracin de la personalidad del confesor mismo y tambin de su comprensin de la necesidad de una actitud integrada. Debe educar al penitente para que busque en su vida una unidad de inteligencia, de voluntad y de corazn. Nunca podr contentarse con proporcionar slo un conocimiento de lo que se debe hacer. Debe ms bien buscar una manera tal de infiltrar conocimiento, que la voluntad toque la scintilla animae, lo ms profundo y recndito del corazn. Esto lo llevar a cabo ayudando al penitente a traducir la nueva informacin en trminos personales, hallando aplicaciones de los valores propuestos a la vida diaria del penitente. Slo as se sentir el penitente atrado por esta verdad.

Principios bsicos Si el confesor desea que el penitente se forme debidamente la conciencia, l mismo debe dar testimonio del amor fundamental de Dios y del prjimo. Una persona que no ama, sufre de una especie de ceguera espiritual. No puede ver ni apreciar la verdad bsica de que todas las cosas reflejan el amor trinitario de Dios. El amor es la realidad mgica que devuelve la vista. El confesor que, falto de este amor, 139

La formacin de una conciencia cristiana dirige a los penitentes podr asemejarse a un ciego que gua a otro ciego. Aunque uno conozca todas las soluciones casusticas de los problemas teolgicos, no podr nunca aplicarlos eficazmente a la vida real si carece de amor. Podr, s, instruir la inteligencia de otros, pero no podr ayudarles a formarse una conciencia en sentido pleno. Si un confesor tiene una conciencia debidamente formada trmino que implica la nocin de synteresis , no slo tendr un juicio maduro en su propia vida cotidiana, sino que adems comunicar a los otros mediante su actitud integral la gran realidad del verdadero amor. Sintindose atrado por el bien en lo ms ntimo de su ser, aportar al penitente la buena nueva del amor de Dios que todo lo abarca, de tal forma que ste sienta el gozo y la paz del sacramento y se sienta a la vez movido en lo ms profundo de su ser. La conciencia y el Evangelio El confesor debe convencer al penitente de la necesidad de seguir buscando una ms plena inteligencia de la vida religiosa y moral. Si uno slo piensa en lo que debe hacer para evitar el pecado mortal, revela todava una mentalidad de esclavo, de alguien que no ha alcanzado la libertad propia de la ley del Nuevo Testamento. No gozar de los frutos de la libertad hasta que aprenda el nuevo modo de vida contenido en el Evangelio. Este aprendizaje se refiere a mucho ms que a reglas aisladas de casustica. Uno debe tratar de comprender cmo puede agradar a Dios, cmo puede expresar su fidelidad a la nueva ley, la ley total del amor de Dios y del prjimo, en todas las cosas, mediante todas las virtudes y mediante el cumplimiento de todos los mandamientos. En una palabra, debe tratar de comprender el sentido de la fe y sus exigencias.

Responsabilidad personal y comunitaria Para la formacin de la conciencia no basta simplemente con conocer principios abstractos. Una virtud tpicamente cristiana es la vigilancia y la atencin a la oportunidad presente. Este concepto del kairos, de la hora de la gracia preparada por Dios, es uno de los ms profundos conceptos bblicos. Dios revela al cristiano las necesidades de los otros y le otorga dones especiales con que aliviar estas necesidades. Pero slo con vigilancia puede uno percibir la llamada y la exigencia del momento. Cristo, en su propia vida, habl de su hora como no llegada todava o como llegada ya. Con frecuencia exhort a sus discpulos a estar vigilantes y prontos. La parbola de las vrgenes prudentes y de las necias es un llamamiento a esta vigilancia. Para la formacin de la conciencia en el sentido ms pleno se debe apreciar el hecho de que Dios ha preparado las presentes oportunidades para hacer el bien. As pues, una conciencia cristiana significa una atencin amorosa a las necesidades presentes de la comunidad y del prjimo.

Responsabilidad personal y comunitaria La conciencia cristiana no implica una aplicacin mecnica de reglas generales. Significa, por el contrario, que uno trata de percibir en lo ms ntimo de su ser lo que actualmente quiere Dios de l en la comunidad de la Iglesia, en la familia, en la sociedad, en los contactos de persona a persona. Se cuenta con que su reaccin sea una funcin de los dones individuales que le ha otorgado Dios. Todos los dones individuales son otorgados para el bien comn, para la comunidad o para la vida comn, para el logro en comn de la salvacin. Se puede decir que uno tiene una conciencia cristiana si enfoca sus problemas morales, y sobre todo su relacin con sus prjimos, desde el punto de vista de los dones de Dios, dones que procura usar para el mayor provecho de la comunidad. El quehacer constante del confesor debe consistir en educar al penitente para que viva conforme a su conciencia. La gran tentacin de nuestros das es la de ceder ciega o instintivamente a las 141

Atencin al kairos San Pablo expresa en la carta a los Efesios una actitud fundamental de la conciencia cristiana: Aprovechad bien el momento presente (5, 16).
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La formacin de una conciencia cristiana normas del ambiente, o al estilo de vida fomentado en la grande o en la pequea pantalla. Hoy da, el cine y la televisin ejercen un influjo tremendo en muchos de nuestros jvenes. Se enfrentan constantemente con el mundo del celuloide, que da la preferencia a la belleza y placeres del cuerpo. Y lo que todava es peor: no pocos de estos hroes del celuloide representados por los actores son, o bien individuos violentos, o bien sencillamente amantes desaprensivos, y las cmaras se arreglan para captar nicamente los efectos cmicos de sus aventuras. Hay, por tanto, apremiante necesidad de ayudar a las gentes a formarse una conciencia madura. La persona que tiene una conciencia cristiana bien formada experimenta la libertad de los hijos de Dios. Esta experiencia lo fortalece contra la mediocridad y el egocentrismo y la ayuda a defenderse para no caer vctima de los descarriados criterios del ambiente. Tal persona reconoce que su aportacin a su ambiente servir al bien comn nicamente en tanto conserve su propia personalidad y viva en conformidad con su propia conciencia de cristianismo.

Fe y oracin Su singularidad como persona se expresar en una atencin ms desarrollada y responsable al bien comn. .< Fe y oracin La formacin cristiana de la conciencia est basada en el espritu de fe. San Pablo escribe: Quod non est ex fide, peccatum est (Rom 14, 23). Estas palabras podramos traducirlas as: Todo lo que no procede de la conviccin de conciencia, es pecado. El juicio de conciencia debe brotar de las profundidades de la propia fe. De ah que los cristianos deban ser gente de oracin. Slo aquel que busque habitualmente la gua de Dios mediante la oracin conocer exactamente lo que Dios quiere de ella: Vigilad, pues, y orad. Slo la oracin puede hacernos sensibles a las posibilidades apostlicas de la situacin presente. Para recibir ayuda y gua de arriba se requiere la oracin. Ahora bien, la verdadera oracin no se reduce a la mera repeticin de frmulas o a un culto tributado a Dios con los labios. En la oracin se medita sobre la admirable ley de nuestro Dios y sobre la buena nueva de Jesucristo. Una persona entregada a la meditacin puede comprender la llamada de la fe en la vida. Por esta razn, una formacin tpicamente cristiana de la conciencia incluye un esfuerzo por profundizar la propia fe. Recordemos una vez ms que no nos referimos a meros artculos abstractos de fe, que se pueden aprender de memoria, sino a una inteligencia real y gozosa de la fe. Gozosa, porque pertenece a la conciencia del hombre entero. Esto presupone la gran importancia de la reaccin emocional, pero slo como parte de una personalidad bien equilibrada. La emocin y la inteligencia llevan adelante el dinamismo engendrado por su mutuo contacto. Pero aisladamente, este dinamismo no tardar en extinguirse. El que tiene verdadera conciencia no slo comprende, sino que siente realmente su compromiso con Cristo, y guiado por la fuerza de esta conviccin inicia un proceso de perpetua accin y reaccin, en el que las convicciones inspiran acciones y las acciones fortalecen las convicciones. 143

Signos de discernimiento Todos los criterios de verdadera moralidad o de vida verdadera deben en definitiva reducirse a esto: Aporto yo una contribucin positiva a la vida comn de la comunidad o de la sociedad en que vivo y a la Iglesia en general? (Cf. 1 Cor 12; Ef 4; Gal 5, 19-24.) Si el confesor desea ayudar a su penitente a formarse una conciencia cristiana, debe ensearle a distinguir entre un amor egosta y un amor de Dios y del prjimo que lo lleve a olvidarse de s. Slo el que ama desinteresadamente buscar sinceramente la voluntad de Dios. Al crecer en el gozo de la fe y en el conocimiento de la revelacin, buscar nuevos medios de dar expresin a este crecimiento en su vida cotidiana, sin arredrarse ante el sacrificio que esto le imponga. Si la fe del penitente en la vida eterna le hace atento a las oportunidades presentes para la prctica de la virtud, entonces el penitente responde fielmente a la descripcin del discpulo vigilante. 142

La formacin de una conciencia cristiana No es ninguna novedad decir cuan necesario es que el confesor sea un hombre de una pieza, que su vida de oracin alimente su fe, su fe acreciente su gozo, su gozo sea tan desbordante que influya en la vida de su penitente y de rechazo le mueva a l. Dado que la palabra de la paz mesinica debe ser comunicada al penitente con una cierta solemnidad, importa tambin que llegue al penitente inflamada por el calor de un corazn lleno de gozo.

Profundizar el sentido de la contricin en hacer un acto de contricin, un acto de confianza en Dios despus de cada cada, podemos estar seguros de encontrarnos en el cielo. El papa Juan, en su Diario, escribe en forma conmovedora acerca del inmediato recurso a la contricin. Deca que si, cuando haba faltado a Dios en alguna manera, haca rpidamente un acto de contricin, notaba que poda obrar con alegra como si hubiese recibido un beso de Jess. Aparte de que esto est en conformidad con la mejor tradicin de la espiritualidad de la Iglesia, es una de las expresiones ms prcticas de la espiritualidad del papa Juan.

Profundizar el sentido de la contricin Todava no he alcanzado la perfeccin, sino que sigo corriendo por ver si alcanzo a Cristo Jess, como l me ha alcanzado a m (Flp 3, 12). Cuanto ms se acerca uno a Dios, tanto ms se hace cargo de sus muchas imperfecciones. La condicin del hombre es la de un viajero que camina hacia un horizonte de perfeccin cada vez ms alejado. Nadie de nosotros puede asegurar que su conciencia est perfectamente formada, ni siquiera un moralista con sus miles de pginas de principios y de casos. El conocimiento no garantiza la buena voluntad. Ni la buena voluntad puede tampoco sustituir el conocimiento. Nuestra naturaleza suspira por la perfecta armona entre inteligencia y voluntad. Cuando hay cisma entre estas dos facultades, se convierte uno en una especie de esquizofrnico espiritual. No se debe tardar en poner remedio a esta situacin. En la prctica, el confesor debe urgir al penitente para que cada vez que haya oposicin entre su inteligencia y su voluntad, cada vez que el penitente caiga por haber rehusado una gracia, recurra inmediatamente a un acto de contricin. Una verdadera formacin de la conciencia implica este profundo sentido de contricin en un humilde encuentro con Jesucristo. No poco se puede aprender acerca del penitente si el confesor le pregunta: Cuando cometi usted estos pecados pens siempre en hacer un acto de contricin? Nosotros mismos podemos estimularnos juntamente con los penitentes: Si ponemos cuidado 144

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XI GUIAR LA FORMACIN DE LA CONCIENCIA

A veces, debido a defecto de formacin, algunos penitentes parecen preocuparse nicamente por saber si un pecado que han cometido es mortal o venial. Se muestran sorprendidos al oir decir al confesor que no puede darles una respuesta definitiva acerca de la culpabilidad subjetiva de un acto particular. Cuando se presentan tales penitentes debe el confesor aprovechar la ocasin para ayudarles a formarse la conciencia para en adelante. Esta formacin incluir, no slo la consideracin de la gravedad de un acto, sino todava ms una orientacin para el futuro a la luz de los magnficos aspectos del sacramento, tales como el perdn de Dios y el amor del prjimo. Sin embargo, la formacin de una conciencia madura incluye la presentacin de ciertos criterios para determinar la gravedad del acto. Para juzgar de la gravedad de la ofensa, debe el penitente determinar ante todo cul era su actitud fundamental al momento de cometerla. En aquel momento antepuse yo a Dios consciente y deliberadamente mi propio egosmo o alguna cosa creada? Sent que me separaba deliberadamente de Dios? Me di plena cuenta de que resista a la voluntad de Dios? Esto puede suceder a veces, aunque el acto externo en s mismo sea una ligera violacin de la ley de Dios, si la actitud interna de la persona es una firme declaracin de desprecio de la voluntad de Dios. Tal actitud interior (la opcin fundamental) hace que sea grave la ofensa. Si el penitente se declara inocente de una actitud contumaz, 147

Guiar la formacin de la conciencia entonces los criterios pueden inducirle a considerar la importancia relativa de la accin misma. De esta manera slo se puede obtener una apreciacin vaga de la culpabilidad, dado que mltiples factores contribuyeron a hacer de tal accin lo que fue en realidad. Dnde est exactamente la lnea divisoria entre el pecado mortal y el venial? A esto no se puede dar una respuesta tajante. Los lmites entre el pecado mortal y el venial varan de penitente a penitente, y hasta en el mismo penitente varan de una vez a otra. En efecto, el penitente no siempre presta la misma atencin ni se da la misma cuenta de la gravedad de sus acciones frente a la santa voluntad de Dios. Una de las glandes tradiciones de la Iglesia sostiene que la razn fundamental de que una ofensa a Dios pueda ser un pecado ligero, no es precisamente la relatividad de la materia, sino la deficiencia de la naturaleza del hombre, de la que se sigue la imperfeccin de su conocimiento y la fragilidad de su voluntad. Un ngel no puede cometer un pecado venial. Un ngel ve de golpe todo lo que la santa voluntad de Dios le exige o le ordena. En este caso una negativa constituira una negativa total a la voluntad de Dios. Los padres de la Iglesia ensean que Adn no pudo en un principio cometer un pecado venial. Su primer pecado tuvo que ser mortal, dicen, a causa de su extraordinario grado de libertad. En una discusin sobre la mentira plantea san Agustn esta cuestin: Puede la mentira de un hombre perfecto ser un pecado mortal? l, y tras l otros muchos telogos, se inclinan a pensar que un hombre perfecto en el conocimiento y en la libertad vera claramente que tal mentira no puede conciliarse con el amor de Dios y sus exigencias. Y as sera una ofensa grave. Sin embargo, un hombre corriente que por lo general tenga buena voluntad no comete un pecado mortal cuando la materia es relativamente leve. Tambin la edad puede ser un factor que determine si un pecado cometido es mortal o venial. El confesor no ha de medir las transgresiones de los nios con el mismo rasero que las de los adultos. Mi opinin personal es que un nio, por regla general, no comete pecado mortal antes de la edad de doce o catorce aos. Esto no quiere decir, sin embargo, que todas las acciones morales de los nios hayan de ser ignoradas por el confesor. Con toda pro148

Guiar la formacin de la conciencia babilidad, estas acciones proporcionarn la pauta para futuras decisiones morales, por lo cual se debera retraer cuidadosamente ai nio de hbitos censurables y darle una direccin que le aprovechara mejor para el desarrollo de la libertad y satisfaccin moral. La cuestin de si un acto particular es pecado mortal o venial se suscita con frecuencia cuando el penitente desea saber, no ya si ha pecado mortalmente en el pasado, sino ms bien si puede cometer el mismo acto en lo sucesivo sin temor de incurrir en pecado grave. En una palabra, el penitente espera poder eludir las exigencias de la voluntad de Dios sin cometer un suicidio moral. Esta actitud es verdaderamente peligrosa. Esquivar deliberadamente la santa voluntad de Dios equivale a huir de la plenitud misma de la vida. El nico refugio de una persona en tal fuga ser el puro legalismo. Librndose as de Dios, se esclaviza a la ley. Con amabilidad, pero con firmeza, se debe procurar que tal penitente reforme su estructura mental. Hay que hacerle comprender que la cuestin no debe ser Es esto pecado mortal?, sino Es sta la debida respuesta a la amorosa voluntad de Dios?. A veces un penitente preguntar si un acto es pecado mortal o venial porque tiene dudas reales y sinceras, y sobre todo no est seguro de si est obligado a confesarse antes de comulgar. Esto no plantea gran problema al confesor. Si el penitente es una persona de buena voluntad, una simple duda sobre si ha pecado o no gravemente no debe retraerlo de recibir la comunin. Se dan ocasiones en que el penitente puede sufrir de una conciencia perpleja. En una situacin dada ha podido parecerle que todas las opciones que se le ofrecan implicaban pecado, mortal o venial. En su ansiedad juzgaba que una eleccin determinada implicara slo pecado venial, y as optaba por el menor de los males. Si el penitente no vea solucin mejor, no es culpable de pecado alguno en absoluto. Crea, en efecto, que no era libre de elegir sino el pecado. Para ayudar a tal penitente, el confesor debe formarse una idea clara del caso en cuestin y mostrarle que en este caso, como en todos los dems, una persona puede siempre elegir una manera buena de proceder sin verse nunca forzada a elegir el pecado, ni mortal ni venial. Se trata de ayudar al penitente a adquirir una mejor inteligencia de la moral y de la ley. 149

Formacin eclesial de la conciencia Santo Toms discute el caso de la absolucin de uno que habiendo confesado un pecado de odio o de enemistad contra su prjimo, vuelve luego a su misma actitud pecaminosa que pugna contra su anterior detestacin de dicho pecado. Permanecer perdonado su primer pecado? Responde que lo que Dios ha perdonado una vez, queda perdonado, pero que todo el grave peso de su pecado pasado y hasta el mismo perdn de Dips pesa sobre la renovada actitud de odio 1 . Nuestro Seor ilustr este mismo punto en la parbola del buen rey y del siervo despiadado (Mt 18, 21-35). Hay, pues, que procurar que el penitente se d cuenta de que su experiencia de la bondad de Dios es la que le obliga a un amor ms grande, misericordioso y paciente del prjimo. Lo primero que rige la vida del penitente es la gracia, es decir, la accin graciosa de Dios en el alma, en el corazn y en la mente del hombre. De aqu se sigue que l hace lo que tiene que hacer como respuesta a los dones de Dios, y en vista de la presente manifestacin de la bondad divina, as como de su esperanza final, la vida eterna y la plena revelacin. No est bien celebrar la liturgia de este sacramento sin llamar la atencin del penitente hacia esta realidad. La exhortacin del confesor se reducira a un puro moralismo divorciado de la accin sacramental de Cristo y difcilmente contribuira a la formacin de una conciencia cristiana madura.

Formacin sacramental de la conciencia La formacin de la conciencia por parte del confesor debe ser constructiva. El sacramento, al destruir los efectos de pecados pasados, ha de ayudar tambin a destruir el afecto a tales pecados mediante profunda contricin y firme propsito de enmienda. Un sentido cada vez mayor de la caridad y de la responsabilidad social ha de reemplazar las aficiones pecaminosas. En efecto, la formacin de la conciencia debe ir siempre guiada por el principio de que todos los dones de Dios son otorgados con vistas al bien comn, no con vistas a una bsqueda egocntrica de la salvacin o de la perfeccin. Un confesor que limitara su quehacer a catalogar pecados y obligaciones, practicara un moralismo de la peor laya. Como mensajero de paz que es, deber ms bien presentar claramente al penitente el admirable inters y actividad de Dios en el conjunto de la vida cristiana: lo que ha hecho en el sacramento del bautismo, lo que lleva a cabo en el sacramento de la confirmacin, lo que otorga en el sacramento de la eucarista, cmo restablece y fortifica la vida de gracia en el sacramento de la penitencia. La gracia de Dios ofrece al cristiano ms que una mera ayuda para cumplir los mandamientos. Mediante la accin del Espritu Santo, esta gracia purifica el corazn y los motivos y la voluntad del hombre, y fomenta una respuesta sacramental, agradecida, en la vida del penitente. Pero para que la gracia produzca tal respuesta, hay que hacer que el penitente se percate de que Dios lo ha librado de las ataduras del pecado ofrecindole en su lugar los vnculos libertadores de amor y de gratitud. La formacin sacramental de la conciencia debe orientarse especialmente hacia el perdn y el amor de los enemigos. Porque nuestro Seor dice:
Si amis a los que os aman, qu recompensa tendris? .. Sed perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial (Mt 5, 46-48).

Formacin eclesial de la conciencia La doctrina que ensean los sacerdotes no es propia de ellos. El sacerdote no tiene derecho a adaptar la teologa moral a su modo personal de ver las cosas. En el confesonario, el sacerdote representa a la Iglesia. Su consideracin primaria debe ser la de si l se mantiene fiel a las enseanzas de la Iglesia, incluso si su direccin de un penitente le humilla a la vista de sus propias deficiencias. El no tener xito en el confesonario no indica necesariamente un fallo del confesor, una respuesta insuficiente por su parte a la
1. Suma teolgica, m, 88, aa. 2-3.

En el sacramento de la paz nos ensea Cristo: Sed misericordiosos como misericordioso es vuestro Padre (Le 6, 36). 150

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Guiar la formacin de la conciencia plena responsabilidad de su funcin. Sin embargo, con frecuencia se deber a la negligencia del confesor en unirse l mismo con la Iglesia para proclamar la ley del Espritu. Esta ley obliga al confesor a ayudar al penitente a amar y comprender la doctrina de la Iglesia como doctrina de Cristo y a hacerse cargo de lo que esta doctrina significa para l en el momento presente, aqu y ahora. Un buen enfoque eclesial presupone buenos fundamentos en eclesiologa, es decir, conocimiento de lo que la Iglesia es realmente. Todo confesor debera poner empeo en leer cuidadosamente la constitucin Lumen Gentium, que expone la idea que la Iglesia misma tiene actualmente de su propia naturaleza. Hay quienes piensan errneamente que la formacin eclesial de la conciencia significa slo ensear las leyes positivas de la Iglesia, por ejemplo, la de no trabajar los domingos. Sobre esta base, algunos de los antiguos devocionarios dedican un captulo entero al examen de la conciencia. En realidad, recuerdo un devocionario de origen irlands, bastante propagado, que basaba la gravedad de los pecados en un principio un tanto curioso. Entre los pecados mortales catalogaba: comer carne los viernes, hacer trabajos serviles los domingos, no oir misa el domingo o llegar tarde a la misa dominical (es decir, despus de descubrirse el cliz), no contribuir al sustento de la Iglesia, y pecados contra el sexto mandamiento. Luego segua un catlogo de 72 pecados veniales, entre los que se inclua: no ayunar, no hacer actos de fe, odiar al prjimo, injusticias, y as sucesivamente. En total, el autor de aquel libro pareca suponer que las leyes ms importantes eran las que la Iglesia misma se haba impuesto. Luego se prestaba alguna consideracin a faltas ms ligeras, a saber, faltas contra las leyes reveladas por el Dios omnipotente y escritas en el corazn del hombre. Yo caracterizo esto como un enfoque eclesial completamente errado. La misin primaria de la Iglesia es anunciar la palabra de Dios, proclamar el Evangelio como ley fundamental. La tarea del confesor debe, pues, ser poner la ley natural, los signos del tiempo y las leyes positivas de la Iglesia en su debida relacin con la ley de Cristo. El penitente cuya conciencia se haya formado conforme a la ley de Cristo considerar a la Iglesia como una madre, cuya primera consideracin debe ser la del bienestar de sus hijos. La ley de gracia 152

Sntesis: El amor a Dios y al prjimo que ella proclama no es una ley que mata. Es una ley que da al penitente una visin del corazn de Dios, de Dios que es a la vez padre y madre para su pueblo. Al ensear las leyes positivas debe el confesor ayudar al penitente a comprender que la Iglesia slo impone estas leyes movida por su amor y consideracin maternal. Uno no debe seguirlas literalmente, si al hacerlo va contra la intencin de la ley misma.

Sntesis: El amor al Dios y al prjimo Los diez mandamientos no son la mejor representacin de la moral cristiana. Despus de la venida de Cristo se cuenta con que los cristianos acepten el Evangelio como la norma capital de su vida. Obrar de otra manera es ignorar el hecho de la encarnacin. San Agustn, uno de los primeros padres de la Iglesia que tom los diez mandamientos como base para una breve presentacin de la moral cristiana, expuso cuidadosamente las condiciones fundamentales para utilizar este enfoque. Insisti en que los diez mandamientos han de presentarse dentro del marco de la nueva alianza, que hay que tener en cuenta el sermn de la montaa y la gran ley de Cristo, la ley del amor. Y en todas sus obras subray san Agustn particularmente las operaciones del Espritu Santo como el aspecto esencial de la ley del Nuevo Testamento. As pues, se cuenta con que cada uno cumpla el mandamiento del amor a Dios y al prjimo, conforme a la medida del don de Cristo (El 4, 7) mediante la accin del Espritu Santo. En regiones donde las gentes estn acostumbradas a hacer el examen de conciencia a base de los diez mandamientos, el confesor deber poner el mayor empeo en proporcionar al penitente una plena inteligencia de la vida cristiana. En mi obra, La ley de Cristo. he tratado de responder a las diferentes regiones mediante dos planes distintos. En la edicin inglesa, por ejemplo, en el volumen n, i la vida de comunin con Dios se relaciona con los tres primeros mandamientos. En el volumen m se desarrolla el amor del prjimo mediante una consideracin especfica de cada mandamiento, que mira a nuestra comunidad en Cristo (in-x). En cambio, la 153

Guiar la formacin de la conciencia edicin francesa sigue un plan completamente distinto por razn de la diferente tradicin catequstica predominante en aquel y otros pases. Convenimos en que el plan externo en la presentacin de las obligaciones morales no es en modo alguno la consideracin ms importante. El espritu con que uno debe responder a estas obligaciones, a saber, la insistencia en la primaca del amor de Dios y del prjimo, es la consideracin ms importante. Y juntamente con la fe y la esperanza, el amor debe reconocerse como uno de los fundamentos de la vida cristiana. Dios ha comunicado al hombre una revelacin y promesa de amor. La fe y la esperanza impelen al hombre a responder a esta revelacin. E incluso cuando el hombre responde, su respuesta no proviene de su amor humano y dbil, sino ms bien del amor de Cristo que lo impulsa desde dentro. stos son algunos de los magnficos aspectos que hay que presentar al penitente en la formacin de su conciencia. Cuanto ms logre el confesor que el penitente se haga cargo de la bondad amorosa de Dios, tanto mayor incentivo le dar para responder a este amor.

XII LA FORMACIN DE LA CONCIENCIA: FE, ESPERANZA Y CARIDAD

La virtud de la je La fe, no el sexto mandamiento, es el punctum puncti en la formacin de una conciencia cristiana. Es doctrina de la Iglesia que la fe es el fundamento, la fuente y la raz de la justificacin. De aqu que, si nuestra praxis confessarii ha de ser ortodoxa y fiel a la doctrina de la Iglesia, hay que dirigir la mayor atencin a la profundizacin y purificacin de esta virtud en el penitente.

Sacramento de je La confesin contrita no es simplemente una relacin de los propios pecados, sino tambin una profesin de fe. Importa atraer la atencin del penitente hacia este punto, especialmente si hace bastante tiempo que no se ha confesado. En efecto, si se logra que el penitente se d especialmente cuenta de las implicaciones de su confesin, el sacramento adquirir mucho ms sentido para l. Y as el confesor debe asegurarle que, contrariamente a la inclinacin al mal expresada por sus pecados, su relacin humilde de estos pecados ha dado una vez ms expresin a su fe. En efecto, su confesin equivale a un renovado reconocimiento de la bondad, santidad y justicia de la ley de Dios. Adems, manifiesta su fe en el poder del Seor, que por el ministerio de la Iglesia lo libra de sus pecados. 154 155

Fe, esperanza y caridad El penitente debe ahora aprender a mantener esta profesin de fe haciendo que informe su comportamiento en su vida de familia, en su trabajo, en sus diversiones. Para decirlo en trminos concretos: esto significa el empeo en incorporar a su vida cotidiana ese humilde reconocimiento de la voluntad de Dios, sin vacilar en proclamar la verdad ante los que, por una razn o por otra confunden lo verdadero y lo falso, lo que es justo y lo que no lo es. Tal fortaleza da a otros ocasin de reaprender su propia fe y las normas de moralidad. A veces tendr el confesor que llamar la atencin del penitente hacia la necesidad de profundizar su conocimiento de fe. Un medio verdaderamente prctico a este objeto podr ser, supuesto el consentimiento del penitente, imponerle como penitencia una breve lectura diaria de la Sagrada Escritura o de algn libro espiritual, o del boletn diocesano, suponiendo que sea apropiado. Ahora bien, el crecimiento en la fe no es mera cuestin de conocimiento. Aun antes de que el penitente abandone el confesonario, debe el confesor hacerle percatarse bien del significado de su absolucin, como gran mensaje de fe y de esperanza. El confesor puede hacerlo celebrando el sacramento de tal forma que su propia fe halle resonancia en el corazn del penitente. La fe de la entera comunidad contribuye a fortalecer la de cada miembro con ocasin de una celebracin comunitaria del sacramento. La formacin de la conciencia en la fe se lleva a cabo con xito si el penitente reconoce que su vida ha de ser una gozosa respuesta a la revelacin de la salvacin de Dios. El confesor, teniendo esto presente, puede animarlo especialmente a fijarse en los aspectos de su fe que le proporcionan satisfaccin, por ejemplo, los aspectos relacionados con su vida de familia. Por la fe es llamado el cristiano a ser una luz que brille en las tinieblas del mundo. No basta con que el cristiano no reniegue de su Maestro o lo desconozca. Tiene la obligacin de conducir a otros a la felicidad que l mismo ha hallado. Este deber es especialmente perentorio por lo que se refiere a su contorno prximo. El sacramento de la penitencia, como sacramento de fe que es, lo invita a cumplir esta obligacin como reparacin por sus pecados. Qu contorno podra ser ms prximo al penitente que su prc156

Sacramento de fe pia casa? Sin negar la necesidad de exhortar de vez en cuando a los casados acerca de materias concernientes a la castidad conyugal, pienso que los confesores obtendrn mejores resultados incluso tocante a la castidad -^ si concentran sus mayores esfuerzos con vistas a profundizar la fe de la pareja. Ayudemos a las parejas a mirar su vida de familia como una vocacin, un llamamiento a crecer juntos en la fe. Si llegan a comprender que tienen una responsabilidad mutua de elevar los acontecimientos de la vida cotidiana a las alturas y a la luz de la fe, crecern seguramente en el conocimiento de nuestro Seor Jesucristo y en una inteligencia ms profunda del misterio del matrimonio. Los padres tienen la admirable vocacin de mirar por la educacin sacramental de sus hijos. Mediante el bautismo introducen al nio en el mbito de la fe. Con su ejemplo ensean al nio cmo ha de vivir la fe. El confesor ordinario de un buen matrimonio que est para tener un hijo puede animarlos a celebrar el bautizo de una forma que d edificacin al resto de la familia, como tambin a los vecinos. Una vez o de un sencillo labrador que se dirigi a su prroco y le dijo: Padre, he venido para preparar el bautizo de mi octavo hijo. Despus del bautizo de los otros, sent cada vez que algo no estaba en regla. La ceremonia se haba celebrado casi en secreto, algo as como si nos avergonzramos de dar un nuevo hijo a Cristo. Querra que este bautizo fuera lo ms alegre posible. Podran repicar las campanas? Querra usted invitar a los parroquianos a asistir si les agrada? De esta manera podra yo compartir mi alegra con todos. Deseo que la gente cante y alabe a Dios porque ha nacido un nuevo hijo a la parroquia. La sinceridad del hombre conmovi tanto al prroco, que de todo corazn apoy sus propuestas. En realidad, el prroco confes que en aquel mismo momento decidi examinar su conciencia acerca de la prctica del bautismo en su parroquia. Su reflexin acerca de lo que le haba dicho aquel sencillo labrador le hizo comprender que no haba cumplido con sus parroquianos tocante a la celebracin de este gran sacramento de la fe. Yo no digo que haya que repicar las campanas a cada bautizo. Lo que s quiero sealar es que prrocos que tengan un poco de imaginacin darn con medios de hacer que el sacramento tenga ms sentido para toda la parroquia. En una cierta
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Fe, esperanza y caridad

Sacramento de fe cuentro sacramental con Cristo y van a la comunin con l, no slo peridicamente, sino a menudo, entonces su nio se grabar en el corazn la buena nueva de este sacramento central de la fe. La religin vendr a ser para l una forma de vida, no algo impuesto durante las horas de la escuela. El confesor debera aconsejar con frecuencia a los jvenes matrimonios tocante a su vocacin de ser los primeros heraldos de la fe para sus hijos (cf. Lumen Gentium, art. 11). Puede recomendarles buenos libros y revistas que los guen en la formacin espiritual del nio. Debe darles a entender que l mismo est dispuesto a esclarecerles todas las dudas que puedan tener. Ayudando a los padres a ayudar a los hijos fortalecer la fe de todos los interesados. Este esfuerzo pastoral ayuda tambin a los padres a vencer toda tentacin de practicar el control de la natalidad en su mal sentido. Una vez que los padres se percaten de las cosas tan valiosas que pueden proporcionar a su hijo, cosas que no se pueden procurar con todo el dinero del mundo ni con todos los colegios, no preguntarn ya tan fcilmente: Por qu he de tener ms hijos? Qu es lo que puedo darles? Esta misma pregunta, quiz de su colega o de algn vecino, har que pasen por su mente como un relmpago algunos de los mejores momentos de su vida. Se acordarn del da del bautizo de su hijo, del gozo con que seguan la liturgia y la respuesta que sta les sugera: Qu pides a la Iglesia? La fe. Y qu te da la fe? La vida eterna. Se acordarn de los das tan emocionantes de la preparacin de su hijo para la primera comunin, y de la alegra que brillaba en los ojos del nio y que llenaba sus propios corazones la maana que se acercaron con l al altar. Estos pensamientos disiparn rpidamente la tentacin de practicar un control egosta de la natalidad. Porque tal gnero de egosmo proviene en gran parte de falta de fe. Son los materialistas los que dicen: No puedo darle nada. Para los padres que han estado implicados vitalmente en la educacin sacramental de sus hijos, es la fe mucho ms que un conocimiento abstracto. Es una experiencia real. 159

localidad el prroco felicita a los nios que han sido bautizados, incluyendo sus nombres en la oracin de los fieles que es rezada por toda la asamblea dominical. El confesor mismo debera considerar atentamente los medios apropiados para desarrollar su propia fe tocante al bautismo, y as de esta manera ayudar a los fieles a desarrollar la suya. Si l mismo tiene ocasin de bautizar a un nio, puede aprovechar la ocasin para recordar a todos los presentes que la palabra de Dios que se va a pronunciar en esa ceremonia fue pronunciada una vez sobre ellos en su bautizo. Puede recordarles la gracia que se ofrece a los que asisten a esa ceremonia: la gracia de dar testimonio de su propia fe recitando gozosamente todos juntos el credo, y finalmente de traducir esta renovacin en sus propias vidas. En su calidad de confesor puede inducir al padre y a la madre a asistir a la ceremonia y a meditar sobre las implicaciones del mensaje transmitido por la liturgia tocante a la educacin cristiana de su hijo. En el bautismo, el Padre celestial, mediante el ministerio de la Iglesia, reconoce su ttulo tocante a este nio: Ahora ha venido a ser mi hijo muy amado. Los padres de ese nio no pueden ya limitar su responsabilidad a educar al nio en la formacin de buenos hbitos: Haz esto, no hagas aquello. Tienen el privilegio de explicar continuamente de palabra y obra el sentido total de esta proclamacin sacramental de la buena nueva. Hay padres que creen que si envan a su nio a una escuela catlica, cumplen con su obligacin de procurarle una educacin cristiana. En realidad no es as. San Po x, que fij los siete aos como la edad corriente para recibir la primera comunin, expres con toda claridad que los padres deben asumir la tarea sumamente meritoria de preparar al nio para la recepcin de la sagrada eucarista. Si el nio es instruido nicamente por el sacerdote o por las religiosas, si los padres abandonan su deber totalmente, entonces el nio, en las profundidades del subconsciente, tender a asociar estas cosas ms con la escuela, con las monjas y con el prroco, que con la vida de todos los das. El nio es por naturaleza admirador de hroes, y sus primeros hroes son su propio padre y madre. Si stos desempean un papel de primera importancia en la preparacin de su hijo para el en158

Fe, esperanza y candad Habr momentos en que el confesor tenga la oportunidad de proponer a los padres la manera de educar a sus hijos para una conveniente vida de oracin. Deber advertirles que eviten dar a los nios la impresin de que la oracin es un ejercicio maquinal al que se nos llama con la campana: Ahora es el momento de rezar las oraciones. Los padres deben ms bien iniciar al nio en la vida de oracin hablndole primero de la bondad de Dios y de todo lo que Jess hizo y no cesa de hacer por los hombres. El padre, como jefe de la familia, puede proceder a consagrar los acontecimientos del da en su familia mediante una oracin personal hecha en presencia de los otros, dando gracias a Dios por los favores que les ha otorgado y pidiendo perdn por sus ofensas y las de la familia. Tal oracin ser una profunda vivencia para los nios. La costumbre de cantar himnos en familia est ntimamente relacionada con la oracin familiar. Muchas familias han comenzado a resucitar la costumbre de cantar juntos las alabanzas de Dios. San Pablo, en la carta a los Efesios, antes de hablar del misterio del amor conyugal, exhortaba a los fieles: Recitad entre vosotros himnos y cnticos espirituales (5, 19). Hay aldeas catlicas en las que uno que recorre las calles por la noche oye resonar cnticos religiosos que le llegan de las casas de la circunscripcin. San Alfonso puso especial empeo en promover esta costumbre en sus misiones. Compuso himnos con las tonadas populares de la poca y enseaba a los fieles a cantarlos, no slo en la iglesia, sino tambin en casa y en los campos. Hoy da se est reanimando el espritu y la costumbre de cantar himnos, especialmente gracias al movimiento de los cursillos, que han suscitado una reaccin muy favorable. Cantar puede ser una expresin admirable de fe gozosa, y Dios quiere que nuestra fe sea vivida gozosamente. El plan pastoral de todo sacerdote debe adaptarse al crecimiento de su pueblo en la fe. Este plan ser incompleto si su expresin se limita a la predicacin y a la catequesis. Una sugerencia personal para fortalecer la fe, hecha al penitente en el sacramento de la penitencia, ser el mejor medio de elevar al mximo la eficacia del ministerio de la predicacin y de la catequesis. La virtud de la esperanza El captulo quinto de la constitucin conciliar sobre la Iglesia, Lumen Gentium, que lleva por ttulo: La vocacin universal a la santidad, expresa el ideal de la esperanza cristiana en forma verdaderamente admirable. Cada uno de nosotros, se nos asegura, ha sido llamado por Dios a la santidad, y el camino para llegar a esta santidad consiste en la fiel aceptacin de todas las circunstancias con que podamos encontrarnos en nuestra vida. El confesonario da a los sacerdotes ms de una oportunidad de exhortar al penitente a creer y esperar en el llamamiento general a la santidad, pero tambin de ayudarle a comprender su particular llamamiento y vocacin. El penitente, animado por esta doctrina, renovar ms fcilmente su firme resolucin de aspirar a esta santidad. Si un penitente camina todava por la senda del legalismo, el mejor consejo que podr a veces darle el confesor ser recordarle que la promesa de Dios de salvar al pecador no se limitaba al hombre que trata simplemente de evitar el pecado mortal. Ms bien, Dios ha llamado a todos los hombres a la santidad y ha prometido su asistencia a los que se fijan esta meta. El confesor, despus de instruir as al penitente, podr continuar, imponindole esta penitencia: rezar todos los das para pedir una fe y esperanza ms robusta tocante a su vocacin a la santidad. Otra penitencia puede ser tambin, para variar, pedir al penitente que examine su conciencia sobre este punto al final de cada da, preguntndose: Me he dejado guiar hoy por la fe y esperanza que profeso? Han sido mis pensamientos, palabras y acciones propios de un hombre que est llamado a la santidad? La esperanza cristiana se pone a prueba con el sufrimiento. En el captulo octavo de la carta a los Romanos nos dice san Pablo que hemos recibido en nuestros corazones al Espritu que clama .Abba!, Padre! y que da testimonio de que somos hijos de Dios, herederos de Dios juntamente con Cristo, con tal que estemos dispuestos a sufrir con Cristo. La exhortacin a confiar en Dios es, pues, apropiada cuando el penitente revela sus aflicciones y difi161

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Fe, esperanza y caridad

La virtud de la esperanza

cultades. Que el confesor explique al penitente, en una forma apropiada a su inteligencia, que Dios lo est probando, y que aceptando esos sufrimientos se acercar l ms a Dios. Como lo explicaba san Pablo:
Y si somos hijos, somos tambin herederos: heiederos de Dios, y coherederos de Cristo, puesto que padecemos con l y as tambin con l seremos glorificados (Rom 8, 14-17)

El confesor deber asegurar al penitente que aceptando su cruz profundizar su espritu de esperanza y se asegurar una prenda cierta de las promesas y de la fidelidad de Dios. Ningn momento es quiz ms propicio para que el confesor hable de esperanza al penitente, que cuando ste acude a l deprimido por un hbito de pecado. Recuerdo a un adolescente que me deca: Padre, explqueme cmo Dios puede ser amor. Cmo puedo yo creer que Dios me ama si no puedo conservarme en estado de gracia una sola semana, aunque rezo y quiero realmente ser bueno? Afligido por su impotencia para vencer sus dificultades cuando tanto deseaba avanzar en amistad, su corazn se extraaba de que Dios lo rechazara a pesar de su buena voluntad. Vacilante en su creencia de que Dios es amor, el muchacho estaba en peligro de sucumbir a la tentacin de perder la esperanza. Se esforzaba por evitar la masturbacin, que hoy da molesta bastante comnmente a los muchachos. Su confesor haba acentuado una y otra vez la gravedad de aquella ofensa del Dios omnipotente. Aunque el chico deseaba sinceramente acercarse a Dios, se iba alejando ms y ms de la comunin. No tiene nada de extrao que se desanimara. Yo vi con toda claridad que el confesor ordinario del muchacho deba haber seguido otra tctica en aquel caso. En lugar de recalcar la gravedad de la ofensa, habra podido insistir en la importancia de vencer aquella dificultad temporal. Poda haberse congratulado con el muchacho por su admirable despliegue de buena voluntad. Era el momento oportuno para instruirlo acerca de la ley del crecimiento: En tanto puedas decir sinceramente que haces esfuerzos, en tanto sigas rezando y pidiendo ayuda para hacer lo que
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todava no puedes hacer, puedes estar seguro de que ests en gracia de Dios. Podr ser una larga y dura batalla, pero acabars por triunfar. No hay que extraarse de que un penitente como aquel muchacho comience a dudar de si todava tiene buena voluntad. Para disipar tal duda puede el confesor explicarle que una prueba de buena voluntad ser sta: la fidelidad en confesarse, la jovialidad con los otros, la oracin cotidiana, y un serio esfuerzo en poner en prctica los medios que le indique el confesor para vencer tal hbito. Con frecuencia se fortalecer tambin su virtud de esperanza, as como sus energas psquicas, si el confesor lo invita a comulgar sin confesarse previamente. Este procedimiento se recomienda especialmente si el muchacho est en una escuela o seminario, donde todos van a comulgar y donde su ausencia frecuente de la mesa del altar o sus frecuentes confesiones antes de comulgar pueden causarle apuros. La misma tctica se puede seguir tambin con personas casadas que luchan y oran fervientemente para poder practicar la castidad conyugal, y sin embargo vuelven a recaer. En tanto muestren buena voluntad, se les puede absolver; esta opinin se basa en principios tradicionales. Pero, aparte la cuestin de la absolucin y de la actual discusin sobre ciertos aspectos del control de la natalidad en casos difciles, prefiero decir una palabra sobre la posibilidad de que se acerquen a la comunin sin confesarse. Voy a ilustrar esto con dos casos reales. En un mismo da recib dos cartas franqueadas en dos diferentes ciudades de Espaa. La primera carta era de un seor anciano cuya hija y yerno tenan seis hijos. Los padres haban educado a estos hijos en la fe, y a los dos mayores les haban preparado personalmente para la primera comunin. Despus del ltimo parto, un doctor catlico dijo a la madre que por lo menos durante algn tiempo no deba tener ms hijos. En concreto le dijo que si no dejaba pasar algn tiempo antes de tener un nuevo hijo, su familia se encontrara sin madre. El firmante me aseguraba que la pareja se esforzaba por arreglar su vida conyugal de modo que pudieran vivir conforme a las enseanzas de la Jglesia. Aunque los dos se queran sinceramente y oraban sin cesar, no haban logrado observar completamente las normas de la Iglesia sobre la castidad 163

Fe, esperanza y caridad conyugal. No se atrevan a ir a confesarse y menos todava a comulgar. De resultas de esto, los nios se extraaban y comenzaban a preguntar a los padres por qu no se acercaban ya con ellos al altar. El pobre padre preguntaba qu se poda hacer, si es que se poda, por su hija y su yerno. La segunda carta trataba de un caso muy semejante a ste. Contestando a estas cartas dej de lado las discusiones teolgicas sobre la materia y me limit a una analoga. Dije a mi corresponsal que aunque un sacerdote se percate perfectamente de que el precepto de la caridad es el mayor, a veces falta a esta virtud. Sin embargo, el sacerdote no vacila en comulgar, y hasta en celebrar la misa, sin ir primero a confesarse. Renueva su amor de Dios con un acto de contricin y sigue aspirando a la perfeccin. Yo no vea por qu un matrimonio, en la situacin arriba descrita, no poda ir a comulgar haciendo antes un acto de contricin, supuesto que tuvieran la misma buena voluntad que tena el sacerdote con respecto a la caridad. Quiero, sin embargo, llamar la atencin hacia los detalles del caso que he presentado, como tambin recordar al lector que aqu aplico el principio de la ley del crecimiento explicada ya ms arriba, especialmente en el captulo cuarto. A las personas que tienen buena voluntad, que se esfuerzan, incluso con la oracin, por ser mejores, hay ante todo que inspirarles esperanza. Es un principio psicolgico umversalmente reconocido que un hbito no puede destruirse de la noche a la maana. Por consiguiente, si una persona de buena voluntad hace lo que le es humanamente posible por el momento y pide a Dios que sostenga sus esfuerzos, qu ms se le puede pedir? Cmo puede un confesor decir con certeza: Cada vez que haga usted eso comete un pecado mortal? Cristo dijo que el mayor mandamiento es el de amor a Dios. Puede verdaderamente un confesor fomentar el amor de Dios en los corazones de las gentes si continuamente condena sus esfuerzos y ahoga su esperanza? Naturalmente, la esperanza debe presentarse en tal forma que no fomente la tibieza o el laxismo. Pero el confesor no debe temer fomentar la tibieza y el laxismo de su penitente si pone empeo en fortalecer su fe y su buena voluntad. Si un penitente cree de todo corazn que Dios es amor y que a l, por muy dbil que sea, le es 164

Hbitos inveterados y esperanza posible permanecer en estado de gracia, seguramente crecer en todas las virtudes. La esperanza cristiana es una virtud escatolgica que estimula al hombre a aprovechar la presente oportunidad que Dios le ha preparado. La educacin en la esperanza cristiana significa, pues, una educacin en la vigilancia y en la atencin: cmo puedo yo sacar el mayor provecho posible de la presente oportunidad? Un confesor fomentar la esperanza asegurando a su penitente que si aprovecha generosamente la presente oportunidad de gracia tocante a otros mandamientos y virtudes, seguramente se ver libre de aprietos y apuros con respecto a un mandamiento determinado, el cual, debido al hbito o a algn problema especial, se le hace tan difcil.

