La Pedagogia de La Transparencia - Corella

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LA PEDAGOGÍA DE LA TRANSPARENCIA

SEGÚN LAS CONSTITUCIONES Y SUS NC

Jesús Corella, S.J.


San Miguel, Argentia - Abril 2002

Introducción
La palabra «transparencia» suscita muy variadas facetas que tocan de lleno a nuestro modo
de proceder y de ser en la Compañía. Recuerdo haber oído en dos o tres ocasiones al P. Arrupe
decir que ese poder confiar en los demás en la Compañía era una gracia de Dios enorme para
nuestra vida, y que si alguien no se hacía digno de esa confianza, en el hablar y en el hacer, no
podía continuar en la Compañía, porque sin esa familiaridad no se podía vivir en ella. Esto me lo
dijo una vez personalmente, refiriéndose a los escolares en formación, en aquellos recios tiempos
del final de los sesenta y primeros setenta.
«Transparencia» es una palabra que no aparece en las Constituciones, y si no recuerdo
mal, posiblemente tampoco en las NC 1. Pero vamos a tomar este concepto como aquella cualidad
de una persona que vive y se manifiesta por hechos y por palabras a los demás, de manera que
queda clara su verdad, y en concreto para nosotros, su sentido de pertenencia a la Compañía, y su
confianza en los demás. Vive en la luz, se conoce a sí mismo, para poder darse a conocer, está
motivado para ello a partir de su trabajo personal dentro de la misión global de la Compañía, y a
partir de su propia vida espiritual, y entiende que su transparencia forma parte de su respuesta
vocacional a Dios.
Sinceridad es una actitud más activa, que le lleva a uno a ser claro y completo en lo que
dice. La transparencia es algo más estable, y dice luz, orden interior, conocimiento propio, deseo
de dejarse ver, pureza de intención, simplicidad (el “ojo simple” de los Ejercicios [169]), y una
buena superación de afecciones desordenadas que generalmente ocultan segundos planos en el
fondo del corazón.
Transparente es un modo de ser, no solo de hablar. Es la condición para que podamos vivir
en clave de la Contemplación para alcanzar amor, para poder ver unos en otros a Dios, y nos
ayudemos para ir a Él por el hecho mismo de vivir juntos y ser amigos en el Señor. Este es, en
breve, el concepto de transparencia que tendremos en cuenta. Y así entendido, está en el núcleo
central de las Constituciones y de las NC. Porque aunque no se trate explícitamente de la
transparencia, está presupuesta como condición implícita “sine qua non” de los aspectos más
esenciales de la vida y de la misión de la Compañía, y del propio jesuita. Por ejemplo, con el
discernimiento espiritual y la superación de engaños, con el crecimiento en madurez y libertad
interior, con la oración, con el celibato consagrado, con la vida fraterna de comunidad, con la
capacidad de amistad, con la obediencia y la disponibilidad para los destinos, con la selección de
ministerios, etc.
A partir de aquí, entiendo que lo que se me pide va más allá de la cuenta de conciencia,
que es un lugar preferente de esa manifestación transparente. Habrá que referirse, aunque sea solo
sucintamente, a todo nuestro mundo relacional, configurado en el espíritu del sermón de la
montaña, que nos desea limpios de corazón, de forma que los demás vean nuestras buenas obras y
alaben así a Dios (cfr. Mt.5, 16). La transparencia afecta tanto a una vida comunitaria gozosa
como a la misión apostólica.
Por eso trataré los siguientes puntos: 1) transparencia para con Dios; 2) transparencia a lo
largo de la formación; 3) transparencia para con los demás hermanos en la Compañía; 4)
transparencia para con los prójimos en la misión, y particularmente con los laicos con los que
colaboramos.

1NC significará siempre Normas Complementarias. Los subrayados en cursiva son míos,
si no se dice lo contrario. Los números que aparecen entre corchetes sin más indicación son de las
Constituciones.
2

Por último, y antes de empezar con las Constituciones, quisiera recordar que la fuente
principal de transparencia, y su mejor pedagogía, la contienen los Ejercicios Espirituales. ¿Dónde
se hace transparente el novicio con su Maestro? En el mes de EE., o al menos, a partir de él. Y esa
relación “novicio - Maestro” nos la envidian en otras Órdenes y Congregaciones religiosas.
¿Dónde se nos descubren nuestros ocultos entresijos del alma, a lo largo de la vida, para superar la
opacidad en que podemos llegar a vivir incluso largas temporadas con nosotros mismos?
Yéndonos a hacer Ejercicios. No es el momento ahora, pero sería precioso estudiar los Ejercicios
como un proceso hacia la transparencia, que culminaría en la Contemplación para alcanzar amor,
donde la creación entera y nuestro propio pasado nos transparentan a Dios. Y para continuar el
proceso después de los Ejercicios, el discernimiento espiritual acompañado.

