El Sentido Del Mundo en El Siglo Xxi

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EL SENTIDO DEL MUNDO EN EL SIGLO XXI

UNA NUEVA CIENCIA Y UNA NUEVA MIRADA

JOSÉ APARICIO

1
EL SENTIDO DEL MUNDO EN EL SIGLO XXI
UNA NUEVA CIENCIA Y UNA NUEVA MIRADA

JOSÉ APARICIO

SUMARIO:

Estas páginas versan sobre la condición humana. El malestar en la cultura radica


en nuestra inquietud espiritual. Hay que reencantar el mundo, tomando a la ciencia
contemporánea como inspiración. Si el arte iba por delante, hoy es la ciencia la
que suministra las metáforas más útiles, para un mundo interdependiente, en el
que la conciencia ostenta un papel fundamental. Se está consolidando un nuevo
estilo de vida en el que destaca la importancia del desarrollo personal y de una
nueva ética y sensibilidad ecológica. El universo consiste en flujos de información
y los algoritmos electrónicos, que integran la llamada inteligencia artificial,
pueden llegar a superarnos, lo que nos fuerza a repensar qué somos y qué nos hace
humanos.

PALABRA CLAVE:
Metáforas de la ciencia y conocimiento

SUMMARY:

This work is about the human condition. The malaise in the culture lies in our
spiritual restlessness. The world must be reenchanted, taking contemporary
science as inspiration. Art was ahead, but today science provides the most useful
metaphors, for an interdependent world, in which consciousness plays a
fundamental role. A new lifestyle is beginning to be implemented, in which the
importance of personal development and a new ethics and ecological sensitivity
are highlighted. The universe consists of information flows. In that context, the
electronic algorithms that integrate the so-called artificial intelligence can
overcome us, which forces us to rethink what we are and what makes us human.

KEYWORD:
Metaphors of science and knowledge

2
A mi amigo Pepe Rebollo

Todo lo que vamos a tratar está en los libros. Tanto en los contemporáneos de
ciencia, como en los sagrados de todas las épocas. En el bien entendido de que los
auténticos textos sagrados son los de los grandes autores. Filósofos como los griegos,
escritores como Dante, músicos como Beethoven y, desde luego, científicos como
Einstein.

Porque, como vamos a sostener, hay una comunicación profunda entre el arte y la ciencia,
entendida esta como una gran obra literaria. La misma teoría cuántica, como el Corán, la
Biblia o los Vedas, está abierta a multitud de interpretaciones.

El arranque de cualquier reflexión, como el de cualquier obra de arte, está en el hecho


incontrovertible de que el ser humano posee un permanente estado de insatisfacción, una
corriente subterránea de desasosiego que nos condiciona y nos hace ser como somos.

La constante del sufrimiento, por la que apareció el Buda, está en el base de nuestra
condición. Sus raíces han estado históricamente relacionadas con el hambre, la guerra y
la enfermedad y han dependido de todo tipo de causas materiales. Sin embargo, desde la
aparición de la inteligencia, la fuente primordial del malestar que nos condiciona, radica
en nuestra inquietud espiritual.

La actitud de un ser humano ante las grandes preguntas, marca profundamente la calidad
de una vida. Sentimos que aun “cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan
recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han rozado en lo más
mínimo”1.

Las grandes tradiciones espirituales, desde hace miles de años, han explicado la relación
profunda que conecta todo lo que existe y señalado que la sensación de sentirse separado
de ese origen común, es la causa del malestar.

La aparición del ego y la consecuente defensa irracional de todo lo mío, ocurrió


enseguida, ya en los albores del homínido inteligente que somos. Muy pronto, marcamos
el terreno para diferenciarnos del resto del mundo y hacer de lo nuestro un universo
propio, para el que los demás tienen una importancia relativa. Sin embargo, lo cierto es
que se nace sin ego, se construye el ego para poder salir adelante en la vida y, finalmente,
se muere más allá del ego.

En definitiva, nos pasamos la primera parte de la vida construyendo un ego fuerte con el
que tener éxito y, después de alcanzar un mínimo de madurez y de serenidad, empleamos
la segunda parte de la vida intentando trascenderlo. Sin embargo, más allá del yo
superficial, de la máscara que configura la sociedad, existe un yo profundo, que está hecho
de la misma esencia que permite ser a todo lo que existe. Es el lugar en el que la conciencia
toma razón de sí misma. “Un yo profundo que no equivale al individuo, sino que es
siempre el mismo en todos”2.

1
Ludwig Wittgenstein, “Tractatus lógico-philosophicus”, 6.52, Alianza editorial (2009), página 131.
2
Mónica Cavallé, “La sabiduría recobrada”, (2009), página 110. También en “El arte de ser” (2017),
página 78.

3
La prevalencia de uno u otro yo en cada uno de nosotros está en relación directa con cuál
sea nuestra disposición ante la apariencia del mundo. La actitud contemporánea se puede
resumir en dos posturas. La de quienes sostienen que no existe nada más que lo que
podemos ver, como Woody Allen cuando afirma “Detesto la realidad, pero es en el único
sitio donde se puede comer un buen filete”3, y la de otros, como Fernando Pessoa, para
quien un ser humano no se da cuenta de que hay algo entre él y la luz, como un insecto
que se estrella contra el cristal de una ventana. El hombre de genio, el poeta, logra romper
de algún modo el cristal y siente la alegría que produce poder ver y “conseguir estar un
poco más allá”4.

Detrás del teatro del mundo, están las cosas con su “secreta evidencia”, lo que ocurre es
que no las apreciamos porque estamos permanentemente sometidos al incesante parloteo
de la mente. Por eso, hay que servirse de la razón que encarna el pensamiento científico,
para intentar reencantar el mundo, para comprender, en base a argumentos, la
interconexión de todo lo que existe.

Intuimos que lo real está ahí, pero no lo vemos. Y esa intuición comporta ya una actitud
mística. Místico en su sentido etimológico, de mirar hacia dentro, porque toda la
antigüedad consagra, de manera rotunda, que dentro de cada uno de nosotros está el
secreto de todo.

Aunque la experiencia requiera una especial sensibilidad y haya personas poco dotadas
para ello, como el mismo Stephen Hawkins que despachaba la mística como “una especie
de fuga para alguien que no sabe suficientes matemáticas”.

