Dean Spade Una Vida Normal
Dean Spade Una Vida Normal
Dean Spade Una Vida Normal
edicions bellaterra
Diseño de la colección: Joaquín Monclús
Traducido por María Enguix Tercero
Revisado por R. Lucas Platero
Título original: Normal Life. Administrative Violence, Critical Trans Politics,
and the Limits ofLaw
Publicado por Sonth End Press, NY, 2011
©DeanSpade, 2015
© R. Lucas Platero, del prólogo a la edición española
© Edicions Bellaterra. S.L., 2015
Navas de Tolosa, 289 bis. 08026 Barcelona
www.ed-bellaterra.com
Impreso en España
Printed in Spain
ISBN: 978-84-7290-730-0
Depósito Legal: B. 17.770-2015
Impreso por Romanyá Valls. Capellades (Barcelona)
índice
Raquel L, Platero
En 2002 abrí las puertas del Sylvia Rivera Law Project (SRLP). Con
seguí financiación suficiente para alquilar una mesa de despacho y un
teléfono en una organización más grande, que defiende los derechos
de las personas pobres, y corrí la voz entre otras entidades proveedo
ras de servicios, como centros de tratamiento de adicciones, asesorías
jurídicas, centros de salud mental, programas de intercambio de jerin
guillas y organizaciones comunitarias, de que prestaría asesoramiento
jurídico gratuito a personas trans. Jamás habría imaginado la cantidad
de personas que llamarían a la organización necesitadas de ayuda, ni
la gravedad y la complejidad de sus problemas.
La primera llamada que recibí fue de la prisión de hombres de
Brooklyn.1 Jim, un hombre trans de veinticinco años, buscaba ayuda
desesperadamente: sufría acoso y amenazas de violación. Jim es una
persona trans con una condición intersexual.2 Nació y fue educado
1. Estos dos casos de estudio son la base de mi artículo «Compliance Is Gendered:
Transgender Survival and Social Welfare», publicado en Transcender Rights: History,
Politics and Law (eds.), Paisley Currah, Shannon Minter y Richard Juang, University
of Minnesota Press, Minneapolis, 2006, pp. 217-241.
2. «Intersexual» es un término usado para describir a personas cuyas condiciones fí
sicas, como reconocen los profesionales médicos, resultan difíciles de clasificar según
las nociones médicas actuales sobre lo que constituye un cuerpo «masculino» o «feme
nino». Debido a estas nociones, estas personas suelen ser objeto de intervenciones
médicas en la infancia para acomodar sus cuerpos a las normas binarias de género. En
la actualidad hay una gran campaña para detener estas intervenciones y permitir que
las personas con estados intersexuales puedan elegir si desean o no la intervención
médica que haría que sus cnerpos cumplieran más con las normas de género. Jim es
una persona con un estado intersexual y también es transexual, pero no hay evidencias
de que las personas con estados intersexuales estén más o menos dispuestas que otras
a tener una identidad trans. Para más información, véase <www.isna.org>.
como una chica, pero en la adolescencia empezó a identificarse como
hombre. De cara a su familia siguió identificándose como mujer, pero
en el mundo lo hacía como hombre; se cambiaba de ropa todas las
noches cuando volvía a casa y trataba de evitar el contacto entre su
familia y cualquier persona de su círculo. El estrés de vivir una «doble
vida» era inmenso, pero Jim sabía que esta era la única forma de con
servar las relaciones con su familia, a la que se sentía muy unido.
A la edad de diecinueve años, Jim se vio envuelto en un robo por
el que se le condenó a una sentencia de cinco años de libertad vigila
da. Durante el segundo año del período de libertad vigilada fue deteni
do por posesión de drogas. Fue condenado a dieciocho meses de régi
men interno para tratar su adicción y enviado a una residencia de
hombres. En este entorno supuestamente terapéutico, Jim reveló su
condición intersexual a un orientador. Su confidencialidad fue viola
da, pronto la plantilla y los internos supieron de su intersexualidad e
historia trans. Por miedo y protección, Jim huyó del centro.
Conocí a Jim después de que se hubiera entregado, deseoso de
resolver sus delitos penales pendientes, poder matricularse sin trabas
en la universidad y seguir con su vida. Jim se hallaba entonces en una
prisión de hombres de Brooklyn, volvía a sufrir acoso y amenazas de
violación. La dirección penitenciaria se negó a dar seguimiento a sus
tratamientos de testosterona y, como consecuencia, le vino la mens
truación; cuando lo registraban desnudo mientras menstruaba, otros
reclusos y funcionarios descubrieron su condición.
Jim y yo trabajamos juntos para convencer al juez asignado a su
caso de que Jim solo podría acceder de forma segura a los servicios de
tratamiento de adicciones en un establecimiento ambulatorio, por los
riesgos que corría en las residencias. Tras lograr convencer al juez,
descubrimos que casi todos los programas hacían distinciones en fun
ción del sexo, y que no eran lugares seguros para Jim en tanto persona
trans con una condición intersexual. Al llamar a los centros en busca
de una plaza para Jim, el personal de todas las áreas me hacía pregun
tas del tipo: «¿Orina de pie o sentado?», y «¿tiene pene?», lo que me
indicó que tratarían a Jim como una novedad y que su género y sus
características corporales serían una fuente de cotilleos. Algunos cen
tros me dijeron que no podían aceptar a Jim porque no estaban prepa
rados para tratar a personas como él. Los que no rechazaron directa
mente su solicitud alegaron su falta de idoneidad para suministrarle un
tratamiento apropiado. Los escasos programas de tratamiento de adic
ciones para lesbianas y gays que localicé parecían inapropiados, por
que Jim no se identificaba como gay y, de hecho, conocía a pocos
homosexuales y se sentía más bien incómodo en espacios queer. Fi
nalmente, el juez aceptó que Jim iniciase un tratamiento ambulatorio
con una política de «tolerancia cero», según la cual una única reinci
dencia le costaría un tiempo en prisión. Con un enorme estrés, Jim
empezó el tratamiento, siempre temeroso de que lo descubrieran y
camuflando su identidad cuando participaba a diario en la terapia de
grupo. No es de extrañar que reincidiera. Fue condenado a una pena
de prisión.
Cuando acudí al juez para pedirle que enviase a Jim a una prisión
de mujeres porque él pensaba que sería más seguro para él a tenor de
sus experiencias en centros de hombres, la respuesta del juez fue: «No
se puede tener todo». Una vez más, el género y la condición fisiológi
ca de Jim, así como su incapacidad para sortear con éxito los requisi
tos de género de un sistema extremadamente violento en que estaba
inmerso —por su participación en una actividad delictiva derivada de
su pobreza— fueron considerados parte de su criminalidad y una con
dición censurable. El juez lo castigó con todo rigor, condenándolo al
máximo número de años por quebrantar la libertad vigilada y exigien
do que cumpliese la pena en una prisión de hombres.
En esa misma época tuve otra dienta, Bianca, una mujer trans de
diecinueve años. Bianca vino a pedirme ayuda con múltiples cuestio
nes. Primero, quería demandar a su instituto. En 1999, Bianca estudia
ba en un instituto público del Bronx. Después de una lucha interna de
varios años en la que intentó reconciliarse consigo misma como mu
jer, Bianca acabó reuniendo fuerzas para revelarse como tal a sus
compañeros y profesores. Ella y otra estudiante trans, amiga íntima
suya, decidieron manifestar su identidad juntas. Un día se presentaron
en el instituto vestidas para reflejar sus identidades femeninas. Les
cortaron el paso en conserjería y no las dejaron entrar. Después les
dijeron que se marcharan y que no volvieran. Cuando sus progenitores
llamaron al centro para obtener más detalles y averiguar cuál era el
siguiente paso a seguir, no les devolvieron las llamadas. Tampoco les
dieron referencias para otros institutos, ni una suspensión oficial ni
audiencias para su expulsión o documentos. Conocí a Bianca tres años
más tarde. No había conseguido representación legal, y cuando me
puse a investigar la posibilidad de una demanda, descubrí que la pres
cripción había vencido. Ya no tenía derecho a una demanda judicial
viable.
Cuando conocí a Bianca, no tenía hogar ni empleo, e intentaba
huir de una relación abusiva. No se atrevía a acudir a la policía por
miedo a las represalias de su novio y porque temía, justificadamente,
que la policía no solo le negaría ayuda, sino que también la humillaría,
acosaría o lastimaría por ser trans. Todos sus documentos identificati-
vos indicaban un nombre y un sexo masculino; no habría tenido forma
de interactuar con la policía sin ser identificada como persona trans.
En nuestra búsqueda de lugares donde Bianca pudiese vivir, nos en
frentamos al hecho de que todos los albergues para personas sin hogar
insistían en ubicarla de acuerdo al sexo que le había sido asignado al
nacer; Bianca habría sido la única mujer en un centro solo de hom
bres, y le aterraban los abusos que podría sufrir en tales circunstan
cias. Los albergues para mujeres víctimas de violencia doméstica se
negaban a reconocerla como mujer y eran reacios a acogerla. Cuando
Bianca solicitó asistencia social, recibió instrucciones de presentarse
en un centro de empleo para participar en un programa de ayuda labo
ral. Cuando intentó acceder al centro, fue brutalmente acosada en el
exterior, cuando finalmente entró y quiso usar el cuarto de baño de
mujeres, el personal la echó y la humilló. En definitiva, volver al cen
tro le pareció muy peligroso y perdió sus prestaciones. Su falta abso
luta de ingresos suponía también su inaccesibilidad a los tratamientos
hormonales que usaba para mantener su aspecto femenino, cosa que le
resultaba necesaria emocionalmente y la mantenía a salvo del acoso y
la violencia a que era sometida cuando era más fácil de identificar
como mujer trans en la calle. Bianca intuyó que la única opción para
obtener los ingresos necesarios para comprar hormonas era dedicarse
al trabajo sexual criminalizado. En este punto, su única salida era con-
seguir los tratamientos hormonales en economías sumergidas, pues el
coste de su medicación por los medios sanitarios convencionales ha
bría sido prohibitivo, dado que MedicaicP —en caso de que hubiera
3. Medicaid es un seguro médico ofrecido por el gobierno de Estados Unidos para
las personas y familias con bajos ingresos, especialmente cuando hay niños, ancianos
y personas con discapacidad. Surge en un contexto social donde es una práctica común
tener un seguro médico privado, con diferentes limitaciones sobre qué prestaciones
ofrece, generando una brecha social importante con quienes no pueden pagarlo.
podido obtener alguna vez sus prestaciones— no cubriría los costes.
Esta situación la expuso a un riesgo mayor de violencia policial, de
tenciones y otras violencias. Además, como Bianca accedía a hormo
nas administradas por vía intravenosa en el mercado negro, se exponía
a contraer el VIH, la hepatitis y otras enfermedades contagiosas.
Las historias de Jim y Bianca, como acabé descubriendo, no eran
la excepción. Siguieron entrando llamadas al SRLP, y conocí a una
serie interminable de personas enfrentadas a numerosos problemas en
trelazados, que tienen que ver con que estas personas resultan básica
mente incomprensibles para los sistemas administrativos que deciden
sobre la desigualdad de oportunidades: vivienda, empleo y servicios
públicos, por mencionar algunos. Mis clientes y dientas se enfrenta
ban al prejuicio consciente de la transfobia, que produce una violencia
selectiva, así como a numerosos escollos administrativos que convier
ten las necesidades vitales básicas en inaccesibles. Cada relato evi
denciaba un entramado de obstáculos distintos. Escuché informes
consistentes de controles policiales selectivos, brutalidad policial y
detenciones ilegales; acoso y agresiones sexuales; palizas y violacio
nes; despidos; desahucios; negativas y desestimaciones de servicios
sociales e instituciones de bienestar social; desestimaciones de servi
cios jurídicos; y rechazo familiar. El impacto de cada una de estas si
tuaciones se exacerbaba porque el género es un principio estructura-
dor de la economía y de los sistemas en apariencia banales que rigen
la vida diaria de las personas, pero cuya presencia es especialmente
fuerte en las vidas de las más empobrecidas. Mis clientes no encaja
ban en los sistemas administrativos que hacen diferencias binarias de
género, y pagaron el precio de la exclusión, la violencia y la muerte.
La mayoría no tenía esperanzas de encontrar un empleo legal debido a
los prejuicios y la violencia sufridos, y tuvieron que recurrir a una
combinación de prestaciones públicas y trabajo criminalizado —con
frecuencia en el mercado del sexo— para subsistir. Todo ello se tradu
cía en la exposición constante a un sistema de represión penal que los
encerraba inevitablemente en centros segregados por sexo, donde eran
ubicados según el sexo asignado al nacer y estar expuestos a más vio
lencia. En el caso de los inmigrantes que habían solicitado un ajuste
de estatus que les permitiera residir legalmente en Estados Unidos, un
solo cargo por prostitución podía destruir su elegibilidad. Admitir
sencillamente ante un abogado de inmigración que habían recurrido al
trabajo sexual los habría privado de asesoramiento durante el proceso
de la revisión de su estatus ciudadano.
Los clientes no inmigrantes también se enfrentaron a severos
problemas de documentación y ciertos escollos relativos a la identifi
cación y la asistencia sanitaria. Para rectificar el sexo en los documen
tos identificativos, se suele pedir poder probar que se ha estado en tra
tamiento médico transexualizador, especialmente la cirugía, en gran
parte de los organismos que expiden documentos identificativos en
EE.UU., como son los numerosos departamentos de vehículos motori
zados y otros.4 No obstante, gran parte de las compañías de seguros
privadas y los programas estatales Medicaid tienen normas que exclu
yen este servicio de la cobertura sanitaria, con lo cual quienes no pue
den costeárselo de su bolsillo no pueden obtenerlo y, por ende, rectifi
car su sexo en los documentos identificativos. En muchos estados del
país este servicio es requisito indispensable para modificar el sexo en
los certificados de nacimiento, si bien simultáneamente el Estado tie
ne un programa Medicaid qne excluye de forma explícita este servicio
de la cobertura sanitaria. Para la mayoría de las personas trans, estas
normas prácticamente les imposibilitan modificar sus documentos
identificativos. No tener una identificación apropiada implica dificul
tades y riesgos en el trato con las empresas, la policía u otras autorida
des estatales para viajar, cobrar cheques o acceder a establecimientos
con restricciones de edad: la identidad de las personas trans queda al
descubierto cada vez que enseñan su identificación. Estas barreras di
ficultan en extremo que las personas trans ganen los recursos económi
cos necesarios para acceder al servicio médico para hacer su transición,
si así lo desean o necesitan. Estas políticas y prácticas administrativas
limitan seriamente el acceso a la asistencia sanitaria y al empleo para
la mayoría de las personas trans.
Los relatos que escuché de mis primeros clientes y seguí escu
4. No he incluido una lista completa de las políticas actuales en este volumen porque
cambian con frecuencia. Sin embargo, mi artículo «Documenting Gender», Hastings
Law Journal. 59, 2008, pp. 731-842, incluyo descripciones de las políticas locales y
estatales y sus requisitos en el momento de la publicación. Organizaciones de promo
ción como el Sylvia Rivera Law Project <www.srlp.org>, la National Gay and Lesbian
Task Forcé <www.thetaskforce.org>. el National Center for Lesbian Rights <www.
nclrights.org> y el National Center for Transgender Equality <www.nctequality.org>
se puede contactar con estas organizaciones para obtener actualizaciones sobre los
cambios en estas políticas.
chando de personas trans que conocí durante mi trabajo en el SRLP
dibujaron una serie de barreras —tanto de prejuicios como del entra
mado de normas administrativas inconsistentes en materia de géne
ro— que producen una gran vulnerabilidad. El impacto de estas con
diciones varía en las subpoblaciones de personas trans; incluso
aquellas con privilegios de clase, privilegios por el acceso a la educa
ción, privilegios de raza blanca, ciudadanía estadounidense, capacida
des físicas y mentales percibidas como medias o superiores y habili
dades lingüísticas en inglés experimentan muchos de estos escollos.
Numerosas personas con privilegios tienen los mismos problemas con
los documentos identifi cativos, a menudo no pueden costearse la asis
tencia sanitaria, sufren agresiones físicas, sus derechos parentales son
revocados por los tribunales, son detenidas por usar cuartos de baño o
se les impide el acceso a baños adecuados a su género en el lugar de
trabajo y/o centros educativos, son discriminadas en las contrataciones,
son discriminadas por las compañías de seguros y pierden el apoyo
familiar. Muchas experimentan una movilidad descendente en térmi
nos de riqueza/ingresos por culpa de su identidad trans. Sin embargo,
el acceso a ciertos privilegios que condicionan el reparto de oportuni
dades (como, por ejemplo, ser blanco, tener un cuerpo percibido como
sano, empleo, condición de inmigrante) también ayuda a ciertos indi
viduos a librarse en mayor o menor grado de las violencias sufridas
por personas de color, personas con discapacidad, inmigrantes, comu
nidades indígenas, reclusos, jóvenes en régimen de acogida y perso
nas sin hogar. Las personas trans más marginales experimentan la vul
nerabilidad más extrema, en parte porque más aspectos de sus vidas
están supeditados al control directo de los ordenamientos jurídicos y
administrativos de dominación —prisiones, programas de bienestar,
servicios de acogida, centros de tratamiento de adicciones, albergues
para personas sin hogar, centros de formación profesional— que se
basan en un binarismo de género rígido. Estos vectores transversales
de control dificultan especialmente la obtención de recursos, restrin
gen el acceso a espacios de refugio o seguridad y hacen que la pérdida
de empleo, apoyo familiar, acceso a un abogado o a asistencia sanita
ria sean más costosos. Las poblaciones trans más marginales son las
que tienen menos protección contra la violencia, sufren más palizas y
violaciones, son recluidas en prisiones con penas durísimas y corren
más riesgos de desaparecer o ser asesinadas.
Este libro trata de las condiciones que están recortando las ex
pectativas de vida de las personas trans e investiga el rol del derecho
en la producción de estas condiciones y cómo podría o debería contri
buir para cambiarlas. En las dos últimas décadas el discurso público
sobre las identidades y los derechos de las personas trans ha cambio
sustancialmente. La exclusión de las personas trans de las estrategias
políticas de gays y lesbianas ha suscitado más interés. Se ha incre
mentado la cobertura mediática sobre los problemas de las personas
trans. Nuevas formaciones políticas de personas trans han comenzado
a institucionalizarse, creando nuevas organizaciones sin ánimo de lu
cro y asociaciones profesionales centradas específicamente en cues
tiones trans; labor que también produce nueva terminología, conoci
miento y herramientas de promoción sobre identidad y expresión de
género. Estos avances plantean serios interrogantes en torno a la polí
tica trans. ¿Cuál es la relación entre la estrategia política trans y las
estrategias del trabajo de derechos de gays y lesbianas que han canali
zado tanto interés en las tres últimas décadas? ¿Qué papel debería de
sempeñar la reforma jurídica en la estrategia política trans? ¿Cuál será
el impacto de estas nuevas organizaciones sin ánimo de lucro en las
vidas de las personas trans y la política de resistencia trans? ¿Quién
debería liderarlas y qué formas de liderazgo debería utilizar la política
trans? ¿Qué relación guarda la política trans con otros movimientos y
asuntos políticos? En concreto, ¿cómo interactúa la política trans con
el antirracismo, el feminismo, el anticapitalismo, el antiimperialismo,
las políticas de inmigración y las políticas de personas con discapa
cidad?
Este libro propone interrogar el rol de la reforma legislativa en la
resistencia trans, inspirándose en los postulados de la teoría crítica
sobre la raza (Cñtical Race Theory), el feminismo Negro, la teoría
queer y los estudios críticos sobre discapacidad para descubrir que
hay errores y limitaciones en las estrategias jurídicas propuestas por
las lesbianas y gays de raza blanca. Las tradiciones políticas e intelec
tuales críticas han producido una vivida imagen de las limitaciones
que las estrategias reformistas centradas en la igualdad jurídica plan
tean para los movimientos deseosos de un cambio político transforma
dor. Estas tradiciones han puesto de manifiesto tanto la ineficacia del
principio de discriminación como método para identificar y combatir
la opresión, como también que las declaraciones jurídicas de «igual
dad» suelen ser instrumentos para mantener acuerdos de estratifica
ción social y económica. Además, estas tradiciones ofrecen formas de
comprender las manifestaciones de poder y control que permiten iden
tificar con más rigor las condiciones sufridas por las personas trans y
el desarrollo de estrategias de transformación más eficaces que las
permitidas por el marco de reforma jurídica liberal. Expertos y acti
vistas en estas tradiciones, como Ruth Gilmore, Andrea Smith, Ange
la Davis, Lisa Duggan, Grace Hong, Roderick: Ferguson, Chandan
Reddy y Angela Harris,5 describen el funcionamiento de la maquina
ria política —como la decreciente capacidad de negociación de los
trabajadores, el desmantelamiento de los programas de bienestar, la
expansión del complejo industrial penitenciario y del control migrato
rio, y el auge de las asociaciones sin ánimo de lucro— e identifican
las complejidades intrínsecas a la práctica de la política de resistencia
en una época de cooptación y asimilación. Este libro trata estas cues
tiones desde una perspectiva política trans crítica, aplica el análisis
que tales tradiciones vienen desarrollando a las luchas de las personas
trans e ilustra de qué formas la resistencia trans puede encajar en los
marcos generales que están tomando forma en estos debates.
Para este fin, los siguientes capítulos ponen de relieve los pro
blemas surgidos a raíz de la institucionalización de la agenda de dere
chos de lesbianas y gays basada en una estrategia de reforma legislati
va. Estos problemas deben poner sobre aviso a expertos y activistas
trans sobre las limitaciones de este nuevo enfoque. Los compromisos
contraídos para fomentar los derechos de lesbianas y gays con el fin
de conquistar ventajas jurídicas formales en materia de igualdad han
5. Véase, por ejemplo, Ruth Wilson Gilmore, Golden Gidag: Prisons, Surplus, Cri
sis, and Opposition in Globalizing, University of California Press, California, Berke-
ley y Los Ángeles, 2007; Angela Y. Davis, Are Prisons Obsolete, Seven Stories Press,
Nueva York, 2003; Grace Kyungwon Hong, The Ruptures of American Capital: Wo-
men of Color Feminism and the Culture oflmmigrant Labor, University of Minnesota
Press, Minneapolis, 2006; Roderick Ferguson, Aberrations in Black: Toward a Queer
of Color Critique. University of Minnesota Press, Minneapolis, 2003; Chandan Reddy,
Freedom with Violence: Race, Sexuality and the US. State, Duke University Press,
Durham, NC, 2011; Angela P. Harris, «From Stonewall to the Suburbs? Toward a Po-
litical Economy of Sexuality», William and Mary Bill of Rights Journal, 14, 2006,
pp. 1.539-1.582; Lisa Duggan, The Twilight ofEquality? Neoliberalism, Cultural Po-
UticSy and the Attack on Democracy, Beacon Press, Boston, 2004; y Andrea Smith,
Conquest: Sexual Violence and American Indian Genocide, South End Press, Cam
bridge, MA, 2005.
tenido costes enormes: se han perdido oportunidades de formar coali
ciones, se ha alienado a amplios sectores poblacionales afectados por
la homofobia, y el impacto real de las «victorias» ha sido tan limitado
que ha neutralizado su efecto en las poblaciones más vulnerables a los
peores riesgos de la homofobia. Además, como el discurso y las estra
tegias en pro de los derechos de lesbianas y gays han ido avanzando
hacia la privatización, la criminalización y la militarización, han aca
bado incorporándose a la agenda neoliberal de formas que no solo ig
noran, sino que además perjudican directamente, ponen en peligro y
marginan en mayor grado a las personas más vulnerables, exponién
dolas a la homofobia y a la violencia estatal.
Este libro reclama que revisemos la hipótesis de que la política
trans es el pariente olvidado de la estrategia de derechos de lesbianas
y gays y qne su prioridad debería ser lograr reconocimiento, inclusión
e incorporación, en la línea de lo que han venido buscando los defen
sores de los derechos de lesbianas y gays. En cambio, yo defiendo que
existe un enfoque más transformador para la política trans, que con
ceptual iza con mayor precisión las condiciones que sufren las perso
nas trans y formula más directamente una estrategia de cambio favo
rable a su bienestar. Un enfoque de esta índole incluye un trabajo para
la reforma jurídica pero no lo prioriza, sino que lo aborda con la cau
tela urgida por las tradiciones críticas a las que se debe y de las cuales
forma parte. Sus demandas deben exceder el fruto de un régimen jurí
dico que ha sido creado por el capitalismo, la supremacía de la raza
blanca, el colonialismo de asentamientos y el heteropatriarcado, y que
existe para perpetuarlos. Este enfoque se enraíza en el imaginario
compartido de un mundo sin prisiones, colonialismo, control migrato
rio, violencia sexual o distribución desigual de la riqueza. Se sustenta
en una infraestructura de movimiento social que es democrática, no
jerárquica y centrada en la reparación. El propósito de este libro es
describir algunas de las necesidades de esta política trans crítica mos
trando los modelos que ya tenemos, que podrían ampliarse para prac
ticar una política trans crítica.
Introducción
Derechos, movimientos y política trans crítica
1. Como ha observado Grace Hong: «La práctica del feminismo de mujeres de color
identifica al estado como un lugar que produce violencia, no que la resuelve, y al ha-
nuas. Y trata de prácticas y procesos, no de un punto de llegada, resis
tiéndose a las jerarquías de la verdad y la realidad para, en cambio,
señalar y rechazar la violencia de estado.2 Varios movimientos socia
les han tenido que plantearse por qué el cambio jurídico en materia de
derechos no ha traído consigo la profunda transformación que perse
guían, por qué la desigualdad de oportunidades ha crecido durante un
período en el que hemos visto la supresión formal de la segregación y
la promulgación de políticas que prohíben la discriminación por razo
nes de sexo, raza y discapacidad. Antes de que las personas trans
abanderen un reconocimiento legal, que parece bueno y en teoría es
deseable (por ejemplo, ser incluidas en la legislación antidiscrimina
toria y en los delitos homófobos), debemos considerar seriamente por
qué estas leyes no han traído el cambio que muchos habían deseado.
Necesitamos una política trans crítica que cuestione continuamente su
propia eficacia, que se niegue a asumir las narrativas de cambio, que
en realidad, no hacen sino mantener ciertas estructuras y categorías.
Necesitamos una política trans crítica que se centre en prácticas y pro
cesos y no en llegar a un punto de «liberación» determinado. Para
poner en práctica esta política hay que abordar cuestiones de calado
como qué es la ley, qué es el poder, cómo participan los regímenes
jurídicos en la desigualdad de oportunidades y qué papel pueden o no
cerlo desplaza las luchas basadas en los derechos (...)• Además, a diferencia de los
formas monotemáticas de organización, como el movimiento feminista blanco conven
cional, la organización sindical tradicional o los movimientos raciales, la insistencia
del feminismo de mujeres de color en la diferencia, la política de coalición y un exa
men cuidadoso de los procesos transversales de raza, género, sexualidad y clase, que
hacen imposibles las identificaciones singulares, desplaza la formación del sujeto na
cionalista estadounidense basado en la homogeneidad, la equivalencia y la identifica
ción». Grace Hong, The Ruptures of American Capital: Women of Color Feminism and
the Culture of Inmigrant Labor, University of Minnesota Press, Minneapolis, 2006,
p. xiv. Según Jodi Melamed: «La theory in the flesh (teoría encamada) del feminismo
de las mujeres de color exige que se reconozca la materialidad plena de las vidas de las
mujeres de color, de forma que se desmientau las divisiones de las estructuras de cono
cimiento y epistémicas que forjan y niegan al mismo tiempo los vínculos entre las li
bertades liberales y la violencia normativa, mientras insiste —en tanto colectividad
política— en «que suceda otra cosa», en la necesidad de actuar en común para forjar
relaciones sociales y valores relativamente desvinculados de los de la globalización
capitalista». Jodi Melamed, «Rationalizing Violence in the New Racial Capitalism»,
Critical Ethnic Studies and the Future of Genocide Conference, Universidad de Cali
fornia, Riveside, 11 de marzo de 2011, p. 10.
2. Chela Sandoval, Methodology ofthe Oppressed, University of Minnesota Press,
Minneapolis, 2000, p. 54.
tener las leyes en la modificación de las medidas que tanto sufrimien
to generan a las personas trans.
Los movimientos sociales de resistencia nos han procurado un
retrato de Estados Unidos muy diferente del que se cuenta en casi toda
la educación básica y en los libros de texto. El relato patriótico que se
enseña en los colegios nos cuenta algunas mentiras básicas sobre el
derecho y la política estadounidenses: que Estados Unidos es una de
mocracia cuyo derecho y política deriva de lo que una mayoría social
piensa que es mejor, que Estados Unidos fue racista y sexista en el
pasado pero ahora es justo y neutral gracias a los cambios legislativos
y que, si hay determinados grupos que sufren perjuicios, siempre pue
den acogerse a la ley para que los proteja. Los movimientos sociales
han puesto en tela de juicio este relato, identificando a Estados Unidos
como una colonia de asentamiento y con un proyecto racial, fundado
y construido sobre el genocidio y la esclavitud.3 Han demostrado que
Estados Unidos siempre ha tenido leyes que dividen a las personas en
categorías dependiendo del origen indígena, la raza, el género, las ca
pacidades y el origen nacional para producir poblaciones con distintos
niveles de vulnerabilidad a la explotación económica, la violencia y
la pobreza. Estas contranarrativas han cuestionado el concepto de que
la violencia es ejercida por individuos particulares, con malas ideas y
que es en el estado donde debemos buscar protección contra esta vio
lencia. Por el contrario, los politólogos y los movimientos sociales
desde la resistencia nos han ayudado a entender el concepto de «vio
lencia de Estado», que ha sido esencial para exponer los principales
sufrimientos de los pueblos nativos, las mujeres, las personas de co
lor, las personas con discapacidad y las inmigrantes. Han expuesto
5. Ruth Wilson Gilmore, Golden Gulag: Prisons, Surplus> Crisis, and Opposition in
Globalizing, University of California Press, California, Berkeley y Los Ángeles, 2007;
Angela Y. Davis, Are Prisons Obsolete?, Seven Stories Press, Nueva York. 2003; Loi'c
Waquant, Punishing the Poor: The Neoliberal Government of Social Insecurity, Duke
University Press. Durham, NC, 2009; Craig Willse, «Surplus Life: The Neoliberal Ma-
king and Managing of Housing Insecurity», tesis doctoral, City University of New
York, 2010.
da condenar a muerte o a la exclusión a determinados individuos, sino
en crear normas que distribuyen vulnerabilidad y seguridad. Cuando
pensamos en el poder desde esta perspectiva, analizamos de otra ma
nera las condiciones que nos afectan y nos hacemos otras preguntas.
Mitchell Dean describe cómo un análisis de este tipo atiende a
las rutinas de la burocracia; las tecnologías de anotación, grabación,
compilación, presentación y circulación de información, las teorías, los
programas, el conocimiento y la experiencia que constituyeu un campo
qne debe ser regulado e investirlo de propósitos y objetivos; las formas
de ver y representar asumidas en las prácticas de gobierno; y las distin
tas capacidades y prácticas de gobierno de los diferentes organismos,
que precisan, provocan, forman y reforman. Examinar los regímenes de
gobierno supone realizar un análisis en plural: ya existe una pluralidad
de regímenes de prácticas en un territorio determinado, cada cual com
puesto por una multiplicidad de elementos, en principio ilimitados y
heterogéneos, vinculados por una variedad de relaciones y capaces de
tener conexiones polimorfas entre ellos. Los regímenes de prácticas
pueden ser identificados siempre que exista un campo relativamente
estable de correlación de visibilidades, mentalidades, tecnologías y or
ganismos, de suerte que constituyan cierto punto de referencia incues
tionable para cualquier forma de problematización.6
Este análisis puede observase en el trabajo de quienes hablan del
«complejo industrial» para describir y resistir a las fuerzas de militari
zación y represión penal imperantes en la sociedad estadounidense.
También puede verse en el trabajo actual de justicia social para las
personas con discapacidad. Los estudios críticos sobre discapacidad y
los movimientos de derechos y de justicia social para las personas con
discapacidad nos muestran de qué forma los regímenes de conoci
miento y prácticas en cada ámbito de la vida establecen normas sobre
los cuerpos y mentes «sanos», y condenan a quienes se apartan de es
tas normas al abandono y la reclusión.7 Las políticas y las prácticas
enraizadas en la eugenesia han intentado (y siguen intentando) elimi
nar la existencia de las personas que se apartan de estas normas. Ex
6. Mitchell Dean, Governmentality: Power and Rule in Modern Society (2.a ed.),
SAGE Publications, Londres, 2010, p. 37.
7. Withers, A. J., Disability Politics and Theory, Fernwood, Halifax, 2012.
pertos y activistas nativos han mostrado cómo las normas culturales
europeas determinan todas las cosas, desde qué es la propiedad hasta
cómo debe ser la estructura familiar y de género, y cómo se ha usado
cada ocasión posible para imponer estas normas al servicio del geno
cidio de los pueblos indígenas. En estos espacios y otros muchos, po
demos ver cómo la circulación de normas crea una idea que afianza
las condiciones para la violencia, explotación y pobreza a las que los
movimientos sociales se han resistido; la idea de que la población na
cional (construidas como quienes cumplen con las normas sobre la
raza, el género, el sexo, las capacidades, el país de procedencia y otras
normas), debe ser protegida contra esos «otros» (los que se apartan de
estas normas) que son retratados una y otra vez en distintos momentos
históricos como «amenazas» o «parásitos». Esta creación de normas
es fundamental para producir la idea de que el cuerpo nacional siem
pre está amenazado y para justificar la exclusión de ciertas poblacio
nes de los programas de distribución de riqueza y la desigualdad de
oportunidades (colegios para blancos, prestaciones de seguridad so
cial, programas de distribución de tierras y viviendas) y la condena de
éstas mismas poblaciones a la reclusión y la violencia (incluyendo
represión penal, control migratorio, leyes racistas sobre drogas, esteri
lización y experimentos médicos). Incluso cuando estas normas se in
corporan a espacios e instituciones de forma inconsistente, y se ejecu
tan arbitrariamente, logran su objetivo de producir seguridad en
algunas poblaciones y vulnerabilidad en otras. Numerosos grupos so
ciales han analizado el hecho de que varios grupos salen malparados
por la promoción de una identidad nacional centrada en criterios de
raza, cuerpos, salud, género y reproducción. Estos constructos suelen
funcionar en segundo plano y son considerados elementos «neutrales»
de varios sistemas de ordenación. Si bien la existencia y la manifesta
ción de estas normas administrativas son menos visibles que cuando
una persona es claramente despedida, asesinada o excluida por su
raza, cuerpo o género, a menudo producen más daño porque articulan
las vidas en su totalidad. En los capítulos de este libro regresaré una y
otra vez sobre varios ejemplos fundamentales como el desmantela-
miento de los programas de bienestar y la expansión del control penal
y migratorio, que son centrales en la política contemporánea y ayudan
a ilustrar cómo son distribuidas las oportunidades a través de sistemas
de significación y control, que distinguen entre razas y géneros, a me-
nudo con programas que aseguran ser neutrales en materia de género
y raza, así como dicen ser puramente administrativos.
A lo largo de este libro uso el término «sujeción» cuando me
refiero al funcionamiento de sistemas de significación y control como
el racismo, el capacitismo, el sexismo, la homofobia, la transfobia y la
xenofobia. Uso «sujeción» porque es un término que indica que las
relaciones de poder tienen un impacto en nuestro conocimiento de no
sotros mismos, como sujetos a través de tales sistemas de significa
ción y control: las formas en que concebimos nuestros cuerpos, las
cosas que creemos sobre nosotros y nuestras relaciones con otras per
sonas e instituciones, las formas con las que imaginamos el cambio y
la transformación. Uso «sujeción» y no «opresión» porque «opresión»
nos remite mentalmente a que unas personas dominan a otras, a que
unas tienen el poder que a otras les es denegado. Como esgrimo con
más detalle en el capítulo 3, las manifestaciones del poder son mucho
más complicadas. Si lo que buscamos es imaginar la transformación,
si lo que queremos es aliviar el sufrimiento, redistribuir la riqueza y
las oportunidades, y construir formas de resistencia participan vas y
responsables, nuestras estrategias deben cuidarse mucho de simplifi
car en exceso las manifestaciones del poder. Pensar en el poder solo
en términos de arriba/abajo, opresor/oprimido, dominador/dominado
puede hacernos perder oportunidades de intervención y que elijamos
objetivos para el cambio que no son los más estratégicos. El término
«sujeción» refleja cómo los sistemas de significación y control que
nos conciernen impregnan nuestras vidas, nuestras formas de conocer
el mundo y nuestras formas de imaginar la transformación.
Por ejemplo, el racismo no solo tiene lugar cuando las personas
de color son excluidas de oportunidades de empleo por decisión de
personas blancas. El racismo también tiene lugar cuando los medios
de comunicación perpetúan los estereotipos sobre las personas de co
lor. El racismo determina los debates políticos sobre cualquier cosa,
desde la asistencia sanitaria hasta la agricultura y la seguridad nacio
nal. El racismo configura cómo nos vemos los individuos y las comu
nidades y cómo entendemos las relaciones de unos con otros. El racis
mo determina qué colegios reciben buenos fondos económicos y qué
comunidades vivirán en zonas industriales tóxicas. El racismo confi
gura cómo se definen culturalmente cosas como la belleza, la razón, la
inteligencia y las iniciativas. El racismo determina quién es detenido,
qué prestaciones públicas se recortan y qué conductas se juzgan delic
tivas. El racismo no fluye simplemente de arriba abajo, sino que im
pregna todo el campo de acción. La invención de las categorías racia
l e s _ ia «racialización» de los pueblos— ha sido esencial para
establecer los intereses en la propiedad y la mano de obra que funda
ron Estados Unidos.8 El continuo mantenimiento y reinvención de
categorías raciales y nuevos sitios de racialización han sido funda-
8. Jodi Melamed ofrece una definición útil de la racialización y comentó cómo había
cambiado después de lo que Howard Winant llamó «la ruptura racial de la Segunda
Guerra Mundial» en su intervención en la Critical Ethnic Studies Conference de 2011
de la Universidad de California (Riverside).
