Libro El Desánimo Espiritual (OK)

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Osvaldo Rebolleda
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Provincia de La Pampa

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Todos los derechos de este material son reservados para el


Señor, quién los ofrece con la generosidad que lo caracteriza
a todos aquellos que desean capacitarse más y lo consideran
de utilidad.
No se permite la transformación de este libro, en cualquier
forma o por cualquier medio, para ser publicado
comercialmente.
Se puede utilizar con toda libertad, para uso de la enseñanza,
sin necesidad de hacer referencia del mismo.
Se permite leer y compartir este libro con todos los que más
pueda y tomar todo concepto que le sea de bendición.
Edición general: Portales de Gracia
Revisión literaria: Edith del Carmen Saldivia
CAP - Centro de Adoración Patagónica (Sarmiento)
Diseño de portada: EGEAD
Todas las citas Bíblicas fueron tomadas de la Biblia versión
Reina Valera, salvo que se indique otra versión.

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Introducción

Introducción………………………………………………5

Capítulo uno:

Cuando el desánimo se vuelve espiritual………………..12

Capítulo dos:

El desánimo y la Fe………..…………………………….28

Capítulo tres:

El desánimo y nuestra responsabilidad………………...45

Capítulo cuatro:

El desánimo ante los problemas familiares…………….62

Capítulo cinco:

El desánimo y la soledad………..……………………….77

Capítulo seis:

El desánimo por la falta de resultados…………………97

3
Capítulo siete:

El desánimo por causa de las injusticias………………112

Reconocimientos………………………………………..131

Sobre el autor…………………………………………..133

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Introducción

¡Ten confianza en el Señor!


¡Ten valor, no te desanimes!
¡Sí, ten confianza en el Señor!
Salmo 27:14

Desde hace ya algunos años, se dice en todos los


medios, que una de las plagas más destructivas del siglo XXI
es el estrés. Estudios recientes añaden otras plagas a la lista,
considerada como la que más ha avanzado en los últimos
tiempos: “El desánimo”. Dicen que es una plaga que está
causando grandes estragos en las personas.

Según señalan los expertos, hoy estamos más


interconectados que nunca. Las redes sociales y los medios
de comunicación, se han convertido en parte fundamental de
nuestros días. Esto genera un feroz intercambio de
información y múltiples opiniones, a la vez que no está
contribuyendo en nada a la hora de remediar la soledad y las
necesidades emocionales de cada individuo.

Estamos más conectados que nunca, pero


peligrosamente menos comunicados de manera afectiva. Las
redes sociales permiten compartir hasta los detalles más
absurdos de nuestra vida, pero hay más gente sola y
deprimida que nunca antes. Esto produce algo muy fuerte y

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doloroso, que es la sensación de estar rodeados de gente y a
la vez, absolutamente solos y necesitados de verdadera
comunicación.

Por otra parte, los medios parecen bombardearnos


constantemente con información de los hechos que ocurren
en distintos lugares del mundo. El problema es que la
mayoría de esa información, son malas noticias y sin dudas,
la mala asimilación de la realidad produce inseguridad y
desánimo.

Esta forma de comunicación social y familiar, genera


temor, frustración, tristeza y cansancio moral. Tal vez no
somos tan conscientes de todo esto, pero nos ocurre de
continuo. Algunos pueden manejarlo mejor que otros, pero
en definitiva esta plaga está afectando a millones de personas
en el mundo y pareciera no haber vacuna para contrarrestarla.

Menciono la vacuna porque justamente, en los últimos


años, hemos sido atacados por una pandemia que ha
provocado la muerte de más de cinco millones de personas
en el mundo. Pero además de las muertes, la pandemia
provocó una serie de interminables restricciones, que en
muchos casos, no ha sido menos que un abuso absoluto a los
derechos de las personas.

Nada de esto ha sido inocente, ni ajeno a la vida de los


hijos de Dios. Las iglesias han sido totalmente permeadas por
estas circunstancias y es por eso, que he determinado escribir
este libro. No para analizar cómo enfrentar las emociones que

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ha despertado la pandemia, sino para enseñar sobre el
desánimo y como este puede convertirse en una cuestión
espiritual.

En las siguientes páginas trataré de exponer el avance


de este mal, provocado por diferentes motivos y además,
trataré de ofrecer algunas herramientas consideradas por
Dios, como soluciones válidas para este mal llamado
desánimo.

Al igual que el COVID-19 ha afectado la salud física


de muchas personas, este virus, ya considerado como una
peligrosa plaga ha sido bautizado como el virus “DES”, que
en la composición latina de la palabra desánimo, significa “de
arriba hacia abajo”. Es de donde provienen las palabras como
descender, descenso, desacuerdo, desamor, desmotivación,
desilusión, desaparecer, etc. Todas palabras que indican una
clara disminución o pérdida.

Según los expertos este virus se está expandiendo


rápidamente impulsado por esta era de la interconexión a
través de Internet, medio por el cual, la contaminación
emocional masiva es mucho más fácil que el siglo pasado, y
hace mucho más fácil la propagación de esta plaga haciendo
más fácil sufrir una contaminación emocional.

Los hijos de Dios, estamos en luz, tenemos la vida de


Cristo y somos ciudadanos del cielo. Sin embargo, hay claras
evidencias de que esta realidad, está causando mucho daño a
incontable cantidad de hermanos en la Iglesia de hoy. Es por

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eso, que me siento muy motivado al presentar un libro sobre
este tema tan trascendente para nuestro tiempo.

Estoy seguro que al escuchar mensajes de Fe, muchos


son motivados para seguir adelante, pero creo que eso no es
suficiente, porque si bien la motivación es importante, no nos
proporcionará más que una cierta resistencia para no
abandonar. Pero eso no es vivir en victoria, eso no es ser más
que vencedores y estar gozosos en Cristo.

Yo considero que toda revelación espiritual, puede


producir verdaderos avances y legítimas conquistas. La
motivación por su parte, puede no ser mala, pero es de corta
duración. Creo que en este tiempo y ante esta plaga del siglo
XXI, llamada desánimo, necesitamos una obra del Espíritu,
que a través de la verdad, nos revele de qué manera debemos
crear anticuerpos para estar fortalecidos y sanos para la
consumación del propósito.

Este libro, no procura ser motivacional, y reitero,


aunque la fe produzca indefectiblemente cierta motivación,
el gran objetivo será presentar en cada página ricas
oportunidades para la revelación. Esto lo digo, con la
seguridad de que revelación, no es nuestra asignación
humana, sino la obra divina de la gracia soberana. Sin
embargo lo expreso, para que cada lector, y desde este mismo
instante, pida al Padre de las Luces, que le dé espíritu de
sabiduría y de revelación para poder comprender (Efesios
1:17).

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El consejo de los psicólogos en este tiempo y ante este
problema es afrontar la vida de manera positiva, ya que según
ellos, somos más tendentes a ver el lado negativo de las
cosas, que el lado positivo. Vemos constantemente en las
noticias que en el mundo pasan cosas malas, a las que se les
da mucho espacio informativo, pero no debemos de olvidar
que también hay cosas buenas en las que nos conviene
pensar.

Dicen que tolerar la incertidumbre es otro factor


importante. Es una tarea no sencilla en estos tiempos de
incertidumbre social, pero debemos de tener presente que
siempre vamos a enfrentarnos a ella y aprovechar el
momento para tomar perspectiva y pensar, cuales son los
cambios que necesitamos hacer, o de que situaciones
debemos estar prevenidos.

Dicen que debemos visualizar oportunidades, porque


las oportunidades son como puertas abiertas que nos
permiten salir de ciertas limitaciones. Aunque a veces un
hecho nos parezca que nos niega oportunidades, tomar cartas
en el asunto y tomar decisiones en vez de dejarnos llevar por
las circunstancias, nos hará sentir que tomamos parte de
nuestro destino.

Dicen que pensar positivo y perder el miedo es


fundamental para enfrentar el problema del desánimo. Dicen
que en ocasiones debemos de lanzarnos al vacío, libres de esa
sensación tan paralizante que es el miedo, teniendo claro que

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de los errores, en caso de que los cometamos, también se
aprende.

Dicen que debemos dar importancia a las palabras,


porque pueden ser el bálsamo del alma ante un estado de
malestar. Dicen que es fundamental aprender a gestionar las
ofensas y agresiones de todo ambiente hostil. Vernos todos
como iguales en vez de rivalizar, vivir más tranquilos sin
tomarnos las ofensas de forma personal, sin reaccionar ante
ellas, y sin estrategias personales ni sociales para por
ejemplo, destacar ante los demás.

Todos estos consejos pueden ser muy buenos, y no


descarto el consejo de los entendidos del alma y de las
emociones, pero como maestro en la Palabra, deseo
ofrecerles a través de este libro, soluciones espirituales para
este mal del siglo XXI. Creo que nuestro Padre nos ha
proporcionado herramientas que el mundo no tiene, que los
expertos, no pueden utilizar, ni aconsejar. Pero nosotros,
simplemente como hijos de la Luz, hemos recibido la gracia
que nos equipa.

Si me acompañan con la lectura, les mostraré que esta


plaga, es tan vieja como la humanidad y que si bien, hoy en
día se ha potenciado, la solución según Dios, continúa siendo
la misma. Los diseños de Dios funcionan, con mayor
efectividad que cualquier vacuna. Abra su espíritu a la
impartición divina y estoy seguro que será sanado del
desánimo espiritual, y si tiene la fortuna de no haberlo

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padecido, creará anticuerpos para que nunca tenga que
pasarlo.

También deseo sugerir a todo ministro del evangelio,


que no deje de leer este materia, no solo para encontrar
riquezas para el avance de su vida, sino para aconsejar he
impartir a todo hermano que pueda estar necesitando ayuda
para vencer el desánimo espiritual.

“Todos ustedes, los que confían en Dios,


¡Anímense y sean valientes!
Salmo 31:24 BLS

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Capítulo uno

Cuando el desanimo
Se vuelve espiritual

“Absteneos de toda especie de mal.


Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo
vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado
irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”
1 Tesalonicenses 5:22 al 24

El desánimo es un estado que prácticamente todos


hemos experimentado en alguna ocasión. No me refiero a la
desazón de una mala noticia, o al sentimiento negativo
producido por algún revés en la vida. Eso brota
irremediablemente y forma parte de las reacciones humanas
lógicas e inevitables.

Ese desánimo que irrumpe violentamente en nuestra


vida por alguna circunstancia, generalmente es detectado
fácilmente y como hijos de la Luz, sujetamos nuestro ser a la
verdad, de que Dios está presente y en control de todo.
Comenzamos a calmarnos, oramos y pedimos ayuda, pero

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sometemos nuestro ser al gobierno del Espíritu Santo. Esto
es normal y puede ocurrirnos sin afectar nuestra fe y mucho
menos nuestra comunión con Dios.

El desánimo que deseo analizar en este material, es el


que surge por diversos motivos en el alma y que no solo
permanece sin que podamos detectarlo, sino que poco a poco
va calando la profundidad de nuestro ser, hasta afectar
peligrosamente nuestra vida espiritual.

Cuando comenzamos a sentirnos desanimados, es


como si las fuerzas nos abandonasen y muchas de las
actividades que antes nos animaban diariamente perdieran su
atractivo. A menudo esta sensación llega acompañada de
apatía y tristeza. Ciertamente es como si perdiéramos la
fuerza que nos mantenía en movimiento permanente.

Es un sentimiento de desesperanza y pesimismo que


surge cuando nos enfrentamos a determinados obstáculos y
que no solo no disminuye, sino que se vuelve receptivo de
toda clase de negatividad. Obviamente, se trata de un estado
interior muy limitante y que puede llegar a bloquearnos en el
plano emocional.

Yo titule este libro “el desánimo espiritual” y


analizando las palabras, puede parecer contradictorio, porque
el desánimo no puede generarse de manera directa en nuestro
espíritu, sino en nuestra alma y con sus inestables
sentimientos y emociones. Por lo tanto, podría haberlo
llamado directamente “el desánimo”. Sin embargo, deseo

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enseñarles cuándo y de qué manera, el desánimo puede
afectar nuestra vida espiritual.

La etimología de la palabra desánimo en el idioma


castellano, está formada por la raíz latina del prefijo “Des”
que significa “de arriba hacia abajo” y el prefijo “Ánima”,
que significa “respiración, principio vital, vida”, es de donde
proviene la palabra “alma”. En definitiva, desánimo significa
“falta de ánimo o decaimiento del alma”.

Según el apóstol Pablo, los seres humanos somos


tripartitos, o sea que tenemos espíritu, alma y cuerpo físico.
Estos tres elementos fusionados armoniosamente son el ser
integral de todos los que hemos sido redimidos. Es decir, todo
ser humano tiene un cuerpo físico, aunque sea un cuerpo de
muerte que imperiosa he inevitablemente volverá al polvo.

Todos tenemos un alma, que es nuestro yo, desde


donde se desarrollan y se expresan nuestros sueños, deseos,
pasiones, emociones, sentimientos, gustos, pensamientos, así
como nuestro carácter y personalidad, etc. Por otro lado,
todas las personas tienen espíritu humano, aunque los que no
han recibido la vida del Señor, no poseen su espíritu
conectado a la fuente de toda fortaleza. La Biblia dice que
están muertos en delitos y pecados (Efesios 2:5).

Esto no significa que no tengan espíritu, sino que no


tienen la verdadera vida que es “Cristo” (1 Juan 5:12). Hay
algunas personas que desarrollan su sentido espiritual a
través del ocultismo, pero si no tienen a Cristo, no tienen

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verdadera vida espiritual, ni pueden madurar a través de esa
vida.

Las personas buscan obtener una vida espiritual y


muchas veces procuran instruirse al respecto, o practicar
alguna disciplina o creencia que alimente su sentido
espiritual. Lo digo por experiencia, porque eso fue lo que
procuré antes de recibir la gracia del Señor. Eso es lógico,
porque el espíritu humano, fue creado para la conexión
divina, y cuando eso no está, un profundo vacío nos
incomoda, clamando dolorosamente desde nuestro interior.

Hay conocimientos y actividades espirituales, que


parecieran alimentar un poco el hambre que hay en el ser
interior de las personas, pero en realidad, no solo son
incapaces de conducirlos a la plenitud, sino que además, son
una peligrosa fuente de engaño de parte de las tinieblas. No
olvidemos que el diablo es un imitador de Dios y si hay algo
que procura con afanosa perseverancia es mentir, engañar y
someter con sus engaños.

Este peligroso siglo malo que vivimos, nació cargado


de humanismo y falsas creencias disfrazadas de
espiritualidad y bienestar. En realidad, el gran engaño de la
Nueva Era, es la adaptación de las múltiples creencias para
complacer el gusto y la necesidad de sus consumidores.

En cambio, los hijos de Dios, hemos recibido Su vida


y Su vida, como dice Juan, es la luz que nos permite ver y
entender (Juan 1:4). Ver nos libera y por gracia, nos mete en

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Su glorioso Pacto en el cual vivimos, nos movemos y somos
(Hechos 17:28). Estos conceptos bíblicos derivan de la
autoridad de la Palabra de Dios, que es la única fuente
inagotable de todo conocimiento verdadero
(1Tesalonicenses 5:23).

El hecho de que seamos seres espirituales, y que


procuremos vivir la plenitud de esa dimensión, no implica
que no funcionemos como seres integrales. No existe tal cosa
como vivir como espirituales, sin vida en el alma, o sin vida
en la carne, excepto cuando ya hemos partido a la presencia
del Señor. Ser espirituales, es nuestra esencia en Cristo, pero
la vida se vive como seres integrales, que en plena armonía
avanzan conforme al diseño de Dios.

Antes de la gracia, operábamos desde el gobierno de


nuestras almas, y satisfacíamos los deseos de nuestra carne.
Cada una de estas cosas, en mayor o menor medida, según la
personalidad de cada uno, la educación y las experiencias
personales que nos fueron formando, o deformando según
cada caso en particular.

Con la gracia, recibimos vida espiritual, nuestro


espíritu cobra vida, siendo llevado hacia la madurez, desde la
comunión con el Espíritu Santo, que hace morada en nosotros
para conducirnos con amor (1 Corintios 3:16). Él nos va
dando entendimiento en todo, nos va guiando a toda verdad
y justicia (Juan 16:13), nos capacita a través de sus dones y
talentos (1 Corintios 12:4). A la vez que nos va vivificando

16
Su Palabra para darnos luz, respecto de la voluntad agradable
y perfecta para nuestras vidas (Romanos 12:2).

Una vida espiritual plena, es la que se vive bajo una


profunda comunión con el Espíritu Santo, gobernado por el
Señor y no por nuestra alma. Mucho menos por nuestra carne.
Eso es lo que define al espiritual del carnal, o como dice la
Biblia, el que vive según el viejo hombre, o según la nueva
naturaleza (Efesios 4:22 al 24).

Entonces ¿Por qué motivo deseo tratar sobre el


desánimo espiritual? Bueno, porque como seres integrales,
somos afectados, tanto por nuestra salud y plenitud física,
como por nuestras emociones, sean estas buenas o malas. Es
clave comprender y es lógico pensar, que todo lo que ocurre
en nuestras vidas, sea cual fuera el área receptora, en mayor
o en menor medida, nos puede afectar.

Que nos ocurra esto, es normal y lógico. No hay nada


malo en tener sensaciones o sentimientos adversos. Lo malo
y peligroso, es no detectarlos a tiempo para ponerlos bajo
control. Es decir, no gobernarlos con las armas espirituales y
permitir que permanezcan, que avancen y que terminen
controlando o afectando nuestra vida espiritual.

Esta dinámica integral de vida que todos tenemos, es


la que me permitirá tomar varios ejemplos del Antiguo Pacto,
en los cuales, los personajes centrales fueron ungidos para
alguna tarea específica, y a pesar de que ninguno de ellos fue

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morada del Espíritu como nosotros, sus ejemplos son
totalmente válidos y muy aleccionadores.

El Nuevo Pacto, nos ha otorgado esa gracia


maravillosa de poder recibir y vivir en una plena comunión
con el Espíritu Santo, a la vez que ellos solo relacionándose
con Dios desde las sombras, pudieron avanzar al propósito.
Por lo tanto nosotros, que ciertamente tenemos un plus para
lograrlo, debemos aprovechar esas ventajas.

En la antigüedad, la unción era depositada en una vara


como la de Moisés, en un arca como la del tabernáculo, en
una cabellera como la de Sansón, en un manto como el de
Elías y Eliseo, o simplemente a través del aceite físico,
derramado sobre la cabeza de profetas, sacerdotes o reyes.
Solo el Nuevo Pacto, nos permite recibir la sustancia
absoluta. Sin embargo, los ejemplos de estos grandes
personajes de la fe, nos brindarán una plataforma muy
humana para el aprendizaje.

Hago hincapié en esto, porque es totalmente cierto que


el Pacto que vivimos en Cristo, es glorioso, pero no debemos
ignorar nuestras debilidades humanas. Hay quienes predican
como si fuéramos súper seres o pequeños dioses que todo lo
pueden. Sin embargo, aun los que enseñan tal cosa, no
pueden sostener de manera absoluta lo que dicen, y creo que
eso nos hace muy mal, porque la falta de resultados produce
desánimo.

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Estos ministros enseñan, poniéndose ellos mismos en
una posición de súper héroes. Sus conceptos basados en
supuestas experiencias personales, parecen sacados de la
estratosfera espiritual y suenan bárbaros. El problema es que
los hermanos que los escuchan con fe, terminan
idolatrándolos y descalificándose a sí mismos, porque no
logran vivir lo que están escuchando. Y esto, no es
precisamente porque estén haciendo algo mal, o porque no
crean, sino porque el Nuevo Pacto, no implica súper humanos
sin debilidades.

El verdadero evangelio del Reino, no propone una vida


sin problemas, por el contrario, claramente dice que en
Cristo, habrá problemas que pueden agravarse, o nuevos
problemas que pueden sumarse. En ningún lado nos enseña
que seremos libres de toda adversidad, o que las mismas no
pueden afectarnos. Lo que si hace, es ir madurándonos en el
conocimiento de la verdad y dándonos sabiduría para poder
enfrentarlas y superarlas permaneciendo firmes en la fe.

Creo que en el afán de captar gente con necesidad,


algunos predicadores ofrecen milagrosas soluciones para
todos los problemas de la vida. Y si bien es cierto que Dios
puede intervenir soberanamente y cambiar circunstancias,
restaurando, sanando o liberando, no siempre produce
soluciones instantáneas. Dios nunca se comprometió a eso y
por tal motivo, no debemos crear falsas expectativas en
nadie. Hay que enseñarles a gestionar con autoridad y no a
esperar como víctimas, a que Dios se compadezca y haga
algo.

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Decir que para el que cree todo es posible (Marcos
9:23), es una media verdad si no se aprende en su justo
contexto. La verdad es que todo lo podemos en Cristo
(Filipenses 4:13), si creemos en Su voluntad, no en nuestros
deseos. La Biblia nos habla de pedir con fe para que todo nos
sea hecho (Marcos 11:24), pero el contexto sigue siendo el
de Su voluntad. La fe no se fundamenta en nuestras
necesidades o deseos, sino en Su voluntad, aunque no
lleguemos a comprenderla totalmente.