Hablamos, sin embargo, de la mística como culminación del espíritu crítico. Pues, aunque
no todos los escépticos son místicos, todos los místicos son escépticos. Como Sócrates
saben que no saben. Aunque, claro, saber que no se sabe ya es una importante forma de
conocimiento y de camino para tenerse en pie 5.Siempre cabe alcanzar una cierta
experiencia mística, musical, poética o estética de cualquier tipo que quizá se convierta
en una experiencia real.

Las razones por las que no sabemos ver, por las que no captamos el fondo ni el aroma de
las cosas, son diversas. Nuestro condicionantes sociales y nuestra propia genética, los
memes y los genes, son dificultades para abstraernos del mundo de las apariencias.

3
Woody Allen, Vanity Fair, 4 de enero de 2011. Insistir en que solo existe lo que vemos es un criterio muy
reiterado en la obra de Richard Dawkins, por todos “Evolución”, Espasa (2008). Otros autores
contemporáneos de prestigio se manifiestan de forma parecida, como Daniel C. Dennett, “La evolución de
la libertad”, Paidós (2003) o Steven Pinker, “La tabla rasa: la negación moderna de la naturaleza
humana”, Paidós (2002).
4
Fernando Pessoa, “Diarios” (2009), página 3. En línea con esta postura se han pronunciado, también,
relevantes científicos en diferentes campos, entre otros el médico, genetista y líder del Proyecto Genoma
Humano, Francis S. Collins en “¿Cómo habla Dios?, Temas de hoy (2007), el físico teórico Fritjof Capra
en “Las conexiones ocultas”, Anagrama (2008), el físico teórico Peter Rusell en “Ciencia conciencia y
luz”, Kairós (2005) o el psiquiatra Stanislav Grof en” El juego Cósmico”, Kairós (2009).
5
Salvador Paniker, “La vanguardia”, 14/09/2005. El comentario es una idea recurrente en su obra, por
todos “Adiós a casi todo” Random House Editorial (2017), página 12.

4
El cerebro tiene un millón de años de evolución y para aprender a ver hemos hecho de
todo. Nos hemos flagelado, hemos ayunado, nos hemos aislado, hemos inventado los
monasterios y los conventos 6.

Los intentos han ido siempre orientados a conseguir una transformación del estado de
conciencia mediante sonidos, bailes y sustancias diversas, desdé el centeno al peyote o al
LSD. Desde los rituales de los misterios egipcios y griegos hasta el movimiento hippy.

Hemos intentado encontrar una cualidad, un talante que nos ayude a abrir las puertas de
la percepción cerradas por las limitaciones de nuestros sentidos, por la dificultad para
percibir el secreto de las cosas. Hemos buscado, siempre, un estilo nuevo que nos ayude
a descorrer el velo de Maya y a despertar del sueño en el que vivimos.

El ser humano puede hacer lo que quiera, pero no puede evitar querer lo que realmente
quiere. Y eso condiciona el uso de la libertad 7. Por tanto, aunque lo necesario sea
inevitable y las cosas vengan dadas, si podemos elegir nuestra actitud frente a las
circunstancias. Y la actitud se puede modificar, incrementando nuestra mirada y
ampliando las posibilidades de respuesta ante cualquier cosa que nos pueda suceder.

En ese contexto, aprender a contemplar el mundo es ya apertura. La poesía es


indispensable y aunque no sepamos decir exactamente para qué, si podemos sentir, como
sostiene Edgar Morín, que la vida verdadera se halla en la calidad poética de la
existencia8.

La actitud poética sirve para darse cuenta de que “la naturaleza se ha tomado la molestia
de informarnos sobre sí misma”, y eso significa que el sufrimiento es indicador del
descamino mientras que la alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado9.

Con frecuencia oímos a grandes artistas, desde Rothko a Tapies, remitiéndose a la ciencia
como marco intelectual y fuente de inspiración. Lo que constituye una clara señal de que
si hubo un tiempo en que el arte iba por delante de la ciencia hoy la situación se ha
invertido. La ciencia contemporánea, con su aproximación cada vez más misteriosa a la
realidad, contribuye a reencantar el mundo. La ciencia suministra hoy las metáforas más
útiles. Metáforas que, como vamos a ver, son con frecuencia armónicas con la perspectiva
de las grandes tradiciones.

Soy ferviente admirador del método científico, pero, al mismo tiempo, reconozco que el
reduccionismo materialista de una parte de la comunidad científica, resulta insuficiente
apoyo intelectual para el pensamiento de un ser humano del siglo veintiuno.

6
Krishnamurti, “Más allá del tiempo”, diálogos con David Bohm, Kairós (2006), página 143.
7
Schopenhauer, “El mundo como voluntad y representación”, Alianza Editorial (2001), página 35

8
“La poesía vivida de Edgar Morín”, Janeth f. Beltrán, (2017), comentando el libro de Edgar Morín “La
urgencia y lo esencial”.
9
Henri Bergson, “La energía espiritual”, Espasa (1982), pagina 133.

5
Por eso vamos a hablar de ciencia, pero, a continuación, de la sociedad, del llamado
capitalismo consciente y de la gente culturalmente creativa, para finalizar reflexionando
sobre la inteligencia y sobre las maquinas inteligentes que caracterizan nuestra época.
En los últimos veinte años el número de disciplinas científicas ha aumentado
considerablemente por lo que resulta obligado adoptar una postura interdisciplinar para
poder acercarnos al intento de contemplar el mundo desde una perspectiva completa.

Es evidente que no se puede prescindir de lo que Darwin significa y es esencial no dejarse


confundir con posturas falsamente científicas. Desde Galileo muchos relevantes
científicos han podido ser tachados de extravagantes por la sociedad de su época. En la
historia de la ciencia es una constante la existencia de propuestas e innovaciones que, en
sí mismas consideradas, resultan de enorme interés y que, sin embargo, han conciliado,
en su momento, una fuerte oposición.

Siempre me han interesado los creadores que han ido un paso más allá. Así ocurre con el
químico Ilya Prigogine y sus estructuras disipativas, con el físico cuántico David Bohm
y su teoría sobre el orden implicado, con el biólogo Rupert Sheldrake y su idea sobre lo
que ha denominado campos mórficos y, también, con autores interdisciplinares como
Erwin Laszlo con su obra sobre el cosmos creativo 10.