La racialización es un proceso que forja relaciones de valor y de carencia de
valor diferenciales de acuerdo a los órdenes político-económicos imperantes, mientras
parece que es (y lo es) un sistema normativo que «meramente» ordena a los seres hu
manos de acuerdo con categorías basadas en la diferencia. En otras palabras, la racia
lización convierte los efectos de la fabricación de valores diferenciales en categorías
basadas en la diferencia, que hacen posible ordenar, analizar, organizar y evaluar lo
que resulta de las relaciones de fuerza, como el contenido permisible de otros ámbitos
de la modernidad (economía, derecho, gobemanza). Bajo la modernidad de la supre
macía blanca, la segregación racial era una tecnología cultural adecuada para convertir
procesos de fabricación de valores diferenciales en sistemas de conocimiento y clasifi
cación del mundo, en formas humanas que tienen valor y no tienen valor. Precipitó y
racionalizó modos capitalistas agrarios, coloniales e industriales de constituir poder,
tratando a quienes decidía que no teman valor con medidas punitivas, invalidantes,
descalificadoras, excluyentes, violentas y físicamente coercitivas. En una modernidad
capitalista liberal formalmente antirracista, siguen existiendo formas supremacistas de
violencia, pero vivimos una intensificación de los modos normativos y racionalizado-
res de violencia, que funcionan asignando normas de legibilidad/ilegibilidad y exi
giendo castigos, el abandono o el destierro de los infractores de estas normas. En vez
de la segregación racial, los antirracismos oficiales permiten una mayor flexibilidad en
el empleo y la prescripción de términos raciales de valor y carente de valor. Cabe citar
aquí la definición que Nikhil Singh hace de la raza como «repertorios históricos y sis
temas culturales y de significación que estigmatizan y menosprecian algunas formas
de humanidad en beneficio de las prestaciones sanitarias, el desarrollo, la seguridad, el
lucro o el placer de otras».Tras la ruptura racial, las categorías de privilegio y estigma
raciales determinadas por criterios económicos, culturales e ideológicos se desvincula
ron irregularmente del fenotipo, de forma que las identidades raciales tradicionalmente
reconocidas —negra, asiática, blanca, árabe— ocupan ahora ambas caras de la división
privilegio/estigma, división que siempre está en movimiento, precipitando las circuns
tancias materiales que racionaliza. Es importante señalar que para los antirracismos
oficiales los procedimientos de racialización también implican nn privilegio o estigma,
de acuerdo con repertorios limitados de valor antirracista, de forma qne durante varias
fases, «liberal blanco», «estadounidense multicultural» y «cindadano global» surjen
como snjetos raciales privilegiados, mientras que quienes no tienen valor dentro de los
circuitos del capitalismo global racial son descalificados como «antipatriotas», «tara
dos», «delincuentes», «xenófobos» o «ilegales», Melamed, «Rationalizing Violence in
the New Racial Capitalism», pp. 4-5.
mentales para la distribución de riqueza y oportunidades. De forma
análoga, las cambiantes interpretaciones de género, capacidad y mi
gración —y los significados atribuidos a distintas poblaciones a través
de estos cambios— determinan quién vive, durante cuánto tiempo y
en qué condiciones. También condicionan todos los debates sobre
cómo debe ser la resistencia a los acuerdos perniciosos. «Sujeción» es
un término que trata de abarcar la complejidad y la trascendencia de lo
mucho que nuestros modos de vida, de pensar y conocemos a nosotros
mismos y el mundo están impregnados de los significados y las distri
buciones que han sido forjados a través de estas categorías sobre la
identidad, y cuán polifacéticas son las relaciones entre estas catego
rías.
Este modo de pensar sobre el funcionamiento de los sistemas de
significación y control nos ayuda a reconocer cuán importante es la
reflexión continua y cuán esenciales son los movimientos participati-
vos centrados en el liderazgo de las personas para combatir los riesgos
más directos de los sistemas de sujeción. Este modo de pensar el po
der y el control también puede ayudarnos a localizar las trampas de la
cooptación y asimilación que nuestros proyectos de resistencia pue
den encontrar en el camino. Este libro estudia cómo la reforma jurídi
ca a veces funciona como una de estas trampas.
Este libro trata sobre el funcionamiento del poder, pero también
trata de la resistencia. Trata de las estrategias que nacen de una pobla
ción a menudo identificada por su incapacidad para cumplir las nor
mas de género. Este texto propone una política que surge de cuestio
nar cómo se establecen estas normas y cómo repercuten en la vida de
las personas trans y las destruyen. También considera las causas que
explican por qué estas normas terminan formando parte de la resisten
cia, y propone una política trans que cuestiona sin descanso los proce
sos de normalización, analizando sus repercusiones y revisando sus
estrategias de resistencia al tiempo que observa sus consecuencias
involuntarias. Para ello, este libro desentraña qué relación tiene la po
lítica trans con los «derechos individuales» —el marco más frecuente
mente articulado por numerosos movimientos sociales contemporá
neos— e investiga otros cauces para concebir tácticas de reforma
jurídica en la resistencia trans, que rechazan las limitaciones de las
demandas de derechos individuales.
El análisis crítico formulado por numerosos movimientos socia
le sde resistencia ilustra las limitaciones de una teoría de reforma jurí
dica cuyo solo interés es castigar a las «pocas manzanas podridas» en
teoría responsables del racismo, el sexismo, el capacitismo, la xenofo
bia o la transfobia. También nos ayuda a entender por qué, puesto que
la ley estadounidense ha sido estructurada desde su concepción para
crear desigualdad de oportunidades basándose en la raza y el género
que perpetúa la violencia, el genocidio, el expolio y la explotación, no
resolveremos estas cuestiones acogiéndonos únicamente a la ley. De
bemos ser precavidos y no creernos lo que la ley dice de sí misma,
porque una y otra vez ha sido modificada, declarada nuevamente neu
tral Justa o protectora, y al final nunca ha sabido transformar las con
diciones de desigualdad y violencia contra las que luchan sus vícti
mas. Teniendo en cuenta los postulados de los movimientos sociales
en disputa con los regímenes jurídicos violentos y las estrategias de
reforma jurídica, el objetivo de este libro es pensar en cómo una polí
tica trans crítica puede conceptual izar el papel de la reforma jurídica
en nuestras luchas de resistencia. Si nos negamos a creer lo que la ley
dice de sí misma, si concebimos que el poder no se manifiesta me
diante la dominación de una figura o institución central sobre las ma
sas, sino que es diverso, polifacético y descentralizado, y si entende
mos que la transformación necesaria para combatir las condiciones
que describo en el prólogo no vendrá, ni podrá venir, de la ley, ¿cómo
abordamos la reforma jurídica?
Mi postura es que, como las leyes funcionan como tácticas sobre
la desigualdad de oportunidades, debemos acercarnos a la reforma le
gislativa tácticamente. No se producirá una transformación en profun
didad, por mucho que las instituciones del gobierno hablen de igual
dad. El cambio transformador solo provendrá de la movilización
masiva de las poblaciones más directamente afectadas por los perni
ciosos sistemas que distribuyen vulnerabilidad y seguridad. Las tácti
cas de reforma jurídica pueden tener un papel en las estrategias de
movilización, pero la reforma jurídica nunca debe constituir la única
demanda de la política trans. Si lo que buscamos es una transforma
ción no solo simbólica y que alcance a quienes sufren las manifesta
ciones más violentas de la transfobia, debemos trascender las políticas
de reconocimiento e inclusión.
Este libro sitúa el auge del discurso sobre las identidades trans y
la defensa del reconocimiento de las personas trans en el contexto de
unos avances políticos y económicos más amplios: como son algunos
de los pilares de la política económica de finales del siglo xx y otras
transformaciones más recientes del Estado y la sociedad civil como la
aparición de una economía global neoliberal, la guerra contra el terro
rismo, el retroceso de las victorias de los derechos civiles y el estado
de bienestar de las décadas de 1960 y 1970, el auge del complejo in
dustrial sin ánimo de lucro, el rápido aumento de las encarcelaciones
y el predominio de una agenda de derechos de lesbianas y gays estruc
turada a partir de nociones liberales de privacidad e igualdad de opor
tunidades. Estos cambios políticos y económicos deben ser tenidos en
cuenta para poder comprender cabalmente las condiciones que confi
guran la resistencia trans. Frente al crecimiento de las desigualdades
de riqueza y oportunidades nacionales y globales, ¿qué ofrecen real
mente las promesas de la «antidiscriminación» y la «igualdad de opor
tunidades»? ¿Qué deben aprender las personas trans que luchan por
cambiar las leyes desde los movimientos sociales, que han logrado
protecciones jurídicas pero cuyas destinatarias siguen siendo crimina
lizadas y marginadas económicamente? ¿Y cómo puede este análisis
crítico e histórico ayudar a redefinir el papel de la ley y los derechos
en las luchas de resistencia trans?
Una vida «normal». La violencia administrativa, la política trans crí
tica y los límites del derecho plantea preguntas sobre la utilidad de las
medidas jurídicas, comúnmente articuladas en favor de los derechos
trans: las leyes antidiscriminatorias y sobre los delitos de odio. El li
bro defiende que hay un espacio diferente dentro de la ley —el ámbito
administrativo— que puede ser el lugar donde buscar cómo la ley es
tructura y reproduce vulnerabilidad en las personas trans. A mi enten
der, la estrategia jurídica contra la discriminación y los delitos de odio
no comprende realmente cómo funciona el poder y qué papel tiene la
ley en las funciones del poder. La estrategia jurídica contra la discri
minación y los delitos de odio se fundamenta en la creencia de que si
modificamos lo que la ley dice sobre un grupo en particular para que
diga «cosas buenas» (por ejemplo, crear leyes que digan que no está
permitido despedir a alguien solo por ser trans) y no «cosas malas»
(por ejemplo, eliminar leyes que criminalizan explícitamente a perso
nas por travestirse o tener cierto tipo de relaciones sexuales), entonces
las vidas de estas personas mejorarán. Este planteamiento de reforma
jurídica se basa en un marco de derechos individuales, que hace hinca
pié en los daños causados a los individuos por otros individuos que los
matan, o los despiden, porque pertenecen a un determinado grupo. La
solución que se busca es el castigo contra individuos que hacen el
mal, motivados por la violencia. Este análisis no comprende el funcio
namiento del poder y puede conducir a propuestas de reforma jurídica
que terminan ampliando el alcance de sistemas violentos y nocivos.
Para comprender cabalmente el poder y el peligro de la transfobia,
debemos alejarnos del marco de derechos individuales en materia de
discriminación y de la «violencia por motivos de odio» y averiguar
por qué las categorías de género impuestas a todas las personas tienen
consecuencias particularmente peligrosas para las personas trans. Este
cambio nos exige analizar cómo las normas administrativas o los re
glamentos crean una inseguridad organizada y distribuyen las (malas)
oportunidades. Si nos fijamos en la desigualdad de oportunidades ve
remos que, incluso cuando se modifican leyes para que digan cosas
distintas sobre un determinado grupo, este grupo puede sufrir una po
breza desmesurada, así como la falta de acceso a la asistencia sanita
ria, la vivienda y la educación. Estas reformas jurídicas no hacen nada
para prevenir violencias como la criminalización y el control migrato
rio. Los ordenamientos jurídicos que tienen leyes oficiales de no dis
criminación siguen funcionando en detrimento de poblaciones ente
ras; y esto no se debe exclusivamente, o ni siquiera primordialmente,
a los prejuicios individuales.
Yo apuesto por un modelo de pensar el poder y la ley que amplíe
nuestro análisis sobre los sistemas que administran las oportunidades
con criterios supuestamente «neutrales», entendiendo que tales siste
mas con frecuencia son espacios donde se producen resultados racis
tas, sexistas, homófobos, capacitistas, xenófobos y transfóbicos. Bajo
este prisma, nos fijamos más en el impacto que en la intención. Nos
fijamos más en lo que los regímenes jurídicos hacen que en lo que
dicen sobre lo que hacen. Nos fijamos más en cómo se distribuye la
vulnerabilidad entre poblaciones, no solo entre individuos. Esto nos
permite configurar estrategias de resistencia que tienen más posibili
dades de resolver realmente las condiciones que nos afectan, y que no
solo se limitan a lavarles la cara.
Si bien existen numerosos paradigmas críticos para evaluar la
igualdad jurídica, este libro nace del espacio abierto por la Critical
Race Theory y su teoría de la paradoja de los derechos: los derechos
median en grupos sociales emergentes, y las demandas de derechos
suelen servir de marco de resistencia de estos grupos, pero las decla
raciones de derechos universales suelen enmascarar y perpetuar las
condiciones estructuradas de riesgo y desigualdad que sufren tales
grupos. La Critical Race Theory es un movimiento intelectual nacido
a finales de los años ochenta, que estudia y busca transformar la rela
ción entre raza y las estructuras de la sociedad contemporánea, inclui
do el derecho.
Algunos pensadores fundamentales de la Critical Race Theory
como Derek Bell, Kimberlé Crenshaw y Cheryl Harris, han creado
teorías que han sacudido las bases de la literatura jurídica. Han critica
do las reformas jurídicas del movimiento de derechos civiles, apuntan
do que no alteraron suficientemente las condiciones que sufren las
personas de color, argumentando que el racismo es inherente a la le
gislación estadounidense. La teoría de la «convergencia de intereses»
de Derek Bell dispone que: «El interés de los negros por alcanzar la
igualdad racial tendrá cabida únicamente si converge con los intereses
de los blancos».9 Este razonamiento sugiere que quienes estén intere
sados en terminar con la supremacía blanca deben interpretar con cri
terio las supuestas victorias legales y reconocer que, las más de las
veces, son meros ajustes para mantener sistemas de control y distribu
ción desigual. En su artículo «Whiteness as Property», Cheryl Harris
expuso cómo, en Estados Unidos, el derecho de propiedad hunde sus
raíces en las condiciones patrimoniales raciales que acompañan a la
esclavitud tradicional, el genocidio y el expolio, y cómo la legislación
estadounidense ha seguido produciendo una ideología blanca, como
una forma de propiedad en detrimento de las personas de color.10 La
teoría de la «intersectorialidad» de Kimberlé Crenshaw ha influido
sustancialmente en expertos y movimientos sociales fuera de las fa
cultades de derecho.11 En su obra, Crenshaw afirma que las personas
13. Angela P. Harris, «From Stonewall to the Suburbs? Toward a Political Economy
of Sexuality», William and Mary Bill ofRights Journal, 14,2006, pp. 1539-1582; Lisa
Duggan, The Twilight ofEquality? Neoliberalism, Cultural Politics, and the Attack on
Democracy, Beacon Press, Boston, 2004.
14. Anua M. Agathangelou, D. Morgan Bassichis, y Tamara L. Spira, «Intímate In-
vestments: Homonormativity, Global Lockdown, and the Seductions of Empire», Ra
d ic a l History Review, 100, invierno de 2008, pp. 120-143.
15. Ruth Wilson Gilmore, «Globalisation and US Prison Growth: From Military
Keynesianism to Post-Keynesian Militarism», Race & Class, 40, 2 y 3 de marzo de
1999, p p .171-188.
portantes de las décadas de 1960 y 1970 por parte del Federal Bureau
of Investigador! (FBI).16
En el contexto de estas tendencias, activistas y expertos han ob
servado que numerosos movimientos sociales son hoy más conserva
dores y que han abandonado los objetivos de redistribución radical y
han asumido agendas más complacientes con las ideas neoliberales.17
La lucha por los derechos de lesbianas y gays ha recibido duras críti
cas en este frente, por haber virado hacia un programa de derechos
jurídicos (protección contra la discriminación, derechos matrimonia
les e inclusión militar) que aporta escasa reparación al creciente nú
mero de personas cuyas oportunidades son reducidas ante una divi
sión de la riqueza cada vez mayor, el repunte de la criminalización y
del control migratorio y las guerras incesantes. Mientras el activismo
trans ganaba visibilidad y las poblaciones trans describían experien
cias de marginación económica y criminalización, han venido plan
teándose varias preguntas importantes. ¿Debe el activismo trans se
guir las estrategias, que algunos consideran «exitosas», de reforma
jurídica liderada por las organizaciones de lesbianas y gays? ¿A qué
personas trans reportarán beneficios estas estrategias y a cuáles peores
condiciones de vida? Este libro propone que nos alejemos de los mo
delos creados por gran parte de las organizaciones sin ánimo de lucro
de derechos de lesbianas y gays sólidamente financiadas y que parta
mos de un planteamiento cuyo objetivo es producir una resistencia
que combata de veras la criminalización, la pobreza y la violencia que
sufren a diario las personas trans.
El capítulo 2, «¿Qué pasa con los derechos?», trata sobre las me
didas jurídicas más comunes que han venido adoptándose en la lucha
por los derechos trans hasta hoy: las leyes antidiscriminatorias y sobre
los delitos de odio que incluyen la identidad de género. Estas estrate
gias han sido mercantilizadas por casi todas las organizaciones que
16. Dylan Rodríguez, «The Political Logic of the Non-Profit Industrial Complex»,
en The Revolution Will Not Be Funded: Beyond the Non-Profit Industrial Complex
(ed.), INCITE! Women of Color against Violence, South End Press, Cambridge, MA,
2007, pp. 21-40; y Ruth Wilson Gilmore, «In the Shadow of the Shadow State», en The
Revolution Will Not Be Funded, pp. 41-52.
17. Harris, «From Stonevvall to the Suburbs?»; Dean Spade y Rickke Mananzala.
«The Non-Profit Industrial Complex and Trans Resistance», Sexuality Research and
Social Policy: Journal ofNSRC, 5,1 de marzo de 2008, pp. 53-71.
tienen fondos importantes y que defienden la reforma jurídica de les
bianas y gays como claras referencias de la igualdad trans y de los
objetivos fundamentales del componente trans de la política «LGBT»
emergente. El capítulo 2 trata sobre las limitaciones de estas dos re
formas, desentrañando por qué las campañas celebradas como un éxi
to en estos ámbitos no han mejorado satisfactoriamente las vidas de
las personas trans. Las leyes antidiscriminatorias no han sabido resol
ver las cuestiones jurídicas que producen mayor vulnerabilidad en las
personas trans: la criminalización, el control migratorio, la dificultad
de acceso a documentos identificativos que reflejen el sexo actual, la
asignación a instalaciones segregadas por sexo (cuartos de baño, cen
tros de acogida, programas de rehabilitación en régimen de residen
cia) y la exclusión de las personas trans de la cobertura médica para el
proceso de modificación corporal de Medicaid, pólizas de seguros pri
vados y otros programas de asistencia sanitaria para personas bajo
custodia estatal. Es más, las leyes antidiscriminatorias (si hay/donde
están en vigor) no suelen cumplirse para ninguno de los grupos que
deben proteger. Los tribunales han dificultado mucho que las leyes
antidiscriminatorias se apliquen, en casos que intenten aplicarlas, y la
discriminación por motivos de raza, discapacidad y sexo, por ejemplo,
sigue siendo común pese a ser oficialmente ilegal. Como han demos
trado los modelos disuasorios a la represión penal, las leyes sobre de
litos de odio no hacen nada para prevenir la violencia contra las perso
nas trans, sino que se centran en movilizar recursos para responder a
esta violencia con represión penal. Como las personas trans suelen ser
víctimas frecuentes de los sistemas de represión penal y sufren a dia
rio una violencia extrema a manos de la policía y en las prisiones, in
vertir en este sistema para tratar cuestiones de seguridad no es sino
incrementar el sufrimiento y la violencia.
Para comprender los límites de estas estrategias, este capítulo
introduce conceptos básicos de la Critical Race Theory que explican
por qué los marcos legales que se centran en la discriminación indi
vidual desde la «perspectiva del infractor» fracasan y de qué manera
ocultan el racismo estructural. Gracias a estos instrumentos, este ca
pítulo refleja cómo el concepto de racismo en el ordenamiento jurí
dico estadounidense, en particular el principio de discriminación
basado en el individualismo, oculta y mantiene a un tiempo las con
diciones de sujeción. Es más, sugiere que si nos centramos en las
experiencias trans que no son contempladas por el paradigma de dis
criminación/delitos de odio tendremos una visión más sólida sobre
qué es violencia estructural, qué papel desempeña realmente la ley
en su producción y qué papel podría tener la reforma jurídica en su
abordaje.
El capítulo 3, «Reflexionando sobre la transfobia y el poder: va
yamos más allá de un marco de derechos», introduce una vía alterna
tiva de pensar el poder, los sistemas de significación y control que se
desvía de los marcos legales tradicionales de discriminación e igual
dad, y refleja la marginación descrita por las personas trans. Después
de haber analizado las limitaciones de eso que la doctrina de la discri
minación nos permite reconocer como sujeción (discriminación indi
vidual intencionada) y después de haber comprendido que el cambio
hacia este enfoque tan limitado de la «igualdad jurídica formal» es
parte del abandono neoliberal de las demandas de redistribución de
movimientos sociales anteriores, ahora descubriremos una fórmula
para pensar la ley y el poder que entiende mejor el sufrimiento de las
poblaciones trans. Este capítulo explica conceptos básicos de los estu
dios críticos sobre discapacidad, la Critical Race Theory, el feminis
mo de mujeres de color y la obra de Michel Foucault para describir un
modo de pensar el poder basado en un análisis de la desigualdad de
oportunidades. Estos postulados nos proporcionan un punto de partida
para pensar sobre la sujeción y el control, más allá del terreno de los
prejuicios o la violencia individual intencionada, cuestiona a su vez
las declaraciones vacuas de «igualdad de oportunidades» y «paridad»
promovidas por la legislación estadounidense. Haciendo uso de estas
herramientas conceptuales, examinamos los complejos vectores que
redundan en altos índices de desempleo,18falta de vivienda19y prisión
18. Un estudio de 2009 reveló que el 47 por 100 de las personas trans encuesladas
habían tenido experiencias laborales negativas (algunas fueron despedidas, otras no
contratadas o les habían negado un ascenso) y el 97 por 100 había sufrido acoso o
malos tratos en el trabajo debido a su identidad trans. National Gayíand Lesbian Task
Forcé (Organición Nacional e Gays y Lesbianas) y National Centerfor Transcender
Equality (Centro Nacional para la Igualdad Trans), «National Transgender Discrimina-
tion Survey: Preliminary Findings on Employment and Economic Insecurity», <www.
thetaskforce.org/reports_and_rescarch/trans__survey_preliminary_findings> (1 de di
ciembre de 2009).
19. El mismo estudio reveló que casi una qninta parte de los encuestados (19 por
100) afirmaba haberse quedado sin hogar debido a su condición trans.
para las personas trans, y descubrimos cómo la desigualdad de oportu
nidades a través de las categorías de género tradicionales expone a las
personas trans a una muerte prematura.20 Incidiendo en las barreras
administrativas fundamentales para la subsistencia de las personas
trans, en particular el acceso a documentos identificativos, su asigna
ción en centros que segregan por sexo y el acceso a la asistencia sani
taria que contribuyen a la confirmación del género, este capítulo de
fiende que las mayores probabilidades de combatir la transfobia con
medidas jurídicas no son las que ha imaginado el modelo de igualdad
jurídica. Las herramientas conceptuales presentadas en este capítulo
nos permiten pensar en términos de poblaciones, distribución de re
cursos y oportunidades, y redirige nuestra atención de las reformas
jurídicas centradas en la discriminación a los aparatos administrativos
al servicio de la ley que movilizan la raza, el género y la clasificación
de capacidades para promover, maximizando ciertas formas de vida y
modos de ser. Este análisis permite un enfoque crítico sobre el rol de
la reforma jurídica en la resistencia trans, y propicia otra vía de pensar
el trabajo de reforma jurídica en su conjunto.
El capítulo 4, «Administrando el género», aplica este análisis en
tres áreas específicas del derecho donde la administración de las nor
mas de género causa mayores problemas a las personas trans: la iden
tificación, la segregación por sexo y el acceso a la asistencia sanitaria
de confirmación de género. Un breve resumen del estado actual de la
legislación estadounidense en estos terrenos revela la inconsistencia
jurídica y política existente entre diferentes estados e incluso entre
diferentes instituciones dentro de un mismo estado. Estas inconsisten
cias ponen de relieve que el género es una categoría inestable en la
legislación de Estados Unidos. Esta inestabilidad, cuando confluye
20. Ruth Wilson Gilmore ha definido el racismo como «la producción y explotación
extralegal y legitimada por el estado de vulnerabilidad diferencia que afecta a algunos
grupos de personas y que conlleva su muerte prematura», Gilmore, Golden Gulag,
p. 28. Esta definición me parece útil para pensar sobre los cauces seguidos por varios
sistemas de significación y control para distribuir desigualmente las oportunidades de
vida y muerte. Como las definiciones jurídicas tradicionales de discriminación se cen
tran en buscar a un discriminador individual cuyo acto de discriminación pueda pro-
barse, las condiciones de riesgo que sufren las poblaciones objeto de abandono y reclu
sión no pueden solucionarse. Pensar en la distribución de vulnerabilidad a la muerte
prematura entre la población nos permite considerar la importancia de la administra
ción y alejarnos del foco en los infractores individuales y la intencionalidad.
con la rigidez del control administrativo en materia de género, produ
ce un sinfín de paradojas que generan inseguridad y violencia en las
vidas de las personas trans, especialmente en el contexto de la guerra
contra el terrorismo, donde las inconsistencias en la identificación de
la información suponen un escollo importante en los procesos admi
nistrativos más básicos y esenciales. Este capítulo refleja cómo las
leyes contra la discriminación y los delitos de odio no logran resolver
los problemas legales más urgentes de las poblaciones trans. Concep-
tualiza, además, cómo el foco administrativo en áreas como la ley
contra la pobreza, la ley de inmigración y la ley de dependencia desde
la administración es el objetivo adecuado de las medidas de reforma
jurídica trans. Los sistemas administrativos a menudo parecen «neu
trales», sobre todo cuando la discriminación es clasificada como un
problema de individuos con malas intenciones, cuyas malas acciones
requieren ser prohibidas por ley. Este capítulo revela cómo los siste
mas con programas de prestaciones públicas y vivienda, de verifica
ción de la idoneidad laboral, de control migratorio y penal y de asis
tencia sanitaria que dicen ofrecer oportunidades con criterios neutrales
y uniformes son, en realidad, espacios de sufrimiento. Más que imagi
nar que la ley o el estado protegen a las personas trans contra sujetos
que difaman y discriminan, vemos que esos mismos sistemas adminis
trativos que deciden que la ley está para promover o proteger a deter
minadas poblaciones, son las mayores fuentes de riesgo y violencia
para las personas trans. Si entendemos la marginación de las personas
trans a través del examen de las funciones administrativas de la ley, en
lugar de poner el foco en si la ley declara o no a ciertos grupos igua
les, se abre un espacio para imaginar un programa de reforma jurídica
de resistencia trans centrado en el análisis de la raza, el origen indíge
na, la pobreza, la inmigración y la discapacidad. De esta forma pode
mos fijarnos menos en lo que la ley dice de sí misma y de los derechos
de los individuos y más en el impacto de varios regímenes jurídicos en
poblaciones desfavorecidas.
El capítulo 5, «Reforma jurídica y construcción de movimien
tos», considera la cuestión general de cómo incluir proyectos de refor
ma jurídica en la construcción del movimiento trans. Se ha criticado a
las organizaciones de derechos de lesbianas y gays por centrarse en
objetivos de reforma jurídica; las críticas han apuntado a que este foco
solo permite logros de igualdad jurídica formal que no llegan a las
víctimas de homofobia más vulnerables.21 En mi opinión, hay espacio
para los proyectos de reforma jurídica dentro de una resistencia trans
efectiva, pero la reforma jurídica no debe ser la demanda central de la
resistencia trans. Propongo, por el contrario, cuatro roles específicos
para los proyectos de reforma jurídica. En primer lugar, pueden ser
herramientas que mejoren la subsistencia de las personas trans, ayu
dándolas a participar en labores de organización de base y a dirigirlas.
Como las personas trans sufren una vulnerabilidad y violencia enor
mes en una amplia variedad de ordenamientos jurídicos, la reforma
jurídica y la asistencia jurídica individual (deportaciones, desahucios
y causas penales, por ejemplo) son instrumentos vitales de las organi
zaciones del movimiento trans para dar apoyo a los miembros que
quieren organizar. En segundo lugar, habida cuenta del destacado y
nocivo rol de los aparatos judiciales y administrativos en las vidas de
las personas trans, la asistencia jurídica puede ser un punto de politi
zación excelente para estas personas, convirtiendo las malas experien
cias individuales en un entendimiento común de lucha colectiva. Si las
personas que solicitan asistencia jurídica sobre determinada cuestión
son invitadas a formar parte de una labor más amplia, por lo general
aprenden de otras experiencias, enriquecen el análisis solidario, pro
fundizan y amplían su entendimiento y compromiso político con la
resistencia. En tercer lugar, las campañas de reforma jurídica pueden
producir oportunidades de organización que encabecen nuevos líde
res. Por último, las estrategias de reforma jurídica pueden ser parte de
campañas cuyo objetivo sea exponer las contradicciones de los siste
mas de control, cambiando paradigmas gracias a estas denuncias.
Estas cuatro funciones apuntan a una teoría para la organización
del cambio centrada en una movilización masiva, cuyas demandas ex
ceden los logros del restrictivo ámbito de la litigación y la reforma
política. Las demandas que están exigiendo las comunidades trans,
21. Angela P. Harris, «From Stonewall to the Suburbs?»; Lisa Duggan, The Twilight
ofEquality?\ Priya Kandaswamy, Mattie Eudora Richardson y Marión Bailey, «Is Gay
Marriage Racist? A Conversation vvith Marión M. Bailey, Priya Kandaswamy and Mat
tie Eudora Richardson», That’s Revolting: Queer Strategies for Resisting Assimilation
(ed.), Mattilda Sycamore, Soft Skull Press, Nueva York, 2006, pp. 87-93; Kenyon Fa-
rrow, «Is Gay Marriage Anti-Black?», junio de 2005, <http://kenyonfarrow.
com/2005/06/14/is-gay-marriage-anti-black>; Chandan Reddy, «Time for Rights? Lo-
ving, Gay Marriage and the Limits of Legal Justice». Fordham Law Journal, 76,2008,
p. 2.849.
como la abolición de las prisiones, la eliminación de la pobreza, el
acceso a una asistencia sanitaria plena y el fin del control migratorio,
rio son concebibles ni alcanzables dentro del ámbito del derecho esta
dounidense. Por esta razón, centralizar las demandas de reforma jurí
dica y el liderazgo de los abogados solo contribuye a limitar el hori
zonte de los postulados de la política trans —y es exponerse a que la
labor de resistencia trans se confabule con la agenda neoliberal, la
supremacía blanca y el colonialismo de asentamientos en que se funda
el derecho estadounidense—.
El capítulo 5 también introduce los Cuatro Pilares de la Infraes
tructura de la Justicia Social, una herramienta desarrollada por el Mia-
mi Workers Center (MWC)22 que vertebra cómo las estrategias elitis
tas como la reforma jurídica, aun cuando son componentes de los
movimientos sociales, menoscaban la posibilidad de movilización
popular que produce cambios transformadores. Activistas y expertos
han observado un viraje de los movimientos de base populares de las
décadas de 1960 y 1970, hacia las entidades sin ánimo de lucro profe
sionalizadas y financiadas que prevalecen en la actualidad. Hablo de
«profesionalizadas» porque, si bien en los movimientos de resistencia
antes predominaban las organizaciones de base, constituidas por so
cios y con escasos trabajadores, en las últimas décadas hemos asistido
a una explosión del sector no lucrativo que ha cambiado tanto la
orientación y las expectativas de los movimientos, donde las organiza
ciones recuerdan más a una carrera profesional para gente con estu
dios superiores. Estas nuevas formaciones se rigen por las normas ha
bituales de otras profesiones, como escalas salariales desiguales,
condiciones laborales precarias para personas sin privilegio de raza,
22. El Miami Workers Center (MWC) «ayuda a ia clase trabajadora a crear organiza
ciones de base y desarrollar su capacidad de liderazgo mediante campañas agresivas de
organización comunitaria y programas educativos. El Centro también construye acti
vamente coaliciones y establece alianzas para desarrollar cada vez más poder, alcan
zando más justicia racial, comunitaria, social y económica. A través de su esfuerzo
conjunto, el Centro se ha ocupado de cuestiones como la reforma de la asistencia so
cial, vivienda accesible, derechos de arrendatarios y electorales, justicia racial, gentri-
ficación y desarrollo económico, y comercio justo. Se posicionan claramente en contra
de la guerra y el imperialismo, la codicia, las políticas racistas y las iniciativas discri
minatorias con inmigrantes y gays y lesbianas. La oficina del MWC ya es un espacio
fundamenta] en la creciente «tormenta» de justicia social que se está desatando en el
sur de Florida. Es un lugar de poder comunitario, transformación individual, construc
ción de alianzas, esperanza e inspiración», <www.miamiworkscenter.org>.
clase y educación, y estructuras jerárquicas de adopción de decisio
nes. Asumir las reglas institucionales asociadas al «profesionalismo»
ha disminuido la responsabilidad de buena parte del trabajo de los
movimientos sociales. Los objetivos de un cambio transformador a
largo plazo han sido sustituidos por objetivos de recaudación de fon
dos a corto plazo, gestionados por personas que cobran por ajustar el
trabajo a ia medida de los financiadores. Este capítulo propone cauces
para que los activistas eviten las trampas comunes e intrínsecas a tal
institucionalización. Examina algunas de las máximas inquietudes que
suscita, en particular la transformación de los movimientos sociales en
organizaciones sin ánimo de lucro, explora los principios, las estrate^
gias y los modelos que las organizaciones trans que luchan por la jus
ticia racial y económica están desarrollando para encararla.
La resistencia trans está emergiendo en un contexto de políticas
neoliberales donde la opción más fácil sea luchar para ser parte del
orden neoliberal y punto. Podemos traducir el dolor que nos causa que
miembros de nuestra comunidad sean asesinados todos los meses en
una mayor capacidad para la represión del sistema penal, que se ceba
con nosotros. Podemos pelear porque el estado nos declare iguales a
través de leyes antidiscriminatorias y constatar, al mismo tiempo, que
la mayoría de las personas trans siguen en paro, son incapaces de ob
tener documentos identif¡cativos, son excluidas de los servicios socia
les y de la asistencia sanitaria, son recluidas en prisiones que garanti
zan el acoso sexual y la falta de atención médica. El abandono y la
reclusión son las ofertas del neoliberalismo para la mayoría de las
personas trans, pero las estrategias de reforma jurídica nos encomian
a sumarnos al orden neoliberal. Los caminos de la igualdad marcados
por el «exitoso» modelo de derechos de gays y lesbianas al que su
puestamente debemos aspirar tienen poco que ofrecernos en términos
de cambios concretos de nuestras oportunidades; lo que nos ofrecen es
la legitimación y la expansión de los sistemas que nos están matando.
La ley, las instituciones estatales, los discriminadores particula
res y nuestras familias nos dicen que las personas trans somos perso
nas imposibles que no podemos existir, no podemos ser vistas, no po
demos ser clasificadas y no podemos encajar en ningún sitio. Los
grupos de derechos de lesbianas y gays mejor financiados nos dicen,
mientras nos dejan de lado una y otra vez, que no somos políticamen
te viables; nuestras vidas no son una posibilidad política concebible.
Dentro de esta imposibilidad, a mi entender, estriba nuestro potencial
político específico —un potencial para formular demandas y estrate
gias que satisfagan esas demandas que exceden la delimitación de las
políticas neoliberales—. Una política trans crítica está emergiendo, es
una política que rechaza las promesas vacuas de «igualdad de oportu
nidades» y «seguridad» suscritas por el colonialismo de asentamien
tos, la reclusión racista, sexista, clasista, capacitista y xenófoba, y una
brecha de la riqueza cada vez más honda. El objetivo de esta política
es centrarse en los intereses y el liderazgo de los más vulnerables y
Construir un cambio transformador a través de la movilización. Se tra
ta de reconceptualizar el rol de la reforma jurídica en los movimientos
sociales, reconociendo que las demandas de igualdad jurídica son un
elemento de injusticia sistémica, no un remedio. Se trata de confrontar
el sufrimiento que los sistemas violentos estructurados por la propia
ley producen en las personas trans, no pidiendo el reconocimiento y la
inclusión en estos sistemas, sino trabajando para desmantelarlos mien
tras damos sostén a quienes más se exponen a tal sufrimiento. Esta
pjolítica trans crítica forma parte de un marco general de resistencia
cjue debe lidiar con las complejas relaciones entre poder, legislación y
violencia, y con los obstáculos que afrontan los movimientos sociales
en el contexto del neoliberalismo.
Derecho y política trans en un contexto neoliberal
1. «La disminución de los salarios reales en las dos últimas generaciones también ha
hecho que los permisos no retribuidos sean inviables para la vasta mayoría de las fami
lias estadounidenses. Los ingresos medios por horas eran de 8,03 $ en 1970 pero dis
minuyeron a 7,39 $ en 1993, mientras que los ingresos medios semanales disminuye
ron de 298 a 255 $ durante el mismo período. La renta media de las familias
estadounidenses en 1986 era 300 $ inferior a la de 1975. El poder adquisitivo del dólar
(medido por precios al consumo) era 4,15 en 1950, pero solo 0.69 en 1993. En 1985
eran necesarios dos sueldos para mantener el mismo nivel de vida que era posible con
uno solo sueldo en la década de 1950», Arielle Horman Grill, «The Myth of Unpaid
Family Leave: Can the United States Implement a Paid Leave Policy Based on the
Swedish Model?», Comparative Labor Law Journal, 17, 1996, pp. 373, 383-390; ci
tando a Patricia Schroeder, «Parental Leave: The Need for a Federal Policy», en The
Parental Leave Crisis: Toward a National Policy (eds.), Edward F. Zigler y Meryl
Frank, Yale University Press, New Haven, CT, 1988, pp. 326 y 331; y Bureau of the
Census, US Department of Commerce, Statistical Abstract of the United States (114.a
ed.), US Department of Commerce, Bureau of the Census, Washington, DC, 1994,
p. 396. Véase asimismo Pew’s Economic Mobility Project, «Economic Mobility: Is the
American Dream Aíive and Well?», 2009, <www.economicmobility.org/assets/pdfs/
EMP_American_Dream_Key_Findings.pdf>; y US Bureau of the Census, Measuring
50 Years of Economic Change Using the March Current Population Survey, US Go
vernment Printing Office, Washington, DC, 1998, <www.census.gov/prod/3/98pubs/
p60-203.pdf>.
sintonizan con las nociones de «libertad» y «elección» que velan las
desigualdades sistémicas y encauzan a los movimientos sociales hacia
metas de inclusión e asimilación, desviándolos de las demandas de
redistribución y transformación estructural.
