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Infancias

No hay muchas dudas respecto de las representaciones sociales que


convergen hoy cuando nos referimos a la infancia. Con diferentes matices
según cada grupo cultural, acordaremos que es el período de la vida de un
sujeto que transcurre entre el nacimiento y la pubertad. Período que tiene
sus características particulares fundamentadas en la imperiosa necesidad
de recibir cuidados.

Sin embargo, el uso del plural nos advierte que, lejos de ser un concepto
homogéneo y sin relieves y a pesar de que hoy en Occidente el término no
admite mucha discusión, se trata de una categoría bastante joven en la
historia de la humanidad. Categoría que es el resultado de un largo
proceso histórico del que se desprende su configuración actual. La
INFANCIA es una construcción de la modernidad.

La paleta de colores e imágenes que el término NIÑEZ despierta para cada


uno de nosotros tiene su origen en forma paralela y a consecuencia de los
mismos procesos de gestación de la familia burguesa y del advenimiento
del sujeto de la modernidad.

Es decir que por ”infancia” debemos entender una construcción social que
en cada tiempo histórico fue vistiéndose de ropajes específicos, de modo
tal que el niño fue entendido, asistido y acompañado de formas muy pero
muy diferentes pero siempre en sintonía con un determinado esquema del
MUNDO

En este sentido, cada época y cultura cuenta con sus propios lineamientos
más o menos concientes, respecto de la producción de niños para la
imagen de mundo deseable que se tiene. Con lo cual los dos elementos que
contribuyen a este perfil deseable que actúa tanto sobre el niño como
sobre la familia son las instituciones y la tecnología.

Frente a esta concepción de la infancia como constructo, ideas como “los


niños siempre fueron niños” nos interrogan acerca de los ingredientes
invariantes al transcurso del tiempo. Esta introducción se pretende a sí
misma como un diálogo entre estas dos ideas fuerza, lo que permanece
invariante en la variabilidad epocal.

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Estela Mendoza
La infancia no fue siempre así

En la perspectiva histórica y apoyándonos en autores como P. Aries ,Illick y


Agamben, podemos situar tres grandes momentos.

La época medieval podría caracterizarse a grandes rasgos como la época


del niño como homúnculo. Hay escasos registros en el mundo de la
pintura y los pocos que se encuentran comportan una representación del
párvulo como un adulto en miniatura.

La realidad infantil en la edad media no resultaba algo interesante ni era


objeto de interés para reflexionar.

Este largo tiempo de la historia de la humanidad que obviamente podría


dividirse al menos en tres sub etapas con sus respectivas modificaciones,
carece en términos generales de una representación del niño con rasgos
específicos. El niño era la forma inmadura del adulto. Definitivamente la
infancia no era objeto de interés ni atención.

Al ser la mortalidad infantil tan alta, se engendraban muchos hijos y en


consecuencia la consideración hacia los niños pequeños era ambigua y
desafectivizada. Esa consideración resultaba similar al estatuto que hoy
tiene un embrión de pocas semanas. Los hermanos solían tener el mismo
nombre. Algunos autores refieren que había en la lengua francesa sólo un
término, “garcon”, que se utilizaba desde la niñez hasta la juventud.

Los niños de las familias más pudientes eran criados por nodrizas que
amamantaban a varios bebés a la vez. Los infans eran fajados para evitar
el llanto. No se consideraba que requirieran un trato especial y además se
valoraban sólo aquellos que superaban los 5 o 6 años.

No había escuelas por lo tanto no había educación excepto la educación


monástica. El aprendizaje se realizaba a la par de los adultos en un mundo
donde no había mucha separación entre los espacios que ocupaba un
grupo etario y otro.

Existían pocos juguetes, no había vestimentas ni mobiliario especiales para


niños.

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Estela Mendoza
Ahora bien esa concepción de niño comulgaba perfectamente con una
concepción del Mundo Sagrado como ya creado, ya dado y sin posibilidad
de cambio alguno. La vida se desarrollaba de acuerdo a normas dadas.
Comunidades religiosas cerradas y predominio de la tradición

En el siglo XIV, hacia el final de la edad media se empezará a producir una


verdadera transformación, en la medida en que el niño es concebido como
un ser inacabado con necesidades de protección y cuidado. Un lento
proceso de comprensión de las particularidades y especificidades de esta
etapa única viene ligado al desarrollo de las estructuras educativas.