Hbitos inveterados y esperanza Conforme al moralismo legalista, un pobre penitente slo tiene necesidad de buena voluntad y de oracin para romper instantneamente con los hbitos ms inveterados. Prcticamente, tal teologa no hace distincin entre una persona habituada a la incontinencia, a la blasfemia, a la masturbacin o a la sodoma, con otra que puede verse ocasionalmente tentada en estas direcciones. Si el hombre tuviera una libertad absoluta, entonces podra observar en cualquier momento cualquier imperativo moral, supuesto que tuviera buena voluntad. Salta a la vista que tal clase de libertad es un mito, algo propio nicamente de un hombre-Dios. Pero, por muy extrao que parezca, no han faltado en el siglo pasado quienes suponan esta clase de libertad en todo individuo corriente. Los moralistas jurdicos aceptan esta postura errnea, por lo menos en la prctica. Si bien es cierto que el hombre es libre moralmente, la psicologa nos ensea que no pocas gentes sufren bajo el influjo de perturbaciones afectivas o patolgicas. Tales personas no disponen de plena libertad de eleccin. Sin embargo, no faltan confesores que dicen devotamente a los penitentes sin la menor discriminacin: Si usted ora y recibe los sacramentos, puede estar seguro de no 165

Fe, esperanza y caridad volver a cometer esa accin. Ahora bien, esto slo es cierto cuando se da el caso de situaciones y penitentes normales. Si en todo el ambiente que rodea a una persona hay un hbito de pecado o una tendencia general hacia la anormalidad, en no pocos casos equivaldr esto a una enfermedad, a una falta evidente de suficiente libertad psicolgico-moral. Si el confesor adopta las nociones del moralismo jurdico, slo lograr destruir el amor divino y la esperanza en su penitente. El rigorismo no se basa en la verdad y no> puede aportar alegra, valor ni fortaleza a penitentes sumamente necesitados de ello. Dios es todopoderoso. No cabe duda de que puede, por un milagro, librar inmediata y completamente a una persona de la influencia de un hbito. Pero ordinariamente prefiere Dios dar al hombre la buena voluntad de orar y de aspirar a la perfeccin conforme a leyes psicolgicas. Quisiera que quedase completamente claro que lo que vamos diciendo aqu no se opone en modo alguno a la enseanza de la Iglesia, segn la cual el hombre, si bien no puede sin una gracia especial evitar durante toda su vida todos y cada uno de los pecados veniales, puede, sin embargo, sin tal gracia evitar todos los pecados mortales. Notemos, sin embargo, que aqu estamos tratando de un individuo concreto que sufre de un hbito inveterado de pecado y ahora quisiera romper con dicho pecado. Si esta persona tiene buena voluntad y recurre a la oracin, aunque objetivamente pueda cometer el mismo acto pecaminoso, estoy plenamente convencido de que es por lo menos dudoso que tal acto sea una culpa subjetivamente mortal. Si se tienen en cuenta los descubrimientos de la psicologa tocante a los hbitos y a la libertad de la voluntad, los moralistas no pueden ya sostener en bloque que una persona que pide ayuda a Dios puede evitar en concreto todos los actos que objetivamente son pecados mortales. Tocante a la capacidad del hombre de evitar el pecado mortal, el concilio de Trento cita a san Agustn: Deus itnpossibilla non iubet, sed iubendo admonet facer quod potes et petere quod non potes. Dios no pide cosas imposibles, pero al ordenar algo te advierte que hagas lo que puedas y que pidas lo que (todava) no puedes. El Concilio se haca perfectamente cargo del contexto de esta cita (De Natura et Gratia, cap. 43, CSEL 50, 270; PL 44, 271). San 166

Hbitos inveterados y esperanza Agustn usaba la parbola del buen samaritano y escriba que el samaritano condujo al herido a una posada y pag por los cuidados que eran todava necesarios para que se repusiera aquel hombre. El herido no se cur inmediatamente. Lo mismo se puede decir de los que quieren romper con una vida de pecado. No pueden elevarse a la justicia tan rpidamente como cayeron de ella. Pero se les pide que hagan lo que puedan y oren pidiendo lo que no pueden todava. Una persona que se esfuerce sinceramente por vencer un mal hbito de pecado, no pecar en modo alguno gravemente si su accin procede del mal hbito ms bien que de un deficiente propsito de enmendarse. Se le debe, pues, animar a examinarse en tres puntos: Tengo buena voluntad? Oro y hago todo lo que est en mi mano en esta materia y en otras en que gozo de ms libertad? Renuevo e intensifico mis esfuerzos cuando caigo? Tal examen de conciencia saldr al paso a la tentacin de decir despus de cada cada: Ya he cometido un pecado mortal. Ya no importa si cometo ms. En la prxima confesin me los perdonarn todos. El hecho de que dicha persona pueda creer que se halla todava en estado de gracia, pese a su evidente flaqueza habitual, es un gran incentivo para no renunciar al esfuerzo. Dios recompensar su buena voluntad. El penitente vuelve a mirar a Dios como amigo, como un aliado que comprende y que ayuda. El confesor, en su calidad de representante de Dios, deber animar al penitente que, aunque oprimido por el peso de un mal hbito, lucha por mantener los ojos fijos en Dios, como un gesto de esperanza cristiana. No debe vacilar en consolar al pobre hombre dicindole: No podemos decir definitivamente si usted ha cometido un pecado mortal o no, pero hay todas las razones para ponerlo en duda en tanto usted tiene buena voluntad y se encomienda a Dios. Ser para usted un gran alivio conocer la doctrina de la Iglesia en este punto: mientras no est usted seguro de haber cometido un pecado mortal, puede ir tranquilamente a comulgar. Adems yo, que soy su confesor, no veo razn de que no vaya usted a comulgar sin confesarse, si puede usted asegurar que hizo lo que estaba en su mano. Haga un sincero acto de contricin y acerqese confiadamente al altar. Tal penitente abandonar el confesonario maravillado de la paciencia y proximidad de Dios para con l. 167

Amor de Dios Amor de Dios Formar una conciencia cristiana en el amor de Dios implica que el confesor haga que algunos aspectos del gran mandamiento del amor adquieran ms significado en la vida del penitente. El aspecto primero y bsico del mandamiento del amor dado por Cristo es ste: Permaneced en mi amor. Vivid en mi amor como yo vivo en el amor de mi Padre celestial. Si alguien est en pecado grave, pese a sus buenas obras, ninguna accin suya redunda en gloria de Dios. sta es una dura realidad sobre la que hay que instruir a las gentes: la esterilidad de una vida fuera de la amistad de Dios. Vivir en el amor de Dios es la exigencia ms fundamental de la caridad. Sin ello, el hombre se enajena de su Creador y Redentor. Son asombrosas las consecuencias de tal enajenamiento. Si falta el amor de Dios, no se pueden ver los sentidos y valores profundos en los quehaceres ordinarios de la vida. Por lo que se refiere a la fe, en esta situacin se procede a tientas y a ciegas dejando pasar las oportunidades de amor que la Providencia pone en el camino. El confesor debe, pues, informar al penitente de lo mucho que importa que haga un profundo acto de contricin despus de cometer una falta que es, o puede ser, grave. Habr de ponerlo en guardia contra el probabilismo en esta cuestin capital de la existencia: Vivo en el amor de Dios? Tocante a los pecados dudosos, puede uno atenerse a la ley que establece que no hay obligacin de confesar tales pecados. Pero aqu no se trata de eso. Por ley divina, por esta ley suprema de permanecer en el amor de Dios, el cristiano est obligado a seguir el camino que mejor le garantice que se halla en amistad con Dios (par tutior). Por esta razn no debe dejar pasar un solo da sin procurar borrar sus culpas con un acto de perfecta contricin. Siempre que una persona dude de si se halla en estado de gracia, deber hacer inmediatamente un acto de perfecta contricin. Esta obligacin de hacer un acto de perfecta contricin proviene, no de alguna ley escrita que estatuya que hay que confesar un pecado grave lo antes posible, sino de la apremiante invitacin de la nueva 168 alianza a vivir en el amor de Dios. Cristo no cesa de ofrecer al mundo la buena nueva que proporciona a los pecadores su gracia de hacer un acto de perfecta contricin o de confesar los pecados con corazn contrito. La confesin slo es obligatoria si uno sabe con certeza moral que ha cometido un pecado mortal. Todo confesor debe hacer comprender a sus penitentes la necesidad fundamental que tienen de hallarse en estado de gracia cuando reciben la eucarista, el gran signo de la Alianza del amor. Luego, la entera celebracin de la liturgia penitencial reforzar y profundizar todava ms su sentido de contricin de los pecados y aumentar su amor de Dios. El confesor debe tambin formar la conciencia de su penitente de forma que se haga cargo de su obligacin de crecer en el amor de Dios. El gran mandamiento es un mandamiento dinmico. Para permanecer en el amor de Dios no basta con que el penitente se limite a evitar lo que probablemente destruye el amor de Dios en l. Debe hacer constantes y positivos esfuerzos para crecer en este amor: Amars al Seor con todo tu corazn y con toda tu mente. Se le debe ayudar a hallar maneras de incrementar su gratitud por todos los dones cotidianos de Dios: por proporcionarle el sustento para l y para su familia, por el alivio y la satisfaccin que le procura la oracin, por las delicadezas de que es objeto por parte de otros. Cuanto ms se percate de las cosas por las que debe estar agradecido, tanto ms aumentar en l el amor de Dios. El papel del confesor consiste en guiar al penitente a la santidad por sus variados caminos, en iluminarlo en su marcha hacia Cristo ayudndole a desarrollar una vida ms plena de oracin. Slo puede reivindicar el ttulo de Padre espiritual en la medida en que se toma tiempo para animar a sus penitentes e inducirlos a realizar mejor lo que es la fe, la esperanza y la caridad y a apreciar mejor la oracin personal y comunitaria. Gran parte de la Praxis Confessarii de san Alfonso est consagrada a estos puntos concretos. Actualmente telogos que slo conocen de san Alfonso la Theologia Moralis lo consideran como un legalista. En realidad no lo es. Su manera positiva de tratar la teologa moral aparece en su obra que lleva por ttulo El gran arte de amar a Cristo, escrita como comentario al captulo trece de la carta primera a los Corin169

Fe, esperanza y caridad

tios. Comienza con las palabras de san Agustn: Ama et quod vis fac, Ama y haz lo que quieras. Su tctica espiritual est indicada expresamente en su Praxis Confessarii, que insiste notablemente en la obligacin del confesor, de fortificar la vida de oracin del penitente y en ayudarle a seguir su vocacin a la santidad. Aparte sus obras de moral, san Alfonso escribi diferentes libros acerca del amor de Dios. Es interesante recordar que public tambin un pequeo opsculo sobre el amor de Dios titulado Dardos de juego, que le fue inspirado por ideas que san Alfonso rescat de un libro incluido en el ndice de libros prohibidos. El santo modific algunos puntos discutibles y dio la obra a la prensa. La entera vida cristiana debe enfocarse a la luz de la Alianza de amor. En el sacramento de la penitencia, Cristo asegura al penitente su participacin en esta alianza. La accin purificadora de los otros sacramentos contina la obra de conversin, llevando al penitente a una unin cada vez ms estrecha con Dios. Los sacramentos se cuentan entre las ms grandes manifestaciones del amor de Dios. Acercndose a ellos, el penitente confirma su sumisin a Dios y manifiesta su deseo de realizar su parte de la alianza con l. Es un grave error considerar el sacramento de la penitencia meramente como una especie de castigo del pecador arrepentido. La penitencia lleva a cabo o acrecienta la conversin a la alianza de Dios. Esto difcilmente se puede llamar castigo. Convendra que los confesores insistieran en este hecho, sustituyendo el disgusto que los penitentes puedan sentir hacia el sacramento, por una verdadera comprensin de sus ventajas. La direccin espiritual y las penitencias impuestas por el confesor influirn notablemente en la actitud del penitente frente a la confesin. El ideal de todo confesor debera ser el de inspirar a sus penitentes motivos de gratitud. Su meta como confesor debera ser hacer que los penitentes volvieran al mundo hacindose esta pregunta: Qu pagar al Seor por todo lo que me ha dado? Esta actitud del penitente ser un testimonio de su buena disposicin para crecer en la fe, en la esperanza y en la caridad, y de la debida formacin de su conciencia.

XIII LA FORMACIN DE LA CONCIENCIA: RELIGIN

La fuente de todo pecado y de toda perversin est en la negativa del hombre a adorar a Dios:
Habiendo conocido a Dios, no le dieron gloria como a tal Dios ni le mostraron gratitud; antes se extraviaron en sus varios razonamientos, y su insensato corazn qued en tinieblas Por eso los entreg Dios a la impureza de sus torpes deseos (Rom 1, 21-25; cf. tambin Gen 3-4).

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La conversin significa la restitucin a la dignidad de adorar a Dios. En este sentido, el sacramento de la penitencia puede considerarse como restaurador, por cuanto reaviva la actitud del hombre tocante a la glorificacin de Dios. Es un sacramento de fe, que asegura al penitente la verdad ms fundamental de la salvacin, a saber, que Cristo es su salvador. En cuanto liturgia, el sacramento de la penitencia es un acto por el que Jesucristo, Sumo Sacerdote, incorpora la oracin del penitente a su propio sacrificio, a su propio amor, adorador y redentor, del Padre. As se magnifica la misericordia de Dios. En consideracin de la accin de Cristo, el penitente que recibe el sacramento de la penitencia con fe, esperanza y amor queda unido con Dios en Cristo. As unido, ensalza perfectamente el nombre de Dios. Dado que la debida celebracin del sacramento de la penitencia consiste en un acto de religin, el confesor no slo debera sensibilizar la conciencia del penitente tocante a esta virtud, sino que ante todo debera unirse con l en la glorificacin de la misericordia de Dios.
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Religin En este captulo voy a tratar de diferentes aspectos de la vida cristiana, en los que el hombre puede dar mayor gloria a Dios mediante la prctica de la virtud de religin.

Obligacin de la misa dominical externos, mientras que manifiestan pblicamente su oposicin, deben ser amonestados severamente por el confesor. Si estos sacerdotes buscan otro confesor que piense como ellos y los absuelva, es dudoso que la absolucin pueda salvarlos. No ignoro que esta posicin sorprender a algunos, pero los sacerdotes, por razn de su profesin, estn ms obligados a guiar al pueblo a travs de este perodo, ms bien difcil, de transicin. Esos- sacerdotes cuya mala voluntad les impide cooperar inteligentemente a la renovacin, se oponen a la autoridad de la Iglesia y, en cierta medida, predican el falso mensaje de la teologa de la muerte de Dios.

Celebracin de la liturgia El apremiante amor de Cristo y de la Iglesia invita a todo el pueblo de Dios a participar de manera cada vez ms profunda en la celebracin de la liturgia. La urgencia de este llamamiento se hizo patente con la promulgacin de la Constitucin sobre la sagrada liturgia, primer documento emanado del concilio Vaticano n. Como lo ha dicho Pablo vi en diferentes ocasiones, la liturgia es una de las mayores fuentes de renovacin espiritual y pastoral de nuestro tiempo. No se puede ser buen catlico si no se est dispuesto a poner en prctica principios tan importantes como los que se hallan en la obra del Concilio. El papa Juan, al final de la primera sesin del mismo, dijo que era obra de la Divina Providencia el que comenzara sus deliberaciones por la renovacin de la liturgia. Los confesores deben abrir los ojos a los penitentes que ponen impedimentos a la renovacin mirando atrs y echando de menos una liturgia muda o muerta; esto slo sirve para perturbar la paz de su espritu y para poner en peligro la unidad de la accin pastoral de la Iglesia. Naturalmente, se comprende la resistencia de la gente de cierta edad a aprobar los cambios. Los confesores deben, con la mayor paciencia, procurar hacer comprender a estas personas las razones en que se fundan los cambios. Es de lamentar que tambin sacerdotes y prrocos hayan puesto trabas al movimiento de renovacin. Aunque podamos simpatizar con las dificultades personales halladas para adaptarse al cambio, los sacerdotes tienen el deber incuestionable de no impedir y de apoyar los cambios patrocinados por el Concilio. Por consiguiente, los confesores de prrocos y miembros del clero que se muestren negligentes en poner en prctica la Constitucin sobre la liturgia, deben hacerles constar que si se oponen de manera inflexible a la reforma recomendada por los obispos, no merecen recibir la absolucin. Los sacerdotes que desobedecen o que slo hacen cambios 172

Obligacin de la misa dominical Un confesor que desee grabar en su penitente la importancia de la misa del domingo no lograr gran cosa si presenta el valor de la misa bajo la forma de una amenaza: Si falta usted deliberadamente a la misa del domingo, comete un pecado mortal. Quiere decirse que si muriera usted antes de confesarse o de hacer un acto de perfecta contricin, se ira al infierno por toda la eternidad. Este mtodo lograr a lo sumo que algunas gentes vayan de cualquier manera el domingo a las iglesias, pero difcilmente las instruir sobre los provechos que pueden reportar de la misa. Tanto en el confesonario como desde el pulpito se debe dar ms instruccin destacando la belleza de la misa, presentndola como una carga deseable, aceptada no meramente por deber, sino tambin por amor. Qu situacin tan desoladora cuando los sacerdotes dicen a nios de siete u ocho aos que estn obligados bajo pena de pecado mortal a no faltar a misa los domingos! Yo opino que a esa edad los nios son incapaces de cometer pecado mortal. Ahora bien, aparte de esto, el mtodo es contrario a toda buena psicologa: se habla acerca del sacramento de la eucarista y se presenta el sacrificio de la misa como un test peligroso de obediencia ms bien que como smbolo dinmico de unidad y de amor. Cmo pueden los sacerdotes esperar que los nios crezcan con un verdadero deseo de la misa si lo nico que han odo acerca del culto dominical es: Tenis que ir; si no...? 173

Religin Es por tanto difcil a los adultos apreciar la misa del domingo si no han odo nunca hablar de la misa como de un signo visible de una comunidad unida en fe, esperanza y gozo. Y aun despus de habrseles expuesto esta doctrina, cmo se los puede convencer, si sus sacerdotes celebran la misa en forma chapucera? Despus de todo, estos mismos sacerdotes son los que les hablan de lo valiosa que es la misa. Hace algunos aos comenc a prestar ayuda los fines de semana en una parroquia de Roma. Mi primer sbado en el confesonario me encontr con bastantes penitentes que comenzaban la confesin diciendo que daban gracias a Dios por haberlos preservado de pecados graves. Luego se ponan a enumerar sus deslices menores. Me llam la atencin oir confesar como ofensa menor el haber faltado a la misa una o dos veces. En realidad, en cierto nmero de casos el penitente reconoca que era ms bien una falta habitual. Al principio pens que aquellos penitentes tenan razones plausibles para faltar a la misa, pero casi cada vez que preguntaba, me contestaban: No, padre, ha sido por pura pereza. Algunos me explicaban incluso por qu no podan comprender que fuera grave la obligacin de ir a misa el domingo. Algunos confesaban que no crean estar realmente invitados a la misa en tanto que el sacerdote, vuelto de espaldas musitaba unas palabras en una lengua que no entendan. Continuaban su lista de cargos diciendo que evidentemente la misa no deba significar gran cosa ni siquiera para los sacerdotes, puesto que la decan precipitadamente y el prroco predicaba desde el Evangelio sin parar hasta la consagracin. Los temas de la predicacin, por lo menos en gran parte, alternaban pasando del dinero a la poltica, y luego... vuelta otra vez al dinero. Finalmente, acababa el penitente diciendo: Yo puedo rezar mejor y pasar mejor el domingo quedndome en casa. Al da siguiente me dijo el prroco que no me preocupara por el sermn que iba a predicar durante la misa. Aquel primer domingo predic desde el Evangelio hasta la consagracin. En mi segunda misa no dej el pulpito hasta el momento de la comunin. Y, lo que es peor, sus sermones aquel primer domingo y los siguientes tenan muy poco o nada que ver con la liturgia. Antes de despedirme del prroco para regresar a casa le dije 174

Obligacin de la misa dominical en privado que me distraa mucho el sermn durante la misa. Se ri y me dijo que ya me acostumbrara. El domingo siguiente volv a cogerlo aparte y le dije que me daba escrpulos aquello de las distracciones durante la misa. Se extra al oir esto y me respondi que, puesto que yo era moralista, podra fcilmente dominar los escrpulos. Una vez ms me asegur que ya me acostumbrara al barullo durante la misa. Finalmente, el tercer domingo le expuse mi caso sin rodeos: Padre, como usted sabe, yo soy moralista. Creo que celebrando misa aqu falto a los principios de la teologa moral y adems me estoy desacreditando. Aqu me ve usted celebrando el sacrificio de la misa delante de esta gente, mientras que usted atrae sus miradas hacia el pulpito obligndolos a escuchar algo completamente incompatible con la liturgia del da. Si cree usted que necesita mi ayuda los fines de semana, con mucho gusto se la prestar, pero yo mismo tengo que predicar la homila despus del Evangelio de la misa. El prroco me respondi, como disculpndose: Mire, padre, yo creo que puesto que obligamos a la gente a oir misa el domingo bajo pena de pecado mortal, nosotros tenemos la obligacin de entretenerlos. Me dijo que realmente le haca falta un sacerdote los fines de semana y que me agradecera que siguiera yendo como antes. Desde entonces yo mismo prediqu en mis misas, mientras que el prroco sigui, como antes, predicando en las otras. Posteriormente el prroco fue trasladado a otra parroquia, y desde entonces desaparecieron la mayor parte de las quejas relativas a la misa en aquella iglesia. As vemos hasta qu punto el ejemplo de los sacerdotes puede contribuir a deformar la conciencia del pueblo... No se puede dudar de la gravedad del precepto de la Iglesia de oir misa los domingos y los das festivos de obligacin. Pero no basta con presentar la intencin legal del legislador; hay que instruir acerca del valor de la misa. La instruccin mantenida al puro nivel verbal carece de vitalidad. Se aguarda de los sacerdotes que lo que predican acerca de la misa lo proclamen con su manera de celebrarla. Procuremos que el pueblo experimente por s mismo el gozo y la unidad de su misa. Procuremos que oigan que se les predica la liturgia, y pronto cesar su oposicin, su aburrimiento, y su desidia espiritual. Si el sacerdote y la comunidad colaboraran en 175

Religin

Obligacin de la misa dominical Negative! Quia nunquam et nusquam in Ecclesia fuit lex assistendi Missae die jeriali. Ergo, nulla est ratio iterandi Sacrijicium Missae. En espaol: Puesto que nunca ni en ninguna parte en la Iglesia ha existido ley que obligase a ir a misa en das de labor, no hay razn para binar en tales das. En aquella ocasin haba en el aula unos seiscientos seminaristas y sacerdotes de todas las partes del mundo. Yo pensaba que iban a poner el grito en el cielo clamando que se haba ultrajado su fe, pero nadie se dio por aludido. Lo que haban odo se aceptaba sencillamente como una cosa normal. Tenemos aqu un ejemplo tpico del enfoque jurdico de la teologa moral. La respuesta del padre Hrth no tena en cuenta el hecho de que el cristiano, por el bautismo, est totalmente orientado hacia el signo de la Nueva Alianza. A m me parece que hay que prestar alguna consideracin al hecho de que Cristo mismo dijo: Haced esto en memoria ma, y El pan que yo os dar es mi carne, por la vida del mundo (Jn 6, 51). Puede la respuesta del padre Hrth hallar un puesto apropiado en el marco de la fe cristiana, que establece que la celebracin de la eucarista es el gozo ms grande de la vida cristiana? Todos estos puntos se pasaban por alto. Se trataba de una ley. La ley dice que eso no se puede hacer. La ley es inflexible. Desgraciadamente, este espritu jurdico ha reinado durante mucho tiempo en la labor pastoral. Los sacerdotes no lograrn nunca instruir eficazmente a los fieles para que amen su religin si no cesan de subrayar el argumento de que tal o tal ley obliga bajo pecado mortal. Irnicamente, debido a esta excesiva insistencia de tiempos pasados, la misa del domingo ha venido a ser para muchos catlicos una especie de trabajo servil, un deber fastidioso, completamente falto de alegra. Hace pocos aos, en un viaje de Colonia a Bruselas, me encontr con dos jvenes soldados belgas. Estaban sentados frente a m en el tren, y en el transcurso de nuestra conversacin, que recuerdo que vers sobre religin, me dijo uno de ellos: Padre, yo soy catlico, pero he perdido la fe. Su compaero intervino: Yo todava creo, pero mi familia y yo no vamos ya a la iglesia. Le pregunt si tena alguna razn para no ir a misa. l me contest francamente: Mi familia y yo pensamos que Dios no nos obligara 177
Hanno Shalnm \1

celebrar la misa como lo exige la constitucin conciliar, seguramente abriran el corazn y la mente de aquellos cuya fe en la misa se tambalea. Una instruccin apropiada, de ndole verbal y experimental, convencer a todo cristiano de inteligencia corriente de que ofende gravemente a Dios si falta a la misa los domingos sin razn suficiente. Reconocer la oportunidad que le ofrece el domingo como lo que realmente es, una invitacin del gran Rey a asistir a su banquete. El ejemplo ms hermoso de la misa como banquete fue dado quizs en la ltima cena, cuando Cristo, Hijo de Dios, Seor de toda la tierra, invit a su porcin escogida a ser sus comensales. El discurso que hizo como presidente de aquella cena, fue el discurso ms condescendiente y humilde que un Dios puede dirigir a sus criaturas: Ardientemente he deseado comer esta cena con vosotros. Luego les orden a ellos y a nosotros repetir una y otra vez aquella cena... en memoria ma. La insistencia exclusivista en el aspecto puramente legal de la misa ha ido acompaada de negligencia en la formacin litrgica y en la celebracin del sacrificio, lo cual es una de las razones de que muchos catlicos falten con frecuencia a misa, lleguen tarde, asistan al culto de manera distrada, por cumplir, o por temor del pecado mortal y del infierno. La tarea de formar una verdadera conciencia cristiana es a veces una obra de romanos, debido a que algunos de los llamados moralistas de primera fila han infundido en la Iglesia su pensamiento legalista. La misa del domingo y el descanso dominical han asumido un cariz de algo jurdico, descarnado. Hace unos veinte aos asista yo a una conferencia del clebre moralista, padre F. Hrth, al que el cardenal Ottaviani llamaba el pilar del Santo Oficio. El padre Hrth examinaba el siguiente caso: Un sacerdote en una zona de misin slo puede visitar una vez al ao los puestos extremos de su territorio. Pide permiso a su obispo para binar caso que la visita caiga en da de labor. Si no se le permite binar, grupos enteros de la poblacin se vern privadosde misa durante todo el ao. Puede el obispo acceder a tal peticin? Nunca podr olvidar este caso. La respuesta del clebre consejero del Santo Oficio y maestro de miles de futuros sacerdotes y moralistas fue increble. Dijo solemnemente: Respondendum est: 176

Religin a participar en esa clase de misa que tenemos en nuestra parroquia. El sacerdote habla a Dios en un idioma extranjero. Todos nosotros lo vemos de espaldas. Hay una especie de gran secreto entre el sacerdote y Dios. Ellos no tienen necesidad de nosotros. Continu diciendo que estaba convencido de que a la mayora de la gente que todava iba a misa en Blgica les disgustaba enormemente la misa. Slo van a misa por miedo al infierno. Y todava hoy, con la mayora de los altares vueltos al pueblo, mucha gente se arrastra todava a la iglesia el domingo ms para cumplir una obligacin que por la satisfaccin de alabar a Dios. Todava hay que despojar a la misa de lo que le queda de pura obligacin. Los confesores y predicadores tienen que aceptar el reto y orientar a los fieles hacia una vida cristiana positiva y gozosa. Una de las obligaciones del confesor es ayudar a sus penitentes a formarse la conciencia tocante a la asistencia a la misa. Pero tambin est obligado, en su calidad de prroco o de simple sacerdote, a fijarse bien en el horario y en la liturgia que se ofrece en su parroquia. Hallar que ciertas reformas estructurales son perentorias. Por ejemplo, en muchas parroquias es demasiado apretado el horario de las misas; hay misas casi a cada hora, lo cual origina graves problemas de aparcamiento. En algunos lugares se ha reducido la duracin de la liturgia a treinta y cinco minutos o, a lo sumo, a cuarenta. Semejante horario crea una atmsfera de automatismo en la parroquia: un asiento que queda vaco es arrebatado precipitadamente por el primer parroquiano, mientras que los sacristanes tratan de hacer avanzar a la muchedumbre. No hay tiempo para una verdadera homila, ni para hacer las cosas como deben hacerse para que la misa sea una autntica vivencia espiritual para el pueblo, que sirva para incrementar su fe. En tales casos ms valdra solicitar del obispo la autorizacin de repartir mejor las misas entre el domingo y el sbado por la tarde, para hacer ms holgado el horario. Si el prncipe de los demonios quisiera instruir bien a sus huestes para usar una comparacin tomada de C.S. Lewis con objeto de destruir la fe de los catlicos, no podra darles mejor consejo que el de inducir al clero a celebrar la misa y otros actos de la liturgia con negligencia y maquinalmente. Adase a esto un 178

Obras serviles ininterrumpido tronar desde el pulpito y un insistir constantemente en el confesonario en que faltar a la misa es pecado mortal. Tales son los ingredientes usados para hacer abortar la liturgia, la gran fuente de fe y de gozo. El Cdigo de derecho cannico permite al prroco dispensar de la misa del domingo por justas causas a personas o hasta familias particulares de la parroquia (cf. CIC, can. 1245, 1). En una poca como la nuestra, en que escasean los sacerdotes, se multiplican las parroquias de enormes proporciones y se inculca la responsabilidad personal, los fieles decidirn cada vez ms por s mismos si en ocasiones determinadas tienen justas razones para no ir a misa el domingo. Por esta razn, el confesor no debera reprender a un penitente que hubiera decidido por propia cuenta que tena razn suficiente para dejar la misa del domingo, tanto ms si resulta evidente que si hubiere solicitado la dispensa, el prroco se la habra otorgado. A mi parecer, si en el transcurso del ao algunas personas, ocasionalmente, faltan a la misa del domingo por alguna razn, aunque no precisamente perentoria, pueden normal y legtimamente ostentar buena conciencia. Esto se aplica especialmente a aquellos que durante el ao van a misa varias veces entre semana, pues tales personas muestran suficientemente que no carecen de buena voluntad o de elevada estima de la eucarista. La Iglesia, con toda razn, da gran valor al domingo como celebracin de la resurreccin del Seor, y como da de culto pblico comunitario. Pero esto no excluye que la Iglesia se muestre quiz ms flexible en el futuro, permitiendo a los fieles conmutar ocasionalmente la misa del domingo por una misa oda en da de labor.

Obras serviles La Iglesia primitiva no prohiba cierta clase de obras serviles en domingo. En realidad, algunos snodos ms severos prohibieron expresamente una casustica meticulosa en este punto: se limitaban a afirmar que los fieles deben mantenerse el domingo libres para oir la palabra de Dios, para celebrar la eucarista y para orar. La Regla de san Basilio establece que el abad o superior de un 179

Religin monasterio puede sealar algn trabajo los domingos para los hermanos que no saben leer, pues de lo contrario se entregaran a la pereza y caeran en tentaciones. Estas circunstancias histricas deben tomarse en consideracin. El padre Huber, de la Academia Alfonsiana, public un libro titulado Geist und Buchstabe der Sanntagsruhe ( = Espritu y letra del descanso dominical, 1959), en el que mostraba que en pocas de gran fervor se subrayaba siempre el domingo, da de la resurreccin del Seor, como un da de alegra y de celebracin comunitaria, pero que en cambio se insista menos en el tema de los trabajos serviles. Luego destacaba la insistencia en ensear que los fieles no deben permitir que la codicia o la avaricia menoscaben la santidad del da. Pero en tiempos de decadencia teolgica, los predicadores comenzaron a desarrollar la casustica de los trabajos serviles, lo cual acab por desplazar inevitablemente el punto de vista. En la temprana edad media, Irlanda y Francia adoptaron una actitud ms bien rigurosa bajo este respecto. El rigorismo se propag luego por el mundo germnico. La Lex Alemannorum y legislaciones similares de las razas germnicas recientemente bautizadas amenazaban con los castigos ms terribles a los transgresores del descanso dominical. El cristiano al que se haba amonestado varias veces por infraccin de dicho precepto, poda incluso ser vendido como esclavo. Gradualmente se fueron propagando leyendas sobre la suerte de gentes que faltaban al precepto del descanso dominical. El verdadero significado del domingo comenz poco a poco a desvanecerse. El mismo espritu decadente puede observarse en algunos manuales de teologa de los siglos xix y xx. No es, por tanto, sorprendente la confusin nacida en la mente de las gentes tocante a la obligacin de no quebrantar el descanso dominical. Por todo lo dicho, el confesor de nuestra era posconciliar debe ser prudente al tratar de esta materia.

Abnegacin la abnegacin, la penitencia en sentido lato son cosas esenciales de la moral cristiana. El peligro de que la abstinencia del viernes pudiera convertirse en una observancia puramente legalista, es decir, de que los fieles obedecieran nicamente a la letra de la ley, ha inducido a los obispos de algunas zonas a suspender esta ley. Abrigan la esperanza de que el pueblo llegue a percatarse de que el compromiso cristiano de la abnegacin no se satisface con un formalismo meticuloso. Una cena de langosta el viernes no tendra mucho que ver con la penitencia. Hoy da, que prcticamente no existe la abstinencia de carne los viernes, los cristianos con una conciencia bien formada se vern inducidos a reconocer la necesidad de algunas formas ms esenciales de penitencia y abnegacin. La antigua ley de la abstinencia del viernes no se equipar nunca, en cuanto a la obligacin y la importancia, con la ley eclesistica de la misa dominical. La misa del domingo se impone con ms fuerza a nuestra consideracin por ser algo esencial de nuestra fe, signo de nuestra permanente adhesin a la alianza de amor. No fue nunca una ley meramente positiva. La abstinencia, en cambio, es una ley meramente positiva de la que se ha dispensado a naciones enteras. En otros tiempos la abstinencia tena mucho mayor significado que en el siglo xx. Originariamente era un acto corriente de religin y un testimonio muy claro del espritu de abnegacin de una persona. La comida del viernes se compona de poco ms que pan y algunas hierbas. Segn avanzaba el tiempo, el pan y las hierbas fueron sustituidos por infinidad de cosas, particularmente en el caso de aquellos a quienes la cartera o los ttulos bancarios les permitan una comida de pescado capaz de saciar el mayor apetito. Hoy da ha quedado prcticamente abolida la abstinencia del viernes, la Iglesia ha dejado a la conciencia de los fieles mismos la responsabilidad de hacer alguna clase de penitencia. En consideracin de la pasin del Seor, todo cristiano est obligado a practicar la abnegacin durante su vida. El verdadero cristiano considerar como un deber pensar en el sacrificio al examinar su conciencia tocante a las exigencias que impone su vocacin a la santidad: Qu sacrificios entraa para el cristiano el gran mandamiento del amor al prjimo? Estoy dispuesto a hacer estos 181

Abnegacin Una conciencia verdaderamente cristiana distingue entre lo que es esencial en la vida cristiana y lo que no lo es. La mortificacin, 180

Religin sacrificios? Estoy dispuesto a contribuir con mis bienes a aliviar las necesidades en mi pas? Estoy dispuesto a hacer otro tanto con los pobres del mundo entero? Me impongo a m mismo estrictas reglas de templanza tocante al tabaco y a la bebida y a todas esas cosas que pueden poner en peligro mi libertad interior o que pueden escandalizar a mi prjimo? El mircoles de ceniza y el viernes santo son los nicos das mencionados expresamente all donde todava existe la obligacin del ayuno. Hoy sera absurdo plantear todava la cuestin de cuntas onzas de carne se puden comer en da de abstinencia sin violar gravemente el precepto. Tales discusiones tenan razn de ser para una cristiandad que se hallaba todava en la infancia, pero no la tienen para una cristiandad adulta. El confesor debe, por tanto, poner empeo en formar la conciencia de los penitentes con respecto al deber de la abnegacin. En la vida de muchos de estos penitentes la abnegacin o mortificacin significaba poco ms que la abstinencia del viernes, que muchos observaban con la mayor buena fe. Ahora, es posible que les resulte difcil comprender perfectamente el cambio operado en la legislacin o las nuevas responsabilidades que les impone este cambio. El confesor puede contribuir en gran manera a darles una nueva idea de su compromiso cristiano.

Supersticin acerca del cumplimiento de esa pequea penitencia. En tales casos la penitencia es como un despertador de los motivos que ayudan a vencer el hbito. El confesor deber, pues, decir al penitente: Si se olvida usted de hacer lo que le he recomendado, no comete pecado. Espero que esto le ayude a ir disminuyendo y hasta quizs a suprimir definitivamente el hbito de jurar, pero de todos modos le recuerdo que su buena voluntad es lo que cuenta, incluso si se olvida usted de rezar esas oraciones. Luego se puede aconsejar al penitente que conserve la prctica de rezar esas breves oraciones (que son expresin de su piedad) todo el tiempo que sea necesario.

Supersticin Otro punto que podr a veces llamar la atencin del confesor es la supersticin. Esto se aplicar probablemente ms en particular a ciertas zonas de Amrica del Sur, pero tampoco se excluye en regiones del Norte. El confesor debe poner empeo en conocer bien la parroquia, de modo que si es necesario, pueda atacar las formas graves de supersticin, sin perder el tiempo con otras formas menores que son mero indicio de flaqueza humana. La supersticin es una forma de ignorancia que hace aparecer ridculos a los catlicos y quita fuerza al verdadero testimonio de nuestra fe (cf. la Constitucin sobre la Iglesia en el mundo moderno, artculo 19-21). El confesor debe procurar con delicadeza instruir a la persona supersticiosa y formar o reformar su conciencia.

Costumbre de jurar El confesor deber a veces advertir a sus penitentes tocante a la costumbre de jurar. A las vctimas de este hbito, o del de blasfemar, que es todava peor, habr que exhortarlas a poner el mayor empeo en dominar este mal hbito. Se les debe hacer comprender que tal hbito va contra la vocacin de un cristiano, cuya meta suprema es la glorificacin de Dios mediante la caridad fraterna y el culto. El confesor podr preguntar al penitente: Aceptara usted la penitencia de rezar tres veces el Gloria Patri o "Bendito sea Dios" cada vez que profiere un juramento? Luego, se debe aconsejar al penitente que se examine la conciencia por la noche 182

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XIV CARIDAD FRATERNA

El sacramento de la penitencia es por su misma naturaleza un signo eficaz de unidad, puesto que sirve para reconciliar al penitente con la familia de Dios. Hace que uno vuelva a la caridad fraterna o que crezca en la misma al acercarse ms a Dios. En la formacin de la conciencia, la caridad fraterna constituye un punto central, puesto que est relacionada directamente con el mandamiento del amor de Dios. Nuestro Seor explic el mandamiento Amars a tu prjimo como a ti mismo cuando, al celebrar la Nueva Alianza en su sangre, dijo: Amaos los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15, 12). El amor a Dios puede distinguirse, pero no separarse del amor al prjimo. No se puede amar al Padre celestial sin amar a Cristo, ni se puede amar a Cristo sin amar al prjimo. Si alguno dice: yo amo a Dios, y odia a su hermano, es mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y este mandamiento tenemos de l: que quien ama a Dios, ame tambin a su hermano (1 Jn 4, 20-21).

El mandamiento que todo lo abarca En la formacin de la conciencia tiene gran importancia para el penitente hacerse cargo de que el amor de Dios debe manifestarse en el amor del prjimo. Si ve en su prjimo la imagen de Cristo amante, debe ver tambin en l al Dios invisible. El que 185

Caridad fraterna ama verdaderamente a su prjimo, puede estar seguro de poseer el amor de Cristo en su corazn. Este mandamiento de la caridad fraterna es el gran mandamiento que todo lo abarca. El confesor dejara que se formase errneamente una conciencia si al juzgar la idea del penitente sobre la caridad fraterna, considerara sta como un mandamiento de tantos. Reinara anarqua espiritual si la abstinencia del viernes, la asistencia a la misa del domingo y el pago de los diezmos se equipararan con el gran mandamiento del amor fraterno. El confesor debe ayudar al penitente a percatarse de que el doble mandamiento del amor abarca todos los aspectos de la vida; ayuda a practicar todas las virtudes. Si falta una virtud, podr descubrirse la ausencia, o una notable debilidad, de la caridad fraterna. La caridad fraterna est relacionada con todos los mandamientos, incluye todas las virtudes, penetra todas las potencias o facultades del alma. Comprende a todos los hombres, incluso a los mayores pecadores. La fe, la esperanza y la caridad nos hacen ver la imagen de Cristo en el prjimo, aunque est desfigurada por el pecado. El amor, anclado en la fe y en la esperanza, lo reconoce como uno que, con nosotros, fue redimido por la sangre del Salvador. Si no fuera por el fruto mismo de la redencin en nosotros, cmo podramos creer en nuestra vocacin a la santidad, que presupone plena solidaridad con nuestros hermanos y hermanas en Cristo?

Amor redentor cluye que el orden de la caridad le permite exponerse a tal riesgo y.se lanza al agua. Puede dejar de salvar al otro, debido a este clculo complicado. Incluso si lograra sacarlo con vida, no habra hecho un acto de amor al prjimo. Se habra servido de su semejante como medio para aumentar sus propios mritos. Lo mismo se puede decir del hecho de dar limosna y de otras obras que se suponen hechas en favor al prjimo. Su valor disminuye si no se tiene en cuenta la dignidad de la persona en cuestin. Puede parecer que, como otros aceptan nuestros dones, nosotros recibimos el mrito, pero en realidad la situacin es diferente. Amar a alguien significa mostrarle buen corazn, reverenciarlo como persona. Es ofensivo para el beneficiario de nuestros dones considerarlo meramente como objeto de lucro o de mritos, y no como persona creada a imagen de Dios.

Amor redentor El amor fraterno es esencialmente redentor si se amolda a la prescripcin de Cristo: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. l nos ama como a hijos del Padre celestial. Anlogamente, la caridad fraterna debe caracterizarse por una mentalidad apostlica y estar animada por un celo misionero. Tal amor no es exclusivo de los sacerdotes y religiosos, sino que se extiende a todos los cristianos por igual. Sera un error concebir el amor fraterno como situado slo un escaln ms arriba de las disposiciones humanas de amabilidad y cortesa. Llamarlo sobrenatural sera introducir una distincin ridicula en el gran mandamiento. Un religioso deca una vez: Mi amor a este hermano va siendo cada vez ms sobrenatural, con lo cual quera decir aprtate de m; usaba la palabra amor sin el menor matiz de afecto o de cordialidad. Amar a nuestros hermanos en el Seor significa amarlos con la total cordialidad del Seor. Un amor redentor significa que todas las facultades y pasiones se han despojado del egosmo. La redencin no deja de lado la creacin, Dios redimi todo lo que cre, incluso nuestras pasiones. El amor redentor significa un amor plenamente humano; debe in187

Signos de verdadero amor Servirnos de nuestro prjimo como de ocasin para adquirir mritos no es indicio de verdadero amor. Incluso en manuales contemporneos se pueden hallar ejemplos como ste: Uno que est en un puente ve a otro que se est ahogando. Se le ocurre que podra lanzarse al agua y salvarlo. Pero, segn la ley divina, el amor de uno mismo es ms fuerte que el amor al prjimo; por eso le parece que no es justo exponer su propia vida para salvar la de otro. Sin embargo, sera meritorio para l exponerse a tal riesgo. Despus de detenerse a sopesar los pros y los contras, con186

Caridad fraterna cluir todas las capacidades de amar. Debe abarcar al amado en la totalidad de su ser, de su vida. Si no nos interesamos por sus valores y por sus miserias, sino que nicamente nos preocupamos por evangelizarlo, entonces el Evangelio no significar vida para l. Debemos amarlo en serio, de veras, en todas las facetas de su vida. El amor fraterno no es amor redentor si no es amor servicial, si no es amor humano efectivo. Si su vida diaria no nos afecta, interesndonos nicamente en predicar la vida sobrenatural y el amor de Dios, nuestros oyentes sern sordos a nuestro mensaje. Pensemos, por ejemplo, en una mujer cuya cocina consiste en abrir latas, cuyo contenido es consumido ante la televisin, que descuida la casa; es irritable, pero cada noche da a su marido una conferencia sobre la vida cristiana. Es la mejor manera de inspirar aversin a la religin. Si, en cambio, fuera amable y servicial, creara una atmsfera alegre de familia, preparara comidas deliciosas, entablara conversaciones agradables, se hallara en una posicin ms favorable para tratar de la vida cristiana. El amor redentor debe ser tambin un amor encarnado, un amor que penetre la vida entera. En la formacin de la conciencia es necesario recordar una y otra vez al penitente la importancia de la amabilidad. La amabilidad, la delicadeza y la mutua consideracin son mucho ms importantes para los que viven bajo un mismo techo que cuando se trata de extraos con quienes slo nos encontramos ocasionalmente. Estar totalmente faltos de amabilidad con nuestro prjimo ms allegado, con los miembros de nuestra propia familia, es trastornar el debido orden de las cosas.

La prueba de la caridad tra vida cristiana. Siempre se puede crecer en generosidad y en calor de amor. Si un penitente est satisfecho de s mismo y cree que todo est en regla tocante a su amor al prjimo, no podemos llamarlo mentiroso, pero s podemos rogar a Dios que le cure la ceguera y le otorgue la gracia de conocer que su amor es todava muy imperfecto. Su actitud se asemeja a la de los fariseos. Si una persona no tiene nunca nada que confesar contra la caridad fraterna, es evidente que o no se da plena cuenta de la importancia del mandamiento del amor fraterno, o no se examina la conciencia a la luz de la nueva ley. Si confiesa que come carne los viernes de cuaresma, o que falta a misa los domingos, pero no tiene nada que decir sobre la caridad fraterna, hay razones de creer que el amor al prjimo no desempea gran papel en su vida. Es buena seal cuando una persona confiesa humilde y sinceramente pecados contra la caridad fraterna. El confesor puede asegurarle que va progresando y que tiene los ojos abiertos a las grandes realidades de la vida. Nuestro Seor mismo trat de arrancar la venda de los ojos de los fariseos y de los doctores de la ley y con respecto al precepto de la caridad. No eran misericordiosos ni amables; descuidaban el mandamiento principal del amor, mientras eran inflexibles tocante a la observancia de bagatelas como el diezmo sobre las cosas ms pequeas.

La prueba de la caridad El distintivo de la caridad es el amor de los propios enemigos, de los que nos son causa de pena y de afliccin. No podemos contentarnos con el aspecto negativo de no hacerles mal; el amor de los enemigos entraa un amor tpicamente redentor. Debemos ayudarles a superar sus dificultades tocante a nosotros mismos. Supongamos que sufren por causa nuestra, aunque nosotros no hayamos hecho nada que pueda provocar tal actitud. Culpable o no, tenemos la obligacin de vencer su animosidad. Si llevas tu ofrenda al altar y te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda sobre el altar y vete primero a reconciliarte con tu her189

La ley del crecimiento Debemos procurar que nuestros penitentes, como tambin nosotros mismos, se den perfecta cuenta de que nuestro amor al prjimo no es todava perfecto, y que todava estamos ciegos frente a muchos aspectos de esta virtud. Puede darse que nuestro amor sea, s, eficaz y sincero, pero no penetre la totalidad de nuestra vida. La caridad fraterna debe ser el elemento integrador de nues188

Caridad fraterna mano (Mt 5, 23). Se nos prescribe esto slo en el caso de que nosotros mismos hayamos ofendido a nuestro hermano, a nuestro prjimo? De ninguna manera. Cuando quiera que lo hallemos en tal clase de dificultad espiritual debida a nuestro modo de proceder o a falta de amor por nuestra parte, debemos procurar ayudarle. Si nosotros hemos causado positivamente la molestia, debemos ayudar doblemente y pedir perdn. El Seor nos ensea en el sermn de la montaa que la nueva alianza nos llama a ser todo bondad, como el Padre celestial es todo bondad, y que su misericordia se extiende tanto a los justos como a los pecadores (Mt 5, 48). Vuestro Padre celestial es bueno aun con los desagradecidos y malvados. Sed misericordiosos, como misericordioso es vuestro Padre (Le 6, 36). Como san Pablo lo acenta enrgicamente, el Seor muri por nosotros, aunque ramos pecadores, sin mrito alguno por nuestra parte. As nuestro Redentor nos dej el ejemplo: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Nuestra caridad se prueba de veras cuando debemos extender una mano amorosa a los que realmente nos odian y pecan contra nosotros. No es raro que los confesores se encuentren en el confesonario con penitentes que abrigan ideas errneas en esta materia. Tratan de justificarse fijndose nicamente en las injusticias de su prjimo. Cmo debe proceder el confesor en tales circunstancias? Debe comenzar por el mandamiento de amar a los enemigos. Aunque nuestro enemigo proceda mal, debemos amarlo en verdad; esta es una oportunidad que Dios nos ofrece para dar prueba de nuestro amor. Sin embargo, ser prudente que el confesor tome precauciones para no confirmar el juicio negativo de su penitente sobre su enemigo sin pruebas suficientes. Supongamos el caso de la buena mujer que se imagina que su marido la tiraniza. Se vea confirmada en su creencia por confesores que le aseguraban que su papel consista en sufrir como vctima en manos de su esposo. Ahora bien, se dio el caso de que su ltimo confesor conoca a su marido. Le dijo que nunca dara bastantes gracias a Dios por haberle dado un esposo tan bueno; Dios lo haba hecho amable y paciente con sus excentricidades. Naturalmente, esto le caus como un choque, pues vena a destruir la esplndida imagen que se haba formado de s misma como de 190

Violacin de la caridad fraterna una mujer perseguida. El marido agradeci, naturalmente, lo que el confesor haba dicho. En el caso de aquella mujer, los confesores no la ayudaban al confirmar sus ideas paranoicas y hacindola creer que era muy paciente. Al fin acab por confesar que no haba vuelto ya a molestar a su marido y que, adems, ste era una buena persona. A veces es provechoso indicar a esta clase de personas que tambin los otros pueden sufrir considerablemente por su causa. Si el penitente se queja de que se ve tratado injustamente por su enemigo, el confesor puede comenzar dicindole que Dios le ofrece esta situacin de prueba para que demuestre su amor al prjimo. Puede sealar al penitente el ejemplo del Padre celestial, que es bondadoso con todos. Podr tratar de convencer a la persona que se cree justa, de que su actitud se parece a la de los fariseos. El confesor har bien en no pasar al extremo opuesto de decir a tal persona que slo ella tiene la culpa de la situacin. Podr comunicar al penitente que la experiencia ensea que por lo regular la culpa est en las dos partes. La experiencia ensea adems que quien descuida la oportunidad de hacer bien a su prjimo porque ha sido anteriormente ofendido por l, suele ser tambin culpable. El enfrentamiento con estas verdades puede con frecuencia enderezar al individuo y volverlo al camino de la caridad fraterna.

Violacin de la caridad fraterna Parece ser que muchos penitentes no perciben la relacin que tienen con la prctica de la caridad fraterna los pensamientos poco amables, a juzgar por lo raro que es orlos acusarse en esta materia. A los penitentes les aprovechar traerles a la memoria que el Seor dijo que de la abundancia del corazn habla la boca. Si el corazn es puro, tambin lo sern las palabras y las obras, y viceversa. Porque, repitmoslo, si una persona fomenta sospechas poco caritativas, no tardar en manifestar tambin con palabras los pensamientos poco amables. Los malos pensamientos no son del dominio exclusivo de la impureza, y a los penitentes hay que convencerlos de la necesidad de controlar sus pensamientos en relacin 191

Caridad fraterna con la caridad fraterna. La prctica de sta resultar as ms fcil y menos penosa. Hay gentes que gastan un tiempo considerable en excogitar medios para vengarse de su prjimo. Estn obsesionados por hallar observaciones punzantes y palabras duras. Cuando se presenta la ocasin fracasan miserablemente. Sin embargo, el hecho de abrigar tales pensamientos es verdaderamente reprobable. Tambin sacerdotes, religiosos y religiosas abrigan a veces tales pensamientos y deseos, y hasta puede darse que el tiempo de la meditacin se preste como ninguno a tales cavilaciones. No faltan tampoco penitentes que dicen que perdonarn, pero que no olvidarn. Un caso significativo es el de un sacerdote ordenado hace cincuenta aos y al que su obispo ofendi cuarenta aos atrs. No se cansaba de relatar aquel incidente. A un colega que le preguntaba: Le ha perdonado usted?, contest: Naturalmente le he perdonado, pero no lo olvidar. Lo cierto es que esto no puede llamarse perdn. Una buena confesin puede ayudar a desarraigar malos hbitos, pero el hombre no acta en el vaco; los malos hbitos deben ser reemplazados por otros buenos. El captulo trece de la primera carta de san Pablo a los Corintios puede servirnos para guiar nuestros esfuerzos en este sentido. Proclama las caractersticas de la verdadera caridad, las seales de discernimiento. El amor, todo lo espera (13, 7). El cristiano no debe perder nunca la esperanza. Tampoco la paciencia debe tener lmites; la caridad puede siempre hacer y sufrir algo por la eterna salvacin de los otros. El pensar positivamente engendra esperanza de lo mejor y aprovecha mucho cuando se quiere aportar alegra, consuelo y alientos a los que se ven frustrados. Un cristiano, al examinarse la conciencia, puede preguntarse: Siento yo por los otros y con los otros? Me doy cuenta de los sufrimientos y dificultades de los otros? Me esfuerzo por iluminar la existencia de alguien que est abrumado por las vicisitudes de la vida? Escndalo y medio social La eficacia de un sacerdote que predique sobre la confesin o que oiga confesiones se ver muy realzada si de antemano procura l adquirir buen conocimiento del clima moral de la zona en cuestin. Cules son las tentaciones predominantes? Qu actitud adoptan frente a los problemas sociales las llamadas personas piadosas? Por ejemplo, se descubren actitudes torcidas en una encuesta sociolgica, en la que, entre otras cosas, se pregunta: Cul es su actitud frente a las madres solteras? El resultado bastante unnime era que tales madres eran despreciadas por los que consideraban el aborto como una solucin normal; eran tambin desdeadas por su ignorancia crasa de los anticonceptivos. El hecho ms sorprendente era que las llamadas almas buenas, con su falta de caridad y su desprecio de dichas madres, hacan la presin todava ms intolerable. Tal actitud manifestada por personas mojigatas inducan muy a menudo a muchachas embarazadas a procurar el aborto. En otra encuesta, un sacerdote (prroco) bien intencionado deca que l observaba una prctica til. A ninguna madre soltera se le permite ir a la boda vestida de blanco. Ocurri que dos hermanas se casaron en una misma ceremonia. Una de ellas iba vestida de blanco; a la otra la oblig el prroco a vestirse de color porque estaba embarazada. Sin embargo, era un secreto a voces que la muchacha vestida de blanco haba tenido por lo menos tres abortos. La hermana vestida de color se hallaba en mucha mejor condicin. Pese a las ideas conservadoras y estrechas, los excesivamente devotos escandalizan y son causa de que se cometan crmenes. El confesor har bien en sacudir a tales personas si se le presenta la oportunidad de hacerlo, exactamente como algunas gentes se han sentido sacudidas al darse cuenta de que comparten la responsabilidad de la renovacin preconizada por el concilio Vaticano II. Por ejemplo, cmo pueden tales gentes pretender ser hijos e hijas obedientes de la Iglesia si se oponen a sus enseanzas? Uno de los peores escndalos de nuestro tiempo es la mediocridad de muchos catlicos, particularmente sacerdotes y religiosos. 193
Hring, Shalom 13

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Caridad fraterna Por ejemplo, a veces se oye alabar al padre X porque puede decir en quince minutos una misa de da de labor, y en veinte la misa del domingo; no es como esos otros curas que no tienen reparo en alargar las ceremonias en lugar de preocuparse de despejar la iglesia los domingos. Un serio examen de conciencia se impone tocante al culto pblico. Muchas de nuestras parroquias son un escndalo para protestantes piadosos que hace tiempo tienen aprendido el significado del culto pblico.

XV EL CUARTO MANDAMIENTO

Agresividad Finalmente quisiera decir una palabra sobre la agresividad y la caridad fraterna. Los educadores, las religiosas, y en particular los sacerdotes deben aprender a apreciar la importancia del dominio de s mismos, y ms an a dar ejemplo de ste en su comportamiento cotidiano. Los que consagran sus vidas a propagar el Evangelio escandalizan a otros con su impaciencia y falta de dominio. Esto se observa en el confesonario, en el pulpito y en las aulas. Personas seguras de s mismas se molestan apenas otros se niegan a aceptar sus ideas o se atreven a proponer cambios. No pocas veces, la agresividad que caracteriza a ciertos maestros y predicadores del Evangelio no procede tanto de celo apostlico como de sentirse agraviados personalmente. Descargan su mal humor en los fieles reprendindolos con la mayor severidad, siendo' as que en realidad son ellos los que han quebrantado la ley de Dios con su falta de dominio de s. Los mandamientos que pertenecen a las relaciones interpersonales van a ser tratados ahora a la luz del amor, que se* encarna y halla su expresin en las diferentes dimensiones y en los diferentes sectores de la vida. En primer lugar nos ocuparemos del cuarto mandamiento, no slo como imperativo moral, sino primariamente como catalizador de la caridad social. Todo grupo societario: familia, escuela e Iglesia, as como los diferentes subgrupos de la sociedad son comunidades que, de diferentes maneras, deben reflejar la fraternidad de Cristo.