En un nivel más amplio, el advenimiento de las políticas neoli
berales ha redundado en una distribución ascendente de la riqueza.2
Dicho sencillamente, los ricos se han enriquecido y los pobres se han
empobrecido.3 Los salarios reales de los estadounidenses no se han
incrementado desde los años setenta, y la capacidad de negociación de
las trabajadoras y los trabajadores para intentar mejorar sus condicio
nes laborales ha disminuido sustancialmente. Hoy en día hay menos
trabajadores afiliados a sindicatos, e importantes cambios jurídicos y
políticos han dificultado su organización así como el uso de herra
mientas como las huelgas de trabajo para incrementar su capacidad de
negociación e imponer sus demandas.4 Muchos trabajadores se han
2. Lisa Duggan, The Twilight ofEquality? Neoliberalismy Cultural Politics, and the
Attack on Democracy, Beacon Press, Boston» 2004.
3. En 2009, la desigualdad alcanzó las más altas cotas cuando la Oficina de Censos
de Estados Unidos comenzó a rastrear la renta familiar en 1967. El 1 por 100 de los
hogares se llevaba el 23,5 por 100 de la renta en 2007, el mayor porcentaje desde 1928.
Emily Kaiser, «How American Income Inequality Hit Levels Not Seen Since the De-
pression», Huffington Post, 22 de octubre de 2010, <http://www.huffingtonpost.
com/2010/10/22/i ncome-inequali ty amen ca_n_772687.html> .
4. Algunos casos y leyes importantes que limitan el poder de negociación de los tra
bajadores son Labor Board v. MacKay Radio & Telegraph C o 304 US 333, 345
(1938) (estimando' que «[no] fue una práctica laboral desleal [de conformidad con la
National Labor Relations Act (NLRA) (Ley nacional de relaciones laborales)] sustituir
á los trabajadores en huelga por otros con el fin de ejercer su actividad comercial»);
Emporium Capwell Co. v. Western Addition, 420 US 50 (1975) (estimando que la
NLRA no protege a los trabajadores negros que organizan piquetes para protestar ante
su patrón contra la discriminación laboral, puesto que solo pueden negociar a través de
sus sindicatos); American Ship Building Co. v>. Labor Board, 380 US 300 (1965) (re
solviendo que un patrón no cometió una práctica laboral desleal de conformidad con §
8(a)(l) o § 8(a)(3) de la NLRA cuando cesó sus actividades y contrató a trabajadores
sustitutos tras el estancamiento de las negociaciones para ejercer presión económica
sobre el sindicato); N.L.R.B. v. Local Union N o. 1229, IBEW, 346 US 464, 477-78
(1953) (resolviendo que el despido de trabajadores por distribuir octavillas críticas con
la empresa durante una disputa laboral fue legítimo, de conformidad con la NLRA); y
véase § 8(b)(4)(ii)(B) de la National Labor Relations Act, 61 Stat. 141, en su versión
modificada, 29 U.S.C. § 158(b)(4). Los historiadores sindicales también suelen señalar
la huelga de controladores de tránsito aéreo de 1981 como un momento decisivo de la
historia sindical de Estados Unidos, que marcó el ataque contra el poder de negocia
ción de los trabajadores. El 5 de agosto de 1981, a raíz de la negativa de Jos trabajado
res a reanudar su trabajo, el presidente Ronald Reagan despidió a los 11.345 controla-
visto empujados a toda clase de trabajos temporales sin seguridad labo
ral o prestaciones. Al mismo tiempo, estas circunstancias son alabadas
por los paladines del neoliberalismo como un aumento de la «flexibi
lidad» y las «opciones» del mercado de trabajo, donde los trabajadores
y las trabajadoras son retratados como si tuvieran un rol más empren
dedor en su empleo como contratistas independientes. En realidad,
han perdido compensaciones reales, tanto con respecto a los sueldos
como de las prestaciones. Estos cambios en las relaciones entre traba
jadores y empresarios, y la merma del sindicalismo en particular, han
abocado a la pérdida de ciertas prestaciones importantes por las que
habían peleado —y ganado— las fuerzas de trabajo organizadas en
determinadas industrias y para determinados asalariados. Prestaciones
como las pensiones de los jubilados y la asistencia sanitaria, a los que
muchos solían acceder gracias a sus empleos, fueron desapareciendo a
medida que se reestructuraba el trabajo.
Durante el mismo período también se desmantelaron programas
estatales de apoyo a personas pobres, con discapacidades y ancianas.
Como resultado, cada vez más personas se han visto privadas de las
redes de seguridad básica necesarias para garantizar su subsistencia.
El valor real de unas prestaciones ya inadecuadas ha disminuido con
tinuamente desde los años setenta, mientras que las leyes y las políti
cas que gobiernan estos programas han cambiado simultáneamente
para excluir cada vez a más personas. En los años noventa se introdu
jeron límites de por vida, nuevas provisiones que excluían a inmigran
tes, subvenciones máximas por familia que limitaban las prestaciones
económicas por tener más hijos y nuevos regímenes de requisitos la
borales impuestos a los más necesitados de prestaciones sociales, para
«terminar con el bienestar tal y como lo conocemos».5 Estos cambios
dores de tránsito aéreo y les prohibió que prestaran servicio como empleados federales
de por vida. Su sindicato, la Professional Air Traffic Controllers Organization (Orga
nización de Controladores Aéreos Profesionales), fue desautorizado de su derecho de
representar a los trabajadores por la Federal Labor Relations Authority (Autoridad Fe
deral de Relaciones Laborales).
5. Esta frase fue una de las promesas de la campaña de 1992 del presidente Bill Clin
ton. Se ha demostrado que los cambios legislativos han debilitado seriamente los siste
mas de prestaciones sociales, expulsando a muchas personas de estas prestaciones y
relegándolas a la pobreza extrema. «Las investigaciones muestran que uno de cada
cinco antiguos beneficiarios terminaron totalmente desconectados de cualquier tipo de
apoyo: ya no tenían asistencia social, pero tampoco tenían empleo. No se habían casa
drásticos en la política han reducido el acceso de millones de pobres a
las necesidades básicas: los cambios han destruido proyectos de vi
vienda publica, han reducido mucho los servicios sanitarios y sociales
básicos generando un aumento considerable del número de personas
sin hogar.
do ni mudado con una pareja o familia, y no estaban recibiendo prestaciones por disca
pacidad. Así, después de un descenso a finales de los años noventa, el número de per
sonas que vivían en la extrema pobreza (con un renta por debajo de la mitad del umbral
dé pobreza o por debajo de unos 8.500 $ para una familia de tres miembros) se disparó
a más de un tercio, de 12,6 millones en 2000 a 17,1 millones en 2008». Peter Edelman
y Barbara Ehrenreich, «Why Welfare Reform Fails Its Recession Test», The Wash
ington Post, 8 de diciembre de 2009, <http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/con-
tent/article/2009/12/04/AR2009120402604.html>; «De acuerdo con el Center on Bud-
get and Policy Priorities (Centro de Priorización de Presupuestos y Políticas Públicas),
la ayuda federal a las familias pobres financiaba al 84 por 100 de hogares subvencio
nares en 1995, pero diez años después, la Temporary Aidfor Needy Families [TANF]
(AyudaTemporal para Familias con Necesidad) solo alcanzaba al 40 por 100. Satisfa
cer a un porcentaje cada vez menor de personas necesitadas significa que el programa
se ha “vuelto menos eficaz con el tiempo” para combatir la extrema pobreza, o quienes
viven por debajo del umbral de pobreza», Michelle Chen. «It’s Time to Restore the
Social Safety Net», Centre Daily Times, State College, PA, 23 de junio de 2010; «En
2008, de entre el número de niños y niñas acogidos a la TANF solo el 22 por 100 eran
pobres, cuando en 1995 el 62 por 100 se acogía a la Aid to Families with Dependent
Children [AFDC] (Ayuda a familias con niños dependientes). Los criterios de selec
ción en algunos estados se fijan en niveles inferiores al umbral de pobreza, por lo que
muchos niños y niñas pobres no cnmplen estos criterios, y las barreras al acceso han
impedido que muchos niños y niñas pobres sean candidatos a recibir asistencia. El
porcentaje de familias candidatas a recibir prestaciones ha disminuido rápidamente
con la TANF, del 84 por 100 en el último año completo de la AFDC en 1995 al 40 por
100 en 2005, el año más reciente en que el gobierno federal valoró el número de fami
lias candidatas a la TANF, pero sin llegar a recibirla. Los niveles de prestaciones de la
TANF son muy insuficientes para las familias que el programa a las que llega, y se han
reducido por la inflación o solo han aumentado mínimamente en gran parte de los es
tados desde 1996. En julio de 2008 las cuantías de los subsidios de la TANF estaban
muy por debajo del umbral de pobreza oficial en todos los estados». Deepak Bhargava
et al., Battered by the Storm: How the Safety Net Is Failing Americans and How to Fix
It, Institute for Policy Studies, the Center for Community Change, Jobs with Justice,
and Legal Momentum. Washington DC, 2009, <www.ips-dc.org/reports/battered-by-
thestorm>; «Casi 16 millones de estadounidenses viven en situación de pobreza extre
ma, según ha informado recientemente el McClatchy Washington Bureau. Estas perso
nas ganan menos de 5.080 $ al año y familias de cuatro miembros traen a casa menos
de 9.903 $ al año, cosa difícilmente imaginable en los tiempos que corren. El número
ha crecido rápidamente desde el año 2000. Y en términos porcentuales quienes viven
en situación de pobreza extrema han alcanzado el índice más alto en treinta y dos años.
Pero lo más alarmante es que, según el informe, en cualquier mes del año solo el 10
por 100 de los más pobres recibieron la Temporary Assistance for Needy Families y
solo el 36 por 100 recibió cupones de alimentos», «Tracking Poverty: Continué Survey
of Program Effectiveness», The Sacramento Bee, 12 de marzo de 2007.
Globalmente, la distribución ascendente de la riqueza ha sido
posible con ayuda de las tendencias de la liberalización del comercio,
combinado con medidas coercitivas impuestas a los países pobres/en
deudados por los países ricos/donantes. Estos dos elementos crean
medidas que merman la capacidad de los países de proteger a sus tra
bajadores y los entornos naturales de la explotación, formular progra
mas como los sistemas de educación y salud que garantizan el bienes
tar y la seguridad de su ciudadanía. Las corporaciones usan acuerdos
comerciales como el Tratado de Libre Comercio de América del Nor
te (TLCAN) y el acuerdo del Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA) para atacar las leyes que protegen a los trabajadores o el me
dio ambiente, alegando que estas leyes son barreras al «libre merca
do». Al mismo tiempo, organizaciones como el Fondo Monetario In
ternacional (FMI) y el Banco Mundial establecen límites a la libertad
de acción de los países endeudados, obligándolos a centrarse en pro
ducir cultivos comerciales, para que puedan realizar pagos sobre la
deuda, en vez de dejarles que inviertan fondos en necesidades e in
fraestructura básicas dentro del país, o cultiven agricultura de subsis
tencia para alimentar a su población. Las estructuras de la liberaliza
ción del comercio y la deuda coactiva permiten a países ricos y
corporaciones perpetuar la extracción de recursos en países pobres,
poniendo a sus poblaciones en peligro. Estas condiciones repercuten
drásticamente en las expectativas de vida de las poblaciones de los
países pobres: las muertes por enfermedades evitables y tratables, las
hambrunas y los daños ambientales son el resultado directo de los
acuerdos económicos, que despojan a los países explotados del con
trol sobre sus recursos humanos y naturales locales.6 Estas condicio
nes también aceleran la migración, puesto que las poblaciones huyen
6. Ha-Joon Chang, Bad Samaritans: The Myth ofFree Trade and the Secret History
ofCapitalism, Bloomsbury Press, Londres, 2007; Nirmala Erevelles, «Disability in the
New World Order», en Color of Violence: The INCITE! Anthology (ed.), INCITE! Wo-
men of Color Against Violence, South End Press, Cambridge, MA, 2006, pp. 25-31;
Silvia Federici, «War, Globalization, and Reproduction», en There Is an Alternative:
Subsistence and Worldwide Resistance to Corporate Globalization (ed.), Veronika
Bennholdt-Thomsen, Nicholas Faraclas y Claudia von Werlhof, Zed Books, Londres,
2001, pp. 133-145; Vijay Prashad, «Debt», en Keeping Up with the Dow Joneses
Debt, Prison, Workfare, South End Press, Cambridge, MA, 2003, pp. 1-68; Naomi
Klein, The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism, Picador, Nueva York
2007.
de los desastres económicos, políticos y ambientales en busca de se
guridad y medios de subsistencia. Muchas de estas personas corren
enormes riesgos, e incluso se enfrentan a la muerte, cuando viajan a
los países ricos. Y cuando llegan —si lo consiguen— se enfrentan al
racismo, el sexismo, la xenofobia, la homofobia, la transfobia, la ex
plotación económica y la criminalización.7
Estos cambios en los acuerdos económicos globales, como la
aparición de «acuerdos de libre comercio» y planes de endeudamien
to, que han sustituido formas previas de colonialismo por nuevas vías
de control, también han tenido consecuencias importantes dentro de
Estados Unidos. A nivel estatal, el trabajo se resiente cuando las cor
poraciones trasladan sus actividades a lugares con mano de obra más
explotable y desprotegida. Mientras que cada vez son más los trabaja
dores que sufren las consecuencias de la reestructuración económica
que reduce sus salarios y su seguridad laboral, los políticos y los me
dios de comunicación ofrecen chivos expiatorios racistas y xenófobos
para explotar la insatisfacción, previniendo el descontento que po
drían causar sus medidas con estos programas económicos. Mientras
las trabajadoras y los trabajadores en Estados Unidos sufren las conse
cuencias de la merma de su poder, los medios de comunicación y el
gobierno elaboran mensajes que canalizan la frustración ante estos
cambios, hacia políticas de control racial y no hacia reformas econó
micas que pudieran beneficiar a los trabajadores.
Los medios de comunicación y los políticos han proyectado imá
genes e ideas sexistas, racistas y xenófobas para transformar las cre
cientes pérdidas económicas y la insatisfacción en llamadas al «orden
publico».8 Cada vez más, los problemas sociales enraizados en la po
breza y la división racial de la riqueza son retratados como cuestiones
de «delincuencia» y, para solucionarlos, se han recrudecido la vigilan-
7. David Bacon, /Ilegal People: How Globalization Creates Migration and Crimina-
lizes Immigrants, Beacon Press. Boston, 2008, pp. 51-82; Jennifer M. Chacón, «Unse-
cured Borders: Immigration Restrictions, Crime Control, and National Security», Con-
necticut Law Review, 39, n.° 5, julio de 2007, p. 1.827; En 1994, el año en que se
implemento la NAFTA, un promedio de 6.000 personas ingresaba cada día en prisio
nes estadounidenses para inmigrantes. En 2001 el número había aumentado a 20.000 al
día. En 2008 la media diaria era de 33.000 personas en prisiones para inmigrantes, Añil
Kalhan, «Rethinking Immigration Detention», Colwnbia Law Review, 110, 2010,
pp. 42,44.
8. Duggan, The Twilight ofEquality?
cia policial y las reclusiones.9En los últimos treinta años hemos visto
un crecimiento masivo de las estructuras del orden público, tanto en
las sanciones penales como en contextos migratorios, alimentado por
una retórica sobre la guerra contra las drogas y la guerra contra el te
rrorismo. Numerosos cambios legislativos han criminalizado compor
tamientos que antes no eran criminalizados y han aumentado drástica
mente las sentencias de delitos existentes. Las sentencias mínimas
obligatorias por delitos de drogas han aumentado gravemente la tras
cendencia de las condenas por drogas, pese a que el consumo de drogas
se ha reducido en general en Estados Unidos durante este período.10
Las llamadas «leyes de los tres golpes», que amplían las sentencias
preceptivas de personas condenadas a tres delitos considerados «gra
ves», han sido adoptadas por casi la mitad de los estados del país, lo
cual contribuye al incremento drástico de reclusiones. Los comporta
mientos asociados a la pobreza, como mendigar, dormir en la calle,
hacer uso del transporte público sin pagar y pintar grafitis, también
han sido cada vez más criminalizados, con el resultado de que muchas
personas pobres y sin hogar son cautivas del sistema penal.11 Muchas
ciudades han adoptado estrategias policiales de «calidad de vida» cuyo
objetivo es detener a personas que trabajan en el mercado del sexo, sin
hogar, jóvenes, con discapacidad y de color, como parte del afán de
acomodar las ciudades al gusto de la burguesía blanca.12 El resultado
de estas tendencias ha sido un aumento tan rápido de presos que Esta
dos Unidos hoy por hoy recluye a uno de cada 100 ciudadanos.13 Con
solo el 5 por 100 de la población mundial, hoy por hoy Estados Uni
dos tiene el 25 por 100 de los reclusos del mundo. Más del 60 por 100
de los reclusos estadounidenses son personas de color; y hoy por hoy
9. Loi'c Waquant, Punishing the Poor: The Neoliberal Government o f Social Insecu-
rity, Duke University Press, Durham, NC, 2009.
10. Ruth Wilson Gilmore, «Globalisation and US Prison Growth: From Military
Keynesianism to Post Keynesian Militarism», Race & Class, 40, n.os 2-3, marzo de
1999, pp. 171-188,173; Angela Y. Davis,Are Prisons Obsolete?, Seven Stories Press,
Nueva York, 2003.
11. Alex Vitale, City ofDisorder: How the Quality ofLife Campaign Transformed
New York Politics, NYU Press, Nueva York, 2008.
12. Vítale, City ofDisorder.
13. The PEW Center on the States, One in 100: Behind Bars in America 2008 (2008),
<www.pewcenteronthestates.org/uploadedFiles/8015PCTS_Prison08_FINAL_2-l-l_
FORWEB .pdf>.
uno de cada tres hombres negros son recluidos en prisiones a lo largo
de su vida.14 Las poblaciones nativas también sufren tasas de reclu
sión particularmente elevadas; a un ritmo de 709 por 100.000, la tasa
de reclusión de las poblaciones nativas se coloca en segundo lugar
respecto de la tasa de reclusión de personas negras, estimada en 1815
por 100.000.15Las mujeres son el segmento de población recluida que
más rápido crece. La tasa de reclusión de mujeres ha aumentado casi
el doble que la tasa de hombres desde 1985 y, hoy por hoy, el número
de mujeres recluidas en prisiones estatales y federales y en cárceles
locales es ocho veces mayor que en 1980. Los cambios producidos
por la guerra contra las drogas tienen mucho que ver con este giro: el
40 por 100 de las condenas penales que concluyeron con la encarcela
ción de mujeres en el año 2000 fueron por delitos de drogas.16 Dos
tercios de las mujeres recluidas en prisiones de Estados Unidos son
mujeres de color.17
Estas tendencias han motivado que muchos analistas concluyan
que la reclusión de comunidades de color supone una extensión de los
sistemas de esclavitud tradicional y genocidio de los pueblos indíge
nas.18Angela Davis ha descrito la trayectoria histórica forjada por el
sistema de represión penal en respuesta a la abolición formal de la
esclavitud. Como ha señalado Davis, entre muchas otras, la abolición
de la servidumbre involuntaria en virtud de la decimotercera enmien
da incluye una salvedad importante: «Excepto como castigo de un de
para un control migratorio. Fue un programa piloto a principios de 2008 con catorce
jurisdicciones iniciales y fue ampliado durante el gobierno de Obama, con el objetivo
de que en 2013 estuvieran incluidas todas las jurisdicciones de Estados Unidos. Immi-
gration Policy Center, Secure Communities: A Fact Sheet, Immigration Policy Center,
Washington, DC, 4 de noviembre de 2010, <www.immigrationpolicy.org/just-facts/
secure-communities-fact-sheet>. Activistas de todo el país lanzaron campañas para ex
hortar a sus jurisdicciones a no participar y finalmente 300 ciudades y condados, ade
más de tres estados, se negaron a participar. En noviembre de 2014, Obama anunció
que iba a poner fin al impopular programa y a sustituirlo por el Priority Enforcement
Program (Programa de aplicación prioritaria) que, según las críticas, es básicamente el
mismo programa con otro nombre. Véase Center for Constitutional Rights, Tell Gover-
nor Cuomo: Stop Secure Communities in New York, Center for Constitntional Rights,
Nueva York, <http://www.ccrjustice.org/nyscomm>; American Friends Service Com-
mittee, Stop «Secure Communities» in Massachusetts. Filadelfia, American Friends
Service Committee, febrero de 2011, afsc.org/event/stop-secure-communities-massa-
chnsetts; Lomett Turnbull, «State Won’t Agree to National Immigration Program»,
Seattle Times, 28 de noviembre de 2010, seattletimes.nwsource.com/html/local-
news/2013545041_secure29m.htmlprmid=obinsite. Tim Henderson, «More Jurisdic-
tions Defying Feds on Deporting Innmigrants», The Pew Charilable Trust, 31 de octu
bre de 2014, <http://www.pewtrusts.org/en/research-and- analysis/blogs/
stateline/2014/ 10/31 /more-j urisdictions-defy in g-feds-on-deporting-immi grants> .
22. Gilmore, «Globalisation and US Prison Growth».
cíente de autores de delitos relacionados con drogas, que cumplen
sentencias cada vez más largas. En virtud de nuevas leyes, como la
Ley sobre personas con discapacidad de Estados Unidos (ADA) de
1990, los consumidores de estupefacientes eran identificados como
personas a las que había que excluir de ciertas protecciones cuyo ob
jetivo era eliminar estigmas producidos por problemas de salud.23 Si
bien la toxicomanía disminuyó vertiginosamente en Estados Unidos
desde mediados de los años setenta, el confinamiento de personas por
delitos de drogas en cárceles estatales y federales aumentó un 975 por
100 entre 1982 y 1996.24 Cuando se instauró la guerra contra el terro
rismo en 2001, la enorme variedad de cambios jurídicos y políticos
que se tradujeron en el encarcelamiento de inmigrantes halló justifica
ción en una nueva fórmula que englobó todas las políticas migratorias
como «prevención del terrorismo». Esta fórmula penalizadora se ex
tiende al ámbito de las políticas de bienestar social. La idea de que
había gente que defraudaba los sistemas de prestaciones sociales y de
seguridad social para personas con discapacidad fue popularizada por
los exposés de los medios de comunicación sobre el asunto, contribu
yendo al retrato racista de las personas pobres como delincuentes,
apoyando políticas de reducción de programas para paliar la pobreza y
endureciendo las sanciones penales. Al mismo tiempo, con los cam
bios jurídicos sobre el uso o la posesión de estupefacientes se eliminó
el derecho de las personas con condenas por drogas a recibir ayudas
económicas universitarias y de vivienda, reforzando las barreras al ac
ceso de empleo, créditos y servicios sociales para comunidades vícti
mas de un mayor control policial y reclusión.25 Usando la excusa de
los motivos raciales, en las últimas cuatro décadas se han reducido
drásticamente los servicios sociales y ha aumentado sobremanera la
maquinaria estatal de vigilancia, control y reclusión, lo cual revela
falta de sinceridad de los credos del «estado mínimo» de los polí
ticos.26
23. Fue un cambio de la primera Ley sobre personas con discapacidad de Estados
Unidos (ADA), la Ley de rehabilitación, que no excluía a los consumidores de estupe
facientes del grupo de personas que podían alegar discriminación por discapacidad.
24. Gil more, «Global isation and US Prison Growth».
25. Erevelles, «Disabüity in the New World Order».
26. Wendy Brown, States oflnjury, Princeton University Press, Princeton, NJ, 1999;
Waquant, Punishing the Poor.
Durante este período también se ha producido un fuerte retroce
so de las conquistas jurídicas de] movimiento de derechos civiles. El
des mantel amiento de las leyes de Jim Crow y la aplicación de políti
cas que pretendían integrar sistemas escolares y áreas de trabajo para
redistribuir oportunidades económicas y liderazgos tuvieron una vida
corta, antes de que los órgauos legislativos y las cortes las elimina
ran.27 El movimiento de derechos civiles consiguió modificar la legis
lación estadounidense para suprimir la segregación racial explícita y
las leyes de exclusión, pero los tribunales respondieron creando una
nueva doctrina de «ceguera racial» que descafeinó estos cambios jurí
dicos y preservó el statu quo racial. Uno de los cauces para hacerlo
fue ilegalizar los programas de discriminación positiva y los programas
de desegregación escolar debido a su conciencia racial.28 Otra táctica
fundamental fue crear una doctrina jurídica contra la discriminación
que prácticamente imposibilita demostrar que existe discriminación.29
Estos dos elementos permiten que Estados Unidos siga enarbolando la
igualdad racial como la ley suprema de la nación, mientras achaca las
desigualdades económicas a poblaciones que si no prosperan bajo es
tas condiciones supuestamente igualitarias es por su «fracaso» perso
30. Parents Irivolved in Community Schools, 551 US 701; Milliken, 418 US 717;
Angela P. Harris, «From Stonewall to the Suburbs? Toward a Political Economy of
Sexuality», William and Mary Bill of Rights Journal 14,2006, pp. 1.539-1.582.
31. Algunos fragmentos del texto de este capítulo están adaptados de Dean Spade y
Rickke Mananzala, «The Non-Profit Industrial Complex and Trans Resistance», Se
xuality Research and Social Policy: Journal ofNSRC, 5, n.° 1. marzo de 2008, pp. 53-
71.
32. Dylan Rodríguez, «The Political Logic of the Non-Profit Industrial Complex»,
en The Revolution Will Not Be Funded: Beyond the Non-Profit Industrial Complex
vacíos que dejó el gobierno tras abandonar servicios sociales y lega
les básicos que debían asistir a poblaciones desfavorecidas, y han
creado un nuevo sector elitista de reforma jurídica y política financia
do por filántropos ricos. Este nuevo sector difiere mucho de los movi
mientos sociales de base y populares de épocas anteriores. Sus pro
yectos de reforma reflejan el giro neoliberal hacia las políticas de
inclusión y asimilación, no de redistribución y profunda transforma
ción. Al creciente sector no lucrativo lo que más le preocupa es ofre
cer servicios y cambiar las políticas. Las estrategias tradicionales de
organización de base han sufrido recortes económicos y han sido des
manteladas sistemáticamente, dado que los financiadores prefieren
canalizar los recursos hacia programas orientados a proyectos a corto
plazo para obtener resultados cuantificables. En este contexto, la jus
ticia social se ha convertido en una carrera poblada de individuos con
formación profesional especializada, que confían en modelos de ges
tión comercial para dirigir «eficientemente» organizaciones sin áni
mo de lucro. El liderazgo y la adopción de decisiones vienen de esta
casta mayoritariamente blanca, de líderes a sueldo y de donantes,
cuya prioridad hoy por hoy es trabajar para estabilizar la desigualdad
estructural legitimando y promoviendo sistemas dominantes de signi
ficado y control, en lugar de reivindicar transformaciones más pro
fundas.
La labor de reforma jurídica que hoy en día funciona bajo la rú
brica de los derechos de gays y lesbianas (o, a veces, derechos LGBT)
es un ejemplo de este viraje: de un programa más transformador de
movimiento social a un proyecto de reforma jurídica centrado en la
inclusión y la asimilación de organizaciones sin ánimo de lucro profe
sionalizadas. Numerosos expertos y activistas han criticado el derrote
ro del activismo en pro de los derechos de gays y lesbianas desde los
sucesos incendiarios de finales de los años sesenta, cuando personas
criminalizadas por su orientación sexual y de género combatieron el
acoso y la brutalidad policiales en el Stonewall Inn de Nueva York y
la cafetería Comptorís de San Francisco.33 El activismo nacido en esta
(ed.), INCITE! Women of Color Against Violence, South End Press, Cambridge, MA,
2007.
33. Las revueltas de Stonewall suele interpretarse como el momento incendiario y
fundacional de la resistencia contemporánea contra las normas sexuales y de género.
Los distnrbios de ia cafetería Compton’s fueron mucho menos comentados hasta que el
época se originó como una resistencia callejera y con organizaciones
ad hoc no financiadas económicamente, al principio en forma de pro
testas y marchas, utilizando estrategias que se reflejaron en numerosos
movimientos de resistencia contra la brutalidad policial y el militaris
mo, oponiéndose a normas y violencias patriarcales y racistas. Este
nueva resistencia centrada en la sexualidad/el género fue instituciona
lizada durante los años ochenta en estructuras sin ánimo de lucro lide
radas por abogados blancos y otras personas con privilegios de clase y
educación superior. Las voces críticas con estos cambios han emplea
do una gran variedad de términos y conceptos para describir este vira
je, con acusaciones de que la asimilación pasó a ser el foco de los
esfuerzos;34que el trabajo marginó cada vez más a personas con ingre
sos bajos,35 personas de color36 y personas trans;37 que el neoliberalis-
mo38 y el igualitarismo conservador terminaron secuestrando la resis
tencia. Algunos críticos han señalado que, cuando el movimiento gay
de los años setenta se institucionalizó en el movimiento por los dere
chos de lesbianas y gays en los años ochenta —creando instituciones
39. Harris, From Stonewall to the Suburbs?; Urvashi Vaid, Virtual Equality: The Ma-
instreaming ofGay and Lesbian Liberation, Random House, Nueva York, 1996.
40. Dean Spade y Craig Willse, «FTeedom in a Regulatory State?: Lawrence, Marria-
ge and Biopolitics», Widener LawReview, 11,2005, p. 309.
demanda de derechos matrimoniales entre personas del mismo sexo
significa luchar por un acceso a la asistencia sanitaria que solo benefi
ciará a personas con empleos con prestaciones médicas incluidas que
pueden compartir con la pareja, algo que es un cada vez más raro.41
Del mismo modo, combatir la marginación económica de las personas
queer únicamente a través de leyes antidiscriminatorias que prohíben
la discriminación laboral sobre la base de la orientación sexual —pese
a que estas leyes se han demostrado ser ineficaces para erradicar la
discriminación sobre la base de la raza, el sexo, la discapacidad y el
país de procedencia, pese a que la mayoría de las personas no tienen
acceso a los recursos jurídicos necesarios para hacer valer estos dere-
chos— ha sido criticado, porque es una forma de dirigir los esfuerzos
hacia la igualdad jurídica formal, mientras se ignora el sufrimiento de
las personas queer más marginadas económicamente. De forma análo
ga, tratar los problemas relativos a la custodia de menores a través del
reconocimiento matrimonial significa ignorar el funcionamiento ra
cista, sexista y clasista del sistema de bienestar infantil y desaprove
char oportunidades de formar coaliciones entre poblaciones que son
objeto de disolución familiar por este sistema. Las personas negras,
indígenas, con discapacidad, queer y trans, recluidas y pobres afron
tan enormes problemas en los sistemas de bienestar infantil. Por lo
tanto, buscar unos derechos de «reconocimiento familiar» a través del
matrimonio significa buscar estos derechos solo para personas queer y
trans que de verdad pueden esperar que los sistemas de derecho fami
liar y bienestar infantil les protejan. Como el acceso al matrimonio no
garantiza a las personas de color, pobres, recluidas o con discapacidad
que los sistemas de bienestar infantil no vayan a desestructurar a sus
familias, es improbable que lo hagan en el caso de personas queer
pobres, queer de color, queer reclusas y queer con discapacidad. No
parece que casarse tenga demasiados beneficios para las personas
queer cuyas familias son víctimas de la violencia del estado y no tie
nen acceso conyugal a la asistencia sanitaria o al estatus de inmigra
ción. Casarse parece beneficiar en primera instancia a aquellas perso
nas cuyos privilegios de raza, clase, inmigración y capacidad les
42. Este recuadro está sacado del texto de Morgan Bassichis, Alex Lee y Dean Spa
de, «Building an Abolitionist Trans Movement with Everything We’ve Got»; en Cap-
tive Genders: Transembodiment and the Prison Industrial Complex (ed.), Nat Smith y
Eric A. Stanley, AK Press, Oakland, CA, 2011.
43. Blum, Perina y DeFilippis, «Why Welfare Is a Queer Issue».
problemas más Soluciones oficiales de Postulados políticos queer y trans
graves gays y lesbianas críticos
£[ acceso de perso Legalizar el matrimonio Activismo MedicaidiMedicare: lu
nas queer y trans, entre personas del mismo cha por una sanidad universal; lu
personas pobres, per sexo para permitir que las cha por la asistencia sanitaria a
sonas de color e in personas que se benefician personas trans: protesta contra la
migrantes a una asis de prestaciones sanitarias negligencia médica que resulta de
tencia sanitaria de en sus empleos puedan la muerte de personas bajo custo
calidad es mínimo compartirlas con parejas dia estatal
del mismo sexo
Violencia contra per Aprobar legislación sobre Desarrollar respuestas comunita
sonas queer y trans delitos de odio para rias contra la violencia que apoyen
aumentar las penas de pri la reparación y la rendición de
sión y reforzar el orden pú cuentas colectiva; unirse a movi
blico local y federal; reca mientos que indagan en las causas
bar estadísticas sobre originarias de la muerte prematura
índices de violencia; cola de personas queer y trans: violen
borar con el orden público cia policial, reclusión, pobreza,
local y federal para perse falta de asistencia social y vivienda
guir la violencia de odio y
la violencia doméstica
Las personas queer y Eliminar las prohibiciones Unirse a movimientos que recha
trans sufren violen de participación de gays y zan las actuaciones militares racis
cia y discriminación lesbianas en el ejército de tas, sexistas e imperialistas estata
en el ejército Estados Unidos les e internacionales; exigir la
reducción/eliminación del presu
puesto de defensa
¡Sistema migratorio Legalizar el matrimonio Apoyar campañas por la abolición
injusto y punitivo entre personas del mismo de la reclusión y deportación de
sexo para permitir que per inmigrantes; rechazar leyes de in
sonas con ciudadanía pue migración que supeditan la condi
dan solicitar la residencia ción de inmigrante legal a las rela
legal para un cónyuge del ciones matrimoniales
mismo sexo
Las familias queer y Legalizar el matrimonio Unirse a otras personas víctimas
trans son vulnerables entre personas del mismo de la legislación familiar y el siste
a la intervención y la sexo para proporcionar una ma de bienestar infantil (familias
separación legal por vía para «legalizar» fami pobres, progenitores recluidos, fa
parte del estado y/o lias con dos progenitores milias nativas, familias de color,
personas que no son del mismo sexo; aprobar personas con discapacidad) para
queer ni trans leyes contra la discrimina luchar por la autodeterminación
ción en la adopción por comunitaria y familiar, así como
motivos de orientación se por los derechos de las personas a
xual conservar a sus hijos e hijas en sns
familias y comunidades
Las instituciones no Legalizar el matrimonio Modificar políticas como las visi-
reconocen los víncu entre personas del mismo tas al hospital para reconocer la
los familiares fuera sexo para reconocer for- variedad de las estructuras familia-
del matrimonio hete malmente a los cónyuges res, no solo a parejas de sexo
rosexual en contex del mismo sexo ante la ley opuesto o de mismo sexo; abolir la
tos como visitas al herencia y exigir la redistribución
hospital y herencias radical de la riqueza y el fin de la
pobreza
Las iniciativas para aprobar leyes sobre delitos de odio han reci
bido criticas similares, que denuncian que el propósito de endurecer
las penas por agresiones fruto del rechazo a las personas gays es des
tinar recursos a instituciones de represión penal; decisión que es pro
fundamente desacertada y peligrosa.44 Según los y las activistas queer
contra la brutalidad policial y la encarcelación masiva de personas con
rentas bajas y personas de color en Estados Unidos, las leyes sobre
delitos de odio no sirven para prevenir la violencia contra las personas
queer y trans, que es infligida en gran parte por los mismos empleados
del sistema de represión penal; sistema que presta más recursos a las
leyes sobre delitos de odio45El cambio de foco de pedir responsabili
dades a la policía a comulgar con el sistema de represión penal y exi
gir sanciones más duras supone una traición importante a los proble
mas de las personas queer y trans con rentas bajas y a las personas
queer y trans de color, que son víctimas frecuentes de la policía y las
prisiones. Esta decisión se centra en la perspectiva y la experiencia de
las personas queer blancas y con recursos que pueden sentirse protegi
das por la policía y los sistemas de represión penal. Quienes sienten
esta protección y no sufren directamente la violencia de la reclusión y
44. Laura Magnani, Harmon L. Wray y e} American Friends Service Committee Cri
minal Justice Task Forcé, Beyond Prisons: A New Interfaith Paradigm for Our Failed
Prison System, Fortress Press, Minneapolis, 2006; Dean Spade, «Methodologies of
Trans Resistance», en Blackwell Companion to LGBT/Q Studies (eds.), George Ha-
ggerty y Molly McGarry, Blackwell Pubíishing, Londres, 2007, pp. 237-261; Joey L.
Mogul, Andrea J. Ritchie y Kay Whitlock, Queer (In)Justice, Beacon Press, Boston,
2011; Katherine Whitlock, In a Time of Broken Bones: A Cali to Dialogue on Hate
Violence and the Limitations ofHate Crime Laws, American Friends Service Commit
tee, Filadelfia, 2001.
45. Dean Spade y Craig Willse, «Confronting the Limits of Gay Hate Crimes Acti-
vism: A Radical Critique», Chicano-Latino Law Review, 21, 2000, p. 38.
la vigilancia ven menos urgente la necesidad de un cambio fundamen
tal que no esté basado en este sistema.
En general, la agenda de derechos de gays y lesbianas ha virado
hacia la preservación y promoción del privilegio de clase y raza de un
pequeño número de profesionales gays de élite, al mismo tiempo que
margina o excluye abiertamente las necesidades y las experiencias de
las personas de color, inmigrantes, con discapacidad, indígenas, trans
o pobres. La institucionalización de los derechos de gays y lesbianas
que arrancó en los años ochenta y produjo un modelo de liderazgo
basado en el privilegio educativo y un modelo de cambio centrado en
las estrategias de élite y reforma jurídica facilitó el abandono de las
luchas de justicia social que atañen a las personas queer y trans más
vulnerables, en favor del fomento de campañas restrictivas por la in
clusión de las personas queer más privilegiadas en las instituciones
imperantes. Cuando surgieron, las organizaciones de derechos de les
bianas y gays eran (y siguen siendo) fundamentalmente financiadas e
integradas por gays blancos con licenciaturas profesionales y/o dine
ro. Estas organizaciones funcionan con modelos de gobernanza jerár
quicos y concentran el poder de decisión en miembros de consejos y
directivos veteranos, que tienen todavía más posibilidades de ser blan
cos, ricos y contar con una educación universitaria.
