La Pedagogia de La Transparencia - Corella
La Pedagogia de La Transparencia - Corella
La Pedagogia de La Transparencia - Corella
Introducción
La palabra «transparencia» suscita muy variadas facetas que tocan de lleno a nuestro modo
de proceder y de ser en la Compañía. Recuerdo haber oído en dos o tres ocasiones al P. Arrupe
decir que ese poder confiar en los demás en la Compañía era una gracia de Dios enorme para
nuestra vida, y que si alguien no se hacía digno de esa confianza, en el hablar y en el hacer, no
podía continuar en la Compañía, porque sin esa familiaridad no se podía vivir en ella. Esto me lo
dijo una vez personalmente, refiriéndose a los escolares en formación, en aquellos recios tiempos
del final de los sesenta y primeros setenta.
«Transparencia» es una palabra que no aparece en las Constituciones, y si no recuerdo
mal, posiblemente tampoco en las NC 1. Pero vamos a tomar este concepto como aquella cualidad
de una persona que vive y se manifiesta por hechos y por palabras a los demás, de manera que
queda clara su verdad, y en concreto para nosotros, su sentido de pertenencia a la Compañía, y su
confianza en los demás. Vive en la luz, se conoce a sí mismo, para poder darse a conocer, está
motivado para ello a partir de su trabajo personal dentro de la misión global de la Compañía, y a
partir de su propia vida espiritual, y entiende que su transparencia forma parte de su respuesta
vocacional a Dios.
Sinceridad es una actitud más activa, que le lleva a uno a ser claro y completo en lo que
dice. La transparencia es algo más estable, y dice luz, orden interior, conocimiento propio, deseo
de dejarse ver, pureza de intención, simplicidad (el “ojo simple” de los Ejercicios [169]), y una
buena superación de afecciones desordenadas que generalmente ocultan segundos planos en el
fondo del corazón.
Transparente es un modo de ser, no solo de hablar. Es la condición para que podamos vivir
en clave de la Contemplación para alcanzar amor, para poder ver unos en otros a Dios, y nos
ayudemos para ir a Él por el hecho mismo de vivir juntos y ser amigos en el Señor. Este es, en
breve, el concepto de transparencia que tendremos en cuenta. Y así entendido, está en el núcleo
central de las Constituciones y de las NC. Porque aunque no se trate explícitamente de la
transparencia, está presupuesta como condición implícita “sine qua non” de los aspectos más
esenciales de la vida y de la misión de la Compañía, y del propio jesuita. Por ejemplo, con el
discernimiento espiritual y la superación de engaños, con el crecimiento en madurez y libertad
interior, con la oración, con el celibato consagrado, con la vida fraterna de comunidad, con la
capacidad de amistad, con la obediencia y la disponibilidad para los destinos, con la selección de
ministerios, etc.
A partir de aquí, entiendo que lo que se me pide va más allá de la cuenta de conciencia,
que es un lugar preferente de esa manifestación transparente. Habrá que referirse, aunque sea solo
sucintamente, a todo nuestro mundo relacional, configurado en el espíritu del sermón de la
montaña, que nos desea limpios de corazón, de forma que los demás vean nuestras buenas obras y
alaben así a Dios (cfr. Mt.5, 16). La transparencia afecta tanto a una vida comunitaria gozosa
como a la misión apostólica.
Por eso trataré los siguientes puntos: 1) transparencia para con Dios; 2) transparencia a lo
largo de la formación; 3) transparencia para con los demás hermanos en la Compañía; 4)
transparencia para con los prójimos en la misión, y particularmente con los laicos con los que
colaboramos.
1NC significará siempre Normas Complementarias. Los subrayados en cursiva son míos,
si no se dice lo contrario. Los números que aparecen entre corchetes sin más indicación son de las
Constituciones.