I. Transparentes para con Dios


La familiaridad con Dios es la expresión que dan las Constituciones a esta transparencia
con Él, que pertenece a los medios que unen al instrumento con Dios, en orden a la conservación y
aumento de la Compañía: ...como son los medios de bondad y virtud, y especialmente la caridad y
pura intención del divino servicio y familiaridad con Dios nuestro Señor en ejercicios espirituales
de devoción... [813].
Familiar con Dios ha de ser el superior en la Compañía [723], para que los cauces de
comunicación entre Dios y la Compañía vayan limpios.
Las NC recogen esta misma necesidad. Hablando de la formación de los novicios se dice:
La educación para la familiaridad con Dios en la oración debe desarrollarse dentro del ambiente
apostólico de los Ejercicios (NC 47, §1). Con nuestra castidad consagrada aspiramos a hacer más
hondas nuestra familiaridad con Dios, nuestra configuración con Cristo, nuestra amistad con los
hermanos jesuitas... (NC 144, §1). Poco después se concreta más ese crecimiento en la
familiaridad con Dios, a través del uso de los sacramentos: Para que el amor consagrado en un
momento siga creciendo siempre, cultiven todos sin descanso una íntima familiaridad con Dios, y
la amistad con Cristo por la contemplación de sus misterios y por una asimilación vital con él
mediante los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía (NC 146, §1).
Para desarrollar esa integración de la vida en el espíritu, propia de los ya formados,
debemos fomentar a todo trance aquella familiaridad con Dios, en la oración y en la acción, que
San Ignacio consideraba ... absolutamente vital para nuestra Compañía... (NC 224, §1).
La transparencia en nuestras relaciones humanas presupone la transparencia para con
Dios, y la señal de que ésta existe es el crecimiento en la familiaridad con Él. Una oración que no
desarrolle tal familiaridad, va en falso, y casi seguro denota zonas oscuras en el corazón.

II. Transparentes a lo largo de la formación


La pedagogía de la transparencia recorre todo el proceso de la formación primera. Como
ésta es tan larga, Ignacio supone que tenemos en ella tiempo para conocernos cada vez más a
nosotros mismos, y para dejarnos conocer por los demás: los compañeros, que se van
transformando en amigos, los formadores y superiores, cuyo trato va ganando en confianza, y con
la Compañía en general, respecto de la cual se va desarrollando el sentido de pertenencia y de
identidad de imagen. Todo esto crea claridad y gozo, y permite llevar adelante el proceso de la
formación más integral.
Una de las facetas más notables de la innovación que aporta San Ignacio a la vida
religiosa, consiste, como es muy sabido, en la formación, y dentro de ella en la claridad y
sinceridad con que siempre procede en la integración de nuevos miembros en la Compañía. El
estudio de lo que presupone y exige de claridad mutua entre la Compañía y el que entra, será la
mejor manera de comprender la pedagogía ignaciana para consolidar la vocación de los que
entran, y la propia Compañía como Cuerpo apostólico. Veámoslo por pasos.
3

En el Prenoviciado
Quizás donde más hincapié hace San Ignacio en la mutua transparencia entre el candidato
y la Compañía sea precisamente al comienzo. Después, diríamos, se presupone mantenida esa
actitud. Pero solo con una transparencia plena pueden ponerse firmes los fundamentos de una
sólida vocación a la Compañía. Esta convicción de Ignacio aparece por todas partes.
El P. Aldama, una de las autoridades mayores de todos los tiempos en el estudio de las
Constituciones, en su Comentario a ellas, dice que el tema principal, y que constituye la razón de
ser del mismo libro del Examen es el de la claridad, la sinceridad absoluta con que desea San
Ignacio que se proceda. Claridad de parte de la Compañía para con el candidato, y de parte del
candidato para la Compañía. Es casi un leit motiv, que se repite continuamente: «Porque de una
y de otra parte se proceda con mayor claridad y conocimiento en el Señor nuestro» [18]; «para
más conocimiento de las personas...»[34]; «porque se pueda dar mayor inteligencia y
conocimiento de los tales...»[104, 112], «para mayor inteligencia del que ha de ser
examinado...»[30]; «Se puede tomar información de su persona fuera de casa, si en ella no hay
quien le conozca a suficiencia... Y cuando la duda [sobre el candidato] durase, ponerle en
ejercicios espirituales ayudará no poco para que se tenga la claridad que cerca de él se requiere,
a gloria de Dios nuestro Señor» [196]. A este fin se multiplican los informes sobre el Instituto
(capítulos1 y 4; la lectura de los Documentos papales sobre la Compañía, y de la Fórmula del
Instituto, y de las Reglas, cada seis meses). Lo mismo que los exámenes del candidato (examen
general y exámenes particulares según las diversas categorías, y se le grava la conciencia para
que diga la verdad, «porque se evite el engaño que podría haber de no se declarar puramente con
su superior, donde pueden nacer inconvenientes en daño notable de toda la religión [la
Compañía]» [35]”2.
Actualizamos este comentario del P. Aldama, con lo que prescriben las NC:
- Hágase un cuidadoso examen personal de la vida, dotes, y aptitud de los candidatos para
la Compañía, de la rectitud de su intención, defectos tanto psicológicos como físicos ...
(NC 26, §1).
- Empléense también otros medios aptos para que la Compañía los conozca [a los
candidatos] plenamente. Así, si no se les conoce por otros medios, solicítense
informaciones sobre su salud, costumbres, educación y práctica de la vida cristiana,
carácter, dotes, estudios cursados y progreso en los mismos, condición familiar y su
contexto social. Y cuando sea necesario para un conocimiento más profundo, solicítese el
consejo de psicólogos expertos, guardando estrictamente el secreto de la consulta y la
libertad del candidato... [NC 26, §2].
- Con esta misma finalidad, pueden ser invitados los candidatos a vivir por cierto tiempo en
alguna comunidad apta para el logro de estos objetivos (NC 26, §3).
- Si consta con certeza que se ocultó o disimuló dolosamente [la falta de salud] antes de los
votos, puede constituir causa de dimisión, aun contra la voluntad del interesado (NC 34).
Dígase lo mismo acerca del conocimiento de la Compañía por parte del candidato. Por
ejemplo: En esa etapa déseles suficiente información sobre la Compañía, por medio de la
conversación directa y por el estudio de su historia y lectura de sus documentos principales, tanto
antiguos... como otros más recientes (NC 25, §4).
Pero es en el c. IV del Examen sobre todo donde se llega al fondo de esta transparencia
con la que el candidato ha de entrar en la Compañía. No le oculta San Ignacio a dónde debe llegar
la renuncia de sí mismo y la entrega amorosa y confiada a la Compañía, que se concreta en estas
tres cosas: en la aceptación gozosa de entrar en el juego de la corrección fraterna dentro de ella, en
las pruebas del noviciado, y en la cuenta de conciencia. Estos aspectos, algunos de los cuales tanta