La agenda de derechos de lesbianas y gays, por lo tanto, ha veni
do a reflejar las necesidades y las experiencias de estos líderes y no
las experiencias de las personas queer y trans que no están presentes
en estos espacios elitistas. La mayoría de los líderes blancos retribui
dos de acuerdo a su educación privilegiada pueden imaginar que los
despidan de un trabajo por ser gays o lesbianas, que los acosen en la
calle (a menudo por un agresor de color imaginado),46 que sean exclui
dos de los Boy Scouts o del servicio militar. Pero no se imaginan que
puedan recluirlos en prisiones, estar bajo la asistencia social, sin ho
gar, en los sistemas de castigo a menores y cuidado tutelar, en riesgo
46. Christina Hanhardt describe lo rápido que los grupos activistas, cuyo propósito
era evitar la violencia homófoba, a menudo han asumido su lucha bajo la premisa de
unos prejuicios racistas sobre quienes ejercen la violencia, colaborando con la policía
para localizar a los hombres de color acusados, con frecuencia en barrios burgueses
donde gays y lesbianas blancos desplazaban a las personas de color. Christina Han
hardt, «Butteiflies, Whistles, and Fists: Gay Safe Streets Patrols and the “New Gay
Ghetto” 1976-1981», Radical History Review, 100, invierno de 2008, pp. 61*85.
de deportación o ser víctimas de acoso policial continuo. Como estos
datos han definido y siguen definiendo la «agenda gay», estos proble
mas no reciben los recursos que merecen y requieren. Es más, estos
líderes remunerados de organizaciones sin ánimo de lucro provienen
más de la universidad que de movimientos sociales transformadores
de base, cuyos miembros llevan soportando siglos la violencia de es
tado. Por esto, no poseen nociones críticas sobre la igualdad jurídica
formal, la asimilación, el profesionalismo y la igualdad de derechos
que se adquieren trabajando en movilizaciones de base. Ni siquiera las
críticas feministas relativamente populares a la institución del matri
monio pudieron superar el nuevo llamado del «matrimonio igualita
rio»; es decir, el acceso de las parejas del mismo sexo a una institu
ción fundamentalmente desigual, diseñada para privilegiar a ciertas
formaciones familiares con fines de control estatal.47
47. Ruth Colker, «Marriage Mimicry: The Law of Domestic Violence», William and
Mary Law Review, 47,2006, p. 1841; Katherine M. Franke, «The Politics of Same-sex
Marriage Politics», Columbia Journal ofGender and Law, 15,2006, p. 236.
48. Según un estudio del año 2000, el 66 por 100 de los miembros del consejo de
estas fundaciones son hombres y el 90 por 100 son blancos. Christine Ahn, «Democra-
tizing American Philanthropy», en The Revolution Will Not Be Funded: Beyond the
Non-Profit Industrial Complex (ed.), INCITE! Women of Color Against Violence,
South End Press, Cambridge, MA, 2007, pp. 63-76.
cion a través de un solo vector de identidad: la orientación sexual.
Esta política excluye a personas queer y trans que sufren homofobia,
además de transfobia, pobreza, capacitismo, xenofobia, racismo, se-
xismo, criminalización, explotación económica y/u otras formas de
sujeción.
Las organizaciones de lesbianas y gays también han seguido por
lo general un modelo de gobernanza basado en normas del sector pri
vado y no en valores de justicia social. Las mayoría de las organiza
ciones ampliamente financiadas han pagado escalas salariales/retribu
ciones similares a las del sector privado y sus directores ejecutivos
con frecuencia ganan sueldos que triplican o cuadriplican el de sus
empleados menos retribuidos. El salario suele corresponder al nivel de
estudios, lo cual significa de nuevo que el grueso de los recursos va a
parar a empleados blancos de familia acomodada, mientras que se
destinan menos recursos a empleados de color y empleados sin estu
dios superiores. Es más, la mayoría de estas organizaciones no ofre
cen prestaciones sanitarias que incluyan el tratamiento médico nece
sario para las personas trans, pese a que este problema de justicia
social es básico para la política trans. Estas organizaciones se han dis
tinguido por no priorizar el desarrollo de la justicia social en sus pro
gramas. Muchas se han negado sistemáticamente a satisfacer las peti
ciones de formación contra la opresión y de trabajo de desarrollo en su
seno. Su negativa a destinar recursos al desarrollo de prácticas antiTra
cistas internas refleja la marginación de cuestiones importantes para
personas de color en sus programas.
Globalmente, las organizaciones de derechos de gays y lesbianas
beneficiarías de cuantiosas dotaciones económicas son claros ejem
plos de lo que critican numerosos movimientos de justicia social: el
viraje de las demandas transformadoras de los años sesenta y setenta a
la estrechez de miras de los «emprendedores de justicia social» finan
ciados de hoy. La falta de rendición de cuentas comunitaria, el elitis-
mo, la concentración de la riqueza y los recursos en manos de las éli
tes blancas y las prácticas laborales de explotación son el pan de cada
día dentro de estas organizaciones, que crean y mantienen programas
políticos decepcionantes y peligrosos, que no ofrecen una resistencia
significativa y generalizada contra las instituciones violentas en Esta
dos Unidos, y a veces incluso las refuerzan. Con la preponderancia del
marco de organizaciones sin ánimo de lucro, ciertas lógicas que sos
tienen la criminalización, el militarismo y la brecha de la riqueza han
penetrado y transformado los espacios que antes eran lugares de fo
mento de la resistencia contra la violencia de estado.49 Cada vez más,
el neoliberal ismo significa que las cuestiones importantes para tales
organizaciones no comparten el compromiso general de justicia so
cial; estas organizaciones participan en la producción y el sostén de la
desigualdad de oportunidades basada en la raza y el género, mientras
se dedican a su «buena obra».
1. Compartí una primera versión con fragmentos de este capítulo en mi ponencia del
Simposio de 2008 de la Revísta Temple Political & Civil Rights Law, Intersections of
Transgender Lives and the Law, que fue publicada como «Keynote Address: Trans
Law and Politics on a Neoliberal Landscape», Temple Political Se Civil Rights Law
Review, 18,2009, pp. 353-373.
una jurisdicción donde estas leyes figuran sobre el papel.2 Siete esta
dos tienen leyes sobre delitos de odio que incluyen la identidad y/o
expresión de género.3 En 2009, una ley federal, la Matthew Shepard y
James Byrd, Jr. Hate Crimes Prevention Act (Ley de prevención de
delitos de odio), añadió la identidad y/o expresión de género a la ley
federal de prevención de delitos de odio. La batalla relativa a si —y
cómo— la identidad y/o expresión de género será incluida en la Ley
de no discriminación en el empleo (ENDA), una ley federal que pro
hibiría la discriminación basada en la orientación sexual, sigue en cur
so entre la conservadora organización nacional de gays y lesbianas
Human Rights Campaign (HRC), los legisladores y varias organiza
ciones y activistas que quieren impulsar un proyecto de ley en el Con
greso. Estas dos reformas jurídicas, las propuestas de ley antidiscrimi
natoria y las leyes sobre delitos de odio, han venido a definir la idea
de los «derechos trans» en Estados Unidos y a día de hoy, son las ini
ciativas más visibles de las organizaciones sin ánimo de lucro y los
activistas que trabajan en este marco.
La lógica que subyace a esta estrategia reformista no es un mis
terio. Sus defensores sostienen que si se aprueban estas leyes se po
drán hacer muchas cosas. Para empezar, la aprobación de leyes no
discriminatorias puede crear una base para las demandas legales con
tra empresarios, proveedores de vivienda, restaurantes, hoteles, tien
das y demás, cuya política sea discriminatoria. Las demandas legales
de las personas trans que sufren exclusión en estos contextos han fra
casado muchas veces en el pasado, pues los tribunales se acogían a
que la exclusión es una preferencia legítima de quien contrata, alquila
o tiene un negocio.4 Las leyes que ¡legalizan la exclusión basada en la
2. National Gay and Lesbian Task Forcé, «Jnrisdictions with Explicitly Transgender-
Inclusive Non-Discrimination Laws» (2011), <http://www.thetaskforce.org/static_
html/downloads/reports/fact_sheets/alljurisdictions_w_pop_10_ll.pdf>.
3. National Center for Transgender Equálity, «Hate Crimes» (2008), <www.ncte-
quality.org/Hate_Crimes.asp.2008> (consultado el 4 de enero de 2009).
4. Véase Ulane v. Eastern Airlines, 742 F.2d 1081 (7th Cir. 1984), por el que el Tri
bunal de Apelación del Séptimo Distrito falló que una mujer trans que había sido des
pedida de su trabajo de piloto comercial no estaba protegida por la cláusula de discri
minación sexual del Título VII de la Ley de Derechos Civiles de 1964, alegando que el
«Título VII no protege a transexuales»; y Oiler v. Winn Dixie, Louisiana Inc.,
No.Civ.A. 00-3114, 2002 WL31098541 (E.D.La. Sept. 16,2002), por el que el Tribu
nal de Distrito del distrito este de Lonisiana falló que un hombre que había sido despe
dido por travestirse ocasionalmente fuera del trabajo no estaba protegido por el Título
identidad y/o expresión de género tienen el potencial de influir en los
tribunales para castigar a quienes discriminan y aportar ciertas solu
ciones (por ejemplo, pagos retroactivos o perjuicios) a las personas
trans perjudicadas. También hay esperanza en que estas leyes, y su
aplicación por parte de los tribunales, envíen un mensaje preventivo a
quienes discriminen potencialmente, advirtiéndoles de que tales ex
clusiones no serán toleradas; estas leyes propiciarían en última instan
cia el acceso al empleo, la vivienda y otras necesidades de las perso
nas trans.
Las leyes sobre los delitos de odio se promueven con una lógica
similar. Sus defensores señalan que las personas trans tienen un índice
de mortalidad muy elevado y están sujetas a una gran violencia.5 En
muchos casos, las vidas de las personas trans son tan devaluadas por la
policía y los fiscales, que sus muertes no son investigadas o sus homi
cidas reciben castigos menores de los habituales por condenas de ase
sinato. Sus partidarios creen que las leyes sobre los delitos de odio
intervendrán en estas situaciones, logrando que las fuerzas del orden
se tomen en serio esta violencia. Existe también un elemento simbóli
co en la aprobación de estas leyes: la declaración de que las vidas
trans importan, como suelen alegar sus partidarios, confirmando que
las personas trans son humanas. Además, quienes están a favor tanto
de las leyes antidiscriminatorias como de las leyes sobre los delitos de
odio afirman que los procesos a favor de la aprobación de estas leyes
—incluidos el apoyo de los medios de comunicación que retratan las
vidas y los problemas de las personas trans, y las reuniones con legis
ladores, para hablarles de las experiencias de las personas trans—
aumentan la visibilidad trans positiva y avanzan la lucha por la igual
dad trans. Sus partidarios promueven la recopilación de datos sobre
los delitos de odio, por los que ciertas instituciones estatales llevan la
cuenta de los delitos de odio, que entienden como una oportunidad
para visibilizarla cantidad y gravedad de la lucha de las personas trans.
La lógica de la visibilidad y la inclusión presente en las campa
ñas a favor de las leyes antidiscriminatorias y sobre los delitos de odio
VII que prohíbe la discriminación sexual, aunque su conducta no tuviera nada que ver
con su desempeño laboral.
5. Rebecca L. Stotzer, «Gender Identity and Hate Crimes: Violence Against Trans-
gender People in Los Angeles County», Sexuality Research and Social Policy: Journal
of NSRC, vol. 5, marzo de 2008, pp. 43-52.
es ampliamente aceptada; sin embargo, la creencia de que estas dos
reformas abordan adecuadamente los problemas sufridos por las per
sonas trans, tanto en contextos de derecho penal como civil, presenta
numerosas e inquietantes limitaciones. El primer problema es si estas
leyes mejoran realmente las oportunidades de las personas a quienes,
en teoría, protegen. Si observamos las categorías identitarias que han
sido incluidas en tales leyes durante las últimas décadas, vemos que
las reformas no han eliminado los prejuicios, la exclusión o la margi
nad ón. La discriminación y la violencia contra personas de color han
persistido, pese a las modificaciones legales que las habían declarado
ilegales. La persistente y creciente brecha de la riqueza racial en Esta
dos Unidos sugiere que estas reformas legales no han obtenido los
resultados prometidos, y que la estructura de racismo sistémico no se
resuelve con estas leyes*6 De forma análoga, los veinte años de histo
ria de la Ley sobre personas con discapacidad de Estados Unidos (en
inglés, ADA) muestra resultados decepcionantes. Los tribunales han
limitado la aplicación potencial de esta ley, con interpretaciones insu
ficientes sobre su impacto, por lo que las personas con discapacidad
siguen sufriendo la marginación económica y política del capacitismo
sistémico. Lo mismo se puede decir de la persistencia de la discrimi
nación basada en el país de procedencia, la discriminación sexual y
otras formas de discriminación constante, pese a décadas de prohibi
ciones oficiales contra estos comportamientos. La persistencia de di
ferencias salariales, rescisiones ilegales de contratos, entornos labora
les hostiles, contrataciones/despidos desiguales y violencia motivada
por prejuicios están todavía presentes en comunidades cuyas luchas
han sido supuestamente zanjadas con leyes antidiscriminatorias y so
bre delitos de odio, lo cual nos invita a ser cautos a la hora de asumir
la eficacia de tales medidas.
Como he comentado en la introducción, las leyes sobre delitos
de odio no tienen un efecto di suasorio. Inciden en el castigo y no se
puede afirmar que prevengan la violencia motivada por prejuicios.
Aparte de no poder prevenir los daños causados, hay que considerar
las en el contexto de los fracasos propios de nuestros regímenes jurí
dicos y, en particular, de la violencia de nuestro sistema de represión
7. Véase Goins v. West Group, 619 N.W.2d 424 (Minn. App. Ct. 2000), por el que el
Tribunal Supremo de Minnesota sostuvo que las empresas podían restringir el acceso a
los cuartos de baño y cerrarlos, basándose en el sexo asignado al nacer; Hispanic Aids
Forum v. Estate of Bruno, 16 Misc.3d 960, 839 N.Y.S.2d 691, N.Y. Sup., 2007, por el
que un juez del Tribunal Supremo de Nueva York dio la razón a una organización sin
ánimo de lucro que se enfrentaba a un desahucio por no satisfacer las demandas del
arrendador, el cual exigió a sus clientes que revelaran su sexo asignado al nacer. En
Ettsity v. Utah Transit Authority, 502 F.3d 1215 (lOth Cir.2007), el Décimo Distrito
sostuvo que una mujer trans conductora de autobús que había sido despedida por usar
suele traducirse en que incluso si una persona trans reside en una ju
risdicción donde la discriminación trans es supuestamente ilegal, no
se interpreta como una violación de la ley el que le sea denegado el
acceso al cuarto de baño acorde con su identidad de género en el tra
bajo. Como es natural, considerando el alarmante índice de desempleo
en las personas trans —derivado de las condiciones de falta de hogar
y apoyo familiar,8 traumas por violencia, discriminación de potencia
les empleadores, consecuencia de necesidades sanitarias no satisfe
chas y muchos otros factores—,9 incluso si las interpretaciones lega
les de las demandas trans de acceso a los baños fuesen mejores, esto
no sería ni la punta del iceberg de la pobreza trans.10 Sin embargo,
estas interpretaciones, en casos laborales relativos al acceso a los ba
ños, son especialmente peligrosas porque los tribunales pueden impo
nerlas eu otros escenarios de alto riesgo, donde las personas trans se
enfretan a sistemas basados en la segregación por sexo. Como las per
sonas trans sufren con frecuencia violencia y discriminación en espa
cios que segregan por sexo, como son los hogares de acogida, las pri
siones y los hogares de acogida, y como el acceso a los baños suele
ser la cuestión más polémica entre las trabajadoras y trabajadores
los baños de mujeres cuando lo necesitó en varias paradas de su ruta no estaba protegi
da por el Título VII que prohíbe la discriminación sexual y los estereotipos de género.
8. Un encuesta reciente de 6.450 personas trans y no conformes con las normas bina
rias de género en Estados Unidos reveló que el 57 por 100 había sufrido rechazo fami
liar importante. Jamie M. Grant, Lisa A. Mottet y Justin Tanis, Injustice at Every Turn:
A Report of the National Transgender Discrimination Survey. Executive Summary,
National Gay and Lesbian Task Forcé and National Center for Transgender Equality,
Washington, DC, 2011, <www.thetaskforce.org/downloads/reports/reports/ntds_sum-
mary.pdf>.
9. El mismo estudió reveló que al 19 por 100 de las personas trans y que no confor
men el binarismo de género les habían negado tratamiento médico debido a su género,
al 28 por 100 les ofrecieron asistencia médica cuando estaban enfermos o heridos por
culpa de la discriminación y al 48 por 100 les ofrecieron asistencia médica cuando es
taban enfermos o heridos porque no podían costeársela. El estudio también reveló que
los encuestados declararon un índice de infección por VIH más de cuatro veces supe
rior a la media nacional, con índices más elevados entre personas trans de color. Grant
et al., «Injustice at Every Turn», National Gay and Lesbian Task Forcé and National
Center for Transgender Equality.
10. El estudio también confirmó que las personas trans viven en extrema pobreza.
Los encuestados tenían una probabilidad casi cuatro veces mayor de obtener unos in
gresos familiares inferiores a 10.000 $ al año en comparación con el resto de la pobla
ción. Grant et al., «Injustice at Every Tum», National Gay and Lesbian Task Forcé and
National Center for Transgender Equality.
trans y sus jefes, estas interpretaciones legales antitrans dificultan el
alcance de las leyes inclusivas para la personas trans, y son un ejem
plo de las limitaciones derivadas de buscar la igualdad a través de tri
bunales y órganos legislativos.
La Critical Race Theory ha desarrollado un amplio análisis sobre
l a s limitaciones de la legislación sobre la discriminación, útil para
comprender en qué han fallado y siguen fallando estas reformas jurí
dicas a la hora de producir cambios sustanciales para las personas
trans. La crítica de Alan Freeman, a lo que él llama la «perspectiva de
la autoría» en la ley sobre la discriminación resulta particularmente
útil para entender los límites de las estrategias más habituales en la
lucha por los derechos trans.11 La obra de Freeman estudia las leyes
que prohíben la discriminación basada en la raza. Explica cómo y por
qué las leyes antidiscriminatorias y sobre los delitos de odio no alcan
zan sus promesas de igualdad y libertad para las víctimas de discrimi
nación y violencia. Freeman afirma que la ley antidiscriminatoria no
entiende cómo funciona el racismo, y por eso, no puede combatirlo
con eficacia.
La ley sobre la discriminación conceptualiza el racismo a través
de la diada autor/víctima, imaginando como escenario fundamental a
un autor que odia irracionalmente a las personas de otra raza, despide,
se niega a atender, golpea o mata a la víctima incitado por este odio.
El que la ley adopte este concepto sobre el racismo funciona en contra
de la posibilidad de erradicarlo, y no hace sino contribuir a invisibili-
zar sus verdaderas manifestaciones. En primer lugar, la ley individua
liza el racismo. Dice que el racismo es cosa de unos individuos malos,
que eligen intencionadamente discriminar y deben ser castigados por
ello. En esta (mala) interpretación, el racismo estructural o sistémico
es invisible. Mediante esta función, la ley solo puede atender a dispa
ridades que provienen del comportamiento de un autor o autora, que
de forma intencionada, se guió por una categoría, que no debía guiarle
(la raza, el género o la discapacidad, por ejemplo). Ciertas condicio
nes, como vivir en un barrio cuyas escuelas reciben recursos insufi
12. Véase San Antonio Jndependent School Distñct v. Rodríguez, 411 US 1 (1973),
por el que el Tribunal Supremo de Estados Unidos sostuvo que el grave desequilibrio
en la financiación de los colegios de educación primaria y secundaria en un distrito
escolar basado en los niveles de renta de los residentes de cada distrito no era una
violación inconstitucional de los derechos de Protección Igualitaria de la Decimocuar
ta Enmienda.
13. David M. White, «The Requirement of Race-Conscious Evaluation of LSAT
Scores for Equitable Law School Admission», Berkeley La Raza Law Journal, 12,
2000-2001, p. 399; Susan Sturm y Lani Guinier, «The Future of Affirmative Action:
Reclaiming the Innovative Ideal», California Law Review, 84, julio de 1996, p. 953.
14. Freeman, «Legitimizing Racial Discrimination Through Anti-Discrimination
Law».
15. Milliken, 418 U.S. 717; 87 Parents Involved in Community Schools, 551 U.S.
701.
les de los Estados Unidos, que están enraizadas en la esclavitud -el
genocidio, el expolio, el internamiento y la exclusión de los inmigran
t e s , asi como en las políticas raciales explícitas que, históricamente y
en la actualidad excluyen a las personas de color de los beneficios de
programas de creación de riqueza para ciudadanos estadounidenses,
como la Seguridad Social, subsidios para las tierras, créditos y otras
ayudas para la adquisición de viviendas.16 Las condiciones que han
creado y siguen reproduciendo profundas desigualdades son invisibi-
lizadas, por la insistencia de esta perspectiva de la autoría de la discri
minación, de manera que toda consideración de una categoría prohibi
da sea igualmente perniciosa. Este modelo pretende que el terreno de
juego es igual y que, por lo tanto, todo beneficio o pérdida de oportu
nidades basado en esta categoría es pernicioso y crea desigualdad,
cosa que sirve, una vez más, para declarar que el statu quo racial es
neutro. Esta justificación del racismo sistémico que se enmascara
como una lógica de igualdad de oportunidades genera el espacio posi
ble para que emerja el mito del «racismo inverso», un concepto que
interpreta erróneamente el racismo, para sugerir significados paralelos
cuando una persona blanca pierde oportunidades o acceso a progra
mas que quieren compensar el impacto del racismo y cuando personas
de color pierden oportunidades debido al racismo.
El hecho de que la ley sobre la discriminación se base en la pers
pectiva de la existencia de un autor también crea la falsa impresión de
que el grupo antes excluido o marginado es ahora igual, que ha impar
tido justicia y se ha restituido la legitimidad de la desigualdad de
oportunidades. Esta declaración de igualdad y justicia disimula las
desigualdades y las disparidades que ocurren habitualmente y permite
que continúen. Limitar las estrategias de resistencia política a perse
guir la inclusión en la ley antidiscriminatoria es asumir erróneamente
que lograr reconocimiento e inclusión en este sentido igualará nues
tras oportunidades y nos permitirá competir en el sistema (asumido
como justo). Con frecuencia, esta perspectiva anula otras críticas,
como si el sistema económico fuese justo excepto por el hecho de que
aquellas personas malas que discriminan que a veces se les permite
16. Mazher Ali, Jeanette Huezo, Brian Miller, Wanjiku Mwangi y Mike Prokosch,
State ofthe Dream 2011: Austerity for Whom?, Boston, United for a Fair Economy,
2011, <wwvvfaireconomy.org/files/State_of_the_Dream_2011 .pdf>.
despedir a las personas trans por serlo.17Acotar el problema de la opre
sión a que una ley antidiscriminatoria pueda atajarlo elimina la com
plejidad y la amplitud del daño sistémico y mortífero que la resisten
cia trans quiere erradicar. No es de sorprender que la retórica que
acompaña este afán de inclusión a menudo crea «trabajadores merito
rios», que por lo demás, son personas cuyas otras características (raza,
capacidad, educación, clase) les habrían permitido aspirar a un buen
empleo, de no haber sido por la exclusión ilegítima que tuvo lugar.18
Usar como ejemplos a las personas menos marginadas de las margina
das, por así decirlo, se hace necesario cuando los problemas se abor
dan desde un marco tan restrictivo, en el que una persona se enfrenta
17. Dan Irving, «Normalized Transgressions: Legitimizing the Transsexual Body as
Productive», Radical History Review, 2008, pp. 38-59.
18. Irving, «Normalized Transgressions». Varios casos importantes de discrimina
ción trans siguen este patrón: los medios de comunicación y los abogados retratan las
características asimilables de la persona trans para enfatizar su carácter meritorio. Un
ejemplo es el célebre caso de Diane Schroer, que ganó el juicio tras haber perdido su
empleo en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos por revelar su identidad trans.
La revista Time la describió como
Excoronel de las Fuerzas Especiales (...) Schroer era un candidato de ensueño, un tipo
sacado de una novela de Tom Clancy: había saltado de aviones, había recibido adiestra
miento extenuante en condiciones extremas de calor y frió, comandado a cientos de solda
dos, ayudado a dirigir Haití durante la intervención estadounidense en los años noventa; y,
desde el 11 de septiembre, había participado de cerca en un plan secreto contra el terroris
mo en las más altas esferas del Pentágono. Fue seleccionado para organizar y dirigir una
nueva organización antiterrorista secreta y en este cargo informaba rutinariamente al secre
tario de defensa Donald Rumsfield. También entregó informes al vicepresidente Cheney
más de una vez. Schroer había sido un héroe de acción, pero también tenía los contactos y
la destreza intelectual que hacían de él un analista idóneo para el Congreso.*
* Nótese que el artículo de la revisia Time da un tratamiento claramente masculino a Diane Schroer.
La imagen pública de Schroer como patriota y combatiente antiterrorista se utilizó para
que aquellos contrarios a la guerra racista, antiinmigrante e imperialista contra el terro
rismo pudiesen renegar de ella. Los críticos han señalado igualmente las dinámicas de
merecimiento que determinan qué víctimas mortales queer y trans se convierten en
iconos de la batalla por la legislación sobre los delitos de odio. Las víctimas blancas
suelen ser recordadas públicamente (entre ellas. Harvey Milk, Brandon Teena,
Matthew Shepard), sus vidas inmortalizadas en documentales y películas Milk, Boys
Don't Cry, Larabee, y sus nombres asignados a leyes Matthew Shepard Local Law
Enforcement Enhancement Act. Los nombres de estas víctimas blancas y las luchas por
la reparación y hacer justicia por parte de parientes y amigos circulan más que los de
las víctimas de color en los medios de comunicación y canales sin ánimo de lucro,
aunque las personas de color pierden la vida en un porcentaje superior. Sanesha
Stewart, Amanda Milán, Marsha P. Johnson, Duanna Johnson y Ruby Ordeñana son
solo algunas de las mujeres trans de color cuyas muertes han lamentado comunidades
locales pero han sido prácticamente ignoradas por los medios de comunicación, las
grandes organizaciones sin ánimo de lucro y los legisladores
vectores transversales de discriminación y no puede beneficiarse de
una ley antidiscriminatoria. Este marco permite —y necesita inclu
so— Que los esfuerzos para la inclusión en el régimen que discrimina
se sustenten en una retórica que afirme la legitimidad y la equidad del
statu quo. El foco en la inclusión, propio de las campañas por las leyes
antidiscriminatorias y sobre los delitos de odio se fundamenta en la
estrategia de la sonrisa; lo que dicen en definitiva es «somos como tú,
no nos merecemos este trato diferente por culpa de esta única caracte
rística». Para justificar este razonamiento, sus defensores se aferran a
las normas imaginadas del cuerpo social estadounidense y eligen a
personas modélicas, que simbolizan los estándares estadounidenses de
normalidad, cuyas vidas quedan fácilmente enmarcadas por frases
efectistas que se hacen eco de las nociones comunes de injusticia. Los
«actores perfectos» para estos casos son personas blancas, con em
pleos de alto nivel y condición de inmigrantes legales. Las cuestiones
más peliagudas a las que se enfrentan los inmigrantes indocumenta
dos, las personas discriminadas simultáneamente por razones de raza,
discapacidad e identidad de género, por ejemplo, o las personas con
empleos mal remunerados, donde es especialmente duro demostrar
que existe discriminación, no son recogidas en la ley antidiscriminato
ria. Las leyes creadas a partir de estas estrategias, como es natural,
fracasan sistemáticamente a la hora de proteger a las personas cuyas
relaciones con la marginadón son más complejas. Estas personas, que
sufren la peor vulnerabilidad económica, no son encumbradas como
las «trabajadoras meritorias» a los que los partidarios de la ley antidis
criminatoria buscan para proteger.
Las leyes sobre los delitos de odio son un ejemplo más directo, si
cabe, de las limitaciones de la idea de opresión desde la perspectiva de
la autoría de la discriminación. Las leyes sobre los delitos de odio
formulan la violencia en términos de malhechores individuales. Estas
leyes y sus defensores retratan la violencia desde una óptica que sim
plifica en extremo sus manifestaciones y propone un sistema de repre
sión penal, como la forma idónea para acabar con ella. La violencia
que estas leyes retratan es la de individuos supuestamente anorma
les, que han cometido actos de violencia motivados por prejuicios. La
defensa de estas leyes promueve la falacia de que esta violencia es
especialmente reprobable a ojos de un estado que respeta la igualdad
y, por lo tanto, debe ser castigada con el mayor rigor. Si bien no cabe
duda de que este tipo de violencia es frecuente y es devastadora, quie
nes critican la legislación sobre los delitos de odio afirman que las
leyes sobre tales delitos de odio no son la respuesta. En primer lugar,
y como se ha mencionado antes, las leyes sobre los delitos de odio nó
tienen un efecto disuasorio: nadie se lee las leyes antes de cometer
actos violentos y decide no generar una violencia motivada por prejui
cios porque es castigada con una sentencia más dura. Las leyes sobre
los delitos de odio no aumentan ni pueden aumentar, de hecho, las
oportunidades vitales de las personas a las que en teoría protegen.
En segundo lugar, las leyes sobre los delitos de odio refuerzan y
legitiman el sistema de represión penal; un sistema dirigido contra las
mismas personas para cuya protección fueron aprobadas. El sistema
de represión penal fue fundado y reproduce constantemente, los mis-
mos prejuicios (racismo, sexismo, homofobia, transfobia, capacitis-
mo, xenofobia) que los partidarios de estas leyes quieren eliminar. No
es una cuestión baladí, habida cuenta del rápido crecimiento del siste
ma de represión penal estadounidense en las últimas décadas y de las
disparidades de género, raza y capacidad de sus víctimas. A día de
hoy, Estados Unidos tiene el 25 por 100 de los reclusos del mundo a
pesar de que solo tiene el 5 por 100 de la población mundial.19 La re
clusión en Estados Unidos se ha cuadruplicado desde los años ochenta
y sigue creciendo, pese a que los delitos violentos y los delitos contra
la propiedad han disminuido desde los años noventa.20 Estados Unidos
tiene el índice documentado de reclusión per cápita más elevado del
mundo.21 Según un informe de 2008, Estados Unidos recluye a día de
hoy a uno de cada 100 adultos.22 Personas de raza negra, de origen
latino, indígenas, pobres, inmigrantes, con discapacidad, queer y trans
son víctimas del orden público. Uno de cada nueve hombres negros
entre 20 y 34 años están recluidos en prisiones. Si bien los hombres
siguen superando con creces a las mujeres en prisión, el índice de re
19. Roy Walmsley, «World Prison Population List» (7.a edición), Londres, Interna
tional Centre for Prison Studies, 2005.
20. Departamento de Justicia de Estados Unidos, «Key Crime and Justice Facts at a
Glance» (2009), <wwvv.ojp.usdoj.gov/bjs/glance.htm>.
21. Walmsley, «World Prison Population List».
22. The PEW Center on the States, One in 100: Behind Bars in America 2008,
<www.pewcenteronthestates.org/uploadedFiles/8015PCTS_Prison08_FIN L _2-í-l_
FORWEB.pdfx
clusión de mujeres crece rápidamente, en gran medida como conse
cuencia de los cambios en las sentencias por la guerra contra las dro
gas, incluida la introducción de sentencias mínimas obligatorias por
condenas de drogas. Se calcula que el 27 por 100 de los reclusos fede
rales no tienen los papeles de la ciudadanía estadounidense.23 Si bien
es difícil obtener datos precisos del índice de reclusiones de personas
con discapacidad, es obvio que la combinación de una atención médi
c a insuficiente a los reclusos, la desinstitucionalización de personas
con discapacidad psiquiátrica sin la prestación de servicios comunita
rios adecuados y el papel del consumo de fármacos en la automedica-
ción es responsable de estas tasas tan elevadas.24
En el contexto de reclusión masiva y con un rápido crecimiento
de las prisiones para grupos tradicional mente marginados, ¿qué im
plica el uso de leyes que endurecen el castigo penal para supuesta
mente combatir la violencia contra estos grupos? Esto es lo que se
plantean con especial firmeza las voces críticas que señalan los oríge
nes de los derechos de gays y lesbianas en el activismo antipolicial de
las décadas de 1960 y 1970, y que cuestionan cómo el trabajo actual
de los derechos de gays y lesbianas ha terminado ajustándose al pos
tulado neoliberal de «la ley y el orden».25 ¿Habrían imaginado jamás
los veteranos de los disturbios de Stonewall y la cafetería Compton’s
contra la violencia policial que apenas unas décadas más tarde, los
reformistas LGBT apoyarían la aprobación de la ley llamada Matthew
Shepard y James Byrd, Jr. Hate Crimes Prevention Act, una ley que
destina millones de dólares a incrementar recursos policiales y proce
sales? ¿Habrían imaginado jamás que la policía se erigiría en garante
de las personas queer y trans contra la violencia, al tiempo que se
26. Dean Spade, «Documenting Gender», Hastings Law Journal, 59, 2008, p. 731;
Chris Daley y Shannon Minter, Trans Realities: A Legal Needs Assesment of San
Fransisco ’s Transgender Communities, Transgender Law Center, San Francisco, 2003.
27. Joey L. Mogul, Andrea J. Ritchie y Kay Whitlock, Queer (ln)Justice, Beacon
Press, Boston, 2011.
un rechazo motivado por su falta de conformidad con las normas de
género.28
Puesto que el sistema de represión penal en sí es una fuente signi
ficativa de violencia basada en la raza y el género, aumentar sus recur
sos y capacidad de castigo no reducirá la violencia contra las personas
trans. Cuando los partidarios de las leyes sobre los delitos de odio pro-
iponen los sistemas de represión penal como solución a la violencia
sufrida por las personas trans, están participando en la falsa lógica de
que el castigo penal produce seguridad, cuando es obvio que en reali
dad produce una enorme violencia. El castigo penal no puede ser el
método que usemos para atajar la transfobia, cuando el sistema de re
presión penal es el autor principal de la violencia contra las personas
trans. Numerosos analistas han identificado este apoyo a la ampliación
de regímenes de castigo a través de la promoción de leyes sobre delitos
de odio como un ejemplo de asimilación, donde las luchas de resisten
cia que han señalado ciertas condiciones o violencias terminan usándo
se para apuntalar esos mismos acuerdos, que perjudican a las personas
que luchan y forman parte de la resistencia. Un nuevo castigo a las
personas transfóbicas se ha sumado al arsenal de justificaciones de un
sistema que mayormente encierra y destruye las vidas de las personas
pobres, de color, indígenas, con discapacidad e inmigrantes, y que usa
la violencia sexual de género como uno de sus instrumentos diarios de
disciplina contra personas de todos los géneros.29
28. D. Morgan Bassichis, «It’s War in Here»: A Report on the Treatment of Trans
gender & Intersex People in New York State Men’s Prisons, Sylvia Rivera Law Project,
Nueva York, 2007, <http://srlp.org/files/warinhere.pdf>; Alexander L. Lee, Gendered
Crime á Punishment: Strategies to Protect Transgender; Gender Variant <S¿ Intersex
People in America’s Prisons (pts 1 & 2), G1C TIP J. (verano de 2004), GIC TIP J.
(otoño de 2004); Christopher D. Man y John P. Cronan, «Forecasting Sexual Abuse in
Prison: The Prison Subculture of Masculinity as a Backdrop for “Deliberate Indiffe-
rence”», Journal of Criminal Law and Criminology, 92, 2002, p. 127; Alex Coolman,
Lamar Glover y Kara Gotsch, Still in Danger: The Ongoing Threat of Sexual Violence
Against Transcender Prisoners, Stop Prisoner Rape and the ACLU National Prison
Project, Los Angeles, 2005, <www.justdetention.org/pdf/stillindanger.pdf>; Janet
Baus y Dan Hunt, Cruel and Unusual, Reid Productions, Nueva York. 2006.
29. Morgan Bassichis, Alex Lee y Dean Spade, «Building an Abolitionist Trans Mo-
vement with Everything We’re Got», en Captive Genders: Transembodiment And The
Prison Industrial Complex (ed.), Nat Smith y Eric A. Stanley, AK Press, Oakland,
2011. Agathangelou, Bassichis y Spira, «Intímate Investments»; Dean Spade y Craig
Willse, «Confronting the Limits of Gay Hate Crimes Activism: A Radical Critique»,
Chicano-Latino Law Review, 21, 2000, p. 38; Sarah Lamble, «Retelling Racialized
Gran parte del pensamiento que subyace a la necesidad de una
legislación antidiscriminatoria y sobre los delitos de odio, incluido el
de algunos abogados y abogadas que reconocen la limitación de estas
medidas, como cauces legales para mejorar las oportunidades vitales
de las personas trans, tiene que ver con la importancia de que nuestras
experiencias de discriminación y violencia sean nombradas en la ley.
Es preciso cuestionar si ser nombrado en la ley es beneficioso para el
bienestar de las personas trans, y comprender que los pretendidos be
neficios de este nombramiento posibilitan más aún que, en nombre de
la justicia y la igualdad, que los sistemas perniciosos sigan matándo
nos. Las leyes antidiscriminatorias y sobre los delitos de odio declaran
que los sistemas penales y los acuerdos económicos ya no son transfo-
bos, pero estas leyes no solo no consiguen erradicar la transfobia, sino
que además refuerzan los sistemas que la perpetran.
Este análisis ilustra cómo el trabajo de reforma jurídica que ape
nas retoca los sistemas para darles un barniz integrador, mientras deja
intactas sus manifestaciones más violentas, debe ser uno de los focos
de los movimientos sociales actuales. Por ejemplo, el activismo por la
abolición de las prisiones en Estados Unidos afirma que el proyecto
de reforma penitenciario, cuyo interés suele ser reducir ciertos tipos
de violencia o injusticia en el sistema penitenciario, siempre ha fun
cionado para mantener y ampliar la reclusión.30 Las iniciativas de re
forma penitenciaria para reducir sufrimientos varios, como la violen
cia sexual y de género, la desatención médica y el hacinamiento, por
mencionar unos pocos, en general han partido de personas bieninten
cionadas deseosas de combatir los horrores de la vida penitenciaria.