2
Por último, y antes de empezar con las Constituciones, quisiera recordar que la fuente
principal de transparencia, y su mejor pedagogía, la contienen los Ejercicios Espirituales. ¿Dónde
se hace transparente el novicio con su Maestro? En el mes de EE., o al menos, a partir de él. Y esa
relación “novicio - Maestro” nos la envidian en otras Órdenes y Congregaciones religiosas.
¿Dónde se nos descubren nuestros ocultos entresijos del alma, a lo largo de la vida, para superar la
opacidad en que podemos llegar a vivir incluso largas temporadas con nosotros mismos?
Yéndonos a hacer Ejercicios. No es el momento ahora, pero sería precioso estudiar los Ejercicios
como un proceso hacia la transparencia, que culminaría en la Contemplación para alcanzar amor,
donde la creación entera y nuestro propio pasado nos transparentan a Dios. Y para continuar el
proceso después de los Ejercicios, el discernimiento espiritual acompañado.
En el Prenoviciado
Quizás donde más hincapié hace San Ignacio en la mutua transparencia entre el candidato
y la Compañía sea precisamente al comienzo. Después, diríamos, se presupone mantenida esa
actitud. Pero solo con una transparencia plena pueden ponerse firmes los fundamentos de una
sólida vocación a la Compañía. Esta convicción de Ignacio aparece por todas partes.
El P. Aldama, una de las autoridades mayores de todos los tiempos en el estudio de las
Constituciones, en su Comentario a ellas, dice que el tema principal, y que constituye la razón de
ser del mismo libro del Examen es el de la claridad, la sinceridad absoluta con que desea San
Ignacio que se proceda. Claridad de parte de la Compañía para con el candidato, y de parte del
candidato para la Compañía. Es casi un leit motiv, que se repite continuamente: «Porque de una
y de otra parte se proceda con mayor claridad y conocimiento en el Señor nuestro» [18]; «para
más conocimiento de las personas...»[34]; «porque se pueda dar mayor inteligencia y
conocimiento de los tales...»[104, 112], «para mayor inteligencia del que ha de ser
examinado...»[30]; «Se puede tomar información de su persona fuera de casa, si en ella no hay
quien le conozca a suficiencia... Y cuando la duda [sobre el candidato] durase, ponerle en
ejercicios espirituales ayudará no poco para que se tenga la claridad que cerca de él se requiere,
a gloria de Dios nuestro Señor» [196]. A este fin se multiplican los informes sobre el Instituto
(capítulos1 y 4; la lectura de los Documentos papales sobre la Compañía, y de la Fórmula del
Instituto, y de las Reglas, cada seis meses). Lo mismo que los exámenes del candidato (examen
general y exámenes particulares según las diversas categorías, y se le grava la conciencia para
que diga la verdad, «porque se evite el engaño que podría haber de no se declarar puramente con
su superior, donde pueden nacer inconvenientes en daño notable de toda la religión [la
Compañía]» [35]”2.
Actualizamos este comentario del P. Aldama, con lo que prescriben las NC:
- Hágase un cuidadoso examen personal de la vida, dotes, y aptitud de los candidatos para
la Compañía, de la rectitud de su intención, defectos tanto psicológicos como físicos ...
(NC 26, §1).
- Empléense también otros medios aptos para que la Compañía los conozca [a los
candidatos] plenamente. Así, si no se les conoce por otros medios, solicítense
informaciones sobre su salud, costumbres, educación y práctica de la vida cristiana,
carácter, dotes, estudios cursados y progreso en los mismos, condición familiar y su
contexto social. Y cuando sea necesario para un conocimiento más profundo, solicítese el
consejo de psicólogos expertos, guardando estrictamente el secreto de la consulta y la
libertad del candidato... [NC 26, §2].
- Con esta misma finalidad, pueden ser invitados los candidatos a vivir por cierto tiempo en
alguna comunidad apta para el logro de estos objetivos (NC 26, §3).
- Si consta con certeza que se ocultó o disimuló dolosamente [la falta de salud] antes de los
votos, puede constituir causa de dimisión, aun contra la voluntad del interesado (NC 34).
