Bottero & Kramer. - Cuando Los Dioses Hacían de Hombres. Mitología Mesopotámica (Ocr) (2004)
Bottero & Kramer. - Cuando Los Dioses Hacían de Hombres. Mitología Mesopotámica (Ocr) (2004)
Bottero & Kramer. - Cuando Los Dioses Hacían de Hombres. Mitología Mesopotámica (Ocr) (2004)
DIOSES HACIAN
DE HOMBRES
MITOLOGÍA MESOPOTÁMICA
TINO
Y SAMUEL NOAH KRAMER
IMAN
. AKAL/ORIENTE 5
Mesopotamia
Diseño interior y cubierta: RAG
OSCE
O Editions Gallimard, 1989
O Ediciones Akal, 5. A., 2004
para lengua española
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.akaLcom
ISBN: 84-460-1762-8
Depósito legal: M. 35.164-2004
impreso en Cofás, $. A.
Móstoles (Madrid)
Edición de Jean Bottéro
y Samuel Noah Kramer
L INTRODUCCIÓN occococonccnconncnnconanononconncanonanonnnnnnononncnn
oca nian cana nncnnnins 21
¡OTE 30
Normas de transcripción, traducción, referencias y SIBlAS como... 33
AO 67
V. LA MITOLOGÍA cccccococconnonnonnconncononnonocnnnnnc
cnn nonconnnnnonccnnona nano cnron nani 91
TEOGONÍAS cocoaconiconocononnnoconnconnnnn
nens carnero cnn enanos 483
28. La Teogonía de DU cocoorconccccnannnonnnononnoo
nono ronrnncnnnnr raro amara ncanras 484
COSMOGONÍAS ccccocconaconiononnononannaninnonicnncnncnrnononnaccar
cenar cera 490
29. El prólogo de Gilgames, Enkidu y el Infierno ..ooonniniinion nono. 490
30. El prólogo del torneo de El Árbol contra la CATA .oooonioonanoo. 491
31. El prólogo del torneo de El Verano contra el Invierno........... 493
32. El Gusano del dolor de Imuelas ..ocooccnncinnininincnnnnoranrrccrnarnns 495
33. El RíO CEA OT .cocccnnccoconnnnnnnccnononncnnon
cnn ona no conca rornnrnn cnn rn naar n enanas 498
34. El papel de Enki/Éa en la creación del UNIVerSO ..ooconinconincones». 499
ANTROPOGONÍAS ccococococconoonononnanannonocannoncannnnonon
nen rones rn on nennarar arenas 515
39. El relato bilingite de la creación del hombre ..ooococonniccnnnonccios. 519
40. La invención de la Azada y el origen de los hombres ............ 522
41. Prólogo del torneo de El Cereal contra el Ganado menor...... 524
42. De cómo los cereales fueron introducidos en Sumer............. 528
43. El prólogo del torneo de El Pájaro contra el Pez oininniiinn.. 531
44, Los orígenes posdiluvianos de la agricullUTa ....oconcninnnnomiom... 534
bo
tu
es el único medio que permite reconstruir el pensamiento y el espíri-
tu de aquellas personas que los produjeron, discernir, a través de su
secuencia, la vida y la forma de ver el mundo y de vivir de aquellos
«hombres antiguos» y los grandes cambios impuestos por el tiempo y
las circunstancias a sus ideologías, sus gustos y su existencia.
Los asiriólogos, con la única excepción de unos pocos y afortu-
nados casos y a pesar de ciertos esfuerzos concretos prodigados a los
textos de los mitos de los antiguos mesopotámicos que se han des-
cubierto, nunca se han llegado a plantear la realización de una reco-
pilación de todos estos documentos que permita descubrir, de una
manera mucho más correcta, el pensamiento de sus autores, su «lógi-
ca», su forma de ver el mundo y su sensibilidad, tal como se mate-
rializaron en ellos. Parece como si, poniendo fin a su labor en los
documentos de archivo, se hubiesen olvidado del verdadero objeto
de la Historia: los hombres que han creado dichos documentos, que
los han escrito, leído, pensado y, en principio, vivido. La colección
que aquí presentamos, a pesar de su imperfección, inevitable por
otra parte, está totalmente libre, por una vez, de cualquier tipo de
sesgo o de motivación concreta a la hora de seleccionar los materia-
les como, por ejemplo, la valoración de la calidad literaria de las
piezas o de la contribución que pueden realizar a un campo deter-
minado de la investigación, al comparatismo...—. Creemos no haber
perdido el tiempo si esta recopilación puede, al menos, incitar a
algunos asiriólogos a ampliar sus horizontes y su problemática, a
razonar sobre conjuntos mucho más amplios, a hacer que su trabajo
como bistoriadores vaya mucho más allá de la simple investigación
filológica. :
2. Sabemos, pues pertenecemos a este colectivo profesional, que a
estos investigadores no les gusta especular al margen de los textos y
que desconfían de todas las traducciones que no partan, de entrada y
como método de verificación, del acadio o del sumerio. Aunque cual-
quier traducción del hebreo de Isaías o del griego de Esquilo a otra
lengua siempre plantea, desde un punto de vista filológico, todo tipo
de problemas -—-más adelante ($ 6) trataré esta cuestión con relación a
lo que aquí nos interesa podemos llegar a preguntarnos si para lle-
gar a obtener una visión global y en profundidad de los profetas bíbli-
cos o de la tragedia griega resulta indispensable tener delante de noso-
tros el texto hebreo o griego junto con su traducción o, incluso, la
puntillosa y pedante justificación filológica de aquél, sobre todo cuan-
do, por motivos profesionales, siempre tenemos presente o muy cer-
cano dicho texto o, incluso, lo conocemos de memoria. El objetivo de
la presente obra, y esperamos que ello no disguste a nuestros colegas
más puntillosos, no era presentar una edición erudita del contenido
sumerio o acadio de los mitos aquí considerados, sino solamente ofre-
cer una traducción continua de los mismos. Una traducción realiza-
da, con toda seguridad, y es preciso que se nos crea, a través de una
INTRODUCCIÓN 23
? Por otra parte, mezcla piezas como Adapa, Étana y Gilgames que, como vere-
mos (V, $ 14), es bastante temerario considerar como mitos.
26 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
sobre todo cuando el período durante el que dicho idioma estuvo, casi
exclusivamente, en uso dentro de esta región, tanto para la literatura
como para la liturgia y la ciencia, no constituyó mas que un primer
momento, el primer tercio, dentro de la evolución, tres veces milenaria
y continua, de la civilización local —este argumento se entenderá mucho
mejor más adelante (IL, $ 6 s.). Por ello nos ha parecido muy importan-
te insistir en este continuo, planteándonos con su conjunto presentar en
estas páginas la mitología de la antigua Mesopotamia, en toda la ampli-
stud de su «historia» y con todos los documentos que se conocen.
Consideramos mucho más útil publicar, en la medida de lo posible
y con la única excepción de aquellos fragmentos que todavía no se
comprenden del todo, tal como sucede con algunos restos fragmenta-
rios, la totalidad de los textos literarios de contenido marcadamente
mitológico? descubiertos de que actualmente disponemos, en vez de
realizar un simple florilegio. Creímos que era mucho mejor publicar
cada tradición de manera íntegra —en la medida, evidentemente, en que
nos permita comprender o reconstruir el estado de conservación de las
tabillas de arcilla sobre las que se consignó el milenario contenido de
dichos relatos—- en lugar de ofrecer simples resúmenes más o menos lar-
gos y llenos de citas de mayor o menor extensión. En esta obra, por
tanto, el lector debería de encontrar, junto con el texto conservado de
cada pieza, la idea que de la misma se hacían sus autores y sus usua-
rios, en la medida en que la labor histórica nos permite acceder a ella.
Para que nadie se impaciente, más adelante (VI) explicaré la posición
de los denominados «textos literarios» dentro del conjunto del pensa-
miento mitológico de los antiguos mesopotámicos.
PREHISTORIA
ERA HISTÓRICA
1. Transcripciones
2. Traducciones
cede por medio de dos puntos (-), siempre aparecen en cursivas (ver,
además, 2d); cuando he considerado oportuno insistir sólo sobre la pri-
mera o segunda parte de un verso he añadido a la cifra romana en cur-
siva las letras a O b, también en cursivas. Así, por ejemplo, la referencia
Atrabasís (o Muy Sabio o 45), Ull/v : 44 b se tiene que interpretar como
segunda mitad del verso 44 de la quinta columna de la tablilla 1H del
mito de Atrabasís.
d. En estas referencias y llamadas, al igual que en la propia nume-
ración de los textos, el anverso de la tablilla se designa, cuando se uti-
liza, mediante la abreviatura anv.; y el reverso mediante r. o rev.; los
cantos, que en ocasiones aparecen escritos, se abrevian mediante tr. (de
tranche, canto, en francés); estas abreviaturas preceden, en las citas, a
los dos puntos () que anuncian las líneas o los versos.
e. La barra oblicua doble (//) entre dos cifras (por ejemplo, 213 ss.//
226 ss.) marca el paralelismo o la identidad material entre los dos ver-
sos O grupos de versos a que se hace referencia. Cuando, precedida por
«y», sigue a una sola cifra, equivale a «paralelo(s)»: 23 y // y se refiere,
entonces, al verso 23 y a todos aquellos que, materialmente, son idén-
ticos dentro de la misma obra.
f. Además de los usos anteriormente indicados (ver 3 b y 0), la barra
oblicua sencilla (/) entre dos palabras sirve para identificar dos términos
(el primero en sumerio y el segundo en acadio) que hacen referencia al
mismo objeto o al mismo personaje: Utu/Samas. Enki/Éa... Para subra-
yar la identificación también he recurrido al signo igual (>).
£. He recurrido, por comodidad y debido a su concisión y brevedad,
a ciertas expresiones latinas usuales:
— cfr. (confer: «comparar con») para recordar una referencia útil.
— 4.8. (verbi gratia que, a fin de cuentas, significa «por ejemplo»),
para referirme a una comparación.
— passim («aquí y allá») cuando se trata de muchos ejemplos de
manera desordenada.
— it. Cítem, «do mismo»), ib. o ibid. Cibidem, «en el mismo lugar»), así
como loc. cit. u op. cit. («een el lugar/ en la obra citada») que envían o
hacen referencia a un pasaje o a una obra citados o mencionados con
anterioridad.
Pido perdón por este sistema de notación y de referencias un tanto
algebraico y bastante fastidioso, pero no podía prescindir de él sin
exponerme a ser acusado de haber causado muchos más problemas de
los debidos a mis pacientes lectores.
II. UNA CIVILIZACIÓN HÍBRIDA
sutu!
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Lago
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8-
Bosque/ Montañas
de los Árboles Resinosos 7
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Sumer
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País an
40 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
»Es
Mi
8. En el punto en que hemos dejado a la civilización mesopotámica,
durante el último tercio del TH milenio, ésta simplemente se encontraba
en la etapa final de su adolescencia, pues se trata de una civilización a
la que todavía le quedaban dos milenios de vida.
Resumiendo brevemente la situación política del país -hecho que
tiene importancia para nuestos objetivos, éste estaba dividido en una
veintena de lo que, a falta de una denominación mejor, designamos
como ciudades-Estado o Estados urbanos: agrupaciones de cierto núme-
ro de aldeas campesinas arcaicas en torno a algúnas aglomeraciones
más densas, la más importante de las cuales tenía el rango de capital y
ejercía dicha función. Cada una de estas capitales era, al mismo tiem-
po, la residencia de las autoridades y el centro administrativo, econó-
mico, «intelectual y religioso, y a su frente se encontraba el jefe del
Estado, al que, de acuerdo con la costumbre local, se le confería un
título y unas prerrogativas determinadas: en algunas era el «gobernan-
te» (ensi) y en otras el «señor» (en) o el «rey» Qdugal). Vivía en su pala-
cio, rodeado por su corte (familia, personal doméstico, funcionarios).
Cada capital tenía un templo en el que residía el dios principal, dife-
rente en cada una de ellas y que, en el plano sobrenatural, ejercía la
autoridad suprema, simple proyección, ya sublimada o superlativa, del
sistema político, fundamentalmente monárquico, existente desde la
noche de los tiempos. Al igual que el soberano de este mundo, el dios-
monarca concentraba a su alrededor a todo un cortejo de divinidades
menores que tradicionalmente estaban cerca de él y cuya personalidad
y situación —al igual que las de aquél- hundían sus raíces en las más
antiguas tradiciones campesinas y se habían visto modificadas, en
mayor o menor medida, como consecuencia de las fusiones y sincretis-
mos que se desarrollaron como resultado de la agrupación de las dife-
rentes comunidades y de los movimientos políticos. Todos estos dioses
sobre los que hablaremos más adelante (IV, $ 9) formaban el panteón
propio de la ciudad y de su territorio.
Ésta fue la situación que, quizá con algunas mutaciones que cono-
cemos bastante mal a causa de la escasa información de nuestras
fuentes, parece haber reinado en el país hasta el último tercio del 1H
milenio.
A. partir de este momento, un poco antes del 2300, tiene lugar un
acontecimiento decisivo que supone el inicio de una nueva época. Por
primera vez y con total claridad, al menos hasta donde alcanzan nues-
tros conocimientos, los semitas asumirán con enorme éxito el control
político del país unificado. Uno de ellos, Sargón (2334-2279), apodado
con toda justicia como el «Grande», no sólo reúne en la ciudad de Acad,
situada en el sector septentrional de la Baja Mesopotamia, a todos los
pequeños Estados urbanos ubicados entre los dos ríos, sino que tam-
bién levanta un edificio mucho más gigantesco, al unificar a todo el
territorio limítrofe, desde los límites occidentales de la Meseta Iraní hasta
el Mediterráneo, constituyendo así un auténtico imperio, el primero y
46 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
a un momento del pasado que ya nunca más volvería, por lo que era.
preciso conservarlas, del mismo modo que se conservan los monumen-
tos antiguos, valorados porque en ellos se guarda un antiguo patrimo-
nio. Fue así como el sumerio, lengua muerta quizá desde hace más
tiempo de lo que se cree, pervivió como el gran idioma de la cultura,
la liturgia, la ciencia, la literatura y la curia —al igual que sucedió dentro
de nuestra cultura con el latín con posterioridad al fin del Imperio roma-
no y hasta bien entrado el Renacimiento. Dicha lengua debía constituir
una parte fundamental del utillaje básico de las personas letradas y de
los sabios (HL, $ 7), que, en ocasiones, lo utilizaron con auténtica ele-
gancia, si bien cada vez fue manejado con mayor rudeza hasta poco
antes de fines del I milenio, mientras aún debía pervivir la intelligent-
sía mesopotámica. El enraizamiento de esta antigua lengua es quizás, a
simple vista, el más grandioso signo de la inmemorial preponderancia
que, para la puesta en marcha de la cultura y del pensamiento, tuvo el
pueblo que la había hablado como lengua materna.
9. Sin embargo, al mismo tiempo que se seguía profundamente vin-
culado al pasado por medio de todos estos lazos, también se iba pre-
parando el futuro. El protagonismo asumido por los semitas supuso que
en un principio se empezase a tener en cuenta su lengua, el acadio. Ésta
fue la lengua oficial del imperio de Sargón y no sólo se utilizaba para
redactar los documentos oficiales o abundantes textos comerciales, car-
tas políticas o comerciales e, incluso, actas públicas, sino que todo pare-
ce indicar que, a partir de este momento, también se empezó a esbozar,
inspirándose sin duda en la literatura escrita en sumerio, una forma de
expresión literaria acadia. Por desgracia sólo conservamos unos pobres
fragmentos, insuficientes para llegar a hacernos una idea clara; de hecho
sólo podemos llegar a concluir su existencia pero, en realidad, nos
resulta imposible constatar sus obras. No obstante, tanto en la historia
como en nuestra vida cotidiana existen ciertas situaciones que resultan
indiscutibles a pesar de que en sí mismas están ocultas a nuestra com-
prensión a consecuencia de la falta de testimonios directos. Algunos de
los datos convergentes anteriormente indicados resultarían totalmente
inexplicables si, desde época de Sargón, no se hubiese planteado un
amplio movimiento de búsqueda, adaptación y creación, no sólo alre-
dedor del sumerio y de los datos hasta entonces tradicionales, sino tam-
bién en torno al acadio y de acuerdo con unas fuerzas y unas ideas
novedosas. Así, por ejemplo, el inmenso campo de la adivinación,
denominada «deductiva», cuyos testimonios más arcaicos nunca son
anteriores al primer tercio del 1 milenio, reclama imperiosamente, a no
ser que se quiera creer que estamos ante un milagro, que sus primeros
pasos se hayan dado en tiempos del Imperio de Acad'. Esta situación
fue, al mismo tiempo, el resultado de un punto de vista sin duda anti-
guo, pero también de una dialéctica que, para nosotros, resulta total-
tura de Sargón, a menor escala pero con un resultado mucho más esta-
ble. Hacia 1750, Hammurabi, sexto soberano de una dinastía de amorri-
tas, fundada en 1894 y apenas conocida hasta este momento, que había
conseguido crear un modesto reino con centro en la todavía oscura ciu-
dad de Babilonia, reunió alrededor de su capital, gracias a una serie de
brillantes conquistas y de operaciones perfectamente dirigidas, todo el
conjunto de antiguos pequeños Estados que ocupaban el territorio meso-
potámico, e incorporó la parte norte de la región, Asiria, que ya estaba
comenzando a convertirse en un lugar importante, así como el antiguo y
famoso reino de Marí, en el Éufrates Medio. El triunfo de este monarca y
su promoción confieren al país su configuración definitiva como reino
único y lo dotan para el futuro de un centro político, económico, cultural
y religioso: Babilonia que, a pesar de todas las vicisitudes de la historia
local de la región, siguió siendo la verdadera metrópolis de Mesopotamia.
A partir de este momento se podrá hablar de «civilización babilonia», pues
dicha ciudad confiscó y custodió la antorcha de la vieja cultura local, ela-
borada y desarrollada en estas regiones desde hacía ya más de mil años.
12. Nuestras fuentes, más abundantes y mejor conservadas que las
relativas a épocas más antiguas, si bien aún desearíamos que fuesen más
ricas, nos dejan entrever que en Babilonia, desde entonces, tuvo lugar
un desarrollo prodigioso en todos los campos del saber y un floreci-
miento especialmente llamativo de la literatura, a partir de ahora en aca-
dio. Este idioma pasó a convertirse en la lengua de la cultura, hecho que
viene a demostrar que el uso persistente del sumerio no había supues-
to un freno para las capacidades intelectuales. Aparecen novedades en
todos los sectores de la vida intelectual y material, sobre todo dentro del
campo del pensamiento que todavía se confundía, y se siguió confun-
diendo durante mucho tiempo, con el pensamiento religioso. A lo largo
de la presente obra podremos llegar a hacernos una idea extensa y muy
constructiva de este hecho. Vuelven a aparecer muchas cuestiones, algu-
nas de las cuales muy posiblemente ya habían sido planteadas con ante-
rioridad, pero ahora lo hacen desde otros puntos de vista, mucho más
sucintos y puntuales. Otras, incluso, se plantean por primera vez bajo
un enfoque diferente, mucho más amplio, y son objeto de reflexiones
mucho más hondas, que llegan a ser puestas por escrito, en ocasiones
en obras de gran amplitud, profundas y brillantemente literarias. Entre
estas cuestiones podemos mencionar la reflexión sobre los dioses y sus
conflictos, los orígenes del mundo y del hombre, la organización del
universo, el sentido de la vida, los problemas planteados por el mal...
Se desarrolla así una inmensa tarea de transformación de las concep-
ciones tradicionales, acomodadas a unas nuevas perspectivas, y se des-
pliega un magnífico esfuerzo por darles forma y sistematizarlas. La mito-
logía es, precisamente, uno de los campos en que más claramente se
nos manifiesta esta explosión cultural (ver sobre todo 45).
13. Este movimiento, orientado al mismo tiempo a la conservación
del pasado y a cuestionar y replantear la herencia dejada por aquél
50 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
to
MA
8 Mésopotamie, p. 75 ss,
III. UNA CIVILIZACIÓN DE LA ESCRITURA
1. Los documentos que se van a leer en esta obra plantean otro pro-
blema mucho más sutil, que no se manifiesta a primera vista, sino como
consecuencia de una labor de reflexión, pero que creemos que resulta
preciso aclarar si realmente queremos llegar a comprender estos textos.
Nos referimos al papel desempeñado por la escritura.
No se trata del lugar que ésta ocupa con respecto a nuestro conoci-
miento de estas piezas literarias. Cuando una civilización antigua desa-
parece de manera radical y durante mucho tiempo de la memoria
humana, cuando se produce una ruptura entre los individuos que por-
taban aquella civilización y nosotros, una prolongada interrupción de la
tradición viva, todo lo que sabemos sobre ella —dejando a un lado aque-
llos «testimonios indirectos que nos han transmitido otros individuos y
que, por lo general, resultan menos veraces— pasa por los testimonios
escritos que dicha civilización nos dejó y que hemos tenido que apren-
der a leer de nuevo. En cada una de las tablillas recuperadas de esa
vieja historia, nuestra mirada se encuentra forzosamente limitada por lo
que ella misma nos explica y nos permite saber acerca de dicha histo-
ria y todo aquello que nosotros hemos logrado recuperar y descifrar.
Por referirnos al caso de Mesopotamia, si los arqueólogos han desente-
rrado alrededor de medio millón de tablillas, tanto en sumerio como en
acadio, todo lo que sabemos aproximadamente con detalle y exactitud
acerca del mundo que las produjo lo deducimos de la masa documen-
tal que dichas tablillas representan. Aunque aparentemente esta docu-
mentación nos parece enorme, en realidad, y a poco que lo pensemos,
resulta bastante ridícula si la comparamos con las ingentes cantidades
de documentos que, sucesivamente, se tuvieron que producir a lo largo
de tres mil años de historia. Hemos perdido para siempre inmensos
lienzos de pared de este viejo y enorme edificio derrumbado, pues
actualmente no figura, ni figurará, directa o indirectamente, entre nues-
tra documentación, todo aquello que no se. llegó a poner por escrito o
que no fue registrado, habiendo desaparecido para siempre con el paso
del tiempo. En el campo mucho más restringido que aquí nos ocupa,
no sólo la mitología —volveremos sobre ello: $, 8 s.; V, $ 8, 15; XU, $ 3—,
el material documental debió de ser infinitamente mucho más abun-
dante (y posiblemente más auténtico) dentro de la tradición puramen-
te oral, que nunca llegaremos a conocer habiéndose perdido además
irremediablemente muchas de las piezas de su literatura escrita, des-
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
de
Y
truidas antaño por los hombres o lentamente pulverizadas bajo un
manto de tierra. Por numerosas que nos parezcan las tablillas que
hemos conservado y descifrado, los textos que de ellas hemos extraído
y que más adelante podremos leer en esta obra son simplemente los
restos de un inmenso y doloroso naufragio. Éste es, ya, un motivo sufi-
ciente para que las examinemos con avidez y extraigamos de ellas todas
sus posibles enseñanzas. No obstante, y teniendo en cuenta que todo lo
que acabamos de decir no son más que simples truismos propios del
conocimiento histórico en tanto que tal, ¿por qué, entonces, retrasar
todavía más nuestra labor?
2. La respuesta a dicha pregunta viene motivada por la existencia de
dos o tres cuestiones, específicas de Mesopotamia, que es preciso con-
siderar. Todas ellas derivan del tipo de escritura propio de esta antigua
región, que se conoce como «escritura cuneiforme» debido a que los ele-
mentos que componen sus caracteres presentan forma de «cuñas» y de
«Clavos» Clos alemanes, de hecho, la denominan «Kejlschrift»). Esta con-
figuración se debe a que las líneas que perfilan y estilizan dichos signos
se escribían sobre arcilla blanda con ayuda de una caña biselada?.
Desde nuestro punto de vista, acostumbrado a la comodidad que supo-
ne el uso del alfabeto, se trata de un sistema que ofrece una notable
complejidad. Fue precisamente esta dificultad la que restringió la difu-
sión de la cultura que registraba pero, a pesar de ello, su empleo revo-
lucionó el pensamiento y el modo de pensar de sus usuarios, Este
hecho nos obliga a realizar una breve exposición de sus características
y de su funcionamiento que, en principio, nos ayudará a ver con clari-
dad su complejidad, al mismo tiempo que tambien nos servirá para acla-
rar algunos puntos oscuros que se esconden en diferentes partes de la
presente obra.
3. En Mesopotamia, la escritura nació a partir de la reproducción!!,
mediante croquis o esbozos, más o menos esquemáticos, de las cosas
existentes en el mundo. Estos intentos ya se habían manifestado de
manera generalizada mucho antes de fines del IV milenio en diferentes
manifestaciones de las artes plásticas, especialmente en las decoracio-
nes de la cerámica pintada y en la glíptica (grabado de tampones, pre-
ferentemente cilíndricos, que debían de utilizarse como sellos o precin-
tos). Sin embargo la escritura propiamente dicha sólo aparece a partir
del momento en que, por medio de este tipo de abreviaturas —a las que,
en tanto que tales, denominamos pictogramas-, no sólo se quería repro-
ducir objetos o escenas seleccionadas por los artistas con el fin de suge-
rir su estado anímico o sus fantasías, sino la totalidad de todo aquello
que, procedente de la realidad, bulle dentro del pensamiento humano.
Esta realidad es demasiado rica y múltiple para pensar seriamente en la
gi
ui
posibilidad de llegar, por así decirlo, a repetirla mediante una cantidad
idéntica de pictogramas. Dicho sistema habría sido viable, pues, a fin de
cuentas, ésta es la base del sistema de escritura chino. Sin embargo se
debió de considerar que se trataba de un sistema demasiado incómodo
y ello sin tener en cuenta que, con un sistema de este tipo, práctica-
mente resulta imposible representar muchos aspectos de todo aquello
que nos rodea y que se caracterizan por tener una plasticidad menor, a
pesar de que son igual de reales y frecuentes, tal como ocurre, por
ejemplo, con los movimientos, las interrelaciones entre individuos y
cosas O los sentimientos que experimenta el hombre. Así pues, se pro-
cedió a reducir al máximo los signos utilizables, a riesgo de multiplicar
los significados de cada uno, mediante la adopción de ciertos procedi-
mientos convencionales e indirectos. Por ejemplo, se llegó a convenir
(v. XIV $, 19) que una espiga de cebada bastaba para referirse a cual-
quier tipo de cereal y a todo aquello que estaba directamente relacio-
nado con ellos; un piel servía para designar a todas las actividades en
que esta parte del cuerpo tenía un papel fundamental: «caminar», «estar
de pie», «llevar», etc...; el perfil de una montaña £A no sólo se utilizaba
para evocar este accidente del terreno, sino también para designar, en
una región como Mesopotamia, delimitada al norte y al nordeste por
considerables alturas, el perímetro del «país» y las tierras situadas más
allá de él: el «territorio extranjero». Podríamos repetir hasta la saciedad
este tipo de ejemplos. Se procedió a la realización, tal como sucede en
las representaciones artísticas y siguiendo las mismas normas, de peque-
ñas composiciones de estos elementos cuyo significado desbordaba el
de los objetos representados. Así, por ejemplo, si se inscribían los pic-
togramas usados para el pan o para el agua junto al de boca, se obte-
nía la idea de «comer» o de «beber»; si el dibujo del arado se acompa-
ñaba de la silueta del hombre, su usuario, el conjunto designaba al «agri-
cultor»... Mediante esta práctica, gracias a la combinación de signos que
contaban con un dibujo y un catálogo codificado y cada uno de los cua-
les tenía predeterminada su área semántica —a los que designamos como
ideogramas- se podía llegar a materializar y expresar con facilidad casi
todo lo que se tenía en mente y, aún en mayor medida, si la escritura,
tal como le sucedía en su estado más primitivo, se limitaba simplemen-
te a ser una ayuda para la memoria, a recordar lo conocido y no a ense-
ñar o a aprender cosas nuevas. Es preciso señalar que la escritura, al
proceder de este modo, simplemente hacía referencia a cosas, sin llegar
a entrar en la precisión, la claridad y el carácter unívoco de las pala-
bras. Del mismo modo en que, por ejemplo, dibujamos una mano con
el dedo índice extendido cuando queremos indicar, sin recurrir a nin-
gún tipo de referencia lingúística, la dirección a seguir.
4. En una época bastante temprana se llegó a apreciar que un ideo-
grama también podía evocar la palabra (el conjunto de fonemas que le
correspondían dentro de la lengua hablada), además del objeto o cosa
al que representaba, con lo que se produjo un progreso decisivo y fun-
56 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
estructuradas que las veamos, fue su puesta por escrito la que, a juzgar
por las evidencias de que disponemos, las convirtió en lo que son y las
hizo accesibles a todo el mundo —incluso a nosotros, por alejados que
estemos, tanto en el tiempo como en el espacio, de su «primera edición».
Estas obras así organizadas podían transmitirse y durar, otra venta-
ja considerable de la escritura. El discurso oral, como tal, es casual y
momentáneo; sólo existe gracias a la presencia concomitante de quien
lo pronuncia y de quienés lo escuchan. Sólo se escucha una vez y el
recuerdo que se conserva de él es, por lo general, bastante vago y se
basa en una impresión global y no en la percepción real de todas sus
particularidades, se puede citar de memoria algún aspecto del mismo,
algún pasaje llamativo o que se recuerda mejor, pero es prácticamente
imposible repetirlo íntegramente, meditar, reflexionar objetivamente
sobre él, explicarlo, desmenuzarlo detalladamente, al menos en todas
sus dimensiones y características. El discurso escrito, por contra, no
sólo se puede multiplicar y se puede difundir de manera literal infini-
tamente, sino que, una vez redactado, se escapa de su autor para pasar
a ser propiedad de quien lo lee. Además, y como consecuencia de esa
multiplicidad de dueños, puede ser objeto de nuevas lecturas y relec-
turas, de reflexión, de valoración, de aprobación o de crítica, tanto en
su conjunto como en todas y cada una de sus partes. Puede, incluso,
llegar a constituir una fuente de inspiración inmediata y ser retomado,
tal cual o mediante diferentes modificaciones o innovaciones que pue-
den ir desde la ortografía hasta el estilo, o de la forma al fondo. Ten-
dremos varias ocasiones de llegar a apreciar cómo, por lo general, se
llegó a generalizar la disposición y el contenido de los mitos literarios
una vez que habían sido editados, hasta tal punto que, con mucha fre-
cuencia, simplemente fueron copiados, una y otra vez, en mayor O
menor cantidad de veces (así, por ejemplo, nos quedan alrededor de
doscientos manuscritos —fragmentarios, en su mayoría, debido a los
daños causados por el paso del tiempo- de Ninurta y las Piedras/20
y X, $ 2, con algunas variantes de grafía o de ajuste del texto y en oca-
siones, incluso, con ligeros retoques (comp. X, $ 18), como, por ejem-
plo, el simple cambio del nombre del héroe (XIV, $ 23); o a traducirlo,
en particular del sumerio al acadio (v.g. 20: X, $ 2) y más raramente del
acadio al sumerio (así 36: XI, $ 26; 38, it., $ 31) de acuerdo con unos
principios generales más o menos rigurosos, llegando a ocurrir, inclu-
so, que se los retome, con mayor profundidad, pudiendo denominar a
los textos surgidos como resultado de dicha labor como «ediciones revi-
sadas y corregidas» (ver, en concreto, 45-49: XIM, $ 23 ss.) y dando
lugar, incluso, a auténticas «versiones» diferentes Unanna/lStar en los
Infiernos/14 y 18, por una parte, y Nergal y EreSkigal/26A. y B, por
otro, ofrecen ejemplos elocuentes). Estas modificaciones se vieron
favorecidas por una doble circunstancia. En primer lugar porque no
existía la «propiedad literaria» en un país en que la mayoría de las obras
antiguas eran anónimas o se consideraba que habían sido compuestas
UNA CIVILIZACIÓN DE LA ESCRITURA 65
3 Mésopotamie, p. 220.
70 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
3 Así, por ejemplo, en el Estado de Laga3, una de cuyas ciudades importantes era
Girsu, al dios Ninurta se le denominaba «Señor de Girsu»: Nin.girsu (X, $$ 1 y 18). A
lo largo de los mitos que vamos a tratar en esta obra encontraremos, aplicados a dife-
rentes divinidades, designaciones vagas o generales con valor de epítetos, como
Nin.mabh: «Alísima dama» (referido, al parecer, a la esposa de Enki en 7: 33 ss.; a la
esposa de Enlil en 20: 369 ss.; a la hermana de Enlil en 2: 128...); Nin.tu: «Señora
del parto» (la esposa de Enlil en 2: 152, etc.; la esposa de Enki en 5: 63 ss.; la her-
mana de Enlil en 6: 394, y la gran Diosa Madre, ibid.: 77); Nin.bursag: «Señora de
los montes da esposa de Enlil en 20: 394; la esposa de Enki en 5: 78), etc.; ver
igualmente $ 10. El sincretismo también desempeñó un importante papel desde época
muy temprana (por ejemplo VH, $ 11 s.; X, $ 5, 10%...): una personalidad divina más
fuerte —o, dicho de otro modo, con un impacto mayor sobre la devoción común:-
pudo incorporar, durante un tiempo o en un lugar determinado y para siempre y de
manera generalizada, las prerrogativas, cualidades y «poderes» de otra.
LA RELIGIÓN 73
titular y cada santuario generó, con dicha finalidad, una mitología con
la que intentaba demostrar la preeminencia de su dios. Por todas partes
se encuentran trazas, más o menos sutiles, de estas rivalidades en dis-
tintos textos: ver, por ejemplo, X, $ 28 y XI, $ 28.
11. Con excepción de algunos nombres de divinidades de nivel infe-
rior, que somos incapaces de analizar y que quizá procedan, en algunos
casos, de esas poblaciones arcaicas «de sustrato», que no eran semíticas
ni sumerias, primitivos ocupantes de este territorio, casi todas las per-
sonalidades divinas incluidas en el panteón general, empezando por las
más eminentes, llevan nombres sumerios (gran parte de los cuales,
como los comenzados por En-... o Nin-... «Amo/Señor o Señora de...»,
no son, en suma, más que una especie de epítetos). Aparecen unos
pocos que manifiestan cierto fondo semítico, como El e tar. Si bien
—tal como cabía esperar los semitas realizaron algunas contribuciones,
resulta evidente que, al igual que sucede con el conjunto del sistema
cultural, no sólo una gran parte del panteón mesopotámico, sino tam-
bién de su estructura básica y, aparentemente, de la concepción gene-
ral de lo divino y de su papel estaban, en esta época, profundamente
influidos por los sumerios.
12. la situación varió a partir del momento en que los sumerios
desaparecieron para siempre sin duda desde antes de fines del HI mile-
nio. A partir de este momento el patrimonio cultural recaerá, única y
exclusivamente, en manos de los semitas, en primer lugar del antiguo
estrato «acadio» y, posteriormente, de los recien llegados amorritas.
Estos cambios, al igual que sucede en otros campos de la civiliza-
ción, se manifestaron de forma muy lenta, casi inapreciable, y resultan
tan difíciles de descubrir, o más, que esos frecuentes vestigios, más o
menos manifiestos, propios de la situación anterior y que no llegamos
a conocer bien. A lo largo de las presentes páginas no es preciso que
sigamos la evolución de dichos cambios, ni siquiera que los enumere-
mos, sino que, simplemente, podemos limitarnos a trazar un bosquejo
general de la «nueva» concepción de lo divino que nos ponga de mani-
fiesto sus rasgos principales y que nos sirva para establecer, con más
claridad, las diferencias generales que existen con respecto a la antigua
situación.
En principio, y desde muy temprano, sobre todo desde finales del
HI milenio, se aprecia una multiplicación o, en todo caso, un aumento
cada vez más frecuente de la importancia de los nombres divinos pro-
piamente semíticos —lo que, por casualidad, implica la introducción de
nuevas personalidades dentro del panteón a las que, desde ahora, se les
prestará gran atención o por las que se sentirá mucha devoción. Entre
estas divinidades, y por citar sólo a las más destacadas, podemos men-
cionar a Adad, Amurru (ver el Matrimonio de Martu/25), Dagan, Mar-
duk, Nárum, Sin y Sama. Se produce la acadización de los nombres
de los antiguos dioses sumerios, como, por ejemplo, An en Anu, O se
sustituyen por otros nombres nuevos, realmente sumerios en ocasiones
78 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
para la Luna, Samas para el Sol y Adad para las lluvias y los vientos.
Las divinidades soberanas del Infierno, Nergal y su esposa Ereskigal,
también conservaron su antiguo nombre sumerio. Hubo algunos otros
dioses que no encontraron correspondencia entre el personal divino
semítico, como sucedió con Ninurta/Ningirsu y Dumuzt, al que en
acadio se tradujo como Tammuz. Sin entrar en las denominaciones
colectivas, como Anunnaku/Anunnaki e Igigu/Igigi, especializadas
posteriormente para designar a la población sobrenatural que habitaba
en el Cielo o en el Infierno o en ambos?. Parece como si, a partir de
este momento, se asistiese a una menor dispersión de la religiosidad y
de la devoción popular, mucho más polarizada que en épocas anterio-
res en torno a un número mucho más reducido de representantes, más
tipificados, de lo sagrado. Como si el fin del régimen de las ciudades-
Estado y la unificación del país en uno o dos reinos hubiesen relega-
do al olvido a los panteones locales, que fueron reemplazados por una
corte celestial más restringida y expuesta, de una manera mucho más
directa, a la admiración, el respeto y la veneración de todas las per-
sonas.
14. También resulta preciso admitir la existencia de un cambio con-
siderable en la propia presentación, en el comportamiento y en el papel
de los dioses tal como se les siente a partir de ahora. Siguen estando
vinculados, pero de una forma mucho más laxa, con los fenómenos de
la naturaleza y de la cultura con los que, por así decirlo, habían pre-
sentado, desde un principio, cierta solidaridad, al mismo tiempo que se
les consideraba responsables de los mismos, hasta el punto de que, en
ocasiones, incluso se les podía confundir con ellos, tal como le sucedía
a Utu con el Sol o a ISkur con la Tormenta... Al lado de este naturalis-
mo restrictivo, ingenuo y antiguo, desde este momento se desarrolla la
personalidad propiamente dicha de cada una de estas divinidades
—como si el poder político se impusiese sobre su autoridad bruta dentro
del orden de la naturaleza%: cada uno de ellos se presenta como un ser
independiente, inteligente, capaz de tener sentimientos elevados y de
adoptar decisiones nobles, majestuosos y con unas maneras y unos
Arriba
o -Cielo-
2
6 Abajo
O «Infierno»
10 T
Anunnaki.
. El Mar, que rodea la Tierra de los hombres.
VD
3 G. Irran, Histoire universelle des chiffres, p. 16 y capítulo 12, pp. 195 ss.
LA RELIGIÓN 85
paralela a la de los dioses y que, al igual que estos últimos, estaban libres
de las debilidades típicas de los humanos, incluida la muerte, y dotados
de poderes sobrehumanos%. Nosotros los denominamos «demonios», tér-
mino que no tiene equivalente ni en el vocabulario sumerio ni en el aca-
dio. Los diferentes nombres que se les dan (udug; gal.lá; 4.14; asag, etc.,
en sumerio, adaptados por los hablantes de acadio como utukku, gallí,
alí, assaku, a los que posteriormente se añadieron otros personajes de
creación propia: abbázu, rábisu, pasittu, etc. parecen haber sido apli-
cados, en un principio, a estos individuos para poner de manifiesto su
papel frecuentemente negativo y maléfico, La mayoría de estas denomi-
naciones pasaron, posteriormente, a convertirse en específicas, Aparte de
la horrorosa imagen que nos ofrecen algunos relieves y figurillas y las
espantosas descripciones que de su aspecto y conducta que nos ofrecen
—no sin cierto énfasis teatral- los documentos de exorcismo, apenas sabe-
mos, algo sobre su «vida privada», a diferencia de lo que nos ocurre con
los dioses. Estos seres sólo aparecen y se manifiestan durante los breves
períodos de tiempo en que cumplen su perversa misión, quedando, por
lo demás, relegados a lugares inhóspitos, peligrosos y hostiles: el desier-
to, la estepa y tambien, sin duda, el infierno.
En época muy antigua parecen haber actuado espontáneamente, por
simple antojo o maldad, como si se tratase de granujas dispuestos a
amargar la existencia de los pacíficos seres humanos. Sin embargo, a
medida que los dioses fueron asumiendo todos los imperativos de la
vida social e individual y desde el momento en que cualquier falta a una
de esas obligaciones pasó a asumir cierto tinte de revuelta, de ofensa a
su soberanía, de delito que era preciso castigar, de «pecado» ($ 14), los
«demonios», por así decirlo, pasaron a ser considerados como los ver-
dugos de la justicia y de la voluntad y el capricho divino. El mal que
ellos causaban a los hombres encontró, así, su explicación religiosa lógi-
ca: dicho mal era el castigo por las faltas cometidas contra los dioses,
de acuerdo con su voluntad y sus Órdenes.
21. La muerte no formaba parte de estos males, a no ser que tuviese
lugar de manera prematura o fuese consecuencia de unas circunstancias
especialmente atroces. La muerte, dicho de otro modo, era nuestro des-
fino natural, asignado por los dioses como marca distintiva de su supre-
macía, pues ellos, por naturaleza, no podían morir (XIII, $ 4 s.). La muer-
te ponía fin a la existencia humana pero los hombres no estaban con-
denados a la «nada». Si bien ya no vivían como lo habían hecho ante-
riormente, sí, en cambio, todavía subsistían. Su cuerpo, enterrado
siguiendo una costumbre general del país desde época inmemorial, vol-
vía, poco a poco, a verse reducido a su materia original: al «polvo» del
suelo (ibid.), a la tierra arcillosa. Sin embargo, existía una especie de
doble etéreo del cuerpo que se separaba de éste en el momento de la
muerte y que era parecido a la visión que, en ocasiones, experimenta-
ban en sus sueños o en sus obsesiones aquellas personas que habían
sobrevivido al muerto. Se trataba de un hálito, una sombra, un fantasma
(en sumerio se le denominaba gedim, termino acadizado como etemmait;
ver ibid.) que recuperaba su morada definitiva a través de la tumba que,
excavada en el suelo, constituía una' especie de entrada y tragaluz del
«país sin regreso», del imperio de los muertos, situado dentro del inmen-
so mundo de lo bajo, en el hemisferio inferior del globo cósmico, en el
infierno. A este reino también se podía acceder a través del misterioso
orificio situado en el extremo occidental del mundo que el Sol utilizaba
a diario, en su ronda eterna, como entrada al mundo subterráneo y al
que sólo se podía llegar una vez que se había atravesado, en el bote de
un siniestro barquero (comp. 1: 119 s.), el fúnebre brazo de mar que
bordeaba nuestra tierra y que encerraba el definitivo más allá%”,
El reino de los muertos se había imaginado, de acuerdo con la ima-
gen de las más imponentes e importantes ciudades del mundo, como
una ciudadela inmensa y formidable, provista de fortificaciones infran-
queables —que, en ocasiones, incluso se llegaron a septuplicar- y pro-
vistas de una única puerta guardada por un portero implacable. En su
interior se reunían, gozando de una misma suerte, todos los «Fantasmas»
de los muertos que, por toda la eternidad, compartían una existencia
tenebrosa, pobre, adormecida, silenciosa y triste. Sin embargo, algunos
de ellos podían, como consecuencia de una serie de circunstancias bas-
tante mal definidas, abandonar, ocasional y temporalmente, su lúgubre
torpor y volver al mundo de los hombres, como demonios o en com-
pañía de aquéllos, para hostigar a los vivos e infligirles, de acuerdo con
las órdenes de los dioses, todo tipo de tribulaciones como castigo por
sus «pecados. Estas excepciones no restaban valor a la norma univer-
sal que establecía que los difuntos debían de quedar encerrados en su
fortaleza infernal, sometidos al poder de sus nuevos soberanos, las divi-
nidades del anti-Cielo, como consecuencia de la autoridad que, sobre
ellos, les había concedido su muerte. Así se reafirmaba, incluso tras la
muerte, el dominio, el poder y la autoridad sobre las criaturas que ser-
vía para definir al carácter divino.
37 Con respecto a todo lo que se refiere al más allá ver Mésopotamie, p. 323 ss.
38 «Les morts et Vau-delá dans les rituels en accadien contre V'action des “reve-
nants”», p. 153 ss., en Zeitschrift fúr Assyriologie 73 (1983).
88 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
í Ver el artículo Magie, p. 200 ss. del tomo VI del Reallexikon der Assyriologie.
2 Meésopotamie, p. 138 ss.
% Ibid., p. 142 y, en general, Divination et rationalité, p. 70 ss.
V. LA MITOLOGÍA
parte, con el resultado final que tenían que aclarar, el mundo tal como lo
veían a su alrededor y cuyos orígenes tanto les intrigaban, y, por otra, los
únicos autores posibles e imaginables, sobrenaturales, de dicho resulta-
do—. Para pasar de unos a otro desarrollaron una serie de acontecimien-
tos, de operaciones, que podían llevar de la causa al efecto. Es a estos
procedimientos a lo que he denominado «imaginaciones o invenciones
calculadas», y creemos que la causa de dicha denominación se puede lle-
gar a comprender muy bien: en ellas la explicación no venía dada por
una serie de análisis, de razonamientos o de mecanismos lógicos reali-
zados a partir de una serie de datos conceptuales y universales, sino por
medio de «historias», de sucesiones de episodios, de encadenamientos de
hechos materiales, escogidos y dispuestos de tal forma que de ellos sur-
giese, de una forma totalmente natural, aquello que se había cuestiona-
do, y que, como consecuencia de ello, diesen cuenta de una manera
suficiente de su existencia y de su estado. A diferencia de lo que ocurre
con nuestros procedimientos científicos, no era necesario que la solución
adoptada, la única verdadera y posible, fuese el fruto de un razonamiento
preciso, ni que se basase en una sólida serie de pruebas; fundamental-
mente y por encima de todo, se trataba de dar una respuesta satisfacto-
ria, conveniente y verosímil al interrogante que se había planteado, de
manera similar al modo en que nosotros nos esforzamos en contestar a
los múltiples «por qué» con que nos asaltan los niños pequeños. Tal como
había comprendido el mismo Platón, «en estas cuestiones simplemente se
(debe) buscar una narración verosímil, plausible», literalmente, «un mito,
un cuento satisfactorio»: éikota mytbon (Timeo, 29d). La lógica de la cien-
cia es una lógica de la verdad, que busca de forma directa su único fin
a través del único camino posible y auténtico; la lógica del mito es una
lógica" de lo verosímil, una lógica que «salva las apariencias», pues se
puede servir de muchas vías con tal de que, partiendo de los mismos
planteamientos iniciales del problema, llegue a idéntico resultado y dé
cuenta del mismo de una forma que tranquilice al espíritu.
8. Por otra parte, no hay que considerar que todas estas «imagina-
ciones» diferentes y que ofrecen una solución plausible a un mismo pro-
blema emanen, de una manera más o menos simultánea, del mismo tipo
de mentalidad o de espíritu: aunque, con mucha frecuencia, el estado
de nuestra documentación no nos permite llegar a apreciarlo, entre ellas
existen diferencias de origen, de lugar y de tiempo, de consideración
general de las cosas, de diferentes etapas culturales. El relato «yahvista»
de los orígenes del mundo que recoge nuestra Biblia (Genésis II: 4b--25)
y el que ofrece el «Documento sacerdotal (ft. : 1: 1-11: 4a) están sepa-
rados por un período de cuatro o cinco siglos durante el que no sólo se
ahondó la religiosidad de Israel, sino que, además, amplió y profundizó
su visión del universo como consecuencia del contacto con Babilonia”.
% Este hecho, en definitiva, deja abierto el terreno al juicio de los distintos espe-
cialistas y debería incitar a sus lectores a conservar la calma ante la constatación de
las divergencias existentes entre Unos y Otros.
LA MITOLOGÍA 103
El bebé se formó
Dentro de la carne musculosa (de su madre).
En (esta) agua de un mar peligroso
Y temible,
En (esta) agua de un mar insondable,
En la que los miembros del niño se encuentran bloqueados
Y cuyo fondo no puede hacer resplandecer
(ni siquiera) el ojo de Sama,
Marduk, el bijo de Éa, distinguió (a este niño):
Él se encargó de desatar los lazos
Que lo retenían;
El le preparó el camino
Y abrió la ruta (de salida)...
13. Desde esta misma perspectiva debemos observar también gran can-
tidad de leyendas etiológicas que intentan explicar el origen sobrenatural
de ciertos aspectos de la naturaleza o de la cultura, incluso de algunos
muy concretos, pero que no llegan a ser tan importantes como para que,
por dicha razón, haya que llegar a echar mano del mito o de la teología*,
Más adelante se podrá leer un relato (40) en el que se explica el «origen
de la azada» —apero de labranza indispensable para el trabajo agrícola que
originalmente fue creado y fabricado, personalmente, por Enfil, Su inclu-
sión dentro de la presente recopilación de mitos no se debe a este carác-
ter «particular», desde nuestro punto de vista, sino por el hecho de que la
«invención» de la azada no es más que el primer acto de una antropogo-
nía en la que dicho instrumento desempeñó un papel muy destacado.
14. Ésta es la forma en que, a fortiori, debemos comprender estas pie-
zas, en ocasiones impresionantes y que presentan una gran riqueza, que
estamos acostumbrados a considerar como mitos, sin duda por pereza
mental y por comodidad, pero que, evidentemente, no tienen otro pro-
pósito que narrar el destino de un individuo, ya sea éste el del hombre
más famoso, y servir como ejemplo, pero que, en realidad, no tienen
absolutamente nada que ver con la mitología, del mismo modo que tam-
poco guardan ningún tipo de relación con la teología todas aquellas
leyendas o historias acerca de los santos más importantes que, sin
embargo, pueden funcionar como modelos para los creyentes. Nadie,
con un mínimo de sentido, defiende que sea un'mito el relato, supues-
tamente narrado por Sargón el Grande”? en su pseudo-autobiografía,
según el cual la diosa /Star, que estaba enamorada de él, le había con-
cedido un reino semisecular. Precisamente por este motivo, en la pre-
sente recopilación no se ha incluido la Epopeya de Gilgames, consagra-
da en exclusiva, tal como indica su título, a las aventuras gloriosas y
sobrenaturales de dicho héroe y a lo largo de cuya narración se inclu-
yen, en diversas ocasiones, algunos mitos auténticos: el del Diluvio (49),
el de los amores de /Star (13) que, en la presente obra, han sido extraí-
dos de aquella; al igual que tampoco lo han sido los relatos conocidos
como «mitos» de Adapa, por una parte, y de Etana, por otra, Quienes
3 No resulta preciso aclarar que, al igual que ocurre en todos aquellos casos en
que se trata de asuntos humanos, complejos y muy diversos, en los que no resulta
muy razonable pensar que se puedan llegar a obtener soluciones claras y aritméticas,
muchas de las piezas aquí publicadas, u otras que no lo han sido, podrían haber lle-
gado, consideradas desde un punto de vista concreto y particular, a ser incluidas den-
tro de la presente recopilación o, por el contrario, ser descartadas de la misma.
3 Br. Lewis, The Sargon Legend, p. 25 ss.: 12 ss. Texto traducido por R. LaBar en
Les Religions du Proche-Orient asiatique, p. 308.
% La traducción francesa de estas piezas se puede consultar en las páginas 145 ss,,
287 ss. y 115 ss. de la obra de R. LaBar citada en la nota precedente. Una discusión sobre
el respectivo carácter legendario de Adapa.y de Étana se puede seguir en Annuaire
1969-1970 de la IV" section de P'École pratique des Hautes Études, pp. 108 y 115. Para
Adapa, en particular, ver el final del artículo citado en la nota 31 de la presente obra.
LA MITOLOGÍA 107
él Habría que dedicarse a reunir, entre otras muchas, toda una mitología del Poder
y de los «Poderes», mediante la recopilación de numerosos pasajes o de simples alu-
siones dispersas por múltiples lugares, como, por ejemplo y por hacer referencia sólo
a la presente Obra, las que aparecen en VII, $ 24 ss.; VI $ 13; IX$ 35 ss.; X $ 22 ss.,
etc. Mme. Cassin ha reconstruido, en su hermosa obra La Splendeur divine, toda una
mitología de la Luz y de la Vida que, en última instancia, desemboca en una visión
muy particular y mitológica de lo que nosotros llamaríamos ontología (Annales,
enero-febrero 1973, p. 78 ss.).
VI. LA LITERATURA MITOLÓGICA
65 Éste es, fundamentalmente, el caso del texto arcaico publicado por G. A. Bar-
TON, citado anteriormente (1, $ 5, nota 3), y en el que A. FALKENSTEIN había creído reco-
nocer un «mito» (Zeitschrift fiir Assyriologie 55, [1963], p. 16 ss.), pero que todavía
nadie, hasta donde sabemos, ha llegado a compender de forma válida.
LA LITERATURA MITOLÓGICA 111
$7 Junto con las narraciones del Diluvio (46-49) que, en su conjunto, parecen
depender, en mayor o menor medida, de 45 (XII, $8 6 ss. y 23 ss.),
LA LITERATURA MITOLÓGICA 113
tarias (V, $ 15 y nota 18), los escritores mesopotámicos nos han dejado
todo un corpus literario relativo a la mitología de sus orígenes. Por este
motivo creímos conveniente reagrupar todo este material en un capítu-
lo aparte (XID. Clasificamos estas piezas, de acuerdo con una serie de
criterios personales y sin otro rigor que la propia naturaleza de las mis-
mas, en teogonías, cosmogonías y antropogonías, introduciendo, además,
bajo este último epígrafe dos o tres mitos (41-44) relativos al nacimien-
to de ciertos fenómenos culturales muy destacados y universalmente
válidos, saliéndonos así de los límites impuestos por el campo de la
naturaleza. Algunos de los relatos traducidos en este capítulo constitu-
yen por sí mismos e independientemente auténticas obras literarias. Tal
es el caso, por ejemplo, de la Teogonía de Dunn:/28 y del Relato bilin-
gtie de la creación del hombre/39. La mayoría, en cambio, no presenta
esta cualidad ni esta autonomía, como si, con la excepción del
Atrabasíis/45 y del Poema de la Creación/50, nunca se hubiese desea-
do llegar a poner por escrito todo aquel conjunto de reflexiones, posi-
blemente muy antiguo y abundante, que se relacionaba con el proble-
ma de la «génesis», como si se hubiese preferido abandonar estos temas
a la tradición oral. Cuando estas cuestiones aparecen en la literatura es,
en la mayor parte de las ocasiones, por pura casualidad, como un sim-
ple complemento a otras obras. Así sucede, por ejemplo, en los prólo-
gos, destinados a presentar, como surgidos de una creación y, por tanto,
como prototipos, a los héroes de estos torneos literarios, O «ensones»,
por los que tanta debilidad se sentía en esta región y que, con el pre-
texto de enfrentar a dos campeones cuyas características eran previa-
mente especificadas, constituían auténticos análisis de gran valor cultu-
ral%, tal como sucede con El Árbol y la Caña/30, El Verano y el
Invierno/31, Los Dos Insectos/37, Los Cereales y el Ganado Menor/41 o
El Pájaro y el Pez/43. El prólogo del gran Tratado de Astrología/36
recuerda, haciendo referencia a un espíritu de este mismo tipo, el ori-
gen de los astros que sirven para realizar los presagios. Estas exposi-
ciones cosmológicas aparecen, en otras ocasiones, al inicio de una de
las leyendas del ciclo sumerio de Gilgames (29) o en algún ritual litúr-
gico (El papel de Enki en la Creación/34, La Plegaria para la construc-
ción de un templo/35, Marduk, creador del mundo/38) o de exorcismo
(El Gusano del dolor de muelas/32, El Río creador/33). Se trata de frag-
mentos, en cierto sentido, adicionales que carecen del acabado y de la
amplitud de los verdaderos fragmentos estructurados; una de ellas (33)
se limita, de hecho, a dos simples frases. Sin embargo hemos optado
por introducirlas aquí, en medio de otras obras mucho más desarrolla-
das, explícitas y complejas, pues, a pesar de su carácter inacabado y
más sugestivo que expresivo, cada una de ellas aporta elementos útiles
para completar el corpus, más propiamente literario, de toda esa impor-
tante mitología relacionada con los orígenes.
70 Mésopotamie, p. 13 ss.
116 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
mundo. Además, estos mitos todavía nos son más difíciles de llegar a
comprender como tales porque su narración sirve como soporte para
una explicación y desemboca en un sistema de representaciones que se
nos presenta como algo todavía más lejano, impreciso y brumoso CV, $10).
Es preciso, por tanto, que intentemos dilucidarlos de la mejor manera
posible, tanto en su trama narrativa como en su alcance hermenéutico.