Pero estas iniciativas de reforma se han incorporado al proyecto de
expansión de prisiones, movilizadas para construir y llenar cada vez
más prisiones. El activismo por la abolición de las prisiones advierte
de que un sistema diseñado desde sus inicios como una tecnología de
control racial a través del destierro y el castigo usará cualquier funda
mento necesario para conseguir su objetivo. Un ejemplo reciente de
particular interés para el feminismo y las políticas trans es la National
31. El trabajo de Gabriel Arkles ha expuesto que las reglas que quieren proteger a
reclusos y reclusas de la violencia sexual suelen usarse para castigar las relaciones se
xuales consensuadas o las relaciones de amistad, prohibiendo la masturbación, estando
dirigidas contra reclusos y reclusas queer y que no conforman las normas binarias de
género. La existencia de estas reglas también puede aumentar los riesgos de conducta
sexual y abonar el terreno para el chantaje y los abusos por parte de funcionarios peni
tenciarios. Véase la carta de Chase Strangio y Z. Gabriel Arkles al secretario de justi
cia Holder, 10 de mayo de 2010, p. 9, <http://srlp.org/files/SRLP%20PREA%20com
ment%20Docket%20no%200AG-131.pdf>; Gabriel Arkles, Transgender Communi
ties and the Prison Industrial Complex, Northeastem University School of Law, febre
ro de 2010. La ponencia de Arkles es un ejemplo de esta clase de política problemáti
ca, Idaho’s Prison Rape Elimination Provision (Control n.° 325.02.01.001, 2004,
<www.idoc.idaho.gov/policy/int3250201001.pdf>), que incluye una prohibición sobre
reclusos «varones» con un «peinado femenino o afeminado». Correo electrónico de
Gabriel Arkles, 21 de febrero de 2011 (archivo del autor). Se ha levantado más polémi
ca en torno a la NPREA desde que el Departamento de Justicia propusiera normas na
cionales «para la detección, prevención, reducción y castigo de la violación en las
prisiones según lo dispuesto por» la NPREA, que excluyen los centros de inmigración.
Véase National Juvenile Defender Center & the Equity Project, Transgender Law
Center, Lambda Legal Education and Defense Fund, National Center for Lesbian
Rights, American Civil Liberties Union, Sylvia Rivera Law Project, National Center
for Transgender Equality, «Protecting Lesbian, Gay, Bisexual, Transgender, Intersex,
and Gender Nonconforming people from Sexual Abnse and Harassment in Correctio-
naí Settings», observaciones presentadas en respuesta a Docket No. OAG-131; AG
Order n.° 3244-2011 National Standards to Prevent, Detect, and Respond to Prison
Rape, 4 de abril de 2011, pp. 47-48 (archivo del autor); Human Rights Watch, ACLU
Washington Legislative Office, Immigration Equality, Just Detention International,
National Immigrant Justice Center, National Immigration Forum, Physicians for Hu
man Rights yPrison Fellowship, Southern Center for Human Rights, Texas Civil Rights
Project, Women’s Refugee Commission, «US: Immigration Facilities Should Apply Pri
son Rape Elimination Act Protections: Letter to US President Barack Obama», 15 de
febrero de 2011, <http://www.hrw.org/es/news/2011/02/15/us-immigration-facilities-
should-apply-prison-rape-eliminationact-protections>.
líos y aquellas activistas que piensen en usar la herramienta de refor
ma jurídica deberán tener muy claro si al hacerlo no están reforzando
y ampliando las capacidades de los sistemas para generar daño y si
nuestro trabajo no debería contribuir, por el contrario, a desmantelar
estas capacidades.
En los contextos de reforma penitenciaria y migratoria, los y las
activistas trans alertan del riesgo de dividir a las poblaciones afectadas
entre sujetos «meritorios» y «no meritorios». Las campañas que se
centran en inmigrantes que son retratados como «trabajadores» (codi
ficados como quienes no necesitan ayudas, tales como prestaciones
públicas o vivienda) y «respetuosos con la ley» (codificados como
quienes no están atrapados en el sistema de represión penal), o que
presentan las cuestiones migratorias en términos de unidad familiar
basada en constructos heteropatriarcales, estigmatizan más a quienes
no se ajustan al marco «meritorio», y crean políticas que solo benefi
cian a una estrecha franja de personas afectadas. De igual modo, las
campañas sobre las prisiones que solo hablan de personas condenadas
por delitos no violentos, presos «políticos» o personas absueltas tras
la aportación de nuevas pruebas, se arriesgan a depurar el sistema,
justificando y legitimando su funcionamiento general y eliminando
sus contradicciones más obvias. Hay tres aspectos clave en el activis
mo que busca reformar la legislación. Primero, estos proyectos solo
modifican lo que la ley dice sobre lo que hacen las políticas de un ré
gimen, no su impacto real. Segundo, depuran un régimen cuyas políti
cas contribuyen a seguir cebándose con los más vulnerables, mientras
que solo elimina, parcial o temporalmente de su camino, a algunos de
los menos vulnerables. Y, por último, los proyectos de reforma jurídi
ca suelen proporcionar fundamentos y justificaciones para la expan
sión de regímenes nocivos.
La crítica de Alan Freeman a lo que él llama la «perspectiva de
la autoría» nos ayuda a comprender que una estrategia de reforma ju
rídica centrada en la discriminación y que pretenda prohibir la consi
deración de ciertas categorías de identidad en el contexto de ciertas
decisiones (a quién contratar, despedir, desahuciar, acoger o agredir),
interpreta erróneamente cómo funcionan las violencias tales como el
racismo, el capacitismo, la xenofobia, la transfobia, el sexismo y la
homofobia. La obra de Freeman muestra que la ley sobre la discrimi
nación no sabe subsanar el sufrimiento que afirma combatir y, de he
cho, puede dar poder a sistemas que distribuyen desigualmente las
oportunidades vitales. Reconceptualizar la teoría del poder y la lucha
que subyace a estas reformas jurídicas nos permite fijarnos en otros
sistemas legales que producen una inseguridad estructurada y que re
cortan las expectativas de vida de las personas trans, y nos lleva a
considerar vías alternativas de intervención.
Como desarrollo en los capítulos que siguen, desentrañar el fun
cionamiento de los ordenamientos jurídicos que administran las opor
tunidades de la población, como son los sistemas de bienestar, los sis
temas penales, los sistemas de salud y los sistemas de inmigración,
ayuda a poner de manifiesto cómo funciona la ley al clasificar a las
personas en subpoblaciones, expuestas a distintos niveles de seguri
dad e inseguridad. Si observamos la administración jurídica de las
normas sociales, podemos ver cómo ciertas poblaciones acaban su
friendo experiencias tanto de abandono como de reclusión. Desde esta
perspectiva, podemos trazar estrategias para usar instrumentos de re
forma jurídica como parte de una estrategia general que desmantele
las mortíferas estructuras del capitalismo, mientras formulamos méto
dos alternativos para satisfacer las necesidades humanas y organizar
la participación política. Considerando la clara incapacidad de las es
trategias de reforma jurídica contemporáneas más populares para re
solver los sufrimientos de las personas trans, la experiencia trans pue
de ofrecer un lugar desde el que poder analizar cuestiones generales,
como la asimilación neoliberal de los movimientos sociales a través
de la reforma jurídica y la institucional ización de la resistencia, un
lugar desde el que reformular los problemas de la violencia y la pobre
za que sufren las poblaciones marginales, para descubrir nuevos cau
ces de intervención.
Reflexionando sobre la transfobia y el poder: vayamos
xrlás allá del marco de derechos
Tras haber estudiado los límites del modelo sobre la víctima y el autor
de la discriminación, ya podemos preguntarnos qué modelos de poder
deberíamos usar para reflexionar de forma más precisa sobre las expe
riencias de la violencia, la pobreza y la reducción de las expectativas de
vida de las personas trans y cómo constituir nuestra resistencia. Si
aprobar leyes que declaran punibles los actos odiosos e intencionados
de autores individuales no mejora las vidas de las personas trans y no
mejora los sistemas que se ceban con nosotros, ¿qué alternativa debe
mos buscar? Uno de los postulados centrales de este libro es que las
estrategias de reforma jurídica que suelen aplicarse para resolver los
problemas de las personas trans no captan la naturaleza del poder y el
control ni el papel que la ley desempeña en ambos. Dicho con sencillez,
nunca podrán funcionar; es más, hasta pueden empeorar las cosas. Para
combatir la violencia y la marginación que acortan las vidas de las per
sonas trans, debemos reformular cómo se producen tales condiciones e
indagar en qué tipos de resistencia pueden transformarlas de verdad.
Declarar sencillamente ilegales la violencia transfóbica y la exclusión
es hacer un uso infructuoso de la reforma jurídica: otras estrategias le
gales podrían servir de algo, si se insertan en una lucha trans más am
plia que articule demandas que exceden con mucho la reforma jurídica.
Para comprender cabalmente el sufrimiento de las personas trans
que he descrito en el prólogo, y para crear estrategias de resistencia, es
necesario desmontar el discurso sesgado del marco de reforma jurídica
acerca del funcionamiento del poder. Los sistemas de significación y
control que distribuyen injustamente las oportunidades, como el racis
mo, el capacitismo, la transfobia, la xenofobia y el sexismo, entre otros,
funcionan de formas más complejas, diversas y estructurales de lo que
permite el modelo víctima-autor. Como queremos y necesitamos enten
der por qué ciertas personas lo pasan mal, no tienen lo que necesitan
para subsistir y sufren altos niveles de violencia con una mayor vulne
rabilidad a la muerte prematura, debemos analizar cómo funciona el
poder más allá del modelo de discriminación individual. Analizar desde
otra perspectiva cómo funcionan el poder y el control nos permite des
cubrir qué vectores abordan y justifican las demandas de igualdad jurí
dica y cuáles no, y si estas demandas producen o refuerzan ciertos siste
mas de significación y control al mismo tiempo que aseguran combatir
la desigualdad y la violencia. Podemos empezar a formular estrategias
de resistencia que discutan los lugares y los métodos de la violencia que
nos afectan. He adaptado un marco para reflexionar sobre el poder, muy
inspirado en la obra de Michel Foucault, que es útil para comprender el
papel de las estrategias de reforma jurídica en los movimientos sociales
que trabajan por una transformación que trascienda los límites de la ley.
lo. Véase Gayatri Chakravorty Spivak, «Can the Subaltem Speak?» en Marxism and
the Ínterpretaíion of Culture (ed.), Cary Nelson y Lawrence Grossberg, University of
Illinois Press, Chicago, 1988; Ann Laura Stoler, Race and the Education ofDesire:
Foucault’s History of Sexuality and the Colonial Order ofThings, Duke University
Press, Durham, NC, 1995; Ann Laura Stoler, Carnal Knowledge and Imperial Power:
Race and the Intímate in Colonial Rule, University of California Press, Berkeley, CA,
2002; y Rey Chow, The Protestant Ethnic and the Spirit of Capitalism, Columbia Uni
versity Press, Nueva York, 2002. Scott Lauria Morgensen, en su descripción de la im
posición de normas binarias de género a jóvenes indígenas colonizados sujetos a pro
gramas de internados, afirma que el para el «paso de una autoridad colonial que se
otorga el derecho brutal de las ejecuciones en público a la normalización de la muerte
en regímenes reguladores basados en la disciplina [emplearon] métodos [que] no fue
ron menos terroríficos». Scott Lauria Morgensen, «Settler Homonationalism: Theori-
zing Settler Colonialism within Queer Modernities», GLQ: A Journal of Lesbian and
Gay Studiesy 16,2010, pp. 105-131,116.
ción de la violencia, porque el control suele interiorizarse y, por ende,
invisibilizarse en gran medida. Sin embargo, un examen de la raza, el
género y el colonialismo revela que la violencia no termina con la
emergencia de la disciplina. Es fácil traer a colación ejemplos de ma
nifestaciones violentas en el cumplimiento de estas normas. No hay
más que recordar el tratamiento psiquiátrico involuntario para modifi
car los procesos mentales y las capacidades de personas cuyo compor
tamiento o expresión es considerado fuera de ciertas normas. Otro
ejemplo es la asimilación forzosa de las poblaciones indígenas de Es
tados Unidos a través de programas de internados, que prohibieron
que los jóvenes hablasen lenguas indígenas o participasen en prácticas
culturales indígenas, obligándolos a acatar normas de género europeas
a la fuerza, separándolos de sus familias y comunidades para imponer
les modos de ser estadounidenses de origen europeo.11 Estos ejemplos
abundan en toda la cultura; la violencia es un medio fundamental de
control social, de imposición del género, la raza, las capacidades, la
clase y otras normas. Estas normas determinan cómo nos entendemos
a nosotros mismos, a los demás y al mundo. Impregnan cada esfera de
la vida hasta el mínimo detalle, desde como masticamos la comida o
caminamos o hablamos, hasta los criterios sistémicos generales sobre
cómo controlamos el tiempo, medimos la productividad y venimos a
identificar y entender la vida humana.
La resistencia al modo disciplinario de control ha incidido con
frecuencia en el rechazo de normas que se centran en la ideología
blanca, el cristianismo, la heterosexualidad, la masculinidad, el bina-
rismo de género y los criterios de salud, inteligencia, belleza y razón
que producen violentas jerarquías de valor. Por lo general, el interés
de estas estrategias de resistencia es exponer las normas disciplinarias
como normas y proponer formas de ser alternativas como legítimas.
Cuando los activistas forman grupos de sensibilización para que las
personas cuestionen con qué criterios ven a sus grupos e identidades y
sustituyan estas normas por otras ideas que creen mejores, se están
ocupando de un tipo de poder disciplinario. Las activistas e intelectua
les feministas blancas de los años setenta son un ejemplo comúnmente
11. Véase Andrea Smith, Conquest: Sexual Violence and American Indian Genocide,
South End Press, Cambridge, MA, 2005, pp. 35-54; Scott Lauria Morgensen, «Settler
Homo natío nalism», pp. 105-131,111-116.
citado de este tipo de trabajo, aunque a la sazón fue adoptado amplia
mente por grupos puertorriqueños, ideologías Black Power, lesbianas
y gays, y grupos de mujeres de color, entre otros. Estos grupos anali
zaron los criterios blancos de belleza, el heterosexismo, la monoga
mia, los estilos de gobernanza jerárquica y otras normas, proponiendo
alternativas que abarcaban desde peinados naturales hasta el poliamor
y el vegetarianismo, pasando por estructuras de gobernanza colectiva.
Cuando los movimientos sociales son críticos con las representacio
nes mediáticas que retratan a sus comunidades como holgazanas, de
lincuentes o enfermas mentales, se están ocupando del poder discipli
nario. Desde el inicio de la guerra contra el terrorismo, los grupos
activistas y de resistencia de personas negras y jóvenes han analizado
y criticado las representaciones mediáticas convencionales de la ju
ventud negra que alimentan mitos y políticas racistas. Estos grupos
también han creado sus propios medios de comunicación para presen
tar aquellas experiencias que son eliminadas por los medios tradicio
nales. El activismo por los derechos de inmigrantes han asumido una
labor similar, señalando el racismo y la xenofobia que la cobertura
mediática alimenta contra los inmigrantes mientras que, simultánea
mente, están creando medios para documentar el racismo, la islamofo-
bia y la xenofobia que la guerra contra el terrorismo ha desatado. La
crítica feminista sobre los medios, de forma análoga, tiene una rica
tradición que ha querido documentar y exponer a los medios de comu
nicación sexistas, produciendo alternativas. Muchos movimientos han
creado observatorios de medios de comunicación para ocuparse espe
cíficamente de la crítica mediática y el trabajo de respuesta alternati
va. La resistencia en el ámbito del poder disciplinario también es pa
tente cuando hay controversia acerca de si algo debería ser tratado o
no como un delito, una enfermedad o tan solo una forma de ser entre
muchas otras (por ejemplo, la homosexualidad, la obesidad, la identi
dad trans, el embarazo, el consumo de drogas, etc.). Son batallas de
resistencia a las normas disciplinarias y los criterios particulares, con
frecuencia provenientes de la medicina, la criminología y la sociolo
gía, reflejando un deseo de volver a codificar los significados de cier
tos actos o identidades.
Las estrategias de cambio propios de la reforma jurídica no com
baten suficientemente el control disciplinario. Las iniciativas de refor
ma jurídica que enarbolan la bandera de la antidiscriminación no han
conseguido alterar estas normas las más de las veces. Los tribunales
han resuelto que prohibir que las trabajadoras y los trabajadores lleven
peinados trenzados que son tradicionales de las culturas negras no es
discriminatorio por su raza, que despedir a alguien que lleva perlas
porque para su jefe es un hombre no constituye discriminación por
razón de sexo,12 que negarse a contratar a empleados con acentos dis
tintos del que se considera normativo en Estados Unidos no es una
discriminación basada en su procedencia,13 y que obligar a que las
mujeres lleven en el lugar de trabajo mucho maquillaje y ropa fuerte
mente marcada por el género no supone discriminación por razón de
sexo.14 Como la ley se basa principalmente en un tipo de poder donde
hay una persona que es la autora y otra que es la víctima, para deter
minar si el racismo, el sexismo, el capacitismo o la xenofobia consti
tuyen una violación, poner en tela de juicio normas y criterios disci
plinarios suele ser inútil, y los prejuicios racistas, sexistas, homófobos,
xenófobos y transfóbicos siguen como estaban.15
nmentality (ed.), Graham Burchell, Colin Gordon y Peter Miller, University of Chica
go Press, Chicago, 1991,p. 95.
17. Foucault describe el racismo como la tecnología que justifica el asesinato de
quienes son considerados como inferiores en el contexto de un poder movilizado para
promover la vida de la población: «En efecto, ¿qué es el racismo? En primer lugar, el
medio de introducir por fin un corte en el ámbito de la vida, que el poder tomó a su
cargo: el corte entre lo que debe vivir y lo que debe morir. [...] En una sociedad de la
normalización, la raza o el racismo son condiciones gracias a las cuales se puede ejer
cer el derecho a matar. [...] Cuando hablo de dar muerte no me refiero simplemente al
asesinato directo, sino también a todo lo que puede ser asesinato indirecto: el hecho de
exponer a la muerte, multiplicar el riesgo de muerte de algunos o, sencillamente, la
muerte política, la expulsión, el rechazo, etcétera». Mariana Valverde, «Genealogies of
European States: Foucauldian Reflections», Economy and Society 36, n.° 1, febrero de
2007, p. 176; Foucault, Defender la sociedad, trad. de Horacio Pons, Fondo de Cultura
Económica, 2001.
danzados, una lengua común, unos procedimientos para asignar nom
bres, unas modalidades de propiedad de la tierra (con un dominio ple
no frente a los planes regionales de uso compartido de las tierras) y
otros mecanismos crean una «idea de estado», facilitando procesos
básicos como generadores de ingresos, control social y militarismo.18
Mitchell Dean explora un tema similar en su trabajo sobre la teoría de
la gubernamentalidad de Foucault, cuando escribe:
La pacificación interna de un territorio, el establecimiento de un mono
polio sobre el uso de la violencia legítima y la fiscalidad, la imposición
de una moneda común, una serie de leyes y autoridades legales comu
nes, ciertas normas de alfabetización y lengua, todo ello forma parte
integral del proceso de formación del estado. El estado-nación fue
construido históricamente gracias a la subordinación de varios espa
cios de gobierno a una autoridad más o menos central y a la investidura
del deber del ejercicio de esta autoridad a unas instituciones y a un
personal de forma indefinida, si no permanente.19
Los programas que forjan la nación, pacificando el territorio y produ
ciendo prácticas normalizadas para toda la población, necesitan iden
tificar una población que sea «alterizada». En Estados Unidos, desde
su fundación, la distinción entre la población nacional y sus «otros»
constitutivos siempre se ha hecho a través de un proceso de racializa
ción de género. Esta racialización de género fue la condición que po
sibilitó la usurpación de tierras y mano de obra establecida por la na
ción. La distinción entre una población nacional a la que había que
proteger y cultivar, y otros considerados «enemigos internos», «ame
nazas» o «parásitos» sigue funcionando gracias a fórmulas racistas y
sexistas. El modo disciplinario del poder establece normas para ser
ciudadano/a productivo/a, empleado/a, adulto/a, hombre, mujer o es
18. James C. Scott, Seeing Like a State: How Certain Schemes to Improve the Hu
man Condition Have Failed, Yale University Press, New Haven, CT, 1998. El artículo
de Paisley Currah y Lisa Jean Moore, «We Won’t Know Who You Are: Contesting Sex
Designations in New York City Birth Certificates», explora la importancia de jos pro
gramas sobre el registro de las partidas de nacimiento para el tipo de estado que Scott
describe, y brinda un análisis útil de las iniciativas recientes adoptadas por activistas
trans relativas a partidas de nacimiento, Hypatia, 24,2009, pp. 113-135.
19. Mitchell Dean, Governmentality: Power and Rule in Modern Society, 2.a ed.,
SAGE Publications, Londres, 2010, p. 34.
tudiante como es debido, que son aplicadas a individuos, mientras que
el tipo de poder sobre la ordenación de la población moviliza estás
normas y significados, para crear políticas y programas que sean apli
cables de forma general. Estas políticas y programas usan clasificacio
nes y categorías para alcanzar sus objetivos, en vez de operar a escala
individual. En la época posterior a las conquistas de los derechos civi
les, cuando se supone que la ley ya obedecía a la doctrina de la «ce
guera racial» y, por lo demás, era igualitaria, las clasificaciones explí
citas sobre la raza y el género raras veces figuraban por escrito en el
diseño de estos programas. Es más, hay ejemplos históricos vergonzo
sos como la esclavización de millones de africanos, el internamiento
de japoneses, la segregación racial de iure, las restricciones de voto y
la exclusión de ciertas poblaciones de la industria, por mencionar solo
algunos, que suelen evocarse para demostrar cuán «justas e igualita
rias» son hoy la ley y la cultura estadounidenses, en contraste con el
viejo Estados Unidos, insinuando que el resto de disparidades se de
ben a deficiencias personales, puesto que ahora reina la igualdad de
oportunidades.
Si bien es cierto que las exclusiones raciales y de género figuran
hoy con menos frecuencia en la ley, se siguen movilizando ideas sobre
la raza y el género para sostener una política, o un programa general,
que puede no cebarse de forma explícita con un grupo, pero que aun
así cumple su objetivo racista/sexista. Un ejemplo memorable es
cómo se utilizó la descripción de las welfare queens —retratadas como
madres solteras negras que «defraudaban» el sistema de bienestar-
para justificar la eliminación de ciertos programas de asistencia públi
ca en los años noventa.20 Como es bien sabido, Ronald Reagan invocó
20. «El racismo de género es un concepto que puede ayudarnos a entender la intensi
dad de la hostilidad blanca hacia la supuestamente ubicua y estereotipada welfare
queen. Los medios de comunicación y el discurso cotidiano suelen retratarla como una
mujer afroamericana que vive fraudulentamente, perezosamente y “espléndidamente”
de las generosas prestaciones sociales que los estadounidenses de origen europeo tan
trabajadores pagan con sus impuestos (...). El racismo de género, al igual que el racis
mo en general, se entiende mejor no como una cosa sino como un proceso. Reflexionar
sobre el racismo como un proceso nos hace preguntarnos cómo y por qué existe en
ámbitos políticos como el bienestar social. Si nos centramos en el racismo de género
como proceso, es posible analizar cómo contribuyen los actores estatales racistas y
otros al discurso del bienestar, movilizando un imaginario negativo basado en la clase,
la raza y el género de esas madres empobrecidas que dependen de las ayudas públicas.
Cabe preguntarse por qué estos actores estatales racistas deciden seleccionar a las mu
esta imagen mítica para justificar sus ataques contra los programas de
bienestar, basándose en anécdotas falsas y exageradas sobre mujeres
que defraudaban ios sistemas de bienestar.21 Otro ejemplo es cómo se
utiliza la demonización de inmigrantes de Latinoamérica para justifi
car medidas más severas de control migratorio.22 Históricamente y en
la actualidad, al hablar de inmigrantes de color se insinúa que estos
ocupan empleos necesitados por personas blancas y/o ciudadanos, que
son delincuentes y no pagan sus impuestos, si bien las investigaciones
muestran que estas afirmaciones carecen de base.23 Aunque también
25. Un caso muy sonado que demuestra cómo ía estrechez de miras legal sobre la
opresión impide toda posibilidad de reparar el racismo sistémico es San Antonio Inde-
pendent School District v. Rodríguez, 411 US 1 (1973). En este caso, el Tribunal Su
premo examinó el método de financiación escolar de un distrito escolar de Texas, que
se basaba en los impuestos sobre la propiedad, con un resultado muy dispar entre los
recursos destinados a los colegios del área blanca pudiente y los del área poblada de
estudiantes negros y latinos. Los colegios ricos, con el 81 por 100 de estudiantes blan
cos, 18 por 100 latinos y 1 por 100 negros, recibía 594 $ por alumno al año. Los cole
gios pobres, compuestos por un 90 por 100 de latinos, 6 por 100 negros y 4 por 100
blancos, recibían 356 $ por alumno al año. El promedio estimado del valor de la pro
piedad por alumno en el barrio rico era de 49.000 $, mientras que en el barrio pobre era
de 5.960 $. El Tribunal Supremo resolvió que este método de financiación escolar no
merecía un examen riguroso por el impacto basado en la clase o la raza.
nes de racismo y sexismo que requieren una intencionalidad individual
y un nexo inequívoco entre intencionalidad y resultados, pueden negar
que estos programas sean racistas y sexistas declarándolos neutrales y
justos, al mismo tiempo que producen y se basan en unas imágenes
racistas y sexistas.
El impacto de las acciones del poder dirigidas a la población
puede ser mucho más significativo que el impacto de la discrimina
ción individual. Podemos verlo en la brecha de la riqueza racial en
Estados Unidos. El modelo de discriminación individual/intencionada
nos pediría que confiásemos en que es más fácil resolver la desigual
dad racial en la economía, castigando a las personas que discriminan
por motivos de raza en el trabajo o al ofrecer créditos, y que eliminan
do estas conductas se crearía una economía racialmente neutral y jus
ta. No obstante, la brecha de la riqueza racial en Estados Unidos pro
viene de —y es mantenida por— medidas sobre la población que han
garantizado la acumulación de riqueza por parte de un pequeño núme
ro de personas blancas y al tiempo que la mayoría de las personas de
color son incapaces de acumular riqueza. La creación de condiciones
patrimoniales basadas en la raza y la usurpación de tierras a pueblos
indígenas fueron fundamentales para crear riqueza para las poblacio
nes blancas y pobreza para las de color. Ser de raza blanca era la con
dición necesaria que permitía tener esclavos y beneficiarse de su tra
bajo, así como poseer tierras expoliadas a indígenas por la fuerza.26
Con posterioridad, incluso al fin oficial de la esclavitud en 1865 y tras
el período inicial de asentamiento europeo, los programas y las políti
cas han seguido garantizando la pobreza, el expolio y la explotación
económica de las personas de color.
Los principales programas nacionales han mantenido y exacer
bado la brecha de la riqueza racial. Por ejemplo, aunque la Gran De
presión tuvo consecuencias descomunales para las personas de color
por su pobreza desmesurada, los programas del New Deal fueron dise
ñados para beneficiar sobre todo a los asalariados blancos. Por ejem
plo, la Ley de Seguridad Social proporcionó una red de seguridad a
26. Cheryl 1. Harris, «Whiteness as Property», Harvard Law Review, 106, 1993.
p. 1.709; Andrea Smith. «Heteropatriarchy and the Three Pillars of White Supremacy:
Rethinking Women of Color Organizing», en Color of Violence: The INCITE! Antho-
logy (ed.), INCITE! Women of Color Against Violence, South End Press, Cambridge,
MA, 2006.
millones de trabajadores, pero excluyó a quienes hacían trabajo do
méstico o en la agricultura que, en su mayoría, eran personas de color.
La Ley Wagner de 1935 confirió a los trabajadores blancos el derecho
a la negociación colectiva a través de los sindicatos, pero también per
mitió que estos sindicatos excluyeran y discriminaran por razones de
raza, cosa que ayudó a mantener barreras raciales en empleos bien
retribuidos y a exacerbar la brecha de la riqueza racial. También ex
cluyó el trabajado doméstico y en la agricultura. Otro ejemplo es la
Servicemen's Readjustment Act de 1944 (ley de reajuste del servicio,
de 1944), más conocida como la G .1. Bill, que ayudó a muchos vetera
nos de guerra blancos a obtener una formación universitaria, vivienda
y préstamos para crear empresas después de la Segunda Guerra Mun
dial, pero que sirvió de poca ayuda a los veteranos de color. Los vete
ranos negros pasaron más apuros para beneficiarse de la G.I. Bill de
bido al racismo existente en colegios, universidades y bancos, y
porque muchos no estaban preparados para ir a la universidad dado
que habían recibido una educación pública muy deficiente en el siste
ma escolar segregacionista. El Departamento de Asuntos sobre los
Veteranos de Estados Unidos, con su afiliación a la American Legión
and Veterans ofForeign Wars (Legión Americana y Veteranos de las
Guerras en el Extranjero), toda ella compuesta de blancos, hizo uso de
su poder para rechazar o aceptar demandas de miembros negros de las
fuerzas armadas. Las leyes Jimm Crow, las leyes de exclusión asiáti
ca, el redlining* las leyes fiscales, los planes de distribución, varios
tratados que niegan derechos sobre la tierra y tantas otras medidas
estatales han producido y mantenido la pobreza de las personas de
color, mientras que los programas de préstamos hipotecarios para vi
viendas y empresas, las concesiones de tierras, becas y préstamos para
la educación y los programas de prestaciones públicas siguen fomen
tando que las personas blancas acumulen riqueza y la conserven.27
La tendencia actual de dejar de gravar la riqueza para gravar los
rendimientos de trabajo ha seguido construyendo y manteniendo esta
riqueza en la época contemporánea, del mismo modo que el control de
* El redlining, también conocido como «listas negras», es una práctica de exclusión
financiera en virtud de la cual una entidad de crédito se niega a conceder préstamos en
determinadas zonas por la raza de sus residentes (N. de la T.)
27. Véase United for a Fair Economy, Closing the Racial Wealth Divide Training
Manual, United for a Fair Economy, Boston, 2006.
la inmigración, la encarcelación masiva y los ataques contra los dere
chos de los trabajadores, las ayudas públicas, el transporte público y la
educación pública han seguido relegando a una pobreza desproporcio
nada a las personas de color. Limitar nuestra investigación a buscar la
causa de la brecha de la riqueza racial en Estados Unidos a las medi
das adoptadas por empresarios particulares o banqueros racistas es
asumir que, aparte de estas «manzanas podridas», la economía es justa
o neutral desde el punto de vista racial. Esta fórmula suele acompa
ñarse de la afirmación de que las personas de color son responsables
de su desmesurada pobreza. Suele acompañarse de la observación de
que algunas personas de color sí que experimentan una movilidad as
cendente financiera, lo cual, afirman, ha de significar que el racismo
no media en la participación económica. Esta lógica se asienta en el
modelo de racismo individual/intencionado y lo que hace es ocultar
las verdaderas condiciones y operaciones del poder que producen una
correlación entre riqueza, raza y expectativas de vida. Solo cuando
analizamos los modos de control y distribución a escala poblacional,
supuestamente neutrales con la raza, podemos entender y explicar la
brecha de la riqueza en función de la raza, en lugar de permitir que el
racismo la justifique.
El mito de la igualdad legal en Estados Unidos se basa en el relato
de que las leyes estadounidenses antes excluían a personas por motivos
de raza y sexo, pero ya no lo hacen. En teoría, ahora todo es justo e
igual. Ahora bien, nuestro país se construyó sobre la base de sistemas
de propiedad y regulaciones laborales que crearon y utilizaron catego
rías raciales y sexuales desde su principio. Los programas de escala
poblacional, caracterizados desde su misma concepción por excluir ba
sándose en la raza y el sexo, siguen generando seguridad y vulnerabili
dad según la raza y el sexo, bajo la apariencia de usar criterios neutra
les (con respecto a la raza y el género). Los cambios en la retórica
sobre la raza y el género han reconfigurado el lenguaje y los marcos
políticos, pero las políticas y los programas que gestionan y distribuyen
los recursos siguen estando sesgados en función de la raza y el género,
vectores que generan seguridad y vulnerabilidad de modo desigual.28
28. En la Critical Ethnic Studies Conference (la Conferencia de Estados Étnicos Crí
ticos) de 2011 en UC Riverside, Jodi Melamed abordó este viraje en la retórica em
pleada en Estados Unidos para mantener la brecha racista sobre la riqueza y las opor
Retomando el ejemplo de la historia del estado de bienestar en
Estados Unidos, vemos que incluso cuando los programas a escala
poblacional se hacen oficialmente neutrales en materia de raza y géne
ro, en realidad siguen generando sufrimiento y violencia a través de
vectores de género y raza. Los primeros programas de ayuda a la renta
en Estados Unidos beneficiaron a las viudas de soldados blancos. Es
tos programas fueron creados gracias a una campaña que se centró en
promover «el bienestar de la raza», garantizando que las madres blan
cas tuvieran recursos para educar adecuadamente a los futuros líderes
blancos de la nación en hogares decentes.29 A medida que se adopta
ban más programas, Estados Unidos creó un sistema de ayudas públi
cas escalonado, en virtud del cual, las cónyuges viudas de soldados y
trabajadores a tiempo completo recibían unas prestaciones superiores
a las de los progenitores que solicitaban asistencia pública no vincu
lada a estas condiciones, y la cantidad económica de la prestación para
familiares viudas o con discapacidad dependía de la categoría laboral
y los ingresos del cónyuge antes de su discapacidad o muerte. La es
tructura escalonada de estos programas permitía que las personas
blancas recibieran unas prestaciones desproporcionadamente más al
tas, porque sus tasas de empleo y retribución son desproporcionada
mente más altas debido al racismo estructural.
Si bien las leyes que rigen el bienestar social ya no se basan en la
raza de forma explícita, el que Estados Unidos tenga un sistema de
tunidades. Su formulación revela lo mucho que estos cambios han limitado el discurso
político, ayudando a que las políticas de resistencia sean secuestradas por luchas ses
gadas de derechos, que no pueden traer cambios transformadores. Según ella:
En un marco que redefinió el racismo como un «prejuicio» y antirracismo como la amplia
ción de la igualdad de oportunidades, un individualismo posesivo y una ciudadanía cultu
ral para todos, la política racial estadounidense de la Guerra Fría fue al mismo tiempo una
geopolítica que injertó un antirracismo no redistributivo al nacionalismo estadounidense
que en sí mismo portaba el germen del capitalismo transuacional. Este viraje fue decisivo.
El liberalismo racial de la Guerra Fría impuso un campo de significados raciales en que el
discurso antirracista imperante debe asumir fuera de toda duda la supremacía estadouni
dense e incorporar los intereses del estado a los objetivos del antirracismo. Relega la solu
ción del conflicto racista al terreno de las políticas liberales que ocultan las desigualdades
materiales que genera el capitalismo.
29. Gwendolyn Mink, «The Lady and the Tramp: Gender, Race and the Origius of
the American Welfare State», en Women, the State and Welfare (ed.), Linda Gordon,
University of Wisconsin Press, Madison. WI, 1990, pp. 92-122; Lisa Duggan, The
Twilight of Equality? Neoliberalism, Cultural Politics, and the Attack on Democracy,
Beacon Press, Boston, 2004.
bienestar social escalonado (en comparación con tantos otros países
que conceden prestaciones generales) crea una desigualdad racial y de
género significativa, en cuanto a la ayuda que estas prestaciones pro
porcionan realmente. Un sistema de bienestar social escalonado per
mite que ciertos programas se rijan por códigos raciales, cosa que los
estigmatiza más y los hace más vulnerables a los ataques. La Ayuda a
familias con hijos dependientes (AFDC, por sus siglas en inglés), el
programa conocido tradicionalmente como welfare en Estados Uni
dos, ha sido objeto constante de ataques racistas y sexistas por parte
de medios de comunicación, la academia y los políticos con nociones
fabricadas sobre las «culturas de la dependencia» que patologizan a
los beneficiarios de las prestaciones. Cuando se comparan con otros
programas de subvenciones públicas, como las prestaciones de la Se
guridad Social, los subsidios agrícolas o las ventajas fiscales para em
presas, salen a la luz las implicaciones políticas que conlleva crear
sistemas jerárquicos de prestaciones que clasifican a las poblaciones
beneficiarías por raza, género y renta. Durante el mandato de Clinton,
los ataques para desmantelar la AFDC fueron secundados por «infor
mes» de «fraudes» (por lo general atribuidos a madres negras solte
ras). Los programas más propensos a ayudar a las personas de color
recibieron ataques y dejaron de ser financiados.30
Si bien la «reforma del bienestar» perjudica a muchas familias
blancas, su impacto ha sido especialmente calamitoso para las fami
lias de color con mujeres como cabeza de familia, reflejando la estruc
tura racista y sexista subyacente en los sistemas de prestaciones públi
cas estadounidenses y la retórica específica de la campaña. Los
numerosos programas que subvencionan mucho más a familias blan
cas de clase media y alta, y que se aprovechan de más fondos guber
namentales que las prestaciones de la AFDC, nunca han sufrido ata
ques similares.31 Que los sistemas de ayudas públicas en Estados
30. Minie, «The Lady and the Tramp»; Holloway Sparks, «Queens Teens and Model
Mothers: Race, Gender and the Discourse of Welfare Reform», en Race and the Poli-
tics of Welfare Reform (ed.), Sanford F. Schram, Joe Soss y Richard Fording. Univer-
sity of Michigan Press, AnnArbor, MI, 2003, pp. 188*189; Duggan, Thee Twilight of
Equality?
31. Loi'c Waquant incide en lo absurdo de los ataques contra el estado de bienestar en
la época de Bill Clinton y detalla que no se modificaron las subvenciones de mayor
cuantía para familias pudientes.
Unidos hayan sido jerarquizados desde sus inicios —lo que ha provo
cado que un número desproporcionado de familias de color con ma
dres como cabeza de familia confíen en la AFDC—, en combinación
con años de investigaciones en ciencias sociales que describían a las
familias negras como patológicamente matriarcales y que responsabi
lizaban a las personas pobres de su pobreza, posibilitó un contexto
ideal para los ataques contra el programa.32 Esta historia es un típico
ejemplo de cómo funcionan las medidas sobre la población que pro
yectan ideas de una población estándar sana. Se entiende así que la
población nacional se expone al peligro de los «otros» marginales que
son retratados como parásitos o amenazas para el bienestar de la na
ción. Si bien es cierto que la retórica inicial de las ayudas para viudas
en Estados Unidos era explícitamente racista, afirmando literalmente
que el programa era necesario para garantizar que las viudas blancas
pudieran «promover la raza» educando a sus hijos, el ataque de los
No obstante, tras las demandas sonadas desde políticos de todas las ideologías sobre la
necesidad de «terminar con la época del “gran gobierno” —con un coro en el discurso de
Clinton sobre el Estado de la Unión en 1996—, el gobierno de Estados Unidos sigue pres
tando garantías y apoyo de todo tipo a las corporaciones, así como a las clases medias y
altas, empezando, por ejemplo, por las ayudas para la compra de viviendas: casi la mitad
de los 64.000 millones de dólares en deducciones fiscales para el pago de intereses hipote
carios e impuestos sobre bienes inmuebles concedidos en 1994 por Washington (casi tripli
cando el presupuesto para la vivienda pública) fueron a parar al 5 por 100 de los hogares
estadounidenses con una renta superior a los 100.000 $ ese año; y el 16 por 100 de esta
cuantía fue a parar al 1 por 100 de los contribuyentes cuyos ingresos superaron los
200.000 $. Siete de cada diez familias de ese 1 por 100 privilegiado recibió ayudas hipóte-
carias (8.457 $ de media) frente a una cifra algo inferior del 3 por 100 de las familias por
debajo de unos 30.000 $ (unos miserables 486 $ cada uno). El subsidio fiscal de 64.000
millones de dólares destinado a propietarios ricos superó el gasto nacional en bienestar
social (17.000 millones de dólares), cupones de alimentos (25.000 millones de dólares) y
asistencia nutrícional infantil (7,5 mil millones de dólares).