Hay una suerte de denominador común en todos ellos, el hecho muy razonable de pensar
que la evolución se desplaza sobre una estructura intemporal, inteligente y previa. Un
fondo del universo, un orden implicado, que no tiene nada que ver con ningún tipo de
prejuicio ni creencia.
Los grandes principios científicos sitúan el marco de referencia a partir del cual
desarrollar cualquier tesis sobre la naturaleza y el sentido del mundo y constituyen
maravillosas metáforas, con un gran contenido poético, que hacen posible el crecimiento
intelectual de quien a ellos se acerca. El gran público está cada día más interesado en este
tipo de ciencia, pues apunta a los límites del conocimiento, a que la realidad no es como
parece y a conexiones desconocidas que unen partículas lejanas.
El primero de los grandes principios, que condiciona la existencia y el desarrollo de todos
los demás, es el de incertidumbre, establecido por Heisenberg, que verifica la dificultad
de tener una visión completa del mundo.
En esta misma conclusión incide el teorema de Gödel, cuando también establece la
imposibilidad de que pueda alcanzarse una teoría completa de la naturaleza. Demuestra
que cualquier sistema, de proposiciones moderadamente complejo, plantea preguntas que
las proposiciones no pueden responder. En definitiva, que un sistema cerrado no puede
ser plenamente conocido desde dentro del mismo sistema, pues los seres humanos
también formamos parte del universo que nos ha producido.
Pese a décadas de esfuerzo, el modelo estándar de la física no está completo. Solo explica
en torno al 5% del universo. “Nadie sabe qué son, físicamente, la energía y la materia
oscura, que integran el 95% restante, las llamamos así debido a nuestra

10
Ilya Prigogine, “El nacimiento del tiempo”, Tusquets (2012), y “Las leyes del caos “, Crítica (2019);
Rupert Sheldrake, “El espejismo de la ciencia”, Kairós (2013); David Bohm, “La totalidad y el orden
implicado”, octava edición en español (2005); Erwin Laszlo, “El cosmos creativo” (tercera edición 2008),
y “El Cambio Cuántico” (2008).

6
ignorancia”11.Sin embargo, la principal propuesta de estas páginas radica, precisamente,
en establecer el hecho de que no podemos prescindir, sin más, de tener una concepción
completa del mundo.
Intentar comprender la naturaleza de la realidad y de la conciencia en particular, como un
todo coherente, es un asunto que nunca es estático ni completo, sino que constituye un
proceso de crecimiento continuo.
Un punto de partida de ese intento de comprensión se puede situar en algo contra intuitivo,
las partículas que forman un átomo no están hechas de materia. Lo importante en ellas
son las relaciones entre sí, sus simetrías. Por tanto, la materia no está formada por algo
material, no está hecha de ningún ingrediente sustancial. No existe ningún elemento que
la constituya. Las unidades más pequeñas de la materia no son objetos físicos, sino
formas, estructuras, de las que sólo se puede hablar sin ambigüedad en el lenguaje de las
matemáticas 12.
Sin embargo, es obvio que vivimos en un mundo tremendamente materialista, por lo que
resulta prodigioso descubrir que el nuestro es ya un materialismo sin materia. Aunque,
como apunta el físico de partículas David Bohm, quede, en principio, sin respuesta el
saber si la materia puede llegar a ser algo tan sutil que este más allá de cómo
ordinariamente la consideramos.

El mundo existe, aunque su esencia no sea en virtud de ninguna sustancia, sino de pura
interrelación.

También con una enorme fuerza poética, irrumpe en cualquier reflexión, la llamada no
localidad13, que tiene que ver con la observación de que los cuantos y las cosas
compuestas de cuantos, organismos y mentes incluidos, están intrínsecamente conectados
de manera “no local” y pone de manifiesto el vínculo instantáneo, que une a partículas
separadas por grandes distancias. La conexión sería más rápida que la velocidad de la luz
y plantea la cuestión de determinar, por qué tipo de espacio o dimensión se comunican 14.

11
Como afirma James Farnes, investigador de la Universidad de Oxford, en la revista “Astronomy and
Astrophysics”, el 5/12/2018, en un trabajo en el que desarrolla “la trayectoria que debe recorrer una teoría
al límite de la ciencia, para ser aceptada por la comunidad científica”.

12
Como señalaba el propio Werner Heisenberg, las unidades más pequeñas de la materia no son objetos
físicos, en el sentido ordinario de la palabra, sino que son formas estructuras o, en palabras de Platón, ideas
de las que sólo se puede hablar, sin ambigüedad, en el lenguaje de las matemáticas, (Rupert Sheldrake, Op.
Cit. página 121). Por su parte, S. Pániker incide en el asunto, cuando señala que quizá no haya partículas
elementales sino sólo las vibraciones de unas minúsculas y metafóricas cuerdas. La mentada teoría de las
súper cuerdas (la súper viene de la súper simetría que incorpora) viene a diluir la materia en una especie de
música que es también una estructura matemática, Óp. cit. página 12.
13
Todos estamos unidos a otro nivel de realidad no material y no local, algo así con el famoso eter
desterrado por Einstein, esta es la conclusión filosófica a partir del Teorema de Bell, la inercia del
razonamiento se convierte en intuición sobre la existencia de una dimensión universal más allá del espacio
tiempo.

14 A Einstein no le agradaba las consecuencias del principio de incertidumbre y en su búsqueda de


alternativas, desemboca en el experimento mental EPR (Einstein-Podolsky-Rosen), que termina en la
formulación del principio de no localidad, una suerte de comunicación no local entre todos los entes del
universo. Algo a lo que él se había opuesto.

7
En este tipo de experimentos, se asienta la idea de que el nivel esencial del universo no
es ya el origen de las cosas sino, también, el medio que las interrelaciona. Aparece así en
la física contemporánea la teoría del campo unificador, un concepto nuevo en virtud del
cual el vacío se contempla como una especie de telón de fondo de todo lo que integra el
espacio tiempo.
Hoy sabemos que la nada está llena, que el vacío cuántico no está realmente vacío15, sino
que contiene un mar de partículas que se crean y aniquilan rápidamente. No se trata de
ficciones, sino todo lo contrario, como señala el astrónomo y director del Observatorio
Astronómico Nacional (IGN), Rafael Bachiller, “estos estudios de la materia han tenido
un impacto enorme en la construcción del mundo moderno, tanto en los métodos de
obtención de energía, como en el desarrollo de nuevos materiales”16.

En principio, este medio cósmico se identificó con el propio espacio. Pero cada vez son
más las teorías que atribuyen propiedades físicas al espacio y, más concretamente, al
campo o medio que lo sostiene. La teoría de que el espacio vacío constituye el fondo
ultimo del universo, supone un paso más en el desarrollo del concepto de campo, como
una realidad con una proyección universal, primero con la configuración de los campos
gravitatorio y electromagnético y, más tarde, con lo que se ha llamado campo de Higgs.

