Sylvia Likens
Sylvia Likens
Sylvia Likens
Gertrude Baniszewski
En 1965, Baniszewski vivía sola con sus siete hijos: Paula (17), Stephanie (15), John (12), Marie (11),
Shirley (10), James (8) y Dennis Lee Wright Jr. Aunque tenía 36 años y medía 1,68 m de altura, pesaba
solo 45 kg7 siendo descrita como una "asmática demacrada y con poco peso",8 fumadora empedernida
que sufre depresión debido al estrés de tres matrimonios fallidos, una relación fallida y un aborto
espontáneo reciente.9 Además de los cheques esporádicos que recibía de su primer marido (un expolicía
de Indianápolis) de los que dependía principalmente para mantener económicamente a sus hijos,10
Baniszewski realizaba trabajos ocasionales para vecinos y conocidos, como coser o limpiar para poder
ganar dinero.11 Residía en Indianápolis en 3850 East New York Street, donde el alquiler mensual era de
55 dólares.12
Sylvia Likens
Sylvia Marie Likens (3 de enero de 1949-26 de octubre de 1965) fue la tercera de los cinco hijos de los
trabajadores de carnaval Lester Cecil Likens (1926-2013) y su esposa, Elizabeth “Betty” Frances (de
soltera, Grimes; 1927-1998). Nació entre dos pares de mellizos: Dianna y Daniel (dos años mayores que
ella), y Jenny y Benny (un año más jóvenes).
Jenny Likens había sufrido polio, lo que provocó que una de sus piernas fuera más débil que la otra. Estaba
afligida por una notable cojera y tenía que usar un aparato ortopédico de acero en la pierna.13
El matrimonio de Lester y Elizabeth era inestable; a menudo vendían dulces, cerveza y refrescos en puestos
de carnaval en Indiana durante todo el verano,14 moviéndose con frecuencia de feria en feria,15 y
experimentando regularmente graves dificultades financieras. Los hijos de los Likens viajaban regularmente
con sus padres para ayudar, pero, debido a la preocupación por la seguridad y educación de sus hijas
menores, no les gustaba especialmente que Sylvia y Jenny viajaran con ellos en este empleo.11 n 1 Ambas
niñas residían frecuentemente con parientes, a menudo su abuela, para que su trabajo escolar no se viera
afectado mientras sus padres y hermanos viajaban en el carnaval.16 n 2
En su adolescencia, Sylvia Likens ocasionalmente ganaba dinero para gastos cuidando niños, haciendo
mandados o realizando tareas de planchado para amigos y vecinos, a menudo dando a su madre parte de
sus ganancias.18 Era descrita como una chica amigable, segura y vivaz con cabello largo, ondulado,
castaño claro que se extiende por debajo de sus hombros, y sus amigos la conocían como "Cookie".19
Aunque exuberante, Likens siempre mantenía la boca cerrada al sonreír, debido a que había perdido un
diente frontal en una colisión con uno de sus hermanos durante un juego de la infancia.20 También le
gustaba la música, en particular The Beatles, y era especialmente protectora con su hermana menor, que era
mucho más tímida e insegura.21 En varias ocasiones, las dos hermanas visitaron una pista de patinaje local,
donde Jenny se ponía un patín en su pie fuerte y Sylvia la llevaba de la mano mientras patinaban alrededor
de la pista.22
En la casa Baniszewski
En junio de 1965, Jennifer y Sylvia Likens fueron dejadas al cuidado de una ama de casa llamada Gertrude
Baniszewski, una señora asmática con siete hijos a quien habían conocido pocos días antes en la iglesia.
Sylvia era una muchacha callada y agradable a la que todos querían. Su hermana Jennifer también era muy
callada, y había nacido con una pierna encogida, que había ido avanzando hasta llegar a poliomielitis. A
pesar de su discapacidad, se las arreglaba para bailar y montar en monopatín. Sus padres, Betty y Lester
Likens, pagaron a Baniszewski unos muy necesitados 20 dólares a la semana por cuidar de las niñas, y
quedaron convencidos de que Gertrude cuidaría de Sylvia y Jenny como de sus propias hijas.1
Al principio, todo iba bien, y las chicas parecían llevarse bien con los chicos Baniszewski. Tal vez el primer
aviso del horrible crimen que iba a ocurrir posteriormente fue exactamente después de siete días de su
llegada, cuando los 20 dólares llegaron con un día de retraso. Entonces, Baniszewski llevó a Sylvia y a su
hermana Jennifer al sótano y les dijo: «Bien, perras, he cuidado de ustedes durante una semana por nada. El
cheque de su padre no ha llegado». Cuando Sylvia intentó explicar que seguramente el dinero se había
retrasado, Gertrude ordenó a ambas que se inclinaran sobre una cama, se quitaran la falda y ropa interior y
las azotó con una pala en las nalgas. Como Jennifer tenía poliomielitis y era la más pequeña, Sylvia
propuso a Gertrude que la castigara a ella en vez de a su hermana pequeña. Baniszewski accedió.
