Romano Guardini y La Renovación Liturgica

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La liturgia como un juego ante Dios 

Romano Guardini y la renovación litúrgica


Robert Anthony Krieg **

Este artículo presenta la concepción de Guardini sobre la liturgia y


también describe cómo la puso en práctica en la vida de la Iglesia. Se
desarrolla en cuatro partes. La primera recuerda algunos de los
personajes y de las ideas más importantes del movimiento litúrgico desde
la mitad de 1800 hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. La segunda
expone cómo Guardini descubrió la naturaleza de la liturgia. La tercera es
una revisión del libro que resultó del descubrimiento de Guardini: Vom
Geist der Liturgie. La cuarta parte trata de poner de relieve sus
contribuciones al movimiento litúrgico de 1918 a 1968. De manera
particular se estudia su carta de 1940 dirigida a los obispos alemanes
sobre algunos peligros de la renovación litúrgica, su contribución a
la Constitución sobre la sagrada liturgia del Vaticano II  y su carta abierta
de 1964 sobre nuestra capacidad para el acto de culto.

En la década de 1930, en la mayor parte de las misas


católicas en el mundo, el sacerdote celebraba frente al
altar y daba la espalda a la asamblea de los fieles. Pero
había un puñado de excepciones a esta forma universal, y
una de ellas era la misa para los estudiantes en la capilla
de St. Benedikt, en Berlín, donde Romano
Guardini presidía regularmente la eucaristía. Regina
Kuehn, que asistía a esta misa, la describió así:

La capilla de los estudiantes era una habitación


grande, en el sótano, que se había arreglado para la
celebración de la misa de los domingos. Había una
figura de Cristo, tamaño natural, de bronce
repujado, detrás de un altar sencillo e
independiente, rodeado de cubos de madera que
fungían como asientos. El cubo del que presidía
cerraba el círculo. Pero la mayor parte de nosotros
estábamos de pie, porque Los signos sagrados (de
Guardini) nos habían enseñado la significación de
este gesto tan noble.
Cuando comenzaba la misa nos quedábamos
completamente quietos, y en perfecto silencio y
compostura éramos testigos del evento cósmico de
consecuencias universales, en el que todos -cada
uno por separado y todos juntos a la vez—
jugábamos la parte que nos tocaba...
La missa recitata era la forma de la celebración.
Todos contestábamos en latín. [1]

Heinz Kuehn, que también fue miembro de esta


asamblea de estudiantes, amplió la descripción hecha por
Regina Kuehn, contando cómo participaba cada uno en la
misa: "El impacto de la acción sagrada era todavía más
profundo porque Guardini celebraba la misa versus
populum. Era una missa recitata, algo que entonces era
una novedad, y los que asistíamos éramos como los
acólitos, porque muchachos y muchachas respondíamos
en latín a las oraciones del celebrante". [2]

Los recuerdos de los Kuehn sobre las misas en la capilla


de St. Benedikt dejan ver uno de los principios que están
en la base de la concepción que Guardini tiene de la
liturgia: el culto exige la participación activa de la
asamblea que está presente. Aunque hay diferentes
funciones en la celebración, cada uno tiene que tomar su
parte en el ritual, si es que de verdad es liturgia. Por eso
el sacerdote está de cara al pueblo y toda la congregación
responde a las oraciones del que preside.

No fue Romano Guardini el primero que propuso la


participación activa de los fieles en la liturgia. Muchos
habían trabajado, desde los comienzos de 1800, por
recuperar este sentido del culto que uno encuentra en la
Iglesia primitiva. Con todo, de 1918 hasta 1960, a
Guardini le tocó jugar un papel muy importante en la
renovación litúrgica, con sus escritos y con su liderazgo
pastoral. En textos como Vom Geist der Liturgie iluminó
los principios que subyacen al culto auténtico y también
aclaró el valor de la oración privada y de las devociones
populares. Y al mismo tiempo, con su liderazgo pastoral
demostró lo que puede llegar a ser la liturgia, al presidir
las celebraciones en St. Benedikt y en Burg Rothenfels
am Main. Por sus contribuciones, de obra y de palabra,
fue uno de los líderes más importantes del movimiento
que llevó a la encíclica sobre el culto, la Mediator Dei, del
Papa Pío XII, el 20 de noviembre de 1943, y más tarde a
la Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosantum
Concilium, del Concilio Vaticano II, el 4 de diciembre de
1963. [3]

Este artículo presenta la concepción de Guardini sobre la


liturgia y también describe cómo la puso en práctica en la
vida de la Iglesia. Se desarrolla en cuatro partes. La
primera recuerda algunos de los personajes y de las ideas
más importantes del movimiento litúrgico desde la mitad
de 1800 hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. La
segunda expone cómo Guardini descubrió la naturaleza
de la liturgia. La tercera es una revisión del libro que
resultó del descubrimiento de Guardini: Vom Geist der
Liturgie. La cuarta parte trata de poner de relieve sus
contribuciones al movimiento litúrgico de 1918 a 1968.
[4] De manera particular se estudia su carta de 1940
dirigida a los obispos alemanes sobre algunos peligros de
la renovación litúrgica, su contribución a la Constitución
sobre la sagrada liturgia del Vaticano II y su carta abierta
de 1964 sobre nuestra capacidad para el acto de culto.
[5]

La recuperación del sentido del culto

El movimiento litúrgico antes de 1918

En los últimos años, los cambios en la liturgia han llevado


a la Iglesia más allá de la forma barroca que modeló el
culto católico de 1600 hasta mediados de 1900. Durante
tres siglos, la misa era semejante a una actuación en la
que el sacerdote representaba un drama en el altar
mientras que cada uno de los miembros de la asamblea lo
observaba pasivamente, o rezaba sus oraciones
particulares. Las respuestas que se habían de dar a las
oraciones del sacerdote venían, como en un susurro, de
parte de los acólitos, y en los domingos y en los funerales
quizá del organista o del coro. En la mayor parte de los
días de la semana el sacerdote dejaba a un lado la fiesta
del santo del día, y revestido de negro decía la misa de
réquiem. Y si se trataba de la "misa solemne", el
sacerdote cantaba las oraciones y le respondían cantando
a lo más el organista y el coro. Y como no había un misal
con las oraciones y las lecturas del día, la mayor parte de
las personas tenían sólo una vaga idea de lo que el
sacerdote musitaba en latín en el altar. Y también, la
gente rara vez participaba de la "santa comunión" y
cuando lo hacía, generalmente era antes o después de la
misa. [6]

Esta forma de Eucaristía hoy es desconocida por la mayor


parte de los católicos, por el movimiento que comenzó en
Francia en 1833, cuando el monje benedictino Prosper
Louis Pascal Guéranger (1805-1875) restableció la
abadía de San Pedro en Solesmes, no lejos de Le Mans.
Inmediatamente después de su ordenación en 1827,
Guéranger se dedicó a promover una teología
ultramontana en contra del galicanismo de su tiempo. Y
en este espíritu, él y un pequeño círculo de asociados
recuperaron la liturgia monástica, especialmente el rito
romano de la misa. Más tarde, Guéranger fue a la
vanguardia de la recuperación de las antiguas prácticas
litúrgicas con la redacción de los tres volúmenes de
sus Intitutions liturgiques (1840-1851), sobre la misa, y
con sus nueve volúmenes de L'année liturgique (1841-
1867), sobre las fiestas principales del año litúrgico.[7]

Las ideas de la abadía de Solesmes echaron raíces en


Alemania en 1863, cuando dos monjes de
Solesmes, Maurus Wolter y Placidus Wolter,
refundaron la abadía de Beuron y consagraron su
comunidad benedictina a la antigua vida litúrgica. En
1884, uno de sus monjes, Anselmo Schott, publicó el
primer misal en alemán y en latín, Messebuch der
heiligen Kirche, que permitió a la asamblea reunida seguir
las oraciones y las lecturas de la misa. Nueve años más
tarde, Schott publicó el Vesperbuch, con el cual el oficio
divino se hacía accesible a los laicos. Cuando el
monasterio de Beuron floreció, mandó a alguno de sus
miembros a restablecer otras abadías. Entre ellas estuvo
la abadía de María Laach en 1892, no lejos de Coblenza, y
la abadía de Mont-César en 1899, cerca de Lovaina. [8]

Por los esfuerzos de las abadías benedictinas, la


renovación litúrgica adquirió una gran importancia y
luego el reconocimiento oficial del Papa Pío X (1803-
1814), que vio en el culto renovado un fortalecimiento de
su compromiso para "renovar todas las cosas en Cristo".
Poco después de su elección pontificia, Pío X publicó su
primer Motu Proprio, titulado Tra le sollicitudini (22 de
noviembre de 1903), en el que promueve la
"participación activa" de los fieles en la misa. Con sus
palabras:

Siendo nuestro deseo ardiente el ver


restaurado en todo sentido el verdadero
espíritu cristiano, y preservado por todos los
fieles, hemos juzgado necesario proveer, antes
de cualquier otra cosa, a lo que respecta a la
santidad y dignidad del templo, en el que los
fieles se reúnen para adquirir este espíritu de
su fuente indispensable y principal, que es la
activa participación en los misterios santos y
en la oración pública y solemne de la Iglesia.
[9]

El objetivo de Pío X de llevar "el verdadero espíritu


cristiano a la vida moderna" tenía su lado problemático
en el apoyo al integrismo, el movimiento francés ultra
conservador, opuesto a las nuevas ideas y métodos de la
teología y de los estudios bíblicos. [10] Sin embargo, el
reconocimiento hecho por el Papa de que los laicos deben
participar en la misa le dio un respaldo institucional a la
reforma de la liturgia. Además de este apoyo, el pontífice
publicó Sacra Tridentina Synodus (el 22 de diciembre de
1905), sobre el valor de la recepción diaria de la "santa
comunión", y luego el Quam singulari (10 de agosto de
1910), que permitía a los niños recibir su "primera
comunión" apenas alcanzado el uso de la razón.11 A Pío
X se le atribuye también el crédito de un lema que ayudó
a la renovación de la Eucaristía: "No se reza en la misa,
sino que se reza la misa". [12]