Vida de familia La preparacin de los jvenes para el matrimonio ha sido durante demasiado tiempo una zona gravemente descuidada en cuanto a la formacin de la conciencia (cf. Constitucin sobre la Iglesia en el mundo moderno, art. 49, 52). Los mayores fallos inherentes a la carrera hacia el matrimonio revelan la falta de preparacin desde el punto de vista moral y religioso. La elevada proporcin de los divorcios y la alarmante inestabilidad de la familia dan prueba de una falta de responsabilidad social cristiana. Nuestra sociedad, tecnolgicamente avanzada, puede estar notablemente adelantada en los mbitos de pulsar botones, pero el perjudicial desnivel en mbitos como la educacin para la libertad, y 195

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El cuarto mandamiento la responsabilidad podra dar al traste una civilizacin entera. Fijmonos nicamente en la relacin entre padres e hijos, que todava se enfoca, en no pocos crculos, en forma victorana o previctoriana. Hay padres que siguen tratando a sus hijos adolescentes como a nios, y a sus hijos e hijas mayores como a adolescentes. Algunos se niegan a recibir en sus casas a los amigos de sus hijos. Otros obran como si la juventud debiera ser vigilada constantemente. Tales actitudes pueden originar dos reacciones molestas: o el nio obedece a sus padres como esclavo o manifiesta explosiones de rebelin. En el primer caso se despoja al nio de su energa y de su libertad para desarrollar su propia personalidad, y su consiguiente deformacin emocional lo har incapaz de afrontar una vida productiva. En el segundo caso, el influjo y prestigio de los padres no alcanza ya a los nios, que estn totalmente impreparados para exponerse a las normas predominantes en el mundo. Las ms de las veces, este ltimo grupo fomenta una actitud negativa frente a toda autoridad. Aprovechar a los padres recordarles que una buena educacin de los hijos se lograr mucho ms con el ejemplo que con meras reglas y restricciones. Los padres son las primeras figuras en que ponen los ojos los nios, y cualquier cosa que hagan y defiendan servir de base para el desarrollo del sistema de valores del nio. Naturalmente, deben mantener su autoridad, pero sta debe ser una autoridad amable, que eduque con vistas a la madurez. La autoridad estar al servicio del amor si expresa humildad para con Dios y para con los hijos. Es una autoridad que ha de ayudar a los nios a distinguir entre lo bueno y lo malo, entre la virtud y el vicio. Algunos padres dan por supuesto que el nio los reconoce como hroes. Parecen ignorar completamente los perniciosos efectos de su inconsecuencia en la disciplina y en otros sectores de la vida cotidiana en general. Pensemos en padres que son sumamente tolerantes tocante a las malas formas, y en cambio se salen de sus casillas cuando se hace una mella o una abolladura en una pantalla. Es triste ver la anarqua que reina en el mbito de los valores de muchos padres. La buena educacin, si de veras ha de merecer este nombre, entraa instruccin de palabra y de obra, con el estableci196

Vida de familia miento de una jerarqua de valores. Es imposible formar la voluntad de un nio si no se forma su sentido de los valores. Por esto aprovechar a los padres el examinar ocasionalmente la naturaleza de sus reprimendas: provienen stas de irritacin y mal humor o ms bien de su deseo de ayudar a sus nios a alcanzar la madurez? En ocasiones cometen los padres la falta de contradecirse mutuamente, y a veces de manera violenta, en presencia de los hijos. En cambio, no hay inconveniente en que discutan tranquilamente y con serenidad sus puntos de vista delante de ellos. Los nios tienen derecho a saber que sus padres no son infalibles y que ellos mismos aprenden discutiendo pacientemente. Qu mejor manera de hacer comprender a los nios que sus padres forman una verdadera sociedad, que se propone buscar en comn la solucin de sus problemas? En cambio, es muy perjudicial que uno de los padres d una orden al nio y que el otro venga luego a contradecirla; entonces se ven los nios colocados en una situacin de conflicto. De estudios sociolgicos resulta que la inconsecuencia en la disciplina familiar prepara el camino a la delincuencia, que es un grave problema social. Debido a la estructura de la sociedad de hoy, en la que el padre trabaja ocho o ms horas al da, la educacin de los nios se deja en gran manera en manos de la madre. No obstante, el padre que, abrumado por el trabajo, renuncia completamente a su propio papel en la vida de los hijos, comete un grave error. l es el padre y el compaero de su esposa en la educacin de los hijos. No puede contentarse con ser el mantenedor de la familia; debe ser un elemento de alegra y de estabilidad dentro de casa. Si para su mujer y sus hijos es el hombre que se oculta tras el peridico o que mira la televisin, si no es ms que el hombre que trae dinero a casa, entonces ha fallado en el aspecto ms importante de la paternidad. Es realmente una casa muy triste aquella en que el padre est fatigado para poner la firma en una tarjeta postal o para escuchar las experiencias de sus hijos en la escuela; en que un marido no hace caso de su esposa y olvida felicitarla por su labor, por su cocina y no se cuida de preguntarle cmo le va y cmo les va a los nios.

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Atencin a la vocacin La TV y la formacin de la conciencia El uso tan propagado de la televisin plantea graves problemas tocante a la formacin de la conciencia. Naturalmente, los padres deberan dar ejemplo con una prudente seleccin de los programas, enseando a los hijos a distinguir y a no aceptar sin ms cualquier cosa que ven en la televisin. El impacto de la TV en los espectadores americanos se atribuye a la intimidad del ambiente: las estrellas de la televisin vienen a ser huspedes en la sala de estar. Los padres deberan guiar a sus hijos en la seleccin de sus huspedes. Naturalmente, no podemos pretender educar las conciencias en esta materia si ingerimos todo lo que se nos ofrece en la semana, si no nos esforzamos por disciplinarnos nosotros mismos mediante una dieta equilibrada de televisin. Se ha averiguado que en Amrica el nio medio pasa sentado delante de la pantalla de la televisin ms horas que en la escuela. Los padres no se preocupan lo ms mnimo con tal que a los nios se les vea pero no se les oiga. La vida de familia sufre por estar dominada por el aparato de vistas y sonido. La TV es especialmente perturbadora porque no deja tiempo para la conversacin entre padres e hijos. Se echa de menos ese tiempo para que los padres discutan sobre el valor de los programas, para ayudar a los nios a juzgarlos objetivamente. Los confesores haran bien en recordar a los padres sus obligaciones en esta materia. Atencin a la vocacin Otro aspecto de la vida de familia que el confesor podra recordar ventajosamente a los padres es el de la vocacin de los hijos. Es importante que los padres se pregunten de tiempo en tiempo si hacen todo lo que est en su mano para guiar y estimular a sus hijos en la eleccin de su vocacin. Los padres deban buscar oportunidades para discutir el valor de diferentes vocaciones, de diferentes profesiones, enfocando su importancia para la sociedad en general y para la Iglesia en particular. Hay que estimular especialmente 198 al nio cuando pone los ojos en la profesin para la que parece tener mejores disposiciones. Naturalmente, los padres deben tambin promover vocaciones religiosas, pero en todo caso deben ser sumamente escrupulosos tocante a la libertad de sus hijos: no deben sofocar una posible vocacin del nio al sacerdocio o a la vida religiosa; por otra parte no deben tampoco forzarlos a ir al seminario o al noviciado contra su voluntad. Hay todava otros sectores en los que un confesor avisado puede prestar gran servicio a los padres que acuden al confesonario, atrayendo ms su atencin hacia los deberes para con sus hijos. Si el confesor conoce el ambiente familiar, estar en mejores condiciones de ofrecer a los padres consejos apropiados. Por ejemplo, si se da cuenta de que en la inmediata vecindad hay muchachos que toman drogas y al mismo tiempo sabe que su penitente tiene uno o ms adolescentes en su familia, puede recomendar a los padres que tomen aparte a los nios y los adviertan de los peligros implicados en unirse a tales muchachos, ponindolos adems en guardia contra los medios empleados generalmente para atraerlos o para pescarlos. Si es el confesor ordinario del padre o de la madre, puede llamar la atencin de su penitente hacindole notar que es demasiado severo y tiende a censurar al nio cada vez que las cosas salen mal. O puede observar que se inclina a pasar por alto las buenas cualidades de sus hijos, desanimndolos y decepcionndolos consiguientemente. El confesor se halla tambin en condiciones de poder prevenir contra el excesivo prurito de alabar a los hijos, lo cual puede inducirles a creer que son seres extraordinarios, superiores a los dems. No bastan las preguntas para educar la conciencia de los padres. Hay que hacer sugerencias sobre el modo de afrontar situaciones particulares. La confesin da oportunidades para insistir en el tema de una sana educacin de la prole. Por ejemplo: imponer a un padre como penitencia hacer examen de conciencia sobre cmo podra mejorar la educacin de los hijos. Una de las preguntas ms importantes que puede hacerse un padre es la siguiente: Educo a mis hijos para que adquieran una actitud social, con mentalidad amplia, para que se ayuden entre s, a la familia, a la sociedad? Educan los padres a los hijos de modo que asuman sus responsabilidades sobrenaturales? 199

Educacin en la obediencia Educacin en la obediencia La educacin en la obediencia plantea un problema especial en nuestros das. En una sociedad cerrada, como en el pasado, cuando la sociedad estaba sujeta a un severo control de pautas uniformes, haba menos inconveniente en que se educaran los hijos en un tipo externo, casi uniforme de obediencia. Esto no era obediencia cristiana, desde luego; era una formacin en la conformidad. Si lo mismo se practicara en nuestros das, en una sociedad abierta, dinmica, pluralista, se produciran efectos desastrosos. Los medios principales con que los padres pueden educar a sus hijos para la obediencia y la responsabilidad consisten en darles ejemplo y en inspirarles buenos motivos; escuchando sus preguntas y respondindoles con la mayor sinceridad posible; pero sobre todo, comprendiendo a sus hijos. Por ejemplo, es descaminado que los padres insistan en que los hijos se amolden a ciertas pautas religiosas sin inspirarles un verdadero espritu religioso. Yo no me opongo a que se enseen prcticas religiosas, pero la obligacin fundamental consiste en instruir a los hijos en la espiritualidad. Todas las virtudes son dones de Dios y han de adquirirse con responsabilidad personal, pero mucho depende de lo que hagan los padres. El confesor, tratando con nios y jvenes, debe ayudar a fomentar las debidas actitudes para con los padres. Sera fatal querer reducirlo todo a pura obediencia. La primera respuesta de los nios ha de ser de amor, de gratitud y religioso respeto, dado que los padres representan para ellos la autoridad de Dios. Los nios, y en particular los adolescentes, deben aprender a ser respetuosos en su pensamiento y en sus acciones; hay que ensearles el primado del corazn. Los nios tienden a responder con estas actitudes cuando se ven ayudados por los padres. Con frecuencia, el confesor dir al joven penitente que si espera mejorar las relaciones con sus padres y hacer ms feliz la vida de familia, deber suprimir todos los resentimientos que pueda abrigar en su interior, as como toda tendencia a juzgar desfavorablemente sus motivos en la manera de tratarlo. La fuente de no pocas diferencias familiares se halla en formas torcidas de pensar y de juzgar.
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El confesor puede estimular al joven penitente a aceptar incluso en su interior la ocasin que se le ofrece de poner a prueba su respeto. Juzgar en bloque, sin saber hacer distinciones, es una de las grandes tentaciones a que est sujeta la juventud. En la formacin de la conciencia de los jvenes hay que ayudarles a ser humildes en su manera de juzgar, a darse cuenta de sus limitaciones; al mismo tiempo deben aprender a discernir y a pensar .personalmente, a desarrollar el sentido de las distinciones dentro de lo complejo de la vida. El confesor puede pedir al joven penitente que se observe durante algunos das y tome nota de su tendencia a formular juicios severos, sin matices, en particular acerca de sus padres. No pocos de la vieja generacin deberan reconocer que realmente estn anticuados bajo algunos respectos. Yo estoy convencido de esto acerca de m mismo. La experiencia del concilio Vaticano II sirvi para abrirnos los ojos a muchos de nosotros. Algunos que eran considerados generalmente como pioneros y vanguardistas tuvieron que reformar sus opiniones retrgradas. Otros, en cambio, a los que se tena por excesivamente conservadores en algunas materias, eran muy abiertos y liberales tocante a ciertas ideas modernas. Deberan evitarse en general en la vida ordinaria las etiquetas de liberal y conservador, de izquierdista y carca, puesto que la mayora de nosotros somos una mezcla desconcertante surgida de nuestras variadas experiencias. Los adolescentes muy en particular deben evitar la tentacin de ser tajantes y categricos en sus juicios, pero tambin los padres deben desplegar paciencia cuando sus hijos proceden as, pues tal actitud representa un empeo de stos por aparecer maduros. Tambin aqu puede prestar gran ayuda el confesor. Sera una tragedia si los nios crecieran sin el menor entrenamiento en hacer juicios crticos, aceptando sin ms como verdadero todo lo que les dijeran los padres, los maestros o los sacerdotes. Deberan ms bien tratar sus propios pensamientos como problemas, como hiptesis que hay que verificar, no como decisiones categricas definitivas. El muchacho necesita ser educado en el ejercicio de la discrecin. Es una vieja tradicin, tanto en Oriente como en Occidente, la de insistir en la ciencia del discernimiento que analiza los motivos y las acciones, distinguiendo el verdadero amor de sus falsificaciones.
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Armona interracial La familia abierta La vida de familia o el cuarto mandamiento entraa no pocas cuestiones. Son bien conocidos los deberes con los miembros ancianos de la familia, como son los abuelos. Pero los confesores deben ensear a los fieles que el amor al prjimo no se limita al mbito inmediato de la familia, aun cuando la familia sea el lugar ideal para formarse en el amor. No vivimos nicamente en familia, sino en un complejo mundo social. Los nios no slo deben aprender a amarse unos a otros, a ser amables y respetuosos con sus padres, hermanos y hermanas, as como con sus parientes, sino que deben hacerse cargo de que la familia en conjunto es parte de la vida social, de la vida del vecindario, de la ciudad, de la escuela, del estado y del mundo en general. Pertenece al mbito de la formacin de las conciencias hacer que las gentes se den cuenta de sus responsabilidades con respecto a los diferentes grupos de la sociedad. bien como para el mal. As pues, a los sacerdotes, en cuanto predicadores y confesores, les incumbe la responsabilidad de promover la responsabilidad cvica. El sacerdote no puede, naturalmente, en su funcin sacerdotal, exigir que se vote por una persona o partido particular. Su papel consiste en formar las conciencias de tal forma que un buen cristiano sea un ciudadano consciente que viva a la altura de sus responsabilidades sociales. El 'bien comn reclama honorables y capaces hombres de gobierno. No est, por tanto, exento de pecado uno que a sabiendas vota en favor de un funcionario que no es honesto o que busca su prosperidad personal a expensas del bien comn. Tal comportamiento electoral contrarrestara los esfuerzos de la Iglesia por crear y fomentar una atmsfera divina de amor y de justicia. El patriotismo es indiscutiblemente una materia que pertenece a la formacin de la conciencia, pero los confesores deben tener cuidado de inculcar un patriotismo que se extienda a la entera familia de Dios, no nicamente a una parte restringida del todo. Segn se va estrechando ms y ms el mundo, nuestras obligaciones con el prjimo tienden a ganar envergadura. Por ejemplo, pocos sern los que nieguen que en la Amrica de hoy los problemas relacionados con la integracin social y racial son de suma importancia para la solucin de otros problemas concernientes a la vida internacional.

Moral cvica Dado que la sociedad moderna tiene que enfrentarse con tantos problemas y obligaciones que anteriormente eran de incumbencia de la familia, hoy da la formacin de la conciencia debe ocuparse del ciudadano y de su vida en sociedad. Por esto, los confesores no deben seguir repitiendo las mximas de teologa moral que respondan a una era pasada, sino que deben pensar en formar las conciencias en trminos de responsabilidad social. Se debe ensear a los cristianos que tienen la obligacin de interesarse por los problemas de la comunidad y del pas, es decir, por los problemas culturales, sociales y econmicos. Sera un error por parte del cristiano que pretende ser la sal de la tierra, limitar su visin a su propia familia o a los asuntos de su propia clase social o de su vecindario. La influencia constantemente creciente del gobierno a todos los niveles de la vida afecta al contorno de uno mismo, tanto para el
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Armona interracial Es imposible examinarse actualmente la conciencia sin tener en cuenta los asuntos interraciales. Qu he hecho yo para fomentar la integracin social y racial en mis propios crculos sociales? A veces, incluso catlicos piadosos reivindican derechos exclusivos para las buenas cualidades, y miran a todos los dems como inferiores e incapaces de ser incorporados en la gran corriente de vida americana. Tal sucede especialmente tocante a los hombres de color. La parcialidad cierra la mente a los hechos objetivos. No se puede negar que los negros de Amrica, en trminos generales, son tradicionalmente un pueblo religioso con gran capacidad
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El cuarto mandamiento de fe. Esto hay que reconocerlo aunque su expresin de la fe difiera del modo como los blancos expresan la suya. Es conocida la extraordinaria paciencia de las gentes de color: los negros eran pacientes cuando eran esclavos, y lo son todava pese al largo perodo en que se han descuidado sus derechos de ciudadanos, por no decir que se les han negado. En la formacin de la conciencia de los cristianos importa mucho que los confesores induzcan a los penitentes a enfocar las cosas positivamente. Si, por ejemplo, el movimiento de los derechos civiles ha sufrido reveses y obstrucciones de todo gnero, se debe a la tendencia de muchos a ver slo lo negativo en la parte contraria. Si un negro se desmanda, se censura a la raza entera. El ncleo de la cuestin est en que gran nmero de blancos siguen todava mirando a los negros como intrnsecamente inferiores. Uno no podr fomentar la justicia social y la integracin si ante todo no se decide a admitir la igualdad de los hombres ante Dios. Qu puede en concreto hacer un blanco por la causa de los negros? El confesor, con vistas a la formacin de la conciencia en esta materia, podr, por ejemplo, sugerir lo siguiente: no acudir a bares, restaurantes, teatros y clubs, en los que no son admitidos los negros. Cuando tengan la opcin, deben recomendar los locales que promuevan la integracin. Una manera de protestar los penitentes contra la segregacin podra ser la de probar que los actuales procedimientos y actitudes de los segregacionistas son contraproducentes. Si los padres pueden elegir, darn testimonio de la sinceridad de su fe llevando a sus nios a escuelas integradas ms bien que a las otras o, en los casos en que no se haya llevado a cabo la integracin, informando a las autoridades escolares locales de que ellos apoyan la causa de la integracin. Se puede estimular a los penitentes a utilizar su influencia con amigos y vecinos para inducirlos a la actitud cristiana de aceptar a toda clase de gentes. Se puede aadir que la promocin de la integracin social y racial en un pas contribuir inevitablemente a la causa de la paz en el mundo entero.

Fraternidad internacional No podemos esperar promover la paz y la libertad si patrocinamos la discriminacin en nuestro pas, o estado o vecindario; esto sera farisesmo. La paz se edifica con palabras y con obras. Si las naciones, como los individuos, se respetan mutuamente, no habr ms guerras. Los cristianos tienen el deber de promover el entendimiento internacional acostumbrndose y acostumbrando a otros a fijar la atencin en las cualidades positivas de otras naciones. Aunque no podemos elogiar el comunismo como sistema, podemos mostrar discrecin al juzgar a los particulares dentro del sistema, as como lo que stos tratan de hacer. No todo es malo en el comunismo. Es que, adems, hay clases y clases de comunismo. Por ejemplo, el comunismo en Polonia no es el mismo que el de Alemania oriental. Este ltimo est todava dominado por el estalinismo y tiende a suprimir bastantes derechos humanos. El polaco, en cambio, ha puesto en contingencia algunos de los principios bsicos del sistema, tratando de reconciliarlos con las exigencias nacionales y sociales. En Polonia son muy pocos los comunistas convencidos, mientras que la mayora no tienen nada de comunistas. Se llaman comunistas a fin de distraer la atencin de los otros y de estar en buenos trminos con los poderes constituidos. Por otra parte, el comunismo en Checoslovaquia es completamente distinto del comunismo chino. Por lo dems, no debemos confundir la nacin con el sistema poltico. Como cristianos y realistas, debemos aceptar estas distinciones; de lo contrario, no promoveremos la paz y la mutua inteligencia, sino que fomentaremos la discordia y la rivalidad. Como nos lo record el papa Juan, debemos distinguir entre el sistema econmico-poltico y el atesmo, entre el sistema y las personas. Mis cuatro aos de experiencia en Rusia durante la guerra no hicieron sino confirmarme en lo que siempre haba odo y credo: los rusos son un pueblo de gran corazn, religioso y acogedor por tradicin. Como sacerdote y miembro del cuerpo sanitario, tuve ocasin de tratar con muchos rusos. Puedo garantizar que sera un grave error identificar los pecados de pocos con una pobla205

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El cuarto mandamiento cin entera. Tal injusticia no contribuir lo ms mnimo a la deseada paz en la tierra. Hoy da, en muchos lugares no slo es arriesgado, sino que es cuestin de vida o muerte, expresar desilusin con respecto al rgimen comunista. A los cristianos se les debe ensear que, si tienen que hablar contra el comunismo, no deben en conciencia silenciar su profunda estima de las cualidades religiosas del pueblo ruso. Hay que hacer comprender a las autoridades rusas que abrigamos una actitud sumamente amigable para con su pueblo. Lo mismo se diga cuando se hable de China y del comunismo chino. No debemos darles motivo de quejarse de nosotros, con vistas a la creacin de una atmsfera ms amistosa. Los confesores deben insistir en que esto es asunto de conciencia no slo para periodistas y polticos, sino para todos los cristianos, por cuanto contribuyen a la formacin de la opinin pblica.

Miembros responsables de la Iglesia decretos del concilio Vaticano. Los confesores, con objeto de que se conozcan mejor los documentos conciliares, podran insinuar a ciertos penitentes la lectura de alguno de ellos como penitencia. Los de ms inters para los seglares son los captulos 2, 4 y 5 de la Constitucin dogmtica sobre la Iglesia, el decreto sobre el laicado, el relativo a la Iglesia en el mundo moderno, y el relativo al apostolado seglar. Los confesores no deberan argir que esta penitencia sea impracticable. Slo perturbaremos sus conciencias por no haber todava ledo nada de los decretos; la mayor parte de nuestros penitentes no seran capaces de cumplir tal penitencia; ni siquiera sabran dnde encontrar alguno de los decretos. Tales argumentaciones son depresivas para muchos seglares y desaniman a otros inducindoles a ese tipo de apata que ha tratado de disipar el Concilio. No me cabe la menor duda de que el ecumenismo promovido por el concilio Vaticano II hara muchos mayores progresos si los sacerdotes y juntamente los seglares se tomaran ms tiempo para examinar los decretos del Concilio. El confesor, cuyo inters debe cifrarse en la debida formacin de la conciencia, no puede, en su labor de consejero, ignorar los decretos del concilio Vaticano n. Obrar as sera negligencia crasa.

Miembros responsables de la Iglesia A los confesores se les plantea un formidable quehacer en la reforma de las conciencias de los cristianos tocante a su actitud frente a la Iglesia. Son no pocos los que inducen al pueblo a concebir la Iglesia reducida a su estructura jurdica, sin percatarse de la importancia de la definicin de la Iglesia como comunidad. No han cado en la cuenta de que ellos el entero pueblo de Dios son la Iglesia. El seglar que sufra de este malentendido slo podr trabajar con apata y somnolencia. No todos los cristianos han entendido y ni siquiera estudiado las enseanzas del concilio Vaticano n tocante a la verdadera idea y autodefinicin de la Iglesia. Todos ganarn leyendo y releyendo la Constitucin sobre la Iglesia. El concilio Vaticano 11 nos ha dado tambin una clara valoracin del papel del laicado. Desgraciadamente estos documentos no han entrado suficientemente en la lista de lecturas de las familias catlicas. Si se ha de dar a los seglares una mejor inteligencia de su Iglesia, si se ha de avivar en ellos la responsabilidad que tienen de participar en la misin de la Iglesia, habr que informarlos una y otra vez sobre Jas Constituciones y 206

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XVI EL QUINTO MANDAMIENTO Y LA FORMACIN DE LA CONCIENCIA

Todos los mandamientos promulgados en el monte Sina necesitan explicarse y aplicarse a nuestro propio perodo de la historia de la salvacin. Y as, el quinto mandamiento en la perspectiva de la ley del Nuevo Testamento es enfocado como consecuencia del gran mandamiento del amor al prjimo. Cuando en nuestros das se trata de dar una respuesta a la vieja pregunta: Seor, quin es mi prjimo?, asoman a nuestros ojos nuevas perspectivas. La cuestin tiene dimensiones internacionales, por encima de todas las barreras raciales y abarcando a creyentes e incrdulos; todos son mi prjimo. Si bien el veterotestamentario No matars ha evolucionado desde su forma negativa hasta la positiva neotestamentaria del Amars, nuestro mundo no ha captado todava plenamente el mensaje. En muchos casos un odio hondamente enraizado tiene todava que convertirse en amor, y la violencia en compasin, antes de que se pueda hallar paz en la tierra. Los hombres tienen primero que hallar a Cristo y su amor en sus corazones.

La guerra moderna En la poca moderna puede muy bien darse que un joven sincero pregunte al confesor si puede o no servir con buena conciencia en las fuerzas armadas. 209

El quinto mandamiento Tradicionalmente los telogos morales han sostenido la licitud de una guerra justa. Esto quiere decir que un gobierno puede requerir a los ciudadanos para que combatan y hasta sacrifiquen sus vidas en defensa del bien comn y de la libertad del pas. En este caso todo ciudadano debe responder a este requerimiento con conciencia clara. Sin embargo, si alguien est convencido de que una guerra es injusta y, no obstante, toma parte en tal guerra y mata a otras personas, es un homicida. sta es, adems, la opinin tradicional. En el ltimo caso, una persona privada que se pregunta acerca del derecho de su gobierno a exigir el servicio, o acerca de la justicia de la guerra, debe hacer todos los esfuerzos posibles para formarse una conciencia recta en la materia. Acerca de la guerra atmica o nuclear, la cuestin es completamente diferente. Sera sumamente difcil, por no decir imposible, justificar tal guerra. Los daos de la guerra atmica seran en todo caso mayores que el sacrificio de parte de los derechos civiles y polticos de las personas. Cuando Nikita Khrushev era todava primer ministro en Rusia dijo acerca de la guerra atmica: ...los supervivientes envidiarn a los muertos. Nunca se podr justificar moralmente el lanzamiento de bombas A o de bombas H sobre las ciudades. Adems, yo creo que un soldado que obedezca tales rdenes de su gobierno ser millares de veces positivamente culpable de homicidio. Supongo que las gentes que tanto se horrorizaron al oir las atrocidades cometidas por los individuos de la SS en la ltima guerra, no tendrn dificultad en aceptar este punto de vista. En efecto, nadie puso en duda que aquellos alemanes que obedecieron las rdenes del Fhrer y sacrificaron a millares de inocentes judos fueran homicidas en todo el rigor de la palabra, aunque actuaron obedeciendo rdenes superiores. En cambio, cuando slo se trata de una guerra defensiva contra un injusto agresor y el gobierno se limita a objetivos militares, como la destruccin de aeropuertos, de fbricas, de plantas de almacenamiento de bombas, entonces el soldado no slo puede, sino que debe obedecer. Sin embargo, no dejo de apreciar el testimonio de objetores de conciencia, que al mismo tiempo movilizan todas sus energas de amor en favor de la paz y de la justicia social entre las naciones. 210

La guerra moderna Al tratar este tema no puedo menos de repetir la obligacin, antes mencionada, de crear una atmsfera de respeto entre el pueblo. Un pas debe hacer lo posible por transmitir a otros una imagen favorable de amor a la paz. Tal imagen pblica es imposible si al mismo tiempo todos los esfuerzos van dirigidos a la produccin de armas. Hay que subrayar tambin la actitud de personas que se esfuerzan por conocer las buenas cualidades de otras naciones y por promover una opinin pblica conducente a la paz entre todos los pueblos. Al tratar aqu de la guerra, quisiera reafirmar mi opinin tocante al espa que se suicida. Anteriormente trat ya esta cuestin en Familia Cristiana, revista en la que peridicamente responda a preguntas de los lectores. Sin embargo, la opinin que entonces expres ha sido malamente desfigurada por la prensa americana. El punto discutido era ste: Puede un espa obedecer las rdenes de su gobierno que le intima el suicidio, si es ste el nico medio de proteger informaciones secretas que, si se revelaran, podran poner en grave peligro la paz? Mi respuesta era que el suicidio, en sentido estrictamente moral, no es lcito. Sin embargo, yo aada que se poda discutir si en tales circunstancias la accin del espa sera suicidio en sentido moral. Yo distingua entre el hecho de quitarse uno la vida y el suicidio en sentido moral, y apoyaba mi razonamiento con varios ejemplos. Tal fue el caso de Scrates que, condenado a muerte por el gobierno, bebi tranquilamente la copa de veneno. En aquel tiempo, obligar a beber el veneno era el medio empleado para dar la muerte en forma menos penosa. Que yo sepa, ningn moralista ha calificado de suicidio en sentido moral la muerte del filsofo por su propia mano. En el Japn, los miembros de la nobleza no eran condenados a la horca, sino que se les obligaba a quitarse la vida (harakiri) cuando eran condenados a muerte. Nadie llamara esta accin suicidio en sentido moral. Quienquiera que tenga alguna experiencia de la guerra sabe que en ella hay muchas acciones, en las que uno cumple una orden, aunque prcticamente sabe que obrando as sacrificar su vida. Nadie acusara a tal hombre de suicidio en sentido moral. Finalmente, despus de la Segunda Guerra Mundial se hizo 211

El quinto mandamiento

clebre el nombre del padre Kolbe. Aquel sacerdote haba estado en un campo de concentracin. Cada vez que alguno de los presos resista a las rdenes, eran stos conducidos a los patios y uno de cada diez del campo era condenado a una terrible tortura y a una muerte lenta. Sucedi que en una de aquellas ocasiones el padre Kolbe vio a un hombre, padre de varios hijos, que haba sido elegido como vctima. Inmediatamente pidi que se le permitiera ocupar su puesto, aunque no poda tener la menor duda de que iba a morir voluntariamente. Sin embargo, quin pensara en acusar de suicidio al padre Kolbe? Luego, despus de establecer la distincin entre el hecho de quitarse uno la vida y el suicidio moral, dije que el caso del espa poda considerarse como una cuestin discutible. Yo no pretenda haber probado que un espa que deliberadamente se quita la vida con objeto de servir a la causa de la justicia y de la defensa de la paz, no comete suicidio en sentido moral. Repitamos la lnea de la argumentacin: por el hecho de que el espa tiene informaciones secretas de tal importancia, que revelndolas pondran en peligro la paz de su pas, su gobierno le da la orden de sacrificar su vida antes que entregar la informacin. Se puede discutir si obedeciendo la orden del gobierno, el espa comete suicidio en sentido moral, ya que, al disponer de su vida, depende de rdenes superiores. (No es el gobierno el que en tiempo de guerra decide que ciertos individuos han de sacrificar sus vidas para proteger la paz?) El gobierno ejecuta su decisin dando la orden a los que estn dispuestos a sacrificar libremente sus vidas caso que este sacrificio sea necesario para la patria. La razn porque menciono este caso es la de mostrar cuan cuidadosamente hemos de evitar enseanzas apodcticas en casos intrincados. Condenar el suicidio o el aborto como pecados graves no debe ser un motivo que nos retraiga del estudio, sino que ms bien debe obligarnos a examinar ms de cerca ciertos casos extremos que se plantean en relacin con el significado moral de estos actos.

Aborto Los confesores se ven con frecuencia llamados a iluminar o a fortalecer las conciencias del pueblo en relacin con el crimen del aborto. Todo catlico debera saber que ste es uno de los pecados ms graves, una violacin directa del derecho ms elemental de una persona inocente. Es un pecado contra la justicia y contra la caridad o el amor, un pecado de desprecio, de burla del don de la fecundidad dado por Dios a la mujer para el cumplimiento responsable de la vocacin femenina. En lo ms hondo de su ser sabe toda mujer que su consentimiento en el acto conceptivo implica el compromiso moral de llevarlo a buen trmino; es una cuestin de justicia en relacin con el don de su sexualidad y de su naturaleza femenina otorgado por Dios. Todo confesor experimentado sabe que el aborto es un pecado que muchas mujeres no se sienten capaces de perdonarse ni siquiera despus de haber sido perdonadas por Dios mismo. Los mdicos y los psiquiatras saben tambin hasta qu punto las mujeres, por su misma naturaleza, estn vinculadas a la maternidad, aun cuando al nivel consciente puedan no darse mucha cuenta de esta vinculacin. En Flight {rom Wornan ( = Huida de la mujer), el eminente psiquatra Karl Stern ilustra este punto refirindose a cmo el sentido del tiempo penetra a un ser femenino:
No pocas veces vemos que en los casos en que una mujer comete un aborto artificial, digamos en el tercer mes de la gestacin, este acto parece no tener consecuencias psicolgicas. Sin embargo, seis meses despus, precisamente cuando el beb habra debido venir al mundo, el sujeto cae vctima de grave depresin o incluso de psicosis. Ahora bien, acerca de esto se observan dos circunstancias curiosas. La depresin se produce aun sin que la mujer se d cuenta conscientemente de que "ahora es el momento en que habra debido nacer mi beb". Adems, la filosofa de la paciente no es necesariamente tal que ella desapruebe el acto de interrupcin del embarazo. Sin embargo, su profunda reaccin de perdida (que no va necesariamente unida con una preocupacin consciente por el parto fallido) coincide con el tiempo en que ste hubiera tenido lugar... La mujer, en su mismo ser, est profundamente vinculada al bios, a la naturaleza misma.

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El quinto mandamiento Se considera como altamente probable que el vulo fecundado, por lo menos una vez que ha sido implantado en el seno, es un ser vivo dotado de un alma inmortal. Aunque esto no sea un dogma, el aborto de un vulo fecundado se considera casi universalmente como un homicidio, as como es un homicidio el caso de un cazador que dispara cuando no est seguro de si apunta a un animal o a una persona. Esta duda no lo dispensa del crimen de homicidio, sino al contrario. Las jvenes, e incluso las mujeres adultas, tienen gran necesidad de instruccin en esta materia. Se debera hacer comprender a toda mujer que al destruir el fruto de su seno, no slo destruye la dignidad de la maternidad en s misma, sino, lo que todava es ms importante, su maternidad espiritual. El hecho de que se tenga tan poca conciencia de la gravedad del crimen del aborto, es indicio de la insensibilidad de nuestro tiempo con respecto a lo sagrado de la sexualidad humana, mediante la cual la persona humana tiene el privilegio de verse asociada en la accin creativa del Dios todopoderoso. Muchas jvenes y mujeres proceden con la presuncin de que al primer indicio de amenorrea pueden recurrir inmediatamente al mdico a fin de tener la menstruacin, aun cuando sospechen que un embarazo ha podido interferir con su perodo regular. Hay quienes justifican el aborto por razones de mera incomodidad o de ambiciones materiales. Para otras, en cambio, la tentacin o la decisin de hacerse practicar el aborto puede ser penosa y difcil, originada por una desesperacin psicolgica debida a circunstancias poco menos que insoportables. En estos casos, la culpabilidad subjetiva variar de grado exactamente como en cualquier otro pecado. El confesor, al aconsejar a estos penitentes, hara bien en sugerir motivos: la fidelidad a su condicin de mujer y a la voluntad de Dios, que llama a la mujer a cooperar con su poder creador. Se les puede hacer ver cmo este crimen atroz es un pecado contra el amor materno, y se las puede estimular a que amen a ese nio que est por nacer de su carne y de Dios. Si se trata de un hijo natural, el confesor podr ayudar a la muchacha, insinundole dnde podr hallar abrigo durante el perodo de la gestacin; podr 214

Aborto ofrecerse a hablar con sus padres para tratar de reconciliarlos con el hecho de su embarazo y animarlos a tratarla con la mayor caridad. El confesor puede hallarse tambin en condiciones de tranquilizar a una mujer que duda acerca de una operacin prevista, explicndole, si tal es el caso, que se trata de una operacin lcita, que no tiene nada que ver con un aborto. Acerca de los casos en que se pueda dudar si se trata de aborto, de aborto indirecto o de una operacin lcita, me permito remitir a mi libro La ley de Cristo, vol. ni. Con una muchacha o mujer que se ve embarazada por haber sido violada, hay que sentir, y mostrarle, la mayor compasin. Los casos no son frecuentes, pero existen. stos reclaman especial consideracin, no slo porque as lo exige todo instinto de humanidad, sino por razn de una circunstancia que no se halla presente en ninguna otra clase de concepcin, si se exceptan, posiblemente, ciertos casos de incesto que pueden llamarse tambin propiamente violaciones. En los casos de verdadera violacin est absolutamente excluido el consentimiento de la muchacha o de la mujer en el evento conceptivo; se da, ms bien, extrema aversin y repulsa. Se trata de una situacin originada no slo con violacin de la ley de Dios en cuanto expresada en los mandamientos, sino tambin con violacin de la naturaleza en cuanto indicada incluso en las formas inferiores de vida bisexual, en las que el consentimiento de la hembra es condicin para el acto. Por razn de la dignidad de la persona humana, de la ordenacin del acto sexual a la persona y a la familia, y del destino y finalidad sagrada de la sexualidad humana, este consentimiento por lo menos en grado mnimo es un derecho inalienable de la mujer. Por ejemplo, en algunos casos de seduccin, es posible que la mujer no d precisamente su consentimiento en toda regla, pero siempre hay algn grado de asentimiento. Los hombres son la nica especie que viola esta regla de la naturaleza en el crimen incalificable del estupro. Hubo tiempos en que la violacin de la mujer era punible de pena de muerte; actualmente la pena se ha rebajado hasta tal punto que no puede compararse con lo abominable del crimen. En los casos de estupro es moralmente lcito deshacerse del 215

El quinto mandamiento semen masculino, que se considera como prolongacin del acto inicial de agresin. Sin embargo, el aborto no es lcito si ha tenido ya lugar la concepcin. Cierto que no se puede decir que el feto, que no se habra formado sin la presencia del semen agresivo, sea en s mismo un agresor. No obstante, tenemos que reconocer que si el feto es inocente, no menos inocente es la muchacha. Podremos por tanto comprender su repulsa, pues siente que ese no es su hijo ni un hijo que deba en justicia engendrar. Con todo, debemos tratar de inducirla a mirar al nio con amor por razn de su inocencia subjetiva y a engendrarlo en medio de los dolores del parto, con lo cual puede dar por satisfecha su obligacin de maternidad forzada, y puede luego entregar el beb a alguna institucin religiosa o estatal, despus de lo cual procurar reemprender su vida con la santidad que sin duda habr realizado con su gran sacrificio y sufrimiento. Si, debido a los efectos psicolgicos de su experiencia traumtica, es incapaz de aceptar este consejo, puede darse que hayamos de dejarla en su ignorancia invencible. Su propia salvacin puede depender de ello, debido a su estado de extrema desesperacin. Si ha cedido ya a la violenta tentacin de deshacerse lo ms completamente posible de los efectos de su experiencia, podemos dejar a la misericordia de Dios el juicio del grado de su culpabilidad y tratar de despertar en ella la voluntad de integrar sus sufrimientos y su culpa con los sufrimientos y los pecados del mundo, que Cristo tom sobre s mismo en la cruz. En cuanto a los que han cometido el crimen de aborto, los confesores deben generalmente procurar explicarles la gravedad de su ofensa y notificarles que la Iglesia excomulga a quienquiera que autorice tal crimen o participe en l. Puede darse que sus conciencias estn todava a oscuras tocante a la verdadera naturaleza y gravedad de su acto. Con todo, hay que abrirles los ojos, ya que aqu no est implicada nicamente una cuestin de la conciencia subjetiva. Hay que tener en cuenta el efecto en el contorno, en la creacin de la atmsfera divina, en la que el amor y la bondad da testimonio de la presencia de Cristo. Aadamos que la Iglesia tiene el deber de proteger a los que carecen de proteccin y estn cerca de Dios, los nios que van a nacer. 216

Vida y salud del prjimo El No matars del Antiguo Testamento se convierte para el cristiano en el precepto afirmativo conservars la vida. No basta con evitar matar a nuestro prjimo, sino que debemos amarlo y, a la luz de este amor, atender a las cosas que ataen a su salud y a su vida. Una conciencia cristiana formada se pregunta acerca de los deberes relativos a la vida de la familia y de la comunidad. El confesor deber aguzar en sus penitentes el sentido de la responsabilidad en esta materia inducindolos a reflexionar sobre puntos tales como stos: Procuramos a la familia, en nuestra calidad de padres, los debidos cuidados mdicos, una alimentacin bien equilibrada, la limpieza que fomenta una verdadera higiene preventiva? Proporcionamos escuelas especiales a los disminuidos fsica o mentalmente? Cmo tratamos a los viejos? Procuramos aadir vida a sus aos o nos contentamos con aadir aos a su vida? Ayudamos, como a prjimos, a nuestros vecinos en las incidencias de la vida? En nuestra calidad de ciudadanos, procuramos con nuestra accin y nuestro voto un tipo de administracin pblica que acte atendiendo sinceramente a la seguridad y a la salud de la comunidad entera? Tenemos verdadero inters cvico en mejorar las condiciones de la vivienda, de la higiene, de los servicios sanitarios apropiados, la inspeccin sanitaria y contra incendios, especialmente en los barrios bajos? Nos interesamos en procurar que los retrasados mentales reciban la asistencia profesional que necesitan? Damos pasos para procurar que se creen institutos de asistencia social para las familias que necesitan de ayuda especial? Nuestra mayor informacin en psicologa y medicina nos ha llevado a darnos ms clara cuenta de los problemas psicosomticos. stos nos hacen pensar en la necesidad de considerar las posibles repercusiones de nuestro comportamiento en la salud de los que nos rodean, en particular en nuestra propia casa. Es muy sabido que llevando gozo y esperanza a la vida de una persona, se contribuye tambin a su salud. Es, por consiguiente, grave pecado menoscabar la salud de otros causndoles continuos disgustos. 217

El quinto mandamiento La triste situacin de ancianos abandonados merece especial consideracin por parte de las personas de todas las edades. Tanto su soledad como sus necesidades fsicas reclaman nuestro don de amor y nuestra ayuda espiritual. No debemos contentarnos en conservar su vida, sino que debemos ayudarles a reflexionar sobre el gozo y la luz que aporta el amor de Cristo. La carretera. La proporcin de muertes en la carretera ha ido constantemente en aumento estos ltimos aos. En los Estados Unidos, slo el ao 1965, hubo 49.000 muertos y 1.850.000 heridos en accidentes de circulacin. Teniendo presentes estos hechos aterradores, no se puede dudar de la obligacin en conciencia de observar el cdigo de la circulacin. Muchos moralistas consideran como pecado venial toda violacin de los lmites de velocidad indicados en las carreteras. Yo no me atendra rgidamente a esta apreciacin, puesto que con frecuencia la velocidad mantenida por otros conductores es una medida de prudencia mejor que los lmites indicados oficialmente. La opinin ms comn es que se puede permitir un margen de cinco millas por hora (8 kilmetros). En todo caso, conducir de modo que se ponga en peligro la propia vida o la de los otros es pecado sin gnero de duda. Lo mismo hay que decir del hecho de conducir coches que se sabe que sufren de defectos peligrosos. No se pueden nunca diferir las reparaciones necesarias para conducir con seguridad. Sera, por ejemplo, contra el quinto mandamiento conducir con malos frenos. El creyente debe aprovecharse de toda advertencia sobre las obligaciones en esta materia, hecha en el pulpito o en el confesonario. Evidentemente, los que van a conducir no deben tomar bebidas alcohlicas, o, a lo sumo, el mnimum que no afecte a su capacidad de conducir con seguridad. Algunas personas deberan renunciar en absoluto a conducir, por ejemplo, los que estn sujetos a oscurecimientos de la vista y otros que no tienen suficientes reflejos o cuya visin no es segura. Nadie debe intentar conducir si est agitado emocionalmente o bajo una fuerte sensacin, as, normalmente, cuando ha muerto un amigo ntimo o un pariente muy allegado.

Vida y salud personal Un aspecto de la obligacin concerniente a la vida y a la salud es la proteccin de la propia salud. Debemos regir nuestra vida de modo que pueda servir a Dios y al prjimo. Nuestra obligacin primordial no es la de no gastar nuestras vjdas, puesto que las hemos recibido para emplearlas. El ejemplo de Cristo puede servirnos aqu de modelo. Pero, precisamente por la obligacin que tenemos de consagrar nuestras vidas al bienestar de los dems, no tenemos derecho a quitarnos la vida o a acortarla indebidamente. De san Jernimo, que, como es sabido, era un gran asceta, se refiere que dijo y con ello concuerdan santo Toms y el Corpus Iuris Canonici: Hay poca diferencia entre matarse uno de una vez y matarse uno lentamente con penitencias y mortificaciones inconsideradas. Supongo que todos los cristianos, incluso religiosos y religiosas, darn hoy da la razn a san Jernimo en este punto. Nadie tiene derecho a acortar tres o cuatro aos su vida con mortificaciones externas. El (abaco. Sin embargo, dudo que todos los religiosos y seglares cristianos convinieran con san Jernimo acerca del acortarse la vida cinco o diez aos por fumar en exceso. Si aceptamos el primer punto, debemos aceptar el segundo. El uso excesivo del tabaco hace que la persona pierda parte de su libertad, que, en sentido psicolgico, es el elemento ms valioso de la salud de una persona. Es muy posible conservar la propia integridad, salud y libertad, y al mismo tiempo practicar la mortificacin renunciando a la tentacin de fumar inconsideradamente. Muchos estudios, comprendidos los de la Royal Commission en Inglaterra y los referidos por la Surgeon-General en los Estados Unidos, prueban que los grandes fumadores, por ejemplo, los que fuman habitualmente por lo menos quince cigarrillos al da, viven unos cinco aos menos que el promedio de personas de su edad. Un estudio sobre siete encuestas que incluyen la observacin de 1.123.000 casos llevada a cabo desde 1951, revel que la proporcin de muertes por mil debida a toda clase de causas era del 68 % ms elevada entre fumadores que entre no fumadores. As pues, 219

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El quinto mandamiento los cristianos haran bien en inducir a otros, con su ejemplo de abnegacin, a despojarse del hbito de fumar inmoderadamente. A los sacerdotes fumadores, su propio hbito puede ensearles a comprender las dificultades que tienen algunos penitentes para procurar adquirir buenos hbitos en otras materias. Todos los sacerdotes necesitan deducir a veces analogas entre las dificultades o debilidades en su propia vida y las de sus penitentes en las suyas. Esto sirve para ampliar la visin del confesor. Finalmente el confesor, como consejero espiritual, al tratar con penitentes que sinceramente aspiran a una vida espiritual ms elevada y que estn dispuestos a hacer sacrificios a este objeto, podr proponerles de vez en cuando que se nieguen el placer de fumar como penitencia por y en solidaridad con los fumadores y bebedores inmoderados. Su sacrificio servir tambin de estmulo psicolgico para cristianos ms dbiles. La bebida. Lo que acabamos de decir acerca de la moderacin se aplica igualmente al exceso en la bebida. Muchos alcohlicos conocidos se habran ahorrado el estigma y las humillantes experiencias causadas por su debilidad, si hubiesen sido estimulados por el ejemplo de otros que hubieran renunciado voluntariamente a beber. En reuniones de sociedad, algunos se avergenzan de no beber ms. Puede haber grave obligacin de ayudar al alcohlico, especialmente para sus parientes prximos o amigos ntimos. Los que gozan de plena libertad tienen, naturalmente, mayor obligacin que los que caminan ya por el camino del alcoholismo y han perdido, en cierta medida, el control de s mismos. El sueo. Hay diferentes maneras de arruinar uno su propia salud, entre otras el no dormir bastante o el dormir demasiado. Hay gentes que se pasan durmiendo no poca parte de su vida, con lo cual conservan la vida, pero tienen muy poco que ofrecer en trminos de plenitud de experiencia personal. Dado que estamos obligados a gastar nuestra vida razonablemente en el servicio de Dios y al prjimo, no tenemos derecho a perder la salud por falta de templanza en materias como el sueo y la comida.

El confesor de enfermos Importa extraordinariamente convencer al enfermo de que su enfermedad es una etapa en el camino de la salud, en el sentido espiritual del trmino. Los enfermos se hallan en una situacin redentiva. Si hacen buen uso del tiempo de su' enfermedad, pueden crecer en el amor de Dios y al prjimo. Pueden ofrecer sus achaques como reparacin por sus faltas y como satisfaccin por los pecados de los otros. ste es el verdadero sentido de la participacin en la muerte redentora del Seor. En este punto, Toms de Kempis, en la Imitacin de Cristo, aseguraba que nadie se hace mejor por la enfermedad. Esto no es cierto. Si lo fuera, lo sera por culpa de los confesores y de los moralistas. Tenemos que ensear a los fieles el sentido cristiano del sufrimiento. Los cristianos deben percatarse del valor de la enfermedad. Puede ser una bendicin para algunas personas el tener oportunidad para reflexionar, para renunciar durante algn tiempo al activismo y consagrarse a pensar en Dios y en su destino y salvacin eterna. Es sta una oportunidad fomentada con frecuencia por una grave o prolongada enfermedad. Precisamente debido a este papel redentor de la enfermedad, las religiosas dedicadas a las tareas de un hospital hallan en su vocacin una notable forma de apostolado. Hasta los mdicos, como todos los buenos cristianos que despliegan su actividad en los hospitales, podrn sacar provecho si se les hace presente este aspecto de la enfermedad. Todos los que tienen el privilegio de cuidar de los enfermos, tratan de procurar la salud del cuerpo, pero al hacerlo contribuyen a la salud del hombre entero. Los mdicos y las enfermeras pueden hacer mucho para colaborar con el confesor bajo este respecto. Hace cosa de doce aos trat de prestar alguna ayuda a un sacerdote que haba apostatado de la fe haca unos cuarenta aos. Haba sido profesor de teologa dogmtica, pero haba perdido la vocacin y la fe por causa de una mujer. Cuando lo visit, sus primeras palabras fueron stas: Cmo!, durante cuarenta aos ningn sacerdote ha venido nunca a verme... Hablamos un rato, 221

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El quinto mandamiento pero en aquella ocasin no estaba l dispuesto a retractar pblicamente sus declaraciones pasadas. Algunas semanas despus, hallndose en el hospital, se mostr muy preocupado y pregunt a su mdico, un joven doctor catlico: Qu diran las gentes si un anciano como yo volviera a la Iglesia catlica y retractara cuarenta aos de su vida? El joven doctor respondi: Profesor, dentro de pocas semanas o meses, puede que le interese ms saber lo que dir Dios. Aquellas pocas palabras hicieron profunda impresin al anciano, que dijo al doctor que llamase inmediatamente al prroco. El enfermo se confes y recibi la comunin. Al oir confesiones podemos influir mucho haciendo que los penitentes comprendan que pueden ayudar a los enfermos de esta forma. Los pacientes de un hospital pueden tambin prestar gran ayuda unos a otros. Los que llegan a hacerse cargo del profundo significado espiritual de su enfermedad deberan procurar ayudar a sus prjimos y compaeros de dolencia a enfocar las cosas bajo la misma luz. Otro punto que conviene notar es que deberamos tratar de hacer que los enfermos miraran su situacin desde un punto de vista optimista y de conformidad. El optimismo tiene gran poder curativo. El optimismo juntamente con el gozo cristiano son poderosos factores que influyen en la buena salud. Uno que ama el trabajo realiza quiz tres veces ms que el que no lo ama, y nunca se pone enfermo por exceso de trabajo. Los que se preocupan por su salud estn casi condenados a enfermar; son vctimas de su propio enfoque pesimista. Con una prolongada introspeccin y escudriando constantemente posibles achaques, acaban por hacerse hipocondracos. El mejor medio que tiene el enfermo para recobrar la salud consiste en entregarse enteramente a la voluntad de Dios y en aceptar la enfermedad como una gracia y una bendicin disfrazada. Otro punto que atae a la conciencia es la obediencia que se debe al mdico. La actitud cristiana ante la enfermedad debe ser la de conformidad con todo lo que Dios tenga dispuesto, incluso la muerte, si es su voluntad. Pero la conformidad cristiana con la muerte no excluye hacer todo lo que sea necesario para cuidar de la propia salud. Uno de los mayores peligros psicolgicos que tiene
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El confesor de enfermos el enfermo consiste en preocuparse excesivamente por su propio caso. A estas personas les aprovechar mucho verse animadas a ocuparse de otros asuntos y a procurar interesarse por otras personas. Su constante preocupacin retarda su curacin. Finalmente, una palabra sobre la gratitud durante una enfermedad. El enfermo debera, naturalmente, estar agradecido a todos los que se interesan por l: mdicos, enfermeras y otros, especialmente los parientes. Hay verdadero peligro de que el enfermo se vuelva egocentrista. Por esto los confesores deben ayudarle a hacerse cargo de sus responsabilidades con otras personas e instarles para que hagan todo lo que puedan por el bienestar de los que los asisten.