Dígase lo mismo acerca del conocimiento de la Compañía por parte del candidato. Por
ejemplo: En esa etapa déseles suficiente información sobre la Compañía, por medio de la
conversación directa y por el estudio de su historia y lectura de sus documentos principales, tanto
antiguos... como otros más recientes (NC 25, §4).
Pero es en el c. IV del Examen sobre todo donde se llega al fondo de esta transparencia
con la que el candidato ha de entrar en la Compañía. No le oculta San Ignacio a dónde debe llegar
la renuncia de sí mismo y la entrega amorosa y confiada a la Compañía, que se concreta en estas
tres cosas: en la aceptación gozosa de entrar en el juego de la corrección fraterna dentro de ella, en
las pruebas del noviciado, y en la cuenta de conciencia. Estos aspectos, algunos de los cuales tanta
2ALDAMA, ANTONIO Mª. DE.- Iniciación al estudio de las Constituciones. Roma, Cis
1981, p. 45-46.
4
En el Noviciado
Con esto ya estamos hablando del noviciado. Además de las diversas pruebas, que
prácticamente estructuran todo el noviciado, podríamos ver cómo va modelando San Ignacio el
estilo propio de la relación formativa en él, que lógicamente ha de estar presidida por la
transparencia. Comencemos por la descripción de la figura del Maestro de novicios y de su
relación con ellos: Ayudará que haya una persona fiel y suficiente que instruya y enseñe cómo se
han de haber en lo interior y exterior, y mueva a ello, y lo acuerde, y amorosamente amoneste, a
quien todos los que están en probación amen, y a quien recurran en sus tentaciones y se
descubran confiadamente, esperando de él en el Señor nuestro consuelo y ayuda en todo. Y sean
avisados que no deben tener secreta alguna tentación que no la digan al tal o a su confesor o al
3ALDAMA, ANTONIO Mª. DE.- Comentario.... Ver págs. 55-57. Aldama prueba con
buenas razones que “descubriendo al superior” no es precisamente el modo único de corregir y ser
corregido en la Compañía, sino una posibilidad más para ello: “siendo ... contento” y
“descubriendo...”. Véase el texto latino de las Constituciones: “ac num manifestare sese invicem
sint parati...” (MI, Const.III, 19) .
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Superior, holgando que toda su ánima le sea manifiesta enteramente, y no solamente los defectos,
pero aun las penitencias o mortificaciones o las devociones y virtudes todas, con pura voluntad de
ser enderezados dondequiera que algo torciesen, no queriendo guiarse por su cabeza, si no
concurre el parecer del que tienen en lugar de Cristo nuestro Señor [263].
Esta manifestación es una simple traducción a la Compañía de la regla 13 de discreción de
espíritus de los Ejercicios (EE.[326]) en que el mal espíritu se resiste a la transparencia, y quiere
ser secreto, no descubierto. Esta relación, a lo largo del noviciado, inicia al novicio en un trato
abierto y confiado con sus futuros superiores y formadores, de forma que pueda crecer en él la
figura del hombre obediente según el espíritu de la Compañía.
Lógicamente el Maestro debe facilitar ese acceso y confianza, como se le dice más
explícitamente en las Reglas del Maestro de novicios4:
- 4º. Ame con más cuidado los hijos espirituales, y muéstreseles amable, mostrando
afabilidad en el rostro y en las palabras; y débesele acordar que les es dado oficio de
instruir y de consolar, y no de castigar. Por lo cual las reprehensiones y correcciones
blandas ejecutará por sí, y si más duras fueren necesarias, por los ministros; y así más
confiadamente recurran a él en sus tentaciones, y para que no encubran lo que tienen en
el ánimo.
- 7º.- Para que mejor conozca los novicios, y conociendo los provea en sus espirituales
necesidades, parece que convenga que se hiciesen a él las confesiones generales, y le
fuese cometida a él la cura de examinarlos entrando en casa.