El antaño carácter invisible del niño empieza a visibilizarse a partir de la


corriente humanista y aparece una concepción del niño como proyecto de
hombre racional y útil al cual resulta necesario formar.

El nacimiento del individuo

Es recién a finales del siglo XVIII cuando comienza a producirse una


verdadera conmoción en el sentido de la “individualidad moderna”

“El rasgo decisivo de la modernidad es la idea de que la autonomía y la


realización individuales son el objetivo vital …como consecuencia, la
sociedad moderna tal como ella se entiende a sí misma se ha esforzado en
crear y garantizar las condiciones sociales políticas y económicas para
conseguir esa meta”.

La perspectiva era que el ciudadano tenía que configurar por sí mismo su


vida y su futuro Fue la pedagogía la primera ciencia que construyó un
discurso sobre la infancia a partir de la institucionalización del contexto
escolar

Es en el marco de la ilustración que una nueva concepción de niño


comienza a emerger a la par de la familia burguesa.

La organización espacial se modifica, dando lugar a una diferenciación de


lo privado, se conforma la vida familiar en cuyo centro se encuentra la
crianza y la educación de los hijos.

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Estela Mendoza
En este sentido se comienzan a construir paredes tanto de ladrillo como
discursivas que circunscriben un “espacio interno”. La revalorización de la
vida familiar hace que lentamente se vayan diferenciando el ámbito de la
familia del ámbito del trabajo.

El ámbito familiar, lo interno, lo privado, es por excelencia el espacio de los


niños en esa época. Los niños sólo salían de la casa acompañados por los
adultos, el contacto con otros niños era muy limitado y en su lugar
comienzan a diseñarse juguetes específicamente infantiles.

La diferenciación clásica que aún tenemos y que está en vías de


transformación entre las funciones materna y paterna es subsidiaria de
ese mundo deseable. Padre estricto, madre cariñosa…etc. Esta es la época
en la que se produce la invención del amor maternal.

El hijo de la alta burguesía era quien luego supo ser el niño freudiano “ His
majesty the baby”. Un niño objeto de una gran atención.

La sociedad moderna cuida al niño y lo educa en tanto el niño es el padre


del hombre y básicamente una promesa de futuro.

Es considerado frágil e indefenso y por lo tanto requiere una sociedad que


lo cuide y lo eduque, partiendo de la base de un sentimiento de profundo
rechazo a la enfermedad y la mortalidad infantil.

Los referentes de este tiempo se ubican en los padres de la pedagogía y el


higienismo(avances de la medicina en términos de empezar a conocer las
enfermedades infecto contagiosas, la prevención, etc.) Rousseau,
Pestalozzi y Froebel.

La síntesis que ilumina la idea de la niñez de la modernidad está ligada al


paradigma del PROGRESO, y comporta una diferenciación tajante entre
niño y adulto. Pensar al niño como sujeto que debía educarse constituía
una planificación para concretar un orden social y cultural deseable que
tenía como meta salir del atraso.

A estas piezas claves de la modernidad que son la educación y la familia,


es necesario agregar un hito fundamental que es la creación de la escuela
pública en Francia.

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Estela Mendoza
Los estudios “científicos” sobre el niño comienzan a partir de la
emergencia de problemas eminentemente prácticos.

La obligatoriedad de la escuela hace que resulte necesario identificar y


diferenciar aquellos niños susceptibles de llevar adelante una escolaridad
común porque tenían un desarrollo normal de aquellos que presentaban
dificultades de distinto orden y no podían aprender. Es a partir de este
marco disciplinar que surgen los primeros instrumentos de medida de la
inteligencia (Binet -Simón, Terman Merril , año 1905.)

Mucho más difícil resulta hablar de la infancia contemporánea.

En primer lugar porque la crisis civilatoria que atravesamos nos coloca en


un tiempo de transición donde coexisten problemas de diferente tipo y no
es tan fácil vislumbrar cuál es nuestro mundo deseable.

A grandes rasgos podríamos decir que se trata, siguiendo a Han, de una


transición desde una sociedad disciplinar que muy bien describió Foucault
a una sociedad del rendimiento y el consumo. La niñez y la adolescencia no
sólo no escapan a estas coordenadas sino que son el principal objetivo de
la maquinaria que invita a la satisfacción sin privación.

En todas las grandes ciudades del mundo, somos testigos y artífices del
ocaso de esa vivencia tan fuerte de la infancia del siglo XX que llamamos
“jugar en la vereda”.