El monje benedictino Lambert Beauduin (1873-1960),


de la abadía de Mont-César, trabajó también por la
renovación de ía liturgia. El 23 de septiembre de 1909, en
el Congreso Católico de Mechlin, Beauduin dio una
conferencia titulada "La oración auténtica de la Iglesia" en
la que abogaba por un cambio de la restauración de la
antigua liturgia a la renovación de la liturgia para la vida
contemporánea. Apoyando la noción de participación
activa de Pío X, hacía ver que los fieles tienen que
entender nuevamente los textos y los ritos de la
celebración. En 1914 Beauduin publicó sus ideas sobre el
culto de la Iglesia en su libro La piété de l' Eglise que fue
recibido de inmediato como el "manifiesto" del
movimiento litúrgico. [13]

El abad Ildefons Herwegen (1874-1946), de la abadía


de María Laach, promovió el estudio de la historia de la
liturgia. Después de ser elegido abad en 1913, inauguró
el "Círculo académico" que incluía a Kunibert Mohlberg,
Odo Casel y Antón Baumstark. Para dar a conocer los
hallazgos de este grupo de investigación, el abad
instituyó, en 1918, una serie de libros titulada Ecclesia
Orans, cuyo primer texto fue Vom Geist der Liturgie de
Guardini. Herwegen fundó en 1921 la revista Das
Jahrbuch für Liturgiewissenschaft y aprobó también los
experimentos litúrgicos, como la "misa dialogada"
de Albert Hammenstede, en la capilla de la cripta de la
abadía. [14]

Para 1918 la reforma de la liturgia se había extendido a la


mayor parte de los monasterios benedictinos de Europa y
comenzaba a llegar a las parroquias. Mientras los
europeos cavilaban sobre los horrores de la guerra,
buscaban un punto trascendente de referencia, Dios, en
relación con el cual pudieran reanudar su vida personal y
comunitaria. Aunque atraídas por el fatalismo de los dos
volúmenes del libro de Oswald Spengler, La decadencia
de Occidente (1918, 1922), muchas personas buscaban la
restauración de sus esperanzas. Y como resultado de
todo, querían profundizar en su vida de oración y de culto
religioso. [15] Uno de los líderes pastorales que salieron
al encuentro de estos deseos fue Pius Parsch (1884-
1954), de la abadía de Klosterneuburg, en Austria. Por
medio de su predicación, conferencias, literatura
devocional y libros sobre la Iglesia primitiva, Parsch
emprendió lo que llamó su Volksliturgisches Apostolat, su
apostolado para la liturgia del pueblo. [16] Además de
Parsch, otro líder creativo del movímiento litúrgico fue
Romano Guardini.

El descubrimiento litúrgico de Guardini

Durante los primeros veinte años de su vida, Guardini


conoció solamente una clase de oración: la oración
privada. En casa, su madre ponía el ejemplo, porque ella
"era piadosa en un sentido íntimo y árido." [17] En
el Gymnasium, Guardini comenzaba cada día en la
capilla. [18] Más tarde, como estudiante que sufría una
crisis de fe, en la Universidad de Munich, buscaba alivio y
luces por medio de la oración privada en la Iglesia de St.
Ludwig. [19] En el otoño de 1905, en Berlín, tomó
conciencia de su vocación al sacerdocio mientras hacía
oración en la Iglesia de St. Paul. [20] En la primavera de
1906, cuando comenzó a estudiar Teología en la
Universidad de Friburgo, salió de un periodo de depresión
mediante la asistencia a las misas, la recitación del
rosario, y el rezo de las estaciones del Vía crucis. [21] A
lo largo de estos años, Guardini desarrolló el hábito de la
oración privada, que hacía incluso durante la misa. Sin
embargo, inmediatamente después de haberse trasladado
a Tubinga para continuar los estudios de Teología,
aprendió otra manera de hacer oración.

Hacia fines de 1906, Romano Guardini y Karl


Neundörfer acompañaron a su amigo Josef Weiger en
una visita a la abadía benedictina de Beuron, donde
Guardini descubrió la oración comunitaria, la liturgia de la
Iglesia. En 1944, en sus apuntes autobiográficos,
Guardini recuerda su llegada a la abadía:

Mi primera visita a Beuron se me ha quedado


profundamente grabada en la memoria. Era de
noche, fuimos directamente de la estación a la
abadía y nos dieron las habitaciones no en la
hospedería, que entonces todavía no existía,
sino en el mismo claustro, lo que hizo que la
estancia allí fuera algo realmente cálido y vivo.
Las habitaciones a pesar de su sencillez eran
muy confortables, con mucha madera oscura y
algo indescriptible que hacía que uno se
sintiera profundamente a gusto. Luego nos
dieron algo de cenar y asistimos al rezo de
Completas. La iglesia estaba ya a oscuras y
sólo había algunas luces en el coro. Los monjes
estaban de pie y recitaban de memoria los
hermosos salmos de Completas que entonces
eran siempre iguales. En toda la iglesia se
respiraba un aura de misterio santo y salvífico
a la vez. Posteriormente tendría ocasión de
constatar que la liturgia tiene cosas mucho
más impresionantes y majestuosas, pero al
principio la pequeña puerta de las Completas
hace entrar más profundamente en el corazón
de su sagrado mundo que las portadas de las
grandes celebraciones litúrgicas. [22]

En 1966, contando una vez más su visita de 1906 a la


abadía de Beuron, Guardini la relacionó con la escritura
de su libro Vom Geist der Liturgie:
Mi primer encuentro con la liturgia tuvo lugar
durante mis años de estudiante en Tubinga, de
1906 a 1908, en la abadía de Beuron. El padre
Odilo Wolf y otros le dieron al encuentro un
toque personal. Me hospedé con mi amigo Karl
Neundörfer (que murió prematuramente) en el
mismo claustro. Mis primeras impresiones han
tenido su efecto durante toda mi vida.

Por ese tiempo mi amigo Karl y yo habíamos


hecho el propósito de presentar la esencia de
la Iglesia a través de dos de sus elementos
fundamentales. Neundörfer habría de tratar la
dimensión jurídica en un libro titulado Vom
Geist des Kanonischen Rechts (Sobre el
espíritu del derecho canónico). Un libro
inspirado en el clásico de Rudolf von
Ihering Der Geist des Romischen Rechts (El
espíritu del derecho romano). Murió en las
montañas de Sils-Maria (en 1925), antes de
que pudiera terminar el proyecto. Yo
escribí Vom Geist der Liturgie. Herwegen y mi
amigo Mohlberg lo publicaron como el primer
libro de la serie Ecclesia orans. [23]

En suma, la primera visita a la abadía de Beuron


introdujo a Guardini a un mundo nuevo. En otras visitas a
la abadía, Guardini discutió su descubrimiento no nada
más con Neundórfer y Weiger, sino también con los
monjes. [24] Además, durante estas visitas, y después,
puso por escrito sus pensamientos sobre la naturaleza de
la liturgia.

Siendo ya un joven sacerdote, Guardini pensó


ulteriormente sobre el carácter de la eucaristía y del
Oficio divino y advirtió la inadecuación de la misa que se
celebraba en las parroquias. Sirviendo como vicario en la
iglesia St. Christopher (1912), y en la iglesia de St.
Ignatius (1915), de Maguncia, observó que mientras él
presidía la celebración de la misa, los fieles se dedicaban
a rezar el rosario o a recitar sus devociones privadas.
Muchos años más tarde, comentando sobre la práctica de
las oraciones privadas durante la misa, escribió: "la falta
de sentido de esta celebración era insoportable y pude
evitar un daño interior sólo en la medida en que intenté
ser insensible ante semejante sinsentido". [25] Lo que
Guardini mismo había hecho en la misa durante muchos
años, se había vuelto sumamente problemático para él
mismo. Este penoso contraste fue el estímulo para las
reflexiones que dieron origen a Vom Geist der Liturgie.
[26]

Una teología de la liturgia

Vom Geist der Liturgie (1918)

En el prólogo de Vom Geist der Liturgie, Guardini


distingue entre el culto público y la oración privada y
luego presenta los temas principales que se tratan en el
libro. La liturgia es la forma objetiva del culto de la
Iglesia. Ella "es la unión de la comunidad creyente como
tal, es algo que sobrepasa y desborda la simple adición
numérica de los individuos; en una palabra, es la Iglesia;
es ejercida y dirigida por ministros escogidos por ella con
este fin, que son los sacerdotes." [27] La liturgia, o el
culto (por ejemplo, la misa, el Oficio divino), es cosa
distinta de las "devociones populares" (por ejemplo, el
Vía crucis o la recitación del rosario), porque lo primero
es una actividad comunitaria, mientras que lo segundo es
algo privado, por más que sea hecho en común. Además,
a diferencia de las devociones populares, la liturgia tiene
"leyes", o principios permanentes, que aseguran su
universalidad y su carácter objetivo (p. 124). Entre ellas
están las siguientes. Primera: el culto auténtico brota de
una vida emocional sana. Segunda: se apoya en la razón,
en la medida en que busca comunicar la verdad sobre
Dios y sobre la existencia personal. Tercera: expresa las
emociones humanas, si bien en una forma contenida (p.
129). Cuarta: la auténtica liturgia exige la participación
activa de la asamblea. Quinta: está radicada en el mundo
natural y en la cultura (p. 137). Estos cinco principios
básicos aseguran que la liturgia sea en verdad "la oración
de la Iglesia... en sentido total y completo de la palabra,
colectiva y objetiva" (pp. 122-123). En los siguientes
capítulos, Guardini profundiza en los diversas aspectos de
estas cinco normas.