2ALDAMA, ANTONIO Mª. DE.- Iniciación al estudio de las Constituciones. Roma, Cis
1981, p. 45-46.
4

polvareda levantaron más tarde ya en la primera historia de la Compañía, están limpiamente


manifestados al candidato para que éste sepa dónde entra, y cómo se entiende la unión de los
ánimos aquí.
Quitar los impedimentos para crecer en la propia vocación ya no será cometido exclusivo
de uno mismo, sino objeto de un interés común, dentro de la comunidad solidaria y fraterna que
queremos ser.
Para más aprovecharse en su espíritu y especialmente para mayor bajeza y
humildad propia, le será demandado si se hallará contento que todos errores y
faltas, y cualesquiera cosas que se notaren y supieren suyas, sean manifestadas a
sus mayores por cualquiera persona que fuera de confesión las supiere, siendo él
mismo y cada uno de los otros contento de ayudar a corregir y de ser corregido,
descubriendo el uno al otro con debido amor y caridad, para más ayudarse en
espíritu, mayormente cuando le sea demandado por el Superior que de ellos
tuviere cuidado a mayor gloria divina [63].
Este número describe un momento importante en el proceso de desapropiación, que debe
experimentar quien entra en la Compañía. Uno ha de desapropiarse de sí mismo, dejando que sus
hermanos en la Compañía le conozcan y le corrijan, a la vez que le piden dispuesto a corregir a
otros, con el mismo interés con que desea corregirse a sí mismo. "Con el debido amor y caridad".
Aldama dejó ya bien asentado que las dos modalidades descritas en [63] son muy propias de la
Compañía y muy evangélicas: la mutua corrección de las personas entre sí, y la corrección a través
del Superior3. Sobre esta interpretación, que no siempre estuvo aclarada en tiempos antiguos en la
Compañía, se entiende mejor lo que dicen las NC (235). Volveremos más adelante sobre este
punto, hablando de los ya formados en la Compañía.
Este mismo objetivo de claridad acerca del candidato es el que motiva lo más
característico del noviciado ignaciano: las pruebas. Después de que el candidato ha sido
desposeído de sus falsos apoyos afectivos y de sus intereses materiales [53-63], es cuando puede
verse con claridad lo que hay de verdad en él: quién es él mismo; el hombre, no en sus riquezas,
no en su familia, no en sus apoyos, no en su autonomía inaccesible y quizás nunca discutida [63],
sino en su simple realidad desnuda. Ya renunció a sus falsas seguridades que tantas veces
encubren lo que uno es. Ahora, en ese ‘desierto cosístico’, puede probar quién es él en sí mismo.
Las pruebas en el noviciado ignaciano no son para medir la resistencia de ningún material. Son
prueban de lo que hay por dentro, de la propia verdad. Diríamos que se prueba la transparencia, si
hay coherencia entre lo que aparece y lo interior, de forma que se muestre a través de ellas el
fondo de la persona, y lo que Dios puede obrar en ella. Es el paso obligado antes de incorporarla
en el cuerpo apostólico de la Compañía. Buscan, en una palabra, la confirmación de la llamada
divina, que todo lo simplifica y armoniza en la claridad de la persona así llamada.

