Hornstein, L. Paradig P El Psicoan Complej o Reducc

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NUEVOS PARADIGMAS

PARA EL PSICOANÁLISIS:
REDUCCIONISMO O COMPLEJIDAD

LU I S H O R N S T E I N
PSYCIENCIA

NUEVOS PARADIGMAS
PARA EL PSICOANÁLISIS:
REDUCCIONISMO O COMPLEJIDAD

Por: Luis Hornstein

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CRÉDITOS

Sobre el autor:

Luis Hornstein, ganador Premio Konex de platino en psicoanálisis (década 1996 a
2006). Sus últimos libros son Narcisismo (Paidós, 2000), Intersubjetividad y Clínica
(Paidós, 2003), Proyecto terapéutico (Paidós, 2004), Las depresiones (Paidós, 2006),
Autoestima e identidad (F.C.E., 2011) Las encrucijadas actuales del psicoanálisisis
(F.C.E, 2013). Puedes escribirle a su email: [email protected] o consultar su
página www.facebook.com/luishornstein

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Psyciencia es una publicación online dedicada a la difusión de la psicología basada en
la envidencia, incluyendo terapéuticos y neurocientíficos.

Editor General: David Aparicio



Editora Asociada: Alejandra Alonso

Editora de Contenidos: Maria Fernanda Alonso

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Imagen: Unsplash - Alexandre Perotto


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NUEVOS PARADIGMAS
PARA EL PSICOANÁLISIS:
REDUCCIONISMO O COMPLEJIDAD

El psicoanálisis está en crisis… Una oportunidad para que se enriquezca con


el nuevo horizonte epistemológico. ¿Cómo nos vinculamos con representantes
actualizados de otras disciplinas, en busca de intercambio fructífero con la filoso-
fía, la lingüística, la física, la química, las neurociencias y las ciencias sociales?.
No se trata de volverse un ratón de biblioteca, ni de lograr un saber enciclopédi-
co sino evitar que el mundo psicoanalítico se cierre sobre sí mismo.

Marie Bonaparte le escribe a Freud el 20 de octubre de 1932:

“He conocido a Niels Bohr que, como usted debe saber, es uno de los más destacados físi-
cos de nuestro tiempo. No obstante no puedo aceptar uno de los puntos que nos explicó sobre
sus teorías, a saber el libre albedrío del átomo. El átomo va a ser ahora excluido del determi-
nismo. Me complació oírle decir que Einstein le había objetado lo siguiente: ‘No puedo imagi-
narme a Dios echando los dados’. Planck también parece poner objeciones diciendo que puede
deberse a una falta de conocimiento de todos los factores, el hecho de que no tengamos idea de
la dirección en que desea ir un átomo.”

Dos días después Freud le responde:

“Lo que me dice sobre los grandes físicos es realmente muy notable. Es aquí donde verda-
deramente tiene lugar el colapso de la cosmovisión de nuestros días. sólo podemos esperar y
ver qué ocurre.”

Han pasado más de ochenta años. Sabemos que “Dios juega a los dados”.
Efectivamente el libre albedrío de los átomos existe y la física contemporánea

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cuestiona el determinismo absoluto. ¿Nos sigue motivando lo que motivaba a
Freud? ¿Nos inquieta?

Inquietan al psicoanálisis, entre otras cuestiones: el determinismo, el azar,


la complejidad, los sistemas abiertos, la autoorganización, la recursividad. Asu-
mir el desafío de que nuestro psicoanálisis sea contemporáneo del presente exi-
ge situarse en los bordes. Bordes de la clínica. Bordes de la teoría. Fronteras lábi-
les. Sentirlas, vivirlas, pensarlas como fundantes, las convertirá en ámbitos de
producción.

Científicos, filósofos, etc., todos heredan. En el legado se reciben objetos va-


liosos y trastos viejos. No se trata de administrar un patrimonio sino de ponerlo
a producir. “La idea de herencia implica no solo reafirmación y doble exhorta-
ción, sino a cada instante, en un contexto diferente, un filtrado, una elección,
una estrategia. Un heredero no es solamente alguien que recibe, es alguien que
escoge y que se pone a prueba decidiendo” (Derrida). Heredar teorías exige defi-
nir sus principios, sus métodos, dando cuenta de sus fuentes, sus referencias con-
ceptuales, sus fundamentos y sus finalidades.