Por lo que respecta al primero de estos dos aspectos, consideramos que
lo más oportuno era ofrecer una traducción clara de dichos textos, con un
buen uso idiomático de nuestra lengua y que estuviese al alcance de todo
el mundo”, Por este motivo nos vimos obligados a realizar algunos cam-
bios con relación a los originales y a añadir algunas palabras o partícu-
las que nos resultaban útiles o indispensables (1, $ 6), en vez de sobre-
cargar cada verso con doctas y abrumadoras notas. La comprensión del
encadenamiento del relato creemos que se ve facilitada gracias a la
introducción, por nuestra parte, de subtítulos fuera de texto que aclaran
los cambios que tienen lugar dentro de la narración. En lo que respec-
ta a la presentación poética —-pues casi todos los textos que aquí se reco-
pilan son poemas-, el escaso conocimiento que actualmente existe acer-
ca de las leyes prosódicas, métricas y estróficas sumerias (que llega
hasta el punto de no comprender ni siquiera las explicaciones que, en
ocasiones, nos ofrecen los propios textos a este respecto, ver HI, $ 10,
nota 8), nos llevó a intervenir motu proprio, y, por ello, consideramos
que lo más acertado era contentarse con reproducir la presentación de
los originales, si bien, y por imperativos tipográficos, tuvimos que pro-
ceder a la división de los versos excesivamente extensos. La prosodia
acadia (como la del hebreo bíblico, por ejemplo) se rige por un ritmo
determinado y regular de tiempos fuertes, o, dicho de otro modo, de
sílabas pronunciadas con mayor carga de voz, entre las que se interca-
la una cantidad variable de tiempos débiles. En las traducciones hemos
intentado ser lo más fieles posibles a esta práctica prosódica, llegando,
incluso, a descomponer, en ocasiones, algunos versos que erróneamen-
te, los copistas habían sobrecargado o alargado. Sólo en unas pocas
tablillas (9, 45, 50) los copistas llegaron a aislar con exactitud los hemis-
tiquios —cuya disposición hemos seguido con sumo cuidado. Todo lo
que no tiene que ver con esta presentación básica, como, por ejemplo,
aquellos aspectos relacionados con la disposición estrófica de los ver-
sos, resulta todavía demasiado incierto como para que osemos inmis-
cuirnos en dicha cuestión. Así pues, resulta preciso reconocer que las
traducciones que aquí se ofrecen carecen, forzosamente, de todo este
tipo de aspectos que caracterizaban al «mensaje» original.
asiriólogo, hasta el mejor de todos ellos —-en caso de que exista—, siem-
pre distará mucho de lo que fue la realidad y se verá superado por su
tarea, excesivamente ardua, ascética e impracticable, al igual que lo es
el esfuerzo de transferencia que hemos definido anteriormente. Además,
también sabemos que, aunque el objeto de la historia siempre es, en
tanto que tal, inmutable (los documentos son lo que son y nunca cam-
bian; como mucho se pueden enriquecer y completar con ayuda de los
nuevos hallazgos), la perspectiva desde la que la aborda cada historia-
dor deriva, obligatoriamente, de su personalidad, su formación, su pro-
pia problemática, su capacidad de penetración, su sensibilidad y su «filo-
sofía» personal, lo que -aunque se sea profesionalmente irreprochable—
tiñe su mirada de cierto particularismo, si no de parcialidad, y, por tanto,
de imperfección e incertidumbre y multiplica las historias en la misma
proporción que el número de historiadores que las escriben. Éste es un
peligro muy extendido y que hay que correr, pues, se quiera o no, el
historiador especializado y competente, el asiriólogo en este caso, sigue
siendo sel mal menor», el único profesional que acumula, en su perso-
na, la mayor cantidad de posibilidades de llegar a alcanzar la verdad —y
téngase en cuenta que no hablamos de ese ideal quimérico que es creer
que se puede llegar a alcanzar la verdad total-- que narran estos vene-
rables documentos y, entre otros, los mitos.
10. En la presente obra intentamos, por tanto, abordar estos docu-
mentos desde el simple punto de vista de un historiador, de un asirió-
logo. En la actualidad hemos visto aparecer algunos adivinos, más o
menos sobrios, universalmente acogidos y aclamados, cada uno de los
cuales ha proclamado personalmente o a través de sus seguidores, dis-
cípulos o adalides, entre otras maravillas, su propio «método de inter-
pretación de los mitos». Este tipo de exégesis, destiladas, por lo general,
a partir de un conjunto particular de mitos, tanto orales como escritos,
y deducidas a partir de los microcosmos en que aquéllos hunden sus
raíces, sólo pretende, en principio, aplicarse única y exclusivamente a
ellos, principio al que nadie tiene nada que objetar. Aunque estas'expli-
caciones parten, de manera totalmente natural, de una plataforma cul-
tural concreta, a sus defensores, en cambio, les gusta hacer extensivas
sus conclusiones a toda mitología e incluso a toda la mitología, sin lle-
gar a darse cuenta del catastrófico error de apreciación en que caen al
dar este paso, pues la tierra está llena de muchas más cosas que aque-
llas que nuestra filosofía puede llegar a imaginar.
Nos pareció una imprudencia recurrir, para nuestra labor, a cual-
quiera de estos «métodos», a partir de la consideración, bastante indul-
gente, de que era más válido que los demás. Todos estos métodos han
sido elaborados por autores contemporáneos que, por desgracia, care-
cían, en su inmensa mayoría, de todo sentido histórico y que, eviden-
temente, nunca se llegaron a plantear si sus deducciones en realidad
podían llegar a concordar con una mentalidad, una problemática y una
Óptica tan distantes de la nuestra como la de nuestros más antiguos
LA LITERATURA MITOLÓGICA 119
1. ENLEL
Y NINLIL
vi
Dos versos mutilados e intraducibles
doxología final (143 ss.) traduce esa tendencia que se conoce como «mez-
cla de géneros» (V, $ 2) muy corriente en esta literatura y de la que nos
encontraremos con múltiples ejemplos. Es posible que dicha doxología
haya sido añadida al relato para, por ejemplo, acomodario a alguna fina-
lidad litúrgica; sin embargo, no parece que en esta ocasión estemos ante
un caso de este tipo; intentar asimilar este texto con un ritual tal como,
de hecho, se ha intentado— no deja de ser un simple ejercicio de tozudez.
Con este texto estamos, evidentemente, ante un mito, y ante un mito
que, de entrada, resulta muy claro y evidente. Teniendo en cuenta que a
Enlil, como a muchos de sus pares, se le consideraba el padre de muchas
divinidades de rango inferior, con este relato se trataba de llegar a com-
prender las razones que llevaban a que algunos de sus «hijos» estuviesen
asignados a la mitad «superior» del universo y otros a la «inferior». Muchos
aspectos de este poema se escapan a nuestra comprensión, pues ignora-
mos las circunstancias que presidieron su elaboración y su composición;
empezando por las causas que rigen la elección de los cuatro hijos de
Enlil cuya situación se quiere aclarar en este poema: Sín, el dios de la
Luna, «el de brillante aparición», tal como lo especifica su epíteto sume-
rio, A.5im.babbar, y al que siempre se consideró como superior a sus her-
manos (83 ss. y //), pues éstos pertenecían a «lo inferior». Entre estos últi-
mos nos encontramos en primer lugar a Nergal, soberano del Infierno
(26), al que aquí se evoca, como ocurre con tanta frecuencia, bajo el
conocido título sumerio de Meslam.ta.e.a, «el que sale de Meslam» (su
templo más famoso, situado en la ciudad de Kutú); luego viene Ninazu,
patrono de la E.gíd.da (el gran templo»), santuario principal de la ciudad
de Énegi, situada aparentemente en los alrededores de Larsa, y que tam-
bién desempeñaba su papel dentro del Infierno; por último, Enbilulu,
cuyo título, «administrador de los canales», implica que ejercía cierta acti-
vidad sobre la tierra (V, $ 7) y, de hecho, es así como, por lo general, se
nos aparece este personaje (comp. 6: 272 y VIH, $ 160)”.
La posición de estas divinidades, «en lo alto» o «en lo bajo», e inclu-
so su función, se explican en el presente texto con ayuda del lugar en
que se encontraba su padre en el momento de su concepción.
4. En Nippur, la antigua gran capital religiosa de esta región, antes
de la promoción de Babilonia: (1V, $ 10) que se nos presenta con orgu-
llo en el inicio de este texto (1-9) como el propio centro intemporal de
«lo alto» y la morada de los dioses celestiales --pues parece que todavía
no existían ni la tierra habitada por los hombres ni tampoco estos últi-
mos (ver en el presente capítulo apartado 23 y nota 93)-, Enlil se ena-
mora (25-29) de una joven muchacha llamada Ninfil que todavía es vir-
gen y vive sometida a la autoridad de sus padres, aunque es bastante
osada y no siente muchos deseos de seguir los consejos de su madre
a un orden lógico, Enfil, tras haber salido de Nippur y, con ello, haber
abandonado el espacio superior, habría debido llegar al mundo inferior,
al Infierno, atravesando el río que le servía como frontera para poste-
riormente encontrarse, en la orilla más lejana, con el guardián encarga-
do de recibir a los recién llegados y alcanzar, tras haber atravesado la
puerta de la ciudadela infernal (IV, $ 21), el centro mismo del mundo
inferior. Es posible que dicha inversión del relato haya venido motiva-
da por la dignidad de Nergal, soberano del reino infernal (XI, $9) y, en
consecuencia, personaje de rango superior a Ninazu y Enbilulu.
6. Cuando el mitógrafo, a la hora de basar su explicación mitológi-
ca, se refiere a la costumbre contemporánea, en vigor en su época,
según la cual la hija embarazada fuera del matrimonio era castigada por
su madre, rechazada por su padre y, sin duda, objeto de «[burlas]» o
«dlabandonada) por sus compañeras (32 ss.) lo que implicaba la expul-
sión de la ciudad del responsable de su embarazo y la asignación a los
hijos del mismo estatuto social que a ellos —es decir, la costumbre que
establecía que el matrimonio oficial era el único modo de unión legal-
mente irreprochable—, manifiesta cierto arcaísmo en su representación
de los dioses, a los que, si así se puede expresar, asimila hasta en sus
defectos a los «hombres de la calle»: en su inconsciencia, en su despreo-
cupación, en su debilidad e, incluso, en el abandono al deseo de hom-
bre por parte de la mujer, que, una vez seducida, se une a su seductor
y lo sigue por todas partes, como si ella quisiese «pedirle más», cuando,
en realidad, no le es completamente fiel, pues se deja pervertir nueva-
mente por tres individuos sin llegar a comprender que éstos, de hecho,
son en realidad su primer amante; o en la sensualidad y lubricidad sin
freno del hombre, que no duda en hostigar al objeto de su deseo, recu-
rriendo y echando mano a todo tipo de argucias con el fin de llegar a
obtener lo que desea, es decir, y dicho de una forma simple y cruda,
«penetrar y besar» a la hermosa joven.
Sin embargo, y para atemperar esta doble reprobación, resulta pre-
ciso tener en cuenta que la «moral sexual de los antiguos mesopotá-
micos era muchos menos rígida que la nuestra? y que, visto su cono-
cido pudor en materia sentimental”, la escabrosa aventura que aquí se
narra bien puede estar ocultando, en realidad, un loco y apasionado
amor entre ambos amantes. Hasta tal punto que, aun en el caso de que
ambos no hubiesen llegado a estar «regularmente» casados, bien pudie-
ron llegar a constituir, en definitiva y desde su primera aventura, una
auténtica pareja. Lo que expone este mito es, precisamente, esa unión
conyugal y estable que ha hecho de Enfil y de Ninlil unos auténticos
padres. .
7. La narración es, a este respecto, tan «humana» que en ocasiones
parece estar en contradicción con la «teología» corriente, de la que, sin
2. EL MATRIMONIO DE SUD
luego decide!»
Pero, cuando apenas babía pronunciado estas
palabras,
Ella le cerró la puerta en las narices.
Dándose cuenta De regreso a su casa, y totalmente conmovido,
de su error, El señor, viéndolo todo con claridad, llama a su
Enlil quiere criado;
realizar una
«“Nuska, rápido, por favor!
petición oficial
y da órdenes a Éstas son mis instrucciones acerca de este
su paje a este asunto:
respecto Te ordeno que vayas a Eres, la ciudad de antigua
fundación en que vive Nisaba,
30 A quien, sin demora, repetirás lo que abora te voy a
decir:
«Soy soltero y deseo que conozcas mis deseos
Mediante el presente mensaje:
Quiero desposar a tu bija, ¡concédeme tu consenti-
miento!
Te envío estos presentes personales,
Acepta también mis regalos nupciales.
¡Soy Enlil, nacido de Anar, el muy argusto,
Rey del cielo y de la tierra!
¡Tu bija adoptará el nombre de Ninlil,
Y (como tal) será conocida en todo el Mundo!
¡Le ofrezco todas las riquezas de Gasisóna;
Le daré como vivienda el Ki1r:
Ella vivirá conmigo en el grandioso palacio del Ékutr;
Conmigo se encargará de establecer los destinos
Y distribuirá los poderes entre los Anunna,
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
72 Las rodillas del padre, y también las de la madre, se separaban ligeramente para
recibir y cargar al recién nacido —posiblemente se tratase de un gesto ritual de acepta-
ción en la familia. Ver, más adelante, 16: 57 (pero no 169, 196, 233 en que se trata de
los juegos propios de los amantes) y Chicago Assyrian Dictionary, B, p. 256 d., s.v. birkan:
2 ab. Esta misma imagen también aparece en la Biblia: Génesis XXX, 3 y Job UM, 12.
140 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
86 Col. 1: 5-9 y vir: 13-16. Traducido (al alemán) en A. FALKENSTEIN-W. von SODEN,
Sumeriscbe und Akkadische Hymnen und Gebete, pp. 168 y 172.
144 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Infmensa 1
25 In[lmensa ]
Inmensa [ 1
Inmensa [ 17
MÁ Nippur), donde, en un lugar bendito, se alzan
Los sombrios árboles kiskant
¡MÍ santuario de Nippur], donde los sombrios árboles
. kiskand
Se alzan en un lugar bendito!
30 ¡íMi Nippur], cuyo asentamiento es tan favorable!
Mi santuario de Nippur, en nombre del buen augurio!
¡Mi Nippur, cuyo asentamiento es tan favorable!
¡Mi santuario de Nippur, en nombre del buen augurio!
¡Mi ciudad, donde ya crecían las palmeras
Antes de que existiese Dilmun!
¿Mi Nippur, donde ya crecían las palmeras
Antes de que existiese Dilmun!
¡Donde Ninlil, la gran madre, se viste con precioso
lino!
Su'en manda ir [Para hacerse construir (?)] una «real», Swen,
a buscar [Para preparar] una «real,
materiales por ¡Manda que se vayan a buscar gavillas de cañas!
todas partes
En busca de cañas para la real, bacia Tummal
para construir
el gran barco 40 Nanna-Sw'en ordena ir a algunos.
que le debe En busca de asfalto para la real, basta el Apsú
servir durante ASimbabbar envía a algunos.
su viaje En busca de pacas de esparto, basta Dy.asaga
Él colocó[ ]
¡Y [Nanna/-Su'en se sintió satisfecho!
wi
No
poema (331 s.), y su rey (339 y 349-fin), constituyen una serie de tes-
timonios que no se pueden considerar, simplemente, como sugeren-
cias en apoyo de dicha fecha de composición sino como pruebas de
la misma.
18. El fin de la «visita» —y, por tanto, el propio sentido del mito— apa-
rece claramente definido. Por una parte, y tal como ya se explicita en
el prólogo, se trata de estrechar los vínculos familiares entre Nanna-
Su'en y sus padres (1-15), prestándoles juramento de fidelidad y rin-
diéndoles homenaje mediante una suntuosa serie de ofrendas (156 s.
y /D). Dicha visita terminará con una comida en común (317 s.) duran-
te la cual los miembros de la familia afirman y consolidan su solidari-
dad mediante la consumición de los mismos alimentos%. tema fre-
cuente en los mitos y que nos volveremos a encontrar en otras
ocasiones (24; IX, $ 18; XIV, $ 11...). Pero también en su epílogo, en el
que Nanna-Su'en, como contradón por el homenaje rendido a su
padre y a cambio de los magníficos regalos que le ha hecho, obtiene
de él una promesa de prosperidad y de «opulencia» (330) tanto para su
ciudad como para su país: el agua, condición fundamental para la vida
y para la agricultura, los cereales y el resto de los bienes de consumo,
producidos tanto por el trabajo como por la simple recolección, por
medio de la pesca y de la caza, y, por último, esa especie de grado
superlativo de la fortuna que implicaba una «larga vida» para el rey,
pieza fundamental y garantía del buen funcionamiento del país y de su
felicidad 631 s.).
19. El relato de este viaje no es fantástico, a pesar de las amplifi-
caciones, inevitables en una literatura de creación como la del pre-
sente ejemplo: la selección y suntuosidad de los materiales para la
construcción de la nave real 637 s.), la acumulación de los ricos rega-
los destinados a la pareja divina de Nippur (156 s. y //N, la prodigio-
sa longitud del convoy fluvial, cuya «cabeza» llega a la siguiente etapa
del viaje, mientras su cola todavía está en el punto de partida (cuan-
do, entre ambos hay, casi siempre, al menos una decena de kilóme-
tros; y tres o cuatro veces más entre Uruk y Suruppak: 198 s. y // y,
en resumen, el hecho de que la flotilla cubra este trayecto a través del
medio más cómodo y utilizado con más frecuencia: remontando el
Éufrates, cuyo brazo oriental (al que en este texto, al igual que en
muchos otros, se le denomina Turungal: 188 y //), en esta época se
separaba del lecho principal del río aguas arriba de Nippur para vol-
ver a confluir con él después de Larsa. Todas las etapas señaladas en
el poema figuran en este recorrido: Énegi?? (no muy distante, proba-
$8 Ver «Banquet de famille», Z'Histoire 85 (1986), p. 64 ss. («Le plus vieux festin du
monde»).
$9 Este topónimo (señalado ya anteriormente, $ 3, a propósito del dios Ninazu)
se escribe mediante el ideograma IM que pudo haber sido leído de diferentes formas,
siendo Énegi una de sus posibles lecturas: ver Reallexikon der Assyriologie, V, p. 63,
s.v. IM.
un 001 0s 0
sedujo Duo $08 010) 'SO1IJNG [9p OBJU] O] €
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ENLIL EL GRANDE
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156 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
4, ENKI EN NIPPUR
tigi,
En ella se prodigarán las plegarias!
¡Y los bermosos cantos sagrados
Lo convertirán en un lugar muy agradable!
¡Ásí será el santuario del Apsíl, tesoro de Enki,
Magníficamente construido para guardar el
Secreto
De todos los Poderes!»
Doxología ¡Por baber edificado Éridu, ese sagrado templo,
Gloria (a ti), venerable Enki/
2 Así A. FALKENSTEN, n.* 31, p. 133 ss., en la obra citada en la nota 86.
162 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
2 Ver, principalmente, Fuad Sarar, Mohammed Ali Mustafa y Seton LiovD, Eridu,
p- 33 ss. y p. 60 ss.
2 En Marduk, creador del mundo/38 se vuelve a retomar esta distinción implíci-
ta del emplazamiento extratemporal y absoluto de un santuario o de una ciudad
sagrada, preexistente a la tierra de los seres humanos, a los propios hombres y a la
construcción «material. del edificio o de la ciudad.
ENLIL EL GRANDE 163
los arqueólogos*: 57 y, sobre todo, 31 s.; comp. con 11, 1/n: 11 //23;:
21, 68) como litúrgicos: las alusiones a los cánticos (13 s.; 40; 59 s.),
con la lista de instrumentos musicales, múltiples y variados, que los
acompañan (61-67, los tigi, en particular, también se citan en otros poe-
mas: 6: 443; 11: l/iv: 48 y U/wv: 24). Hasta el título de «fuente de todo
saber para el país entero» (58) y la asimilación del templo con uno de
esos venerables apkallu (48), los famosos Sabios míticos enviados anta-
ño por Enkí para que desarrollasen, dentro del país, el papel de héroes
civilizadores (ver 8), hacen referencia, en realidad, a algún dato con-
creto cuyo recuerdo o práctica se conservaba en el santuario de Enki
en la época de composición de este poema —hacia finales del II mile-
nio, como muy tarde—, con ocasión, sin duda, de una restauración del
viejo edificio. Otro mito (6) hará de Éridu y del templo de Enki el
emplazamiento propio de esos «Poderes» en los que tan magníficamen-
te se traducía todo el «saber eminentemente «práctico», el único saber
tradicional del país.
Este mito, en realidad, quiere explicar los orígenes de este famoso
santuario, pero, al mismo tiempo, y quizás en una medida mucho
mayor, el aspecto que entonces presentaba dicho templo, es decir, la
forma en que se había conservado, desde el momento en que Enki lo
había planeado y construido, siendo siempre el mismo y estando lla-
mado a seguir siendo siempre así de hermoso y bello: es decir, intentar
explicar el modo en que esta construcción, que se consideraba anterior
al tiempo histórico, había llegado a convertirse en una institución per-
petua. Es aquí, precisamente, donde interviene el tema del «viaje» —en
un sentido bastante diferente al del mito de Nanna-Su'en/3 que hemos
visto anteriormente.
24. A pesar de que el texto, grandilocuente pero muy parco en deta-
lles, sólo nos ofrece algunas vagas alusiones a la historia que narra,
podemos llegar a comprender que Enki, tras haber terminado su obra
(72 s.) y descansar, durante un momento, en el encantador entorno que
rodeaba al templo, fundamentalmente acuático (75-79), tal como lo exi-
gía la situación geográfica, habría decidido, de repente, emprender viaje
hacia Nippur, junto a Enfil, del que, por soberano que fuese de todo
(120), también era su «hijo» Cibid.), en el sentido metafórico de dicha
palabra: era su súbdito y, en consecuencia, le tenía que prestar acto de
homenaje y someterle, para su ratificación, sus propósitos y acciones.
El itinerario de este viaje, a diferencia del emprendido por Nanna-
Su'en, no aparece señalado en el texto ni se mencionan los diferentes
episodios que tuvieron lugar durante su desarrollo: el autor prefiere
consagrar una quincena de versos (98-115) a describir el banquete,
conclusión normal de estas visitas ad limina entre dioses ($ 18); si
bien, en esta ocasión, es el visitante quien lo ofrece, personalmente, a
su soberano y a la corte divina. Este festín introduce, en efecto, la con-
clusión del relato, el motivo por el que éste había sido imaginado y
«calculado» y que, en suma, es «la determinación del destino» del term-
plo. Enfil, encantado tanto con la fiesta que se le ha ofrecido (116)
como por el homenaje que su «hijo» le ha rendido con su peregrina-
ción, presenta a la asamblea de los dioses, a través de unas breves
palabras, la noticia, traída por Enkí, acerca de la construcción del tem-
plo (118-127). Enlil, a través de estas simples palabras, que, sin
embargo, son pronunciadas dentro de un marco apropiado para las
grandes decisiones colectivas” como es el banquete, y también ante
todos los dioses reunidos, y que en virtud de su autoridad soberana y,
en consecuencia, eficaz, convierte una situación de hecho en una
situación de derecho, determina para siempre el destino del templo de
Éridu, en el sentido en que lo había querido Enki y concede garantía
de perpetuidad a una obra que, de otro modo, estaría expuesta, por sí
misma, a perecer. Resulta evidente la insistencia en aquellos «Poderes»
(VII, $ 13) cuyo «secreto debía guardar» este edificio de manera única
y exclusiva, (127, y comp. 52; y también 58, que ya hemos comenta-
do en $ 23).
25. La doxología del poema (1.28) implica que estamos ante una
obra compuesta para mayor gloria de Enki; de hecho fue éste quien edi-
ficó su propia morada, dando así, a través de esta obra maestra de la
arquitectura, una demostración de su absoluta maestría en el terreno de
la técnica; del mismo modo, también fue Enki quien quiso que Enlil lo
bendijese y lo avalase. Desde este punto de vista, el mito debería haber
sido incluido dentro del ciclo de Enki (VID. Sin embargo, el someti-
miento que el héroe de nuestro relato testimonia para con Enfil, el cui-
dado que toma para que éste ratifique y conceda perennidad a sus pro-
pios actos, viene a subrayar con total claridad la superioridad del dios
de Nippur y desde este punto de vista sitúa a dicho dios, si no en el
centro, sí al menos en cabeza del poema. Este texto sólo pudo ser ima-
ginado y escrito en el momento en que la antigua preponderacia reli-
siosa de Éridu había cedido ante la de Nippur.
Existen algunas evidencias de que el propósito de este relato haya
sido conservar el recuerdo de algunas de las numerosas reconstruc-
ciones o renovaciones que sufrió el templo de Éridu, aunque cierto
número de detalles a lo largo de la narración (el escaso interés pres-
tado al propio viaje y a su itinerario, la asunción personal por parte de
Enki del banquete que, de acuerdo con las normas de educación,
habría debido de ofrecer la persona que recibía a los visitantes en su
casa, sin contar esa implícita superioridad de Éridu, qué no sólo se
presenta como un lugar de particular esplendor sino también como la
única morada propia de los «Poderes» —en razón, fundamentalmente,
de su «inventor» y primer detentador: comp. con 6 y 11)- nos llevan a
pensar que el «viaje» narrado en este texto no era más que una simple
1. Bajo este epigrafe incluimos tres o cuatro mitos en los que Enki
(denominación bajo la que lo conocen los hablantes de lengua sumeria;
en acadio se le denominaba Éa: TV, $ 12 y nota 6) desempeña el papel
principal. Se podrían añadir otros mitos, empezando por el visto ante-
riormente (4), si se le considera desde el punto de vista del papel teni-
do por dicho dios en el mismo y por su doxología final (VI, $ 25). De
hecho Enki/Éa es quizá, tal como tendremos ocasión de comprobar, en
tanto que inventor y difusor de todas las técnicas, dios del conocimien-
to especializado, de la sutileza y de la astucia, la divinidad que con más
frecuencia interviene, y de una manera más activa, en todo el conjunto
de la mitología mesopotámica y, en particular, en todos aquellos mitos
que tienen que ver con la resolución de los problemas y crisis con que
se enfrenta la sociedad divina.
5. ENKI Y NINHURSAG
2. Este poema, conservado casi íntegramente en 284 versos y cuya
trama general conocemos con bastante precisión, pese a que existen
dos o tres pasajes bastante maltratados que presentan lagunas y que son
difíciles de traducir literalmente, aparece atestiguado en tres manuscri-
tos de inicios del II milenio: el más completo, publicado en 1915, pro-
cede de Nippur; otro, descubierto en Ur, sólo conserva alrededor de
sesenta versos, mientras que el tercero, de procedencia desconocida,
sólo contiene, aproximadamente, cincuenta. S. N. KrAMER llamó la aten-
ción sobre el primero de ellos en su Sumerian Mytbology, p. 54 ss. Un
año después lo volvió a editar en su Enki and Ninbursag: A Sumerian
Paradise Mytb (Bulletin of tbe American Schools of Oriental Research
—Supplementary Studies, D, revisado y vuelto a editar, años más tarde,
en las páginas 37-41 de Ancient Near Eastern Texts... El texto que aquí
se presenta es el resultado de un nuevo análisis y de un estudio reali-
zado expresamente por dicho autor para la ocasión. Posteriormente, ha
aparecido una nueva edición de este texto realizada por P. ATTINGERY en
desconocida y que, con toda verosimilitud, es adicional al texto, a pesar de que pare-
ce romper la secuencia «lógica» del relato: en él, es Ninimma, y no Uttu, la que nace
de Ninkur(rda, diosa mal conocida (la volveremos a encontrar en 7: 34) y que, en
ocasiones, ha sido tomada por un dios, pero que en el contexto presente sería, pues,
la madre de Uttu.
168 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Y serás famoso!»
Y el Zorro, tras dar lustre a su pelo
Y/.)
Y después de pintarse los ojos con khól
a la diosa Nazi!
—¿Qué (otra cosa) te duele, bermano mío?
—¡Me duele el brazo!
174 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
% En la gran lista canónica de los dioses titulada 41:Amum (1: 362) aparece una
diosa NinkurGida a la que se presenta como «esposa del dios SÍG», cuya grafía recuer-
da el nombre que, en sumerio, se daba a la lana.
ENKI/ÉA EL INGENIOSO 177
100 Acerca de estos dioses ver B. ALSTER, «-Dilmun, Bahrain and the alleged Para-
dise in Sumerian Myth and Literature», en D. T. Ports, (ed.) Dilmin, New Studies in
tbe Archaeology and Early History of Babrain, p. 39 ss.
10 Mésopotamie, p. 113 ss.
180 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
102 Toro» y «Uro» son, aquí, epítetos admirativos del dios 4. Comp. con 68 ss.
ENKI/ÉA EL INGENIOSO 181
ui
Y cuya sombra abriga al mundo!
¡Huerto cuyo ramaje se extiende sobre todo el país!
¡Enki, señor de la opulencia para los Anunna!
Nudimmud, omnipotente en el Elis;
Todopoderoso en el cielo y en la tierra,
10 ¡Tú, cuyo [Palacio] sin par, fundado en el Apsú,
Constituye el gran Mát del mundo!
Su papel como ¡Tú, Enki, con un simple guiño, transformas la Mon-
ordenador y taña
organizador de De la que vienen los [uros] y los ciervos,
a tierra
Los jabalíes y los cerdos salvajes!
Hasta las [...J, las praderas, los precipicios mon-
t110SOS,
15 Hasta los cielos tornasolados e impenetrables,
Alcanza tu mirada parecida a las cañas balbal!
¡Tú enumeras los días, ordenas los meses,
Concluyes los años,
Y, cuando (cada uno de ellos) termina,
Expones ante el Consejo la decisión exacta
Y declaras, ante todos, la sentencia!r!%
20 ¡Ob venerable Enki, el soberano del conjunto de los
hombres
Eres tú!
Y, sobre todo, ¡Apenas has terminado de hablar y todo crece
abastecedor de Y la opulencia llega a la tierra!
bienes de ¡Tus ramajes, llenos de frutos que tú bas [...),
consumo de los . , a
dioses Adornan y enriquecen el [...] de los dioses:
¡Tas [...] es como un árbol (?) en el bosque,
Como un largo vestido de lana (2)!
Tus selectas ovejas y corderos
ui
y
103 Probable alusión a la Asamblea general que se consideraba que, cada año, reu-
nía a los dioses en la «Sala de los destinos» (comp., por ejemplo, 50, 1: 144; m: 61,
119; vi:162) con la finalidad de deliberar sobre el programa del año siguiente y esta-
blecer todos los destinos —destinos que, en ese momento, se consignaban en la «Tabli-
lla de los destinos» que estaba en manos del soberano (ver XI, $ 8 y nota 229). Enki
parece haber sido el principal responsable de toda esta operación.
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
50 ¡Tú, que les bas becho dejar las armas en sus ca-
sas [...]
Asegurándoles, así, una vida en paz!
Él es el ¡Cuando el venerable Enki recorre la tierra sembrada,
responsable de Ésta produce ricos cereales!
la opulencia ¡Cuando Nudimmud visita nuestras ovejas preñadas,
Éstas paren gruesos corderos!
¡Cuando visita a nuestras fecundas vacas,
Éstas paren corpulentos becerros!
¡Cuando visita a nuestras ubrosas cabras,
Ni
ui
104 El «nombre favorable» otorgado en este verso (ver también más adelante verso
94) equivale a un destino humano dichoso: ver VIL, $ 10 y nota 78 y comp. con los
posteriores versos 216-217.
184 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Toro poderoso,
Rico camino que dominas la tierra,
Alta como una montaña,
Bosquecillo embalsamado, de sombra desplegada,
Segura de tu fuerza,
215 ¡Llena estarás de los Poderes que ban sido preparados
para ti!
¡Pues Enlil, el Gran Monte,
Ha pronunciado ante el universo tu nombre
sublime!
¡Ob ciudad cuyo destino babrá determinado Enki,
Ob ciudad sagrada de Ur, serás levantada hasta el
cielo!»
Lo mismo Luego, una vez llegado al país de Melubba,
sucede una vez
105 Alusión a las técnicas inventadas y difundidas por Enki para la realización de
imágenes y estatuas de los dioses: ver también 7: 12 y XIL, $ 21, 2%.
106 Se trata del zigqurat, torre a base de pisos que formaba parte de todos los
complejos cultuales importantes.
188 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
IN
y
o
Melubba «¡Ob país sombrio!%, frondosos serán tus árboles,
Tus bosques de árboles-mes indigenas!
¡Los asientos que con ellos se fabricarán,
Ocuparán un lugar destacado en los palacios
de los reyes!
¡Resistentes serán tus cañas, tus cañas indígenas.
¡Los valientes las blandirán como armas
En los campos de batalla!
¡Poderosos serán tus toros, tus toros indígenas,
bo
un
0
107 Posible alusión al color oscuro de los habitantes del país de Melubha, acerca
de los cuales se expresa, en forma parecida, un pasaje adivinatorio (C. R. LaBar, Tex-
tes littéraires de Suse, pp. 199-205: 10 y p. 210: 10).
108 ¿Bambúes?
ENKI/ÉA EL INGENIOSO 189
109 El «Carro: en sumerio tenía este mismo nombre (gi3.gigir); Pegaso era iku
(escrito DIL.GÁN), término que designaba una superficie cultivable, una especie de
«campo: celeste, delimitado por las estrellas de la constelación.
ENKI/ÉA EL INGENIOSO 191
1M0 En Mesopotamia, la «Gran Ciudad» era una de las denominaciones del Infier-
no: Utu/Samas: el Sol, penetraba allí, misteriosamente, todas las tardes por occiden-
te para salir, a la mañana siguiente, por oriente: Mésopotamie, p. 330 y nota 1.
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
11 Comparar este pasaje con 45, 1: [270] ss = XI!l, $ 16, donde también se habla
del oficio de partera.
ENKIU/ÉA EL INGENIOSO 195
12 Los versos 437-439 podrían ser una glosa intercalada en el texto. De otro
modo, habría que pensar que, en ellos, Inanna es celebrada como la patrona de los
invertidos y de los travestidos (a este respecto ver IX, $$ 7, 13...) que tomaban parte
en algunas ceremonias, más o menos orgiásticas, de su culto (51, 1v: 52 s. = XV, $10),
durante las cuales, y para dar cuenta de su ambigúedad sexual, llevaban armas y un
huso, utensilio femenino por excelencia (382), y realizaban una danza muy concreta
(XX, $57 y 13).
196 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
14. Los temas fundamentales del poema son los siguientes: Enkt,
señor de la opulencia y del conocimiento técnico, detentador de los
Poderes y de todos los saberes que constituyen el conocimiento técni-
co y a través de los que se logran la riqueza, protagoniza y se desplie-
ga a lo largo de la primera parte, hímnica, del poema. Esta parte se dis-
tribuye en forma de tríptico: Enki es, en primer lugar, aclamado e
implorado por una especie de coro anónimo, aparentemente por sus
fieles (1-60) o quizá por el propio grupo de los dioses, aclamación o
imploración que también se aprecia un poco más adelante dentro del
poema (81-85 y 133-139). Después, el dios toma la palabra para con-
cederse una primera autoalabanza (61-80), seguida de otra, más difusa
(86-132), cada una de las cuales encuentra su eco en una aprobación
solemne realizada por parte del coro de los dioses, (81-85 y 133-139)
que termina, en ambos casos, con el mismo refrán doxológico (85 y
139) con que remata el conjunto del poema (467) procedimiento,
como muchos otros, a través del cual se destaca la unidad de escritura,
de concepción y de propósito del poema.
15. La parte narrativa, propiamente mitológica, que sigue toma como
plan el tema del «viaje divino», pero, a diferencia de aquellos ejemplos
que ya hemos visto (3 y 4; y comp. con VII, $ 5), no se trata de una visi-
ta realizada a una divinidad soberana, sino de una inspección del domi-
nio que pertenece al dios que lo recorre con la finalidad de organizar-
lo para lograr un mejor rendimiento del mismo. Este viaje, al igual que
los ya vistos, y por razones en parte geográficas pero sobre todo, y
mucho más probablemente, litúrgicas ($18), también se realiza en barca
y su narración está hábilmente introducida por la conmovedora des-
cripción de su navío (107-115) que Enki realiza desde su palacio y cuya
contemplación parece haber hecho surgir, en él, la idea de embarcar
(116 s.). Durante este viaje por todo el universo entonces conocido, al
menos desde la perspectiva de los autores del mito, el dios, utilizando
a propósito los Poderes soberanos que posee, organiza el mundo en un
sistema centrípeto, de tal forma que todos los territorios estén relacio-
nados con su país, desde el extremo Oriente la costa occidental de la
península Índica— hasta el extremo Occidente (que, en este caso, alcanza
hasta Siria, no haciendo mención a Capadocia, región, por aquel entonces,
bien conocida), derramando sobre él todos sus bienes, los cuales sabrá uti-
lizar para lograr la prosperidad y asegurar con ella a los dioses, empezan-
do por su rey, una existencia bien provista y tranquila,
Todo converge, por tanto, en el reino mesopotámico, al que, en el
poema se denomina «Sumer» (ver IL, n. 5) y al que se considera como el
centro del mundo. El recorrido de inspección y de organización de Enki
comienza en esta región (188 s.), a la que el dios le asigna como destino
ser el lugar mayor, más rico y más próspero de todos, hasta tal punto que
será el encargado de comunicar a los demás lugares su sabiduría y su cul-
tura (192-209). Su capital, Ur en esta época, en la que el dios se detiene
a continuación, será, como consecuencia de lo antes dicho, la ciudad más
ENKI/ÉA EL INGENIOSO 201
Acme:
prosperidad en una actividad que sólo podía aportar al país ruina y
miseria—. La fractura de los versos 449-456 nos impide llegar a saber
qué es lo que Enki, en compensación, concede a la irascible Inanna,
pero, teniendo en cuenta el contexto, habría consistido fundamental-
mente en no ejercer su oficio. El dios le recuerda, en efecto, que el
soberano del universo, Enfil, ha decretado una era de paz para su país
e Pd
y para todo el mundo (446; este dato se puede poner en relación con
la evidente alusión realizada en 50 s. a la responsabilidad del propio
Enki en la interrupción de las hostilidades), decisión que coincide per-
fectamente con el tono general y con el propósito del poema, orienta-
do a un ideal de felicidad y de prosperidad colectivas, incompatibles
con las luchas y combates. Es muy posible, por tanto, que, en este caso,
o
Enki haya estimulado a Inanna para que pusiese freno a sus funciones
bélicas (comp. con IX, $ 7 s.).
18. La intención y el propósito último del mito posiblemente se
escondan bajo este último aspecto. Tras la benévola decisión de Endil,
Enki no sólo ha procedido con sus acciones en favor de la comodidad
y de la fortuna del país, sino que también ha actuado para poner fin, de
manera definitiva, a las tan dañinas batallas. Resulta lógico preguntarse,
por tanto, si, a través de una exposición de este tipo de la actividad
benéfica de Enki, no se buscaría, en realidad, prorrogar dicha acción
mediante el uso litúrgico del presente poema, tal como hemos sugerido
páginas atrás ($ 11 s.); si, dando una «explicación narrativa» de este tipo
acerca de la prosperidad del reino e incluso, quizá, repitiendo e imitan-
do en torno a la imagen del dios (yy de su barca cultual?) los diversos
pasos que aquél había dado con esta finalidad, tanto los positivos (orga-
nización del país y del universo que lo rodea) como negativos (desáni-
204 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
7. ENKI
Y NINMAH
ui
w
o
Cuando babían sido fecundadas y se habían con-
: vertido en madres,
Y los dioses tuvieron que buscar qué comer,
Todos (?) se pusieron a trabajar:
Los de segundo rango se ocuparon de los trabajos
pesados.
10 GCavaban los canales, amontonaban la tierra [...]
Y molían el grano:
¡Pero se alegraban de su suerte!
Sin embargo la Inmensa Inteligencia,
El Hacedor (?) de todos los grandes dioses,
Enki, en su profundo y agitado Engur,
En el que ningún dios posa su mirada,
Permanecía tendido en el lecho: ¡no dejaba de
dormir!
Y los dioses no paraban de gemir y de protestar:
«¡Bl es la causa de nuestra desgracia,
Pues sigue acostado, durmiendo, sin levantarse nun-
cal»
Surge, así, la Entonces Nanu, la Madre primordial,
idea de buscar La Generadora de todos los dioses,
sustitutos Da cuenta a su bijo Enki de todas sus quejas:
¡Tú permaneces acostado, durmiendo,
Sin interrumpir tu sueño,
Pero los dioses, mis criaturas, protestan!
¡Deja tu lecho, bijo mío,
Haz uso, con inteligencia, de tus talentos
Y fabrica unos sustitutos (2) para los dioses,
Para que, así, puedan dejar de trabajar!»
La creación de Ante las palabras de su madre Nammu,
los hombres Enki abandonó su lecho,
por Enki Y tras baber [...]
ly
ui
voluntad,
Un destino bueno o malo!»
Y Enki respondió a Ninmab:
«Bueno! ¡Yo mismo corregiré
Ese destino, bueno o malo, que tú has elegido!»
Ninmab, entonces, cogió arcilla de las orillas del Apsí,
Y el primer hombre al que ella dio forma
No podía sostener nada en sus anquilosadas
manos.
60 ¡Pero Enki, a este hombre, incapaz
ENKI/ÉA EL INGENIOSO 207
Lo ba hecho crecer!
Ninmab asíste, entonces, al nacimiento:
La mujer dio a luz un ser que tenía una cabeza (2) [...),
Una boca (2) en medio (2),
(VD que pronto se convirtió en un umul: de cabeza
inerte,
[...] inerte,
Aliento entrecortado, con el tórax raquítico, el pecho
inerte,
El corazón inerte, el vientre inerte,
90 Las manos incapaces de soportar la cabeza, de lle-
var el alimento a la boca,
La espina dorsal lamentablemente hundida,
Los hombros hundidos, los pies tullidos,
¡Incapaz de caminar al aire libre (2)!
Y Enki se dirigió a Ninmab:
¡A todo lo que tú bas creado yo le he asignado un
destino
Y le be dado un medio de vida:
Tú, por tu parte, asigna un destino a aquello que yo
be fabricado,
Y dale un medio de vida!»
Ninmabfracasa, 95 Ninmab, vuelta bacia el umul, considera, entonces,
a pesar de los la situación:
estímulos de Se acerca a él y le pregunta,
Enki
Pero sin que él le pudiese responder.
Ella le ofrece pan,
Pero sin que él lo pudiese coger:
El era incapaz de [...]
En pie, no podía sentarse ni acostarse,
¡Incapaz de construirse un refugio o de alimen-
. tarse!
100 De tal modo que Ninmabk le respondió a Enki:
«¿Lo que tú bas fabricado no está vivo ni muerto:
Realmente no puede hacer nada!»
Pero Enki replica a Ninmakh:
«¡Al bombre de las manos anquilosadas, yo le asigné
un destino
Y le dí un medio de vida!
¡Al bombre ciego, yo le asigné un destino
Y le dí un medio de vida!
¡Al hombre de las piernas paralizadas, yo le asigné
un destino
Y le di un medio de vida!
¡Al bombre que perdía su esperma, yo le asigné un
destino
ENKI/ÉA EL INGENIOSO 209
Y le di un medio de vida!
¡A la mujer incapaz de concebir, yo le asigné un
destino
Y le di un medio de vida!
¡Al ser sin pene ni vulva, yo le asigné un destino
Y le dí un medio de vida!
¡Por tanto, abora, hermana mía la aquello que yo
he hecho,
Asígnale un destino y dale un modo de vida!]
110-111: perdidos.
112 Desde este punto de vista se le podría situar entre los mitos de origen (XID,
pero he preferido introducirlo aquí debido a que termina con una glorificación de
Enki/Éa (ver $ 23).
ENKI/ÉA EL INGENIOSO 211
dÑ
iu
H
campo del trabajo, vocación esencial del conjunto de los seres hurna-
nos.
22. Enki acepta el desafío (55 s.) y Ninmabpone rápidamente ma-
nos a la obra. Crea sucesivamente —-y siempre con arcilla (58)- seis pro-
totipos humanos, confeccionando un primer modelo de cada uno de
ellos, a modo de molde, del que más tarde —y, evidentemente, por
medio del nacimiento, si bien esto no se dice explícitamente se podrán
sacar diversos ejemplares. Podríamos decir que todos ellos sufren, tanto
en su constitución como en su «naturaleza», un defecto que, vista su gra-
vedad, los sustrae del destino general de los seres humanos para el que
Enki los había inventado y creado: uno de ellos tiene las manos parali-
zadas (59 s.); otro es ciego (62 s.); otro parapléjico (66 s.); otro es inca-
paz de procrear al sufrir de eyaculación precoz (; 69 s.); otro es una
mujer estéril (72 s.) y el último es un ser que nace asexuado (75 s.). Sin
embargo Enki, que no se deja desconcertar, les concede al instante un
destino que, como el mismo precisa (93 s. y 103 s.), les debe permitir
«Vivir» —alimentarse y, también, llevar una existencia lo suficientemente
parecida a la del resto de los humanos y que sea útil para la comunidad
y, por tanto, para los dioses a los que aquélla sirve—. Al hombre que
tiene las manos paralizadas le encuentra un puesto al servicio del rey
(6D); se trata quizá de una afirmación irónica que hace referencia a la
holgazanería de los funcionarios o a su falta de eficacia, sin duda tradi-
cional y que llega hasta nuestros días, o a una alusión a la indispensable
y necesaria honestidad de que éstos deben hacer gala, aunque, como en
este caso, sea forzoso —pues el que carece de manos difícilmente puede
recibir algo-. Al ciego lo convierte en aedo (64). El procedimiento
mediante el que atiende al parapléjico no resulta claramente comprensi-
ble: se diría que le concede un don sobrenatural, una especie de respe-
to colectivo (68). Mediante un exorcismo particular? cura al hombre
que sufría de eyaculación precoz (71). A la mujer estéril la reserva para
el amor libre, público o privado —es posible que el «harem» sea, en este
caso, un uso perifrástico para denominar al burdel (74). Por lo que res-
pecta al asexuado, lo convierte en un travestido, en un cínede, un cata-
mita «a disposición del rey» (77 s quizá porque, en el fondo, el rey
debía de ser el primero en ser servido o porque era el único lo sufi-
cientemente rico, junto con aquellos individuos de clase alta que lo rodea-
ban, para mantener a este tipo de seres.
Mediante este proceder Enki logra su triunfo (79-81; el idiotismo del
verso 79 nos resulta enigmático, aunque podría ser el resultado de un
error de transmisión), pero él también quiere jugar y, por ello, reta a
122 Método mediante el que se recuerda el dominio que Enki/Éa ejerce sobre los
exorcismos (IX, $ 21 y XIL $ 14).
12! Se ignora la razón por la que le concede el nombre con que aparece desig-
nado en el poema; su sentido G«Peana de Enlil. o «Enlil infernal?) resulta muy poco
claro y, por sí mismo, parece no tener nada que ver con el personaje del invertido,
afeminado o travestido que aquí parece representarse.
ENKI/ÉA EL INGENIOSO 213
122
En dicho tratado no sólo se mencionan, entre otras anomalías, el nacimien-
to de niños muertos (tablilla 1: 57), de «locos» (1: 52 s.), de enanos (54 s.) y de otros
seres deformes, sino también de seres que no tienen apariencia (binít1) humana
(58 s.); incluso de «medios hombres» (76): E. LeicuTY, The Omen Series Summa izbu,
p. 36 ss.; y Mytbes et rites de Babylone, p. 18 ss.
214 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
bh
e
a
8. LOS SIETE SABIOS
133 Bél (de bélu), «el señor», es un epíteto acadio de Marduk, aproximadamente
tan antiguo como su promoción a la soberanía universal (XIV, $ 4 ss.) y que, con el
paso del tiempo, acabó prácticamente por convertirse en su nombre propio. Ver más
adelante n. 340.
216 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Resulta evidente que si el mito los hizo intervenir, fue con la fina-
lidad de explicar el modo adoptado por Enki/Éa para comunicar a los
humanos la cultura y la civilización —-del que, como veremos más ade-
lante, poseemos un curioso inventario (IX, $ 21)- que él, y sólo él,
había inventado con el objetivo de llevar a cabo sus «planes que con-
ciernen a Cielo y Tierra» —dicho de otro modo, para asegurar la buena
marcha del universo y lograr asegurar, así que los dioses disfrutasen de
una vida opulenta y sin preocupaciones—. Para ello, y en pleno «tiem-
218 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
12
5 En sumerio, el nombre de Inanna pude haber designado tanto a la «Señora
del Cielo» (<* Nin-anna) como a la «Señora del (templo del) Cielo» (É.anna), su san-
tuario particular situado en Uruk y que, al mismo tiempo, también era el santuario
del dios An, del cual ella era Hieródula. /Star es un nombre propio, probablemente
de origen semítico, imposible de analizar lingúísticamente. Véase el artículo citado en
TV, n. 28, donde se discuten varios problemas relacionados con la rica personalidad
de esta famosa diosa.
220 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
INANNA/ISTAR GUERRERA
9. EL POEMA DE AGUSAYA
no trata sobre una guerra en concreto dirigida por esta diosa sino que
se centra en la propia personalidad, marcial y agresiva, de ésta.
3. El poema se caracteriza por presentar una construcción muy dies-
tra y culta que, quizá, llegue a un nivel demasiado elevado como para
que nosotros seamos capaces de percibir todas las sutilezas líricas e, inclu-
so, todo su potencial significativo. Sin embargo, y teniendo en cuenta que,
por una vez, nuestros manuscritos han conservado explícitamente la dis-
posición de los versos, podemos conformarnos con llegar a reconstruirla.
El poema está dividido en diez ki.ru.gú, término sumerio cuyo equiva-
lente acadio es ¿ér, «canto», que aparecen numerados e indicados como
tal al final de cada uno de ellos. Se trata de una especie de estrofas o
coplas. A cada uno lo sigue un gi8.gi,.gál, mipru en acadio, especie de
«responso», con una extensión de dos, tres o cuatro versos, en el que, por
lo general, se retoma, a modo de eco, y en ocasiones con las mismas pala-
bras, uno de los elementos expresados en la «copla» precedente —que, en
algunas ocasiones (I/Iv: 23 s.) anuncia lo que viene a continuación-. En
nuestro texto traduciremos las indicaciones métricas, musicales o escéni-
cas -que se reproducirán entre guiones-, a pesar de que sus implicacio-
nes se nos escapan casi por completo (ver UI, n. 16). El contenido de cada
tablilla se encuentra repartido en ocho columnas, cuatro en el anverso y
cuatro en el reverso, cada una de ellas con cincuenta versos. Así pues, el
poema en su conjunto debía de contar, originalmente, con una extensión
total de unos 800 versos. Se trata de versos cortos, cada uno de los cua-
les, en realidad, debía de corresponder a un hemistiquio. Actualmente
sólo conservamos, aproximadamente, la mitad de dicho poema.
ui
1
Dn
Con un vigor reforzado!
Como vestidura,
«Querella» estaba cubierta de guerras:
Retumbando como la crecida (de un río),
Digna de ser contemplada,
10 ¡Ella provocaba temor!
¡De pie, en pleno Apst,
Inflexible!
¡Y todo lo que salía de su boca
Siempre lograba el efecto deseado!
Éa le da como Entonces Éa, el Señor, abrió la boca
misión que 15 Y a la misma «Querella»,
vaya a provocar Creada por él, le ordena:
a [Star
«¡Hola! ¡Escucha!
¡Obedece mis órdenes,
Ácata mis mandatos,
20 Y haz aquello que yo te ordene!
¡Existe una diosa, única y valiente
Mucho más que las demás,
Cuyas hazañas son muy destacadas
Y su actividad extraña e incomprensible!
25 ¡[Sju nlombre] es Innina”,
[La exjperta en armamento!
¿Es la Señora de las señoras,
La astuta bija de Ningal!
¡Pues bien! ¡ba sido para bumillarla, a ella,
Para lo que yo te be creado!
325. ¡Y, con mi sabiduría,
Enriquecí tu prestigio
31 Con valor y con vigor!
¡Parte, abora!
35 ¡Vete basta su morada
Y, armándote de terror,
Incrépala!
Ella se arrojará sobre ti
Y, dirigiéndote la palabra,
40 Te dirá gritando: “¡Eb! ¡Muchacha!
Muestra tus intenciones!”
¡Tú, sín embargo, ante su furor
No cedas:
45 No le respondas ni una sola palabra
44 Que le tranquilice el ánimo!
127 Otra denominación, poco clara y muy discutida, de Inanna. Ver también 10:
1, 24, etcétera.
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
bu
a
Éa (Y) sigue vu: las diez o-doce primeras líneas se han perdido o
advirtiendo a están excesivamente mutiladas.
«Querella»
mediante la .. ,
exaltación de 11 ¡Ella es la suprema [...
su rival con el ...
fin de ponerla £...): ella es soberana!
celosa La astuta [...]
15 Ella vigila [...]
[...] valentía.
Su [...] es maléfico/a,
Ella domina [...]
<Rod>eada de tornados,
20' [Ella ...] la guerra.
21 s. ¡Su alma es, toda ella, furor
Y marejadas del mar!
[¡Si] ella se apodera de ti,
Tus recriminaciones [serán ulanas!
[¡[nescrutables son] los planes
25 [De la] sagaz [Sobjerana de los pueblos!»
Efecto causado 26's. Y [«Querlella», en vez de enfurecerse,
pe este » Cubriendo su mirada de pavor,
iscurso sobre , .
«Querella» 29 [Atelnta al peligro,
28' Concentra aún más sus fuerzas
(y responso) LJ
f...] «Querella», !
[En presencia] de la divina IStar!
—Responso (de la mencionada copla)-
(estrofa VID: 11 ¡Ella se abalanza con ardor,
Iótar se La más sabia de las diosas, la más fuerte,
enfurece con
14 Y con cuidado y vigor, intenta !
«Querella»
13 Hacer triunfar su propia superioridad!-
15 ¡Sí IStar, la valiente,
La más sabia de las diosas, la más fuerte,
ls Inienta, con cuidado y vigor,
17 Hacer triunfar su propia superioridad!
Invocando (?) sus bazañas,
20' Echando espumarajos (por su boca, contra Sus
enemigos,
Sin ceder terreno,
Aquella que prevalece sobre todas las diosas,
Transformada en guerrero, declara,
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA
bd
NO
15
25 Revela con aspereza
Los testimonios de su omnipotencia!
128 En la medida en que, tal como parece verosímil, el discurso de £a aún conti-
nuaba en estos versos, el poema, por tanto, también se presentaría en este caso
(comp. con XIV, $ 21; XV, $ 12) como una revelación de los dioses (25), aunque mate-
rialmente hubiese sido compuesto por un poeta (27).
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 231
volver a su agujero» - Vi: 2' s.), petición que £a, en apariencia, se apre-
sura a satisfacer gustosamente, pues el objetivo buscado ha sido con-
seguido del todo: «calmar» a [Star mediante una saludable lección. De
hecho, con la excepción de uno o dos confusos restos que se conser-
van de oscuras listas de nombres divinos del 1 milenio'*%, no volvemos
a encontrar, en la literatura religiosa a la divinidad Saltu —Querella—
ocupando algún lugar del panteón o del culto.
7. Llegados a este punto se manifiesta otra de las intenciones del mito.
Al inicio de la columna vi (8), tras el enfrentamiento, perdido, de las dos
rivales, JStar recibe, de repente, el inesperado nombre de AguSaya con
el que se la conocerá a partir de este momento (vi: 6 ; vu: 13) y que
debía ser lo suficientemente importante en este poema como para que
se conociese generalmente por dicha denominación, tal como se puede
leer en el colofón conservado en la tablilla UI C(vm: 26). Es posible que la
inclusión de este epíteto de /Star se explicase o se justificase en uno de
esos episodios anteriores que, desgraciadamente, hemos perdido. Exis-
ten, sin embargo, otros ejemplos que testimonian el uso de esta deno-
minación, bastante rara, tanto bajo esta forma como mediante otras simi-
lares, Gusaya y Guséa, fácilmente relacionables con la batalla, los gritos
bélicos, etc. Se trata, por tanto, como cabía esperar, de una designación
propia de la /Star guerrera. Desconocemos el origen de dicho nombre
aunque existe una etimología, muy probablemente «popular», que se
manifiesta en las deliberadas asonancias de una invocación a /Star reali-
zada durante un ritual de exorcismo, Guséa gá'iSat gúsatiB!, que rela-
ciona dicho término con el verbo gásu, que significa «girar», «bailar en
círculo» y con el sustantivo relacionado con él gústu (en plural gúsátu/D,
«baile giratorio», es decir, algo similar al «vals». Así pues, dicha invocación
se podría traducir, de manera muy libre, como «Guséa la que baila val-
ses», la «bailarina de valses». Estos dos términos reaparecen en nuestro
mito y, en realidad, no lo hacen por azar: /Star «baila valses» ante dioses
y reyes, demostrando, así, su «virilidad», su bravura (/1: 1); y en recuer-
do de los motivos que suscitaron la creación de «Querella» (IV/1: 11-14),
dicho de otro modo, en memoria de las circunstancias en que se apaci-
guó la belicosidad de IStar, se ha instituido, tal como dice explícitamen-
te el texto, un «baile» anual y popular que, al parecer, tiene lugar duran-
te una fiesta general (vu: 15-19; el significado de la palabra parsimu, que
puede hacer mención al momento ocupado por dichas fiestas dentro del
calendario, sigue siendo enigmático). Se trata, con toda verosimilitud, de
un rito colectivo de movimientos rítmicos del cuerpo que se relaciona
por una parte sin que sepamos muy bien cómo, con la batalla y con la
guerra y, por otra, con el personaje de Inanna/IStar. En el Lugal.e/20:
137, la guerra es, al mismo tiempo, la danza de Inanna y la fiesta de los
hombres»; y en la Victoria de Inanna sobre el Ebip/10: 38 y 97 (ver en el
130 O, SCHROEDER, Keilschrifitexte aus Assur verscbiedenen Inbadlts, 1.2 136: 4 y 174: 16.
151 E. EseuNG, Quellen zur Kenntnis der babylonischen Religion, U, p. 3 b: 4.
Í
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
EN]
Qu
o
132 ¿Es preciso recordar aquí las fiestas orgiásticas de que habla el Poema de Erra/
51 (XV, $ 10)?
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA
In
Oy
Gm
inicio de una era de paz que se esperaba que no tuviese fin —mitología,
por tanto, no de la Naturaleza sino de la Historia ($ 10)-. Por este motivo,
a fin de cuentas, estamos ante un poema dedicado a la gloria de Éa, el
único que, con su inteligencia sutil y eficaz, recurriendo a la astucia y al
procedimiento del «sosias», ha logrado vencer y calmar a la impetuosa y
funesta IStar guerrera. Este gran dios es también el centro de la doxolo-
gía final (1/var: 15-24). El mito lleva, en su título, el nombre de IStar-
Agusaya, pero su verdadero héroe era, única y exclusivamente, £a.
nalina;
Blande fogosamente en su mano derecha la maza
? de siete cabezas
Y calza en sus pies las sandalias (2) brillantes!
y va a visitar, ¡Luego, en el creptisculo, parte con atrevimiento
en primer lugar, Y toma el camino que lleva a la Puerta admirable!
a An ¡Allí, ella presenta sus ofrendas
60
Y realiza su salutación a An!