En el Noviciado
Con esto ya estamos hablando del noviciado. Además de las diversas pruebas, que
prácticamente estructuran todo el noviciado, podríamos ver cómo va modelando San Ignacio el
estilo propio de la relación formativa en él, que lógicamente ha de estar presidida por la
transparencia. Comencemos por la descripción de la figura del Maestro de novicios y de su
relación con ellos: Ayudará que haya una persona fiel y suficiente que instruya y enseñe cómo se
han de haber en lo interior y exterior, y mueva a ello, y lo acuerde, y amorosamente amoneste, a
quien todos los que están en probación amen, y a quien recurran en sus tentaciones y se
descubran confiadamente, esperando de él en el Señor nuestro consuelo y ayuda en todo. Y sean
avisados que no deben tener secreta alguna tentación que no la digan al tal o a su confesor o al
3ALDAMA, ANTONIO Mª. DE.- Comentario.... Ver págs. 55-57. Aldama prueba con
buenas razones que “descubriendo al superior” no es precisamente el modo único de corregir y ser
corregido en la Compañía, sino una posibilidad más para ello: “siendo ... contento” y
“descubriendo...”. Véase el texto latino de las Constituciones: “ac num manifestare sese invicem
sint parati...” (MI, Const.III, 19) .
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Superior, holgando que toda su ánima le sea manifiesta enteramente, y no solamente los defectos,
pero aun las penitencias o mortificaciones o las devociones y virtudes todas, con pura voluntad de
ser enderezados dondequiera que algo torciesen, no queriendo guiarse por su cabeza, si no
concurre el parecer del que tienen en lugar de Cristo nuestro Señor [263].
Esta manifestación es una simple traducción a la Compañía de la regla 13 de discreción de
espíritus de los Ejercicios (EE.[326]) en que el mal espíritu se resiste a la transparencia, y quiere
ser secreto, no descubierto. Esta relación, a lo largo del noviciado, inicia al novicio en un trato
abierto y confiado con sus futuros superiores y formadores, de forma que pueda crecer en él la
figura del hombre obediente según el espíritu de la Compañía.
Lógicamente el Maestro debe facilitar ese acceso y confianza, como se le dice más
explícitamente en las Reglas del Maestro de novicios4:
- 4º. Ame con más cuidado los hijos espirituales, y muéstreseles amable, mostrando
afabilidad en el rostro y en las palabras; y débesele acordar que les es dado oficio de
instruir y de consolar, y no de castigar. Por lo cual las reprehensiones y correcciones
blandas ejecutará por sí, y si más duras fueren necesarias, por los ministros; y así más
confiadamente recurran a él en sus tentaciones, y para que no encubran lo que tienen en
el ánimo.
- 7º.- Para que mejor conozca los novicios, y conociendo los provea en sus espirituales
necesidades, parece que convenga que se hiciesen a él las confesiones generales, y le
fuese cometida a él la cura de examinarlos entrando en casa.
Esta imagen del Maestro de novicios difiere bastante de la que existía (y aún hoy a veces
existe) en otras Congregaciones religiosas, de un Maestro de novicios orientado hacia estructuras
más externas del noviciado, de observancia regular, formación teórica, disciplinar, etc.
Los novicios, por su parte, han de crecer en confianza y sencilla humildad, propia de quien
se siente necesitado de esa ayuda, incluso para entenderse a sí mismos, y para relacionarse con los
demás, según su vocación comunitaria. Como muestra de esta actitud abierta, bastará recordar el
precioso resumen de lo que deseaba Ignacio que fuera una comunidad de novicios: Todos tengan
especial cuidado de guardar con mucha diligencia las puertas de sus sentidos (en especial los
ojos, y oídos, y la lengua) de todo desorden, y de mantenerse en la paz, y verdadera humildad de
su ánima, y dar de ella muestra en el silencio, cuando conviene guardarle; y cuando se ha de
hablar, en la consideración, y edificación de sus palabras, y en la modestia del rostro, y
madureza en el andar, y todos sus movimientos, sin alguna señal de impaciencia o soberbia, en
todo procurando y deseando dar ventaja a los otros, estimándolos en su ánima todos como si les
fuesen Superiores, y exteriormente teniéndoles el respeto y reverencia que sufre el estado de cada
uno, con llaneza y simplicidad religiosa; en manera que considerando los unos a los otros
crezcan en devoción y alaben a Dios nuestro Señor, a quien cada uno debe procurar de
reconocer en el otro como en su imagen [250].
Ya está claro que no se desea forzar en manera alguna una figura externa muy bien
ordenada pero no natural. Si Ignacio desea que los novicios aprendan a controlar los impactos que
nos llegan a través de los sentidos, es para mantener la paz y verdadera humildad, es decir, esa
“llaneza y simplicidad religiosa”, obra de Dios en nosotros, que nos permite ser transparentes para
los demás. Transparentes en el silencio, en las palabras, en la modestia, en la madurez. Cuando
hay transparencia, todo lo que somos y hacemos es lenguaje para los demás. Es la manera de
crecer en la capacidad de ver y de manifestar a Dios unos en otros, porque la transparencia y la
divina simplicidad lo hacen posible.
Las NC nos actualizan esta preciosa labor del noviciado, insistiendo en la necesidad de
que los novicios aprendan a mostrar lo que en realidad son:
- La vocación debe ser probada por medio de las diversas experiencias que, según la
mente de San Ignacio, constituyen la nota característica del noviciado, y que deben

4En la edición de las Obras Completas de San Ignacio de la Bac (quinta edición), ver
p.685.
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colocar a los novicios en condiciones de mostrar lo que en realidad son... (NC 46,
§1).
- ...se ha de fomentar desde el principio la debida convivencia y colaboración entre
todos los novicios, para que se conozcan y ayuden a estimar... (NC 43, §2).
- El ejercicio de la vida comunitaria ha de prepararlos para vivir como hermanos, y
favorecer su madurez afectiva (NC 50).
- Foméntense intensamente las virtudes humanas, ya que hacen más fecundo el
apostolado y más feliz la vida religiosa; tales son la bondad de corazón, la
sinceridad... (NC 51).
Hablando de la relación deseada entre los novicios y su maestro, se dice lo siguiente: La
formación en la discreta caridad por medio de la dirección espiritual y de la obediencia, supone
que entre el Maestro y los novicios hay verdadera confianza y libertad (NC 54, §1).
Esta relación de los novicios con su Maestro les prepara para seguir siendo claros en el
acompañamiento espiritual y con los superiores, más adelante.