Reflexionando sobre el principio de la participación activa


de la asamblea, observa que la misa no es una reunión
de creyentes individuales, cada uno de los cuales se
dirige a Dios en privado. Más bien, la eucaristía es la
acción comunitaria que manifiesta concretamente el culto
de la Iglesia entera en unión con Cristo. La liturgia
expresa a la Iglesia como cuerpo de Cristo. En palabras
de Guardini: "La Iglesia... es un organismo perfecto y
cerrado en sí mismo, se nos ofrece como reunión
fuertemente matizada de manifestaciones vitales de
infinita variedad, de medios y de fines, de actividades y
de acciones, de instituciones y de leyes" (p. 142).

El culto de la Iglesia se ha desarrollado a lo largo de los


siglos y su diseño trasciende las culturas, no como el
templo griego, y expresa "gran vigor e intensidad". En la
forma de la liturgia "hay limpidez de la lengua, mesura en
el gesto, retoque formal perfecto del lugar y de los
objetos de culto, de las tonalidades plásticas o sonoras;
todo ello, pensamiento, palabra, gesto e imagen, formado
con los elementos simples de la vida del alma" (p.154).
Su estructura transmite "un mundo interior de
inconmensurable profundidad y anchura." Y al mismo
tiempo, como la forma de la liturgia es casi intemporal, el
culto público de la Iglesia debe ser complementado por
las devociones populares que proporcionan lo que la
gente pueda echar de menos en la liturgia. Esta polaridad
entre culto público y devoción popular es semejante a la
complementariedad que existe entre las imágenes
litúrgicas de Cristo y las representaciones de Cristo que
están en los evangelios. La misa presenta al "Mediador
soberano", "el Cristo místico", mientras la Escritura nos
da un ser humano que es "enteramente uno de nosotros,
una persona real —Jesús 'el hijo del carpintero"' (p. 158).
Y como la Iglesia es "católica", es decir, "real y
universal", tiene que animar la reciprocidad entre la
liturgia y las devociones populares, entre el Cristo de las
masas y el Jesús del Nuevo Testamento.

La participación activa en la liturgia exige nuestros


cuerpos (por ejemplo, en las procesiones) y nuestras
mentes, y por ello se deben usar símbolos e ideas. Este
principio, por una parte, irrita a los racionalistas porque
ellos persisten en un dualismo implícito de alma y cuerpo,
y por otra, molesta a los románticos que no pueden
tolerar la pretensión de que algunos símbolos religiosos
sean más válidos que otros. En todo caso, se tiene que
reconocer que los seres humanos crean símbolos para
transmitir sus percepciones más profundas sobre la
realidad. "Un símbolo nace siempre que lo interior, lo
espiritual, encuentra su expresión en lo corporal" (p.
167). La actividad simbólica de la liturgia construye sobre
las "reglas fundamentales" que gobiernan los gestos
simbólicos de nuestra vida diaria, como el abrazo o el
compartir los alimentos. La iglesia se apoya en los
creyentes que tienen una disposición racional para ayudar
en la "discriminación entre los signos", y al mismo tiempo
confía en los creyentes que poseen una disposición
romántica a dar vida a la "cohesión" de elementos
materiales para formar símbolos religiosos.

Esta consideración de la función de los símbolos en el


culto lleva a la idea de que la liturgia es muy semejante
al arte y al juego. La liturgia no es una actividad que
intenta conseguir alguna cosa. No es funcional. Más bien,
la liturgia es una actividad que expresa significados e
intenciones. Está llena de propósitos, como el arte y los
juegos. Como la pintura y el juego, la liturgia es algo
hecho por sí mismo y lleva a cabo una apertura de la
realidad que de otra manera echaríamos de menos. El
creyente, en la celebración, es como el artista "que no
quiere más que liberar, exteriorizándolos, su ser y su
sueño; no quiere otra cosa que reflejar en lo exterior, en
la forma, la verdad interior" (p. 180). Así también los
creyentes se valen de la liturgia para manifestar la
verdad más profunda del corazón de la creación: el
misterio de Dios Trino y Uno. Los creyentes en la
celebración son también como los niños que juegan. "No
trabajo, juego. Llevar su juego ante Dios. No crear, sino
ser ella misma una obra de arte, he ahí la íntima esencia
de la liturgia" (p. 181). De esta manera, las imágenes
bíblicas de la liturgia son la visión de Ezequiel de los
serafines ante el trono de Dios (Ez 1,4), y el himno de la
sabiduría: "Día tras día encontraba en eso mis delicias y
continuamente jugaba en su presencia" (Pr. 8,30).

Continuando la comparación de liturgia y arte, Guardini


señala que el culto como arte debe respetar la relación
entre belleza y verdad. La filosofía escolástica observó
correctamente que "la belleza es el esplendor de la
verdad" (p. 190). Aplicado a la liturgia, este principio
significa que todas las cosas en una misa deben servir a
la auto-comunicación de Dios. Por esta razón, no es el
erudito a la violeta el que descubre "la esencia de la
liturgia", sino "el buen hombre simple que no pretende
más que rendir a Dios en la misa mayor el homenaje
debido y regular; la pobre mujer encorvada y doblada por
la miseria de la vida que va a la Iglesia para sentirse un
poco aliviada. Yerran, pues, los que se interesan en el
culto 'sólo por causa del valor estético'" (p. 185). Los
liturgistas que tienen una "mentalidad estética" no
respetan la necesidad de contención en el arte y por tanto
en el culto. La liturgia como el arte quiere expresar la
realidad interior y por eso tiene que poseer cierto grado
de "modestia", porque "cualquier interioridad profunda,
aun animada por la más auténtica de las inspiraciones,
aun impulsada por la más pura verdad, experimenta una
especie de singular pudor en entregarse, en abrirse. Y
eso tanto más cuanto que es portadora de más riquezas"
(p. 193). Los liturgistas deben escuchar a Platón que nos
pone en guardia contra los que son excesivamente
amantes de la belleza, porque son capaces de
distorsionar la verdad. De hecho, el culto se vuelve
verdaderamente hermoso cuando todos sus elementos
funcionan en orden a revelar la Palabra de Dios que se
hizo carne.

Esta consideración de la liturgia en el servicio de la


verdad lleva a la conclusión de que la liturgia da
testimonio y alaba a la realidad objetiva. Esta manera de
ver el culto pone en cuestión el relativismo de la
Ilustración y su concepción funcional de la verdad. A su
manera, cada uno de
ellos, Kant, Fichte, Schopenhauer, Hartmann y Nietz
sche, han enfatizado la primacía de la voluntad sobre el
intelecto. Esta mentalidad de la Ilustración produce la
búsqueda moderna del "éxito" y del "poder", y un
desinterés por la verdad, por la ortodoxia. El resultado de
esta tendencia es que "la religión se orientará siempre
más hacia el mundo. Progresivamente llegó a ser no más
que cierta consagración de la existencia terrestre" (p.
205).

Según Guardini, el catolicismo rechaza la pretensión


del Fausto de Goethe de que "en el principio estaba la
acción" y da testimonio, por el contrario, de la verdad del
Evangelio de Juan: "en el principio estaba la Palabra" (Jn
1,1). Si hay acción correcta, primero debe haber un
pensamiento correcto. "No importa cuan grande sea la
energía de la volición, de la acción y del esfuerzo, tiene
que estar basada en la contemplación tranquila de la
eterna e inmutable verdad" (p. 209). Si se busca de
manera adecuada, este compromiso con el Logos lleva a
una vida que no es la de una "fría majestad", sino "de la
verdad en el amor", y se realiza concretamente en el
culto "donde al Logos  se le ha asignado la precedencia
que le corresponde sobre la voluntad". Cuando los
cristianos se congregan para la liturgia, se dan cuenta de
que reciben "paz en lo más profundo de su ser", y que
con esta tranquilidad y dirección interior son capaces de
"valentía" para su acción en el mundo" (p. 211). ¿Cuál es,
por tanto, la esencia o el espíritu de la liturgia? Ella es el
espíritu que se ha hecho carne y que vive ahora como
cabeza de su cuerpo místico, la Iglesia, y en la liturgia la
Iglesia está unida a Cristo para dar gracias y alabar en el
Espíritu Santo a Dios, el Padre.

Un texto clásico

Vom Geist der Liturgie fue la obra seminal del desarrollo


del pensamiento de Guardini. A partir de ella comenzaron
a germinar sus ideas en artículos y en libros sobre el
culto y la oración y sobre el sentido de la Iglesia: Vom
Sinn der Kirche (1922). También tuvo un papel
importante en la renovación de la liturgia. Poco después
de su aparición, Max Scheler alabó el libro, y Carl
Sonnenschein ordenó mil ejemplares de la obra. [28]
Muy pronto decenas de miles de católicos estaban
leyendo este libro que llegó a ser un manual de los
grupos católicos de juventud y que en cinco años tuvo
doce reediciones. [29] A la luz del éxito obtenido, Hans
Maier lo describió como "el libro fundacional del
movimiento litúrgico." [30] Y más tarde, trascendiendo su
situación original, Vom Geist der Liturgie se ha convertido
en un clásico de la teología litúrgica. [31] Y como tal,
todavía ofrece muchas ideas de gran importancia. Aquí se
hablará de tres de ellas. [32]

Primera. Vom Geist der Liturgie nos recuerda que la


comunidad cristiana no debe "rezar en la misa", sino
"rezar la misa". [33] ¿En qué consiste la participación
activa en el culto? Hay que saber que implica una
coincidencia de los opuestos (Gegensatze). [34] La
auténtica liturgia lleva a las personas a estar en
comunidad, y a la vez las mantiene separadas unas de
otras. En algunos momentos, pide una respuesta
comunitaria (un canto, por ejemplo), y en otros, dirige a
cada una de las personas hacia su interioridad, en cuanto
exige silencio, escucha atenta y reflexión. Y también, la
participación activa implica un dinamismo que es interior
y exterior al mismo tiempo, el movimiento de nuestros
corazones y de nuestras mentes se expresa con el estar
de pie, hacer la señal de la cruz, estar sentado y estar de
rodillas. Además, los elementos básicos de la vida
humana, como el pan y el vino, están allí para hacer
patente la venida de Dios a nosotros y la respuesta que
nosotros damos a Dios.