Después de una semana, Betty y Lester Likens fueron a visitarlas. Nadie se quejó y los Likens se
marcharon contentos. A partir de entonces, Baniszewski y sus hijos, así como varios adolescentes del
barrio, empezaron a abusar física y psicológicamente de Sylvia. En realidad Baniszewski no podía soportar
a las chicas, pero sobre todo a Sylvia, a quien acusaba de ser una sucia y una promiscua.
El abuso empeora más y más
Un día, Gertrude le preguntó a Sylvia por qué pasaba tanto tiempo en la tienda de alimentos donde
trabajaba. Likens explicó que había encontrado botellas de soda vacías y que las estaba llevando a la tienda
para ganar unos cuantos centavos extra. Baniszewski no le creyó y la obligó a desnudarse completamente e
introducirse una botella de Coca-Cola en la vagina delante de todos sus hijos y de Jenny. Este suceso
ocurrió dos veces. La primera vez la botella se rompió estando en el interior de la muchacha y los cristales
rotos le desgarraron las paredes vaginales. Cuando esto sucedió todos, menos Jennifer, estallaron en risas y
aplausos, mientras Baniszewski no paraba de fumar. También le pegaba muy a menudo con una paleta de
casi un centímetro de espesor. Cuando ella se cansaba de esa tarea, cedía el derecho a manipular la paleta a
su hija mayor, Paula —de 17 años—. Paula pegaba a Sylvia varias veces al día.1
A la hora de cenar, Sylvia generalmente no comía en absoluto, se limitaba a observar cómo los demás
comían. En muchas ocasiones, su hermana Jenny robaba disimuladamente un poco de pan para ella, pero
tenía tanto miedo a Gertrude que nunca se atrevió a desafiarla.
Una vez, Sylvia tuvo que quitarle a Paula su traje de educación física, ya que sin él no podía dar la
correspondiente clase de gimnasia. Cuando Gertrude se enteró, mandó a su hija Stephanie y a su novio,
Coy Hubbard, a arrojarla por las escaleras del sótano. Sylvia recibió un fuerte golpe en la cabeza y
permaneció inconsciente durante casi dos días.
Coy Hubbard, quien tenía 15 años, pero pesaba 85 kilos y medía casi dos metros, se convirtió en uno de los
peores tormentos de Sylvia. Era una especie de experto en judo y le encantaba lanzar a la chica por el aire.
En el sótano de los Baniszewski había un viejo colchón, que se suponía que le proveería a Sylvia un suave
aterrizaje. Coy generalmente calculaba mal y ella aterrizaba con un crujido en el suelo de cemento. Todo el
mundo se reía. Nadie —incluyendo a Jenny— hizo algo al respecto. De hecho todos parecían deleitarse
con su comportamiento.
El 28 de julio de 1965, el reverendo Roy Julian pasó a saludar. Se retiró bastante preocupado por la señora
Baniszewski, pues en su condición era difícil soportar tal contingente de niños. La señora Saunder —
enfermera de salud pública— hizo una llamada. Gertrude explicó que una de las niñas a su cuidado, Sylvia
Likens, era una prostituta y estaba corrompiendo a sus hijos. La señora Saunders se compadeció, pero
nunca volvió a llamar.
Una vez, Sylvia orinó en su cama sin darse cuenta. Esto fue porque recibía de castigo patadas entre las
piernas y por el daño perdió el control de su vejiga. Gertrude, enfadada, volvió a introducirle la botella de
Coca-Cola en la vagina, aunque esto era algo ya habitual para Sylvia. Entonces, Baniszewski decidió que
Sylvia no estaba a la altura para dormir arriba con el resto de la familia. Creía que el sótano y el colchón
serían lo suficientemente buenos para ella. A partir de entonces, Sylvia sólo se alimentó de una pequeña
porción de agua y galletas saladas a la semana. También fue torturada y obligada a comer su propio
excremento. La muchacha se desnutrió y deshidrató.