Los paradigmas cambiaron una o más veces en la física, la biología, las neu-
rociencias, las ciencias sociales, la epistemología. Por más que estuviéramos ence-
rrados en un bunker, un saber no nace de sí mismo. El psicoanálisis fue la or-
questación hecha por Freud de los saberes de su época. Y el psicoanálisis es hoy,
o bien la parodia del freudiano, o bien algo que se articula con los saberes de
hoy, la ciencia de hoy y no la del siglo pasado. “Hoy en día es conveniente imple-
mentar una nueva práctica de la cura, un nuevo psicoanálisis más abierto y más
a la escucha de los malestares contemporáneos, de la miseria, de los nuevos dere-
chos de las minorías y de los progresos de la ciencia. Retorno a Freud, sí, relectu-
ra infiel de Lacan, ciertamente, pero lejos de toda ortodoxia o de toda nostalgia
hacia un pasado caduco…” (Roudinesco, E., 2011).

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El psicoanalista no se alimenta sólo de psicoanálisis. Vean, si no, la lista de
los autores leídos por Freud, poetas, filósofos, médicos, historiadores, políticos,
biólogos. Vean cómo mantiene el timón en el mar embravecido de tanta lectura,
que a otro llevaría al eclecticismo o a la dispersión. Podemos atribuirlo a su ge-
nio. Prefiero atribuirlo a su coraje, no menos indudable.

Durante varios siglos predominó en la ciencia la idea de simplicidad, pero


ahora busca dar cuenta de la complejidad con las herramientas adecuadas a este
nuevo contexto. La consideración del movimiento y sus fluctuaciones predomina
sobre la de las estructuras y las permanencias. La clave es otra dinámica, denomi-
nada no lineal. Esta conmoción del saber se desplaza de la física hacia las cien-
cias de la vida y la sociedad. En física, los sistemas complejos se convirtieron en
el centro de las investigaciones. La biología molecular no redujo lo complejo a lo
simple (lo biológico a lo físico-químico) sino, por el contrario, recurrió a concep-
tos organizacionales desconocidos en el dominio estrictamente físico-químico co-
mo información, código, mensaje, jerarquía. La biología propone la autoorganiza-
ción para comprender cómo el azar produce complejidad. Lo psíquico incluye un
nivel de complejidad aun mayor. Donde en el siglo XVIII se veía un mecanismo
de relojería y en el XIX una entidad orgánica, actualmente se ve un flujo turbu-
lento.

Dilucidar la genealogía de un desarrollo teórico requiere, además de delimi-


tar el álgebra de su coherencia interna, situar históricamente las instituciones y
las prácticas que presionan sobre las teorías y que constituyen el “saber”. Es evi-
tar la ilusión teoricista que supone que el psicoanálisis se agota en sus concep-
tos; como si estos surgiesen y se desarrollasen puros e incontaminados a partir
de psicoanalistas también puros. ¿Existe la pureza? En sentido material puro es
lo limpio, lo que no tiene mancha. El agua pura es agua sin mezcla, un agua que
sólo es agua y, por lo tanto, es un agua muerta, lo cual dice mucho sobre la vida
y sobre una cierta nostalgia de la pureza. La pureza es imposible: sólo podemos

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elegir entre diferentes tipos de impurezas, y a esto se lo llama higiene. La pureza
esta del lado de la muerte o de la nada. El agua es pura cuando no tiene gérme-
nes, ni sales minerales. Es, por lo tanto un agua que sólo existe en nuestros labo-
ratorios.