La vereda, delimitaba claramente el tiempo de juego del tiempo de


estudio, el espacio de lo público del espacio del hogar, el tiempo de espera
de la responsabilidad propia del mundo adulto.

La “no vereda”, coexiste con la transformación de los espacios íntimos,


privados, hacia una nueva topología que es la de las redes.

El espacio tiempo de la niñez es hoy en día itinerante, fuertemente


productivo y fundamentalmente multitasking.

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Estela Mendoza
De la escuela a Inglés, de allí a football. Del pelotero a la casa de
papá…etc. con la producción de formas muy características de sufrimiento
como por ejemplo la hiperactividad o la desatención.

Tres son los grandes tópicos que a mi entender configuran puntos de


fuerza en nuestros días.

La declinación, algunos dicen el final, de una cierta forma de familia


tradicional. Declinación que conduce a la coexistencia de múltiples formas
de vínculos a partir de los progresos que nos traen los avances de las
técnicas de reproducción asistida.

Entonces hoy la familia se genera alrededor y a partir de que hay un niño.

Es porque se desea tener un niño que se arma una familia que puede ser
más o menos tradicional, monoparental, e incluso formarse,a sabiendas,
sólo temporalmente para acceder a la mater/paternidad.

Por otro lado, el nuevo comienzo de la infancia, se sitúa en la


transformación jurídica que implica que el niño además de requerir
cuidados por parte de los adultos y del estado es un SUJETO de derechos,
derechos civiles y políticos que los equiparan a la condición de ciudadanos.
Al des-instituir la ley del patronato se aspira a revertir la representación de
niño como objeto de control.

Se abandona la noción de menores por lo que no tienen o no son capaces,


y en todo caso se les otorga un plus de derechos por reconocer el hecho de
que están creciendo. Las personas son completas en cada momento de su
crecimiento.

La tercera fuerza que deseo mencionar y que se superpone a las dos


anteriores, tiene que ver con la tecnología como ingrediente fundamental
e inherente a la producción subjetiva de nuestra época.

El uso de la tecnología por parte de los niños y especialmente los jóvenes,


es muy diferente al uso que de la misma hacemos los adultos.

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Estela Mendoza
En la vida cotidiana de los jóvenes coexisten el mundo virtual y el otro
(cómo podríamos llamarlo, mundo real, mundo no virtual ? ) . Ambos
parecieran tener la misma importancia y en ocasiones el mundo virtual se
precia de tener más eficacia que el otro. Recordemos la tragedia que
ilustra la serie “Trece razones…”.

En las dos últimas décadas se ha producido una progresiva des-


espacialización en el sentido en que el antiguo territorio que antes estaba
demarcado por el barrio ha ido perdiendo terreno frente al nuevo cyber-
espacio configurado por las redes. Es así que van adquiriendo gran
importancia , en el mejor y el peor de los sentidos, los vínculos
suprarregionales, a través de los juegos en red, los chats y las plataformas
virtuales.

Para nuestros jóvenes la tecnología es mucho más que el uso de


dispositivos. Es el vehículo por excelencia que les permite un anclaje para
comunicarse con sus pares, para intercambiar bienes culturales y para
construir una suerte de imagen personal a través de contenidos que ellos
crean y eligen mostrar.

El profundo cambio tecnológico es estructural y reformula el espacio-


tiempo y los vínculos tal como eran en la modernidad.

Este cambio no puede simplificarse en un juicio de valor del tipo


peor/mejor o fácil /difícil, sino que supone entender que la salida
exogámica sigue siendo imprescindible .La profunda transformación
cultural no deja de comportar nuevos desafíos a nuestros jóvenes para
empezar a moverse en el mundo y apropiarse de un contexto en el cual la
gestión a través de internet resulta fundamental.

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Estela Mendoza
Bibliografía

Aries, P.(1987) el niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen.

Saxl, F.(1989) La vida de las Imágenes: Estudios iconográficos dobre el arte


occidental.

Eco, U.(2016) La Edad Media. Fondo de cultura Económica.

Agamben, G. Infancia e Historia.

Sibilia,Paula. (2008)La intimidad como espectáculo.

(2012) Redes o paredes? La escuela en tiempos de


dispersión.

Van Dulmen, Richard(1997) El descubrimiento del individuo. Siglo XXI

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Estela Mendoza

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