Loi'c Waquant, Punishing the Poor: The Neoliberal Government of Social Insecurity,
Duke University Press, Durham, 2009, p. 42.
32. Quizá el documento más desafortunado de esta clase de investigaciones sea este
de 1965, The Negro Family: The Case for National Action, más conocido como el in
forme Moynihan. Según el informe, la vida de la familia negra era un «enredo patoló
gico (...) capaz de perpetuarse a sí mismo sin la asistencia del mundo blanco» y que
«en el corazón del deterioro del tejido de la sociedad negra se halla el deterioro de la
familia negra». Aseguraba que la igualdad económica y política para las personas ne
gras dependía de aumentar la prevalencia de las familias nucleares heterosexuales en
la comunidad negra. Fue un documento fundamental para imprimir la idea racista, se
xista y en contra de los pobres de que el disfrute del bienestar social es causa y efecto
del incumplimiento de las normas patriarcales de la estructura familiar. Daniel Patrick
Moynihan, The Negro Family: The Case for National Action, Office of Policy Plan-
ning and Research, US Department of Labor, Washington, DC, 1965.
¿gos noventa a la AFDC también proyectó ideas de una ciudadanía
blanca que necesitaba protegerse de «los otros» nocivos, o parásitos
g0Ciales, cuya existencia era retratada como una amenaza para las nor
rias de raza y género. Ambos marcos son ejemplos de la articulación
racista y sexista del concepto de nación que se usa para consolidar
programas generales, cuyos destinatarios son las poblaciones, y no
tanto los individuos, que condicionan la distribución de oportunidades
vitales.
Pueden encontrarse historias similares en otros programas de se
gundad a escala poblacional en Estados Unidos, como la inmigración,
la represión penal, la educación y la asistencia sanitaria. Las ideas ra
cistas y sexistas sobre la nación que dependen de la construcción de
una población nacional con necesidad de protegerse de las personas
pobres, de color, inmigrantes y otras presentadas como «enemigas»,
internas y externas, se forman en la concepción de estos programas de
seguridad y siguen afianzándolos y estructurándolos, incluso si las ex
clusiones explícitas son eliminadas. El lenguaje de la alteridad racial y
sexualizada ha cambiado con el tiempo, a medida que la igualdad ju
rídica formal se ha convertido en el mandato de la ley, pero estos pro
gramas siguen sirviendo a los mismos fines. Las fuerzas que producen
y reproducen estos hechos son complejas y múltiples. En 1996, no
fueron solo el presidente Clinton o el Congreso quienes desmantela
ron el estado de bienestar: fue una combinación de antiguos estereoti
pos racistas y sexistas, la movilización de las normas raciales y sexua
les en la investigación académica y los medios de comunicación, los
conceptos de raza, género y economía interiorizados por millones de
estadounidenses y toda una serie de condiciones las que produjeron
estos cambios. Comprender el poder que tiene la ordenación de la po
blación arroja luz sobre el complejo funcionamiento de la raza y el
género, como vectores del reparto de oportunidades de vida, cosa que
no puede solventarse solo aprobando leyes que declaran «iguales» a
varios grupos.
El rápido crecimiento del sistema de represión penal en Estados
Unidos es otro escenario evidente de la ejecución de medidas sobre la
población, construidas sobre narrativas racistas y sexistas. La cuadru
plicación del sistema penitenciario estadounidense en solo unas déca
das ha sido posible en gran parte gracias a que se aprobaron leyes que
aumentaban las sentencias por cargos relativos al uso, la posesión y el
tráfico de drogas. El respaldo popular a estos cambios se consiguió
gracias a los discursos políticos y mediáticos alarmistas sobre las gue*
rras entre bandas y el crack. Las historias contadas por la prensa a
modo de exposés, la eclosión de las series televisivas y las películas
con tramas policiacas/judiciales y la guerra declarada contra las dro
gas se usaron para retratar la aterradora proliferación de la violencia
en las comunidades negras. Las políticas y las prácticas resultantes
fueron responsables del refuerzo de las patrullas en los barrios pobres,
mientras se ponía a disposición del orden público más instrumentos
para vigilar, detener y encarcelar a las personas pobres y de color.
Estas políticas y prácticas complicaron más si cabe la subsistencia y la
participación política de personas condenadas por posesión o tráfico
de drogas, puesto que dejaron de ser candidatas para la vivienda pú
blica, los préstamos para estudiar y, en ciertos estados, el derecho al
voto, entre otras cosas.33 Si bien el sistema de represión penal dice
abordar la responsabilidad individual por actos ilícitos, la implemen-
tación de medidas a escala poblacional a través de marcos racistas y
sexistas sobre la «amenaza» o el «parasitismo» ha creado un sistema
que no persigue a usuarios y traficantes de sustancias ilegales, sino a
personas de color (a escala poblacional) para recluirlas en prisiones.
Como hemos visto antes en la obra de Angela Davis, estos marcos han
movilizado sin cesar el castigo y el confinamiento desde la fundación
de Estados Unidos, a través de mecanismos legales que pasaron for
malmente de la esclavitud tradicional al castigo penal a finales de la
década de 1800.
Es importante distinguir aquí entre el modo de poder disciplina
rio y el control a escala poblacional. En lo referente a normas y disci
plina, podemos aprender normas sobre cómo debemos ser. Aprende
mos lo que se entiende como «correcto» o «adecuado» y «normal»,
luchamos y nos esforzamos por cumplirlo (aunque sea inventándonos
nuestras normas subculturales alternativas), animamos y obligamos a
otros (nuestros hijos e hijas, nuestros colegas de trabajo, nuestras
autoridades electas) a que lo hagan también. Desde el poder discipli
nario, cumplir o no estas normas es una cuestión individual. Podemos
33. Patricia Allard, «Crime, Punishment, and Economic Violence» en Color of Vio
lence: The INCITE! Anthology (ed.), INCITE! Women of Color Against Violence,
South End Press, Cambridge, MA, 2006, pp. 157-163.
ser humillados o excluidos por no vestir profesionalmente, no cumplir
con las normas culturales blancas, ser demasiado altos o demasiado
bajos, demasiado ruidosos o demasiado callados, demasiado compasi
vos o demasiado violentos, demasiado femeninos o demasiado mascu
linos.
A escala poblacional el poder funciona de otro modo y el com
portamiento individual no es objeto de intervención, ni puede preve
nir la vulnerabilidad. Las medidas sobre la población crean condi
ciones de control y distribución que impactan en las personas, con
independencia de sus actos individuales. Vivir en comunidades afec
tadas por las decisiones políticas que resultan ser insuficientes en
materia de escuelas, asistencia sanitaria, vivienda y otras infraes
tructuras, que han sido elegidas como zonas industriales tóxicas y
donde hay una fortísima presencia policial aumenta las probabilida
des de que una persona sea acosada o detenida por comportamientos
que son habituales en cualquier otro sitio pero no igualmente vigila
dos; son ejemplos de las condiciones que afectan a la salud y la se
guridad de las poblaciones con independencia de los actos indivi
duales, que respetan o no ciertas normas. Lo contrario también es
cierto: las personas que habitan en comunidades con servicios de
alta calidad, aire puro y agua potable, que viven en gran medida li
bres de acoso policial y sanciones penales pueden conservar una sa
lud y seguridad enormes, con independencia de que violen o no las
normas sociales.
Si tenemos en cuenta los ejemplos de ambas comunidades, po
dremos ver cómo actúa el poder a escala poblacional. Los adolescentes
y los adultos que usen drogas en ambas comunidades no experimenta
rán las mismas consecuencias. En el caso de los y las adolescentes
procedentes de comunidades pobres es más probable que su colegio
llame a la policía (en caso de que no esté allí ya), pero es más fácil que
los problemas de adolescentes de comunidades ricas se resuelvan apli
cando disciplina escolar o parental, tratamientos de desintoxicación
privados o terapia. Es más probable que las personas de la comunidad
rica dispongan de espacios privados, lejos de la vigilancia policial
para comprar y consumir drogas, también que las consigan por cana
les más seguros y menos criminalizados, como pueden ser las recetas
médicas. Los progenitores que descuiden a sus hijos e hijas no experi
mentarán las mismas consecuencias. El sistema de bienestar infantil
interviene mucho más en familias de color y familias pobres.34 Las
personas con discapacidad mental vivirán experiencias muy diferen
tes. La posibilidad de costearse un tratamiento privado tendrá un im
pacto significativo, las probabilidades de sufrir acoso y detenciones
policiales por actuar al margen de las normas es mucho mayor en las
personas de color y en las personas pobres. Aunque los relatos sobre
qué es ser un buen ciudadano/a, vecino/a, hombre y mujer, estudiante
o asalariado/a impactan en los códigos disciplinarios que las personas
se imponen a sí mismas y a los demás, están operando en la promo
ción de ciertas medidas sobre la población, y funcionan igual en el
contexto individual y en el poblacional. Poder entender el funciona
miento solapado pero distinto de estos dos vectores de poder es esen
cial para establecer un análisis preciso del impacto de la transfobia, el
racismo, el capacitismo, la xenofobia, el sexismo y la homofobia, así
como para conceptualizar métodos para la resistencia.
Como explica la descripción que Alan Freeman hace de la pers
pectiva de la autoría, la interpretación del derecho sobre la función del
racismo (y, extrapolando, otras formas de control y distribución desi
gual) es extremadamente restrictiva: solo se considera un delito si se
cumple la fórmula de discriminación intencionada e individual.35 Esta
perspectiva tan restrictiva necesita naturalizar e invisibilizar las condi
ciones históricas y contemporáneas que posibilitan que distintos gru
pos tengan oportunidades tan dispares. Como ilustra la historia de las
leyes antidiscriminatorias y sobre los delitos de odio en Estados Uni
dos, utilizar la perspectiva de la discriminación para definir y abordar
el racismo con la ley solo crea igualdad jurídica formal en el papel.
7. James C. Scott, Seeing Like a State: How Certaín Schemes to Improve the Human
Condition Have Failed, Yale University Press, New Haven, CT, 1998, pp. 82-83.
8. Dean Spade, «Documenting Gender», Hastings Law Journal, 59, 2008, p. 731;
Christian Parenri, The Soft Cage: Surveillance in America from Slavery to the War on
Terror, Basic Books, Nueva York, 2003; y Christine B. Hickman, «The Devil and the
One Drop Rule: Racial Categories, African Americans and the U.S. Census», Michi
gan Law Review, 95,1997, p. 1.161.
los documentos identificativos que muestran quiénes somos y están en
los registros que organismos gubernamentales, bancos y organizacio
nes sin ánimo de lucro guardan en sus ordenadores. Además, la clasi
ficación de género suele gobernar espacios como cuartos de baño, al
bergues para personas sin hogar, programas de rehabilitación de
toxicomanías, servicios de salud mental y espacios de confinamiento
como hospitales psiquiátricos, reformatorios, prisiones y prisiones
para inmigrantes (con frecuencia llamadas «centros de detención»,
pese a que el término «detención» denota erróneamente un confina
miento a un corto plazo relativo, lo que, de nuevo, no es el caso de las
personas enviadas a estas instalaciones). Las consecuencias de una
clasificación errónea o la incapacidad de que una persona encaje en el
sistema clasificatorio existente son extremadamente graves, sobre
todo en aquellas instituciones y sistemas que han nacido y crecido
para controlar a personas pobres y personas de color, como los orde
namientos penales, los sistemas de prestaciones públicas y los siste
mas de inmigración. La recopilación de datos normalizados y su uso
para controlar la identidad se ha impuesto aún más desde el inicio la
guerra contra el terrorismo, aumentando la vulnerabilidad de muchas
personas, cuyas vidas e identidades son idóneas o imposibles, según
decidan los programas gubernamentales de clasificación.
10. Para una lista detallada de estas políticas en Estados Unidos y qué requiere cada
una, véase Spade, «Documenting Gender».
aportar pruebas quirúrgicas; una orden de cambio de nombre que
muestra su nuevo nombre femenino; y una tarjeta Medicaid que reza
«M» porque el organismo carecía de una política oficial y el funciona
rio pensó que la orden de cambio de nombre y el permiso de conducir
eran suficientes. Otra persona con la misma prueba médica podría te
ner una serie de documentos totalmente diferentes por haber nacido en
California y residir en Massachusetts. Es probable que haya quienes
no tengan una serie de documentos consistentes y que se correspon
dan con su género actual. Para muchas personas que sienten que ni
«H» ni «M» describe con precisión su género, no existe la posibilidad
de conseguir registros que reflejen sus identidades. Las políticas de
reclasificación de género son particularmente problemáticas, porque
con mucha frecuencia incluyen requisitos quirúrgicos. La mayoría de
las personas trans no se someten a cirugía, tanto porque resulta econó
micamente prohibitivo como porque no quieren o no lo necesitan. La
idea errónea de que la cirugía es el sello distintivo de la experiencia
trans también resulta muy perjudicial para las personas que carecen de
acceso a la asistencia médica, entre ellas personas con pocos ingresos,
personas de color, inmigrantes y jóvenes. Según un estudio de 2009,
el 80 por 100 de las mujeres trans y el 98 por 100 de los hombres trans
no se han sometido a cirugía genital.11 Como en estos estudios resulta
difícil incluir a las personas recluidas en prisiones, las personas sin
una vivienda segura y otras personas muy vulnerables con un acceso
extremadamente pobre al sistema de salud, yo sugeriría que los resul
tados de la encuesta pueden incluso sobrestimar el número de perso
nas trans que se han sometido a cirugía genital.
Tener documentos identificativos que identifican erróneamente
el género causa enormes problemas. Otra consecuencia importante de
la discrepancia en los documentos identificativos es que suele ser un
obstáculo importante para el empleo. Un estudio reciente reveló que el
47 por 100 de las personas trans y que no conforman las normas bina
rias de género encuestadas habían tenido experiencias laborales nega
tivas: algunas fueron despedidas, otras no fueron contratadas o les
1.1. Jaime M. Grant, Lisa A. Mottet y Justin Tanis con Jody L. Hermán, Jack Harrison
y Mara Keisling, National Transgender Discrimination Survey Report on Health and
Health Care, Washington: National Gay and Lesbian Task Forcé and National Center
for Transgender Equality, 13 de octubre de 2010, <www.thetaskforce.org/reports_and_
research/ trans_survey _health_heathcare>.
habían negado un ascenso por razones de género.12 Otro estudió des
cubrió que solo el 58 por 100 de los residentes trans de Washington
ocupaban puestos de trabajo remunerados: el 29 por 100 afirmó care
cer de fuente de ingresos y otro 31 por 100 de recibir unos ingresos
anuales inferiores a 10.000 $.13 En otro estudio, el 64 por 100 de los
encuestados residentes en San Francisco reportó unos ingresos anua
les medios de 0 a 25.000 $.14Tener unos documentos identificativos
con información incorrecta en los marcadores de género pueden servir
para identificar a una persona trans durante el proceso de contrata
ción, exponiéndola a ser discriminada. Las personas cuyos documen
tos identificativos no coinciden con su identificación personal o su
apariencia física también se exponen a una aguda vulnerabilidad en
las interacciones con la policía y otros funcionarios públicos, cuando
viajan o incluso en los quehaceres cotidianos, como entrar en estable
cimientos con límites de edad o comprar productos con límites de
edad, confirmar su identidad cuando van a cobrar un cheque, usar una
tarjeta de crédito o una tarjeta asociada con unas prestaciones socia
les. Una información contradictoria sobre la identidad puede dificultar
también la obtención de ciertos documentos identificativos que son
vitales para la subsistencia diaria. Desde el inicio de la guerra contra
12. Jamie M. Grant, Lisa A. Mottet y Justin Tanis, Injustice at Every Turn: A Report
of the National Transgender Discrimination, National Gay and Lesbian Task Forcé
and National Center for Transgender Equality, Survey, Washington, 4 de febrero de
2011, <www.endtransdiscrimination.org/report.html>. Según otro estudio, el índice de
desempleo a nivel nacional entre personas trans es del 70 por 100. Patrick Letellier y
Yoseñio V. Lewis, Economic Empowerment for the Lesbian Gay Bisexual Transgender
Communities: A Report by the Human Rights Commission City and County of San
Francisco, Human Rights Commission, San Francisco, 2000, <www.sf-hrc.org/ftp/
uploadedfiles/sfhumanrights/docs/econ.pdf>.
13. Jessica M . Xavier, The Washington Transgender Needs Assessment Survey, Exe-
cutive Summary, Administration for HIV and AIDS, District of Columbia Department
of Health, Washington, DC, 2000, <www.glaa.org/ archive/2000/tgneedsas-
sessmentlll2.shtml>.
14. Chris Daley y Shannon Minter, Trans Realities: A Legal Needs Assessment of
San Francisco’j Transgender Communities, Transgender Law Center, San Francisco,
2003. Un estudio de 2009 reveló que el 79 por 100 de las personas trans que no confor
man las normas binarias de género no habían podido actualizar sus documentos identi
ficativos para que reflejasen su género actual. Jamie M. Grant, Lisa A. Mottet y Justin
Tanis, Injustice at Every Turn: A Report of the National Transgender Discrimination
Survey, Executive Summary, Nacional Gay and Lesbian Task Forcé and Nacional Cen
ter for Transgender Equality, Washington, 2011, <www.thetaskforce.org/downloads/
reports/reports/ntds_summary.pdf>.
el terrorismo, y a medida que la cultura de la seguridad sigue repun
tando en Estados Unidos, los procedimientos de verificación de iden
tidad se han ampliado e intensificado en sectores estatales y comercia
les. En consecuencia, la indebida clasificación administrativa está
aumentando las barreras, sobre todo cuando se intensifica la vigilancia
sobre la personas en función de su condición de inmigrante y/o por su
raza.
15. D. Morgan Bassichis, «“It’s War in Here”: A Report on the Treatment of Trans
gender & Intersex People in New York State Men’s Prisons», Sylvia Rivera Law Pro-
ject, Nueva York, 2007, <http://srlp.org/files/warinhere.pdf>; Alexander L. Lee, Gen-
dered Crime & Punishment: Strategies to Protect Transgender; Gender Variant &
Intersex People in America’s Prisons (pts 1 & 2), GIC TIP journal, verano de 2004,
GIC TIP journal, otoño de 2004. Christine Peek, «Breaking out of the Prison Hierar-
chy: Transgender Prisoners, Rape and the Eighth Amendment», Santa Clara Law Re-
viewy 44, octubre de 2004, p. 1211; Sydney Tarzwell, «The Gender Lines Are Marked
wich Razor Wire: Addressing Scate Prison Policies and Practices for the Management
of Transgender Prisoners», Columbia Human Rights Law Review 38, otoño de 2006,
p. 167.
Acceso a la asistencia sanitaria
Los sistemas de clasificación según el género también tienen un im
pacto sustancial en el acceso de las personas trans a la asistencia sani
taria. La mayoría de las políticas estatales de Medicaid y la mayoría
de los programas de seguros sanitarios excluyen a las personas trans
de la cobertura médica necesaria de confirmación de género. Medi
caid ofrece a las personas que no son trans todas las intervenciones
que contribuyen a la confirmación del sexo de una persona, negándo
selas solo a aquellas que tienen un diagnóstico de transexualidad. Por
ejemplo, la testosterona y los estrógenos se prescriben con frecuencia
a personas que no son trans por distintas enfermedades, como hipogo-
nadismo, menopausia, inicio tardío de la pubertad, atrofia vaginal o
vaginitis atrófica, problemas de ovarios (incluida la falta de ovarios),
intersexualidad, cáncer de pecho o de próstata y prevención de la os-
; teoporosis. Asimismo, la cirugía de tórax que muchos hombres trans
buscan —quitar tejido mamario para crear uu pecho plano— entra en
la cobertura de Medicaid para hombres que no son trans y que desa
rrollan la enfermedad común de la ginecomastia, con un volumen ex
cesivo de tejido mamario, en cantidades que se consideran anormales.
Las mujeres que no son trans diagnosticadas de hirsutismo —brote de
vello facial o corporal en cantidades que se consideran anormales—
también son tratadas por Medicaid, que corre con los gastos. Es más,
la reconstrucción de pecho, testículos, pene y demás tejidos perdidos
por una enfermedad o accidente es rutinaria y entra en la cobertura
médica. Otros tratamientos indicados para ayudar a crear genitales
que se ajustan a las normas sociales de la apariencia se suministran
con frecuencia a niños que nacen con estados intersexuales (algo cada
vez más criticado en los últimos años) y entran en la cobertura sanita
ria.16
Gran parte de la asistencia médica suministrada en los progra
mas de Medicaid a personas que no son trans, pero que es denegada a
16. Para más información, véase el sitio web de la Intersex Society ofNorth America
(Sociedad Intersexual de Norteamérica), <www.isna.org>. La lucha por acabar con la
cirugía de niños y niñas con estados intersexuales guarda importantes paralelismos
políticos con las luchas de las personas trans por conseguir una asistencia sanitaria de
confirmación de género. Ambas denuncian que las autoridades médicas controlan las
categorías de género estableciendo y reforzando las normas de género en los cuerpos.
diario a personas que sí lo son, tiene el único objetivo de reafirmar el
género social de los pacientes que no son trans. La reconstrucción de
pecho o testículos perdidos por cáncer, los tratamientos hormonales
para eliminar vello que se considera inapropiado según el género, la
cirugía torácica por ginecomastia y otros tratamientos que son sumi
nistrados exclusivamente debido a las consecuencias sociales y el im
pacto en la salud mental de aquellas personas con atributos físicos
que no concuerdan con su identidad y género social. Por lo tanto, la
distinción que se hace al negar esta asistencia médica a personas
trans parece basarse exclusivamente en el diagnóstico. Negar a un
grupo políticamente impopular un tratamiento médico que, por el
contrario, sí es suministrado a otros que necesitan ese mismo trata
miento constituye, como aseguran los abogados, una «discriminación
basada en el diagnóstico», una violación de los reglamentos federales
de Medicaid. No obstante, no se han ganado casos recientes que ale
gaban estos cargos; de hecho, las políticas de Medicaid referentes a
la asistencia sanitaria de las personas trans están empeorando en todo
el país.17
Para las personas trans necesitadas de estos tratamientos, el im
pacto de este rechazo en el ámbito sanitario tiene consecuencias men
tales y físicas importantes. La depresión, la ansiedad y las tendencias
suicidas son condiciones comúnmente vinculadas a la necesidad insa
tisfecha de un tratamiento médico de confirmación de género.18 De
acuerdo con los pocos estudios realizados al respecto, los índices de
infección de VIH también son extremadamente altos entre las perso-
People», Sexuality Research and Social Policy: Journal ofNSRC, 5, n.° 1, marzo de
2008, pp. 7-35, 12-15. Véase asimismo Brief for the Association of Gay and Lesbian
Psychiatrists. como amicus curae en In the Matter of the Review of Brian (a/k/a María)
L New York Supreme Court. Appellate División, 1 Department, 19 de abril de 2006.
han intensificado la vigilancia y han modificado la recopilación y el
uS0 de datos sobre la identidad. Uno de los elementos principales de
esta nueva vigilancia es que diferentes organismos estatales compar
ten y contrastan cada vez más las diferentes bases de datos. Histórica
mente, organismos como los distintos Departamentos de Vehículos
Motorizados (DMV) del estado, la Administración de la Seguridad
Social (SSA) y el Servicio de Impuestos Internos (IRS) que recaban
información sobre personas en general conservaban estos datos para
su uso personal. Solo se contrastaban datos entre diferentes organis
mos, relativos a una persona, en investigaciones específicas.
La intensificación de la cultura de la seguridad en Estados Uni
dos, inaugurada en nombre de la prevención del terrorismo, ha cam
biado drásticamente el uso de estos datos. Han nacido nuevas prácti
cas y varios organismos contrastan ya todos sus datos en busca de
información que no coincide. La lógica de esta actividad es rastrear a
personas que han conseguido documentos identificativos o autoriza
ción laboral usando información falsa. Por ejemplo, cuando un Depar
tamento de Vehículos Motorizados contrasta sus registros con la Ad
ministración de la Seguridad Social, aquellas personas cuya
información es inconsistente entre ambos organismos serán contacta
das, con la amenaza de revocarles sus permisos de conducir. Cuando
el IRS contrasta sus datos con la Seguridad Social, contactan con las
empresas y les instan a tomar medidas para rectificar la información
contradictoria o rescindir el contrato. Las personas inmigrantes indo
cumentadas son las primeras víctimas de este nuevo uso de datos pú
blicos. Estas políticas han aumentado drásticamente la vulnerabilidad
de las personas inmigrantes a la explotación de las empresas, la vio
lencia policial y el control migratorio, la pobreza, la falta de acceso a
servicios básicos vitales y la deportación.21 Estas nuevas leyes han
4. Parte del texto en las secciones que siguen inmediatamente a esta nota se ha adap
tado de «The NPIC and Trans Resistance», Dean Spade y Rickke Mananzala, Sexuali-
ty Research and Social Policy: Journal ofNSRC, 5, n.° 1, marzo de 2008, pp. 53-71.
5. Ruth Wilson Gilmore, «In the Shadow of the Shadow State», en The Revolution
Will Not Be Funded: Beyond the Non-Profit Industrial Complex (ed.), INCITE! Wo
men of Color Against Violence, South End Press, Cambridge, MA, 2007, pp. 41-52.
El profesor de Estudios Étnicos Críticos Dylan Rodríguez ha des
crito el secuestro de los movimientos sociales por parte de las organi-
zaciones sin ánimo de lucro en el contexto de los explosivos movi
mientos de liberación de las décadas de 1960 y 1970. En respuesta a
los importantes desafíos que estos movimientos suponían para la su
premacía blanca, el heteropatriarcado, el capitalismo y el colonialismo,
y a su éxito a la hora de conseguir un amplio apoyo y solidaridad para
modificar ciertos paradigmas esenciales, las autoridades policiales es
tadounidenses se infiltraron para intentar destruir estos movimientos,
con frecuencia a través de la persecución criminal y la violencia.6 Ro
dríguez afirma que la emergencia de un «complejo industrial no lucra
tivo» representa la zanahoria que corresponde al palo de la criminali
zación de los movimientos sociales. Juntas, estas dos fuerzas fijaron
estrechos parámetros que no dieron cabida a los movimientos sociales
—únicamente de maneras que no amenazaran el estatus político y eco
nómico de la raza blanca de Estados Unidos—. En consecuencia, se
financian iniciativas que subsanan carencias de los servicios sociales y
proporcionan una ayuda mínima para subsistir, al tiempo que estabili
zan e incrementan las desigualdades existentes, y se destruyen las ini
ciativas que exponen y cuestionan estas causas profundas y condicio
nes de sufrimiento y sujeción. Como escribe Rodríguez,
Las limitaciones estructurales y políticas de las organizaciones de base
y progresistas que existen hoy en Estados Unidos han quedado sobrada
mente patentes a la luz de la verdadera explosión de fundaciones priva
das, instituciones fundamentales para aprovechar y limitar el potencial
de los activismos progresistas en Estados Unidos (...) La existencia
misma de numerosas organizaciones de justicia social, en múltiples
ocasiones, ha venido a depender más de la eficacia de escritores profe
sionales (y aficionados) subvencionados que de educadores y organiza
dores políticos cualificados —mucho menos «radicales»— (...) La
cooptación de proyectos de resistencia política que se convierten en
iniciativas casi emprendedoras y de corte empresarial ocurre bajo la
9. Paul Kivel, «Social Service or Social Change?», en The Revolution Will Not Be
Funded: Beyond the Non-Profit Industrial Complex (ed.), INCITE! Women of Color
Against Violence, South End Press, Cambridge, MA, 2007, pp. 129-150. Huelga decir
que solo un pequeño porcentaje de personas que buscan servicios generalmente los
reciben. Un estudio en el estado de Washington reveló que el 88 por 100 de las perso-
pesde el activismo critico se ha señalado también que la proliferación
de organizaciones sin ánimo de lucro ha venido acompañada de un
predominio de la lucha por la reforma política y basada en la oferta de
servicios, y no tanto de la organización y construcción de una base
que produzca la movilización popular necesaria para que los movi
mientos de justicia social sean efectivos.10Esto significa que la estruc
tura no lucrativa socava el potencial transformador del trabajo de jus
ticia social. Como las organizaciones sin ánimo de lucro y sobre la
justicia social se financian a través de fundaciones —con frecuencia
dirigidas por corporaciones e individuos ricos—, las estrategias de
este trabajo se han vuelto más conservadoras, centrándose en peque
ñas con rentas bajas no pueden recibir la ayuda de un abogado en sus problemas civiles
con la ley. Los servicios jurídicos para quienes están en la pobreza acusan una escasez
de fondos constante y están rebasados de clientes, cuyas necesidades ni siquiera pue
den asumir. Task: Forcé on Civil Equal Justice Finding. Washington Supreme Court,
The Washington State Civil Legal Needs Assessment Executive Summary (Seattle:
Task Forcé on Civil Equal Justice Funding, 2003). Otro estudio reveló que de cada
persona pobre que busca servicios legales, otra es rechazada, lo cual es significativo,
habida cuenta del número de personas que nunca buscan servicios jurídicos porque no
saben que tienen derecho a ellos o porque afrontan obstáculos relativos al lenguaje
usado, la capacidad, el transporte o la reclusión. Según otra investigación, el 99 por
100 de los procesados por causas de desahucio en Washington y Nueva Jersey van a
los juzgados sin un abogado. Legal Services Corporation, Documenting the Justice
Gap in America: The Current Unmet Civil Legal Needs ofLow-Income Americans, 2.a
ed., Legal Services Corporation, Washington, DC, 2007, <www.lsc.gov/justicegap.
pdf>. De nuevo, habida cuenta de la cantidad de personas que ni siquiera llegan al tri
bunal de la vivienda para intentar frenar un desahucio, estas cifras son especialmente
preocupantes. La existencia de servicios legales para personas pobres legitima los re-
gímenes jurídicos orientados a personas pobres y a personas de color, dando a entender
que existe ayuda legal, cuando la realidad es que solo prestan ayuda a unos pocos de
esa minoría que cumple con sus criterios (por ejemplo, no puedes beneficiarte de la
ayuda al inmigrante si no tienes vías legales para inmigrar, o de la ayuda para evitar un
desahucio si no tienes dinero para el alquiler). Los financiadores ricos de los servicios
legales a personas pobres pueden estar seguros de seguir manteniendo buenas relacio
nes públicas gracias a sus contribuciones, al tiempo que respiran tranquilos porque
saben que unos recursos tan escasos nunca supondrán una amenaza importante para
sus negocios.
10. Christine Ahn, «Democratizing American Philanthropy», en The Revolution Will
Not Be Funded: Beyond the Non-Profit Industrial Complex (ed.), INCITE! Women of
Color Against Violence, South End Press, Cambridge, MA, 2007, pp. 63-76; Suzanne
Pharr, «Social Justice Movements and Non-Profits: Historical Contexts», ponencia
presentada en INCITE! y la University of California Santa Barbara Women’s Studies
Department, The Revolution Will Not Be Funded: Beyond the Non-Profit Industrial
Complex, University of California Santa Barbara, 30 de abril-1 de mayo, 2004. Actas
de la conferencia, CD-ROM, disco 1, <www.incite-national.org/index .php?s'=101>.
ñas reformas que dan continuidad a los sistemas que generan una dis
tribución desigual de los recursos, que a su vez beneficia a los finan-
dadores. Las organizaciones de base y con capacidad de movilización
que surgen de comunidades que sufren a diario el embate de la pobre
za y la violencia, que exigen la redistribución masiva han sido susti
tuidas por el trabajo político que tontea con aquellos sistemas que más
daño nos hacen o que producen cambios meramente simbólicos, con
un trabajo de oferta de servicios que alivia a unos pocos y legitima el
statu quo actual. Las organizaciones de servicios y reforma política
suelen comprometerse con el cambio dirigido desde élites con forma-
ción (como abogados, administradores, trabajadores sociales, expertos
en salud pública) y producen demandas políticas insuficientes que
mantienen el statu quo.
Las estructuras de gobernanza de la mayoría de las organizacio
nes sin ánimo de lucro, que se caracterizan por tener consejos directi
vos compuestos de donantes y profesionales de élite (a veces con una
afiliación simbólica para los miembros de la comunidad directamente
afectados por la misión de la organización) perpetúan dinámicas de
supremacía blanca, capitalismo, patriarcado, capacitismo y xenofobia.
El racismo, los privilegios de tener una educación superior y el clasis
mo de estas organizaciones reflejan el colonialismo, en el sentido de
que la dirección del trabajo y las decisiones sobre su implementación
provienen de élites y no de las personas directamente afectadas por las
cuestiones objeto de debate. Las organizaciones que se dirigen princi
palmente a poblaciones pobres y de color son gobernadas casi siempre
y casi totalmente por personas blancas, ricas, con estudios superiores
y con títulos universitarios. El personal contratado sigue también este
patrón, y casi todas las organizaciones exigen una educación formal
como requisito previo para ocupar cargos administrativos o de ges
tión. El carácter de la infraestructura de muchas organizaciones sin
ánimo de lucro y sobre la justicia social a menudo implica que el po
der y el dinero se concentran en manos de personas con estudios y
privilegios de raza, género y clase y de quienes cargan con el peso de
los sistemas de distribución desigual. Por lo tanto, las prioridades y
los métodos de implementación de estas organizaciones con frecuen
cia no reflejan la perspectiva o el planteamiento que podría defender
las personas en cuyo nombre trabajan. Esta dinámica reproduce los
mismos sistemas de distribución desigual que estas organizaciones
desean combatir en teoría. En su seno, las élites blancas determinan el
destino de los más vulnerables y son retribuidas por tomar decisiones
sobre sus vidas, mientras que las personas afectadas quedan excluidas
de todo liderazgo.
La concentración del poder decisorio de estas organizaciones en
manos elitistas tiene parte de su explicación en los cauces seguidos
para asegurar la financiación. La financiación de estas organizaciones
secuestra la dirección del trabajo de las personas afectadas y la con
centra en las agendas y los plazos de los fmandadores, lo que disuade
la creación de movimientos duraderos y autosuficientes. El proceso de
solicitud de financiación, que incluye tener un estatus 501(c)(3) —el
código del Servicio de Impuestos Internos (IRS) para las organizacio
nes sin ánimo de lucro que están exentas de impuestos federales— o
un patrocinador fiscal, buscar subvenciones válidas, escribir solicitu
des de financiación formales con un lenguaje especializado, tener con
ciencia de las tendencias actuales en materia de financiación y tener
relaciones personales con financiadores, requiere habilidades, contac
tos y redes que se concentran en personas con recursos económicos y
privilegios de raza blanca. Ser capaz de dirigir el trabajo y adaptarlo a
los valores de quien financia es, las más de las veces, la clave del éxito
para recaudar fondos. Es más, como ha señalado la estratega política y
escritora Suzanne Pharr, el uso de ciclos de financiación a corto plazo
(entre 1 y 5 años) y el objetivo de producir resultados que demuestren
un impacto cuantificable que los financiadores consideran importantes
se ha traducido en que se ha alentado a las organizaciones sin ánimo
de lucro a operar con metas a corto plazo, en lugar de apoyarlas en la
creación de estructuras sostenibles a largo plazo para lograr demandas
transformadoras.11 Bajo este modelo, quienes financian quieren ver
rendimientos concretos (por ejemplo, estadísticas de números de
clientes atendidos o evidencias claras de cambio normativo) en sus
inversiones dentro de un período de subvención limitado. El trabajo de
construcción de una base que implica menos rendimientos o cambios
tangibles y cuyo horizonte cronológico es más largo —como el creci
miento de análisis políticos compartidos dentro de una comunidad o
crear relaciones— es infravalorado y se evita. Este modelo anima a las
11. Suzanne Pharr, The Revolution Will Not Be Funded conference, 2004.
organizaciones a identificar objetivos que pueden lograrse rápidamen
te, no a implementar las estrategias a largo plazo necesarias para los
cambios transformadores para la política y la cultura.
Otro problema del predominio del sector sin ánimo de lucro ha sido la
creación de un viraje cultural en el activismo de justicia social hacia la
profesionalización, la mercantilización y la competición entre grupos
por los escasos recursos.
El elitismo liderado por las y los financiadores ha conducido a la
profesionalización de las organizaciones de justicia social, donde se
usan cada vez más los modelos de negocios corporativos para gestio
nar organizaciones. Esta tendencia queda de manifiesto si observamos
el uso cada vez más frecuente en estas organizaciones de los términos
«director general» y «director financiero» para cargos de alto nivel,12
el predominio de escalas salariales jerárquicas en virtud de las cuales
las compensaciones económicas varían mucho en función de la perso
na y su valoración, de forma similar a lo que sucede en el sector priva
do, y otras prácticas laborales de la supremacía de la raza blanca, cla
sistas y con frecuencia heterosexistas que reflejan valores comerciales
y no valores de justicia social. Numerosos críticos han lamentado que
haya jóvenes activistas para quienes el trabajo en los movimientos
sociales es cada vez más una carrera profesional y una nómina; la ex
pectativa de ser retribuido económicamente es ya fundamental en las
decisiones sobre los tipos de activismo y organización que persiguen
estos activistas.13 Los modelos comerciales de gestión que se centran
en la adopción de decisiones de arriba abajo, junto con las estructuras
organizativas donde los privilegios de educación, raza y clase suelen
corresponder a altos cargos dentro de esta jerarquía, se traducen en
que las decisiones, las retribuciones y la calidad de vida en el trabajo
se concentran en manos de personas blancas con educación superior
(como abogados, trabajadores sociales, personas con títulos universi
tarios en gestión de organizaciones sin ánimo de lucro).