El evangelio sin levadura, implica problemas y


debilidad. Jesús nunca dijo que si nos convertíamos de
verdad, nuestras familias serían perfectas, por el contrario, Él
dijo que nuestros enemigos, pueden ser primeros los que
viven en casa (Mateo 10:34 al 36). Esto no implica que la
Luz recibida no se irá expandiendo hasta que toda nuestra
familia pueda recibirla. Implica que hasta que eso se
produzca, vamos a tener duras confrontaciones y procesos
que pueden doler mucho. Por eso Jesús enseñó a priorizar la
fe y avanzar sin claudicar hasta lograr resultados, que por
cierto pueden demorarse más de lo que nosotros deseamos.

“Hermanos en Cristo, ustedes deben sentirse muy felices


cuando pasen por toda clase de dificultades.
Así, cuando su confianza en Dios sea puesta a prueba,
ustedes aprenderán a soportar con más fuerza las
dificultades. Por lo tanto, deben resistir la prueba hasta el
final, para que sean mejores y puedan obedecer lo que se
les ordene”
Santiago 1:1 al 4 VLS

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Si estas pruebas pueden acontecer en nuestra casa,
cuanto más en el mundo en el cual vivimos. Jesús dijo: “Yo
les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este
mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he
vencido al mundo” (Mateo 16:33 NVI). El evangelio no nos
libra de las dificultades, lo que sí puede y desea hacer, es
capacitarnos para enfrentar toda adversidad.

Jesús vivió infinidad de hostilidades, los apóstoles


sufrieron tremendas persecuciones y muerte. La Iglesia del
primer siglo y durante toda su historia, ha vivido constantes
ataques del sistema, que por cierto opera bajo el poder del
maligno. Es lógico y es inevitable. No debemos predicar un
mensaje que proponga una vida de bendición, como si la
bendición fuera no padecer adversidades. Por el contrario,
debemos sentirnos dichosos de poder superar hoy, lo que
antes de Su gracia no pudimos gobernar.

Tenemos que enseñar que aunque podamos tener


algunos problemas, el Señor nos dará la fortaleza y la
capacidad para superarlos sin claudicar a nuestra fe. Por tal
motivo, no es sabio pedirle a Dios, no tener problemas,
porque si lo hacemos, terminaremos cayendo en desánimo
espiritual. Lo que debemos hacer, es pedirle que nos aumente
la capacidad resolutiva para enfrentarlos.

El apóstol Pablo, es un claro ejemplo de esto. Antes de


conocer a Dios, vivió como un hombre de autoridad y gran
prestigio social. No solo no tenía muchos problemas, sino
que además, su vínculo con ciertos personajes de influencia,

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le permitieron perseguir a los cristianos, con permisos no solo
para encarcelarlos, sino también para matarlos.

Luego que se convirtió camino a Damasco, su vida


cambió para siempre. Tuvo que huir al exterior y al volver,
comenzó a ser perseguido. Fue apresado en varias ocasiones,
fue apedreado, apaleado, azotado, sufrió desprecios, críticas,
traiciones y años de dolor en frías y oscuras celdas romanas.
Tuvo problemas de salud y conflictos sin número, pero se
encargó de dejar bien en claro, que solo pudo sentirse
verdaderamente dichoso, después de conocer al Señor.

Él mismo dijo que llegó a perder la esperanza de vivir


(2 Corintios 1:8), y dijo estar solo y abandonado (2 Timoteo
4:16 al 18). Sin embargo, también dijo que en su debilidad,
se manifestaba el poder de Dios (2 Corintios 12:9), y esa es
la gran verdad. Eso es lo que debemos enseñar, y lo que
trataré de analizar en este libro sobre el desánimo. Porque es
clave comprender, que a pesar de los problemas y las
debilidades, no debemos permitir que se nos apague la
revelación de lo que significa vivir en Cristo.

Es verdad que somos hijos de Dios (Juan 1:12), que


somos hijos de la Luz (1 Tesalonicenses 5:5), que somos uno
con Cristo (1 Corintios 6:17), y que todo lo podemos en Él
(Filipenses 4:13). Pero también es verdad que todavía somos
barro, somos seres humanos frágiles, débiles e incapaces de
muchas cosas.

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La fe en el Señor y Su Reino, es lo que nos permitirá
avanzar en la vida, sabiendo que seremos librados de lo que
debamos ser librados y recibiremos lo que debamos recibir
para la consumación del propósito Divino, incluyendo
algunos dolores. Esta profunda verdad debe fundamentar
nuestra comunión con Dios. No debemos permitir que el
desánimo nos robe el potencial de la fe.

Es por todo esto, que debemos comprender de qué


manera nos pueden afectar los estados del alma, y como
debemos resolver esos ataques, impidiendo que lleguen a
nuestro espíritu. Este libro, no persigue la intención de
enseñarnos sobre cómo ser totalmente libres del desánimo,
sino que nos enseñará que en Cristo, podemos superar toda
prueba de la vida, y que hasta lograrlo, podemos permanecer
firmes en la fe, a pesar de cualquier desánimo.

En la Biblia, la palabra desánimo la encontramos en


hebreo como “catsár” que significa angustiado, estrecho, y
también con el término “nu”, que significa desalentar,
desanimar, frustrar, herir o vedar. También hay otros
términos como “deabá” que significa desaliento, así como
“aráts” que significa quebrantado, temeroso o desfalleciente.
El término “Iaá” que significa desalentado, disgustado,
molesto. El término “Kjalá” que significa, desgastado, débil,
enfermo, afligido, o sin fuerzas para seguir adelante.

El desánimo también se puede aplicar bajo otros


términos bíblicos que definen la falta de ilusión o ánimo
hacia alguien o para hacer algo. Como el cansancio, la fatiga,

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el flaquear, el rendirse, el decaer, el deshacer, destruir,
escasear, faltar, quedarse, marchitar, agotar, arruinar, caer o
terminar.

Las actitudes de alguien desanimado también la


encontramos como derribado, endeble, débil, flojo, apagado,
enfermo, caído, acobardado, quebrantado, desconsolado,
atribulado, disuelto por completo, falto de compromiso,
pusilánime, miedoso, temeroso e incrédulo. Todos estos
adjetivos son bíblicamente relacionados con el desánimo.

Algunos de los síntomas más evidentes que se


producen cuando comenzamos a sufrir el desánimo son por
ejemplo, una notoria pérdida de entusiasmo y de positividad
ante los desafíos de la vida. Todos los pensamientos
comienzan a tener una tendencia negativa, tanto de las
circunstancias que enfrentamos, como de la vida en general.
Es decir, nuestro entorno, y fundamentalmente nuestros
intereses personales. Cuando comenzamos a pensar en
términos de fracaso y desestimar nuestras propias
capacidades, estamos en peligro, porque el siguiente paso,
será perder de vista el poder de Dios.

Quienes no actúan rápidamente y permiten el avance


del desánimo, comienzan a manifestarse como personas
desanimadas, comienzan a mostrar irritabilidad con su
entorno, por ejemplo, haciendo silencios prolongados o en
una permanente búsqueda de soledad. Pueden sufrir cambios
anímicos muy bruscos y constantes, por la lucha que se está
desatando dentro de ellos. Lo más usual es que aparezcan

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signos de desesperanza y de negatividad, a la vez que poco a
poco y de manera inconsciente, permiten que el desánimo
afecte la comunión que tienen con Dios y todo se les pone
mucho peor.

Generalmente en estos desanimados, disminuye el


umbral de tolerancia al dolor y a la frustración, ya que sus
deseos positivos disminuyen. Se instaura en ellos, una
antipática apatía espiritual, que provoca la disminución de
toda tarea relacionada con la Iglesia, y por consecuencia,
comienzan a rechazar los consejos de sus líderes. Lo cual
termina por aislarlos aún más, siendo esto justamente, lo más
peligroso que pueden hacer.

Incluso puede haber en algunos afectados por el


desánimo, una notable pérdida de interés por satisfacer sus
necesidades básicas, como arreglarse, entrenarse,
alimentarse correctamente, o aun asearse de manera debida.
Es como si auto castigara descuidándose físicamente. Eso lo
evidencian porque comienzan a mostrarse públicamente
desalineados y con un sombrío semblante, que tal vez,
inconscientemente es un pedido de auxilio para su entorno.

Estos hermanos, que permiten el avance del desánimo,


comienzan a sufrir cambios en sus hábitos de sueño,
generalmente comienzan a sufrir insomnio y no logran
descansar lo suficiente, lucen cansados, desmotivados y
aburridos para todo lo que se les proponga. Todas estas cosas,
sin dudas comienzan con las emociones del alma, se
manifiestan a través de conductas físicas, se consolidan en

25
actitudes erradas y permanentes desenfoques respecto de la
verdad de Dios. Todo esto termina por afectar la comunión
con la Iglesia y finalmente su intimidad con Dios, lo cual los
pone a las puertas de la vulnerabilidad absoluta.

Entonces, el desánimo puede convertirse en espiritual,


cuando provocado por diversas circunstancias naturales
comienza a evidenciarse a través de patrones de
pensamientos y comportamientos equivocados, que llegan a
producir cambios negativos en los comportamientos y las
actividades espirituales.

Quienes son penetrados por el desánimo, de manera tal


que sus vidas espirituales comienzan a ser afectadas, dejan
de congregarse con el mismo fervor que sentían, comienzan
a faltar continuamente, y en ocasiones, se toman largos
períodos de tiempo en los cuales no vuelven a sostener una
sana comunión con el resto de los hermanos.

Ignoran y desestiman, los consejos, la dirección o la


exhortación de quienes han sido puestos como autoridades
espirituales para guiarlos. Dejan de orar, dejan de adorar, de
alabar y de leer la Palabra como lo hacían cuando estaban
bien. Evitan hablar con otros hermanos, de sus padecimientos
y no manifiestan ningún interés en temas importantes para la
edificación espiritual.

Estas actitudes se van produciendo en mayor o menor


medida en aquellos que permiten el avance del desánimo.
Esto puede ser muy dañino y muy destructivo a la hora del

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propósito. Por eso determiné escribir este libro, porque
ninguno de nosotros, podemos decir que jamás seremos
tocados por la adversidad y ninguno conoce realmente cual
es el límite de nuestra fortaleza, cayendo en el riesgo del
desánimo “espiritual”.

Nadie puede decir que esto no le pasará, o que no


deberá enfrentar un peligroso desánimo espiritual. Por eso y
aunque tal vez, no estemos pasando por un desánimo, creo
que es muy sabio leer y tomar nota, para que nunca jamás, el
desánimo llegue a producir costosos daños en nuestra vida
espiritual.

“Tú debes saber que Dios no se cansa como nosotros;


debes saber que su inteligencia es más de lo que
imaginamos. Dios les da nuevas fuerzas a los débiles y
cansados. Los jóvenes se cansan por más fuertes que sean,
pero los que confían en Dios siempre tendrán nuevas
fuerzas. Podrán volar como las águilas, podrán caminar
sin cansarse y correr sin fatigarse…”
Isaías 40:28 al 31 VLS

27
Capítulo dos

El Desánimo y la Fe

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es


necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay,
y que es galardonador de los que le buscan”
Hebreos 11:6

Cualquiera podría pensar, que ante el armado de los


temas para enseñar sobre el desánimo, se podría dejar la fe
para lo último, porque siempre funciona como el impulso
final. Sin embargo, es lo primero que deseo mencionar,
porque la fe es de vital importancia para todo lo que hagamos
en una vida de Reino, y será la base de todo lo demás.

La Biblia dice que todo lo que no proviene de la fe, es


pecado (Romanos 14:23), y dice que el justo debe vivir por
la fe (Romanos 1:17), por lo tanto, los asuntos de la fe, no
son el impulso final, sino que lo abarcan absolutamente todo.
Si la fe no fundamenta todo, simplemente estaremos fallando
por esencia y no por gestión.

28
Digo esto, porque la primera sensación que se produce
al sufrir algunos síntomas de desánimo, es que nos está
faltando fe. Los estados emocionales invaden nuestra luz
espiritual y generan ciertas confusiones que indican a nuestra
consciencia que estamos mal con Dios.

Cuando sentimos la sensación de falta de fe, también


sentimos que no estamos agradando a Dios y de manera
inconsciente nos distanciamos como avergonzados por
nuestro estado. No me refiero a distanciarnos de la iglesia y
las actividades, eso puede ocurrir si el desánimo persiste,
pero lo primero que ocurre es un distanciamiento interior.

Alguien podría preguntarse ¿puede existir algo como


el distanciamiento interior con Dios? Bueno, de hecho, no.
Me refiero al sentir, no a la verdad que opera en nosotros.
Justamente lo que produce esta confusión interna, es una
distorsión de la verdad. Por lo tanto, podemos sentir algo que
no es lo que precisamente está ocurriendo y aun así,
asimilarlo como una realidad absoluta.

Podemos tener la sensación de estar ofendiendo a Dios


y sin embargo, puede que Su compasión este tratando de
abrazarnos. Podemos tener la sensación de que Su presencia
no está, sin embargo, eso es imposible. El problema surge en
nuestras percepciones, porque el desánimo lo trastoca todo.

Generalmente, las enseñanzas dadas en la Iglesia


respecto de la fe, nos presentan un cuadro emocional de
entusiasmo, de fuerza, de ganas, de poder, etc. El problema

29
con eso, es que el día que nos golpea el desánimo, tenemos
la sensación de haber perdido la fe.

La verdad es que la fe, nada tiene que ver con las


emociones, o el vigor con el que caminemos día a día. La fe,
en el Reino, es un aspecto legal, no emocional. Cuando se
enseña la fe, como un conductor motivacional y no
revelacional, lo único que se alimentan son los aspectos del
alma y no del espíritu.

El alma funciona por motivación y si abrazamos la fe


en esa dimensión, el día que perdemos la motivación,
perdemos la fe. No creo que esto se haya producido en la
Iglesia por malas intenciones, solo creo que en el afán de
transmitir la fe, acompañamos el mensaje con una arenga
muy emotiva, con algunos gritos, o incluso con algunas
evidencias físicas del entusiasmo.

Tal vez, mi enseñanza es más magisterial que pastoral,


pero yo creo que la fe, es un aspecto legal del Reino y no una
cuestión emocional. No me importa si alguien se emociona,
vibra, llora, salta o pega un grito de júbilo, solo me importa
que reciba lo que se está diciendo, lo retenga y lo gestione
como un medio para obtener resultados. Esto puede parecer
frío, pero es legal, y lo legal, nada tiene que ver con el calor
de nuestras emociones.

En las escribanías del cielo, lo que vale es el


documento legal de pertenencia y no los gritos de júbilo.

30
Hebreos 11:1 dice que “La fe es garantía de lo que se
espera; la prueba de las realidades que no se ven” (CJ).

En la definición del diccionario de la Real academia


española, una garantía es la seguridad de que una cosa va a
suceder o realizarse. Y en lo comercial, es un documento
legal firmado por alguien que se compromete a cumplir con
una obligación. Yo he conocido algunos casos en los cuales,
un garante se resistió a pagar y la justicia lo obligó a la fuerza.
Ahora imaginemos que puede pasar, si la propia garantía es
Dios.

La fe es el medio legal por el cual accedemos a la


voluntad de Dios. Efesios 2:8 y 9 dice: “Porque por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
Durante años escuché en la Iglesia, que somos salvos por la
fe, pero en realidad, acá dice que somos salvos por la gracia
y la fe, es el medio para obtener la salvación y por supuesto,
todo lo que Dios tiene para nuestras vidas.

No es lo mismo el medio que el fin. El fin es la


salvación, otorgada por la gracia, y el medio para obtenerlo
es la fe, que por cierto es un don de Dios, es decir, un regalo
de Dios. De la misma manera que llegamos a ese fin de la
salvación, llegamos al fin del propósito eterno, que es vivir
bajo el gobierno de Dios.

Es decir, la fe, es el medio legal para acceder a todo lo


que sea del Reino. Cuando padecemos un desánimo, no

31
importa si comienza en el alma, si no estamos firmes, se
trasladará a nuestra vida espiritual y entonces bajaremos la
intensidad de todo compromiso. Eso empeorará todas las
cosas y ese justamente, es el error que cometen muchos hijos
de Dios.

“La ansiedad en el corazón del hombre lo deprime,


Más la buena palabra lo alegra”.
Proverbios 12:25

El desánimo produce un desajuste visual en nuestra


vida espiritual. Es como si perdiéramos el foco, respecto de
las verdades eternas. Cuando estamos mal, no podemos ver
claramente y en realidad, ese es un objetivo fundamental de
la Palabra (Salmo 119:105). Cuando esa intención es
impedida por el desenfoque del desánimo, la fe deja de ser
efectiva, simplemente porque dejamos de ver claramente.

Tener visión espiritual no es tener un súper poder, sino


mantener alerta nuestros sentidos espirituales para saber
cómo actuar. Podríamos decir que la visión espiritual es una
característica de la sabiduría dada por Dios. Esto es
importante comprenderlo, porque aquellos que enseñan la fe
como un impulso emotivo, pierden la mayor riqueza de la fe,
que es la sabiduría de creerle a Dios más que a la realidad.

Cómo dicen algunas versiones respecto de Romanos


10:17, “Así que la fe viene como resultado de oír el
mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo”.
Cuando oímos la Palabra, se ilumina nuestro entendimiento

32
y la fe se activa para avanzar y obtener aquello que Dios, en
Su gracia, nos ha otorgado.

Es la fe, el medio por el cual podemos obtener nuevas


fuerzas para seguir adelante cuando el alma se abate, pero no
podemos pretender fe, si al mismo tiempo dudamos. El
desánimo produce confusión y la confusión nos llena de
dudas. Es entonces que necesitamos tiempos de intimidad
con Dios y tiempo con gente de fe que nos pueda impartir.

Cuando los hebreos salieron de Egipto por mano de


Moisés, lo hicieron con niveles de fe y de ánimo
extraordinarios. Ellos vieron como las plagas afectaban a los
egipcios, mientras que ellos en Gosén disfrutaban de paz,
libres de todo azote, plaga o enfermedad.

La muerte de los primogénitos y toda la riqueza que


los egipcios les entregaron, terminaron de poner un broche
de victoria total. Imaginemos el semblante y los comentarios
que harían los hebreos que, después de tantos años de
esclavitud, no solo recuperaban la libertad, sino que lo
hicieron con gran riqueza (Éxodo 12:36).

Es más, cuando los egipcios procuraron perseguirlos,


ellos cruzaron el mar, presenciando uno de los milagros más
fabulosos que relatan las Escrituras. Yo creo que el ánimo, el
júbilo y la fe de los hebreos, debe haber alcanzado su punto
más extremo (Éxodo 15:20).

33
Dios les puso una nube para cubrirlos del sol. Por las
noches se convertía en una nube de fuego para cubrirlos de
las frías noches del desierto. Les proporcionó maná y agua
que salía de la roca. No había enfermos entre ellos, todos
estaban fuertes y vigorosos. Incluso los ancianos y los niños.
Fueron suplidos de todo bien necesario. Aún sus ropas
permanecieron sin desgaste alguno (Deuteronomio 29:5).

Pero los días pasaban y comenzaron a inquietarse,


llenándose de ansiedad, impaciencia, frustración y desánimo.
Cuando un grupo de hombres fueron a inspeccionar la tierra,
subieron y reconocieron el territorio desde el desierto de Zin
hasta Rehob, junto a la entrada de Hamat (Números 13:21).

Notemos que Hamat quedaba al extremo norte de la


tierra. Así que los espías cumplieron su misión en forma
admirable. Subieron al Neguev y llegaron hasta Hebrón,
comprobando que en aquellos lugares vivían gigantes.

Llegaron hasta el arroyo Escol y allí cortaron un


sarmiento con un racimo de uvas, el cual llevaron entre dos
en un palo, y también granados e higos. Y se llamó aquel
lugar el valle del Escol, por el racimo que allí cortaron los
hijos de Israel (Números 13:23 y 24). Al cabo de cuarenta
días regresaron de reconocer la tierra y presentaron su
informe.

Los espías trajeron muestras del fruto, para demostrar


lo maravillosa que era la tierra. Leamos el informe que estos
espías presentaron, sobre su viaje de reconocimiento.

34
“Fueron y se presentaron ante Moisés, Aarón y toda
la congregación de los hijos de Israel, en el desierto de
Parán, en Cades. Les dieron la información a ellos y a toda
la congregación, y les mostraron los frutos de la tierra.
También les contaron: Nosotros llegamos a la tierra a la
cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel;
estos son sus frutos”. Dios tenía toda la razón cuando dijo
que era una tierra en la que la leche y la miel corrían como el
agua. Ahora, ellos sólo estaban confirmando lo que Dios ya
les había dicho.

Pero cuando continúan dando el informe dicen: “El


problema es que el pueblo que habita aquella tierra es
fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; también
vimos allí a los hijos de Anac. Amalec habita el Neguev; el
heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte; el
cananeo habita junto al mar y a la ribera del Jordán”.