¡Y éste, muy contento de ver a Inanna,
Se acerca y se sienta en Su trono,
Ocupando el lugar de bonor que le pertenece!
para recordarle “A ti, An, padre mío, yo te saludo (dice ella)! ¡Escú-
que habiendo chame!
hecho de ella la Tú me bas becho temida por todos los dioses del cielo:
diosa de la
Guerra, ella
Gracias a ti mi palabra no tiene rival en todo el uni-
tiene la verso!
intención de ¡Tú me bas otorgado la anbarra, arma devastadora,
238 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
136 Para mayor claridad y con el objeto de aligerar la traducción hemos situado el
verso 81 después del 85.
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 239
137 ¿Se trata de la misma «Montaña» de la que, con tanta frecuencia, se habla en
los mitos relacionados con Ninurta (X, $ 4)?
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA
rs
ty
RR
Hizo morir de sequía sus bosques de allanium
150 Y los arrojó al fuego, ascendiendo su bumo basta
muy arriba!
¡De este modo ella impuso su autoridad sobre el país,
Y esta bazaña bizo que Inanna se sintiese alegre!
Entonces, trepa al Ebip y le dice:
Epinicio de «¡Ob montaña, tú eres elevada, eres muy alta,
Inanna 155 Te convertiste en soberbia y atractiva,
Además te comparaste con el cielo
Y ocupaste el trono!
¡Te negaste a besar la tierra ante mí,
A barrer con tu barba, delante de mí, el polvo!
160 ¡Por ello yo te derribé y te tiré al suelo,
Yo te cogí por los colmillos como a un elefante,
Puse tu gran espalda sobre la tierra como a un uro
gigante,
Desde tu elevada altura, y como a un toro,
Te arrojé a tierra!
¡Lancé contra ti un asalto sin merced,
Llené de lágrimas tus ojos
165 Y de lamentos tu corazón!
¡En ti, abora, anidan las aves de la desgracia!»
Nuevamente, orgullosa del temor, del terror
Segunda Del espanto que inspiraba,
autoalabanza de Inanna se glorifica:
Inanna con los
«¡Mi padre, Enlil, (dice ella) ba difundido por todas
resultados de su
victoria partes
El miedo que se me tiene!
Él colocó las armas en mi mano derecha,
170 Mientras mi mano izquierda empuña el Sello (2)!
¡Como un inmenso rastrillo saqueador
Mi bacba ba despedazado este país!
¡Por ello construí un templo,
En el que inauguré grandes cosas:
Me erigí un firme trono!
¡Di a los cinedes puñales y espadas,
175 Tamboriles y tambores a los invertidos,
Cambié la personalidad de los travestidos*38/
¡Tras baber avanzado, victoriosamente, contra este
país,
Y haber desencadenado, en él, mi crecida, al igual
que un torrente,
Y haberlo cubierto todo, como una inundación,
10. Este poema, que también se encuentra enmarcado entre dos cele-
braciones líricas, la primera (1-23) dirigida a Inanna, y la otra (168-fin), una
autoglorificación de la diosa triunfante, actualmente se viene atribuyendo de
manera general a la hija del gran Sargón de Acad (2334-2279), Enheduan-
na, sacerdotisa de Nanna en Ur, en época de Narám-Sin (2251-2218) o,
incluso, en época más temprana, y autora, según la tradición, de otras nota-
bles obras poéticas (ver III, $ 7). Esto, naturalmente, no quiere decir que
dicho poema haya surgido de manos de esta gran señora en la forma exac-
ta en que actualmente lo leemos. Al igual que ocurre con el poema prece-
dente (9: $ 8) y con algunos otros (20 s.; 51), pertenece a un terreno que
podemos denominar como «mitología de la historia», es decir que su finali-
dad, a diferencia de la de la mayoría de los mitos, no es explicar la consti-
tución o el buen funcionamiento del universo, sino que sólo pretende escla-
recer un acontecimiento importante y de interés universal (o que, al menos,
se consideraba como tal en esta región y en esta época) mediante el recur-
so a la intervención de los dioses, a los que se consideraba encargados de
decidir y realizar dichos acontecimientos, actuando a un nivel superior al de
las acciones llevadas a cabo por los actores identificables y humanos que
habían tomado parte en estos hechos (ver 51). En el caso de este mito, el
acontecimiento es el sometimiento del territorio del Ebib.
11. Ebib, o Abib; En.ti en grafía sumeria, es el nombre, quizá de orj-
gen semítico, del actual Djebel Hamrín, cadena montañosa cuyo techo no
rebasa los 300 metros pero que, sin embargo, resulta impresionante en
una región tan desesperantemente llana como Mesopotamia. Constituye
una especie de avanzadilla occidental del Zagros y, de sudeste a noroes-
te, se extiende a lo largo de aproximadamente 250 km, desde los alrede-
dores de Meturnu/Meturnat, en la orilla izquierda del río Diyala, hasta
más abajo de la desembocadura del pequeño río Zab, un afluente orien-
tal del Tigris. Se trata de un territorio de cierta importancia, pues era la
única barrera orográfica de una Mesopotamia carente de relieves, y, desde
siempre, parece haberla cortado en dos, tanto en el terreno étnico como
en el lingúístico y político, separando la parte norte —que nosotros cono-
cemos bajo la denominación de Asiria y cuya capital más antigua estaba
situada, precisamente, en el extremo occidental de esta cordillera de la
parte sur: Acad y Sumer en la Antigúedad, posteriormente nuestra Babi-
lonia. Este papel, junto con la devoción que, al menos, los semitas pare-
cen haber sentido desde siempre por las «montañas» y por las alturas, fue
el causante de que el Ebib haya sido considerado, en la Antigúedad, como
un personaje sobrenatural, que se le tuviese por divino y que, como con-
secuencia de esta caracterización, haya desempeñado cierto papel dentro
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 243
132 Como se recordará, en Mesopotamia (al igual que en el resto del antiguo
mundo semítico) los nombres propios de persona eran una especie de exclamacio-
nes piadosas relacionadas con el nombre de una divinidad y, por tanto, no sólo tes-
timonian la devoción que se sentía por los personajes divinos sino también las rela-
ciones que a éstos se atribuían con sus fieles. En el caso que aquí nos ocupa podemos
mencionar Ebip-11, «Ebip-es-diost» (anterior al 2300); Abi-Ebip, «Ebip-es-mi-padre!» (fin
del III milenio), etcétera.
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
es
DD
lo
bs
ty
ui
te en esas ceremonias licenciosas, sobre todo en Uruk, a la vez que tam-
bién les concede sus armas, sus instrumentos musicales y sus disfraces y
atributos femeninos (ver $ 7), constituyendo, así, un grupo que evocaba
al mismo tiempo la rica personalidad de su patrona: guerrera y dedicada
al amor y a la alegría. Existe otro aspecto que también puede servir para
relacionar la guerra y la fiesta en torno a fnanna: al igual que sucede, en
cierta medida, en el mito precedente (9: $ 7), en el que, a fin de cuentas,
la diosa marcial era adornada con el nombre de «bailarina de vals»
(Agusaya) y en el que los combates que ella provocaba se veían sustitui-
dos por un baile ritual ceremonial concreto, la danza giratoria denomina-
da gústu, la guerra, en este caso, es comparada con la «danza sagrada de
Inannao (38 y //.
14. Así pues, y al igual que sucede con los restantes mitos, La victo-
ria de Inanna sobre el Ebip debe ser descifrada en más de un sentido.
Ella conmemora, y sobre todo explica, mediante el recurso a causas
sobrenaturales, las únicas causas verdaderas y únicas desde el punto de
vista de sus usuarios, una célebre conquista de los soberanos mesopotá-
micos sobre el último obstáculo que quedaba para lograr la unificación
de todo el territorio, desde el Golfo Pérsico hasta las montañas del norte.
Por otra parte, este mito también ofrece la etiología de esas fiestas, más
o menos escabrosas, en las que parecen haberse reunido el sexo y la gue-
rra, celebradas en honor de Inanna por medio de bailes, desfiles, imita-
ciones con las que, sin duda, se parodiaba en mayor o menor medida el
combate y la exhibición de armas, portadas por guerreros transformados
en mujeres —debido a que su patrona era, por excelencia, mujer y a que,
tanto en sí misma como a través de su persona, la guerra estaba muy pró-
xima al amor!*, esta diosa se podía manifestar o podía dirigir cualquiera
de estas dos actividades-. Este mito también reafirmaba la profunda e ina-
gotable unidad de una diosa capaz, al mismo tiempo, de promover el
amor, bajo todas sus formas, incluso aquellas más «marginales», iluminar
la tierra con su resplandor celeste y organizar, promover y dirigir hasta la
victoria guerras contra los enemigos más inexpugnables.
INANNA/ISTAR AMOROSA
15. Los mitos que tratan acerca de ella son, con mucho, los más abun-
dantes y, sobre todo, los más ricos. El primero, sin embargo, sólo la pre-
senta bajo este aspecto en su parte preliminar que, desgraciadamente, se
ha perdido casi en su totalidad, pues el resto del poema ya no se vuelve
a ocupar de sus actividades galantes. Aun así, hemos decidido comenzar
el presente apartado por este poema, a modo de transición entre el aspec-
to guerrero y el componente amoroso de esta diosa.
16. Bajo este título conocemos una extensa pieza (que, en su inte-
eridad, está constituida aproximadamente por 800 versos), bastante
mediocre desde el punto de vista literario y conservada en dos tablillas
unidas, cada una de las cuales cuenta con alrededor de 400 líneas repar-
tidas en seis columnas. El texto presenta numerosas lagunas, de las que
se dará cuenta a lo largo de la lectura. La gran cantidad de repeticiones
íntegras y literales de largas tiradas de versos —procedimiento poético
(11, $ 10) que, en esta ocasión, se emplea ad nauseam- nos sirve, en
este caso, de ayuda y viene a compensar dichas lagunas, permitiéndo-
nos, así, restituir con cierta seguridad algunos de estos pasajes perdidos.
A este único manuscrito, cuyo texto se puede completar en algunos
puntos con dos o tres fragmentos de estas tablillas que han sido recu-
perados y añadidos a ellas, sólo se puede añadir, en la actualidad, un
puñado de erráticos fragmentos de otras copias de la misma. Todos ellos
datan del II milenio. S. N. Kramer ofreció, en su Sumerian Mytbology, p.
64 ss., un primer resumen de esta obra, amenizado con la traducción de
algunos pasajes. Posteriormente, en 1973, la Sra. G. FABER-FLÚGGE editó
y comentó todo el conjunto conservado de este poema en su obra Der
Myibos «nnana und Enki» unter besonderer Berticksicbtigung der Liste
der m e. Esta última obra, revisada en su conjunto y continuada por $.
N. KRAMER, sirve de base para la traducción que aquí ofrecemos.
mE 14: perdidos.
in
Es
0
¡La del Cuero, me la concedió él!
170] ¡La de los Tejidos, me la concedió él!
¡La de la Arquitectura, me la concedió él!
¡La de la Cestería, me la concedió él!
un
ú
de Cínede,
El Hábito negro, el Hábito policromo,
La Cabellera echada sobre la nuca
Y la Cabellera anudada sobre la nuca?
¡Mi rey se los ofreció a su bija!
(28-34) —¿Dónde están eVla..., eMHa..., eMla...;
Ella... el/la... y eMa...?
— ¡Mi rey se los ofreció a su bija!
[35-40] —¿Dónde están el Estandarte, el Carcaj, el Erotismo,
El Beso amoroso, la Prostitución y “Lo Apresu-
rado” (2)?
60 —¡Mi rey se los ofreció a su bija!
[41-46] —¿Dónde están la Franqueza, la Hipocresía, la Adu-
lación,
Elfla..., la Condición de oblata de Inamnna y la
santa Taberna?
—¡Mi rey se los ofreció a su bija!
[47-52] —¿Dónde están el slanto Nigingar), el/la... divino/a;
La Hierodulia celeste (2), la Orquesta sonora,
El Arte del canto y el Cargo de Anciano?
—¡Mi rey se los ofreció a su bija!
Muni
io
MA
65 ¡[Mi] asistente de hábiles palabras!
¡Mi mensajera de eficaces discursos!
Ni tu mano ni tu pie ban tocado el agua!»
¡Ananna salva de este modo el Navío celeste
Y los Poderes que le habían sido concedidos!
Tercera etapa e 1 [El Príncipe, por tercera vez, se dirige a Isimud, su
pajel-
Enki [convoca a su buen paje, personaje celeste]:
«¡Isimfud, mi buen paje, personaje celeste!
¡Aquí estoy, ob Enki, mi rey! ¡A tu disposición!
¡[Ordena]!
¿Dónde lestá] en este momento el Navío celeste?
—¡Está, exactamente, latracado] en el Montículo de
LP
(¡Bien! ¡Que los] Cincuenta [Lahamu del Engur] se
lapodelren de éll.
Y el paje Isimud se dfirigió] a la santa Inanna:
«¿Mi reina, tu padre me ba enviado a tu encuentro-
10 Tu padre me ba enviado a tu encuentro, finanna/!
¡Y lo que [tu] padre me ba dicho es muy grave;
Lo que me ha dicho Enki es muy grave!
¡No se pueden desdeñar órdenes tan solemnes!»
La santa [inanna/le respondió:
«¿Qué te ba dicho [mi padre]?
¿Qué te ha ordenado?
¿Cuáles son esas [órdenes] solemnes
Que no se pueden desdeñar?
Mi rey me ba dicho-
Enki me ba ordenado:
“¡Inanna puede regresar a Uruk,
Pero debes traer de nuevo a Éridu el Navio celeste!”
20 Y la santa Inanna replica a Isimud:
«¿Cómo es posible que mi padre baya podido
Cambiar su voluntad para conmigo,
Violar la promesa que me bizo,
Desacreditar sus Órdenes explícitas en favor de mi
persona?
¿Acaso me babló capciosamente?
¿Se babrá dirigido a mí de forma falaz?
¿Quizá por trapacería
bo
sn
ÓN
1]
_h
38-42: perdidos.
M3 Se trata de una imagen poética, pues el texto dice literalmente «la crecidas.
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
ofrecidos a Inanna
[Pasajron por la puerta de Gipar
[Para detenerse] ante la puerta del Énun!
¡Y la santa Inama [...]
El emplazamiento del Navío celeste!
Enki es El Principe, entonces, [se dirige aj Isimud, su paje-
informado 60 Enki /convoca aj su buen paje, personaje celeste:
de la llegada «¡Isimud, [mi] buen paje, personaje [celeste/!
del Navío
—¡Aquí estoy, ob Enki, mi rey! ¡A tu disposición!
¡¡Ordenal!
¿Dónde [está] en este momento el Navio celeste?
Está, exactamente, atracado en el Muelle Blanco
65 —Bien [...]
ut
¡Tú bas traído el augusto Cetro!
¿Tú bas traído el Bastón de mando!
¡Tú bas traído el noble Manto!
¡Tú bas traido el Sacerdocio!
[10] 10 ¡Tú bas traido la Realeza!
¡Tú bas traído el Cargo de Egizi!
¡Tú bas traído el Cargo de Nindingir!
¡Tú bas traído el Cargo de ISib!
¡Tú bas traído el Cargo de Lumab!
as ¡Tú bas traído el Cargo de Gudu!
PE
¡Tú has traido la Veracidad!
¡Tú bas traído eVla...!
ARAN
¡Tú bas traído eVla...!
¡Tú bas traído el Descenso al Infierno!
(201 20 ¡[Tú bas traido] el Regreso del Infierno!
=>
¡[Tú bas traído] el Travestismo!
¡[Tú bas traído] el Puñal-y-el-Garrote!
n
¡Tú bas tralído] la Condición de Cínede!
a
¡Tú bas traído el Hábito negro!
[25] ¡Tá bas traido el Hábito polícromo!
NN
Mu
O _.
¡Tú bas traído la Cabellera echada sobre la nuca!
¡Tú bas traído la Cabellera anudada sobre la nuca!
>
¡Tú bas traído [ellla...]!
=
¡Tú bas traído [el/fla...]!
IS
[30] 30 ¡Tú bas traído le/a...]!
¡Tú bas traído [elVla...]!
¡Tú bas traído lelVla...!
¡Tá bas traído [el/la...!
¡Tú bas traído lel/la...]!
>
55] ¡Tú bas traído [el Estandarte]! s
i
H
264 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
sente recopilación, hecho que, por otra parte, viene a prolongar consi-
derablemente su extensión y contenido: las Órdenes dadas por Enki a
Isimud para la recepción de Inanna (/n: 6-14 // 17-26); la distribución,
en cuartetos de idéntica formulación, de la lista de «regalos» que Enki le
entrega a su hija (a: 35-11 24...); la cuádruple enumeración, literal-
mente repetida, de los aproximadamente cien Poderes así ofrecidos y
Hevados (/t: 35-11: 24; 1: [...] 39-76 [...; v: L...] 47-76 L...); i/v: 1-11: 31
L..D y las seis etapas del viaje de regreso a Uruk (M1: 1-34 / / 35-68 /
¿m: 1-34// 351: 4 / / 5-38 / / 39-11: 7 [...J). Todas estas repeticiones,
junto con algunos de los rasgos arcaicos O ingenuos dispersos a lo largo
de la narración (como, por ejemplo, la intervención de la «Rana» al final
de la tablilla D, nos llevan a situar la confección e incluso la composi-
ción del mito en una época bastante temprana. Sin embargo, a falta de
otros datos más precisos y seguros, y mientras se trate del texto que
actualmente leemos, sería demasiado arriesgado sobrepasar el periodo,
generalmente reconocido, de florecimiento de la literatura en lengua
sumeria: fines del III milenio e inicios del 1. No obstante, estamos ante
un mito que, sea arcaico o no y pese a su aroma literario, se caracteri-
za por una extraña densidad, tanto por su compleja narración como por
los datos mitológicos que en él se incorporan.
18. Se trata de un relato construido a partir del conocido esquema
de la «visita» al dios (VIL, $ 15). En él aparecen las etapas de la «peregri-
nación» (por desgracia ilegibles o perdidas, con:la excepción de la últi-
ma: la llegada al gran canal de Turungal) que, en este caso, tienen lugar
durante el viaje de regreso y no en el de ida, como vimos que ocurría
en 3. El dios visitado es Enki y quien va a su encuentro, divinidad de
menor categoría dentro de la jerarquía sobrenatural (y a la que también
se denomina en el poema como su shija»: final de 1/1, 1: 36 y / /, etc.),
es la diosa Inanna. Desde este estricto punto de vista, la pieza podría
formar parte, por tanto, del grupo de mitos incluido bajo la personali-
dad divina de Enki. Sin embargo, el papel que en ella desempeña Inan-
na nos lleva a incluirla dentro de este apartado (IV, $ 4).
Inanna es la diosa de Uruk-KuPabal*, tal como se aprecia, sobre
todo, a partir de la tablilla Il G: 19y / /; 30y / /; 1v: 22; 37; 51; vi: 66).
Sin embargo, cuando la diosa decide emprender su viaje, ésta se encon-
traba en la estepa (inicio de 1/D, cercana, sin duda, a KuP'aba (ver 14:
331 s.). Este lugar de partida, que carece de todo y en el que la vida es
tosca y austera, refuerza la impresión de que la visita de Inanna es, en
realidad, interesada. Ella desea conseguir todas las comodidades y ven-
tajas que sabe que posee Enki, de ahí la «plegaria» que «va a dirigirle»
(recogida en la fractura inicial de la tablilla). Este dios, sin embargo, dará
los primeros pasos por sí mismo, incluso cuando su visitante, perspicaz
y hábil como saben serlo las mujeres, se guarda mucho de, en principio,
pedirle algo -siendo su propio desplazamiento el que habla por ella--.
ON
MA
yw
Enki, quizás incitado por la simple idea de recibir a este fascinante per-
sonaje (ver, sin embargo, $ 22), la invita a un banquete (1/1: 6-32), tal
como era costumbre (VIL, $ 8), y, tras haber consumido en abundancia
su parte de las libaciones, y con esa desbordante generosidad que pron-
to acompaña a los primeros vapores de la borrachera, le ofrece espon-
tánea y solemnemente a «su hija» (comp. con l/1: 35 y / ) todos los teso-
ros que él poseía (a: 33-11: 22 [...D) y a los que el texto denomina me,
Poderes (final de 1/1: 5; v: 37, Wu: 34 y / /; tv: 55; ver VIT, $ 13). Tal
como demuestra la detallada enumeración incluida en el poema, y que
se llega a repetir en cuatro ocasiones, se trata por completo y desde
todos los puntos de vista volveremos sobre este tema en $ 21- de dones
esencialmente culturales, cuyo conjunto define la civilización tal como
ésta se sentía y se comprendía en estas regiones (1/1: 36 s. y / /, si no
en su conjunto, sí al menos en todos aquellos aspectos que en esta época
se consideraban característicos y más destacados de ella.
La diosa, una vez con todos estos regalos y después de haberse afir-
mado -sin duda ante las quejas de algún opositor cuya identidad desco-
nocemos- como dueña absoluta y digna poseedora de todos ellos, se
apresura a «cargar», contando con la bendición de Enki, todavía bajo los
efectos de la cerveza y del vino (I/v: 30-38), todas estas riquezas en su
navío urukiano!% para transportarlas a su ciudad. Enkeí, en cuanto vuelve
en sí, se arrepiente de su intempestiva y desorbitada generosidad (/v: 40-
63 L..D y quiere recuperar sus tesoros que ya navegan hacia Uruk. Inten-
ta hacer regresar el barco en seis ocasiones (1/1: 1-34 y / /), recurriendo
cada vez, en vano, a diferentes grupos de personajes (guardianes) fabu-
losos (ver IV, n. 35), prácticamente desconocidos. Sobre el primero de
dichos grupos de personajes sólo sabemos que poseen una naturaleza o
una función acuática o fluvial y que se relacionan con Éridu (M/1: 7 y 27:
41 y 62; 1: 7 y 28; 41 y 62; pero en um: 11 y 32 se relacionan con Uruk
y 45 y tv: 1 con Turungab). En estas seis ocasiones, Inanna invocó a su
asistente NinSubur y gracias a su intervención, que se presenta de forma
negativa y cuyos gestos y alcance se nos escapan, salvo el hecho de que
también ella está relacionada con el «agua» (1/1: 29-34 y / /, la embarca-
ción prosigue su ruta y llega, por fin, a Uruk ([/1v: 22 s.), donde Inanna
decreta que reine la fiesta y la alegría entre la población (27-50) antes de
descargar los tesoros que ella ha traído (tv: 55 s. y v: 1-41: 30 L..]) para
guardarlos en lugar seguro (laguna de vi: 32 s.). Parece que, llegado este
momento, Enki, resignado a dejar que los Poderes se queden donde
están, proclama el establecimiento, a partir de este momento, de una
alianza mucho más estrecha entre Uruk y su ciudad de Éridu (vu: 65-67).
19. Resulta evidente que la narración, ut jacet, se puede decodifi-
car, al menos, a partir de dos registros. En principio —y al igual que
15 El nombre del barco es «Navío celeste» o, dicho de otro modo, «eemplo celes-
te» (Eanna) ver IX, n. 125-, residencia de los dioses que eran sus propietarios y a
los que servía como transporte.
266 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
pastores. Justamente entonces decide ir ante Enki para que dote a la rús-
tica existencia de los habitantes de la estepa de una cultura mucho más
refinada y compleja. En este caso quizá sea preciso destacar que la finali-
dad del mito se podría haber centrado en Éridu, en tanto que fuente y ori-
gen de la civilización total del país empezando por Uruk-, y en la per-
sona de Enki como creador y detentador original y exclusivo de esta
civilización (comp. con VII, $ 13), más que en la designación de la ciudad
de Inanna como beneficiaria de la generosidad de Enki y en las riquezas
de Éridu, su ciudad. Desde esta perspectiva, Uruk no es más que una pri-
mera etapa, ubicada por el mito y, debido a una serie de razones que nos
resultan desconocidas, en un lugar preeminente (ver $ 22). Sin embargo,
desde el punto de vista de sus autores, el hecho importante no radicaba en
que ella hubiese recibido su cultura de Éridu, sino en que ésta, tanto por
lo que respecta a Uruk como a cualquier otro lugar, sólo podía proceder
de la ciudad y de la voluntad de Enki.
21. A lo largo de todo el relato subyacen dos mitos, independientes
entre sí, de los que han sacado partido los autores del poema. En primer
lugar, la presentación, imaginaria y «calculada», que en él se hace de la cul-
tura, de la civilización, como una especie de mosaico compuesto por gran
cantidad de elementos autónomos. En este caso se enumeran a través de
una lista de 105 Ó 106 componentes (se aprecia mucho mejor en el últi-
mo de los cuatro catálogos: U/v: 1-41: 30 s.), de los que conservamos
nueve décimas partes. Esta «clasificación», concebida con una mentali-
dad que dista bastante de nuestro punto de vista, analiza, de acuerdo
con unos criterios muy particulares y que nos son muy difíciles de lle-
gar a comprender, una situación cultural en nada comparable a la de
nuestro mundo y que, desde nuestra óptica, parece carecer, en última
instancia, de claridad. Sin llegar a afirmarlo de manera definitiva, visto
su fragmentario estado y la oscuridad de algunas de sus entradas, cree-
mos que en ella al menos se echan en falta referencias a algunas áreas
de la existencia y de la actividad humana, en particular, a todas aque-
llas relacionadas con la agricultura propiamente dicha —como si se qui-
siese indicar que ésta no formaba parte del «tesoro» de Éridu o que Uruk
no tenía nada que aprender a este respectolíó. Por otra parte, se reco-
nocen, reagrupados en distintos lugares de la presente enumeración,
términos que hacen referencia a un mismo campo de actividad cultural.
tó En este catálogo también faltan otros sectores culturales, como, por ejemplo, la
cocina (cuyos orígenes en Mesopotamia plantean ciertos problemas: ver p. 296 del
artículo citado en IV, n. 39) y, aparentemente, la justicia, la administración, la caza y
la pesca, así como otras áreas; a no ser que éstas estuviesen comprendidas dentro de
las entradas perdidas o en aquellas cuyo sentido y alcance no llegamos a comprender
del todo bien. En realidad, todo parece indicar que aquí sólo se tienen en cuenta, ade-
más de cierto número de actividades propias de Inanna [fundamentalmente (19)-(27),
67-40, (45) s., (19) y, más adelante, $ 32, erc.], las prácticas y técnicas recibidas de
Eridu/Enkí que se implantaron sobre un conjunto cultural más arcaico y tosco.
268 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
47 Ver lás páginas que, a este respecto, le dedica J. M. DURAND dentro de la obra
colectiva Ecrits de 'Orient ancien et sources bibliques, p. 129 ss.
|
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 269
=
hemos traducido, a falta de otro mejor, por «Hierodulia celeste» ([49D,
simple traducción de un título bastante frecuente y reservado a Inanna,
junto con su muy particular y típico entorno, la «Condición de oblata
dedicada a Inanna» ((45)) y la «santa Taberna» [(46)1, lugar en el que ofi-
ciaban los representantes de ambos sexos. Dentro de dicho catalogo
abundan este tipo de situaciones asombrosas y llamativas.
Todas ellas aparecen eclipsadas por un hecho esencial: que los auto-
res del mito habían analizado, descompuesto y clasificado con cuidado
ETRE
23. Este mito fue dado a conocer en 1949 por S. N. KRAMER (quién
si no!), en un artículo del tomo XVI del Archiv Orientální (p. 339 ss.)
titulado «A Blood-Plague Motif in Sumerian Mythology». Actualmente lo
conocemos a través de dos tablillas independientes, cada una de ellas
de diez columnas, y de una serie de fragmentos sueltos; todos estos
materiales se datan en el primer tercio del 1 milenio. Con excepción de
dos o tres lagunas, localizadas, sobre todo, al final de la obra, el conte-
nido del poema se conserva prácticamente íntegro y consta, aproxima-
damente, de unos 300 versos. Sin embargo, el texto sumerio de este
mito no ha sido, hasta el momento, estudiado y publicado. S. Cohen, un
antiguo alumno de S. N. KrAMER, ha preparado una edición principe,
todavía inédita; la traducción que aquí ofrecemos se basa en la revisión
de dicha edición realizada S. N. KRAMER.
Principe**,
¡Tritúralo (?), pulverizalo (2),
Y planta sus restos entre los arriates
Que lindan con la Ciénaga de los puerros!»
¡Cuánto se te debe allí abajo!
¡Cuánto se babla todavía de tí!
60 ¡El Cuervo (2), cumpliendo las órdenes de su amo,
Tritura (2) y pulveriza (2)
149 El Príncipe» (nun, y no nin.3i.kú, ver HH, n. 18) designa, generalmente, a Enki,
quien, en este caso, habla de sí mismo en tercera persona.
274 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES y
¡Lo mismo!*%?
Tercera plaga Y ésta es la catástrofe (que)
La Mujer provoca, por tercera vez,
Por causa del ultraje a su sexo-
Por causa del wultraje a su sexo,
Esto es lo que Inanna provoca:
Ella coge [...] única,
Y corta los caminos (2) (del país),
¡Causando asi [...] a los cabezas negras!
Y ella dice: «¡Deseo encontrar a [mi agresor],
[Donde quiera que él esté!
Pero ella no hacía salir a su ofensor de donde quiera
que él estuviese!
Tercera visita Pues el joven hombre babía ido a casa de su padre-
de Sukaletuda a Sukaletuda babía ido a decirle a su padre:
tu
ui
11 Lo mismo», « igual» o, si se quiere, item —en sumerio: ki.min— era una expre-
sión utilizada por los copistas para evitar tener que copiar, nuevamente, palabra por
palabra, todo un pasaje. Ver también 26 B, vi: 38-41.
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
152 Se «alza la mano» ante un personaje importante para pedirle algo, para implo-
rar; se trata, por tanto, de un gesto de súplica.
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 281
15% Comp. con 6 y 34, donde delega sus poderes en divinidades de rango infe-
rior (VIH, $ 16; XIL $ 12); 7: 23-26, donde, como en 45: 189 s., sólo se ocupa de con-
cebir el «prototipo» del hombre y su contenido dejando, posteriormente, que sean
otros los que lo Heven a cabo; y 22 A, Vu: 5 s. / / B, 11:...62 s., donde, simplemen-
te, se contenta con dar consejos. En otras ocasiones, en cambio, llega a intervenir per-
sonalmente: v.g. $$ 5, supra, y 37, 55.
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 285
159 El texto más completo y continuo, en once tablillas (a las que más tarde se
añadió artificialmente una decimosegunda), de la Epopeya de Gilgames, documenta-
do y conocido, en primer lugar y fundamentalmente, por los documentos de la Biblio-
teca de Assurbanipal en Nínive (de ahí su frecuente designación como Edición nini-
vita o Epopeya ninivita de Gilgames), fue preparado muy posiblemente por un tal
Sín-leqe-unnenni a fines del H milenio. Se han descubierto alrededor de media doce-
na de fragmentos paralelos de algunos episodios de esta obra, pero datables todos
ellos en el segundo cuarto del II milenio. Nada nos autoriza, por ahora, a suponer
formalmente que todos estos fragmentos hubiesen formado parte de una primera edi-
ción antigua de la Epopeya y, sin embargo, la existencia de esta edición cuenta con
muchos indicios a su favor. Con anterioridad, sólo disponíamos de media docena de
cuentos en lengua sumeria carentes de cualquier tipo de vínculo entre sí y consagra-
dos, cada uno de ellos, a un episodio particular de la vida y las aventuras de Gilga-
mes. Hasta donde llegan nuestros conocimientos, estas leyendas nunca se llegaron a
reunir en una composición continua, y la primera compilación de todo este material
literario dentro de una obra coherente, que sigue un plan perfectamente establecido
y con inspiración artística, fue obra de hablantes de acadio. Véase La Epopeya de Gil-
gamesb. El gran bombre que no quería morir (Akal, 1998).
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 287
que concede a esta obra un valor como mito, pues describe el carác-
ter y el comportamiento de una divinidad de primer orden.
160 Merece la pena descatacar que también en este caso (49, 61 y 76) IStar «gol-
pea» a sus víctimas, tal como veíamos que hacía en el mito precedente (12: 284).
288 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
163 El recuento realizado por S. N. KRAMER arroja un total de 394 líneas; otros cómpu-
tos llegan hasta las 412. Esta diferencia es el resultado de la distinta distribución y
división de los versos que ofrecen los diferentes manuscritos.
lu CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
in
NO
Inanna quiere 1 Un día, desde lo alto del cielo, ella quiso marchar al .
marchar al Infierno— (
Infierno Desde lo alto del cielo, la diosa quiso [marchar] al
Infierno
Desde lo alto del cielo, Inanna quiso [marchar al
Infierno].
¡La Dama abandona el cielo y la tierra
Para descender al mundo Inferior,
Inanna abandona el cielo y la tierra
Para descender al mundo Inferior!
¡Ella abandona sus prerrogativas
Para descender al mundo Inferior!
Para descender al mundo Inferior t
Ella abandona la Éana de Uruk.
Para descender al mundo Inferior,
Ella abandona el EÉmuSkalama de Badtibira.
Para descender al mundo Inferior,
Ella abandona el Giguna de Zabalam. 1
10 Para descender al mindo Inferior,
Ella deja la Esarra de Adab.
Para descender al mundo Inferior,
Ella deja el Baradurgara de Nippur.
Para descender al mundo Inferior,
Ella deja el Hursagkalama de Ki$.
Para descender al mundo Inferior,
Ella deja el Eulmas de Acad.
Preparativos ¡Ella se equipa con los Siete Poderes,
Tras baberlos reunido y tenerlos en sus manos,
Y después de haberlos cogido todos, al completo,
para partir!
Ella, entonces, se cubre la cabeza con el Turbante,
: la Corona de la estepa;
Se fija en la frente los Rizos de las sienes;
Empuña el Módulo de lapislázili; ,
Cuelga del cuello el Collar de lapislázili;
Dispone, con elegancia, sobre su garganta las Perlas
engarzadas;
Coloca en sus muñecas los Brazaletes de oro;
Estira sobre su pecho el Sostén «¡Ven, Hombre, ventw;
Emboza su cuerpo con el pala, el Manto real,
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 293
50 El Ekignujgal de Nanna,
Derrama tus lágrimas ante Nanna y dile:
«¡[VenJerable Nanna, no dejes que maten a tu bija
En el mundo Inferior!
¡No dejes que tu [precioso metal] sea mezclado
Con la tierra del mundo Inferior!
AO
16í En este caso, Ninóubur es de sexo femenino, como en 11: H/1: 29 y / /, etc;
ver IX, n. 129.
pue
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Tu brillante lapislázuli]!
55 ¡No dejes que [tu Bojl sea tallado
Como si fuese madera de carpinteria! ,
¿No dejes que la jovlen] Inanna
Permanezca muerta en el mundo Inferior!»
Sí Nanna te niega su ayuda, vete a Éridi.
Allí, una vez dentro del templo de Enki,
Derrama tus lágrimas [ante] Enki y dile:
60 «¡Ob venerable Enki, no dejes que [maten] a tu bija
En el mundo Inferior!
¡No dejes que tu precioso metal sea [mezcilado
Con la tierra del mundo Inferior!
¡No dejes que sea desbalstado), como si fuese un blo-
que de piedra cantera,
Tu brillante lapisldzili!
¡No dejes que tu Boj sea tallado
Como si fuese madera de carpintería!
¡No dejes que la jovlen] inanna
Permanezca muerta en el mundo Inferior!» !
El venerable Enki, de amplia inteligencia,
Él, que conoce el alimento de la vida y la bebida de
la vida,
En verdad me concederá la vida!»
E Inanna partió al mundo Inferior,
[Recomenjdándole a Nindubur, su asistente:
70. «¿Marcba, entonces, ob Ningubur,
Y no olvides lo que te ordené!»
Inanna llega al Inanna, babiendo llegado al palacio de Ganzer'S,
Infierno Golpea con puño amenazante la puerta del mundo
Inferior !
E interpela al palacio del mundo Inferior con voz
agresiva:
«Pétú, abre el palacio! ¡Abre el palacio!
¡Que yo, en persona, quiero entrar en éll
Y Pétú, el portero jefe del mundo Inferior,
Responde a la santa Inanna:
«Y bien, tú quién eres?
80 —¡Soy la reina del Cielo,
Del lugar en el que se alza el sol!
—Si eres la reina del Cielo,
Del lugar en el que se alza el sol
¿A qué bas venido a este País sin retorno?
tu
Mi
NO
¿Por qué te ba impulsado tu corazón a (recorrer) el
camino que nadie desanda?
Y la santa Inanna, entonces, le replica:
«¡Por causa de Ére8kigal, mi bermana mayor,
Cuyo esposo, el señor Gugalanna, ha muerto,
(Para) asistir a los funerales
Y tomar parte en las libaciones rituales! ¡Éste es el
verdadero motivo!
Pero Pétú, el portero jefe del mundo Inferior,
90 Respondió a la santa Inanna:
«Espera aquí, Inanna!, ¡Voy a hablar con mi soberana!
¿Voy a bablar con Ére3kigal, mi soberana!»
Ella es Pétú, portero jefe del mundo Inferior,
anunciada a Va, entonces, junto a ÉreSkigal, su soberana y le dice:
Ereskigal: «Señora, bay aquí una joven mujer
reacción de esta
Alta como el cielo, [fértil (2) como la tierra):
última
Ella ba golpeado con puño amenazador
La puerta del mundo Inferior
E interpelado al palacio del mundo Inferior,
Con voz agresiva.
[Procede (?)] de (?) la Éanna [...?].
100 [¡Está equipada (2)] con los Siete Poderes,
Tras baberlos [reunido y tenerlos en sus manosí,
Y después de haberlos cogido <todos>,
<al completo>, [para partir].
[Ella se cubrió] la cabeza con el Turbante, la Corona
de la estepa;
[Se fijó en la frente] los Rizos de las sienes;
5 [Empuño] el Móldulo] de [lajpislázuli;
pue
o
Y
En el mundo Inferior!
¡No dejes que tu [precioso] metal [sea mezclado
Con la tierra del mundo Inferior]!
¡No dejes que sea desbastado, como si fuese un blo-
que de piedra de cantera,
Tu brillante [Lapislázili]!
5 ¡No dejes que tu [Boj] sea tallado
Como si fuese madera de carpinteria!
¡No dejes que la [joven] Inanna
Permanezca muerta en el mundo Inferior!»
Pero el venerable Enlil, irritado, respondió a Nin-
Subur:
«¡[Mi bija), tras baber querido el Cielo, deseó el In-
fiernol-
¡Inanna/, tras baber querido el Cielo, deseó el Infier-
no!
190 ¡Pero los Poderes del mundo Inferior [...], Y cual-
quiera [...Jlo
Habiéndose negado, entonces, el venerable Enlil a
prestar su ayuda a NinSubur,
Ésta marcho bacia Ur.
Allí, una vez dentro del templo «Zócalo del país»,
El EkiSnugal de [Nanna),
5 Derramó sus lágrimas ante Nanna (y le dijo:)
«¡[VenJerable Nanna, no dejes que maten a tu bija
En el mundo Inferior!
"¡No dejes que tu precioso metal se mezcle
Con la tierra del mundo Inferior!
¡No dejes que, como si fuese un bloque de cantera,
se desbaste
Tu brillante Lapislázuli!
¡No dejes que tu Boj [se talle]
Como si fuese madera de carpintería!
200 ¡No dejes que la joven Inanna
Permanezca muerta en el mundo Inferior!»
Pero la venerable Nanna, irritada, respon[dió a Nin-
Subur/:
«Mi bija, tras baber querido el Cielo, deseó [el In-
fiernoji—
Inanna, tras baber querido el Cielo, deseó lel Infierno]!
¡Pero los Poderes del mundo Inferior [...]
Y cualgiiera [...Jt
ES
Mi
para, entonces, para el viaje, dejando, uno tras otro, todos los santua-
rios en que ella habitaba y sobre los que ejercía su autoridad: en 7-13
se enumeran siete pero otra variante añade otros ocho (Umma; Ur; Kisi-
ga; Girsu, Isin; Ak3ak; Suruppak y Kazallu). Ella lleva consigo «todos»
(el número «siete» del verso 14 sirve fundamentalmente, como ocurre
con frecuencia, para señalar una multitud, una suma, y no una cifra
concreta) los Poderes que, como ya hemos visto (11), ella detentaba y
de los que era «Señora». Todos ellos están representados y personifica-
dos en los siete adornos con los que Inanna engalana su cuerpo (17-
24) y a los que, para hacerse aún más irresistible (comp. con 15: 9),
añade un toque de afeite, también «mágico», a juzgar por su nombre
(25), así como su sujetador (23).
Antes de partir da Órdenes a su asistente, Niínsubur, que le abre
camino (27), para que sepa cómo proceder en caso de que, desgracia-
damente, sea retenida en el Infierno (29-67): NinSubur deberá alertar a
todos los dioses, impresionándolos con su actitud enlutada y siniestra
(3439), luego irá a implorar a los tres dioses más poderosos y que más
interés tienen en Inanna: Enlil, su rey, Nanna, el padre de la diosa y,
por último, y tal como es debido —pues éste será su salvador- Enkt, el
muy sabio (40-67). Ella, principalmente, tendrá que animarlos para que
no dejen a «su hija» en el Infierno, como si estuviese muerta, despre-
ciando su preeminencia y su dignidad (43-47 y / /) y también, aunque
no se dice en el poema, el indispensable papel que ésta desempeña en
el mundo divino y humano ($ 55). Así, tras haber cubierto sus espaldas,
Inanna emprende el camino.
36. A su llegada ante la puerta de la ciudadela infernal —pues bajo
esta forma se imaginaba el Reino de los Muertos (14)'%-— reclama, con
arrogancia, ser introducida allí con presteza (72-80); y a una pregunta
del portero (81-83) ella responde, como simple pretexto, que viene
para asistir a las ceremonias fúnebres en honor del esposo de Éreskigal,
soberana del Infierno (84-88). Dentro del relato, dicho sea entre parén-
tesis, no tenemos ni la menor alusión al asesinato o, incluso, a la muer-
te del tal Gugalanna (Gran toro celeste»). Existía, en cambio, otra tra-
dición, muy viva y mejor fundamentada dentro de la mitología Cal
menos de la que nosotros conocemos), que concedía otro marido a la
reina del Infierno: Nergal (ver 26 y 15). El portero cumple con su deber
y va a anunciar a la visitante a su señora (89-95), describiendo el aspec-
to de aquélla, su comportamiento (95-98) y narrando, incluso, el modo
en que llegó hasta allí (99-111, versos que, por medio de las habituales
repeticiones, muy frecuentes también en este poema, repiten literal-
mente las líneas 14-24).
Ereskigal rápidamente advierte que se trata de Inanna y de una de
sus maniobras (112), ordena que sea introducida sucesivamente por
168 A las divinidades que perdían sus Poderes (y, de golpe, sus devotos y sus fie-
les) se las consideraba «muertas», a imagen de lo que ocurría con los hombres: ver
XII, $38 y XVI, $ 5.
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 307
169 Con respecto a estos personajes, que aparecen en más de una ocasión (7: 73 s,;
10: 174s.; 17: 17, 18: 92s,; 51, 1: 55 s.; ver IX, n. 138), remitimos a la página 462 s., $
11 del artículo Homosexualitát (en francés) del t. IV del Reallexikon der Assyriologie. En
sumerio, kurgara hace referencia a una categoría de este tipo de invertidos; kala.tur,
literalmente «joven kali», remite, por medio de este último término (sumerio kala,
transformado, en acadio, en kalí), a un oficial del culto que, generalmente, se inter-
preta como un cantante, en especial de «lamentos», y que (quizás al modo de nues-
tros castrati) no debía de contar, debido a sus costumbres, con muy buena reputa-
ción, mucho menos cuando, como familiarmente se dice, se trataba de un individuo
joven y guapo.
308 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Esto es, exactamente, lo que sucede en las líneas 248-272 que repi-
ten, literalmente, en estilo narrativo, todo aquello que Enki les había
ordenado en imperativo.
38. Puesta en pie, la diosa se apresura a huir del Reino de los Muertos
y volver a casa (273), pero los magistrados infernales le recuerdan la ine-
ludible ley de dicho imperio: nadie puede abandonarlo sin dejar un susti-
tuto (274-277), Ella va, entonces, a buscarlo a la tierra, acompañada por
una banda de demonios, «pequeños y fuertes» (como más adelante vere-
mos -$ 42— los primeros eran los más taimados), encargados de traer a la
víctima (278-281), que marchan formados como un ejército (282 s.) y que,
además, son crueles (289 s.), despiadados e incorruptibles (284-287).
Según una norma bien conocida de la jurisprudencia del país!”%, el
esustituto» , el garante, debía pertenecer a la familia o al grupo domés-
tico de la persona a la que reemplazaba. Los tres primeros personajes
que se presentan ante Inanna y sus guardias (NinSubur, que esperaba
a su señora a la salida del Infierno —ignoramos dónde se creía que esta-
ba dicho acceso— 292 ss.; luego Sara, en Umma, 312 ss., y, por último,
Lulal, en Badtibira, 322 $5.) se encuentran sumidos en la aflicción y el
duelo. La diosa, conmovida o halagada por la vinculación que dicha
actitud implicaba para con su persona, se niega a entregárselos a los
esbirros infernales que, de entrada, ya se habían abalanzado sobre cada
uno de ellos. nanna asegura que todos ellos le resultan indispensables
(288-311; 319-321; 329 s.). La tropa llega, entonces, cerca de Uruk, a
la «estepa» de los alrededores de Kul'aba, uno de los principales barrios
de Inanna. AMí, cerca de su lechería, se encuentra Dumuzí, su amante,
en compañía de sus pastores. Éste, no sabemos si por inconsciencia o
por olvido, se encuentra totalmente feliz, igual que si su amante no
hubiese desaparecido (331-333). Furiosa como consecuencia de esta
falta de consideración o de interés (que, según la versión acadia, se
debía a una triquiñuela de Ereskigal, ver más adelante, $ 56), Inanna se
lo entrega a los demonios para que sea él quien ocupe su lugar en el
Infierno para siempre, evidentemente, tal como corresponde a este
lugar al que se denominaba el «país sin retorno». 338-342)
Si el texto recuerda, en este punto, el carácter al mismo tiempo infle-
xible y carente de piedad de los gendarmes infernales (343-351, en parte
/ / a 234-290), es para destacar la cruel situación del desafortunado
Dumuzi. Éste es consciente de ella y se deshace en lágrimas (352). No
sabiendo a quién dirigirse, implora al hermano de Inanna, Utu, el dios
del Sol, debido a que éste, en cierto sentido, es su cuñado y porque se
trata de un juez justo!”!: le suplica que lo ayude a salvarse transformán-
170 Comp., sobre todo, los «artículos: 116 s. del «Código» de Hammurabi.
17 Se consideraba que Utu, y en mayor medida su émulo y sucesor semítico
Samas, el dios del Sol, ostentaba, entre otras prerrogativas, la de ser el dios de la jus-
ticia. Comp. con 6: 372-380. Dumuzi, no obstante, tenía fuertes razones para creer
que había sido objeto de un trato inmerecido.
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 309
172 Dentro del contexto de las relaciones entre lnanna y sus compañeros, empe-
zando por el propio Dumuzi, resulta preciso señalar, para que quede así aclarado,
que el término «esposa» (traducción literal) no se debe de comprender en su sentido
jurídico fundamental. Esta diosa nunca llegó a ser verdaderamente «esposa» de nin-
gún dios ni hombre, sino solamente su amante (tal como nosotros diríamos) más o
menos duradera. Esto mismo también sucede, en sentido inverso, con los «esposos»
de esta diosa, empezando ya por el propio Dumuzi (que tal como precisa, con total
claridad, el verso 44, munca fue «marido ni padre»). Estas denominaciones, al igual
que otras similares (hermano: o, incluso, «hijo» ), son hipocorísticas: términos de afec-
to y de ternura. Ver, además, $ 57 en este mismo capítulo y la nota 64, p. 214 del
Mariage sacré, ya citado anteriormente (nota 157).
312 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
al pastoril»
¡Y, hurgándolo todo, los demonios batieron las manos,
Con la boca llena de clamores!
Llegaron por fin, a casa de Getinanna.
Sin embargo, su «¡Muéstranos dónde está tu hermano!» le dijeron ellos.
hermana no Pero ella no dijo ni una palabra.
descubre su 60 ¡Arrojaron sobre ella un terrible [...]
escondite
Pero ella no dijo ni una palabra!
¡La sometieron a un terrible [...] basta mutilarle el
: TOSÉrO.
Pero ella no dijo ni una palabra!
¡La sometieron a un terrible [..] basta berirle la
grupa.
Pero ella no dijo ni una palabra!
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 313
173 Éste es, en efecto, si damos crédito a un diccionario dialectal sumerio de nom-
bres divinos, el nombre de la madre de Dumuzi: B. LANDSBERGER, Materialien zur
sumerischen Lexikon, IV, p. 8: 77.
y
mn
316 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Y le dispusieron trabas.
160 ¡Por delante no dejaban de golpearlo;
Por detrás lo tenían bien sujeto!
Le ataron las manos
Y le encadenaron los pies.
Invoca a Utu
El joven hombre, entonces, alza sus manos al cielo,
a Utu:
165 «¡Utu, tú eres el bermano de mi “esposa”!
¡[Y yo soy] el “marido” de tu hermana!
Yo soy quien suministra los alimentos en la Eanna,
Yo (fui) quien presentó en Uruk los regalos nupciales.
[Yo soy] el que besó los augustos labios,
Y el que se agitó entre los hermosos muslos de Inanna!
170 Transforma mis manos en “manos de gacela”
Y mis pies en “pies de gacela”
Para que (pueda) escapar de los demonios
Y escape a Kulbires Dildarest.
Utu atiende su Utu, como si se tratase de una ofrenda, acepta sus
súplica y él se lágrimas,
escapa 175 Y, en su bondad, le [testimonial compasión.
El, entonces, cambia sus manos en «manos de gacelas
Y sus pies en «pies de gacela»,
De modo que aquél escapa de los demonios
Y llega a Kulbires-Dildares.
Dumuzi es:
180 Los demoníos, [buscálndolo en vano, se dijeron:
capturado de «Bien, vayamos a Kulbires-Dildares!»
nuevo Allí, ellos volvieron a capturara Dumuzi. Y lo rodea-
ron,
Bloqueándolo por medio de fosos (llenos de
agua).
Después trenzaron una cuerda para él
Y le trenzaron (2) un atadero.
185 Le confeccionaron un garrote
Y le dispusieron trabas.
¡Por delante no dejaban de golpearlo;
Por detrás lo tenían bien sujeto!
Le ataron las manos
190 Y le encadenaron los pies.
Nueva
De nuevo el joven hombre
invocación Álza las manos al cielo, a Utu:
a Utu «¡Utu, tú eres el hermano de mi “esposa”!
¿Y yo soy el “marido” de tu hermana!
Yo soy quien suministra los alimentos en la Éanna,
Yo (fui) quien presentó en Uruk los regalos nupciales.
195 Yo soy el que besó los augustos labios,
Y el que se agitó entre los hermosos muslos de Inanna!
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
176 El copista olvidó transcribir el verso 251; comp., sin embargo, con su parale-
lo 212 s.
324 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
44. Este extenso relato, en el que abundan las repeticiones y todo tipo de
evocaciones propias de una poesía de tradición oral, pero cuya composi-
ción literaria resulta innegable (incluso aunque no comprendamos el tér-
mino kal.kal con el que se la definía: III, n. 16), se centra, no en el Des-
censo» de Inanna totalmente ajeno al campo de visión de los autores del
mismo-— ni en la traición de ésta a su amante, que también se deja al mar-
gen de la narración, sino en la angustia, los tormentos y, tal como precisa
el título, de una forma totalmente singular dentro de nuestra documenta-
ción, la «muerte de Dumiuzi (266), cualesquiera que hayan sido sus con-
secuencias. En él aparecen muchos aspectos novedosos, desconocidos
para los relatos anteriores pero que, sin embargo, no velan la identidad del
armazón, sino que simplemente lo enriquecen con una serie de episodios
inéditos o de peripecias que se duplican o, incluso, se triplican. Basta con
resumir el contenido y la sucesión de los hechos para que el lector, poco
a poco, llegue a ser consciente de ello.
45. El autor, en principio, nos presenta a Dumuzi presintiendo su pro-
pia muerte (12), lo que lo lleva a ir a la «estepa», escenario de su feliz vida
de pastor, y a proyectar sobre la naturaleza, en una desgarradora elegía, su
propia desesperanza (1-14), Mientras duerme tiene un sueño premonitorio
(15-18) que desea que sólo sea interpretado por su hermana (19-26)"7. Él,
entonces, se lo relata con todo detalle: se trata de una sucesión de imáge-
nes (27-40) que, efectivamente, le son aclaradas, una a una, por Gestinan-
na (41-69). Todas ellas son de mal augurio y dejan entrever las trágicas cir-
cunstancias de la muerte del infortunado: como si él, en persona, la hubiese
visto por anticipado en tanto que objeto y sujeto de la misma (40 // 68).
Sigue un pasaje oscuro y en parte muy mal conservado (79-88), cuya
traducción, por lo demás, resulta un poco incierta: en él, Dumuzi pare-
ce solicitar a su hermana que le busque un escondite para hacer frente
a la mala suerte que ésta le ha vaticinado. Debido a que los demonios
que lo persiguen se aproximan, él se oculta entre la hierba, luego entre
la maleza formada por las plantas y los arbustos y, finalmente, en las trin-
cheras profundas Ginfernales» dice, más exactamente, el original), supli-
cando en cada ocasión a su hermana, testigo y confidente de estos inten-
tos, que no lo descubra (89-97 [...]). Hace esto mismo con un amigo
(103-109), salido de no se sabe dónde y cuyo nombre y características
no se precisan. Será éste quien, al igual que ocurre con la Mosca en 14:
364 s., lo traicione, por ello, era necesario introducirlo en el relato,
46. Tras una descripción poco tranquilizadora de los demonios (110-
118), cuya insensibilidad es descrita en términos que parecen tomados de
Inanna en el Infierno/14: 295 s. (y también, aunque, en cierta medida de
otra forma, de 15: 47 s.; si bien, en este caso, desde 117 s. se introduce
una nueva característica), se inicia un pasaje bastante enigmático en el
que se nos explicitan el número, la distribución y el origen de los demo-
nios: se trata de diez individuos, divididos en cinco parejas (compuestas,
probablemente, cada una de ellas por un demonio «pequeño» y otro «fuer-
te»). Cada pareja está vinculada a una ciudad y se identifica gracias a un
rasgo particular que a nosotros apenas nos dice nada (119-129). Los
demonios, entonces, capturan a Gestinanna, con la cual, y a diferencia
de lo que ocurre en 15 ($ 42), se intentan reconciliar, en vez de torturar-
la, ofreciéndole de comer y de beber para hacerle confesar dónde se
esconde su hermano, pero ésta no lo traiciona (130-132). Siguiendo un
consejo de los «dernonios pequeños», siempre más astutos que los otros .
(133-140 y $$ 42 y 50), van a adular al amigo de Diumiuzi, que les revela
sus escondites, logrando así capturarlo (141-151). Dumuzi, entonces,
manifiesta su gratitud hacia su hermana y su amargura para con el traidor
(152-155). Los demonios lo inmovilizan, lo rodean de agua para impe-
dirle que huya, luego lo capturan y lo encadenan, maltratándolo (156-163
// 183-190 y 220-227), al igual que ocurre en 15 ($ 41 s.). Es en este
momento cuando él invoca a Utu para que lo ayude. Recurriendo de
nuevo a un típico y «cómodo» procedimiento de la composición poética
folclórica, este episodio se repite exactamente en tres ocasiones y, en cada
una de ellas se inicia con una eficaz plegaria a Ut (164 s. / / 1915. //
228 S.); pero, esta vez, Dumuzi pide ser transformado en «gacela» (170 s.
y 1 /) para ganar en velocidad a sus perseguidores. Así, en un primer
momento, se refugia en una localidad desconocida y cuyo curioso norm-
bre parece, a todas luces, compuesto: Kulbires-Dildare3 (173 y 179-181);
después se refugia junto a una diosa «vieja» que, por otra parte, apenas
está atestiguada en otra documentación: Belíli, la Anciana (200 y 206
5,378, y, por último, en el redil de su hermana (237 y 243 s.), quien, al
verlo llegar, se apiada de él de una manera en cierto sentido similar a
como vimos que ocurría en 15: 37 s. Dumuzi es descubierto en cada una
178 Esta Belili, que es preciso distinguir de Geltinanna, la hermana de Dumuzi, uno
de cuyos nombres era, efectivamente, Belili (ver $$ 56 y 59), es una antigua diosa que,
junto con su paredro Alala, aparece entre los «veintiún antepasados de Az al inicio del
gran catálogo de divinidades An: Anum (ver XIL, $5 3, 4n. 251; y 15 n. 258), 1: 19(y ¡210.
326 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
48. Sólo se conocen dos manuscritos de esta obra, uno de ellos publi-
cado por H. ZIMMERN, en 1912, como n.* 2 de sus Sumerische Kultlieder,
y el otro por V, Scuem en la Revue de Assyriologie VI (1910, p. 161 ss.
En 1935 M. WrrzEL realizó una primera transcripción, traducción y
comentario, muy imperfecta (Analecta orientalia 10, p. 88 ss.). La tra-
ducción que aquí ofrecemos ha sido realizada por S. N. KRAMER, quien
ha llevado a cabo su labor, con gran profundidad y mayor rigor, a partir
de la sólida y erudita reedición que de dicha obra ha realizado M. E. COHEN
en las pp. 71-87 y 162-166 de su obra Sumerian Hymnograpby: Tbe
Ersemma. Tal como se puede adivinar, a juzgar por el título, la narración
mutológica se encuentra incorporada a una pieza elegíaca. El texto está
casi completo y consta de, aproximadamente, 120 líneas.