La creciente centralidad del modelo no lucrativo es otro proble
ma, por su papel en el reparto desigual de la riqueza en Estados Uni
12. Suzanne Pharr, The Revolution WiU Noí Be Funded conference, 2004.
13. Thunder Hawk, «Native Organizing Before the Non-Profit Industrial Complex».
dos. Estas organizaciones son un medio para personas ricas y empre
sas de evadir obligaciones tributarias. Gran parte del dinero que se
desvía del sistema fiscal por la filantropía no va a parar a la justicia
social. Christine Ahn ha aportado un análisis que anima a los contri
buyentes a reconocer que el dinero que los filántropos ricos destinan a
organizaciones sin ánimo de lucro es, en realidad, dinero desviado del
gobierno hacia causas interesadas.14Incluso aquellos de nosotros que
somos críticos con cómo el gobierno gasta nuestros impuestos en la
actualidad (principalmente en guerras, control migratorio y criminali
zación), podemos reconocer que es injusto facilitar a los ricos una vía
para evadir impuestos y financiar sus proyectos favoritos. Los ricos
pueden colocar su dinero en fundaciones que llevan su nombre, inver
tirlo donde les plazca y, a cambio, se les exige que paguen muy poco
dinero en las fundaciones, solo un 5 por 100 anual. Esto significa que
los ricos siguen teniendo control de su fortuna, evitan pagar impuestos
y dedican pequeñas cantidades a lo ellos quieren. Según Ahn,
El hecho de que la mayoría de las fundaciones privadas estén dirigidas
por hombres blancos ricos explica en parte por qué solo el 1,9 por 100
de los dólares entregados como subvención en 2002 se destinaron a es
tadounidenses de origen negro/afroamericano; el 1,1 por 100 a latinos/
as; el 2,9 por 100 a discapacitados/as; el 1 por 100 a personas sin hogar;
el 0,1 por 100 a progenitores únicos; y el 0,1 por 100 a gays y lesbianas.
La mayoría de las subvenciones van a parar a universidades, hospitales,
investigación y artes, mientras que apenas el 1,7 por 100 se destina a
financiar derechos civiles y acción social.15
Incluso la mínima porción del dinero filantrópico que termina en or
ganizaciones de justicia social viene con el compromiso de permitir
que los filántropos ricos tengan voz en la dirección del trabajo. El
análisis de Ahn enseña a los y las activistas de la justicia social a ser
críticos con la tendencia de estas organizaciones sin ánimo de lucro
—incluso, o especialmente, cuando usamos sus estructuras en nuestro
trabajo—, porque ayudan a reducir las obligaciones tributarias de los
ricos y dejan en sus manos decisiones sobre la redistribución de la ri
16. Ahn señala asimismo hasta qué punto el género y la raza coinciden con la adop
ción de decisiones de la fundación. Según un estudio del año 2000, el 66 por 100 de los
miembros de la junta de la fundación eran hombres y el 90 por 100, blancos. Ahn,
«Democratizing American Philanthropy», p. 66, citando al Comité de Finanzas del Se
nado de Estados Unidos, Recommendations for Reform of the United States Phi~
lanthropic Sector (informe del National Committee for Responsive Philanthropy), 22
de junio de 2004,12, <www.senate.gov/~finance/hearings/testimony/2004test/062204
rctest.pdf>.
de la Conciencia trabaja por cambiar paradigmas políticos y transfor
mar la opinión pública y generar concienciación, promoviendo me
dios de comunicación, con medios independientes, con una labor de
educación pública. El Pilar del Servicio engloba un trabajo que está al
servicio directo de las personas vulnerables, ayuda a estabilizar sus
vidas y fomenta su subsistencia, incluida la prestación de servicios
básicos como alimentos, asistencia jurídica, cuidados médicos y aten
ción a la salud mental. Por último, el Pilar del Poder persigue la con
secución de poder comunitario autónomo construyendo una base y
desarrollando liderazgo: creando organizaciones con miembros a gran
escala y que tengan influencia (cantidad) y desarrollando en profundi
dad una capacidad de liderazgo de las bases (calidad).
El interés del modelo de los Cuatro Pilares es ayudar a los movi
mientos de justicia social a comprender que estos tipos de trabajo en
apariencia diferentes —a menudo ubicados en organizaciones dispa
res que no colaboran a fondo y a veces se aferran a una o dos estrate
gias— en realidad están conectados entre sí, son complementarios y
esenciales. El modelo de los Cuatro Pilares se centra en ayudar a los
movimientos y las organizaciones a comprender que el Pilar del Poder
—quizá el ámbito más descuidado en el contexto actual donde la jus
ticia social está dominada por el complejo industrial no lucrativo— es
el pilar fundamental para el cambio y que, para que resulte efectivo y
contribuya a estabilizar el statu quo, los otros pilares deben compro
meterse a sostenerle.
El modelo de los Cuatro Pilares es útil para valorar el papel ge
neral de una organización en la creación de un movimiento social,
identificando en qué áreas es necesario colaborar y formula una teoría
sobre cómo generar un cambio. Si reconocemos, por ejemplo, que la
intervención desde servicios directos despolitizados y estigmatizados,
que están desconectados del Pilar de Poder se ha convertido en lo más
común, siendo un estado en la sombra, entonces podemos desarrollar
ideas sobre cómo deberían ser los servicios directos que apoyen la
construcción de una base, que contribuyan a desarrollar el liderazgo y
a la movilización popular.
Si los servicios de subsistencia (comida, vivienda, servicios jurí
dicos y servicios de salud física y mental) formaran parte de una estra
tegia de movilización, serían muy distintos de los modelos de servi
cios sociales que vemos hoy en las organizaciones sin ánimo de lucro.
Para empezar, estas organizaciones tendrían el objetivo de ayu
dar a las personas vulnerables a conectar con otras que experimentan
dificultades similares. Estas conexiones ayudan a los individuos a for
mular análisis compartidos sobre las condiciones que sufren y a lograr
habilidades de liderazgo para contribuir a las luchas de resistencia, lo
cual puede incluir la garantía de que los servicios sean prestados por
personas que pertenecen a la población afectada y no por élites ajenas.
Esta estrategia también incluiría ayudar a los receptores de servicios a
aprender a formar parte del suministro de estos servicios, lo cual a
menudo significa que estará en manos de receptores antiguos y actua
les de tales servicios. Esta estrategia implica entender los servicios
como parte del proyecto de implicar directamente a personas afecta-
das en la organización y dirección del movimiento, y que sea vital
crear oportunidades para formar relaciones y conexiones entre las per
sonas que buscan servicios y las personas que ya trabajan en la orga
nización. Este modelo hace que las personas pasen de ser «clientes» a
ser «miembros», creando un espacio donde los miembros de comuni
dades vulnerables adquieran capacidades que amplíen su participación
y liderazgo en las luchas que les atañen. Con el modelo actual de
servicios sociales, las personas que necesitan servicios suelen ser es- i
tigmatizados por su «dependencia», tratados irrespetuosamente por
los proveedores de servicios profesionales con privilegios de raza,
educación, clase, capacidad y género que otros no tienen, y suelen re
cibir ayuda solo para unos problemas que se entienden como indivi
duales, en el caso de que reciban alguna. El Pilar del Poder entiende
los servicios como un asunto de máxima urgencia, pero también como
parte de una estrategia mucho más amplia para resolver las causas
subyacentes y de fondo que producen esta necesidad tan urgente.
El modelo de los Cuatro Pilares reconoce la necesidad vital de
todos ellos: los servicios directos no son simplemente un parche, como
se esgrime a veces, sino que deben ser entendidos como una parte bá
sica de la creación de la movilización popular. Además, prestar servi
cios directos no solo permite que la base formada por las personas más
afectadas sobreviva y participe en política, sino que también puede
servir de vía de participación en el trabajo de resistencia si estos servi
cios se prestan en un contexto politizado. A menudo las personas se
acercan al trabajo político desde sus experiencias personales e íntimo,
desde su conocimiento del sufrimiento y la necesidad. Garantizar que
los servicios directos sean lugares para ahondar en el entendimiento
político sobre los efectos de la interacción con los sistemas de control,
así como movilizar unos servicios directos que sean una oportunidad
para unirse a otras personas que soportan sufrimientos similares es
esencial para producir estrategias de resistencia guiadas y dirigidas por
personas que son las víctimas directas de estos sistemas tan nocivos.
De igual modo, el trabajo de justicia social en los medios de co
municación que busca un cambio de mentalidad no es la única estrate
gia fundamental, como presumen a veces quienes se empecinan en
que las condiciones políticas actuales son sobre todo consecuencia de
la ignorancia o la incomprensión de los votantes o el público. Sin em
bargo, el análisis crítico de los medios de comunicación y la educa
ción política son componentes importantes para tener más conciencia
política y transformar paradigmas. Este entendimiento puede ayudar
nos a rechazar la creencia de que solo por conseguir que el New York
Times publique un «buen» artículo sobre determinado asunto, se pro
ducirá el cambio deseado. Las condiciones en las que vivimos no son
solo consecuencia de la ignorancia o el consentimiento, y convencer a
las élites de que piensen sobre estas condiciones en cierto sentido no
es el camino para construir una transformación sustancial. Privilegiar
estrategias desde medios de comunicación elitistas en detrimento de
otras tácticas puede socavar, de hecho, el potencial transformador de
las organizaciones. Esta perspectiva también nos recuerda a quienes
participamos en el cambio transformador que las estrategias elitistas
sumidas en un tipo de experiencia particular, como la reforma política
y el trabajo con los medios de comunicación tradicionales, siempre
deben involucrarse en la lucha más global por transformar las condi
ciones que producen distribución desigual. Todas las estrategias de
ben trabajar juntas para construir el liderazgo de las personas más vul
nerables en lucha. Comprender la conexión entre las distintas
estrategias para el cambio y los numerosos roles necesarios en la crea
ción de los movimientos populares permite a las organizaciones resis
tir a las presiones creadas por la pugna para recaudar fondos y actuar
de forma competitiva y de manera distinta a otras organizaciones que
tienen estrategias bien distintas.
Podemos implicarnos en diversas tácticas desde el Pilar de la
Conciencia, conjuntamente con el trabajo del resto de pilares. Nuestro
trabajo de cambio de paradigma proviene no solo (o en absoluto) de
nuestra interacción con los medios de comunicación, sino que quere
mos crear nuestros propios medios, con programas de educación polí
tica para construir simultáneamente las capacidades de liderazgo de
nuestros electores y otras tácticas de movilización. Perdemos una
enorme capacidad de cambio cuando el trabajo en los medios de co
municación se limita a organizaciones específicas que funcionan por
su cuenta y no usan modelos de afiliación ni se involucran directamen
te con las poblaciones afectadas. Estas organizaciones parecen dis
puestas a depurar los mensajes para que sean del agrado de los medios
de comunicación conservadores o evitar tratar temas de discusión que
nos dividen, porque se basan en tropos que persisten en normas de su
jeto «meritorio» y «no meritorio». Analizar la infraestructura del mo
vimiento por la justicia social con el modelo de los Cuatro Pilares nos
ayuda a integrar estrategias dispares y a menudo rivales, y nos ofrece
la posibilidad de colocar el énfasis en el trabajo de los medios de co
municación de élite, la reforma política y los servicios creados por el
complejo industrial sin ánimo de lucro. Nos ayuda a reconocer que el
poder no solo reside en las salas de juntas de las redes de televisión o
en los despachos de representantes electos, sino que la transformación
que merecemos es posible con una movilización de abajo a arriba.
El modelo de los Cuatro Pilares y la crítica de la institucionaliza-
ción de las organizaciones sin ánimo de lucro son útiles para situar el
papel de la labor jurídica en la resistencia trans. Si desentrañamos
cómo estas organizaciones concentran el poder para fijar programas y
tomar decisiones estratégicas podremos entender cómo y por qué la
reforma jurídica ha alcanzado tanta prominencia en las organizaciones
dirigidas por abogados y otras personas con privilegios, que terminan
más volcados en la igualdad formal. Estas medidas podrían ayudarnos
a identificar qué roles debería tener la labor jurídica en una política
trans crítica cuyo interés sea crear y movilizar a una base para el cam
bio transformador. Estos roles incluyen:17
• Proporcionar servicios jurídicos a las personas trans más vulnera
bles. Proporcionar asistencia jurídica gratuita a las personas trans
17. Parte del texto que sigue está adaptado de un ensayo mío, «ForThose Conside-
ring Law School», Unbound: Harvard Journal ofthe Legal Left (2010), <http://www.
1egal 1eft .org/cate gory/2010-i ssue> .
que más sufren la violencia administrativa y jurídica (inmigrantes,
reclusos y reclusas, personas atrapadas en el sistema de bienestar
infantil, personas con discapacidad, o que reciben prestaciones so
ciales) puede ser una actividad importante del Pilar de Servicio si se
vincula a una estrategia de movilización. Los servicios pueden ser
un punto de partida para la organización política si integran una es
trategia que permita establecer relaciones entre personas que expe
rimentan problemas similares, crear habilidades de liderazgo y for
mular un análisis político compartido que propicie que las personas
participen y regulen por sí mismas la prestación de servicios.
• Desmitificar los regímenes jurídicos. Como los regímenes jurídicos
y administrativos causan enormes sufrimientos a las personas trans,
los abogados y otras personas con experiencia y conocimiento de
estos sistemas pueden contribuir a desmitificarlos y colaborar con
organizaciones de resistencia para formular un análisis común sobre
el funcionamiento del derecho. Redistribuir la «experiencia» jurídi
ca es esencial, puesto que una parte de los regímenes jurídicos tiene
interés en mermar las capacidades y silenciar a las personas que más
atacan, al tiempo que designan solo a ciertos privilegiados para ac
tuar como actores válidos. Los abogados y abogadas en particular
hemos de tener cuidado a la hora de ejercer nuestra experiencia.
Solemos asumir un espacio desmesurado en los procesos de toma de
decisiones y estamos formados en una cultura profesional que suele
realzar comportamientos de dominación, que están interiorizados.
También somos el gremio con más posibilidades de cobrar por una
labor en un movimiento social. A veces, los y las abogadas pueden
ayudar a los líderes de los movimientos a trazar estrategias para
averiguar a quiénes van dirigidas distintas campañas, o ayudar a lo
calizar los puntos débiles de ciertos regímenes jurídicos. Sin embar
go, este papel se sobrevalora fácilmente; por lo general, las personas
víctimas de regímenes jurídicos violentos saben más sobre el fun
cionamiento de estos sistemas, y mientras que abogadas y abogados
solo lo sabemos sobre el papel (y a veces damos por hecho que es su
funcionamiento real). A menudo, la formación jurídica capacita me
nos para trazar estrategias de cambio, porque las personas formadas
prestamos demasiada atención a cómo los sistemas dicen operar. En
general, las facultades de derecho nos enseñan que no podemos pen
sar en más soluciones que en las legales, y eso solo nos deja un es
caso margen para cambiar estos sistemas tan nocivos, por lo que
terminamos así reforzándolos, dándoles estabilidad y legitimándo
los. El enfoque de la formación jurídica opera en el seno del régi
men jurídico existente. Incluso la pequeña parte que se ocupa de las
luchas de las personas más empobrecidas solo se centra en limitadas
reformas y estrategias judiciales, que no respaldan las huelgas de
alquiler, ni las okupaciones, ni la abolición de las prisiones ni las
luchas indígenas por la tierra. Resumiendo, la formación jurídica no
pretende poner en tela de juicio las causas originarias de la des
igualdad.18
• Crear objetivos de reforma jurídica y política como temas de cam
paña. Como los sistemas administrativos causan enormes sufri
mientos a las personas trans a diario, los temas relativos a cómo
funcionan estos sistemas suelen importar y afectar profundamente a
nuestros electores. Por este motivo, los objetivos dirigidos a la re
forma jurídica y política pueden ser un buen lugar para dirigir nues
tra organización. Esta organización puede brindar oportunidades
para reformular un tema, incorporar a posiciones de liderazgo a per
sonas directamente afectadas que antes no han formado parte de una
organización política, formular análisis políticos comunes sobre im
portantes formas de daño sistémico, establecer y avanzar relaciones
dentro de las comunidades y entre ellas. Cuando se eligen estas
campanas de reforma jurídica/política, pueden dar impulso y capa
cidad de liderazgo a la organización de los movimientos sociales.
Lograr ciertas reformas puede incluso aportar cierto alivio a los
miembros afectados. El limitado efecto de las victorias relativas ala
reforma jurídica y política también puede llevar a los organizadores
a plantear un análisis compartido sobre lo vacua que puede llegar a
ser la igualdad jurídica, y puede contribuir a que durante la organi
zación más personas pidan una transformación. Asumir objetivos
jurídicos y políticos puede tener sentido como táctica al servicio de
una estrategia más amplia de movilización popular. Si los cambios
jurídicos y políticos se logran únicamente gracias al trabajo de unos
cuantos abogados blancos que se reúnen con burócratas o represen
tantes electos a puerta cerrada, es imposible que satisfagan los obje
18. Dean Spade, «Be Professional!», Harvard Journal of Law & Gender. 33, 2010,
pp. 7.1-86.
tivos de movilización necesarios para crear una demanda (y el im
pulso detrás de la demanda) en una diversidad de personas
directamente afectadas, y ganarla a través de los esfuerzos colecti
vos de un grupo grande. Los objetivos de este trabajo no pueden ser
únicamente modificar lo que dicen las leyes y las políticas. Por el
contrario, el trabajo debería propiciar la capacidad de trabajo con
junto de las personas afectadas y de presión por un cambio que me
jore sustancialmente sus vidas. Lo ideal es que quienes sienten el
impulso de la acción política cuando participan en una campaña no
desistan, adquieran capacidades y análisis, traigan a otras personas
a la organización. Juntas, las personas pueden construir ideas cada
vez más ambiciosas sobre un cambio transformador. Después inclu
so de lograr pequeñas victorias, hay que seguir resolviendo daños
enormes, porque las nuevas políticas con frecuencia no son segui
das o implementadas, y se aprenden importantes lecciones sobre la
lucha duradera y la eficacia de la acción colectiva.
• Proporcionar asistencia técnica. Un rol final importante de los ju
ristas es proporcionar asistencia técnica a los movimientos. Las or-
i; ganizaciones de los movimientos tropiezan con muchos escollos
legales que los abogados pueden resolver gracias a su formación.
A veces se trata de rellenar solicitudes para crear empresas colecti-
vas o cooperativas que emplean a miembros y recaudan dinero para
nuestras luchas. A veces se trata de defender a las víctimas de los
ataques del gobierno, como la vigilancia ilegal y las actuaciones
penales. Las organizaciones de los movimientos sociales suelen ser
víctimas de los gobiernos locales y estatales, bien de ofensivas cui
dadosamente planificadas, bien de ataques policiales repentinos
contra actividades de organización y la asistencia jurídica que estas
organizaciones pueden terminar necesitando puede ser costosa o di
fícil de obtener. El que haya abogados dispuestos a involucrarse en
organizaciones de resistencia y ponerse al servicio de estas organi
zaciones y sus integrantes en vez de buscar protagonismo puede ser
útil para promover el trabajo transformador.
El análisis del modelo de los Cuatro Pilares nos ayuda a indagar en las
causas que han producido que el esforzado trabajo por el cambio so
cial se haya disociado de las movilizaciones en el contexto del sector
no lucrativo. Nos ayuda a valorar nuestro trabajo, incluidas las estra
tegias legales, para volver a centramos en los movimientos participa-
tivos cuyo interés es el liderazgo de las personas más afectadas como
primer objetivo. Este análisis puede ayudarnos también a evaluar las
estructuras de organizaciones y movimientos para garantizar que faci
liten que las demandas políticas sean de abajo a arriba. Tan pronto
como nos desprendamos de ideas elitistas y liberales, como pensar
que por conseguir que el New York Times publique determinado ar
tículo o ganar determinado juicio creará igualdad, podremos desarro
llar una infraestructura en los movimientos que redunde en la transfor
mación de las causas originarias de la desigualdad de oportunidades.
Más que concentrar nuestros limitados recursos en restrictivas deman
das de inclusión que imaginan que quienes experimentan transfobia lo
hacen con independencia de otros sistemas de significación y control,
las demandas de una transformación más profunda emergen cuando
construimos movimientos participativos basados en valores de justicia
racial y económica donde el liderazgo de los más vulnerables está li
gado a múltiples vectores de control.
En espacios políticos trans dirigidos por personas con rentas ba
jas y personas de color, están surgiendo demandas que exceden con
creces las posibilidades de reforma jurídica. Las luchas por la justicia
racial y económica que exigen la abolición de las prisiones, asistencia
sanitaria y vivienda para todos, el fin del control migratorio y el fin de
la pobreza y la riqueza, son sustancialmente distintas de las demandas
centradas en la inclusión y el reconocimiento típicas de las estrategias
de litigación que aluden a la legislación. Estas nuevas y ambiciosas
demandas se centran en la transformación profunda necesaria para
mejorar las oportunidades de quienes sufren múltiples vulnerabilida
des y violencias transversales. Estas demandas se caracterizan por el
compromiso de rechazar acuerdos que dividen a las personas con re
formas que ofrecen más acceso a quienes tienen ciertos privilegios
mientras dejan a otras sin acceso —o más marginadas que antes—.
Esta política crítica trans se está fraguando en organizaciones de base
con miembros, como Southerners on New Ground (SONG), The Au
dre Lorde Project (ALP), Fabulous Independent Educated Radicals
for Community Empowerment (FIERCE!), el Sylvia Rivera Law Pro
ject (SRLP) y Gommunities United Against Violence (CUAV). Estas
organizaciones han desarrollado valores compartidos sobre la cons
trucción de movimientos participativos, están innovando y constru
yendo estructuras inspiradas en varios movimientos históricos y con-
de Estados Unidos y el extranjero, en particular, en el
tem p o rá n eo s
feminismo de las mujeres de color. Estas organizaciones comparten
ciertos principios fundamentales como que la estructura de su trabajo
s e a participad va, se centre en la justicia racial y económica y se opon
ga a algunos de los tropos de las organizaciones sin ánimo de lucro.
Algunos de los principios fundamentales que cimientan y consti
tuyen este trabajo son:
• Garantizar que el trabajo lo hacen las personas directamente afectadas;
• Usar un marco transversal para comprender los múltiples vectores
de vulnerabilidad que convergen en los perjuicios que sufren los
miembros (racismo, sexismo, xenofobia, transfobia, homofobia y
; capacitismo);
• Esforzarse por crear el cambio transformador que la organización
imagina para el mundo y aplicarlo en la rutina de la propia organiza
ción. Es decir, «predicar con el ejemplo»;
• Orientar el trabajo más como un proceso que como un fin, practi
cando la autocrítica constante en vez de asumir que hay un momen
to de conclusión o de llegada;
• Crear sin cesar nuevos líderes, con una participación cada vez ma
yor y centrarse en fomentar la capacidad de liderazgo de quienes
sufren las mayores barreras de participación y liderazgo;
• Arraigar el trabajo en el concepto de que el cambio profundo viene
de abajo, que no es un cambio de arriba a abajo ni una concesión de
las élites.
• Perseguir la rendición de cuentas, la transparencia dentro y entre
organizaciones, para que sus integrantes sepan cómo se toman las
decisiones y en qué se gasta el dinero. Así las organizaciones y los
movimientos aliados sabrán lo que esperan unos de otros y podrán
retarse mutuamente a trabajar con unos principios comunes de justi
cia social y colaboración;
• Reconocer que las relaciones son el sistema de apoyo intrínseco al
trabajo y el cambio que buscamos y necesitamos, centrar recursos
en el refuerzo y la creación de relaciones.19
19. Estos puntos se basan en un análisis de los datos recabados por un grupo en que
el participé. El grupo de investigación entrevistó a organizaciones integradas por
Ya hay varias organizaciones que están aplicando estos valores comu
nes y asumiendo estas estrategias. En primer lugar, el uso de modelos
de gobemanza no jerárquicos, incluidas las estructuras colectivas, es
valorado como un medio de abordar la problemática concentración del
poder de decisión en un pequeño número de líderes elitistas, como los
directores ejecutivos de las juntas.20 El consenso en la adopción de
decisiones suele ser un elemento básico de estas estructuras porque
apoya la máxima participación y no el planteamiento de que las deci
siones se toman por mayoría, característico de las organizaciones sin
ánimo de lucro y los movimientos sociales que no hace sino aumentar
las barreras para la participación de las personas expuestas a vectores
transversales de vulnerabilidad. El consenso en la adopción de deci
siones también ayuda a que los grupos centren su proceso en crear
entendimientos comunes y garantizar que no se omiten cuestiones im
portantes, simplemente porque son planteadas por una minoría.21
En segundo lugar, numerosas organizaciones están experimen
tando sobre cómo hacer que el trabajo de organización de los movi
mientos sociales sea más justo para los trabajadores. Esto incluye ni
velar las escalas salariales, garantizar que todos los cargos tienen
prestaciones de seguros médicos, entre otras, y trabajar para asegurar
que los puestos de trabajo y las prestaciones sean accesibles a perso
nas que suelen encontrar obstáculos de participación y liderazgo en
empleos relacionados con la justicia social, en particular personas sin
miembros durante 2008-2009 para saber más sobre los modelos de filiación y las razo
nes por las que estas organizaciones usaban estos modelos particulares. El Sylvia Rive
ra Law Project publicó un informe comunitario que refleja las principales conclusio
nes de la investigación. Ezra Berkeley Nepon, Elana Redfield y Dean Spade, «From
The Bottom Up: Practices for Membership-Based Organizations», Sylvia Rivera Law
Project, 2013, <http://srlp.org/from-the-bottom-up-strategies-and-practices-for-mem-
bership-based-organizations>. Parte del texto ha sido adaptado de los fragmentos de
este informe redactados por mí.
20. El Sylvia Rivera Law Project es un ejemplo de organización centrada en la justi
cia racial y económica que usa un modelo de gobernanza colectiva desarrollado y ba
sado en otras organizaciones dirigidas colectivamente como Sista II Sista <www.sis-
taiisista.org>, Manavi <www.manavi.org>, el Asian Women’s Shelter <www.sfaws.
org>, y el May First Technology Collective (operativo de 1999 a 2005).
21. On Conflict and Consensus, herramienta que suelen usar las organizaciones para
aprender a tomar decisiones consensuadas y formar a miembros sobre cómo participar
en ellas. C. T. Lawrence Butler y Ann Rothstein, On Conflict and Consemus: A Hand-
book on Formal Consensus Decisionmaking, Foods Not Bombs Publishing, Takoma
Park,MD, 1987.
una educación formal, personas con condenas penales, con discapaci
dad, indígenas, de color, trans o inmigrantes. Esto también implica
garantizar que los planes de seguros cubren la asistencia sanitaria
trans, la asistencia de salud reproductiva y la asistencia de salud men
tal; crear horarios laborales flexibles para personas con discapacidad
y/o dependientes; eliminar los requisitos de educación superior siem
pre que sea posible; y brindar formación laboral extensa en vez de
exigir a los candidatos que ya tengan experiencia profesional en el
campo. El objetivo de estas iniciativas es evitar que se reproduzcan y
se afiancen las desigualdades en educación, asistencia sanitaria y otros
sistemas dentro de la organización.
En tercer lugar, muchas de estas organizaciones han implemen-
tado modelos y programas de desarrollo de liderazgo muy estructura
dos con el objeto de reforzar la capacidad de liderazgo y gobemanza
de sus integrantes. Por ejemplo, FIERCE!, una organización dedicada
a construir «liderazgo y poder de la juventud de color lesbiana, gay,
bisexual, transexual y queer (LGBTQ)», ha creado e implementado el
Educationfor Liberation Project (ELP) (Proyecto de educación para
la liberación). Este programa ofrece estipendios a jóvenes de color
trans y queer para permitir su participación en talleres políticos y
prácticas para el desarrollo de intercambio de conocimientos, cons
trucción de análisis y liderazgo.22 Los participantes trabajan en pro
gramas semestrales de ELP en varios niveles, empezando por el ELP1,
en el que aprenden historia política básica y teoría de la organización
básica sobre cómo se crean e implementan campañas, por ejemplo.
A continuación, los participantes asumen mayor poder de liderazgo y
gobernanza en la organización a medida que van superando los nive
les del programa ELP. La meta es convertir a los miembros de ELP en
organizadores-líderes que a su vez trabajan por desarrollar el lideraz
go de otros jóvenes de color trans y queer. Los programas de desarro
llo de liderazgo como el ELP trabajan para identificar a posibles líde
res entre sus integrantes, centrándose en miembros que, por sus
experiencias de vulnerabilidad transversal, tiene una percepción par
ticular de las manifestaciones de los sistemas de control y poder, y
proporcionándoles formación para que ahonden en su capacidad de
23. Las escuelas libertarias (Freedom Schools) fueron ideadas por Student Non-Vio-
lent Coordinating Committee (SNCC) (Comité de estudiantes no-violentos) durante el
movimiento de derechos civiles de los años sesenta. Estas instituciones proporciona
ban educación gratuita a estudiantes afroamericanos en el sur de Estados Unidos y fo
mentaban la justicia sociopolítica y socioeconómica. Quizá los ejemplos más destaca-
bles sean las escuelas libertarias de Misisipi en 1964.
24. Otras organizaciones que remuneran a sus miembros y dan acceso a educación,
análisis y organización a través de sus programas son Queers for Economic Justice
(Queers por la Jnsticia Económica), <http://q4ej.org>; School of Unicy and Liberation
(SOUL), <http://www.schoolofunityandliberation.org>; y FIERCE!, <www.fiercenyc.
org/index .php?s= 102>.
25. Por ejemplo, el manual para los miembros del Sylvia Rivera Law Project, exige a
la organización que la plantilla, el colectivo y cada uno de sus equipos específicos
organización sobre gobernanza y liderazgo que con frecuencia corren
el riesgo de erosionarse porque las organizaciones están plagadas de
voluntarios con privilegios de raza y formación deseosos de ayudar,
pero que, las más de las veces, acaban tomando el relevo porque tie
nen mayor acceso a una capacitación profesional, mucho tiempo libre,
con hábitos y actitudes característicos de las personas privilegiadas.
Estas organizaciones suelen ser críticas con el «síndrome del funda
dor», dinámica que se produce cuando la persona que funda una orga
nización permanece demasiado tiempo en un cargo de liderazgo retri
buido, convirtiéndose en un repositorio de conocimiento y control
organizativo, con independencia de lo que diga la estructura de la or
ganización sobre la participación democrática de todos los miembros.
Con un ojo puesto en esta dinámica, dialogando abiertamente sobre
la adopción de decisiones y el liderazgo, fomentando el reciclaje de la
plantilla, es posible garantizar que el liderazgo y la propiedad de la or
ganización no se concentren en pocas manos.
La recaudación de fondos con una base popular también es muy
valorada en estas organizaciones, como alternativa y/o complemento a
la financiación de las fundaciones.26 Obtener pequeñas sumas de dine
ro de las poblaciones directamente afectadas, de aliados individuales y
a través de actividades que generan ingresos puede aumentar la auto
nomía de las organizaciones, liberándolas de la dependencia de do
nantes y empresas privadas. Algunas organizaciones usan cuotas de
afiliación, a menudo disponibles en una escala variable, como herra
mienta de recaudación de fondos que también contribuye a la rendi
ción de cuentas de la organización, puesto que los miembros se hacen
responsables del trabajo y adquieren un compromiso de gobierno.27
tengan al menos el 50 por 100 más una persona de color y al menos el 50 por 100 más
una persona trans, intersexual o que no conforma las normas binarias de género.
26. Tyrone Boucher y Tiny alias Lisa Gray-Garcia, «Community Reparations Now!
Tyrone Boucher and Tiny aka Lisa Gray-Garcia Talk Revolutionary Giving, Class,
Privilege, and More», Enough, <http://www.enoughenough.org/2010/05/community-
reparations-now-tyrone-boucher-and-tiny-aka-lisa-gray-garcia-talk-revolutionary-gi-
ving-cIass-privilege-and-more>; Dean Spade, «Getting It Right from the Start: Buil-
ding a Grassroots Fundraising Program», Grassroots Fundraising Journal, enero/
febrero de 2005, pp. 10-12.
27. Dos ejemplos de organizaciones de base que utilizan un modelo de cuotas entre
sus miembros para generar ingresos son la Ontario Coalition Against Poverty (OCAP)
(Coalición con la pobreza de Ontario), que «lanza campañas contra políticas del go
bierno regresivas que afectan a pobres y trabajadores [y] presta apoyo de acción direc-
Estas estrategias reflejan una conciencia sobre los cauces que el
sector no lucrativo, el control de las fundaciones y la reproducción de
los modelos de organización y gobemanza racistas, sexistas, capaci-
tistas y transfóbicos siguen para restringir y contener el trabajo de jus^
ticia social. Mientras la política trans sigue institucionalizándose, es
tos modelos aportan una vía para que no reproduzcamos las trampas:
de la lucha por los derechos de lesbianas y gays y otras formaciones
políticas que han concentrado el liderazgo de las personas privilegia
das, formulado estrategias y demandas que no mejoran las oportunida
des de los más vulnerables a la pobreza, la reclusión y la violencia. El
trabajo político enraizado en una amplia participación, comprometido
con poner en el centro las experiencias de los más vulnerables y deci
dido a practicar valores de resistencia en todos los niveles es menos
susceptible de ser secuestrado por los programas de reforma jurídica,
que refuerzan y legitiman sistemas de control, que truncan las deman
das de profunda transformación.
Tras analizar el contexto neoliberal y el papel clave que juega la
ordenación de la población a la hora de generar acuerdos políticos y
económicos, se ve la importancia que tienen estas críticas al sector no
lucrativo así como los métodos innovadores para la creación de una
infraestructura en los movimientos sociales, en los que participan nu
merosas organizaciones de resistencia. El contexto del neoliberalismo
ha modificado y limitado la resistencia en muchos sentidos, incluyen
do la cooptación del trabajo de los movimientos sociales como fuente
de ideas y justificaciones de proyectos estatales/empresariales terri
bles (por ejemplo, la expansión de los sistemas de prisión y represión
privatizados). El trabajo de justicia social se ha transformado en el
trabajo del estado en la sombra que estabiliza y legitima la desigual
dad de oportunidades. Como señala Paul Kivel, el trabajo de las orga
nizaciones sin ánimo de lucro a menudo hace las veces de «zona de
29. Michel Foucault, Society Must Be Defended: Lectures at the College de France,
1975-76, trad. David Macey, Picador, Nueva York, 2003, pp. 256,262-263.
30. Chela Sandoval, Methodology of the Oppressed, Minneapolis, University of
Minnesota Press, 2000, pp. 45-47.
conciencia opositiva; lo que ella llama «la forma diferencial», que se
opone al absolutismo que con frecuencia produce rigidez y estanca
miento en los movimientos sociales. La forma diferencial de la con
ciencia opositiva utiliza varias articulaciones de lo que es verdad
como una táctica que se practica a través de un compromiso de resis
tencia a la violencia y la subordinación, lo que permite que se pase de
una a otra como algo necesario.31
Este interés en oponerse al absolutismo y practicar un plantea
miento de resistencia flexible, meditado, reflexivo y táctico es un mo
delo extremadamente útil para resistirse a los riesgos de la institucio-
nalización y el «racismo estatal» antes señalados. El feminismo de las
mujeres de color han desarrollado unas prácticas de resistencia centra
das en el proceso, la evaluación, el consenso, la transparencia y una
sospecha sana de las declaraciones universales sobre qué es la libera
ción. Estos valores y prácticas han influido sobremanera en muchos
activistas trans y queer de color. Estas organizaciones suelen funcio
nar asumiendo que su trabajo es imperfecto, que es posible que hayan
pasado por alto o excluido involuntariamente a grupos muy vulnera
bles, que sus estrategias y estructuras requieren constantes revaluacio
nes y ajustes. La autocrítica y la actitud que no es defensiva son muy
valoradas en estos espacios. La crítica a la institucionalización es un
elemento central del análisis de las mujeres de color sobre las organi
zaciones sin ánimo de lucro.32
Numerosos expertos y activistas han afirmado que necesitamos
analizar si estamos trabajando para mantener a una organización en
marcha o si estamos trabajando para hacer cambios transformadores,
para poder reconocer cuándo estos dos objetivos entran en conflicto y
formular nuevas estrategias. Este trabajo ha ilustrado cómo y por qué
los movimientos de resistencia deben cuidarse mucho de no reprodu
cir los planteamientos del modelo empresarial para hacer crecer las
organizaciones; planteamientos que nos animan a perseguir cualquier
35. Noam Chomsky y Michel Foucault, Human Nature: Justice vs. Power (Televi
sión Holandesa, 1971), vídeo en línea, <http://video.google.com/vi deoplay?doc
id=-1634494870703391080#>; véase asimismo, Noam Chomsky y Michel Foucault,
The Chomsky-Foucault Debate: On Human Nature, The New Press, Nueva York,
2006.
Conclusión
«¡Esto es una protesta, no un desfile ! » 1
7. «Safe OUTside the System (SOS) Colectivo A salvo FUERA del Sistema) Collec
tive trabaja para combatir la violencia que afecta a las personas de color LGBTSTG-
NC. Nos guía la creencia de que las estrategias que aumentan la presencia policial y la
criminalización de nuestras comunidades no crean seguridad. Por eso utilizamos estra
tegias de responsabilidad comunitaria para combatir la violencia», <http://alp.org/
community/sos>.
en Seattle;8 The Northwest NetWork of Bisexual, Trans, Lesbian and
Gay Survivors of Abuse,9y Creative Interventions en Oakland\]0 Com-
munity United Against Violence (CUAV) en San Francisco;11 y Philly
Stands Upu y las organizaciones nacionales generationFIVE, Genera
8. £1 equipo de apoyo a las víctimas de For Crying Out Loud! (¡Por el amor de
dios!) «busca facilitar la curación y el empoderamiento de las víctimas de traumas
sexuales. Estamos aquí por las víctimas, para ayudarlas a cubrir sus necesidades,
para escuchar, para proponer alternativas a las respuestas convencionales a las agre
siones sexuales. Como víctimas y aliados, hacemos esto para devolver la alegría a
nuestras comunidades y restaurarlas». El equipo de responsabilidad del agresor de
For Crying Out Loud trabaja «para crear planes definidos por las víctimas y con
apoyo de la comunidad de rendición de cuentas sin policías», <http://forcryingout-
loud206.wordpress.com>. Communities Against Rape and Abuse (CARA) (Comuni
dades contra la violación y el abuso) «promueve una agenda por la liberación y la
justicia social mientras lucha contra las violaciones como una prioridad central de
nuestra organización. Usamos la organización comunitaria, el diálogo crítico, la ex
presión artística y la acción colectiva como herramientas para crear comunidades
seguras, pacíficas y sostenibles. Nuestro blog aporta un análisis feminista negro so
bre política contemporánea, debates y asuntos locales de Seattle», <http://cara-seatt-
le.blogspot.com>.