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XVII LA CASTIDAD Y LA FORMACIN DE LA CONCIENCIA

Una actitud positiva En materia de castidad, una conciencia estrictamente prohibitiva saca de su quicio a la persona humana y obstruye la accin de Dios en ella. Si queremos formar una conciencia que induzca al penitente a la integridad, aunque dejando intacto el amor y el gozo, que son esenciales para la debida comprensin y uso de la sexualidad humana, debemos tender a una apreciacin ms completa de la bondad y santidad de sta. Mediante la sexualidad humana encauza Dios la vida y el amor en el mundo. Llama al hombre a participar con l en la formacin creativa de su pueblo y en la continua efusin de su amor redentor en la tierra. En la medida en que se ayuda al penitente a lograr el sagrado objetivo de su sexualidad, se le anima tambin a evitar su profanacin. Una actitud verdaderamente torcida y demasiado predominante es la de considerar el sexo como un mal o como una ocasin de pecado, pecado que luego se excusa con el matrimonio. Esto sera algo as como decir que la administracin de los sacramentos es pecaminosa, pero cesa de serlo una vez que el sacerdote ha sido ordenado y ha recibido la facultad de oir confesiones. Naturalmente, quienquiera que osase oir confesiones antes de estar ordenado no merecera ser confesor, pues revelara una lamentable ignorancia de la misin de ste. 225

La castidad Por la sexualidad humana estn todos llamados, de una manera o de otra, a una paternidad o maternidad de los hijos de Dios. La respuesta corriente al llamamiento de Dios est en la vocacin del matrimonio y de la paternidad natural; sin embargo, interesarse con amor por el prjimo en la vida seglar, es tambin un papel de padre, y la total entrega de uno mismo a la paternidad o maternidad espiritual en el celibato consagrado, es una vocacin, una forma especialmente bendecida de fecundidad espiritual. Todas las obligaciones de la castidad cristiana fluyen de estas vocaciones, que testimonian, cada una en su forma especial y nica, la presencia del reino de Dios. Una vez que uno ha comprendido la castidad a esta luz, sabe por qu debe evitar los pecados contra el sexto mandamiento que contradicen o alteran el profundo significado de su sexualidad y su expresin en su propia vocacin. La formacin de la conciencia del penitente bajo este respecto significa inducirlo a penetrar el sentido de las profundas verdades implicadas en esta materia. Entonces se percibe lo que significa pecar contra Dios, sumo bien en nuestra escala de valores y revelador de esta jerarqua de bienes.

Ofensas contra la castidad na para entregarse plena y gozosamente a testimoniar la presencia de Dios mediante el servicio a los hijos de Dios.

Ofensas contra la castidad Muchos cristianos piensan, u oyen decir, que todos los pecados contra el sexto mandamiento son ipso jacto pecados mortales. Sin embargo, esto no ha sido enseado nunca por la Iglesia. Sera de lo ms ridculo equiparar el abominable pecado de estupro o de fornicacin desdeosa y desamorada, con las caricias demasiado ntimas hechas a la novia, aunque con ellas se experimenta un cierto grado de placer egosta. Ni se puede sostener que la falta de control en cuanto a la pasin sexual del amor haya de juzgarse ms severamente que el desenvolvimiento de pasiones tan destructivas como la clera o el odio, de las que hemos tratado en el captulo precedente. No hay normas especiales de moralidad aplicables al sexto mandamiento; ste se rige por las mismas normas y principios generales que regulan el resto de la moral. Como en los dems casos, slo se comete un pecado mortal tras la necesaria deliberacin y la libertad requerida por parte del individuo. Tres elementos deben estar siempre presentes para que haya pecado mortal: 1) hay que darse plena cuenta de que se toma una decisin acerca de la amistad de Dios y de la salvacin, lo cual proviene de la conviccin de la importancia que tiene la decisin (o la materia de la decisin); 2) una plena liberacin proporcionada, y 3) el grado de libertad correspondiente a la decisin sobre la salvacin eterna. Sin embargo, slo Dios conoce la exacta medida de la deliberacin y de la plena libertad que merece condenacin eterna. Los telogos slo pueden proponer tanteos o reglas aproximadamente de prudencia. Hasta estos ltimos aos, la opinin ms comn entre los moralistas era que son mortales todos los pecados en los que una persona busca directamente un placer sexual contrario al orden moral, sea cual fuere el grado de ese placer sexual o desorden moral. Con otras palabras: se enseaba que todo desorden sexual o toda 227

Matrimonio y celibato Qu es el matrimonio? Es una alianza estable y exclusiva de amor entre un hombre y una mujer en la presencia de Dios. Por la accin del Espritu Santo y la aceptacin de esta accin por los esposos, su amor personal mutuo refleja el amor de Cristo al pueblo de Dios, que es su Iglesia. Su gozosa colaboracin con el grandioso o Amante, Dios Creador y Redentor, profundiza su propio amor hasta que ste se transforma en un don total del uno al otro y de ambos a los hijos nacidos de su unin. As forman una comunidad de amor, que da gloria a Dios. Qu es el celibato? El celibato es tambin una alianza de amor, pero de un amor orientado hacia lo ms alto, que en primer lugar se da enteramente a Dios y luego refleja su amor divino, en actos y actitudes, delante del mundo. Es una de las formas ms elevadas de apertura a Dios y al prjimo, apertura que capacita a la perso226

La castidad bsqueda desordenada de placer sexual era de tal importancia que el cristiano medio tena que darse cuenta de que con ello destrua la amistad con Dios y consiguientemente era merecedor de condenacin eterna. Esto se sostena aun en el caso de que una persona tuviera la intencin de detenerse antes de alcanzar la plena satisfaccin sexual, es decir, antes del orgasmo. Sin embargo, moralistas ms avisados insistan en que esto slo tena lugar si haba una voluntad directa, deliberada y plenamente libre de excitar la propia sexualidad hasta cierto grado. Ahora bien, muchos moralistas tradicionales habran aceptado la siguiente regla prctica de discernimiento: personas que generalmente muestran buena voluntad y, por razones morales, se detienen antes de haber alcanzado el orgasmo, tienen en su favor la presuncin de no haber cometido pecado mortal, por lo menos en casos en que se dude de si obraron con voluntad plenamente libre, con suficiente deliberacin y con intencin directa de abusar de su sexualidad o de excitar hasta cierto grado la de otra persona. Hoy da un nmero creciente de telogos rechaza esta posicin. Afirman que en este campo se debe abordar y expresar la cuestin en los mismos trminos que en las otras categoras morales. Con esto se quiere decir que si hay un grado menor de desorden, tenemos muy buenas razones de pensar que la persona media no tiene la sensacin de que en ese caso se arriesga la salvacin ni toma una decisin que brote de las profundidades de la voluntad; es un" acto imperfecto de decisin, un pecado venial. Naturalmente, los telogos modernos reconocen tambin la gravedad de todo pecado que exprese un acto de decisin plenamente libre y deliberada de transgredir directa e intencionadamente la voluntad y la ley de Dios (el orden del amor), sea cual fuere el punto en que quiera detenerse en la bsqueda egosta del placer. Independientemente del enfoque teortico, en la prctica se puede aplicar el siguiente criterio: una persona que generalmente muestra buena voluntad y con la ms seria preocupacin moral trata por lo menos de evitar la satisfaccin sexual completa, no ha cometido pecado mortal. Con todo, hay que advertir a los penitentes que quien, con plena deliberacin y libertad decide explotar su sexualidad en todos los grados sin llegar al orgasmo, no puede psi228

Ofensas contra la castidad colgicamente no querer ir ms lejos; al final sucumbir a esta tendencia ms oculta y desarreglada. La advertencia es todava ms perentoria si est implicada la excitacin sexual de otra persona, por razn del pecado contra la caridad y de la implicacin mutua en un impulso creciente. Los telogos de ambas escuelas admitirn que se debe amonestar lo ms seriamente posible al cristiano acerca del peligro de jugar con su sexualidad, especialmente si se hace con plena deliberacin o con obstinacin. Esta advertencia era el objetivo esencial del enfoque tradicional en teologa moral, aunque la forma de presentarlo nublaba con frecuencia el punto principal y daba la sensacin de que la moral sexual deba tratarse diferentemente de * otras materias morales. Sin embargo, conviene saber que ningn telogo bien informado ensea que todos los pecados contra la finalidad de la sexualidad sean mortales, incluso desrdenes causados slo indirectamente o buscados indirectamente. Por ejemplo, no siempre que se cede a la curiosidad o que no se evita una ocasin de pecado, se comete necesariamente pecado mortal. Sin embargo, si uno sabe que caer en pecado como consecuencia de su curiosidad o de acciones inconsideradas, entonces estos actos indirectos son mortalmente pecaminosos, supuesto, naturalmente, que la persona se d perfecta cuenta de que la situacin es para ella una ocasin prxima de pecado, ocasin que hubiera podido evitar, pero no quiso, y de que al obrar as proceda con deliberacin y voluntad libre. Es evidente que muchas personas no pueden evitar todas las ocasiones que constituyen para ellas cierto peligro d e excitacin sexual. Sera, por ejemplo, ridculo sostener que parejas de prometidos no pueden abrazarse o acariciarse si ello provoca una cierta excitacin y placer sexual. Si hoy da se impusiera y se llevara adelante esta restriccin, no podra casarse nunca ninguna muchacha que siguiera este consejo. No obstante, una pareja de prometidos debe evitar las ocasiones que saben que para ellos constituyen peligros prximos de experimentar placer sexual completo y de darle libre consentimiento. En la castidad, como en cualquier otra materia d e moralidad, quienquiera que tenga buena voluntad y aspire a realizar plena229

La castidad mente la virtud de la templanza, est en estado de gracia y se mantiene en l, aunque a veces tenga alguna debilidad. Lo que importa es que no cese de mostrar buena voluntad. Exagerando los peligros, concentrando demasiado la atencin en ellos e imponiendo demasiadas restricciones tocante a las manifestaciones de cario, nos exponemos a desanimar a las personas y a entregarlos completamente en brazos del vicio. (Sobre el complejo problema de la homosexualidad, vase B. Hring, La Ley de Cristo, m, p. 316ss.)

Masturbacin o ipsacin profana una facultad sagrada, y debe acentuar la necesidad del dominio de s en todos los aspectos de la vida. En el segundo caso, quiz sea lo ms conveniente no llamar la atencin hacia el pecado, por el peligro de intensificar las tensiones ya existentes. En cambio, podr el confesor insinuar en trminos generales cmo la confianza en Dios, el abrirse a Dios en la oracin y en la comunin frecuente puede representar una ayuda para el penitente; puede hablar tambin de la virtud de la generosidad en obras de misericordia, como visitar a personas abandonadas. Lo ms importante es dar nimos. Hay que ayudar a la persona a apreciar su propio valor y animarla a empearse generosamente en intereses exteriores a ella misma. La juventud est especialmente expuesta a esta dificultad particular. En el ambiente de nuestros das penetrado de sexualidad, la mayor parte de los muchachos y una gran minora de las muchachas se entregan ms o menos a actividades masturbatorias durante el proceso del desarrollo. Pero no es slo el ambiente; otros hechos nos obligan a repensar algunos de los principios formulados en circunstancias totalmente diferentes. Hoy da, en Europa y en Amrica, se alcanza la madurez sexual por trmino medio de dos a cuatro aos antes que en el siglo pasado, mientras que la personalidad tarda por lo regular ms en alcanzar la madurez. Las mayores exigencias de la instruccin someten a la juventud a un perodo ms largo de dependencia de su familia, con la consiguiente dilacin en los adolescentes de la asuncin de las responsabilidades y decisiones de los adultos. La inmadurez forzada viene a ser una circunstancia atenuante en los problemas de los adolescentes. La extensin del problema de la masturbacin pone de relieve el hecho de que la madurez biolgica rebasa la psicolgica hasta tal punto que los jvenes, al enfrentarse con el problema, todava no han adquirido los valores y la libertad necesarios para tratarlo con suficiente conocimiento y deliberacin; no estn suficientemente maduros para afrontar el impulso biolgico. De resultas de la nueva situacin y de la importancia dada hoy da a los factores psicolgicos, hemos credo necesario reformar nuestra actitud frente a este viejo problema. La doctrina tradicional de la Iglesia conserva todava su vigencia, pero hay que poner cui231

Masturbacin o ipsacin Los psiclogos han mostrado una cierta preferencia por el trmino ipsacin (de ipse, uno mismo) en lugar de masturbacin, porque expresa mejor la naturaleza egocentrista de la tendencia o del acto. Aunque esta inclinacin es ms comn en los jvenes (y aqu la tratar principalmente desde este punto de vista), esto no quiere decir que el problema se limite a este grupo de edad; no pocos adultos se ven molestados por este hbito. Con frecuencia representa una persistencia de hbitos juveniles que no se dominaron nunca totalmente. En otros casos la tendencia se desarrolla en condiciones de aislamiento de frustracin que la persona no puede cambiar o no tiene intencin de cambiar. Una persona soltera que se halla en un ambiente extrao, lejos de la compaa de la familia o de amigos muy conocidos, o personas casadas separadas por la distancia o agobiadas por falta de inteligencia mutua, pueden verse tentadas en este sentido. Aqu entran en juego muchos factores psicolgicos. Hay gran diferencia entre el gnero de culpabilidad asignada a un abuso de la propia sexualidad con manipulaciones voluntarias y la que proviene de ceder dbilmente a este impulso bajo la presin de una alteracin emocional. En todos los casos, el esfuerzo del confesor debe orientarse a ayudar al penitente a superar su dificultad, pero sus consejos deben reflejar las diferentes necesidades y circunstancias. En el primer caso de los dos que hemos mencionado, el confesor debe subrayar la gravedad del pecado, que
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La castidad dado en expresarla e interpretarla de forma que pueda aplicarse a la presente generacin y ser entendida por ella. En una sociedad esttica, en la que la mayora de los jvenes haban casi alcanzado la madurez personal antes de encontrarse con los problemas sexuales, no haba tanto inconveniente en expresar principios en forma esttica e inflexible, por ejemplo, afirmando sin ms que la masturbacin era pecado. Hoy da, en cambio, los principios deben expresarse en trminos dinmicos, teniendo en cuenta las tensiones y el grado de madurez actuales. De lo contrario los jvenes no entendern lo que queremos decir. Conviene subrayar que el hbito de la masturbacin en un adolescente es casi invariablemente signo de una tensin entre la temprana maduracin sexual y la maduracin retrasada de la personalidad, y el problema slo puede resolverse si la fuerza resultante es una fuerza de apertura a Dios y al prjimo. Este enfoque reviste particularmente importancia en vista del hecho de que muchos jovencitos caen en el hbito antes de comprender realmente lo que sucede. Una dificultad temporal no tarda en convertirse en una condicin permanente, especialmente si se tropieza con constantes reproches o si uno concentra en ello la atencin en forma negativa. Naturalmente, sera contra la tradicin sostener que la masturbacin no es nunca pecado mortal o pretender que casi nunca es pecado. El papa Po x n deca (AAS 1952, p. 275):
Rechazamos como errnea la afirmacin de los que consideran las cadas como inevitables entre los adolescentes, por lo cual no merecen tomarse en cuenta. Aceptan como regla general la creencia de que las pasiones destruyen la libertad necesaria requerida para hacer un acto imputable moralmente.

Masturbacin o ipsacin cia son sanos, se arreglan para evitar absolutamente esta situacin. Ni se puede decir que la pasin sola destruye la imputabilidad moral de los pecados contra el sexto mandamiento, pues si as fuera, ello servira de verdadera excusa de todos los pecados procedentes de pasin. Entonces slo un pecado diablico sera mortal. Andr Gide, autor cuyos libros fueron puestos en el ndice, refiere en uno de ellos cmo l decidi hacer una experiencia nica. Decidi procrear un hijo sin tener la menor sensacin de amor o de placer. Se preguntaba qu pasara si dos personas que no se tienen la menor simpata ni sienten la menor pasin la una por la otra tuvieran relaciones con vistas a la procreacin. l llev realmente a cabo su plan. Por naturaleza, tal experiencia es diablica y patolgica. Abusar de la facultad sexual sin la menor pasin ni amor revela en una persona normal una mala voluntad empedernida. Una pasin desordenada es menos mala que un abuso calculado framente. Aunque la pasin sola no excusa de pecado, en muchos muchachos y muchachas no se trata simplemente de pasin o de un enorme impulso sexual. Hay implicados muchos factores psicolgicos. Ceden a la masturbacin porque no han sido preparados o instruidos adecuadamente acerca del valor del matrimonio y la dignidad del sexo. No saben lo que son esas fuerzas que estn experimentando. En muchos casos la masturbacin viene a ser un acto compensatorio con el que los adolescentes dan desahogo a sus frustraciones. Se sienten abandonados y despreciados y a veces ellos mismos se desprecian. Muchachos fracasados estn especialmente sujetos a tales tentaciones. Con frecuencia se masturban despus de una reprimenda del maestro o de sus padres. Su pecado solitario los convence de su falta de vala, mientras que al mismo tiempo ellos afirman su independencia y buscan consuelo. Ahora bien, incluso cuando un muchacho se entrega a manipulaciones consigo mismo n o se puede siempre concluir que proceda con plena libertad; puede ser vctima de un impulso psicolgico incontrolado. A veces su ansiedad o su miedo de sucumbir de nuevo puede crecer hasta el punto de hacerse imposible toda tentativa de resistir al impulso. El muchacho puede tener deseos de resistir, pero no puede. sta es la razn por la cual
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Aunque primeramente debemos observar que la palabra adolescente puede tener diversas connotaciones y que hoy da muchos que se enfrentan con problemas sexuales son todava nios, la declaracin del Papa sigue siendo la lnea directriz. Es cierto que no podemos sostener que tales cadas son inevitables, pues las cadas morales no son nunca inevitables en cuanto son decisiones libres. Adems, muchos muchachos y muchachas cuyo ambiente y heren232

La castidad es recomendable una tctica positiva que distraiga la atencin del acto pecaminoso. Si el confesor invita a un penitente que incurre en este pecado a hacer algo con el fin de ayudar a otros, le ayuda a l mismo a enderezar sus energas canalizndolas en forma constructiva. Algunos confesores, al tratar de ayudar, procuran resolver este problema inspirando a los muchachos motivos de miedo y procediendo como si tales pecados fueran algo verdaderamente extraordinario. De esta manera slo consiguen suscitar un complejo de culpabilidad que hace que los muchachos se retraigan de confesar estos pecados o caigan en desesperacin. Debemos ser absolutamente francos con esta clase de adolescentes y decirles que no todos, pero s buena parte de ellos, tropiezan generalmente con estas mismas dificultades, y que ellos mismos no deben tener miedo de mencionar este problema o de tratar de l con sus padres o con su confesor. Estas dificultades no son necesariamente seal de mala voluntad y ni siquiera de pecado. Una instruccin apropiada convencer a estos penitentes de que el hbito se dominar con ms facilidad segn vayan avanzando hacia la plena madurez de personas. Esta madurez la alcanzarn ms pronto si procuran dominar su egocentrismo con vistas a su futuro estado de vida. El matrimonio y la paternidad slo pueden prospernr si las partes se entregan una a otra totalmente; si se mantienen egocentristas, esto resulta imposible. Puede tambin darse que Dios quiera llamar al muchacho o a la muchacha a la virginidad. Si se da este caso, uno slo ser capaz de tan alta vocacin si se eleva muy por encima de toda satisfaccin egocentrista. La vocacin a la virginidad reclama completa apertura al amor de Dios y' el don de la propia vida al servicio de la Iglesia y de los semejantes. Ser muy provechoso que el confesor pueda mostrar cmo las dificultades en esta materia estn relacionadas con la persona entera. La persona entera y no precisamente una parte es la que crece hacia la madurez y la apertura a Dios y al prjimo. Quienquiera que no logre dominar el egocentrismo estar necesariamente expuesto a.-muchas faltas, no slo contra la castidad. Cmo puede el confesor ayudar de la mejor manera a mucha234

Masturbacin o ipsacin chos y muchachas que presentan un problema de masturbacin? En primer lugar debe el confesor tener una idea de la clase de persona con quien trata. Si la persona es tmida, est desilusionada, preocupada, el confesor podr descubrir un problema principalmente psicolgico. Sera un error reprender al penitente o insistir demasiado en este aspecto. Podr ayudarle recordndole la humanidad y amabilidad de Cristo. El penitente debe notar ms que nada que por lo menos el confesor es bondadoso y comprensivo con l, que lo respeta y entiende sus problemas. En cambio, si el penitente es agresivo y muestra una falta general de dominio de s, el confesor deber mostrarse ms enrgico. Mostrar al penitente por qu la vida cristiana exige dominio de s y abnegacin. El adolescente slo aprender a dominar su egocentrismo si practica la abnegacin por el bien comn, por el bien de la familia o de los amigos y se consagra a sus propios deberes. El confesor debe a toda costa tratar de integrar este punto en la totalidad de la vida cristiana. Hablando en general, no debe permitir que el penitente tenga la sensacin de que esta debilidad es el ms importante de sus fallos, sino que ha de esforzarse por dar una fuerte impresin de lo contrario, preguntndole, por -ejemplo, qu progresos ha hecho en la oracin y en el espritu de solidaridad con su familia y sus amigos. Podr preguntarle si le gustara que le impusiera como penitencia la intencin de practicar algunas gentilezas con su hermana, su madre o alguna otra persona y de examinarse cada noche acerca de su fidelidad en estos puntos. En la prxima confesin convendr darle pie para que diga si ha cumplido esto o si ha tratado de llevar adelante su intencin. Si el penitente acepta esta penitencia, el confesor podr determinar fcilmente si es una persona de buena voluntad. Adems de esto, el confesor debe ayudar a tales muchachos a hacer las debidas distinciones. Slo deben acusarse cuando se han masturbado dndose plena cuenta de lo que hacan. De lo contrario, no deben considerarse plenamente responsables de sus actos. El confesor puede ayudarle a distinguir entre prcticas voluntarias de masturbacin y poluciones nocturnas involuntarias (en sueos), que con frecuencia son causa de grandes ansiedades para los muchachos. Son tambin fuente de complejos de culpabilidad cuando 235

La castidad los sueos van acompaados de representaciones erticas. Si el padre del muchacho ha declinado la responsabilidad de instruirlo en materia de sexualidad, el confesor puede ser el mejor sustituto de los padres, el ms calificado para devolver al muchacho la tranquilidad tocante a los fenmenos naturales. Una polucin (espontnea, no procurada) cada quince das es lo normal en un muchacho que no tiene relaciones sexuales ni masturbaciones, mientras que la- frecuente excitacin ertica mediante pensamientos, conversaciones o pornografa puede dar lugar a poluciones ms frecuentes. El muchacho acabar por desanimarse si no se le ensea a distinguir entre lo voluntario y lo involuntario. Con frecuencia se plantea esta cuestin: cuando se trata de penitentes que todava no han dominado el problema de la masturbacin, puede permitirles el confesor que vayan a comulgar sin confesarse? La respuesta depender del nivel moral del penitente, de la medida de su buena voluntad y del efecto de tal permiso. A veces sucede que muchachos y muchachas desean comulgar por la necesidad de conformarse a las normas de la comunidad o de la familia que comulga regularmente. Sin embargo, muchos adolescentes se oponen a la conformidad en este punto y desean comulgar por razn de lo que la comunin significa para ellos; su intencin es sincera. Entonces slo se trata de saber si tienen la necesaria buena voluntad. Se esfuerzan por alcanzar el pleno dominio de s mismos? Si muestran buena voluntad aceptando los pocos remedios que les prescribe el confesor, se puede presumir que en general tienen buena voluntad y se les puede decir esto o algo parecido: Por ley divina y por la ley de la Iglesia slo debemos confesarnos antes de comulgar si estamos moralmente ciertos de haber cometido pecado mortal. Ahora bien, en tu caso, puesto que eres tan joven y tienes tan buena voluntad, no me atrevera a suponer que has cometido pecado mortal. El juicio en esta materia podemos dejarlo en manos de Dios. Haz un acto de contricin y un acto de confianza cada vez que caigas y repite estos actos antes de ir a comulgar; luego infrmame de tu progreso en la caridad fraterna y sobre este punto en la prxima confesin. Insistiendo demasiado en este mandamiento y tratando al penitente con severidad, con frecuencia se expondr el confesor a des236

Necking y petting truir la alegra y la libertad de la persona. Si sta muestra generalmente buena voluntad, ni la ley divina ni la de la Iglesia le prohiben comulgar sin confesarse si hay alguna duda en esta materia. Siempre que el confesor crea que esto ha de ayudar al penitente, deber animarlo a sacar provecho de ello. Si el confesor nota que el penitente no hace progresos en esta materia, pero s en otras virtudes, no deber nunca dejar de compartir con l su optimismo. Se hace gran dao si se considera el caso como desesperado. Aun en el caso de que el penitente caiga con ms frecuencia y deje de practicar lo que se le aconseja, el confesor deber seguir pacientemente tratando de ayudarle con aquella caridad que nunca desespera. Una y otra vez deber animarlo a hacer nuevos esfuerzos, mostrndole la diferencia que hay entre uno que desespera y uno que sigue esforzndose y esperando. El confesor podr explicarle el significado de la absolucin en esta perspectiva: Bueno, pues el mismo Jesucristo Nuestro Seor te da la garanta de que confa en ti. Teniendo la buena voluntad de hacer nuevos esfuerzos, una vez ms puedes estar seguro de que eres su amigo. l te ayudar si todava procuras hacer lo que puedas y, en cuanto a lo dems, pides ayuda a Dios. nimo, hijo mo!

Necking y petting En la vida de la juventud americana, el petting y el necking estn tan propagados, que parecen ser una parte integrante de su subcultura. Segn el contexto, esto puede significar caricias banales o actos que recorren toda la gama del juego sexual sin llegar al coito. En cierto nmero de casos es una forma de comunicacin con la que los adolescentes inmaduros tratan de ponerse en relacin entre s aunque sin tener nada que decir. Con frecuencia se inician tactos exploratorios la primera vez que un muchacho se encuentra con una muchacha. A los jvenes que estn expuestos a estas tendencias, que notan que tienen que entregarse a tales actividades para no ser menos que sus compaeros, habr que explicarles cuan perjudiciales pueden ser esas prcticas para su futuro estado de casados. El andar jugueteando con el sexo e n ese estadio
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La castidad de su desarrollo obstaculizar su progreso hacia la madurez, hacindolos incapaces de distinguir el juego sexual entre camaradas, el cario respetuoso entre prometidos y las intimidades inspiradas por el amor entre los cnyuges. Sin embargo, debe quedar claro que no toda expresin de afecto entre jvenes pertenece a la categora de necking y petting. Con frecuencia pueden intercambiarse besos entre jovencitos de ambos sexos sin la menor intencin sexual, en casos en que esta prctica ha podido comenzar en edad temprana sencillamente porque es uso corriente en su ambiente; raras veces tienen implicaciones sexuales. Si esto tiene significacin sexual para una de las partes, no por ello ha de tenerla para la otra; sin embargo, esto es una cosa que se transmite fcilmente del uno al otro. La seduccin no es una experiencia infrecuente. El necking y el petting pueden ser causa de pecado y en s mismos son ms bien pecaminosos, porque generalmente se tiene la intencin de explotar el cuerpo de otra persona con vistas a la propia satisfaccin sexual. A la otra persona no se la ama verdaderamente como persona, sino que sencillamente se usa, o abusa, de ella slo como medio de la propia satisfaccin. Aunque en el necking y el petting es posible buscar la plena satisfaccin sexual, por lo regular se evita llegar al coito. Esta manera egosta e inmadura de abordar el sexo hace que estos jvenes carezcan de la debida apreciacin del significado de su propia sexualidad y del significado del amor. Tales prcticas, si se entrega uno a ellas habitualmente como la cosa ms natural, pueden dar al traste con las perspectivas de un matrimonio prspero y feliz e incluso de verdaderas amistades. Amistades simuladas basadas en explotacin e indelicadeza fomentan actitudes que no pueden menos de ser destructivas de toda autntica relacin personal. El confesor que se encuentre con casos de este gnero debe guardarse de dar la sensacin de que el placer sexual es en s pecaminoso. De hecho el placer sexual es realmente bueno cuando forma parte del cario que los casados deben mostrarse mutuamente cuando dos se han hecho una carne. El placer slo es malo cuando se busca sencillamente por s mismo, sin tener en cuenta el orden del amor. Las variadas y sumamente ntimas caricias en el matri238

Necking y petting monio pueden ser expresin del don mutuo, de la irrevocable pertenencia del uno al otro, espiritual y corporalmente. Pero el aspecto de satisfaccin espiritual se pierde de vista si las relaciones sexuales, perfectas o imperfectas, se reducen al elemento crudamente fsico y externo de la mutua excitacin. El petting entre adolescentes es todo lo contrario de las muestras de cario entre los casados. Los matrimonios entre adolescentes que se han entregado a un necking y petting pecaminosos se ven en grave peligro, debido a sus actitudes pervertidas de explotacin mutua. Cuando esta actitud se traslada al matrimonio, resulta imposible el respeto mutuo, y el matrimonio prcticamente se malogra. Por esto es necesario que se ensee a los jvenes el verdadero significado del cario y los peligros de las modernas prcticas de necking y petting. Es bueno que el confesor se percate de que la razn oculta del predominio de estas prcticas malsanas puede ser la dura realidad de que los nios no han disfrutado de atenciones afectuosas durante su infancia. En casa, la madre expresa su amor a su nio con diferentes actos de ternura. Tambin el padre lo expresa a su manera. El nio no tarda en darse cuenta de la diferencia y necesita las dos clases de atenciones. Mientras el nio necesita las atenciones de su madre, no aprecia la misma clase de atenciones de un extrao. Ni tampoco puede la madre ocupar el lugar del padre. Tambin los hermanos y hermanas de diferentes edades tienen diferentes maneras de expresarse mutuamente su cario. Pero hasta el mismo Freud admita que estos actos no tienen significado sexual. Es un hecho curioso, pero innegable, que los nios expresan inconscientemente su necesidad de afecto y cario demostrndoselos unos con otros. El pleno desarrollo del nio, el sentido psicolgico y hasta moral del cario en la vida posterior, depende de la clase de amor y de cario de que fue objeto en sus primeros aos. La autntica afectividad y el calor de una persona madura no son independientes del clima psicolgico que la rode en su infancia.

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Fornicacin y otras intimidades sexuales en el matrimonio y fuera del matrimonio son experiencias totalmente diferentes. Una es genuina, la otra falsificada. La pareja de casados se une para darse el uno al otro; los que se unen promiscuamente lo hacen para separarse uno de otro. Los que no estn comprometidos sienten el placer fsico pasajero, pero nada del gozo profundo e inocente de los que han sellado la alianza de su amor en el matrimonio. El que no est comprometido deja la escena nicamente para volver a la vaciedad, mientras que los casados se quedan para gozar de la realizacin de su amor constantemente creciente. El mismo deseo de hacer experiencias promiscuamente con la propia sexualidad es en s seal de tal inmadurez e insensibilidad, que hace dudar de que la persona en cuestin pueda hallar verdadera realizacin en el matrimonio. Algunos moralistas ensean que a las personas que tienen relaciones fuera del matrimonio hay que preguntarles si usan contraceptivos. Explican que tal accin aade a la fornicacin un nuevo pecado contra la naturaleza. Es evidente que el aborto sera un nuevo pecado, un pecado contra la vida, pero tocante al uso de contraceptivos no debera haber problema. Las razones dadas por severos moralistas son frages, pues la fornicacin en s misma es contra la naturaleza de las personas y contra el significado de la sexualidad humana. La sexualidad humana tiene una finalidad definida: el don mutuo de dos personas en un vnculo indisoluble de amor. Va contra esta naturaleza misma de la sexualidad humana el entregarse a relaciones sexuales fuera del matrimonio, aunque la pareja tenga la intencin de procrear. El pleno sentido humano de la sexualidad exige que la procreacin tenga lugar dentro del matrimonio, nico que puede procurar una seguridad familiar a la criatura. El uso de contraceptivos en un acto de promiscuidad no hace que ste sea moral: por una parte, podra manifestar una intencin deliberada de pecar; por otra parte, podra expresar un cierto sentido de responsabilidad de no procrear vida fuera del matrimonio. En todo caso sera muy imprudente preguntar a quien se confiesa de fornicacin, si ha usado de contraceptivos. Es chocante que en una sociedad que parece permitir las relaciones sexuales extramaritales, predomine una actitud condenatoria 241

Fornicacin Las intimidades y la unin conyugal son, por su misma naturaleza, expresiones del tierno amor de los esposos, de su total e irrevocable entrega mutua. Es la expresin autntica y legtima del hecho de ser ambos una carne. Salta a la vista que el significado y la verdad de estos actos vara notablemente si son ofrecidos mutuamente por los esposos, por personas prometidas o por personas que no estn en modo alguno comprometidas entre s y ni siquiera se conocen mutuamente como personas. Por consiguiente, los que se entregan a experiencias sexuales sin estar casados, se entregan a una mentira sumamente trgica. Sus palabras de amor, al igual que su unin corporal expresa algo que para ellos no es verdad. Son embusteros en un sentido tan hondo, que ellos mismos pierden la comprensin de la ms expresiva unidad en un cuerpo. Ni siquiera desean ser los dos uno, irrevocablemente uno, aunque no dejen de decirlo. Es cierto que la unin sexual entre prometidos que estn firmemente decididos a casarse y a ser fieles el uno al otro, no tiene el mismo carcter de mentira que tiene la promiscuidad. Pero anticipando los derechos de las personas casadas cuando todava no lo estn, se mofan, hasta cierto punto, del significado espiritual del matrimonio. Aunque puedan experimentar profundo amor humano y una fuerte entrega mutua, pasan por alto la santidad del matrimonio, la adoracin de Dios. Cediendo a la pasin, dejan de aprender otra cualidad esencial del amor conyugal, a saber, el dominio de s mismos. Hoy da, debido a los medios de comunicacin de masas y a otros canales de la opinin pblica, se ha propagado la idea de que los jvenes no deben casarse antes de haber recogido toda clase de experiencias sexuales con diferentes personas. Theodor Bovet, protestante, psiclogo de profundidades y consejero matrimonial, responde as a esta patraa popular: Es tan ridculo entregarse a una actividad sexual premarital con el fin de prepararse para el matrimonio, como tratar de saber lo que es la muerte entregndose a un largo sueo. Desde el punto de vista psicolgico, la unin sexual
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La castidad cuando una muchacha queda embarazada fuera del matrimonio. Esto significa absoluta desconsideracin, por no decir desprecio, de la madre soltera, y esto precisamente en un momento en que la muchacha tiene necesidad de la mxima comprensin y compasin. La pobre muchacha, y hasta cierto punto tambin el padre, se ven forzados por todas partes a contraer matrimonio, aunque todos prevean que el matrimonio no ha de ser feliz. Es una manera trgica de subsanar el primer error. Si una pareja espera un nio fuera del matrimonio, necesitan especial comprensin por parte de sus familias, de la comunidad y de su confesor; especialmente este ltimo debe mostrar la mayor delicadeza e inters. Debe explicar a la muchacha que lo que ha hecho no es ms pecaminoso por el hecho de hallarse en buena esperanza; ms bien, el embarazo le da una ocasin de hacer penitencia preparndose a asumir su plena responsabilidad. Si el confesor tiene razones para temer que la muchacha se vea tentada a procurar el aborto, puede informarla de la posibilidad de que la criatura sea adoptada por una buena familia; hay instituciones catlicas de caridad que se ocupan de estos casos. La confesin de pecados de relaciones premaritales puede proporcionar al confesor la oportunidad de dar una breve instruccin sobre el sentido del matrimonio y sobre su motivacin; esto ayudar a los jvenes a resistir ms enrgicamente a la tentacin. Podr decir, por ejemplo: S que usted tiene buena voluntad y que sus faltas son debidas nicamente a flaqueza humana. Si usted penetra ms profundamente en el sentido de la castidad premarital, seguramente le aprovechar a usted y a su novio (o novia)... Despus podr hacer esta pregunta: Qu dira usted de un seminarista que se fuera al confesonario y se pusiera a oir confesiones antes de haber sido ordenado sacerdote? Creera usted que ese joven iba a ser buen sacerdote? Un no decidido ser la respuesta por lo regular, y ello dar pie para hacer una aplicacin obvia. Aprovecha tambin hacer notar que en el matrimonio no son slo dos las partes, sino tres: la tercera es realmente Dios, el Amor por excelencia. l es quien les ha dado el don del amor, por lo cual ellos no deben abusar de este don con relaciones premaritales, en las que el acto sexual tiene un sentido completamente diferente.
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Fornicacin Tambin se puede hacer esta otra pregunta (aqu importa mucho proceder con tacto): Sabe usted quin le administra el sacramento del matrimonio? Algunos sabrn responder, pero muchos no sabrn y se limitarn a decir: El padre fulano. Los novios son, naturalmente, los que se confieren mutuamente el sacramento. Por su unin con Cristo y con la Iglesia, son ellos los ministros del sacramento, el uno para el otro; esto significa que cada uno es para el otro un instrumento vivo de la gracia de Dios. Ellos desempean una funcin sacerdotalmente sacramental, que slo marca el comienzo de un mutuo inters pastoral que ha de continuar a lo largo de su vida conyugal; estn llamados a proporcionarse mutuamente la experiencia del santo amor de Dios. El perodo de su noviazgo es el tiempo oportuno para hablarles de esta manera, puesto que su sincero amor les ayudar a ver el amor de Dios en el suyo propio. Deben mostrarse un amoroso respeto mutuo y de los dones de Dios, que deben preservar fielmente hasta su debido tiempo. La juventud de hoy es sumamente deseosa de sinceridad. Muchos de los jvenes comprendern que las relaciones premaritales no son totalmente sinceras porque expresan algo que no est acabado. Al anticipar una experiencia sexual cuando todava no se han obligado a una fidelidad irrevocable, se exponen a que las relaciones sexuales en la vida conyugal disten mucho de tener su verdadero sentido; pueden incluso ir levantando una barrera psicolgica que les impida tener relaciones normales y sanas. El confesor podr ayudarles dicindoles que una mejor inteligencia de lo que la sexualidad es ante todo, fortificar su disposicin hacia la castidad. De todos modos, el enfoque positivo de estos casos es siempre el ms eficaz. A la joven pareja se le puede decir que el matrimonio es el signo de la presencia de Dios, que desea tener asociados en su amor y en su creacin. La Sagrada Escritura recomienda constantemente la castidad tanto en el matrimonio como fuera de l. Subraya el lado cultual del matrimonio: ser castos significa ser capaces de glorificar a Dios, de tributar alabanza a Dios en nuestro propio cuerpo. La sexualidad bien entendida inspira respeto reverencial y gratitud por el poder y amor del Creador y Redentor, que comparte este poder y este amor con los hombres.
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La castidad La eleccin de las penitencias contribuir notablemente a una buena formacin de la conciencia. A los penitentes que confiesen sus dificultades de mantener relaciones castas durante el noviazgo, se les podr preguntar: Querra usted aceptar como penitencia la de explicar a su novio (o novia) lo que le he dicho? Usted puede hacerlo mejor que yo. Reflexione sobre lo que le ha de decir y procure hallar la ocasin oportuna. Dgale: He confesado este pecado y he reconocido que no es expresin de verdadero amor. Haba, s, amor, pero era sobre todo egosmo y falta de control. El confesor puede aadir: No le eche la culpa a la otra persona. Excsese y pdale perdn. Si aceptan esta penitencia, no cabe duda de que son realmente sinceros. Con mucha frecuencia se da el caso de que el penitente ha dicho a su amigo (o amiga) que su comportamiento era verdadera expresin de amor y que por tanto no poda haber habido pecado. As, si reconoce su parte de culpa y pide perdn al otro, ste responder casi con toda seguridad: No slo t tuviste culpa; yo tambin. Tenemos que procurar juntos hacer lo que se debe. Si estn bien dispuestos, el confesor podr preguntarles todava: Quiere usted aceptar como penitencia comprometerse con la otra persona a no volver a salir juntos cuando hayan cometido pecado antes de ir a confesarse? Si es que aceptan estas penitencias, entonces ya no cabe duda de que han comprendido lo que significa ser uno instrumento de la gracia de Dios en la conversin de otro. Tales penitencias no se deben imponer en forma autoritaria, transcendentcditer, sino que se debe preguntar amablemente a los penitentes si querran aceptarlas; casi siempre estarn dispuestos a hacerlo. Algunas veces la otra parte se presentar al confesor y le dir: Me gust lo que le dijo usted a mi amiga. Hemos pensado en ello y creo que hemos emprendido un nuevo camino. Ahora rezamos el uno por el otro. Pero en otros casos no sern todava capaces de comprender el alcance de tal consejo. Este modo de tratar a esa clase de personas no tiene nada de artificial. Es sencillamente la aplicacin de buenos principios teolgicos Las razones que les damos no son meros principios abstractos, sino que se refieren en gran parte de ellos. Las conciencias
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Adulterio no se pueden formar abstractamente: hay que hacer esto, hay que hacer lo otro. Los penitentes deben tener la sensacin de que participan en un programa positivo, de que hacen algo que es esclarecedor y atrayente. De esta manera se les puede ayudar a esforzarse mutuamente con ms sinceridad.

Adulterio El adulterio es ciertamente uno de los pecados ms abominables. En la Iglesia primitiva se imponan largas penitencias a los adlteros. En la edad media, los adlteros tenan a veces que hacer largas peregrinaciones, de Inglaterra o de Alemania a Santiago, a Roma o a Jerusaln. Debemos predicar la palabra de Dios de tal forma que los fieles entiendan el carcter criminal del adulterio. No conseguimos nada con reir o sermonear. Si los penitentes confiesan el pecado humildemente, se los debe tratar con respeto y amabilidad. Con todo, al confesor le incumbe el deber de explicar la gravedad de la lesin que uno se ha infligido a s mismo y a la otra persona, y la magnitud de la ofensa que han cometido contra Dios. Esto les ayudar a comprender cuan grande es la misericordia de Dios cuando sentenciamos: Este tremendo pecado est perdonado. Una vez ms, aqu tambin puede ser til ver si los penitentes estn dispuestos a aceptar alguna ayuda. El confesor debe basar su tctica en los motivos, explicando por qu este pecado es tan grave, por qu Dios condena a los que lo cometen, a no ser que se enmienden. El confesor puede recordar al penitente las promesas del matrimonio hechas en presencia de Dios y del pueblo de Dios, cmo las dos personas prometieron guardarse fidelidad mutuamente. Con el adulterio, el penitente ha traicionado a la otra parte y quebrantado una promesa. Esta malicia existe tambin cuando una persona soltera seduce a otra casada y la induce a romper su juramento. El adulterio es un pecado particularmente grave contra el sacramento del matrimonio, una especie de sacrilegio, dado que el matrimonio da testimonio de la alianza entre Cristo y su Iglesia, mien245

La castidad tras que el adulterio da testimonio en favor del prncipe de las tinieblas. Es un pecado contra la verdad, una seal de desprecio de la bendicin de Dios y de su promesa. Los esposos vienen a ser dos en una carne, mientras que el adulterio ha hecho a uno de los dos una carne con una prostituida o con otro cualquiera. El adltero vive una mentira contra su estado de vida y contra su consorte. El confesor debe tener mucho cuidado con el tono de voz que emplea, sin mostrar nunca falta de amor o de respeto al penitente. Proclama en nombre de Dios lo que significa haber cometido adulterio, pero lo hace con el amor del Redentor que perdona. Las palabras del confesor debern ayudarle a estar ms agradecido a Dios, al Dios de la misericordia que le dice: Tus pecados te son perdonados; vete y no peques ms. stas son las palabras del Seor misericordioso, que las dirigi personalmente a la mujer sorprendida en adulterio. La mujer en cuestin comprendi que deba haber sido apedreada, por lo cual acept sus palabras con gran gratitud. Seguramente no las olvidara y no volvera ya a pecar. En Rusia, sirviendo como sanitario en el ejrcito alemn, tena yo que cuidar de que los soldados no se contaminaran con enfermedades venreas. Un soldado, un bravo periodista de 25 aos, fue infectado por una mujer rusa. A m me tocaba descubrir cmo haba cogido la infeccin. l indic la causa, el contacto con una mujer casada que tena un hijo de diecisis aos. Todos estos detalles deban consignarse y enviarse al comandante del regimiento. Me fue dada la orden de matar a la mujer, pues haba pocas posibilidades de curarla en el frente. El comandante me dijo: Dispare contra ella. Bonita orden dada a un sacerdote!... As me dirig a ella y le dije: Tengo orden de disparar contra usted. Usted ha infectado a un soldado y ha habido que enviarlo a Alemania. Pero est usted segura de que yo no la he de matar; soy sacerdote y no puedo cometer homicidio. Dios perdona. Pero no me ponga usted en un compromiso infectando a otros de mis soldados. Si lo hace, darn orden de que se me mate a m. Luego la instru sobre la clase de medicacin que deba practicar cada da para curarse. Regularmente recorra yo los grupos de mis soldados, y cada vez que me vea la mujer, gritaba: No lo har ms, nunca, nunca! Naturalmente, me estaba agradecida, pero yo no dej la cosa 246

Pecados contra la castidad en el matrimonio as. Le habl del perdn divino. Esta experiencia me sirvi en gran manera para tratar con penitentes que haban pecado contra la fidelidad conyugal. El gran quehacer del confesor consiste en hacer comprender a los penitentes cuan misericordioso es Dios que los descarga de tan gran pecado.

Pecados contra la castidad en el matrimonio En la formacin de la conciencia de personas casadas, nada importa tanto como hacer que se percaten de lo magnfico de su vocacin, y esto principalmente desde un punto de vista espiritual. Ellas mismas deben verse a la luz de su asociacin real, tangible, con Dios en su obra creadora y redentora en el mundo. Dios, en su gran sabidura, ha hecho que la expresin fsica ms intensa y deseada de amor est centrada en el acto humano con el que se concibe una nueva vida. De ninguna manera poda expresar con ms claridad su voluntad de que los nios nazcan del mutuo amor de un hombre y de una mujer y de que se desarrollen en la atmsfera de este amor. Uno y otro, el amor y la vida son sus dones creativos, introducidos en el mundo por el amor de una pareja casada que se comprometen a amarse y estimarse mutuamente durante toda su vida. Esto es realmente el matrimonio, y la comprensin de sus dimensiones dar a los casados gran satisfaccin en el cumplimiento de su vocacin. Hay necesidad de reformar nuestra enseanza y nuestra direccin en esta materia. En el pasado fue demasiado frecuente presentar el tema del matrimonio y de la moral conyugal subrayando desmedidamente las leyes exlernas y prestando demasiada poca atencin al amor conyugal, que es la esencia de la vocacin matrimonial. El mismo concilio Vaticano n prepara el terreno para que se desplace el acento en la labor pastoral concerniente a las vocaciones al matrimonio y a la paternidad. Desde entonces se han ido desarrollando varias corrientes de pensamiento que pueden influir en la direccin que se d en el futuro sobre estas materias. Voy a sealar aqu dos cuestiones en que se basan las nuevas investigaciones. Las corrientes, sin embargo, son todava especulativas y an
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La castidad no tienen autoridad decisiva y ni siquiera han alcanzado en nuestros das una formulacin bien definida. Primera cuestin: Han de ser los procesos fisiolgicos un factor determinante en la solucin de problemas morales relacionados con los mtodos de control de la natalidad? Hay una corriente creciente de opinin, segn la cual, siendo la vocacin al matrimonio y a la paternidad lo que plantea los problemas morales de armonizar el amor conyugal con la responsabilidad de un padre, aquella vocacin, y no los procesos biolgicos, debe ser el factor determinante al juzgar sobre programas y mtodos de control de la natalidad. Esta cuestin ha sido abordada desde diferentes ngulos. Desde el punto de vista tanto de la antropognesis como de la teologa, hay mucho que decir acerca de algunos de los argumentos insinuados. El pensamiento sigue en cierto modo esta lnea: Los procesos fsicos no tienen responsabilidad moral; son meramente parte de la herencia fisiolgica prehumana del hombre. Por s mismos no tienen nada que ver con la teologa moral, que trata de la responsabilidad del hombre ante Dios en su vocacin. El hombre no existi en cuanto hombre hasta que las facultades de inteligencia, de voluntad libre y de conocimiento espiritual fueron aadidas a su estructura fisiolgica. stas son las facultades que lo hacen humano y responsable ante Dios. Por consiguiente, afirmar que Dios puede comunicar a los hombres su voluntad solamente, o principalmente, a travs de los procesos biolgicos, es rebajar tanto a Dios como al hombre, y negar las enseanzas dogmticas relativas a la accin del Espritu Santo mediante las mentes de los hombres. As la teologa aborda los deberes morales del hombre basndose en los procesos de sus facultades superiores ms bien que en procesos fsicos, que no tienen conciencia ni responsabilidad. El bien y la dignidad de la persona, en sus relaciones con otros, es la que confiere sentido a los procesos biolgicos. Desde este punto de vista, la teologa considera la sexualidad humana como una expresin de la vocacin del hombre a la paternidad, que al mismo tiempo incluye su vocacin conyugal. Segunda cuestin: La moral dentro del matrimonio debe estudiarse desde el punto de vista del sexto mandamiento o desde el
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Pecados contra la castidad en el matrimonio punto de vista del mximo mandamiento de Cristo, el mandamiento de la caridad? Hay que reconocer que hay una cierta incongruencia en estudiar las cuestiones morales del matrimonio en el marco del sexto mandamiento, si se considera primeramente el acto que tiene lugar fuera del matrimonio y que es contrario al significado del mismo. Los defectos morales que destruyen el matrimonio desde dentro son casi invariablemente pecados contra la caridad, ms bien que pecados contra la castidad. Sin embargo, el juicio definitivo sobre si algo es o no contra la castidad ha de pronunciarse sobre la base de una plena inteligencia de lo que es el amor y la caridad. No hay pecado contra la castidad que, en ltimo anlisis no sea un pecado contra el amor de uno mismo y del prjimo. En el matrimonio, cada uno de los esposos tiene un derecho sexual al cuerpo del otro. El abuso de este derecho y la manera del abuso, as como otros tipos de pecados que menoscaban o profanan el matrimonio e incapacitan a los esposos para su santa vocacin conyugal de paternidad, son ante todo pecados contra el gran mandamiento de la caridad. Son pecados de egosmo, de satisfaccin propia, de desprecio de la persona del cnyuge o de los hijos, nacidos o sin nacer, y de esta manera son pecados contra la castidad. Podemos esperar que se produzca una corriente acelerada hacia la formulacin de una teologa del matrimonio que aborde los pecados y las virtudes en la vocacin conyugal ms desde el punto de vista del amor y don de uno mismo, de la caridad de los esposos consigo mismos y con sus hijos, y no tanto por la mera consideracin del autodominio sexual o de los actos sexuales an no plenamente integrados en su vocacin a propagar la vida. Su vocacin total, tanto de esposos como de padres, ser mejor considerada si se enfoca de esta manera, en una perspectiva de crecimiento del verdadero amor. Los valores y las decisiones se enjuiciarn a la luz del verdadero servicio de Dios y de la humanidad mediante el amor mutuo y as tambin mediante el cumplimiento generoso y responsable de su vocacin de padres. Nos hacemos plenamente cargo de la importancia del nuevo enfoque de los problemas y seguiremos su progreso con vivo inters. Sin embargo, a los problemas de hoy no se les pueden dar toda249

La castidad va ms que las respuestas que hoy tenemos disponibles. En vista de la complejidad de la situacin, y especialmente por respeto al magisterio de la Iglesia, voy a ofrecer aqu algunas soluciones principalmente pastorales dentro del marco de las doctrinas aceptadas actualmente. Voy a formular algunos principios que se deben subrayar al aconsejar sobre el matrimonio en general, especialmente acerca de los puntos en que ha insistido en particular el concilio Vaticano n. Finalmente, hay que prestar gran atencin a la encclica Humanae vitae y a la evolucin de la doctrina y de la prctica pastoral debida a las declaraciones de algunas conferencias episcopales tocante a este documento. 1. Las relaciones conyugales slo pueden ser plena y fiel expresin del amor mutuo, si los casados tratan de expresar un amor no egosta y un respeto mutuo mediante la totalidad de su vida comn. El amor entre un hombre y una mujer es una forma especfica de amor. Su expresin central y caracterstica est en la unin sexual, pero no se puede limitar a esto. Sern intiles todos los esfuerzos por educar a las gentes para la castidad y para la correcta comunicacin del amor conyugal, si los casados no ponen empeo en expresar el sentido del sacramento del matrimonio como una alianza de amor bajo todos los aspectos de su vida comn. Debe haber algo que penetre y dirija todas sus alegras y pesares cotidianos, y todos los actos y actitudes que les afecten a ellos y a los hijos nacidos de ellos. Esto da una prueba constante de una voluntad mutua de soportar las cargas comunes, de estimarse mutuamente. Los documentos del magisterio eclesistico no nos obligan en modo alguno a sostener que el amor es una finalidad secundaria del matrimonio, aunque no pocos de entre nosotros ensearon en otro tiempo que esta posicin era obligatoria. No es que sta fuera sencillamente la doctrina de la Iglesia, sino que era una interpretacin errnea de muchos moralistas. Sin el amor conyugal se agota muy pronto la fuente de la vocacin total del matrimonio y de la paternidad. El matrimonio y el 250

Pecados contra la castidad en el matrimonio amor conyugal son la raz de la vocacin, la paternidad a base de amor es el rbol y los hijos son el fruto. Slo si la raz est bien alimentada con el amor que la sustenta, habr buenos frutos que ofrecer al Seor. t Toda expresin que alimente el amor conyugal mediante autntico y generoso amor mutuo, es buena. Slo un moralista verdaderamente menguado sostendra hoy, por "ejemplo, que caricias ntimas entre personas casadas slo son lcitas en el acto conyugal. Maridos y mujeres no deben nunca retraerse de expresarse mutuamente su cario, y esto especialmente en ocasiones en que, por una razn o por otra, no pueden practicar el acto conyugal. 2. Hay que ver con toda claridad la relacin espiritual entre la vocacin matrimonial y la vocacin de la paternidad.