172 Tal como señala un ritual contra la acción maléfica de los fantasmas: W. Far-
Ber, Beschwórungsrituale an Istar und Dumuzi, p. 140 ss.: 3, n. 16 y 189 s. Ver p. 193
ss. del artículo anteriormente citado en IV, n. 38.
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 327
con su hermana
y con Inanna Compasiva, le habla tiernamente! '
por deseo de ¡Llegado al seno de su bermana,
esta última. Compasiva, le habla tiernamente!
¡Pero, cuando llega
Al seño de Inanna, St «esposa»,
Ella desencadena contra él un terrible buracán!
(110) ¡Un huracán que, al igual que un diluvio,
Se derrama desde lo alto!
¡Qué ráfagas de lluvia hacía caer aquí abajo!
Hizo que se dislocase el enladrillado de Uruk:
¡Hasta tal punto que Uruk casi quedó sumergida!
No lejos del gran manzano???
De la llanura de Émus,
El devastador buracán
Precipitó sobre el joven hombre
Todas las aguas del desierto!
(15) ¡Y aunque no era de nata, |
Fue derribado como si se tratase de nata!
¡Y aunque no era un jarro,
Se rompió como un jarro!
¡Y aunque los demonios no eran un seto de cercado,
Lo rodearon por todas partes! :
180 Variante de 14: 331; también es posible que, quizá, estemos ante el nombre
de otro lugar. ¡
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 331
50) que en 15: $ 42, sin que, en este caso, aparezca el sueño premoni-
torio al que respondían tales actos de violencia. En el momento en que
aparecen los esbirros infernales, su objetivo, evidentemente, es capturar
al desafortunado para llevarlo con ellos al Infierno. Lo encuentran en su
casa, investido con sus insignias reales (61-64) y durmiendo tranquila-
mente. Dumuzií, por tanto, aparece retratado en las mismas condiciones
que tanto habían llamado la atención e irritado a Inanna a su regreso
del Infierno (14: $ 38). Sin embargo, en este caso la diosa no está cerca
puesto que, posteriormente, él irá reunirse con ella (108). La situación,
por tanto, es bastante diferente a la que se describe en el Descenso de
Inanna, aunque el móvil de la condena de su amante, por parte de la
diosa, parece haber sido el mismo.
50. En el momento en que tiene que seguir a sus secuestradores, y
al igual que sucede en los relatos precedentes, Dumuzi inicia la fuga;
sin embargo, el estado de conservación del texto no nos permite llegar
a comprender bien el porqué. En este caso parece como si simplemen-
te quisiera conservar su condición y sus prerrogativas (65-71). Es enton-
ces, y siempre con la finalidad de escapar de los demonios, cuando
Dumuzi recurre a Ut; sin embargo, en vez de recordarle los productos
de su majada que él llevaba a casa de su amada, como si quisiese pre-
parar su boda con ella (14: 335 s.; comp. con 16: 166 s.), ofrece per-
sonalmente productos lácteos al dios al que se quiere ganar (72). Al
invocarlo, no menciona que él había «desposado» a la hermana del dios
(comp. con 14: 354, etc.), sino que se dirige a él como «padre» y «pro-
tector» (78). Su plegaria es mucho más breve y, además, aparece repe-
tida en el texto (75-77 // 79-8D). Al igual que en 16: 171, pide que lo
transforme en «gacela», sin embargo, Utu solamente lo convierte en
Seg.bar, si nuestra lectura de los caracteres de 83 es correcta, una espe-
cie de «cerdo salvaje», muy frecuente en el campo, entre el ganado (82-
85). Así pues, Utu, para salvarlo, no lo ayuda a huir, sino que simple-
mente lo disfraza.
Como sucede en el resto de las versiones, los demonios lo buscan.
Es posible que en este caso, se hayan visto incitados, en mayor o menor
medida, por los vestidos que Dumuzi (86 s.), a consecuencia de su
miedo y de sus prisas, ha olvidado. Dialogan entre sí y, al igual que en
los relatos precedentes, los «demonios pequeños» son siempre mucho
más sagaces que los fuertes (88 s.; $8 42 y 46). El escondrijo «entre las
hierbas», etc. (16: 89 s.) quizás aparezca evocado en esta ocasión, pero
en un sentido diferente, por medio de las líneas 93 y 95, al igual que
la traición: los demonios cuentan con el vecindario para que los infor-
me (94, 96). El amigo reaparece en esta ocasión; en 16: 140 s. él se
unía a los traidores porque los demonios habían sabido halagarlo;
aquí, en cambio, se diría que los demonios lo quieren obligar a con-
fesar apoderándose de su ganado (97-102). Dumuzi, finalmente, se
A
Ella llega allí y Llegada ante la puerta del País sin retorno,
quiere entrar Ella dirige estas palabras al guardián de la puerta:
Guardián, abre la puerta!
¡Abre tu puerta para que yo, que te hablo, entre!
Si no me dejas entrar,
Golpearé la puerta hasta hacer añicos los cerrojos,
Sacudiré los montantes basta demoler los batientes,
Y haré que los muertos vuelvan a subir
Y devorarán a los vivos,
Tanto y tan bien que los muertos
Sobrepasarán en número a los vivosls
El guardián El guardián, entonces, abrió la boca, tomó la palabra
relata a su Y se dirige a la poderosa ltar:
señora lo que «Señora, permaneced aquí, no abandonéis la puerta:
“sucede
Voy a anunciaros a la reina Ére3kigals
Él, entonces, entra y se dirige a Éreskigal:
to
ui
181 Quizás haya que poner en relación esta práctica con las «actividades saltado-
ras- de Inanna/iStar (ver, más arriba, $ 7).
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 335
mís lomos?
—¡Entrad, Señora! ¡Esta es la norma
Dispuesta por la soberana del Infierno!»
Introduciéndola por la sexta puerta, él le quita
Y le confisca los anillos de sus manos y de sus
pies.
«¿Por qué (dice ella), ob guardián,
Me arrancas los anillos de mis manos y de mis
pies?
—¡Entrad, Señora! ¡Ésta es la norma
336 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
! le devolvió
La gran corona de su cabeza
Últimas órdenes «¡Si ella no te entrega un sustituto,
de Ereskigal a Tráemela!
Namtar como Por lo que respecta a Tammuz, el “esposo” de su primer
consecuencia
del regreso de
amor,
Istar a la tierra Haz que se lave con agua clara, que se frote con
perfume,
Que se cubra con un traje de brillo:
Que golpee la Vara azul
130 Y que las rameras animen su corazón!»
Tammuz es Belili, entre tanto, había rematado su aderezo,
separado de su Su pecho estaba recubierto
hermana
Por un collar de cuentas de ónice (2).
Cuando ella escucha la desesperada llamada de su
bermano,
Arranca los adornos de su cuerpo
Y las cuentas de ónice (?) que cubrían su seno:
Es mi único hermano (gritaba):
No lo separéis de mil
El futuro ¡Cuando Tammuz ascienda
ascenso de La Vara Azul y el Círculo Rojo ascenderán con él!
Tammuz Ascenderán, para escoltarlo, sus plañiideros y plañi-
deras.
INANNA/ISTAR, MARCIAL Y VOLUPTUOSA 339
torio del otro tal como vemos que hace Inanna/lStar al querer «descen-
der» al reino de Éreskigal.
Por último, esta historia fue integrada dentro de la propia cosmología
de la tierra, en función de la creencia en la existencia de una parte subte-
rránea del mundo, un anticielo, el «inmenso Allá en lo bajo: como opues-
to al «inmenso Allá en lo alto» (IV, $ 21), en el que se reunían los muertos
constituyendo una especie de imperio, imagen invertida del mundo de los
vivos. Fue, precisamente, en este territorio donde se localizó la desapari-
ción semestral de DumuzVTammuz y de su hermana.
Por su contenido, por su temática, e incluso por su historia literaria,
hasta donde la conocemos gracias a los documentos que aquí hemos
presentado, el mito del Descenso de Inanna/lStar al Infierno se nos pre-
senta como uno de los más ricos y más fácilmente explotables para ilus-
trar y comprender la visión mitológica de las cosas y el modo de pensa-
miento y de reflexión que ésta imponía en la antigua Mesopotamia.
58. Este poema, escrito en sumerio, difícil y muy poco claro, sólo se
conoce a través de un manuscrito encontrado en Nippur y datado en el
primer tercio del II milenio. La tablilla, dividida en cuatro columnas,
cada una de las cuales consta de cincuenta líneas, ha perdido, en dife-
rentes lugares, algunos pasajes, pero todavía es posible seguir su narra-
ción. Fue publicado por primera vez en 1953 por S. N. KRAMER y Th.
JACOBSEN en un extenso artículo aparecido en el Journal of Near Eastern
Studies XUL, pp. 160-188 (y láminas LXVI-LXVIM. Con posterioridad, al
parecer, nadie más ha trabajado sobre este texto. Sin embargo, para la
presente obra, S. N. Kramer ha realizado una revisión completa de la
traducción de la misma,
59. Este relato, entrecortado por pasajes líricos, acumula, al igual que
Enlil y Ninlil (1), Enki y Ninpursag (5) y algunos otros, un estilo y una
imaginería muy peculiares, pasos muy abruptos entre diferentes partes,
una extrema concisión, muchas alusiones que nos resultan misteriosas
y bastantes rasgos fabulosos (como, por ejemplo, la intervención del
Francolín) que, desde nuestro punto de vista, le conceden un aspecto
extraño, arcaico, remoto y difícil de seguir. En todo caso, es evidente
que se inserta perfectamente dentro de la mitología de los amores trá-
gicos de Inanna con Dumuzi, tal como los conocemos gracias a 14-18,
y que, por tanto, conviene ubicarlo en este apartado.
Resulta evidente que la acción tiene lugar después de la «muerte»
de Dumuzi (74-76; 82-85; 101 s.; 131 s.; 174 en 77-79 éste ya ha
sido sustituido a la cabeza de su rebaño). Esta muerte, si tenemos en
cuenta la presencia del «cadáver yacente», sólo pudo tener lugar en el
escenario tradicional de dichos hechos: el «redil» del pastor (6; 42 s.; y
comp. con 16: 40, 68, 129, etc) y en casa de su hermana (comp. 15:
32, 37, etc.), a quien, en este caso, como en 18: 131, se la denomina
con el epíteto Belili (73 s.). Se trata, dicho en otros términos, de la este-
pa, del desierto, de los lugares ubicados fuera del espacio socializado
(110, 112, 114, 117, 119 etc. y //; y comp. con 16: 1 s.), el «desierto
ventoso», tal como lo denomina el texto (95, 103; 105; 113 y /P, el
lugar en que los pastores encuentran las pobres dehesas que necesitan
para alimentar a su ganado menor (6; 171). Así pues, no cabe ningu-
na duda de que la muerte del joven hombre ya ha tenido lugar, de
acuerdo, esencialmente, con las circunstancias narradas por la tradición
común que hemos visto (14-18); es decir, como consecuencia de la
falta de voluntad de Dumuzi y de la voluntad de Inanna. El poeta no
tenía motivos para introducir en su narración todos estos hechos, ante-
riores al momento en que se desarrolla y que, por otra parte, todo el
mundo conocía. Muy probablemente, tampoco tenía ningún motivo
para insistir en la responsabilidad de la diosa. Más adelante ($ 61) vere-
mos por qué.
Toda la obra se encuadra bajo la etiqueta de ú.1f.1á término cuyo
significado e implicaciones ingnoramos; ver 1H, n. 16— en honor de Inan-
na (187), e incluso es muy posible que haya sido compuesto para uso
litúrgico, como muchas de las plegarias análogas en las que se entrela-
zan cánticos y relatos. El autor hace responsable de 'esta alabanza a la
diosa, quien en dos ocasiones se encarga de llevarla a cabo: En primer
lugar, ella, y sólo ella, habría cantado un lamento en honor de su falle-
cido «esposo» (1-35 y 80-87); posteriormente, al parecer a instancias de
un animal cercano al difunto, el Francolín, una perdiz del desierto (147
s.; no parece, a juzgar al menos por la parte de lo conservado que lee-
mos, que dicha ave haya sido tomada como prototipo), canta un lamen-
350 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
plo, se escribe con los mismos caracteres gráficos que «astuto» —91-— y se
lee ul, ul,.e) que, por fuerza, escapan, en la mayoría de las ocasiones,
a nuestro conocimiento. Inanna se responsabiliza de la transformación
de estos personajes y dicha acción se atribuye a su deseo de «hacer algo»
por el descanso de su amante muerto. Al inicio del poema se nos pre-
senta a una Inanna ansiosa por ir a reunirse con el cuerpo de su aman-
te, partiendo rápidamente hacia allí, lúcida y decidida» (49 s.), en mitad
de la noche y bajo la luz de la luna —¡su padre!— que brilla para ella como
si aprobase su decisión y se encargase de mostrarle el camino (45 s.).
61. Este poema, en conclusión, nos presenta a una /nanna en cier-
to sentido «renacida» al amor que ella había sentido por Dumuzi antes
de abandonarlo a cambio de su propia salvación. Este rasgo, del que se
conservan otros indicios en la tradición literaria antigua, es de la misma
inspiración que aquel, ya subrayado anteriormente en 17, $ 51 y 18, $
55, que buscaba atenuar la responsabilidad de la diosa en tan cruel deci-
sión al hacer copartícipe de la misma a AreSkigal. Así pues, parece que,
sin duda por razones piadosas, se quiso debilitar o incluso eliminar del
mito todo aquello que, desde la perspectiva de una sensibilidad religio-
sa más evolucionada, no parecía digno de una divinidad tan importan-
te y venerable.
Por medio de este recurso, el Descenso de Inanna/Btar al Infierno
se manifiesta como una de las fuentes más densas y ejemplares para el
estudio de la mitología en la antigua Mesopotamia: a través de él se
aprecia el modo en que el mito pudo haber nacido, coincidir con todos
los parámetros de la vida individual y social, desarrollarse en diferentes
tradiciones folclóricas e incluso, con el paso del tiempo, modificarse,
adoptando una visión mucho mas «devota» y respetuosa, conforme a
una imagen humanizada de los dioses y con un tipo de «teología» en
pleno desarrollo.
X. NINURTA EL VALIENTE
1. Este dios también arrastra, tras de sí, una historia larga y compleja
que no llegamos a comprender del todo bien. Pertenecía al panteón de
Nippur, era considerado «hijo» de Enfil y se le veneraba en el mismo tem-
plo principal del Ékur, residencia de este último gran dios, al igual que
en su santuario particular de esta misma ciudad, la Ésumeja. En Lagas
también aparece, desde época muy antigua, como muy tarde desde el
2500, un personaje divino al que se conoce bajo el epíteto de «señor de
Girsu», Nin.girsul%, y que por muchas de sus características parece más o
menos comparable, o incluso idéntico, a Ninurta y bien podría ser, por
tanto, el Nínuria venerado en Lagas. Ignoramos el sincretismo que ha
podido tener lugar entre estos dos personajes, al igual que también des-
conocemos el momento en que pudo tener lugar. Por otra parte, y a juz-
gar por sus prerrogativas, Ninurta pudo haber sido el resultado de la
fusión de, al menos, dos divinidades arcaicas de las que dicho personaje
conserva algunas carácrerísticas, es al mismo tiempo el patrón de la Agri-
cultura tal como, de hecho, lo evidencia su nombre, pues nin.urta sig-
nifica «señor de la tierra (arable)— y un dios de la Guerra, en especial de
la guerra contra las poblaciones montañesas del Este y del Nordeste que
amenazaron seriamente el país, incluso en su parte meridional, durante el
III milenio y con mucha probabilidad hasta época de la III dinastía de Ur
<si no, incluso, más tarde. Esta característica de responsable sobrenatural
de las grandes hazañas guerreras, de combatiente intrépido y de héroe
vencedor, es precisamente la que ha conservado la mitología, al menos a
juzgar por la documentación que nos ha llegado. Esta faceta de Ninurta
fue la que debió inspirar a los poetas, pues poseemos cinco piézas, dos
O tres de gran tamaño, protagonizadas por él.
187 Traducidos (al alemán) en las p. 137 ss. de la obra citada en VIL n. 86.
188 Que aquí aparecen indicadas mediante números romanos al margen izquier-
do del texto.
182 También se han tenido en cuenta, en diferentes ocasiones, las indicaciones de
M. J. GELLER, «Notes on Lugal.e», Bulletin of tbe School of Oriental and African Studies
XLVIH (1985), p.215.
354 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
190 Aquí el autor estaría evocando una estatua barbada de Enlil tallada en lapis-
lázuli; no obstante, se trata de una lectura que no es del todo segura.
191 Con respecto a Sarur, Arma de Ninurta, a la que la imaginación mitológica
convirtió en un ser humano, ver más adelante $$ 5, 2.* y 12; y 22, X, n. 211.
NINURTA EL VALIENTE
descrito por
De imprescriptibles decisiones!
Sarur
¡Ob, ni rey! ¡Después de que el Cielo
hubiese impregnado a la verdosa Tierra,
Ésta dio a luz al Assaku, ese tosco militar.
Éste, sin haber necesitado nodriza,
Mamó la poderosa leche materna
Y no fue educado por ningín padre!
¡El es el asesino de la Montaña:
30 Barbudo intrépido, de rostro agresivo,
Macbo arrogante, orgulloso de su anchura!
y lo denuncia ¡Pero yo, ob campeón, similar a un toro,
como Yo soy de tu misma opinión!
progenitor ¡Ob, mi rey, benefactor de tu ciudad,
de la
El más ingenioso con respecto a tu madre,
población de la
Montaña: el Has de saber que el Assaku, tras baberse unido con
colectivo de las la Montaña,
Piedras Se ba asegurado una numerosa posteridad de
Piedras,
Que, unánimemente,
Han aclamado como rey a la Piedra Ú,
La cual, entre ellas, alzaba, alta, sus aristas
Como tn uro gigante!
Él introdujo la ¡Y este belicoso Alabastro, oh Ninurta, se ha puesto
guerra en la A saquear las ciudades de la Montaña,
Montaña e hizo En connivencia con Sá, Sag.kal, Diorita
reinar el terror
allí
[...] y Hematites!
¡A estas ciudades las amenazó el
Asakku, con sus dientes de tiburón,
En la Montaña que él babía hundido,
40 Mientras sus dioses políades se sometían a él
Ánite su prepotencia!
¡Sin derrocar a su propio jefe
Él, allí, se bizo erigir un trono
E incluso ba pretendido llegar a resolver soberana-
mente, como ti,
Los asuntos del país,
Sin que nadie se atreva a reaccionar
ante su resplandor sobrenatural
Y se pueda oponer a sus monstruosos crímenes:
Pues todos, aterrorizados, tiemblan de espanto!
356 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
122 Epíteto sumerio de Ninurta (escrito Utu'ulu en 683), que recuerda su carác-
ter -tempestuoso».
358 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN-DE HOMBRES
Asakku en
de uno (2)!
persona
Amontona los cadáveres (2) en la red y baz un [...].
Después purifica tu Jabalina y tu Maza, Señor,
Constrictor celestial.
Pues be aquí, Ninurta, la relación de los valientes
que tú bas abatido:
El Kuli-anna, el Dragón, el (2) Yeso,
130 El resistente Cobre, el Soldado, el Musmón de seis
cabezas,
El Magilum, señor Saman-anna,
El Bisonte, el Rey palmera,
El Anzú, la Serpiente-de-siete-cabezas-
¡A todos ellos tú, ob Ninurta, los bas vencido en la
Montaña!
5 Pero, contra el Asakku, no te dejes arrastrar
A un combate todavía más gigantesco:
. ¡No vuelvas a cruzar tu espada, ni te entregues
A la “fiesta de los hombres”, la Danza de Inanna!
No te apresures a afrontar una batalla tan colosal:
¡Detente!
¡Pues, aunque parezca imposible, es el Asakkou
Quien te espera en la Montaña!
140 ¡Ob campeón tan maravillosamente coronado!
¡Primogénito de Enlil y al que Ninlil adornó con
infinitas gracias,
Auténtico Señor,
Nacido del Pontífice y de la Gran Sacerdotisa!
¡Héroe cuyos cuernos se despliegan como los de la
luna creciente,
Tú que garantizas larga vida al soberano del país,
Tú que, con tu elevado y sobrenatural poder,
sn
Abres el cielo!
¡Maremoto que sumerge la tierra!
Ninurta, terrorífico Señor que te lanzas sobre la
Montaña,
360 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
ENANA
su padre,
El Cedro enraizado en el Apsú y cuya frondosidad
Ofrece una sombra tan inmensa,
190 (Si) mi bijo, mi apoyo y mi consuelo, desaparece:
¿Quién me cogerá de la mano?»
Sarur ya había Pues Sarur el Arma fiel
advertido a Y dócil de su Señor y amo,
Enlil Había ido a Nippur, para informar a Enlil
Del peligro al que se exponía Ninurta:
¡En la Montaña, una furibunda tempestad
Envolverá al bijo de Enlil como a un tela
Y lo sacudirá como a un árbol!
[El Asakku?...] lo envolverá, y el Señor [...].
[Además Sarur] se dirige [en estos términos] a Enlil:
«¡Ob venerable Enlil.../ el Asakku f...]
[Y Enlil le respondio...]
rante el saqueo.
Desde lo alto, el Asakku, como un ave de presa,
Lanzaba sobre él miradas furibundas,
Reduciendo la comarca rebelde al silencio y la
inmovilidad.
Pero Ninurta, habiendo llegado al lado de su enemigo,
Lo envuelve como una ola (2)
Y, una vez debilitado el brillo sobrenatural del
Asakku,
Él [.):
290 ¡Lo derribaba y luego lo lanzaba hacia arriba,
Sacudiéndolo y desparramándolo, como
(si fuese) agua, sobre la Montaña.
Lo escarda como (si fuesen) juncos, lo arranca
como (si fuesen) cañas.
Luego, cubriendo la comarca con su propio esplendor,
Aplasta al Asakku como a cebada tostada, lo castra
295 Y lo parte en pedazos, como a biladas de ladrillos.
Al igual que el alfarero con sus carbones, hizo, con
ellos, una piña (...),
La comprime como adobe, como barro triturado (2)!
¡El campeón llevó, así, a cabo su plan!
El triunfo de Entonces, el Señor Ninurta, bijo de Enlil, respira,
Ninuria aliviado.
ANS
Para abatirlo no tendrás más que dar (2) un simple
grito.
il...] cómo se te celebra!
315 ¡Ob tempestad devastadora levantada] contra la co-
marca rebelde [...]
Ob Señor Ninurta [...]
Su santuario preferido!
¡Íré, entonces, resueltamente a encontrarme con
este pretencioso Señor,
Yo, la reina, iré sola a visitar a ese favorable Señor.
Iré a presentarme ante él y le diré: “¡Aquí estoy!”
Él, mi bijo, tendrá que recibirme al instante,
Ese magistrado de Enlil,
Ese gran Campeón, el orgullo de su padre!»
Así, la noble dama
Enunciaba muy seriamente este propósito;
Así lo formuló ante Ninurta.
Él, entonces, le dirige una mirada benévola y le
dice:
390 «Señora, puesto que bas querido venir a la Montaña,
Y me bas seguido, Ninmah, hasta la comarca rebelde,
Sin abandonarme jamás,
Incluso en medio de los horrores de la guerra,
De este montón de guerreros caídos que yo be apilado,
Desde abora tu nombre será “los montes” (pur. sag)
De los cuales tú serás “la dama” (nin).
395 Este es el destino que yo, Ninurta, te concedo:
¡Que así sea!
¡Por tanto, desde este momento, siempre
se te llamará “Dama de los montes”!
¡Las ondulaciones de estas montañas
Producirán bierbas aromáticas para ti;
-Sus laderas te abastecerán de vino y miel;
En las pendientes crecerán para ti
Cedros, cipreses, enebro y boj!
400 ¡Este territorio, como un jardín,
te proporcionará bermosas frutas maduras;
Y, sobre sus alturas, tendrás
Abundantes perfumes divinos.
Para ti se extraerán de aqui plata y oro;
Aquí se bará [...);
Se fundirá el cobre y el estaño
Que se te entregará como tributo;
Aqui el ganado se miultiplicará,
Y se te abastecerá de prolíficos cuadriipedos!
¡Reina igual a An,
Y dotada, como él, de un temible Espanto,
Diosa augusta (dingiranab), a la que apenas gustan
las habladuriías,
Noble mujer, dama de
los montes (nin.bursag),
lugar puro (ki.sikiD,
Dama del parto (nin.tu), por [...]
NINURTA EL VALIENTE 369
Te pusiste a mi servicio —
¡Pues bien! ¡Que seas en gran medida celebrado!
¡Que tengas el control de los almacenes del país,
Que seas su administrador!
¡Que seas la avanzadilla de los Anunna, los grandes
dioses!
¡Y seas destinado a sus templos, ob Alabastro!»
El Ámbar Después, con mala mirada, mi rey se gira bacia el
amarillo Ámbar amarillo,
Y el Señor, descontento, tras haber interpelado al
Ur
Kn
vu
país,
Ninurta, el hijo de Enlil, pronuncia la siguiente
maldición:
«Dado que bas vacilado a mi llegada,
¡Pues bien! ¡Tú serás el primero en ser llevado a mi
taller,
Y te prestarás a todo aquello que quieran hacer
contigo!
530 ¡Ámbar amarillo! ¡Tú serás
La ofrenda normal y cotidiana de los herreros!
El Ágata y Después, mi rey se gira hacia el Ágata,
otras once Increpando también a la Calcedonia, la Cornalina,
Piedras el Lapislázuli,
preciosas El Jaspe, el Saba, el Hurisu, el Markali, la Cornalina
amarilla,
El Ojo de Pez, el Granate, el Anzulguma, la Ser-
pentina,
Y, en favor de estos [...]
ui
QQ
Ue
un
Mn
A
Vuestras montañas natales!»
El Sílex Después, con mala mirada, mi rey se gira bacia el
Silex,
Y el Señor, descontento, tras haber increpado al país,
Ninurta, el bijo de Enlil, pronuncia la siguiente mal-
dición:
«¡Hola! ¡Artificioso Sílex!
¿En la Montaña se cortarán tus cuernos de uro!
Y]
ui
o
¿Quién os socorrerá?
¡A tus llamadas de auxilio, Arcilla estannifera,
Nadie les prestará atención, ni las oirá!
¡Arcilla estannífera, Elligu,
Vuestro camino nunca os llevará al Palacio!»
La Piedra de Después, mi rey se gira bacia la Piedra de gacela
gacela, el Y, tras increpar también al Dubban y al Urutu,
Dubban y el Ninurta, el bijo de Enlil, establece su naturaleza,
Urutu
Pronunciando la siguiente maldición:
«Piedra de gacela, Dubban, llamas ardientes!
¡Urutu al que nada se resiste!
Cuando el Basalto os “prendió fuego”,
Vosotros os “inflamasteis”,
NINURTA EL VALIENTE 375
Aida
Sirviéndome de Mazas y reforzando mi puerta! —
¡Pues bien! ¡Cuando los atletas se vistan
Y luchen, con presas de piernas,
Haciendo tocar el suelo con la cabeza,
Levantando el espinazo alternativamente,
Sólo vosotros, en todo el país,
Seréis los preferidos de estos bérculest.
El Kurgara, el Después, el Campeón se vuelve hacia el Kurgara,
Bal y el Khól
Increpando también al Bal,
Al igual que al Kból amarillo,
640 Y Ninurta, el hijo de Enlil, pronuncia la siguiente
bendición:
«¡Puesto que vosotros habéis dicho: “Alegraremos a
los hombres!”,
Yo os los enviaré
Y vosotros convertiréis en imberbe al joven que os
plazca (2),
Tanto que el kalatur (2) os alabará!
En el día de la fiesta de Mánes (?) seréis ofrecidos,
Y en luna nueva, basta el noveno día del mes,
Los jóvenes os dedicarán sus juegos rituales!»
Y él asigna estas piedras al culto de Ninkursag.
A su regreso ¡Cuando, una vez vencida la Montaña, se puso de
en barco, tras camino bacia la estepa,
su victoria, El Campeón brillaba como el sol.
Ninurta es
Entre la mucbedumbre, que lo aclamaba a su paso,
celebrado por
los marineros El procedía con majestuosidad!
650 De este modo, él avanza, feliz,
Hacia su barco preferido, un magur,
Para embarcarse en su Makarnunta'e.
Mientras, los marinos entonaban un gracioso cántico
Y celebraban, con buen corazón, sus alabanzas.
Entonces ellos dirigieron a Ninurta, el bijo de Enlil,
Este homenaje perpetuo:
«¿Ob Gran Campeón divino,
Ob Señor Ninurta, Soberano de los Anunna!,
¡Tú que tienes en tu diestra el Garrote lleno de puntas!
¡Torrente que, con tu impulso, arrastras a todos los
enemigos!
¿Quién, entonces, puede imitar tus grandiosas y ad-
mirables bazañas?
660 ¡Ob Campeón! ¡Cataclismo irresistible!
¡Ni siquiera Enki y Ninki osan bacerte frente!
378 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
195 El Santo montículo» (du¿.ku), que volverá a aparecer más adelante en otros
poemas, sobre todo en 41: 27, 30, 39, 42 (XIL, $$ 32, 44), designaba el lugar de resí-
dencia, sobrenatural y extratemporal, de los dioses.
380 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
(VIII, $ 8; IX, $ 10). Sin embargo, como vamos a ver, también sobrepa-
sa ampliamente este marco y se tiene que leer e interpretar en más de
un registro.
5. Todos los acontecimientos narrados en este interminable poema
se inscriben con una lógica perfecta dentro del cuadro de una rebelión
que ha sido sometida y de las consecuencias que se derivan de dicha
victoria.
1.2 Antes de la revuelta (17-2D), Ninurta se dedica, en paz, a sus
ocupaciones sobrenaturales, en compañía de los restantes dioses del
«país», Aparentemente se encuentra en Nippur, en el templo de su padre,
Enlil, el Ékur (principalmente 71 y 23D), si bien su esposa, que está pre-
sente, recibe aquí el nombre de Bawa (20; comp. con 674), dando
cuenta, como tal, del panteón propio de la ciudad de Lagas —ambigúe-
dad sobre la que será preciso volver más adelante ($ 7).
2.2 El anuncio de la sublevación (22-69) es realizado por el Arma
personificada del dios, su Excalibur, que aquí lleva el programático nom-
bre de «abate a miles» (Sár.Ur: 23; 144; y otros) y que actúa como su
lugarteniente y guarda de corps. Mientras vigilaba «la Montaña», percibió
que era presa de una agitación fomentada por la tiranía y la violencia
(37 5.) o por la astucia (47 s.) del Asakku. Algunas poblaciones locales,
de las que aquél es «padre», intentan seguir siendo fieles a su juramen-
to de fidelidad con Mesopotamia o, al menos, mantener buenas rela-
ciones con «el país» (48 ss.), pero otras muchas parecen sucumbir (60
s.), extendiéndose así la sublevación. o
3.2 La reacción de Ninurta tras haber sido advertido por Sarur (70-
109), se presenta rápidamente allí (haciendo el viaje en parte, al menos,
en barco: 90) y lleva a cabo una serie de terribles golpes de mano en
la región con la finalidad de detener la rebelión. )
4.2 Pero la agitación prosigue o se vuelve a iniciar (110-150) y Sariur,
que de nuevo se entera de lo que ocurre, advierte a su amo que nada
se solucionará mientras el jefe rebelde, el Asakku, no sea vencido en
persona; no obstante, éste se manifiesta y aparece descrito como un ser
tan formidable que Sarur aconseja a Ninurta que no se enfrente con él.
5. La segunda batalla (151-298) que Ninurta, heroicamente, deci-
de llevar a cabo, a despecho de toda prudencia (151-167), viene pre-
cedida por un nuevo y terrorífico asalto de su enemigo (168 s.), que
incluso atemoriza a los dioses de Nippur (182-190)%, Sin embargo,
Enlil se recupera (entre 194 y 215, dos fracturas nos impiden conocer
una parte de los acontecimientos: ¿quizás —y este hecho concedería cier-
ta lógica a la continuación— el propio Vinirta dudó también durante un
momento?) y manda a su hijo consejos y ánimos que le son transmiti-
dos por Sarur y que lo impulsan a actuar (215-243). El héroe, enton-
196 El tema del espanto de los dioses será retomado, si bien de una forma un
poco diferente, en la narración del Diluvio (XII, $ 20; ver también, en el poema que
aquí analizamos, $$ 8 y 12 y 51, Il a: 8 s.).
NINURTA EL VALIENTE 383
104; 115; 130 s., etc.; al igual que, sin duda, sucede con la fauna de
92-94 hacen referencia a una población mítica «de antes» y, en parti-
cular, al poblamiento «pétreo» de la Montaña: aquella que, desde el
punto de vista de los autores del poema, habría precedido a la especie
humana en el pasado fantástico y brumoso que, en este caso, sirve de
marco a los acontecimientos sobrenaturales que aquí se exponen. Casi
se diría que consideran que las piedras, tan abundantes y variadas en
esta Montaña, son los vestigios fósiles de una antigua y fantástica
humanidad multiforme. Estos mismos autores se contentan con «expli-
car» y justificar la reputación de Ninurta como dios patrono —en tanto
que inventor e inaugurador— de la agricultura, subrayando, a través de
una fraseología que en un primer momento nos resulta desconcertan-
te, su doble intervención tanto en el campo de la hidráulica como en
el de la técnica del cultivo de las plantas. A partir de este momento y
gracias a él, el territorio del «país» se encuentra, ya, delimitado y encau-
zado, lo mismo que una ciudad dentro de sus murallas, por medio de
los pies de monte y las montañas, cuya contribución radica en asegu-
rar el indispensable abastecimiento de agua, mediante las fundición de
los hielos situados a gran altura. Todas las masas de agua, hasta enton-
ces aisladas, se hacen desembocar en este momento en una gran red
fluvial Gsólo representada, curiosamente, por medio del Tigrish de
carácter continuo que llega hasta el mar, siendo utilizada tanto para el
regadío y el drenaje de los campos como para la circulación de sus pro-
ductos (344 s, + 340 s.). Ninurta, por otra parte y tras haber organiza-
do el régimen normal de aguas, sustituye, por medio de la invención
de los surcos y el arado (707 s.), la simple recolección por la agricul-
tura (346), lo que posibilita el cultivo de los campos (362) y jardines
(363) con una producción tal de excedentes (364) que permitirá la
inauguración de una amplia circulación de productos (365) y que «el
país» siempre en beneficio de la población divina, la única que, por
ahora, lo ocupaba— esté en el centro y en la cúspide de un mundo
organizado, a partir de ahora, para la producción de bienes de consu-
mo (360 s. y 366 s.).
10. Tras esto, Ninurta realza los poderes de su madre (368-410), a
la que, en el momento de su apresurada e inquieta marcha al combate
al que aquélla lo había querido seguir, había ofendido, según se nos
explica, pues no le había prestado ninguna atención. Le concede el títu-
lo de Señora de los Montes (de esos montes que, una vez conquistados
por él, habían adoptado el nuevo nombre de hur.sag y a los que, ante-
riormente, simplemente se les denominaba kur, «montaña»”), así como
otras denominaciones que, desde este momento, le pertenecerán y que
traducen los nuevos Poderes que ella ha recibido. Como se puede apre-
ciar, estos mismos Nombres y Poderes correlativos (al igual que sucede
197 Kur y hur.sag son dos sinónimos sumerios que designan a «la montaña» y que
se caracterizan por una serie de matices que a nosotros nos resultan inapreciables.
NINURTA EL VALIENTE 385
198 Ver VII, $ 8 s.; IX, $$ 31 y 60; en este caso, $ 20 XIIL $ 15; XIV, $5 9, 18 s.; XV,
$17, y Mésopotamie, p. 113 s.
386 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
192 Ésta es la misma imagen que nos ofrece el Poema de la Creación/50 (XIV,
$ 14) para recibir a Marduk victorioso.
NINURTA EL VALIENTE 387
dioses, como ocurrió, por ejemplo, con Marduk (XIV, $ 4 s.), se debe,
tal como se señala a lo largo de todo el poema, a que Ninurta siempre
fue y siguió siendo el «hijo de Enfib»; y aunque se nos habla de sus Pode-
res ($4; 65; 232; 410; 493), nunca se nos dice que él haya estado en
posesión de todos ellos, como fnanna (IX, $ 2). Incluso, aunque el
poema se centra en Enfil, y a pesar de que Enki sólo aparece en dos
ocasiones y dentro de contextos secundarios (68 y 714), todo está orga-
nizado para que sepamos que él había recibido estos Poderes de Enki
o, dicho de otro modo, que había sido Enkí quien se los había entre-
gado (¡ver también 23D.
7. La síntesis entre las prerrogativas culturales y militares de Ninur-
ta está, por tanto, asegurada, pero con ventaja de las segundas sobre las
primeras. De igual forma, los autores también tuvieron éxito a la hora
de equilibrar los vínculos del dios tanto con Laga3 como con Nippur,
pero, evidentemente, en beneficio de esta última ciudad. El título de
Ningirsu ($ 1) casi nunca aparece en los manuscritos: sólo dos de ellos
utilizan dicho título en vez de Ninurta sustitución de la que la versión
antigua del Mito de Anzú/22 nos ofrecerá algún otro ejemplo ($ 18)-.
Aunque tiene a su lado a su esposa Bawa ($5, 1.9), él, al parecer, no da
más que una simple vuelta por su Éninnu de Laga3 (1bid., 12.) antes de
volver al Ékur y al ÉSumesa de Nippur, que son su residencia principal.
Tras esta buscada armonía, tras esta selección y esta preferencia, se
esconden muchas conjeturas políticas y mucho movimiento de devo-
ción religiosa, de los cuales posiblemente nunca lleguemos a tener ni la
más mínima idea.
8. El aspecto más interesante, quizá, de esta obra —e incluso se
puede decir que aquel que le concede el carácter de obra maestra— radi-
ca en que, si bien conserva algunas características arcaicas —como las
luchas sangrientas entre divinidades, los dioses temerosos y temibles
(71 s.; 182 s.), los monstruos, las Armas y las Piedras humanas, su esti-
lo vehemente, fastuoso, en ocasiones enfático y en otras sublime, ras-
gos, que le conceden un lugar especial dentro de la más antigua litera-
tura en sumerio, a diferencia de lo que ocurre en casi todas las obras
sumerias de este mismo género y en muchas de las acadias—, no se con-
tenta con desarrollar un único tema mítico, sino que presenta una sín-
tesis coherente de varios motivos y narraciones «lógicamente» ordenados
alrededor del mito central de la victoria sobre el Asakku. En efecto, en
esta obra no sólo encontramos la etiología del sistema hidrogeográfico
del país y del cultivo organizado de plantas (tratado de manera distinta
por otras obras: 6: 250-259; 46, 1: 21-26; 51, v: 55, etc.), e incluso de
la circulación de los bienes comestibles, sino también un recuerdo del
tema mítico de los dioses trabajadores que se ven ayudados por la inno-
vaciones introducidas por uno de ellos; el tema del nacimiento arcaico
y «cósmico» del monstruo; el de la utilización del cadáver del enemigo;
la explicación de los títulos y de los Poderes de la diosa Ninlil ($ 5, 10.9),
por una parte, y de Nisaba (ibid., 13.9), por otra; por no hablar del ori-
NINURTA EL VALIENTE 389
gen, de la naturaleza y del uso de las Piedras. Cada uno de ellos, apa-
rentemente imaginado y calculado por separado y con anterioridad para
dar respuesta a una cuestión mucho más concreta y precisa, aparece en
este poema revisado, repensado, reescrito y adaptado para una única
finalidad, que, además, es diferente de aquella para la que habían sido
imaginados: la promoción de Ninurta. Por estas razones, el Lugal.e
anuncia las grandes síntesis mitológicas en acadio relacionadas con la
naturaleza y con la historia (46, 51 y 52).
Sacó al Magilum;,
35 Del polvo de sus batallas,
Sacó al Bisonte gigante;
De los extremos del Universo,
Sacó al Kulianna;
Del suelo de la Montaña,
Sacó el Yeso (2);
De los Montes abiertos,
Sacó el resistente Cobre;
Del Roble (2) [...]
Sacó al Anzú,
Y del [...] de la Montaña,
Sacó a la Serpiente-de-siete-cabezas!
Recuerdo de 40 ¡l...] a todos les pasó revista!
sus victorias il..J ordenó (2) f...]
[..] a disgusto (D [...]
[...] ordenó (2) [...]
[...] empuñó su Hacha de guerra (2)
45 [...] cogiósul...N
El valiente [...] convirtió a la Montaña en un cadáver—
¡El Señor Ninurta, destructor [...]
Convirtió a la Montaña en un cadáver!
¿En su furor, amontonó
A los dioses de la comarca rebelde!
Mediante su coraje y Su fuerza,
El Señor sació su (sed de) venganza (?)—
50 Mediante su coraje y su fuerza, el valiente Ninurta
Sació su (sed de) venganza (2).
Su Carro y los Sobre su brillante Carro que difunde un pavor
trofeos que ha terrorífico,
colgado Colgó, en los ejes, los Uros que él capturó;
en él
Y en el timón, las Vacas que tomó como botín;
En el guardabarros (2), el Carnero-de-seis-cabezas;
En el asiento, el belicoso Dragón;
ui
wm
En el enganche, el Magilum;
En los varales, el Bisonte gigante;
En el estribo, el Kulianna;
En la punta del timón, el Yeso (2);
60 En el larguero del timón, el resistente Cobre;
Delante de la caja, el Auzú;
Y en el brillante lateral de la caja (2),
La Serpiente-de-siete-cabezas!
Monta en su ¡Sobre este [Carro], siempre dispuesto al combate,
Carro y su cortejo Se asentó el Señor Ninurta!
emprende el 65 ¡Udanne, el dios que todo lo ve (2),
camino de
Y Lugalanbadra, el señor barbudo (2), lo precedian,
Nippur
392 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
por ejemplo, Chicago Assyrian Dictionary, A/2, pp. 153 b-155 b). Este
nombre, cuyo origen y el significado de su raíz nos resultan desconoci-
dos, y que durante mucho tiempo fue abreviado por los asiriólogos,
como consecuencia de un error de lectura, bajo la forma Zíá, era la
denominación de una fabulosa ave rapaz gigante, una especie de águi-
la colosal, a la que los sumerios, al denominarla Im.dugud, parecen
haber imaginado bajo la forma de una inmensa «nube espesa» o una
«niebla» que cubría el cielo y anunciaba la tormenta. Este personaje esta-
ba, en un principio, al servicio de los dioses, hasta que un día los trai-
cionó, robándoles las carismáticas insignias de la autoridad suprema,
hecho que vino a congelar el funcionamiento del universo. En lengua
sumeria sólo contamos con unas referencias dispersas a esta historia y
un breve relato que nos la presenta de una manera muy personal (23).
Conservamos, sin embargo, una composición en acadio, quizá traduci-
da o inspirada, ya en época muy antigua, a partir de una obra sumeria
hoy perdida, posiblemente original, y a la que denominamos como el
Mito de Anzú. Su forma más antigua (la versión A de nuestra traduc-
ción), figura en un manuscrito Único que se data alrededor del 1600.
Posteriomente, posiblemente antes del fin del II milenio, tomó forma
una versión más extensa (a B), de la que actualmente se han recupe-
rado una docena de testimonios, todos ellos incompletos o fragmenta-
rios, gracias a los cuales se ha podido reconstruir buena parte del con-
junto y seguir así, de manera aproximada, todo el relato de la aventura
(ver en el presente capítulo n. 211). Hemos considerado preferible
comenzar por la versión reciente, pues está mucho mejor documentada
y nos ofrece un cuadro mucho más completo del relato, en el que resul-
ta muy sencillo introducir la redacción anterior que, por sí misma, pre-
senta demasiadas lagunas. Merece la pena citar, además de las últimas
traducciones de esta obra, entre las cuales la mejor versión al francés es
la de R. LABAT, contenida en p. 80 ss. de las Religions du Proche-Orient
asiatique, el estudio, imperfecto pero útil, de B. Hrusxa, Der Mytben-
adler Anzú in Literatur und Vorstellung des alten Mesopotamien y, sobre
todo, el excelente artículo de W. W. Hato y W. L. MORAN, «The first
tablet of the SB Recension of the Anzú-Myth», Journal of Cuneiform Stu-
dies 31/2 (1979), pp. 65-115. Ver, también, el artículo de H. W. F. Sacas
citado en la nota 211 del presente capítulo.
a. La edición reciente: B
: del Éninnu,
Irrigador de apriscos, breñas, tierras de aluvión,
De territorios y ciudades!
¡Maremoto de combates,
Belicoso agitador de las mutilaciones guerreras (2
¡Hombre de armas (2), furioso e infatigable,
Cuyos asaltos asustan!
De este omnipotente (personaje),
Oídme cantar el vigor
10 De aquel que subyugó y venció a la
Montaña de las Piedras,
Que abatió con sus armas al alado Anzú,
Que mató al Bisonte en medio del mar,
Vigorosísimo campeón, de armas mortíferas,
Omnipotente, veloz,
Siempre (dispuesto) a batallar, a guerrear!
La época de 15 En esa época, entre los Igigi,
la sequía Todavía no se babían erigido capillas:
originaria No eran más que simples súbditos de su Rey,
Y si (bien) los lechos del Tigris y del Eufrates
NINURTA EL VALIENTE 403
2% Dur.an.ki, dazo del universo» (literalmente, «el que une el cielo y la tierra»), es,
en principio, una denominación de Nippur (ver 39: 18; 40: 7 y XI, $ 4D que, en oca-
siones, se junta, como ocurre en este caso, con el nombre de Enfil (también en l/m:
532, 73, 94) y que, posteriormente, sólo se utiliza para designar a dicho dios: en este
caso l/nt: 10; 12; 1/1: 45; y A, 1: 21 y un 8.
404 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
de Enlil
Del sanctasanctórum que él babía rematado.
Siempre tomaba su baño de agua clara en su
presencia:
¡Ásí, Anzú observaba los hechos y los gestos de su
soberano!
Tenía continuamente a la vista su Corona imperial
Y su Manto divino,
Así como la Tablilla de los destinos
Que Enlil llevaba consigo.
Decide 10 A fuerza de ver, de este modo, al padre de los dioses,
apoderarse de a Duranki,
la Soberanía
Decidió robarle la Soberanía —
A fuerza de ver, de este modo, al padre de los dioses,
: a Duranki,
Anzú decidió robarle la Soberanía:
«¡Yo, yo me apoderaré de la Tablilla de los destinos,
Yo acapararé los cargos de todos los dioses,
El trono será sólo para mí,
cial
NINURTA EL VALIENTE 405
pedición!
El segundo Ellos, entonces, gritaron: «¡Girru, el bijo de Annunits
campeón: El presidente, entonces, se dirige a él:
Girru
«Girru, fortísimo! ¡Girru, terrible; ¡No rebises este
combate!
¡Fulmina a Anzú con tu arma
60 Y serás famoso en la Asamblea de los grandes dio-
: Ses:
Sin igual entre los dioses, tus bermanos!
¡Obtendrás en tu honor .
Capillas bien edificadas,
E instalarás tus santuarios en todo el mundo:
Incluso en el Ekur!
Así tú adquirirás entre los dioses
Gloria y omnipotencia!»
Rechazo de Pero Girru respondió lo siguiente,
Girru Dirige estas palabras a su padre, Anu:
«Padre mío, a esa inaccesible Montaña
¿Quién va a estar dispuesto a ir?
De entre los dioses, tus bijos, ¿cuál va a poder reducir
a Anzú?
70 ¡Él se apropió de la Tablilla de los destinos,
Se apoderó de la soberanía.
Haciéndose cargo de los Poderes divinos,
Luego voló hasta alcanzar su Montaña!
¡Desde este momento su palabra equivale a la del
divino Enlil-Duranki/
¡Una palabra suya
"Y aquel al que maldiga está condenado «a la
nadal
¡Los dioses se descorazonaron ante este discurso,
Mientras él, dando la espalda, renunciaba a la
expedición!
NINURTA EL VALIENTE
oO
A
el
El tercer Ellos, entonces, gritaron: « Sara, el “bijo »207 de IStar/»
campeon: El presidente, entonces, se dirige a él:
Sara
«¡Sara, fortísimo! ¡Sara, terrible; ¡No rebúses este com-
bate!
80 ¡Fulmina a Anzú con tu arma
Y serás famoso en la Asamblea de los grandes dioses:
Sin igual entre los dioses, tus hermanos!
¡Obtendrás en tu bonor
Capillas bien edificadas,
E instalarás tus santuarios en todo el mundo:
85 Incluso en el Ékur!
Así tú adquirirás entre los dioses
Gloria y omnipotencia!»
Rechazo de Pero Sara respondió lo siguiente,
Sara Dirige estas palabras a su padre, Amu:
«Padre mío, a esa inaccesible Montaña
¿Quién va a estar dispuesto a ir?
90 Deentre los dioses, tus bijos, ¿cuál va a poder reducir
a Anzú?
¡Él se apropió de la Tablilla de los destinos,
Se apoderó de la Soberanía.
Haciéndose cargo de los Poderes divinos,
Luego voló basta alcanzar su Montaña!
¡Desde este momento su palabra equivale a la del
divino Enlil-Duranki/
95 ¡Una palabra suya
Y aquel al que maldiga está condenado a la
nada!»
¿Los dioses se descorazonaron ante este discurso,
Mientras él, dando la espalda, renunciaba a la ex-
pedición!
Malestar ¡Los dioses, entonces, permanecieron callados
entre los Y abandonaron su plan,
dioses e Los Igigi se quedaron allí,
intervención
de Éa
Con el ánimo ofuscado y molesto!
100 ¡Pero el Sagaz, el Habitante del Apsúl, el Ingenioso,
Trama, en su muy sabia mente, un plan!—
Éa el Inteligente (D da vueltas, en su mente, a algo
E informa a Anu de todo aquello que
babía combinado en su cabeza:
«Voy a bablar y a atender las preocupaciones de los
dioses:
207 Ver IX, n. 172. En este caso hijo» equivale, como ya hemos dicho, a un tér-
mino afectivo que podríamos traducir como «cariñito»...
408 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Batallas y guerras!
¡Concédenos a Ninurta, brillante y poderoso,
Ti favorito,
Al Atleta, el único capaz de llevar a buen término
Batallas y guerras!
¡El señor [...], en la Asamblea de los dioses (2
¡Gloria a él entre [...]
130 Entre todos [...]
[..] un lugar de culto [...]
El señor de [...]
£...]
En [...Jf
208 Se ha intentado comparar con 108 s. y 137s., con 46, 1: 244 s.; y 122 s, con
ibid.: 247 s.
20% Desde época paleobabilonia y, aparentemente bajo influencia amurrita (II, $
10), se equiparó e incluso se identificó a Dagan, el gran dios de los semitas occiden-
tales, con Enlil. Más adelante nos lo volveremos a encontrar (y también en 51, Iv: 33),
NINURTA EL VALIENTE 409
Incluso en el Ékur!
¡Así adquirirás entre los dioses
Gloria y omnipotencia!
El héroe, Tras otr a su madre, el Campeón,
persuadido, se Como un valiente combatiente, saca fuerzas
prepara para el Y se dirige bacia la Montaña:
combate
30 Embrida a los Siete Asaltos,
Embrida a los Siete Vientos malos,
Embrida a los Siete Torbellinos que agitan el Polvo,
Poniendo en pie, así, un batallón temible,
Que lanza al combate.
A la espera del enfrentamiento (2),
El Aquilón permanecía atento, cerca de él.
El encuentro ¡En plena Montaña el dios y Anzú
Se encontraron cara a cara!
¡Anzú al verlo, avanza hacia él,
Rechinando los dientes, como una fiera.
Cubría la Montaña con su brillo sobrenatural!
Presa del furor, rugiendo como :n león,
Con el corazón lleno de rabia, grita al Campeón:
40 «¡Yo be acaparado todos los Poderes divinos,
Y dispongo, por entero, de los cargos de los dioses!
¿Quién eres tú, entonces, para venir a bacerme la
guerra?
¡Explicate!»
¡Ást lo provocaba,
Lanzándole estas palabras!
[Escucbándolo] Ninurta respondió a Anzá:
«¿Cumpliendo órdenes de Anu, de Duranki,
Fundador de la vasta tierra,
Y de Éa, soberano de los destinos,
He venido [en tu busca),
Para batirme contigo y destruirte!»
¡Cuando Anzú escuchó estas palabras,
Lanza desde su Montaña un clamor salvaje!
Reinaron las tinieblas: la Montaña se cubrió la cara,
NINURTA EL VALIENTE 411
seguir
«¡Ve y repite a tu amo mis palabras!
Todo lo que te diga repiteselo:
“¡El combate sólo se detendrá con tu victoria!
Agota a Anzú basta tal punto,
Exponiéndolo a los golpes de los Vientos,
Que él deje caer sus alas:
10 Entonces, en vez de tus dardos,
Toma un arma cortante,
Y cóntaselas, mutilándole'la derecha y la izquierda,
De modo que al ver sus alas en este estado
Su boca no tenga palabras:
¡No bará más que reclamar primero un ala y luego
la otra!
¡Entonces no tengas ningún temor,
solamente tensa tu Arco y que de su panza
Partan las flechas como relámpagos,
Mientras sus alas y plumas
Se agitan, ensagrentadas (2)!
¡Después, bazte amo de su vida: vence a Anzú
Y que los Vientos lleven sus alas en secreto (?)
Hasta el Ekur, a la casa de Enlil, tu padre!
¡Invade y asola la Montaña y sus alrededores,
Córtale la garganta al malvado Anzú!
¡Entonces la Realeza se reinstaurará en el Ekur
Y los Poderes volverán a tu padre y progenitor!
¡Obtendrás en tu bonor
Capillas bien edificadas,
E instalarás tus santuarios en todo el mindo:
Incluso en el Elur!
¡Así adquirirás entre los dioses
Gloria y omnipotencia!”
Adad (2), arrodillado, acepta la misión
NINURTA EL VALIENTE 413
Gloria y omnipotencia!»
El Campeón Ninurta, iras oír este mensaje
Animado, De su «padre» Éa, el Príncipe (?),
Ninurta se Como un valiente combatiente, saca fuerzas
prepara para
Y se dirige nuevamente a la Montaña:
un nuevo
asalto Embrida a los Siete Asaltos,
Embrida a los Siete Vientos malos,
(fin de la 10 Embrida a los Siete Torbellinos que agitan el Polvo,
tablilla 1D mM [Poniendo en pie, así, un batallón temible,
. Que lanza al combate]
d : anverso £L..]
El combate G) [Ninurta] se pone en movimiento y da la señal de
combate
[...] fue a la pelea.
Aquí se insertaría:
b,1:1f/../
[...] escalofrío de terror
[Ellos se agarraron] el uno al otro.
Pero Ninurta, mediante los golpes de los Vientos,
Agota basta tal punto a Anzú
Que éste deja caer sus alas
(5) En lugar de sus dardos, él, entonces, coge
Un arma cortante
Y se las corta, mutilándole la derecha y la izquier-
da,
De modo que al ver sus alas en este estado
¡Su boca no tenga palabras!
[...el estupor/el dolor (2 lo abruma
£...] ss desesperación a
(M0) £.)] un dardo
il...) una/la flecha!
Entonces, él devasta salvajemente [...]
Salvajemente, él devasta [...]
416 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
En tu presencia [...]
Ve a su encuentro, y [...]
Ha
pus
PS
-95- Y el combate causaba estragos entre ellos!
15 [El favorito (2)] de Manami,
El Ayudante de An y Dagan,
El favorito del Princpe (2)
Le dispara una flecha,
Pero ésta volvió sin baber tocado a Anzú.
Pues Anzú le babía gritado:
«¿Dardo que te me acercas, vuelve a tu caña-
veral!
(Vuelve) a tu maleza, madera del Arco!
-100- [...J a uno (1) otro
20 £.J deprisa
18. No hay espacio para llevar a cabo aquí un riguroso estudio corm-
parativo de estas dos narraciones. Realmente, entre ellas se aprecian, de
entrada, algunas diferencias. Así, por ejemplo, A designa al conjunto de
los dioses (además de bajo la denominación de /gígu) mediante la
expresión «los dioses de la Tierra» (6; 34; 42; 45), desconocida en B.
Además, a, en A, entra en acción una vez que los dioses, desconcer-
tados, solicitan su ayuda tras el triple fracaso de su propio plan (30 s.),
mientras que en B (/m: 100 s.) interviene de manera espontánea. Sin
embargo, el cambio más asombroso nos lo ofrece el nombre del héroe:
Ningirsu en A (29; 88; etc.) y Ninuria en B (l/1: 3; m1: 126, etc.). Este
tipo de cambio, que nos ofrecería mucha más información si supiése-
mos algo acerca del trasfondo religioso y político de la devoción a este
dios bajo estos dos nombres diferentes y sus implicaciones, O acerca de
las circunstancias en que fueron publicadas cada una de estas dos «edi-
ciones» del poema, al menos nos viene a confirmar, si es que había
necesidad de ello, y al igual que ocurre con el Lugal.e (ver, supra, $ 7),
la identidad de dicho personaje bajo esta doble designación.
Pues, y éste es un hecho importante, la historia que A nos narra acer-
ca de Ningirsu y la de B sobre Ninurta son completamente idénticas, a
juzgar por lo que hasta nosotros ha llegado tanto de una como de otra
y este hecho también nos autoriza a defender la existencia de un estric-
to y básico paralelismo con respecto a la parte perdida de las mismas.
A juzgar por todas las apariencias, no se trata de dos tratamientos ori-
ginales, de dos «versiones» del mismo tema mítico, sino de dos edicio-
nes sucesivas de una única historia, cada una de ellas adaptada a su
medio y a su época, mediante ciertas posibles alteraciones eventuales
—como, por ejemplo, ocurre con respecto a la última parte del drama-—.