Esta imagen del Maestro de novicios difiere bastante de la que existía (y aún hoy a veces
existe) en otras Congregaciones religiosas, de un Maestro de novicios orientado hacia estructuras
más externas del noviciado, de observancia regular, formación teórica, disciplinar, etc.
Los novicios, por su parte, han de crecer en confianza y sencilla humildad, propia de quien
se siente necesitado de esa ayuda, incluso para entenderse a sí mismos, y para relacionarse con los
demás, según su vocación comunitaria. Como muestra de esta actitud abierta, bastará recordar el
precioso resumen de lo que deseaba Ignacio que fuera una comunidad de novicios: Todos tengan
especial cuidado de guardar con mucha diligencia las puertas de sus sentidos (en especial los
ojos, y oídos, y la lengua) de todo desorden, y de mantenerse en la paz, y verdadera humildad de
su ánima, y dar de ella muestra en el silencio, cuando conviene guardarle; y cuando se ha de
hablar, en la consideración, y edificación de sus palabras, y en la modestia del rostro, y
madureza en el andar, y todos sus movimientos, sin alguna señal de impaciencia o soberbia, en
todo procurando y deseando dar ventaja a los otros, estimándolos en su ánima todos como si les
fuesen Superiores, y exteriormente teniéndoles el respeto y reverencia que sufre el estado de cada
uno, con llaneza y simplicidad religiosa; en manera que considerando los unos a los otros
crezcan en devoción y alaben a Dios nuestro Señor, a quien cada uno debe procurar de
reconocer en el otro como en su imagen [250].
Ya está claro que no se desea forzar en manera alguna una figura externa muy bien
ordenada pero no natural. Si Ignacio desea que los novicios aprendan a controlar los impactos que
nos llegan a través de los sentidos, es para mantener la paz y verdadera humildad, es decir, esa
“llaneza y simplicidad religiosa”, obra de Dios en nosotros, que nos permite ser transparentes para
los demás. Transparentes en el silencio, en las palabras, en la modestia, en la madurez. Cuando
hay transparencia, todo lo que somos y hacemos es lenguaje para los demás. Es la manera de
crecer en la capacidad de ver y de manifestar a Dios unos en otros, porque la transparencia y la
divina simplicidad lo hacen posible.
Las NC nos actualizan esta preciosa labor del noviciado, insistiendo en la necesidad de
que los novicios aprendan a mostrar lo que en realidad son:
- La vocación debe ser probada por medio de las diversas experiencias que, según la
mente de San Ignacio, constituyen la nota característica del noviciado, y que deben
4En la edición de las Obras Completas de San Ignacio de la Bac (quinta edición), ver
p.685.
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colocar a los novicios en condiciones de mostrar lo que en realidad son... (NC 46,
§1).
- ...se ha de fomentar desde el principio la debida convivencia y colaboración entre
todos los novicios, para que se conozcan y ayuden a estimar... (NC 43, §2).
- El ejercicio de la vida comunitaria ha de prepararlos para vivir como hermanos, y
favorecer su madurez afectiva (NC 50).
- Foméntense intensamente las virtudes humanas, ya que hacen más fecundo el
apostolado y más feliz la vida religiosa; tales son la bondad de corazón, la
sinceridad... (NC 51).
Hablando de la relación deseada entre los novicios y su maestro, se dice lo siguiente: La
formación en la discreta caridad por medio de la dirección espiritual y de la obediencia, supone
que entre el Maestro y los novicios hay verdadera confianza y libertad (NC 54, §1).
Esta relación de los novicios con su Maestro les prepara para seguir siendo claros en el
acompañamiento espiritual y con los superiores, más adelante.
La Cuenta de Conciencia
Un poco a caballo entre la transparencia en la formación y la de los formados ya en sus
comunidades y obras, está el tema de la cuenta de conciencia. En efecto, ella se da ya en la
Compañía desde el momento de entrar: En este tiempo asimismo de la primera probación
comunicarán sus conciencias con el Superior o con quien él ordenare... y harán una confesión
general (si no la han hecho) con quien les fuere ordenado... [200].