El matrimonio es una alianza de amor, pero hay que notar que se trata de un amor orientado, natural y sobrenaturalmente, al servicio de la vida: trmino que prefiero con mucho al de reproduccin. El amor mutuo de los esposos, fundido con el amor creativo de Dios, trae al mundo nueva vida concebida en su sagrada unin. El amor viene primeramente a un hombre y a una mujer y slo despus los une fsicamente en el matrimonio. Por consiguiente, el amor conyugal no es sencillamente un elemento que acompaa al acto conyugal, ni tampoco un teln de fondo. Es la causa directa del acto y por tanto la verdadera fuente de la vida humana, canalizada por Dios, que es el manantial de todo amor y de toda vida. No slo psicolgica y ontolgicamente. sino tambin teolgicamente es un error rebajar la importancia del amor conyugal con el fin de acentuar el servicio a la vida. La perspectiva de la teologa es la total responsabilidad de la persona ante Dios dentro de su vocacin total. En este punto la encclica Humanae vitae revela un progreso notable en comparacin con la Casti connub de Po xi. Antes de san Alfonso, muchos moralistas enseaban que toda relacin conyugal era pecado, por lo menos venial, si no haba la intencin de procrear hijos. Dios Creador ha hecho al hombre totalmente diferente de los animales. En los animales la cpula es so251

La castidad lamente procreacin. Entre personas, las relaciones sexuales tienen un profundo sentido espiritual como expresin de amor. Como dice la Biblia, los casados se conocen mutuamente de la manera ms ntima. No el acto particular, sino la entera vida matrimonial est orientada al servicio de la vida, y si los casados excluyen en su totalidad la vocacin a la paternidad, no pueden experimentar el amor conyugal en su sentido ms pleno. Su matrimonio es meramente una expresin de egosmo entre los dos, lo ms contrario de lo que debiera ser. El verdadero amor conyugal desea ardientemente los hijos de la esposa querida, hijos que son parte de ambos y son hechos a imagen de Dios. 3. La paternidad consciente y responsable, y no la procreacin instintiva debe ser el ideal de las personas casadas.

Pecados contra la castidad en el matrimonio riora de un hogar que alberga a 360 nios abandonados. Nadie acusar a mis padres de irresponsabilidad. No eran personas adineradas. Fueron sencillamente capaces de educarnos bien, y nada ms. Un buen amigo mo jesuta fue el primer hombre que cay muerto ante mis ojos en el frente de Rusia el 21 de junio de 1941. Tena quince hermanos y hermanas. Su padre era un sencillo trabajador, pero todos ellos recibieron la enseanza media. Su madre era un genio de la economa domstica. Los nios aprendieron pronto a ayudarse unos a otros y todos tomaban parte en los quehaceres de casa. Sus padres cargaron con una responsabilidad heroica, pero tal herosmo no se puede imponer a todos. Hay parejas que aun con ingresos de 5000 dlares al mes seran incapaces de educar a los hijos, de ayudarles a crecer, como es debido, en edad, sabidura y gracia. La paternidad responsable no mira en primer lugar a los aspectos econmicos, sino a las dotes del corazn, al poder de un amor verdadero, al poder de una profunda fe y esperanza, que ayuda a los padres a darse cuenta de lo que significa educar a un nio para este mundo y para la vida eterna. Los padres con paternidad responsable no calculan desde el principio si han de tener diez hijos o slo uno, y nada ms. Una planificacin absoluta refleja una actitud torcida. La responsabilidad, en cambio, exige que se mantengan disponibles en oracin y vigilancia en consideracin de las nuevas situaciones. Tratan de conocer la voluntad de Dios aqu y ahora y de saber cmo pueden servirle mejor en las circunstancias de su vida. Desean tener el nmero de hijos que, en dichas circunstancias, pueden criar para gloria de Dios. Los confesores no tienen, naturalmente, derecho a decir a los padres cuntos hijos han de tener. Los textos del Concilio no dejan lugar a duda en este punto (cf. la Constitucin sobre la Iglesia en el mundo moderno, art. 50). No tienen responsabilidades directas tocante a los hijos, como las tienen los padres, y esto por la sencilla razn de que no pueden conocer todos los factores psicolgicos, y otros, que deben tenerse en cuenta. Sin embargo, el confesor puede ayudar a los penitentes a ser cada vez ms generosos. Si los esposos tienen dudas acerca de la lnea de accin que han 253

Los padres deberan saber lo que significa una paternidad responsable. No deben confundir el trmino con una actitud negativa de control de la natalidad que con frecuencia significa la limitacin artificial de las familias basada en una decisin previa desde el comienzo del matrimonio acerca del nmero de hijos que ha de tener la pareja. La paternidad responsable significa que una pareja de casados, durante las varias circunstancias de su vida, hace un juicio prudente y sano con pleno conocimiento de su alta vocacin a la paternidad y del valor eterno de cada hijo. Significa una respuesta positiva y agradecida a todos los dones naturales y sobrenaturales que han recibido de Dios. Regulan los embarazos conforme a la perspectiva verdaderamente cristiana: Cmo podemos prestar el mejor servicio a Dios por todo lo que l ha hecho por nosotros? Cmo podemos obsequiarlo con buenos frutos del amor que l nos ha otorgado? La mera procreacin de gran nmero de hijos no es en s misma algo digno de elogio; puede deberse a falta de verdadero sentido de la responsabilidad por las almas inmortales que se traen a la existencia. Las grandes familias pueden y deben ser alabadas si los padres tienen la voluntad y la capacidad de criar convenientemente a los hijos. Yo soy el undcimo hijo de mi familia; tres aos despus naci el duodcimo, mi hermana ms joven; ahora es supe252

La castidad de seguir, pueden pedir consejo; el confesor puede recomendarles que oren cada da hasta la prxima confesin para que Dios los ilumine acerca de lo que deben hacer para cumplir su santa voluntad. El confesor puede ayudarles a tomar sus propias decisiones sin esclavizarse a una opinin pblica malsana, pero al mismo tiempo debe poner cuidado en no rebasar nunca los lmites de su propia competencia. 4. En los consejos que se dan y en la formacin de la conciencia de los esposos hay que insistir en los puntos de la doctrina catlica y en las directrices prcticas que han sido reafirmados en nuevas formas para el mundo actual por el concilio Vaticano n. Sin embargo, no hay que insistir especialmente en puntos que estn todava en discusin, aun despus de la publicacin de la Humanae vitae. Se impone la prudencia tanto a los partidarios de las opiniones ms avanzadas, como a ios que sostienen las ms rigoristas. Ahora bien, en la Constitucin pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno, el Concilio ha propuesto los problemas cruciales del matrimonio, a saber:
a) La paternidad responsable, b) reconociendo claramente las dificultades y los peligros cuando se rompe la intimidad de la vida conyugal (art. 51) y c) la necesidad de armonizar el amor conyugal con el respeto de la vida humana.. No puede haber verdadera contradiccin entre las leyes divinas relativas a la transmisin responsable de la vida y las relativas al fomento de un autntico amor conyugal (loe. cit.).

Pecados contra la castidad en el matrimonio El concilio Vaticano n no trat de dar una plena interpretacin de la ley divina. Los obispos no pretendieron conocer perfectamente la ley divina con todas sus implicaciones tocante a las dificultades de los esposos en nuestro tiempo. Esto se desprende especialmente de la nota 14 de dicha constitucin y de la recomendacin hecha a las diferentes profesiones, de que se esfuercen por dilucidar ms a fondo, con estudios aunados, las diversas condiciones favorables a la justa regulacin de la natalidad (loe. cit.). La encclica Humanae vitae repite la misma recomendacin, pero, como han observado algunos, el documento pontificio parece restringir su sentido. Los obispos de los EE. UU. dan una explicacin correcta de la intencin de la recomendacin papal, afirmando: El recurso a los ritmos naturales, por ejemplo, presenta problemas para cuya solucin el padre santo pide ayuda a la ciencia mdica. En la misma constitucin pastoral se dice claramente que la buena intencin no justifica toda clase de medios de control de la natalidad. El carcter moral de la conducta no depende slo de la buena intencin, sino que debe determinarse con criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, criterios que mantienen ntegro el sentido de la mutua entrega y de la procreacin humana en el contexto del verdadero amor (loe. cit.). Es sumamente interesante notar que el Concilio ni siquiera menciona lo que en otra parte se dice ser el criterio capital, a saber, la inviolabilidad del proceso biolgico en relacin con el acto conyugal como acto procreativo. Pero no se puede pasar por alto que la Humanae vitae da gran importancia a las leyes y ritmos naturales, que permiten a los esposos evitar, ms bien que impedir, la concepcin. Otras formas de regulacin de la natalidad pareceran incluir una intervencin ms directa en las funciones biolgicas. En el texto del Concilio se considera la ley natural principalmente desde el punto de vista de la persona, y el acto conyugal como un acto de personas en relacin interpersonal. Un medio no es sencillamente malo porque regule efectivamente los nacimientos, pero puede ser inmoral si no salvaguarda el sentido del acto conyugal como entrega mutua y el de la transmisin responsable de la 255

La encclica Humanae vitae vuelve a llamar la atencin sobre los aspectos biolgicos de la sexualidad, sobre las leyes y ritmos de la naturaleza. El punto esencial parece ser aqu la advertencia de que el hombre no tiene dominio ilimitado sobre sus facultades generadoras (art. 13). No cabe duda de que el hombre slo tiene un dominio limitado sobre sus rganos, por lo cual no puede nunca proceder arbitrariamente. Pero, qu significa esto prcticamente? La Iglesia entera est buscando ahora el significado y los lmites. 254

La castidad vida en el contexto del verdadero amor. En esta perspectiva, todos los medios de control de los nacimientos, comprendida la ruptura de la intimidad de la vida conyugal, deben examinarse y juzgarse con los mismos criterios objetivos basados en la naturaleza de la persona y de sus actos. 5. Todos los medios de control de la natalidad comprendida la continencia total o peridica son disolventes peligrosos para el matrimonio y para el amor conyugal si son malos la intencin y los motivos.

Pecados contra la castidad en el matrimonio 7. Sea cual fuere el mtodo, la castidad conyugal impone una enrgica lucha contra el egosmo. La castidad se basa en un amor verdadero, que respeta a la otra persona, proporciona gozo y acepta el gozo con gratitud y est dispuesto a renunciar cuando as lo exige el bien de la otra persona. El amor mismo impone una constante abnegacin. El amor conyugal es causa de dominio de s y lo reclama. Pero el dominio de s debe estar al servicio de un amor conyugal normal y debe fomentarlo. La abstinencia total o una falta de ternura y de comunicacin ntima del afecto puede en la mayora de los casos poner en peligro la fidelidad y la armona, tan necesarias para la educacin de los hijos para aceptar los que puedan venir (art. 51). La amonestacin de san Pablo es tan actual hoy da como lo era para la comunidad de Corinto: No os neguis uno a otro, a no ser de comn acuerdo, por algn tiempo, para dedicaros a la oracin. Pero volved de nuevo a vivir como antes, no sea que Satans os tiente por vuestra falta de dominio de vosotros mismos (1 Cor 7, 5). Esta tentacin del demonio no ha de ser necesariamente una tentacin sexual. Un matrimonio puede destruirse tan completamente por falta de comunicacin o por excitaciones surgidas de tensiones no calmadas, como por infidelidad sexual. 8. Es un deber fomentar el amor conyugal no slo en el contexto del acto conyugal completo, sino tambin, y especialmente, en los momentos en que los esposos no tienen intencin de practicar el acto conyugal. Los ltimos cuarenta aos muchas discusiones de moralistas y predicadores versaban acerca del hecho, o del peligro, de prdida del semen por parte del marido. As, una de las cuestiones era: Qu gravedad tiene el pecado de los actus impudici (caricias ntimas) entre personas casadas si ello constitua una ocasin prxima de "pecado de" prdida de semen? (Uno de los padres conciliares llamaba a esto espermatolatra.) Es un error llamar actos impdicos a las caricias conyugales. Son expresiones de amor que se dan entre s en la intimidad de la 257

El sacerdote tiene el deber de poner en claro que ninguna autoridad de la Iglesia catlica puede nunca aprobar el uso de contraceptivos si el motivo es egosta, debido a consideraciones del propio inters. La discusin actual en el seno de la Iglesia afecta slo a los que desean sinceramente tener el nmero de hijos que pueden criar y educar como es debido, que quieren espaciar razonablemente los nacimientos, y que se preocupan por los factores esenciales para criar a sus hijos en un ambiente verdaderamente humano y con el espritu sano.

6. Los sacerdotes deben ser sumamente cautos en la estimacin de los hechos cientficos tocante a la continencia peridica, dejando que doctores competentes determinen hasta qu punto es cierto el perodo seguro. Es por lo menos problemtico considerar este mtodo como completamente seguro en cuanto a la intencin de evitar una nueva concepcin, y al mismo tiempo juzgarlo abierto a la procreacin. Debemos preocuparnos por la credibilidad de nuestro modo de hablar. El valor y los lmites de estos mtodos no se conocen todava perfectamente, pero todos los expertos estn de acuerdo en que no pueden resolver todos los problemas matrimoniales y que el mtodo puede incluso ser perjudicial para ciertas parejas en ciertas condiciones psicolgicas.

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La castidad vida conyugal dos personas que se pertenecen mutuamente con un vnculo indisoluble. Las caricias forman parte del conocimiento y del amor mutuo y del gozo del amor. En tanto el motivo y actitud predominante es el amor conyugal y no un egosmo, no debe inquietarse a las parejas en este punto si se produce un orgasmo fuera del acto conyugal mientras se dan muestras de cario. Naturalmente, los esposos deben procurar un dominio ms pleno de pasiones fuertes en tales momentos, pero no precisamente con ansiedades y miedos. A mi parecer, sta es seguramente una opinin probable y puede ser seguida por todos los esposos que en su propia conciencia lo crean justo. Esto no contradice a las normas formuladas por Po xi y Po XII.

Pecados contra la castidad en el matrimonio En los casos en que la continencia peridica no puede resolver problemas de vida conyugal y de paternidad responsable, algunas conferencias episcopales indican una solucin basada en el principio tradicional de la colisin de deberes. Los obispos canadienses, de los que se hacen eco algunos otros, escriben: Los que tienen que aconsejar pueden encontrarse con personas que, aceptando la enseanza del papa, se hallan en circunstancias particulares que les parecen crear claramente un conflicto de deberes, por ejemplo, el de compaginar el amor conyugal y la paternidad responsable con la educacin de los hijos que ya tienen, o con la salud de la madre. De acuerdo con los principios admitidos de teologa moral, si dichas personas han procurado sinceramente, aunque sin resultado, observar las directrices dadas, se les puede asegurar sin peligro que quien quiera que escoge sinceramente el procedimiento que le parece recto, obra con buena conciencia. Los obispos franceses declaran: Impedir la concepcin no puede ser nunca un bien. Es siempre un desorden. Pero este desorden no es siempre culpable. Puede efectivamente suceder que un matrimonio se encuentre ante un verdadero conflicto de intereses..., en particular cuando la observancia de los ritmos naturales no les proporciona una base suficientemente segura para la regulacin de los nacimientos... Cuando alguien se halla ante una alternativa de deberes, no puede evitar un mal, sea cual fuere la decisin que adopte; la prudencia tradicional aconseja que se considere delante de Dios qu obligacin parece ser la ms grave en tal circunstancia. La pareja deber entonces adoptar una decisin despus de haber deliberado en comn con todo el cuidado que exige lo elevado de su vocacin conyugal. Nunca deben subestimar u olvidar una u otra de las obligaciones que estn en conflicto. Tambin los obispos de los EE. UU. hablan de un posible conflicto de valores e indican, como lo hacen otras jerarquas, por ejemplo, la italiana, que el pecado implicado (si es que hay siquiera pecado en la situacin concreta de conflicto) en el uso de medios artificiales est en estrecha relacin con el grado (o ausencia) de egosmo. Cuando se trata de resolver un conflicto de valores y debe259

9. Hay que formar las conciencias de los esposos en orden a la obligacin de tomar decisiones tocante a la armonizacin del amor conyugal con la transmisin responsable de la vida. El Concilio puso en claro que las decisiones tocante a la regulacin de los nacimientos incumbe a las parejas mismas. La necesidad de fomentar el amor conyugal como de educar a los hijos a los que han transmitido la vida, es de su exclusiva responsabilidad. Por consiguiente, hay que inducir a todas las parejas a ser generosas en el cumplimiento de esta alta misin y hacerles comprender que la prctica de esta generosidad es un asunto fundamental de conciencia. Debemos, sin embargo, confiar en la buena voluntad de las parejas que tan generosamente han engendrado ya varios hijos, y hay que decirles que si tienen dificultades, la eleccin de limitar la familia en este punto, o de seguir teniendo ms hijos, les incumbe en definitiva a ellos, y a nadie ms que a ellos. Tocante a los mtodos de regulacin de los nacimientos, la Hmame vitae aprueba nicamente la continencia peridica (art. 16), aunque permite el uso teraputico de medios que, conforme al principio del doble efecto, originan tambin una esterilidad (temporal). As resulta evidente que el papa no excluye totalmente el dominio del hombre sobre sus facultades generativas en la medida en que entra en juego la salud. 258

La castidad res, quienquiera que busque la mejor solucin posible, tratando de salvaguardar la necesaria armona y estabilidad de su matrimonio, no debe tener el menor complejo de culpabilidad. El Vaticano n recalca, como criterio capital, la necesidad de salvaguardar el sentido pleno de la entrega mutua en el acto conyugal. sta es tambin una cuestin de formacin de la conciencia, puesto que slo los esposos mismos pueden saber si en su modo de proceder se salvaguarda el pleno sentido de la entrega mutua. En un matrimonio concreto y en un determinado conjunto de circunstancias podr darse que un acto perfectamente completo no exprese amor en absoluto, mientras que en otro matrimonio y en otra situacin un acto incompleto o limitado, podr expresar el ms tierno amor de la esposa y de los hijos. No se trata de una estimacin en abstracto, sino de una evaluacin efectuada por la conciencia individual. 10. Por lo que se refiere a la cooperacin, considero que la opinin de san Alfonso es la ms razonable bajo las condiciones de la doctrina tradicional. Acerca de la cuestin de si es lcito a la mujer prestar el "dbito" o acto conyugal o pedirlo cuando el marido tiene la intencin de derramar fuera el semen una vez iniciado el acto, comienza san Alfonso sealando las dos opiniones existentes sobre el particular. La opinin ms benigna sostiene que la esposa puede cooperar si no le es posible modificar la intencin del marido; la opinin ms severa lo niega. Luego expresa san Alfonso firmemente su propia opinin: Sed probabilius videtur uxor non slum posse, ut dicit prima sententia, sed etian teneri. Es ms probable que la esposa no slo pueda, como dice la primera opinin, sino que incluso deba cooperar, prestar el acto. La razn es que, si bien puede haber culpa por parte de la persona que pide el dbito, sin embargo, tiene derecho a ste, y la otra parte no puede rehusarlo sin cometer injusticia, una vez que no le es posible con todas sus advertencias modificar las intenciones que no aprueba. Es tambin claro que la esposa, al prestar el acto, no coopera ni siquiera materialmente en el pecado del marido, ya que no coopera en su inseminacin fuera 260

Pecados contra la castidad en el matrimonio de su cuerpo, sino nicamente en el acto conyugal que ha comenzado (normalmente antes del abuso del marido), acto que es completamente lcito para ambas partes (Theologia moralis, liber vi, cap. 11, n. 947). Todava es ms notable el hecho de que san Alfonso, en las circunstancias referidas, reconoce a la mujer el derecho de pedir el dbito. Y lo justifica no slo por la razn de un posible peligro de incontinencia, sino tambin por una razn que enlaza directamente con la entrega mutua (mutua traditio): O si de lo contrario se ve ella privada de su derecho de pedir el dbito ms de alguna que otra vez, con la duda perpetua de si en tal situacin la continencia no significar para ella un inconveniente bastante grave (loe. cit.). No veo por qu esta opinin de san Alfonso no pueda aplicarse igualmente al marido que sabe que su mujer usa un diafragma. La argumentacin del santo vale aqu incluso a fortiori. Mayor es la dificultad del caso en que el marido usa un preservativo. Pero aun en este caso opino que la cooperacin ser ms bien material y por tanto lcita si la esposa tiene buenas razones, como, por ejemplo, la de salvaguardar el matrimonio o la armona conyugal. Al decir esto nos atenemos todava a los principios tradicionales. 11. Pablo vi ha reiterado la condena de la interrupcin del acto conyugal como medio para regular la natalidad, aunque con un lenguaje pastoral mucho ms suave que el usado en Casti connubii (1930). Evita la calificacin de gravemente pecaminosa. El pecado y sus grados dependen del grado de egosmo y arbitrariedad.

Muchos telogos, a puerta cerrada e incluso pblicamente, han manifestado dudas acerca del carcter absoluto e irrevocable de esta condenacin. La doctrina de Po xi y de Pablo vi, como interpretacin de la ley natural, en lo cual hay que tomar en consideracin los cambios histricos, obliga a los fieles en conciencia, pero no es una doctrina infalible, por lo cual n o es irreformable en casos en que haya buenas razones en sentido contrario. El Espritu Santo acta en la historia de la salud mediante un 261

La castidad desarrollo del conocimiento en la bsqueda ms seria de la verdad por el hombre. En esta bsqueda, el pecado de Onn en el Antiguo Testamento, en el que se bas ampliamente la condenacin de este acto en el pasado desde san Agustn hasta nuestros das, hoy da es interpretado por la mayora de los estudiosos de la Biblia no como el acto de derramar el semen en la tierra, sino ms bien como una infraccin despreciativa de la ley en su tiempo y como un pecado contra la caridad y la justicia implicado en su acto. Por el hecho de ser Onn absolutamente egosta, mostr con su acto el desprecio de su hermano y de la viuda de su hermano, y fue condenado a muerte por aquel pecado. Yo, personalmente, opino que la prctica deliberada de retirarse, aunque no haya de destruir necesariamente la espontaneidad del acto de amor, tiende a hacer que el marido se acostumbre a fijarse demasiado en su propio placer (y en el momento en que lo alcanza) sin la debida consideracin respetuosa con su esposa. Esto puede representar una actitud meramente masculina de explotacin de la mujer, que rebaja la dignidad del acto conyugal como acto de entrega mutua. Sin embargo, puede darse que algunas parejas, con recta conciencia, o con conciencia perpleja, consideren la prctica de interrumpir el acto sencillamente como la mejor solucin, aqu y ahora, para evitar el peligro de incontinencia, de desarmona o de agresividad. En el caso de parejas que viven en regiones de suma pobreza, donde estn excluidos otros mtodos de regulacin de la natalidad (fuera de la abstinencia total), y al mismo tiempo hay gran necesidad de regulacin si se quiere librar a los nios de crecer en condiciones infrahumanas, la interrupcin podr parecer el nico medio disponible para armonizar el amor conyugal con las responsabilidades que implican los hijos. La prctica sistemtica de la interrupcin no debe confundirse con la situacin del marido que en un principio slo desea mostrar cario y fomentar el amor mutuo, pero habiendo comenzado el acto impensadamente, se retira tan luego se da cuenta de lo que sucede. Esta debilidad por lo menos no cae bajo el severo juicio de Casti connubii. Una vez ms, san Alfonso dice algo en este sentido: Licite interrumpitur actus coniugalis, etsi ex naturae concitatione secutara sit pollutio, dummodo sit iusta causa interrumpendi. Es lcito in262

Pecados contra la castidad en el matrimonio terrumpir el acto conyugal, aun cuando haya de seguirse la polucin por razn de la excitacin natural, con tal que haya alguna razn justa para la interrupcin (loe. cit., n. 954). Los motivos que da como ejemplo san Alfonso son serios, como el peligro de la salud; sin embargo, mientras que otros telogos dicen ex gravissima causa (por motivos gravsimos), san Alfonso se limita a decir iusta ex causa (por justos motivos). En los casos en que los esposos noten que sus motivos y su modo de proceder no han sido del todo irreprochables, aunque fundamentalmente han obrado con buena intencin, no deben desanimarse; convendr que hagan un acto de contricin y confianza como lo hacen los buenos cristianos despus de todo pecado venial o imperfeccin; pero todava pueden tener la confianza de que se hallan en estado de gracia, supuesto que sea recta su actitud fundamental. Pueden recibir la comunin sin necesidad de confesarse. Tambin al decir esto seguimos los principios tradicionales. 12. Todos los medios artificiales de regulacin de la natalidad son inmorales en cuanto son ciertamente o con alguna probabilidad abortivos, o ponen considerablemente en peligro la salud de la madre o de la futura prole. Este incluye todos los mtodos posconceptivos o drogas usadas para impedir el parto. En medio de todas las discusiones suscitadas tras la publicacin de la Humanae vitae, ha aparecido cada vez ms claro que entre los catlicos no hay discrepancia en este punto. La jerarqua americana expresa la firme enseanza de la Iglesia: Una persona humana, nada ms y nada menos, est en juego en todos los casos, una vez que ha tenido lugar la concepcin. Sin embargo, los obispos no dicen con certeza que la concepcin d inmediatamente origen a una persona humana. Su argumento se basa en el hecho inconcuso: La concepcin inicia un proceso, cuya finalidad es la realizacin de una persona humana. Por consiguiente, si penitentes usan medios como el dispositivo intrauterino que, segn la respetable opinin de muchos hombres de ciencia, pueden ser abortivos (expeliendo el vulo fecundado, o el ser vivo adherido ya al seno materno), el confesor deber amones263

La castidad tarlos explcitamente, haciendo as todo lo que est en su mano para proteger una vida inocente. Evidentemente, aqu entra en juego algo ms que una conciencia subjetivamente buena. 13. Tocante al uso de medios artificiales para el control de la natalidad, como tambin al uso sistemtico del mtodo de interrumpir el acto conyugal, el sacerdote debe informar a los fieles sin ambages acerca de la enseanza de Pablo vi en la Humanae vitae. Los obispos americanos, que, como tambin otras jerarquas, reconocen explcitamente la legtima libertad de investigar y de pensar, aunque indicando al mismo tiempo las normas de disentimiento lcito, afirman claramente: Ni siquiera un disentimiento responsable dispensa de presentar fielmente la autntica doctrina de la Iglesia cuando uno desempea un ministerio pastoral en su nombre. Dado que la encclica Humanae vitae no slo ha dado lugar a disentimiento y discusiones entre los telogos y los seglares, sino que adems ha dado origen a explicaciones y directrices pastorales preparadas muy cuidadosamente por numerosas conferencias episcopales, ningn sacerdote puede desechar tales directrices, especialmente las que explcita, o por lo menos implcitamente, hayan sido aprobadas por el papa. Por consiguiente, no debe imponer a sus penitentes su interpretacin personal de la encclica, sobre todo en casos en que una opinin ms rigorista perjudicara a la armona, paz y estabilidad del matrimonio o a la salud mental de uno de los esposos. Dado que los episcopados no han ignorado u olvidado ni podan hacerlo la enseanza del papa, los sacerdotes particulares no pueden formar ni imponer su propia opinin sin tener en cuenta todos los esfuerzos de los episcopados y en realidad del pueblo entero de Dios. La enseanza autoritativa de numerosos episcopados, dado que responde a la decisin del papa, est por encima de las opiniones de telogos disconformes. No se puede negar que la enseanza de numerosos episcopados constituye una opinin probable. Aunque algunos obispos y algunas jerarquas nacionales han dado directrices ms bien severas, no deben dejar de tomarse en consideracin las lneas convergentes de pensamiento 264

Pecados contra la castidad en el matrimonio y de consejo contenidas en las declaraciones de tales episcopados como los de los EE. UU., de Austria, Blgica, Canad, Holanda, Francia, Alemania, Italia y Escandinavia, aunque diferentes en la expresin y en el acento. El desarrollo convergente de las ideas parece ser el siguiente: a) Mucho ms importante que la decisin acerca del mtodo de regulacin de la natalidad es una cuestin fundamental de conciencia, a saber, si la transmisin de la vida es responsable o irresponsable, aqu y ahora, en el caso concreto. Por consiguiente, el enjuiciamiento moral del uso de anticonceptivos (comprendidos incluso los mtodos de continencia total o peridica) es totalmente diferente si tal uso est motivado por una negativa egosta al cumplimiento de la vocacin de padres, o si ms bien se escoge de resultas de graves dificultades para armonizar las exigencias del amor y unin conyugal con la regulacin responsable de la natalidad (es decir, con la legtima y responsable no transmisin de vida). b) La apertura de cada acto conyugal particular a la transmisin de la vida, entendida en el sentido de que la concepcin puede evitarse sistemticamente mediante el recurso exclusivo al perodo infecundo, pero no debe impedirse con medios artificiales de control de la natalidad, es un ideal, o una norma ideal (hablando en abstracto). En situaciones difciles no puede siempre observarse, pero en los casos difciles de colisin de deberes se puede, o se debe, ceder a valores ms urgentes o ms elevados. Sin embargo, la decisin contraria no se debe adoptar a la ligera y sin un esfuerzo general por lograr la meta ideal. Este esfuerzo debe enfocarse a la luz de la ley de crecimiento. c) Diferentes episcopados reconocen que, por lo menos en el momento presente, el uso de la continencia peridica crea problemas y no pocas veces es absolutamente imposible. Merece tenerse en cuenta que ni el papa ni ninguno de los grandes episcopados ensean que en este caso la continencia total deba ser una norma absoluta, cualesquiera que sean sus consecuencias tocante a la armona, paz y estabilidad del matrimonio. As, la atencin debe dirigirse al grado y urgencia de los valores y deberes. d) Ningn episcopado asume la responsabilidad de aprobar o recomendar alguna tcnica determinada de control de la natalidad 265

La castidad o algn medio teraputico especfico. Los episcopados no han hablado en absoluto de la pildora, sino ms bien de la responsabilidad de los esposos en escoger en casos de colisin de deberes el medio que les parece ser el mejor tras seria reflexin, informacin y oracin. A la clara conciencia que tienen los episcopados de los lmites de la competencia en cuestiones tcnicas, debe responder una actitud similar de prudencia por parte del confesor o del sacerdote que debe aconsejar. e) El sacerdote debe poner el mayor empeo en ilustrar la conciencia de los fieles, proponiendo la doctrina autntica de la Iglesia, pero despus de todo debe respetar la conciencia sincera y leal del creyente. El confesor que se encuentre con penitentes que se han formado la conciencia tras seria consideracin de la enseanza de la Humanae vitae, de las directrices dadas por las conferencias episcopales, y de las opiniones de la generalidad de los telogos, debe guardarse de llamar tal conviccin ignorancia invencible, supuesto que haya buenas razones de creer que tales penitentes piensan y obran de acuerdo con la lnea de pensamiento propuesta por grupos mayores de obispos, de telogos y de seglares expertos en la materia. Sin embargo, si el confesor est personalmente convencido de que esto no concuerda con la doctrina de la Iglesia y es por consiguiente un error, o error invencible, entonces obrar prudentemente siguiendo los principios tradicionales tocante a la conciencia invenciblemente errnea. (Cf. san Alfonso, Praxis conjessarii, n. 8, donde insiste enrgicamente en la obligacin del confesor de no inducir al penitente a rebelin y a pecado formal cuando podemos dejarlo en su opinin o en su ignorancia invencible sin grave dao para l para otro.)

La pildora de que todo acto conyugal concreto debe estar abierto a la procreacin, incluso en los casos en que no se podra asumir con responsabilidad la transmisin de la vida) son favorables al uso de la pildora de progesterona. El problema de la propagacin del uso de las pildoras hormonales como medio para el control de la natalidad es discutido crticamente tanto por adversarios de la encclica de Pablo vi, como por otros que se han sentido aliviados por la encclica y la han acogido con gratitud. Desde un punto de vista teolgico conviene insistir en que nuestra esperanza de salvacin eterna no est en absoluto ligada a pildoras, aunque tenemos gran estima de todas las ayudas mdicas en situaciones humanas difciles. La ciencia mdica tiene que reflexionar sobre el problema del control de la natalidad, dado que, sobre todo, debido al progreso de la ciencia mdica, se nos plantea un problema de envergadura mundial. Personalmente yo pienso que hay buenas razones para poner en guardia contra la esperanza cifrada en un eventual descubrimiento de una pildora catlica, es decir, de una pildora que regule artificialmente el momento de la ovulacin y haga as posible el control de la natalidad mediante la observancia de los ritmos naturales. No soy yo el nico que no ve gran diferencia entre una pildora que garantice una ovulacin puntual con vistas a un efectivo control de la natalidad, y una pildora que difiera efectivamente la ovulacin hasta que una nueva concepcin pueda ser deseada con responsabilidad. La cuestin que se plantea en un enfoque antropolgico de la medicina es sta: Cmo la interferencia con las funciones biolgicas afecta al bienestar y a la dignidad de la persona en cuanto ser responsable? La encclica Humanae vitae ha destruido las esperanzas casi msticas que algunos haban puesto en la pildora, y hay que reconocer que esto ha sido un bien. Por otro lado ha dado nuevos estmulos a discusiones acerca del uso teraputico de medios que de hecho tienen efectos anticoncepcionales aunque puedan ser usados con intenciones muy diferentes. As la discusin acerca de los medios de regulacin de la natalidad y de la teraputica en esta materia dista mucho de estar circunscrita dentro de las estrechas perspectivas de la pildora hormonal. La referencia que en la Humanae vitae (art. 15) se hace a los 267

La pildora No se habra entendido la encclica Humanae vitae si se buscara en ella una respuesta a las cuestiones relativas a la pildora de progesterona para el control de la natalidad. No todos los que hallan dificultades en la enseanza de la Humanae vitae (en particular la 266

La castidad medios teraputicos dar probablemente lugar al mismo gnero de discusiones que suscit la alocucin de Po xn en septiembre de 1958, a la que se hace referencia en la nota (ibid.). Por esto mencionar aqu las diferentes soluciones u opiniones probables de telogos dentro del marco de un concepto de ley natural que presta primariamente atencin a las leyes y ritmos de la naturaleza (es decir, de la naturaleza biolgica), as como de la doctrina tradicional, segn la cual la contracepcin ( = impedir la concepcin) es siempre intrnsecamente malo y pecaminoso. Como en otras muchas cuestiones modernas, las opiniones varan entre los telogos. Gran nmero de moralistas respetables explicaban la doctrina de Po xn dentro del marco de los principios tradicionales, concluyendo que ser lcito el uso de la pildora, por ejemplo en la mayora de los trastornos de la menopausia. Si se ha manifestado ya claramente la tendencia de la naturaleza a suprimir la ovulacin y, adems, un ciclo irregular provoca perturbaciones o est relacionado con dificultades para la salud, y si mdicos competentes opinan que estas pildoras son un buen remedio para la mujer, pueden usarse lcitamente. Esta opinin no es reprobable y no cambia por el hecho de que la pildora tenga un efecto secundario, a saber, la supresin de la ovulacin, a la que tiende ya la naturaleza misma. En segundo lugar, la mayora de los doctores y telogos convenan en que si la pildora es capaz de regularizar el ciclo de la mujer, es lcito usarla. Pero por ahora muchos mdicos no fomentan esta teora, por no ser cierto en absoluto que la pildora pueda tener este efecto regulador. Es una cuestin que han de decidir los doctores. Hay que averiguar si la pildora puede o no normalizar el ciclo. La regularizacin es el efecto directo, el cual tiende a restablecer el perfecto funcionamiento de la naturaleza, y esto en s es bueno. La supresin o inhibicin temporal de la ovulacin es cosa secundaria, ya que para muchas mujeres puede ser un grave inconveniente la falta de un ciclo regular; una supresin temporal de la ovulacin implica la imposibilidad de concebir. El tercer punto de la discusin era ste: Se puede usar la pildora durante el perodo de la lactancia? Es bastante probable que la naturaleza misma inhiba la ovulacin mientras la madre da el 268

La pildora pecho a la criatura. Hormonas naturales llamadas progesterona, las mismas que se producen artificialmente y se contienen en estas pildoras (enovid, norlutin, anovlar, etc.), inhiben la ovulacin. Ahora bien, si la naturaleza inhibe la ovulacin durante la lactancia en la mayora de los casos, podemos considerar esto como expresin de la sabidura de Dios que quiere permitir a los esposos desplegar su pleno cario conyugal sin temor de nuevos embarazos durante el perodo de la lactancia. Por consiguiente, si en algunos casos la naturaleza no cumple su funcin, debido a incapacidad de criar, a las circunstancias de la vida o a otras razones, la ciencia mdica tiene derecho a corregir los defectos de la naturaleza biolgica. Segn muchos telogos, tal tratamiento mdico se justifica moralmente si se tiene la expresa intencin de hacer posible la expresin del amor conyugal sin temer nuevos embarazos, que en el momento presente no son deseables por razn de ciertas exigencias materiales o por razn de la salud de la madre. Este deseo es legtimo, pues est en consonancia con el designio del Creador que hace esto posible cuando funciona normalmente la naturaleza de la mujer. Anlogamente, la naturaleza hace posible esta misma libertad conyugal durante 24 das de cada ciclo. Cuando las funciones biolgicas de la naturaleza estn alteradas por falta de salud o por alguna desviacin de la norma biolgica, es lcito ayudar al organismo a restablecer el perfecto funcionamiento. Otros moralistas son de parecer contrario, sobre todo cuando la madre misma no cra por no poder hacerlo. Pero tambin en este caso buen nmero de moralistas aseguran que aunque la madre no cre o no pueda criar, todava tiene derecho a desear el efecto de la funcin biolgica normal: la inhibicin de la ovulacin, que permita a la pareja expresarse el amor conyugal sin temer un embarazo en un perodo en que ste no es deseable, en un tiempo en que la madre normalmente habra de amamantar a la criatura. Estas opiniones se discutieron durante varios aos y ambas escuelas estaban convencidas de mantenerse fieles a la enseanza de Po xn. A mi parecer, puesto que esta cuestin se ha discutido tanto tiempo a los ojos de la autoridad de la Iglesia, cada cual puede seguir libremente una u otra opinin. Se trata de dos opiniones probables. Quienquiera que est convencido de que la opi269

La castidad nin ms severa es la que est en lo cierto, debe seguirla en su propia vida conyugal. Pero, aun cuando un moralista est convencido de que slo su opinin es la cierta, debe comportarse eclesialmente, es decir, tiene que ser leal con la otra parte de la Iglesia, por lo cual no puede imponer su opinin como si slo su partido, su faccin, fuera la Iglesia. Debe informar sinceramente a las parejas de casados de que hay divergencias de opiniones, de que ninguna de las opiniones ha alcanzado todava plena certeza, y de que hasta ahora la Iglesia sigue dejando libertad de eleccin; cada cual puede, por consiguiente, seguir su propia conciencia. En este caso podr decir: Mi opinin personal es que eso no es lcito, pero yo no tengo el derecho de imponer mi opinin personal mientras la solucin es discutida por telogos catlicos de renombre y dignos de consideracin. Si bien Pablo vi habla de medios teraputicos nicamente con vistas a la salud del cuerpo (corpus), sin embargo, el entero proceso teolgico y especialmente las directrices dadas por numerosos episcopados parecen indicar que la salud del cuerpo no ha de entenderse en la estrecha perspectiva de un concepto ms o menos materialista de la medicina, que trata nicamente el organismo en sus funciones particulares, sin una idea clara de la persona en tanto que persona. La salud del cuerpo habr de entenderse ms bien en la perspectiva de la medicina antropolgica (tal como la proponen pensadores y doctores cristianos, como Viktor Weizscker, Viktor Frankl, Igor Caruso). As volvemos a la idea bblica del cuerpo en una perspectiva de la totalidad de la persona, ms all de la dicotoma helenstica entre cuerpo y alma. Una autntica teraputica no debe ocuparse nicamente del organismo, sino que en todo caso debe interesarse por el concepto total de salud de un ser personal, que en su vida corporal y espiritual est constantemente en camino hacia una mejor integracin y perfeccin. La clase de cura que ayude a acercarse ms y ms a esta meta, es una teraputica autntica.

XVIII LA JUSTICIA AL SERVICIO DE LA CARIDAD

Justicia y caridad En nuestra vida entera debe aparecer bien claro que la caridad el amor no es puro sentimentalismo. Hay que corresponder al orden del amor (ordo amoris), a la manifestacin del amor de Dios revelado en toda su obra. As pues, para que el amor sea verdadero no ha de restringirse a un asunto del corazn. El amor da prueba de s cuando penetra la entera estructura de la vida del hombre. El amor se convierte en justicia cuando uno busca en serio el ordo amoris objetivo en la vida social y econmica y luego hace todo lo posible para expresar su amor mediante el ejercicio de la justicia en los mbitos socioeconmicos de la vida. Objetivamente, todas las cosas creadas, sean de orden material, intelectual o psicolgico, son dones del amor de Dios. Todos estos dones llevan el sello de la intencin del Dador, a saber, el de la orientacin social al servicio de la humanidad. Nosotros nos apropiamos todas estas cosas y reivindicamos verdaderamente su propiedad convirtindolas en medios de amor fraterno para gloria del nico Seor y Padre. Todos estos dones otorgados por Dios estn hipotecados socialmente en el sentido de que son dados con miras a la totalidad de la humanidad. Esta hipoteca social no es secundaria; las cosas materiales son ante todo propiedad comn. La necesidad de propiedad individual es una funcin del bien comn. Las expresiones y el significado de la propiedad individual o privada pueden diferir al cambiar las situaciones histricas, pero en cualesquiera circunstancias, el objetivo primario de los bienes mate271

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La justicia al servicio de la caridad rales es el de servir al provecho de la comunidad; slo as estn tambin destinados al individuo para que se le conviertan en fuente de dicha. El hombre halla su verdadero yo, se halla l mismo, usando los dones de Dios para el servicio de la comunidad, para el bien comn. Si tratamos de establecer la relacin entre justicia y caridad, o amor, hallamos que la justicia es un eslabn en la cadena del amor. La justicia se cuida del orden de los derechos en nuestras relaciones sociales; el amor relaciona a una persona con otra persona. Una justicia sin amor, sin el calor del corazn, es una de las formas ms flagrantes de injusticia contra la persona, dado que el supremo derecho de la persona es el de ser amada y respetada como tal. Sin amor est uno ciego incluso para ver las exigencias de la justicia. Pero el amor nos obliga tambin a aprender la manera de poner orden en nuestra vida econmica, social y cultural.

Egosmo individual y de grupo Este egosmo de grupo es todava peor cuando se observa en superiores y administradores religiosos. Cierto que tienen responsabilidades para con su grupo, pero tambin deben percatarse de la responsabilidad de su grupo para con la comunidad ms extensa y superior. Muchas personas son escrupulosas en la esfera de la justicia conmutativa que regula los derechos entre los individuos, pero en cambio votarn por un partido que fomenta la injusticia en favor de su propio grupo. Tales personas apoyan a un partido o a un poltico determinado por razn de sus intereses creados. Los sindicatos obreros pueden servir de ilustracin de este punto. Algunos pueden ser injustos por el hecho de no hacer nada con vistas a fomentar el bienestar de la clase trabajadora o por negarse a participar en una huelga justa. En cambio, puede darse el caso de que sindicatos fomenten la injusticia social con respecto a otros sectores del mundo del trabajo fomentando as el odio de clases. La participacin en tales actividades se convierte en injusticia social. Los obreros que participan en una huelga deben hacer primero examen de conciencia: Es justa o injusta esta huelga? Tal examen de conciencia debera emprenderse por parte del capital y por parte del trabajo, por los superiores y por los inferiores. Los managers y los capitalistas que convienen en negarse a las exigencias de los sindicatos, as como los obreros mismos, deben examinar seriamente la base de las exigencias en trminos de justicia. Deberan tambin examinar su posicin con respecto a la integracin social y racial: estn contentos del mantenimiento de un orden injusto o han dado pasos para promover la injusticia social en el mbito de la integracin? Pueden citarse tambin no pocos ejemplos de posiciones insostenibles basadas presuntamente en la doctrina de la Iglesia, con objeto de mantener el status quo en favor de clases o razas privilegiadas. Esas personas, con sus explicaciones bastardas y sus tergiversaciones, incurren en la culpa de promover activamente la injusticia. Al confesor incumbe el quehacer de llamar la atencin de personas que ocupan posiciones elevadas, sobre la gran injusticia que cometen abusando as de la doctrina de la Iglesia o del Evangelio. Tales injusticias sociales son ms y ms evidentes hoy da
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Egosmo individual y de grupo La formacin de la conciencia en nuestra poca exige que se d el golpe de gracia al dragn moderno del egosmo de grupos. Muchos catlicos, mientras condenan la injusticia individual en la forma de egosmo individual que perjudica a otros, canonizan el egosmo de grupos. Esta acusacin se extiende tanto a seglares como a sacerdotes y religiosos. Algunos sacerdotes, ejemplares en su generosidad tocante a su propiedad personal, son fanticos tocante su propiedad parroquial. Su inters se restringe a los lmites de la parroquia, a la que desean enriquecer; en alguna manera llegan hasta a olvidarse totalmente de la dicesis, o de la Iglesia en su totalidad. Las recaudaciones del sistema de diezmos impuesto a los parroquianos se destinan a veces a cambios prcticamente intiles en la iglesia, sin consultar a los dirigentes o representantes de la parroquia. Muchos prrocos fomentan su mana parroquial de ladrillos y mortero y prestan poca atencin, o ninguna a mejorar y ampliar las escuelas y colegios en la dicesis. Tal comportamiento slo puede designarse con un nombre: es un egosmo de grupo, y hay que reconocer que es malo.
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La justicia al servicio de la caridad a la luz de las convicciones adquiridas mediante las ciencias del comportamiento, que proporcionan un conocimiento ms profundo de la igualdad y solidaridad humanas. Manipular las variables sociales en una situacin con vistas a mantener un cmodo status quo, implica un flagrante pecado contra la justicia. Las personas interesadas en cuestiones sociales como los problemas de clases o interraciales, debern proceder con amor en sus corazones. Si llevan adelante su obra con odio, no lograrn nunca el objetivo por el que combaten. La reivindicacin de derechos debe emprenderse con un espritu de mutua inteligencia y con la mayor paciencia; ste es el sentido de la no violencia (cf. la Constitucin sobre la Iglesia en el mundo moderno, art. 78).

Justicia social con los trabajadores seria consideracin por parte de todos los cristianos. Forma parte del quehacer tanto del pulpito como del confesonario subrayar la dimensin eclesial de la justicia y atraer hacia ella la atencin de las conciencias tanto individuales como de grupos. El concilio Vaticano II se mostr explcito en los puntos relacionados con los problemas sociales; sin embargo, los documentos conciliares sern letra muerta a menos que los sacerdotes y los fieles se esfuercen por integrarlos en su vida. El confesor tiene especial obligacin de formar las conciencias siguiendo las enseanzas actuales de la Iglesia y no conforme a los manuales del siglo pasado... Los profesores de teologa moral, a quienes resulta ms cmodo utilizar viejas notas de clase basadas en manuales del siglo xix, descuidan la debida formacin de las conciencias conforme a la enseanza presente y viva de la Iglesia de hoy. Los recientes documentos del Vaticano n tocante a la justicia social reclaman intenso estudio por parte de todos. En estrecha relacin con estas enseanzas, debido a su insistencia en la solidaridad social, se hallan las encclicas Mater et Magistra y Pacem in Tenis.