Finalmente, el propio vacío se configura como un fondo último, que opera como un gran
campo interconectador. Los antiguos textos del hinduismo describen la existencia de un
campo integrador, que convirtieron en un elemento esencial de la mitología de la India.

La idea que subyace, permite sostener que nuestro universo surge de fluctuaciones
cuánticas producidas en el vacío de un universo precedente, del que emana la información
como un elemento fundamental que, junto con el azar, va a permitir el proceso evolutivo.
En las grandes teorías unificadas, de la segunda mitad del siglo xx, el concepto de vacío
se transformó, desde un simple espacio desocupado, a un medio que alberga el llamado
campo de punto cero, en el que la energía demuestra estar presente en el cero absoluto de
temperatura, incluso cuando desaparecen todas las formas clásicas de energía.

El vacío, así entendido, constituiría el fondo del universo, en el que se sitúa el espacio
tiempo. Un espacio tiempo relativo y dinámico, en interacción con la materia y la
energía17.Este concepto de vacío parte de la propia relatividad. Lo que ocurre es que la

15
El vacío, aparentemente, no es la nada, sino una sustancia. Aunque no una sustancia ordinaria. Son ondas
que surgen al azar, compuestas de “cuantos de espacio” (QS en sus siglas en inglés) que son los
componentes esenciales del mundo físico. Son de la longitud de Planck y vibran a una “frecuencia básica”,
mientras que los cuantos que integran las formas vibran a frecuencias más bajas. Como señala Paul Davies,
“si dos cuerpos están separados por la nada, ¿no estarían en contacto?”, New Scientist
Magazine,12/06/2012.

16
En la teoría de cuerdas cada partícula se representa por un estado de vibración. Según vamos
descendiendo de escala, las partículas parecen desvanecerse en entidades ondulatorias o vibraciones en el
seno de un vacío repleto de fenómenos muy sutiles. Rafael Bachiller es astrónomo, Director del
Observatorio Astronómico Nacional (IGN), “Partículas y espacio vacío”, publicado en el diario El Mundo,
el 25/01/2017.
17
La teoría del campo y sus implicaciones, esta tratada por Laszlo de una manera que me parece clara y
precisa, en sus obras, antes citadas, sobre el cosmos creativo y el cambio cuántico.

8
teoría de la relatividad no explica su origen. Simplemente se limita a asumir la existencia
del espacio tiempo, junto con la materia y la energía.

Es exactamente lo mismo que acaece en la denominada teoría de cuerdas que, al igual


que la relatividad, asume la existencia del espacio tiempo, pero no resuelve el problema
de su aparición. En ese punto muerto es donde surge la necesidad de reconocer un terreno
más hondo del universo.

Como se ha dicho18, si alguna vez llegamos a descubrir un elemento en la naturaleza que


explique el espacio tiempo, es probable que se trate de algo más profundo que el propio
espacio o el propio tiempo. Algo que carezca de localización en el espacio o el tiempo.

En las últimas décadas, son relevantes las voces que sostienen que “los avances en
cosmología, parecen demostrar que todo el universo pudo haberse originado de forma
espontánea a partir del vacío cuántico” 19. Ese fondo del universo, no solo sería el ámbito
que acoge a los campos universales y cuántico, sino que también actúa como un campo
que informa y dota de sentido a disciplinas tan diversas como la física, la biología, la
cosmología y la neurociencia. Su principal efecto es la coherencia, que se pone de
manifiesto al corroborarse la existencia de una relación permanente entre las diferentes
partes que integran cualquier cosa, tanto si se trata de un cuanto, un organismo o un
cúmulo de galaxias.

Esa información penetra en los organismos de todo tipo, conformando estructuras de


interferencia y a través del azar, hace posible la aparición de la inteligencia. Se trata de
“una información” sujeta, a su vez, a la propia evolución, pues cualquier acontecimiento
del mundo, se integra en ella, de forma que el campo ultimo registra y conserva los rastros
de todo lo existente.

De esa manera, se cierra el esquema de un modelo cosmológico cuyos fundamentos han


sido establecidos en la obra de David Bohm y desarrollados, recientemente, por físicos
tan relevantes como el norteamericano Leonard Susskind o el británico Roger Penrose20.

Sobre esta nueva perspectiva, se han pretendido construir arriesgadas síntesis entre la
nueva física y la filosofía o incluso la religión, partiendo de teorías sorprendentes, como
el papel del observador en los experimentos y la posibilidad de que sea la conciencia de
quien observa la que, al intervenir, crea el mundo o sobre la existencia de universos
paralelos que formarían el llamado multiverso, con el que poder explicar porque el
nuestro está perfectamente adaptado para la aparición de la inteligencia.

18
Como ponen de manifiesto físicos tan relevantes como John A. Wheeler, “Un viaje por la gravedad y el
espacio tiempo”, Alianza Editorial (2000).
19
Como señala el físico y divulgador Enrique F. Borja, “El vacío y la nada. ¿Qué había antes del big bang?
un paseo por el cosmos”, RBA (2015), página 3.

20
David Bohm Óp. cit.; Leonard Susskind, “El paisaje cósmico. Teoría de cuerdas y el mito del diseño
inteligente” Critica (2007); Roger Penrose, “El camino a la realidad: una guía completa de las leyes del
universo” Debate (2004).

9
Desde luego, es un hecho que la física contemporánea ha puesto en dificultad al principio
de causalidad y que eso ha provocado una cierta perplejidad y llevado a autores como
François Mauriac a comentar, después de asistir a la explicación de estas teorías, “lo que
dice este profesor es mucho más increíble que lo que nosotros pobres cristianos podemos
llegar a creer”21.

Esta forma de entender el universo, puede llegar a influir en nuestra concepción de la


filosofía y de la ética. Pues resulta palpable que la metafísica siempre sigue a la física de
su tiempo, por lo que, desde una perspectiva filosófica, cabe un punto de vista que
prescinda de la necesidad de un acto del que emanó el universo primordial, en la medida
en que la idea de un acto creativo ya lleva implícita la necesidad de un antes y un después.

Si nos colocamos más allá del espacio tiempo, nos situamos en un escenario sin tiempo,
en el que el dilema se resuelve porque, como ya aparece en los Vedas y apunta la propia
mecánica cuántica, emerge el concepto de eternidad, que no tiene que ver con la idea de
un tiempo interminable, sino más bien con la de un instante infinito. Algo que,
obviamente, nos trasciende.