Y se sigue dando, con periodicidad anual, durante toda la vida. Es por lo tanto el apoyo
principal de la transparencia en la que ha de vivir el jesuita para mantenerse bien integrado en la
Compañía.
Ignacio fue un gran innovador en cuanto a la promoción de la transparencia en las
relaciones dentro de la Compañía. Un ejemplo importante es lo que determinó acerca de la cuenta
de conciencia, algo absolutamente nuevo en la vida religiosa anterior, y que quizás a Ignacio se le
ocurrió determinar para la Compañía, después que descubrió la enorme riqueza de la relación que
se establece en el acompañamiento espiritual de los Ejercicios. Veamos en primer lugar los textos
originales de la cuenta de conciencia. Solo me fijo en lo que toca más de cerca al tema que nos
ocupa. Porque a la cuenta de conciencia están dedicados los números 91 a 98 inclusive, en el libro
del Examen. Primero (como tanto le gusta hacer a San Ignacio) establece la motivación [91-92].
Después se establece lo determinado [93], y por último se detalla cómo deberá continuarse hasta
los últimos votos [94-98]. La cuenta de conciencia de los ya formados se determina en la Parte VI
de las Constituciones, como veremos.
- Considerando en el Señor nuestro, nos ha parecido en la su divina Majestad, que
mucho y en gran manera importa que los Superiores tengan entera inteligencia de los
inferiores, para que con ella los puedan mejor regir y gobernar, y mirando por ellos,
enderezarlos mejor in viam Domini [91].
- Asimismo cuanto estuvieren más al cabo de todas cosas interiores y exteriores de los
tales, tanto con mayor diligencia, amor y cuidado, los podrán ayudar, y guardar sus
ánimas de diversos inconvenientes y peligros que adelante podrían provenir. Más
adelante, como siempre debemos ser preparados conforme a la nuestra profesión y
modo de proceder, para discurrir por unas partes y por otras del mundo,... para que
se acierte en las tales misiones, en el enviar a unos y no a otros, o a los unos en un
cargo y a los otros en diversos, no sólo importa mucho, mas sumamente, que el
Superior tenga plena noticia de las inclinaciones y mociones, y a qué defectos o
pecados han sido o son más movidos e inclinados los que están a su cargo, para
según aquello enderezarlos a ellos mejor, no los poniendo fuera de su medida en
mayores peligros o trabajos de los que en el Señor nuestro podrían amorosamente
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sufrir. Y también porque guardando lo que oye en secreto, mejor pueda el Superior
ordenar y proveer lo que conviene al cuerpo universal de la Compañía [92].
- Por tanto, cualquiera que esta Compañía en el Señor nuestro quisiere seguir o ser en
ella para su mayor gloria, antes que entre en la primera probación o después de
entrado, antes de ser examinado generalmente o después dentro de algunos meses...,
sea obligado de manifestar su conciencia con mucha humildad, puridad y caridad, sin
celar cosa alguna que sea ofensiva al Señor de todos; y dar entera cuenta de toda su
vida pasada, o a lo menos de las cosas más esenciales, al Superior que se hallare de
la Compañía... [93].
- El que sintiere que en todo lo dicho le da Dios nuestro Señor ánimo y fuerzas, y juzga
ser a mayor gloria divina y más saludable a su conciencia ser incorporado en esta
Compañía, ultra de ver las Bulas y Constituciones y lo demás que toca al Instituto de
ella, al principio, y después de medio en medio año, como arriba se dijo, conviene que
haga una confesión general de toda la vida pasada con un sacerdote que el Superior
le ordenare, por muchas utilidades que en esto hay... recibiendo después de ella el
sacratísimo Cuerpo de Cristo nuestro Señor; y así de seis en seis meses irá haciendo
la confesión general al modo dicho, comenzando de la última, y procurando continuo
aumento de puridad y virtudes y deseos en el Señor nuestro intensos de mucho servir
en esta Compañía a la su divina Majestad. Cumplidos los dos años de probación y
mostrándose siempre obediente y edificativo en su conversación y en varias
experiencias, ...siendo él y la Compañía o el Superior de la casa contento, podrá ser
incorporado en ella, considerando primero las Bulas y Constituciones... [98].