Era una realidad que había gigantes en la tierra y que


las ciudades estaban amuralladas y bien protegidas. El
informe era correcto, pero, lo interpretaron mal. Allí fue
donde se equivocaron. Y esta mala interpretación de los
hechos, la vemos también reflejada en el comentario que
ellos mismos hicieron:

“Pero los hombres que subieron con él dijeron: No


podemos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte
que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel de
la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra que
recorrimos y exploramos es tierra que se traga a sus

35
habitantes. Todo el pueblo que vimos en medio de ella es
gente de gran estatura. También vimos allí gigantes, hijos
de Anac, raza de los gigantes. Nosotros éramos, a nuestro
parecer, como langostas, y así les parecíamos a ellos”.
Números 13:31 al 33

Cuando la gente escuchó esto, fueron atacados por el


desánimo total. Cuando el miedo se apoderó de ellos,
perdieron la fe, y perdieron la visión. Cuando eso pasa, las
circunstancias, las dificultades y los problemas, se ven
mucho más grandes de lo que realmente son. Era cierto que
en aquella tierra había gigantes, pero los espías los
recordaban aún más grandes de lo que realmente eran.

Qué contraste interesante es este, que se puede apreciar


en las palabras que expresaron. “Ellos son gigantes y
nosotros como langostas…” De hecho los espías, ni
mencionaron a Dios. ¿Qué les pasó que se olvidaron de todas
las maravillas que Dios había hecho para sacarlos de Egipto?
Sin dudas el desánimo es fatal para la fe.

“Entonces toda la congregación gritó y dio voces; y el


pueblo lloró aquella noche. Todos los hijos de Israel se
quejaron contra Moisés y contra Aarón, y toda la multitud
les dijo: ¡Ojalá hubiéramos muerto en la tierra de Egipto!
¡Ojalá muriéramos en este desierto! ¿Por qué nos trae el
Señor a esta tierra para morir a espada, y para que
nuestras mujeres y nuestros niños se conviertan en botín
de guerra? ¿No nos sería mejor regresar a Egipto?”
Números 14:1 al 3

36
Todo el pueblo lloró mucho aquella noche. Se sentían
muy tristes, pensando en su imaginaria situación
desesperada. Tenían un gran desánimo, porque ya veían que
sus esposas y sus niños caerían en poder del enemigo. Y
curiosamente olvidaron, o no tuvieron en cuenta a Dios,
quién les había librado de la poderosa nación de Egipto con
gran poder ¿Qué podría impedir que lo hiciera otra vez con
estos pueblos?

Evidentemente, cuando nos encontramos en desánimo,


perdemos el foco de la verdad y magnificamos todo pesar que
podemos estar viviendo. La fe, jamás se fundamenta en la
realidad presente, sino en lo que Dios habló. Por eso, en
tiempos de desánimo, es preferible buscar una Palabra de
Dios, que intentar cambiar realidades sin convicción alguna.

Los hebreos usaron a sus niños como excusa, y


aparentaban preocuparse por la seguridad de sus hijos. Pero,
realmente lo que hicieron, fue criticar a Dios, como si Él no
estuviera presente, o no estuviera a la altura de las
circunstancias para cuidarlos a todos.

¿Y sabe usted, quienes entraron en la tierra prometida?


Pues, fueron precisamente, esos mismos niños. La
generación que los precedió. Los mayores se sentaron allí
llorando y diciendo que estaban preocupados por la seguridad
de los niños. Pero, la verdad es que, era Dios quien estaba
pensando en la seguridad de los niños, y como veremos más
adelante, Dios los terminó introduciendo a la tierra. La

37
verdad de las cosas era que, simplemente tenían miedo,
estaban desanimados y dejaron de confiar en Dios.

"Y se decían unos a otros: Designemos un capitán y


volvamos a Egipto. Moisés y Aarón se postraron sobre sus
rostros delante de toda la multitud de la congregación de
los hijos de Israel. Y Josué hijo de Nun y Caleb hijo de
Jefone, que eran de los que habían reconocido la tierra,
rompieron sus vestidos y dijeron a toda la congregación de
los hijos de Israel: La tierra que recorrimos y exploramos
es tierra muy buena. Si el Señor se agrada de nosotros, él
nos llevará a esta tierra y nos la entregará; es una tierra
que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra
el Señor ni temáis al pueblo de esta tierra, pues vosotros
los comeréis como pan. Su amparo se ha apartado de ellos
y el Señor está con nosotros: no los temáis”.
Números 14:4 al 9:

Ahora, estos dos hombres, Caleb y Josué, presentaron


los mismos informes que los otros espías. ¿Cuál era entonces
la diferencia que había en sus palabras? La diferencia estaba
en la interpretación que ellos le daban a la situación. Porque
mientras que diez espías no lo hicieron, estos dos hombres,
incluyeron a Dios en los planes.

Ahora bien, cuando estamos viviendo determinadas


circunstancias de vida y pensamos que estamos solos para
avanzar, puede hacerse todo muy difícil, pero si Dios nos
habla y nos dice: “Paz yo estoy presente, yo tengo el control,
yo no te dejaré, no temas…” Pregunto: ¿No cambia eso

38
nuestro ánimo? En otras palabras, dejar fuera a Dios en
medio del desánimo, solo producirá un efecto desbastador.

Cuando consideremos estar ante la presencia de


situaciones gigantes y nos sentimos como simples langostas,
es cuando más necesitamos reconocer a Dios en nuestras
vidas. Y los hebreos ciertamente necesitaban a Dios, y Él
estaba con ellos, de hecho, todas estas cosas las hablaron bajo
la nube, las hablaron en Su presencia, pero evidentemente el
desánimo los desenfocó de la verdad.

Entonces ¿cómo puede Dios mirar con agrado, a


quienes no creen en Él? (Hebreos 11:6). En contraste,
vemos que Josué y Caleb, tenían mucha confianza. Tenían fe
en Dios, hablaban otra cosa muy diferente, incluso
declarando: “al enemigo, los comeremos como pan…” Pero
cuando hay desánimo y negatividad, o incluso enojo ante el
ánimo correcto, se produce un verdadero choque espiritual.

“Entonces toda la multitud propuso apedrearlos. Pero la


gloria del Señor se mostró en el Tabernáculo de reunión a
todos los hijos de Israel”.
Números 14:10

El Señor no se disgusta contra el desánimo, Él conoce


nuestra humana debilidad. Sabe lo inadecuado que somos
para enfrentar algunas situaciones, y lo rápido que somos
para magnificar los problemas. De hecho, esa debilidad,
puede volvernos dependientes y eso puede tornar la
inseguridad en actitud de clamor y de ruego. El enojo del

39
Señor surge de la murmuración, la incredulidad y el ataque a
quienes estaban hablando las palabras correctas.

Como pastor, he tenido que aconsejar muchas veces a


personas en aflicción y desánimo. Hay quienes buscan una
palabra, un consejo, una dirección. Estos reciben las palabras,
se sienten alentados, acompañados y reciben la impartición
para ser fortalecidos. Sin embargo, hay quienes desaparecen
y no solo dejan de congregarse, sino que evitan atender el
teléfono.

Estos últimos, sufren el desánimo, pero se encierran en


su dolor, evitan hablar, buscan la soledad y si escuchan
palabras de aliento y de fe, se molestan. Se sienten
incomprendidos y dicen: “Claro, es fácil decir esas cosas…
Usted habla así, porque no está viviendo lo que yo estoy
viviendo… En realidad nadie puede comprenderme… Yo no
sé porque Dios no me ayuda…”

Reitero, el desánimo no enoja a Dios, Él sabe que


somos débiles. Lo que es inaceptable para Él, es la necedad,
la incredulidad, y el orgullo. Por eso Su Palabra dice: “Dios
se opone a los orgullosos, pero trata con bondad a los
humildes” (Santiago 4:6 DHH).

El Señor le deja en claro a Moisés que estaba enojado


y que esa actitud tan necia, no quedaría sin castigo:

“Y el Señor dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar


este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las

40
señales que he hecho en medio de ellos? Yo los heriré de
mortandad y los destruiré, y a ti te pondré sobre gente más
grande y más fuerte que ellos”.
Números 14:11 y 12

Dios estuvo dispuesto a destruir a Israel y a cumplir


Sus promesas por medio de Moisés, pero con otra gente.
Estuvo dispuesto a levantar otra nación que sea capaz de
honrarlo y de creerle todo. Lo cual reconozco, me produce
mucho temor y me hace reflexionar, aun conociendo el
glorioso Pacto de gracia en el cual vivimos.

En este panorama sombrío de la historia de aquel


pueblo incrédulo, sobresalen las figuras de aquellos hombres
de fe como Josué y Caleb, que escribirían con sus vidas,
páginas ejemplares para todas las épocas. Fueron aquellos,
junto con las personas que a través del tiempo han depositado
su fe en Dios en las circunstancias más difíciles, los que
verdaderamente han agradado a Dios.

“Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y


dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella, porque
más podremos nosotros que ellos…”
Números 13:30

Caleb fue quien dio un informe correcto, pero los


demás trataron de refutarlo. Sólo Josué estuvo de acuerdo con
Caleb. Así, pues, tenemos el cuadro completo. Este informe
concordó perfectamente con los hechos. Había dos diferentes

41
apreciaciones u opiniones en cuanto a la interpretación de
esos hechos, y ellos estaban en lo correcto.

Según este informe de la minoría, sería posible entrar


y apoderarse de la tierra. Pero, de acuerdo con el informe de
la mayoría, no era posible tomar posesión de la tierra. Ahora,
el pueblo creyó el informe de la mayoría. No creyeron que
les fuera posible tomar posesión de la tierra. Es decir, el
desánimo les quitó la fe, y eso enojó al Señor, de tal manera
que Hebreos 3:17, dice que estuvo disgustado con ellos
durante cuarenta años. Sin embargo, de Caleb dijo lo
siguiente:

“Solamente mi siervo Caleb ha tenido un espíritu


diferente y me ha obedecido fielmente. Por eso, a él sí le
dejaré entrar en el país que fue a explorar, y sus
descendientes se establecerán allí”.
Números 14:24 DHH

El Señor vio que tanto Josué, como Caleb pensaron y


hablaron correctamente. No porque se consideraran
poderosos o especiales, sino porque creían que el poder de
Dios, los libraría de los enemigos, al igual que lo había hecho
en Egipto.

Tal vez, ellos también tuvieron temor al ver a los


gigantes, tal vez también se desanimaron al comprender que
la tierra prometida, no era un lugar deshabitado y abierto, a
la espera de su ocupación. Es lógico que hubieran pensado
así. Es como si Dios nos hablara algo que anhelamos en gran

42
manera y sus palabras alimentaran grandemente nuestras
expectativas. Es como si descubriéramos con el tiempo, que
lo esperado no es tan sencillo como pensábamos, sino que
debemos enfrentar grandes batalla de fe para conseguirlo.
¿No puede causar eso un lógico desánimo?

Claro que sí, pero ese desánimo puede ser quebrantado


con el espíritu correcto. Según Dios ¿Qué espíritu tuvo
Caleb? Porque Él dijo que en su siervo había un espíritu
diferente. Bueno yo creo que el apóstol Pablo trajo luz al
respecto.

“Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que


está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también
creemos, por lo cual también hablamos…”
2 Corintios 4:13

Yo creo que las palabras de Caleb y aun las de Josué,


fueron palabras de fe. Ellos tuvieron lo que los demás no
tuvieron: “Fe”.

Es entonces que arribo nuevamente al concepto legal


de la fe, porque mucho pretenden vincularla con la emoción
y el ánimo, pero la fe, nada tiene que ver con eso. Cuando
alguien ha recibido un cheque, puede estar seguro que no lo
cobrará por emocionarse, ni por gritar con júbilo, ni por
danzar alegre, simplemente lo cobrará por la legalidad que
ostenta ese documento.

43
Que recibir un cheque, pueda producirnos emoción,
alegría, gritos o canciones, nada tiene que ver con sus
resultados. Puede ocurrir que nos alegremos, y está bien, pero
eso no es lo importante. La fe, puede vencer al desánimo
porque nos conduce por otro carril. Es decir, podemos estar
desanimados, pero el poder de la fe, nos hará avanzar igual y
al final, el desánimo será derrotado.

Yo puedo expresar esto con autoridad, porque en


varias ocasiones experimenté el desánimo. Sin embargo,
nunca dejé de congregarme, de servir a Dios, de predicar el
evangelio, de cantar con fe, de agradecer a Dios y de
reconocerlo en todo. Aun en esos grandes desiertos que nos
oprimen, he podido avanzar, y puedo decir que eso es
producto de la fe.

Mi alma puede estar triste y turbada en gran manera,


pero mi espíritu, me grita con autoridad, que Dios está en el
asunto, aunque no pueda verlo. Que Dios ya me ha hablado
mucho, aunque hoy no pueda escucharlo, y que Sus Palabras,
siguen vigentes como una antorcha que alumbra en lugar
oscuro, hasta que el día se vuelva totalmente claro y
resplandeciente (2 Pedro 1:19).

“Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis


apagar todos los dardos de fuego del maligno…”
Efesios 6:16

44
Capítulo tres

El desánimo y nuestra
Responsabilidad

“Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida;


como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te
desampararé. Esfuérzate y sé valiente; porque tú
repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual
juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente
esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer
conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no
te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas
prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se
apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y
de noche meditarás en él, para que guardes y hagas
conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces
harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no
temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo
en dondequiera que vayas.”
Josué 1:5 al 9

45
En el capítulo anterior, mencioné a dos hombres que
obraron con fe, a pesar de las dificultades que estaban a punto
de enfrentar. Josué y Caleb, quienes hablaron lo correcto en
la presencia del Señor, incluso cuando el desánimo era
generalizado. La gente trató de apedrearlos, tan solo por
manifestar fe, procurando avanzar más allá de todo
desánimo.

El Señor se enojó con Su pueblo y toda una generación


murió en el desierto, pero no fue un castigo por el desánimo
que tuvieron, sino por la incredulidad y la forma en la que
murmuraron por la situación.

La culpa no fue de los ocupantes de la tierra, los únicos


responsables fueron los hebreos. De hecho, el gran problema
de ellos fue más profundo que las emociones del alma. Si
hubiera sido solo el desánimo, el Señor los podría haber
alentado, les podría haber hablado y asegurado que saldrían
victoriosos. El problema es que después de todo lo que Dios
les había mostrado y les estaba dando, ellos ni lo
consideraron.

Ahora quisiera enfocarme un poco en Josué, quien


fuera el segundo al mando de Moisés, no solo porque se le
asignó concluir con el propósito de meter al pueblo a la tierra,
sino porque siempre estuvo rondando a Moisés y su relación
con Dios. De hecho, cuando Moisés subía al monte, en busca
de la presencia de Dios, Josué se acercaba lo más posible y
ahí se quedaba, tratando de recibir al menos un toque de todo
eso.

46
Esto puede no parecer muy trascendente, sin embargo,
el resto del pueblo no solo no se acercaba, sino que huía de
la presencia de Dios. Solo Josué se acercaba, con mucho más
que curiosidad. Era evidente que había un deseo y una pasión
por el Señor. Quién vio todo esto con agrado y lo terminó
ungiendo como el sucesor de Moisés, a cargo de toda la
nación.

Josué condujo a los israelitas a la tierra prometida


después de la muerte de Moisés. Incluso, fue considerado
como uno de los más grandes líderes militares de la biblia por
liderar los siete años de la conquista de la tierra prometida, y
a menudo se presenta como un modelo para el liderazgo y
una fuente de aplicación práctica sobre cómo ser un líder
efectivo.

Como un líder militar, Josué fue considerado como


uno de los mayores generales de la historia de Israel, pero
sería un error reconocer la conquista de la tierra
exclusivamente a la habilidad de Josué como un general
militar, porque también cometió ciertos errores.

La primera vez que vemos a Josué es en Éxodo 17, en


la batalla contra los amalecitas. Éxodo 17:13 nos dice que
Josué “deshizo a Amalec y a su pueblo…” y por tal motivo,
podemos concluir que la pericia militar de Josué salvó la
situación. Sin embargo, en este pasaje vemos que ocurrió
algo muy extraño. En el versículo 11, leemos: “Y sucedía que
cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; más
cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec…”

47
Esta famosa historia acontece cuando los brazos de
Moisés se cansaron tanto, que tuvieron que traer una piedra
para que se sentara y Aarón y Hur sostuvieron sus manos,
porque al mantener sus manos con la vara en alto, el pueblo
prevalecía en la batalla, pero cuando las bajaba, el pueblo
retrocedía. Por consiguiente, vemos en esta historia que Josué
era el que luchaba y ganaron la batalla porque Dios les dio
una victoria sobrenatural a través de la fe.

Esta misma sobrenaturalidad podemos verla en las


victorias militares que tuvo en la toma de la tierra prometida.
El Señor le había dicho que nadie le podría derrotar jamás,
porque Él lo ayudaría en todo, así como lo había hecho con
Moisés. El Señor le dijo “Nunca te fallaré ni te
abandonaré…”

Pero también le dijo que él debía ser fuerte y valiente,


porque sería quien guiaría al pueblo de Israel para que reciba
el territorio de la promesa. Sólo le pidió que sea muy fuerte
y valiente, que no desmaye, ni se intimide por nada. Porque
de esa manera podría ser tan efectivo como lo había sido
Moisés.

También le mandó que nunca dejara de leer el libro de


la Ley, de estudiarlo de día y de noche, y ponerlo en práctica,
para tener éxito en todo. Leamos el mandato de Dios en esta
versión actualizada: “Yo te pido que seas fuerte y valiente,
que no te desanimes ni tengas miedo, porque yo soy tu Dios,
y te ayudaré por dondequiera que vayas” (Josué 1:9 VLS).

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Ante estas tremendas Palabras del Señor, el ánimo de
Josué y del resto de la nación, estaría por las nubes. Bueno,
creo que todos en mayor o menor medida, hemos
experimentado la euforia y la emoción de recibir una
alentadora palabra profética. Sin embargo, todos sabemos
también, que recibirla es fácil, pero el gran desafío es poder
sostenerla en el tiempo.

El ejército se puso en marcha al rayar el sol. El primer


desafío, era la conquista de Jericó, una ciudad fuertemente
amurallada. Sin embargo, la fe, hace que todo lo imposible
parezca posible. La vanguardia formada por los mejores
soldados de Israel avanzó primero. Las lanzas flameaban
amenazantes y el ruido de las miles de personas sería
ensordecedor. Detrás le seguían los sacerdotes con sus
vestidos blancos sonando las doradas trompetas y tras ellos
el arca de Dios cerrando la retaguardia.

Tras las murallas, los soldados enemigos seguramente


se prepararon para la defensa. Tal vez estaban bien
equipados, con alimentos y agua para un sitio prolongado, si
fuera necesario. Ellos sabían de antemano que el ataque era
inminente, no fue algo que los tomó por sorpresa.

Los muros de Jericó tenían apariencia y fama de ser


invencibles. Mientras tanto, en las ciudades cercanas de
Canaán se estaba tratando de montar una coalición para
atacar a los sitiadores. Habían enviado tropas para ayudar a
defender Jericó (Josué 24:11).

49
Cuando el ejército de Israel se encontró cerca de las
murallas los destacamentos se detuvieron. Tal vez las
trompetas cambiaron su melodía y comenzaron a entonar una
música de triunfo y alabanza a Dios. Tal vez los soldados
recordaban las palabras que Moisés les había dicho: “El
Señor es mi fortaleza y mi canción; él ha sido mi
salvación... El Señor es un guerrero. ¡El Señor es su
nombre!” (Éxodo 15:2 y 3).

Al rayar el sol sobre los montes los trompeteros


estarían rugiendo como leones hambrientos. Algunos tal vez
se estarían preguntando: ¿Por qué no atacamos ya? Estamos
prontos, hemos comido bien y estamos descansados… Sin
embargo, el general Josué dijo: “Hoy no es el día que el
Señor ha escogido”.

En los siguientes días se reiteraron las mismas


maniobras militares. Muchos en el campamento de Israel
estarían ansiosos con la expectativa de que cada día, sería el
gran día del ataque final. La misma comitiva se desplazaba
con el mismo orden. Primero la vanguardia, luego los
sacerdotes con las trompetas tocando todo el tiempo, después
el arca del Señor y por fin la retaguardia.

Supongo que cada día, los soldados se levantarían con


esa combinación de entusiasmo, ansiedad y temor antes de
los supuestos ataques. Cada día se prepararían como si fuera
a suceder algo extraordinario, pero nada acontecía. Incluso
puedo imaginar que los capitanes de cada grupo se han
dirigido a Josué para hacerle saber que algunos soldados ya

50
estaban nerviosos y desearían empezar la embestida cuanto
antes sea posible, para no perder el entusiasmo.

Al llegar el sexto atardecer, supongo que muchos ya


estarían preocupados, preguntándose si tanta demora no
estaría dando ventaja al enemigo para fortalecerse o esperar
la ayuda de otros ejércitos, tal vez ya en camino.

Los capitanes discutirían cómo se efectuaría el ataque,


los soldados discutirían entre ellos, ya que algunos tenían
más experiencia que otros. Algunos nunca habían peleado,
solo habían caminado por el desierto, pero otros contaban con
las experiencias de las batallas contra los dos reyes de los
amorreos.