Postular un determinismo causal absoluto de todo lo que acontece en el uni-


verso (en el que todo lo no determinable sea nada más que un todavía atribuible
a nuestra ignorancia) implica postular que todo fenómeno puede ser predicho,
de hecho o de derecho. Ese determinismo duro implica negarle a lo nuevo la po-
sibilidad de existir. Si el azar no es más que una ilusión debida a nuestra ignoran-
cia de un determinismo escondido, entonces la posibilidad de la emergencia de
lo nuevo es también una ilusión. Para la ciencia actual el azar y las leyes no se
contradicen a la hora de describir la complejidad del mundo sino que colaboran.
Las leyes, con su protagonismo constante; el azar, de manera puntual.

La ciencia se constituyó ganándole terreno al azar. La acumulación de eviden-


cias cuestionó la visión determinista del mundo, y el azar renació. La ciencia se
vio obligada a pactar, incorporando el concepto de probabilidad. Dar vueltas so-
bre el determinismo, el azar, el devenir, la recursividad acometerlos una y otra
vez, en distintos contextos y con distintas “sintaxis”, me condujo a replantearme
qué es la historia en psicoanálisis. Hubo alguna vez una concepción ingenua de
la historia. La historicidad supone un sujeto capaz de pensar (y crear) su presen-
te, su pasado y su futuro.

Freud tuvo conocimiento de la relatividad y de los comienzos de la mecánica


cuántica, pero eran teorías recién nacidas y no buscó apoyarse en ellas. Es sabido
que para escalar es mejor agarrarse a un viejo tronco que a un joven brote, aun
cuando éste sea más bello.

Los modelos de la física clásica utilizados por Freud valen esencialmente pa-
ra los sistemas próximos al equilibrio. El determinismo en el cual Freud se for-

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mó le reservaba muy poco lugar al azar. El determinismo  es la doctrina filosófi-
ca según la cual todos y cada uno de los acontecimientos del universo responden
a un encadenamiento riguroso de causas y efectos. El determinismo minimiza la
creación y la libertad. Tiene un aspecto positivo, la predictibilidad y uno negati-
vo, el fatalismo. Para un determinismo absoluto, el futuro está totalmente deter-
minado por el presente. ¿Y qué es el azar? ¿Un producto de nuestra ignorancia o
un derecho intrínseco de la naturaleza?

La antigua termodinámica ha sido profundamente transformada por la con-


ceptualización de las estructuras disipativas, en las cuales se invierte la evolu-
ción del orden hacia el desorden. La teoría del orden por fluctuaciones y el con-
cepto de estructura disipativa tienen como punto de partida una termodinámica
del no equilibrio.

Se produjo una profunda transformación de la física. En la historia de esta


transformación se distinguen tres períodos. En el primero se elaboran los esque-
mas conceptuales que hoy prevalecen: relatividad y mecánica cuántica. Una serie
de descubrimientos, que abren perspectivas inesperadas, marca el origen del se-
gundo período: fundamentalmente el de la inestabilidad de las partículas elemen-
tales y su complejidad. Este fue también el período del descubrimiento de un
mundo de procesos, de creación, de destrucción o de evolución, alejado del mun-
do regido por leyes intemporales que constituía el ideal de la física clásica. El ter-
cer período lo inaugura el descubrimiento de las estructuras disipativas.

COMPLEJIDAD: EL NUEVO PARADIGMA


Hay complejidad cuando son inseparables los elementos diferentes que cons-
tituyen un todo (como el económico, el político, el sociológico, el psicológico, el
afectivo, el mitológico) y existe un tejido interdependiente entre el objeto de co-

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nocimiento y su contexto, las partes y el todo. El orden ya no puede ser pensado
sin el desorden. Ambos se entrecruzan en forma interdependiente y coexisten en
el mayor nivel de complejidad de la organización (Morin, 1999).

Es frecuente hacer declaraciones contra el reduccionismo… para caer en el


eclecticismo blando, que toma algo del psicoanálisis, del cognitivismo, de la bio-
logía, salpimentados con algo sociohistórico. No le escapo al diálogo. Psicoanáli-
sis, cognitivismo, bioquímica, genética y lo histórico-social pueden colaborar en
un proyecto común. Le escapo al reduccionismo, es decir a la simplificación exce-
siva en el análisis o estudio de un tema complejo. A los reduccionismos, porque
cada disciplina tiene el suyo. Para la ideología reduccionista en biología (biologi-
cismo) la subjetividad sería consecuencia de la constitución genética. Se le niega
cualquier papel a las problemáticas psíquicas, sociales, históricas. La ideología re-
duccionista en psicología (psicologismo), a su turno, hace oídos sordos a los as-
pectos biológicos y a los socio-históricos.