Segunda. Vom Geist der Liturgie insiste en que nuestro


culto debe dirigirse a su referente objetivo, el Cristo
viviente. Esta persona trascendente, e inmanente a la
vez, es la que ha dado la existencia a la comunidad, y la
asamblea reunida en el culto ha de manifestar su unidad
con Cristo. Desafiando los presupuestos epistemológicos
de Descartes y de Kant, este libro emplea el método
fenomenológico para arrojar una luz que aclare no
solamente la vida humana, sino también lo referente a
Dios, origen y fin de la vida. Vom Geist der Liturgie pone
el acento sobre la solidaridad humana, la sacralidad de la
creación y la objetividad de la verdad. Presuponiendo la
eclesiología del cuerpo de Cristo, muestra que en su
liturgia eucarística una comunidad debe expresar y
fortalecer su verdadero ser, que es su vida de comunión
en Cristo. [35]

Tercera. El libro presenta varias ideas sobre la sociedad


moderna y el catolicismo. Por una parte, se opone al
énfasis que hoy se da al individualismo y a la
autorrealización. En este punto señala que la forma de
una misa no es cuestión del gusto personal del sacerdote.
Además, se enfrenta al relativismo y al funcionalismo
modernos, al poner en guardia sobre el peligro de tiranía
que estas tendencias comportan. En otras palabras,
quince años antes del Tercer Reich de Hitler, este libro
advirtió a los lectores sobre los peligros del fascismo.
[36] Por otra parte, Vom Geist der Liturgie se pronuncia
en contra de la tendencia de la Iglesia a congelar una
forma específica de culto, y dirige la atención a los
principios sobre cuya base el culto puede cambiar. Al
poner en guardia contra la tendencia a dejar diluir la fe
en la cultura del momento, el libro dirige también a sus
lectores a descubrir la gracia de Dios mediada por el
mundo material, los símbolos contemporáneos y el
cuerpo humano. En breve, este libro llama a la Iglesia a
la renovación de sus formas de culto. [37]

Vom Geist der Liturgie es un libro del que surgieron ideas


que todavía hoy están vigentes. Por esta
razón, Kathleen Hughes indicó que "muchas de las
preocupaciones litúrgicas de Guardini siguen siendo
puntos centrales en la agenda de la renovación. La
reforma de la liturgia ha comenzado. Pero la renovación
prometida apenas está comenzando". [38] Como se verá
más tarde, muchas de las ideas de este libro florecieron
en los escritos posteriores de Guardini.

La renovación de la liturgia

Hacia la Mediator Dei de Pío XII (1947)

Luego del éxito de Vom Geist der Liturgie, Guardini se


dispuso a llevar la reforma de la liturgia de las abadías
benedictinas a las parroquias. Amaba mucho la liturgia de
Beuron, pero como sacerdote diocesano se sintió llamado
a ayudar para que la Iglesia entera mejorara su liturgia y
su oración. Durante las cinco décadas siguientes se
consagró a este esfuerzo y logró resultados positivos. A
este respecto, Franz Henrich escribió que, al comienzo
de 1918, Guardini "abrió el camino para la renovación de
la liturgia que hasta ese momento estaba marcada por el
ideal monástico y por la vida del claustro, para que se
dirigiera hacia las parroquias, y le dio a la renovación un
marco de referencia mucho más grande." [39] Hans Maier
ha insistido también en esto: "Lo que Guardini quería, y
lo que logró realizar en el curso de su vida, fueron dos
cosas: llevar al movimiento litúrgico fuera de los
ambientes monásticos y académicos a las parroquias, con
la gente, y mano a mano con este esfuerzo, preparar a
los fieles en la liturgia por medio de la teología y de la
dirección pastoral". [40] Para apreciar el liderazgo de
Guardini en el movimiento litúrgico se estudiará su
trabajo pastoral con la juventud alemana y algunos otros
de sus escritos sobre el culto y la oración.

En Berlín y en Burg Rothenfels Guardini se esforzó porque


los hombres y las mujeres tuvieran una rica experiencia
de la eucaristía. Al comienzo de este capítulo se han
traído a colación los relatos de Regina y Heinz Kuehn
acerca de las misas en la capilla de St. Benedict. Sobre
las misas de Guardini en Burg Rothenfels se podrían citar
descripciones muy semejantes. Ampliando el Messebuch
de Schott, Guardini tradujo al alemán otras partes de la
misa. Más tarde las personas cantaban himnos en alemán
durante la celebración. Además, hacia fines de 1923,
Guardini, con el arquitecto Rudolf Schwartz, trabajó en
la renovación de la capilla, y así esta habitación, que era
grande, llegó a ser un "espacio flexible" en el que el que
presidía la celebración podía mover el altar, el ambón y
los asientos para ajustarlos al tipo de liturgia que se
quería. Con el altar independiente de la pared, el
sacerdote estaba de cara al pueblo durante la celebración
y las personas estaban reunidas en semicírculo alrededor
del altar. Además, Guardini estableció una procesión de
ofertorio en la misa, y hacia fines de la década de 1920
modificó la celebración del triduo de la Semana Mayor.
Había quienes leían los textos de la Vigilia de la
resurrección, y la Pascua fue cambiada del sábado por la
mañana a la tarde del mismo día: Una Vigilia de Pascua.
Para 1930, la asanv blea estaba marchando en una
procesión con velas en la mano luego de haber encendido
el cirio de la Pascua. [41]

Pero Guardini no se concentró solamente en la liturgia.


Junto con la diaria recitación del Oficio divino, seguía fiel
a la práctica del santo rosario. [42] En Vom Geist der
Liturgie afirma: "Ningún error sería en realidad más grave
en consecuencias que sacrificar, o querer a toda costa
adaptar a la liturgia formas infinitamente preciosas de
espiritualidad popular." [43] Actuando de acuerdo con
esta convicción, en los retiros en Burg Rothenfels y en las
conferencias espirituales en Berlín, Guardini insistió en
tiempos de silencio para la meditación, y dirigió a los que
hacían los retiros a la oración privada instruyéndolos
sobre la importancia de la postura corporal, la
respiración, el recogimiento y el aquietamiento de las
emociones. Para estos ejercicios espirituales se apoyó en
los místicos cristianos como Jan von Ruysbroeck, y más
tarde, en el budismo. [44]

En suma, los jóvenes que hacían oración con Guardini


fueron descubriendo las riquezas de la liturgia y también
las de las devociones populares. [45] A partir de esta
experiencia, Walter Dirks escribió: "Nosotros éramos
estudiantes católicos que sabíamos cómo manejar el
misal de Schott y que conocíamos la consigna de Pío X:
'No hay que rezar en la misa, hay que rezar la misa'. Sin
embargo, estábamos sometidos a muchas influencias que
eran en parte complementarias y en parte
contradictorias. Lo que nos hacía inseguros no era
solamente la inmadurez juvenil sino también el espíritu
de ese tiempo". [46] Pero, de acuerdo con Dirks, Guardini
lo condujo a él, y a miles como él, a entender que sus
vidas estaban insertas en el cuerpo místico de Cristo.

Junto con este liderazgo pastoral, Guardini enriqueció la


renovación litúrgica con sus obras. En 1919 escribió Der
Kreuzweg unseres Herrn und Heilands. Y en un esfuerzo
por esclarecer el papel de las cosas materiales en el
culto, escribió una serie de artículos titulada "Liturgie in
Alltag" (La liturgia en los días ordinarios) para la Carta
circular de Quickborn, y en 1922 reunió estas reflexiones
en su libro Vom Heiliegen Zeichen, que explica el uso que
hace la Iglesia del ponerse de rodillas, hacer la señal de
la cruz, el agua bendita, las velas y el incienso. También
dio varias conferencias en Burg Rothenfels sobre los
principios de la liturgia que publicó en 1923 con el título
de Liturgische Bildung (Educación litúrgica). Aquí explica
que el "Invisible" se revela en lo "visible" por el uso de los
elementos materiales (el pan, por ejemplo), y por los
movimientos físicos (estar de rodillas o estar de pie, por
ejemplo). Otro texto que surgió del liderazgo pastoral de
Guardini fue Besinnung vor der Feier der heiligen
Messe (Meditaciones antes de la misa, 1939) que está
compuesto por consideraciones sobre el significado de la
eucaristía. Además, Der Heilige Franziskus (San
Francisco, 1927), sobre la vida y la espiritualidad de San
Francisco de Asís. Der Rosenkranz Unserer Lieben
Frau (El rosario de Nuestra Señora, 1940,) que trata
sobre el misterio de la presencia de Dios en la vida de
María y en la vida de la Iglesia. Las conferencias de
Guardini en la iglesia St. Canisius de los jesuitas, en
Berlín, dieron origen a Die letzten Dinge (Los novísimos,
1940). Y hay todavía otros libros sobre la vida espiritual
escritos durante los años en Berlín. Entre ellos están Vom
Lebendigen Gott (Del Dios viviente, 1929), Das Gebet des
Herrn (La oración del Señor, 1932) y Vorschule des
Betens (Introducción a la vida de oración, 1943).