Seguramente, Josué como líder tuvo que soportar una


gran carga emocional. Tal vez, recordaría cada noche, las
palabras de coraje y esperanza que Dios le había dado. Él
sabía que lo que estaba a punto de suceder tendría un
significado histórico para el pueblo de Israel. Él no ignoraba
que se venía el momento clave, en el cual tendría que
demostrar un coraje inquebrantable.

“Nadie te podrá hacer frente todos los días de tu vida...


No te dejaré ni te desampararé”
Josué 1:5

El sol nuevamente se levantó, y el séptimo día llegó.


Al igual que el resto de los días, los hombres de Jericó
observarían con gran curiosidad el desfile militar al que ya se

51
estaban acostumbrando. Tal vez, el verlos cada día hacer lo
mismo les provocaría una gran ansiedad y ya estarían más
deseosos de ser atacados que tener que soportar un día más
de vueltas y trompetas. De todas maneras estarían calculando
que los israelitas podían dar muchas vueltas, pero aun así, no
verían cómo intentarían atravesar sus tremendas murallas.

Pero de pronto ese séptimo día sorprende a los


soldados de Jericó, porque la caravana de Israel, no vuelve al
campamento después de la primera vuelta, sino que siguen
andando. Supongo que después de seis vueltas, algunos de
los soldados comenzarían a mostrar signos de cansancio.

Jericó había sido atacada muchas veces con violencia,


pero nunca había ocurrido algo como esto. Que un ejército
rodeara la ciudad una y otra vez sin hacer nada, solo tocando
sus trompetas y cantando.

En el extremo oeste de la muralla, apenas se veía una


pequeña ventana desde donde colgaba una cuerda roja que
Rahab la ramera, había dejado como señal (Josué 2:21). A
pocos metros para completar la séptima vuelta. Las trompetas
hacen silencio por unos minutos y se escuchó la voz de Josué.
El mensaje es transmitido al resto del ejército como un
reguero de pólvora: “¡Griten, porque el Señor les entrega la
ciudad!... No toquen ni tomen nada del anatema…” (Josué
6:16 al 18).

Las trompetas sonaron nuevamente, pero esta vez, el


sonido fue vigoroso y de victoria. Los guerreros de Israel

52
comenzaron a gritar. Y los enemigos con espanto observaron
cómo las murallas comenzaron a derrumbarse como si fueran
de yeso. Seguramente el gran estruendo de poder, se
mezclaría con los gritos de desesperación de miles de
personas que veían con desesperación que los poderosos
muros que los hacían sentir seguros, caían como si fueran
nada. Tal vez, como esas detonaciones que se hacen hoy en
día, para lograr que los edificios caigan de manera
coordinada.

Cientos de arqueros quedaron sepultados sin poder


arrojar ni tan solo una flecha. El ejército de Jericó nada pudo
hacer ante el gran poder de Dios. Los grandes pedazos de
roca, seguramente provocaron tremendos gritos de dolor de
los miles de heridos que veían con espanto como la derrota
les sobrevino en un segundo.

El rey, debe haber observado con pavor, cómo su


ciudad, tan orgullosa de esas fortificaciones magníficas,
quedaba completamente indefensa, a la vez que el ejército de
Israel avanzaba rápidamente por los cuatro frentes dando su
embestida final.

El comandante Josué, como jefe de las tropas estaría


eufórico y emocionado al ver la poderosa obra del Señor.
Atrás habían quedado, los días de la incredulidad de sus
hermanos y de los muchos años de desierto. Lejos estaba el
tiempo del desánimo. Era el gran día de la conquista.

53
Para Josué había sido fácil estar bajo la sombra de un
hombre tan poderoso como Moisés. Pero ahora era quién
estaba en autoridad. Era el gran responsable y estaba
presenciando una victoria extraordinaria, a la vez que estaba
logrando el respeto del pueblo y a partir de entonces, su fama
se extendería por toda la tierra (Josué 6:27).

Él había ordenado por dirección divina, que nadie


tocara nada de lo que estaba en Jericó, porque cualquier cosa
que tocaran sería “anatema”. Todo debía ser destruido con la
excepción de los metales (Josué 6:18 y 19).
Desgraciadamente, la codicia de un hombre traería funestos
resultados a nivel nacional e individual (Josué 7:21).

“Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en


cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi, hijo de
Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del
anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos
de Israel.”
Josué 7:1

Este versículo nos dice que los hijos de Israel


cometieron una prevaricación, pero en realidad, nosotros
sabemos que fue solo un hombre llamado Acán el que
cometió el pecado de tomar un lingote de oro y un manto
babilónico para sí, cuando Dios había dado la orden
específica de que nadie tocara nada.

Sin embargo, vemos que la nación entera se vio


afectada y tuvo que sufrir a causa de lo que Acán había hecho.

54
Esto es interesante porque nos puede dejar una gran lección.
Hoy en día, escucho a ciertos hermanos que manifiestan su
desconformidad con el estado actual de la Iglesia. Reclaman
milagros, señales y prodigios. Dicen que algo está mal con
los pastores, porque hoy no funcionan en el poder que tuvo
la Iglesia primitiva. Sin embargo, la Iglesia es un diseño
corporativo y su condición se debe al estado general de todos
sus miembros, no solamente al de algún pastor.

Cuando Dios determina hacer algo en Su Iglesia, no es


por estar evaluando solamente a un pastor. Claro que es
importante nuestra conducta y actitud, pero Dios le toma la
temperatura espiritual a un cuerpo, no a un solo hombre o
mujer. La responsabilidad es de todos. Es por eso lamentable
e injusta la posición que algunos hermanos toman, criticando
como simples receptores, sin ofrecerse al avance con
verdadera devoción.

De manera personal, podemos entender esto


claramente a través de nuestro cuerpo. Cuando nos duele
algo, como por ejemplo, una muela, el oído, o una uña
encarnada, todo nuestro cuerpo es afectado. No importa cuán
insignificante parezca en tamaño de la parte de nuestro
cuerpo que está siento atacada por un dolor. No podemos
sentirnos plenos si una parte de nuestro cuerpo no funciona
correctamente. Así es la Iglesia, no puede ostentar plenitud
espiritual, si sus miembros no funcionan en el marco de su
propósito. La responsabilidad no es solo del liderazgo, sino
que es de todos.

55
Como dice el apóstol Pablo en su primera carta a los
Corintios en el capítulo 12:26: “De manera que si un
miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si
un miembro recibe honra, todos los miembros con él se
alegran”. Volviendo ahora al capítulo 7 de Josué, leamos los
versículos 2 y 3:

“Después Josué envió hombres desde Jericó a Hai, que


estaba junto a Bet-avén hacia el oriente de Bet-el; y les
habló diciendo: Subid y reconoced la tierra. Y ellos
subieron y reconocieron a Hai. Y volviendo a Josué, le
dijeron: No suba todo el pueblo, sino suban como dos mil
o tres mil hombres, y tomarán a Hai; no fatigues a todo el
pueblo yendo allí, porque son pocos.”
Josué 7:2 y 3

Los hijos de Israel pues, se sentían muy emocionados


y animados de haber ganado en Jericó de manera tan
poderosa y sobrenatural. En realidad fue la victoria de Dios,
porque ellos no alcanzaron ni a desenfundar sus armas, pero
después de poco tiempo, los israelitas ya estaban creyendo
que habían sido ellos.

Josué envió a algunos hombres a que reconocieran a


Hai. Y después de examinar la ciudad con mucho cuidado,
dijeron: “Si vencimos en Jericó, Hai no será ningún
problema para nosotros”. Era una ciudad pequeña y no
parecía tener gran importancia estratégica, es por eso que
consideraron avanzar con pocos hombres.

56
“Y subieron allá del pueblo como tres mil hombres, los
cuales huyeron delante de los de Hai. Y los de Hai
mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los
siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron
en la bajada; por lo cual el corazón del pueblo desfalleció
y vino a ser como agua.”
Josué 7:4 y 5

Los israelitas habían salido victoriosos en Jericó


porque habían obedecido las órdenes de Dios. Pero fallaron
en Hai, porque no siguieron las instrucciones específicas de
Dios. En realidad, no se dieron cuenta de su propia debilidad,
se creyeron fuertes en sí mismos y no buscaron la dirección
y el favor de Dios.

“Entonces Josué rompió sus vestidos, y se postró en tierra


sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta caer la
tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre
sus cabezas. Y Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué
hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en
las manos de los amorreos, para que nos destruyan?
¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán!”
Josué 7:6 y 7

Después de tanto ánimo y fervor, les llegó el desánimo


y la desesperación. Pasaron de estar en la cumbre del éxito, a
sentirse débiles y desamparados. Nuevamente comenzaron a
expresarse con incredulidad como lo habían hecho años atrás
en el desierto, y esta vez, Josué estaba a la cabeza de todo.

57
Josué había dicho que la tierra era buena y que podían
tomar posesión. Luego fue ungido como líder y Dios le habló
tremendas palabras de coraje, firmeza y responsabilidad. Sin
embargo, acá lo tenemos, postrado, con sus vestidos rotos y
con polvo sobre su cabeza, hablando quejas y haciendo
responsable a Dios de la derrota.

“¡Ay, Señor! ¿Qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda


delante de sus enemigos? Porque los cananeos y todos los
moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán
nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás
tú a tú grande nombre?”
Josué 7:8 y 9

Aquí podemos ver de qué manera el desánimo produce


desenfoque, falta de fe y automáticamente busca
responsables para echar culpas, y esto incluye a Dios mismo.
Es muy común que un desanimado le pregunte al Señor por
qué permite que le pase tal o cual cosa. Generalmente, no
evalúa la situación con sabiduría, sino desde las emociones.

Después de que Dios le había dicho a Josué, que se


esforzara, que sea valiente, que no desmayara por nada, que
no se dejara intimidar por nada, acá lo tenemos, desanimado,
dudando, llorando y tratando de manipular a Dios, con la idea
de que esa derrota pondría en juego Su prestigio y Su buen
nombre. Como si Dios se pudiera preocupar del comentario
de los demás respecto de la derrota. Pero leamos lo que el

58
Señor le respondió, refiriéndose al aspecto esencial de este
asunto:

“Y Jehová dijo a Josué: Levántate;


¿Por qué te postras así sobre tu rostro?”
Josué 7:10

Dios le dijo a Josué que se levantara y que dejara de


llorar, de romperse la ropa y de echarse polvo sobre la cabeza.
Le dijo que esto no le serviría para nada, que esa no era la
solución ni lo que Él estaba esperando. Había que ir a la raíz
del problema, así que luego le dijo:

“Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo


les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta
han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre
sus enseres.”
Josué 7:11

El Señor no consintió el desánimo de Josué, lo exhortó


duramente a ponerse de pie, a no llorar junto con los demás,
como si fueran víctimas, cuando en realidad, los únicos
responsables de la derrota eran ellos.

Josué no sabía que Israel había pecado. No fue sensible


en cuanto al pecado, y tampoco lo fue Israel. Y Dios le dijo a
Josué que habían hecho algo malo, que tendría que juzgarlo.
Fue difícil para ellos distinguir la maldad en el campamento,
y parece ser difícil para nosotros también, discernir la

59
verdadera razón por las que pasan o no pasan algunas cosas
en la Iglesia.

Luego de ser convocados e interrogados, Acán confesó


su pecado a Josué diciendo: “Verdaderamente yo he pecado
contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he hecho. Pues
vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y
doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de
cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está
escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero
debajo de ello”.

Ante esta lamentable confesión y por causa de los


tiempos que vivían, Acán fue apedreado hasta morir junto a
su familia y criados. La justicia volvió al campamento y al
final el Señor les entregó la ciudad de Hai con una simple
victoria.

El primer intento contra Hai, no fue de Dios. Él no


estaba en el asunto y tampoco está con nosotros, cuando
determinamos hacer las cosas a nuestra manera.
Lamentablemente muchas cosas suelen detenerse en nuestras
vidas, y eso nos frustra, nos desanima, nos hace vernos como
víctimas. Lloramos y hacemos oraciones que más bien son
una queja contra el Dios que parece olvidarnos, pero en
realidad, deberíamos pedir al Espíritu Santo, que nos traiga
convicción y luz, para ver claramente y comprobar si en
realidad, nuestro desánimo, no es el resultado de nuestras
acciones.

60
Hay ocasiones en las cuales, somos los únicos
responsables de la situación que estamos atravesando. El
desánimo pareciera atacarnos como si fuéramos sus débiles
víctimas, pero no siempre es así. No debemos dudar de Dios,
ni olvidar las Palabras que nos habló en algún momento.
Josué se olvidó del famoso versículo 1:9, porque esa es una
de las consecuencias del desánimo.

El alma es como una cisterna rota, que no retiene el


agua que puede saciarnos (Jeremías 2:13). Hoy nos
emocionamos porque Dios nos habló y mañana lo olvidamos
por causa de nuestros estados emocionales. No debemos
regalarle al alma, lo que pertenece al Espíritu. Tomemos la
Palabra y sin dudar, retengámosla hasta que pase la tormenta.

“El corazón gozoso alegra el rostro, pero en la tristeza del


corazón se quebranta el espíritu. El corazón inteligente
busca conocimiento, más la boca de los necios se alimenta
de necedades. Todos los días del afligido son malos, pero
el de corazón alegre tiene un banquete continuo”.
Proverbios 15:13 al 15

61
Capítulo cuatro

El desánimo ante
Los problemas familiares

“Entonces el rey se turbó, y subió a la sala de la puerta, y


lloró; y yendo, decía así: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo
mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de
ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!”
2 Samuel 18:33

Todos tenemos problemas, y cada día nos enfrentamos


a ellos lo mejor que podemos. Si además estamos
desanimados, la situación se vuelve más difícil. El desánimo
es como un ladrón que nos roba la confianza, el valor y la
alegría que necesitamos para luchar contra los problemas.
Como dice Proverbios 24:10: “Si en el día de la aflicción te
desanimas, muy limitada será tu fortaleza”. (NVI)

Muchos motivos pueden desanimarnos, pero


históricamente y desde siempre el seno de la familia ha sido
el escenario de grandes y pequeños problemas que llegan a
producir terribles desánimos.

62
Siempre aclaro en las enseñanzas sobre matrimonio y
familia, que mi responsabilidad como maestro, es tomar
como fundamento de toda lección la Palabra de Dios, y que
el problema que siempre enfrento, es no encontrar en toda la
Biblia, una familia ejemplar y libre de problemas.

En la vida diaria, todos luchamos por una familia


mejor. Nos afanamos por lograr que no haya problemas, pero
hay tantas variantes en la convivencia familiar, que es
imposible alcanzar un grado de problema cero. Y es lógico
que sea así, sin embargo no dejamos de remar para lograrlo.

Hay quienes piensan que al recibir la gracia del Señor,


todo comenzará a cambiar para bien rápidamente. Incluso
algunos juegan con la fantasía de que sus grandes problemas
familiares pueden ser revertidos rápidamente tan solo por ir
a las reuniones de culto. Pero lógicamente se frustran al no
encontrase con resultados tan contundentes como para
satisfacer sus expectativas.

Por cierto, esas expectativas suelen ser alimentadas por


los mismos líderes, enseñándoles que con Cristo encontrarán
solución a todos los problemas. Pero la verdad, aunque nos
pese reconocerlo, es que esas posibilidades no están
planteadas en la Biblia como una promesa divina. De hecho,
Jesús mismo dijo:

“No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he


venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para
poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija

63
contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los
enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a
padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que
ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que
no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí”.
Mateo 10:34 al 38

Evidentemente, las relaciones familiares, siempre


generarán conflictos y si entra en juego la lógica
confrontación entre la luz y las tinieblas, el cuadro se
completa con alta complejidad. Pero también es cierto, que
la vida de Reino, puede ir avanzando más allá de todo
conflicto, hasta alcanzar una aceptable y muy deseable
plenitud familiar. Sin embargo, este es un desafío por el cual,
no todo cristiano está dispuesto a pagar el precio.

Si observamos la Biblia, la primera familia de la


humanidad enfrentó tremendos conflictos, porque aun sin la
influencia de un ambiente hostil por parte de otras personas,
sufrieron el asesinato de un hijo, a manos de su propio
hermano. Por su parte, el patriarca Noé, también fue
humillado por su propio hijo a quién terminó maldiciendo.

Abraham, no podía tener hijos con su esposa y lo tuvo


con su esclava egipcia y al poco tiempo, los hecho al desierto
para que murieran. Isaac al igual que su padre, mintió que su
esposa no era su esposa. Jacob vivió permanentes conflictos
entre sus dos esposas y sus criadas con quienes también tuvo
varios hijos y su única hija mujer fue violada.

64
José tuvo problema con sus hermanos, Moisés por
haberse casado con una mujer cusita, también tuvo
problemas con sus hermanos. Gedeón tuvo problemas con su
padre idólatra. Sansón lo tuvo con sus muchos amoríos, Jefté
al entregar a su hija. Los sacerdotes tuvieron problemas con
sus hijos, los de Aarón murieron, los de Elí también murieron
por su maldad, los de Samuel, también vivieron
desviadamente. Los reyes en general, sufrieron constantes
conflictos familiares. Igual con los profetas.

Jesús tuvo problemas con sus hermanos, los apóstoles


no se caracterizaron por dar a conocer una familia integrada.
Pablo estaba solo y recomendó lo mismo para todos. Es decir,
podemos encontrar muchos otros ejemplos, pero en la Biblia
no encontraremos una familia ejemplar y sin problemas. Por
eso, a la hora de enseñar es ilógico plantear la posibilidad de
familias sin problemas utilizando la Biblia.

Esta verdad suele manifestarse en la vida de los


cristianos esperanzados, y lo único que genera es desánimo.
Es el mismo principio que mencioné respecto de los hebreos,
ellos se llenaron de entusiasmo y de fe ante la expectativa de
tomar la tierra prometida, pero cuando la vieron ocupada y
entendieron que debían luchar para obtenerla, entraron en
desánimo.

Hay hermanos que llegan a la Iglesia con grandes


problemas familiares. Se les promete una restauración rápida
o ellos entienden que será así. Sin embargo, con el transcurrir
del tiempo, comprenden que esto no es así, que no es

65
automático y que además, con el solo hecho de vivir el Reino,
se suman a su familia, verdaderas confrontaciones
espirituales. Eso genera desánimo y muchos retroceden.

Miremos un poco la vida de David, un hombre


escogido por Dios y ungido para ser el rey de la nación. Yo
creo que esa visitación de Samuel, el prestigioso sacerdote y
profeta, quién era afamado por haber ungido al rey Saúl, debe
haber sido trascendente para todos y muy entusiasta para él,
quién seguramente debe haber pensado que en el futuro, todo
sería más fácil.

Puede ser lógico que haya pensado eso, porque a Saúl


lo ungieron y le pusieron la corona públicamente a los pocos
días. Sin embargo, inesperadamente David, tuvo que
empezar tocando el arpa, peleando con Goliat y huyendo por
los montes y las cuevas durante años.

Por otra parte y más allá de la unción que operó en


David, tuvo que enfrentar constantemente problemas
familiares. En primer lugar el desprecio de su padre al no
llamarlo ante la visita de Samuel, o de sus propios hermanos
que no creían que él y lo rechazaban (1 Samuel 17:28).

También tuvo problemas con su primera esposa


llamada Mical que era la hija menor del Rey Saúl. David
obtuvo la posibilidad de casarse con ella, por haber
enfrentado a Goliat y por matar a doscientos hombres de los
filisteos trayendo los doscientos prepucios de ellos a modo
de dote al rey Saúl.

66
Mical salvó la vida de David en el episodio en el que
su padre Saúl, suegro de David, envió mensajeros para
capturarlo y matarlo. Lo hizo valiéndose para ello de una
buena estratagema que le permitió descolgarlo por una
ventana y darle tiempo para que escapara.

Seguidamente, y durante el tiempo en que duró la


persecución de David por parte del rey Saúl, este la dio en
matrimonio nuevamente a Palti (1 Samuel 25:44).
Ciertamente David, la recuperó unos catorce años después
como requisito indispensable, antes de reunirse con el
Comandante Abner, para un acuerdo que le llevaría a recibir
el reinado sobre todo el pueblo de Israel (2 Samuel 3:12 al
21).

Finalmente, Mical despreció al rey David al verle


desde una ventana saltando y danzando para Dios cuando
traía el arca del Señor desde Hebrón a Jerusalén. Como
consecuencia de esta actitud ella no pudo concebir hijos (2
Samuel 6: 23).

Los problemas familiares de David se agravaron


mucho antes de su pecado con Betsabé, ya que se dio durante
su exilio en los tiempos de Saúl, que el ungido David
comenzó a tener muchas mujeres. A pesar que estaba
culturalmente admitido en aquella época, era un
comportamiento que transgredía los mandamientos de la Ley
divina (Deuteronomio 17:17).