Si el psicoanálisis quiere ser contemporáneo debe hacer algo distinto. Mu-


rray Gell-Mann pasará a la historia como  coautor de la idea de los quarks, los
constituyentes elementales de las partículas nucleares. Pero también ha aportado
mucho a la teoría de la complejidad. Una de sus ideas novedosas es atribuir las
ideas novedosas a la unión de la ciencia de lo fundamental con la ciencia de lo
complejo. Según Gell-Mann hay dos maneras de estudiar el mundo: la vía reduc-
cionista, en donde uno intenta descomponerlo en sus componentes más elemen-
tales -los quarks, o quizás las supercuerdas-. La otra vía es el reconocimiento de
una ciencia de la complejidad, con leyes y principios que emergen en niveles su-
cesivos.

La complejidad no es una respuesta, es un desafío. El duelo por la certeza es


uno de los mas difíciles. Decía Lacan que “el problema de los psicoanalistas es
que comprenden demasiado”. Gracias al pensamiento complejo, los traumas, los
duelos, los vínculos van tomando otro lugar, en la teoría y en la clínica. La lógica

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de los sistemas abiertos auto-organizadores se expresa en el azar organizativo co-
mo principio de complejidad por el ruido.

La vida es el equilibrio precario entre el riesgo de destrucción por el desor-


den y el de la rigidez por redundancia en un orden inamovible. La subjetividad
es capaz de modificarse cuando las circunstancias lo obligan haciendo surgir nue-
vas propiedades. Es esto lo que se define como autoorganización.

El psiquismo, transformando el azar en organización, incrementando su


complejidad, engendra nuevas formas y desarrolla potencialidades. La compleji-
dad designa la aptitud para admitir y utilizar un mayor desorden. Las ligaduras
son múltiples y multiformes. La cantidad es neutralizada por la complejidad
(Freud, 1895).

¿DIOS JUEGA A LOS DADOS?: 



DETERMINISMO Y AZAR
Si al pensar la temporalidad, los procesos, la historia, llegamos a incluir los
estados alejados del equilibrio descubriremos que los efectos del azar producen
mutaciones estructurales. Estructura y acontecimiento ya no se excluyen recípro-
camente.

Lo viviente es un fragmento de la materia empeñada en conservarse pareci-


da a sí misma independientemente de la suerte del resto del universo. Exhibe
ciertas funciones fáciles de reconocer, pero difíciles de definir como un conjunto
compacto de condiciones necesarias y suficientes. “Todas ellas, sin embargo, es-
tán relacionadas con el prefijo ‘auto’: autorreplicación, autoorganización, automo-
ción…” (Wagensberg)[1].

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El acontecimiento azaroso (el que se produce en la intersección de dos cade-
nas de causalidad independientes) tiene un rol primordial en los sistemas com-
plejos. En la evolución de los sistemas alejados del equilibrio hay sucesivas bifur-
caciones. Entre bifurcación y bifurcación, en la “meseta” prevalecen las leyes de-
terministas, pero antes y después de tales puntos críticos, reina el azar.

La independencia de un sistema complejo respecto de su entorno no se con-


sigue con el aislamiento, sino, con una sofisticada red de relaciones entre ambos.
“En realidad, llamamos catástrofes a todas aquellas inclemencias del entorno de
las que aún no hemos logrado independizarnos (tornados, terremotos, sequías,
impactos de meteoritos, ciertas epidemias, etcétera)” (Wagensberg).

Entender el mundo es, sí conocer las leyes que rigen los componentes últi-
mos de la materia, pero también comprender los cambios de fases, las turbulen-
cias y los procesos irreversibles. Estos problemas, que se sitúan en los confines
de las matemáticas, de la física, de la química, de la biología y de las ciencias hu-
manas transforman el panorama epistemológico.