Justicia y amor a todos los niveles Las encclicas sociales del papa Juan xxm y la Constitucin sobre la Iglesia en el mundo moderno (art. 63-93) subrayan no solamente que la justicia es una cuestin entre el capital y el trabajo, sino tambin que la justicia social impone una responsabilidad de amor para con todas las gentes y todas las naciones. Las naciones favorecidas con la posesin de extensos territorios, con abundancia de recursos naturales y con ventajas histricas tienen la responsabilidad de ayudar a las naciones pobres que carecen de tales recursos y habilidades naturales y que por consiguiente no logran rebasar el nivel del subdesarrollo. La obligacin se extiende al fomento de la paz y de la mutua inteligencia entre todos los pueblos. Obrando as se hace justicia y se da gloria a nuestro comn Padre celestial, que ha destinado todas las cosas al bien comn de la raza humana; a l pertenecen todas las cosas. Esta obligacin de justicia resulta imposible si pueblos y naciones privilegiadas atienden nicamente a mantener su elevada posicin y su poder. La paz entre los hombres se basa en la justicia. Se coopera formalmente en graves pecados de injusticia social si se vota por un hombre o un partido que proclama su oposicin a la integracin racial o a prestar ayuda a las naciones que se hallan en extrema necesidad. Asuntos sociales de tal magnitud reclaman
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Justicia social con los trabajadores El derecho del trabajador a un salario justo es un aspecto de su derecho primordial a ser tratado como persona humana. Nadie puede mostrar amabilidad y delicadeza autnticas al trabajador si se niega a pagarle un salario justo. Se comprende perfectamente por qu el trabajador rechaza la llamada afabilidad y caridad de su patrono: desde su punto de vista, son medios que el patrono usa para explotarlo ms eficazmente. La justicia y la amabilidad deben ir de la mano: la justicia en forma de salarios equitativos, y la amabilidad en tratar a los trabajadores como personas. Donde y cuando sea posible habr que introducir o desarrollar el sistema de participacin de los trabajadores en los beneficios de la empresa. Hay diferentes caminos abiertos para el logro de esta meta. Podran excogitarse mtodos mediante los cuales los trabajadores tuvieran voz en la determinacin de decisiones concernientes a su propio trabajo y hasta a la vida de su familia. No es justo que un puado 275

La justicia al servicio de la caridad de hombres en la cspide de la pirmide decidan todas las lneas y procedimientos a seguir tocante a millones de trabajadores y a sus familiares. Ahora bien, tambin el trabajador tiene obligaciones correlativas para con su patrono, lo cual exige un examen de conciencia: es l justo y equitativo con su patrono dando el tiempo y la calidad de servicio que se espera de l? Es equitativo con sus colegas y con otros grupos sociales? Cumple, como particular, con su papel de cristiano en la vida social y econmica? Cumple con este mismo papel juntamente con sus colegas en cuanto forma parte de un grupo? Estos puntos entraan serias responsabilidades. Hay individuos devotos que se muestran verdaderamente generosos con su parroquia, pero a los que convendra exhortar a pagar primero a sus empleados y slo despus hacer donativos a la parroquia. Los escritores de catecismos deberan caer en la cuenta de que inducen a los catlicos a la injusticia y a la desobediencia al inculcarles que paguen primero el diezmo a la parroquia y que salden luego sus deudas con lo que les quede. Es exactamente lo que prohibe el Seor diciendo que no hable del corbcui ofrenda sagrada el que da el diezmo a la Iglesia y descuida a sus padres. El deber de sostener a la iglesia no dispensa de la obligacin de justicia que uno tiene con sus acreedores. Obran mal e injustamente los que al recomendar las contribuciones a la Iglesia recurren a tcticas de extorsin como la de proponer el principio de que esas contribuciones pertenecen a Dios y que por tanto deben pagarse antes de pensar en las otras deudas y obligaciones. Millares de catecismos confunden as a Dios con los intereses de la parroquia. Cuando tratan de probar la obligacin de los diezmos basndose en el Antiguo Testamento, para ser consecuentes deberan tambin insistir en la obligacin de cumplir otras leyes del Antiguo Testamento, como, por ejemplo, la de la circuncisin. Son ms los pasajes del Antiguo Testamento que prescriben la circuncisin que los que prescriben el diezmo en el sentido literal de pagar el 10 % del total de los ingresos. Es injusto imponer el diezmo en lugar de hacer algunas asignaciones para las pobres gentes que tienen que penar para instruir a sus hijos y que desearan enviarlos a escuelas catlicas. Es una 276

Justicia en la publicidad injusticia imponer el diezmo indiscriminadamente a los ricos y a los pobres. Tal imposicin por parte de las autoridades eclesisticas hiere los sentimientos del pueblo, tanto ms cuando salta a la vista que hasta el Estado en este mundo moderno renuncia a imponer impuestos regresivos que desangraran a los grupos que slo disfrutan de rentas bajas. El sistema americano de impuestos de la renta exige un porcentaje mucho mayor a los que perciben rentas elevadas que a los que se hallan en los escalones inferiores; en todo caso, se tiene en gran consideracin el nmero de los miembros de la familia. Por consiguiente, exigir el 10 % de los ingresos globales sin distinguir entre grandes y pequeos ingresos y sin tomar en consideracin las responsabilidades pecuniarias de la familia es un pecado evidente contra la justicia.

Justicia en la publicidad Los teleexpectadores estn sujetos a diario a una dosis exagerada de mentiras en los miles de anuncios comerciales que cruzan las pantallas. Aunque ya no parecen llamarse a engao, puesto que todo el mundo entiende que se trata de vulgares hiprboles. Sin embargo, deberamos educar la conciencia pblica con vistas a modificar la opinin pblica, ayudando al consumidor a percatarse de que el criterio ideal en la publicidad debe ser la verdad; un buen anuncio dice la verdad. Es un pecado especial contra la justicia cuando una firma no slo ensalza los valores de sus propios productos, sino que adems niega o rebaja los valores de los productos de otra compaa. Igualmente es un pecado contra la justicia vender un coche de segunda mano sin revelar los defectos ocultos. Si los granjeros que vendan caballos deban informar al comprador sobre los defectos importantes de los caballos, lo mismo deberan hacer los vendedores de coches. Pero ha venido a ser ya prctica corriente vender los coches de segunda mano sin descubrir tales defectos, y el posible comprador debe hacer por su cuenta la investigacin sobre las taras ocultas. Debera tratar menos con vendedores sin conciencia y fiarse nicamente de vendedores que revelaran los defectos ocultos. Nosotros no debemos fomentar con nuestra
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La justicia al servicio de la candad casustica este tipo de injusticia diciendo, por ejemplo, que como es prctica corriente la de no revelar los defectos ocultos, el vendedor no est obligado a hacerlo. Si los vendedores han de hacer honor a su profesin, se requiere que garanticen el objeto que van a vender y que revelen los defectos ocultos del mismo. A veces deberemos recordar a nuestros penitentes que los manejos fraudulentos son pecado. Sabemos por el Evangelio de san Marcos cmo respondi el Seor al rico que le pregunt: Cmo alcanzar la vida eterna? Le dijo: No defraudars (Me 10, 19). Despus que aquel joven rico dijo que haba cumplido todos los mandamientos desde su juventud, pero no tuvo valor para renunciar a todo, dijo el Seor: Qu difcilmente entrarn en el reino de Dios los que tienen riquezas!

Restitucin Por consiguiente, si alguien tiene escrpulos en estas materias, debemos aconsejarle que consulte a un experto. Podramos perjudicar mucho a las gentes si no les diramos esta indicacin. A veces tienen remordimientos sin haber cometido falta alguna objetiva. Otros han podido tropezar con abogados desaprensivos; en estos casos hay que proceder con mucha cautela en el confesonario. Hay que pagar los impuestos justos en el verdadero sentido de la ley, tal como se entienden comnmente las decisiones del Estado. Otra manera de defraudar al Estado consiste en obtener subsidios de manera subrepticia, con mentira o presentando falsamente los hechos. Debemos ilustrar las conciencias de los penitentes, hacindoles comprender que tales prcticas son contrarias a la justicia.

Restitucin Justicia y lealtad con el Estado Hay obligacin en conciencia de pagar los impuestos justos al Estado. Es evidente que si el pagar los impuestos acarrea la ruina personal, eso no le conviene al Estado. Es bastante frecuente que si uno no pide consejo en materia de impuestos, probablemente haya de pagar ms de lo justo. Por consiguiente es prudente pedir consejo, no para eludir el pago de los impuestos, sino para cumplir el deber responsablemente. Siempre est presente la tentacin de encubrir algo cuando uno no conoce todas las leyes y piensa que ha cometido fraude contra el Estado; a lo mejor, la verdad ser que ha pagado demasiado en impuestos. Hay que estar al corriente de la legislacin y de su interpretacin. Las leyes, debido a su vocabulario tcnico, son a veces difciles de entender. Por ejemplo, en Alemania, una sentencia del tribunal oblig a una orden religiosa a pagar impuestos por los derechos de autor de sus miembros. Esto supona impuestos muy elevados, si un individuo haba firmado el contrato personalmente; pero si lo firmaba el superior, no se exigan impuestos. Es un ejemplo de las sutiles distinciones legales; pero si uno conoce estas cosas, puede evitarse muchos disgustos. Tal es el caso del que sufre por ignorancia o se ve tentado a transgredir las leyes.
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Si se nos pregunta: Tengo obligacin de restituir?, debemos proceder con la mayor cautela. La decisin puede implicar sumas considerables. Si no somos peritos en la materia, debemos responder honradamente: No lo s. Consulte usted a alguien versado en materias de justicia econmica. Puede darse que no sea aconsejable en algn caso la compensacin oculta, pues uno podra exponerse al peligro de perder la confianza de los otros. Puede suceder que uno no haya pecado contra la justicia porque su patrono no le ha pagado un salario justo. Sin embargo, en la mayora de los casos deber el confesor disuadirlo de continuar con ese procedimiento de compensacin clandestina, y esto por amor a su familia, por su paz interior y por su buen nombre, como tambin por amor del bien comn. Sin embargo, no debemos imponerle la obligacin de restituir si no ha pecado contra la justicia conmutativa. Generalmente deberemos formar las conciencias de los penitentes de modo que se hagan cargo de que no es posible una sincera conversin si se desean conservar riquezas mal adquiridas. Si uno se ha hecho millonario recurriendo a mtodos injustos, no puede desear la conversin y al mismo tiempo utilizar tranquilamente sus millones para su provecho privado. De alguna manera debe des279

La justicia al servicio de la caridad prenderse de lo que a todas luces ha adquirido injustamente. Los grandes millonarios deberan practicar un serio examen de conciencia: He obrado justamente con mi personal? Y si han sido injustos: Cmo puedo restituirles lo que les debo o, por lo menos, contribuir al bien comn? Naturalmente, con frecuencia es difcil, si no imposible, restituir directamente a los trabajadores lo que se les debe. Una solucin posible sera la de darles participacin en los beneficios. Muchas personas adineradas hacen generosos donativos para fines culturales y sociales. sta es una forma de restitucin. Pero si las riquezas han sido adquiridas justamente, tales asignaciones son actos de loable generosidad. No es imposible que un rico se halle en el caso de decir: Mis mtodos eran tan honrados como los de las gentes ms honradas. Sin embargo, slo fue capaz de acumular tales riquezas por razn de las estructuras corrientes de la economa, que no estaban de acuerdo con la justicia. Qu hace tal persona para lograr mejorar las estructuras y las convicciones? Tambin la injusticia cometida contra el Estado debe repararse mediante restitucin. Algunos moralistas afirman errneamente que slo las infracciones de la justicia conmutativa obligan a la restitucin. Tal aserto se basa en una interpretacin incorrecta de un texto de santo Toms, y hoy da es rechazada comnmente. Si uno ha faltado claramente a la justicia, tiene que restituir. Sin embargo, cuando se trata de injusticias cometidas contra el Estado, con frecuencia es muy difcil, por no decir imposible, restituir sin exponerse a ir a la crcel. En tal caso se puede practicar la restitucin mediante donativos a hospitales o a otras instituciones pblicas, incluso a las escuelas catlicas en pases en los que el Estado, con la mayor probabilidad, comete injusticia con la doble imposicin a catlicos que envan sus hijos a escuelas confesionales. Debemos obrar con la mayor prudencia al tratar de estas materias en el confesonario. El confesor no deber nunca tratar de obtener que alguien restituya en favor de su propia institucin o de su propia parroquia. Esto podra causar muy mala impresin e inducir a muy malas interpretaciones. Si alguien desea restituir en favor nuestro, convendr insinuarle que entregue la suma a otra institucin o que la dedique a otro fin social.
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XIX LA VERDAD EN LA CARIDAD Y LA CARIDAD EN LA VERDAD

La verdad, expresin de amor El Padre celestial, con un amor infinito, expresa su propia gloria, amor y majestad en su Hijo. Y el Hijo a su vez expresa y revela el amor mismo, el Espritu Santo. Santo Toms expres la misma verdad con estas palabras: Filias Dei non est verbum qualecumque, sed Verbum spirans Amorem. El Hijo no es una palabra cualquiera; es la Palabra que exhala esencialmente al Espritu, una persona; es la Palabra que expresa este Amor que se da a s mismo. La verdad autntica debe ser siempre una imagen del Uno que es la Verdad. Por consiguiente, si uno hace mal uso de un hecho o de una informacin contra su prjimo, eso no puede ser una expresin de la verdad. Y si pretende ser amante de la verdad, no puede servirse de la informacin que tiene contra su prjimo sembrando odio contra l. Si alguien sabe lo que es la verdad y un cristiano debe conocerla en Jesucristo, estar siempre seguro de expresar la verdad en una forma que promueva el dilogo en una comunin verdaderamente personal, en una forma que contribuya a edificar el Cuerpo mstico. Esta expresin de amor se aplica especialmente a las verdades de la salvacin. Un sacerdote o telogo que use la verdad revelada como arma contra otras escuelas de pensamiento, o como medio para realzar su propia gloria, hace mal uso de estas verdades. No est en la verdad, ya que la verdad de la salvacin es esencial y 281

Verdad y caridad totalmente expresin del amor de Dios. La verdad slo se puede expresar y entender rectamente si amamos a Dios y a aquellos a quienes est destinada la verdad de salvacin. Lo mismo se aplica a cualquier expresin de verdad, puesto que en realidad toda verdad es imagen de la verdad eterna, del Hijo de Dios. A veces convendr que el confesor sacuda cortsmente al penitente si observa que se sirve de la verdad slo para su propio provecho, o diplomticamente. Hay gran diferencia entre una persona que acepta la verdad sin ambages y otra que la enfoca nicamente a la luz de su inters personal. Por ejemplo: Hay telogos que ante todo se preguntan: Har buena impresin al afirmar esto?; me proporcionar molestias o me dar noches de insomnio? La teologa no se presta a esta tctica. La fe exige una franqueza total, aunque nos moleste o nos exponga a algn peligro. Nuestra vida entera exige esta manera de abordar la verdad. En nuestra expresin de la verdad debemos siempre tener consideracin con el oyente. En definitiva debemos preguntarnos: Con mi manera de expresar la verdad contribuyo a edificar la comunidad de caridad y de verdad?

Malicia de la mentira redimido por l. Todas sus faltas deben verse en la perspectiva de su redencin, porque juntamente con nosotros ha sido llamado a la felicidad eterna, a la comunin de los santos y a la unin con el Dios uno y trino. Cuando tratamos con nuestro prjimo, hagmoslo de manera digna. No siempre somos capaces de hablar de materias profundas, pero por lo menos debemos procurar que nuestras conversaciones enriquezcan a nuestros -semejantes y les proporcionen una mayor inteligencia de la verdad. Esto requiere que nos hagamos escuchar: un arte que, desgraciadamente, se ha perdido. Finalmente, debemos ser sinceros en nuestras obras. Uno de los rasgos que distinguen a la juventud moderna es la sinceridad; su fuerte disgusto por la insinceridad de los adultos influye en el hecho de que stos los tengan por iconoclastas. En la formacin de la conciencia de los jvenes debemos hacer llamamiento a su sinceridad y mostrarles que la sinceridad de los fines repercute en la sinceridad del comportamiento. Sus acciones deben expresar lo que ellos son; deben expresar tambin sus nobles ambiciones. La juventud debe ser un testimonio en favor de la verdad.

Malicia de la mentira Verdad en pensamientos, palabras y obras La formulacin marcadamente negativa del octavo mandamiento : No levantar falso testimonio ni mentir llama fcilmente nuestra atencin acerca de la obligacin de no dar falso testimonio y de no mentir con nuestras palabras. Pero a la luz del Nuevo Testamento, dado que estamos comprometidos con el Uno, que es la Verdad, la Nueva Alianza nos obliga tambin a cultivar la verdad esencial en nuestro corazn y en nuestra mente. No debemos entregarnos a charlas intiles, ni gastar nuestro tiempo leyendo peridicos o delante de la TV, a no ser que se trate de cosas que merecen nuestra atencin. Estamos obligados a captar en toda nuestra persona la verdad esencial, la verdad de la salvacin, y las ciencias que nos ayudan en nuestro quehacer de desarrollar nuestra entera personalidad. Debemos tambin pensar con verdad acerca de nuestro prjimo, teniendo siempre presente que es imagen de Dios,
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Podemos ver fcilmente la malicia de la mentira si miramos a Cristo, cosa que debemos hacer siempre, ya que l es la Verdad y el testigo fehaciente de la Verdad. Como cristianos que somos, estamos llamados a ser apstoles; esto quiere decir que debemos ser testigos de la verdad de la salvacin. Pero si estos testigos salpican su testimonio con pequeas mentiras, acaban por perder el crdito. Esto se aplica tanto al sacerdote como a cualquier cristiano. Cada cual debe repetir peridicamente su credo en relacin con sus condiciones de vida. Su vida entera debe ser un testimonio en favor de la fe. La entera Iglesia catlica, en cada uno de sus miembros, debe hacer creble este testimonio y procurar que vaya en aumento su credibilidad. Si damos motivo para que no se crea nuestro testimonio, destruimos nuestra ms alta misin. En cambio, viviendo con verdad nuestro compromiso cristiano, impedimos que se abra brecha en nuestra credibilidad.
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Mentiras por flaqueza humana Especies de mentiras Algunas mentiras van contra la unidad de la Iglesia. Fue triste oir tales mentiras durante las sesiones del Concilio. Si uno afirma, como lo hizo un monseor, que sabe de un prroco holands que contrajo matrimonio civil en presencia de sus dos coadjutores y que el obispo, al saberlo, permiti que siguiera desempeando sus funciones, peca contra la unidad de la Iglesia. Si, adems, es una persona que oye cuentos de este gnero y los repite sencillamente porque le gusta, no slo falta al octavo mandamiento, sino que peca tambin contra la unidad de toda la Iglesia catlica. Provoca por su parte una especie de cisma en la Iglesia. Tambin, cuando sin conocer los hechos, difama uno a otras escuelas de pensamiento o a otras Iglesias cristianas diciendo que ensean esto o lo otro, perjudica en gran manera a la unidad de la Iglesia. Peca contra la fe, contra la fe que crea la unidad. Los que critican libros que no han ledo nunca, los que acusan a personas a las que no han conocido ni estudiado nunca, ellos mismos son causa de irrisin para la Iglesia. Pecan contra la verdad en cuestiones fundamentales. Si uno afirma que tal o cual obispo o telogo es hereje, sin conocer la lengua del pas, sin tener el menor contacto con dicho obispo o sin haber estudiado en serio los problemas en cuestin, comete grave pecado contra la verdad. Antes de hacer tales acusaciones o de formular aserciones tan especiosas, debe procurar verificar su posicin. Mintiendo se puede pecar tambin contra la unidad de las Iglesias, como, por ejemplo, imputando a los protestantes ciertas creencias sin saber si realmente las profesan. Por el error de uno no se puede pasar a generalizarlo afirmando que todos los protestantes son culpables de ese error. As se peca contra la unidad de las Iglesias cristianas, lo cual es un mal muy grave. En general, hay necesidad de despertar las conciencias de los catlicos en esta materia. Muchos hacen afirmaciones sin u n a base suficiente de conocimientos o sin haber puesto el necesario empeo por informarse. No pocas veces limitamos nuestro concepto de injusticia a las violaciones de la justicia en materias econmicas. Sin
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embargo, hay tambin injusticia en la violacin de la verdad. Para obtener el perdn en estas materias es necesario restituir, tanto en la esfera econmica como en el mbito de la verdad.

Mentiras por flaqueza humana La plena deliberacin no es siempre un distintivo de nuestros actos humanos. Por esto se da fcilmente el caso de que se nos escape una palabra antes de que nos demos plena cuenta de ello. Si nos damos cuenta de nuestro fallo, debemos confesar sencillamente: No quise decirlo, especialmente si la cosa era de importancia. Esto nos servir para estar ms atentos en adelante incluso en cosas secundarias. Un problema especial se plantea a los que han crecido en una atmsfera en la que no se cultivaba el respeto de la verdad. A tales personas les es prcticamente imposible ser veraces por algn tiempo. Pero en tales condiciones no perjudican gravemente a los hombres o a la unidad de los cristianos. En general, se trata de mentiras de fragilidad que no constituyen pecados graves. Cuando falta la deliberacin, son mentiras debidas a flaqueza. Los catlicos no debemos dar la sensacin de que las mentiras son cosa de poca importancia, de que slo son deslices ligeros. Trabajos de investigacin llevados a cabo en diferentes pases parecen indicar que algunos ambientes catlicos tienen ms propensin a mentir que los ambientes protestantes. Habr que decir que la actitud de salvar la faz fomentada en las escuelas catlicas ha llevado a tales desviaciones? Quiz se deba esto a que los moralistas nos han enseado demasiado en general que las mentiras slo son pecados veniales. Haba notable incongruencia en afirmar que segn el precepto de la abstinencia era pecado mortal comer dos onzas y media de carne en viernes, pero que decir un montn de mentiras entre una confesin y otra no pasaba de materia leve. Es una manera bastante torcida de pensar. Como tambin es desatinado que con la mayor rigidez pretendamos que una persona que ha comido cincuenta y ocho minutos antes de la comunin no pueda acercarse al altar y en cambio permitamos que vaya a comulgar 285

Verdad y caridad quien no cesa de mentir, con tal que no cometa pecado mortal. Otra cosa muy distinta es que una persona rompa el ayuno eucarista) durante la hora que precede a la comunin porque le falta buena voluntad o mostrando desprecio de la abnegacin y de la ley. El que miente continuamente necesita gran esfuerzo para abandonar su mal hbito. Causa gran menoscabo a s mismo y a la comunidad. Hablando en general, es tan importante vencer el hbito de mentir como vencer el hbito de la masturbacin. Esto no quiere decir que una mentira en particular sea pecado mortal, sino que es gravemente peligrosa la actitud de quien no da importancia a la verdad.

Cuentos inocentes e inofensivos Debemos ayudar a los nios en este asunto tan importante como es el de vencer la mala costumbre de mentir. Podemos decirles que esto es una enfermedad de la infancia, una seal de que tienen que crecer. Los nios tienen buena voluntad y por regla general aceptan fcilmente las sugerencias que se les hacen. Se los debera animar a confesar su mentira a su madre, y entonces la madre debera mostrar cunto le agrada la sinceridad del nio.

Cuentos inocentes e inofensivos Cuando contamos cuentos o historietas a los nios deberamos explicarles que lo que les contamos es una imaginacin. Hay que ayudar a los nios a entender el cuento, no en su sentido literal, sino como mtodo para explicar algn aspecto de la vida. Con todo, hay que evitar confusiones cuando se trata de acontecimientos de la historia sagrada. Los nios no deben confundir los cuentos de hadas con los grandes hechos del Evangelio. Los padres tienen cierta responsabilidad en este punto. Son mentiras los chistes? No. No son peligrosos porque slo tienen por objeto distraer y embromar, y hay personas a quienes gusta que se les embrome. Los chistes se basan por lo regular en un uso peculiar del lenguaje, en juegos de palabras o en cambios de significado. Son una cierta expresin de sabidura, y al fin nadie se siente engaado o molestado. Las medias verdades son algo muy diferente y con frecuencia no carecen de malicia. Se saca del contexto una parte de la verdad entera, de donde resulta que queda trastornada la verdad total. sta es una forma corriente de maledicencia, como tambin una forma corriente de propaganda. En teologa moral importa muchsimo que no suprimamos parte de la accin entera y formulemos la moralidad de slo una parte. El todo es lo nico que sirve para percibir el verdadero significado, y la justicia exige que se presente el cuadro entero.

Las mentiras de los nios Muchos nios mienten porque es cosa admitida en la familia; es como un deporte familiar. Se han contagiado del ambiente. Aunque los nios se crean los cuentos, como, por ejemplo, el de la cigea, ms tarde les hace dao cuando descubren que los cuentos no eran verdad; su fe y confianza en los adultos puede verse gravemente socavada. La entera atmsfera familiar ejerce fuerte influjo en el nio. Si las mentiras estn a la orden del da, si la sinceridad es una magnitud despreciable, mentir viene a ser algo natural para los nios. Pueden incluso temer decir la verdad cuando se los coge en algn fallo. Hay que ensear a los padres a no castigar a los nios cuando confiesan sinceramente su fechora. Adems, hay que tener muy presente que para un nio pequeo es muy difcil, y a veces hasta imposible, distinguir entre un hecho y una imaginacin, entre una vida de fantasa y la realidad. Los padres y los maestros no deben reprender a los nios llamndolos mentirosos. A un nio de cinco o seis aos, o de ocho, tampoco el confesor debe decirle que ha mentido... Deber decirle ms bien: Eres un chico listo y debes aprender la diferencia que hay entre lo que es verdad y lo que es cuento. Luego sers un hombre. Qu te parece un hombre que miente sin parar, que mezcla lo que es verdad y lo que es cuento? 286

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Restriccin mental La verdad y la correccin fraterna La correccin fraterna es una de las expresiones ms importantes de la caridad fraterna. Ahora bien, no hay que corregir al prjimo a cada momento, ni cualquiera est calificado para hacerlo. Algunos estn especialmente capacitados para la correccin fraterna; en su modo de pensar van guiados por la mejor intencin y tienen una habilidad psicolgica innata para tratar a las personas. Puesto que tienen dotes especiales, tienen tambin las correspondientes responsabilidades. Sin embargo, si la correccin fraterna puede volverle a uno escrupuloso, no est obligado a practicarla. Tambin, si uno sabe que no est hecho para ello y que la persona en cuestin ha de reaccionar violentamente, cesa para l la obligacin de corregir; ya habr alguien que lo haga. cin, habra protegido a los nios y habra salvaguardado la verdad. El hecho de que los nios eran deficientes mentales era verdad, pero en la situacin concreta de la caridad cambiaba completamente de sentido. Es perentorio mirar a la situacin total. Las palabras solas dan una apariencia de mentira, pero la situacin total les da un sentido completamente diferentes. Sucede con frecuencia que las personas que se hallan en situaciones difciles no pueden hallar las palabras apropiadas para eludir preguntas indiscretas; slo saben que no pueden revelar la verdad sin causar graves daos. Saben que deben ocultar la verdad, pero de momento no saben cmo hacerlo. Por tanto dicen lo que objetivamente suena como una mentira. Su buena voluntad los salva de una mentira subjetiva. A veces sucede que damos con soluciones verdaderamente apropiadas sin darnos plena cuenta de ello. Al final de la Segunda Guerra Mundial serva yo como prroco en una iglesia de Polonia. En aquel tiempo slo tena pasaporte alemn, aunque deba tener pasaporte polaco. Los soldados rusos haban recibido rdenes de enviar a todos los hombres al trabajo, y a fin de que permanecieran en el trabajo, haba que retirarles los pasaportes. La anciana madre del sacristn me insinu que me escondiese debajo de la cama cuando vinieran los soldados. Yo, en cambio, les pregunt qu deseaban. Yo saba que me pediran el pasaporte, y as les dije con gran empaque: Yo no voy al trabajo; no saben ustedes que soy prroco de esta parroquia? Y luego, con la misma desenvoltura, les dije, sin saber si era verdad lo que deca: No saben ustedes que el mariscal Stalin ha dado rdenes tajantes de respetar a los sacerdotes? Ellos se excusaron y se marcharon. Nueve aos ms tarde me enter de que Stalin haba dado efectivamente aquella orden...

Restriccin mental Ante todo debemos darnos perfecta cuenta de la complejidad del tema. En la primera edicin de mi obra, La Ley de Cristo, present ingenuamente varios ejemplos de restricciones mentales tomados de viejos moralistas. Esto suscit enrgicamente reacciones de la crtica, sobre todo por parte de los protestantes. Las restricciones mentales pueden a veces parecer mentiras. Sin embargo, tienen su razn de ser. La restriccin mental debe hacerse con espritu de caridad. A ttulo de ejemplo, permtaseme citar el caso de un comandante de Hitler que se present en un hospital alemn. Pregunt a las hermanas si tenan algunos nios deficientes mentales. Le respondieron que tenan algunos. Esto signific la muerte de ochenta nios. Si las hermanas hubiesen dicho sencillamente que no tenan nios deficientes mentales, habran dicho la verdad, porque en realidad no tenan nios para entregarlos a la muerte. La situacin explica el sentido de las restricciones mentales. En este caso una restriccin mental habra impedido la ejecucin de una mala inten288

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XX EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y LA ATMSFERA DIVINA

El sacramento de la penitencia purifica a la Iglesia en sus miembros, hacindola as ms eficazmente la atmsfera divina en el mundo. La Iglesia misma es la atmsfera divina como comunidad de amor y como comunidad de culto. La Iglesia es un sacramento, un signo visible, eficaz, de la presencia del reino de Dios, un signo que nos impele a esperar la plena manifestacin de su reino. La Iglesia, como sacramento del reino de Dios, es semejante a una red de pesca con peces buenos y malos, o a un campo en el que crecen juntos la buena semilla, el trigo, y plantas venenosas. La Iglesia peregrinante, dice el concilio Vaticano n, es consciente de la constante necesidad que tiene de purificacin. El sacramento de la penitencia, en un sentido muy especial, mantiene a los miembros de la Iglesia entera conscientes de su necesidad de continua purificacin, conscientes de la necesidad de luchar durante el tiempo escatolgico de la separacin.

Proclamacin del kairos El sacramento de la penitencia puede compararse a una proclamacin del kairos, de la oportunidad presente. Donde se pronuncia la palabra de Dios, hay una oportunidad de gracia, de purificacin o de crecimiento, una oportunidad de constante conversin. El sacramento de la penitencia proclama no slo una opor291

Eh este tiempo de separacin El sacramento de la penitencia tunidad oculta de una realidad invisible; proclama la oportunidad presente para este hombre concreto que vive en esta sociedad, en este contorno, que representa a la Iglesia entera, la cual vive en las realidades positivas de cultura y de sociedad y se enfrenta con las fuerzas peligrosas de este mundo. El sacerdote confesor que celebra el sacramento y proclama la presente oportunidad de conversin, deber conocer la historia de la salvacin y la presente oportunidad que se ofrece dentro de ella. Debe hacerse cargo de que la historia de la salvacin no est fuera de la historia humana, sino que en gran manera forma parte de ella. El confesor debe conocer, por lo menos en sus lneas generales, las condiciones sociolgicas en que se halla el penitente. Cules son las oportunidades, las fuerzas positivas en su contorno? Cules son en la parroquia, que es idealmente una representacin de la Iglesia entera, del ambiente divino, aunque con frecuencia, desgraciadamente, se asimila no poco del mundo egosta? Cules son las condiciones de vida la fbrica, las oportunidades de recreo, los medios de comunicacin (televisin, prensa, cinematgrafo) que influyen en l? Para un cristiano, las presentes oportunidades de convertirse, de cambiar de vida no pueden concebirse en trminos abstractos, como una mera reforma interior, o como una buena intencin. Debe insertar esta buena intencin en el mundo real, que es una parte del hombre. Con todos sus pensamientos y deseos, est relacionado con ese mundo y con sus posibilidades, buenas y malas. l es parte de su contorno, y esto presenta al sacerdote. La Iglesia debe entonces proclamar el tiempo de la salvacin, el tiempo favorable, la gran posibilidad, pero en forma realista, sabiendo que si uno no aprovecha la presente oportunidad al mximo, puede sucumbir a los males de su da (cf. Ef 5, 16; Col 4, 5-6). mente que el hombre se deja conducir por el amor y la gracia de Dios. Dios mismo es el que dirige, pero no mediante intimidacin, sino por su amor misericordioso que se hizo visible en su Hijo unignito hecho hombre, por el corazn abierto del Redentor, por la Iglesia en cuanto comunidad de amor. Se acepta el reino de Dios cuando, en lugar de preguntar Hasta dnde puedo llegar sin pecar mortalmente?, se dice Cmo podr pagar a Dios todo lo que me ha dado?. Para ello debemos conocer los grandes dones de Dios. El confesor proclama los dones presentes de Dios, dones de conversin, en el sacramento de la penitencia. Aqu quisiera recomendar el solemne rito de la penitencia, tal como se halla en el Pontificle Romanum. En esta liturgia solemne de reconciliacin, la Iglesia expone al penitente los aspectos sociales del pecado. Nuestros pecados inficionan el ambiente, disminuyen la fuerza y el testimonio de la atmsfera divina de la Iglesia y as intensifican las fuerzas del prncipe de las tinieblas. Todos los pecados perjudican a la consumacin social de la salvacin. El reino de Dios es el gran Estado mundial bajo el nico rgimen del amor. Es un llamamiento que rene, que auna. El obispo, en la primera parte del rito (exclusin del pecador de la comunidad del altar) muestra a los penitentes que no son dignos de estar alrededor del altar y de recibir el gran signo del Cuerpo mstico, el signo de la eucarista. Por sus pecados han menoscabado notablemente la unidad de los cristianos, la atmsfera divina, el altar. Por esto, deben mantenerse alejados durante el tiempo de penitencia, de modo que se hagan ms cargo de que sus pecados son perjudiciales para la comunidad. Tienen que convertirse y luego contribuir a la edificacin del Cuerpo mstico. Este rito, en todas sus oraciones, himnos y en la reconciliacin pblica, muestra el gozo que hay en el cielo y en la Iglesia entera por estos miembros que se han reconciliado y que ya no son perjudiciales, peligrosos o contagiosos. Han regresado, se han reunido en torno al altar, el gran signo de la unidad. Ahora estn purificados y son dignos de construir, de expiar con la penitencia y con una nueva vida.

En este tiempo de separacin El resumen de la predicacin del Seor presentada en el Evangelio de san Marcos (1, 14ss) revela que Nuestro Seor comenz a proclamar la buena nueva: Se ha cumplido el tiempo, el reino de Dios est cerca. Qu entiende por el reino de Dios? Sencilla-

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Ambiciones egostas Pecados que contaminan el ambiente Cristo dice que donde dos o tres estn reunidos en su nombre, se halla l en medio de ellos. La fraternidad cristiana transmite el llamamiento unitivo del amor de Cristo. Donde los hombres responden a este llamamiento y se renen en el amor, sienten la presencia de Cristo. Hacen a Cristo visible mediante su amor mutuo. Hay pecados que expulsan a Cristo, de modo que en una comunidad no hay ya testimonio de la presencia de Cristo, de su amor. Ya no se puede decir de esa comunidad: Mirad cmo se aman, cmo muestran que son discpulos de Cristo, cmo est Cristo en medio de ellos. San Pablo habla de los pecados de la carne, del sarx, de una existencia egocntrica, concentrada en s misma. Es interesante ver que la mayor parte de los pecados que menciona el apstol son pecados que destruyen directamente la atmsfera divina, el ambiente de caridad que hace presente a Cristo. Ahora bien, las obras de la carne estn patentes, a saber: lujuria, impureza, libertinaje, idolatra, hechicera, enemistades, contiendas, celos, animosidades, rivalidades, partidos, sectas, envidias, borracheras, orgas, y cosas semejantes a stas (Gal 5, 19-20). El pecado de sarx es verdadero egocentrismo, en el que el pecador se busca a s mismo sin reservas. En la fornicacin busca uno sus propios intereses y abusa de otra persona, destruyendo la semejanza de Cristo en s mismo y en el otro, y edificando juntamente una atmsfera de tinieblas. Podr decir te amo, pero en realidad lo nico que pretende es explotar a la otra persona para su propio placer; as no hay comunidad de amor, no hay presencia de Cristo. Los dos vienen a ser, s, una carne, pero en forma egocntrica. Todos los pecados de impureza, de impudicia y de malas conversaciones sustraen gloria a Dios entre esas gentes. En el centro de este catlogo de actitudes egocntricas vemos algunas que destruyen la atmsfera divina, destruyendo propiamente el testimonio de Cristo que se halla en medio de ellos. Los cristianos hacen esto criticando indebidamente a sus superiores, a sus colegas y a sus semejantes en general, poniendo de manifiesto un 294 espritu de discordia entre aquellos con quienes tienen que vivir y dar testimonio de la presencia de Cristo. Es muy sabido con qu energa el papa Pablo amonest a las instituciones y colegios eclesisticos en su alocucin en la universidad de Letrn el ao 1963. Severamente exhort a evitar las competencias y rivalidades que se haban mostrado en el pasado. San Pablo habla de esto cuando dice: Algunos proclaman a Cristo por envidia y rivalidad (Flp 1, 15), y as no manifiestan la atmsfera divina, la unidad del cuerpo de Cristo. Con la envidia no persigue uno el bien de los otros o de la comunidad, sino nicamente la idea egosta que l tiene de la vida.

Ambiciones egostas Grandes pecados se cometen por miembros del clero, que consideran el sacramento de la diakonia, el ministerio, como un medio de elevarse a una clase social ms alta, o de incrementar su prestigio y su poder. Buscando tales ventajas para s mismos, dan ocasionalmente lugar a disensiones, a intrigas de partido y cosas semejantes. Fijmonos en un monasterio: de suyo debera ser un verdadero testigo de Cristo, un verdadero signo visible de unidad y caridad que fomentara la santidad de cada uno. Pero si en l hay facciones, disensiones e intrigas de partido, el esfuerzo comn por aspirar a la santidad quedar oscurecido por un deseo de suplantar al otro partido. Quienquiera que contemple este espectculo no tendr la sensacin de que Cristo est en medio de ellos. Tales personas expulsan a Cristo de su comunidad, negndose a experimentar su presencia y su proximidad mediante la comunin de espritus que crea el sentido comunitario. No dan testimonio de la presencia graciosa de Cristo. Lo mismo puede suceder con el apostolado seglar en la parroquia. En las fbricas, en el vecindario, en el Estado, en los Sindicatos es donde los cristianos, con envidias y rivalidades, actan unos contra otros. Otra cosa sucedera si sus diferencias fueran en realidad diferentes enfoques para llegar a una solucin ms elevada y mejor, un verdadero y fructuoso dilogo o compromiso; en cambio, 295

El sacramento de la penitencia cada uno quiere afirmar su propia posicin. Tales seglares no dan testimonio de la atmsfera divina, de la presencia de Cristo. Las francachelas y reuniones en que abunda el alcohol y brilla por su ausencia el autodominio y el respeto mutuo, no contribuyen ciertamente a crear un ambiente que d testimonio de la presencia del Seor crucificado. La actitud del sacerdote que ha renunciado al matrimonio y luego trata de disfrutar todo lo que puede de la vida, es completamente desordenada. El exceso en fumar y beber, el entregarse a la comida y al sueo, el disfrutar de la vida desempeando los ministerios en una atmsfera de campo de golf, todas estas actividades no contribuyen lo ms mnimo a crear una atmsfera divina; no edifican el cuerpo mstico; no dan testimonio del misterio pascual. Aqu falta la fuerza redentora y unificadora del olvido de s, que conduce al verdadero gozo cristiano. La atmsfera divina se presenta en forma positiva en la misma epstola de san Pablo cuando dice: No nos hagamos vanidosos, provocndonos recprocamente y envidindonos unos a otros. Hermanos, aun en el caso de que alguno fuera sorprendido en alguna falta, vosotros los espirituales, con espritu de mansedumbre, procurad que se levante, mirndote a ti mismo, no sea que t tambin seas tentado (Gal 5, 26-6, 1). En la correccin fraterna hay un elemento sacrificial. Creo que es una gran tentacin para el indolente la de decir: Ya se arreglar. Cristo est entre nosotros si tenemos valor para corregirnos unos a otros con amabilidad. Es evidente que esto no se ha de hacer con arrebatos de furor (Gal 5, 20), sino con toda amabilidad sacando fuerzas del amor. Y san Pablo contina: Llevad cada uno las cargas de los otros, y as cumpliris la ley de Cristo (Gal 6, 2). sta es la ley de Cristo : solidaridad, esfuerzo comn por purificar el ambiente. Se requiere un esfuerzo en comn y plenamente solidario para crear un ambiente que testimonie a todos que Cristo est entre nosotros, que Cristo est en nuestros corazones y que nosotros estamos reunidos en su nombre y nos apoyamos unos a otros pacientemente. Hay pecados que tienden muy directamente a destruir la atmsfera de verdad y caridad divina. San Pablo muestra la raz y fuente del pecado: Habiendo conocido a Dios, no le dieron gloria como a tal Dios ni le mostraron gratitud; antes se extraviaron en sus 296

Ambiciones egostas varios razonamientos, y su insensato corazn qued en tinieblas (Rom 1, 21). El pecador busca su propia gloria. San Pablo cataloga los pecados que destruyen la unidad y dignidad de la humanidad, y aade: No slo hacen ellos mismos tales cosas, sino que hasta aplauden a quienes las practican (Rom ], 32). La situacin se hace ms grave si uno, no contento con testimoniar contra la ley de Dios con sus actos pecaminosos, aplaude tambin tales prcticas. Nosotros debemos conocer el ambiente social al que servimos si hemos de ser sensibles a las situaciones y circunstancias que aplauden prcticas pecaminosas. Se han llevado a cabo diferentes estudios sociolgicos empricos que se extienden a ciertos aspectos de nuestra moralidad cristiana. Se ha comprobado que en Europa y en los Estados Unidos, aun entre quienes frecuentan regularmente la misa, el petting (vase ms arriba, cap. xvn) y experiencias sexuales completas antes del matrimonio, son tenidas por algunos por experiencias humanas lcitas y necesarias. Y no slo lo afirman de s mismos, sino que lo predican en pblico. Puede darse que tales opiniones se proclamen slo como algo aceptado por otros, sin que necesariamente expresen profundas convicciones personales. Un ejemplo servir para ilustrar este punto: En una pequea ciudad haba una seccin de una organizacin nacional de seglares que trataba de mejorar las costumbres en todo el pas y hablaba de buenas prcticas entre los jvenes no casados, insistiendo en la necesidad y posibilidad de la pureza antes del matrimonio. Un funcionario de la organizacin dirigi la palabra a unas doscientas personas, la mayora jvenes. Despus de su discurso, se levant el hijo del granjero ms importante y fondista de la ciudad y dijo: Todo eso son tonteras. Cada uno de los aqu presentes ha tenido relaciones por lo menos con diez muchachas diferentes, y eso es necesario antes de que uno pueda elegir su compaera. Ni uno solo se levant para contradecirle. Nadie dio testimonio. Haba muchos muchachos y muchachas que no compartan sus ideas, pero el joven en cuestin era tenido por un lder. Los asistentes no queran causar mala impresin. Cinco meses despus el mismo joven se cas por la Iglesia con una liturgia muy solemne, sin haber dado pblica reparacin por un pecado que de tal manera haba envenenado el ambiente. L a noche misma de la 297

El sacramento de la penitencia boda la pas con otra mujer. Con todo, nadie en la comunidad le dio una respuesta valiente. Sin embargo, hubieran debido dejar sentado bien claro que aquel muchacho y otros como l no tenan nada de cristianos.

La purificacin del ambiente debe dar testimonio del valor del nio y de toda persona, de la alianza de amor y del matrimonio.

La purificacin del ambiente Contaminacin ambiental El signo visible y la meta visible del sacramento de la penitencia es la unidad del pueblo de Dios. (Res et sacramentum paenitentiae est unitas populi fidelium. sta es una frmula escolstica que revela toda una tradicin.) El sacramento de la penitencia manifiesta, y tiene como su gracia primaria y ms eficaz, la unidad del pueblo de Dios. Su objetivo es edificar una comunidad que haga visible la presencia de Cristo. Por esto todos los actos, tanto del penitente como del confesor, deben estar orientados a este ambiente. El examen de conciencia y la confesin de los pecados han de estar orientados explcitamente a su ambiente, hacia esas cosas que destruyen y corrompen el ambiente de la Iglesia, que envenenan y contaminan el ambiente humano en la vida social, cultural y econmica. Tal sucede cuando se ha enseado a los fieles a ver todos los actos, deseos y palabras a la luz del gran mandamiento del amor fraterno. No slo amor de una persona a otra, sino amor fraterno como factor de la edificacin de la comunidad de verdadero amor. Los opsculos que ayudan a los fieles a hacer el examen de conciencia, la predicacin sobre el sacramento de la penitencia, la exhortacin y la ayuda prestada en el mismo sacramento: todo esto sirve para robustecer la conciencia tocante a la responsabilidad hacia el ambiente. Hoy da, la conciencia cristiana debe hacerse plenamente cargo de que vivimos en una sociedad pluralista, privada de valores cristianos; no es posible evitar sin ms el ambiente envenenado del mundo. Con otras palabras: no puede liberarse de la solidaridad con el egocentrismo del primer Adn, a menos que escoja explcitamente la atmsfera divina del amor, de la solidaridad con Cristo y con todos en Cristo. Este gran principio pastoral podra descubrir por qu muchos pecados, especialmente cuando se siguen servilmente las normas de este ambiente envenenado, con frecuencia no estn exentos de culpa. 299

Contribuir a crear una opinin pblica contraria a la justicia social o a la integracin racial es un pecado que envenena el ambiente. Si un prroco aconseja a los fieles que no vendan casas a gentes de color porque la llegada de familias de color depreciar la propiedad parroquial y har bajar el nivel de la parroquia, nos hallamos con un caso de este tipo. Quienquiera que piense de esta manera o trate de inducir a otros a pensar como l fomentar una neurosis racial. Los fieles que reciban tales consejos mirarn muy probablemente con recelo la perspectiva de vivir con familias de color en el vecindario y as, tan luego llegue una de esas familias, se vern dominados de pnico. sta es una forma de contaminar el ambiente. Tal sacerdote habra ciertamente pecado contra la misin de la Iglesia considerada como un medio ambiente divino. La actitud verdaderamente cristiana habra sido sta: Si viene a nuestra parroquia gente de color, tenemos la obligacin de darles la bienvenida y de mostrarles que somos una comunidad de amor, recibindolos como recibiramos a Cristo mismo. Nos sentiremos dichosos al testimoniar en favor de nuestro Padre celestial y del nico Seor Jesucristo que redimi a todos. Los que defienden la injusticia social y prcticas comerciales reprobables, y quizs hasta las aplauden, envenenan todo el ambiente de nuestra vida econmica y social. Lo mismo se diga de los que propagan ideas de control egosta de la natalidad uno o dos hijos nada ms; de los que dicen: Indonesia y el Japn estn superpoblados, por eso en los Estados Unidos nadie debera tener una familia numerosa; o de los que dicen que no importa la forma cmo se limite el nmero de los hijos, que el fin justifica los medios, etc. Afirmaciones como stas envenenan el ambiente y perjudican directamente a la atmsfera divina de la Iglesia, que en todas partes 298

El sacramento de la penitencia La purificacin del ambiente El pecador pareca no ser libre y ni siquiera deseaba serlo, porque no haba puesto verdadero empeo en dar testimonio de su solidaridad con Cristo, en iluminar su ambiente. Nuestra lite social debera hacer un examen de conciencia sobre su gran responsabilidad. En la sociedad existen miembros dbiles. La persona que slo ha recibido un talento no se ha de considerar tan responsable del ambiente como la que ha recibido cinco. El menos afortunado est en gran manera excusado. Comprendemos su confesin, e incluso su ceguera, si comprendemos su ambiente. Pero esto no debe llevar al fatalismo. Sabemos, en efecto, que debemos formar una clara conciencia de la responsabilidad social en los que forman la lite desde el punto de vista sociolgico, cultural y religioso. Todos los cristianos deberan estar incluidos en esta ltima categora. Pero entre los cristianos, los hay que han recibido cinco talentos. Si estas personas quieren ser religiosas slo para su propia salvacin, la salvacin de su alma, y no se cuidan expresamente de crear un ambiente divino de justicia, pureza, verdad y caridad, deben saber que son culpables, culpables de los fallos de aquellos a quienes habran debido apoyar con sus cualidades relevantes. Vuelvo a repetir lo que ya insinu en otro contexto. El pecado de los sacerdotes y de los fieles que destruyen el medio divino de la eucarista es sumamente grave. La celebracin debera proporcionar la vivencia ms visible, delicada y fuerte de una comunidad fraterna, la presencia de Cristo entre los que se han reunido en su nombre. Los que no obedecen al concilio Vaticano n en este gran tiempo de la Iglesia, y no renuevan la liturgia, especialmente la eucarista como la expresin de una comunidad de amor, de esperanza y de fe, como una comunidad que alaba a Dios, los que destruyen la liturgia con un sentido individualista y egocntrico, son responsables de las consecuencias. Son responsables de mltiples y variados pecados en todo el ambiente, en el ambiente econmico y social, en el vecindario, en la fbrica, etc. A nuestros sacerdotes y laicos recalcitrantes se les debe ensear esto en el sacramento de la atmsfera divina. Hay que hacerles caer en la cuenta del dao que se hace si el centro mismo de la atmsfera divina se desvirta con individualismo, egocentrismo y formalismo. Si el examen de conciencia y la confesin se deben referir al
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ambiente, tambin el acto de dolor y contricin debe mirar directamente al dao que se ha hecho al ambiente. Esto corresponde perfectamente a las ms viejas tradiciones de la Iglesia. El padre Irn Hausherr, renombrado profesor del Instituto Oriental de Roma, public un libro titulado Le Penthos, en el que mostr que los padres orientales reconocan como el principal motivo de sus lgrimas, de su compuncin precisamente esto: que por su infidelidad a las gracias especiales de Dios eran responsables de la falta de luz y de calor en el cuerpo mstico y en su contorno. El acto de dolor debe mostrar nuestra conviccin de que con nuestros pecados hemos lastimado a Cristo, hacindole sufrir en el huerto de los Olivos y en la cruz, y que continuamente lastimamos y afligimos a su cuerpo mstico. Si un miembro es honrado todos los miembros se alegran con l; en cambio, si un miembro sufre, daa al cuerpo entero, en cuanto ste es afectado por l. Por consiguiente, el acto de dolor debera extenderse especialmente a los pecados que ms claramente daan al cuerpo de Cristo, a un miembro y al contorno entero, que est llamado a formar parte de la atmsfera divina. Toda infidelidad al llamamiento de Dios a la unidad y toda gracia representa tal llamamiento es un pecado contra el cuerpo mstico. Por consiguiente, un profundo acto de dolor hecho por uno que se hace perfectamente cargo de las implicaciones sociales de su pecado, contribuye a formar una conciencia social con la correspondiente responsabilidad. El propsito de enmienda no debera formularse as: Quiero salvar mi alma y dejar el mundo abandonado al diablo. Un verdadero propsito de enmienda acepta el reino de Dios en todas las dimensiones de la vida y, en cuanto est en nuestra mano, promueve todas las cosas en nuestra vida y en el ambiente entero, que proclama que Dios nos rige por medio de su amor. Hay que hacer un propsito especial de evitar todos los pecados que envenenan la opinin pblica y, en sentido ms positivo, contribuir con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro poder y con todas nuestras capacidades, a crear un ambiente que d testimonio del amor, con la justicia y la pureza, la sinceridad y la honradez.

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Llamamiento a la unin y a la separacin con prudencia, puede usted contribuir a crear un ambiente mejor. Otro caso parecido: Una familia catlica esperaba el tercer hijo en el quinto ao de matrimonio. La mujer se ocupaba en asociaciones catlicas. Cuando naci el tercer hijo, habl a todo el mundo de los grandes gastos que le acarreaba aquel hijo, de las grandes restricciones a que le obligaba a aquel aumento de la familia. Las gentes reaccionaron como era de prever: Qu tonta es usted! Por qu tiene hijos si no le gusta? El marido procedi de otra manera. Sus colegas lo embromaban a veces, pero l responda: Quiere alguno de vosotros ser el padrino de mi cuarto hijo? Porque ya nos preparamos para tener otro. As, con buen humor, mostraba su orgullo de ser padre. l estaba creando un ambiente luminoso, y su mujer, que pareca desplegar ms actividad catlica que nunca, contribua a entenebrecer ms y ms el ambiente. Tenemos que instruir a las gentes sobre la importancia de sus palabras y de sus obras para la vida del mundo que las rodea.

El penitente aprende a ver El sacerdote en cuanto enseante, predicador y confesor tiene evidentemente la misin de ayudar al penitente a hacer este claro examen de conciencia, a confesarse en la debida forma y a contribuir a este perfeccionamiento social de la salvacin. Tal debe ser su empeo en el dilogo con el penitente. Debe mostrar, hasta cierto punto, su profunda comprensin de las circunstancias atenuantes debidas a las influencias ambientales. Con un ejemplo lo comprenderemos mejor. Una mujer confiesa que aborrece a su marido. El confesor podr decirle: Me permite usted que le pregunte por qu lo odia? Quiz pueda as prestarle alguna ayuda. La mujer responde: Me ha puesto en estado, y eso que tengo ya cuatro nios. El sacerdote que conozca el ambiente podr decirle: Ya s que usted es una buena madre y que le gustara tener hijos. Usted podra ver todava mejor la grandeza y elevacin de su misin, si no fuera por las gentes que la rodean, las cuales la acusan a usted de imprudencia y a su marido de falta de dominio. La mujer responde: Eso es lo que sucede. Son especialmente mi madre y mi suegra, que no nos dejan en paz. Esto da al sacerdote la oportunidad de explicar en sentido positivo esta misin en la atmsfera divina: Si usted es una mujer de gran fe, que no ignora todo lo que puede dar a sus hijos la fe y la vida eterna , si sufre usted por la ceguera de su contorno en forma tan peligrosa que a veces tiene usted incluso dificultad en amar a su marido, entonces podr usted comprender por qu otras mujeres tienen todava mayores molestias. En una situacin como la suya se veran incluso tentadas a cometer aborto. Ahora puede usted comprender lo importante que es que no tenga usted altercados con su marido ni se queje de l con otras gentes; haga el propsito de profundizar su fe, de aceptar la prueba y de decir a otros que le agrada ser madre. No se haga usted ridicula lamentndose y no exponga a toda su familia al ridculo. Diga usted a los otros: "Tenemos un techo para cobijarnos, tenemos pan para la familia. Mi marido ha dejado de fumar y ha renunciado a otras muchas cosas. Podemos educar a nuestros hijos y no necesitamos la ayuda de nadie." Y as,
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Llamamiento a la unin y a la separacin El sacramento de la penitencia ha de proclamar con insistencia el reino de Dios que nos rene en una comunidad de amor; este sacramento debe hacer visible la presencia de la Iglesia donde hay una comunidad de amor, y proporcionarnos una vivencia especial de la presencia de Cristo entre nosotros. Este sacramento ha de proclamar el reino de Dios que nos obliga y nos apremia a vivir como hijos e hijas adultos de la Iglesia, a vivir conforme al llamamiento de Cristo y a transmitir este llamamiento a los otros. El tiempo favorable de la celebracin del sacramento de la penitencia pone al penitente en contacto con la primera venida de Cristo y sita su vida en la perspectiva de la segunda venida del Seor, llenndolo as de vigilancia, de esperanza y de energa. E l penitente suspirar por esta segunda venida si le enseamos a reconocer y utilizar las posibilidades presentes de su vida a la luz de la primera y segunda venida del Seor. El sacramento de la penitencia es el sacramento de la solidaridad en la conversin. Con el pecado entra uno en solidaridad con el
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El sacramento de la penitencia primer Adn y sus secuaces. Con el pecado combate uno en favor del prncipe de las tinieblas, aislndose de la atmsfera divina de la Iglesia, integrndose en el ambiente contaminado de este mundo (el mundo se toma aqu en el tpico sentido jonnico: el mundo que ha tomado partido contra el Seor y contra la atmsfera divina de la caridad). El sacramento de la penitencia es la renovacin de las promesas del bautismo tocante a la integracin en la atmsfera divina en orden a convertirse uno en miembro vivo del cuerpo mstico, y a dar testimonio de la presencia de la atmsfera divina en su ambiente. Es un sacramento de separacin escatolgica; la firme resolucin no es slo un propsito de la enmienda hecho por un individuo; es un firme propsito de segregarse del prncipe de las tinieblas y de su mundo tenebroso; significa separacin, abandono de la actitud de los que viven la existencia egocentrista de Adn y as implantan el colectivismo de Satans. Es un empeo positivo de dar testimonio de Cristo y de la comunidad de salvacin dondequiera que uno se halle y acte; en su familia, en su oficina, en la fbrica, o en su vecindario.