- Lo que se ha dicho para los que de nuevo entran, en gran parte se observará también
con los que vienen de los estudios o de otros lugares de la Compañía, que no han sido
recibidos a profesión ni por coadjutores formados, ni han sido examinados
diligentemente en otra parte; porque cuanto con mayor claridad se procede, tanto
más firme esté cada uno en su vocación, y la Compañía asimismo pueda mejor
discernir si conviene que el tal quede en ella para mayor gloria y alabanza de Dios
nuestro Señor [202].
Dejemos de lado lo que se refiere a la confesión sacramental, que ha quedado separado y
tratado de otra manera desde la C.G. 34ª. En tiempos de San Ignacio, el sigilo sacramental era
comprendido de modo algo distinto. Lo verdaderamente importante para nosotros es la motivación
que le lleva a San Ignacio a establecer este modo de proceder en la Compañía.
Las expresiones que emplea son de una especial seriedad desde el principio, como si lo
hubiera pensado y orado bastante. Mucho y en gran manera importa esta transparencia entre
Superiores y súbditos. Nos jugamos en ella el modo propio de la Compañía en el regir y gobernar,
que es el gobierno espiritual a partir de las personas y de la llamada de Dios. La función de los
Superiores en la Compañía para ... mirando por ellos, enderezarlos mejor in viam Domini es la
que funda su autoridad espiritual y jurídica para recibir y exigir la manifestación incluso de la
conciencia. No olvidemos la relación que existe entre la claridad de conciencia y la puridad de
conciencia, tan esencial para todo progreso en el espíritu. Tendemos a ocultar lo que no está tan
limpio.
La proporción que establece San Ignacio cuanto estuvieren más al cabo de todas cosas
interiores y exteriores de los tales, tanto con mayor diligencia, amor y cuidado, los podrán
ayudar, y guardar sus ánimas de diversos inconvenientes y peligros que adelante podrían
provenir conserva una actualidad bien confirmada por la historia.
Pero si tenemos además en cuenta la importancia de preparar y llevar a cabo bien las
misiones propias de la Compañía, entonces no sólo importa mucho, mas sumamente, que el
Superior tenga plena noticia.... Queda resaltada la gradación de los motivos para la plena
transparencia.
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secretario Polanco cuando con gran realismo confiesan que una de las dificultades para esa unión
de los ánimos será que los jesuitas serán letrados, que tendrán favor de príncipes o personas
grandes y pueblos etc... [656]. Polanco añadía en sus Industrias algo que no pasó a las
Constituciones, pero que no deja de tener su parte de razón, y es que los jesuitas, por ser tan
letrados, estaban más dispuestos a “hacer cabeza de sí” 6.
En nuestros días, las NC nos avisan de que se ha de cuidad diligentemente que cada uno
sea dirigido conforme a sus dones..., pero al mismo tiempo se ha de promover constantemente el
sentido de solidaridad y colaboración, excluyendo todo tipo de individualismo [73].
Para desarrollar hoy el sentido comunitario entre nosotros se nos dice que en estos años
[de la formación] debe probarse y formarse seriamente el sentido comunitario de cada uno, como
presupuesto necesario para la vida apostólica de la Compañía [77, §3]. Para lo cual conviene
atender a la educación para el diálogo de los formandos entre sí y con los Superiores, así como
para la cooperación, la obediencia, y la corrección fraterna... [77, §4]. Siempre el mismo deseo
de abrirnos más a la comunicación y a la colaboración como aspectos importantes de nuestra
formación, para prevenir individualismos siempre más opacos.