Muchos pasajes de B no son más que la repetición literal, o con ligeros
cambios verbales, de los términos y giros utilizada por A. Así, por ejem-
plo, con excepción de un par de términos, B I/m: 25, 26, 27 y 28 repro-
duce exactamente lo dicho en A: 3, 2, 5 y 6, habiéndose procedido úni-
camente a modificar el orden de los versos, lo que no deja de ser una
cuestión de estilo o de presentación. Con mucha frecuencia, B, siguien-
do los hábitos literarios y los gustos de su época, amplifica, adorna y
diluye el contenido de A, mucho más sobrio y, en resumen, menos retó-
rico; mientras A sólo necesita cuatro versos para dar cuenta del discur-
so que Aru dirige al campeón propuesto (12-15), B, en cambio, nece-
sita el doble de espacio (/m: 37-44); además tiende con mucha
frecuencia a ese recurso, estéticamente molesto desde nuestro punto de
vista, basado en las repeticiones verbatim de pasajes enteros: la prime-
NINURTA EL VALIENTE 423
DA
ra derrota de Ninurta (U/a: 7 b-17), por ejemplo, aparece integramen-
A
te repetida en otras dos ocasiones, en el mensaje que Niniurta le confía
a su mensajero (22-32) y en la transmisión que éste hace del mismo a
Éa (38-11: 4). No obstante, se trata de simples ejercicios de estilo litera-
rio que no modifican en lo más mínimo la trama de un relato idéntico
hasta en los más mínimos detalles.
19. El texto conservado de este relato en B, mucho más extenso, nos
ofrece una imagen mejor delineada y perceptible. Como sucede con
mucha frecuencia (comp. con 6, 10, etc.), la narración del mito propia-
mente dicha viene precedida por un estrofa lírica dedicada a la gloria
del héroe: Ninurta (/t: 1-14). Y, dado que la historia va a estar centra-
da en una de sus proezas guerreras, el poeta, en ella, insiste amplia-
mente sobre su valor en el combate (7-14), recordando de pasada los
méritos del héroe con relación a la prosperidad económica del país, con
la conducción original del agua dulce, que también se le atribuye en
este caso (6), al igual que vimos en el Lugal.e ($ 5, 9.9), si bien de mane-
ra mucho más pormenorizada. En dicha estrofa se conmemoran de
manera explícita tres hazañas del campeón, comenzando por la más
famosa, la mayor, aquella que constituye el tema del Lugal.e ($ 4): la vic-
toria sobre la Montaña de las Piedras y que, además, sirve para estable-
cer el escenario en que tuvieron lugar las otras dos proezas y, sobre
todo, la derrota de Anzíl. Éste, tal como constantemente se repite a lo
largo del poema, pertenece a la Montaña: allí nació (/1 : 23), allí regre-
só tras su fechoría (M1 : 24, 27, etc.), allí se batirá (1/1 : 20y / /, 29; 35;
etc.) y allí será vencido (II b/1 : 10). A este respecto, A nos viene a
confirmar lo mismo: comp. con 17; 20; 56; etc.; en el verso 92 califica
a Anzú de «asiduo de la Montaña», «Montañés», Del resto de las hazañas,
y para sugerir que eran muchas, sólo se menciona, en términos ligera-
mete diferentes a los empleados por el 41.gím ($ 1D) y el Lugal.e ($ 4),
el episodio del Bisonte gigante (YI : 12).
La parte propiamente narrativa comienza tras esta introducción. En
un pasaje demasiado mutilado como para llegar a apreciar plenamente
su contenido (1: 15-29) se presenta, de inicio, el nacimiento del 4nzA,
futuro adversario de Ninurta/Ningirsu. Surgió, al parecer, durante, O
después de, el período de desorganización hidrográfica que de forma
más extensa (y en cierto sentido diferente) nos presenta Ninurta y las
Piedras (334-345) y que en este caso aparece descrito como una espe-
cie de época de «sequía», un período que (explícitamente en el primer
mito e implícitamente en éste) se consideraba que había precedido a la
benéfica intervención de Ninurta. Más adelante (1: 22) se precisará que
Anzú nació de la Tierra —si bien no sabemos si ésta había sido fecun-
dada por el Cielo, tal como fue el caso del Asakku en el Lugal.e (26 s.
y $ 4) y «en un pico de la Montaña» (1: 23) o, dicho de otro modo, en
una alta cumbre, posiblemente «el monte Hib (QU: 25; 1 1), cuyo nom-
bre, en caso de no ser fantástico o críptico, sería indicativo, sobre todo,
de las montañas del Noroeste (ver 51 1v: 139 y XV, $ 11). Podemos pen-
424 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
214 Este mismo «rumor» se usa también para describir la animación y el bullicio
de las multitudes humanas, en 46,1: 354s. y / /.
NINURTA EL VALIENTE
He
ly
ui
había apropiado; quien ocupe tal puesto será celebre, universalmente
venerado, dicho de otro modo, disfutará de una considerable promoción
dentro de la jerarquía divina (A: 9 s.; B: Vi: 31 s.). La Asamblea, por
tanto, propone, una tras otra, a tres divinidades de segundo rango que
parecen haber sido elegidas por representar, cada una de ellas, una de
las tres grandes fuerzas de la Naturaleza: el Agua (Adad, «el Fontanero»
celeste, aquel que hace manar las aguas desde lo alto: A: 11 s.; B, 1/1:
33 s.); el Fuego (Girru: A: 25; B: 56) y el Viento (Sara éste, de hecho,
no es el dios del Viento ni de nada que se le parezca, pero su nombre,
en cambio, recuerda al del soplo del aire, Sáru en acadio; A: 27; B: 77).
El presidente de la Asamblea invita a cada uno de ellos, uno tras Otro, a
luchar a muerte contra 41z4. A cambio les promete fama, superioridad
al menos «moral— sobre el resto de los dioses y un poder acrecentado
al máximo (A: 13-15); promesas a las que B añade la promoción al rango
de divinidad universal, con capillas y santuarios en todos los lugares, y
una especie de entronización en el templo supremo del país, el Ékur (ur:
41-43 y / /); en otros términos, una especie de virreinato, lo que equi-
vale a ocupar el puesto más elevado tras Enlil, el Soberano. Pero los tres,
uno tras otro, rehúsan: la Montaña, lugar donde se ha refugiado el cul-
pable, les parece «inaccesible», y, sabiendo que Anzá, con todo aquello
que tenía en su poder, se había convertido en omnipotente y capaz de
todo por medio de su palabra, eficaz por sí misma desde ese momento,
no se atreven a medirse con él en un combate que, de entrada, ya con-
sideran perdido (A: 17-21; B 1: 47-53 y / /). Así pues, todo parece indi-
car que los autores del mito consideraban muy poco poderosos a los dio-
ses de la Naturaleza, por el hecho de estar obligados a ceder el puesto
a una personalidad independiente, más «joven» y que ostentase, en sí
misma, toda su fuerza. Es muy posible que, en este caso, se manifieste
cierta evolución, cierto progreso, en la idea de la naturaleza y del poder
divinos (comp. con IV, $ 14).
21. Los dioses, desamparados, piensan entonces, según A (GO s.), en
pedir auxilio al recurso supremo con el que cuentan en caso de proble-
mas graves: Ea el Sabio. B (100 s.) parece indicar que es este último el
que toma, por sí mismo, la palabra. En ambos casos, £a promete una
solución que ya ha concebido en su imaginación (A: 32 s.; B: 102-107):
el único dios capaz de aceptar y de salir vencedor del combate es Ninur-
INNATA
217 Marduk procederá de esta misma manera con la sangre de Tiamat en 50, Tv:
131 s. (XIV, $ 12). El término clave de la frase también se puede traducir, en vez de
«en Secreto», por «como anuncio de la buena nueva», como si el envío de las alas bas-
tase corno notificación de la victoria. El paralelo que acabamos de citar, 50, resulta,
sin embargo, más difícil de entender si atendemos a esta segunda traducción; por otra
parte, algunos rituales de exorcismo denominados «de prevención», recomiendan, en
efecto, que el mal se aleje lo más posible y que se pierda en lugares inaccesibles. Así
pues, hay muchas posibilidades de que, en este caso, el vencedor haya tomado esta
misma precaución, enviando lejos y «en secreto» ¡al palacio de su padre!- la sangre
del monstruo que, en caso de volver a su cuerpo, le haría recobrar la vida.
218 Ver, en particular, G. Dossin, «Signaux lumineux au pays de Mari», Revue
d'Assyriologie 36 (1938), p. 174 s.
29 ¿O quizá Birdi? Ver supra n. 211.
428 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
remos con otras evidencias del mismo (26, 34, 46 y 51). En resumen y
como conclusión, podemos afirmar, sin riesgo a caer en el atrevimiento,
que si bien el Lugal.e y el An.gim estaban dedicados, en principio y de
manera exclusiva, a la gloria de Enlil y de Ninurta, el Mito de Anzú lo
estaba, ante todo, a la gloria de EnkiyEa?”,
El siguiente poema todavía irá más lejos en lo que se refiere a esta
transformación de la situación.
vu
parece lamentar callado.
que no le hayan A pesar de ello, el mismo
sido
confiados
Ninurta-/Pasesafnna lamentaba
dichos Que dichos Poderes no bubiesen
Poderes Quedado en sus (propias) manos,
¡Que no hubiese obtenido sobre
ellos ni la más mínima autoridad!
¡Y que, al igual que a Amar-Anzú, no se le bubiese
admitido
Como residente del Apsú!
Enki lo halaga En lo más profundo de su morada, Enki el Venerable
para hacerle Se enteró de estos pensamientos,
olvidar su 10 El sabía que, después de haberlo arrastrado,
rencor
Y cuando ambos babían llegado ante el Apsú, su
residencia,
Amar-Anzú babía alentado en vano a Ninurta para
que entrase allí.
El Señor, satisfecho de la conducta de Ninurta —
Enki el Venerable, satisfecho de la conducta de Ni-
nurta,
El Señor Nudimmud lo balaga con estas palabras:
«¡Oh Campeón, de entre todos los dioses, tus padres,
Ninguno se babría comportado como ti!
Puesto que, con tu Arma poderosa,
Tú venciste al Ave monstruosa,
Cada día, por siempre, tú la mantendrás
Postrada a tus pies,
Y los grandes dioses alabarán debidamente
Tu fuerza y tu valor.
¡Tu padre, Enlil, cumplirá tus cuatro deseos,
Y nunca jamás Ninmenna, tu madre, tendrá otro
bijo comparable a ti!
¡Nadie inspirará un terror comparable al tuyo,
Ningun dios se parecerá a ti!
En el santuario del Apsú, cada mes,
Tú, en efigie (2), no dejarás
De recibir regalos de bienvenida,
Y serás celebrado en un trono de honor!»
Pero Ninurta, Pero, aparte, el Campeón
nn
Ha
=a
Qu
tipo de Él, sin decir palabra, seguía dando vueltas
revancha A la defraudada ambición y al resentimiento,
Y pensando propósitos inconfesables (2).
Sin embargo, y a pesar de estar muy indignado con
todo el mundo,
30 No dijo nada a nadie,
Guardando para sí su amargura (2).
Enki adivina Sin embargo, el gran Señor, porsí mismo, comprendió
este brusco La gravedad de la situación,
cambio de Y, en su santuario del Apsíl, Su
actitud y torna
medidas
pensamiento entra en ebullición.
Asimud, el paje de Enki,
Había intentado llevar a Ninurta ante su pre-
sencia,
(Pero) el Campeón se negó a moverse
E incluso alzó su mano contra él!
Enki, entonces, modela una tortuga con arcilla del
Apsúl
Y la sitúa en la entrada del santuario, cerca de la
puerta.
Después llama a Ninurta para atraerlo
Y bacerlo ir bacia donde estaba la tortuga.
El castigo del 40 Ella, entonces, lo agarra por detrás, por el tobillo (2),
sublevado Empujando a rastras (2) al Campeón Ninurta,
Mientras Enki, zalamero, decía:
«¿Qué es lo que ocirre?.
La tortuga, con sus patas, cava una fosa en el suelo,
En la que bizo caer al Campeón.
Y, mientras Ninurta gritaba : «¡Quiero salirl,
ES
Hs
Ny
Oy
¡Pues las personas van a menear la cabeza
Si abandono a Ninurta en esta situación extrema!
¿A quién te puedo enviar?
(Glosa) Aquí el nombre del dios no es Enki, sino, por una
vez (2), Uruku—
60 ¿Lo condenas a muerte sin posibilidad de recurso?
Entonces, ¿a quién puedo enviar para que in-
terceda?
mar parte de un complot que les habría permitido a ambos entrar por la
fuerza no en el Ékur, como cabría esperar si tenemos en cuenta los tres
mitos vistos anteriormente (20-22), sino en el Apsú: es decir, no en la
morada de Enfil sino en la de Enki (10-12), y, a juzgar por las evidencias,
suplantarlo (comp., por lo demás, con 49). Estamos, por tanto, ante una
evidente y nueva corrección dentro de la trayectoria argumental del mito
tal como hasta ahora lo conocíamos. Enki, entonces, para alabar y con-
solar a Ninurta, pone énfasis en el hecho de que nadie más será tan
valiente como él, ni tampoco se comportará de una manera tan digna
como éste lo ha hecho (16). Recuerda al Campeón su gloriosa imagen
pública, adquirida gracias a las hazañas realizadas: siempre será celebra-
do y recordado como el vencedor del 4nzú y será alabado por los dio-
ses a causa de sus virtudes excepcionales (17-19). Incluso lega a añadir
(no, quizá, sin cierta dosis de ironía) que, desde este momento, Ninurta,
por decirlo coloquialmente, podrá manejar a su padre, Enlil, a su antojo
y que su madre (a la que el autor, en este caso, concede el título de
Nin.menna: «Señora de la Corona») no tendrá otro hijo que lo iguale (20-
23). Estamos bastante lejos de los honores prometidos al héroe en los tres
primeros mitos; en este caso, todas aquellas recompensas y destacadas
dignidades parecen haber sido reemplazadas por el insignificante pago
consistente en celebridad y gloria, pero sin llegar a lograr ni la más míni-
ma autoridad real sobre el mundo de los dioses y de los hombres. Tras
esto, y dado que —a juzgar por las apariencias— no se pretendía entroni-
zar ni instalar a Ninuria en el Apsú, Enki le asegura que, al menos, reci-
birá ofrendas y honores durante una fiesta mensual. Es muy probable, no
obstante, que Ninurta no recibiese en persona estos honores, la fractura
del verso 23 nos oculta el término fundamental de la situación a este res-
pecto. Se abre, así, la duda de si estamos ante una ironía dilatoria o ante
una auténtica etiología litúrgica.
Ninurta, que al mismo tiempo ha percibido en todas estas hermosas
palabras una burla encubierta y un rechazo categórico, educado pero
firme, a todas sus esperanzas (25), vuelve de nuevo a caer en el resen-
timiento y traza planes «inconfesables» (26-29). En ningún momento
deja traslucir sus pensamientos, pero Enki, de nuevo, los intuye (GD.
Éste, de inmediato, busca una solución. En un primer momento quiere
hacer comparecer a Ninurta ante su presencia, sin duda para amones-
tarlo, pero el héroe se niega e incluso llega a amenazar al paje que lo
había ido a buscar (33 s.).
27. Enki, entonces, toma una decisión: va a humillar al envidioso
(comp. con 50) haciéndole correr un peligro que es, al mismo tiempo,
mortal e irrisorio por causa de un animal inferior, débil, pesado y un
poco ridículo -toda una antítesis de Amzú, altivo, alado, aéreo y formi-
dable—, una tortuga??? que el propio Enki crea (con arcilla) y que inme-
diatamente pone a cumplir su misión (36 s.). Ésta agarra por detrás y
bruscamente el tobillo de Ninurta, que había sido atraído ante ella, lo
arrastra, cava una gran fosa con sus patas, lo arroja en ella, a pesar de
sus protestas, y se apresura a cubrirlo de tierra, mientras Enki, testigo (y
provocador) del drama, se hace zalameramente el asombrado (38-46).
Después, de repente, éste descubre sus intenciones y, resueltamente, le
lee la cartilla a Nínurta, burlándose de él: toda su fuerza y su valor (que
lo habían ayudado a vencer al gigantesco y terrible A11zúD) no le sirvie-
ron, en esta ocasión, para librarlo de una situación peligrosa y, sobre
todo, ridícula. Le valió la pena saquear esa enorme Montaña para
sucumbir ante una tortuga, su irrisoria caricatura (47-54). La madre del
héroe, una vez que se entera de su desventura, incluso llega a estar
angustiada y mortificada; se pregunta el modo de ablandar a Enki para
lograr que libere a su hijo, condenado, quizás, a morir en dicho hoyo
(55-60). Al hacer estas reflexiones, condece a Enki el epíteto, descono-
cido, de Uruku (término cuyos dos posibles significados, «Herbívoro» o
«Dormilón», no parecen ser muy adecuados a este caso), calificativo -
cuyo excepcional carácter ha sido puesto de manifiesto por el propio
copista mediante una glosa (59).
La presente historia, presentada de esta forma como una faena juga-
da al glorioso Ninurta con el fin de bajarle los humos, parece estar com-
pleta y podría ser perfectamente suficiente para constituir por sí misma
un relato. De todos modos, y tanto si la consideramos el inicio o el fin
de otra historia más larga, hay toda una serie de aspectos en ella que
parecen estar claros.
28. En principio, en este relato, que claramente se presenta como
una ramificación de la trama esencial de los acontecimientos narrados
por los tres mitos anteriores y que resulta incomprensible si no se tiene
a aquéllos como guía —por este motivo, además, y a pesar de su apa-
riencia de cuento, este relato puede conservar su valor como mito; más
adelante volveremos sobre esta cuestión, se producen considerables
modificaciones, tal como ya hemos podido observar. La más considera-
ble de todas, la que cambia por completo la orientación de la historia,
viene dada por el lugar que en ella ocupa Enki/Éa. En este caso, Enlil,
siempre presente en Ninurta y las Piedras/20, en el Regreso de Ninur-
ta/21 y en el Mito de Anzú/22, sólo es mencionado en una ocasión
(20), como padre de Ninurta, lo cual es cierto. Del mismo modo, el
poema conoce a su madre, Ninlil, bajo el epíteto de Ninmenna (21 y
35). Estos dos aspectos, al menos, no han sido modificados en este rela-
to; Nippur y el Ékur, en cambio, no aparecen mencionados ni una sola
vez. Por contra, en este relato es Enki quien aparece por todas partes y
toda la historia se orienta hacia el Apsú (2; 8; 11; 23; 32; 36), es decir,
hacia Éridu. Los Poderes que Amar-Anzú había robado no son, a juz-
gar por las evidencias, devueltos a Enlil sino a Enki (20), al que, por
derecho, pertenecerían (48). Por este motivo, y una vez lograda su vic-
toria, Ninurta no ambiciona «instalarse en el Ékur» sino «ser admitido en
NINURTA EL VALIENTE
An
Y
ú
el Apsú» (8 s.) con el fin de establecerse allí e, incluso, destronar a Enki
(11 s.; 49). Estamos, por tanto, ante una primera variación de perspec-
tiva que no sólo nos informa sobre la plasticidad de los motivos mito-
lógicos, sino que también supone, en la devoción de los autores y de
los usuarios de este breve relato, cierto desinterés por la persona o por
el templo de Enfíl o una vinculación tan estrecha con Enki y su Apsú
que se le imagina, al menos en este caso, más importante que el Sobe-
rano de los dioses de Nippur.
Esta misma transfomación se aprecia también con respecto al perso-
naje de Ninurta, héroe absoluto en el Zugal.e/20 y en el An.gim/21, y
vencedor en el Mito de Anzú/22 gracias a los consejos de £a. En este
caso parece como si toda la historia hubiese sido pensada con la finali-
dad de rebajar sus méritos e, incluso, de ridiculizarlo. Tras su valor, y
como si su triunfo le hubiese trastornado, rumia una serie de locas ambi-
ciones de dominio universal. Al modo, en cierto sentido, de lo que vimos
que le ocurría a Inanna, que había querido extender su influencia hasta
el Infierno (X, $ 35), Niniurta se nos describe en esta ocasión como afec-
tado por una especie de hjbris que resulta peligrosa para el mundo divi-
no por ser generadora de graves crisis. Por este motivo Enki, el único
dios con capacidad de penetración, que todo lo adivina y lo compren-
de, que piensa y reflexiona justamente, que tiene capacidad para prever,
tiene que hacer que el ambicioso se vuelva a mantener dentro de sus
límites, neutralizarlo por medio del ridículo antes de que sea demasiado
tarde. En este caso son patentes la burla y la ironía: aquel que venció a
la Montaña y al formidable Anzú es incapaz de hacer frente a una situa-
ción tan trivial como el ataque de una miserable y torpe tortuga.
Ahora bien, esta sátira de Nirmurta y, por encima de ello, de su per-
sona y su «familia», es, grosso modo, contemporánea de los otros mitos,
claramente ensalzadores, que tratan sobre este personaje. Este hecho nos
tiene que llevar a suponer, por tanto, que esta historia traduce ciertas
vicisitudes políticas o religiosas que, en un momento dado, vinieron a
corromper la personalidad de Niniurta o la de su padre, pues este últi-
mo también tenía cierta parte en la burla de que había sido objeto el
héroe; o que, en todo caso, es consecuencia de la existencia en el país
de «capillas», reagrupadas en torno a diferentes divinidades, a las que sus
fieles se aferraban por encima de todo, llegando a estar dispuestos inclu-
so, para mayor exaltación de las mismas, a socavar o al menos a rebajar
la importancia de las otras divinidades. Si tenemos en cuenta esta segun-
da hipótesis, mucho más verosímil, Ninurta y las Piedras, así como el
Retorno de Ninurta, habrían sido compuestas por devotos de Nippur,
del Ékur y de Enlil. El Mito de Anzíl restablecería el equilibrio al otor-
gar a Enki/Éa un lugar mayor, mucho más adecuado con la imagen, bas-
tante más favorable, que se tenía de él. El Castigo de Ninurta podría
constituir, por tanto, una especie de manifiesto en favor de Enki/Éa y
de Éridu y en mayor medida, claramente orientado a hacer frente a Nip-
pur, a Enfil y a su hijo. Se trataba de una cuestión lo suficientemente
436 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
grave —pues, en suma, era una lucha «ideológica como para buscar un
cierto equilibrio interior dentro del sistema politeísta local. Por este
motivo nuestro relato, a pesar de su aspecto, de su picardía y de su sen-
cillez, presenta, probablemente, muchas posibilidades de haber sido
pensado y escrito como un mito explicativo y no como una simple
leyenda divertida, como un cuento divertido. En este caso, al menos,
vemos claramente una cuestión que ya hemos apuntado con anteriori-
dad (V, $ 11): hasta qué punto resulta sencillo el paso de uno de estos
géneros literarios al otro y el carácter incierto y complejo que presentan
los límites entre ambos.
36: laguna.
Cl
Que [...] y que, para siempre, reine la justicia en el
[país (MN:
Por estos motivos Ninurta, el hijo de Enlil,
[Marchó hacia Ériduj: quería lograr
Una decisión favorable para su país,
30. Este poema, al igual que el 41. gím/21 (55 10 y 14), está construido
al mismo tiempo a partir del tema de la «Visita al dios superior» (VIL, $ 15)
y se incluye dentro de la categoría de Sir.sud (da), presentando una parte
en este caso la segunda: columnas 111 y 1v- puramente ditirámbica. En este
NINURTA EL VALIENTE 439
caso, por tanto, también existe la posibilidad de que haya sido compuesto
con vistas a un uso litúrgico, acompañado, o no, de ritual mímico y proce-
sional. Aquí se imploran, con total claridad, los favores del Cielo en bene-
ficio del país y de su rey (v: 26). Sin embargo, nos vamos a detener fun-
damentalmente en la primera mitad del mismo, en su sección narrativa, a
la que se pueden añadir algunas alusiones O reminiscencias, diseminadas
sobre todo en lo que podemos apreciar de la columna m y en lo que se
conserva de la rv, que no hacen mas que acumular los epítetos glorifica-
dores que en mayor O menor medida actúan como comodines y que care-
cen de mucho interés propiamente mitológico. Además, en este caso, y a
diferencia de lo que ocurre en el Castigo de Ninurta, el retrato que se traza
de este dios es, al mismo tiempo, conforme con la tradición recogida en
Ninurta y las Piedras y en el Retorno de Ninurta y con la que se manifies-
ta en el Mito de Anzú —si bien presenta una orientación distinta.
Ninurta es el «hijo de Endib (1: 27, 11: 14 comp. con 1: 29) y su «Cam-
peón» (ul: 38); vive en el Ékur (: 1 s,; comp. con 1: 18; 1: 25), donde
parece desempeñar cierto papel de autoridad y de responsabilidad con
respecto «al país» (1: [9 (2)]; 28; 1: 21 (P); 1v: 29) que aparece explícita-
mente designado como Sumer G: 8; 24 1: 13; u: 11). También se nos
recuerda su lucha victoriosa contra la «Montaña» o, dicho de otro modo,
contra la «comarca rebelde» (: 25; m: 30 y 37).
31. Sin embargo, Ninurta, lejos de depender exclusivamente de
Enlil y de encontrarse, por así decirlo, confinado en Nippur (con o sin
estancia en Lagas: $ 5, 12.5), como en el Lugal.e, el An. gim y el Anzíl,
está, en este caso, polarizado por Enki y el Éridu G: 7: 13; [28]; m: 5-10;
m: 16), sin pretender, sin embargo, de ninguna manera ocupar un lugar
allí, y mucho menos el primero, tal como intentaba hacer en la Tenta-
ción de Ninurta ($ 26): sólo hace una visita oficial (1: 1-7 y 275.), acom-
pañado no se sabe bien por quién (Gr 1 s.; quizás el lugarteniente de
Enki que salió a su encuentro, como en 11, L/1: 7-14) y con todo el
ceremonial de esta especie de viajes ad limina (VI, $ 15). Se presenta
allí en busca de un objetivo preciso, reconocido y detallado, y que cons-
tituye un motivo frecuente en este tipo de visitas: quiere obtener en
beneficio de Sumer, para «el país», el territorio del que es claramente res-
ponsable, «una decisión favorable», tanto en riqueza y opulencia, como
en prosperidad y abundancia de todo tipo de bienes, vegetales y ani-
males, sin olvidar la indispensable irrigación, así como en su riqueza y
superioridad política y económica, ya confirmada, sobre todos sus alre-
dedores, incluida la Montaña G: 7-28). A diferencia de los tres primeros
mitos de Ninurta, en los que todavía pervivía, más o menos nítido, el
recuerdo de las luchas contra el Este y el Nordeste, en este caso dicha
situación bélica ha caído en el olvido y, por ello, el país no necesita la
victoria sino una buena y feliz organización de una situación pacífica.
Todo parece indicar que Enlil era incapaz de asegurar por sí solo
esta organización a todo el país y que, por ello, Enki resultaba indis-
* pensable. Por este motivo Ninurta tuvo que emprender viaje junto a
440 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
He
un
Qu
El progenitor de los Cedros brillantes,
Tú, el antepasado de los Árboles-mes,
Tú, el padre y la madre de los Cedros blancos,
El propio tocón del Ciprés.
Pues, en esta época, entre todas las ciudades, había
Un país principesco:
10 ¡Y, entre todas las ciudades,
(Ese) país principesco era Ninab!
Su príncipe era Liratambortamboril?2 (2),
Y por esposa [...J, llamada f...]
Y su bijo [...] que lo acompañaba (?),
Se llamaba [...]
Frecuentada Por aquel entonces vivían en los confines de la
por los ciudad los porta-guna (2) —
seminómadas ¡Los «porta-guna: vivian en los confines de Ninab!
de los
Y estos «porta-guna» iban allí a cumplir con sus de-
alrededores
beres religiosos
Y a sacrificar corderos en lugar de hombres (?).
Uno de ellos, Un día, caída ya la noche,
Martu, que Cuando se acude al lugar de paga (?),
trabajaba allí, Ante el dios X9%
recibe, por
Se distribuían panes a los trabajadores (?):
error, la paga
de un hombre Quien tenía esposa recibía una ración de dos panes;
casado Quien, además, tenía tn bijo recibía tres;
Pero quien todavía estaba soltero
Sólo recibía uno.
Sin embargo, Martu, un soltero, recibió dos.
ui
y
An
ÁS
Q
El pugilato y la lucha,
Martu, en el gran patio,
70 Acudió [a tomar parte en el torneo (2)].
Buscando enfrentarse con los [adversarios] más
fuertes,
Provocar a los [rivales] más fuertes,
Marta acudió entonces al gran patio,
Y desde el [...] él vence [...]:
75 Llenó el gran patio de enfrentamientos y presas:
Hasta tal punto que esparció los «cadáveres por
todas partes,
En el gran patio central de Ninab.
Numusda lo Numusda, encantado con Martu,
quiere Le ofrece dinero, ¡pero éste lo rechaza!
recompensar: Le ofrece piedras preciosas:
él le pide a
su hija ¡Pero éste las rechaza!
Una amiga 127 Sin embargo, un día, antes de que la boda hubiese
nena evitar tenido lugar,
esta unión [Una joven compañera de Adnigkidu le dijo]:
3. Hay en este relato toda una serie de rasgos arcaicos que hacen
remontar su contenido, en más de un detalle, hasta una época bastan-
te anterior al final de III milenio. Esta historia pertenece a este sector
de la mitología que intenta explicar fenómenos importantes de la his-
toria humana y no sobre la naturaleza de las cosas. Durante el último
tercio de dicho milenio, los seminómadas de origen semita, localizados
en la región que, en Mesopotamia, se conocía como el «País Alto» (el
Éufrates medio, las cuencas del Balih y del Hábúr, el este de Alepo) y,
más precisamente, en la región de actual Djebel Bisrí, fueron progresi-
vamente entrando en contacto con los ricas y refinadas poblaciones
sedentarias de las ciudades mesopotámicas y mezclándose con ellas
225 Todavía en la actualidad, tanto en Siria como en Iraq son los beduinos, fun-
damentalmente, quienes recogen y venden a los habitantes de las ciudades, para su
consumo, las insípidas trufas del desierto (kémé) que, en acadio, siempre aparecen
denominadas de la misma manera (kam'atu; en sumerio se denominaban gurun.kur,
«producto de la estepa», por ser allí, en efecto, donde se encuentran).
ALGUNAS DIVINIDADES SECUNDARIAS 447
2% En este caso, y aunque se trata de una acción futura (comp. con VII, $ 14), es
la madre quien parece encargarse de los preparativos de la boda; sin embargo, y a
diferencia de lo que ocurre en 2 (ibid.), la mano de la esposa se pide al padre.
22 Textos que han sido reunido, traducidos y comentados por J. S. Cooper, The
Curse of Agade, pp. 30 s.
ALGUNAS DIVINIDADES SECUNDARIAS 449
Anfte] mi [dellegado?
¡Enviádimelo para que yo le dé muerte (ana múti)!
¡Pues quiero matarlo!”
Namtar, entonces, marchó a bablar con los otros
dioses,
Y éstos, habiéndolo convocado, discutieron con él
Ed
30 «Busca bien, y cuando hayas encontrado
Al dios que no se puso en pie ante ti,
¡Captitralo para llevarlo ante tu amal.
Y Namtar les pasa revista. El último tenía la cabeza
rapada:
«No reconozco al dios :
Que no se puso en pie ante mil»
[Y maricha a [dar] su finjforme (a Éreskigal):
35 «[¡Señora, examiné a todos los dioses, ]
Les [paslé revista.
[De todos ellos (M), el tiltimo [tenía la cabeza rapadal:
Pero no reconocí
[Al dios que no se puso en pie ante mil!»
(Éreskigal, entonces, abrió la boca y tomó la palabra
[Y dijo al su [delegado]:
40 «¡Está bien! ¡Cada mes (2) volverás a buscarlo (2)!
He
Mi
¡y
¡Te entregaré la Tablilla de la sabiduria"!
85 ¡Tú serás el Señor y yo la Señora!»
Nergal, despues de escucharla decir esto,
La toma en sus brazos y seca sus lágrimas:
«¡Aquello que, desde hace meses, babías querido ba-
cer conmigo,
(Aquí está), ba sido abora bella y magníficamente
llevado a cabo!
YU
ur
e
“¡Tú, tá no puedes ascender basta aquí arriba:
Por tanto, este año no vendrás!
¡Nosotros, nosotros 10 podemos descender:
Por tanto, no descenderemos basta tu morada este
mes!
30” Que venga, entonces, un delegado tuyo:
Como postre, él recibirá
Todo lo que te corresponde de este festín.
Todo lo que yo le entregue,
Él te lo transmitirá integramente!”
Éreskigal, entonces, abrió la boca, tomó la palabra
Y dirige estas palabras a K/akkaJ:
«¡Ob mensajero de Anu, nuestro padre, que llegas
basta nosolros,
35" ¿Están bien (7) Anu, Enlil y Éa, dioses supremos?
¿Están bien (2) Nammu y Nanse (2), santas divini-
dades?
¿Está bien el Esposo de la [Señora del Cielo?
¿Está bien Ninfurta, todopoderoso en la tierraz3?
Y Kakka abrió la boca, tomó la palabra
Y dirige estas palabras a ÉrelSkligal:
40' «¡Anu, Enlil y Éa, dioses supremos, están bien!
¡Nammu/ y Nanse (2), <divinidades> santas, están
: bien!
¡El Esposo de la Señora del Cielo está bien!
¡[Ninfarta, todopoderoso sobre la tierra, está bilenf!.
[...J: ¡Que tú también estés bien!»
Eresbigal envía 45 [Éreskigall, entonces, abrió la boca, tomó la palabra
al Cielo, como Y dirige estas palabras a Namtar, su paje:
delegado,
, - a «Namitar, mi pajle, te envío la la morada] de Amu,
Namtar nuestro padre.
Sulbe la lJarga [escalera del Cielo.
Como postre, recibirás
Todo lo que me corresponde del festín].
Todo lo que Amu te enftregue],
[Tú me lo transmitirás integramente!»
so” [Y Namtar subió la larga escalera del Cielo]
232 Desconocemos los motivos que rigen la elección de estas tres divinidades
junto a la gran tríada. Nammu podría ser la gran diosa primordial (7: 17, 24, 29, 45
s. y VII, $ 20 s.). No es del todo seguro que en este caso se mencione a Nanse (cfr.
6: 305 / / 417y VUL $ 15); el texto, en realidad, dice Na.as, grafía desconocida y
extraña, quizá debida a un error del copista. Dado que con el epíteto Señora del Cielo
se hace referencia, en ocasiones, a Zarpanit, la esposa de Marduk, es posible que,
en este caso, se esté haciendo referencia a este último dios mediante el uso de esta
forma curiosamente oblicua. Las razones que explican la mención de Ninurta se nos
escapan por completo.
456 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Revestida de [...]
[...] y le muestra [su cuerpo).
[Pero él] no [demuestra] su deseo,
¡[Como hace un bombre ante una mJujer!
L.. CY.»
En el cielo, Éa Y Nergal sube [la larga escalera del Cielo].
lo hace [Cuando llegó] ante la puerta de Anu, Enflil y Éa),
irreconocible, Éstos, [al verlo, dijeron]:
para que no sea
«¡Aquí está el “bijlo deYéJtar (2)” [que regresa a noso-
identificado y
capturado tros!]
30 ¡lÉreSkigal] va a buscarlo [...J!
ALGUNAS DIVINIDADES SECUNDARIAS 461
me ba abandonado
Antes de que yo me bubiese bartado
Del placer que él me daba!
Namtar abrió la boca, tomó la palabra
Y dirige estas palabras a Ére5kigal:
Envíame a Anu (2), tu [padre],
Y yo capturaré a este dios,
Yo me apoderaré de él por ti y él te volverá a besart»
25 Verso aparentemente olvidado por el copista, que debió ser un indivuo bas-
tante descuidado, como se ve, en particular, en la omisión de otras sílabas o de pala-
bras enteras: 1: 41” 11: 49"; 1v: 32: 47; etcétera.
ALGUNAS DIVINIDADES SECUNDARIAS 463
s
Pero tampoco lo reconoció...
Cuando Y Nafmtar] partió a decirle a su Señora:
cuenta su «Señora, cuando me enviaste la casa de Ajnu, tu
fracaso a padre,
A
Ereskigal, ésta
se da cuenta de
Yo, Señora, sólo vi a lun dios
quién era Caljvo, bizco y deteriorado [...],
Sentado en la Asamblea plenaria de los dioses!»
ii
Nergal y vuelve
a enviar a «Vete, (respondió Éreskigal), aplodéralte de él
sd
Namiar a Y tráemelo: ¡es él!
buscarlo Su padre Éa lo ha debido rociar con Agua del Pozo,
Y así lo ba convertido en calvo, bizco y deteriorado
L.]
AAA
¡[Él habrá ocupado su lugar] en la Asamblea
plenaria de los dioses!
Namtar vuelve a subir la larga escalera del Cilelo].
Y cuando llega ante la puerta de Anu, Enlil y Éa,
Éstos, al verlo, le dijeron:
«¿Qué vienes a bacer aquí, Namtar?»
«Vuestra bija (respondió)
Me ha enviado con la siguiente orden:
“¡Apodérate de ese dios y tráemelo!”»
«¿Pues bien, Namtar, entra en el patio de Anu,
Busca a tu culpable y llévatelo!»
¡Él se dirige, en primer lugar, hacia uno de ellos,
Pero no reconoció [al que buscabal!;
¡Se dirige bacia [un segundo, hacia un ter]cero,
ui
Mi
Para comenzar, podemos decir que, a juzgar por las evidencias, con
dicho mito se quería explicar el modo en que Nergal había llegado a ser
promovido como soberano del Infierno. Parece que desde el IM milenio
existían, al menos, dos grandes tradiciones con relación a la autoridad
suprema en el mundo inferior. La primera de ellas atribuía dicha autori-
dad a un dios, políade de la ciudad de Kutú/Kutha, en cuyo templo era
venerado, llamado Meslam: en sumerio se le denominaba Lugal.Meslam
(1: 90 s. y VIL, $ 5), «Rey de Meslar», Meslam.ta.e.a, «(Aquel que sale)
del Meslarn», y también Nergal o, más exactamente, Né.eri.gal, denomi-
nación de historia bastante compleja que debe significar algo así como
«Jefe de la Gran Ciudad» —una de las denominaciones del Infierno—. A
este personaje divino también se le conocía por un nombre, quizá de ori-
gen semítico, cuyo sentido no es seguro: Erra o Irra (ver también 51, $ D.
Es esta visión la que, a su manera, defiende el mito de Enfil y Ninlil/1: VIL,
$ 3. La otra visión, atestiguada fundamentalmente por el Descenso de Inan-
na/Btar al Infierno (XX, $8 36 y 55), y que quizás se adecúe a un uso
arcaico que, de buen grado, imputaríamos a la tradición cultural sume-
ría, sitúa a la «Gran Tierra» (Ki. gaD), como se denominaba al Reino de los
Muertos, bajo el mando exclusivo de una mujer, EreSki.gal, Señora de
la Gran Tierra». Según la tradición, y en contradicción con el presente
mito, a esta diosa, en ocasiones, se le atribuía un esposo que, eviden-
temente, era una especie de príncipe consorte y no un verdadero sobe-
rano: Gú.gal.anna, «Gran Toro celeste», tal como se puede apreciar en
el verso 85 de 14 (IX, $ 36). Posteriormente, y quizás en una época bas-
tante antigua del II milenio, Éreskigal habría cedido el primer plano a
Nergal/Erra: aquélla aún conservaría algunas prerrogativas considera-
bles, pero, por entonces, ya no era más que la esposa del Rey, pasan-
do ambos a convertirse progresivamente en figuras cada vez más impla-
cables y terroríficas?3”, El mito de Nergal y EreSkigal fue creado para
conciliar las dos tradiciones y explicar cómo y por qué el Infierno,
sometido en un primer momento a Ereskigal, pasó posteriormente a
estar bajo el mandato de Nergal. Siguiendo el sistema de bipartición de
la sociedad divina conforme con el modelo de un universo dividido en
dos polos verticales, Arriba y Abajo, en dicho mito se presenta a Nergal
como habiendo pertenecido originalmente al grupo de divinidades del
Cielo (podemos preguntarnos si no es posible que, quizás, se conserve
un reflejo de esta primera situación en la otra pieza a través del nom-
bre de Gugal-anna, Gran Toro celeste, que, como acabamos de ver, se
SS
SS
a
le concede al «príncipe consorte» de la reina infernal). Las dos versiones
de nuestro mito parten, por tanto, de los mismos datos: abajo, EreSkigal
como única soberana y, arriba, Nergal como miembro de la corte celes-
te; llegan al nismo resultado, con Nergal vinculado a EreSkigal y con-
vertido en soberano del Infierno; y lo hacen a través del mismo proce-
dimiento: el matrimonio entre ambos. Esta institución, de acuerdo con
el uso patriarcal practicado en Mesopotamia, aseguraba, de manera
exclusiva, el primer puesto al elemento masculinoe incluso preveía y
regulaba que era la esposa y, no el esposo, quien debía abandonar su
familia para integrarse en la del cónyuge (existen, sin embargo, excep-
ciones a este norma: ver supra $ 4). En este caso, por tanto, y al igual
que sucede en otras ocasiones (ibid.), las razones que motivan el des-
plazamiento, tanto en una versión como en la otra, son la dignidad y la
superioridad originales del elemento femenino de la pareja, y también
la necesidad, por parte del otro miembro, de cambiar de medio —ade-
más de otras posibles causas que se nos escapan.
Para pasar de la situación inicial a la final con ayuda del mismo pro-
cedimiento, los dos relatos siguen, en realidad, una misma orientación
general pero a través de caminos distintos.
10. En la versión antigua, A, que sólo conoce a su protagonista bajo
el nombre de Nergal (64 s.; 81; 86; y, sin duda, 41 s.; también apare-
ce denominado mediante una especie de apodo semítico que le había
sido concedido a este dios, como muy tarde, en el Il milenio: el impe-
rativo Uqur, «Derriba! ¡Echa abajo!», que ponía énfasis en su carácter de
destructor de la vida, en tanto que soberano de los Muertos y señor de
la Muerte que poblaba su reino), todo se inicia con un auténtico «fes-
tín familiar: que tiene lugar en la morada de los dioses (1-9). Se consi-
deraba que los dioses también se reunían periódicamente y con la
misma finalidad que los humanos para celebrabar, al menos una vez al
mes (de ahí la mención a los «meses» sucesivos en 40, 58 y 88 que se
corresponden con 1: 7”, 29' de la versión reciente) y en el último día
del mismo, sus vínculos sanguíneos de solidaridad, en los que se
incluía a los muertos del linaje, mediante una comida, denominada
kíspu, durante la cual, y a través de la consumición de la misma ali-
mentación, todos participaban de una existencia idéntica, concedida y
asegurada a través del consumo de dichos alimentos? Esta comida
tenía lugar, como resulta fácil de deducir, allá arriba, en lo Alto, allí
donde estaban los jefes supremos de la comunidad divina. Pero, del
mismo modo que los muertos, retenidos en el Infierno, no podían
«Subir» a las moradas de los hombres para participar francamente y en
persona en los ágapes, los vivos, en tanto que tales, tampoco podían
ir a reunirse con ellos bajo tierra; EreSkigal, para consumir su parte
del festín, tenía que enviar a un representante para que la recogie-
238 Ver la referencia señalada en VII, n. 88; acerca del kíspu ver también p. 1855.
del artículo citado en TV, n. 38.
468 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
se**%; dicho representante es, en este caso, como en otros muchos (ver
18: 67 s.; 110 s.; etc.), su paje, Namtar, Éste, en tanto que represen-
tante de la diosa, tenía derecho —de acuerdo con la etiqueta que rige
el comportamiento de los grandes señores del mundo humano, que
siempre se traspasa al mundo de los dioses— a las mismas atenciones y
consideraciones que aquélla (comp., por lo demás, con : 22 s. de la
versión reciente). La interrupción que tiene lugar entre los versos 12-
24 no llega a ocultarnos por completo la secuencia de los aconteci-
mientos ocurridos tras la llegada de Namtar al cielo (10 s.), y una serie
de alusiones, más o menos dispersas, nos ayudan a compensar dicha
pérdida. Como saludo deferente al embajador de la poderosa Ereskigal,
los dioses «se levantan» ante él (26; 30; 33; 37; 59); pero, por una razón
desconocida, sin duda por simple capricho, uno de ellos, Nergal, se
niega a rendir dicho homenaje, dañando así la majestad de la reina
infernal, que, al instante, es informada de dicha afrenta por Namiar.
Nergal, entonces, vituperado por el resto de los dioses, y debido a una
reflexión propia o, quizá, sintiéndose amenazado, en mayor o menor
medida, por el propio Namtar, tiene miedo de las posibles consecuen-
cias del incidente diplomático provocado por él y marcha a pedir con-
sejo a fa, el sabio e infalible solucionador de todas la crisis. Éste le
aconseja que se esconda, pero a diferencia de lo que sucede en Inan-
na y Sukaletuda/12 (177-184 y / /), donde su consejo consiste en per-
derse entre la muchedumbre urbana y debido a que los dioses no son
tan numerosos, en este caso recomienda un cambio de aspecto: que
Nergal, rasurándose la cabeza, se haga irreconocible. |
La diosa del Infierno envía, efectivamente, a Namitar para que lo
busque (25-27), pues, para vengar su insulto, ella quiere darle «muerte»
(comp. con 45 s.). Hay muchas posibilidades de que esta última pala-
bra, mutilada en el manuscrito, pero que, teniendo en cuenta el con-
texto, resulta fácil de restituir, sea una de las claves de todo el meca-
nismo del mito en su versión antigua, como más adelante se verá ($ 11).
Namtar, con el consentimiento de los dioses del Cielo, molestos evi-
dentemente por el escándalo que recayó sobre todos ellos, pasa revista
al personal celeste; sin embargo, no reconoce al ofensor: hay uno que
se le parece pero no puede ser él, pues tiene la cabeza rapada (25-37).
De este modo, la primera artimaña de Éa ha tenido éxito.
ÉreSkigal, sin embargo, persiste en su venganza y pide a Namtar que
«cada mes» suba (a línea 40 ha desaparecido casi por completo, pero su
restitución parece casi segura, al menos por el sentido) al banquete en
el que, obligatoriamente, se reúnen todos los dioses de la corte celeste.
De este modo tendrá la oportunidad, en un momento u otro, de llegar a
20 Este hecho nos lleva a creer que Nergal los habría mantenido a su servicio
una vez instalado en su nuevo dominio. Estamos, por tanto, ante una etiología de su
demoníaca presencia en el Infierno.
231 O la imaginación folclórica duplicó el número, séptuple, de dichas puertas, tal
como aparece en 14: 122 s. y 18: 39 ss.; o, entonces, se las imaginaría como con-
céntricas, con una puerta a uno y otro extremo. Ver Mésopotamie, p. 334.
470 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
AA
de un huésped bienvenido, pero, debidamente aconsejado, rechaza
todo aquello que se le ofrece.
14. Sin embargo, y tras la fractura del final de la columna m1 y del
incio de la 1v, Éreskigal lo somete inesperadamente a una segunda ten-
tación: ignoramos si tenía que intentarlo una vez más, con los riesgos y
peligros que ello conllevaba, o si, en realidad, deseaba que él sucum-
biese. Al volver a verla desnuda, Verga! cae en la tentación, incluso con
ardor, hace fogosamente el amor a la Reina (iv: 5-13), que no parece
eludirlo en absoluto. Tras seis noches de pasión —¿quizás hubiese que
llegar a la séptima para que la situación se hiciese irreversible? Nergal
decide, como si fuese su deber, volver al Cielo, junto a su familia, a la
que siempre pertenecerá. El estado de la tablilla IV a partir de 14 s. no
UA
nos deja ver los pretextos invocados por Nergal para partir: abandona a
su compañera, prometiéndole, sin embargo -como siempre hacen los
hombres en estos casos, tal como se ve en este ejemplo, desde la noche
ASS
de los tiempos...—, que volverá. Aquélla queda triste (14-20) y, por
tanto, enamorada. Al exhortar a Nergal para que no se acostase con
Éreskigal, Éa, siempre tan penetrante, no pensaba, por tanto, en un
efecto ex opere operato sobre la detención del dios en el Infierno, sino
en las graves y apremiantes repercusiones psicológicas y sentimentales
que ello supondría para el corazón de la diosa. Más adelante veremos
que la diosa, aparentemente, no era consciente del carácter definitivo de
este abandono —error en el que, con mucha facilidad, caen desde tiem-
pos muy remotos las mujeres en estas mismas circunstancias—. Nergal,
en conclusión, se dispone, sin encontrar ninguna dificultad, a abando-
nar el Infierno y regresar a su casa (21-26). Nada nos revela qué es lo
que piensa o siente, ignoramos si ha partido alegremente o si bien, ya
unido sentimentalmente a su amante, ha preferido cortar la relación al
estar convencido de que su familia del Cielo nunca lo dejaría marchar
de allí para instalarse en el Infierno. Lo cierto es que los dioses del Cielo
lo aprecian bastante como para llegado este momento, pero sólo enton-
ces —y a diferencia de lo que sucede en la versión antigua, que situaba
este episodio bastante antes-, y en previsión de que Ereskigal ordena-
se, por amor en esta ocasión y no por odio, que se fuese a buscar a su
474 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Mi
Ú
Ea, como en las restantes ocasiones, aconseja nuevamente a Ner-
gal: en este caso se trata de objetos que el viajero debe llevar consigo,
aparentemente para evitar los peligros del lugar al que se dirige. Dado
que se trata de siete objetos, el mismo número que los adornos-talis-
manes de Inanna/lstar (14: 123-159 y 18: 39-59), que le serán con-
fiscados a medida que, puerta tras puerta, se vaya introduciendo en el
Infierno, como también sucede en el Descenso de Inanna/Istar (IX,
$$ 36, 54), parece que el autor ha tenido presente este mito y que se
pudo inspirar en él. Aunque el primer objeto, un «asiento» (6-15), no
tiene correspondiente en la historia de Inanna/IStar, sí presenta, en
cambio, un paralelo con las circunstancias del primer viaje de Nergal
al Infierno ($ 13). Si él lleva consigo todos estos objetos, y por ese
orden, es muy posiblemente porque, a juzgar por las evidencias, al ser
despojado de ellos, se le separa progresivamente del mundo Superior
con el fin de asignarlo para siempre al Inferior. £a no lo aclara en el
texto, pero, una vez más, actúa y se comporta tal como corresponde a
su papel de sabio y vidente (16-23).
Así pues, Nergal, en definitiva, es levado de nuevo ante Ereskigal;
la escena, narrada en vi: 30-42, resulta muy emotiva. En este caso no se
manfiesta ni un solo indicio de la brutalidad de los últimos versos de la
versión antigua, en ella todo es ternura y pasión, y el verso 34 muestra
claramente que se trata de un amor compartido. Para que dicha unión
sea definitiva sólo falta la bendición, en nombre de todos los suyos, del
Patriarca de los dioses: An. Éste, sin ningún problema, la concede (vr:
43 s.) y el mito toca a su fin, pues ha dejado unidos para siempre a la
Reina y al Rey de los Infiernos.
El método para alcanzar dicho resultado es diferente al de la versión
antigua. En este caso no se han utilizado las amenazas, el odio, la vio-
lencia y la brutalidad, sino el sentimiento, la pasión, el amor y la ternu-
ra, cambio que, en cualquier caso, resulta muy edificante, si bien des-
conocemos las condiciones que pudieron motivarlo.
16. Para acabar, tenemos que destacar que, tras toda esta parafer-
nalia, es siempre Éa, presente en todos los momentos cruciales de la
acción, quien mueve los hilos de la historia. Está claro que el maquia-
vélico comportamiento de este dios ha dispuesto todo lo que sucede
en este mito, aun en el caso de que el autor, como sucede en la otra
versión, no nos lo diga. fa, desde el momento en que se inicia la his-
toria, sabía de qué forma se iban a desarrollar los acontecimientos; y
aunque parece que quería retener a Nergal en el Cielo, al igual que,
por lo visto, lo deseaban el resto de los dioses, que no tenían ninguna
gana de perder a un miembro de su comunidad, sabía incluso que Ner-
gal acabaría en el Infierno y, sin duda, lo deseaba, pues debía de creer
que no estaba mal que la función soberana de un Reino tan poderoso
fuese ostentada por un dios que tenía vinculaciones celestes. Éa consi-
gue sus objetivos, ya haciendo caer a ÉreSkigal en la trampa de sus pro-
pias palabras o permitiendo que entre los dos protagonistas de la his-
476 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
este Dragón...?]
¡Sólo el Mar [ha podido parirlo (21
Enlil, entonces, dibuja [su silueta (2)] en el cielo.
Su longitud era de cincuenta millas,
Y su [grosor (2) de una milla;
[..J en el agua.»
TEOGONÍAS
29 Mésopotamie, p. 46 s.
30 Texto editado en /V? Rawlinson, lám. 9, y traducido en p. 222 s. (n.? 44) de
la obra citada en VIH, n. 86.
484 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Nintil/1, con la fabricación de los dioses de Dilmun (5: VII, $ 8 s.) y con
la de una divinidad efímera en 9 UX, $ 5), o con la génesis de todos los
dioses en la Epopeya de la Creación/50 (XIV, $ 6 s.). Otro tipo de espe-
culaciones sólo ha dejado indicios escritos en documentos que no son
propiamente literarios sino, por decirlo en nuestra terminología, «didác-
ticos» O «científicos». Esto ocurre, por ejemplo, al inicio del gran Catálo-
go oficial de todas las divinidades, al que se conoce por su fmcipit,
An:Anum (1: 6-24), y cuyos primeros lineamentos remontan al 1H mile-
nio, si bien sólo adoptó la forma que hoy conocemos hacia mediados
del ll milenio; en él aparece una enumeración por parejas de los «ante-
pasados de As», el fundador de la dinastía divina reinante**: hay otros
diez pares, cuyos nombres, con frecuencia, resultan muy elocuentes,
como ocurre con Dilri-Dári, cuya pura «duración» es así subrayada gra-
cias a sus denominaciones acadias; y En.uru.ulla*?-Nin.uru.ulla, en su-
merio «Señor» y «Señora de la aglomeración arcaica», sin duda la más
antigua reunión imaginable de dioses. Estas parejas siempre se remon-
tan más atrás, de sucesores a predecesores, como si el problema de los
orígenes divinos se hubiese querido hacer retroceder progresivamente,
cada vez más, en el tiempo, con el fin de darle una solución consisten-
te en hacerlo caer en una profunda tiniebla. Dado que estos documen-
tos, y Otros similares, no responden a los criterios de nuestra elección
de «mitos», en las siguientes páginas no ofreceremos ni la traducción ni
ninguna cita de los mismos. Consideramos, sin.embargo, que resultaba
muy útil señalar su existencia con el fin de recordar que, en Mesopota-
mia, como en todas partes, el pensamiento religioso —coextensivo a la
especulación religiosa es mucho más rico y abundante de lo que deja-
ría sospechar únicamente su simple manifestación literaria GIL, $$ 1,8 s.;
V, $5 8, 15).
Realizadas estas precisiones, creemos que nadie se extrañará de leer
aquí nada más que una «teogonía».
4. Ésta es una pieza única, de época reciente, pero que, a juzgar por
su colofón, transcribe ejemplares que podían remontar hasta un
momento bastante antiguo del ll milenio. Se trata de una tablilla cono-
cida desde no hace mucho y que fue publicada en 1963 en el tomo 46
de los Cuneiform Texts... in tbe British Museum Uláms. XXXIX y XL) por
231 En este mismo tratado (1: 96-138) también se encuentra la lista de las 42 pare-
jas de antepasados de Enlil. Acerca de estas genealogías de contenido mitológico ver
el artículo de G. W. Lamberr, «The Cosmology of Sumer and Babylon», en C. BLACKER-
M. LoEweE (dir.), Ancient Cosmologies, p. 42 Ss.
332 Se le encuentra en el Infierno, como «portero», al igual que otros antepasados
de Enlil, como Endasurimma y Endukuga: 26 B, un: 44, 43, 45.
GÉNESIS: TEOGONÍAS, COSMOGONÍAS Y ANTROPOGONÍAS 485
Engendraron a Amakandu.
[Y, en ter]cer lugar (2), edificaron Dunnu,
(La ciudad) de bastiones gemelos.
Y Harab se arroga del poder señorial de Dunnu.
Segunda Abora bien, Tierra se gira hacia Amakandu, su bijo,
pareja: la Y le dijo: «¡Ven, para que te baga el amor!»
Tierra y 10 Amakandu, entonces, tomó a su madre como esposa,
Amakandu
Y mató a Harab, su padre,
Lo enterró en Dunnu, su ciudad preferida,
Y se apoderó de su poder señorial.
Después, (también) tomó por esposa a: Mar, Su
bermana mayor (2).
Tercera 15 Entonces apareció Labar, el hijo de Amakandu,
pareja: Quien mató a Amakandu y, en Dunn,
Labar y Mar Lo enterró en [la tumba (2) de su padre.
Tomó, después, a Mar, su madre, como esposa,
A Max, que había degollado (2) a Tierra, su madre.
20 El día dieciséis del mes de Kislim
(Lahar) se arroga el poder señorial y real.