Es digno de señalarse que los esfuerzos de Guardini por


introducir la renovación litúrgica en las parroquias lo
llevaron a dos conflictos. El primer choque tuvo lugar
entre Guardini y Odo Casel (1886-1948) que escribió Die
Liturgie als Mysterienfeier (La liturgia como celebración
de los misterios, 1922) y otros textos sobre la historia del
culto cristiano. [47] En 1919 Guardini comenzó la
colaboración con Casel, y otros, en la abadía de María
Laach, en el estudio de la liturgia, y a principios de 1921
sirvió como editor asociado de Das Jahrbuch für
Liturgiewissenschaft. Luego de la aparición de su ensayo
sobre el valor de las devociones populares, fue criticado
por Casel en el número siguiente de la revista. [48] Esta
crítica molestó a Guardini, quien pensó que Casel tenía
muy pocos deseos de promover la renovación litúrgica
fuera de los monasterios. Cuando Der Kreuzweg Unseres
Herrn y Von Heiligen Zeichen llegaron a ser un éxito de
librería entre los católicos, Guardini se distanció de la
abadía y se retiró del consejo editorial de Das Jahrbuch
für Liturgiewissenschaft. [43] Un segundo conflicto, del
que se habló brevemente en el capítulo tercero, se
desarrolló hacia el final de la década de 1930, y principios
de la de 1940, cuando algunos católicos conservadores se
quejaron de los cambios que se hacían a la misa en
algunas parroquias, y ganaron para su causa el apoyo del
monseñor Conrad Gröber, arzobispo de Friburgo. Uno
de los críticos era Max Kassiepe OMI que estaba muy
alarmado no solamente por algunas prácticas litúrgicas,
sino también por ciertos artículos de revistas populares,
como Liturgisches Leben, que era publicada
por Johannes Pinsk, capellán de los estudiantes en
Berlín y amigo cercano y colega de Guardini. En 1939,
en Irrwege und Umwege im Frömmigkeitsleben der
Gegenwart (Caminos falsos y desviaciones en la vida
espiritual de nuestros días), Kassiepe hacía la acusación
de que la Iglesia estaba siendo herida por el "liturgismo",
o sea, por unas formas emocionales e irresponsables de
practicar el culto divino. Aludía a unas variaciones
introducidas en el Confiteor y en el Agnus Dei, y a la
celebración de la Vigilia de Pascua el sábado por la noche.
Según él, un pequeño grupo de liturgistas, sin la
aprobación de los obispos, estaba haciendo cambios a la
liturgia de la misa y desanimando a los fieles respecto de
la recitación del santo rosario y de la práctica del Vía
crucis. También hacía el señalamiento de que los
sacerdotes se tomaban la libertad de usar el alemán en
vez del latín en los cánticos y en las oraciones de la
iglesia. [50] El libro de Kassiepe tocó una cuerda sensible
entre los católicos conservadores que, por su parte,
hacían la acusación de que algunos sacerdotes estaban
modificando la misa para convertirla en una forma de
protesta en contra del Tercer Reich. [51]

Como los católicos conservadores insistían en sus críticas,


los obispos alemanes trataron de poner un remedio a la
situación. El obispo de Maguncia, Albert Stohr, le pidió a
Romano Guardini que le escribiera una carta sobre la
renovación litúrgica. En "Ein Wort zur Liturgischen Frage"
(Una palabra sobre la cuestión litúrgica, 1940), Guardini
pidió que los obispos evitaran una posición autoritaria que
no tuviera en cuenta la realidad viva del culto de la
Iglesia. A su juicio, sería mejor que los obispos
continuaran con su apoyo a la renovación litúrgica, pero
advirtiendo a los dirigentes que evitaran cuatro
tendencias que son destructivas: "liturgismo",
"diletantismo", "pragmatismo" y "conservadurismo". El
"liturgismo" está en lo correcto al reconocer la necesidad
de recuperar las intenciones y las formas primarias de la
liturgia, pero yerra porque no aprende nada del culto vivo
de las parroquias. El "diletantismo" se propone un buen
objetivo que es el de llevar la liturgia a la vida de cada
día, por ejemplo, por medio de la promoción del uso de la
lengua alemana en la misa, pero es intolerante con las
prácticas que no cuadran con sus maneras estrechas de
entender la celebración. El "pragmatismo" se preocupa
con toda razón por lo que es factible en nuestros días,
pero no respeta a la liturgia como una actividad cuya
validez está en ella misma. El "conservadurismo" quiere
guardar las verdades de la tradición y en eso está en lo
justo, pero como no tiene una visión adecuada de la
historia, le concede la primacía a prácticas que son
secundarias dentro de la historia de la liturgia. En
conclusión, Guardini recomendaba que los obispos
animaran la renovación de la liturgia y que se opusieran a
las cuatro posiciones extremas. [52]

El obispo Stohr juzgó que la carta de Guardini aclaraba


las cosas, la distribuyó entre todos los obispos alemanes,
y más tarde la dio a la publicidad. Treinta años después
escribió que la carta causó un fuerte impacto en los
obispos de la Conferencia de Fulda: "Con esta carta,
redactada con una inteligencia brillante y una suprema
destreza, Guardini mostró el camino entre el hacer
demasiado y el hacer muy poco, entre la resistencia
endurecida y el paso demasiado rápido, y llevó a cabo en
favor de sus amigos y asociados un servicio que
difícilmente podía ser opacado." [53]

Otro paso importante fue que el obispo Simon Konrad


Landerdorfer, de Passau, formó un equipo de trabajo,
que incluía a Romano Guardini, para estudiar la
renovación litúrgica en Alemania. Siguiendo esta
iniciativa, la Conferencia de los obispos de Fulda
estableció una comisión de liturgia encargada de vigilar la
renovación litúrgica en las parroquias y nombró a
Guardini para esta comisión. En 1942 esta comisión
publicó sus "Pautas para la estructura de la liturgia
parroquial". [54]

Aunque muchos obispos estuvieron de acuerdo con las


ideas que Guardini había expresado en su carta de 1940,
el arzobispo Gröber mantuvo su apoyo a las acusaciones
de Kassiepe y también a las de August Dörner en
su Sentire cum Ecclesia (1941). No estaba de acuerdo
con el movimiento litúrgico en general, ni con las ideas de
Guardini. [55] El 18 de enero de 1943, Gröber escribió
una carta abierta a la curia y a los obispos de habla
alemana en la que criticaba las nuevas ideas teológicas y
litúrgicas. Y aunque esta carta atacaba implícitamente la
obra de Guardini, Guardini mismo no respondió. Sin
embargo, por petición del cardenal de Viena, Theodor
Innitzer, Karl Rahner escribió un artículo en el que
hacía ver que los estudiosos estaban empeñados en una
recuperación responsable de las riquezas olvidadas de la
Iglesia en la teología y en la liturgia. [56] En abril de
1943, el cardenal Adolf Bertram de Breslau pidió al
Vaticano el permiso para cambios ulteriores en la misa, el
Oficio divino, y el canto de los himnos en alemán. [57]

El Vaticano respondió a la controversia de una manera


que fue del agrado de los teólogos progresistas, incluido
Guardini. El 29 de junio de 1943, Pío XII publicó la
encíclica Mystici Corporis, en la que reconoce la validez de
la teología del cuerpo de Cristo, si se le concibe dentro de
un marco jerárquico. Tres meses más tarde, el 30 de
septiembre de 1943, el Papa dio a conocer la
encíclica Divino Afflante Spiritu en la que da permiso para
un uso prudente de los métodos críticos en los estudios
bíblicos. Además, el 24 de diciembre de 1943, el
cardenal Maglione, secretario de Estado del Vaticano,
hizo saber al cardenal Bertram que el Vaticano permitía
los cambios en el culto que había propuesto. [58]

Con todo, no terminó aquí la aprobación oficial de algunas


de las modificaciones en la liturgia. Cuatro años más
tarde, el 20 de noviembre de 1947, Pío XII publicó su
encíclica Mediator Dei, que para muchos es la Carta
Magna del movimiento litúrgico. [59] El Papa habla
principalmente sobre el culto en la Iglesia universal, pero
alude a la controversia de los alemanes cuando pone en
guardia contra los abusos derivados del excesivo
entusiasmo por los cambios en la liturgia. [60] Pero esta
advertencia es un tema menor. El tema principal es el de
la importancia de mejorar el culto de la Iglesia y el de la
validez del principio de la participación activa en la
liturgia. La Mediator Dei afirma:

La sagrada liturgia es, pues, el culto público


que nuestro Redentor tributa al Padre como
cabeza de la Iglesia; es también el culto
tributado por la sociedad de los fieles a su
Cabeza y, por Él, al Padre eterno; es, en una
palabra, el culto integral del cuerpo místico de
Jesucristo, es decir, de la cabeza y de los
miembros. [61]

Estas afirmaciones casan perfectamente con lo que


Guardini había expresado — con sus palabras y con sus
obras — en Burg Rothenfels y en la capilla St. Benedikt
de Berlín. Además, la Mediator Dei puso la base oficial
para la ulterior renovación de la liturgia tal como había
sido pensada por Guardini y otros. Pero el cambio sólo
pudo venir con lentitud, a través de pasos muy
mesurados, especialmente después de que Pío XII trató
de restringir las nuevas ideas en teología con la
publicación de su encíclica Humani Generis, el 12 de
octubre de 1950.

Hacia la Constitución Sacrosanctum Concilium del


Vaticano II (1963)

Después de la Segunda Guerra Mundial, Romano Guardini


siguió activo en el movimiento litúrgico. Habiendo
decidido no volver a Burg Rothenfels, limitó su ministerio
principalmente a la iglesia St. Ludwig de Munich. También
tomó parte en los congresos, porque pensaba que la
renovación requería ahora la educación de los católicos en
lo que respecta al culto y a la oración. En 1950 dio una
conferencia titulada "Die liturgische Erfahrung und die
Epiphanie" ("La experiencia ütúrgica y la epifanía") en el
Primer Congreso Litúrgico en Frankfurt am Main. [62]
Catorce años más tarde, cuando nuestro teólogo, que
había llegado a la edad de setenta y nueve años se vio
impedido por la enfermedad de asistir al Tercer Congreso
Litúrgico en Maguncia, mandó un escrito titulado "Der
Kultakt und die Gegenwärtige Aufgabe der Liturgie" ("El
acto de culto y la tarea actual de la liturgia"). [63] En
1957, en el contexto de su compromiso por la educación
teológica de los laicos, asistió en Munich a la fundación de
la Katholische Akademie in Bayern. [64] Junto con estas
actividades, Guardini continuó sus escritos sobre el culto
y la oración. Por petición de la Comisión Litúrgica
Alemana, junto con Johannes Wagner y Heinrich
Kahlefeld, hizo la traducción de los salmos hebreos al
alemán literario para el nuevo Deutscher Psalter (1950).
[65] Trece años más tarde hizo una especie de
suplemento para el salterio escribiendo Weisheit der
Psalmen (La sabiduría de los salmos), una colección de
meditaciones sobre trece salmos. Otros escritos de
Guardini sobre la liturgia y la oración, del periodo de la
posguerra, incluyen Theologische Gebete (Oraciones
teológicas, 1948), Drei Schriftauslegungen  (Tres exégesis
bíblicas, 1949), y Die Sinne und die Religiöse
Erkenntnis (Los sentidos y el conocimiento religioso,
1950).