Un sistema es auto-organizador cuando ante perturbaciones aleatorias, en


lugar de quedar destruido o desorganizado, reacciona con un aumento de com-
plejidad. Por la hipersensibilidad a las condiciones iniciales cualquier pequeña va-
riación en el comienzo produce una gran divergencia ampliándose en el tiempo.
Como obtener una precisión absoluta es imposible el sistema evoluciona bajo
una modalidad aleatoria de hecho aunque no de principio. Es por eso que se ha
propuesto el término paradojal de “caos determinista” (bastante compatible con
la teoría freudiana de la retroacción) que evoca una trayectoria determinista pero
imposible de prever. Determinismo y predictibilidad han dejado de ser sinóni-
mos.

Una organización que no pueda ser perturbada por ruidos nuevos se encami-
na a una clausura mortífera, su extinción, según el principio de entropía. Esto su-

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cede tanto en sociedades como instituciones replegadas sobre ellas mismas que
se empobrecen y desaparecen (o también en teorías incapaces de abrirse a las
nuevas adquisiciones de conocimiento).

¿Qué es “autoorganización”? Algo que está entre el cristal y el humo. Por


una parte, un orden rígido e inamovible, incapaz de modificarse sin ser destruido
(cristal) y, por otra parte, una renovación incesante, sin estabilidad alguna (hu-
mo). Un estado intermedio, susceptible de reaccionar frente a lo imprevisto. La
reacción no implica la destrucción de la organización preexistente, sino que apa-
recen nuevas propiedades dando lugar a una estructura novedosa.

HISTORIA RECURSIVA Y PSICOANÁLISIS


La historia que nos interesa es una de hechos recurrentes, que han ocurrido,
ocurren y habrán ocurrido. No es una historia lineal, una semirrecta desde el pa-
sado, sino una historia recursiva.

Lo bueno de las dicotomías es que aclaran el magma. Lo malo es que lo ha-


cen desaparecer. Así, determinismo/azar. Pensar no es tomar partido. Hay que ad-
vertir en qué condiciones una estructura es inmutable y cuándo asistimos a un
caos de acontecimientos aleatorios. Es comprender a la vez coherencias y aconte-
cimientos. Las coherencias lo son en tanto pueden resistir a los acontecimientos.
Otras veces son destruidas o transformadas por algunos de ellos. Los aconteci-
mientos son tales en tanto pueden hacer surgir nuevas posibilidades de historia.

El analista, como el historiador, tiene que hacer la historia. Es decir, tiene


que apuntalarse en el pasado, apropiarse de él y transformarlo. Una historia com-
pleja, un entrevero de historias (identificatoria, vincular, del narcisismo, de la se-
xualidad, de los síntomas, de los duelos, de los traumas).

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En el trabajo analítico estamos preparados (deberíamos estarlo) para lo im-
predictible, lo azaroso, el desorden; para convivir con azar y determinismo, ya
que un psiquismo totalmente determinado no podría albergar nada nuevo y un
psiquismo totalmente abandonado al azar -que fuera sólo desorden- no constitui-
ría organización y no accedería a la historicidad. Aquél sería incapaz de transfor-
marse. Este, incapaz siquiera de nacer (Morin, 1982).

La constitución subjetiva es una psicogénesis y a la vez una sociogénesis.


Una teoría del sujeto debe dar cuenta del pasaje-proceso desde la indiferencia-
ción narcisista hasta la aceptación de la alteridad y del devenir. Lo hará concibien-
do al sujeto no sólo identificado sino identificante; no sólo enunciado sino enun-
ciante; no sólo historizado sino historizante; no sólo pensado sino pensante; no
sólo sujetado sino protagonista; no sólo hablado sino hablante, no sólo narcisiza-
do sino narcisizante.  El sujeto toma lo aportado, lo metaboliza y deviene algo
nuevo. Los determinantes iniciales quedan relegados a la condición de punto de
partida (Hornstein, 2006).

Toda reflexión con respecto al determinismo concierne también a la historia.