67
Es significativo el interés concedido a la historia de
Abigail, y que en adelante, ella será siempre llamada “la
mujer de Nabal”. Fue con ella que David comenzó la
poligamia. Es como si alguien hoy, se casara con una mujer
viuda y se la siguiera llamando como la mujer del anterior
marido. De esta manera, la noción misma del adulterio, como
ocurrió con Betsabé, o la poligamia teniendo tantas mujeres,
perdió todo sentido para David, ya que cada nueva aventura
amorosa, podía suponer para él una nueva concubina.

Además de su terrible carácter moral, el pecado de


David con Betsabé tenía un componente político importante,
puesto que era la traición del rey a dos de sus mejores
hombres. Urías Heteo, un fiel oficial de la guardia real (2
Samuel 23:38) y Ahitofel, consejero de David y abuelo de
Betsabé (2 Samuel 11:3; 23:34).

El pecado continuo de David, acerca de la


proliferación de sus mujeres, produjo graves consecuencias
en el ámbito familiar. David tenía gran número de hijos con
sus muchas mujeres, con los cuales, es de imaginar, que no
mantenía relaciones normales de padre e hijos, especialmente
agravado por el hecho de que era el rey.

Sus hijos pues, tampoco tuvieron verdaderas


relaciones fraternas. Todos eran hijos del rey, pero cada uno
era hijo de su propia madre, y cada madre provenía de
ambientes y culturas diferentes.

68
Amnón, el primogénito de David y el heredero
legítimo de la corona, era hijo de una israelita de Jezzreel (2
Samuel 3:2), por tanto, de origen humilde y miembro del
pueblo de Dios, mientras que Tamar y Absalón eran hijos de
una princesa pagana, la hija del rey de Gesur. Demasiada
disparidad, cuyo único vínculo no era más que la figura del
padre como rey de la nación.

Esto fue, por tanto, un campo abonado para que se


desarrollara la distancia y la rivalidad entre ellos. O incluso
la atracción física, como ocurrió entre Amnón y Tamar. Es
también significativo que se diga que el rey no habría negado
el matrimonio entre los dos hermanastros (2 Samuel 13:13).
Con la tolerancia del pecado que Amnón cometería, la figura
y la autoridad de David como padre se terminó quebrando, y
la familia acabó por romperse poco a poco.

Esto ocurrió un día, en el que Amnón, el primogénito


de David, le dijo a Tamar su hermana, que le cocinara en su
habitación fingiendo que estaba enfermo. Ella le cocinó y le
entrego la comida a su hermano en la cama. Pero cuando ella
se acercó, Amnón la agarró por la fuerza y le dijo que se
acostara con él. Tamar se negó y le suplicó diciendo que tal
cosa, sería malo y vergonzoso.

Ella le dijo: Si me violas, yo tendré que vivir con esa


vergüenza y tú quedarás en Israel como un malvado. Yo te
ruego que le pidas al rey que me deje ser tu esposa. Estoy
segura de que él aceptará… Este ruego no es inocente y

69
parece dejar en evidencia el desorden que había en la familia
real.

Amnón no le hizo caso. Y como era más fuerte que


ella, la forzó a tener relaciones sexuales con él. Sin embargo,
cuando sació su deseo, la despreció más de lo que antes la
había deseado. Entonces le gritó que se fuera y la echó de la
habitación. Ella le suplicó que no lo hiciera, pero su malvado
hermanastro, llamó a uno de sus sirvientes y le ordenó: “Saca
de aquí a esta mujer, y luego cierra bien la puerta”.

Por su parte David, no castigó el pecado de su hijo con


autoridad paternal y ciertamente tampoco cumplió con su
deber de rey. Sobre todo cuando éste escándalo, se convirtió
en una cuestión de dominio público y con esa apática actitud,
dejó que sus sentimientos minaran la moral pública de la
población, ya que inevitablemente el liderazgo siempre traza
un standard de moralidad en la gente.

David permitió el grave delito de su primogénito sin


justo castigo, incluso cometió también una segunda
injusticia, que fue no tratar de restaurar el honor ultrajado de
su hija Tamar. Al hacerlo, David produjo una ruptura
definitiva en el seno de su propia familia, que repercutirá
finalmente en un tremendo golpe de estado contra su reino.

Acerca de la revuelta de Absalón propiamente dicha,


comenzó con el asesinato de su hermanastro Amnón,
buscando hacer justicia a su hermana Tamar, quién era su
hermana de parte de madre también. En realidad fue un

70
crimen traicionero cometido ante la presencia de sus
hermanos horrorizados (2 Samuel 13:29 al 36). Imaginemos
lo que significó para David, tener a su primogénito como
violador luego asesinado, a su hija violada y humillada, y a
su otro hijo como asesino vengador. Imaginemos el dolor
familiar, el enojo de las madres y la opinión del pueblo.

También hay que contemplar la importante dimensión


política del asesinato, porque el asesinado, fue el heredero
legítimo y natural del trono. Absalón abrió con esa muerte, el
gran conflicto de la sucesión de gobierno. Por orden de
nacimiento, el heredero debió ser Quileab, hijo de Abigail (2
Samuel 3:3), mientras que Absalón era el siguiente en el
orden de sucesión. El trono estaba demasiado cerca, y
Absalón estaba indignado con su padre y con amplias
ambiciones de poder.

Los historiadores consideran que el exilio obligado de


Absalón representó una especie de experiencia espiritual en
la cual hizo votos de servir al Señor como Dios suyo si
finalmente podía regresar a Israel (2 Samuel 15:7 y 8).
Consideran que antes de ese momento, Absalón era pagano
de corazón, siguiendo seguramente las creencias sirias
inculcadas por su propia madre.

En realidad, Absalón nunca se arrepintió sinceramente


de su asesinato y nunca perdonó la frialdad de su padre, quién
no hizo justicia a su tiempo y que además lo obligó al exilio
y no lo dejaba volver. Cuando pudo hacerlo tampoco lo

71
recibió de manera personal. Todo eso alimentó en Absalón el
odio y el deseo de derrocar al gobierno de su padre.

La persona que al final hizo regresar a Absalón a Israel


fue Joab, quién parece mostrar siempre un verdadero afecto
por David, pero que sin embargo en el fondo, se trata de una
especie de actitud de influencia, poco respetuosa hacia el rey.
Paradójicamente, el que hizo posible el regreso de Absalón
fue también quién al final lo terminó ejecutando.

Absalón cometió un acto de rebelión y traición para


acceder al poder. Primeramente, mostrando su fuerza
públicamente (2 Samuel 15:1). A continuación, por sus
mensajes mentirosos y la adulación de la gente procuró robar
el corazón del pueblo para provecho suyo (2 Samuel 15:3 al
6).

Pero más allá del golpe de estado al gobierno de su


padre, Absalón cometió una acción abominable y tremenda
para la familia de David, ya que a ojos de todo el pueblo, en
la terraza del palacio, fornicó con todas las mujeres de su
padre.

Esto fue, desde un punto de vista humano, abominable,


en todas las culturas y en todas las épocas. Por otra parte, fue
el cumplimiento de la sentencia divina, tras el pecado de
David con Betsabé (2 Samuel 12:11), pero a nivel humano,
la acción cometida por Absalón humilló públicamente a su
padre y a toda la familia real. Esto hizo evidente que su
posición era irreconciliable y además trajo una subversión

72
absoluta de los valores, el respeto filial, el pudor y la decencia
familiar.

“Y David subió la cuesta de los Olivos; y la subió llorando,


llevando la cabeza cubierta y los pies descalzos. También
todo el pueblo que tenía consigo cubrió cada uno su
cabeza, e iban llorando mientras subían”.
2 Samuel 15:30

Detengamos el tiempo en esta instancia y tratemos de


imaginar el desánimo del rey David. Su familia estaba
quebrada, destruida y humillada. Tuvo un hijo violador que
terminó asesinado, una hija violada, un hijo asesino y
violento que le dio un golpe de estado. Una mujer de un
soldado fiel que después de engañar asesinó. Un hijo muerto
de esta y todas sus mujeres violadas por su propio hijo a la
vista de todo el pueblo. Pregunto: ¿No es lógico el gran
desánimo que manifestó David por causa de su familia?

Al final, la batalla con Absalón se libró en terreno de


David (2 Samuel 18:6). Los hombres de David presentaron
batalla en un terreno difícil, que el ejército de Absalón, a
pesar de su superioridad numérica, no dominaba y no pudo
manejar. Absalón terminó enganchado de sus cabellos en una
zona frondosa del bosque y fue dardeado en su corazón por
el general de David. Fue por eso, que cité el pasaje bíblico de
David ante su tumba al comienzo de este capítulo.

“Entonces el rey se turbó, y subió a la sala de la puerta, y


lloró; y yendo, decía así: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo

73
mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de
ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!”
2 Samuel 18:33

El llanto de David ante la muerte de su hijo, el traidor


que le hizo tanto daño y buscaba matarlo, nos muestra un
corazón lleno de misericordia en un hombre totalmente
quebrantado. Esta ternura misericordiosa ante la muerte
ominosa de su hijo Absalón y de todo lo que le había
ocurrido, nos muestra la autoridad de su palabra y de sus
hechos.

David enfrentó muchas adversidades, tanto


gubernamentales como familiares. Se equivocó muchas
veces y también pagó las consecuencias de sus errores. Se
desanimó más de una vez y lloró amargamente sin reservas.
Sin embargo, y al final de su camino, vemos que nunca dudó
de Dios, nunca murmuró de su suerte y nunca el desánimo le
ganó a su fe.

El Señor terminó considerando abiertamente, que


David era un varón con un corazón conforme al suyo. No
necesariamente por sus decisiones, sino por su disposición
para buscar y hacer Su voluntad, manteniendo el corazón lo
suficientemente humilde para la corrección.

Una vez más, podemos ver con claridad, que el


problema no es el desánimo. Las adversidades familiares en
mayor o menor grado, siempre estarán presentes y es lógico
que nos produzcan desánimo. Lo que nunca debemos hacer,

74
es permitir que el desánimo nos frene impidiendo el avance
al propósito.

Los salmos de David, dejan ver claramente los


sufrimientos que muchas veces acecharon su vida. Incluso
podemos ver su desánimo, pero nunca veremos el reproche y
la incredulidad para con Dios. David siempre supo alabarlo,
en las buenas y en las malas. Esa es nuestra gran enseñanza.

Ser un hijo de Dios, no implica no tener problemas


familiares. Y si bien sería muy difícil que lleguemos a tener
semejantes problemas como los que tuvo David. Es claro que
estar desanimados no es un pecado. Lo importante es no
permitir que las situaciones negativas ganen nuestro corazón.

No debemos permitir que el rencor, el odio, la falta de


perdón y la incredulidad ocupen ni un pequeño lugar en
nuestro corazón. Dios no tiene problema con nuestro
desánimo, Él comprende nuestra debilidad y nuestro
sufrimiento, porque Jesucristo lo experimentó. Lo que no
acepta y nos exhorta al respecto, es a no permitir que el
desánimo se convierta en un estado espiritual decadente.

Las familias siempre están compuestas de diferentes


personas con gran complejidad emocional, moral, intelectual
y espiritual. Es lógico que haya conflictos de todo tipo. Es
lógico también que estos conflictos nos provoquen gran
desánimo, pero lo que no debemos permitir, es que nos
muevan de nuestra comunión con Dios, porque solo de Él

75
recibiremos la fortaleza para avanzar y consumar Su
propósito (1 Pedro 2:21).

“Yo te voy a hacer que entiendas.


Voy a enseñarte el camino que debes seguir,
y no voy a quitarte los ojos de encima”
Salmo 32:8

“Ustedes, los que esperan en el Señor,


¡Esfuércense, y cobren ánimo!”
Salmo 31:24

76
Capítulo cinco

El desánimo y la soledad

“Más ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas;


Y cuando ha llegado hasta ti, te turbas”.
Job 4:5

Cómo estamos aprendiendo, el desánimo es producido


por diversos motivos y nos afecta de muchas maneras
diferentes. Uno de esos motivos es la soledad. Pero no deseo
referirme a la soledad solamente en el aspecto físico. Es
lógico y no necesita de mucho análisis, el desánimo que
puede sufrir una persona que se encuentra aislada, o
imposibilitada del contacto con otras personas.

La Iglesia es un diseño corporativo y la Biblia enseña


mucho sobre la comunión entre los hermanos, y la constante
manifestación del amor (1 Juan 4:21). Se supone que
aquellos que vivimos la fe, más allá de nuestra familia natural
pertenecemos a la familia de Dios y difícilmente estaremos
solos. Pero suele ocurrir que aquellos que pasan por periodos
personales de dificultad, buscan la soledad de manera

77
voluntaria, lo cual no solo no soluciona nada, sino que puede
complicarles mucho la situación.

Por otra parte, puede haber hermanos que participen de


las actividades de la Iglesia, pero que no tengan familiares, o
vivan lejos de su núcleo familiar y por tal motivo padezcan
la soledad. Quienes viven esas circunstancias y son
introvertidos, suelen sufrir el desánimo al grado que les llega
a afectar su vida espiritual.

Quienes padecen ese tipo de soledad, por no buscar la


compañía de otras personas, simplemente deberían rever su
posición, y deberían procurar un cambio de actitud. Muchos
solitarios se sienten víctimas, o se sienten despreciados por
los demás, pero generalmente el problema habita en ellos
mismos. Eso es entendible en personas sin luz, pero los hijos
de Dios, simplemente deberían despojarse de esa vieja
naturaleza introvertida y abrirse al amor de Dios y de los
hermanos.

Esos cambios son posibles a través de la obra del


Espíritu Santo en nuestras vidas. El apóstol Pablo enseñó que
no solo son posibles los cambios, sino absolutamente
necesarios cuando hemos recibido una nueva naturaleza en
Dios. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura
es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas” (2 Corintios 5:17).

Cuando me refiero a cambios, no estoy sugiriendo el


funcionamiento de una naturaleza controlada o educada para

78
las acciones correctas. Me refiero a la madurez de la nueva
naturaleza recibida en Cristo. Es decir, lo que se manifiesta
como cambio para nuestro entorno, en realidad no es un
cambio de conducta, sino de esencia de vida, porque en
Cristo funcionamos desde una nueva naturaleza renacida.

La diferencia es radical y necesaria, porque los seres


humanos no tenemos un problema de conducta, sino de
naturaleza. Quienes practican una religión, pueden quizás
cambiar sus acciones, pero no su esencia y eso es
precisamente lo que Jesús les reclamó a los fariseos (Mateo
23:28). Entonces, no hay problema con el hecho de que a los
frutos espirituales les llamemos cambios, porque eso es lo
que la gente percibirá en nosotros, pero nosotros debemos
estar claros en este asunto.

La vida en Cristo no es vida si no comprendemos la


cruz. El Nuevo Pacto solo es procedente en la persona de
Cristo. Si no obramos a través de la nueva vida y en el poder
de la resurrección, solo seremos creyentes contenidos,
procurando vivir como Jesús.

Eso también es muy frustrante, porque no hay nada


peor que intentar vivir el evangelio del Reino con nuestras
propias capacidades. Al Nuevo Pacto entramos por la muerte
de Cristo y lo vivimos por la nuestra. Si Cristo no hubiera
muerto en la cruz, jamás hubiese resucitado. Si creemos que
hemos muerto en Él, debemos creer que también hemos
resucitado para vida nueva (Romanos 6:4 y 5).

79
Esto lo expreso, porque el desánimo del alma solo está
vinculado con nuestra vieja naturaleza, pero por más
espiritualidad que portemos en nuestra vida, somos seres
integrales y de seguro nos afectarán ciertas emociones. Eso
nos hace responsables de actuar bajo el gobierno del Espíritu
y mantener a raya las emociones negativas que provienen de
nuestra alma, para que a pesar de su existencia, no seamos
afectados por ellas.

Es decir, tal vez no podemos evitar un desánimo, pero


sí debemos evitar comportamientos que los alimenten, y
debemos evitar que afecte nuestra vida espiritual. Una cosa
es el desánimo que inevitablemente acecha nuestra vida por
motivos de la vida misma y otra muy distinta, es que nosotros
mismos lo generemos, con una actitud pasiva, sintiéndonos
víctimas y permitiendo que nos saque de una plena comunión
con Dios.

Entendido esto, quisiera mencionar y analizar lo que


significa y cómo se produce un desánimo causado por la
soledad, aunque estemos rodeados de personas. Es decir, hay
una soledad provocada por el retraído que se aparta de todos
y se encierra en sí mismo, pero hay una soledad de corazón,
que es producida cuando, a pesar de estar con mucha gente
nos sentimos tristemente solos.

Mencioné al comienzo de este capítulo, un versículo


de Job, porque justamente este personaje, después de toda la
adversidad que golpeó su vida, fue rodeado por sus amigos y
aún tenía a su esposa. Sin embargo, al ser juzgado

80
incorrectamente, al ser incomprendido, o simplemente al
tener que escuchar palabras vanas, estaba internamente solo,
en un verdadero desierto y muy desanimado.

Considerando la historia de Job, podría decir que su


dolor es inimaginable para nosotros. Eso quiere decir que al
pasar determinadas situaciones, aunque no sean de tal
magnitud como las de Job, podemos ser incomprendidos, o
ignorados y eso produce una gran soledad, aunque tal vez,
podamos estar rodeados de gente.

Hay hermanos que llegan a las reuniones de culto, y


nadie sabe el dolor que pueden cargar en su corazón. Tal vez
son saludados sonrientemente por decenas de hermanos, pero
al finalizar la reunión se retira tan solo como cuando llegó y
a pesar de una alegre y hermosa reunión, nunca se sintió
acompañado.

Eso también lo he visto y conocido en primera persona,


respecto del ministerio. Hay ocasiones en las cuales los
pastores, sentimos un profundo pesar por diferentes motivos,
pero igual vamos a la reunión, con la responsabilidad de dar
un hermoso mensaje de fe. Sin embargo, en el corazón, nos
sentimos solos, ahogados en la tristeza de no poder expresar
lo que estamos viviendo, y es entonces que el desánimo
procura avanzar peligrosamente.

Yo he vivido esa situación y es muy dura de


sobrellevar. El desánimo nos arrincona contra la duda y la
culpa de pensar si en realidad, estamos actuando con

81
hipocresía, o estamos cumpliendo efectivamente el deber de
predicar el evangelio de fe.

La Palabra dice que de la abundancia del corazón habla


la boca (Lucas 6:45), por lo que de manera muy disciplinada,
debemos censurar la voz del desánimo, para que solo se
escuche la voz del Espíritu Santo, ministrando a la Iglesia.
Eso puede lograrse con efectividad, pero al finalizar la tarea,
solo nos queda la sensación de estar más solos que antes de
predicar.

La tarea de ministrar la Palabra, o de orar por las


personas, no surge de nuestras fuerzas. Es por eso, que lo
podemos hacer de manera efectiva, más allá de los estados de
nuestra alma. Somos como un cable por el cual corre la
electricidad. Simplemente debemos permitir su paso, pero no
podemos generar nada, o mejor dicho, no debemos hacerlo.

Cuando un ministro opera desde su propio ser, no solo


no será verdaderamente efectivo en lo que haga, sino que
además se agotará peligrosamente, corriendo el riesgo de
caer en un profundo vacío.

Cuando somos un canal para Dios, es Él quien hace las


cosas y logramos ser efectivos, pero cuando estamos mal,
nuestro ser pareciera ser un sediento espectador que en
ocasiones es saciado junto con los demás y en ocasiones,
termina con la sensación de haber sido ignorado por el Señor.

82
Por supuesto que Él no nos ignora, sino que por el
contrario, pretende impartirnos, pero el desánimo nos hace
percibir las cosas de otra manera y es muy común que
pensemos que Dios nos está dejando fuera, cuando en
realidad, somos nosotros los que no logramos abrirnos para
recibir de Él. Simplemente porque estamos atrapados en la
soledad que produce el desánimo.

Cuando un ministro de Dios, no detecta esto con


claridad, estará entrando en oscuras zonas de peligro, porque
observará que él, puede impartir a otras personas y hacerles
bien, pero él no está recibiendo nada. Esto puede confundirlo
y es posible que no se detenga. El problema es que funcionará
por impulso y no por unción. De continuar así, y cuando ya
no tenga más fuerzas, inevitablemente estará en los portales
de una posible caída.

Veamos el desánimo en la vida del profeta Elías, quién


fuera uno de los personajes más interesantes y vistosos en la
Biblia. El Señor llamó a Elías y ciertamente lo utilizó durante
un momento importante en la historia de Israel, para oponerse
a un malvado rey Acab y traer un avivamiento espiritual a la
nación.

El ministerio de Elías marcó el comienzo del fin de la


adoración a Baal en Israel. La vida de Elías estuvo llena de
confusión. A veces él fue valiente y decidido, y otras veces
temeroso y vacilante. Alternadamente, él demostró victoria y
derrota, y después de eso la recuperación. Elías conoció tanto
el poder de Dios como las profundidades del desánimo.

83
El nombre Elías significa “mi Dios es el Señor”, vino
desde Tisbita en Galaad, y nada se dice en las Escrituras de
su familia o de los días de su infancia. La primera vez que
nos encontramos con Elías es en 1 Reyes 17:1, cuando de
repente aparece desafiando al malvado rey Acab, quien
gobernó el reino del norte desde el año 874 hasta el 853 a.C.