35 Meésopotamie, p. 338.
490 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
COSMOGONÍAS
banú-— ver $$ 15, 17, 21, 34) de la Tierra, y el inicio (1 s.) de Enkiy Nin-
mab/7, en el que el cosmos actual se presenta como el resultado de la
«separación» primigenia (cuyo agente o agentes no se mencionan, mien-
tras que, en 40, Enlil aparece como autor de la misma) de un gran con-
junto confuso y primordial, formado por dos partes, una Superior y otra
Inferior, que son complementarias y simétricas. Esta misma visión es la
que nos ofrece el inicio de un cuento sumerio al que hemos titulado
Gilgames, Enkidu y el Infierno (estudiado en una disertación, inédita,
presentada en 1963 por A. SHAFFER en la Universidad de Pensilvania,
bajo el título Sumerian Sources of Tablet XI of tbe Epic of Gilgames,
p. 48 ss.: 15. y 8 s.):
Otras respuestas a esta misma cuestión han dado lugar a diferentes desa-
rrollos literarios, independientes, o no, tanto en sumerio como en acadio:
Samas y, sobre todo, fa, el gran patrono de dicha actividad””; para ase-
gurar la intervención de estas divinidades, el exorcista tenía que recor-
darles una antigua animadversión que todavía los debía animar a actuar,
a través de su prototipo, contra los «gusanos» en cuestión. Por este moti-
vo recitaba la historia que se leerá a continuación. Se trata de una narra-
ción antigua; tenemos, al menos, una versión en hurrita, datada en torno
al 1800, que resulta difícil de comprender a causa del imperfecto cono-
cimiento de dicha lengua. El texto que aquí traducimos ha llegado hasta
nosotros a través de algunos documentos del 1 milenio. El más conoci-
do, que recoge la historia casi en su integridad, fue publicado por R. C.
THOMPSON en el tomo XVII de Cuneiform Texis... in tbe British Museum
(1903), lám. 50 (la última traducción comentada del mismo aparece
recogida en Mytbes et rites de Babylone, p. 281 ss.). En las presentes
páginas ofrecemos el relato en toda su integridad, junto con su ritual,
con la intención de que así conserve todo su sabor original:
257 Ver p. 229 s., $ 52 del artículo citado en V, n. 52; ver también Mytbes el rites
de Babylone, p. 57.
GÉNESIS: TEOGONÍAS, COSMOGONÍAS Y ANTROPOGONÍAS 497
258 Alla, que reaparece en 39: 19 ($ 38) es, sin duda, idéntico a otro dios Alala
que, junto con su paredro Belili (ver 1X, n. 178), figura en algunos catálogos de divi-
nidades ($ 3) entre los antepasados más antiguos de Am.
498 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
ca tanto «construir», «edificar: (un muro, una casa, una ciudad) como
«producir, «manufacturar> (una estatua, una puerta, un objeto de metal)
e, incluso, si bien se trata de un uso excepcional, «engendrar (un niño).
Esta imprecisión, evidentemente voluntaria, tiene su precio: parece que
con ella, al menos, se quiere evitar toda evocación material demasiado
precisa, determinada y tosca, del tipo de las propuestas por los relatos
sumerios anteriormente vistos (30 y 31D); y tiende, si no hacia la abs-
tracción, sí al menos hacia cierta vaguedad, hacia cierta forma ingenua
e inferior de abstracción.
16. En este caso no estamos ante un relato sino ante una simple
invocación que, no obstante, se puede considerar extensa; por este
motivo hemos creído conveniente dar cuenta de ella, en vez de limitar-
nos simplemente a hacer alusión a la misma. Aparece, con ciertas
variantes, en diversos exorcismos, de fines y propósitos muy diversos,
pero caracterizados todos ellos por utilizar agua corriente del «Río» para
eliminar el mal que se quiere combatir, A continuación ofrecemos el
texto íntegro (los diferentes documentos que nos dan cuenta del mismo
han sido enumerados, con referencias, en p. 288 ss. de Mytbes et rites
de Babylone):
siderar que el «Río divino», que había configurado y dado vida al país,
estaba en cierta manera en el origen de «todo» (1), si hay que tomar al
pie de la letra, y nada parece indicar lo contrario, el epíteto de «creador»
(formado a partir del mismo término baná visto anteriormente, $ 15)
con el que se le califica en este caso. Con el posterior desarrollo del
panteón jerarquizado, muchas divinidades que posiblemente fueron en
un principio preponderantes, entre ellas, el Río, pasaron a estar someti-
das a la autoridad de los grandes dioses que se convirtieron (como más
adelante veremos, lo cual nos ayudará a comprenderlo mucho mejor)
en los últimos y verdaderos responsables de «todas las cosas». Por este
motivo, este texto, tras haber recordado el papel esencial y omnímodo
del Río (con el fin de halagarlo y lograr así que acepte participar en la
eliminación del mal combatido a través del exorcismo), lo sitúa en rela-
ción de dependencia con respecto a los grandes dioses, incluso en lo
que respecta a su personalidad física, al señalar que fueron ellos quie-
nes excavaron su lecho (2; comp., por ejemplo, con 45, 1: 27 s.), y tam-
bién en relación a sus poderes fecundantes y benéficos (3) y a su impo-
nente y temible personalidad sobrenatural (4-6).
18. Este dios no sólo era una de las divinidades supremas, sino que,
además, se le consideraba, como ya hemos visto en varias ocasiones y
a través de diversos aspectos del mismo, el líder cultural, si se puede
decir así, de la comunidad divina, el más inteligente de todos los dio-
ses, el dueño de todo conocimiento intelectual y técnico, y el único
capaz de resolver todos los problemas que se podían plantear tanto en
el mundo divino como en el mundo en general, Por tanto, era inevita-
ble que se le reconociese algun tipo de responsabilidad, de rango supe-
rior, en las operaciones, forzosamente complejas y difíciles, que habían
dado lugar al universo: su epíteto Nu.dím.mud ($ 21 ss.) resulta, a este
respecto, elocuente, pues significa «Aquel relacionado con la fabricación
y con la producción». Tendremos aún, a lo largo del presente libro,
muchas ocasiones de llegar a admirar su obra, pero existen uno o dos
mitos en particular que lo responsabilizan de la cosmogonía.
19. Se hace una breve alusión a este hecho en un formulario de
exorcismos de uso terapéutico que se conoce gracias a numerosas
copias de inicios del I milenio (citadas en p. 292 de Mpyibes et rites de
Babylone'*!), Esta mención, al igual que la precedente (32), es el inicio
de una plegaria y, por ello, aquí sólo se reproducen los dos primeros
versos, los únicos que ahora nos interesan:
262
Sobre las plantas medicinales y estos remedios ver p. 12 ss. del artículo cita-
do en VI!, n. 124. Comp. con 5: 188 s.(VI, $ 7).
GÉNESIS: TEOGONÍAS, COSMOGONÍAS Y ANTROPOGONÍAS 501
de
un
o
Mi
ah
Se prepararon en el país una agradable Morada,
75 Y los dioses se instalaron (2) en dicha Morada:
Su Templo principal
Después, entregaron (?) al Rey el cuidado (2)
De asegurarles ingresos regulares de primera
calidad,
¡Y, para el festín de los dioses,
Establecieron la obligación alimenticia!
¡A los dioses les gustó esta Morada!
Así fue como ellos instituyeron su poder
Sobre el territorio que se convirtió en el principal
país de los hombres.
27. Todavía había otra versión en acadio de este prólogo; dicha ver-
sión pasó quizá de moda y fue sustituida oficialmente por la que se
acaba de leer. Conocemos esta otra gracias al celo de un antiguo editor
que conservó su contenido, a modo de apéndice, al final de la vigesi-
mosegunda tablilla del tratado que ponía fin a la primera parte del
mismo. El texto ha sido publicado por E. WEIDNER en Archiv fiir Orient-
forschung XVII (1954 s.), p. 8925;
30. Entre estos últimos ocupan un lugar preferente los dos prota-
gonistas del torneo: pamanirru y iSqapisu, aparentemente dos insec-
tos muy habituales que frecuentaban las casas —o los cuerpos-— de los
hombres. Este hecho -—dicho sea entre paréntesis podría conceder al
tensón, por una vez, un tono ligeramente cómico o irónico. El relato,
en suma, no hace más que recordar, o aplicar, al género animal, la
«doctrina», ya preestablecida, que postulaba la existencia, con anterio-
ridad a la creación, de una Asamblea deliberativa, durante la cual los
dioses supremos habían decidido y discutido tanto su plan de acción
como la naturaleza, el destino y la organización de aquello que esta-
ban dispuestos a crear (1) procedimiento que resulta muy frecuente
en un país «industrializado» en el que, desde hacía ya mucho tiempo,
se había llegado a la conclusión de que antes de proceder a la fabri-
cación masiva de cualquier tipo de utensilio era necesario estudiar el
GÉNESIS: TEOGONÍAS, COSMOGONÍAS Y ANTROPOGONÍAS 509
267 Este hecho concede su razón de ser y su valor, sobre todo, a la «Adivinación
deductiva» (Divination et rationalité, p. 101 s.). Esta misma idea, dicho sea de paso,
también prevalece en la concepción bíblica de los orígenes y de la marcha del
mundo: Naissance de Dieu, p. 178 s.
510 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
lo
mn
MA
*
Para bacer aparecer allí [...]:
Produce la caña, produce madera;
35 Produce [...] en el mismo lugar (2);
¿Coloca ladrillos]
Tras haber fabricado el molde para ladrillos;
[Edificó viviendas], construyó ciudades,
[Preparó aglomeraciones], creó un rebaño,
[Creó Nipput] y construyó el Éleur;
40 [Creó Uruk] y construyó la Éanna...
El resto se ha perdido.
32. En este texto la creación del mundo se considera, por así decirlo,
desde la misma perspectiva «templocéntrica» que ya vimos en 34; plan-
teamiento que no resulta sorprendente si tenemos en cuenta su contex-
to litúrgico-arquitectónico: la «nada» anterior (comp. con VIH, $ 4) apare-
ce definida por la ausencia de los mayores y más venerados santuarios
del país —aquellos que pertenecen a los dioses de la Tríada suprema-— y
de las ciudades en que debían ser construidos (6-8). No existían porque
todavía no existía ningún edificio (1; 4 s.), y no existía ningún edificio
porque no había «emplazamientos» en los que pudiesen ser construidos
(9 b), pues todavía no había aparecido la tierra (10), ni había materiales
de construcción: cañas, madera y ladrillos (2-3; los mismos que ante-
riormente en 33).
Las líneas 10-16 son difíciles. Se aprecia con bastante claridad lo que
intentan decir: que los primeros templos en ser «construidos», «elevados»,
«rematados» (12-14), el Éridu, en pleno Apsú, y el Ésagil, en Babilonia,
fueron, cada uno de ellos, erigidos por sus ocupantes —el primero por £a,
al que aquí se denomina Lugal.du,.kú.ga, «el rey del Santo Montículo»
(du¿.kú.ga era, también, uno de los nombres de gloria del Éridu?); el
otro, por Marduk, su hijo. No obstante, y dado que la tierra propiamente
dicha sólo se crea con posterioridad a estos hechos (17-18; 3D, o bien
se trata de una especie de presentimiento o de anuncio de su edificación
real en el futuro o, entonces, lo que parece mucho más verosímil, son
considerados, en principio, como edificios sobrenaturales y, en cierto sen-
26% Después de haber sido una de las denominaciones del Nippur mitológico y
extratemporal: ver X, n. 195.
GÉNESIS: TEOGONÍAS, COSMOGONÍAS Y ANTROPOGONÍAS 513
tido, inmateriales, que se alzaban, por tanto, en los únicos espacios pri-
mordiales que por entonces existían: Abajo, el Apsú/Éridu, Arriba, el Ésa-
gil/Babilonia, confundiéndose, entonces, las ciudades y los templos. El
Éridu parece ser más antiguo, pues fue preparado por Éa, el padre de
Marduk, el Ésagil sería más reciente —como veremos más adelante (50),
Marduk sucedió a la Tríada suprema, y su templo personal no aparece
mencionado en 6-5- y es el preferido de los dioses (16): su constructor
y titular es, desde este momento, su soberano; éste. ha distribuido a los
dioses en dos grupos iguales para que unos ocupen lo Alto y otros lo Bajo
(15). Volveremos a encontrar este punto de vista en el Poema de la Crea-
ción/50 (v1: 39 s.); al igual que también nos encontraremos (v: 120-130)
al Ésagil ocupando un papel principal, al ser el único emplazamiento en
que confluyen todos los dioses y que, por tanto, está abierto a todos ellos.
Es muy posible que el autor de esta obra se haya inspirado, a este res-
pecto, en el Poema anteriormente citado. Tras la primera distribución
espacial de los dioses, aún había que proporcionarles a todos sus habitácu-
los materiales, alojarlos en ellos, alimentarlos. Por esta razón procede a
crear la tierra, pues, en conclusión, ésta les resultaba indispensable.
33. Al igual que el Poema de la Creación, pero de una forma dife-
rente (XIV, $ 13), la cosmogonía, en este caso, se debe única y exclusi-
vamente a Marduk (17 s.): él es único sujeto de todos los verbos que
aparecen en el texto, hasta la línea 30. El Mar primordial, de acuerdo
con una «doctrina» que también aparece expuesta (y que quizás ha sido
tomada de all) en el Enúdma elis Cibid., $ Ó), aparece descrito en dos ver-
sos (10 s.), que constituyen una famosa crux. Quizá sea más conve-
niente considerar que, en 11, sólo se habla de la forma de esta exten-
sión marina, a la que se considera como una inmensa zanja, una
excavación en la que sólo hay agua, a la manera, quizás, del surco exca-
vado, en un «principio», por el arado de los dioses en la Teogonía de
Dunnu/28 (4). Marduk —siguiendo una. presentación totalmente origi-
nal, a la que no se le conoce ningún paralelo— crea, entonces, la tierra
(a la que la cosmología de esta región consideraba como una especie
de isla rodeada por todas partes por las aguas del mar) bajo la forma de
una balsa que flota y sobre la cual amontona el «polvo» del suelo (17-
18 + 3D) y que está delimitada por las escarpaduras de la orilla (3.0). La
tierra, por ello, está vacía y con el fin de asegurar a los dioses una exis-
tencia despreocupada y abundantemente provista de todo tipo de bie-
nes, crea la humanidad (20), con la ayuda de la diosa-madre Aruru
(2D?9 —<creencia que estaba bastante extendida y que implicaba una
visión más o menos sexual acerca de la creación de la raza humana:
comp. con V, $ 6; XII, $$ 7, 11, 13, etc—. Luego, crea todo aquello que
servirá para alimentar el trabajo teocéntrico de los hombres: el reino ani-
mal, en principio en estado salvaje (21 s.), los dos ríos dadores de vida
(23 s) y la vegetación, también silvestre (25 s.).
ANTROPOGONÍAS
270 Texto cuneiforme publicado por E. EBELNG, Keilschrifitexte aus Assur religió-
sen Inbalts, n2 4.
211 Ver XL, n. 244, Es el n.? 10, p. 207, del catálogo compuesto por E. WEIDNER,
GÉNESIS: TEOGONÍAS, COSMOGONÍAS Y ANTROPOGONÍAS 517
272 El copista, sin duda por despiste o por error, introdujo aquí el nombre de Utu,
cuya presencia resulta terriblemente sorprendente en este contexto; sin embargo en 38
menciona, mucho más correctamente, a Ninmap. Además, y entre otras equivocacio-
nes, también olvidó introducir en el verso 13 el anuncio de la pregunta de Enfil. En
favor del copista se puede argumentar que dichos errores pueden ser debidos al mal
estado del manuscrito que seguía, tal como él mismo nos indica en las líneas 31 s.
273 Otro error del copista: ditografía.
27 Los copistas señalan, frecuentemente por medio de la nota pepi, «(está) roto»,
las lagunas del texto que transcriben. En ocasiones, incluso llegan a precisar que la
fractura es «reciente» (45, ¡, rev.: 4, 9).
518 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
fractura fractura
35 Así, ellos cultivarán los campos de los Anunna,
Ampliando las riquezas del país,
Celebrando dignamente las fiestas de los dioses
Y derramando agua fresca en la gran residencia,
¡Digna sede del alto estrado!
Se les llamará Ullegarra y Annegarra,
40 ¡Y multiplicarán, en beneficio de la prosperidad del
país,
Bóvidos, óvidos, (otros) animales, peces y pájaros!
Carácter ¡Esto fue lo que decidieron, con su sagrada boca,
definitivo de Enul y Ninul,
dicha Y Aruru/Bélit-ili, digna soberana,
creación
ci
776 Ver el artículo Gebeimschrifi, p. 185 ss., del Reallexikon der Assyriologie, TIL.
Sin duda resulta mucho más adecuado hablar de «competencia» que de «iniciación» en
el sentido propio de la palabra.
520 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
277 La repetición del nombre Alla Alla en el texto (19) tanto puede ser un error
del copista como la expresión, deliberada, de un dual (¿de una pareja?) o de un plu-
ral; en la línea siguiente, sin embargo, el sufijo acadio aparece en plural,
GÉNESIS: TEOGONÍAS, COSMOGONÍAS Y ANTROPOGONÍAS
1073
IN
.
mación bastante curiosa, a partir del término sumerio gar(ra), «situado»,
«colocado», «establecido», y de dos pronombres acadios, ulle<ullí,
saquello más alejado en el espacio y en el tiempo», y anne<anníl, «do
que está más cerca». Desconocemos si con estos nombres se quiso
representar a una pareja («aquel que primero vino al mundo/el que vino
después») o si se quiso resumir todo el antiguo conjunto del linaje
humano, tanto en su duración («<aquéllos», los más antiguos, y «Éstos», los
más recientes) o en su extensión geográfica sobre la Tierra, desde los
más distantes a los más cercanos. Estamos, así pues, ante un misterio
difícil de resolver.
Otra particularidad del relato, que tampoco aparece atestiguada en
ningún otro lugar, nos la ofrece la decisión tomada por Enul y Ninal,
«Señor» y «Señora de la era arcaica» (41) —dos oscuros antepasados de
Entil?9 cuya aparición, en este texto, no aparece claramente justificada
y ratificada por la Diosa-madre, aquí denominada, en sumerio, Aruril
(nombre ya conocido: IV, $ 3; VI, $ 4; VIL, $ 14; VIIL, $ 15; X, $5, 11.9.)
y a la que, la versión acadia, llama Bélit-i17 (diosa que, como veremos,
ocupa un destacado papel en el Atrabasís/45, 1: 189 s.). Nuestro texto
no resulta lo suficientemente claro y unívoco como para que lleguemos
a comprender si, en este caso, se trata de la creación y del destino del
Hombre, ya expuestos anteriormente (18-40), con lo cual se designaría,
así, a sus verdaderos responsables —en contradicción, por una vez, con
el Muy Sabio, salvo en el nombre de Bélit-ili- o si, tal como parece muy
posible, esta decisión de Enul-Ninul y este «programa ratificado» (lite-
ralmente: «marcado», «diseñado») por Aruru/Bélit-i1í anuncian la conti-
nuación del acto de creación humana, el momento en que los dioses,
satisfechos, una vez que ya habían sido creados los hombres y que éstos
habían procedido a llevar a cabo la labor que les correspondía de acuer-
do a su destino original, decidieron que las generaciones de humanos
se sucederían por siempre unas a otras y que éstas estarían constituidas
por individuos dotados de capacidad de invención, capaces de asegu-
rar el progreso, y por individuos ignorantes y rústicos cuya única utili-
dad sería llevar a cabo, como si se tratase de animales, el trabajo que
los otros les habían asignado (43). La existencia de gran cantidad de
hombres es la única garantía con que cuentan los dioses para asegurar
que «a fiesta continuará» (46-48), dicho de otro modo, para garantizar
que éstos seguirán disfrutando de una existencia despreocupada y opu-
lenta. Dentro de este contexto, es posible que el último verso del mito
(49-50) todavía haga referencia al trabajo esencial de los hombres,
aquel que, dentro del país, presidía y dirigía todas las demás labores: la
agricultura, la producción de cereales, actividad de la que Nisaba era
patrona (ver, ya, VIL, $$ 9, 12; VIII, $ 16; X, $ 5, 13.9, etc.).
Ignoramos, al igual que sucede con el May Sabio/45, hasta qué
punto el presente mito se encuadra dentro de una misma línea de pen-
278 Ya señalados como tales en las listas canónicas de divinidades (ver $ 3).
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
ES
Gh
dy
50]
ui
D
Los hombres se multiplicaron aquí abajo!
Mientras Enlil cuidaba de los cabezas negras,
Los otros Los Anunna que formaban su corte,
dioses alaban Con su mano piadosamente sobre la boca,
a Enlil y dan Adularon a Enlil con sus aclamaciones
la Azada a
los hombres 25 Y entregaron la Azada a los cabezas negras.
wn
un
Aparición de los Cuando, sobre las Montañas del universo,
Ánunna: An trajo a los Anunna al mundo,
todavía no
Él en ese mismo momento, no trajo al mundo
existían los
cerales, ni el Ni bizo aparecer (al) Cereal (Aánan),
resto de las Ni produjo en el país los bijos?? de Utta
plantas, ni Ni preparó el telar (2).
ui
23? Se refiere a los hilos o hebras. [N. del, T: en el texto francés se juega con la
similitud existente entre hijo (1/5) e hilo (1D, señalando Bottéro que, en este caso, fils
se debe de comprender como plural de fi1.]
20 Ver X, n. 195.
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
QQ
Uy
y
De (la) Oveja-madre y de(l) Cereal,
pero, no Sin llegar, sin embargo, a bartarse.
teniendo Los Anunna del Santo Montículo
pasante: Bebieron la deliciosa leche de su augusta majada,
crean anos 35 Sin llegar, sin embargo, a saciarse:
hombres, .
Por este motivo,
En su augusta majada, y en su propio beneficio,
Concedieron a los hombres el aliento vital.
a los que Enki dijo entonces a Enlil:
Enki y Enlil «¡Ob venerable Enlil, (bagamos que) Oveja-madre y
entregan la Cereal
Oveja-madre
y el Cereal Ya presentes en el Santo Montículo,
40 Desciendan (a la Tierra)»
¡ Así, siguiendo las órdenes de Enki y de Enlil,
Oveja-madre y Cereal
Descendieron (basta aquí abajo) desde el Santo
Montículo!
43. De acuerdo con las leyes del género al que pertenece, este rela-
to concentra su interés, a través de los dos prototipos que contrapone,
en el campo que cada uno de ellos representa: más allá de Oveja-madre,
llega a abarcar a todo el ganado menor, incluidos los cápridos (7, 9;
Cabra-madre -úz- es un simple doblete, paralelo, y una especie de
reflejo de Oveja-madre, en caso de que no se trate de una glosa inter-
polada) e incluso se extiende a las hordas de animales, aún no domes-
ticadas ni domesticables, que personifica y representa Sakan (19%; por
su parte, Cereal no sólo aparece vinculado con la alimentación vegetal
(21-25) sino también con las fibras textiles y con todo el ámbito relacio-
nado con la vestimenta (16-22; a Uttu la Hilandera y Tejedora ya la cono-
cemos bastante bien: ver 5: 140; 169 s.; y 6: 381-385). Al igual que suce-
día en otras ocasiones (30, 32, 34, etc.), los autores inician su relato por
los orígenes, evocando, incluso, los primeros tiempos del Cosmos. .41 el
Cielo aparece, en esta ocasión, como demiurgo de la teogonía: él trajo al
mundo, literalmente «procreó» (éste es el sentido del verbo sumerio, tud,
al igual que el de su correspondiente acadio rebú en 34, $ 19), a los pri-
meros dioses, a aquéllos situados en lo más alto de la jerarquía celeste,
que aparecen, así, en la parte más elevada del universo, a la que se pre-
senta como una cadena de montañas (1-2). Dado que hasta este mormnen-
to todavía no se había creado nada relacionado con el cultivo de las
plantas útiles (3-5, retomado en 10-17), ni con la cría de ganado (6-9;
retomado en 18-19, en el sentido anteriormente señalado), los dioses así
281 El segundo de los dos dioses mencionados antes que Sakan (18) es conoci-
do como «portero de Enfil. (comp. 45/ 1: 74; y 3: 261 s. y 313). El otro, a juzgar por
el primer elemento de su nombre, nimgir, designación sumeria del «heraldo», podría
representar a otro «dios funcionario». Estos datos, sin embargo, no nos aclaran nada
acerca de su presencia en este pasaje, siendo posible que éste haya sido interpolado.
GÉNESIS: TEOGONÍAS, COSMOGONÍAS Y ANTROPOGONÍAS 527
LJ.
Un dios de Un día, Ninazu /...]
segunda fila Dijo a Ninmada, su hermano:
O a do 15 «Vayamos a la Montaña,
lleve los q La Montaña en que nacen (la) Cebada y (eb Lino;
Cereales a Y, a través del Río tumulti05o,
Sumer Cuya agua brota del suelo,
Hagamos descender la Cebada de la Montaña,
Y llevemos basta Sumer esta Cebada innupa.
20 Así, nosotros daremos a conocer la Cebada a Sumer,
que la desconoce!»
Su hermano Pero Ninmada, súbdito de An, [le respondió]:
duda «Dado que nuestro padre no nos ba dado dicha
orden —
Dado que Enlil no nos lo ba ordenado,
¿Por qué tenemos que ir a la Montaña,
25 Hacer descender la Cebada,
Llevar basta Sumer esta Cebada-innuba,
Y dar a conocer, así, la cebada a Sumer, que la
desconoce?
Y propone que ¡Primero, ven! ¡Vamos [a consultar (2)] al celeste Útu:
vayan a A aquel que duerme, a aquel que duerme y que
consultar a Utu descansa,
(28). Desconocemos las razones por las que se dirigen a pedir consejo a
este dios que prácticamente nunca tenía nada que ver con los trabajos y
técnicas desarrolladas en la tierra en Mesopotamia (ver, sin embargo, 5:
33 s.) y mucho menos con la agricultura. Del mismo modo, también igno-
ramos las causas por las que se le atribuyen «Setenta puertas» (3D), así
como los motivos para que la consulta se realice por la noche, mientra
aquél «duerme» -insistiendo, además, el texto en esta ocupación (29 s.)-.
Se trata, todas ellas, de preguntas que no tienen respuesta, del mismo
modo que el relato, que se interrumpe llegado a este punto, nos impide
conocer la etapa final de la llegada de los Cereales a Mesopotamia.
tu
mn
0
49. También en este caso los autores, para hacer referencia a las
dos categorías de seres que participan en el torneo, peces y aves, par-
ten de los orígenes del mundo: dichos animales formaban parte de un
programa y de una planificación previa (2), de acuerdo con un desti-
no ya establecido y que, obligatoriamente, era favorable. Si la restitu-
ción de 1-3 es correcta (y, al menos, parece ser la más verosímil), estas
decisiones son obra de Am y Enlil, siendo Enki quien se encarga de
ejecutarlas (4). Este último dios, teniendo en cuenta la tradición uná-
nime, recordada en este caso por los títulos que aquí se le conceden,
entre los cuales aparece el muy significativo de Nudimmud (3 y 17 s;
ver XII, $$ 18, 21), también participó muy probablemente en la elabo-
ración del plan (1-4) antes de dedicarse a llevarlo a cabo (5 s.). El uni-
verso en cuestión (literalmente, y al igual que en otras ocasiones:
«Cielo y Tierra», «Lo Alto y lo Bajo») es nuevamente identificado con
Mesopotamia (71, y la mención de las marismas meridionales: 13 s.;
19 s.) o, al menos, se centra en ella. Enki, por tanto, se apresura, de
entrada, a llevar a cabo lo más urgente; reúne las aguas para crear los
lugares habitables (5%: resulta inevitable no intuir en este hecho un
arcilla.
La humanidad Pero cuando An y Enlil
reaparece pero Volvieron de nuevo a bacer existir a los bombres,
sin la realeza Instituyeron el gobierno,
GÉNESIS: TEOGONÍAS, COSMOGONÍAS Y ANTROPOGONÍAS 35
un
(Pero) a la realeza, joya de las ciudades,
10 ¡No la bicieron descender aún sobre la Tierra!
ni la Agricultura 13 ¡A la muchedumbre de sucesores de la bumanidad
desaparecida
No les dieron a conocer
11 Ni por medio de (2) Ningirsu, Laya ni Azada,
12 Ni Sera, ni Arado, que animen la tierra!
Por esto, los 14 ¿En estos tiempos, los hombres vivian cien años;
hombres, a 15 Y cuando llegaba su vejez,
pesar de su Todavía les quedaban otros cien años!
longevidad,
decaen ¿Pero, a falta de poder llevar a cabo los trabajos
necesarios,
Su número disminuye, disminuye mucho [...)
Y, en las majadas, languidecía el ganado menor!
20 Entonces, faltando el agua en Lagas,
Hubo hambre en Girsu;
Pues no se abrían canales,
Ni se limpiaban las acequsias de riego,
Ni se regaban los vastos campos con el chaduf:
El agua, a pesar de baberla en abundancia, no se
ty
ui
usaba
Para regar prados y campos —
¡Los hombres sólo utilizaban el agua de la lluvia!
(ED Cereal (Asnan) no producía, entonces, cebada
matizada:
¡No se abría ni 1n solo surco,
Ni se recogía su fruto!
30 ¡No se trabajaba la tierra,
Ni se recogía su fruto!
3234 Ni las comarcas ni las multitudes ofrecían libaciones
a los dioses:
33 cerveza, vino, [...]
35 vino dulce [...):
¡Para obtenerlos no se trabajaban
Con el arado las extensas tierras!
291 Th. JacoBsEN, The Sumerian King List; Ancient Near Eastern Texts relating to
the Old Testament?, p. 265, ofrece una traducción del texto.
22 En la Lista real sumeria, los soberanos antediluvianos viven de 43.200 a
18.600 años. Las cifras, tras el Diluvio, caen hasta alcanzar de 1.200 a 100 años, antes
538 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
de llegar a límites mucho más reales. Piénsese, en este caso, en la longevidad de los
«patriarcas» del Génesis hasta Noé y sus descendientes inmediatos. Ver, más adelante,
XUL $ 21.
2% Este texto nos ofrecería una interesante oposición entre la vida pastoril y la
existencia sedentaria de los agricultores, que se considera muy preferible a la prime-
ra: ¿estamos antes una característica «histórica» o «cultural»?
GÉNESIS: TEOGONÍAS, COSMOGONÍAS Y ANTROPOGONÍAS 539
relación con ese todo estructurado e indisociable que, para sus autores
y usuarios, formaban la vida y el pensamiento, limitan exclusivamente
su ambición, en todos los casos, a dar respuesta, cada uno de ellos y
mediante ficciones «calculadas», a una sola y única aporía esencial. Enlil
y Ninlil/1 aclara la diferente «situación» de los dioses «hijos» de Enlil;
Enki y Ninpursag/5, la aculturación de Dilmún en materia agrícola, al
mismo tiempo que el origen y el uso de las plantas; Inanna y Enki/11
y, por una parte, si bien de una manera diferente, el Mito de los Siete
Sabios/8, el nacimiento y la difusión de todo lo que constituía la civili-
zación del país; Inanna en el Infierno/14 y su ciclo 15-18, la presen-
cia, durante medio año, de Dumuzi en el reino infernal; Nergal y
Ereskigal/26, la toma de poder del Reíno de los Muertos, hasta enton-
ces gobernado por una diosa indígena, por un dios «extranjero», inclu-
so, el extenso y rico Ninurta y las Piedras/20, del mismo modo que el
Anzú/22, sólo querían, fundamentalmente, dar cuenta del modo en
que, mediante su heroísmo, su virtud y su fuerza, Ninurta/Ningirsu, el
salvador y promotor del país, había merecido llegar a convertirse en su
Protector sobrenatural. En las tres obras que nos quedan por conocer
se puede percibir, desde muy pronto, hasta qué punto se amplió el
horizonte de la problemática planteada en ellas y de la explicación que
las mismas ofrecen: lo que en estos casos se plantea es el sentido, ínte-
gro, de la vida humana dentro del universo (Atrabasís/45); el orden y
el equilibrio del cosmos (Enúma elis/50); y todo un amplio y crucial
período de la historia del país (Erra/51). Para dar respuesta a los múl-
tiples interrogantes suscitados por estos problemas tan amplios y de
extenso panorama, sus autores han, no vamos a decir creado, pero sí,
al menos, recuperado y encadenado, con una lógica asombrosa y en
una perfecta armonía, muchos temas mitológicos o mitos que ellos
supieron volver a pensar, acomodar entre sí, fundir y refundir, para
componer sólidas construcciones, verdaderas síntesis, cada una de ellas
muy destacables, tanto por su coherencia interna como por su presen-
tación literaria.
La composición más antigua de todas ellas es:
AS
bo
gi
nión), por una parte, al Enki y Ninmab/7 (ver VIL, $ 20) y, por otra, al
Relato sumerio del Diluvio/46 (y $ 23). Consideramos que el verbo
crear, utilizado líneas atrás, es, precisamente, el término adecuado y el
que, en este caso, se debe de utilizar, pues, en realidad, dicho poema
no es una traducción del sumerio, ni tampoco un nuevo arreglo de una
obra pensada y redactada en dicha lengua; todo, en ella, pone de mani-
fiesto que se trata de una composición original, típicamente paleobabi-
lonia. A este respecto, dicha composición representaba el espíritu y el
aggiornamento de esa época gloriosa que, al igual que su otra famosa
creación, el «Código» de Hammurabi”%*, también fue difundida y publi-
cada, es decir, copiada una y otra vez, desde muy pronto y a lo largo
de más de un milenio, hasta poco antes del final de la independencia
política y cultural del país. Actualmente conservamos fragmentos de
siete manuscritos de época paleobabilonia; dos de la segunda mitad del
II milenio, alrededor de una decena del milenio siguiente e, incluso,
algunos aún más tardíos.
3. El poema fue dado a conocer, en primer lugar, a través de los res-
tos de una de esas copias «recientes», descubierta entre los escombros
de la Biblioteca de Assurbanipal (668-627) gracias a G. SmrTH (Tran-
sactions of the-Society of Biblical Archaeology 3 [1874], p. 540 ss.). Pero
no era más que una pequeña parte del texto y no se llegaba a com-
prender bien el sentido, la evolución y la riqueza del relato, como lo
testimonia el hecho de que, durante mucho tiempo, se consideró que
el reverso era la cara delantera de la tablilla. Sólo en 1956, y tras haber
puesto en relación entre sí otros fragmentos descubiertos a lo largo de
esos años, el asiriólogo danés J. Laessge puso orden en esta situación
y demostró que estábamos antes el «Génesis más antiguo que se cono-
ce y que, desde un punto de vista religioso, abarcaba toda la «historia»
primitiva de la Humanidad, desde el momento en que ésta salió de las
manos de su creador hasta el final del Diluvio y el inicio del «tiempo
histórico». Diez años más tarde, W. G. LamBErRT publicó en el tomo 46
de los Cuneiforms Texts... in tbe British Museum (a. 1-15) todos los
fragmentos del Poema del Muy Sabio que él, personalmente, había des-
cubierto en dicho museo y, en particular, su manuscrito mejor conser-
vado, que también es, al mismo tiempo, el más antiguo de todos ellos:
este manuscrito es, precisamente, el que, treinta y siete siglos antes,
había sido caligrafiado por el ya anteriormente recordado Kasap-Aya%%,
Con todo este material, dos docenas de testimonios, incompletos y lle-
nos de lagunas, se pudieron reconstruir, aproximadamente, las dos terce-
2% Meésopotamie, p. 194 $.
2% Con posterioridad se publicaron algunos otros fragmentos menores: ver, sobre
todo, W. G. LamBerT en Archiv fir Orientforschung 27 (1980), p. 71 s. En la Bibliote-
ca recientemente descubierta, en 1986, en Sippar y cuyo inventario aún dista mucho
de estar concluido, figuraban, al menos, dos fragmentos de una edición (¿o de varias?)
del Atrapasis que data() del 1 milenio.
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 543
ras partes del poema, que en. su versión más antigua contaba exactamente
con «1.245 líneas», de acuerdo con el cómputo cuidadosamente señalado
al final de su copia por el diligente Kasap-Aya. Esta reconstrucción, acom-
pañada de una introducción muy profunda y detallada, de una traducción
y de unas eruditas notas críticas, fue obra del propio W. G. LAMBERT, en
colaboración con A. R. MILLARD, en su magistral obra, aparecida en 1969,
Atrabasís. The Babylonian Story of tbe Flood. Con posterioridad se ha
vuelto a estudiar, en más de una ocasión, esta obra que todavía presenta
muchos pasajes que resultan terriblemente arduos y complejos o enigmá-
ticos, tanto en sí mismos como por culpa de las lagunas que los rodean.
Actualmente, podemos dar por segura tanto la comprensión del conjun-
to de dicho texto como la de la mayoría de sus episodios.
4. Se han perdido irremediablemente, al menos hasta hoy, pasajes
enteros del poema. Esta dificultad, sin embargo, se puede superar en
algunos casos: cuando se trata de una de esas numerosas y habituales
repeticiones de tiradas enteras de versos o cuando se recurre a fórmu-
las estereotipadas que, si bien no permiten restituir los paralelos perdi-
dos, sí, al menos, tanto en lo que precede como en lo que sigue al texto
conservado, nos permiten adivinar bastante bien la trayectoria del
mismo. En algunas ocasiones en que un manuscrito conserva algún
fragmento, más o menos amplio, del que, por culpa de los daños cau-
sados por el paso de los siglos, carece otro manuscrito, no siempre es
posible, sin embargo, sustituir simpliciter, con total rigor crítico y segu-
ridad histórica, el fragmento que falta por ese otro. La razón para dicha
reticencia se debe a que, aunque el texto del Muy Sabio, y éste es un
hecho que resulta muy claro, por superficial que sea la aproximación
que se realice a la documentación que da cuenta de dicho poema, no
parece haber sido retomado y alterado, más o menos profundamente, a
través de una serie de versiones diferentes (con la excepción, evidente-
mente, del Relato sumerio/46; cfr. también 7), tal como, por ejemplo,
ocurrió con los dos testimonios, A y B, de Nergal y EreSkigal/26 o de
Inanna en el Infierno/14 y de IStar en el Infierno/18, sí sufrió, en cam-
bio, cierto número de revisiones a lo largo de la historia de su larga
transmisión manuscrita: en ocasiones se llegó a retocar, de acuerdo con
los gustos de la época, la presentación material del texto (con todo el
texto repartido en tres tablillas, tal como lo había organizado Kasap-Aya,
o sólo en dos; con ocho columnas por tablilla, o seis o, en otros casos,
cuatro...), introduciendo también, en él, diferentes modificaciones orto-
gráficas, gramaticales o léxicas. Conocemos, por tanto, al menos tres O
cuatro reediciones que, en lo que respecta a la línea argumental del relato
y a su contenido general e incluso, en más de una ocasión, con relación a
su contenido puntual, no siempre coinciden en los detalles y que refle-
jan, cada una de ellas, el espíritu o el gusto de su autor y de su época.
Se trata de una situación molesta y lamentable, mucho más si tenemos
en cuenta que ninguna de ellas está completa y que no tenemos más
que fragmentos.
544 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
ds
un
Mi
Enlil tomó, como dominio, la Tierra (2),
15 [Y el cerrojo que enclerraba (2) el mar
Se entregó a Enki, el Príncipe (?).
[Cuando Anu] subió al cielo,
[Los dioses (7) del] Apsú descendieron basta allí:
[Fue entonces cuando los Anunnaku/ celestes
20 [Impujsieron a los Igigu [su prestación de trabajos].
El trabajo de los [Y estos dioses] (tuvieron) que excavar [los cursos
Igigu de agua]
[Y abrir los canales] que vivifican la tierra —
[Los Igiguj (tuvieron) que excavar [los cursos de
agua]
[Y abrir los canales] que vivifican la tierra.
lásí, ellos abrieron] el curso del Tigris,
57
pe
diaria
palabras, al final de verso, que nos indican que a lo
largo de estas líneas proseguían los grandes trabajos
preliminares. Un fragmento de la edición asiria (K. 8562
del Museo Británico, cuya continuación se verá más
adelante) parece añadir en este punto cuatro versos
acumulativos destinados a reforzar el carácter penoso e
infinito de dichas tareas:
Yo partí [...]
Y repetí, literalmente, tus palabras!
[Y esto fue lo que ellos me respondieron (2):
“(Nosotros) toldos, los diloses [al completo],
160 [Hemos decidido (2)] batirnos.
Hemos puesto (todo) nuestro [esfuerzo (?)]
En esta excavación (2):
¡El tlrabajo] excesivo nos ha matado!
Nuestra [carlga era [demasiado pesada), este
trabajo era infinito!
Ésta es la razón que (?) a los dioses [al clompleto
Desconcierto de 165 [Nols ba [llevadjo a quejarnos contra Enlil/”.
Enlil y de los Al escuchar este discurso,
dioses ante el Enlil [defrramoó lágrimas
fracaso de Y, tras ello,
Nuska
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 549
188 £...]
«Dado que Béllet-ili, la Matltriz, está aquí,
190 ¡Ella será quien dé a luz (2) y produzca
Al Hombre para asegurar el trabajo de los dioses!»
Interpelando, entonces, a la diosa, ellos preguntaron
A la sabia mujer de los dioses, a la experta Marnmi:
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 551
y)
ui
0]
uu
A
A
a 10 [...] cortaba los cordones umbilicales.
De las catorce matrices
Reunidas por la sabia Experta:
Siete produjeron machos
Y las otras siete hembras.
Ante la Matriz divina, hacedora de destinos,
Se las empareja
Y se las retíne dos a dos.
Y así, Mammi traza
Las reglas (del parto) de los seres humanos:
«En la habitación en que se tiende,
Encamada, la parturienta,
Tendrá que estar durante siete días la pared
de ladrillo.
Se deberá rendir honores a la Señora de los dioses,
A Mani la experta.
La comadrona estará alegre
En la babitación de la encamada parturienta.
Y, cuando ella baya dado a luz,
La joven madre permanecerá en el lecho, de acuerdo
con su voluntad...
£271£..)
[...] los senos de (cada) mujer
[.] la barba
[...] las mejillas de (cada) hombre
275 [...] y fuera,
Cada marido y cada esposa [...].
Abora bien, una vez reunidas [las matfrices,
Nintu /se detuvo]:
[Ella colntaba los meses de embarazo
280 Hasta que en la sala de los destinos
Se anunciaba el décimo.
Llegado el décimo mes,
Ella desenvainó el «bastónx(?) y descubrió (2) el bajo
vientre (2):
¡Su rostro brillaba de alegría!
Después se cubrió la cabeza
Y se comporió como una comadrona:
n
uy
ps
Mi
El pafís, como in tofro, alzaba tanto la voz
Que [el ruido] molestó al dios soberano.
Molesto por [Cuando Enlil escuchó] su rumor,
el ruido, [Se dirigió al los grandes dioses:
Enlil quiere «El rumor de los bumanos [ha llegado a ser demasiado
diezmarlos
mediante
fuerte]:
una plaga ¡No consigo dormir la causa de dicho alboroto]!
360 ¡[Ordenad, por tanto,] que sufran la Epidemia!
ON
vi
Gh
Mi
ui
Ú
Y que [...] sea reducido/a a humo!»
00
ui
vu
36 s.: el final de la columna alrededor de quince versos—'
ha desaparecido. La continuación, hasta la columna vu,
sólo está atestiguada, de manera muy incompleta, por
el fragmento paleobabilonio anteriormente citado (g/Ni
2552 +). Gracias a la continuación del relato y a algu-
nas de las palabras sueltas que se conservan podemos
restituir la siguiente secuencia de acontecimientos: 1) la
humanidad, liberada, recupera al mismo tiempo su
prosperidad y su estrépito; 2) Enlil, irritado, como siem-
pre, por dicho alboroto, decide en esta ocasión repetir,
con más intensidad, la plaga anterior, la Sequía/Ham-
bruna, en vez de dar paso a una nueva; 3) con esta fina-
lidad, hace adoptar a los dioses una resolución y confía
la estricta vigilancia de cada una de los dos partes del
mundo interesadas en este conflicto a uno o dos dioses:
el cielo a 4nu y a Adad y la tierra al propio Enlil en
persona, con el fin de que, a partir de este momento,
se controle hasta la más mínima humedad capaz de
poner fin a los efectos de la Sequía; 4) ante dichas
medidas nada se podía hacer. De ahí la continuación
del relato:
0]
Mi
NO
No se ofriginaba].
Ya no nacía nada del seño de la tierra:
Las plantas ya no nacían [...];
Ya no se veía a nadie [...].
Las pra[deras] de bierba (?) se secaban;
¡La llanura se cubría de saliltre]!
y la Durante el primer año se comieron las reslervas];
Hambruna 10 Durante el segundo año se vaciaron los graneros;
también Cuando lle[gó] el tercer año,
Todas los rasgos estaban alterados por causa de la
inanición,
Era como si [las caras] estuviesen cubiertas de
mala (12),
Y a fuerza de tomar un color plomizo (2) [...)
Los rosftros] parecían marcbhitos.
Todos caminaban, fatigados , polr las calles),
Contrayendo sus largos hombros
Y ocupando cada vez menos espacio (2)
£..]
Entil Y Enlil, babiendo flabierto una vez más] la boca
convoca, para [Se dirige] a Nuska, su paje:
reñirles, a los «¡Que sean traídos aquí los dos cómplices (?)
cómplices de
Y que sean prelsentados] ante [mi]!
ty
ui
Enki
Se les hizo entrar, entonces,
Y, dirigiéndose a ellos, [Enlil] el valiente
Les dijo: «[Toldos [nosotros], los grandes Anunnaku,
560 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
ON
lo
Ya
b. El Diluvio
Rebaños [...]
Bilchos...] de la estepa:
[A todos, ] él los embalrcal.
Y, £...] cuando la luna [desapafreció (2),
40 Invita a los suyos a un banquete [...]
LJ
Después de haber embarcado a su familia.
[Se comfió, entonces, copiosamente
[Y se bebiló abundantemente.
El, sin embargo, no dejaba de entrar y de salir, .
És
Y
[a
Ln
$
Se añadió betún para obturar la escotilla,
Y, apenas se había cerrado ésta,
Adad atronó entre las nubes,
Mientras un viento furioso, con un primer golpe,
55 Rompía las amarras y soltaba el barco.
m5 [...] la tempestad
[...] enganchados (2) [...].
[Anzú arañaba] el cielo
[Con] sus [gajrras.
[¡La tempestad golpeaba] la tierra,
10 Interrumpiendo su rumor figual que (se rompe un
cacharro)!
¡Y, [desencadenado] el Diluvio,
Transcurre la Maldición
[Al igual que la guerjra sobre los hombres!
¡Nadie veía ya a nadie:
Nada resultaba discernible en esta carnicería!
[El DilJuvio mugía como un toro,
E, figual quel] un águila [que chjilla,
El viento [aullaba].
Las tinieblas eran [profundas],
El sol había desaparecido.
[Las personas (2) morían (2)] como moscas.
20-22 ÉL.)
Actitud de los 23 [...] el estruendo del Diluvio
dioses durante Asustaba (2), incluso, a los dioses.
el Diluvio 25 ¡Elokij babía perdido la razón,
[Al ver (2)] como eran arrancados sus bijos
[Anlte sus ojos!
[Ninftu, la gran Señora,
Ponía de manifiesto [su bolrror en sus labios,
30 Mientras los Anunnaku, los grandes dioses,
[Segulían débiles por culpa del hambre y la sed.
Ante este espectáculo, la diosa estalla en sollozos,
La comadrona divina, Mafmmi), la experta:
«¡Que desaparezca este día (, gritaba,)
35 Que regrese a las tinieblas!
Pero, ¿cómo yo, en la asamblea de los diloses],
He podido, junto con ellos,
Adoptar esta decisión final?
Enlil, mediante un discurso tan hábil
40 Como el de la famosa Tiruru,
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 565
iv:
4 Así se lamentaba (también) Ninft... )
«¡Cómo! ¿Se ba producido, entonces, leste Diluvio (PJ?
Los hombres ban llenado el mar
Igual que se llena el río de pequeñas moscas.
¡Como trozos de madera,
Helos aquí, amontonados sobre la playa! —
¡Como trozos de madera arrojados,
Helos aquí, apilados sobre la orilla!
10 Al verlos, yo derramaba lágrimas:
¡Abora, ya acabé de lamentarme por ellos!»
¡El llanto calmó su corazón!
Así gemía Nintu,
Suspirando (2) sin emoción (2),
Y los dioses, con ella, se lamentaban por la Tierra.
Harta de desesperación,
La diosa tenía ganas de beber cerveza:
Allí donde ella estaba, llorando,
Estaban también ellos, como corderos
20 Apretujados alrededor de un abrevadero,
Con sus labios secos por causa de la angustia,
23 + 22 Y titubeantes por causa de la inanición.
El Diluvio (Durante) siete días y siete nolches]
se prolonga Prosiguieron la borrasca, la batiente lluvia y [el
Diluvio]
Allí donde f...]
Fue abatido [...]
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Y la crecida no se originó.
Los campos disminuyeron su producción: Nisaba
«Cerró su pecho»,
Las verdes (?) praderas se secaron,
Y la extensa llanura se cubrió de salitre.
La tierra «dio vuelta» a su seno
Y no salieron de él más verduras,
Ni crecieron los cereales.
60 Así cayó sobre los hombres una maldición,
Las matrices, trabadas, no portaron más niños.
v: 2 ¡Mientras fÉa, con sus monstruos,]
1 Guardaba el cerrojo que cerraba (2) el mar],
[Adad], arriba, [moderaba sus lluvias],
Abaljo), bloqueaba los cursos de agua
[Y la crecida no se originaba].
5 Los camipos] disminuian [su producción]:
Nisaba [había «cerrado su pecho+,
“Las verdes (2?) praderas se habían secado,
Y la extensa llanura se balbía cubierto de sallitre.
La tierra babía «dado la vuelta» a su sjeno,
Y así, de él no nacian más verduras,
Ni crecían los cereales]!
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 571
malta (12)
A las personas sólo les quedaba] un billo] de vida.
Nueva [Pero el destino del hombre llamado el Muy Sabio,
intervención Era vigilado por [Éla, shu dios]:
de aa ¡Pues si él no [...] con él,
petición del [Su dios), Éa, lo tomaba (gustosamente) por interlo-
Muy Sabio
cutor!
Abora bien, el Muy Sabio [deja de frecuelntar a su
dios
E instala su lecho en la orilla del río,
Mientras todos los cursos de agua estaban secos.
[Cuando llega] el [segundo] año
[Se vacían los graneros];
Cuando llelga el tercero],
Todos los rasgos habían cambiado por culpa
[de la inanición];
Cuando llelga] el cuarto,
(Las personas) ocupaban [cada vez mejnos es-
pacio:
(Con) sus anchos [hbombrlos contraídos,
ur
105)
Mi
Cuando llega el quinto,
Las bijas no dejaban entrar a sus madres,
Y las madres no abrían, ya, la puerta a sus bijas —
Las biljas contrlolaban] el peso de sus madres,
[Las madres] el de las hiljas;
10 Cuando llega el sexto año,
Se sirvió [a las bijas] como colmida]
Y a los bijos como pitanza!
Los [...] estaban llenos de [...]:
Una casa dlevoraba] a la otra.
Era (como) si los rostros estuviesen [cubiertos] de
malta (1?)
15 ¡A las personas sólo [les quedabaj un bilo [de vida]!
La misión que [...] habían recibido [...),
Entraron [...],
£[...] las instrucciones del Muy Sabio:
«Señor, el país [...],
20 Que sólo se le [...] un signo...
m1£.)
Reproches de «¡[Yo ordenél que Anu y Adad
Enlil a Éa Vigilasen las regiones cellestes];
(Que) Sin y Nergal (vigilasen), entre los dos, la Tierra;
[Y (que) el cerrojo que cierrla (2) el mar,
5 [Lo guardases tfú, con tus monstruos (2)!
¡[Sin embargo, tú has ayuldado a los hombres a pros-
perar todavía más!»
[...] el vasto mar
Repitieron a Éa el mensaje de [EnJiil:
«¡[Yo ordenfé que Anu y Adad
Vigilasen las regiones celestes;
10 (Que) [Sin y Nergal! (vigilasen), entre los dos, la Tierra;
[Y (que) el cerrojo que cielrra (2) el mar
[Lo gualrdases [ti] con tus monstruos (2)!
¡[Sin embargo, tú bas ayuldado a los hombres a pros-
perar todavía más!»
Éa se disculpa [Éa] abrió la [boca], tomo la palabra
15 [Y se dirige] a los mensajeros de Enlil:
[En verdad] tú babías ordenado
Que <Anu y> Adad vigilasen las regiones celestes;
La continuación se ha perdido.
el
UY
Mi
época que el anterior, nos permite conocer uno o dos
episodios más del relato, pero de acuerdo con una pre-
sentación diferente.
300 A] ¡gual que ocurre más arriba, en 39: 32 s., ver XIL, n. 274, el copista señala
la existencia, en este punto, de una laguna (ocurrida a consecuencia de una fractura
reciente) del manuscrito que reproduce.
576 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
La continuación ha desaparecido.
ui
Entonces, entra [en el barco] y tira de la escoftilla),
Después de baber [cargado] en él tu trigo, tus bienes,
[tus] riquezas,
A ilu mujer), a tu familia, a tu parentela, a tus arte-
safnos),
[A animales] salvajes, grandes y pequeños:
¡A todo aquello que se alimente de hierba,
10 [Y que yo te enJuiaré: ellos te esperarán ante tu casal
[El Muy] Sabio, habiendo, entonces, abierto la boca,
toma la palabra
[Y se dirlige a Éa, su señor:
«¡Pero yo Inuncla be construido un barco [.. CO
Dibújame el plano en el [suello,
15 Y, cuando lo haya visto, sabré [construirlo]!
(Éla dibuja, entonces, lel plano] en la tierra:
«[Haré] todo lo que me bas ordenado, mi Señor
Fin de los 251 «Yo, sin embargo, te babía hecho jurar por el cielo y
reproches de por la tierra [...)
Enlil a Enki Al igual que An y Enlil en persona, con su [...]
Habían prestado juramento!»
Y Enki (2) hizo que de la tierra saliesen nuevamente
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 581
EN
00
Qi
302 Hemos preferido indicar los términos métricos del texto de acuerdo con nues-
tro sistema de medidas, con el fin de que, aunque éstas no sean más que indicativas,
resulten mucho más clarificadoras para el lector poco experimentado en estos temas.
El texto acadio habla, en las líneas 57 s., de ¿ká (3.600 m3) y de nindanu, escrito por
medio del ideograma GAR (alrededor de 6 m). En las líneas 65 s., la unidad de volu-
men aparece representada por el ideograma sar y equivale, aproximadamente, a
3.600 litros. Con respecto a esta misma medida de sar, pero utilizada como unidad
de medida de superficie, ver VIL, n. 72.
303 Una de las mayores solemnidades del calendario litúrgico mesopotámico.
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 585
305 Esta expresión también se puede traducir, en vez de «en la época de sus amo-
ríos», como «para divertirse», «para entretenerse», «para reírse», en cualquiera de los dos
casos implica la existencia de una relación íntima entre ambas divinidades.
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 589
11. Con el Poema del Muy Sabio no nos enfrentamos, por tanto, a
una historia creada para dar respuesta a un problema determinado, sino
ante todo un encadenamiento de mitos, bastante independientes entre
sí para poder ser tomados por separado, tal como sucede, por ejemplo,
con el del Diluvio (477; 48; 49) o la parte dedicada a la antropogonía
CP; 397), pero que, al mismo tiempo, también están lo suficientemente
bien combinados como para que, en armonía con el sistema de repre-
sentaciones que entonces prevalecía, el relato continuo de los mismos
explique la posición del Hombre dentro del universo, el sentido y el
motivo de su existencia, y el establecimiento de su condición tal como
nosotros la conocemos, al menos hasta el momento al que, directa o
indirectamente, se puede retrotraer nuestra memoria o, dicho de otro
modo, después del inicio del «tiempo histórico». El relato, en efecto —y
éste es el caso de la mayoría de los mitos que tienen como objeto la
naturaleza—, no rebasa el «tiempo mítico», que se considera que prece-
dió y creó el escenario, los actores y el desarrollo de la «historia», y
durante el cual se pensaba que se habían articulado y formado el
mundo y todo su contenido, tal como tradicionalmente se presentan y
funcionan a nuestro alrededor. En este caso, todo aparece centrado alre-
dedor del hombre: antes y después de su aparición.
12. Antes del hombre (1/1: 1-170 s., junto con los fragmentos relacio-
nados con dichos versos) sólo existen los dioses. El propósito esencial
de la obra está tan poco orientado hacia los problemas planteados por
su naturaleza, sus condiciones existenciales y su aparición que ni siquie-
ra se esboza la sombra de una teogonía: ya existen cuando el relato se
inicia, como si hubiesen existido desde siempre (comp. con XI, $ 43).
La continuación del relato gravita hasta tal punto alrededor del Hombre
que, al querer presentar a los dioses tal como eran entonces, simple-
mente se nos dice que «Chacían) de hombres» (1) —en otros términos,
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
No
Mi
1
que se comportan igual que posteriormente, tras su aparición, se com-
portaron los hombres (comp. con XI, $ 43)-. Ellos, por tanto, aparecen,
en principio, repartidos en dos «clases», al igual que lo estarán los seres
humanos: los jefes-Anunnaku, sólo ocupados en gobernar, simples
consumidores y que hacían trabajar a los otros dioses (5-10); y los pro-
ductores-/gígu (ver IV. n. 29), que trabajaban para vivir y para lograr el
sustento de sus superiores (2-4). Sin embargo, una vez realizada la dis-
tribución de los dominios entre los tres dioses más importantes, el Cielo
para Anu, la Tierra para Enlil y el Aps0% para EnkB", y después de
que cada uno de ellos, acompañados de su corte sobrenatural, se hubie-
se instalado en su territorio, (11-18), las cosas se tuvieron que organi-
zar con el objetivo de asegurar la subsistencia, al igual que sucede en
una gran propiedad territorial, bajo la dirección operativa de una jerar-
quía de mandos que, en el relato, aparece enumerada en orden des-
cendente, desde el Padre fundador hasta el «capataz» (7-10)%%, Los obre-
ros divinos, entonces, comienzan su trabajo, que, del mismo modo que
se concebía en un país agrícola y totalmente dependiente de la irriga-
ción, se inicia con.la excavación de canales de conducción de agua, en
principio, de los dos más importantes y, al mismo tiempo, fuente del
resto de la infraestructura de regadío: el Tigris y el Éufrates (12-16,
El detalle de las obras realizadas se nos escapa debido a la laguna que,
llegados a este punto, interrumpe nuestro texto: vemos, al menos, que
al final aparecen mencionadas las «montañas» del Norte y del Nordeste
del país y la gran región pantanosa del Sur (33; 35): en este caso se trata
simplemente de dar a la tierra, es decir, y digámoslo una vez más, al
«país», su configuración definitiva, calculada para lograr el mejor rendi-
306 Las relaciones del Apsú (subterráneo y lleno de agua dulce: IV, $ 7; VII $ 23...)
con los cursos de agua son bastante evidentes, pues éstos tienen en aquél su fuente
y son, por tanto, una continuación del mismo; en cambio, no sucede lo mismo con
las relaciones entre el Apsú y el Mar. El significado del verso 16, que los pone en
relación directa, sigue siendo bastante incierto. Más adelante —ver también n. 320-
nos lo volveremos a encontrar y el Mar, en ese caso, estará estrechamente relaciona-
do con Enki/Éa (e, rev. : 15.;h,1: Ós.; 10s.; rev.u: 4s.; 115. 18 s.; 34 8...). En oca-
siones parece como si no se hubiese comprendido la soberanía de dicho dios sobre
toda la parte acuática del mundo sublunar, incluido el Mar.