Pensar la historia es pensar en un determinismo ligado a su pasado, pero tam-
bién en un devenir relacionado con los acontecimientos que autoorganizarán los
procesos en curso. El presente no es algo que viene a complementar el pasado,
no es algo que en alguna situación dispara algo que ya estaba presente, sino que
produce algo que no estaba.

Pasaron los tiempos del estructuralismo, en que se nos forzaba a optar entre
la estructura y el acontecimiento (la bolsa o la vida). Foucault propuso el reem-
plazo de estructura por trama. La trama es vulnerable a ciertos acontecimientos.

Actualmente existe una revalorización del acontecimiento. El acontecimien-


to designa una relación. Lejos de oponerse como subjetivo y objetivo la fantasía
y el acontecimiento están estrechamente ligados. Ni la fantasía es una produc-

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ción psíquica independientede ni existe un trauma exógeno en el que el aconteci-
miento puro se inscriba, indiferente del mundo fantasmático. Es que el aconteci-
miento siempre está inserto en una trama. Es un nudo de relaciones; aislado, no
es nada. Es el resultado de una encrucijada de itinerarios posibles.

La crítica al determinismo nos conduce a pensar la recursividad histórica di-


ferenciando potencialidades abiertas a partir de la infancia y nos libra de prejui-
cios fatalistas. ¿Como pensar el advenimiento de lo nuevo? No hay por qué optar
entre un psiquismo determinado y un psiquismo aleatorio, que es un dilema fal-
so, como los siguientes: orden y desorden, determinismo y azar, sistema y acon-
tecimiento, permanencia y cambio, ser y devenir.

El psicoanálisis combina el determinismo y el azar, la teoría de las máquinas


y la teoría de los juegos… si es que podemos reconocerlo.

Casi siempre, el sujeto es, no total sino predominantemente, un sistema


abierto en tanto lo autoorganizan los encuentros, vínculos, traumas, realidad,
duelos. Da y recibe. Recrea aquello que recibe. Al sistema cerrado lo debemos
distinguir del “sujeto encerrado” por teorizaciones “encerrantes” que suponen
que no hay novedades, que no hay azar. (Hornstein, 2004).

La teoría de la complejidad es relativamente reciente pero analizar siempre


fue complejo: escuchar con atención flotante, representar, fantasear, experimen-
tar afectos, identificarse, recordar, autoanalizarse, contener, señalar, interpretar y
construir. Y espero que la teoría de la complejidad, sea para los lectores una he-
rramienta como lo es para mí.

Si en las referencias a la historia pensamos en estados alejados del equilibrio


descubrimos que mediante la transformación del azar en organización el psiquis-
mo desarrolla potencialidades. Lo esporádico, lo infrecuente es el equilibrio y la
simplicidad. Lo incesante es la turbulencia. Vista así la historia del psiquismo -a

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la vez destructora y creadora- volvemos a pensar la importancia de la realidad ac-
tual.

Mencionaré algunas inquietudes y preocupaciones que se originan en mi


quehacer cotidiano aclarando, que no son cuestiones escolásticas, “especulati-
vas”: ¿Cuál es la eficacia y la perdurabilidad del pasado en el presente?. La infan-
cia: ¿destino o potencialidad?, Lo nuevo: ¿ilusión engañosa o neogénesis? El psi-
quismo: ¿un sistema auto-organizador? ¿El presente determina enteramente el
futuro? ¿No somos más que autómatas desprovistos de toda libertad? ¿Hay un
azar ontológico o solo un azar por ignorancia? ¿qué es historizar en la práctica
psicoanalítica? Inquietudes y preocupaciones para las que hallé algunas respues-
tas en historiadores y epistemólogos contemporáneos que han logrado traducir
inquietudes en problemas, dudas en preguntas.

Historizar la repetición es hacer, de la repetición, un recuerdo. Recordar de-


sactualiza el pasado al temporalizarlo. Convertir la historia en pasado permite
un futuro que no será pura repetición, sino que aportará la diferencia. La cura
analítica tiende a cambiar la relación entre el yo y los retornos de lo reprimido de
manera que pierdan sentido las inhibiciones, las defensas, la angustia, los sínto-
mas y los estereotipos caracteriales a los que el analizando se veía obligado a re-
currir. El proceso analítico aspira a que el analizando acepte la singularidad de su
historia, y de tal manera descubra que sus encuentros actuales están influídos
por los privilegios que se conceden a tal o cual rasgo del objeto, a tal o cual refe-
rencia identificatoria y a tal o cual forma de compensación narcisista.