Quizás la trascendencia y el azar, no solo no se excluyan, sino que sean interdependientes,


puede que el proyecto no necesite de nadie que lo proyecte. Puede que el proyectador
forme parte, o incluso sea, el mismo proyecto y evolucione de manera conjunta con él.

Para un ser humano, el único universo que le permite vivir con dignidad solo puede ser
aquel en el que el azar haga posible la libertad. El sufrimiento y el dolor serían las
consecuencias de un universo al que se la ha permitido hacerse a sí mismo.

De cualquier manera, una física que integra al ser humano en un mundo interdependiente,
en el que la conciencia adquiere un papel fundamental, nos convierte en responsables y
genera una nueva moral, basada en un profundo sentimiento ecológico.

El entorno tecnológico actual, es nuestra propia creación, y sólo abundando en una


profunda reflexión sobre lo que hemos creado podemos mejorar nuestra relación con todo
los que nos rodea. El contexto del mundo del siglo veintiuno, sigue siendo el de un sistema
basado en el funcionamiento del mercado que, con independencia de sus evidentes
ventajas, está lejos del mundo ideal que permita a un individuo crecer y sentirse pleno.
Muy recientemente, multimillonarios tan relevantes como Marc Benioff, han sostenido
que “el capitalismo, tal como lo conocemos, ha llegado a su fin “y que “la obsesión por
la ganancia no se sostiene” 22. Resulta demasiado evidente que las veintiséis personas
más ricas del mundo tienen el equivalente a lo que poseen otros 4.000 millones de seres
humanos y constituye un hecho incontrovertible que estamos al filo de un cambio
climático fatal.
Dentro de Europa, a partir de la crisis de 2008, se han anunciado reformas por relevantes
líderes de todo el espectro político y se ha hablado de la necesidad de explorar nuevos

21
Citado por Huston Smith, “La verdad olvidada: el factor común de todas las religiones”, Kairós (2001),
capítulo denominado “El lugar de la ciencia”.

22
“Necesitamos un nuevo capitalismo”, artículo publicado en “The New York Times” el 14/10/2019.

10
mecanismos que equilibren el problema de la desigualdad. Aunque estamos al borde de
la tercera década del siglo y seguimos esperando a ver quién toma la iniciativa23.
Mientras, un capitalismo sin regular provoca irritación en la gente, de la que acaba siendo
víctima el propio sistema de libertades, como ha ocurrido con la elección de Trump, con
el Brexit, con el auge de los nacionalismos en Europa o con revueltas sociales sin una
causa aparente, como acaba de ocurrir en Chile24.

No obstante, a pesar de esas grandes contradicciones, como afirma el reciente Premio


Nobel de Economía, Michael Kremer, “en los últimos 40 años, la pobreza mundial global
se ha reducido un 75%”25. Los índices de las encuestas, realizadas en 2018 en catorce
países así lo confirman, tanto en relación con la disminución de pobres en la población
mundial, del nivel de desnutrición, o en relación con la tasa mundial de analfabetismo26.
Y aunque Borges acierte cuando dice que “a todos los hombres les tocan siempre malos
tiempos en que vivir”, lo cierto es que, en términos generales, nunca habíamos estado
mejor.

En la última década, se está consolidando una cultura emergente nacida en una gran
variedad de países, que afecta a un número creciente de personas, con una actitud distinta
ante los valores del sistema y que ha hecho posible la visión de lo que se ha llamado
“capitalismo consciente”. Millones de seres humanos que con unos valores distintos están
implantando una nueva forma de consumir y creando un nuevo estilo de vida27.

Como acabamos de ver, en cualquier proceso de evolución y crecimiento personal resulta


esencial que seamos capaces de interiorizar la idea de conexión con el mundo al que
pertenecemos, de asumir que existe una interdependencia entre las grandes decisiones de
todo tipo, que podamos adoptar en cualquier parte del planeta. Eso nos lleva a una actitud,

23
En el contexto de la Unión Europea, resulta muy elocuente que, precisamente, líderes conservadores
como Nicolás Sarkozy hayan defendido, con enorme contundencia, la necesidad de “refundar el
capitalismo económico de mercado sobre las bases de la ética y del esfuerzo” y señalado la “necesidad de
elaborar leyes para acabar con determinados abusos”, Discurso de Sarkozy pronunciado en Toulon, el 24
de septiembre de 2008. Propuesta que fue compartida por la Canciller alemana Ángela Merkel. Europa
Press, 25/09/2008.

24
Como señala Michael J. Sandel, “deberíamos debatir cómo reconciliar el sistema con los valores cívicos
de una sociedad justa, partiendo de la certeza de que el neoliberalismo de las últimas tres o cuatro décadas
fue el causante de la profunda crisis de 2008”, en su obra “Lo que el dinero no puede comprar. Los límites
morales del mercado”. Debate (2012).
25
Entrevista para “La Vanguardia”, celebrada en Boston el 27/10/2019.

26
Desde 1990, la pobreza mundial ha caído espectacularmente, la tasa de desnutrición ha pasado de afectar
al 20% de la población mundial a hacerlo al 10%; los ciudadanos con acceso al agua potable se han
incrementado del 75% al 90%; o la tasa de analfabetismo ha caído del 20% de los adultos al 10%. Son los
datos enormemente objetivos y elocuentes sobre el verdadero estado del planeta. Encuesta publicada por la
Gapminder Foundation (realizada en 2018, a 12.000 personas en 14 países). Es interesante la reseña sobre
el tema que hace Juan Ramón Rallo, 1 de septiembre de 2018.
27
“El llamado “capitalismo consciente” significa que nos estamos dando cuenta del precio insoportable de
una inconsciente filosofía que abarcaría el "beneficio a cualquier costo". Con olvido de la espiritualidad y
de la supervivencia planetaria. Como señala Patricia Aburdene, en su obra “Megatrends 2010: The Rise of
Conscious Capitalism”, página 45.

11
en la que resulta primordial el respeto por la ecología, como consecuencia de asumir el
valor intrínseco que tienen los seres vivos y su relación con la tierra.

De la idea de un mundo interconectado, del que formamos parte y que nos hace ser como
somos, surge una nueva ética universal que incide en el hecho de que los procesos de
cambio social se aceleren. Esa nueva disposición ante los viejos valores del consumismo,
está haciendo posible la aparición de los llamados “culturalmente creativos “que apuestan
por una cultura emergente con un estilo de vida distinto28.