El 25 de enero de 1959 el Papa Juan XXIII anunció su


intención de convocar el Concilio Vaticano II, que habría
de comenzar el 11 de octubre de 1962. Poco después,
Guardini fue invitado para ser miembro de la Comisión
Conciliar Preparatoria para la liturgia. [66] Aceptó el
honor del nombramiento, pero ya no fue capaz de
consagrarse a la tarea por la declinación de su salud. [67]

Al promulgar la constitución Sacrosanctum Concilium, el 4


de diciembre de 1.963, el Concilio Vaticano II confirmó el
movimiento que comenzó con Prosper Guéranger en
1833, se diseminó en otros monasterios benedictinos, y
maduró luego entre los católicos alemanes por los
esfuerzos de líderes como Odo Casel, Balthasar Fischer,
Romano Guardini, Ildefons Herwegen, Josef
Jungmann y Pius Parsch. La Constitución sobre la
sagrada liturgia reitera los principios teológicos y las
ideas que Guardini promovió en Vom Geist der Liturgie y
en obras posteriores. Afirma que "toda celebración
litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo,
que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya
eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la
iguala ninguna otra acción de la Iglesia". [68] Luego
desarrolla el principio de la participación activa donde
declara:

La santa madre Iglesia desea ardientemente


que se lleve a todos los fieles a aquella
participación plena, consciente y activa en las
celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza
de la liturgia misma, y a la cual tiene derecho y
obligación, en virtud del bautismo, el pueblo
cristiano, linaje escogido, sacerdocio real,
nación santa, pueblo adquirido (1 Pe 2,9; Cf.
2,4-5).
Al reformar y fomentar la sagrada liturgia hay
que tener muy en cuenta esta plena y activa
participación de todo el pueblo, porque es la
fuente primaria y necesaria en la que han de
beber los fieles el espíritu verdaderamente
cristiano. [69]

Sacrosanctum Concilium es a todas luces el fruto del


trabajo de muchos líderes, entre los cuales destaca
Romano Guardini. [70] No hay ninguna duda de que la
Comisión Preparatoria del Concilio para la Liturgia se
inspiró implícitamente en las obras de Guardini para el
proyecto de la Constitución. [71] También hay que
recordar que la Comisión post-conciliar para la puesta en
práctica de la Constitución sobre la sagrada liturgia honró
a Guardini al proponer que una selección de sus escritos
fuera incluida en las nuevas lecturas del Oficio divino. Sin
embargo, el Vaticano no aprobó esta recomendación
porque se decidió que el nuevo Oficio divino incluyera
muy pocos textos contemporáneos. [72] Reflexionando
sobre la influencia de Guardini en la Sacrosanctum
Concilium y en su puesta en práctica, Arno
Schilson escribió:

La reforma post-conciliar de la liturgia que ya


tiene veinticinco años —y sobre todo, su
aceptación en Alemania, que estaba preparada
para ella y que la celebra— no se pueden
entender sin el incansable trabajo preparatorio
de Romano Guardini. También hay que decir
que la Constitución sobre la liturgia, que es el
fruto maduro del movimiento litúrgico,
presupone y corona al mismo tiempo la
entrega de Guardini en pro de la renovación de
la liturgia y de la recuperación de nuestra
capacidad para la liturgia y para los símbolos.
[73]

Pero hacia el final debemos advertir que, si bien Guardini


preparó el camino para la Constitución sobre la sagrada
liturgia, no habló de algunos de los retos que habría de
tener la Iglesia post-conciliar. Por ejemplo, no hizo
ningún comentario sobre el modo cómo la renovación del
culto en el catolicismo debía aprender de otras iglesias
cristianas, del judaismo y de las religiones del mundo.
[74] Y tampoco previo cómo habrían de ser los cambios
de la liturgia en las culturas que no son occidentales. [75]

"Der kultakt"(1964)

En abril de 1964, dirigentes de la Iglesia, liturgistas y


teólogos, se congregaron en Maguncia para el Tercer
Congreso Litúrgico en una atmósfera festiva por la
promulgación conciliar de la Sacrosanctum
Concilium cuatro meses atrás, el 4 de diciembre de 1963.
Algunos de ellos quedaron muy sorprendidos al oír la
lectura, hecha por Johannes Wagner, de una carta de
Guardini, en la sesión plenaria del congreso. Se
preguntaban si Guardini había perdido su entusiasmo por
la renovación de la liturgia. [76] Por eso, hay que
preguntar: ¿Cuál es su mensaje en el texto "Der Kultakt
und die Gegenwärtige Aufgabe der Liturgie"? ¿Cómo
embona con la obra de su vida? [77]

En esta carta Guardini nota que, con la aprobación de la


Constitución sobre la sagrada liturgia del Vaticano II, el
movimiento litúrgico ha entrado en la cuarta de sus fases
principales. A su juicio, Guéranger inició la primera fase
en la abadía de Solesmes, en 1833, al dirigir la
"restauración" del rito romano. [78] Beauduin, en la
abadía de Mont-César, llevó al movimiento a su segundo
estadio, que comenzó en 1909 con su llamada a la
investigación académica sobre la historia de la liturgia. El
tercer estadio comenzó después de la Primera Guerra
Mundial, cuando Pius Parsch de la abadía de
Klosterneuburg, y los dirigentes del movimiento católico
de la juventud (incluyendo a Guardini) llevaron la reforma
litúrgica a las parroquias y a los movimientos juveniles.
Finalmente, en la Constitución sobre la liturgia, el
Vaticano II confirmó a los tres estadios anteriores y "puso
los fundamentos del futuro". Como consecuencia de todo
ello, el movimiento ha llegado a una nueva coyuntura:
"Ahora, como resultado del impulso dado por el Concilio,
tiene que comenzar una cuarta fase, una que infundirá
nueva vida a la liturgia" (p. 26).

Según Guardini, los liturgistas post-conciliares tendrán


que enfrentar dos problemas. Primero, tienen que
responder a la pregunta: "¿Cuál es la naturaleza del
genuino acto de culto, o acto litúrgico, en contraposición
al acto religioso y a las devociones individuales, o los
actos laxamente comunitarios de las devociones
populares? Los dirigentes del culto van a necesitar llevar
a la Iglesia más allá de la mentalidad que ve a. las
acciones litúrgicas como algo de alguna manera
secundario respecto de la oración interior del creyente.
Ellos habrán de enseñar que cuando la asamblea está de
pie, camina en procesión, se sienta, o se arrodilla, está
orando de verdad. Los cristianos tienen que recuperar la
idea de la antigua Iglesia que sostuvo siempre que "la
acción externa es ella misma 'oración', acto religioso; que
los tiempos, los lugares y las cosas incluidas en la acción
no son meras decoraciones exteriores, sino elementos del
acto total, y que tendrían que ser practicados en cuanto
tales, etc." (p. 24)

Además, la recuperación del sentido de la liturgia


dependería de una segunda cuestión. Los liturgistas
tendrán que considerar el impacto de nuestra cultura
tecnológica sobre la capacidad de la gente para participar
en actividades comunitarias. En una sociedad que valora
la autonomía personal y la inteligencia por encima de las
relaciones interpersonales y del sentido de la persona
total, es probable que los cristianos ya no tengan la
capacidad de reunirse para el culto de la Iglesia. Por ello,
Guardini pregunta de manera provocativa:

¿No está el acto litúrgico, y con él todo lo que


conocemos con el nombre de liturgia, tan
ligado al contexto histórico —antiguo, medieval
o barroco— que fuera mejor abandonarlo junto
con él? ¿No sería mejor admitir que el hombre
de la edad industrial y científica, con su nueva
estructura sociológica, ya no es capaz de un
acto litúrgico? (p. 26).

Las preguntas de Guardini vibran todavía. Parecen


transmitir un escepticismo respecto de la capacidad de la
Iglesia contemporánea con relación al culto. Además,
aumentan su gravedad a partir de la crítica que se hace
allí a los liturgistas de que están tan preocupados por los
detalles del ritual que dejan de lado las cuestiones de
fondo. Guardini señala, por ejemplo, que los ministros de
la celebración deben preocuparse no por cómo hay que
"organizar mejor la procesión", sino por cómo "el acto de
caminar puede llegar a ser un acto religioso, un
acompañamiento del Señor que camina a través de su
tierra, de modo que pueda tener lugar una 'epifanía'" (p.
25).

En la actualidad, la carta de Guardini, en 1964, sugiere


tres observaciones. La primera es que él no intenta
arrojar dudas sobre el movimiento litúrgico o la
Constitución sobre la liturgia y su puesta en práctica. Más
bien, pone de manifiesto la coincidencia de los opuestos
(Gegensátze) que ha caracterizado toda su obra. Antes
del Vaticano II, Guardini cuestionó la manera de ver las
cosas que prevalecían, y continúa haciendo lo mismo
después del Concilio. Como lo dijo al obispo Tewes,
estaba encantado con la nueva forma de la misa que
había introducido el Vaticano II. [79] Guardini reiteró este
punto de vista en la segunda edición de Liturgie und
Liturgische Bildung (Liturgia y educación litúrgica, 1966J.
En este libro recuerda que cuando era un sacerdote joven
esperaba ver llegar el día en que al presidir la misa
pudiera decir en voz alta en alemán: "El Señor esté con
ustedes", y oír a toda la asamblea responder: "Y con tu
espíritu". Gracias al Vaticano II, el día esperado había
llegado por fin. [80]
Segunda observación. En 1964 Guardini hizo la pregunta
sobre nuestra capacidad para participar en la liturgia,
pero ésta no era una pregunta nueva, sino la que ya
había hecho desde 1918. [81] En el libro Vom Geist der
Liturgie señala que la cultura puede ayudar o puede
impedir nuestra capacidad para participar en el culto. Con
palabras suyas: "Que falte un caudal de rica y noble
cultura y se verá a la espiritualidad detenerse,
anquilosarse al secarse; que la base de la sana naturaleza
llegue a desaparecer y se asistirá a la degeneración de
esa misma espiritualidad en la insulsez, la insinceridad, la
ausencia de naturalidad y finalmente la esterilidad". [82]
Después del Vaticano II, Guardini no se tropieza, pues,
con una nueva pregunta sobre la liturgia y la cultura. Más
bien, lo que quería es que la Iglesia se comprometiera
con una renovación litúrgica que no pudiera ser impedida
por las limitaciones de una sociedad altamente
tecnológica.