La segunda nota se refiere al acompañamiento espiritual. En el noviciado este
acompañamiento se identifica con la relación con el Superior, en la persona del P. Maestro. Al
Rector de las comunidades de escolares se le dice que tenga, además de un “buen ministro”, un
otro que en las cosas espirituales superintendiese [431]. Pero, en realidad, en cuanto a la
transparencia podría valer lo dicho respecto al Superior. A los escolares se les dice que acudan
con frecuencia al director espiritual. Corresponde al Superior aprobar el director espiritual que
cada uno haya elegido entre los señalados para tal función (NC 66, §3).
Por último, a los ya formados se les dice: El diálogo habitual con el director espiritual
favorece el progreso en la experiencia espiritual y en el aprendizaje del discernimiento. Por eso,
aun en el tiempo de la actividad apostólica, deben todos tener en gran estima la dirección
espiritual, y dialogar frecuente y confiadamente con su director espiritual (NC 232).
El diálogo con el acompañante espiritual es la mejor preparación para un diálogo
transparente con los Superiores. Incluso cuando hubiere con éstos alguna dificultad, la mejor
manera de resolverla es tratarla en el ámbito de ese acompañamiento.
que es en Cristo nuestro Señor tan necesaria para que se conserve el buen ser y proceder de esta
Compañía [657].
Las personas que se dejan llevar de sus vicios, la mayoría de las veces inconscientes al
menos en parte, crean opacidad y ambigüedad a su alrededor. No se puede contar con ellas.
El “vínculo de la obediencia” es la mejor dinámica para la unión entre todos, y por eso
hemos de permanecer “estando muy unidos con su superior” [659]. La palabra «vínculo» sugiere
relación de sintonía, libre, querida, afectiva y sencilla. Es como una palabra ‘sagrada’, algo que se
cuida.
El mismo cargo del Colateral va buscando esa claridad en las relaciones comunitarias
propias del “ángel de paz”, que nos recuerda el ángel de luz de los Ejercicios. Según su oficio
debe fielmente informarle [al Superior] y decirle su parecer con libertad y modestia cristiana
[661]. El Superior, por su parte, ha de exhortarle a decirle lo que siente.
Vale la pena resaltar la importancia concedida por San Ignacio a la comunicación de letras
misivas, con el saber unos de otros, y entender las nuevas e informaciones que de unas y otras
partes vienen. Los superiores han de determinar “cómo en cada parte se pueda saber de las otras lo
que es para consolación y edificación mutua en el Señor nuestro” [673]. Esta comunicación fluida
y abundante de unas partes a otras en la Compañía, y de todas con el General, es el mejor modo de
proceder para crear un ambiente de transparencia en la Compañía. Entre los elementos que
recogen las NC como necesarios para desarrollar la vida comunitaria, se enumera en primer lugar
la información comunitaria entre Superiores y súbditos (NC 319).
Dentro de la misma parte VIII, habría que tratar de la transparencia en la Compañía
cuando ésta se junta en Congregación. Bastará aquí aludir a la importancia que dio San Ignacio a
cerrar la puerta a todo lo que pudiera sonar a ambición de cargos dentro o fuera de la Compañía,
de forma que toda elección vaya presidida por la limpieza de procedimiento y de un verdadero
discernimiento espiritual. Tales ambiciones, si existen, crecen siempre en la oscuridad del corazón
o de pequeños grupos de presión. San Ignacio llamaba “peste” a esta oscura enfermedad, que tanto
mal produjo en la Iglesia en los tiempos de nuestra fundación 7.
Las NC recomiendan esta relación cordial entre los miembros de las comunidades.
Además de lo que se nos decía antes acerca de que no sólo trabajamos juntos, sino que somos
hermanos (NC 311, §2), se añade un poco más adelante: Lo que más ayuda a crear y aumentar la
comunión entre todos los miembros de la Compañía es la actitud mental y afectiva con que nos
estimemos y aceptemos mutuamente como hermanos y amigos en el Señor (NC 313, §2).
Lo mismo puede verse además en NC 324, §1 y §3; 325, §1; 326, §1 y §3, en que se pide
que seamos todos capaces de crear ambientes comunitarios en los que sea posible la comunicación
interpersonal y espiritual.