Dolor y propsito con vistas al ambiente Iglesia hace un esfuerzo no slo por renovar a sus miembros en sus corazones, sino tambin en renovar las comunidades, de modo que stas sean un testimonio, un signo visible del pueblo de Dios renovado, y un signo de redencin para su ambiente. La responsabilidad social del particular se subraya en la celebracin de este sacramento. El signo visible de la renovacin debe expresarse en todos los actos del penitente y sobre todo en la proclamacin de la paz mesinica. Ya hemos visto cmo debe expresarse esto en el examen de conciencia y en la confesin misma, confesando especial y explcitamente los pecados que han envenenado el ambiente de la Iglesia misma, la parroquia, o que se oponen a la unidad en el apostolado seglar o envenenan la atmsfera de la familia, los amigos, el vecindario y todas las dems estructuras culturales, econmicas o sociales. La celebracin comunitaria del sacramento (con un examen de conciencia apropiado) nos hace adquirir una conciencia cada vez mayor de esta necesidad de renovacin.

Dolor y propsito con vistas al ambiente Renovacin de la Iglesia El sacramento de la penitencia fomenta la renovacin de una parte de la atmsfera divina. La Iglesia misma es el pueblo de Dios que peregrina y que, en cuanto tal, tiene siempre conciencia de la constante necesidad de purificacin. La Iglesia se hace ms consciente de esto en el sacramento de la penitencia, donde el sacerdote y el penitente, as como el entero pueblo de Dios, confiesan su necesidad de purificacin. La Iglesia misma, en sus miembros y comunidades, se renueva, renueva su espritu; pero esta renovacin no sera sincera si no fuera unida con el firme propsito de renovar las estructuras de nuestra vida cristiana: renovacin de la familia cristiana, haciendo ms visible el reino de Dios; mayor colaboracin en la parroquia, en la liturgia, en el empeo por formar una sana opinin pblica, en todas las formas del apostolado seglar, implantando as el reino de Dios. Debera hacerse patente que la
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El acto de dolor no debe limitarse a las heridas infligidas a nuestra propia alma con nuestros pecados. Un profundo acto de dolor de una persona convertida al reino de Dios debe incluir la inteligencia de que sus pecados (pecados de pensamiento, de deseo, y ms an de palabra y de obra) han ofendido y afectado al ambiente terrestre y a la atmsfera divina, la Iglesia. Han disminuido el esplendor y la fecundidad de la Iglesia. Por esto, una persona con un corazn renovado de veras no slo tiene pesar por su prdida personal, sino todava ms por la prdida experimentada por el cuerpo mstico entero, por la humanidad entera. Todo el pueblo de Dios debera representar la atmsfera divina de la redencin. El sacerdote ha de ayudar al penitente a enfocar de esta manera la penitencia y el arrepentimiento. Nuestro propsito de enmienda debe referirse al ambiente. Si nos confesamos en la oscuridad del confesonario y no estamos francamente dispuestos a declarar las mismas convicciones en las calles 305

El sacramento de la penitencia y en las plazas, nuestra confesin no es sincera. La confesin en el sacramento se debe continuar en la profesin de fe; parte esencial de la profesin de fe es confesar y profesar que la ley de Dios es santa, buena y justa, y darlo a conocer con el testimonio de nuestra vida. Por consiguiente, el propsito de enmienda ha de ir orientado al-ambiente social y cultural, y especialmente al medio eclesial de las comunidades de la Iglesia, la familia, la parroquia, la dicesis y la Iglesia entera. Este propsito de enmienda ha de integrarse en el medio terrestre, en el que tenemos que testimoniar la presencia de la Iglesia como sacramento de redencin para el mundo entero. El sacerdote, en su explicacin del mensaje de paz, lo cual incluye la celebracin comunitaria o el dilogo que el sacerdote entabla con el penitente, ha de hacer a ste consciente de la gran injusticia de su pecado contra Cristo y contra su cuerpo mstico, como tambin contra la humanidad entera, contra el mundo entero que ansia la redencin. Y entonces podr comprender el penitente cuan grande es la misericordia de Dios, que lo libra de estos pecados y le confiere una nueva misin de dar testimonio de la atmsfera divina en los lugares en que vive y acta. El sacerdote puede ayudar mucho ms si conoce la situacin actual en la historia de la salvacin, la situacin del ambiente tanto eclesial como secular del penitente. Por esta razn el sacerdote de hoy tiene necesidad de slidos fundamentos de psicologa y de sociologa religiosa.

Funcin de la penitencia Nosotros mismos debemos librarnos de la rutina de los siglos pasados que hacan de la oracin esencialmente una penitencia. Es cierto que para muchos sacerdotes el breviario se ha convertido en una penitencia y que para muchos era una decepcin el rezo del oficio. ste da ahora gran satisfaccin a muchos sacerdotes que entienden ya el mensaje en su lengua viva, materna. Igualmente es uno de los cambios ms esenciales introducidos por el Concilio el que nuestro pueblo vuelva a ser consciente del privilegio de orar, del Espritu Santo que clama en nuestros corazones: .Abba!, Padre! Falsificamos el concepto de la oracin si en el confesonario slo imponemos oraciones como penitencia. La oracin no es esencialmente una penitencia. Slo es penitencia para los perezosos; stos deben vencer su indolencia y pereza. Podr darse que el confesor tenga que amonestar a tales gentes exhortndolas a no descuidar la oracin y a fijarse durante el da algunos momentos destinados a la oracin: por ejemplo, leer cada da tres minutos la Sagrada Escritura y rezar cada noche una breve oracin hasta la prxima confesin. Pero todos deberan comprender y sentir que la oracin y la lectura de la Sagrada Escritura no son de suyo una penitencia, sino ms bien un placer espiritual. Slo es una penitencia para el que la descuida y cede a su desidia. Supongamos que un nio nos dice en el confesonario que generalmente olvida las oraciones de la maana y de la noche. Entonces podemos usar el siguiente razonamiento: verdad que eres respetuoso con tus padres, y los saludas al levantarse y al acostarse? Pero lo eres menos con Dios, si olvidas tus oraciones. Si sabemos que el nio tiene un hermano, no le impondremos la penitencia de arrodillarse todas las maanas y rezar las oraciones, porque quiz le d vergenza aparecer tan devoto a los ojos de su hermano. En cambio se le puede proponer que pida a su hermano que rece con l, porque as no tendrn tanto peligro de olvidarlo. Esta penitencia, si es aceptada y s por la experiencia de muchas confesiones que con frecuencia la aceptan gustosos crear la atmsfera divina entre los dos hermanos. Entonces sern ms conscientes de su unin en Cristo. Para parejas de prometidos que hayan pecado juntos ser una
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Funcin de la penitencia El sacerdote puede dirigir la atencin del penitente hacia la penitencia como sacramento de renovacin con la clase de penitencia que le imponga. Mediante esta penitencia debe el penitente comenzar a percatarse de la injusticia que ha hecho al mundo de Dios, a su ambiente, el entero cuerpo mstico. Luego, con un corazn transformado, deber intentar la renovacin de su contorno, colaborar mejor con todos los hombres de buena voluntad, dar testimonio de caridad y de unidad, de justicia y de amabilidad, de prudencia y de fortaleza. 306

El sacramento de la penitencia penitencia apropiada el que, despus de haber explicado al penitente por qu tal comportamiento no est en regla, se le pida que con amabilidad y delicadeza explique a la otra parte las mismas razones y le pida que le prometa ayudarle. l (o ella) mostrar su amor redentor ayudndole, y usted tambin le prometer ayudarle. Y si vuelven a caer a pesar de su buena voluntad, por qu no renunciar a salir juntos hasta que hayan renovado su amor redentor mediante el sacramento de la penitencia? Esto creara una atmsfera divina entre los que estn llamados a formar la atmsfera divina de una familia cristiana. Supongamos el caso de un marido que es brusco y descorts con su mujer Por qu imponerle como penitencia un rosario? Es posible que no sepa rezarlo; es tambin posible que le disguste. Puede ser que lo nico que se consiga sea que en la prxima confesin acuse un pecado ms, el de no haber cumplido la penitencia o de haber estado distrado en sus oraciones. Procuremos ms bien convencerlo de que la penitencia ms natural en su caso ser la de excusarse cada vez que ofenda a su esposa. Por lo menos una vez en su vida se le habr hecho reconocer que poda ser ms amable con su esposa. Recuerdo que una vez una buena seora me deca: Lo que me molesta no son tanto las indelicadezas y las palabras fuertes de mi marido; estas cosas no me irritaran tanto si al menos una vez me dijera que lo senta. Le ayudara psicolgicamente si se impusiera al marido esta penitencia. No es demasiado pedirle que reconozca por lo menos una vez que no tiene razn. Y hasta la prxima confesin podra imponerse como norma excusarse lo antes posible por sus arrebatos y por su trato descorts de su mujer o de sus hijos. Esto ayudara a crear un ambiente divino de delicadeza y de amabilidad en la familia, y al mismo tiempo a dar buen ejemplo. Tambin, si hay otros pecados que perturben la atmsfera divina de la familia, procuremos que el penitente acepte una penitencia con la que comience a edificar de nuevo. Debera tambin excusarse ante los nios si los castiga slo por razn de los daos materiales o por impaciencia, en lugar de hacerlo por inters en su educacin. Si se atiene a esta regla, crecer su autoridad basada en el amor, en lugar de causar temor o violencia en los nios. Ayudar a los nios a distinguir entre la atmsfera
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Funcin de la penitencia divina y sus falsificaciones. Si conocemos la situacin presente de nuestros penitentes, si sabemos dnde y cmo viven, no es difcil obtener su cooperacin para hallar penitencias adecuadas. Procuremos hallar una penitencia que cree una atmsfera de delicadeza y amabilidad. En algunos sectores rurales hay la mala costumbre de imponer demasiado trabajo a las mujeres: tienen que ordear las vacas los domingos mientras que los hijos y el marido andan holgazaneando por casa. Una buena penitencia sera insinuar a estos jvenes penitentes que no deberan permitir que sus madres, mujeres y hermanas trabajaran solas en la granja. Aunque los hombres tengan algn quehacer en otra parte, pueden contribuir a las tareas de la familia. Si chicos jvenes hicieran esta penitencia hasta la prxima confesin, les costara trabajo dejar de ser amables con su madre. Nosotros podemos cambiar la atmsfera, pero tenemos con nuestros penitentes el deber de saber qu aspecto de su vida discrepa del testimonio cristiano de amabilidad, delicadeza, humildad y solidaridad. Estas penitencias dan buenos resultados si el confesor no las impone en forma autoritaria. No las impongamos de tal forma que demos al penitente la sensacin de que tiene que someterse al edicto. En cambio, si celebramos el sacramento juntamente con l, si analizamos con l los motivos, entonces le agradar y estar mucho ms dispuesto a cooperar. En realidad, yo nunca he tenido dificultad en hallar penitencias. Mejores resultados se obtendrn si los confesores de toda una dicesis o de toda una zona se ponen de acuerdo sobre el modo de imponer penitencias. Si uno comienza imprudentemente, puede perjudicar mucho a la renovacin; en cambio, si todos han reflexionado juntos y han explicado en los sermones cules son la razn, el motivo y la finalidad de la penitencia y luego van todos a una, la tctica ser mucho ms eficaz. Nosotros hemos tenido grandes xitos en este particular en nuestra labor misionera. Reunamos a todos los misioneros de la misma zona para ponernos de acuerdo sobre este tipo de penitencia con vistas a crear el ambiente. Por ejemplo, a los que viven alejados de los sacramentos durante muchos aos no les daremos como penitencia rezar oraciones. Naturalmen309

El sacramento de la penitencia te, los exhortaremos a orar, ya que la oracin es un medio necesario para la conversin. Pero, como nosotros celebramos con ellos el sacramento de la reconciliacin, les preguntamos si gustaran de expresar su gratitud al Seor procurando ganar a otros amigos para que fueran a confesarse o asistieran a los sermones. Mas para ello hay que explicar las razones. Esto debe hacerse porque hasta ahora el penitente ha ejercido en otros un influjo negativo y ha dejado de edificar la comunidad cristiana. Pareca que se senta contento de vivir alejado del Seor y de su invitacin; ahora da testimonio en su contorno. As se compromete a crear una atmsfera mejor. Finalmente, el sacerdote tiene la misin suprema de proclamar Shalom: la paz del Seor sea contigo. Es anunciador de paz y a la vez pacificador. Nuestro quehacer de oir confesiones lleva la bendicin del Seor, y nosotros somos pacificadores en el mismo grado en que inducimos al penitente a sentir que est recibiendo la paz del Seor; as lo obligamos, lo apremiamos a llevar la paz de Dios a su contorno, a dar testimonio de la reconciliacin con Dios y de la reconciliacin entre los hombres. Debe sentir que no se trata de una penitencia impuesta arbitrariamente, sino que sta dimana del mensaje de paz del Seor, de la reconciliacin con la Iglesia y con su Dios. l tiene que proporcionar gozo a los dems, como los apstoles que la tarde de pascua recibieron la garanta de Cristo, La paz sea con vosotros, tras lo cual alent el Seor sobre ellos y les dijo: Recibid el Espritu Santo, y repitiendo despus La paz sea con vosotros los constituy en mensajeros de la paz. Todo el que es reconciliado con el Seor, si desea conservarse en constante conversin, tiene que ser testigo de la paz mesinica en su contorno. No es slo una paz del alma con Dios, con el dulce Jess de mi alma. No es as como los evangelios y los profetas predican la paz mesinica. Tendremos amistad ntima con Cristo si trabajamos por su reino, si edificamos el orden del amor y de la justicia. As debemos sentir que el mensaje mismo del sacramento, es decir, la palabra efectiva de paz, es lo que apremia al que lo recibe y lo hace capaz de ser transmisor de la paz mesinica, de llevar la experiencia de la atmsfera divina, de la Iglesia, al ambiente de su familia, de su vecindario, al entero ambiente cultural, econmico y social. 310 La liturgia de la atmsfera divina La actual renovacin de la liturgia unos comienzos prometedores hace de la liturgia un testimonio del Dios vivo, mientras que anteriormente al Vaticano n la liturgia en muchas parroquias y comunidades religiosas era casi un sermn de la teologa de la muerte de Dios. La liturgia del sacramento de la penitencia tiene necesidad de grandes reformas. La obscura garita del confesonario es ya por s misma un problema. No fomenta el calor de una real con-celebracin del amor misericordioso de Dios por el confesor y el penitente. No se manifiesta bastante el aspecto comunitario del sacramento. La absolucin sacramental en su forma actual no transmite suficientemente el gozoso mensaje de una renovada y profundizada unidad y caridad. El nico elemento eclesial que todava se expresa formalmente es la absolucin de la excomunin y del entredicho. Sin embargo, estas palabras son un formalismo chocante cuando se proclaman en una lengua viva y se dirigen a nios pequeos, a personas que viven santamente en el matrimonio, a devotas religiosas o a celosos sacerdotes. Cuando se daba la absolucin en latn no me chocaba oir a un sacerdote darme la absolucin de excomunin y suspensin. Si lo hubiese hecho en una lengua viva y no faltan quienes lo hacen me habra preguntado a qu se refera. Pensaba realmente que su penitente estaba excomulgado? La actual renovacin en la Iglesia nos permite desarrollar nuevas formas comunitarias del sacramento de la penitencia. Podemos esperar que pronto nos d la Iglesia una liturgia renovada, y hasta quiz diferentes formas o ritos para diferentes ocasiones. Por lo menos para el perodo cuaresmal se requieren ritos diferentemente estructurados. Nuevos experimentos dentro de la actual estructura de la liturgia podran ser sugeridos por la admirable liturgia del sacramento de la penitencia, que todava forma parte del Pontijicale Romanum. En ella se distinguen claramente las dos fases: 1) publica expulsio peccatorum feria quarta cinerum, una celebracin litrgica de la palabra de Dios, oraciones y admoniciones que, en conjunto, hacen sentir en gran manera el aspecto social de los pecados per311

El sacramento de la penitencia sonales; 2) la parte conclusiva lleva por ttulo publica reconciliatio feria quinta, in Coena Domini. La absolucin se da en forma de un prefacio cantado. El motivo es la alegra en el cielo y en toda la Iglesia. Como lo hemos insinuado ms arriba, los penitentes son conducidos de nuevo al santo altar, llevados de la mano por el obispo, en un rito sumamente impresionante. En la celebracin comunitaria del sacramento \ el rito puede concluirse con la absolucin solemne, dada actualmente con la frmula oficial, pero sin mencionar la excomunin. Si un penitente est excomulgado, hay que absolverlo individualmente. El conjunto de esta liturgia debera contener himnos y cnticos de arrepentimiento, de confianza y de agradecimiento. Una forma ms desarrollada de absolucin puede en todo caso aadirse como explicacin catequtica paralitrgica. Tal celebracin comunitaria en las parroquias, repetida para diferentes grupos, es el nico medio pastoral de crear una renovada atmsfera eclesial y contribuye en gran manera a hacer ms eficazmente del pueblo de Dios una atmsfera divina para el mundo que lo rodea. Ayuda tambin a penetrar ms hondamente en las dimensiones comunitarias, en la confesin individual que sigue a continuacin.

Situaciones difciles en vista del ambiente capaces de volver a su marido o a su mujer respectivamente. Personas divorciadas pueden dar un elevado testimonio de la indisolubilidad del matrimonio si viven en caridad y contribuyen a formar la opinin pblica en esta misma materia. 2. Personas divorciadas que han vuelto a casarse. Las personas divorciadas que han vuelto a casarse han dado de hecho mal ejemplo. Han obrado contra la autoridad de la Iglesia que haba declarado vlido el primer matrimonio. Las gentes que vuelven as a casarse contaminan de muchas maneras el ambiente cristiano. Si van a confesarse personas divorciadas que han vuelto a casarse, qu puede decirles el confesor? En las misiones regionales en Europa invitamos siempre a todos a asistir y para todos tenemos una palabra amable. Es posible que una determinada pareja no se hayan convencido todava de que pueden, o deben, vivir como hermano y hermana. Es posible que hayan comenzado a pensar en esto, pero que todava no se sientan con las fuerzas necesarias para hacerlo. Si han llegado ya a este punto, podemos comenzar a prepararlos para su confesin, para el da de su reconciliacin visible. Deberan decir a las gentes con quienes tratan que saben que no est bien lo que han hecho. No debern tratar ya de justificar pblicamente su segundo matrimonio. Deberan exhortar a otras personas divorciadas a no volver a casarse. Tales personas, aunque casadas ilegtimamente, son seguramente testigos calificados para poner en guardia a otros. Haciendo esta especie de confesin pblica, dan testimonio de que la ley de Dios es buena y santa. Crean una sana opinin pblica y pueden preservar a otros de caer en la misma miseria. Si tales parejas vienen a nosotros, debemos ayudarles. Debemos animarlas recordndoles que estn ya cerca del sacramento de la penitencia y de la palabra de paz si proceden como acabamos de indicar. Podemos despertar con frecuencia en tales parejas un acto de contricin. Podemos ayudarles a renovar su propsito de enmendarse. Y si a veces faltan a la continencia por el hecho de vivir juntos bajo un mismo techo, mientras educan a los hijos y cumplen con otras responsabilidades, deben tratar de hacer juntos un acto de contricin y de confianza. Y el confesor habr de darles consejos apropiados. Si comienzan a corregirse de esta manera, 313

Situaciones difciles en vista del ambiente 1. Personas divorciadas. No hemos usado hasta ahora un procedimiento equivocado? En algunas dicesis se practica todava la discriminacin contra estas personas. En algunas tienen necesidad de permiso especial para ser admitidas a recibir el sacramento de la penitencia. Hay parroquias, donde el prroco no permite al coadjutor que visite a personas divorciadas. Contra los divorciados se practica la discriminacin. Es posible que muchos sean inocentes. No debemos perpetuar el colmo de la injusticia. Es posible que sean pecadores en este punto particular, pero la paz del Seor puede restituirlos a la plena comunidad de vida, aunque no sean
1. Vase la ltima seccin del cap 2

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El sacramento de la penitencia entonces llegar pronto el momento en que sea posible proclamarles la paz mesinica de Cristo en el sacramento. En tanto hacen lo que pueden y piden al Seor ayuda para lo que todava no pueden hacer, son amigos del Seor, y el sacerdote tendr entonces para ellos el mensaje de paz que se da a todos los hombres de buena voluntad. 3. Matrimonios mixtos. Podemos mostrar la atmsfera divina en relacin con los matrimonios mixtos. Esto se aplica al caso de matrimonios mixtos tanto vlidos como invlidos. Las personas que viven en tales matrimonios tienen todava la mayor necesidad de ayuda pastoral; deberamos proporcionarles la experiencia de la atmsfera divina, del hecho de que la Iglesia los ama. Debemos mostrarles que nos interesamos por ellos; aun en casos en que las parejas no hayan vivido conforme a su responsabilidad de educar a los hijos catlicamente, todava podemos prestarles ayuda. De hecho, si muestran buena voluntad, tienen derecho a ser absueltos de excomunin y de los pecados. Es un principio general que si uno no es contumaz, tiene derecho a la absolucin. Y si esas personas hacen lo que pueden, se las puede absolver, aunque no se les pueda permitir comulgar inmediatamente en la parroquia en que su caso es notorio. Conviene que comprendan que nuestro procedimiento no es un castigo, sino slo un punto de gran inters pastoral, a saber, el de procurar que un influjo negativo no se extienda al ambiente. Se les podr aconsejar que vayan a comulgar en otra parroquia, a fin de que vean que la Iglesia es efectivamente su madre amorosa y que ellos mismos obran as por amor de sus hermanos. Procediendo de esta manera podemos llevar alegra a los corazones de estas personas. Y slo si son cristianos que viven gozosos su cristianismo, se hallarn en condiciones de ser testigos de la fe catlica para la parte no catlica y para los hijos. Debemos ayudarles a comprender este mensaje de paz. Y para asegurarse de que reciben esta urgente llamada en ese caso particular de su matrimonio mixto, conviene que sientan el gran amor y comprensin de la Iglesia.

XXI SACRAMENTO DE CONVERSIN Y CRECIMIENTO

El bautismo es el gran sacramento de conversin. Por la fe y el bautismo somos convertidos por Dios mismo de las tinieblas de la incredulidad a la luz del pueblo elegido de Dios. En el bautismo da la persona el gran paso de la vida a la muerte, de una existencia sin vida divina, a la gracia, a la vida en Cristo Jess. Debemos pensar que normalmente la persona bautizada permanece en la vida de Cristo. Debera considerarse como anormal e infrecuente que un cristiano bautizado, sellado con la sangre del Redentor, volviera a la vida de las tinieblas. Pero aun despus del bautismo tiene el cristiano necesidad de una plena transfusin de nueva vida. Debe hacer un esfuerzo constante para desarraigar todas las consecuencias de la vieja actitud egosta y contrarrestar con el debido antdoto los efectos nocivos del ambiente y colectivismo satnico. Todo el que despus del bautismo recae en la muerte del pecado mortal puede todava recibir un segundo bautismo (trmino usado por el concilio de Trento para hablar del sacramento de la penitencia), no de un bautismo como el primero, sino de un bautismo que invita a la penitencia y satisfaccin. Ha de servir de despertador pensar que es horrible que una persona que ha gustado la bondad del Seor y el verdadero significado de la vida en Cristo, vuelva a las tinieblas de los das anteriores al bautismo. En la vida cristiana normal, el sacramento de la penitencia no es un sacramento de conversin de la muerte a la vida o una primera conversin reiterada. La entera tradicin de Oriente y de 315

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Sacramento de conversin y crecimiento Occidente llama al bautismo la conversin primera. San Justino lo llama el bao de conversin. Para los que han pecado mortalmente, el sacramento de la penitencia es el sacramento de la primera conversin reiterada. Para el cristiano que vive en gracia, el sacramento de la penitencia es el sacramento de la segunda conversin, que significa una conversin continuada, un signo de crecimiento en la vida del amor de Dios, signo de una resistencia ms decisiva contra el egocentrismo y el pecado. En este caso, cuando se trata de un sacramento de conversin continuada, lo llamamos sacramento de devocin. Confesin de devocin no es una expresin adecuada; yo prefiero decir conversin continuada. Hay diferencia entre las dos, y esta ltima tiene races ms profundas en la tradicin, remontndose hasta los primeros das de la Iglesia.

Necesidad de crecimiento examina sus acciones, sino que escudria sus ms profundos deseos y motivos de obrar. Nadie se conoce perfectamente; quien as piense ser fariseo, una persona muy necesitada de conversin. Los que hacen progresos, por lo regular comienzan su carrera dirigiendo una mirada objetiva a s mismos, procurando alcanzar su conocimiento ms profundo de su propio corazn. Se requiere humildad para entregarse a una crtica de uno mismo, pero sta ha de hacerse bajo la mirada misericordiosa del Seor. 2) Un segundo aspecto de este continuado crecimiento y conversin es el crecimiento en sinceridad ante Dios y ante los hombres. El apstol Santiago exhorta a los cristianos: Confesaos, pues, los pecados unos a otros; orad unos por otros (Sant 5, 16). No os quejis, hermanos, unos de otros, para no ser juzgados (5, 9). Uno que no confiesa sinceramente ante los ojos de Dios soy pecador, es ciego y est en las tinieblas. Y san Juan aade: Si decimos que no tenemos pecado, nos engaamos a nosotros mismos y la verdad no est en nosotros (1 Jn 1, 8). El mismo apstol asegura que el que ha sido regenerado en Cristo no peca: Quien ha nacido de Dios, no peca, porque su germen permanece en l (1 Jn 3, 9). Esto quiere decir que no vuelve a recaer en pecado mortal. Ahora bien, todo el que crece en la vida divina y en el amor de Dios es cada vez ms consciente de profundo egocentrismo y lucha denodadamente contra los bajos instintos de la naturaleza inferior desarreglada. As confiesa delante de Dios no slo que ha hecho esto o aquello, sino tambin: Soy pecador. Porque mi corazn no est todava suficientemente purificado, por eso cometo esos pecados sin darme cuenta de lo que estoy haciendo. Pero si uno se confiesa delante de Dios, debe tambin confesarse delante de su prjimo al que ve. Esto significa especialmente que debemos confesar nuestras faltas a aquellos a quienes hemos ofendido; debemos confesarles que hemos procedido mal. Ir a confesarnos cada semana ser una especie de farisesmo si no nos confesamos a los que hemos lastimado con nuestros desmanes, si todava pretendemos que nuestra rivalidad es puro celo del reino de Dios. Debemos reconocer cuan radicalmente somos todava pecadores. Algo tenemos que cambiar en nosotros. Nos confesamos al Dios todopoderoso en presencia de los santos, de los 317

Necesidad de crecimiento Donde hay vida tiene que haber crecimiento. Si uno comienza a resistir a la ley del crecimiento o se niega a seguir creciendo, se condena a s mismo a la muerte. El tiempo presente, que comprende parte del perodo entre la primera y la segunda venida de Cristo, es un tiempo de esperanza y de crecimiento. La esperanza significa suspirar por la venida de Cristo, por su victoria en la batalla decisiva contra Satn, el cual combate en la conviccin de que su tiempo es limitado (Ap 12, 12). Por esto, el cristiano obra en la conviccin de que slo una firme resistencia en esta batalla contra las asechanzas de Satn mismo, contra las tinieblas del ambiente y contra la esencia misma del egocentrismo, lo mantendr en vida y le ayudar a crecer. En esta conversin continuada debemos crecer en: 1) El examen de la conciencia. Nuestros ojos deben despejarse con el arrepentimiento y un conocimiento ms profundo de Cristo, con un conocimiento ms profundo de los fundamentos de una verdadera vida cristiana. El penitente no debe examinar slo sus pecados contra el declogo, sino que ante todo debe mirar a la apremiante realidad de la gracia, a la ley proclamada en el sermn de la montaa. Al comparar su vida presente con esta ley de fe, no slo 316

Sacramento de conversin y crecimiento ngeles y de la Iglesia. Nos confesamos a la Iglesia. La prontitud para ir a confesarnos y el empeo por confesarnos ms humildemente delante de Dios y delante de nuestro prjimo son signos de la constante conversin, signos de crecimiento. La ley general que puede urgir el confesor como obligatoria para todos es nicamente la de confesar los pecados mortales. Puede haber razones especiales de abandonar esta norma; por ejemplo, a una persona escrupulosa se la puede a veces retraer de entrar en demasiadas enumeraciones, si no se le prohibe efectivamente confesarse con frecuencia. Pero si no hay razones especiales, lo normal es que el amor de Cristo nos impela a hacer una confesin cada vez ms profunda, ms humilde y ms aceptable. Esta confesin debemos hacerla no slo delante de Dios, sino tambin delante del pueblo de Dios. Tal es la ley del crecimiento en la penitencia. Los que salen de una profunda oscuridad estn sujetos a las leyes pticas de adaptacin a la luz; no estn abiertos de manera tan perfecta a la gracia, que sta pueda disipar completamente su ceguera. Todava no estn dispuestos para una penitencia completa, una plena reparacin y satisfaccin. Es seal de crecimiento, seal de que se va avanzando ms y ms en el camino de la conversin, cuando una persona reconoce la necesidad de hacer ms penitencia, la necesidad de una conversin ms profunda en pensamientos, palabras y obras.

La segunda conversin eucarista fue instituida sobre todo ensea el concilio de Trento como alimento espiritual para la unin de amor con Cristo y con los miembros de su cuerpo. Pero, dado que esta unidad se lleva a cabo mediante el amor, cuyo fervor nos proporciona no slo el perdn de culpa y pena, sino tambin la transformacin interna, consiguientemente obtenemos el perdn del pecado y la conversin ms y ms profunda en la medida en que aumenta el fervor de nuestra devocin. Un fervor creciente de devocin exige crecimiento en el espritu de penitencia. Si falta el espritu de penitencia, si falta fervor en este empeo por lograr una purificacin cada vez ms profunda, y si uno es descuidado tocante a sus pecados veniales, no slo disminuye la eficacia de la eucarista en cuanto a borrar los pecados veniales, sino que disminuye el fruto de todos los sacramentos de vivos, y todos los medios de salvacin pierden algo de su eficacia. No se puede afirmar que la recepcin del sacramento de la penitencia sea absolutamente necesaria para los que no tienen pecados mortales. Sin embargo, habr que entender que la confesin de los pecados mortales es el mnimum exigido por la ley, que obliga bajo pena de prdida de la vida eterna. La vida eterna de uno depende de la confesin de sus pecados mortales ciertos. Hay que confesarlos por lo menos en el prximo tiempo pascual, a fin de poder cumplir el precepto de la comunin. La conversin, sin embargo, no debe diferirse hasta la prxima pascua. Hay que convertirse inmediatamente. Hay que hacer todo lo necesario para convertirse, ya que no hay mayor mal en la vida que el de permanecer, aunque sea poco tiempo, en las tinieblas del pecado mortal. Quien por desprecio rechace los medios ms eficaces ofrecidos por el Seor, no lograr una conversin efectiva. Sin embargo, nadie tiene absoluta obligacin de confesarse lo antes posible cuando ha pecado mortalmente. No obstante, debe hacer todo lo posible por recobrar la amistad de Dios mediante un acto de perfecta contricin, y esto lo antes posible. An as, no es infrecuente hallar personas que no recobran la paz del corazn hasta que reciben el sacramento de la penitencia. Para todo cristiano bajo la ley de gracia es de la mayor importancia enfocar la vida cristiana en su totalidad. Salta a la vista que 319

La segunda conversin Sera un error afirmar que el sacramento de la penitencia es el nico medio de promover y atestiguar una conversin continuada. El concilio de Trento dice claramente que hay diferentes medios disponibles y que se han de elegir con libertad. Los pecados veniales se pueden perdonar de muchas maneras, incluso sin confesin y absolucin sacramental. El mejor coronamiento del perdn puede lograrse mediante la humilde y frecuente recepcin de la comunin, que nos purifica de nuestros defectos cotidianos. Mediante la amorosa conversacin con el Seor se expulsa del alma esa flojedad que es la fuente de la mayora de nuestros pecados veniales. La 318

Sacramento de conversin y crecimiento en este tiempo, en el que se desarrollan ms claramente tanto la doctrina como la prctica, no puede uno negarse a recibir el sacramento sin disminuir sus posibilidades de continuo crecimiento y de continua conversin. Segn la Constitucin sobre la Sagrada Liturgia, mediante la piedad eucarstica es como principalmente se alcanza una creciente conciencia de la santidad de Dios y se obtiene el santo temor de Dios. El cristiano slo puede experimentar el gozo pascual mediante el contacto con el Dios todo santidad. Debe sentir la necesidad de purificacin como el profeta Isaas, que no tena pecado mortal cuando vio el misterio de la santidad de Dios y grit: Soy hombre perdido... Tengo que morir, porque he visto al Dios del universo, yo que soy un hombre de labios impuros y que vivo en medio de pecadores (Is 6, 1-5). Luego fue purificado por el fuego salido del altar del Altsimo. As, si un catlico desea crecer en la piedad eucarstica, sentir tambin la necesidad de conversin que viene del fuego mismo del amor, del altar, de la cruz del Seor. As recibir con gratitud el sacramento de la penitencia como signo de continua conversin. La confesin, como signo de la continua conversin, lleva consigo la bendicin de la primera bienaventuranza: Bienaventurados los que saben que son pobres, porque en ellos est el reino de Dios. Conocer que somos pobres pecadores, como las otras palabras, Bienaventurados los que lloran, porque ellos sern consolados, se aplican convenientemente a la recepcin del sacramento de la penitencia. Con razn afirm el concilio de Trento que a veces los que reciben el sacramento con fervor experimentan un gozo y consuelo extraordinarios. Dios mismo ampla el consuelo de las bienaventuranzas para atraernos al altar con un temor ms filial, con la experiencia de la beatitud de Dios.

Recepcin frecuente del sacramento de la penitencia tente. No debera proceder como si se tratase simplemente de dar la absolucin. Si las gentes reciben el sacramento como signo de continua conversin, es que desean la ayuda especial de la Iglesia para su crecimiento. El confesor debe ayudar al penitente a conocer ms y mejor su conciencia, de modo que logre llevar una vida cristiana integrada ms maduramente en el amor de Dios y del prjimo. La direccin espiritual no debera mirarse como un servicio accesorio destinado a unos pocos; la tradicin espiritual la recomienda en gran manera como una finalidad especial de la confesin, no como algo artificial y arbitrario. Debe versar sobre el ncleo de las dificultades, ocupndose con los problemas reales de la vida. Tal es el quehacer del director espiritual.

Recepcin frecuente del sacramento de la penitencia Las prcticas que estn dejadas por principio a la libertad del individuo, no deberan inculcarse por va de correccin y discriminacin; slo un mnimum necesario puede ser urgido por la autoridad humana. Si uno es consciente de haber cometido pecado mortal, entonces se le pueden hacer notar los peligros a que se expone si se niega a confesarse. Pero un prroco no debera nunca inducir a los fieles a la frecuencia de la confesin o de la comunin tronando o fulminando censuras contra el penitente. El nico procedimiento viable consiste en celebrar el misterio o el sacramento de la penitencia gozosamente, de modo que todos se sientan invitados a recibirlo. Debemos predicar la buena nueva, los valores, la invitacin del Seor por medio de este sacramento. Deberamos hacer sentir a los fieles que lo que los obliga no es una ley externa, sino el apremiante amor de Cristo, el deseo de crecer en santidad. El confesor mismo puede exhortar al penitente, como lo hara un amigo, a responder ms a menudo a la invitacin de Cristo. En todo caso, debe evitar reprender al penitente si deja de acudir con frecuencia. Lo que hacen falta son cristianos maduros, que obren con libertad, no bajo presin.

Direccin espiritual El sacramento de la continua conversin es un servicio, y el sacerdote, al aplicarse a este ministerio de la Iglesia, debera considerar su papel correlativo de director o gua espiritual del peni320

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H irire Shalom 21

Frecuencia de la comunin vistas a su celebracin diaria del misterio de la santidad de Dios, la eucarista. En el Cdigo de derecho cannico no hay una definicin exacta de lo que se entiende por frecuentemente; no hay ninguna ley acerca de la confesin semanal. Mi experiencia en muchas regiones me ha mostrado que los buenos sacerdotes se confiesan una o dos veces al mes, o cada semana. Si viven a grandes distancias, lo hacen una vez al mes, pero entonces lo hacen ms en serio. La legislacin actual obliga a los religiosos generalmente a confesarse cada semana; esto es una indicacin del Cdigo, como tambin una regla de la respectiva congregacin u orden; pero, a mi parecer, no es una ley que obligue bajo pecado. Es un ideal al que debemos aspirar si no hay razones especiales que lo disuadan. El confesor puede y a veces debe aconsejar a religiosos escrupulosos que es mejor para ellos que slo se confiesan una vez al mes o incluso con menos frecuencia. Puede tambin recomendarse que slo confiesen uno o dos pecados, y en todo caso aquellos de que quieran realmente corregirse o enmendarse. La cuestin ms importante no es la de la frecuencia con que hay que confesarse, sino la de cmo debemos confesarnos. Si despus de cada pecado hacemos un acto de dolor y de confianza en Dios en vista de los signos de su gran misericordia, estaremos mejor preparados a la hora del sacramento de la penitencia. Es ms provechoso ir a confesarse dos veces al mes y entonces hacer una confesin verdaderamente seria con perfecta preparacin, con un buen propsito de enmienda, que hacerlo cada da o cada semana con menos seriedad y preparacin. De suyo no es peligroso la frecuencia del sacramento, pero tenderemos a la rutina si lo hacemos tan superficialmente. Debemos poner empeo en celebrar el sacramento como un encuentro real con el Seor Resucitado, un encuentro con el Seor en su pasin, un encuentro con el Seor que ha de venir para ser nuestro juez. Acerca de la confesin general se hallar una exposicin ms completa en La Ley de Cristo i, p. 533ss. Es lstima que muchos sacerdotes, especialmente los que predican misiones, hayan dado a veces la impresin de que la mayor parte de las confesiones son indignas o invlidas y por consiguiente la mayora de los fieles deben hacer confesin general. Hay que hacer notar con toda claridad que
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Frecuencia de la comunin La mayora de los cristianos practicantes reciben el sacramento de la continua conversin por lo menos en cada tiempo pascual. La ley de la Iglesia universal no nos obliga a confesarnos por pascua; slo nos obliga a comulgar. Slo surge la obligacin de la confesin en el tiempo pascual si se tienen pecados mortales slo as se puede cumplir con el precepto de la comunin pascual, aunque creemos que los buenos cristianos no tienen dificultad en recibir el sacramento de la penitencia en este tiempo, aun sin estar estrictamente obligados a hacerlo. Algunos pueden engaarse pensando que no habiendo cometido pecados mortales, no necesitan la confesin anual. Es posible pasar la vida en estado de gracia, pero convendra pensar ms eri la necesidad de mayores esfuerzos y la necesidad de la accin purificadora del Seor. El episcopado francs, en su directorio pastoral sobre la administracin del sacramento de la penitencia (n. 45) dice: Aunque no se requiere confesar los pecados veniales cada vez que se ha de recibir la comunin, sin embargo, la recepcin frecuente de la sagrada comunin nos invita a la correspondiente frecuencia del sacramento de la penitencia, que nos sirve especialmente para obtener la verdadera pureza de conciencia. El pretexto de que la prctica presente de la confesin de devocin es contraria a la prctica de la primitiva Iglesia, como lo muestran los estudios sobre la historia de la penitencia, es a mi parecer absurdo. La Iglesia primitiva hizo mucho ms de lo que hacemos nosotros para mantener el elevado ideal y un espritu vivo de penitencia entre todos los fieles. Si alguien pretende que la Iglesia primitiva no haca esto, no tiene ms que unirse a la Iglesia primitiva en sus penitencias. Conviene tener presente que hay un aspecto del desarrollo del sacramento de la penitencia que se pasa por alto con frecuencia. Este desarrollo forma parte del desarrollo del rico tesoro de la fe, no slo al nivel de la doctrina, sino tambin al de la disciplina y de la prctica. Los sacerdotes deben recibir con frecuencia este sacramento con
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Sacramento de conversin y crecimiento Dios dio este sacramento de misericordia en tal forma que quienquiera que tenga algo de buena voluntad lo recibe en verdad dignamente, aunque no sea muy ducho en estas materias o no se confiese conforme a la terminologa cientfica en boga entre los telogos. Pueden darse, s, casos de confesiones indignas, invlidas, de recepcin sacrilega del sacramento, pero ms bien deben considerarse como excepcionales. En tales casos, el penitente est obligado a confesar todos los pecados mortales cometidos desde su ltima confesin vlida. Sin embargo, si vuelve al mismo confesor, le bastar a ste con poder recordar en general lo que el penitente tiene ya confesado en el pasado y podr decirle que todos esos pecados estn incluidos y que por tanto se limite a aadir los que todava no ha confesado. A veces ser saludable la confesin de pecados sometidos ya al juicio de la Iglesia, especialmente si hay alguna duda prudente sobre las confesiones pasadas, y si no se trata de penitentes escrupulosos. A un escrupuloso que dude no se le debe nunca permitir que vuelva a confesar sus pecados. Si no puede jurar sin temor de condenarse que ha hecho una mala confesin, no se le permita nunca que vuelva a confesar sus pecados pasados. Es muy peligroso mirar constantemente atrs y nunca hacia adelante. Por consiguiente, a esas personas que viven constantemente mirando al pasado, volviendo a examinarlo constantemente, hay que ayudarles a encauzar sus energas por canales ms productivos. Si los que estn obligados a hacer confesin general se preocupan ansiosamente por ser completos, el confesor deber explicarles el sentido de la integridad, de la buena voluntad y la necesidad de evitar los escrpulos. Si alguien desea hacer confesin general, aunque no tenga dudas sobre la validez de anteriores confesiones, podr ser provechoso, con tal que no se trate de personas escrupulosas. Santo Toms dice que con la frecuente confesin sacramental se obtiene mayor remisin de la pena debida por el pecado, tanto por la humillacin en acusarse, que se considera como un acto penitencial, como por el poder de las llaves de la Iglesia. Es bueno hacer confesin general en grandes momentos de la vida, por ejemplo cuando se entra en la vida religiosa, antes de recibir las sagradas rdenes, los seglares antes de casarse, en ejercicios, etc
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Frecuencia de la comunin La razn teolgica es que si uno, por la gracia de Dios, tiene un conocimiento ms profundo de lo que es el pecado y de lo que fueron sus propios pecados y los confiesa con mayor humildad y con ms profundo dolor y propsito de enmienda, se dispone para recibir el sacramento en forma ms consciente. De esta manera muestra que tiene ms clara percepcin del estado de su vida pasada y de la gracia de Dios, y de que la purificacin y la gracia de la perseverancia son sencillamente dones divinos. El confesor, en cambio, no debe nunca fomentar confesiones generales afirmando que las confesiones pasadas fueron en su mayor parte invlidas. El agudo sentido de discernimiento del sacerdote debe hacerle comprender que al comienzo de una conversin o despus de largo tiempo de abandono de los sacramentos, las primeras confesiones fueron probablemente imperfectas. No pueden ser tan perfectas como lo sern ms tarde de resultas de un tiempo pasado en fiel servicio de Dios. Si uno, libremente, hace confesin general, hay que decirle que no tiene obligacin de hacer una confesin completa de todos los pecados mortales absueltos anteriormente, sobre todo de los pecados contra el sexto mandamiento: Como deca san Alfonso a personas que hacan confesin general con cierta escrupulosidad, vale ms que empleen mejor su tiempo: potius pus meditationibus tempus impendant.

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XXII DIFERENTES ESTADOS DE VIDA

La proclamacin de la paz que exige tambin el necesario compromiso de un empeo futuro por vivir una vida ms plena en Cristo, debe referirse a la situacin actual de la vida de las personas, penetrndola toda entera, respetando siempre el sexo, la edad y el ambiente. Importa, pues, que el confesor sepa bien con quin est tratando. Si no conoce al penitente, convendr que le d pie para declarar: soy carnicero, tendero, casado con hijos, una buena mujer catlica, etc. Tales declaraciones le sirven al confesor para tratar al penitente apropiadamente.

Las confesiones de nios Hay que obligar a los nios a confesarse antes de la primera comunin? No podemos prohibir la prctica. Si el confesor es prudente y sabe cmo tratar con nios, podr serles de provecho confesarse antes de la primera comunin. Pero no hay obligacin en este sentido. Diversas dicesis recomiendan que los nios vayan primero a comulgar. Normalmente un nio debe ser preparado por sus padres para recibir la primera comunin a la edad de cinco o seis aos; la razn es sencilla: los padres tienen ms tiempo que nadie para ir hablando a los nios sin frmulas y tcnicas especiales, como sucede en la educacin informal. La cooperacin de los padres en esta noble tarea contribuye a reforzar la vida de familia,
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Diferentes estados de vida haciendo que la vida sacramental constituya un importante elemento de la misma. Adems, los nios asimilan e interiorizan ms fcilmente los valores ejemplificados por los padres que para ellos son las primeras figuras ideales que los que les vienen de cualquier otra fuente. Si los padres no se cuidan de los hijos, puede darse que stos no estn preparados ni siquiera a los ocho aos. En todo caso, si se viene a tratar del sacramento de la penitencia, hay que procurar que no aprendan los nios frmulas estereotipadas. Los padres deben explicarles, en una forma que ellos puedan entender, cmo han ofendido al Seor. Los nios deben confesar ms bien unos pocos casos concretos: Mi madre me pregunt si le haba pegado a mi hermana, y yo le dije que no, pero s le haba pegado y saba que deca una mentira. Tengo una hermanita muy buena y le tengo envidia porque le hacen ms caso que a m. Yo no soy tan bueno como los otros, pero no quiero ser envidioso. Aqu tenemos unos ejemplos en trminos adaptados a la inteligencia de los nios. El confesor no debe nunca seguir preguntando en esta forma: Qu ms cosas malas has hecho? Ms bien, ayudar al nio explicndole cmo, en los puntos que ha mencionado, agradara al Seor un esfuerzo mayor por su parte y que entonces el Seor se complacera en ayudarle. Luego puede explicar el confesor lo que el Seor hace actualmente: purifica los corazones, los prepara para que puedan recibir la comunin con mayor confianza. Te ha preparado cuando te ha dicho: quedan perdonados tus pecados. Es buena la prctica que existe entre nosotros de que los nios vayan a confesarse cada mes en un momento determinado? En casos en que son rigurosamente vigilados y observados, pueden sentirse forzados a ir a confesarse aun sin estar preparados; puede darse que se sientan rebajados cuando durante las sesiones de confesin general para los adultos, se les dice que deben ir en el momento designado para los nios de escuela. Evidentemente, esta prctica no es buena, puesto que no hay ley divina que los obligue. Cmo podemos, pues, obligarlos y tenerlos en menos si no acuden a confesarse? El prroco puede invitar a los nios a ir a confesarse en das y horas determinadas, pero en todo caso deben los nios sentir que son hijos de Dios y que son libres. No deben tener la
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Las confesiones de nios sensacin de que el confesor o el prroco imponen leyes que no han sido hechas por Dios o por la Iglesia universal. Ms bien convendra atraer a los nios celebrando debidamente el sacramento de la penitencia, de modo que adquieran gran estima de la grundeza de la gracia de Dios. Procuremos que vean claramente que todo no se reduce al esfuerzo del penitente por ser mejor, sino que la palabra eficaz del Seor es la que asegura su amistad y hace que uno progrese hacia la plena amistad con l. La accin de Cristo es la que da valor a nuestros propios esfuerzos. Es muy provechoso que se haga comprender a los nios que no estn obligados a la integridad material en tanto no son capaces de cometer pecado mortal. Parece ser que la opinin ms rgida sostiene que los nios son capaces de pecado mortal pasados los diez aos. Como insinu ms arriba, yo dudo de que un nio medio pueda cometer pecado mortal a los once, doce o trece aos. Primero deben comprender qu es un pecado mortal que el Dios misericordioso y justo castiga con una terrible sentencia por toda la eternidad. Sin embargo, debemos inculcarles en casa la importancia de su esfuerzo por vivir bien con vistas a su futuro desarrollo. Un nio o una persona mayor no decide su destino en un momento, sino con la totalidad de su vida. Toda exageracin es perjudicial para el sacramento de la misericordia. Por consiguiente, es doctrina cierta que los nios no estn obligados a confesarse si no estn seguros de haber cometido pecado mortal; ahora bien, para un pecado mortal se requiere clara deliberacin y suficiente libertad. Los esfuerzos del sacerdote no deben limitarse a hacer que el nio llegue a distinguir debidamente lo bueno y lo malo en trminos de los diez mandamientos; el aprendizaje debe centrarse principalmente en la inteligencia de la Nueva Ley, de la ley de gracia, y en cmo pueden expresar al Seor su gratitud por tan gran sacramento, especialmente con un amor compasivo y paciente de los otros. Por una parte, no hay que inducir nunca a los nios a hacer una enumeracin escrupulosa de todos sus pecados y deficiencias; por otra, deben aprender a lijarse en sus motivos. Dado que los motivos son sumamente decisivos en el proceso de la conversin continuada, los nios debern hacerlos objeto de su examen de conciencia y de una humilde confesin. As estar 329

Diferentes estados de vida el sacerdote en condiciones de ayudarles ms eficazmente en el camino de la madurez cristiana. Ellos comprendern tambin mejor el mensaje de paz que pone orden en la mente y en el corazn del hombre. Con qu frecuencia deben confesarse los nios? Aqu no es posible fijar una regla general; esto depende en gran parte de las circunstancias. Si la parroquia es pequea y el prroco tiene el tiempo suficiente para ocuparse de los adultos y de los nios, es bueno que stos vayan con frecuencia a confesarse, digamos una vez al mes si van a misa y a comulgar ocasionalmente entre semana. Pero si la extensin de la parroquia impone obligaciones apremiantes al prroco, no ser recomendable que vayan los nios a confesarse cada mes. Esto dara lugar a que se despachara la confesin superficialmente y de prisa por ambas partes, por el confesor y el nio. Esto fomentara la rutina y un sacramentalismo externo. Yo por mi parte prefiero que no se practiquen las confesiones obligatorias durante las horas de escuela. El ideal sera que los confesores dieran a los nios alguna ocasin de celebrar en forma comunitaria el rito penitencial, o de procurar sesiones peridicas de confesiones en das elegidos por ellos. Convendra invitar a los nios a ir a confesarse con sus padres. Sin embargo, todos deben saber que pueden ir a confesarse cuando quieran. De todos modos, si hasta ahora se haba insistido en el tipo de confesiones de clase, en este tipo de transicin no convendr introducir cambios bruscos. Se podr considerar la posibilidad de reducir a tres o cuatro veces al ao las confesiones de clase, diciendo a los nios que pueden ir a confesarse en cualquier momento. Conviene ensearles en edad temprana a tomar sus propias decisiones, pues slo as darn luego testimonio de la libertad de los hijos de Dios y mostrarn un verdadero espritu de gratitud y de espontaneidad. El recurso a diferentes tcnicas de presin que impongan a todos los nios sin distincin la confesin mensual, slo lograr infundir a los nios disgusto del sacramento y los inducir a alejarse de l tan luego abandonen la escuela. No se puede cifrar el xito en que todos los nios vayan a confesarse; el verdadero xito consistir en que lo hagan libremente y aprendan a tomar sus propias decisiones. Conviene que se percaten de que la confesin
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Las confesiones de seminaristas no es slo cosa de la escuela, sino que es un derecho y privilegio de los hijos de Dios responder libremente a la invitacin del Seor.
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Las confesiones de seminaristas Los seminaristas deben tener en gran estima la confesin frecuente, porque la recepcin de este sacramento indica en ellos el deseo de ponerse ms tilmente en el mbito del reino de Dios, profesando su gran sumisin a la ley de gracia. La confesin frecuente reanimar las iniciativas amortiguadas por el pecado venial y har al seminarista ms atento a su promesa de responder fervorosamente al llamamiento de Dios y a cada una de sus gracias. Los seminaristas tienen especial derecho a ser ayudados por un director espiritual que pueda animarlos en el camino de la santidad. Pero tampoco aqu debe haber presin legal ni una regla que obligue a confesarse cada semana, cada mes, o a un tiempo determinado. Dseles la oportunidad de confesarse durante las horas del da, pero sin forzarlos lo ms mnimo; ellos deben aprender a ser testigos de la libertad de los hijos de Dios. Aydeseles a apreciar la liturgia de los sacramentos, especialmente la liturgia de la penitencia, como gran don de Dios. La celebracin comunitaria del sacramento es ms apropiada para seminaristas, pero no deber inducir a depreciar la confesin individual. Tenemos especial obligacin de no obstruir su gratitud, el gran gozo pascual del sacramento, con un legalismo desacertado. A seminaristas escrupulosos se les aconseja generalmente no confesarse con demasiada frecuencia. Ya que se aconseja a los seminaristas que tengan un confesor fijo, al escrupuloso se le puede indicar que se confiese slo una vez al mes, o menos, segn los casos. Muchos muchachos tienen perodos pasajeros de escrpulos, de los que se librarn mucho ms fcilmente si se les dice que no se confiesen con demasiada frecuencia. El confesor puede incluso aconsejarles que aguarden dos meses hasta la prxima confesin, pero a la vez se les puede recomendar que hagan cada noche un acto de contricin y de profunda confianza en Dios. La celebracin del sacramento de la penitencia en el caso de los seminaristas va guiada por lo regular por dos aspectos del reino 331

Diferentes estados de vida de Dios: 1) hay que dejarse guiar por el espritu, por la ley de gracia, por la ley del Espritu con gratitud; 2) el segundo aspecto es el llamamiento del reino de Dios a la unidad: toda su vida ha de estar penetrada del espritu de respuesta a Dios, de generosidad para con la llamada de Dios, frente a toda gracia, y ellos mismos deben considerar toda gracia como dada con vistas a la formacin del cuerpo mstico, mediante el espritu de responsabilidad con generosidad y solidaridad. Adems, partiendo del verdadero significado del sacramento, debera subrayarse esto, de modo que aprendan a enfocar la totalidad de su vida en la perspectiva de la consumacin social de la salvacin, con espritu de libertad, de generosidad, y al mismo tiempo con espritu de responsabilidad para con Dios y con la comunidad.