Tercera y última. La carta de Guardini surge, en parte, de


su propia ansiedad respecto de la época moderna. En la
década de 1960, el anciano teólogo se reconoció como
incapaz de entender la cultura alemana que estaba
naciendo. [83] En una carta a Josef Weiger —una carta
escrita poco después de su carta al Tercer Congreso de
Liturgia— Guardini escribió que no podía entender el arte
de los últimos años, ni la literatura, ni la música, y que,
por lo tanto, se sentía ajeno a la sociedad
contemporánea. [84] En particular tenía temor de que el
énfasis en el individualismo y en la autosuficiencia harían
que la auténtica participación en el culto fuera muy difícil
para la gente. [85]

La carta de Guardini, de 1964, está, pues, en continuidad


con sus obras anteriores, pero al mismo tiempo transmite
la sensación de incomodidad experimentada por el
teólogo, que había cumplido ya los setenta y nueve años,
con la década de 1960. Y también trasmite su intento de
establecer una tensión creativa a partir de la cual la
siguiente generación de los liturgistas pudiera descubrir lo
que la participación activa en el culto puede implicar a
finales del siglo XX.

Refiriéndose a esta carta y a los problemas que


plantea, Burkhard Neunheuser, de la abadía de Maria
Laach, escribió: "Guardini es en este aspecto básicamente
un optimista, a condición, sin embargo, de que uno se
enfrente honestamente con estos problemas y de que
trabaje seriamente por una educación que responda a los
hechos". [86] Regina Kuehn, que estudió con Guardini en
Berlín, confirmó que él nunca perdió la confianza en el
movimiento litúrgico. A su juicio, sin embargo, estaba
preocupado porque si los fieles no podían participar en la
liturgia, ya no serían capaces de alabar como miembros
del cuerpo místico de Cristo. En palabras suyas:

El planteamiento de Guardini nace de una


preocupación pastoral. En su época, una época
de un individualismo altamente desarrollado,
ya no se consideraba "correcto, útil o a la
moda" el que uno expresara su fe personal o la
fe de su comunidad... Guardini temía que la
parroquia —el lugar donde la fe se hace real—
llegara a ser, por consiguiente, una colección
empobrecida de individuos, en lugar de la
"corporización" del Cristo viviente y actuante.
[87]

En sus últimos años, Guardini se aferró firmemente a su


visión de la renovación de la liturgia de la Iglesia. En la
medida en que estaba confundido por las corrientes
contemporáneas en arte, literatura y música, este azoro
lo perturbaba más, porque —como se verá en el capítulo
quinto— a lo largo de toda su vida poseyó una capacidad
inusual para interpretar la literatura. En todo caso, al final
de su vida no sintió pena por el fruto de sus trabajos en
la Iglesia post-conciliar. La Comisión Litúrgica del
Vaticano para la puesta en práctica de la Sacrosanctum
Concilium actuó correctamente cuando al saber la noticia
de la muerte de Guardini hizo una oración por él durante
su onceava reunión general, el 17 de octubre de 1968, en
señal de gratitud por la vida de este teólogo que se
consagró al servicio de la renovación litúrgica de la
Iglesia. [88]
_________________
* Traducción de José Benigno Zilli

** Robert A. Krieg es profesor de Teología en la Universidad de Notre


Dame. Es autor de Kart Adam (Notre Dame Press, 1992) y de Store-
Shaped Christology.
 

Notas

[1] Regina Kuehn, "Romano Guardini in Berlin," en RoGu, 87-92, 88;


cf. Berichte, 106-7.

[2] Heinz R. Kuehn, "Fire in the Night: Germany 1920-1950," en RoGu,


1-14, 7-8.

[3] Sobre el movimiento litúrgico, ver Mark Searle, "liturgical


movement," en EnCa, 783-84; Virgil C. Funk, "Liturgical Movement,
The (1830-1969)," en NDicSWor, 695-715; Aidan Kavanagh, "Liturgical
and Credal Studies," en Henry W. Bowden, ed., A Century of Church
History (Carbondale: Southern Illinois University Press, 1988), 216-44;
Alois Baumgartner, "Die Auswirkungen der liturgischen Bewegung auf
der Kirche und Katholizismus," en Antón Rauscher, ed., Religiós-
kulturelle Bewegungen im deutschen Katholizismus seit 1800
(Paderborn: Ferdinand Schoningh, 1986), 121-36; Iserloh, "Movements
within the Church"; ídem, "Die Geschichte der liturgischen Bewegung"
(1959) en ídem, Kirche-Ereignis und Institution,l (Munster:
Aschendorff,1985), 436-51; R. William Franklin, "The Nineteenth-
Century Liturgical Movement," Worship 53 11979): 12-39; L. C.
Shepperd, "Liturgical Movement, Catholic," en NCaEn 8, pp. 900905;
Ernest B. Koenker, The Liturgical Renaissance in the Román Catholic
Church (Chicago: University of Chicago Press, 1954).

[4] Sobre las fases del movimiento, Liturgie und liturgische


Bildung (Würzburg: Werkbund, 1966), 15; Wahrheit, 31; Heinrich
Kahlefeld, "Die Phasen der liturgischen Erneuerung" (1969), en idem,
Kleine Schriften (Frankfurt am Main: Josef Knecht, 1984), 177-89.

[5] En su selección de los textos de Guardini este texto es similar al de


Theodor Maas-Ewert, "Anwalt des liturgischen Anliegens,» en Siedel,
ed., "Christlíche Weltanschauung", 163-83.

[6] Ver Bernard Botte, From Silence to Participation, trad. John Sullivan


(Washington, D.C.: The Pastoral Press, 1988), 1-8.

[7] Ver Funk, "Liturgical Movement, The," 695-700; Michael Kwatera,


"Benedictines and Liturgical Renewal," en NDicSWor, 129-134.

[8] Ver Shepperd, "Liturgical Movement, Catholic," 902-3.

[9] Pío X, Tra le sollecitudini, en R. Kevin Seasoltz, ed., The New


Liturgy: A Documentation, 1903 to 1965 (New York: Herder and Herder,
1966), 3-10, 4.

[10] Ver en Ca, 671; G. J. O'Brien, "Integralism," en NCaEn 7, pp. 552-


53.

[11] Ver Funk, "Liturgical Movement, The," 700.

[12] Este lema ha sido atribuido erróneamente a Pío X; ver John H.


McKenna, "Papacy Modern, and Liturgical Renewal," en NDicSWor,
922-125, 923; Koenker, The Liturgical Renaissauce, 12-13, 235 n. lo.

[13] Ver Funk, "Liturgical Movement, The;" 700; Sonya


Quitsland, Beauduin (New York: Newman, 1973).

[14] Ver Kwatera, "Benedictinea and Liturgical Renewal", 131.

[15] Ver Baumgartner, "Die Auswirkungen der liturgischen Bewegung",


124; Schilson, Perspektiven theologischer Erneuerung, 51-52; Holborn,
A History of Modern Germany, 1840-1945, p. 657, Pinson, Modern
Germany, 462.

[16] Sobre Pius Parsch, ver NCaEn 10, 1040; Koenker, The Liturgical
Renaissance, 14-16.

[17] Berichte, 60-61; Gerl, Romano Guardini, 22.


[18] Ver Gerl, Romano Guardini, 35.

[19] Ver ibid., 42.

[20] Ver Berichte, 74; Gerl, Romano Guardini, 46.

[21] Ver Gerl, Romano Guardini, 51-52.

[22] Berichte, 87-88.

[23] Liturgie und Liturgische Bildung, 20-21; cf. Berichte, 88-89.

[24] Los monjes con los que habló frecuentemente Guardini fueron
Anselm Manser, que conocía el pensamiento de Max Scheler; Odilo
Wolff, que trató sobre la filosofía de Platón; y Placidus Pflumm, que era
consejero del abad Ildefons Herwegen en la Abadía de María Laach; ver
Gerl, Romano Guardini, 64.

[25] Berichte, 96.

[26] Ver Martin Marschall, In Wahrheit beten (St. Ottilien: FOS, 1986);


Arno Schilson, "Romano Guardini: Wegbereiter und Wegbegleiter der
liturgischen Erneuerung," LitJb 36 (1986): 3-27; Tewes, "Romano
Guardini"; Walter Dirks, "Guardini ais Führer zur Liturgie," LitJb 10
(1960): 202-10.

[27] Liturgy, 122. Si no se dice lo contrario, las citas de este capítulo


sobre la liturgia están tomadas de Liturgy.

[28] Gerl, Romano Guardini, 109.

[29] Henrich, Die Bünde, 40.

[30] Hans Maier, "Nachwort," en Vom Geist der Liturgie (Mainz:


Matthias Grünewald, 1983), 145-58, 152; cf. Schilson, Perspektiven
theologischer Erneuerung, 37; John F. Baldovin, review of Holy Things
by Gordon W. Lathrop, in TS 55, 1994): 569.

[31] Ver Maas-Ewerd, "Anwalt der liturgischen Anliegens," 164.