Elías profetizó una sequía que vendría sobre toda la


tierra como consecuencia de la idolatría y el pecado en
general (1 Reyes 17:1 al 7). Guiado por Dios, Elías se
escondió a orillas del arroyo de Querit, donde fue alimentado
por los cuervos que le traían pan y carne.

En la medida que aumentaba la sequía y el hambre en


todo el territorio, Elías fue dirigido a la casa de una viuda en
Sarepta, una ciudad fenicia situada entre Sidón y Tiro. Esa
mujer ya estaba a las puertas del hambre, pero el poder que
operó en el profeta y su obediencia, le produjo
sobrenaturalmente una multiplicación del aceite y de la
harina, que les sirvió de alimento para ella y para su hijo.

Luego, vemos a Elías como el personaje central en un


cara a cara con los profetas del falso dios Baal en el monte
Carmelo (1 Reyes 18:17 al 40). Los profetas de Baal,
invocaron a su dios todo el día, deseando que lloviera fuego
del cielo, pero todo les fue en vano. Luego, Elías construyó
un altar de piedras, hizo una zanja alrededor, puso el
sacrificio sobre la leña y además pidió que derramaran doce
cantaros de agua sobre el sacrificio. Elías clamó a Dios, y

84
Dios envió un fuego del cielo que consumió el holocausto, la
leña, y el agua que estaba en la zanja que rodeaba el altar.

Dios demostró ser más poderoso que los dioses falsos.


Fue entonces cuando Elías y el pueblo mataron a todos los
falsos profetas de Baal, conforme al mandato de Dios en
(Deuteronomio 13:5). Esa fue una batalla espiritual
tremenda y Dios se glorificó en ese monte, usando
poderosamente la vida de Elías.

Después de la gran victoria sobre los falsos profetas,


Elías oró y la lluvia volvió a caer sobre la tierra (1 Reyes
18:41 al 46). Sin embargo, y a pesar de semejante triunfo,
Elías entró en un período de soledad y desánimo (1 Reyes
19:1 al 18).

Acab le había contado a su esposa Jezabel, acerca de


la demostración del poder de Dios a través del profeta, ya que
ella era la principal responsable del pecado de idolatría en
toda la nación. Ella escuchó el relato de su marido, pero en
vez de volverse a Dios con arrepentimiento, luego de saber
que era el único Dios verdadero, la perversa mujer amenazó
a Elías diciendo:

“Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a


estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de
ellos. Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para
salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó
allí a su criado”.
1 Reyes 19:2 y 3

85
Probablemente Elías llegó a pensar que ante semejante
despliegue de poder en el monte Carmelo, toda la gente
presente, así como todas las que llegarían a enterarse de tal
hazaña, o aún la corte de gobierno de la nación, se hubieran
arrepentido con gran honestidad, pero al recibir las palabras
de Jezabel y caer en la cuenta que todo había sido en vano
para con ella, y tal vez para con muchos otras personas, se
desalentó en gran manera.
Considerando que corría un gran peligro, Elías se
levantó y se fue a Beerseba para salvar su vida. Nadie puede
asegurar si esta acción fue consecuencia de una directiva de
Dios o no. Está claro que Dios quería proteger a Elías, pero
la Biblia no dice si Dios quería ocultarlo en Jezreel o
protegerlo sacándolo de ese territorio. Sin embargo, sabemos
que Elías se fue como ochenta millas hacia al sur hacia
Beerseba, lo cual para esa época era una gran distancia.

Hay una hipótesis que enseña que si realmente Jezabel


hubiera querido matar a Elías, lo habría aprehendido sin
advertencia y lo hubiera matado sin misericordia. Sin
embargo, se cree que ella deseaba que Elías y su Dios fueran
desacreditados delante de toda la nación, incluyendo a
quienes habían ayudado a Elías en la ejecución de los falsos
profetas de Baal, por eso lo amenazó públicamente.

“Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se


sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo:
Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo
mejor que mis padres”.
1 Reyes 19:4

86
Más allá de la distante ciudad de Beerseba, Elías se
aisló a si mismo aún más, apartando a su criado y buscando
la soledad. Este varón de oración, lo suficientemente
poderoso para hacer que la lluvia y el rocío se detuvieran por
más de tres años y después haciendo que lloviera
nuevamente, tan solo con su oración, ahora oraba deseando
morirse.

Por supuesto que esta oración no fue contestada para


Elías, porque Dios no escucha las oraciones afincadas en el
desánimo. De hecho, ¡Elías fue uno de los pocos hombres en
la Biblia que jamás murió! Incluso podemos imaginar que ya
estando en el cielo, habrá recordado esta tonta oración,
celebrando que Dios la haya ignorado por completo.

En realidad, creo que el estado anímico de Elías le hizo


clamar diciendo: “Ayúdame Señor, ya no puedo seguir
adelante…” Esa confrontación espiritual había sido muy
estresante, agotadora, y alimentando su desánimo, daba la
sensación de no haber servido para nada. La gran obra en el
monte Carmelo no resultó en el avivamiento nacional que
Elías esperaba.

Debo reconocer con vergüenza y a pesar de las grandes


diferencias, que los pastores, solemos tener elevadas
expectativas con las actividades y las obras que pastoreamos.
Generalmente nuestras expectativas son golpeadas
cruelmente por la realidad de resultados, que consideramos
tristemente magros, y eso causa un gran desánimo. En
realidad, toda obra tiene procesos que no logramos

87
comprender y mientras nosotros miramos los resultados
aparentes, Dios está mirando y generando otra cosa.

Elías se sintió solo, se desanimó y dijo, “Basta ya…”


Pero aún no era el tiempo de su final, pues el Señor tenía más
planes para su vida. Solamente Dios es quien sabe cuándo
hemos hecho demasiado, o cuándo realmente nuestro tiempo
se ha terminado. Nosotros no lo sabemos y cuando pedimos
el final, no es precisamente por creer que hemos terminado,
sino porque simplemente deseamos escapar.

Cuando Elías examinó el aparente fracaso de su obra,


de manera instintiva, puso la culpa en su propia indignidad.
Por eso dijo: “Oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo
mejor que mis padres…”

“Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he


aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come.
Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida
sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y
volvió a dormirse. Y volviendo el ángel de Jehová la
segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque
largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y
fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y
cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.”
1 Reyes 19:5 al 8

Aquí tenemos le evidencia de la misericordia de Dios


extendiéndose hacia Elías. Físicamente hablando, él
necesitaba descanso y refrigerio. Dios le dio descanso debajo

88
del enebro, y proveyó milagrosamente alimentos para el
refrigerio. Pero no solamente eso, porque Elías se sintió solo
y Dios le envió un ángel para ministrarlo y para que supiera
que no estaba solo.

Dios primero ministró las necesidades físicas de Elías.


Esto no es siempre Su orden, pero las necesidades físicas son
importantes. Algunas veces, la cosa más espiritual que una
persona puede hacer es solamente el tomar el suficiente
descanso y refrigerio, porque el cansancio físico o el estado
de estrés, puede ser fatal para el desánimo.

Elías recibió este descanso y refrigerio en repetidas


ocasiones de parte del ángel. Una rápida siesta y una comida
rápida no eran suficientes. Era necesario un tiempo de
descanso y de paz en la presencia del Señor.

El espíritu necesita ser alimentado, y el cuerpo también


necesita alimento. Ruego a los pastores, que no olviden estos
asuntos. Yo sé que parecieran poco trascendentes, o que no
debería de mencionar tales cosas como la comida y el
descanso, pero estos pudieran ser los primeros elementos que
realmente ayudan a un siervo de Dios desanimado.

Después de fortalecerlo, el Señor envió a Elías a un


viaje de doscientas millas, unos cuarenta días, hacia el Monte
Horeb, también conocido como el Monte Sinaí. Esto muestra
que Dios no demandó una recuperación inmediata al profeta.
Él permitió que Elías tuviera un tiempo para recuperarse de

89
su desánimo espiritual, porque aún tenía largo camino por
delante.

“Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche.


Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo:
¿Qué haces aquí, Elías? Él respondió:
He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos;
porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han
derribado tus altares, y han matado a espada a tus
profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme
la vida”.
1 Reyes 19:9 y 10

Cuando el Señor le preguntó a Elías, algo similar a lo


que le preguntó en su momento a Adán: ¿Qué haces aquí,
Elías? Dios sabía la respuesta de esta pregunta, pero en
realidad, le estaba haciendo un bien a Elías, permitiéndole
hablar y desahogarse con toda libertad respecto de su
desánimo.

De manera algo atrevida, como generalmente ocurre


con los desanimados, el profeta parece protestar ante Dios
diciendo algo como: “Te he servido fielmente y ahora mira
el peligro en el cual estoy...” Para Elías, y en realidad para
muchos siervos de Dios pareciera injusto que quien se
considera un servidor fiel debiera pasar por sufrimientos.

Veamos la percepción de Elías ante el desánimo: “Sólo


yo he quedado…” Esto no era cierto, pero reflejaba como se
sentía. Aún después de la multitudinaria confrontación en el

90
Monte Carmelo, después de que los presentes se
arrepintieran, Elías dijo que era el único que había quedado
(1 Reyes 18:22). Debo reconocer que tiempos desalentadores
hacen que quienes servimos a Dios, nos sintamos más
aislados, más solos y más incomprendidos de lo que en
realidad estamos.

“Sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la


vida…” De una manera extraña, las razones que Elías
presento a Dios, tendrían que haberlo animado a vivir y no
desanimarlo para morir. Si en realidad era el último profeta o
creyente vivo, ¿no debería intentar vivir el mayor tiempo
posible? Si los enemigos de Dios, como Jezabel, le querían
muerto, ¿no debería de buscar la derrota de esa malvada
intención? Elías dejo ver claramente la distorsión que se
produce en la mente cuando está siendo afectada por el
cansancio, el temor y el desánimo.

“Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de


Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y
poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las
peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el
viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no
estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero
Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo
apacible y delicado”.
1 Reyes 19:11 y 12

Dios sabía que Elías, sufriendo de la soledad y el


desánimo, necesitaba una impartición personal que lo

91
fortaleciera. Dios manifestó Su presencia ante Elías, pero
primero le mostró que no estaba en el viento, que no estaba
en el terremoto y que no estaba en el fuego. Simplemente
estaba en el silbo apacible y delicado, o como dicen otras
versiones “el suave susurro de la brisa…”

Probablemente Elías, como muchos de nosotros


alguna vez, solo buscaba a Dios en poderosas
manifestaciones. Ciertamente, Dios puede manifestarse
como se le dé la Soberana gana, pero en realidad, la mayoría
de las veces, se manifiesta a través de sutiles percepciones
espirituales.

Charles Spurgeon quién fuera un teólogo, predicador,


escritor y pastor bautista, considerado como el príncipe del
púlpito describió esta situación de Elías diciendo: “Los
truenos cesaron, y los relámpagos se habían ido, la tierra
estaba quieta, y el viento se había callado. Había una calma
como de muerte, y de en medio del aire calmado, de allí vino
lo que el escritor describió como una voz de silencio
apacible, como si el silencio se hubiera hecho audible. No
hay nada más terrible que una horrible quietud después de
un terrible estruendo, pero fue ahí cuando Dios habló.”

Elías quizás pensó que la demostración de poder en el


monte Carmelo, era la forma más efectiva para lograr
cambios dramáticos en el corazón de la gente, o incluso el
juicio contra los falsos sacerdotes. En realidad las
demostraciones de poder y el predicar la ira de Dios no
necesariamente cambian con efectividad los corazones. En

92
lugar eso, lo más poderoso, es el silbo apacible de Dios
hablando al corazón humano. Eso produce quebranto y es
mucho más efectivo que toda demostración externa, porque
produce una luz que lo expone aun lo más profundo del
corazón.

Elías en su desánimo, se encerró en la soledad, aun


cuando estuvo ante multitudes y llegó a pensar que era el
único que había quedado con fidelidad a Dios. Sin embargo,
el Señor le hizo saber que había unos siete mil más que no
habían doblado sus rodillas ante Baal (1 Reyes 19:18).

“Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y


salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él
una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías? Él respondió:
He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos;
porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han
derribado tus altares, y han matado a espada a tus
profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme
la vida. Y le dijo Jehová: Ve, vuélvete por tu camino, por
el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por
rey de Siria”.
1 Reyes 19:13 al 15

Inmediatamente Elías sintió que Dios estaba presente


en el silbo apacible de una manera en la cual, no estaba en los
fenómenos anteriores y más dramáticos. Debido a que el
sintió la presencia especial de Dios, Elías inmediatamente se
humilló a si mismo cuando él cubrió su rostro con su manto,
pero aun así, en ese momento de gloriosa manifestación,

93
desnuda su afligido corazón, mostrándose desanimado y con
la certeza de haber quedado solo.

Dios le asignó tareas por hacer. Él necesitaba enfocarse


correctamente, para que evitara una excesiva introspección.
Generalmente muchos hermanos creen que la introspección
es buena, pero en realidad es analizarnos a nosotros mismos
y considerar nuestro estado. Eso puede ser muy peligroso,
porque al final nos estaremos calificando según
consideremos nosotros, y si estamos mal, evaluaremos mal.

La introspección es como hacer un examen en la


escuela y después corregirnos solos. Si contestamos mal las
preguntas, igualmente nos calificaremos con un diez, porque
las respondimos creyendo que estábamos en lo correcto. Por
eso debemos dejar que la corrección venga de alguien
superior, y en la vida ese alguien es el Espíritu Santo, porque
solo en su Luz veremos la verdadera Luz (Salmo 36:9).

Elías necesitaba parar de verse a sí mismo como un


hombre solo y totalmente vulnerable. Por eso Dios le
encomendó una tarea trascendente, no solamente de ungir al
futuro rey de la nación, sino también de preparar un sucesor
para su ministerio.

“A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a


Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea
profeta en tu lugar. Y el que escapare de la espada de
Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de
Jehú, Eliseo lo matará. Y yo haré que queden en Israel

94
siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas
bocas no lo besaron”.
1 Reyes 19:16 al 18

Elías entendió que Acab y su perversa esposa


terminarían cayendo, y que Dios le estaba dando un
compañero para el ministerio. El centro de su queja delante
de Dios era que estaba solo, entonces Dios le hizo saber que
había un hombre listo para aprender de él. Alguien que sería
su discípulo y su sucesor. Esto significaba también que su
obra continuaría aún después de su partida.

Además, el aliento final para Elías, ante las repetidas


quejas y lamentos respecto de su soledad, fue que había siete
mil más que caminaban la nación como fieles servidores de
Dios (1 Reyes 18:22, 19:10, y 19:14). Esto le aseguró a Elías
que él no estaba solo, y que su obra como profeta había sido
fructífera.

El desánimo nos puede cambiar la realidad, nos puede


desenfocar y hacer pensar todo de manera negativa. Puede
que estemos rodeados de gente y que tal vez, nuestras obras
en Cristo sean trascendentes, pero aun así, llegamos a pensar
que estamos solos y que nada hemos hecho bien.

La verdad que opera en nosotros, debe permanecer


activa y mostrarnos cuales son las mentiras que el alma
pretende. Debemos desestimar las percepciones y
sentimientos personales. La verdad es que todo lo que

95
hacemos en Dios es trascendente y en el Reino nunca
estamos, ni estaremos solos jamás.

“El Padre me ha dado todo el poder para gobernar en todo


el universo. Ustedes vayan y hagan más discípulos míos en
todos los países de la tierra. Bautícenlos en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Enséñenles a
obedecer todo lo que yo les he enseñado. Yo estaré siempre
con ustedes, hasta el fin del mundo.”
Mateo 28:18 al 20 VLS

96
Capítulo seis

El desánimo por la falta


de resultados

“La palabra del Señor vino a mí:


Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes
de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado
profeta para las naciones. Yo le respondí: ¡Ah, Señor mi
Dios! ¡Soy muy joven, y no sé hablar! Pero el Señor me
dijo: No digas: Soy muy joven, porque vas a ir
adondequiera que yo te envíe, y vas a decir todo lo que yo
te ordene. No le temas a nadie, que yo estoy contigo para
librarte. Lo afirma el Señor. Luego extendió el Señor la
mano y, tocándome la boca, me dijo: He puesto en tu boca
mis palabras. Mira, hoy te doy autoridad sobre naciones y
reinos, para arrancar y derribar, para destruir y demoler,
para construir y plantar.”
Jeremías 1:4 al 10

Jeremías aún era muy joven cuando recibió su llamado


al ministerio, se calcula que apenas tenía unos diecisiete años
de edad, y este pasaje deja ver claramente que no se
consideraba capaz de semejante desafío. Tal vez al
considerar su juventud, o tal vez por evaluar su limitada
capacidad, Jeremías sentía una reticencia natural ante

97
semejante asignación. Sin embargo Dios, no estaba pidiendo
su opinión y claramente corrigió su postura.

Lo que el joven consideraba de sí mismo no era lo que


importaba, sino que simplemente debía perderse en la
consideración de que era elegido para hablar en el nombre
del Señor. Esto no le generaría la necesidad de idear ni
inventar un mensaje, ni siquiera elegir una audiencia. Él tenía
que hablar lo que Dios le dijera, y hablar adonde Dios le
enviara, y sería capacitado para hacer esto de manera
sobrenatural, debiendo operar en el poder de Dios.

El profeta Jeremías vivió en los últimos días de la


desintegrada nación de Israel. Acertadamente, fue el último
profeta que Dios envió a predicar al reino del sur, formado
por las tribus de Judá y Benjamín, contando como escenario
principal la ciudad de Jerusalén.

Dios repetidamente había advertido a Israel que


detuviera su comportamiento idólatra, pero ellos no
escucharon, así que separó las doce tribus en dos. A las diez
tribus del norte las dejó caer en cautiverio a manos de los
asirios y luego, envió a Jeremías a Judá para darles la última
advertencia antes de echarlos de la tierra, diezmando la
nación y enviándolos al cautiverio en el reino pagano de
Babilonia.

Jeremías siempre se mostró fiel y temeroso de Dios, y


eso era todo lo que el Señor consideraba necesario como para
darle una autoridad muy especial sobre toda la nación.

98
“Ve y diles todo lo que yo te ordene. No temas ante ellos,
pues de lo contrario yo haré que sí les temas. Hoy te he
puesto como ciudad fortificada, como columna de hierro y
muro de bronce, contra todo el país, contra los reyes de
Judá, contra sus autoridades y sus sacerdotes, y contra la
gente del país. Pelearán contra ti, pero no te podrán
vencer, porque yo estoy contigo para librarte, afirma el
Señor.”
Jeremías 1:17 al 19

Quiero tomar la vida de Jeremías como ejemplo,


porque a pesar de semejante autoridad espiritual que Dios le
dio y la asignación tan trascendente que tuvo, sufrió el
desánimo durante la mayor parte de su vida ministerial, de
hecho, fue conocido como “el profeta llorón”, porque lloró
lágrimas de tristeza en muchas ocasiones y claramente las
dejó ver a través de sus escritos.

Jeremías no sólo lloró porque sabía lo que iba a


suceder a la nación, sino porque sin importar cuánto se
esforzaba, el pueblo no lo escuchaba. Además, no encontró
consuelo de parte de nadie. Dios le había prohibido casarse o
tener hijos (Jeremías 16:2), y sus amigos le habían dado la
espalda. Así que, además de tener la carga de saber del juicio
venidero, también debió haberse sentido muy solo he
incomprendido.

Debemos comprender que Dios no ignoraba los


sufrimientos de Jeremías, ni su soledad. Sin embargo, creo

99
que muchas veces el Señor consideró la soledad en ciertas
ocasiones, como la mejor manera de permanecer para que sus
siervos pudieran ser eficientes en su llamado.

No era nada fácil portar un mensaje de juicio, a la vez


que muchos otros que se decían profetas, anunciaban
bonanza para la nación. Jeremías sabía que serían terribles
las condiciones que en un corto tiempo tendrían que
enfrentar. Él sabía que habría bebés, niños y adultos,
muriendo de dolorosas enfermedades, con sus cuerpos sin
poder ser enterrados, y aun siendo devorados por las aves
(Jeremías 16:3 y 4).

Obviamente, el pueblo de Israel se había endurecido


por los efectos insensibles del pecado, que ya no creían en
Dios, ni tampoco tenían temor de Él. Jeremías predicó
durante cuarenta años, a lo largo del gobierno de cinco reyes
de Judá: Josías, Joacaz, Joacim, Joaquín y Sedequias, y más
allá de la reformas del joven rey Josías, nunca pudo ver
corazones quebrantados, ni cambios sinceros en las ideas del
pueblo que permaneció obstinado y atado a la idolatría.

Los otros profetas de Israel habían sido testigo de


algunos logros, al menos por un poco de tiempo, pero
Jeremías no. Él parecía hablarle a una pared de ladrillos que
solo le devolvía el eco de sus propias palabras. En cierto
sentido, sus profecías fueron como perlas echadas delante de
los cerdos. Él se esforzaba para llevarlos a la convicción de
pecado, pero ellos se negaban a recibir sus duras
advertencias.