El problema de la castidad de los seminaristas madurez de la personalidad es condicin de la castidad en cualquier estado de vida. La masturbacin es con frecuencia (aunque no siempre) indicio de un desarrollo retardado o detenido de la personalidad. La madurez tocante al desarrollo de la personalidad cierra la puerta al egocentrismo. La masturbacin es con frecuencia expresin de egocentrismo: sus vctimas no estn todava suficientemente abiertas a su prjimo y a Dios. -Si desean superar sus dificultades muchos tienen dificultades en este sentido sin ser por ello malos chicos deben esforzarse por alcanzar la madurez, la plena madurez de la personalidad, aspirando a una forma verdaderamente personal de vida de oracin, a una atencin verdaderamente vigilante a las formas en que pueden hacer bien a su prjimo: cmo pueden ser buenos camaradas, cmo pueden mostrar espritu de deportividad y de solidaridad en los juegos y ejercicios fsicos, y su responsabilidad en clase y en su vida cotidiana. Su aptitud para el sacerdocio no debe juzgarse slo atendiendo a este punto, especialmente en los seminarios menores; no se puede formar un juicio contra la vocacin por el hecho de que muchachos de 15 a 17 aos tengan dificultades tocante a la masturbacin. Un juicio sobre su aptitud para el sacerdocio slo puede formarse a la luz de la personalidad total; su vida de oracin, su reverencia y amor de Dios, su propensin a la liturgia, su participacin activa en la vida de familia del seminario, y su iniciativa. No es infrecuente sobreestimar la obediencia pasiva a los superiores. Con mucha frecuencia van parejas las dificultades en cuanto a la masturbacin y una gran pasividad, aparentemente gran docilidad en la obediencia. Algunos son obedientes porque no poseen voluntad propia. En la mayora de los casos de masturbacin, se trata de personas que desde nios han tenido la voluntad anulada, por lo cual son externamente obedientes evitan siempre las dificultades con los superiores y con los dems y cediendo al ms fuerte, ceden tambin a sus deseos sexuales. Por esto los confesores deben fijarse en esta clase de obediencia. Muchachos que a veces manifiestan voluntariedad, que muestran su incapacidad de comprender todas las rdenes de los superiores, dan mayor esperanza que los que son capaces de superar este problema. Si el confesor y todas las dems personas del seminario obran conjuntamente para
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El problema de la castidad de los seminaristas Lo que es verdad para todos los adolescentes y para todas las personas en general, se aplica mucho ms perentoriamente a los seminaristas. Me refiero a la necesidad de integracin de la propia vida: los problemas de la castidad no deben aislarse de la totalidad de la vida cristiana. Los seminaristas deben valorar la castidad en relacin con el celibato y el matrimonio. Conviene que se hagan cargo de que todava son candidatos a una u otra vocacin; todava no pueden estar seguros de su llamamiento. Por consiguiente, ambas cosas se les deben presentar, el celibato y el matrimonio, y de antemano deben aprender a respetar su propia sexualidad y los cuerpos de los otros, es decir, la persona de los dems. El sexto mandamiento y la insistencia corriente en su aspecto negativo deben enfocarse diversamente, acentuando la belleza y los grandes valores de la castidad a la luz del celibato con vistas al reino de Dios, y a la luz del matrimonio. Por ejemplo, el matrimonio debe presentarse como en el captulo quinto de la carta a los Efesios o como en el sptimo de la primera carta a los Corintios, a saber, en el sentido de que los casados han de tener libertad para trabajar por el reino de Dios, anlogamente a la libertad de los que no estn casados. Hay que mostrar lo primero de todo, que la
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Diferentes estados de vida quebrantar la voluntad de los estudiantes, slo para que sean obedientes y se conformen con una pauta, no se puede esperar educarlos para la madurez y es intil intentar destruir su hbito de masturbacin. A veces, esta clase de dificultades no se pueden resolver satisfactoriamente slo en el confesonario. Profesores y educadores deben ayudar con amabilidad a los muchachos, dejndoles libertad, educndolos para la iniciativa, etc. Claro que se dan casos en que muchachos de 16 a 18 aos se masturban frecuentemente y no cooperan con sus directores espirituales para vencer el hbito; entonces esto es seal de que no estn llamados al sacerdocio. En cambio, si cooperan y se esfuerzan por prestar servicios a los otros, tomando la iniciativa de crear mejor espritu en el seminario, procurando hallar maneras de hacer bien sin que se les haya ordenado, entonces podemos confiar que venzan tambin sus dificultades en este terreno. La falta de cooperacin no debe enfocarse solamente a la luz de sus dificultades presentes. Si a la sazn de entrar en el seminario mayor no da uno seales de dominar la masturbacin y al mismo tiempo no muestra buen carcter en otras cosas, el confesor deber aconsejarle que escoja otra vocacin o profesin. Si se hace hombre y viene a ser buen cristiano, todava se podr examinar la cuestin de si tiene vocacin al sacerdocio.

Eleccin de vocacin o profesin Iglesia. Como director espiritual puede hacer notar a los penitentes que lo que mejor responde a sus capacidades personales es tambin lo mejor para la Iglesia, pues cada uno debe hallar el nombre individual con que Dios lo ha llamado. El cristiano da su contribucin individual en orden a edificar el cuerpo mstico en su unidad y variedad. El confesor tiene razn de prestar atencin al reclutamiento de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa en general. Qu sera de los catlicos americanos sin las religiosas? Sera imposible el entero sistema de las escuelas catlicas. No slo faltaran escuelas, sino tambin un testimonio de la verdadera libertad de los hijos de Dios, de la generosidad, de la entrega total al servicio de Dios y del hombre. Por esto, un confesor debe hacer todo lo que est en su mano para promover vocaciones que Dios vaya preparando, aunque siempre con espritu de libertad. El concilio Vaticano n ensea que todos los cristianos tienen participacin en la vocacin de la Iglesia a una santidad cada vez mayor. Cada uno est llamado a la santidad. A la vez afirma el Concilio que cada uno tiene que desempear un papel especfico dentro de la Iglesia universal. Cmo podemos promover vocaciones? El primer esfuerzo no debe ir nunca encaminado a promover vocaciones a la propia orden o congregacin, al sacerdocio o a la vida religiosa. El primer esfuerzo debe ser el de educar cristianos que vivan no bajo la ley, sino bajo la gracia (Rom 6, 14). Los que viven bajo la ley, es decir, los legalistas que slo preguntan qu deben hacer para evitar el pecado, mortal o venial, no estn preparados para elegir una vocacin. Nunca comprendern la sublimidad y dignidad de una vocacin sacerdotal o religiosa ni tampoco entendern, verdaderamente la vocacin al estado matrimonial. Jvenes cristianos que en fecha temprana de su vida buscan en primer lugar lo que deben hacer para devolver a Dios todo lo que les ha dado, cmo pueden agradar a Dios y expresar espontneamente su gratitud por todos los dones que les ha otorgado, esas son las personas generosas que estn dispuestas a responder a la llamada del Seor. Una persona, a la que slo preocupa la cuestin de lo que ha de 335

Eleccin de vocacin o profesin Los confesores tienen el deber de ayudar a los penitentes en la recta eleccin de la vocacin, puesto que en ello est implicado uno de los juicios ms decisivos que tiene que hacer un cristiano, tanto para su propia salvacin como para el bien de la Iglesia en general. El confesor debe por tanto tener presente la salvacin de la persona en cuestin, su personalidad y el bien comn. La salvacin individual se ha de lograr en todo caso en el ambiente social. Cuanto ms se oriente el enfoque total de un cristiano a la realizacin social de la salvacin, tanto ms asegurada estar su salvacin individual. En el sacramento de la penitencia, el confesor representa a la
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Diferentes estados de vida hacer para evitar el pecado mortal, no es capaz de prestar odo al llamamiento de Dios. La invitacin de Dios al sacerdocio, y especialmente la vocacin religiosa, es un llamamiento a la libertad. Pero la libertad efectiva de los hijos e hijas de Dios comienza cuando uno se entrega totalmente a Dios y se deja guiar por el Espritu de Dios (Gal 5, 25). Puesto que el Espritu es nuestra vida, dejmonos guiar por el Espritu. ste es el gran principio de san Pablo y debe ser el motivo fundamental del cristiano, a saber, vivir bajo la ley de gracia, vivir conforme a las bienaventuranzas, acercarse cada vez ms al gran mandamiento: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Cuando se habla de vocaciones importa mucho hacer hincapi en la libertad de los hijos de Dios. Qu significa esta libertad completa? Significa, por ejemplo, que no hay autoridad humana, sea la de los padres o la del confesor, que pueda forzar a una persona a seguir esta o aquella vocacin. La libertad completa significa que una persona no tiene otro motivo o intencin que la de agradar a Dios. Tal persona reconoce los dones de Dios, la accin del Espritu Santo, las necesidades de su prjimo, como regla y medida de su vida. Cuando se habla de vocacin se incluye tambin, naturalmente, el matrimonio. El gran telogo protestante Karl Barth escribi en uno de sus volmenes sobre la dogmtica de la Iglesia (edicin alemana, m-4, p. 164) que la Iglesia catlica es sin duda alguna fiel a la Sagrada Escritura en su enseanza tocante a la virginidad, pero hace una aplicacin que olvidan muchos sacerdotes. El matrimonio puede ser una vocacin slo para los que saben que no estn condenados al matrimonio, para los que hacen su eleccin slo despus de haber reflexionado si es en el matrimonio donde pueden desempear mejor su papel con vistas al reino de Dios, o ms bien en el celibato. Slo despus de haber reflexionado con la intencin de hacer lo que Dios quiera, puede ser para ellos el matrimonio una vocacin. La predicacin de la virginidad en la Iglesia es una condicin para una buena vocacin al estado matrimonial, de modo que el matrimonio no sea slo una cosa terrestre, sino una vocacin, una funcin en la Iglesia. As, finalmente, no slo la vida religiosa, sino 336

Las confesiones de sacerdotes y religiosos el sacerdocio y el matrimonio deben incluirse tambin bajo el trmino vocacin. Adems, un cristiano influir ms en su ambiente si escoge una ocupacin o profesin en la vida civil poniendo la mira en la caridad. Dnde puede hacer ms por el bien comn y dnde puede desempear mejor su misin apostlica? Si todos los cristianos miraran sus ocupaciones o profesiones en las-esferas social y econmica como un servicio al bien comn, entonces nuestra sociedad entera sera mucho ms sana. Entonces tendramos suficientes vocaciones religiosas. Entonces se comprendera mejor la importancia de los sacerdotes y religiosos en la vida de la Iglesia. Hay que procurar que cada uno llegue a esta comprensin.

Las confesiones de sacerdotes y religiosos

Vista la importancia de los sacerdotes y religiosos en la vida de la Iglesia, los confesores y los directores espirituales deben adquirir conciencia de su especial papel en relacin con ellos. Deben dar generosamente su tiempo cuando se trata de aconsejar espiritualmente a sacerdotes y religiosos y de oir sus confesiones. Como estos hombres y mujeres consagran su vida entera al bien de la Iglesia, merecen que la Iglesia se cuide lo mejor posible de ellos procurndoles no slo buenos predicadores, sino tambin buenos confesores. Todo el que es responsable de oir confesiones de sacerdotes y religiosos debe prepararse con estudio y reflexin y preguntarse cmo podr cumplir de la mejor manera su misin. Los religiosos y sacerdotes deben ser testigos de la libertad de los hijos e hijas de Dios, y por tanto deben ser conscientes de haber sido llamados a la santidad en una forma tan sealada, que para todos los cristianos sean testigos del llamamiento de cada individuo a la santidad. E n la formacin de las conciencias de religiosos y sacerdotes merece consideracin la importancia de la obediencia al obispo o al superior religioso. Las crticas irreflexivas y poco caritativas de los superiores se les deben presentar como algo que corrompe la atmsfera divina, el ambiente de caridad que debe prevalecer. General337

Diferentes estados de vida mente, los confesores pueden ayudarles no slo con exhortaciones, sino tambin con penitencias. Una buena penitencia para los que gustan de criticar al obispo o al superior de la comunidad puede ser rezar un padrenuestro por l antes de criticarlo, pidiendo a Dios que sea criticado debidamente por amor de Dios mismo. Si, con todo, critican antes de rezar de la manera dicha, entonces debern rezar mucho ms por l y por s mismos; podr eventualmente suceder que se den cuenta de que ellos mismos tienen que convertirse los primeros. Ahora bien, el derecho de discernimiento corresponde a los cristianos tanto como a los que dan testimonio de la vida cristiana, a saber, los sacerdotes y los religiosos. Pueden con justo ttulo hacer esta pregunta: Procede nuestro superior francamente de acuerdo con el Evangelio, o tenemos la obligacin de hablar, de observar que no procede as? Quiz el superior se oponga al espritu de la nueva ley expresado en el sermn de la montaa, que contiene el entero espritu del Evangelio, el espritu de los consejos evanglicos. El Corpus Iuris Canonici que estuvo en vigor hasta el ao 1918, contiene un captulo especial de peccato taciturnitatis, en el que se inculca una debida correccin fraterna aplicada a los prelados. Se exhorta a los cristianos bajo pena de pecado a tener el valor de dar fraterna correccin a los superiores. Por ejemplo, si en nuestros tiempos difciles el obispo muestra una actitud vacilante con respecto a los decretos del Concilio, los cristianos de la entera dicesis, y otros obispos, deben con medios apropiados procurar hacerle caer en la cuenta del escndalo que est causando. stos son casos excepcionales. Pero no faltan sacerdotes y obispos que manifiestan este espritu de resistencia a la renovacin de la Iglesia y con ello causan gran dao a la Iglesia a la que quieren servir. Si las gentes se expresaran en las debidas ocasiones y los advirtieran acerca de esa actitud malsana y perjudicial, es probable que no cayeran tan fcilmente en ese error. Pero debemos tambin decirnos a nosotros mismos y a nuestros queridos colegas y hermanos que no hemos de considerarnos infalibles en todas las cosas, como si el obispo y los que lo rodean se equivocaran siempre. Especialmente en el sacramento de la penitencia es donde tenemos obligacin de
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Las confesiones de sacerdotes y religiosos formar las conciencias de los penitentes en esta materia. Aprovechar recordarles que deben reflexionar antes de formarse un juicio en todas las dificultades en que creen que ellos tienen razn y que los superiores se equivocan.AAs les ayudaremos a comenzar la crtica por s mismos. La formacin de la conciencia va ms all de la cuestin de la obediencia a los superiores y a la regla. Hay un aspecto ms importante que considerar. Ante todo, procuremos formar buenos cristianos. Esto significa enfocar las cosas a la luz de la plenitud de los tiempos, bajo la ley de gracia, usando hasta el extremo la oportunidad presente (el kairos), las oportunidades de hacer el bien ofrecidas por Dios, estando atentos y vigilantes. Con estas virtudes que se elevan tan alto y confieren tanta dignidad al Evangelio, los sacerdotes y religiosos se hacen testigos del tiempo de gracia, de la ley de gracia. Los sacerdotes y religiosos que sean nuestros penitentes se aprovecharn de la direccin en el examen de su conciencia a este tenor: He estado atento y vigilante tocante a la presente oportunidad de practicar la caridad perfecta? En la consideracin de tales materias, lo primero que habr que preguntarse puede ser esto: Cmo puedo yo expresar mi gratitud a Dios? Cmo puedo yo amar a mi prjimo como a m mismo? O uno puede atenerse al Nuevo Testamento, que dice que nos amemos los unos a los otros como Cristo nos ama. Luego pueden seguir los deberes de su estado: el sacerdocio y los quehaceres especiales que tienen que desempear el sacerdote, el religioso o la religiosa. No es infrecuente que sacerdotes, religiosos y religiosas olviden hacer un examen de conciencia tocante a sus deberes especficos por no hallar esto sealado explcitamente en el speculum conscientiae general. San Alfonso redact un Speculum Conscientiae para obispos y lo envi gratis a todos los obispos circunvecinos. sta es una regla fundamental para el confesor: ser ms positivo que negativo. Quiz sea muy oportuno recordar nuestras muchas obligaciones de seguir nuestra vocacin y los quehaceres que tenemos que desempear en el cuerpo mstico. A este objeto me permito recomendar la obra de Lebret y Suavet, El examen de conciencia para catlicos modernos.

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Confesiones de enfermos optimismo artificial. Este optimismo se refiere a la vida eterna y a la plena utilizacin de la oportunidad presente, aqu y ahora. Este optimismo sobrenatural se extiende a todas las facultades naturales y es una de las grandes fuerzas curativas. Uno est convencido de que todo est bien si lo acepta como venido de la mano de Dios. Y, naturalmente, una persona que tiene esperanza cristiana no es pesimista en cuanto a la posibilidad de- recobrar la salud. Tratndose de enfermos graves, el confesor har bien en informarlos de que no estn obligados a esforzarse desmedidamente tocante a la integridad de la confesin. Su esfuerzo resulta imposible debido a nuestro sistema de hospitales, donde diferentes personas comparten la misma sala muy cerca unos de otros. Pero aun caso que se hallen solos, su misma enfermedad les impide entrar en las materias con demasiados detalles. Es posible que aguarden a ser interrogados por el confesor. Ahora bien, slo lo haremos en el caso en que ellos mismos muestren tal deseo, pero ni siquiera entonces debemos perdernos en los detalles. Al cabo de un rato vale ms decirles que no se molesten en buscar lo que han olvidado. Cuando mejore su estado de salud podrn volver sobre los puntos importantes que no hayan confesado. Si un paciente est gravemente enfermo, una bsqueda detallada le perjudicar en gran manera. Para una persona que est gravemente enferma es una experiencia verdaderamente descorazonadora tener que confesarse y verse interrogada punto por punto haciendo un examen de conciencia conforme a los textos de Noldin o Tanquerey. Si el paciente ha mencionado algunos puntos esenciales de la vida cristiana, el confesor podr decirle que ya ha hecho un esfuerzo humilde y suficiente. A veces se hallan en tan triste condicin que tenemos que explicarles: Le basta a usted con hacer un acto de contricin que muestre que est usted arrepentido, que como humilde pecador delante de Dios desea que se le perdonen los pecados. Aunque no puedan hablar, oirn que esto es suficiente. En efecto, estn seguros de que las palabras del Seor Tus pecados te son perdonados son verdad en su caso y ellos no estn obligados a hacer ms de lo que pueden. Ser para ellos un consuelo oir esto formulado explcitamente. 341

Confesiones de enfermos Ya dejamos tratadas algunas de estas cuestiones cuando nos ocupbamos de la formacin de la conciencia en relacin con la responsabilidad por la salud. Todos y cada uno debemos consagrar nuestra salud al servicio del prjimo y todos estamos obligados a proteger la salud de los otros. Todos los que estn llamados a oir confesiones de enfermos deben convencerse de que la enfermedad es un medio especial de salvacin. A las personas enfermas se les puede explicar delicadamente cuan prxima est su situacin al misterio de la muerte del Seor, el misterio de la salvacin. Si aceptan generosamente esta explicacin, entonces estn prximas al misterio de la resurreccin. El confesor puede ayudarles a dar de todo corazn un s a su situacin presente. Esto se aplica aun si los propios enfermos son hasta cierto punto responsables de su mala salud o ellos mismos se han puesto en peligro. Lo que importa es aceptar la situacin como un llamamiento e invitacin a seguir a Cristo en sus sufrimientos, a hacer penitencia por s mismos y a hacer penitencia y dar satisfaccin por otros, a aprovechar hasta el extremo la presente oportunidad. Lo mismo se aplica a los que sufren de escrpulos o de algn gnero de neurosis. Hay que aceptar no slo la enfermedad del cuerpo, sino tambin la enfermedad mental o neurosis. Esta clase de enfermedad no se puede superar ni se puede recobrar la salud en sentido pleno si no se acepta el sufrimiento, la limitacin y la inquietud. Aceptar con amor su condicin presente ayudar al enfermo a hallar ms fcilmente sus posibilidades reales de hacer bien, de utilizar en forma constructiva lo que todava le quede de fuerzas del alma. Al tratar con los enfermos no podemos pasar por alto el papel de la esperanza cristiana. En la confesin debe el enfermo volver continuamente a este motivo: nada est perdido para quien ama a Dios. Todas las cosas redundan en provecho de uno e incluso son para su mayor bien si uno se entrega a Dios y pone su confianza en l. Debemos predicar un autntico optimismo acerca de la enfermedad, un optimismo nacido de la esperanza cristiana, no un
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Diferentes estados de vida Tenemos obligacin de avisar a los penitentes cuando se hallan en peligro de muerte? Esta cuestin la he tratado ms explcitamente en La Ley de Cristo, vol. m . Si los penitentes se hallan espiritualmente en bastante buena forma y han vivido como buenos cristianos, recibiendo los sacramentos, etc., el sacerdote no tiene necesidad de comunicarles expresamente la gravedad de su situacin. Tal deber incumbe a los padres, al cnyuge, a los hijos o a los parientes prximos, los cuales deben exponer la situacin al paciente con la mayor caridad. A veces, el confesor har bien en recurrir a su ayuda. Pero hasta el mismo diagnstico del doctor, segn el cual no hay ya ninguna esperanza, deja todava una puerta abierta a sta, pues al fin y al cabo, los mdicos no son omniscientes. Si los pacientes estn preparados para aceptar la enfermedad, lo estn tambin indirectamente para aceptar la muerte. No obstante, uno de los mayores quehaceres de los cristianos consiste en aceptar consciente y explcitamente la ltima llamada de Dios, la llamada a la suprema funcin sacerdotal del pueblo de Dios, la de unir su muerte con la muerte de Cristo. Un confesor tiene cierta responsabilidad de procurar que la persona enferma se haga cargo de que ha podido llegar esta hora. Por lo menos, en general, en medio de sus conversaciones, puede sugerir este pensamiento: Si Dios me llama, estoy dispuesto. Uno de los mayores consuelos del cristiano es el de ser capaz de decir esto. La cuestin se complica si la persona enferma no se da cuenta del peligro y se niega a confesarse. La tarea del confesor es entonces bastante ardua, por lo cual convendr que pida al Seor ayuda para hallar las palabras apropiadas. Con gran amabilidad podr abordar al paciente con estas palabras: Aunque slo haya alguna posibilidad de que pueda agravarse la enfermedad, sta ya es una razn suficiente para recibir los sacramentos. Una vez se hayan confesado podemos explicarles, con amabilidad y delicadeza lo que representa poder confiar en Dios; con ello podemos compensar el choque inicial que pudo ser nocivo para la salud. En todos los casos y tiempos debemos hacer esto con la mayor delicadeza y finura; sin embargo, podr llegar el momento en que podamos insistir ms. Pero si hemos hallado alguna persona que pueda hacerlo, si se puede contar con familiares prximos, vale
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Confesiones de enfermos ms que ellos se encarguen de esta tarea. A veces, sin embargo, tendremos que hacerlo nosotros. Entonces prestaremos uno de los mayores servicios de caridad si lo hacemos con amabilidad y delicadeza, procurando que la persona enferma se percate de que ha llegado el momento de prepararse para la respuesta final: Aqu me tienes, Seor.

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XXIII LAS CONFESIONES DE LOS ESCRUPULOSOS 1

La psicologa moderna nos ayuda a distinguir diferentes fenmenos, diversas ansiedades o dificultades, y situaciones patolgicas que antes se designaban como escrpulos. Es necesario que el confesor sepa distinguir por lo menos las principales formas de los llamados escrpulos. Puede haber un momento de despertar de la conciencia, en el que personas que anteriormente haban vivido a un nivel superficial con una falsa certeza o seguridad, se ven sacudidas por una vivencia profunda de temor, o de amor de Dios , de modo que por un perodo de tiempo pierden toda certeza y firmeza de conciencia, que antes haban tenido a un nivel superficial. En lugar de enfocar la situacin como patolgica, habr que ver ms bien en ella un sntoma de crecimiento, un tiempo en el que una persona necesita ser guiada hacia una inteligencia ms profunda de la llamada de Dios, que la aparte de una certeza superficial o de un temor malsano. Hay tambin escrpulos debidos a obsesin neurtica, la cual puede adoptar diferentes formas. Una de stas es la neurosis angustiosa. Puede tratarse de una angustia o ansiedad general, no limitada a un rea, una mera actitud de temor en general. Difiere del miedo por cuanto el objeto del miedo no se ha precisado, no se conoce. En cierta medida es esto resultado de vivencias de la infan1 Cf B HRING, La ley de Cristo, vol p 216-227 i, con un extenso captulo sobre este tema,

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Confesiones de los escrupulosos cia; por ejemplo, si un padre era cruel y tirnico, si castigaba al nio demasiado y con demasiada frecuencia, o si la madre mostraba ansiedad y temor frente al padre. Semejante clima familiar da con frecuencia lugar a vivencias psicolgicas que atribuyen tales caractersticas a Dios mismo, imaginando un Dios que est al acecho para cogerle a uno en cualquier fallo y juzgarlo merecedor del infierno. Esta imagen de Dios, hondamente grabada en la persona escrupulosa como resultado de una vivencia terrorfica en relacin con el padre, es prolongada por el catequista, por el sacerdote, y luego por el confesor que dice: Eres la mejor madera para el infierno. Tras una confesin ansiosa, excitada, en la que el penitente escrupuloso exagera siempre su situacin, nada puede aprovecharle ms que presentarle la imagen de Cristo como el buen pastor, como imagen del Padre celestial. El confesor debe de hecho representar la comprensin y amabilidad de Dios; la entera celebracin del sacramento de la penitencia es la proclamacin de la bondad de Dios. Pero el confesor debe ayudar tambin a estas personas a comprender ms profundamente el origen de su inquietud y a resolverse a aceptar el sufrimiento, aunque haciendo a la vez lo que puedan para cambiar la situacin. A menudo la ansiedad va de la mano con una obsesin fijada en un rea determinada. Entonces el problema resulta psicolgicamente muy difcil y muy diferente del anterior. Hay tambin gran diferencia si la ansiedad se fija en un mandamiento capital, como, por ejemplo, en la caridad, en la correccin fraterna, en la castidad o en la veracidad. Nos hallamos con un alma que desea lo esencial, pero la educacin se ha centrado obsesivamente en un punto y se ha convertido en exclusivismo. La insistencia excesiva en una obligacin o en una virtud tiene de rechazo un efecto morboso en las emociones, causa presentimientos ansiosos con respecto al futuro y perturba la entera vida afectiva. En gran medida puede considerarse esto como un problema de integracin, de cmo ayudar a tales personas a hallar su libertad, su gozo en otras reas. Hay que ayudarlas a hacer el bien que puedan en otras materias y decirles que durante algn tiempo no deben prestar tanta atencin a este punto. Cuanto ms fijen la atencin en este punto, tanto ms obstruccin hallarn y tanto ms contrahecha quedar su vida entera. 346

Confesiones de los escrupulosos Si lo que les preocupa es el sexto mandamiento, esto, juntamente con la ansiedad, puede ser causa de continuas tentaciones e inquietudes. Aydeseles a aceptar su cruz, y al mismo tiempo a aprender a desarrollar sus energas y a actuar su potencial en otras reas, especialmente en la de la caridad fraterna. Pueden concentrarse en el deseo de procurar alegra a otros. Muy diferente de esta neurosis angustiosa' es la escrupulosidad neurtica obsesiva. Con mucha frecuencia se trata aqu de ansiedad por quisquillas legalistas. Esos tales desean a veces en lo ms hondo de su alma aparecer como personas de conciencia, y en realidad lo son, por ejemplo, tocante al ayuno eucarstico, negndose a recibir la comunin si han faltado por un minuto al ayuno prescrito por la ley. Una vez el padre Cappello, profesor de la Universidad Gregoriana, dio una conferencia en la que dijo que la ley del ayuno deba interpretarse humanamente, y que no haba que estar mirando al reloj para estar seguros de que se haba cumplido el tiempo exacto prescrito para recibir la comunin. Despus del padre Hrt insisti en su conferencia en que una hora tiene 60 minutos y un minuto 60 segundos, y que si falta un segundo, sencillamente no es una hora. Naturalmente hay que tener verdadera voluntad de hacer un sacrificio, pero no la obsesin por los segundos que tienen algunos. La escrupulosidad neurtica obsesiva puede amargarle a uno la existencia en cantidad de casos. El neurtico obsesivo preferir morir antes que comer carne en un viernes de cuaresma, aunque est invitado a comer en casa de un buen amigo protestante que no recuerda o que ha olvidado la legislacin eclesistica relativa a la cuaresma. Esta clase de escrupulosos se negarn a comer carne, aun sabindoles muy mal el afligir a unos amigos. Son puntillosos en la observancia de la ley. No tienen ojos para ver las consecuencias morales fundamentales si stas no les son propuestas en forma legal. Si parecen olvidar los valores y preceptos morales esenciales, esto se debe a su cortedad de vista resultante de no fijarse ms que en las reglas y preceptos definidos con precisin matemtica. En muchos casos, el individuo ha ido crendose progresivamente esta estructura psicolgica mediante repetidos refuerzos causados por una formacin legalista.
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Confesiones de los escrupulosos Otra forma de obsesin neurtica es la tendencia a estar seguros de s mismos. Se trata de obsesivos compulsivos, los del ciento por ciento, los perfeccionistas. Una persona de esta clase est constantemente excitada, se acuerda del 100 % en un rea y olvida el 99 % en otras. No aspira a la perfeccin y al progreso cristianos; slo quiere ser exacta en cosas pequeas, especialmente si la formacin religiosa y moral ha insistido demasiado en ellas. Su naturaleza entera est orientada as, y las condiciones psicolgicas le ayudan en el mismo sentido. Esto se convierte en una forma verdaderamente legalista de escrupulosidad, que difiere mucho de otros tipos de escrpulos que sienten almas verdaderamente nobles sobre los deberes y responsabilidades que pueden compartir con otros. El escrupuloso limitado en forma legalista no piensa siquiera en que la gran virtud del cristiano es la de ser vigilante, de atender a las oportunidades presentes y utilizarlas hasta el extremo. Se detiene en sus pensamientos. Se requiere educacin y mucha paciencia para hacerlo volver a los primeros pasos, a enfocar el examen de conciencia de esta manera: he sido vigilante, he aprovechado las grandes oportunidades, he sido comprensivo y sensible con mis prjimos? He procurado ayudarles para su propio bien? Puede haber tambin una escrupulosidad de compensacin, o, como lo califica la moderna psicologa, casos de reaction jormation. Tal escrupuloso siente la necesidad de cumplir el gran mandamiento del amor de Dios y del prjimo, pero1 cuando se enfrenta con una situacin real de la vida cristiana, es infiel. Faltndole humildad para aparecer pecador a sus propios ojos y a los de sus semejantes, cae en extremos, en detalles insignificantes del derecho cannico; est obsesionado con unas pocas cuestiones de la ley o de la regla religiosa. Ms o menos inconscientemente puede ocultar su falta de conciencia tras su personalidad escrupulosa. Todas estas formas de escrpulos tienen hondas races en vivencias de la primera infancia, en irremediables disposiciones psicolgicas o en la errada instruccin moral recibida de un maestro o confesor de mentalidad legalista. Es importante distinguir las diferentes formas de escrpulos. Si no nos sentimos a la altura en este particular, si nos creemos incapaces de hacer las distinciones necesarias, es recomendable que enviemos al penitente a un confesor
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Conclusin especialmente versado en el manejo de tales casos. En casos verdaderamente intrincados, el penitente puede necesitar el tratamiento de un psiclogo de profundidades o de un psiquiatra. Una autntica praxis conjessarii, en la que el confesor ve la debida jerarqua de valores, en la que ante todo proclama la paz de Dios, en la que dirige toda la atencin del penitente a Dios y le ayuda a liberarse del egocentrismo, tiene en s gran poder curativo. Uno de los grandes escritores espirituales protestantes, Tersteegen, estaba convencido de que el constante ocuparse de s mismo pone a la persona enferma, y de que la salud se restablece mediante la contemplacin de Dios y el inters por el prjimo. En todo caso, iba por una senda ms segura que los confesores y directores de almas que tienen a sus penitentes constantemente ocupados consigo mismos. La formacin de la conciencia mediante el gran mandamiento del amor de Dios y del prjimo ayuda a las personas a aceptar sus sufrimientos, a hacerse cargo de sus limitaciones, a hallar, paso a paso, sus reales posibilidades de libertad. Si el confesor, adems de haberse asimilado el Evangelio del buen pastor, tiene profunda penetracin psicolgica, puede hacer mucho bien. Por ello debe procurar adquirir una buena formacin psicolgica.

Conclusin La teologa y las ciencias modernas nos proporcionan variadas y valiosas convicciones. Sin embargo, el conocimiento slo nos sirve para transmitir el mensaje de paz si somos hombres de fe y amamos a las personas con quienes tenemos que tratar. No hemos sido enviados para analizar casos, sino para dar testimonio del amor misericordioso de Dios. Por consiguiente, la fe y el amor es lo que capacita al confesor y lo obliga a percibir y a cumplir su papel y a conocer a las personas a quienes es enviado. El confesor, como mensajero de paz, no ocupa el primer puesto; ha de ser ms bien como Juan Bautista, que con toda su existencia sealaba a Cristo y manifestaba su amor. Cristo mismo es quien por los ministros de la Iglesia proclama la paz y da a conocer el amor misericordioso del Padre celestial. l es quien con su 349

Confesiones de los escrupulosos

paz trae el orden del amor y de la justicia. Slo su ley que da vida puede librar al hombre de la esclavitud del pecado. La suprema funcin del confesor consiste en ocultarse l mismo tras la persona de Cristo, en conducir al penitente a la profunda experiencia de que se encuentra con Cristo mismo, que le pregunta: Me amas? y le da la paz. Y con esta paz viene la invitacin: Ven y sigeme. Entonces comprender mejor el penitente lo que significa ser invitado por el Seor a ser su discpulo y amigo y a dar as prueba de una vida semejante a la de Cristo, mediante el cumplimiento del gran mandamiento en todas las cosas, en todas las situaciones que piden que se ame al prjimo como Cristo nos ha amado a nosotros. El amor del Seor vivido en el sacramento de la penitencia es un amor redentor. El confesor que est penetrado del amor redentor de Cristo, puede, con profunda gratitud y con gran humildad, comunicar este amor redentor. El amor redimido puede conducir a la experiencia del amor redentor de Cristo. Todas las dems cosas deben verse a la luz esencial de Cristo, de su admirable presencia, de su poderosa palabra, y del nuevo camino que nos prepara, de la nueva vida que abre delante de nosotros.

APNDICE

CELEBRACIN COMUNITARIA DE LA PENITENCIA Y DE LA PAZ

1.

Procesin de entradaHimno de entrada. El celebrante y los asistentes avanzan hacia el altar; reverencia al altar; luego van a sus respectivos puestos en el santuario. PRESIDENTE: A Aquel que nos ama y nos redimi de nuestros pecados por su sangre, que nos llam a la penitencia y a la paz para que seamos un reino de sacerdotes ante Dios, nuestro Padre, sea dada gloria y poder ahora y por siempre.
TODOS: Amn.

PRIMER ASISTENTE: Te ruego, padre, tu bendicin. PRESIDENTE: El Seor est en tu corazn y en tus labios para que debidamente confieses todos tus pecados juntamente con nosotros. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espritu Santo.
TODOS: Amn.

2.

Primera lectura: Libro de Daniel, 9, 3-19. Conveniente examen de la conciencia segn las especiales necesidades de la comunidad. Despus de cada pregunta repiten todos: Ten misericordia, Seor, porque hemos pecado. El coro canta el salmo 50. Tras cada versculo repiten todos: Ten misericordia, Seor, porque hemos pecado.

3. 4.

Segunda lectura: Jn 21, 15-23 (u otro Evangelio sobre el poder de Cristo de perdonar los pecados). Homila. Servicio de arrepentimiento. TODOS: Seor, abre mi boca para que te alabe en humilde confesin; infunde en mi corazn un nuevo espritu.

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Apndice
PRESIDENTE: Hermanos y hermanas: Nosotros somos culpables no slo con Dios, nuestro Padre, y con nuestro Seor Jesucristo, por haber despreciado la gracia del Espritu Santo, sino tambin con la comunidad de la Iglesia. Por nuestros pecados se ha enfriado el amor en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. As pues, confesamos nuestros pecados ante Dios y ante cada uno de nosotros. TODOS: Yo, pecador, me confieso a Dios... (Despus de las palabras por mi grandsima culpa, una pausa para el examen individual de la conciencia.) Por tanto ruego... Confesiones individuales. Todos los que desean confesarse se dirigen a un sacerdote, a su eleccin. No se usa forma introductoria. Conforme a la legislacin litrgica del pas o de la dicesis, el sacerdote da la absolucin individual o (antes de dar la absolucin ms solemnemente) dice: La paz del Seor sea contigo. 6. Proclamacin solemne del perdn y misin de Dios. Uno de los celebrantes puede cantar el prefacio de la Liturgia de la reconciliacin del Pontificle Romanum (Publica reconciliatio peccatorum feria quinta in Coena Domini).
TODOS LOS CONFESORES REZAN JUNTOS:

5.

NDICE ALFABTICO

El Dios todopoderoso tenga misericordia de vosotros... El Dios todopoderoso y misericordioso os conceda La pasin de nuestro Seor Jesucristo. Todos los sacerdotes que han odo confesiones dan juntos (si lo permiten las reglas diocesanas) la absolucin en la forma corriente. Tercera lectura: Evangelio segn san Lucas 5, 11-33 (o: Mt 9, 2-8; Mt 18, 22-35). Breve homila para alabar a Dios. Todos cantan: Padrenuestro... PRESIDENTE: Se os perdonan los pecados; vuestra fe os ha salvado; id en paz. Vuelta de la procesin.

7.

Abnegacin 180-182 Aborto 126 132 213-217 Abreaccin (Po xn) 115 Absolucin 79-87 condicional 84-85 condicin para la 81 diferir la 85-86 en lengua verncula 21-22 general 37 recusacin de la 85-86 172-173 sentido de la 86-87 Abstinencia 181-182 186 257 262 Actitudes 147-157 151 aspectos sociales 193-194 de contumacia 147 vase motivos Adulterio 62 82 116-118 130 245 247 Agapeico 62 Agresividad 194 Agustn, san 34 71 117 138 148 153 166-167 170 Agustinianos 138 Alfonso, san 25 58-60 101 123 160 169-170 260-261 262-263 266 Ambiciones 295-298 Ambiente, visin cristiana 90-95 301303 316 contaminacin del 293-294 313

familiar 198-199 mejoramiento del 131-135 156-160 202 299-303 308-310 viciado 94 141-142 285-286 297299 Amor al prjimo 185s enemigos 189-192 humano 186-188 redentor 187-188 signos 186-187 violaciones del 191s Animar 52 80 Anticonceptivos 193 241 255-256 265 diafragma 261 la pildora 266-270 Anuncios 277-278 Apostolado 93-94 Arrepentimiento 45 54 67-70 155 168 Atmsfera divina 91 216 296 308 renovacin de 304-305 311-312 Atricin 68-70 Autoridad, actitud hacia la 196 200201 valor de la 92 Baile 99-100 Barth, K. 336 Bautismo 43 113 315 Bebida 105-106 220 296

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353

ndice alfabtico Boda, confesin con ocasin de 81 Bombas 210 Bovet, Theodor 240 Buenaventura, S. 138 Caridad 168-170 fraterna 64 72 185-194 288 ocasiones contra la 96-97 Caruso, I. 270 Casti Connubii 261-262 Castidad 225-270 actitud positiva 225-226 conyugal 163-164 255-258 obligaciones 226 ocasiones contra la 97-103 ofensas contra la 227-230 seminaristas 332-334 Celebracin (sacramento) 20 43 94 156 171-172 292 309-310 comunitaria 24 27 34 35-37 121 156 303-305 311-312 concelebracin 30 rito comunitario 351-352 Celibato 226-227 Cine 142 Comadronas 104 Compensacin oculta 279-280 Comprensin 75 Comunidad, abierta 201-203 cvica 202-203 internacional 209 Comunin, frecuente 321-322 Comunismo 205-206 Conciencia, significado de 137-140 el juicio de 143 examen de 121 152 167 192 299300 302 305 Concubinato 82 106 108 Conferencias episcopales 65 Confesin de devocin 316 322 general 323-325 individual 28 integridad de la 113-116 354 Confesor, funcin del 15-17 39-49 Conformidad 56-58 93 200 Connell, F. 130 Continencia 256-257 261 262 265 Contracepcin 268 Contricin 67-70 144-145 150 Control de la natalidad 131-134 159 208 252 256 258-261 262-270 Conversin 171 315-321 Cortesa 124-125 Crecimiento, ley del 52 54-56 60-61 73-78 81 169 188-189 316-319 Cuestiones raciales 203-204 274-275 Culpa 40-41 166 214 Charladuras 282 Delincuencia 197 De Meo, padre 59 Derechos civiles 96 204-205 Diafragma 261 Diakonia 295 Diezmos 272 275-277 Difamacin 83 Direccin espiritual 117 169-170 320321 Discernimiento, signos de 142 Discrecin 201 Divorcio 195 312-314 Docilidad 56 Dominio de s mismo 194 257 Dones individuales 141 Drogas, aficin a las 199 Ecumenismo 207 Educacin 195-201 253 Educacin, inconsecuencias 195-1% Egocentrismo 46 142 256-257 272273 294 316-317 333 Egosmo 272-274 Enemistad 73 Enfermedades venreas 246 Enfermos, confesiones de 221-223 340-343

ndice alfabtico Enmienda, propsito de 70-75 89 150 305-306 valoracin del propsito 71 s Epikeia 63 Equiprobabilismo 59 Error de identidad 111 Escndalo 193-194 Escrupulosidad 124 318 331 en la confesin 345-350 formas, ansiedad 345 obsesiva 347 obsesivo-compulsiva 347-348 obsesin neurtica 345-346 legal 121 Esperanza, virtud de la 161-167 186 316s Espa 211-212 Estalinismo 205 Estupro (violacin) 62 215-216 tica cristiana 62 126 tica de situacin 62-63 101 Eucarista 23 173 300 318-322 Examen de conciencia 124 Excesos 296 Excomunicacin 216 311 Exhortacin 43 54 55 70s 84 161 Falso testimonio 282-283 Fe 67 143 155-160 164 186 conocimiento de la 156 ocasiones contra la 95-96 sacramento de 24 155 156 Flechter, J. 62-63 101 Fornicacin 116 117 240-245 Frankl, V. 270 Fraude 96 Freud, S. 239 Fumar 219-220 296 Generosidad 56 Gide, A. 233 Gracia, ley de 41-44 319-320 Guerra, caractersticas 209-212 Hbito 165 Harakiri 211 Hausherr, I. 301 Hermano y hermana, vivir como 108111 Hipocondracos 222 Homicidio 214 Homosexualidad 230 Honestidad 277-279 Huber, padre 180 Huelga 273 Humanae vitae 251 254-255 258 263266 Humildad 51-54 70 144 155-156 189 Hrth, padre F. 176 Ignorancia invencible 52 58-61 84 216 Impaciencia 308 Impuestos 276-279 Incontinencia 165 Inquisicin 22 24-25 47 128 Integracin 203-204 273 Integridad, formal 114 125 material 113-114 119 123s Interrupcin del acto conyugal 261263 Ipsacin 230-237
Juan XXIII 145 172 205 274

Jernimo, san 219 Jurar (blasfemar) 165 182-183 Juridicismo 57-58 177 Justicia 271-280 conmutativa 273 ocasiones contra la 96-97 social 204-205 210 275-280 Juventudes Obreras Cristianas 127 Kairos 14 23 140 291 Kerygma 21 Khrushev, N. 210 Kolbe, padre 212

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ndice alfabtico Legalismo 40 44 47 57 63 161 165 176 Lehmkuhl, A. 48 Le penthos 301 Lewiss, C.S. 178 Ley natural 62-63 Libertad 55 142 195 321 del pas 210 falta de 82 moral 149 165-167 181-182 Limosna 187 Liturgia 14 19-20 35 41 46 67 69 172-173 176 311-312 Lw, padre 21 Lumen Gentium 152 159 161 206207 Madres solteras 193 Madurez 65 92-93 141 197 321 falta de 230-238 240-241 333 Maledicencia 287 Masturbacin 40 116 117 162-163 164 229 237 333-334 Mater et Magistra 275 Matrimonio 226-227 234 241-243 245 247 invlido 107-111 mixto invlido 111-112 314 pecados en el 247-266 santidad del 226 240 243 Mediocridad, sacerdote y religioso 193 Medios teraputicos y salud del cuerpo 270 Meditacin, necesidad de 143 Mentira 283-287 contra la unidad de la Iglesia 283284 de los nios 286-287 por flaqueza humana 285-286 Misa dominical 83 173-179 Moralismo 39 43 58-59 61 150-151 165-166 Moral nueva 63 356 Mortificacin 180 Motivaciones 68-69 93 139 147-148 154 170 242 245 Movimiento de los cursillos 160 Necking 98 237-239 Newman, J.H. 60 Nios, confesiones de los 327-331 Noldin, H. 341 Noviazgo 100-103 242-243 Obediencia 200 ciega 92 196 Objetores de conciencia 210-212 Obras serviles 179-180 Ocasin de pecado 89s el empleo como 103-104 prxima 89 relatividad de la 89 voluntaria 90 Occasionarii 81 Odio 73-74 274 Onanismo 261-262 Opiniones 297 vase opinin pblica Opinin pblica 131 134 206 210211 254 Oracin 71 72 75 143 como penitencia 307-309 Organizaciones masnicas 96 Orgasmo 228 Ottaviani, cardenal 176 Pablo vi 172 264-266 270 295 Pacem in Terris 275 Paciencia 58 65 82 167 204 Parcialidad 203-204 Paternidad 247-248 250-254 responsable 252-255 Patriotismo 203 Paz 274 Pecado interno 129-130 Penitencia 29-30 319-320 Penitencias 75s

ndice alfabtico funcin de las 306 310 imposicin de las 75-77 244 Periodismo 206 Petting 98 118 237-239 Pildora, la 266-270 * Po x 158 Po xi 258-261 Po xn 115 232 258 268-269 Planeamiento pastoral 65 Pluralismo 299 Polticos 206 Poluciones nocturnas 235-236 Pontificle Romanum 32 293 Pragmatismo 62 Praxis Confessarii 16 22 24 26 58 155 169-170 266 349 Preguntas 125 128-132 Preservativo 117-118 261 Presin social 80 Probabiliorismo 59 Procusto 56-57 Promesa del penitente 105-106 Promiscuidad 62 101 240 Prostitucin 119 Psicologa 39 44 65 72 118-119 128 165-166 217 Psicosomtico 217 Psicoterapia 40-41 Recidivi 81 Reconciliacin, personal y comunitaria 32-33 Relaciones interpersonales 195s cvicas 202-205 familiares 195-202 Relacin sexual 118 240-244 249-252 Religiosa penitente 64 Religioso, confesin del 323 337-339 Renovacin 172-173 306s litrgica 31 ls Respeto 200-202 Responsabilidad 55 142 241 251 253 274 educacin de la 195-196 199-200 357 en el apostolado 135 internacional 205-206 personal 92-93 156 social 195 202-203 217 274-275 293 298 Restitucin 279-280 Restriccin mental 288-289 Ritmos naturales 267 Sacerdote penitente 64 confesin del 322 337-339 Sacramentalismo 17 Salud 216-220 Salud del cuerpo 270 Sarx 294 Satisfaccin de s mismo 52 Segregacin 203-204 Semen, prdida de 257-262 Seminaristas, castidad 332-334 confesiones de 331-334 Sexualidad 132 213-216 225s 257 extramarital 241-242 jugar con la 229 233 premarital 102-103 241-243 Sinceridad 283 Sindicatos 273 Sociologa 39 65 132 Sodoma 125 165 Solidaridad 17 30-37 61 141 186 296300 303 Soloviev, W. 116 Sospechas 191 Stalin, J. 289 Stern, K. 213 Sueo 220 Sufrimiento 161 221-22 Suicidio 211 Supersticin 183 Synteresis 137 140 Tanquerey, A. 341 Televisin 142 197-198 Testimonio de fe 94 204 Toms, santo 151 280

ndice alfabtico
Toms de Kempis 221 Tomistas 138 Trento, concilio de 29 71 117 166 318-319 Utilitarismo 62 Valores 93 196-200 jerarqua de 92 sentido de los 196-198 Vaticano n, concilio 22 172 206-207 247 254-255 258 260-261 300 Ventas de segunda mano 277 Verse, el 97-99 Vctor, H. de S. 49 Vida familiar 157-160 202 Vigilancia 56 141 143 253 Virginidad 336 vase castidad, celibato Vocacin 198-199 334-337 Voto 203-274 Weizsacker, V. 270

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