307 Tos manuscritos más antiguos de nuestro poema escriben el nombre de este
dios como En.kí, mientras que en el resto figura como £-a (acerca de estos dos nom-
bres divinos ver IV. n. 27). En los primeros ejemplares del «Código» de Hammurabi
también se utiliza la primera de dichas grafías (f, 1: 10 —citado más adelante XIV, $ £-
Iv: 17, etc), mientras que el AguJaya/9, texto que le es contemporáneo, escribe E-a
(Vtv: 11, 18, etc.).
30 La presencia de Ninurta, dios de la agricultura (X, $ 5: 9.9...), a la cabeza de
estos cultivadores resultaba necesaria. Por lo que respecta a Ennugi, se trata de un
personaje bastante mal conocido y sólo sabemos que formaba parte de la casa de
Enlil con el título de «portador de asientos».
30 Nueva consecuencia de la concepción local que consideraba que su país era
el centro del universo (CV, $ 36; VII, $ 15 s.; XHL $ 49; XIV, $ 13...).
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 593
310 Si se acepta una traducción, en concreto, de los versos 5-6, éstos habrían sido
solamente siete.
311 Léase la dedicatoria final 1/vm: 11-47: ver $ 21.
594 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
rra, la arcilla? (203; 211; 213 s. / / 226 s.; 231 s.), pero empapada
(para hacerla maleable, al igual que hacen los alfareros) en la «carne y
la sangre» de un dios (210 / / 225): en esta nueva criatura, por tanto,
«el dios y el hombre estarán asociados, reunidos en la arcilla» (212 s.).
La tierra, a la que volverá este compuesto en el momento de su muer-
te, lo distancia radicalmente de los dioses inmortales (que se tiene que
suponer que, en sí mismos sin tener en cuenta sus estatuas e imáge-
nes—, 10 están hechos de arcilla, aun en el caso de que, hasta donde
nosotros sabemos, nunca se haya llegado a definir de qué están hechos)
y, por ello, les impedirá pretender y reclamar la existencia de una iden-
tidad sustancial con ellos. La parte divina que se mezcla con la arcilla
es la que asegura la inteligencia, el saber técnico y la energía necesarias
para llevar a cabo su tarea a la perfección, de modo que los dioses no
pierdan nada con el cambio. Por otra parte, y si se quiere comprender
esta antropogonía, es preciso no olvidar que, de acuerdo con un pro-
cedimiento tomado, a juzgar por las evidencias, de la industria de la
época, la fabricación del hombre, así concebida, debía de tener lugar en
dos momentos: en principo era necesario calcular y construir un proto-
típo, un modelo —aquello que el texto denomina, en acadio, un /ulld:
«un bosquejo de hombre» (195; y c: 9)%3-, y sólo tras este paso preli-
minar se pasaba a la auténtica producción.
El privilegio de dar a luz se reserva, naturalmente, al sexo femenino
(ya hemos visto intervenir, en más de una ocasión, a una diosa madre
para ayudar al creador del hombre: 7: 29; 38: 20 s.; 39: 42...). La fabri-
cación del prototipo requería, por tanto, la intervención de una diosa e,
incluso, de la gran Diosa madre, de la «Matriz» universal, en persona
(1809, c: 8”), que, en este caso, presenta, al mismo tiempo, los nombres
y epítetos -ya conocidos— de Nintu, «Señora del parto» (188; 211; 226,
etc.) y Bélet-11f, «Señora de los dioses» (189, c: 8”); el poema, tratando
también, así, acerca de la etiología de los calificativos divinos, explica-
rá en 246 s. cómo, gracias a sus actos, ella ascendió y se convirtió en
«Señora de todos los dioses» (Bélet-kala-110, de Mammi, Mammi la experta
(193; 246; 250) y -Matrona divina»/«Partera de los dioses» (193) (ver IV,
$ 10 y VIL $ 11). Pero, a pesar de que ella puede dar forma a dicho pro-
totipo en virtud de sus capacidades naturales, puesto que éste es el
papel de la mujer en la generación (189 s.; c: 9), se declara incapaz de
actuar por sí sola: necesita la ayuda de Enki/Éa, que le suministará; ya
312 Ver XIL, $ 21. En acadio, «volver a la arcilla / a la tierra» era una manera de
hablar de la muerte: así 48: 133, 51, 1: 74 y Iv: 15.
313 Ni los intérpretes de los textos ni los autores de nuestros diccionarios parecen
haberse dado cuenta todavía de este matiz capital y traducen /ullí, sin más precisión,
como «hombre» (Chicago Assyrian Dictionary, L, p. 242 a) o como «el primer hom-
bre» (Akkadiscbes Handwórterbuch, 562 b), equivalencias con las que sólo se consi-
gue difuminar y falsear nuestra visión de la antropogonía mesopotámica. Ver el artícu-
lo citado en n. 317.
596 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
de los autores y de los usuarios del poema (que es preciso ver tras los *
personajes y los comportamientos que ellos ponen en acción en nues-
tros mitos, al igual que en todo aquello que han pensado o escrito), el
destino del Hombre quería que, tras su muerte, lejos de quedar reduci-
do a la nada, se separase de su cadáver, destinado en sí mismo a «con-
vertirse de nuevo en tierra/arcilla» ($ 13), una especie de doble sombrío,
volátil, vago, aquello que en nuestro folclore se conoce como «alma»,
«Fantasma» o, más exactamente, «espíritu», y que en acadio se conocía
bajo la denominación de etemmu y que muy probablemente se pro-
nunciaría, en principio, wetemmu (tomado del sumerio gedim)?. Este
«Fantasma», última apariencia adoptada por el hombre y prueba de que,
tras su muerte, seguía existiendo, aseguraba al difunto un culto ritual
por medio del cual se conservaba su recuerdo o, dicho de otro modo,
por el que conservaba una existencia que, desde este momento, se
puede considerar como menor. Al incluir en la naturaleza del hombre a
Wé-junto-con-su-tému (239, y comp. con H/va: 33), Enki introduce en
ella su destino postmortem: en virtud de sus componentes wé + temíl,
él sería, entonces, wefemmu, con todas las condiciones existenciales
que implicabla dicho vocablo. Esto es lo que nos explican los versos
215-218 / / 228-230%. Tal es el ingenioso, astuto y sabio plan que los
autores del mito han preparado para Enki/Éa, arreglándolo de tal forma
que su narración antropogónica dé cuenta, al mismo tiempo, de nues-
tra naturaleza, de nuestra razón de ser y de todo nuestro destino.
16. Antes de pasar a la acción, Enkí expone su proyecto a los 4nun-
naku, que lo aceptan por unanimidad (218-220). Se dispone todo para
que la indispensable muerte de la víctima escogida tenga lugar durante
una fiesta que implica un baño ritual (206 s. / / 221 s.), con el fin de
que los autores de la misma se puedan purificar enseguida de la man-
cha así contraída —lo que podría llevar a creer que no se trataba de una
«muerte legal», de un justo castigo llevado a cabo como consecuencia de
la conducta de la víctima, y que esta última no tenía nada que ver con
el provocador de la revuelta—. Una vez preparada la mezcla de arcilla y
de la carne y de la sangre de Wé, Enki la presenta ante los grandes dio-
ses que, quizá para transmitirle «mágicamente» sus cualidades operati-
vas, escupen encima (231-234), añadiéndole, así, algo de ellos mismos.
No se nos explica el modo en que Mammi se las ha arreglado para lle-
var a cabo su labor, sino que, tan pronto como acaba su trabajo, es
decir, una vez que ha dado forma a esta materia y preparado, así, el
modelo de hombre, tranquiliza a los dioses: desde ahora tendrán quien
los reemplace en Su tarea y, a poco que concedan a la nueva criatura
el «rumor: de la pululación, podrán escuchar el ruido ascendente de
318 Comp. con las siete diosas que intervienen, misteriosamente, en la creación
de modelo humano en 7: 31-36 s.
319 En los rituales de exorcismo y con el fin de aislar del «mal», de la influencia
de las fuerzas malignas, con frecuencia se encerraba el lugar desde el que se opera-
ba o al paciente al que se trataba con una línea circular que se trazaba espolvorean-
do el suelo con harina: ver Mythes et rites de Babylone, p. 49 ss.
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 599
ración» de los hombres por parte de Enki (19) y convoca a los auxilia-
res de este último para reprenderlos (22”-34”; un pasaje del fragmento
neobabilonio h (rev. 1: 1-43) precisaba que Enkí había hecho actuar en
secreto a los «Guardianes del mar» (ignoramos si se trata de los mismos
Labmu que hemos visto con anterioridad, pero, al menos, sabemos que
se se refiere a ellos como «monstruos(?): ibid. 5”, 12”, 19”, etc.), que, con
el acuerdo tácito de su amo y para suplir el agotamiento de la alimenta-
ción vegetal y cámica, liberan grandes cantidades de pescado, aliviando,
así, el hambre, pero sin atenuar, en cambio, la sequía. Incluso hasta es
posible que el mismo Enki haya logrado que Adad volviese a abrir, aun-
que sólo fuese un poco, las compuertas celestes (vi: 36 s.) y anular así,
una vez más, las medidas de Enlfil. Eran ya tantas las jugarretas que le
había jugado que Enkí, en su rincón, se reía para sus adentros durante
una nueva asamblea de los dioses (vI: 39-42).
19. Enlil, al convocar esta asamblea, tenía, al parecer, una idea: des-
pués de haber visto fracasar hasta ese momento todos sus intentos de
diezmar a los hombres y de reducir su tumulto, decide llegar hasta las
últimas consecuencias: aniquilarlos, resolución aberrante pero total-
mente conforme con el retrato que de él nos ha ofrecido el poema
hasta este momento: impaciente, zoquete, irreflexivo e incapacitado
para la previsión. El Diluvio, una cátástrofe irremediable, será el pro-
cedimiento empleado para lograr este objetivo tan radical. Al igual que
anteriormente ($ 17) con la epidemia y la sequía-hambruna, bajo la
denominación de Diluvio (abúbu en acadio, término cuya raíz posee
un significado que desconocemos; en sumerio se denominaba a.ma.ru,
denominación también muy oscura y que posiblemente sea un présta-
mo) se habían reúnido, y se habían acumulado, en un prototipo super-
lativo, único y terrorífico, los recuerdos, sin duda numerosos en dicho
país —testimoniados por múltiples e importantes indicios arqueológi-
cos, de enormes y devastadoras inundaciones de los dos ríos princi-
pales de la región, desbordados por culpa de las precipitaciones exce-
sivasó2!, Desde el punto de vista de los mesopotámicos, se trataba, en
cierto sentido, del arma definitiva que los dioses poseían, pues se podía
escapar a las enfermedades, incluso a las epidemias y a la falta de ali-
mentos provocada por la ausencia de agua, pero, en una región tan
llana y que carecía de la más mínima altura en que poder refugiarse,
nadie se podía librar de una inundación enorme que cubriese parte del
territorio y que no dejase nada con vida tras de sí. Esta es la razón por
la que Enlil quiere recurrir al Diluvio, inundando, así, todo «el país» o,
dicho de otro modo, toda la tierra ocupada por los hombres, de mane-
ra que ninguno de ellos pudiera escapar y, así, él pudiese recuperar la
calma y el sueño, que en este momento y dada su limitada capacidad
de reflexión, serían su objetivo principal. Reúne de nuevo a la asamblea
para, sin duda, informar a los dioses de la decisión que había tomado.
Pero también se propone adoptar una serie de precauciones y asegurar,
mediante un juramento solemne de todos los dioses, que ninguno de
ellos obstaculizará, ni traicionará, su decisión, tal como anteriormente
había sucedido. El estado de conservación de nuestra documentación
sólo nos permite asistir al principio (fin de la columna vb y al final de
la sesión, en la que Enki se opone al insensato proyecto de su sobera-
no. Una vez que el texto se vuelve a hacer legible, éste recuerda a todos
los dioses que, si él había inventado y creado al hombre, lo había
hecho, a petición expresa de los dioses y con su acuerdo unánime, para
salvarlos del hambre: por tanto, ¿cómo era posible que ellos quisiesen
ahora aniquilar su medio de vida (vi: 30*-37 Ésta es la causa que lo
lleva a negarse a prestar juramento en favor de la carnicería y a res-
ponsabilizarse de la organización de cualquier acción relacionada con
ella, tal como, al menos tácitamente, se le debió de solicitar, dado que
él era el ingeniero universal (38*46”). Así, Enki simplemente invita a
Entil a que tome por sí solo la responsabilidad de dicha decisión (47)
y, puesto que él ostenta el poder, a que desencadene el cataclismo con
todos los riesgos y peligros que éste implica (49 s.). Gracias al hilo
argumental del relato (sobre todo Tl/t1: 36 s.; 53 s.; vr 44), tenemos
buenas razones para suponer que, en la treintena de líneas perdidas al
inicio de la columna vn, el obstinado soberano acababa convenciendo
a los dioses para que apoyasen su proyecto e, incluso (comp. con TH/v1:
$ s.), que todos jurasen solemnemente, Enkí incluido (46: 251 s.; 48:
186 s.), que no se opondrían a él, ni tan siquiera advirtiendo a los hom-
bres del peligro que los amenazaba. De ahí la «decisión final. adoptada
por la asamblea y la amarga reflexión que el autor, in petto, realiza una
vez más con respecto a Enfil (vu: 34 s.).
20. A partir de este momento ya se podía desatar el Diluvio, cuyo
relato ocupa las tres cuartas partes de la tablilla UI del texto de Kasap-
Aya. En la primera parte, Enki/Éa, incapaz de salvar a la humanidad, se
decide, al menos, a conservarla en el futuro, salvando al Muy Sabio, y
para ello concibe un plan de salvación que va a revelarle a éste. Sin
embargo, fiel a su juramento, prestado, incluso, a contragusto, no puede
revelar ni comunicar directamente el plan de Enfil. Así, tal como, qui-
zás, ya había hecho en una ocasión anterior (U/nr: 8 y 10), comunica a
su protegido el anuncio del desastre enviándole un sueño premonito-
rio. Cuando el Muy Sabio le pide una explicación, y siempre para evi-
tar faltar a la promesa realizada, según la cual «no hablaría a los hom-
bres», se dirige al entramado de cañas que, en la arquitectura de esta
época y de esta región, formaba el cierre y la pared de la «casa» ocupa-
da por su fiel (IM/1: 21). De este modo le comunica, de manera indirecta
pero clara, que abandone todo y que construya un barco, cuya cons-
trucción él mismo le explicará (22-33), prometiéndole abastecerlo en
abundancia de las provisiones necesarias para el viaje (34 s.). Enki tam-
poco le revela el momento en que tendrá lugar el cataclismo: será la
604 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
acción: cielo y tierra (Ml/1v: 15”s. y / /); sin embargo, h abarca todo el
universo: el cielo, vigilado por los mismos Anu y Adad, y la tierra, cuya
vigilancia sustrae a Enlil para confiársela a Sín y a Nergal, a los que
añade el mar, que entrega a «Éa y a sus monstruos» (rev. 4-7, con la cuá-
druple repetición 8-11; rev. 11: 2-5; 9-12 y 31-35): añadido inútil, pues
el mar poco tiene que ver con la sequía, incluso, lega a ser contrario al
espíritu del texto genuino que descartaba de esta labor de vigilancia a
Enki/Éa, cuya lealtad despertaba, en mayor o menor medida, sospechas
en Enlil. El inicio del Diluvio, que sólo ocupa tres líneas en el manus-
crito de Kasap-Aya (Ml/1: 48-50), ocupa al menos diez en i, rev. 3's. Y,
así, otros muchos ejemplos...
23. Es preciso detenerse durante un instante en los cuatro relatos
centrados específicamente en el Diluvio (46-49). El más difícil de anali-
zar es el de Ras Shamra (47), pues no se conserva gran cosa del mismo.
Su dependencia con respecto al Muy Sabio está, al menos, comproba-
da, no sólo a través del episodio del «juramento de los dioses» (9-11) y
de la «empalizada de cañas» (11-24), sino también por el nombre del
héroe, curiosamente «sobreacadizado», si así se puede decir, mediante el
añadido de la desinencia de nominativo -um (AtrambasísUM) al voca-
blo Atra(m)-basís, que, ni por su significado ni por su presentación gra-
matical, debía de implicarlo —estamos, por tanto, ante un barbarismo
«venial que tenía lugar en un país en el que el acadio no era, en modo
alguno, la lengua corriente.
24. El Relato en sumerio (46) no sólo sigue de cerca al Muy Sabio, sino
también a todo el conjunto de la historia que se narra en dicho relato: a
juzgar por las evidencias, concede a la pareja Enki-Nintu (39; 907: 140;
142) el papel fundamental en la creación y el cuidado de los hombres;
recuerda las «lágrimas» de la diosa ante la idea de Diluvio (140) y mues-
tra a Enki intentando cambiar su juramento (142-144); evoca su comuni-
cación del mensaje a través de un sueño (1409) y el episodio de la pared,
al igual que el objetivo fundamentalmente aniquilador que, en opinión de
los dioses, debía llevar a cabo el Diluvio (156-160). Este último, también
en este caso, dura «siete días y siete noches» (203) y el primer interés de
su héroe, tan pronto como finaliza, es ofrecer una comida a los dioses
(201-21D; por último, conserva asimismo el recuerdo de la disputa final
entre Entil y Enki (251 s.), antes de que se produzca la nueva puesta en
marcha de la humanidad y del mundo (253). Esta relación llega, en oca-
siones, a ser tan rígida que provoca pequeñas variaciones; por ejemplo,
el fragmento en que, una vez calmado el Diluvio, su héroe, para aban-
donar el barco, «practica, en él una abertura» (207) por la que «Utu el
valiente ilumina todo el interior» (208), no es, evidentemente, más que
una errónea referencia al pasaje del poema en que Enki, para que el
navío que se tiene que fabricar esté herméticamente cerrado y sea, por
tanto, insumergible, ordena al Muy Sabio que lo «teche» o, dicho de otro
modo, lo cierre por su parte superior «para que Sama (/Utu) no vea su
interior», es decir, para que la luz del día no penetre en él.
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 609
32 Todo el pasaje parece deber su origen a una de estas asonancias que tanto
gustaban y se apreciaban en este país (Mésopotamie, p. 113 s. y supra $ 15): los
correspondientes sumerios de los términos aquí señálados en acadio (kukku, «pane-
cillos», y Ribtu, «granos de trigo») son casi homófonos: g18 y gig.
EL GRAN GÉNESIS BABILONIO 613
323 Sobre las relaciones con el Diluvio bíblico ver el artículo citado en n. 321.
614 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
que sirvieron a dicho personaje para lograr la vida eterna. Por este moti-
vo el autor descarta de su narración todo lo que podía recordar la ver-
dadera perspectiva del relato: así, en la discusión final de los dioses
(172 ss.) no se escucha ni una sola palabra de todo aquello que en el
Muy Sabio tiene que ver con las nuevas condiciones de la existencia
humana; los orígenes y los avatares de la humanidad aunque el autor,
por Otra parte, estuviese debidamente informado acerca de ellos— no
tenían sitio dentro del horizonte de su epopeya.
28. En su estado original, el Diluvio no es más que uno de los mitos
reunidos o preparados por los autores del Atrapasís para constituir la
explicación que ellos querían dar acerca de los orígenes del hombre, del
sentido de su existencia, de sus obligaciones originales para con el
mundo sobrenatural, así como de las ambiguas relaciones que éste últi-
mo mantenía con ellos desde el origen de los tiempos: esperaba que su
trabajo le asegurase una existencia tranquila y provista de todo tipo de
bienes, pero, al mismo tiempo, tenía celos de sus éxitos y, temiendo que
le acarrease algún daño, les impedía llegar a prosperar del todo, com-
batiéndolos mediante pruebas colectivas, como epidemias, hambres o
inundaciones, hasta que los acaban aceptando tras haberles impuesto
unas condiciones restrictivas de reproducción y de duración vital las
mismas condiciones que recuerda la memoría humana desde siempre.
Por todos estos hechos que, en sí, resultan enigmáticos para mentalida-
des ingenuas y, en suma, nuevas, el Muy Sabio, de acuerdo con el sis-
tema de representaciones y de valores vigente en su tiempo, ofrecía una
«explicación satisfactoria y racional» gracias al único mecanismo intelec-
tual que tenía a su alcance: «la invención calculada». Pero, como se le
planteaban múltiples cuestiones, necesitaba, para darles respuesta, reu-
nir y encadenar una cantidad considerable de «invenciones calculadas»:
la mayoría de ellas ya eran, sin duda, conocidas posiblemente desde
hacía mucho tiempo, pero otras, con toda verosimilitud, fueron adapta-
das o claramente elaboradas para la ocasión. Así, por ejemplo, la muy
sutil explicación de la naturaleza del hombre y de su destino a través
de su doble nombre ($ 15), obra maestra de una penetrante inteligen-
cia, totalmente integrada dentro de la «lógica» y de la «dialéctica» que los
antiguos eruditos del país habían elaborado, entre otros procedimientos,
a partir de su propio sistema gráfico??,
Así pues, los autores de esta obra los han reunido, arreglado y aco-
modado dentro de una vasta síntesis mitológica que, a pesar de su pre-
sentación literaria, su sobrio lenguaje, su estilo grave y, a la vez, noble
y discreto, pero vacío de lirismo y de inspiración, motivo por el que no
llega a seducirnos demasiado, nos resulta, sin embargo, admirable gra-
cias a la amplitud y a la profundidad de sus puntos de vista, a la inteli-
gencia de sus «demostraciones y sus análisis, y a la fuerte convicción
con la que debía de impactar y penetrar en sus antiguos lectores y usua-
331 Este fenómeno quizá se explique, de manera más precisa, como consecuen-
cia de la fecha bastante tardía de composición y de edición del poema, y por el carác-
ter duradero (ver $ 25) y, por tanto, más o menos «definitivo», al menos de facto, del
cambio religioso que confirma.
332 Es muy posible que el Miummu que precede a Tiamat en el texto conservado
de la línea 4 no sea, en realidad y como mucho, más que un simple epíteto de ésta
que quizás haya podido ser mal copiado Gen vez de ummu: «madre»). Con mucha
frecuencia se consideró, erróneamente, que este Mummu era una tercera persona»,
aparecida al mismo tiempo que la díada original. Se trata de un error antiguo, anterior
posiblemente a Damascio ($ 25), que sería el primer testimonio del mismo (?). Es posi-
ble que dicho error se haya visto favorecido por la mención del «paje» de Apsá en 1:
30 s.. La interpretación dada por Damascio a dicho término (ver apartado citado) —y
que quizás también fue seguida por otros autores, ¿posiblemente incluso de la tradi-
ción local?—, para quien significa «El mundo inteligible», pudo haber venido motivada
por el nombre común acadio %1momu, término cuyo significado hace referencia a algo
que es substancial, objeto o sujeto de creación, y que también se utiliza preferente-
mente en el binomio bít imummu, «habitación, sala de mummtt-, con el que se desig-
naba un anexo del templo en el que se reparaba, y quizá se confeccionaba, el mate-
rial del culto, empezando por las imágenes y estatuas de los dioses, y que tal vez
también servía de scriptorium. Ver Chicago Assyrian Dictionary, M/2, p. 197 ss.
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 619
A calmar su tumulto.
Tiamat, sín embargo,
Permanecía impasible ante ellos:
Sus maniobras
Le resultaban desagradables,
Su conducta, reprobable.
Pero ella los protegía.
Entonces, Apsú,
El protector de los Grandes Dioses,
30 Llama a su Mummu
Y le dice:
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
ui
ui
Crisis En su reunión,
Se les repite
A los dioses, sus retoños.
Al saberlo,
Estos dioses se agitaron,
Después guardaron silencio
Y permanecieron quietos.
Gracias a su superior inteligencia,
A su experiencia y sutileza,
60 Éa, que todo lo comprende,
Traza su plan.
Lo compagina con las intenciones de Apsú
Y traza un proyecto conjunto:
Tras baber apuntado contra él
Su más fuerte encantamiento augusto,
Lo recita
Y, gracias a un filtro, lo bace descansar:
El sueño lo invade
Y duerme beatificamente.
Una vez que bubo dormido a Apsú,
Invadido por el sueño,
(D) con Murmmu, el Consejero,
Demasiado atoñtado para estar alerta (?),
Éa suelta la diadema de la frente de Apsú
Y lo despoja de su corona:
Confisca su brillo sobrenatural
Y él mismo se reviste con él;
Después, tras baberlo vencido,
Lo mata
70 Y encierra a Munmmu,
Atrancando, ante él, la puerta.
Construcción Entonces estableció sobre Apsú
del Apsú Su Habitáculo,
Y cogió a Murnamu,
Al que agarraba por la correa de su nariz.
Una vez que Éa hubo inmovilizado
Y derrotado a estos malvados
Y obtenido
Su triunfo sobre sus adversarios,
Amuralla sus residencias
Y descansa en la mayor calma:
Da a este palacio el nombre de Apsí,
Y allí señala las Salas de ceremonias.
622 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
vu
preparativos Lo supo
En principio no se movió, [sorprenidido,
Permaneció quieto.
Pero, despuéls] de haber reflexionado,
Y una vez calmada su ira,
Se presenta en persona
Alnjte su abuelo, Aníar.
Unla] vez en presencia de Andar,
Padre de su progenitor,
10 Le repite, a él mismo,
Toldlo lo que babía tramado Tiamat:
«Padre Mío, Tiamat, nuestra generadora,
Nos ba tomado odio.
Tras baber celebrado un consejo,
Ella, furiosa, echa espumarajos
Y sus dioses, al completo,
La rodean:
¡Hasta aquellos que vos habéis creado
Se han puesto de su parte!
Dispuestos en un círculo
Detrás de Tiamat,
- Furibundos, conspirando sin descanso,
Día y noche,
Dispuestos para el combate,
Dando patadas, rabiosos,
Han tenido una reunión
Para planificar la guerra.
La Madre-Abismo,
Que todo lo babía formado,
Acumuló armas irresistibles:
Ha parido dragones gigantes,
De dientes lafilaldos,
De colmillos (2?) despiadados,
Cuyo cuerpo ha llenado
De veneno en forma de sangre;
Y feroces leviatanes,
A los que ha revestido de espanto
Y ha-cargado con un brillo sobrenatural,
Asimilándolos, así, a los dioses:
“Quien los vea (ba dicho ella)
Wu
ui
Caerá desmayado!
¡Y una vez lanzados (dice ella)
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 627
Nunca retrocederán!”
Ella también ba creado las bidras,
Formidables dragones, monstruos marinos,
Leones colosales,
Grandes perros guardianes rabiosos, hombres-
escorpión,
Monstruos agresivos,
Hombres-pez, gigantescos bisontes:
30 ¡Todos ellos esgrimen armas despiadadas
Y no temen el combate,
Los poderes que les ba otorgado (son) desmedidos,
Y ellos, irresistibles!
¡En verdad, estos once
Son así, tal cual ella los bizo!
Después, entre los dioses, sus retoños,
Que habían mantenido una reunión con ella,
Exaltó a Qingu,
" Concediéndole, entre todos ellos, el más alto
Tango:
Encabezar el ejército,
La dirección de la asamblea bélica,
El levantamiento del arma para la intervención,
La dirección de la batalla,
La autoridad
Sobre [los colmbatientes:
Ella [ha puesijo todo esto en sus manos
Y lo ba colocado en el asiento de honor,
(Diciendo): “¡Yo be pronunciado, la fórmula en tu
beneficio
Y te be becho preponderante en la Asamblea de
los dioses;
40 Te be ofrecido
El [Principado sobre todos ellos!
¡[S]é, pues, el más grande!
¡Sé mi único esposo!
¡[Quel tu nombre sea lelxaltado
Sobre todos los Anunnaki/”
[Y ella le ba enftregado la Tablilla de los destinos,
Que ba [filjado sobre su pecho:
“¡Que tus órdenes sean irrevocables! (ba dicho ella).
¡Que se cumpla tu palabra!”
Qingu fue, laslí, exaltado
Y tomó posesión de la supremacía.
[A] los dioses, sus bijos,
Ella (2) les ba fijado el siguiente destino:
“¡Simplemente [con abrjir la boca,
628 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Extinguiréis el fuego!
¡Que [vuesjtro [veneno] concentrado
Medidas Venza la tirania!”»
defensivas [Cuando Ansar conoció]
adoptadas por Este problema (?) tan preocupeante,
los dioses [Se golpea el muslo (2)]
Y se muerde los labios:
Su [almija (?) [estaba molesta (2)
Y su espíritu inquieto.
[Pero, al ver a Éa, su] retoño,
Sus recriminaciones se disiparon:
«Tú mismo, (le dijo) (2),
Serás el adversario en el combate:
Soporta el choque
[De la acción quel ella [difrigirá contra (2) ti.
[Tú bas encadenado a Mummu (2),
un
ui
ro p
60 Entonces Ea
Albrijó su boca:
(¡Ob tú, espíritu prlofundo,
Que estableces el Destlino],
[Tá, el único quel tiene poder
[Para crejar y aniquilar! —
[An3ar, espíritu prlofundo,
Que estableces el Destino,
[Tú, el único quel tiene (poder)
[Para crear y anfiguilar,
[La orden] que tú me bas dado,
Nosotros [la...] en el acto.
Tan pronto (2) como yo baya (?) becbo
1]
[Yjo mismo [, yo... ]
Apsú, para/en [ 7
Abora [ 1
[ ]
[...yo suprimi (2)] al rebelde,
Exterminado [ l
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 629
70 Aniquilado [ 1
[ »
Una vez que Ansar [bubo escuchado] este discurso,
Lo acepta.
[Concede su acluerdo (?),
OD le dice a Éa:
«Tu [allma
f ] alborozada.
[El comportamiento (2)] inapropiado de Tiamat
Debe ser [castigado] (2).
75 Entabla (PL por tanto, el combate
Contra (2)] Tiamat:
[ ]
[ 1
[Éa, entonces, marchó, intentando
enfterarse
[De los pllanes de [TiaJmfat].
[Pero...]
[El desanjda lo landado].
[Y no puede ser, así (2),
El vjengador de los dioses.
80? [Va de nuevo al encuentro de Anñar),
Se dirilge a él]:
l ]
Sul ha prevalecido (?)] sobre mí
[ ]
[De Qingu (?),/ su esposo
[ 1
Temer (?) [el combjate]
[ 1
¿Quíién], entonces, [va al avanzar contra ella
85? [Y va a relducir al silencio
[ P?
[¡He aquí por qué (?)]
[Yo be desanidado lo andlado]!
[Sin embargo, todavía queda Anu (2)]
Envíalo [en mi lugar (2).
e,
mm,
A
A
—
A
A
A
A
—,
A
AU
630 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
[ J
[(Angar) dfirige, entonces, estas [palabras]
[A Anuj, su bijo:
kAnu (2), ajqui tienes
El [alrma sobrenaturall] de los Campeones:
¡Su poder les prodigioso (2),
Irresistible su ataque!
95 ? [¡Vete, entonces), tú mismo,
A enfrentarte cara a cara con Tiamnat.
[Para quel su alma [se tranquillice
Y su corazón se ensanche.
[Pero, sli ella no quiere
Escuchar tus palabras,
Conjúrala con un [becbizo 1
Ella se tranquilizará!»
Después de que él [hubiese escuchajdo
El discurso de st padre Ansar,
100 > (Anu) [emprenidió [el camilno hacia ella,
Hacia ella dirige él sus pasos.
Anu /[marichó: ,
Pero cuando se bubo enterado de los planes de
Tiamat,
[Se asustó (2) y)
Y desanduvo lo andado.
[Volviendo, entonces, al encuentro de]
Anar, su padre y procreador,
[Él
Y se dirige a él:
105 ? fu :
Me [ba vencido (2Mt».
A Marduk, su retoño:
«Si tu destino, Señor,
Contrarresta, en efecto, el del resto de los dioses,
Ordena que se lleven a cabo
La desaparición y, después, la reaparición!
¡Una simple palabra (salida) de tu boca,
Y esta constelación desaparecerá;
Y, de nuevo, otra orden
Y volverá a aparecer, intacta!s
¡Con una sola palabra él da la orden
15]
0]
Y la constelación desaparece;
Después, da una nueva orden
Y la constelación se volvió a formar!
Una vez que los dioses, sus padres, hubieron com-
probado
El efecto de aquello que salía de su boca,
Lo saludaron con alegría:
«Marduk, tú eres el único Rey!
Y, rápidamente, le entregaron
El cetro, el trono y el bastón real.
30 Después le dieron el Arma sin igual
Que derriba a los enemigos:
«Parte, pues,
A cortar la garganta de Tiamat,
Y que los vientos
Lleven su sangre en secreto!»
Habiendo, así, establecido el destino de su Señor,
Los dioses, sus padres,
Lo contemplan en el camino
Del éxito y del logro.
Se prepara para 35 El prepara un Arco,
la guerra Al que designa como su arma;
Ajusta en él una flecha
Y tensa la cuerda.
Blande su maza
Empuñándola con la derecha
Y cuelga de su costado
El arco y el carcaj.
Pone relámpagos
En su rostro
40 Y se guarnece el cuerpo
Con ardientes llamas.
Al confeccionar una red
Para envolver a Tiamat,
Reúne los Cuatro Vientos
Para que nada pueda escapar de ella:
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 641
Empezó a gritar;
Furiosa, a voz en cuello.
90 De abajo arriba, por todas partes,
Sus extremidades pataleaban.
Ella mascullaba sus encantamientos,
No dejaba de lanzar hechizos,
Mientras sus dioses combatientes
Afilaban, ellos mismos, sus armas.
¡Entonces se enfrentaron,
Tiamat y Marduk, el Sabio de los dioses,
Se trabaron en el combate
Y se encontraron en el cuerpo a cuerpo!
Pero el Señor, habiendo desplegado su red,
La envuelve,
Después arroja contra ella al Viento malo,
Que la coge por detrás.
Y cuando Tiamat abrió
Su boca para tragarlo,
El precipita al Viento malo
Para impedirle que cierre sus labios.
Todos los vientos, furiosos,
Le llenaron, entonces, el vientre
101 0 Hasta tal punto que su cuerpo se hinchó,
Con su gran boca abierta.
Entonces el lanza su flecha
Y le desgarra la panza,
Le corta el cuerpo por la mitad
Y le abre el vientre.
La Victoria Así triunfa sobre ella,
Poniendo fin a su vida.
Después echó abajo su cadáver
Y se lo puso encima.
Cuando el Capitán
ur
Atrapados en la red,
Immovilizados en la trampa,
Acorralados en un extremo,
Llenos de gemidos,
Sufrieron su castigo,
Detenidos en prisión.
s Por lo que respecta a esas once criaturas,
Las rodeadas de espanto,
Diabólica coborte
A la que todos babían acompañado,
Él les pone correas en la nariz
Y les encadena los brazos:
A pesar de su belicosidad,
Las pisotea.
Finalmente, a Qingu, !
Que había sido promocionado de entre todos
ellos,
Lo vence
Y lo convirtió en un «dios muertos;
Le quita la Tablilla de los destinos,
Que no le pertenecía,
Y, habiéndole precintado su sello,
La fija a su pecho.
Una vez que biubo inmovilizado y vencido
Á estos malvados,
Que, a los pretenciosos adversarios,
Les obligó a bajar (2) la cabeza,
Que aseguró, por completo,
La victoria de Andar sobre sus enemigos,
Y que Marduk, el Campeón,
Hubo cumplido el voto de Nudimmud,
Con su poder debidamente reforzado
Sobre los dioses vencidos,
Finalmente, volvió
A Tiamat, que babía sido vencida por él.
¡Habiéndose, así pues, montado el Señor
Sobre la parte inferior de Tiamat,
130 Con su despiadada maza
Le partió el cráneo;
Despuúes le corta
Las venas,
Que ordenó al Viento del Norte
Llevar al Secreto!
Sus padres, al ver esto,
Se llenaron de regocijo y alegría,
Y ellos mismos bicieron que se le llevasen
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 64
Mn
Ofrendas y presentes.
La creación y 135 Con la cabeza descansada, el Señor
organización Contemplaba el cádaver de Tiamat:
del mundo Quería cortar la carne monstruosa
Para fabricar maravillas.
Él la partió en dos,
Como un pescado seco,
Y prepara una mitad
A la que curva a modo de cielo,
Y extiende la piel,
Instalando en ella guardias
140 A los que concede como misión
Impedir que se desborden sus aguas.
Atravesando, entonces, el cielo,
Estudia allí las Salas de Ceremonia
Para hacer una réplica del Apsú,
El habitáculo de Nudimmud.
Y el Señor, habiendo tomado las medidas
De la planta del Apst,
Edifica, siguiendo su modelo,
El Gran Templo de la ESarra:
145 ¡Ese Gran Templo de la Esarra
Que así edifica es el Cielo!
Hizo que allí ocupasen su lugar
Anu, Enlil y Éa.
A izquierda y derecha.
En el mismo bígado de Tiamat
Sitúa las altas zonas celestiales.
Después, bizo aparecer a NannaCLuna),
A la que confía la nocbe.
Le asigna la Joya nocturna
Para definir los días:
«Cada mes (le dice), sin interrupción,
Ponte en marcha con tu disco.
El primer día del mes,
Enciéndete por encima de la Tierra;
Después quédate con tus cuernos brillantes
Para marcar los seís primeros días;
El séptimo día,
Tu disco deberá estar por la mitad;
El decimoquinto día, cada medio mes,
Ponte en conjunción con Samas-(Sob.
Y cuando Samas, desde el horizonte,
Se dirija bacia ti,
Según tu deseo
Disminuye y decrece.
El día del Oscurecimiento,
Aproxímate a la trayectoria de Sama,
Para que el día treinta, de nuevo,
Te encuentres en conjunción con él.
Siguiendo este camino,
Dlefinid] los presagios:
Unios [ 1
Para dar las sentencias adivinatorias.
Que Sama / 1
uy
dh
f ] muertes y despojos.
[
f
Culando
[
xl
A
- f
A
Sa/mas
[
a A
30 En[
A
[
A
Que (D[
A
[
xl
A
[
Que no baya [
Aa
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 647
—
Que (1
É
f
35 Enf
[
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Calda] día [
[
Delsde (?)
mm
f
po]
[
[
[
40 El añlo
==
[
En el primer día del [Año
.
[
El añlo
a
f
A
Quel Ss
[
SÁ
[
45 Una vez que él hubo aslignado
El día a Sama (2)]
[Y confió a... 1
La guardia de la nocbe y del dia],
[Reúne (2) ]
La saliva de Tiam/at),
Y Marduk forma, con ella, lla nube (?),
Que asigna a Adad (2) (dios de los meteoros)].
Habiéndola condensado en nlubes],
Las bizo flotar (en el firmamento).
50 La aparición del viento,
[La caílda del chaparrón,
El vapor de la niebla,
El amontonamiento de la espuma de Tiamat (=
la nieve),
Todo esto se lo asigna en persona
E bizo que él lo tomase a su cargo.
Habiendo preparado, entonces, la cabeza de Tia- s
mat,
Amontona por enclima una montaña]
En la que abrió una fuente
(De la cual) surje un chorro.
35 El abrió, en sus ojos,
648 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
El Éufrates y el Tigris.
Obtura las aletas de su nariz,
Que reserva para [ ].
Sobre sus pechos, él amontona
Las mo[ntañjas lejanas,
Y, en ellas, excava fuentes
Para que fluyan las cascadas.
Por último, él dobla su cola
Y la ata [al] Gran Cable
60 Bajo el cual
[El ] el Apsi.
[Prepara la grJupa (2) de Tiamat
Para sostener el cielo
Y techa [su otra mitad (?)] !
Para consolidar la tierra.
(Su) obra lasí rematada],
Él la equilibra (?) en el interior de Tiamat;
[Después, despleglando su red,
Él la desenvuelve por todas partes, '
Formando, así, una [envoltura] (2)
Para el cielo y la tierra,
Y asegurando [perfectalmente (2)
f 1 su cobesión (?).
De inmediato, él traza las reglas del curso perfecto
de las cosas
Y dispone sus estatutos de funcionamiento:
Establece los Poderes delegados de los dioses
E inviste con ellos a Éa,
Muestra la [Tablilla de los Delstinos
Que babía confiscado a [Qilngu !
70 Y (la) coge para ofrecer(la) a Anu
Como primer regalo de bienvenida.
[En (2) la reld de combate
Que había colgado del costado,
Él presenta ante sus [paldres
_ [Los dioses de la Cábala dle (Tiamat),
Las once criaturas
Greadas por ésta y que él [ ]
Él los ata a sus pies,
Después de haber roto sus larmjas,
75 E bizo imágenes [de ellos]
Que colo[ca] en las [puertas] del Apsú:
«A modo de recuerdo (dijo)
Que nunca se olvidará en el futuro!»
Primera Cuando [los] dioses vieron esto,
investidura de Su corazón se llenó de dicha y de alegría, í
Marduk
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 649
A
[
Habiendo abierto su boca,
Delclararon a los (2 Igigi:
«De abora en adelante, [Mar/duk
No es sólo nuestro bfijlo bienamado,
110 Es, además, vuestro Rey,
Acatad sus Órdenes!
Y, volviendo a tomar la palabra,
Dijeron unánimes:
«¿Su nombre es Lugal.dimmer.ankia,
Confiad en él!
Una vez que ellos, de este modo,
Hubieron concedido la realeza a Marduk,
Pronunciaron, igualmente, en su bonor
La Fórmula de la Felicidad y del Éxito:
5 «A partir de este día
Serás el protector de nuestros lugares de culto!
¡Todo aquello que tú ordenes,
Nosotros lo ejecutaremos!»
El proyecto de Marduk, tras abrir la boca, también
Babilonia Tomó la palabra
Para pronunciar este discurso
A los dioses, sis padres:
«Por encima del Apsíl,
El lugar que vosotros habitáis;
120 Y a modo de réblica de la ESarra,
Que yo mismo construf para vosotros,
Pero más abajo, en un emplazamiento
Cuyos cimientos yo consolidé,
Quiero construirme un templo
Que será mi habitáculo preferido,
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK
to
El abrió [entonces la boca
—Abora bien, su pallabra era sobelranat-]
Y/
El les [dijol:
«¡Es [
Que serán confiladas] vuestras [prestaciones co-
tidianas]to
(Entonces, ) postrados ante él,
Los dioses hablaron
150 4 Lugal.dimmer.ankia, su Señor,
Le dijeron:
“¡De abora en adelante, el Señor
No sólo sera nuestro bijo bilenamadoj!
¡De abora en adelante, será nuestro Rey,
Salbio y HH
¡Él, [culyo salnto] encalntamiento]
[Nos] ba dado la vida!
(¡Él que ba 1
[El brilllo sobrenatural de la maza y del cetro!
155 (¡Que Éa, experto en los procedimientos
De toldas las télenjiclas],
Prepare los planels...(?));
Nosotros, [nosotros los ejecutaremos!.
Comunicándole su proyecto
Para el ocio de los dioses:
«¡Que se me entregue
A uno de sus hermanos:
Éste tendrá que perecer
Para que, así, se puedan formar los hombres!
¡Que los Grandes Dioses
Se reúnan
Para que el culpable sea entregado
Y los demás permanezcan sanos y salvos!»
Marduk,
Habiendo reunido,. entonces, a los Grandes
: Dioses,
Les ordena con benevolencia
Y les da a conocer sus directrices;
Y, cuando abrió la boca,
Todos los dioses lo escucharon con respeto.
El Rey, entonces, dirige
Estas palabras a los Anunnaki:
«Hasta abora vosotros sólo babéis dicho,
Realmente, la verdad!
¡Pues bien! ¡Una vez más, pronunciad
Sólo palabras verdaderas!
¿Quién
Tramó el combate?
¿Quién impulsó a Tiamat a rebelarse
Y quién organizó la batalla?
¡Que me sea entregado
Aquel que tramó el combate
Para que yo le imponga su castigo
Y vosotros podáis vivir ociosos!»
Los Igigi, los Grandes Dioses,
Le respondieron,
A él, a Lugal dirmmer.ankia,
Al soberano de los dioses, a su Señor:
«¿¡Qingu, él solo
Planeó el combate,
30 Impuisó a Tiamat a la rebelión
Y [orlganizó la batalla!»
Éste, entonces, es atado
Y llevado ante Éa.
Después, para infligirle su castigo,
Se le sangra,
Y con su sangre
Éa fabricó la humanidad,
A la que impuso las fatigas de los dioses,
CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
vi
“Constrivid, así pues, Babilonia (dijo),
Dado que queréis asumir dicha labor!
¡Que se prepare su enladrillado,
Después levantad su parbilera!»
Los Anunnaki
Cavaron el suelo con sus azadas
60 Y durante un año
Moldearon ladrillos;
Después, a partir
Del segundo año,
Del Ésagil, réplica del Apsúl,
Alzaron la techumbre.
También construyeron
La alta torre de pisos de este nuevo Apsí.
Allí dispusieron un babitáculo
Para Anu, Enlil y Éa.
Entonces, en plena majestad,
Él vino a ocupar su lugar ante estos últimos.
¡Desde el pie de la ESarra
Se podía contemplar el pináculo!
Una vez rematada
La obra del Ésagil,
Todos los Anunnaki
Se reservaron allí sus lugares de culto:
¡Trescientos Igigi del cielo y seiscientos con los del
Apsúl
Estaban, en total, allí reunidos!
70 El Señor, en el muy augusto emplazamiento
Que ellos le habían construido como habitáculo,
Invita a su banquete
A los dioses, sus padres.
«¡Aquí tenéis Babilonia (les dice),
Vuestro habitáculo y residencia:
Disfrutadla!
¡Saciaos de su alegría!»
¡Los Grandes Dioses
Ocuparon, así pues, su lugar
Y, presentando Sus copas,
Siguieron celebrando el banquete!
Investidura Después de que bubiesen ejecutado
solemne y Un aire festivo
definitiva de Y en el terrorífico Esagil
Marduk
Se bubiese procedido a la oblación,
Después de que se les hubiesen confirmado los pode-
res que les babían sido delegados,
Así como todos sus oficios,
636 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
333 Los nombres de Marduk son en este caso, objeto de una numeración parti-
cular que aparece representada en el margen izquierdo: (D), (2), etc.
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 659
De nuestro Protector,
Exaltemos, por tanto, los nombres!»
165 Y, sentándose en la Asamblea,
“Ellos nombraron sus Destinos
Para que en todas las ceremonias
Se le invoque con un nombre diferente:
partes
Como Sa.zu.záh.gú.rim:
¡Aquel que personalmente, en el cuerpo a cuerpo,
Aniquiló a todos los adversarios!
En.bi.lu.lu: jes el Señor
Munífico por naturaleza!
¡El poderoso Pastor de los dioses, que
Instituye sus ofrendas,
Que funda y bace prosperar sobre la tierra
Pastos y aguadas,
60 Que excava los ríos
Y, con ellos, distribuye el agua fertilizadora!
0 Que también se le denomine En.bi.lu.lu.e.pa,.dun:
¡El Señor de la llanura y de la oleada (2),
62 El Fontanero del Universo,
El Fundador de los surcos!
62b ¡Aquel que, en pleno desierto, estableció
La santa agricultura,
63 Que alinea la distribución de las tierras y los canales
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 663
En pleno combate;
¡Aquel que establece las delegaciones de poderes del
Universo
Y establece la soberanía!
(45) ¡Kin.ma: el Gobernador de todos los dioses,
Su Consejero,
Ante cuya mención todos los dioses reaccionan ale-
rrorizados,
Al igual que ante la tempestad!
(46) ¡En calidad de É.siskur, en majestad,
El residirá en la Casa de oraciones,
10 Y los dioses, ante él,
Presentarán sus regalos,
Mientras él recibe
Su homenaje!
¡Sólo él
Ha podido crear tales maravillas!
¡Los cuatro grupos de cabezas negras
Son sus criaturas:
Ningún otro dios, salvo él,
Sabe dirigir su existencia!
(47) 115 ¡Gibil: aquel que garantiza
El resultado de la guerra,
Y, tras un cuerpo a cuerpo con Tiamat,
Se dedicó a crear maravillas!
¡Vasto es su entendimiento,
Él es capaz, inteligente,
Y los dioses, todos ellos, no llegan
A comprender su insondable corazón!
(48) Addu será, también, su nombre:
¡Como tal recubrirá toda la superficie del cielo!
120 ¡Que su benéfico estruendo
Resuene por encima de la tierra!
¡Que, por medio de la lluvia, vacie
La sustancia de las nubes!
¡Y que, con ello, aquí abajo,
Proporcione su subsistencia a las poblaciones!
(49) ¡Añaru: aquel que, de acuerdo con su nombre,
Reguló los destinos de los dioses
Y se encargó personalmente
De todos los pueblos! s
60 124bis Nébiru: él es
Quien cuida los pasos entre cielo-tierra:
125 ¡Nadie pasa de arriba a abajo
Sin solicitárselo!
Nébiru es su estrella,
666 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
35% Existe una tradición que lo presentaba como hijo de Angar (2: 34).
672 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
lla, Tiamat busca para su lecho a un sustituto del difunto 4psá (135),
encontrándolo en Qíngu o Kingu, un dios perteneciente a su círculo de
sometidos —desconocido fuera de este relato y cuyo nombre nos resulta
imposible de analizar— al que convierte en capitán de su ejército y en
organizador del combate, al tiempo que en soberano de los dioses de su
partido (147-161). Tras esto, no le queda más que exhortar a su tropa
para que se disponga a una guerra sin piedad (160-11: 3).
Una vez más, Éa se entera de la noticia (HI: 4) y, consciente del peli-
gro que se cierne, va a dar la alerta a An$ar, el decano de la generación
de los dioses amenazada por los preparativos de Tiamat (IL. 5-10). De
acuerdo con el gusto literario de la época y la norma corriente del estilo
noble (as cuales ya conocemos desde el inicio de la presente obra-II, $
10), Éa no hace mas que repetir literalmente, en unos cuarenta versos,
todo aquello que el narrador acaba de exponer (II: 15-48 / / 1: 129-162),
añadiendo tan sólo un corto preámbulo (Il: 11-14). Ansar se asusta y se
asombra (1: 49-51), pero quizás menos que Enlil en el Atrabasís (XTH, $
12). Al igual que sucede en Amz 1/22 (X, $ 20), necesita encontrar un cam-
peón para hacer frente al peligro. Aquí comienza una de las dos partes
peor conservadas de nuestra Epopeya. Lo poco que se conserva nos per-
mite, no obstante, llegar a conjeturar plausiblemente la secuencia de los
acontecimientos, inspirados de forma manifiesta en narraciones mitológi-
cas más antiguas, empezando por el ya mencionado Anzúá. El primer
héroe en el que, de entrada, piensa An$ar es en el propio Éa, al que invi-
ta para que vaya a enfrentarse con Tiamat (11: 52-76). Éa, dándose cuen-
ta, sin embargo, de que dicha colosal enemiga sobrepasa con mucho sus
propias capacidades, a pesar de ser inmensas, rechaza la primera propo-
sición que, en este sentido, se le hace (II: 772867). Parece que como sus-
tituto propone a alguien más fuerte que él: 411 (1: 877), al que, en efec-
to, recurre Ansar (Il: 937-997). Éste, en principio, acepta y se pone en
camino, pero también acaba renunciando (1: 1007-1077 si bien, por
culpa del mal estado de conservación del texto, ignoramos las razones que
lo llevan a ello—. A partir de este momento, entre los dioses amenazados
se difunde un profundo desasosiego y una gran angustia (IL. 1082-1137).
11. Al reemplazar, dicho sea a vuelapluma, a las tres divinidades
menores, y claudicantes, que se proponen en el 41z4 (22, X, $ 20) por
los dos dioses principalés del panteón (dejando siempre a un lado,
como ya vimos, a Enlil), el autor no hacía mas que preparar la gloria
del héroe que no sólo va a aceptar esta misión, sino que, incluso, la lle-
vará a término. Pero £a ¡siempre éll- no ha dicho todavía su última
palabra y, al igual que en el Anzáú (ibid.), va a descubrir —actuando
según su naturaleza, que no es la del combatiente sino la del pensador
ingenioso— al futuro vencedor: Marduk, su propio hijo, el cual, de
acuerdo con su categoría de dios joven, asistía modestamente a la esce-
na a cierta distancia (Il: 1172). Éa, siempre sutil, le aconseja que sólo se
aproxime lo suficiente como para atraer la mirada de Ansar: este sim-
ple vistazo bastará para que se presente ante el viejo soberano como el
674 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
12. Él, entonces, se prepara sin demora para la guerra. Pero, en lugar
de rodearse, como la anciana diosa, de fuerzas brutas, ambiguas y sal-
vajes, se provee, de manera muy inteligente (¿acaso no es hijo de £a?)
con armas racionales que prepara en función de una táctica concreta:
una parte de ellas está constituida por fuerzas de la naturaleza, someti-
das y adaptadas a la lucha cósmica: los relámpagos, la tormenta, los
vientos y el Diluvio, todos más o menos hipostasiados (IV: 35-49).
Resulta preciso indicar que, en este caso, los autores se han inspirado
en Ninurta y en sus preparativos bélicos tal cómo aparecen en el
Lugal.e/20 (X, $ 5, 5.9), en el An.gim/21 (ibid., $ 12) y en Anz0/22
(ibid., $ 21 s.): hasta su carro, de tiro cuádruple y triple equipación, (IV:
50-56), recuerda al de dicho dios (21, $ 12). Montado de este modo, res-
plandeciendo con un brillo sobrenatural proporcionado a su fuerza, y
provisto de útiles protecciones «mágicas», parte para enfrentarse con
Tiamat (IV: 57-62), mientras los dioses se agitan ansiosos (IV: 63 s.).
Cuando él está lo suficientemente cerca de ella como para calcular su
estrategia, descubriendo, de repente, el formidable carácter de sus adver-
sarios, el corazón, en principio, le falla —-precaución oratoria con la que
se consigue reforzar el extraordinario valor de su coraje: comp. con X, $
5, 5.— para gran susto de los dioses (IV: 65-70). Tiamat se aprovecha
para intentar que abandone su causa y debilitar su resolución (IV: 71-
74). Pero él se recupera con rapidez y, para provocarla, le reprocha vigo-
rosamente su comportamiento (1V: 75-86): intenta ponerla furiosa para
que, así, le resulte mas difícil tomar una decisión fría y calmada, convir-
tiéndola, por tanto, en más vulnerable (1V: 87-92). Finalmente, entran en
combate: utilizando una táctica similar a la que Éa le había aconsejado a
Ninurta que utilizase contra Anzi/22 (XL, $ 22), pero cuyo único res-
ponsable es, en este caso, el héroe, Marduk la rodea y la paraliza con
sus Vientos como «red de combate», y, como aquella abre la boca por el
estupor que le provoca el trato que está recibiendo, él hace que en ella .
se precipiten los otros Vientos: de este modo, Tiamat se encuentra inca-
pacitada (al igual que, en cierto sentido, había sido el caso de 4nzú
—ibid.; ver también X, n. 211--, si bien el procedimiento utilizado es dife-
rente) para pronunciar contra el héroe sus eficaces encantamientos: total-
mente inflada, inmóvil y muda, a Marduk le resulta mucho más fácil tras-
pasarla con una flecha y destriparla (IV: 93-102).
Una vez vencida su soberana, los dioses de su grupo huyen en des-
bandada, y Marduk, sin esfuerzo, logra culminar su misión: los hace pri-
sioneros y despoja a su jefe, Qingu, de los poderes soberanos que
ostentaba, especialmente —al igual que sucede en Anz 1/22, $ 20)- de la
Tablilla de los destinos, de la que se apodera el héroe (IV: 103-122). Su
victoria es, por tanto, total. Pero él, en principio, quiere hacer que sea
definitiva y para ello separa todo lo que puede del cuerpo de Tiamat
la sangre que éste contenía, pues, de acuerdo con la fisiología de la
época, todavía podía devolverle la vida, ya que siempre se podía temer
que intentase reanimarla. Al igual que vimos que ocurría con las alas de
676 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Anzú/22 ($ 22; ver también X, n. 216), hace que la sangre sea llevada
a un lugar seguro, inaccesible y secreto que, evidentemente, no es el
Ékur. Conscientes, entonces, de que ya estaban fuera de peligro, los dio-
ses de su partido le manifiestan su gratitud (IV: 123-124).
A un conquistador verdaderamente superior se le reconoce por el
partido que sabe sacarle a su victoria: por este motivo, en este punto
del poema se nos muestra a Marduk que, lejos de dormirse en los lau-
reles, medita ante el prodigioso cadáver de Tíamat, tranformada tras su
muerte —al igual que anteriormente, $ 8, vimos que le ocurría a Apsii—
de divinidad en lugar y de persona en materia, con la intención de
«fabricar maravillas» con él (comp. con X, n. 194).