Se trata de consumidores preocupados por la salud y el entorno y por llevar una vida de
calidad. Buscan el consumo con el mínimo impacto ecológico y son capaces, y esto es
esencial, de renunciar a carreras supuestamente prometedoras a cambio de disfrutar de
una vida mejor en todos los sentidos. Obviamente, son personas con un tipo distinto de
conducta, con una condición abierta que resulta incompatible con cualquier forma de
fanatismo y de exclusión, que se configura como una faceta más de una actitud
cosmopolita.

Una característica esencial de este tipo de gente es que no realizan un proselitismo activo
y aunque las encuestas han puesto de manifiesto que su número está creciendo en
diferentes países del mundo desarrollado, no son conscientes de que integran un grupo
socialmente relevante que puede llegar a influir en las grandes decisiones.

En definitiva, lo que parece estar ocurriendo es que, por primera vez en la historia, los
seres humanos, gracias a la generalización del bienestar y al desarrollo tecnológico,
pueden acceder, masivamente, a una evolución personal basada en el conocimiento.

A diferencia de otras épocas, en las que la calidad de vida solo estaba al alcance de unos
pocos, este tipo de actitud procede del corazón de las sociedades democráticas
contemporáneas. Ya Schopenhauer aviso de la importancia del desarrollo de los
individuos para un cambio efectivo de la sociedad 29.

No se trata de forzar un sentimiento, sino de involucramos en actividades que lo


promuevan de una manera natural, en el entorno que nos resulta más cercano. Como
señala Karen Armstrong, los seres humanos hemos adquirido la capacidad de saltar y
correr para escapar de depredadores y ahora tenemos el ballet y el atletismo, hemos
cultivado el lenguaje como medio de comunicación y, con él, hemos creado la poesía, la
filosofía y el derecho30.

El desarrollo personal y la proyección práctica de una actitud ética y ecológica, pueden


hacer algo similar con el altruismo, de manera que cuando se practica la vida se puede
elevar a niveles insospechados. Como apuntan los últimos estudios, cuando el número de

28
Grupos de gente con una actitud diferente, como ya ha ocurrido con los llamados LOHAS (del acrónimo:
Lifestyles of Health and Sustainability. Estilos de Vida Saludables y Sostenibles), una importante tendencia
que surgió en Estados Unidos a principio de siglo.
29
Schopenhauer, Óp. cit. página 136.
30
Karen Armstrong, “En defensa de Dios”, Paidós (2009), página 340.

12
personas con una nueva disposición, alcance una masa crítica, dentro de la sociedad civil
internacional, los cambios en el sistema se precipitarán de manera inevitable31.
La nueva ciencia es mucho más que la simple acción de explorar y computar. Forma parte
de la búsqueda constante para encontrar el sentido del mundo. Y constituye, también, una
indagación de significado tal y como hace la religión, el arte y la literatura. Llegados a
este punto, en el que, abiertamente, podemos hablar de búsqueda de significado, aparece
la conciencia que nos hace ser como somos.
La conciencia es un tipo de inteligencia innata de la que, en términos científicos, sabemos
poco. Científicos tan relevantes como Rafael Yuste, neurobiólogo al frente del inmenso
proyecto BRAIN, abordan el tema con toda claridad afirmando “sinceramente, no sé qué
es la inteligencia” 32.

Al parecer, la conciencia surge, emerge, aparece, como un mero producto de la evolución,


como un simple efecto generado por la conexión neuronal, y no es, en principio, más que
un epifenómeno del cerebro. Lo que ocurre, es que no se da una relación tangible entre el
producto y la composición físico química de lo que lo genera.
Como hemos visto que sucede en el mundo cuántico, lo importante no es la composición
de las partículas, las neuronas en este caso, sino las relaciones que se producen entre ellas.
De acuerdo con esto, si la relación es la categoría ontológica fundamental, el ser y todo
lo que existe es producto de la conexión en sí misma, sin que parezca importar mucho la
esencia de lo que se conecta.

No tenemos una explicación sobre qué cosa sea la conciencia, ni sobre cómo se crea.
Sabemos que existe, pero no la podemos explicar. Es una especie de “singularidad”, algo
que necesitamos integrar desde una perspectiva científica pero no sabemos todavía
cómo33.

El debate arranca cuando intentamos entender cuál es la base biológica de la conciencia.


Obviamente, el intento sitúa ya el tema en un plano materialista, pues partimos de
presuponer que la conciencia ha de tener una base exclusivamente biológica.

31
Son muy elocuentes los trabajos realizados por el “Estudio Internacional de Culturas Emergentes” o
“International Survey of Emergent Cultures”, en el seno del Club de Budapest, con el objetivo de
“documentar la existencia de culturas emergentes, pensamiento y actuaciones responsables en diferentes
partes del mundo” (www.clubofbudapest.org).
32
En entrevista dada en Washington D.C., el 7 de noviembre de 2018.

33
Como señala Yuval Noah Harari, “Siendo francos la ciencia sabe muy poco acerca de la mente y la
conciencia, la ortodoxia actual indica que la conciencia es creada por reacciones electroquímicas que
tienen lugar en el cerebro (…). Sin embargo, nadie tiene ni idea de cómo una diversidad de reacciones
bioquímicas y de corrientes eléctricas en el cerebro generan la experiencia subjetiva de dolor, irá o amor.
Utilizando las imágenes por resonancia magnética funcional con electrodos implantados y otros artilugios
sofisticados, se ha identificado, ciertamente, correlaciones e incluso conexiones causales, entre las
corrientes eléctricas del cerebro y diversas experiencias subjetivas (…). Aunque la transmisión y la
recepción de cada señal eléctrica es un fenómeno bioquímico simple, la interacción entre todas estas
señales da lugar a algo mucho más complejo: la secuencia de la conciencia”. “Homo deus”, Debate (2016),
página 127.

13
La alternativa se encuentra en la sabiduría antigua. Desde las Upanishads al Kybalion se
sostiene que “el universo es mental” y que la conciencia es la sustancia misma del
universo, su origen. Nada desprovisto de razón puede engendrar un ser dotado de razón.

Desde esa perspectiva, la inteligencia y la conciencia son el entramado y la sustancia del


universo, no un producto tardío de la evolución. Emerson, reformula esa idea cuando
señala “Hay una inteligencia común a todos, cada hombre es una entrada a esa
inteligencia y a cuánto en ella existe” 34.