100
Es cierto que Jeremías comenzó con una generación
que intento una reforma y trató de derribar los lugares altos
de adoración paganos. Altares, columnas, imágenes e incluso
algunos santuarios que habían sido edificados durante el
reinado de Salomón (2 Reyes 23:10 al 15). Al comienzo del
ministerio profético de Jeremías, el reino estuvo en manos de
Josías, que llegó a ser rey de Judá a la tierna edad de ocho
años debido al asesinato de su padre y reinó por algo más de
treinta años.

A sus dieciocho años, mientras se hacían reparaciones


en el templo, fue hallado el libro de la Ley (2 Reyes 22:3 al
8). Inmediatamente esos libros fueron llevados ante su
presencia por un escriba, y al ser confrontado con estas
Escrituras, el joven rey se convirtió en un instrumento de
reforma en las manos de Dios (2 Crónicas 34:3).

Jeremías se dedicó a predicar “las palabras de este


pacto” al pueblo de Jerusalén y de todo Judá (Jeremías 11:1
al 8). Fue en este mismo año que la Pascua, una fiesta de Dios
que había sido descuidada y que sería fundamental para la
llegada de Jesucristo, fue celebrada nuevamente por la nación
(2 Reyes 23:22 y 23).

La nación estaba sufriendo las desviaciones


espirituales desde la época de Salomón, cuando este se casó
con cientos de mujeres paganas, que poco a poco fueron
introduciendo sus creencias y contaminando la nación. Esto
se agravó por los pecados de reyes perversos como Amón, el

101
padre de Josías, o su abuelo, Manasés que fue uno de los
peores reyes de la historia (2 Reyes 21:10 al 20).

Aproximadamente un siglo antes, su padre el rey


Ezequías había impulsado reformas religiosas en Judá (2
Reyes 18:4), pero Manasés promovió la vil práctica del
sacrificio de niños y la adoración a la “reina del cielo”
(Jeremías 7:18; 44:19). Esta perversa práctica continuó en
mayor y en menor medida, hasta el momento mismo de la
cautividad (Jeremías 7:31; 19:5; 32:35).

Fue en contra de estos antecedentes que Jeremías fue


designado para revelar los pecados del pueblo y las graves
consecuencias de ignorarlos. Jeremías estaba entre los que
habían esperado un renacimiento espiritual permanente, pero
la tragedia sobrevino cuando el justo Josías, nieto del
perverso Manasés, murió repentinamente a la temprana edad
de treinta y nueve años. Toda la nación lloró su muerte, al
igual que Jeremías, porque fue un rey que hizo lo recto ante
los ojos del Señor (2 Crónicas 34:2).

“Y Jeremías endechó en memoria de Josías. Todos los


cantores y cantoras recitan esas lamentaciones sobre
Josías hasta hoy; y las tomaron por norma para endechar
en Israel, las cuales están escritas en el libro de
Lamentos.”
2 Crónicas 35:25

Cuando el rey Josías murió, las penurias de Jeremías


como profeta de Dios aumentaron. Su mensaje despertó gran

102
indignación y comenzaron las amenazas de muerte,
especialmente en su ciudad natal, Anatot (Jeremías 11:21).
Aun sus propios parientes conspiraron contra él y lo
traicionaron (Jeremías 12:6). La hostilidad era tremenda
contra él y a pesar de anunciar lo que Dios le decía, Jeremías
no veía resultados aparentes. Incluso era al revés, parecía que
los malvados estaban cada vez más bendecidos y felices. Esto
frustró mucho a Jeremías y aun expuso su queja ante el Señor
(Jeremías 12:1 al 4).

Finalmente, las reformas de Josías no serían


suficientes para preservar a Judá y Jerusalén del castigo de
Dios, porque los pecados de Manasés se habían arraigado
profundamente (Jeremías 15:4; 2 Reyes 23:26 y 27). El
juicio ahora vendría sobre la nación por los constantes
pecados del pueblo.

Dios le dijo a Jeremías que anunciara la destrucción de


Jerusalén a manos de los invasores del norte (Jeremías 1:14
y 15; 6:22 y 23). El pueblo de Dios había quebrantado su
pacto con Dios y las consecuencias serían inevitables
(Jeremías 11:10). Habían abandonado a Dios al adorar a los
falsos dioses (Jeremías 11:13) e incluso llegaron a edificar
altares a Baal para quemar a sus hijos como ofrendas
(Jeremías 19:5).

Jeremías expuso constantemente varios de los


persistentes pecados del pueblo, tal vez la idolatría era el más
grave, porque era una abominación directa contra Dios, pero
otros pecados como el orgullo, el egoísmo, la perversión

103
sexual, o la ingratitud hacia la misericordia de Dios eran
fácilmente identificables (Jeremías 44:1 al 30), también lo
fue el adulterio (Jeremías 5:7 al 9), la opresión de los
extranjeros, huérfanos y viudas (Jeremías 7:5 y 6); la
mentira y la calumnia (Jeremías 9:4 al 6), y la falta de no
guardar el sábado como Dios había mandado (Jeremías
17:19 al 27).

Tratemos de imaginar la dificultad de profetizar juicio


a un pueblo desviado y dispuesto para el mal, en una época
en la que la violencia y la hostilidad social eran tremendas.
Hoy en día, los predicadores disfrutamos de anunciar la
gracia del Señor y aun así, es fácil percibir el disgusto de la
gente cuando hacemos una mínima exhortación al
compromiso, por lo tanto no me cuesta mucho imaginar lo
difícil que ha sido para hombres como Jeremías.

Es más, cuando hoy en día no vemos resultados


respecto de nuestro mensaje, sufrimos la frustración y el
desánimo, no quiero ni pensar lo que sentiría Jeremías ante
el absoluto rechazo de la gente.

“Desde el año trece de Josías hijo de Amón, rey de Judá,


hasta el día de hoy ¡y conste que ya han pasado veintitrés
años!, el Señor me ha dirigido su palabra, y yo les he
hablado en repetidas ocasiones, pero ustedes no me han
hecho caso.”
Jeremías 25:3

104
Jeremías anunció que las consecuencias del pecado
serían que Dios retiraría sus bendiciones (Jeremías 16:5 al
10). Anunció que toda la nación se enfrentaría a la hambruna
y las pestes. Los invasores los saquearían, y finalmente serían
llevados cautivos a tierra extranjera (Jeremías 14:12; 15:1
al 4; 19:8 y 9). Cuando el profeta gritaba estas cosas con
dolor, solo recibía golpes y castigos.

“Cuando el sacerdote Pasur hijo de Imer, que era el


oficial principal de la casa del Señor, oyó lo que Jeremías
profetizaba, mandó que golpearan al profeta Jeremías y
que lo colocaran en el cepo ubicado en la puerta alta de
Benjamín, junto a la casa del Señor.”
Jeremías 20:1:2

Su persecución aumentó en Jerusalén, cuando un


sacerdote llamado Pasur buscó a Jeremías para que lo
azotaran, y lo pusieran en el cepo en la puerta superior de
Benjamín por un día. Después de esto, Jeremías se lamentó
de las dificultades que le habían surgido por hablar las
palabras de Dios. Era difícil de sobrellevar el haberse
convertido en el hazmerreír de la gente y en el blanco de sus
burlas.

“¡Me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir! Fuiste más


fuerte que yo, y me venciste. Todo el mundo se burla de
mí; se ríen de mí todo el tiempo. Cada vez que hablo, es
para gritar: ¡Violencia! ¡Violencia! no deja de ser para mí
un oprobio y una burla. Si digo: No me acordaré más de
él, ni hablaré más en su nombre, entonces su palabra en

105
mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta
los huesos. He hecho todo lo posible por contenerla, pero
ya no puedo más. Escucho a muchos decir con sorna:
¡Hay terror por todas partes! y hasta agregan:
¡Denúncienlo! ¡Vamos a denunciarlo! esperan que
tropiece. También dicen: Quizá lo podamos seducir y nos
vengaremos de él. Pero el Señor está conmigo como un
guerrero poderoso; por eso los que me persiguen caerán y
no podrán prevalecer, fracasarán y quedarán
avergonzados. Eterna será su deshonra; jamás será
olvidada.”
Jeremías 20:7 al 11

Sin dudas, Jeremías sufrió el desánimo y analizando


todo, comprendemos que es muy lógico que le haya ocurrido
eso, pero en este pasaje y más allá de su queja, Jeremías nos
da una clave absoluta para vencer definitivamente al
desánimo, y cuando digo vencerlo, no me estoy refiriendo a
eliminarlo por completo, sino a funcionar en toda misión
espiritual, a pesar de su azote en el alma.

El fuego de Dios que el profeta menciona, es un fuego


que no podemos resistir porque viene y nos impulsa, nos saca
del desánimo y nos hace seguir adelante. Es como si el alma
desanimada quisiera rendirse, y tratara de molestarnos, pero
el fuego de Dios es más fuerte, y es el que puede
proporcionarnos la fuerza necesaria para salir del
resentimiento, de la depresión y de la frustración,
permitiéndonos operar desde la comunión con el Espíritu.

106
Ese fuego está agazapado en nuestra médula, está
escondido en las coyunturas y los tuétanos (Hebreos 4:12).
El fuego de Dios nos traspasa, nos libera, nos sana, nos trae
libertad. No podemos evitarlo, no puede nuestra alma. Donde
sea que vayamos nos perseguirá la Palabra que el Señor nos
depositó. Por más que pretendamos huir, por más que
suframos, la pasión ya está instalada en nuestro espíritu.

Jeremías dijo que él trató de rendirse. Trató de decir:


¡No voy a predicar más! Trató de apagar el fuego en sus
huesos, pero no pudo. Tal vez en alguna ocasión dijimos o
pensamos lo mismo, puede que lo intentemos, pero al igual
que a Jeremías, el desánimo no nos detendrá, porque hay un
fuego que arde en nuestro corazón desde que la gracia nos
alcanzó.

Ese fuego nos mantendrá apasionados, alineados y


llenos de vigor. Dios lo puso en nosotros para que a pesar de
las circunstancias difíciles no tiremos la toalla del servicio,
sino que sigamos ardiendo para el Reino. El desánimo es
como un pesado saco, incómodo, agotador y opresivo, pero
el fuego de Dios, es un impulso que nos permite
sobrellevarlo.

La Palabra que Dios nos entregó, no volverá vacía,


sino que cumplirá todo aquello para lo que la envió. No
podemos evitarla, sabemos que hay un fuego en nuestros
huesos que no nos va a dejar abandonar la fe. Sabemos que
no vamos a poder ignorar lo que está pasando a nuestro
alrededor y decir, “Solamente viviré para mí…” No vamos a

107
poder, porque somos instrumentos de Dios y ese fuego
siempre arderá en nosotros y nos dará victoria.

“Aunque tengas graves problemas, yo siempre estaré


contigo; cruzarás ríos y no te ahogarás, caminarás en el
fuego y no te quemarás”.
Isaías 43:2

Más tarde, hombres rencorosos obtuvieron la


aprobación del rey para arrestar a Jeremías por profetizar un
desastre. Estos hombres entonces bajaron a Jeremías por
medio de cuerdas a una cisterna, y él se hundió en una capa
de barro (Jeremías 38:1 al 6). Cuando otro funcionario de la
corte se enteró del destino de Jeremías, persuadió al rey para
que le permitiera rescatar a Jeremías antes de que muriera de
hambre en el fondo de la cisterna.

Sin embargo, Jeremías sabía que tenía que transmitir


el mensaje que Dios le había dado. Muchas veces escribió
ayudado por su fiel colaborador Baruc y muchas otras,
enfrentó solo a las multitudes. Lo cierto es que no pudo dejar
de decir lo que el Espíritu deseaba. En momentos de máxima
angustia trató de callar, pero nunca pudo, las palabras igual
brotaban de su boca, porque el fuego de Dios siempre lo
impulsó a la obediencia.

Jeremías fue triste testigo del cumplimiento de las


advertencias de Dios sobre el desastre, y compartió el dolor
y los problemas que conducirían a la destrucción de
Jerusalén. De hecho, durante el reinado del Joaquín,

108
Babilonia atacó repetidamente las ciudades de Judá, la sitió,
la oprimió, hasta que llegó a someterla totalmente (Jeremías
37:4 y 5; 38:2).

Aunque este castigo inevitablemente llegó, Dios


también dio la alentadora promesa de una gran restauración
futura (Jeremías 23:3 al 8). Y antes de que Judá fuera
destruido, Dios reveló planes de que Él protegería a los judíos
exiliados durante su estadía en Babilonia (Jeremías 29:5 al
10) y que los haría regresar a Judá después de setenta años.

Jeremías comprendía el amor y la misericordia de Dios


por su pueblo. Él sabía que después de varias décadas habría
restauración, pero lo que desanimaba a Jeremías, era que si
oían, se arrepentían y cambiaban de actitud, Dios podía
perdonarlos y restaurarlos sin necesidad de sufrir el exilio. Al
menos él creía que había una oportunidad.

“En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos,


para arrancar, y derribar, y destruir. Pero si esos pueblos
se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me
arrepentiré del mal que había pensado hacerles”
Jeremías 18:7 y 8

Cuando la revelación alumbra nuestro corazón, cuando


comprendemos que la voluntad de Dios es buena, agradable
y perfecta (Romanos 12:2). Cuando tratamos de compartirla
con denuedo, creyendo y sabiendo de los buenos resultados
que puede producir. La apatía, la ignorancia y el desprecio al
amor de Dios, producen mucho desánimo.

109
Tal vez este capítulo será más comprendido por
ministros del evangelio. No necesariamente porque
pretendamos resultados numéricos para alimentar nuestro
ego, ni porque seamos más especiales que los demás, sino
porque fuimos embargados con un llamado y un mensaje
para el mundo y para el pueblo de Dios.

Cuando la gente endurece su corazón al mensaje del


Reino, cuando los mismos hijos de Dios, desprecian el sabio
consejo del Padre, produce un gran desánimo en quienes
desesperadamente tratamos de compartirlo. Predicamos,
viajamos, grabamos, escribimos y daríamos todo por ser
comprendidos, pero aun así, los resultados nunca parecen ser
suficientes.

Nuestro espíritu está lleno de revelación y sabe que


nada es en vano. Que lo que hacemos, cuando proviene de
Dios es eterno y prevalecerá dando fruto ante cualquier
situación y más allá del tiempo. Nuestro espíritu no se
desanima, sino que contiene el impulso y la pasión para
vencer todo desánimo. Es por eso, que no debemos permitir
que los derrames del alma desanimada, apaguen o afecten el
fuego de nuestro interior.

“Sáname, Señor, y seré sanado; sálvame


y seré salvado, porque tú eres mi alabanza.
No falta quien me pregunte: ¿Dónde está la palabra del
Señor? ¡Que se haga realidad! Pero yo no me he
apresurado a abandonarte y dejar de ser tu pastor,

110
ni he deseado que venga el día de la calamidad.
Tú bien sabes lo que he dicho, pues lo dije en tu
presencia…”
Jeremías 17:14 al 16

111
Capítulo siete

El desánimo por causa


De las injusticias

“Tú, Señor, eres justo cuando argumento contigo. Sin


embargo, quisiera exponerte algunas cuestiones de
justicia. ¿Por qué prosperan los malvados? ¿Por qué viven
tranquilos los traidores? Tú los plantas, y ellos echan
raíces; crecen y dan fruto. Te tienen a flor de labio, pero
estás lejos de su corazón. A mí, Señor, tú me conoces; tú
me ves y sabes lo que siento por ti. Arrástralos, como
ovejas, al matadero; apártalos para el día de la matanza.
¿Hasta cuándo estará seca la tierra, y marchita la hierba
de todos los campos? por la maldad de los que habitan el
país, quienes se atreven a decir: Dios no verá nuestro fin.”
Jeremías 12:1 al 4

En el capítulo anterior expuse brevemente el desánimo


de Jeremías producido por la apatía y la hostilidad del pueblo
ante la Palabra que él les entregaba. El profeta expuso en más
de una ocasión su desánimo y Dios nunca tuvo problemas
con eso. De hecho, permitió que quedara registrada
claramente su queja en el libro de “Lamentaciones”.

112
Pero quisiera citar este pasaje del capítulo doce, porque
Jeremías expresa el desánimo, no solo por no ser escuchado,
sino también por la prosperidad de los malvados y por el
bienestar de los traidores. Se trata de una crisis normal. No
debemos asombrarnos si en algún momento estos
pensamientos pasan por nuestra mente, pues los hechos que
los provocan están ante nuestros ojos tal como en aquellos
días.

Cuando predicamos y vivimos el Reino, no solo


debemos soportar la maldad de una sociedad en tinieblas,
sino también la arrogancia y fanfarronería de quienes
practican la injusticia. Solemos tener la sensación de que nos
estrujan la maldad en los ojos de manera perversa para irritar
nuestra fe.

Me refiero a personas que no están lejos de nosotros,


que son parte de esta generación, que posee una cultura
invasiva y penetrante. La globalización achicó al mundo de
tal manera, que lo que ocurre del otro lado del planeta, es
conocido por todos en un instante. Eso no es inocente, porque
la cultura del pecado, también ha encontrado una expansión
ilimitada a través de los medios.

La rebelión contra la verdad de Dios y la violencia


contra su Reino, se hace más notoria cada día (Isaías 60:2).
La corrupción, la perversión y las ideologías contrarias a la
voluntad de Dios, no solo se practican, sino que se exhiben
obscenamente con gran orgullo.

113
Hoy vemos claramente la operación demoníaca, no
ignoramos las maquinaciones de Satanás (2 Corintios 2:11),
sabemos de sus malas acciones, pues su exhibicionismo y
arrogancia no las deja oculta. Para los perversos no basta
cometer el desafuero, lo gracioso en esa mentalidad es que
puedan darlo a conocer. Esto es lo que considera, un derecho
ganado a favor de sus satisfacciones y claramente creen que
eso les da poder.

Lo peor es que la atenta observación de la maldad


puede crear en nosotros, un sentimiento de indignación que
es capaz de producir desánimo y frustración. No por la
maldades en sí, sino por la falta de consecuencias para
quienes las practican y no solo eso, sino que además y
curiosamente parecen grandemente beneficiados por la
práctica del mal.

Si alguien no ha recibido la gracia de Dios, única


posibilidad de recibir la Luz divina, es imposible que
comprenda y elija vivir en la justicia de Dios, más allá de los
resultados. Vivimos un tiempo en el cual, los resultados son
claves, ya que el pragmatismo es parte de la nueva
mentalidad.

“El fin justifica los medios”, es la bandera de los que


creen que si la vida es una sola, hay que vivirla con la
intensidad suficiente para complacer todo deseo posible. Los
medios de comunicación exhiben una vida supuestamente
mejor, de lujos y placeres. Una vida más cara, pero lo

114
suficientemente deseable como para llegar a ella a través de
cualquier medio.

Los jóvenes improntados con estas ideas en su


inconsciente, ven que los justos que predican a Cristo, suelen
privarse voluntariamente de muchos deseos carnales, y que a
pesar de ciertos sacrificios y entrega, no solo no prosperan
más que los perversos, sino que además suelen sufrir más que
ellos.

Por ejemplo, ellos pueden ver que sus padres


concurren a la iglesia y practican la fe. Sin embargo, puede
que sufran necesidades o adversidades como cualquiera. A la
misma vez, observan que un político corrupto, un narco
traficante, o un artista bien diabólico exhiben su prosperidad
obscenamente, casi como burlándose de lo que ellos
consideran “la ignorancia evangélica”.

Por ejemplo, pueden ver algunos amigos de la


secundaria, que se permiten disfrutar de todo lo que ellos
llaman placer. Sexo sin límites, drogas, alcohol y cualquier
tipo de maldad. Sin embargo, parecen disfrutarlo con salud y
bienestar. Hacen trampa, juegan sucio, mienten, lastiman y
les va bien. A la misma vez, ellos tratan de vivir como les
enseñan sus padres, o ven a otros jóvenes cristianos intentar
vivir agradando a Dios y no encuentran diferencias en los
resultados, porque los que parecen no obtener pérdidas son
los impíos.

115
Esto genera una gran frustración y un inevitable
desánimo. Es lógico que eso ocurra, no deberíamos
considerarlo incredulidad, solo es lógica en el plano natural
que también vivimos.

Todos en algún momento nos hemos preguntado ¿Por


qué le puede ir bien a los malos y mal a los justos? Supongo
que Noé debe haber consultado a Dios por la constante burla
de los perversos, mientras él trabajaba en la edificación del
arca. Abraham debe haber preguntado: ¿Por qué motivo su
mujer era estéril cuando cualquier mujer pecadora podía
quedar embarazada aun sin desearlo?

Jacob, sabiendo que él tenía la bendición, debe haberse


preguntado ¿Por qué motivo tantas cosas le salían mal? Y si
Dios estaba con él ¿Por qué motivo Labán lo abusaba tanto
laboralmente? José mismo debe haber indagado por sus
desgracias y Moisés por su obligado exilio.

Podría enumerar cientos de ejemplos, porque en la


Biblia, todos los personajes sufrieron grandes injusticias, a
pesar de haber vivido piadosamente. ¿Quién podría encontrar
un motivo para la hostilidad constante y la violencia extrema
que sufrió Jesús?