[32] En Vom Geist der Liturgie, ver Marschall, Im Wahrheit beten, 51-
111; Knoll, Glaube und Kultur, 1090-14; Schilson, Perspektiven
theologischer Erneuerung, 34-79; Gerl, Romano Guardini, 109-19.
[33] Ver Henrich, Die Bünde, 78-79.

[34] Ver Burkhard Neunheuser, "Romano Guardini and His Vision of the
Liturgy" (1982), Liturgy O.C.S.o. 29 (1995): 73-81.

[35] Ver Baumgartner, "Die Auswirkungen der liturgischen Bewegung,"


132.

[36] Ibid., 126.

[37] Sobre el impacto de Vom Geist der Liturgie, ver Franz Henrich,
"Leben, Persönlichkeit and Charisma Romano Guardinis," en Ratzinger,
ed., Wege zur Wahrheit, 9-32; Tewes, "Romano Guardini"; Dirks,
"Guardini ais Führer zur Liturgies"

[38] Kathleen Hughes, "Romano Guardini's View of Liturgy," en RoGu,


73-85,83.

[39] Henrich, Die Bünde, 96.

[40] Maier, "Nachwort," 150.

[41] Ver Henrich, Die Bünde, 30, 40, 76-82; Frederic Debuyst, "The
Church: A Dwelling Place of Faith," Studia Liturgica 24 (1994), 30-31.
Sobre R. Schwartz, ver Wolfgang Pehnt y Hilde Strobl, Rudolf Schwartz,
1897-1961 (Stuttgart: Gerd Hatje,1997).

[42] Burkhard Neunheuser recuerda que "hacia las cuatro o cinco de la


tarde (Guardini) solía disculparse, e interrumpir su trabajo para rezar
vísperas de pie frente a un atril en el que estaba abierto un gran breviario
romano"; ver B. Neunheuser, "Romano Guardini and His Vision of the
Liturgy," 74.

[43] Liturgy, 123.

[44] Un ejemplo es Wille und Wahrheit (Mainz: Matthias Grünewald,


1933). Ver Heinrich Dumovlin, Zen Buddhism in the Twentieth Century,
trad. Joseph O'Leary (New York: Weatherhill, 1992), 107-10;
Henrich, Die Bünde, 135.

[45] Ver Henrich, Die Bünde, 93.

[46] Dirks, "Guardini ais Führer zur Liturgie," 203.


[47] Sobre Casel ver Theresa F. Koernke, "Mystery Theology;" en
NDicSWor, 883-91; Amo Schilson, Theologie ais
Sakramententheologie (Mainz: Matthias Grünewald, 1982).

[48] Ver "Das Objektive im Gebetsleben," Das Jahrbuch for Liturgie


Wissenschaft 1 (1921): 117-25.

[49] Ver Gerl, Romano Guardini, 121-28; Neunheuser, "Romano


Guardini and His Vision of the Liturgy," 78. La falta de entusiasmo de
Casel para la renovación litúrgica entre los jóvenes católicos es evidente
en O. Casel "Liturgische Bewegungen: 2. In der katholische
Kirche," Religión in Geschichte und Gegenwart, 2a. ed., 3 (1929): 1698-
1701.

[50] Funk, "Liturgical Movement," 702-4; Theodor Maas-Ewerd, Die


Krise der Liturgischen Bewegung in Deutschland und
Österreich (Regensburg: Friedrich Pustet, 1981); Ferdinand Kolbe, Die
liturgische Bewegung (Aschaffenburg: Paul Pattloch, 1964); Koenker,
The Liturgical Renaissance, 18-20; Burkhard Neunheuser, "Report on
Liturgical Activities in Germany During the War," Orate Fratres 21
(1946-47): 114-22.

[51] Ver Eugene O'Sullivan, In His Presence (Wilmington, Del.;


Michael Glazier ,1980). Sobre la influencia de Guardini, ver Karl
Fróhlich, "Das Volksliturgie Apostolat von St. Paul in München," en
Georg Schwaiger, ed., Das Erzbistum München und Freising in der Zeit
der nationalsozialistischen Herrschaft, 1 (Munich: Schell and Steiner,
1984), 122-30.

[52] Ver "Ein Wort zur liturgischen Frage" (1940), en R.


Guardini, Liturgie und liturgische Bildung, 193-213. Un texto abreviado:
"Some Dangers of the Liturgical Renewal," en Alfons Kirchgássner,
ed., Unto the Altar, trans. Rosaleen Brennan (New York Herder and
Herder, 1963), 13-22; Hughes, "Romano Guardini's View of Liturgy,"
79-82; Maas-Ewerd, "Anwalt des liturgischen Anliegens," 167-69;
Schilson, Perspecktiven theologischer Erneuerung, 43-47.

[53] Albert Stohr, "Romano Guardini Fünfundsiebzig Jahre Alt," 200-


201.

[54] Ver Iserloh, "Movements within the Church," 302-5.


[55] Sobre la crítica de Gröber a la visión de Guardini de la eucaristía,
ver La Maison-Dies 7 (1946): 101.

[56] Ver Karl Rahner, Theologische und philosophische Zeitfragen im


katholisches deutschen Raum (1943), ed. Hubert Wolf (Ostfildern:
Schwabenverlag, 1994); J. Gülden, "Krise der Lituigischen Bewegung
(1942-1944)," en Balthasar Fischer et al, eds., Ein Leben für Liturgie
und Kerygma (Innsbruck: Tyrolia, 1975), 64-68; Vorgrimler, Karl
Rahner, 32-42.

[57] Ver Maas-Ewerd, Die Krise der Liturgischen Bewegung, 435-53;


Iserloh, "Movements within the Church," 303-4.

[58] Ver Maas-Ewerd, Die Krise des Liturgischen Bewegung, 453-76.

[59] Ver Pío XII, Mediator Dei (November 22, 1947), en Claudia


Carien, ed., The Papal Encydicals, 1939-1958 (Raleigh: McGrath,
1981), 118-56; Funk, "Liturgical Movement," 705-6.

[60] Ver Pío XII, Mediator Dei, n. 8; Shepperd, "Liturgical Movement,"


903.

[61] Ver Pío XII, Mediator Dei, n. 19.

[62] Ver "Die liturgische Erfahrung and die Epiphanie," en Die Sinne
und die religiöse Erkenntnis (Zurich: Verlag der Arche,' 1950), 39-70.

[63] Ver "A Letter from Romano Guardini," Herder Correspondence


(Edición especial, 1964): 24-26; Liturgie und liturgische Bildung, 9-18.

[64] Gerl, Romano Guardini, 356-57.

[65] Ver Johannes Wagner, Mein Weg zur Liturgiereform 1936-


1986 (Freiburg: Herder, 1993), 42-43.

[66] Ver Annibale Bugnini, The Reform of the Liturgy, 1948-1975, trad.


Matthew J. O'Connell (Collegeville: The Liturgical Press, 1990), 938.

[67] Ver Gerl, Romano Guardini, 360-64.

[68] Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, n. 7, p. 141.

[69] Ibid., n. 14, p. 144.


[70] Ver Aidan Kavanagh, "Liturgy," en MoCa, 68-74, 69; Baumgartner,
"Die Auswirkungen der liturgischen Bewegung," 135.

[71] Ver Pesch, Das Zweite Vatikanische Konzil, 115,131.

[72] Ver Bugnini, The Reform of the Liturgy, 544.

[73] Schilson, "Romano Guardini und die Theologie der Gegenwart,"


161; ver ídem, "Die liturgische Bewegung," en Klemens Richter y A.
Schilson, eds., Den Glauben feiern (Mainz: Matthias Grünewald, 1989),
11-48.

[74] Ver Baumgartner, "Die Auswirkungen der liturgischen Bewegung,"


131.

[75] Sobre liturgia e inculturación, ver R. E. McCarron, "Inculturation,


Liturgical," en NCaEn 19, pp. 179-86; David N. Power, Worship:
Culture and Theology (Washington, D.C.: The Pastoral Press, 1990).

[76] Ver Gerl, Romano Guardini, 210.

[77] Ver Hughes, "Romano Guardini's View of Liturgy," 74-79;


Knoll, Glaube und Kultur, 512-20; Albert Gerhards, "Romano Guardini
ais Prophet des Liturgischen," en Schuster, ed., Guardini Weiterdenken,
1, pp. 140-53; Klemens Richter, "Die Frage nach der Liturgiefähigkeit
angesichts einer erneuerten Liturgie," en Honnefelder y Lutz Bachmann,
eds., Auslegungen des Glaubens, 85-106; Jennifer Glenn, "Twenty Years
Later," Assembly 12 (April 1986): 325-28; Schilson, Perspektiven
theologischer Erneuerung, 48-50; Walter Birnbaum, Das Kultusproblem
und die liturgischen Bewegungen des 20. Jahrhunderts (Tübingen:
Katzmann, 1966).

[78] "A Letter from Romano Guardini," 25. Si no se dice otra cosa, las
afirmaciones de Guardini, en este capítulo, sobre la situación en 1964, se
citan de "A Letter from Romano Guardini".

[79] Tewes, "Romano Guardini," 136-37.

[80] Liturgische Bildung, 22. La opinión positiva de Guardini aparece


también en el apunte de su diario del 19 de junio de 1953.
Véase Wahrheit, 39.
[81] Ver Knoll, Glaube und Kultur, 512; Richter, "Die Frage," 86.

[82] Spirit, 139.

[83] Ver Mercker, Christliche Weltanschauung, 135-37,158.

[84] Ver Briefe, 55.

[85] Ver Gerl, Anfechtung, 25.

[86] Neunheuser, "Romano Guardini and His Vision of the Liturgy," 81.

[87] Regina Kuehn, A Place for Baptism (Chicago: Liturgy Training


Publications, 1992), 13.

[88] Ver Bugnini, The Reform of the Liturgy 1948-1975, 179; Regina


Kuehn, "Romano Guardini: The Teacher of Teachers," en Robert L.
Tüzik, ed., How Firm A Foundation: Leaders of the Liturgical
Movement (Chicago: Liturgy Training Publications, 1990), 36, 49.

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