La Cuenta de Conciencia
Un poco a caballo entre la transparencia en la formación y la de los formados ya en sus
comunidades y obras, está el tema de la cuenta de conciencia. En efecto, ella se da ya en la
Compañía desde el momento de entrar: En este tiempo asimismo de la primera probación
comunicarán sus conciencias con el Superior o con quien él ordenare... y harán una confesión
general (si no la han hecho) con quien les fuere ordenado... [200].
Y se sigue dando, con periodicidad anual, durante toda la vida. Es por lo tanto el apoyo
principal de la transparencia en la que ha de vivir el jesuita para mantenerse bien integrado en la
Compañía.
Ignacio fue un gran innovador en cuanto a la promoción de la transparencia en las
relaciones dentro de la Compañía. Un ejemplo importante es lo que determinó acerca de la cuenta
de conciencia, algo absolutamente nuevo en la vida religiosa anterior, y que quizás a Ignacio se le
ocurrió determinar para la Compañía, después que descubrió la enorme riqueza de la relación que
se establece en el acompañamiento espiritual de los Ejercicios. Veamos en primer lugar los textos
originales de la cuenta de conciencia. Solo me fijo en lo que toca más de cerca al tema que nos
ocupa. Porque a la cuenta de conciencia están dedicados los números 91 a 98 inclusive, en el libro
del Examen. Primero (como tanto le gusta hacer a San Ignacio) establece la motivación [91-92].
Después se establece lo determinado [93], y por último se detalla cómo deberá continuarse hasta
los últimos votos [94-98]. La cuenta de conciencia de los ya formados se determina en la Parte VI
de las Constituciones, como veremos.
- Considerando en el Señor nuestro, nos ha parecido en la su divina Majestad, que
mucho y en gran manera importa que los Superiores tengan entera inteligencia de los
inferiores, para que con ella los puedan mejor regir y gobernar, y mirando por ellos,
enderezarlos mejor in viam Domini [91].
- Asimismo cuanto estuvieren más al cabo de todas cosas interiores y exteriores de los
tales, tanto con mayor diligencia, amor y cuidado, los podrán ayudar, y guardar sus
ánimas de diversos inconvenientes y peligros que adelante podrían provenir. Más
adelante, como siempre debemos ser preparados conforme a la nuestra profesión y
modo de proceder, para discurrir por unas partes y por otras del mundo,... para que
se acierte en las tales misiones, en el enviar a unos y no a otros, o a los unos en un
cargo y a los otros en diversos, no sólo importa mucho, mas sumamente, que el
Superior tenga plena noticia de las inclinaciones y mociones, y a qué defectos o
pecados han sido o son más movidos e inclinados los que están a su cargo, para
según aquello enderezarlos a ellos mejor, no los poniendo fuera de su medida en
mayores peligros o trabajos de los que en el Señor nuestro podrían amorosamente
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sufrir. Y también porque guardando lo que oye en secreto, mejor pueda el Superior
ordenar y proveer lo que conviene al cuerpo universal de la Compañía [92].
- Por tanto, cualquiera que esta Compañía en el Señor nuestro quisiere seguir o ser en
ella para su mayor gloria, antes que entre en la primera probación o después de
entrado, antes de ser examinado generalmente o después dentro de algunos meses...,
sea obligado de manifestar su conciencia con mucha humildad, puridad y caridad, sin
celar cosa alguna que sea ofensiva al Señor de todos; y dar entera cuenta de toda su
vida pasada, o a lo menos de las cosas más esenciales, al Superior que se hallare de
la Compañía... [93].
- El que sintiere que en todo lo dicho le da Dios nuestro Señor ánimo y fuerzas, y juzga
ser a mayor gloria divina y más saludable a su conciencia ser incorporado en esta
Compañía, ultra de ver las Bulas y Constituciones y lo demás que toca al Instituto de
ella, al principio, y después de medio en medio año, como arriba se dijo, conviene que
haga una confesión general de toda la vida pasada con un sacerdote que el Superior
le ordenare, por muchas utilidades que en esto hay... recibiendo después de ella el
sacratísimo Cuerpo de Cristo nuestro Señor; y así de seis en seis meses irá haciendo
la confesión general al modo dicho, comenzando de la última, y procurando continuo
aumento de puridad y virtudes y deseos en el Señor nuestro intensos de mucho servir
en esta Compañía a la su divina Majestad. Cumplidos los dos años de probación y
mostrándose siempre obediente y edificativo en su conversación y en varias
experiencias, ...siendo él y la Compañía o el Superior de la casa contento, podrá ser
incorporado en ella, considerando primero las Bulas y Constituciones... [98].
- Lo que se ha dicho para los que de nuevo entran, en gran parte se observará también
con los que vienen de los estudios o de otros lugares de la Compañía, que no han sido
recibidos a profesión ni por coadjutores formados, ni han sido examinados
diligentemente en otra parte; porque cuanto con mayor claridad se procede, tanto
más firme esté cada uno en su vocación, y la Compañía asimismo pueda mejor
discernir si conviene que el tal quede en ella para mayor gloria y alabanza de Dios
nuestro Señor [202].
Dejemos de lado lo que se refiere a la confesión sacramental, que ha quedado separado y
tratado de otra manera desde la C.G. 34ª. En tiempos de San Ignacio, el sigilo sacramental era
comprendido de modo algo distinto. Lo verdaderamente importante para nosotros es la motivación
que le lleva a San Ignacio a establecer este modo de proceder en la Compañía.
Las expresiones que emplea son de una especial seriedad desde el principio, como si lo
hubiera pensado y orado bastante. Mucho y en gran manera importa esta transparencia entre
Superiores y súbditos. Nos jugamos en ella el modo propio de la Compañía en el regir y gobernar,
que es el gobierno espiritual a partir de las personas y de la llamada de Dios. La función de los
Superiores en la Compañía para ... mirando por ellos, enderezarlos mejor in viam Domini es la
que funda su autoridad espiritual y jurídica para recibir y exigir la manifestación incluso de la
conciencia. No olvidemos la relación que existe entre la claridad de conciencia y la puridad de
conciencia, tan esencial para todo progreso en el espíritu. Tendemos a ocultar lo que no está tan
limpio.
La proporción que establece San Ignacio cuanto estuvieren más al cabo de todas cosas
interiores y exteriores de los tales, tanto con mayor diligencia, amor y cuidado, los podrán
ayudar, y guardar sus ánimas de diversos inconvenientes y peligros que adelante podrían
provenir conserva una actualidad bien confirmada por la historia.
Pero si tenemos además en cuenta la importancia de preparar y llevar a cabo bien las
misiones propias de la Compañía, entonces no sólo importa mucho, mas sumamente, que el
Superior tenga plena noticia.... Queda resaltada la gradación de los motivos para la plena
transparencia.
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La última razón que se da en [92] sobre la conveniencia para el gobierno universal de la