Cuando era apenas un bebé, tuvieron que llevarlo


escondido a otro país para que no lo maten. Su familia no
creyó en él, los religiosos lo persiguieron, lo criticaron y
planificaron su muerte. Los setenta discípulos lo dejaron, los
doce lo negaron, Judas lo traicionó y los romanos lo

116
torturaron hasta matarlo de manera horrenda a través de la
crucifixión.

Jesús nunca pecó, por lo tanto, nunca mintió, nunca


traicionó a nadie, nunca estafo a nadie, nunca le hizo mal a
nadie. Por el contrario, sanó a los enfermos, liberó a los
cautivos e incluso, resucito a más de un muerto. Entonces
¿Por qué le hicieron tanto mal? ¿Por qué lo despreciaron
tanto?

¿Y la Iglesia a través de los siglos? ¿Cuánta


persecución, cuanta violencia y cuanta muerte sufrió? ¿No
tendrían que vivir los justos, mucho mejor que los impíos? Y
si no es así ¿Vale la pena vivir el evangelio del Reino? Bueno
la sociedad dice que no. Y la voz de la sociedad en el oído de
los cristianos, produce frustración y desánimo.

En ocasiones deseamos ver la caída de los malos, no


por perversidad o falta de misericordia, sino porque si nos
cuidamos para vivir honrada y piadosamente, es justo que el
que vive para la impiedad de manera pública y ostentosa, en
la misma cancha donde exhibe sus desmanes le llegue
también el tropiezo. Que pueda verse claramente una justa
diferencia.

La Biblia nos dice que “Toda buena dádiva y todo don


perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el
cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago
1:17). El bienestar y la bendición integral provienen de Dios
¿Por qué pareciera que la ostentan los impíos?

117
Es cierto que Satanás le ofreció a Jesús los reinos y las
riquezas de este mundo (Lucas 4:5 al 8), y Jesús no le dijo
que esa posesión no era real, porque el hombre le entregó ese
derecho. Pero luego Jesús lo venció en la Cruz, lo cual vuelve
todas las cosas a Su lugar, porque la tierra, su plenitud y todo
lo que en ella existe, le pertenece a Dios (1 Corintios 10:26),
y no al diablo que solo es ladrón y usurpador.

Es verdad que llegará el día de lo perfecto y viviremos


en una tierra en donde more la justicia (2 Pedro 3:13). Pero
hasta lo perfecto ¿Quién no se ha preguntado el porqué de las
injusticias? ¿Por qué un cristiano puede padecer una
enfermedad y un perverso que usa su cuerpo para las peores
inmundicias que podamos imaginar, goza de buena salud?

¿Por qué motivo nos cuesta tanto obtener recursos


planificando el bien, cuando hay gente malvada que usando
las riquezas para la perversión tienen cientos de millones?
¿Por qué algunos niños mueren llenos de inocencia y otros
viejos viven llenos de maldad? Es indudable que preguntas
como estas pueden producir frustración y desánimo. Pero es
lógico, no hay problema con eso, siempre y cuando no
lleguemos a dudar de Dios.

¿Qué diremos del exterminio de cristianos en Nigeria,


a manos de grupos terroristas, donde muchos son asesinados,
decapitados y quemados? ¿Qué hay de la terrible persecución
que sufren los cristianos clandestinos en Corea del Norte
donde existen campos de concentración para los cristianos y

118
sus familiares? ¿Qué hay de la persecución de los cristianos
en China? Ni que meternos con la historia, con la Iglesia
pionera, o con las diferentes inquisiciones después de la gran
Reforma.

Preguntas como estas no ofenden a Dios, el comprende


nuestra limitación para ver y comprender con claridad las
dimensiones eternas. Dios no prohíbe que nos hagamos
preguntas, pero espera que encontremos respuestas basadas
en la verdad y no en el limitado razonamiento humano, que
puede ser el principal abastecedor de alimento para la
incredulidad y el desánimo.

De hecho, el Señor no evitó que preguntas como estas


figuren en la Biblia. No solo Jeremías se lo preguntó, también
lo hizo Salomón siendo el hombre más sabio y más rico de la
tierra:

“Todo esto he visto durante mi absurda vida: hombres


justos a quienes su justicia los destruye, y hombres
malvados a quienes su maldad les alarga la vida.”
Eclesiastés 7:15

“Hay una vanidad que se hace sobre la tierra: hay justos a


quienes les sucede conforme a las obras de los impíos, y
hay impíos a quienes les sucede conforme a las obras de
los justos. Digo que también esto es vanidad.”
Eclesiastés 8:14

También se lo preguntó el sufriente Job.

119
“¡No entiendo por qué los malvados viven tanto y ganan
tanto dinero! Mientras más pienso en esto, más me asusto
y me da escalofríos. Como Dios nunca los castiga, no
tienen miedo de nada; viven tranquilos en sus casas,
viendo progresar a sus hijos y crecer a sus nietos. Sus
toros y sus vacas tienen muchos terneros; ¡ninguno muere
antes de tiempo! Sus niños corren y juegan como ovejas
en un prado; cantan y bailan alegres al son de arpas,
flautas y tambores. Durante toda su vida, los malvados
gozan de gran bienestar, y al final tienen una muerte
tranquila…”
Job 21:6 al 13 VLS

El profeta Habacuc también se lo preguntó a Dios:

“Son tan puros tus ojos que no puedes ver el mal; no te es


posible contemplar el sufrimiento. ¿Por qué entonces
toleras a los traidores? ¿Por qué guardas silencio
mientras los impíos se tragan a los justos?”
Habacuc 1:13 NVI

El salmista Asaf tuvo problemas con esto y aun lo


expuso en su canción. Pero no debemos descuidar que la
Biblia también nos entrega todas las respuestas.

“En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies;


Por poco resbalaron mis pasos.
Porque tuve envidia de los arrogantes,
Viendo la prosperidad de los impíos.

120
Porque no tienen congojas por su muerte,
Pues su vigor está entero.
No pasan trabajos como los otros mortales,
Ni son azotados como los demás hombres.
Por tanto, la soberbia los corona;
Se cubren de vestido de violencia.
Los ojos se les saltan de gordura;
Logran con creces los antojos del corazón.
Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia;
Hablan con altanería.
Ponen su boca contra el cielo,
Y su lengua pasea la tierra.”
Salmo 73:2 al 9

Asaf, fue el autor de este Salmo, ocupó un alto cargo


espiritual en la nación, fue el líder del coro de adoración en
el tabernáculo de David, fue el encargado de dirigir las
alabanzas a Dios (1 Crónicas 16:4 y 5).

En este Salmo leemos la confesión de Asaf, que


reconoce que sus pies casi se deslizaron, ante la prosperidad
de los impíos. Él no podía comprender como los impíos
podían prosperar y vivir felices ante la aparente pasividad de
un Dios Justo.

Pero al comenzar el Salmo hay una llave, que nos


permite ingresar a la revelación por la puerta principal y no
por la ventana. Hay una gran declaración de fe para lo que
Asaf pensaba exponer después:

121
“Ciertamente es bueno Dios para con Israel,
Para con los limpios de corazón…”
Salmo 73:1

Esta llave también fue entregada por Jesús en el


famoso Sermón de la montaña (Mateo 5:8), donde dijo que
“los de limpio corazón verán a Dios…”, pero no solamente
como un suceso futuro, sino que la gracia del Nuevo Pacto
que el establecería, nos daría un corazón nuevo para la
revelación (Ezequiel 11:19).

David mismo, en arrepentimiento por el pecado


cometido con Betsabé, le pidió a Dios en su famoso Salmo
51 que creará en él un corazón limpio y un espíritu recto. El
corazón es el centro de nuestro ser y debemos cuidarlo más
que a ninguna otra cosa (Proverbios 4:23). Las preguntas
incorrectas pueden surcar nuestra mente, pero las respuestas
incorrectas, no deben habitar nuestro corazón.

Que Dios es bueno, siempre fue una gran verdad para


Asaf, pero una gran mentira se estaba formando en él, al sacar
conjeturas apresuradas. Reitero, su problema no fue hacerse
ciertas preguntas, sino comenzar a elaborar apresuradamente
las respuestas, porque eso lo estaba llevando a tener envidia
de los arrogantes, y eso sí que es lastimoso.

Yo recuerdo con mucha tristeza a una joven que


congregó con nosotros los primeros años de la obra que
pastoreamos en la ciudad. Ella era muy dedicada y servicial.
Siempre se mostró muy humilde para recibir el discipulado y

122
llego a ocupar cargos de servicio. Ella como toda joven, tenía
varios proyectos de vida, pero comenzó a evidenciar cierta
impaciencia al respecto.

Nosotros la alentábamos y le aconsejamos esperar en


Dios, porque en Él, concretaría los anhelos de su corazón. Sin
embargo, un día se enojó mucho, dijo estar cansada de no
conseguir una pareja cristiana y de no poder prosperar
rápidamente. Nunca había reaccionado así, nunca se había
expresado con enojo, pero ese día dijo: “Al final una
prostituta cualquiera vive mejor que yo…”

Esa terrible declaración produjo un quiebre absoluto


en su vida espiritual. Ese fue el último día que se congregó y
hasta la fecha, nunca más volvió al Señor, aun viviendo
tremendas situaciones que ha tenido que pasar y que no vale
la pena mencionar. Amados, hay ciertas ideas que no deben
tener acceso ni para surcar nuestro corazón.

La envidia es el veneno que ha ocasionado y motivado


las mayores desgracias en la humanidad, y ese sentimiento
estaba invadiendo el corazón de Asaf, de la misma manera
que hoy pasa en muchos cristianos. Por eso Pablo nos enseña
que en todo lo verdadero, en todo lo honesto, en todo lo justo,
en todo lo puro, en todo lo amable y en todo lo de buen
nombre, si hay virtud y si algo es digno de alabanza, en eso
debemos pensar (Filipenses 4:8).

Este mundo caído, lleno de perversidad y maldad,


puede adorar el éxito, la popularidad, la fama, la influencia,

123
el poder, el prestigio, el reconocimiento, el dinero, pero ese
es el gran engaño de Satanás, porque el fin de todo eso no es
el disfrute, sino la muerte.

Con eso no estoy diciendo que no podemos tener estas


cosas, digo que nuestro principio y nuestro fin es Dios. Digo
que nuestro gran y único tesoro es Dios, y que todo lo demás,
si algo desea otorgarnos, es para servirlo y para glorificarlo
solo a Él. Claro que podemos disfrutar de toda posesión o de
todo bien que llegue a nuestras manos, pero nada debe
demandarnos una entrega total. Las cosas están a nuestro
servicio y por lógica a Dios. Nosotros no estamos al servicio
de las cosas, sino que solamente servimos al Señor.

Cuando permitimos que la envidia por los arrogantes,


y por los perversos entre en nuestro corazón, y en verdad nos
preguntemos sobre las injusticias con incredulidad o enojo,
estaremos ante un verdadero problema, porque el desánimo
se convierte en espiritual y eso es muy desagradable y
ofensivo para el Señor. Veamos lo que le dijo a su pueblo a
través del profeta Malaquías por causa de estas preguntas mal
intencionadas.

“Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice


Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Habéis
dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que
guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de
Jehová de los ejércitos? Decimos, pues, ahora:
Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen

124
impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a
Dios y escaparon.”
Malaquías 3:13

Asaf reaccionó a tiempo y se arrepintió. Él


simplemente recordó un momento de desesperación, duda y
dolor personal donde llegó a cuestionar incluso el amor, la
bondad y la justicia de Dios. Él dice haber visto gente impía,
perversa, gente malvada, violenta y blasfema para con Dios
que aparentemente era bendecida con riquezas, con paz, con
salud, con prosperidad, y teniendo una vida cómoda fácil,
tranquila, calmada y feliz, mientras él, en cambio, sufría y
padecía a mano de ellos, aun cuando en medio de esas
circunstancias trataba de seguir a Dios, de servirle y de
obedecerle.

Mirando esa prosperidad ajena, el salmista cayó en una


crisis, estaba confundido y desanimado, llegando incluso al
nefasto punto de ver toda su vida consagrada a Dios como
una pérdida de tiempo, como un gran despropósito que no lo
había conducido a ningún resultado trascendente. Pero pudo
reaccionar a tiempo y nos dejó una gran lección.

Asaf nos advierte en su Salmo que debemos cuidar


nuestro corazón, porque él sintió que su fe estuvo en peligro,
su corazón fue perturbado, y llegó a decir que no había
provecho en vivir para Dios, de manera tan consagrada como
lo estaba haciendo. Nosotros debemos tener mucho cuidado,
porque algunos mensajes de hoy, no ayudan mucho con la
comprensión de las verdades espirituales.

125
Debemos estar claros que la fidelidad a Dios, no debe
producirse para alcanzar un fin, sino porque hemos sido
alcanzados por Su gracia. La vida expresada desde el ser y no
desde el simple hacer, no debe perseguir jamás la garantía de
no pasar aflicciones, problemas o sufrimientos. Por el
contrario, puede que estén incluidos dentro del paquete
espiritual, pero los de limpio corazón comprenderán, porque
a esta verdad, solo se llega por revelación (2 Timoteo 3:12).

Como dije anteriormente la misma Biblia nos ofrece


los fundamentos para la revelación, y el mismo Asaf, cambió
su perspectiva cuando se centró, se redirigió y se enfocó en
Dios de manera correcta. En el Salmo dice que todo cambió
cuando fue a la Casa del Señor. Por eso es tan trascendente
mantener limpio nuestro corazón, porque nosotros somos
moradas de Dios (Efesios 2:22) y es en nuestro espíritu,
donde habita la revelación y el impulso que quebrantará todo
desánimo.

“Cuando pensé para saber esto,


Fue duro trabajo para mí,
Hasta que entrando en el santuario de Dios,
Comprendí el fin de ellos.
Ciertamente los has puesto en deslizaderos;
En asolamientos los harás caer.
¡Cómo han sido asolados de repente!
Perecieron, se consumieron de terrores.
Como sueño del que despierta,
Así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su
apariencia.

126
Se llenó de amargura mi alma,
Y en mi corazón sentía punzadas.
Tan torpe era yo, que no entendía;
Era como una bestia delante de ti.
Con todo, yo siempre estuve contigo;
Me tomaste de la mano derecha.
Me has guiado según tu consejo,
Y después me recibirás en gloria.
¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra…”
Salmo 73:16 al 25

En la presencia de Dios, Asaf se dio cuenta de su error.


Entendió que solo había tomado el camino hacia la
destrucción, y que sobre todas las cosas de este mundo, el
Señor mismo era el único valor infinitamente superior y que
no todas las personas alcanzan la dicha de conocerlo y de
servirlo.

En su vida diaria y natural, Asaf vio lo que obraba para


bien en los impíos. Pero con la perspectiva eterna pudo ver
los asolamientos, los terrores y la destrucción de todos ellos.
Asaf no se gozó de ese mal de los impíos, pero al comprender
esto, pasó de la envidia a la pena y del desánimo al gozo.

El desánimo pertenece al alma, pero se vuelve


espiritual, cuando logra penetrar nuestro corazón y la verdad
que nos mueve en Dios. La revelación de un corazón limpio,
produce en nosotros gozo y el gozo, es nuestra fortaleza
(Nehemías 8:10).

127
El gozo espiritual, basado en las verdades eternas, es
el arma más poderosa para repeler o mantener a raya, al
desánimo que visita el alma y que jamás debe ser bienvenido
en nuestro espíritu.

Asaf llegó a comprobar que Dios lo satisface todo en


Él, y que fuera de Él no necesitaba absolutamente nada. Las
personas de este mundo pueden prosperar todo lo que quieran
y mucho más de lo que sea justo. Sin embargo, si no tienen a
Dios, no tienen nada, si dicen: “Soy rico, me he enriquecido
y de nada tengo necesidad…” En realidad no saben que son
unos miserables y dignos de lástima, simplemente pobres,
ciegos y desnudos (Apocalipsis 3:17).

Por supuesto, también podría tratar de ensayar algunas


explicaciones teológicas de por qué sufre un hijo de Dios en
este mundo, y por qué prosperan a veces los impíos. Podría
exponer sobre el origen y la raíz del mal, del pecado de Adán
y Eva, y de las consecuencias tan catastróficas de esa caída.

Podría explicar respecto de las consecuencias que


también puede haber en nuestras desobediencias, o también
en la desobediencia de otros que pueden afectarnos de
manera directa. También podría mencionar que a veces Dios,
permite la operación de un emisario de Satanás, y que aun
así, nunca permitirá sobre nosotros una carga que no
podamos soportar. Pero no estoy tratando de dar
explicaciones sobre las injusticias, nuestro espíritu no

128
necesita eso y no pretendo convencer al alma de manera
intelectual.

Si está sufriendo la acechanza de un desánimo, no se


preocupe, yo también suelo sufrirlas. Solo blinde su corazón
y mantenga una profunda comunión con el Señor. Deje que
Su Luz lo inunde, sin buscar la convicción intelectual, sino
espiritual. Deje que Su presencia y Su amor, se manifiesten
en su espíritu y entonces se gozará en Él. Esa será su fortaleza
y el poder para quebrantar todo desánimo que procure su mal.

No pretenda erradicar definitivamente al desánimo,


este suele visitar algunas veces nuestra alma de manera casi
inevitable. Las injusticias, el dolor de alguna pérdida, los
fracasos, o las desazones de la vida misma, le servirán al
desánimo como plataformas para su visita. Es normal que
ocurra así.

Lo que no debemos permitir, es que esas emociones


afecten nuestra vida espiritual. No invierta sus fuerzas
combatiendo al desánimo, viva a pleno, una profunda
comunión con Dios y el desánimo se mantendrá a raya.
Recuerde que las tinieblas, no pueden prevalecer contra la luz
y si nos llenamos de Luz, viviremos bajo el gobierno del
Espíritu Santo. Entonces, todo nuestro ser, espíritu, alma y
cuerpo, serán alineados a la perfecta voluntad de Dios.

Eso es, nada más y nada menos que vivir Reino y en el


Reino de Dios, el desánimo no tiene ninguna autoridad ni
trascendencia. ¡En Cristo, somos más que vencedores!

129
“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra.”
Salmo 73:25

130
Reconocimientos

“Quisiera agradecer por este libro a mi Padre celestial,


porque me amó de tal manera que envió a su Hijo Jesucristo
mi redentor.
Quisiera agradecer a Cristo por hacerse hombre, por morir
en mi lugar y por dejarme sus huellas bien marcadas para
que no pueda perderme.
Quisiera agradecer al glorioso Espíritu Santo mi fiel amigo,
que en su infinita gracia y paciencia,
me fue revelando todo esto…”

“Quisiera como en cada libro agradecer a mi compañera de


vida, a mi amada esposa Claudia por su amor y paciencia
ante mis largas horas de trabajo, sé que es difícil vivir con
alguien tan enfocado en su propósito y sería imposible sin
su comprensión”

131
Como en cada uno de mis libros, he tomado muchos
versículos de la biblia en diferentes versiones. Así como
también he tomado algunos conceptos, comentarios o
párrafos de otros libros o manuales de referencia. Lo hago
con libertad y no detallo cada una de las citas, porque tengo
la total convicción de que todo, absolutamente todo, en el
Reino, es del Señor.

Los libros de literatura, obedecen al talento y la


capacidad humana, pero los libros cristianos, solo son el
resultado de la gracia divina. Ya que nada, podríamos
entender sin Su soberana intervención.

Por tal motivo, tampoco reclamo la autoría o el


derecho de nada. Todos mis libros, se pueden bajar
gratuitamente en mí página personal
www.osvaldorebolleda.com y lo pueden utilizar con toda
libertad. Los libros no tienen copyright, para que puedan
utilizar toda parte que les pueda servir.

El Señor desate toda su bendición sobre cada lector y


sobre cada hermano que, a través de su trabajo, también haya
contribuido, con un concepto, con una idea o simplemente
con una frase. Dios recompense a cada uno y podamos todos
arribar a la consumación del magno propósito eterno en
Cristo.

132
Pastor y maestro
Osvaldo Rebolleda

El Pastor y maestro Osvaldo Rebolleda hoy cuenta con


miles de títulos en mensajes de enseñanza para el
perfeccionamiento de los santos y diversos Libros de
estudios con temas variados y vitales para una vida
cristiana victoriosa.
El maestro Osvaldo Rebolleda es el creador de la Escuela de
Gobierno espiritual (EGE)
Y ministra de manera itinerante en Argentina
Y hasta lo último de la tierra.

[email protected]

www.osvaldorebolleda.com

133
Otros libros de Osvaldo Rebolleda

“Todos tenemos un
perfume de adoración
atrapado en nuestro
espíritu. Reciba una
revelación para ser
quebrantado como
frasco de alabastro
ante la presencia del
Rey de Gloria…”

“Un libro que lo


llevará a las
profundidades
de la Palabra de
Dios, un
verdadero
desafío a
entrar en las
dimensiones
del Espíritu”

134
Un material que todo ministro
debería tener en su biblioteca…

«Todo cambio debe ser producido por Dios


a través de los hombres y no por los hombres
en el nombre de Dios…»

135
www.osvaldorebolleda.com

136
www.osvaldorebolleda.com

137
www.osvaldorebolleda.com

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