13. Se anuncian así, en cierto sentido, la cosmogonía y la antropo-
gonía que, a diferencia de todas las que hemos visto anteriormente (28-
44), con la única excepción de 38 (cuya dependencia de nuestro
Enúma eliS es más que plausible), son única y exclusivamente respon-
salibilad de Marduk (IV: 135-VI 34). Comienza, a partir de este
momento, un desarrollo que resulta bastante difícil de comprender, no
sólo por culpa de las mutilaciones del texto (en especial entre los ver-
sos 25 y 65 de la tablilla V), sino, sobre todo, porque la finalidad de la
labor de creación que aquí se detalla era mostrar cómo había sido crea-
do un cosmos cuya imagen era muy diferente a aquella que a nosotros
nos resulta más familiar. Recurriendo a todo lo que creemos saber, gra-
cias a otros documentos, sobre la cosmología: babilónica, podemos, al
menos, intentar discernir las grandes líneas de esta cosmogonía con la
que comienza una nueva sección del relato.
El universo era imaginado (IV, $ 16; V, $ 6) como una gigantesca esfe-
ra hueca, rodeada por todas partes por una masa de agua de un tamaño
mucho mayor, a la que podríamos llamar Océano cósmico. Marduk la
había creado depositando «arriba» una de las mitades del monstruoso
cadáver de Tiamat (IV: 129 s.) y el texto no lo dice explícitamente, pero
la situación no permite dudar de ello— «abajo» la otra mitad: así fue como
dispuso el vacío central del espacio. Esta esfera constituía un sistema
sólido, sostenido por sus dos extremos: por una parte por la cabeza de
Tiamat, a la que estaban siempre adheridas las dos partes de su cuerpo,
partido «como un pescado seco» (1V: 137), y, por el otro extremo, por la
«cola». Resulta evidente que la «cabeza» en cuestión representaba, en la
parte central y principal de la tierra que, por entonces, se identificaba
con «el país» (V, $ 6), la enorme masa montañosa del Norte (V: 54; ver
infra). Desconocemos qué se quería evocar con la «cola» (V: 59), unida
a una «gran cuerda» cósmica (dur.mab/durmapu), también muy enigmá-
tica, con la que se intentaba asegurar, evidentemente, el equilibrio y la
estabilidad del globo del universo, que, en sí mismo, estaba rodeado por
el exterior, para hacerlo todavía más cerrado e indisociable, por una «red»
a la que Marduk había sujetado toda esta prodigiosa maquinaria (V: 64)
y que ignoramos de qué modo se podía representar. También adivina-
mos, pero sin llegar a hacernos una clara representación, que al final del
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 677
horizonte existía una parte abultada y sólida —la grupa» (2), literalmente
«as ancas, las caderas» ()- que sostenían la bóveda celeste, y otra parte,
que no podemos llegar a identificar por culpa de la fractura de la tabli-
lla y la pérdida del texto, que servía para dar firmeza a la plataforma
terrestre CV: 67 s.). Esta última —si bien el texto, en su parte conservada,
no dice nada al respecto estaba rodeada por las aguas saladas del mar
que recibía el nombre de támiu, tiamiu, del que Tiamat no era más que
una forma gramatical, y que, sin duda, estaba formada por porciones del
«Océano cósmico» a las que, a modo de encargados de las exclusas de un
canal, habían dado paso los «Guardias» designados por Marduk, siguien-
do sus Órdenes, para impedir que toda esa masa de agua se precipitase
en el vacío central (IV: 139 s%, La tierra firme, el (futuro) habitáculo
de los hombres, flotaba sobre la inmensa capa de agua dulce del Apsú
que, como hemos visto ($ 8), ya había sido creada por Éa y que, por
tanto, pasó en esta ocasión a estar integrada dentro del nuevo sistema,
si bien a este respecto el texto tampoco nos dice nada de forma explíci-
ta. Teniendo en cuenta la complejidad de este cuadro cosmológico y las
diferencias que presenta con el nuestro, para ofrecer una aclaración de
la exposición del Enúma elió en toda su integridad sería necesario recu-
rrir a interminables, abrumadoras y eruditas explicaciones secundarias
que, creemos, es mejor dejar en manos de los especialistas.
Después de haber creado el marco de todo este conjunto así defini-
do (1V: 137 s.), Marduk, evidentemente, se ocupa, en primer lugar, de
organizar la parte superior del mismo, el cielo, la zona reservada a los
grandes dioses (IV: 146); siguiendo el modelo del Apsú y de su pala-
cio, edificado por Éa, en principio, para su disfrute, Marduk construye
y prepara un inmenso palacio-santuario, llamado Éár.ra —en sumerio
«Templo Universal» (IV: 141-146). Alí dispone, de inmediato, las resi-
dencias de los distintos grandes dioses, junto con las constelaciones y
las estrellas que, en mayor o menor medida, se imaginaban como sus
sombras, como sus siluetas luminosas, proyectadas sobre la pantalla de
la parte inferior del cielo, aquella que está más próxima a nosotros (V:
1 s.). Después definió el ciclo de tiempo, con los astros que deben regu-
lar y asegurar su secuencia infalible, tanto en años como en meses,
estando marcados, cada uno de estos últimos, por tres astros que, según
la astrología al uso en la época**, servían para definirlos. También esta-
blece el movimiento circular alrededor de un eje centrado en la estrella
polar (V: 2-7), disponiendo, a cada uno de sus lados, los diferentes sec-
tores del cielo estrellado y las «puertas», oriental y occidental, por las
que, por una parte, saldrán y, por otra, entrarán, en su ronda eterna, los
astros CV: 8-10). En un lugar más elevado (V: 1D), instala, por una parte,
335 No se trata, en realidad, de los mismos «guardianes- que en 45 (ver XIII, n, 320),
pues el contexto es totalmente distinto.
35% Wemner, Handbuch der babylonischen Astronomie, L, p. 62 ss.
678 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
al dios de la Luna, muy importante dentro del calendario del país: este
astro divino, señor de la noche y, por ello, también del día, al que deli-
mita la noche, recibe un programa cíclico que no sólo define la secuen-
cia regular del mes (V: 12-22), sino también, y en función de sus dife-
rentes fases y del diferente aspecto que presenta el cielo en cada una
de ellas, los presagios ominosos, de acuerdo con las creencias locales
relacionadas con la «adivinación deductiva» en general y la astrología en
particular (IV: 23 s.; algunos mitos cosmogónicos ya nos han ofrecido,
anteriormente, una idea acerca de dichas creencias —en especial 36-,
pero en ellos no aparecía Marduk). El Demiurgo también coloca en su
lugar al dios Sol, le asigna su papel, que desconocemos a consecuencia
de la extensa laguna de IV: 25-46. Cuando el texto se vuelve a hacer
inteligible, nos encontramos con la organización del dominio de Adad,
el señor de la lluvia y de los diferentes fenómenos meteorológicos: las
nubes, el viento, la lluvia, la niebla y la nieve, todos ellos sacados, de
manera más o menos directa, de las «excreciones» de Tiamat (V: 47-54).
Con su cabeza da forma a las gigantescas montañas del Norte (nuestro
Cáucaso) con sus fuentes, en particular, las del Tigris y el Éufrates, exca-
vadas en los dos ojos de la diosa derrotada (V: 53-55; en acadio, al igual
que sucede en otras lenguas semíticas, empezando por el hebreo, la
«fuente» y el «ojo» se designan con la misma palabra: la fuente es el ojo
animado y brillante de la Tierra). Desconocemos qué es lo que Marduk
encierra en las obturadas fosas nasales de Tiamat (V: 56); pero sus
«pechos -numerosos y organizados en dos filas, como los de las herm-
bras de los animales— los transforma en esas lejanas cadenas montaño-
sas que, según se creía, limitaban el país en sus extremos oriental y occi-
dental disponiendo en cada una de ellas otros afloramientos de agua
dulce (V: 57 s.). Las siguientes líneas están dedicadas, como vimos, a la
cohesión de este sistema cerrado que fue creado por Marduk a partir
del inmenso cadáver de su oponente. Sólo queda por establecer las
reglas de funcionamiento interno de este gigantesco mecanismo, cada
uno de cuyos sectores confía a un dios «especializado», bajo el control
de Éa, el gran técnico, el ingeniero general, de acuerdo con un sistema
que ya nos resulta familiar gracias a otros mitos (sobre todo 6).
Como señal de respeto para con el jefe de esta dinastía divina de la
que él es, desde este momento, su líder y más alto representante, entre-
ga a Anu la Tablilla de los destinos que había confiscado a Qingu (V:
69 s.; ver supra tv: 120 s.). Es en este momento cuando, en su «Red», y
como si se tratase del producto de una cacería desmedida, trae a los
monstruos auxiliares de Tiamat, a los que reduce a la condición de ani-
males propios de una exhibición de fieras —rasgo, evidentemente, etio-
lógico, destinado a explicar cierto tipo de representaciones conocidas,
entre otros lugaresó3”, en ciertos templos—, y con la finalidad de que
337 Como, por ejemplo, la gran «vía procesional de Babilonia», que, tal como la
descubrieron hace ya más de medio siglo los arqueólogos, estaba, como todavía se
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 679
puede ver ía situ, rodeada por relieves realizados sobre los muros de ladrillo cocido,
en los que se representan algunas de estas imágenes (ver R. KoLDEwWeY, Das wieder-
stebende Babylon, p. 47 y láminas 31 y 32). Beroso ($ 24) atestigua que, en su época,
siempre se las reproducía «en el templo de Bél..
680 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
este dios el encargado de construirla: los dioses van a decidir (VI: 35-
75) edificarla con sus propias manos, pese a que, entre tanto, tiene
lugar la creación de los hombres.
15. En este caso —y a diferencia, una vez más, del Muy Sabio- no
tiene lugar la insurrección de los dioses sometidos a trabajos obligato-
rios, sobre la que no se dice ni una sola palabra, ni la genial interven-
ción de Za, provocada por dicha crisis, sino que la existencia del hom-
bre se debe simplemente a la excesiva bondad y benevolencia de
Marduk. En efecto, los dioses, tras haber ovacionado el plan de su sobe-
rano con relación a Babilonia (V: 131-150), sólo le piden a éste no tener
que ocuparse personalmente de asegurar su subsistencia nunca más (v:
141-142). Marduk, al que los autores responsabilizan de la astuta
«invención» de Enki/Éa (XII, $ 12), imagina y concibe al encargado de
trabajar para los dioses: al hombre (V: 142-148), nueva «maravilla» sali-
da de su mente (VI: 2), Por esta razón, los dioses expresan de manera
incontenida su alegría y su gratitud (V: 140-154). Sin embargo, Éa, al
que desde hacía ya mucho tiempo se le solía ver, por causa de su ina-
gotable astucia, como la verdadera fuente de la creación de un instru-
mento tan perfecto y logrado como el hombre —creencia alimentada y
reforzada por todos esos viejos mitos que tratan acerca de los orígenes
de nuestra raza y de nuestra cultura: 34 ss. y porque, al mismo tiem-
po, era el padre y «descubridor» de Marduk ($ 11), conserva, en sustan-
cia, su papel tradicional en la creación del: Hombre y, así, nuestro
poema lo convierte en el encargado de «preparar los planes: que con-
viertan en realidad la genial intuición de su hijo (V: 155 s.),
La consiguiente narración antropogónica revela claramente, por
tanto, que los autores del Endma eliS quisieron compartir la responsabi-
lidad y la gloria de la creación de los hombres entre Éa y Marduk. A
Marduk le corresponde la idea del prototipo humano, al igual que su
finalidad esencial: cargar con los trabajos necesarios para asegurar a los
dioses una vida que sea, al mismo tiempo, opulénta y ociosa, supri-
miendo así las dos «clases» primigenias de dioses que nos había puesto
de manifiesto el Poema del Muy Sabio (42, 1: 1 ss.): VI: 1-10. Pero resul-
ta evidente que la realización de esta fecunda intuición, con sus disposi-
ciones concretas e indispensables, así como los procedimientos para su
ejecución y producción, entran dentro del campo de responsabilidades
de Éa (VI. 11 s.). Éste, pues, va a llevar a cabo su «plan», cuya sutilidad
y complejidad ya conocemos (XII, $$ 13-14) y que consiste en enrique-
cer la arcilla con la sangre de un dios. En este caso se conocen y se omi-
ten, aparentemente, los detalles que nos ofrece el Atrabasís, y los auto-
res se quedan sólo con lo esencial. La elección del dios que es preciso
matar, de acuerdo con la novedosa historia elaborada por los autores del
poema, se pone en relación con la victoria de Marduk: Éa, llegado este
momento, (y quizás, pero sólo quizás, esto mismo era lo que también
ocurría en el Poema del Muy Sabio con el «agente» de la revuelta, tal
como hemos señalado con anterioridad: XUl, $ 15), reclama a aquel que,
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 681
338 Hay quien ha argumentado que el carácter «culpable» de este dios rebelde
entró, de este modo, en la composición de la naturaleza humana, deduciendo, por
tanto, de este pasaje una especie de equivalente mesopotámico del «pecado original»
bíblico; opinión que, desde nuestro punto de vista, resulta totalmente extravagante.
Ver «Les présumés paralléeles mésopotamiens du “Péché originel”», p. 10 s. del artículo
«Le péché en Mésopotamie ancienne» (Recberches et documents du Centre Thomas
More 32). Resulta evidente, por otra parte, que en este caso ha desaparecido la eru-
dita construcción del Muy Sabio acerca de la naturaleza y el destino del Hombre
introducidos en su prototipo por medio del dios Wé (XII, $ 15 s.); parece como si este
último mito hubiese perdido su racionalidad y su lógica originales para pasar al sim-
ple estado de un dato «histórico» factual e incontestable, a saber, que el Hombre había
sido creado con un material que implicaba algo de divino.
682 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
332 Con relación a este tema, difícil y novedoso, pero que resulta muy clarifica-
dor, se puede consultar el artículo «Les noms de Marduk, l'écriture et la “logique”», en
Mésopotamie ancienne (Essays on the Ancient Near East, in Memory of J. J. Finkelstein),
p- 5 s.), cuyos argumentos han sido resumidos, en una nueva redacción, en Mésopo-
tamie, p. 113 ss., libro citado, en el presente trabajo, en numerosas ocasiones.
684 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
30 Pero, sin duda, no todos, pues nosotros conocemos algunos que no figuran -
aquí. La última tablilla (VID del tratado canónico de los nombres divinos (4n:Anum)
enumera una secuencia de 125 y, además, aparecen otros en diferentes documentos.
En general, se trata de designaciones de divinidades cuya personalidad y prerrogati-
vas fueron incorporadas, como consecuencia del sincretismo, por Marduk (ver VU,
n. 73), o de diferentes epítetos que le fueron atribuídos al capricho de las circunstan-
cias —al igual que, en cierto sentido, sucedió con bélu y Bél: (el) Señor, ver VII n. 123).
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 687
3 Texto apografiado en Cuneiform Texts... in tbe Britisb Museum, XXV, lám. 50.
Ver R. LaBar, «Jeux numériques dans lVidéographie susienne», en Studies in Honor
Benno Landsberger, p. 257 ss.
32 Ver V, n. 6l.
688 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
del Enúma elig y que no conocemos por ningún otro documento. Éste es,
por ejemplo, el caso del fragmento (VII: 74 s.) en el que Marduk apare-
ce descrito como «Aquel que, en su furia, atravesaba una y Otra vez la
inmensa Tiamat, pasaba una y otra vez, como por un puente, el lugar de
su duelo con ella», según el cual se cree que se habría medido con la
misma Mar y que la habría pisoteado con sus pies antes de hacerse dueño
de ella; o variantes del relato que el poema nos ha ofrecido: así, por ejemn-
plo, los versos VI: 70 s. lo convierten en «Aquel que apila las montañas
encima de Tiamat y que, a mano armada, tomó su cadáver como botín»,
cuya primera parte, que recuerda lejanamente uno de los temas del
Lugal.e/20 (X, $ 4 s.), parece sugerir que Tiamat fue objeto de una ver-
dadera lapidación a base de golpes de montaña, mientras que la segun-
da parece dar cuenta del transporte, por parte de Marduk, del cadáver de
la vencida —episodios que faltan en nuestro texto. Estos hechos parecen
hablar en favor de una composición independiente del Catálogo, cuyos
autores seguramente utilizaron el relato que nosotros poseemos, pero que
también recurrieron a otras fuentes orales o escritas que se han perdido
O que nosotros, al menos, desconocemos.
22. La cifra de cincuenta nombres, que cuenta con una base doctri-
nal ($ 20) y que, además, es repetida antes (VI: 121) y después (VII: 143
s.), siembra una duda acerca de la autenticidad del último párrafo (VI:
136-142), en el que Marduk recibe dos nombres complementarios y
claramente predominantes, pues el primero de ellos (En.kur.kur: «Señor
de todos los países», en sumerio) se lo concede personalmente el pro-
pio Enlil y viene a dar cuenta de su propia soberanía sobre la tierra,
soberanía de la que éste, de repente, parece haber abdicado en favor
de su sustituto (VII: 135 s.); el segundo (VIE 138-142) también da cuen-
ta de esta transferencia de poderes, pero procedentes, en esta ocasión,
de Fa, que de este modo entrega a su hijo, junto con su propio nom-
bre, todo el conjunto de sus prerrogativas y, en resumidas cuentas, le
encarga que tome su relevo. En este caso se produce una glorificación
excesiva, claramente en la línea de toda la Epopeya (y, por este motivo,
es probable que dicho párrafo, siendo posterior, haya sido incluido en
ella de forma canónica), cuya finalidad manifiesta es, a fin de cuentas,
demostrar, mediante una presentación que tiende al henoteísmo?%, la
absoluta superioridad de Marduk y legitimar su papel, a partir de este
'momento, como soberano de los dioses y de los hombres. Esto es, por
otra parte, lo que con total claridad pone de manifiesto el verso VII: 143 s.:
«la personalidad» de Marduk, así descrito, es verdaderamente «excep-
cional». Sin embargo, el énfasis y la insistencia con que en todas las par-
tes de la obra se afirma, se proclama, se dice, se repite y se manifiesta
ésta, demuestra a las claras, como ya hemos dicho ($ 8), el sentimiento
apologético de la obra.
3% Ver, por ejemplo, P. WaLcor, Hesiod and ibe Near East, p. 148 s.; con respec-
to a la Biblia ver Naissance de Dieu, p. 190 ss.
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 691
Bél —o, en otros términos, Zeus (pues así habla Beroso, que
quiere aproximar la doctrina de su país a la de los griegos, para
quienes escribe) había dividido en dos las tinieblas, separando
entre sí tierra y cielo y organizando el mundo. (Hay, en este caso,
ciertos resabios de algunas otras cosmogonías antiguas: ver 30 s,;
pero el marco general del relato es el de nuestra Epopeya, tal como
enseguida se constata, sólo que explica de otra forma, mucho más
«natural», la desaparición de la primera fauna monstruosa). Y los
seres vivos (antes mencionados), incapaces de soportar la fuerza de
la Luz (aparecida tras la eliminación de las tinieblas y la constitu-
ción, por separado, de cielo y tierra), desaparecieron. Viendo,
entonces, vacía la tierra fecunda, Bél ordenó a un dios que se
arrancase la cabeza; después remojó la tierra con la sangre mana-
da de ésta y, con ella, modeló a los hombres y a los animales capa-
ces de sobrevivir al aire libre. Posteriormente, Bél remató su obra
con la creación de los astros, el sol, la luna y los siete planetas (se
produce, en este caso, una inversión de los episodios del Enúma
eli£ en el que los hombres son creados después de los astros; el
692 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
Al igual que sucede con la historia del Diluvio (49), el mismo Euse-
bio también da cuenta del resumen, mucho más conciso, que de dicha
historia ofrecía Abideno, según la había narrado Beroso (op. cit., p. 256):
35 Ver n. 332,
LA GLORIFICACIÓN DE MARDUK 693
cido gráfico que existe entre ambas, la lambda/A inicial por una
delta/A). Y, finalmente, una tercera generación: Kissaré y Assóros
(Kisar y Ansar, invertidos), de los que nace el trío formado por
Anos, lllinos y Aos (Anu, Enlil y Éa: la versión que seguía Damas-
cio reintegraba a Enlil entre los hijos de Angar y Kisar, en contra
de lo expuesto, de manera unánime, en el texto acadio que noso-
tros poseemos). Aos y Dauche (Damkina) trajeron al mundo a un
bijo llamado Bel3% y éste, según afirman ellos, fue el Demiurgo.
36 Acerca del nombre de Bél (en griego Bélos) véase VIH, n. 123.
XV. LA ÚLTIMA GRAN COMPOSICIÓN MITOLÓGICA
37 El texto presenta una inesperada cantidad de glosas inercaladas (1: 27, 117,
Ha: 20/21 —¿variante?;; IV: 45 s. y 94s.).
696 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
muestre su fuerza,
¿Podrá, alguna vez, llegar a imponérsela a un gue-
rrero?
¡El mejor pan de la ciudad
No vale lo que la torta a la brasa;
La más dulce cerveza rebajada no vale lo que el
agua de los odres;
El palacio aterrazado no vale lo que la tienda de
campaña!
60 ¡Parte a la guerra, ob Erra el valiente, ve a entre-
chocar tus armas!
¡Haz tanto ruido que por todas partes tiemblen!
¡Que, al enterarse, los Igigi exalten tu gloria!
¡Que, al enterarse, los Anunnaki teman tu fama!
¡Que, al enterarse, los dioses se dobleguen bajo tu yugo!
698 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
iy
fu
wn
Se presenta ante Marduk;
Después abre la boca y se dirige < al > rey de los dio-
Ses:
«¿Por qué tu preciosa imagen,
Prerrogativa de tu soberanía,
Anteriormente llena de esplendor, como las es-
trellas del cielo,
Se ve actualmente privada de su brillo?
¿Por qué tu corona imperial,
Similar al luminoso Etemenanki, al Ebalanki?%,
Tiene sucia su superficie?
El rey de los dioses, tras abrir la boca, tomó la palabra
130 Y dirige este discurso a Erra, el campeón de los dioses:
«¡Erra el valiente, con respecto a la operación que
sugieres,
Has de saber que ya anteriormente, por haber aban-
donado mi residencia,
Tras un ataque de cólera,
Provoqué el Diluvio! *
¡Apenas babía abandonado mi morada
Y el vínculo del universo se deshizo:
El cielo se estremeció
Cambiando la posición de las estrellas celestes
Sin que ellas pudiesen volver a ocupar su lugar;
135 El Irkallu infernal se movió,
Mermando la producción de los surcos
Y dificultando, desde ese momento, la subsis-
tencia;
Una vez desbecho el vínculo del universo, la capa
subterránea bajó
Y descendió el nivel de las aguas!
¡A mi regreso vi lo difícil
Que era volver a poner todo en su sitio!
¡El crecimiento de los seres vivos había caído
Y sólo pude restaurarlo
Encargándome personalmente, como un campesino,
-De su resiembra!
7
Pero el eminente bijo de Enlil, que babía tomado
- unta) [...]
Entra en su templo E.meslam y, allí, [volvió a ocu-
par] su sitio.
Reflexionando sobre esta operación,
10" Con el corazón rabioso, no decía ni palabra.
Cuando ISum le pide sus órdenes (2), (le dijo):
«¡Ábreme el camino, para que parta en campaña,
El tiempo se ba cumplido: ba llegado la bora!
Yo declaro: oscureceré el brillo del sol;
15 Por la noche, velaré la cara de la luna;
incomparables;
[Haz marchar conmigo] a mi ejército desencadenado,
Y tú, mi capitán, focupa mi lugar]s
ISum, después de otr este discurso,
Apiadado, se dijo:
30 «Desgracia para mis gentes, contra las que Erra está
irritado
[Y a las que quiere suprimir (2):
Aquellos a los que Nergal el valiente [quiere aniqui-
lar O),
Como el día del combate contra el demoníaco
Asakku (...);
Sin que sus brazos descansen,
Al igual que durante el degollamiento del «dios
perdido»;
[Con su red] desplegada,
Al igual que cuando se capturó al malvado
Anzú/»
Y, tras abrir la boca, l8um toma la palabra
Y dirige este discurso a Erra el valiente:
«¿Por qué bas urdido este mal contra los dioses y los
bombres?
¿Por qué tramaste, <mente> despiadada,
Un mal contra los cabezas negras?».
Y Erra, tras abrir la boca, toma la palabra
Y dirige estas palabras a l3um, su capitán:
40' «Tú que conoces el plan de los Igigi,
La voluntad de los Anunnaki,
Cuyas órdenes transmites a las personas, a los cabe-
zas Negras,
Permitiéndoles, de ese modo, llegara comprender,
¿Por qué te expresas como un ignorante
Y me aconsejas como si desconocieses
Los asuntos de Marduk?
Dado que el rey de los dioses ha abandonado su sede,
710 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
diciéndole):
“Esta ciudad a la que te envío, hombre,
No respeta a ningín dios, ni teme a nadie,
Mata tanto a pequeños como a grandes,
Sin dejar ni un solo bebé, aunque sea un niño de
pecho!
30 ¡Por ello, apodérate de todos los tesoros acumulados
en Babilonia!”
El ejército del rey, reunido,
Entró, así, en la ciudad,
Con el arco exaltado, la espada desenvainada.
¡Incluso al personal exento,
Que estaba bajo la sagrada protección de Anu
y de Dagan,
Le bas becho tomar las armas;
Tú bas derramado su sangre, como el agua, por las
cloacas de la ciudad;
Tú le bas abierto las venas,
Haciendo que su contenido lo arrastrase el río!
Ante este espectáculo, Marduk, el gran señor,
Exclamó: “¡Maldición!” y su corazón se enco-
. gió;
Una implacable maldición salió de su boca:
¿Juró no beber nunca más agua del río,
Y, por asco a su sangre derramada,
Que nunca restauraría el Esagil!
40 “Ay, (decía) Babilonia,
LA ÚLTIMA GRAN COMPOSICIÓN MITOLÓGICA 713
351 Se trata de la capilla, aquí denominada giguní, que coronaba el zigqurat o torre
formada a base de superposición de pisos (comp. con n. 348).
LA ÚLTIMA GRAN COMPOSICIÓN MITOLÓGICA 717
33 Al igual que otro de sus títulos, «Bastón (de mando) del Jefe», en sumerio Hen-
dur.sagga.
35 E. von Wemer, Nergal, p. 15 ss,
722 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
(1: 43; XUL, $ 17; XIV, $ 8): el «alboroto» de los hombres, el rumor pro-
vocado por su elevado número y por su bullicio, que molesta a los dio-
ses y les impide dormir (1: 78-83; idéntico motivo en l: 73; H c: 45”).
A esto añaden un argumento inesperado, que hasta ahora nunca habí-
amos encontrado y que constituye una especie de refuerzo de dicho
tema: la excesiva multiplicación de los hombres no es sólo una fuente
de problemas y de «insomnio» para las dioses, sino que también cons-
tituye una amenaza (1: 79). En resumen, y siguiendo su argumentación,
los Siete hacen una apología de la guerra sin cuartel, y el partido que
adoptan los lleva, incluso, a recurrir y reunir puros sofismas: no sólo
hay, dicen, demasiados hombres, sino también demasiados animales
domésticos, que devoran las cosechas, y salvajes, que devoran los
ganados (I: 83-86). Se trata de un soniquete que todavía escuchamos,
de forma más o menos diferente en diversas ocasiones, en nuestros
propios días...Y sobre todo, añaden, se impacientan y se abotargan
debido a su inactividad (1: 87-91). Sin embargo, entre esas razones
—demasiado numerosas para no apreciar en ellas cierto alegato y mala
fe, y que son traducción manifiesta de un ideal de vida que sólo puede
surgir en el momento en que una «casta» no tiene, dentro de una socie-
dad, otra razón para existir que la violencia y la guerra también han
deslizado aquella que más afectará a Erra en su orgullo y en su amor
propio, aquella que en más de una ocasión se recordará a lo largo del
Poema y que se constituirá en el nervio psicológico de toda su acción:
el miedo que dicho dios tiene a «ser inferior a su reputación y a ser des-
preciado» por los hombres, e incluso por los animales (1: 77; y comp.
con 1: 20; TI d: 15; IV: 113), si no se manifiesta a través de una serie
de hazañas que, teniendo en cuenta el carácter de dicha divinidad, sólo
pueden ser marciales y, en consecuencia, brutales y despiadadas.
4. Finalmente logran convencer a Erra (1: 92 s.), que en ese momen-
to ordena a su capitán que proceda a realizar los preparativos para la
guerra, sin tener aparentemente otro motivo que el simple deseo de lle-
varla a cabo (1: 94-99). Pero [Sum, precisamente porque es un buen sol-
dado, se opone a esta guerra por la guerra: se apiada de las futuras víc-
timas y opina que poner fin a la vida de tantos servidores de los dioses
acabará debilitando a estos últimos (I: 100-103). Erra, sin embargo, no
le presta atención: está orgulloso de su fuerza y tiene una reputación
que salvaguardar (1: 104-119); además, tal como ya hemos puesto de
manifiesto y como diríamos hoy en día, padece, como muchos indivi-
duos violentos y detentadores del poder, un serio complejo de inferio-
ridad, derivado de ese miedo a que, si no demuestra brillantemente su
poder y su brutalidad, «los hombres lo desprecien y no lo teman más»
O, dicho de otro modo, lo olviden y lo minusvaloren (I: 120 s.)-. Son
estos motivos los que lo van a hacer reaccionar.
La siguiente sección del texto es bastante difícil de comprender sin
tener en cuenta algunas explicaciones que los autores no tenían ningu-
na necesidad de ofrecer a sus contemporáneos, pues eran cuestiones
LA ÚLTIMA GRAN COMPOSICIÓN MITOLÓGICA 723
355 El carácter particular de la tradición del Diluvio, tal como aquí se relata, tam-
bién se manifiesta en el hecho de que se creía que Sippar, por obra y gracia de Mar-
duk, había escapado al cataclismo (IV: 50).
3% En acadio, ummánu designa a un personaje particularmente destacado den-
tro de su campo de actividad, en general en una o varias técnicas (comprendidas,
entre ellas, la escritura y la lectura: 1H, $ 7). La tablilla seléucida citada en VIH, $ 25
LA ÚLTIMA GRAN COMPOSICIÓN MITOLÓGICA 725
presenta a los apkallu como los ummánu anteriores al Diluvio y, debido a ello, más
O menos sobrenaturales, como los «Sabios» (8). En otros términos, los umimánu
habrían sido los sucesores de los apkallu dentro del tiempo histórico. En este caso
las dos designaciones se aplican a los mismos «Sabios» míticos.
726 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
quía (1: 179-189), incluso llega a exagerar y a «pasarse», tal como noso-
tros decimos familiarmente, cuando, para halagar a su interlocutor, le
asegura que, a su regreso, encontrará echados como bueyes, a cada
lado de la puerta principal de su templo, a Anu y a Enlil en persona,
que así se encargarán de vigilar dicha entrada. Marduk, entonces, se
tranquiliza, se deja convencer (1: 190) y se marcha (I a: 1D.
Del inicio de la tablilla II se puede, al menos, deducir que él va
«junto a los Anunnakí (1 a: 1-2) o, en otros términos, al Infierno (ver
IV, n. 29). Ignoramos los motivos que lo llevan a encaminarse hacia allí;
podemos suponer que se trata de un comportamiento normal y lógico,
pues una divinidad que durante un tiempo no ejerza su autoridad se
tendría que convertir, al menos provisionalmente, en difunta y se debe-
ría de retirar allí donde se reunían todos aquellos que ya no «tenían nin-
guna función» sobre la tierra (XI, $ 38 y XVI, $ 5).
Tan pronto como Marduk sale de su morada, se desencadena la anar-
quía universal que tanto temía (II a: 3-10; la continuación se ha perdido).
7. Las lagunas que aíslan los fragmentos conservados de las tablillas
Il y II no nos facilitan la comprensión de la continuación de la obra.
Podemos, al menos, intentar restituirla, por una parte, gracias a los res-
tos del texto, que siempre constituyen una referencia unívoca, y, por
Otra, por medio de conjeturas. Entre II a y II b hay bastantes posibilida-
des de que Erra, actuando con mucha prisa, intentase, de acuerdo con
lo que había prometido, contrarrestar el desorden del Cosmos. En I b,
dado que se ve reaparecer la estatua y la corona de Marduk, parece que
se esforzaba por mantener sus promesas y por lograr que éstas se reno-
vasen: los restos de la narración nos sugieren que, con dicha finalidad,
él se debía de dirigir a Éa, pidiéndole, sin duda, la ayuda de los grandes
técnicos apkallu; para justificar dicha petición, la presentaba como si
fuese formulada por el propio Marduk en persona, añadiendo que éste
le había encargado a él, Erra, que sometiese todo a sangre y fuego
durante su ausencia (1 b: 14”, lo que, una vez más, no es sino una pura
y simple mentira. Pero Éa se niega (Il b: 1521. Erra insiste, prome-
tiendo que se vengará de todos aquellos que no acepten devolver su
esplendor a la preciosa imagen (II b: 22*25”) amenazas que para noso-
tros resultan oscuras—. Es posible que finalmente obtuviese una satisfac-
ción, tal como se puede inferir de los fragmentos conservados de Il b:
26'-45, Se nos escapan, en cambio, el desarrollo y la evolución del rela-
to. Sin embargo, parece que la estatua es restaurada —¿quizás de forma
imperfecta?—, planteándosele entonces a Marduk el dilema de tener que
reintegrarse a su habitáculo y volver a ocupar en el Ésagil su puesto de
mando, haciendo que las cosas recuperen su correcto orden original y
cortando el paso a los malévolos planes de Erra. Pero Marduk —tal como
más adelante afirmará: IM c: 38-56” y IV: 38 s.- se niega, si bien desco-
nocemos sus motivos, y Erra tenía, así, el campo libre.
8. De hecho, al inicio de II c, probablemente como respuesta a algún
nuevo fragmento discursivo por parte de Erra, ISum todavía intentaba
LA ÚLTIMA GRAN COMPOSICIÓN MITOLÓGICA 727
trar (al igual que ya había hecho en I: 102 s.) hasta qué punto eran dañi-
nos sus excesos (MM c: 34”-37”), añade a su relato (UH c: 3-33 la repe-
tición de las batallas más terroríficas y famosas —<ita las de Ninurta con-
tra el Assaku (Lugal.e/20) y contra Anzú (22; y XVI, $4 f y la del
«degollador del dios perdido», sin duda Marduk cuando había desangra-
do a Qingu para castigarlo por haber dirigido a la camarilla de Tiamat
(50; VI: 13 s.)-. Sin embargo, y con su mala fe habitual, el terrible dios
al parecer responsabiliza de todas las desgracias a Marduk, que se habría
negado a regresar a su templo y a retomar en sus manos el gobierno del
mundo (HI c: 38”-56”). Llegados a este punto, desconocemos en detalle
qué le replicaría /Sum a su señor: sin duda le repetiría, incansablemente,
el mismo argumento, insistiendo en los catastróficos efectos de dichas
proezas guerreras. En el primer fragmento, en la tablilla 1, vemos que,
para frenar a Erra, vuelve a halagarlo, afirmando que después de haber
llegado, tal como había hecho, a la cima de la notoriedad, de la gloria y
del poder, ya no podía lograr nada más batiéndose y, sobre todo, ya no
tenía ni el más mínimo motivo para sentirse amenazado por el temor a
ser «menospreciado», «desconsiderado» y, en suma, deshonrado (II d: 2”
15”). Sin embargo Erra, obstinado, no cede en su empeño.
10. En la tablilla IV, afortunadamente intacta, [Sum continúa con su
argumentación, recordando a su amo toda la sucesión de sus sangrientas
campañas. Tras Nippur, Erra atacó sucesivamente Babilonia (IV: 1-49),
Sippar (50 s.), Uruk (52-62), Dúr-Kurigalzu, aquí denominada Parsá (63
5, y Der (65-74). Cada una de estas ciudades sufrió a su modo los
funestos efectos de una serie de conflictos cuya responsabilidad Sum
imputa, única y exclusivamente, a Erra. En Babilonia provocó un levan-
tamiento de los habitantes contra su soberano (IV: 1-12), causando, en
principio, una feroz y mortal guerra civil (IV: 13-17) y después, como
consecuencia de una traición (IV: 18-2D, una terrible represión que
ensangrentó la ciudad (IV: 22-35) y la redujo a un estado tan horrible
(55 14 y 16) que causó personalmente a Marduk un disgusto tan grande y
una pena tan profunda como la provocada por un luto (IV: 40-44; 45-49
constituyen una glosa que, desdichadamente, ha sido introducida aquí).
Isum no ofrece detalles acerca de Sippar, contentándose simple-
mente con recordar su desmantelamiento (IV: 50 s.). En Uruk son apa-
rentemente los tradicionales ritos más o menos orgiásticos y lascivos
desarrollados alrededor de la diosa /$tar, que ya conocemos gracias a
10: 172 s. (X, $ 12), los que, en principio, desencadenaron un motín
del sector meteco de la población que llevó al nombramiento de un
nuevo «gobernador», enemigo de dichas licencias y que, por ello, las
habría prohibido, irritando así a la diosa; ésta, a cambio, habría abierto
la ciudad al «enemigo» y provocado así su ruina (IV: 52 s.). Sobre Dúr-
Kurigalzu, [Sum sólo nos indica que fue destruida por el enemigo que,
como siempre, había estado «alentado por Erra»s; destrucción de la que
357 Ver Répertoire géograpbique des textes cunéiformes, V (Kh. NasHer), p. 216, s. v.
LA ÚLTIMA GRAN COMPOSICIÓN MITOLÓGICA 729
ni siquiera se libró su templo principal (UV: 63 s.). Dér había sido saquea-
da por los mismos nómadas suteos (ver IV: 54) hasta tal punto que su
dios políade, IStaram, cuya estatua había sido capturada y transportada
por los vencedores, tal como era costumbre en este tipo de situaciones
(IV, $ 17; XIV, $ 4), había jurado no volver nunca más a velar allí por la
justicia y dejar que en ella se intalasen la anarquía y la decadencia.
La siguiente sección parece un atroz retrato de los males de todo tipo
introducidos en el país como consecuencia de estas guerras y de la ruina
por ellas provocada: todas estas desgracias se acumularon allí por volun-
tad de Erra (1V: 75-87), hasta el punto de que incluso aquellos indivi-
duos situados en las posiciones sociales más elevadas llegan a lamentar-
se por no haber perecido en el momento de su nacimiento (IV: 88-93;
nueva interpolación en 94). Erra se comporta como un tirano cruel y
sádico que se complace desbaratando todos los proyectos, hasta los más
legítimos e inocentes (IV: 95-103), y masacrando, indistintamente, a
todos los hombres (IV: 104-112), siempre obsesionado por su temor a
llegar a ser olvidado y «despreciado» (IV: 113). Esta obsesión que noso-
tros, sin problema alguno, calificaríamos como patológica— sólo podía
hacerlo avanzar cada vez más en la misma dirección, diseñando proyec-
tos orientados a la destucción total de la tierra ('V: 114-122; en ellos hay
que intercalar, después de 116, los versos 125's., desplazados de su lugar
original por una distracción del copista) e incluso —en una nueva visión
del apocalipsis- de todo el universo (1V: 123 s. y 127).
11. Este discurso de /Sum, hábilmente admirativo y halagador, con-
mueve por fin a Erra. De modo que, sin abandonar sus planes bélicos,
decide de repente orientarlos hacia otro lugar, hacia Babilonia (que aquí,
como con frecuencia sucede en esta época, es denominada «Acad:355) y
sus alrededores, para arruinar a sus enemigos y, así, ofrecerle la ocasión
de rebelarse y recuperar su predominio sobre ellos (IV: 128-136). En
este sentido, por tanto, cede las riendas a su capitán, y el autor, en esta
ocasión, narra la campaña mortífera y victoriosa conducida por JSum
para Erra contra «la montaña de Hibi —situada, con toda verosimilitud,
al noroeste del país (ver X, $ 19), un centro de reunión de los suteosy
de los diferentes semitas occidentales que, en este época, amenazaban
Mesopotamia (IV: 137-150.
Así, gracias a la habilidad de /Sum, Erra acabó liberando al país de
sus furores bélicos, tras haberlo hecho sufrir cruelmente, y se «calmó: (V:
D a expensas de los enemigos de Babilonia, dejando a esta última la
posibilidad de volver a encontrar, en la paz, la prosperidad y el poder.
El último acto de la obra, perteneciente a la tablilla V, nos ofrece las
enseñanzas que se pueden extraer de esta aventura. Erra, acabadas sus
campañas, vuelve a su hogar, se sienta en su trono, mientras todos los
dioses lo rodean con respeto (V: 1-3). Él, entonces, se justifica ante ellos
por lo que ha hecho (V: 4-12), atribuyéndolo —-y se diría que, a este res-
352 E, REINER, «Plague Amulets and House Blessings», Journal of Near Eastern Shu-
dies 19 (1960), p. 148.
LA ÚLTIMA GRAN COMPOSICIÓN MITOLÓGICA 731
360 El término Sutú (suteos) designó en principio (primera mitad del II milenio)
a un grupo de seminómadas, e incluso nómadas, semitas procedentes, como sus con-
732 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
géneres de entonces (HU, $$ 3,10), de las franjas norte y nordeste del gran destierro
sirio-árabe, pero que quizás estaban mucho menos beduinizados, al ser más reacios
que los otros a la sedentarización. Dicha denominación parece haberse extendido con
bastante rapidez a un tipo social de merodeadores del desierto, revoltosos y ladro-
nes. Su colusión con los arameos en el curso del último tercio del II milenio ha pro-
vocado que, en más de una ocasión, se les haya confundido con estos últimos; y esto
es, sin duda, lo que ocurre aquí. Ver Mytbes et rites de Babylone, p. 254 s.
361 Mythes et rites de Babylone, ibid.
362 Las fracturas de la tablilla 1H no nos permiten llegar a suponer cuánto tiempo
pasó entre los dos (?) grandes asaltos de Erra contra Babilonia. Por otra parte, nues-
tro desconocimiento de siglos enteros de la historia de dicho país no hace más que
LA ÚLTIMA GRAN COMPOSICIÓN MITOLÓGICA 733
añadir una mayor incertidumbre a este respecto. Es posible que el autor del texto
haya tenido en cuenta, si no todo el desarrollo de los grandes reveses e infortunios
del país, sí, al menos, una gran parte de esta larga historia.
734 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
a2 [El rey...] avanza y, de pie ante (el brocal) del aljibe (que se
encuentra en el templo), [realiza] el rito (ad hoc):
— (Como) cuando (Marduk) arrojó (el) [...] a Enlil en el Apsú
(infernal), después de baber liberado a los Amunnaki,
b [El rey] enciende fun fuego:
— Tal como lo bizo Marduk durante su juventud [..].
c3 [Los invertidos (que participan en la ceremonia) agitan las
matracas:
— (Como cuando aplaudieron) los dioses padres y bermanos de
(Marduk) cuando se enteraron de (su victoria).
d Seabrazan llos pies del rey), del mismo modo que las (imágenes
de los) dioses:
— (Como lo bacía) Nintil, quien llevaba y abrazaba a Marduk
cuando era pequeño.
e Seenciende un lbrasejro ante (la estatua de) Ninlil y se deposita
allí la carne de) un cordero para que [el Fluego la consuma:
— Es (como) cuando se quemó a Qingu en el fuego.
f Con dicho brasero se encienden antorchas:
— Son (como)
Los crueles dardos del carcaj de Marduk,
Terrorificos cuando los lanzaba,
744 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
368 El término que figura en el texto, uSáru, designa, normalmente, el «pene», por
lo que su aparición en este contexto nos resulta bastante sorprendente.
EL ESTADO FINAL DE LA LITERATURA Y DEL PENSAMIENTO... 745
to en estrecha relación con el ciclo de Enfil este punto de vista nos apar-
ta bastante de la perspectiva adoptada en el Enúma eli (ver XIV, $ D-.
De cualquier forma, estas alusiones sugieren una imagen bastante dife-
rente a la que ofrece nuestra mitología tradicional.
El padre de Marduk, Éa, sólo es mencionado en una ocasión (f),
dentro de un contexto muy mutilado y oscuro: la comprensión del
único punto claro de dicho pasaje, aquel en el que Marduk de opone»
(literalmente: «le corta el paso con») el planeta «Venus» (evocado a tra-
vés del rito correspondiente: la ejecución de un canto a la «muy brillan-
te»), se nos escapa por completo.
La doble aparición (en iy D de Nabú, el hijo de Marduk, que apa-
rece mencionado conjuntamente con éste y tras él, implica un notable
desfase cronológico con la Epopeya de la Creación, en la que este dios
(conocido, desde, al menos, la época de Hammurabi) no aparece más
que una vez. Su culto sólo se desarrolló, verdaderamente, en el 1 mile-
nio, en un principio subordinado al de Marduk (como, posiblemente,
sucede en este caso) y luego llegando a ser casi su rival, tal como ya
hemos señalado con anterioridad (IV, $ 15). La glosa nos lo presenta
ayudando a su padre en la lucha contra los grandes dioses, hecho que,
para nosotros, resulta totalmente novedoso.
5, Nuestro comentario, por tanto, parece referirse, en varias ocasio-
nes a un mito ausente de nuestra documentación, según el cual Enhil,
solo (a; D) o en compañía de 4n1u, mencionado tras él (112), o An solo
Ci; k) y, en una ocasión, «sus hijos» (g) —término en el que, sin duda,
estaba comprendido todo el conjunto de sus descendientes, súbditos y
partidarios eran- víctimas de un héroe que sólo podía ser Marduk
(comp., por lo demás, con ¿; en l es aparentemente Marduk el que
«envía» a Nabll; y en m, el término «hermanos divinos se comprende
mucho mejor como en el Enúma elis/50, 1: 20 s. y VI: 91- con el sen-
tido de partidarios de Marduk, de sus «dioses hermanos»). Una vez ven-
cidos, Entil y Anu habrían sido «asesinados» (í; k; probablemente mm; en
Í sólo se hace referencia a la «captura» de Enlil quizás como conse-
cuencia de las partes del rito que se está comentando) e, incluso, «que-
“mados» (g) y, después, enviados al Infierno, al que, en este caso, como
«en otros muchos, se le denomina Apsú (a; mm), y entregados a las auto-
ridades de éste, los Anunnaki (a), o a su soberano, Nergal (1). Tras estas
alusiones se estaría perfilando una especie de transposición del Entúma
elí$, como si, para consolidar y magnificar todavía más la superioridad
de Marduk establecida en dicho poema o en plena exaltación de dicho
personaje, se hubiese imaginado una sublevación de los antiguos dio-
ses soberanos y de sus seguidores (a imagen de Tiamat y su banda)
contra el nuevo monarca, quien, con la ayuda de Nabú, su hijo (D, y la
de sus «dioses hermanos: (11m), los habría vencido, «matado» y enviado al
otro mundo. Este último aspecto debía servir para señalar su carácter de
«difuntos», en el sentido mitológico de dicha palabra, de-functi, carentes
de sus funciones, desposeídos de sus poderes. En época tardía conta-
EL ESTADO FINAL DE LA LITERATURA Y DEL PENSAMIENTO... 747
mos, en efecto, con algunos indicios, aislados, que nos hablan sobre
esta relegación al Reino de los Muertos de las antiguas divinidades a las
que la devoción y las creencias religiosas habían desposeído del activo
papel que habían ejercido con anterioridad (comp., por lo demás, con
XI, $38 y XV, $ 6). Desconocemos en qué medida Qíngu, que también
fue «quemado», al igual que los «hijos de Enlil y Anu» (e/g), e incluso la
victoria que alegra a los partidarios de Marduk (c) se pueden llegar a
relacionar más con este mismo relato que con el que ofrece la Epopeya
de la Creación. Existe cierta posibilidad de que, al menos, el primero de
dichos episodios haya sido tomado de este último poema, pues la derro-
ta de Tiamat también aparece mencionada aquí (b), y ambos, integra-
dos en la citada Epopeya, estarían, sin duda, extra campum en un rela-
to construido y organizado con relación a otros adversarios de Marduk.
Por lo demás, la mención de la victoria sobre Anzú y el Asakks, cuan-
do no aquella otra sobre «los (otros) dioses malvados» ($), al igual que
la oscura alusión a Éa (j, ibid.), bastarían para persuadirnos de que el
glosador, a la hora de dar sus explicaciones, no se limitaba única y
exclusivamente a un solo y mismo poema mitológico.
6. Muchos de estos «mitos», que nosotros desconocemos o que nos
parecen haber sido creados —como ocurre con frecuencia a partir del
aprovechamiento de temas tradicionales por medio de nuevos persona-
jes, nuevas circunstancias Oo nuevas finalidades, también aparecen en
otros «comentarios» de esta misma índole. En una ocasión, es Nabd, en
vez de Niniurta (o de Marduk, como en f) quien «se apodera de Anzdl»;
en otras, es [Staran quien reemplaza a Tammuz como amante y vícti-
ma de lStar, Ninurta quien (al igual que Marduk, en el Enáma elis/50,
TV: 128 s., plantado ante los despojos de Tiamal) «se sitúa, de pie, ante
(el cadáver de) Enfib y «lo transforma en arcilla y en agua», como si
fuese una estatuilla a la que se reduce a sus componentes originales, En
este caso, «se mata» a Qíngu «junto con sus siete hijos»; pero, en otros,
se le conceden «cuarenta» vástagos que son «arrojados junto con aquél
«desde la terraza». También hay numerosas alusiones a la derrota de
Enlil y Anu por parte de Marduk, «asesinados», al igual que en el texto
que acabamos de ver, y enviados al Infierno. En estos contextos tam-
bién aparecen nuevos personajes, como, por ejemplo, el antiguo dios
Enmesarra (comp. con 26 B, IV: 42) abatido, también él, y enviado al
Reino delos Muertos%%, Una prueba de que los comentaristas se basa-
362 Merece la pena destacar el hecho de que al menos se puso por escrito en el
Il milenio un relato de las desventuras de Enmesarra y sus bijos. Se conoce un frag-
mento de dicho mito que fue publicado por T. G. PincHEs, en Proceedings of the
Society of Biblical Archaeology 30 (1908), p. 80 s. Se trata de un texto muy fragmen-
tario y todavía muy mal estudiado como para que hayamos pretendido incluirlo en
la presente recopilación. Ver también otra alusión a esta historia, aparentemente com-
pleja, en el cuento publicado por M. Civi en Archiv fir Orientforschung 25 (1974 s.),
p.65s. (1 17 s.).
748 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
que existiese entre ellos la suficiente identidad como para que, al llevar
a cabo su liturgia, los oficiantes imitasen, al menos a su modo, y repro-
dujesen en la medida de sus posibilidades los modales y comporta-
mientos divinos anteriormente expuestos. Esta última hipótesis —que, por
otra parte, concuerda bastante bien con una «mentalidad» profundamen-
te marcada por la vaguedad y la polivalencia de los pictogramas e ideo-
gramas (IL, $ 3)- nos parece, teniendo en cuenta los diferentes datos con
que contamos, mucho más verosímil; por este motivo, en la traducción
del anterior «comentario» hemos señalado —si bien entre paréntesis por
prudencia, pues no figura en el texto— el signo de la comparación en
cada ocasión: «Es (como) cuando se quemó a Qingu...» (e).
9. El contenido propiamente mitológico de dichas obras resulta igual
de instructivo. En primer lugar, en ellas no encontramos ni un solo indi-
cio de una verdadera creación de mitos nuevos: todos los mitos que en
ellas aparecen nos resultan familiares, si bien en diferente grados -y, al
menos, en sus rasgos esenciales, en su temática y en su fabulación— y
en otros contextos. Estos aparecen aquí en sí mismos o más o menos
igual a como nos los narran las obras que conocemos (la victoria de
Marduk: c; b; la alegría de los dioses liberados: c, en el Enúma elis; el
destino y la recompensa de Ninurta, en el ciclo de los mitos de dicho
dios: 20 s., etc.) o modificados, plagiados, por medio de la sustitución
de algunas de sus características y, sobre todo, mediante una redistri-
bución de papeles (4120 y el Assaku vencidos por Marduk: f. Qingu
castigado por medio del fuego: e; Enlil y Anu vencidos y muertos como
Tiamat: Í; m; etc.). Si estos exégetas hacían referencia, sin decirlo, a tra-
diciones orales, incluso, en casos determinados, a elucubraciones pro-
pias realizadas para la ocasión o a obras escritas que, con el paso del
tiempo, se han perdido, estas modificaciones evidencian una actividad
centrada en los mitos que testimonia ser tan intensa como la desarro-
llada en épocas anteriores. En el fondo no hay una gran diferencia entre
estas transformaciones, reestructuraciones y trasposiciones y las refun-
diciones que nos ofrecen las diferentes «ediciones» y «versiones» de los
mitos teogónicos, cosmogónicos y antropogónicos (28-44), o de aque-
llos que trataban sobre Inanna/ltar en el Infierno (13-19), acerca de
las hazañas de Ninurta (20-24) o sobre Nergal y EreSkigal (26), por no
hablar del Diluvio (45-49; XIIL, $$ 7-10 y XIV, $ 4) o de las fuentes del
Enúma eli$ y del Erra y de su tratamiento por parte de los autores de
dichas composiciones (XIV, $ 6 s., passim y XV, $ 3 s. passim).
10. La tradición mitológica, así pues, no se apagó después del lejano
momento y del mucho tiempo transcurrido desde la «invención» de los
mitos, al igual que tampoco lo hizo su uso en pequeñas o grandes com-
posiciones. Los mitos tampoco quedaron reducidos al estado de simples
modelos y esquemas de pensamiento y de razonamiento; por contra,
mientras se mantuvo, aunque se conservase en grupos muy pequeños y
dispersos, la visión del mundo de la que el mito era uno de sus medios
esenciales de expresión dentro del dominio de la ideología religiosa, y
EL ESTADO FINAL DE LA LITERATURA Y DEL PENSAMIENTO... 751
mito, desde el mismo momento en que era puesto por escrito, incitaba a
ser releído en más de una ocasión.
11. Nos podemos preguntar si, en definitiva, los mitos no llegaron a
tomar un valor totalmente novedoso a base de ser reconsiderados una y
Otra vez y de ser sometidos, como consecuencia de ello, a múltiples diso-
ciaciones y análisis. Éstos, originalmente, no eran más que narraciones
concretas y puntuales que daban cuenta de una aporía en particular y
que, en una época posterior, a partir principalmente de la primera mitad
del 1 milenio, fueron reutilizados en sus elementos y temas, reagrupa-
dos y adaptados entre sí en combinaciones más extensas, para aclarar
ciertas situaciones problemáticas mucho más amplias. Se podría decir
que, al verse reutilizados y traspuestos de este modo a otros contextos y
con otros fines, al haber sido extraídos de su entorno original y ser con-
servados solamente en su trama, fue necesario despojarlos de sus parti-
cularidades originales: que sólo conservaron un simple bosquejo de sus
circunstancias, de su marco, de sus objetos y de sus actores, dejando de
ser verdaderas narraciones explicdtivas para pasar a convertirse en
temas explicativos, del mismo modo que, en cierto sentido, los primiti-
vos bosquejos que originalmente constituían el sistema de escritura se
acabaron convirtiendo en ideogramas (II, $ 3). A partir de una historia
en la que todos los detalles eran importantes porque sus autores, en ver-
dad, la habían construido para que fuese significativa y resultase escla-
recedora por sí misma en todo su conjunto, se extrajo, en una especie
de procedimiento de destilación, una línea argumental general, un
esquema, un esqueleto, que fue lo único que se utilizó para, con él,
construir mediante nuevos actores un nuevo escenario y nuevos decora-
dos, otras historias con las que resolver el mismo problema u otros simi-
lares pero, en cierta medida, diferentes. Admitamos durante un instante
que la imagen de Ninurta luchando contra los monstruos y logrando a
través de dicha hazaña una fama y una devoción universales y, al mismo
tiempo, una especie de promoción entre los dioses, ha podido constituir,
al menos en su forma más sencilla, un «mito original en su «estado sim-
ple». Habría sido construido a partir del modelo de la guerra: como un
combate formidable en el que se narraban las peripecias, más o menos
numerosas y variadas, de dicho héroe contra los montañeses del Norte
y del Nordeste que amenazaban el país y cuyo aspecto podía ser fácil-
mente magnificado, transformándolos en seres fabulosos, extraños y
terroríficos, lejanos y temibles. Desde el momento en que esta historia,
tal como la narra, por ejemplo, el Lugal.e/20, fue transferida a otro plano
distinto, no sólo político sino también cósmico —el enemigo se convier-
te en la Diosa Madrastra primitiva que, junto con su ejército de terror,
quiere aniquilar no sólo a los hombres sino también a los dioses, y su
adversario y triunfador, un joven dios, Marduk, ha sido promovido, a
consecuencia de su triunfo, al rango de soberano absoluto del universo--,
la narración cambia por completo de sentido: ya no se trata de la libe-
ración del país por medio de las hazañas de Ninurta, sino de la solución
EL ESTADO FINAL DE LA LITERATURA Y DEL PENSAMIENTO... 753
372 Texto transcrito y traducido por M. StoL, Alibabylonyschbe Briefe, IX, p. 22,
n.2 32. Ver también Mésopotamie, p. 201 ss.
3/3 Mésopotamie, p. 191 ss.
3/3 También se podría suponer, efectivamente, que la carta aquí mencionada se
refiere en lo fundamental al citado «artículo» del «Código» en vez de ser anterior a él.
Sin embargo, no cabe duda de que, para llegar a dicho «artículo», a la formulación abs-
tracta e impersonal del mismo, han sido necesarios un número determinado de casos
concretos, análogos al expuesto en dicha carta. Al igual que la adivinación (Divina-
tion et rationalité, p. 144 ss.), el derecho siempre supone, antes de su formulación
754 CUANDO LOS DIOSES HACÍAN DE HOMBRES
372 Ibid., p. 97 ss. y, sobre todo, E. Cassin, Le semblable et le différent, p. 315 ss.
0 Ver «La magie et la médecine régnent 4 Babylone», Z'Histoire 74 (1984), p. 18 ss.
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