Por tanto, todo el cosmos es la manifestación externa de una realidad sustancial y


permanente que no deviene, sino que es. Como sostiene Heráclito, “Lo racional no es el
hombre, solo el ser que lo abarca todo es inteligente”. En definitiva, el mundo antiguo
parte de algo que es relevante incluso desde el paradigma materialista. En alguna parte
tiene que residir la matriz de la racionalidad, de la belleza y, en último término, del ser.

Este tipo de posturas, supuestamente excéntricas, contempladas desde la neurociencia


dominante, tienen, sin embargo, un importante apoyo en científicos de prestigio, que
enlazan con la postura de la filosofía antigua, como el físico Freeman Dyson, cuando
sostiene que la conciencia no es un epifenómeno pasivo que se deja llevar por los
acontecimientos químicos del cerebro, sino un agente activo que fuerza a los complejos
moleculares a elegir entre un estado cuántico u otro 35.
Toda la materia está animada, los sistemas vivos auto organizados poseen una acción
psíquica consciente, mientras que la materia inorgánica también posee un aspecto mental
inconsciente. Ya en la modernidad, autores como Bergson, sostienen que “la vida no
puede reducirse a una mecánica físico-química” y que “el cerebro no es más que un
soporte, un instrumento que permite a la conciencia insertarse en la realidad”36.
Desde ese punto de vista, se confirma lo consagrado por los textos antiguos, cuando
defienden el carácter irreducible de la conciencia, quizá previo al espacio-tiempo y a la
materia37.

34
Ralph Waldo Emerson, “Ensayos”, Cátedra (2003), pagina 23.

35
Freeman J. Dyson “El infinito en todas direcciones” Metatemas 25, Tusquets (2001), pagina 249. “En
otras palabras, la mente es inherente a todo electrón y los procesos de la mente humana difieren solo en
grado, respecto a los procesos de elección entre estados cuánticos, que llamamos azar cuando los realiza
un electrón”.

36
Henri Bergson “La evolución creadora”, Planeta (1994) pagina 46 y siguientes.

37
Los textos clásicos del hinduismo, señalan que la conciencia es nuestra categoría más alta, es el
percibidor, el testigo, quién ve, pero no puede ser visto, quien habla, pero no puede ser escuchado, quién
percibe, pero no puede ser percibido. Como dicen las Upanishads la conciencia es la que realmente ve lo
visto, escucha el oído, y percibe lo percibido. Lo importante no es pensar, como decía Descartes, sino saber
que se piensa. La mente cerebro, es un producto evolutivo, la conciencia es algo universal e intemporal.
Los animales también tienen mente, pero no tienen quién miren en ella, no tienen testigo. La conciencia, a
la que hemos accedido evolutivamente mediante el desarrollo del cerebro, nos muestra todas las

14
Los especialistas contemporáneos, como David Chalmers, califican la conciencia como
un “escollo problemático” de la ciencia, como una “gran anomalía”38. Sugiere que la
comprensión de una anomalía de esta envergadura necesita ideas radicales, que al
principio pueden parecer excéntricas pero que “son necesarias para poder lidiar con la
conciencia de una manera científica” 39.

La idea de las que parte se centra en considerar que la conciencia es fundamental y es


universal. Por un lado, considera que debe ser tratada como algo que resulta fundamental
en la naturaleza, la califica de ladrillo básico, como pueden ser el tiempo o la materia. Por
otra parte, es universal, cada sistema es consciente, no solo los humanos, sino los perros,
los ratones, las moscas, los microbios, incluso las partículas elementales tienen algún
grado de conciencia. Parece, por tanto, razonable asumir que la conciencia se encuentra
ya en el grado más ínfimo de la materia; que cualquier pedazo de naturaleza la posee40.

Respecto a su carácter fundamental, pudiera ser que la conciencia, aunque quepa


interpretarse como una propiedad emergente de la actividad cerebral, no sea un yo, sino
una cosa previa, más amplia y misteriosa. En cualquier caso, la visión pan psíquica de
que la conciencia se encuentra, en grado diferente, en todo lo que existe, se configura
como un argumento de peso para cambiar nuestra relación con la naturaleza. Y eso tiene
consecuencias sociales y éticas, pues la mente humana aparece como lo que en realidad
es: un continuo con el resto del universo al que pertenece.
El proceso evolutivo conlleva diferentes niveles de conciencia. En el ámbito de los seres
humanos, el último nivel de desarrollo se ha llamado “quinto estado”, que puede llegar a
ser extraordinariamente estable y se puede mantener incluso funcionando en un contexto
cotidiano; como si se hubiera convertido en un estado de conciencia natural. En esos
elevados estados de conciencia, el ego desaparece para abrirse a algo transpersonal.
Einstein escribe a la mujer de Max Born, “me siento tan solidario con todo lo que existe
que el tema de mi existencia particular me deja indiferente” 41.

En ese nivel de actitud, en una hipotética cooperación estable entre seres humanos que
hubieran trascendido su ego, la humanidad se habría convertido en lo que los biólogos

posibilidades que tenemos ante nosotros, y nosotros estamos obligados a elegir alguna en cada instante.
Como detalla Fernando Diez, “Ciencia y consciencia”, Kairós (2017), pagina 65.

38
Entrevista en “Tercera Cultura, Ciencia para el debate público”, el 9/06/2009.
39
David Chalmers lleva tiempo siendo el máximo exponente de los estudios contemporáneos sobre la
conciencia, en su obra destaca “La mente consciente: en busca de una teoría fundamental”, Gedisa Editores
y “Hacia una ciencia de la consciencia: discusiones y debates”, BBC el 3/02/2018.
40
Desde esa perspectiva, la conciencia ha existido siempre, en cualquier forma del universo. Por lo que
resultaría un tanto simplista la argumentación de Harari sobre la “misteriosa aparición repentina de algo
supuestamente parecido al alma”. Yuval Noah Harari trata el “asunto” señalando que “Se puede
argumentar que las almas no evolucionaron, sino que aparecieron en todo su esplendor un día radiante,
pero… ¿qué día radiante exactamente?,(…) piense el lector en el primer bebé que poseyó un alma. La
biología no puede explicar el nacimiento de un bebé con un alma eterna hijo de unos padres que no tuviera
siquiera una pizca de alma”. Óp. cit. página 12.
.
41
“Cuestiones Cuánticas, Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo”, editado por K. Wilber,
Kairós (2005), pagina 167.