Compañía, está añadida después, en el texto redactado hacia 1556. Aldama afirma que está
introducida por mano de Polanco5. Y en realidad, no añade mucho a lo anterior.
Es bien importante la relación que se establece entre la claridad con que se procede y la
previsión de firmeza en la vocación para más adelante. Si este modo de proceder continuara a lo
largo de la formación y de la vida del jesuita, es muy probable que los índices de perseverancia
mejoraran. Porque cuenta de conciencia y permanencia gozosa en la Compañía son cosas que
Ignacio veía en íntima dependencia. Lo prueban los textos estudiados, sobre todo, del Examen.
Durante la formación después del noviciado, se les dice a los escolares, hablando del
oficio del Rector: Los cuales [escolares] le deberán tener en gran acatamiento y reverencia [al
Rector], como a quien tiene lugar de Cristo nuestro Señor, dejándole la disposición libre de sí
mismos y de sus cosas con verdadera obediencia, no le teniendo cosa cerrada, ni aun la
conciencia propia, abriéndola, como en el Examen está dicho, a tiempos determinados, y más
veces, cuando se ofreciese causa, sin repugnancias ni contradicciones o demostraciones algunas
de parecer contrario. Porque, con la unión de un mismo sentir y querer y la debida sumisión,
mejor se conserven y pasen adelante en el divino servicio [424].
De nuevo aquí, el robustecimiento de la firmeza en la vocación (eso es pasar adelante en el
divino servicio) está unido a la claridad de conciencia y a la comunión que de ella se deriva. Para
no tener cerrada la conciencia, es menester no tener cerrada cosa alguna. Es la misma idea de que
la cuenta de conciencia va ligada en la Compañía a una actitud de sinceridad más integral.
Para los ya formados, la cuenta de conciencia sigue siendo el momento preferente para
poner a punto nuestra transparencia en la Compañía.
Así mismo sea a todos muy encomendado que usen grande reverencia, especialmente en
lo interior, para con los Superiores suyos, considerando en ellos y reverenciando a
Jesucristo. Y muy de corazón los amen como a padres en el mismo. Y así procedan en
todo en espíritu de caridad, ninguna cosa les tuviendo encubierta exterior ni interior,
deseando que estén al cabo de todo, para que puedan mejor en todo enderezarlos en la
vía de la salud y perfección. Y a la causa todos los profesos y coadjutores formados, una
vez al año y las demás que al Superior suyo pareciere, estén dispuestos a le descubrir sus
conciencias..., por la mucha utilidad que en esto hay, como se dijo en el Examen [551].
Seguimos en la misma clave: no puede improvisarse una cuenta de conciencia, si no hay
un clima de apertura y confianza entre todos, superiores y miembros de las comunidades, o si no
se admite de corazón la corrección fraterna en sus diversas modalidades. Al hablar de la
importancia actual de la cuenta de conciencia, las NC dicen que las relaciones de los Superiores
con sus hermanos deben ser tales que favorezcan la manifestación de conciencia y el diálogo
espiritual (NC155, §1).
El provincial tiene una gran importancia en la creación de este clima confiado para que en
la cuenta de conciencia se pueda llegar al fondo de las cosas, tanto las íntimas de la persona como
los entresijos de las obras apostólicas, aunque tenga quizás que superar sus propios temores o su
propia timidez, o un excesivo respeto por el que da la cuenta de conciencia, cosas éstas que a
veces pueden llevarle a eludir el tratamiento a fondo de los problemas. ¿Cómo puede favorecerse
esa manifestación?
Todo será más fácil si se fomenta el diálogo entre compañeros dentro de la comunidad,
así como la apertura a los Superiores... (NC 150, §2), en el trato ordinario de la vida. Pero no
cabe duda de que el fundamento primero para abrirse de verdad y mantener una relación así con
los Superiores, es la fe. No siempre será fácil que surja espontáneamente la confianza humana,
pero hay que asegurar la libre decisión personal de mantenerse transparente y disponible. La
obediencia es siempre un acto de fe y de libertad... (NC 150, §1).
Añadamos, como colofón de esta parte, un par de notas que pueden tocar más de lleno al
período de la formación. Una es la necesidad de combatir un enemigo jurado de la transparencia y
de la unión de los ánimos, que es el individualismo. Ya lo tenían muy previsto San Ignacio y su
5ALDAMA, A.M.- Op.cit. p.66.
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secretario Polanco cuando con gran realismo confiesan que una de las dificultades para esa unión
de los ánimos será que los jesuitas serán letrados, que tendrán favor de príncipes o personas
grandes y pueblos etc... [656]. Polanco añadía en sus Industrias algo que no pasó a las
Constituciones, pero que no deja de tener su parte de razón, y es que los jesuitas, por ser tan
letrados, estaban más dispuestos a “hacer cabeza de sí” 6.
En nuestros días, las NC nos avisan de que se ha de cuidad diligentemente que cada uno
sea dirigido conforme a sus dones..., pero al mismo tiempo se ha de promover constantemente el
sentido de solidaridad y colaboración, excluyendo todo tipo de individualismo [73].
Para desarrollar hoy el sentido comunitario entre nosotros se nos dice que en estos años
[de la formación] debe probarse y formarse seriamente el sentido comunitario de cada uno, como
presupuesto necesario para la vida apostólica de la Compañía [77, §3]. Para lo cual conviene
atender a la educación para el diálogo de los formandos entre sí y con los Superiores, así como
para la cooperación, la obediencia, y la corrección fraterna... [77, §4]. Siempre el mismo deseo
de abrirnos más a la comunicación y a la colaboración como aspectos importantes de nuestra
formación, para prevenir individualismos siempre más opacos.
La segunda nota se refiere al acompañamiento espiritual. En el noviciado este
acompañamiento se identifica con la relación con el Superior, en la persona del P. Maestro. Al
Rector de las comunidades de escolares se le dice que tenga, además de un “buen ministro”, un
otro que en las cosas espirituales superintendiese [431]. Pero, en realidad, en cuanto a la
transparencia podría valer lo dicho respecto al Superior. A los escolares se les dice que acudan
con frecuencia al director espiritual. Corresponde al Superior aprobar el director espiritual que
cada uno haya elegido entre los señalados para tal función (NC 66, §3).
Por último, a los ya formados se les dice: El diálogo habitual con el director espiritual
favorece el progreso en la experiencia espiritual y en el aprendizaje del discernimiento. Por eso,
aun en el tiempo de la actividad apostólica, deben todos tener en gran estima la dirección
espiritual, y dialogar frecuente y confiadamente con su director espiritual (NC 232).
El diálogo con el acompañante espiritual es la mejor preparación para un diálogo
transparente con los Superiores. Incluso cuando hubiere con éstos alguna dificultad, la mejor
manera de resolverla es tratarla en el ámbito de ese acompañamiento.