De vez en cuando, los chicos Baniszewski la sumergían en baños excesivamente calientes. Cuando salía,
su piel estaba irritada y roja por el calor. Una vez se desmayó en la bañera y fue sacada por el pelo. En un
momento dado —muy complicado de determinar para los médicos forenses—, Sylvia dejó de resistirse a
sus castigos. Entonces la señora Baniszewski le arrancó la blusa y los pantalones cortos, que es el estado en
el que se quedaría Sylvia durante el tiempo de vida que le quedaba allí.
A John Baniszewski Jr., a pesar de tener sólo trece años, le gustaba escuchar los dolorosos gritos de Sylvia
cuando le pegaba patadas o apagaba los cigarrillos de su madre en los brazos, piernas o estómago. También
gozaba al darle puñetazos en el rostro, golpearle el vientre o patearle y pisarle la cara mientras estaba en el
suelo.
A Ricky Hobbs, un muchacho del barrio, le había gustado Sylvia desde el momento en el que llegó, pero
ella le rechazó y empezó a salir con otros chicos, lo que le produjo un gran odio hacia ella. En varias
ocasiones, él y Coy Hubbard ataban a Sylvia Likens a una viga de madera que había en el sótano, después
de una gran cantidad de golpes que le propinaban ambos. En una ocasión, Richard Hobbs ahorcó a Sylvia
durante tanto tiempo que todo el mundo pensó que se había muerto. Durante ese largo período, la señora
Baniszewski contó por todo el vecindario que Sylvia era una prostituta, lo que causó que los vecinos no la
miraran con buenos ojos. Luego la obligó a escribir varias cartas donde detallaba escabrosos asuntos
sexuales y confesaba que era una prostituta.
Gertrude dijo además que Sylvia no había hecho más que causar problemas desde que llegó a su casa y que
era una muchacha inmanejable, y que justamente por eso la había enviado al Reformatorio de Indiana. Los
vecinos que vivían al lado de la casa de la señora Baniszewski oían gritos, lamentos, gemidos y golpes,
pero no hicieron nada al respecto porque pensaron que era mejor no meterse en problemas.
El hogar de los Baniszewski era el punto de encuentro de muchos chicos y chicas del barrio. Cuando varios
jóvenes observaron que Sylvia soportaba el abuso al que era sometida, ellos también comenzaron a mofarse
de ella y a aplicarle castigos físicos. Los chicos la mordían, besaban, acosaban, intimidaban y la violaban.
También traían a sus respectivas novias y a varios amigos, que también se reían de ella. Nunca pensaron
que todo iba a llegar tan lejos.
Frecuentemente, estos otros invitados también decidían participar en los tormentos a la joven. El 23 de
octubre de 1965, Gertrude, con una aguja al rojo vivo, escribió en el abdomen y estómago de Sylvia: «Soy
una prostituta y estoy orgullosa de serlo». A mitad del trabajo se cansó, pero Ricky Hobbs continuó el
trabajo por ella mientras John Baniszewski Jr. le sujetaba los brazos a Sylvia Marie. A la mitad de
penúltima palabra, la aguja dejó de quemarle la piel, por lo que Hobbs empezó a hacerle cortes en vez de
rozar la aguja en la piel para escribir.
«¿Qué harás ahora, Sylvia? —musitó Gertrude con la mirada fría— ¿Qué harás? Ahora ya no podrás
mostrarte desnuda ante ningún hombre sin que te vea la marca. Ahora ya nunca podrás casarte. ¿Qué vas a
hacer?». El mayor castigo para aquella mujer, más allá de las torturas, de las palizas, de las humillaciones,
parecía ser el no permitir a la muchacha que se casase, el dejar que viviera sola —al igual que Gertrude—
para siempre. Esa tarde, Coy Hubbard pasó por la casa. Golpeó a Sylvia en la cabeza con un palo de
escoba, dejándola inconsciente.
El asesinato de Sylvia
Pocos días antes de su muerte, la muchacha intentó escaparse. La descubrieron y fue brutalmente castigada.