Lo mismo se nos encomienda, tratando de la castidad consagrada: La castidad se guarda
con más seguridad cuando entre los compañeros que viven vida común reina un verdadero amor
fraternal...que nos dispone... a entablar con todos un diálogo fecundo y bienhechor, como
verdaderos hermanos y amigos en Cristo (146, §3).
Este tipo de relación, en el que está implicada necesariamente la afectividad, está
presuponiendo la transparencia de quien admite ser conocido a fondo, y se siente con acceso
confiado para conocer por dentro a sus hermanos. ¿No podemos afirmar con mucho fundamente
que la Compañía de nuestro tiempo está apostando fuerte en cuanto a relaciones transparentes y
cordiales entre nosotros?
Vinculada con esta transparencia comunitaria, está la prescripción sobre la manifestación
de defectos en la Compañía. Hemos hablado más arriba de ella, al tratar de la transparencia
buscada desde el comienzo por San Ignacio para los que entran en la Compañía. Lógicamente todo
lo que allí se dice no se dice sólo para quien entra, sino que marca el tipo de relación, sinceridad y
confianza característico del Cuerpo apostólico en que desea entrar el candidato. La Compañía está
pensada, de cara a su misión, con el supuesto de un tipo de relación entre unos y otros fundado en
esa mutua claridad y confianza.
Cómo deba ser entendida hoy esa ayuda de unos para con otros, puede verse en las NC,
donde se recogen las diversas condiciones y formas que pueden usarse para esta corrección. Es
preciso que [esa manifestación] proceda sólo de la caridad, y se haga de tal forma que la
manifieste (235, §1º). Y en el 236: Esta solicitud por nuestra conversión permanente y nuestro
progreso humano y espiritual puede manifestarse también por medio de la corrección fraterna,
sea en conversación personal, sea cuando se reúne la comunidad y se dan las circunstancias
espirituales adecuadas.
No sólo se pueda hacer la corrección fraterna a través del Superior, sino hablando con el
interesado “en conversación personal”, o en reunión comunitaria. Cuándo deba preferirse una
modalidad u otra, es algo que debe dictar a cada uno la propia discreción y caridad.
Para acabar este apartado, recojamos lo que las NC dicen en general de nuestro estilo
comunitario deseable: Trátense todos con sinceridad y sencillez evangélicas y con mutuo respeto,
como conviene a una familia congregada en el nombre del Señor” (NC 320).
Poco más adelante les dice a los Superiores: Procuren los Superiores, en lo posible,
construir una comunidad apostólica ignaciana, en la que puedan vivirse las múltiples formas de
una confiada y amigable comunicación espiritual” (NC 324, §1).
Y para no dejar las cosas sólo sugeridas, se determina que el programa de vida
comunitaria debe incluir, además de la breve oración diaria... otros tiempos más largos
dedicados a la comunicación espiritual...” (NC 324, §2).
Abusando de la imagen gráfica diríamos que no sólo tenemos que juntarnos mirando todos
hacia el altar, sino que además, hemos de mirarnos los unos a los otros, y comunicarnos entre
nosotros, dando pie así a que Dios actúe repartiendo sus dones a través de nosotros, y
disponiéndonos para conocer mejor su voluntad por el discernimiento. También en la oración hay
que superar el individualismo. Con frecuencia nos es más difícil la comunicación entre nosotros
que la comunicación de cada uno con Dios. Nos exige más en transparencia y nos contrasta más
en nuestras zonas más de penumbra.
complacer a la divina bondad por sí misma, y por el amor y beneficios tan singulares en que nos
previno, más que por temor de penas, ni esperanza de premios, aunque de esto deben también
ayudarse. Y sean exhortados a menudo a buscar en todas cosas a Dios nuestro Señor, apartando,
cuanto es posible, de sí el amor de todas las criaturas por ponerle en el Criador de ellas, a Él en
todas amando y a todas en Él, conforme a la su santísima y divina voluntad [288].