III.- Transparentes unos con otros en la Compañía.


El impulso vocacional nos lleva a una entrada en la Compañía en cuerpo y alma, y ha de
llevar consigo un gozoso sentido de pertenencia, de estar a gusto en la comunidad. La comunidad
crecerá en armonía y buen ambiente en la medida en que haya relaciones fluidas, abiertas y
sencillas, que nos permitan a todos crecer en confianza mutua, la cual presupone y a la vez
favorece la transparencia.
Éste es el ambiente de relación y apertura que se presupone en los ya formados, para que
fluya la cuenta de conciencia con el Provincial y la relación espiritual con el Superior local. Hay
diversos niveles en esta confianza: en la Compañía en su totalidad, en los superiores, en la
Provincia en que vivo, en la propia comunidad local, en el equipo de trabajo más cotidiano.
En las Constituciones este punto está tratado fundamentalmente en la Parte VIII, de la
unión de los ánimos. Nos fijamos exclusivamente en lo que toca a la transparencia. La tesis
fundamental sería algo así: Ignacio apuesta por la unión de los ánimos como la mejor (la única,
diríamos) forma de mantener cohesionada a la Compañía, pensada para estar físicamente esparcida
por el universo mundo. Esa unión requiere transparencia (pureza de alma y de intención) y
comunicación. Gracias a esto podemos estar unos en otros, cercanos y unánimes, para llevar a
cabo las misiones, que siempre nos implican a unos con otros. No sólo trabajamos juntos, sino que
vivimos unidos: Nuestra vida comunitaria debe llevarnos a ser no sólo colaboradores en el
trabajo apostólico, sino verdaderos hermanos y amigos en Cristo (NC 311, §2).
Por eso los miembros de la Compañía deben ser “personas escogidas” ... Porque la grande
multitud de personas no bien mortificadas en sus vicios, como no sufre orden, así tampoco unión,
6MHSI, Pol.Compl. II, 758.
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que es en Cristo nuestro Señor tan necesaria para que se conserve el buen ser y proceder de esta
Compañía [657].
Las personas que se dejan llevar de sus vicios, la mayoría de las veces inconscientes al
menos en parte, crean opacidad y ambigüedad a su alrededor. No se puede contar con ellas.
El “vínculo de la obediencia” es la mejor dinámica para la unión entre todos, y por eso
hemos de permanecer “estando muy unidos con su superior” [659]. La palabra «vínculo» sugiere
relación de sintonía, libre, querida, afectiva y sencilla. Es como una palabra ‘sagrada’, algo que se
cuida.
El mismo cargo del Colateral va buscando esa claridad en las relaciones comunitarias
propias del “ángel de paz”, que nos recuerda el ángel de luz de los Ejercicios. Según su oficio
debe fielmente informarle [al Superior] y decirle su parecer con libertad y modestia cristiana
[661]. El Superior, por su parte, ha de exhortarle a decirle lo que siente.
Vale la pena resaltar la importancia concedida por San Ignacio a la comunicación de letras
misivas, con el saber unos de otros, y entender las nuevas e informaciones que de unas y otras
partes vienen. Los superiores han de determinar “cómo en cada parte se pueda saber de las otras lo
que es para consolación y edificación mutua en el Señor nuestro” [673]. Esta comunicación fluida
y abundante de unas partes a otras en la Compañía, y de todas con el General, es el mejor modo de
proceder para crear un ambiente de transparencia en la Compañía. Entre los elementos que
recogen las NC como necesarios para desarrollar la vida comunitaria, se enumera en primer lugar
la información comunitaria entre Superiores y súbditos (NC 319).
Dentro de la misma parte VIII, habría que tratar de la transparencia en la Compañía
cuando ésta se junta en Congregación. Bastará aquí aludir a la importancia que dio San Ignacio a
cerrar la puerta a todo lo que pudiera sonar a ambición de cargos dentro o fuera de la Compañía,
de forma que toda elección vaya presidida por la limpieza de procedimiento y de un verdadero
discernimiento espiritual. Tales ambiciones, si existen, crecen siempre en la oscuridad del corazón
o de pequeños grupos de presión. San Ignacio llamaba “peste” a esta oscura enfermedad, que tanto
mal produjo en la Iglesia en los tiempos de nuestra fundación 7.
Las NC recomiendan esta relación cordial entre los miembros de las comunidades.
Además de lo que se nos decía antes acerca de que no sólo trabajamos juntos, sino que somos
hermanos (NC 311, §2), se añade un poco más adelante: Lo que más ayuda a crear y aumentar la
comunión entre todos los miembros de la Compañía es la actitud mental y afectiva con que nos
estimemos y aceptemos mutuamente como hermanos y amigos en el Señor (NC 313, §2).
Lo mismo puede verse además en NC 324, §1 y §3; 325, §1; 326, §1 y §3, en que se pide
que seamos todos capaces de crear ambientes comunitarios en los que sea posible la comunicación
interpersonal y espiritual.
Lo mismo se nos encomienda, tratando de la castidad consagrada: La castidad se guarda
con más seguridad cuando entre los compañeros que viven vida común reina un verdadero amor
fraternal...que nos dispone... a entablar con todos un diálogo fecundo y bienhechor, como
verdaderos hermanos y amigos en Cristo (146, §3).
Este tipo de relación, en el que está implicada necesariamente la afectividad, está
presuponiendo la transparencia de quien admite ser conocido a fondo, y se siente con acceso
confiado para conocer por dentro a sus hermanos. ¿No podemos afirmar con mucho fundamente
que la Compañía de nuestro tiempo está apostando fuerte en cuanto a relaciones transparentes y
cordiales entre nosotros?
Vinculada con esta transparencia comunitaria, está la prescripción sobre la manifestación
de defectos en la Compañía. Hemos hablado más arriba de ella, al tratar de la transparencia
buscada desde el comienzo por San Ignacio para los que entran en la Compañía. Lógicamente todo
lo que allí se dice no se dice sólo para quien entra, sino que marca el tipo de relación, sinceridad y
confianza característico del Cuerpo apostólico en que desea entrar el candidato. La Compañía está
pensada, de cara a su misión, con el supuesto de un tipo de relación entre unos y otros fundado en
esa mutua claridad y confianza.