Su hermana Jennifer Likens fue obligada a abofetearle la cara hasta que quedara completamente roja.
El día anterior a la muerte de Sylvia Likens, Paula Baniszewski le dio a Sylvia su tratamiento especial: le
pasó sal por todas sus heridas.
A la mañana siguiente, Sylvia estaba casi inconsciente. Tenía moretones, cortes y heridas de todo tipo en
todo el cuerpo; hedía a causa de la falta de aseo, las cicatrices de quemaduras resaltaban por todas partes de
su piel y hablaba sobre irse con sus padres y alcanzarlos en la feria donde se encontraban. Gertrude decidió
que debía mojarla con la manguera. Llevaron una manguera de jardín al sótano. Todo el mundo se rio
mientras el agua salpicaba sobre el demacrado cuerpo de Sylvia Likens. Al ver que ella no respondía,
Richard Hobbs llamó a la policía con la esperanza de que le practicaran primeros auxilios y ella se
reanimaría milagrosamente, quedando ellos como héroes, y que todo estaría bien. Pero al ver el cuerpo, los
oficiales y médicos declararon que el asesinato de Sylvia Likens era el peor caso de abuso físico que habían
investigado en la historia del estado de Indiana. Sylvia Likens había muerto por hemorragia cerebral, shock
y desnutrición.
Juicio
En el juicio, los adolescentes y niños del barrio aceptaron su culpabilidad y detallaron los castigos a los que
habían sometido a Sylvia. Gertrude Baniszewski intentó librarse de la cárcel cargando toda la culpa en sus
hijos y los adolescentes del barrio, aludiendo que ella no sabía nada de lo que ocurría en el sótano, pero
todos los niños declararon lo mismo sobre Baniszewski: ella alentaba la tortura y participaba en ella.
Jennifer Likens declaró lo mismo.
La mayoría de las personas que fueron invitadas a ver cómo torturaban a Sylvia terminaban maltratándola
también, la humillaron y violaron, y ellos parecían deleitarse con todos esos gritos de dolor y querían
también maltratarla. En el momento del juicio, el fiscal les preguntó el por qué de su actitud, por qué
maltrataban también a Likens, por qué no hicieron nada para ayudarla. Todos contestaron lo mismo: «No lo
sé, señor». Ninguno de ellos supo justificar su propia actitud.
Condenas
Gertrude Baniszewski. Fue hallada culpable de asesinato en primer grado y sentenciada a
cadena perpetua. Se le recluyó en la Prisión de Mujeres de Indiana. Obtuvo su libertad
condicional el 4 de diciembre de 1985, luego de estar veinte años en prisión. Poco antes de
morir en 1990, Gertrude Baniszewski aceptó finalmente su culpabilidad, responsabilizando
sus actos criminales a sus problemas personales y a una serie de medicamentos que
ingería.
Coy Hubbard. Fue hallado culpable por homicidio y sentenciado a 21 años de prisión. Se
convirtió en un delincuente y volvió a la cárcel con frecuencia.
Richard Hobbs. Fue hallado culpable por homicidio involuntario y sentenciado a 21 años
de prisión. Murió a los 20 años de cáncer pulmonar.
John Baniszewski Jr. A pesar de tener trece años de edad fue sentenciado a cumplir 21
años de cárcel; fue el preso más joven del reformatorio de la historia de ese estado. Tras
cumplir su condena, se convirtió en pastor laico, para contar su historia; murió a causa de
su diabetes y de las torturas que él mismo se infligía a causa de su culpa.
Stephanie Baniszewski. Fue hallada culpable por cómplice y fue sentenciada a cumplir 12
meses en prisión. Ella, junto con Coy Hubbard, arrojó a Sylvia por las escaleras del sótano,
lo que le produjo una hemorragia cerebral. Eso produjo una de las causas de su muerte.
Véase también
Junko Furuta
Tortura
Asesinato
Violación
26 de octubre
An American Crime, película basada en el caso de Sylvia Likens.
Notas
1. La hija mayor de Lester y Elizabeth Likens, Dianna Shoemaker, estaba algo distanciada de
su familia. Como tal, sus padres le prohibieron iniciar contacto con sus hermanas menores.
2. Sylvia y sus hermanos vivirían en 19 direcciones distintas entre 1949 y 1965.17
Referencias
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