15
llaman un super organismo, que sería el resultado de una evolución cultural, mucho más
rápida que la genética. Como una prueba de verdadera inteligencia42.
Con ese horizonte, a la vista de la tercera década del siglo, la llamada inteligencia artificial
y los algoritmos que la constituyen, están empezando a tener un importante protagonismo.
Desde 2015, con la publicación de diversos libros de éxito, se ha extendido el uso del
término algoritmo como una especie de panacea con la que explicar el universo. Se ha
llegado a decir que se trata del concepto más importante de nuestro tiempo.
Los autores contemporáneos llegan a una serie de inquietantes conclusiones. En línea con
lo que venimos sosteniendo en estas páginas, se defiende que el universo consiste en
flujos de información y que las mismas leyes matemáticas se aplican tanto a los
algoritmos biológicos como a los electrónicos.

De esta manera, desaparece la barrera entre las máquinas y nosotros. Se desmantela la


separación entre lo orgánico y lo inorgánico y se abre el debate sobre el hecho de que los
algoritmos electrónicos acaben por descifrarnos y nos superen.

Un sentimiento de cualquier ser vivo puede ser expresado utilizando las matemáticas u
otro tipo de lenguaje. Sin embargo, el algoritmo no contiene el sentimiento en sí. Hace
falta un sujeto experimentador, en el que haya conciencia.
Basta tener presente los precedentes de hace casi setentaicinco años, con respecto a la
creación de vida en un laboratorio. Parecía que bastaba con establecer las condiciones del
caldo primordial y aplicarle una fuente de energía, sin embargo, aunque enseguida
aparecieron algunos tipos de aminoácidos, nunca pudimos pasar de ahí.
Roger Penrose sostiene abiertamente que ninguna máquina puede ser tan inteligente como
un ser humano, porque carecen de la capacidad de encontrar verdades que nosotros
poseemos. Por su parte, Rafael Yuste es muy claro cuando afirma “a veces me río cuando
hablamos de inteligencia artificial. Si no sabemos qué es la inteligencia natural. Es como
una metáfora de una metáfora”.
En definitiva, el cerebro lleva 600 millones de años preparando algoritmos biológicos. Y
es posible que sean mucho más complejos que los que pueda procesar el más complejo
de los ordenadores. Y como decía Ramón y Cajal, puede que siga siendo “la selva
impenetrable donde muchos investigadores se han perdido”.

Lo que sí parece obvio, es que el desarrollo de la llamada inteligencia artificial nos fuerza
a repensar qué somos y qué nos hace humanos. Y a articular una respuesta que marque
contrastes entre un ser humano y una máquina.
El algoritmo que supuestamente dirige el funcionamiento de un ser humano, opera
mediante sensaciones, emociones y preguntas. Todo el cuerpo puede actuar como una

42
Salvador Paniker lo explica señalando que “es un hecho establecido que la disminución del egocentrismo
es proporcional al aumento de la capacidad de empatizar con el prójimo, he ahí la base antropológica de
la moral, así una nueva cooperación entre seres humanos que hubieran trascendido su ego podría
equivaler a la revolución eucariota, que dio origen a la vida multicelular. La humanidad se había
convertido en lo que los biólogos llaman un super organismo lo cuál sería el resultado de una evolución
cultural mucho más rápida que la genética y una prueba de inteligencia”. “Asimetrías”, Debate (2002),
página 352.

16
calculadora. El mundo de un ser humano, no está al alcance de ningún tipo de máquina.
Nosotros podemos perdonar, nos encantan las excepciones y, aunque aspiramos a tratar a
todo el mundo por igual, si se trata de un amigo, hacemos algo especial por él. Somos
insensatos, fumamos, aunque no tenga sentido, quizás porque anhelamos la experiencia
de lo exquisito. Las máquinas no hacen eso.
El portento de la imaginación marca la pauta de la mente humana. Sentimos que todo lo
que imaginamos puede ser algún día posible. Como Einstein hacía, podemos sentir la
sensación de cabalgar sobre un rayo de luz que cruza el universo. Una máquina con una
ilimitada capacidad de cálculo difícilmente va a comprender a Quevedo cuando dice
“polvo seré, mas polvo enamorado”.
O a Rubén Darío cuando canta:
“Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.
Voy bajo tempestades y tormentas
ciego de sueño y loco de armonía”.
O a Vicente Núñez cuando concluye:
“…en la sabiduría de las estrellas
estaba el único camino. Y desde su campamento
oí la voz inextinguible de los míos”.
Puede que, gracias a la innovación, acabemos replanteándonos cosas esenciales, como el
estar enfocados hacia el rendimiento económico. Puede, por ejemplo, que vayamos hacia
una era postextual en la que contemos y escuchemos historias en lugar de leer y escribir.
Y todo eso, sin duda, va a constituir un complejísimo proceso, en el que será crucial que
los humanos podamos dar lo mejor de nosotros mismos.
Voy a terminar como empecé estas páginas para constatar, de nuevo, algo fundamental:
fuera de cualquier creencia o aceptación mecánica, hay un impulso que nos hace ser lo
que somos. Se trata de algo situado en el centro de cada instante. Es inteligencia y mente
consciente. Es lo que vive en nosotros, que opera a través del filtro de nuestro propio
cuerpo y constituye el estadio superior de la conciencia.
Como personas, cada uno de nosotros tenemos un enorme margen, el que señalan los
sabios de los últimos treinta siglos. Se trata de ejercer la última de las libertades, la de
“poder elegir nuestra propia actitud frente a cualquier circunstancia”43.Por eso, lo
importante no radica en cuanto vamos a vivir, sino en cómo. Cómo de libre, de noble, de
amorosa, de generosamente.
En su última entrevista, próxima a su muerte, García Lorca se muestra profético: “Ni el
poeta ni nadie tiene el secreto del mundo. Sé que la poesía eleva, pero el dolor del
hombre, la injusticia del mundo, y mi propio cuerpo, me evitan trasladar mi casa a las
estrellas”44.

43
La frase es de Víctor Emil Frankl,” El hombre en busca de sentido”, Herder Editorial (2015), página 94.

44
“Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas”, Edición de Rafael Inglada, Malpaso
Editorial (2017).

17
Sin duda, la sabiduría asiste al poeta, pero lo que en realidad pretendo con estas palabras
es, precisamente, eso; hacer posible que algo de nuestro corazón se sienta conectado con
las estrellas infinitas.
Para ello es esencial resistir a todo lo que separa y a todo lo que aleja. Y tener presente
que sonreír, reír y abrazar, también es resistir.

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