El psicoanálisis remite a una historia pero no repite una historia, en tanto a


la repetición se le sumen el recuerdo y la reelaboración. Interpretaciones y cons-
trucciones le permiten al analizando apropiarse de un fragmento de la historia
de su pasado libidinal y reconstruir su sentido con el fin de ponerlo al servicio de
su proyecto de vida actual.

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La cura psicoanalítica propicia otra relación entre lo consciente y lo incons-
ciente mediante la reflexividad. La reflexión consiste en romper la clausura en la
que estamos cautivos proveniente de nuestra propia historia y de la institución
social-histórica. El surgimiento de esa subjetividad reflexiva es el objetivo último
del proceso analítico y el momento del adiós del paciente, el análisis suficiente-
mente terminado. La reflexión, al cuestionar la clausura que captura al sujeto, re-
quiere nuevas formas y figuras de lo pensable creadas por la imaginación radical
(Castoriadis, 1997).

DIÁLOGOS INTERDISCIPLINARIOS
Cuando dialogamos con otra disciplina debemos dialogar con representantes
actualizados. El primer requisito, entonces, es estar al día, en psicoanálisis y en
la otra disciplina. Segundo requisito: las preguntas no son de curioso ni de dilet-
tante sino que surgen desde la propia práctica. Sería inconducente estudiar mate-
mática, topología, lingüística sin tener idea para qué se está estudiando (sólo por
sumisión a las modas o por imitar a un “maestro”).

En la interdisciplina el tercer requisito es reconocer que las disciplinas no


son isomórficas y por lo tanto están prohibidos los isomorfismos (conjunto de
relaciones comunes en el seno de  entidades diferentes). Cuando leo textos de
física, de historia o de biología busco metáforas para pensar mi campo y no mo-
delos. Le ha hecho mucho daño al psicoanálisis situar la matemática o la lingüís-
tica como ciencias piloto y pensarlas como modelos. “Metáfora” se  contrapone
a modelo. Las metáforas valen por su poder de evocación y de ilustración. Permi-
ten atravesar clausuras disciplinarias y representar de otra manera los procesos
psíquicos. Tienen un uso estratégico: son sólo instrumentos y no argumentos.

Cuarto y último requisito. Que los ruidos sean desorganizantes o compleji-


zantes dependerá del nivel de redundancia. Hay que estar fogueados en una disci-

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plina para que la multidisciplina no genera confusión. Los autores contemporá-
neos más significativos –Lacan, Piera Aulagnier, Green y otros- incorporan aspec-
tos de otras disciplinas, pero desde una formación psicoanalítica sólida.

Un historiador amigo me contaba que sus colegas le decían: “No te juntes


con psicoanalistas. Son una mala compañía. Vas a terminar psicoanalista”. Tradu-
cido: “Si das un paseo por Parque Chas vas a terminar viviendo en Parque Chas.
Mejor no salir nunca del barrio”. Me he enriquecido leyendo textos de historiado-
res, epistemólogos, físicos, ensayistas diversos. Y no se me ocurrió cambiar de
profesión o traicionar sus legalidades teóricas. Y si se me hubiera ocurrido cam-
biar de profesión, lo habría hecho (Hornstein, 2013).

Freud hubiera estado atento a las transformaciones de las disciplinas. ¿Pode-


mos hacer una lectura crítica de Freud y los posfreudianos diferenciando los con-
ceptos que caducaron de los que tienen vigencia y conforman la historia actual?
Retomo entonces la exhortación de Freud.

“Lo que me dice sobre los grandes físicos es realmente muy notable. Es aquí
donde verdaderamente tiene lugar el colapso de la cosmovisión de nuestros días.
Sólo podemos esperar y ver qué ocurre.”

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