7Puede verse el documento “Contra ambitum” en MI, Const.I, 164.


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Cómo deba ser entendida hoy esa ayuda de unos para con otros, puede verse en las NC,
donde se recogen las diversas condiciones y formas que pueden usarse para esta corrección. Es
preciso que [esa manifestación] proceda sólo de la caridad, y se haga de tal forma que la
manifieste (235, §1º). Y en el 236: Esta solicitud por nuestra conversión permanente y nuestro
progreso humano y espiritual puede manifestarse también por medio de la corrección fraterna,
sea en conversación personal, sea cuando se reúne la comunidad y se dan las circunstancias
espirituales adecuadas.
No sólo se pueda hacer la corrección fraterna a través del Superior, sino hablando con el
interesado “en conversación personal”, o en reunión comunitaria. Cuándo deba preferirse una
modalidad u otra, es algo que debe dictar a cada uno la propia discreción y caridad.
Para acabar este apartado, recojamos lo que las NC dicen en general de nuestro estilo
comunitario deseable: Trátense todos con sinceridad y sencillez evangélicas y con mutuo respeto,
como conviene a una familia congregada en el nombre del Señor” (NC 320).
Poco más adelante les dice a los Superiores: Procuren los Superiores, en lo posible,
construir una comunidad apostólica ignaciana, en la que puedan vivirse las múltiples formas de
una confiada y amigable comunicación espiritual” (NC 324, §1).
Y para no dejar las cosas sólo sugeridas, se determina que el programa de vida
comunitaria debe incluir, además de la breve oración diaria... otros tiempos más largos
dedicados a la comunicación espiritual...” (NC 324, §2).
Abusando de la imagen gráfica diríamos que no sólo tenemos que juntarnos mirando todos
hacia el altar, sino que además, hemos de mirarnos los unos a los otros, y comunicarnos entre
nosotros, dando pie así a que Dios actúe repartiendo sus dones a través de nosotros, y
disponiéndonos para conocer mejor su voluntad por el discernimiento. También en la oración hay
que superar el individualismo. Con frecuencia nos es más difícil la comunicación entre nosotros
que la comunicación de cada uno con Dios. Nos exige más en transparencia y nos contrasta más
en nuestras zonas más de penumbra.

IV. Transparentes para con los prójimos en la misión, laicos.


Es imposible alargarse ya más en el tema propuesto. Me limitaré a señalar que la
transparencia tiene una gran fuerza testimonial y profética, y en ese sentido, forma parte de nuestra
misión apostólica. Particularmente a través de las dimensiones integrales del testimonio de vida
(NC 245, §1), y en asuntos de pobreza: Las formas de nuestra pobreza deben responder a la
mentalidad, vida, y apostolado de nuestro tiempo, y constituir un testimonio visible del Evangelio.
Por eso nuestra pobreza debe caracterizarse principalmente por las notas siguientes: la
sinceridad, que nos ha de hacer verdaderamente pobres... (NC 161).
Poco más adelante se apunta un aspecto bien importante de la transparencia: Dado que en
la vida moderna hay muchos medios que hacen casi invisible el manejo del dinero, todos deben
mostrarse plenamente abiertos al Superior en el uso de tales medios” (NC 174, 4º).
Algunas opacidades afectivas están acompañadas (¡y sostenidas!) por oscuridades
económicas, que van gestándose lentamente, pero pueden ser fatales cuando saltan afuera.
Finalmente, hablando de la colaboración con los laicos, las NC nos mandan: Ha de
establecerse [con nuestros colaboradores] una cordial relación nacida del amor. Ha de
abrírseles ampliamente las puertas a la coparticipación, la corresponsabilidad y la codirección
de las obras... (NC 307, §3).
Lógicamente esto supone relaciones transparentes y de confianza, que habrá que iniciar y
cultivar.
***
Valga como resumen de todo lo dicho, lo mismo que le valió a San Ignacio como
compendio y plenitud de todo lo que dijo de la formación espiritual en el noviciado. Es como una
invitación a todos sus hijos a vivir la transparencia de la Contemplación para alcanzar amor.
Todos se esfuercen de tener la intención recta, no solamente acerca del estado de su vida,
pero aun de todas cosas particulares; siempre pretendiendo en ellas puramente el servir y
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complacer a la divina bondad por sí misma, y por el amor y beneficios tan singulares en que nos
previno, más que por temor de penas, ni esperanza de premios, aunque de esto deben también
ayudarse. Y sean exhortados a menudo a buscar en todas cosas a Dios nuestro Señor, apartando,
cuanto es posible, de sí el amor de todas las criaturas por ponerle en el Criador de ellas, a Él en
todas amando y a todas en Él, conforme a la su santísima y divina voluntad [288].

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