9. «NW Netvvork incrementa el desarrollo de la capacidad de nuestras comunidades
para apoyar la autodeterminación y la seguridad de bisexuales, trans, lesbianas y gays
víctimas de abusos a través de la educación, la organización y la promoción. Trabaja
mos en un amplio movimiento de liberación dedicado a la justicia social y económica,
la igualdad y el respeto para todas las personas y la creación de comnnidades cariño
sas. inclusivas y responsables», <http://nwnetwork.org/who-we-are>.
10. La visión de Creative Interventions (Intervenciones creativas) «se basa en la li
beración; el potencial positivo, transformador que apuesta por la vida dentro de las
comunidades. Todas las actividades y proyectos [...] aspiran a desenterrar y edificar el
tan a menudo oculto y devaluado conocimiento y las habilidades expresadas por gene
raciones de personas que con tanta valentía han desafiado la violencia y creado nuevos
espacios de seguridad y autodeterminación», <www.creative-interventions.org>.
11. Community United Against Violence (CUAV) (Comunidad unida contra la vio
lencia), «trabaja para construir el poder de las comunidades LGBTQQ para transfor
mar la violencia y la opresión. Apoyamos la curación y el liderazgo de personas im
pactadas por el abuso y movilizamos a nuestras comunidades para que sustituyan los
ciclos de trauma por ciclos de seguridad y liberación. Como parte del movimiento dé
justicia social global, CUAV trabaja para crear verdaderas comunidades seguras donde
todo el mundo pueda prosperar, <www.cuav.org>.
12. «Philly Stands Up! (¡Filadelfia en lucha!) es un pequeño colectivo que vive y
trabaja en Filadelfia. Colaboramos con personas que cometen agresiones sexuales para
conducirlas por procesos que aspiran a que se responsabilicen de sus actos y modifi
quen sustancialmente su conducta. Philly Stands Up! se centra en la comunidad y está
liderado por víctimas. La reducción del sufrimiento, la justicia transformadora y la
lucha contra la opresión son nuestros medios para fortalecer y transformar a nuestras
comunidades y Movimientos en espacios autosuficientes, seguros y dinámicos»;
<http://www.phillystandsup.com/home.html>.
tive Somatics y Project NIA13 en Chicago, entre muchas otras. Éstas
organizaciones sostienen que la vigilancia policial y la represión pe-
; nal exacerban la violencia racista, sexista, homófoba, capacitista;
transfóbica y anti inmigración en sus comunidades, y están experi
mentando con enfoques transformadores para abordar riesgos como la
violencia dentro de la pareja, el abuso infantil y el maltrato físico.
Estas organizaciones no comparten la idea de que la violencia la cau
san personas malas que deben ser castigadas. Por el contrario, entien
den que las causas originarias de la violencia son las relaciones de
poder abusivas y explotadoras que se producen a través del racismo,
el sexismo, la xenofobia, el colonialismo de asentamientos, el capaci-
tismo, la pobreza y la criminalización sistémicos. Estas organizacio
nes están desarrollando numerosas estrategias para combatir la vio
lencia sin alimentar el sistema de represión penal. Estas estrategias
incluyen:
— Trabajar para prevenir la violencia.
—* Trabajar para aumentar la capacidad de las comunidades para apo
yar a los supervivientes de la violencia.
— Trabajar para ayudar a las personas que han producido daños para
que dejen de producirlos.
— Trabajar en una respuesta inmediata contra los daños mientras se
producen para ayudar a frenarlos.
— Y trabajar para que individuos y comunidades sean capaces de
forjar relaciones saludables, resolver conflictos de forma no vio
lenta, apoyar a miembros vulnerables e identificar y romper patro
nes de violencia dentro de la pareja y la familia.
13. «Project NIA ofrece una nueva forma de pensar el crimen y la violencia. Usamos
los principios de la justicia comunitaria participativa —con frecuencia llamada justicia
restaurativa o justicia transformadora —, que ha demostrado satisfacer las necesidades
de las víctimas, reducir la reincidencia y mejorar la satisfacción con los regímenes ju
rídicos. Los modelos de justicia de corte comunitario redefinen los objetivos del siste
ma de justicia penal para incluir la prevención de delitos, así como la participación de
miembros de la comuuidad para combatir el crimen. Creemos que las comunidades se
refuerzan cuando los ciudadanos locales participan en la lucha contra el crimen, la
delincuencia y la violencia, porque tienen más capacidad de articular respuestas más
ajustadas a las preferencias y las necesidades de víctimas, autores y sus vecinos»,
<http://wvvvv.project-nia.org/community-circles.php>.
The Northwest Network (la red de Northwest), por ejemplo, lleva una
década ofertando clases de «habilidades para relacionarse» en el área
de Seattle. Esta estrategia ha corrido a cargo de personas queer de
color de la organización. Estas clases ayudan a crear un lenguaje co
mún entre personas de círculos amistosos y subculturas para saber
cómo y por qué la violencia es tan generalizada en las relaciones
sexuales y amorosas. Las clases dotan de habilidades concretas para
negociar en la pareja, apoyar a las amistades que pueden sentir aisla
miento o sufrimiento en sus relaciones e identificar normas comunita
rias susceptibles de contribuir a modelos violentos. A veces los cursos
se especializan en asuntos de interés, como el poliamor o cómo apoyar
a supervivientes de violencia. Las clases son una estrategia a largo
plazo; brindan herramientas inmediatas a los participantes, pero tam
bién crean capacidad a largo plazo en subculturas y grupos sociales
queer y trans de Seattle para prevenir, identificar y combatir la violen
cia doméstica. Su interés es pasar de un contexto donde las personas
solo buscan «especialistas» en violencia doméstica cuando la violen
cia en una relación se ha agravado, a un contexto donde los conoci
mientos y capacidades que suelen localizarse en instituciones que
prestan servicios contra la violencia doméstica son desprofesionaliza
dos y difundidos en las comunidades, contribuyendo a su prevención.
The Northwest Network se unió a esta estrategia tras analizar los datos
que evidenciaban que las personas recibían mucho más apoyo de las
instituciones contra la violencia doméstica que de sus familias y ami
gos, pero raras veces recurrían a estas instituciones antes de que las
cosas se pusieran feas, a menudo con la implicación de la policía o los
juzgados.14 Como estas personas recurrían primero a amigos, parien
tes y conocidos, Network decidió que era fundamental fortalecer la
capacidad de las personas no profesionales para comprender la violen
cia dentro de la pareja y sus causas, prestando apoyo a las personas
supervivientes o que pudieran tener una relación con tintes violentos.
El colectivo Safe Outside the System (SOS) (A salvo fuera del
sistema), del Audre Lorde Project, ha trabajado desde 1997 para com
batir la violencia que sufren personas trans y queer, identificando la
14. Un estudio que presentó el análisis de Network es Lyon, E., Lañe, S. y Menard,
S. (2008), «Meeting Survivors’ Needs: A Multi-State Study of Domestic Violence
Shelter Experiences, <http://www.nejrs.gov.pdffilesl/nij/grants/225025.pdf>.
violencia policial como una de las mayores amenazas para las perso
nas de color trans y queer. Uno de los objetivos de SOS es crear segu
ridad en el barrio Bed-Stuy de Brooklyn. En Bed-Stuy, las personas
queer y trans sufren sin cesar violencia policial, con agresiones homó-
fobas y transfóbicas tanto de la policía como de la población civil.
SOS, que reconoce que llamar a la policía no garantiza la seguridad de
los vecinos, ha trabajado para forjar relaciones con tenderos, camare
ros y otros comercios del barrio para crear un entendimiento común
de los riesgos de la violencia policial, la homofobia y la transfobia en
el barrio. Estos tenderos y demás comerciantes han participado en el
programa de SOS y han aceptado que es un lugar seguro donde las
personas en peligro pueden refugiarse, y también, que si es posible no
llamarán a la policía. Gracias a esta labor, SOS ha aumentado la segu
ridad construyendo relaciones, rompiendo el aislamiento y ayudando
a que los vecinos protejan juntos el barrio y se presten apoyo mutuo
ante los peligros.
Creative Interventions se formó en 2004 en Oakland para crear
respuestas comunitarias a la violencia interpersonal. Creative Inter-
ventions se centró de 2006 a 2009 en un proyecto con la participación
de varias organizaciones, entre las cuales estaban Asian Women’s
Shelter, Shimtuh, Narika y la Clínica de la Raza. Unidas, estas organi
zaciones quisieron crear varias opciones para personas que experi
mentaban violencia, explorando las siguientes cuestiones:
• ¿Cómo pueden familiares, amigos, vecinos, colegas de trabajo y
miembros de la comunidad implicarse activamente para poner fin a
la violencia cuando sus seres queridos están sufriendo violencia in
terpersonal?
• ¿Cómo podemos usar nuestra conexión con víctimas o supervivien
tes de violencia, y nuestra preocupación por ellas, para no solo
aportarles seguridad sino también posibilidades de curarse y volver
a entablar relaciones más sanas?
• ¿Cómo podemos aportar más seguridad a supervivientes o víctimas
de violencia incluso si permanecen o necesitan coexistir en la mis
ma comunidad con quienes les han agredido?
• ¿Cómo podemos conseguir que personas violentas o abusadoras de
jen de hacer daño, lo reparen y cambien su actitud y su conducta
para formar parte de la solución?
• ¿Cómo podemos cambiar las conductas violentas a través de nuestra
conexión con personas que han producido sufrimiento en vez de
usar amenazas, castigos o vigilancia policial?
• ¿Cómo podemos cambiar nuestras creencias, prácticas y conoci
mientos cotidianos para abordar, reducir, terminar con la violenciay
prevenirla?
• ¿Cómo podemos conjugar todo lo anterior para crear comunidades
seguras, respetuosas y sanas?15
Durante este período de tres anos, Creative Interventions dirigió un
espacio en Oakland donde las personas pudiesen trabajar en común
para combatir la violencia y el sufrimiento que se estaba produciendo
entre personas que conocían. En 2012, Creative Interventions publicó
un extenso manual sobre su trabajo, a fin de prestar apoyo a personas
con ideas para proyectos y recursos similares. Creative Interventions
también produjo el StoryTelling and Organizing Project (STOP) (Pro
yecto para contar historias y organizarse).16 El proyecto es una colec
ción de relatos disponibles en su web sobre las experiencias de personas
que han utilizado soluciones comunitarias para paliar el sufrimiento y
la violencia. También incluyen secuencias de sesiones narrativas que
el grupo facilitó en varias ciudades. El manual y el proyecto de relatos
personales facilitan que personas de lugares muy diversos puedan ver
ejemplos muy concretos de procesos creativos, que inciden en generar
seguridad y terminar con la violencia sin recurrir a la policía ni a ins
tituciones de servicios sociales, las cuales pueden producir más sufri
miento a las personas implicadas.
Generative Somatics proporciona formación transformacional a
activistas, organizadores, proveedores de servicios sociales y líderes
de movimientos sociales, tanto individualmente como en colabora
ción con organizaciones, para incrementar su capacidad de trabajo
para combatir la injusticia. El trabajo de Generative Somatics combi
na la sabiduría de la somática (curación centrada en el cuerpo) y la
neurociencia contemporánea con un profundo análisis de justicia so
Transforming Justice
Transforming Justice (Transformar la Justicia) fue una alianza de or
ganizaciones e individuos centrada en la reclusión de personas trans
en Estados Unidos. El proyecto nació en 2005 como una idea de los
miembros del Sylvia Rivera Law Project (SRLP) (Proyecto Legal Syl
via Rivera), que vieron la necesidad de formular un análisis común
sobre la reclusión de las personas trans. El SRLP comprendió, tras
años de agitación de su organización y de otras organizaciones meno
res, que se empezaba a prestar más atención (aunque muy poca) a las
duras circunstancias que sufrían los reclusos y las reclusas trans. Sin
embargo, no existía una comprensión política común entre las organi
zaciones, menos aquellas organizaciones de base que empezaban a
asumir tareas jurídicas y políticas sobre cuestiones relativas a la natu
raleza de la reclusión, los peligros de la reforma penitenciaria como
posible factor de la expansión de las prisiones y la alternativa política
de la abolición de las prisiones. Cuando las principales organizaciones
LGBT comenzaron a asumir mínimamente el problema, se hizo evi
dente que no estaban conectadas con los movimientos que habían for
mulado el análisis sobre los cauces empleados reiteradamente por las
fuerzas interesadas en expandir el sistema penitenciario para apode
rarse de las iniciativas reformistas.
En la década del 2000, activistas cuyo interés se centraba en las
prisiones asistieron a una nueva e inquietante manifestación de esta
tendencia. Estaban surgiendo nuevas propuestas de prisiones que ten
drían en cuenta las diferencias de género. Acogiéndose al objetivo de
mejorar las condiciones de vida de las reclusas, nacían propuestas
para construir nuevas prisiones de mujeres, cosa que conllevaría, claro
está, la reclusión de más mujeres. Las organizaciones que trabajaban
en materia de género y criminalización se dieron cuenta de que las
críticas por el trato a las reclusas podían servir de excusa para recluir
a más mujeres, y se opusieron a ellas. Las organizaciones trans vieron
el peligro potencial de que se utilizaran las experiencias violentas de
las personas trans para fomentar proyectos «de reforma» que también
ampliarían las reclusiones. El SRLP se puso en contacto con otras or
ganizaciones —tanto pequeñas organizaciones trans dirigidas por per
sonas de color, como TGIJP, como organizaciones más grandes con
proyectos LGBT, como el American Friends Service Committee (Co
mité de Servicio de los Amigos Americanos)— para hablar sobre la
posibilidad de un encuentro nacional donde poder compartir sus aná
lisis y posiblemente llegar a un consenso para negarse a asumir las
tácticas de expansión de las prisiones. Cuando surgió esta idea, orga
nizadores de TGIJP y TIP17 en el área de la Bahía de San Francisco
17. «TGIJP combate los abusos de derechos humanos contra reclusos TGI mediante
estrategias que logran cambios sistémicos», <http://tgijp.org>.
propusieron sus ideas para fijarse en las experiencias y el liderazgo de
antiguos reclusos y reclusas trans en la organización del acto. El gru
po debatió sobre la posibilidad de que este acto pudiera propiciar una
oportunidad de desarrollo de liderazgo de personas trans atrapadas en
é l c ic l o de la pobreza y la reclusión; era una forma de incluir a las
personas trans reclusas en la planificación y en el encuentro, y debatió
sobre cómo utilizar el apoyo de abogados y otros profesionales en or
ganizaciones nacionales sin darles el protagonismo.
Al final, el grupo creó un método de planificación de dos nive
les, local y nacional. Se inició una reunión semanal llamada «Marve-
lous Mondays» [lunes maravillosos], que ofrecía comida y apoyo a
quienes quisieran asistir e involucrarse. Corrió la voz, y estas reunio
nes de los lunes se convirtieron en un importante espacio de reunión
de muchas mujeres trans exreclusas que hacían frente a las adiccio
nes, la pobreza, la discriminación, la falta de vivienda y la criminali
zación continua. El grupo local trabajó en numerosos proyectos, in
cluida una encuesta para asumir la perspectiva de los reclusos y las
reclusas trans en un proyecto que implicaba visitar a personas trans
recluidas en prisiones de California y distribuir la encuesta por co
rreo a escala nacional. El grupo también diseñó una web para el en
cuentro y creó un currículum de educación popular para usarlo con
los participantes. Miembros de los grupos locales también se unieron
a teleconferencias con el grupo de planificación nacional, que buscó
recaudación de fondos para el encuentro, elaborando y enviando in
vitaciones a personas de todo el país, y otros aspectos de la progra
mación. El grupo nacional incluyó a muchos abogados y otros alia
dos de las personas trans recluidas que quisieron apoyar el proceso y
situar la dirección del proceso en las personas directamente impli
cadas .
Finalmente, el proceso de planificación se concretó en Transfor-
ming Justice, una conferencia de dos días centrada en las experiencias
de las personas trans recluidas. Fue un encuentro al que solo se podía
acceder con invitación. Se pidió a las organizaciones invitadas que
enviaran a sus miembros trans, exreclusos y exreclusas, personas de
color y, en general, personas que formaran parte de poblaciones muy
criminalizadas. Fue una estrategia importante para romper los ciclos
de desarrollo de liderazgo en las organizaciones sin ánimo de lucro
que suelen ofrecer oportunidades de viajar, construir análisis y redes
a personas blancas, personas con privilegios por su educación y per
sonas no trans. También fue una forma de evitar que acudiesen al en
cuentro demasiados estudiantes, investigadores y profesionales que
pudiesen asfixiar la presencia y el liderazgo de exreclusos y exreclu-
sas trans. El resultado fue una conferencia que incidió en la presencia
de personas trans exreclusas, donde los abogados y otros aliados pro
fesionales con privilegios educativos fueron minoría. La conferencia
incluyó oportunidades de que los y las participantes escribiesen a per
sonas trans recluidas, que las personas que han sido reclusas liderasen
debates sobre los sistemas de represión penal y control migratorio, así
como sobre las prioridades de cambio, con sesiones interactivas que
alentaron a las participantes a conocerse entre sí y aprender de sus
trabajos, con discusiones sobre la política de abolición de prisiones.
El encuentro también incluyó la sostenibilidad del trabajo, con profe
sionales sanitarios que ofrecían masajes, espacios tranquilos, asesora-
miento y demás apoyo a participantes. Cuando terminó del fin de se
mana, los participantes habían creado y acordado cinco puntos
comunes:
1. Reconocemos los ciclos de pobreza, la criminalización y la reclu
sión como cuestiones urgentes de derechos humanos para las per
sonas trans y que no conforman el binarismo de género.
2. Acordamos promover, centralizar y apoyar el liderazgo de las per
sonas trans y que no conforman el binarismo de género más impac
tadas por las prisiones, la vigilancia policial y la pobreza en este
trabajo.
3. Pensamos organizamos para construir y expandir un movimiento
nacional que libere a nuestras comunidades y específicamente a
personas trans y que no conforman el binarismo de género de la
pobreza, la falta de vivienda, la adicción a las drogas, el racismo, la
discriminación por razones de edad, la transfobia, el clasismo, el
sexismo, el capacitismo, la discriminación de inmigrantes, la vio
lencia y la brutalidad del complejo industrial penitenciario.
4. Nos comprometemos a terminar con el abuso y la discriminación
de las personas trans y que no conforman el binarismo de género
en todos los aspectos de la sociedad, con el objetivo a largo plazo
de poner fin al complejo industrial penitenciario.
5. Acordamos seguir debatiendo qué significa trabajar por el fin del
complejo industrial de prisiones mientras abordamos crisis inme
diatas relativas a los derechos humanos.18
Después del encuentro, los organizadores llevaron a cabo profundas
evaluaciones con los y las participantes sobre sus experiencias y die
ron comienzo al proceso que determinaría el siguiente rol de la coali
ción Transforming Justice como alianza o coalición a nivel nacional.
La evaluación y el proceso de planificación incidieron de nuevo en las
siguientes cuestiones: cómo las personas más directamente afectadas
podrían asumir los mandos de Transforming Justice\ cómo desarrollar
habilidades de liderazgo de quienes viven en comunidades trans cri
minalizadas; cómo evitar comprometer la misión del trabajo por la
presión de los financiadores; cómo buscar un equilibro entre los bene
ficios de mantener cargos retribuidos para líderes en ciernes, en comu
nidades que necesitan oportunidades de empleo y los costes de entrar
en la dinámica competitiva de recaudación de fondos de las entidades
sin ánimo de lucro; y cómo crear una estructura sostenible que apoye
la organización de base local y no consolide el poder en un organismo
nacional.
El cineasta trans Chris Vargas también realizó un vídeo con los
organizadores de Transforming Justice llamado Make It Happen!19
sobre la conferencia. Make It Happen! fue uno de los primeros recur
sos de vídeo que hablaba de la reclusión de personas trans y que cen
traba el liderazgo de activistas de color trans y personas trans exreclu-
sas contando la historia de esta organización. El vídeo, colgado en
internet para su visionado gratuito, permitió que la experiencia de la
organización del encuentro y su contenido viajaran más allá de las
personas presentes en él.
La coalición nacional Transforming Justice y la conferencia re
sultante dan forma a una política trans comprometida con priorizar las
experiencias, el conocimiento y el liderazgo de los más vulnerables.
Transforming Justice sugiere vías para desprofesionalizar el trabajo
de los movimientos sociales mientras se construyen estructuras parti-
cipativas y con una reflexión continua. Las condiciones contemporá-
18. Transforming Justice. Conferencia en San Francisco, City College of San Fran
cisco, 13 y 14 de octubre de 2007, <http://srlp.org.transformingjustice>.
19. <http://vimeo.com/16952110>.
neas convierten esta tarea en todo un desafío. Durante la organización
de la conferencia, salieron a la luz cuestiones relativas a la criminali
zación una y otra vez, pues había miembros que seguían enfrentándo
se a obstáculos para su bienestar. Varios tenían problemas de adic
ción, y la reincidencia de algunos miembros de la organización
repercutió en el grupo. La precariedad de la vivienda de algunos
miembros les impidió asistir asiduamente a las reuniones y participar
en ellas o asumir compromisos. Algunos organizadores clave descib
brieron que el estrés de trabajar en el encuentro repercutió en su salud
mental. Otros organizadores fueron encarcelados durante la planifica
ción del encuentro y no pudieron seguir participando del mismo modo.
En esencia, las verdaderas condiciones que motivaron la necesidad de
este trabajo siguen amenazándolo y perjudicándolo. A veces, la orga
nización misma puede ser una fuente de apoyo para los miembros en
épocas duras, reuniendo a personas que pueden ofrecer comprensión y
compartir recursos. Ahora bien, desempeñar un trabajo con recursos
insuficientes para desmantelar sistemas violentos también puede pro
vocar estés y minar la salud de las personas que hacen el trabajo,
como bien saben las que han terminado agotadas en organizaciones
sin ánimo de lucro. Hacer tareas de organización en un contexto don
de la mayoría de los miembros sufren adicciones u otros problemas de
salud —problemas a menudo originados por la exposición a la violen
cia y el trauma continuos— puede significar que los conflictos son
parte del entorno. La escasez de recursos puede exacerbar el estrés del
trabajo y empeorar los conflictos. Los participantes del proceso de
planificación que hacían las veces de aliados, como abogados blancos
y personal contratado de organizaciones sin ánimo de lucro con privi
legios de educación, tuvieron que trabajarse constantemente conduc-:
tas de dominio interiorizadas, que pueden suponer un escollo para
construir el liderazgo de las personas directamente implicadas.
Las barreras estructurales a este liderazgo eran muchas y los
aliados lucharon por participar de formas realmente solidarias con
este liderazgo y no sobrepasaron el espacio necesario para el creci
miento y el cultivo personal. Las experiencias de planificación y orga
nización de Transforming Justice son instructivas a la hora de descri
bir los desafíos y obstáculos constantes a estos procesos, y por
vertebrar estrategias sobre cómo hacer el trabajo en estas condiciones.
Transforming Justice tiene que establecer métodos innovadores para
encarar los desafíos que se desprenden de la realización de un trabajo
basado en priorizar el liderazgo de los más implicados.
En 2010, esta alianza de ámbito nacional envió una delegación al
Foro Social de Estados Unidos y organizó un taller para ayudar a per
sonas de todo el país activas en materia de criminalización de las per
sonas trans y para valorar los siguientes pasos del trabajo. En 2011, el
grupo celebró un encuentro en Decatur (Georgia) para valorar su tra
bajo. Encontrar apoyo para que los miembros (muchos de los cuales
no están afiliados en organizaciones que tengan presupuesto) pudieran
viajar y verse, apoyar a personas cuyas condiciones de libertad condi
cional, falta de documentos identificativos y otras experiencias que
dificultan viajar, fueron asuntos de calado en la planificación del en
cuentro. Al final, tras esta reunión, los organizadores reconocieron
que no tenían suficientes recursos para continuar la alianza y disolvie
ron Transforming Justice. Los individuos y los grupos participantes
siguieron con su tarea y mantuvieron las conexiones, pero reconocie
ron que no había suficientes recursos disponibles para cumplir sus
sueños de seguir creando respaldo popular con personas exreclusas y
forjar relaciones y estrategias juntas a través de una alianza de ámbito
nacional encabezada por los más afectados. El trabajo de Transfor
ming Justice tuvo una gran influencia en las organizaciones e indivi
duos que, a día de hoy, siguen combatiendo la criminalización de las
personas trans. En muchos sentidos sirvió para enmarcar conversacio
nes que siguen desarrollándose y creciendo en la actualidad. Sin em
bargo, los obstáculos para garantizar que este trabajo sea encabezado
por los más afectados y no dominado o secuestrado por organizacio
nes mejor financiadas siguen siendo reveladores. A medida que las
organizaciones LGBT sin ánimo de lucro se interesan cada vez más en
perseguir una reforma de justicia penal, y consiguen financiación para
ello, es preocupante que una formación que desea combatir la crimi
nalización a través del liderazgo de personas trans criminalizadas no
pueda proseguir con su iniciativa, por falta de recursos, respaldo y las
condiciones que sufren sus propios miembros.
La Administración de Recursos Humanos de la Ciudad de
Nueva York
En 2010, TransJustice, el Sylvia Rivera Law Project, FIERCE/, Hou-
sing Works20y Queers for Economic Justice (QEJ),21 entre otros, obtu
vieron una victoria importante en su lucha contra la Administración
de Recursos Humanos (HRA, por sus siglas en inglés) de la Ciudad dé
Nueva York, la división del Departamento de Servicios Sociales de la
ciudad que administra programas de bienestar social y otros relativos
a la pobreza. Estos grupos, que formaron una coalición a la que llama
ron Comité de Revisión de la HRA, consiguieron que se redactara una
política cuyo objetivo era combatir la discriminación y los abusos
contra personas trans en los programas de la HRA. Su campaña de
2009-2010 se inspiró en un trabajo previo del Lesbian, Gay, Bisexual
and Transgender Community Center (The Center)11 de Nueva York, el
20. Housing Works (Obras en casa) es «la organización de servicios de SIDA basada
en la comunidad más grande de Estados Unidos, así como la organización de servicios
de sida controlada por una minoría más grande del país [que ofrece] servicios vitales
como vivienda, atención médica y psiquiátrica, alimentos, formación laboral, trata
mientos de desintoxicación, educación para prevenir el VIH y apoyo social para más
de 200.000 neoyorquinos sin techo y con rentas bajas que viven con VIH o SIDA»,
<www.housingw orks .org>.
21. Queersfor Economic Justice es «una organización sin ánimo de lucro progresis
ta comprometida con la promoción de la justicia económica en un contexto de libera
ción sexual y de género. Nuestra meta es cuestionar y cambiar los sistemas que crean
pobreza e injusticia económica en nuestras comunidades, promoviendo un sistema
económico que acepte la diversidad sexual y de género. Estamos comprometidos con
el principio de que el acceso a los recursos sociales y económicos es un derecho funda
mental, y trabajamos para crear equidad social y económica a través de la organización
de base, la educación pública, la promoción y la investigación. Realizamos esta labor
porque, aunque las personas queer pobres siempre han formado parte tanto de los mo
vimientos de derechos gays como de justicia económica, han sido, y siguen siendo, en
gran medida invisibles en ambos movimientos. Este trabajo siempre se basará en las
experiencias vividas y las necesidades expresadas de las personas queer en la pobre
za» , <http://q4ej .org>.
22. «Fundada en 1983, el Lesbian, Gay, Bisexual & Transgender Community Center
(Centro comunitario de lesbianas, gays, bisexuales y trans) ha crecido hasta ser la oiv
ganización multiservicios LGBT más grande de la Costa Este y el segundo centro co
munitario LGBT más grande del mundo. [The Center] proporciona un hogar para el
nacimiento, cultivo y celebración de nuestras organizaciones, instituciones y cultura;
se ocupa de individuos y grupos necesitados; educa a la ciudadanía y a nuestra comu
nidad; y empodera a nuestros individuos y grupos para que alcancen su máximo poten
cial», <www.gaycenter.org>.
5ylvia Rivera Law Project y el Transgender Law and Policy Institute
(TLPI)*23
En 2005, The Center, el SRLP y el TLPI trabajaron con un comi
té asesor de la HRA para redactar el borrador de una serie de «buenas
prácticas», que abordarían varios asuntos relativos a personas trans en
busca de prestaciones y servicios a través de la HRA. Las recomenda
ciones pretendían abordar los problemas de las personas trans con los
procedimientos de clasificación de género de la HRA, la discrimina
ción en oficinas de bienestar social, la discriminación en programas de
ayuda laboral, el ingreso en albergues segregados por sexo y más. Las
recomendaciones buscaban crear procedimientos para resolver estas
cuestiones. Cuando el documento de buenas prácticas fue redactado,
la HRA y el Departamento Jurídico municipal se estancaron; el docu
mento nunca se transformó en una política de la HRA.
En 2009, el Comité de Revisión de la HRA asumió de nuevo
estas cuestiones, esta vez creando una campaña de organización de
base con reuniones abiertas, estructuras de afiliación participativa de las
organizaciones en coalición, peticiones públicas y herramientas de re
des sociales en internet para despertar conciencia y fomentar la pre
sión pública para exigir a la HRA la modificación de sus políticas y
prácticas. Este trabajo proviene de organizaciones que se dedican a la
participación de personas con rentas bajas y sin hogar, de personas de
color en comunidades trans y fomentan las capacidades de liderazgo y
organización de estas poblaciones a través de campañas sobre los
asuntos más urgentes. Los métodos usados se inspiraron sustancial-
mente en el modelo establecido del trabajo de derechos de lesbianas y
gays. El trabajo, en lugar de consistir en reuniones a puerta cerrada
entre abogados profesionales y funcionarios del gobierno, o en juicios
donde las personas menos marginadas ocupan los titulares en calidad
de demandantes, incidió en la acción colectiva de personas trans de
color con rentas bajas. Transcurrió en reuniones vespertinas abiertas
de personas de color trans pobres, en las oficinas de las organizacio
nes de base, con comida compartida y largas conversaciones para for
mular un análisis común de las experiencias en oficinas de ayuda so
23. El objetivo de Transgender Law and Policy Institute (Instituto de leyes y políti
cas trans) es «reunir a expertos y abogados para que trabajen juntos en iniciativas jurí
dicas y políticas diseñadas para avanzar igualdad trans», <www.transgenderlaw.org>.
cial y albergues y de las estrategias para cambiar estas experiencias.
Se priorizó el cambio que impacta en la vida diaria de las personas
trans altamente vulnerables, en vez de avanzar cambios simbólicos.
Se centró en poblaciones estigmatizadas en lo político —beneficiarios
de la asistencia pública y personas trans— y reformuló su experiencia
y su relación con el estado. Aunque no cabe duda de que se trataba de
un proyecto de reforma política, su relación con el Pilar del Poder se
desviaba notablemente de los métodos de reforma jurídica y política
habitual mente centrados en el trabajo de los derechos de lesbianas y
gays. Las demandas específicas que el Comité de Revisión de la HRA
puso sobre la mesa no terminarán con la falta de vivienda digna o la
pobreza —son graduales y de corte reformista—, pero forman parte
de una estrategia y un análisis político más ambiciosos enraizados y
generados por las experiencias de las personas que sufren múltiples
factores de marginalidad.
El proceso de desarrollo de la campaña y de conseguir la partici
pación de las personas directamente afectadas aspiraba a construir el
liderazgo de los beneficiarios trans de ayudas públicas, ampliando la
afiliación de organizaciones queer y trans centradas en la justicia ra
cial y económica, creando una capacitación para futuras campañas.
Cuando se consiguió la nueva política, era una versión magra y desea-
feinada del documento de «buenas prácticas» en origen propuesto por
el comité en 2005. No obstante, esta nueva política era más efectiva,
diría yo, que si el documento original —redactado por profesionales
blancos (yo incluido) sin una campaña detrás basada en la comuni
dad— hubiese sido codificado de inmediato por la HRA. La HRA, y
todas las instituciones gubernamentales similares centradas en la po
breza, no acatan sus propias políticas, no forman a sus empleados so
bre sus políticas y no se responsabilizan del maltrato a las personas
pobres. El proceso de ganar la política en 2010, incluso con su lengua
je mermado, es una victoria importante porque las comunidades afec
tadas por esta política son conscientes de ello, exigen su aplicación
constantemente y siguen construyendo relaciones con otras personas
afectadas distribuyendo la política (como folletos) en oficinas de ayu
da social y espacios de reunión trans de toda la ciudad. Los miembros
de la coalición son conscientes de las deficiencias de la política del
mismo modo que son conscientes de que la HRA no cumple necesa
riamente sus políticas. Al fin y al cabo, han sido testigos del atroz
comportamiento de la HRA como beneficiarios de prestaciones públi
cas, y han estado sujetos a él. A pesar de todo, su victoria es un mo
mento importante de sus esfuerzos de movilización, que no terminarán
con este único logro. Esta organización ha producido una nueva serie
de líderes comunitarios que entienden los mecanismos internos de la
HRA, que tienen relaciones profundas entre ellos y con organizacio
nes preocupadas por sus problemas y que saben que la HRA es un
objetivo al que pueden obligar a hacer cambios. Este objetivo de refor
ma política solo ha sido una táctica dentro de la tarea más general de
estas organizaciones, que consiste en movilizar a personas queer y
trans por una justicia racial, económica y de género. Las mujeres trans
beneficiarías de ayudas sociales que han trabajado incansablemente
para lograr estas políticas forman parte de organizaciones que también
combaten el control migratorio, la violencia policial y la criminaliza
ción de personas con VIH. Las relaciones que entablan entre ellas y
con las organizaciones que han reñido esta batalla las conecta con es
tas otras luchas, ayuda a reducir el aislamiento que acorta y hace peli
grar las vidas de tantas personas trans. La campaña actual lanzada por
muchas de estas organizaciones para acabar con la prohibición de Me
dicaid de cubrir a personas trans con su asistencia sanitaria en el esta
do de Nueva York es una continuación de este trabajo, también fuerte
mente liderado por beneficiarios trans de ayudas sociales. Esta
campaña también utiliza la acción directa, la protesta, la presencia en
los medios de comunicación y la labor jurídica para construir un cam
bio político estimulado por la movilización popular.24La campaña de
la HRA demuestra que la reforma jurídica y política pueden resultar
una táctica útil cuando se integra en una movilización a largo plazo y
en una estrategia de desarrollo de liderazgo, cuando se centra en las
necesidades inmediatas de las poblaciones más vulnerables. Estos ele
24. Avi Cummings, «May 15: SRLP’s Direct Action to Demand an end to Medicaid
Ban on Transgender Healthcare», 14 de mayo de 2014, <http://srlp.org/may-15-srlps-
direct-action-to-demand-an-end-to-medical-ban-on-transgenderhealthcare>; Avi
Cummings, «Breaking. SRLP Sues NY State DOH for Medicaid's Exclusión of Trans
gender Healthcare», <http://srlp.org/breaking-srlp-sues-ny-state-doh-for-M£<#c¿zúís-
exclusion-of-transgender-healthcare-2>; Dani Heffernan, «Despite Medicaid Ban on
Transgender Healthcare, NY Health Commissioner Says He’s Working Hard on Trans
gender Issues», GLAAD, 4 de diciembre de 2013, <http://www.glaad.org/blog/despi-
te-Medí'cazW-ban-transgender-healthcare-ny-health-commissioner-says-hes-working-
hard>.
mentos garantizaron que la victoria no fuera meramente simbólica; fue
un momento de gran politización de las personas afectadas, no de pa
cificación de la resistencia y de legitimación de condiciones nocivas y,
de hecho, construyó capacidad de resistencia para seguir luchando.
25. Véase Colin Dayab, The Law Is a White Dog: How Legal Rituals Make and Un-
make Persons, Princeton University Press, Princeton, 2011.
26. Hearts On a Wire (P.O. Box 36831, Philadelphia, PA 19107), <http://communi-
tyjustice.org/projects/phn/sneakpeaks/hearts-on-a-wire>; Black and Pink (Community
Church of Boston, 565 Boylston Street. Boston. MA 02116), <www.blackandpink.
org>; Bent Bars Project (Bent Bars Project, P.O. Box 66754. London WC1 A 9BF),
<www.co-re.org/joomla/index.php/bent-bars>, y Prisoner Correspondence Project
(QPJRG Concordia c/o Concordia University, 1455 de Maisonneuve O, Montreal. QC
H3G IM8) <www.prisonercorrespondenceproject.com>.
nalización, una alternativa importante a la política de lesbianas y gays
promatrimonio, promilitar y proconsumista que es más visible para
los activistas emergentes. Recientemente, Black and Pink se ha am
pliado y en la actualidad tiene nueve filiales en Estados Unidos, lo
cual indica que los activistas de base se solidarizan cada vez más con
los reclusos y las reclusas como una estrategia apremiante deutro del
activismo queer y trans.27
Estos proyectos propician relaciones no profesionales que basart
la práctica y el entendimiento político en el cuidado y la confianza
mutuos. Lo que hacen es conectar a dos personas con una base común
para que entablen una relación por correspondencia, en lugar de crear
una dinámica de prestación de servicios a clientes. Los grupos que
trabajan en estos proyectos se centran en el análisis crítico de las diná
micas de poder que existe, cuando reclusos y no reclusos se comuni
can, trabajando para ayudar a quienes se cartean a afrontar y analizar
estas dinámicas. Esto crea la posibilidad de hacer un análisis de justi
cia social muy distinto de lo que ocurre cuando personas que no están
recluidas entablan relaciones con personas recluidas solo en un entor
no profesional de prestación de servicios. Estos proyectos de corres
pondencia por correo superan el modelo de servicios despolitizado,
que convierte a las personas marginadas y con necesidades en «clien
tes» o «receptores». Estos proyectos, en cambio, crean unas condicio
nes de apoyo para las personas vulnerables que son holísticas y se
basan en demandas de cambio transformador y no en estructuras que
dan estabilidad al sistema.
28. El Peter Cicchino Youth Project (Proyecto juvenil Peter Cicchino) «dirige con
sultorios jurídicos en centros de acogida para jóvenes que se han ido de casa y LGBT
[...] y se ocupa de la defensa sistémica y el impacto de litigios en torno a asuntos como
el maltrato a jóvenes LGBT en los sistemas de cuidado tutelar y detención juvenil de
Nueva York. Trabajamos con jóvenes adultos LGBT que «se hacen mayores» fuera del
cuidado tutelar para garantizar que reciben el alta legalmente requerida y para proveer
les de las capacidades que necesitan para lograr con éxito la transición a la vida adulta
e independiente», <www.urbanjustice.org/ujc/projects/peter.html>.
29. Gabriel Arkles, Pooja Gehi y Elana Redfield, «The Role of Lawyers in Trans
Liberation: Building a Transformative Movement for Social Change», Seattle Journal
for Social Justice, 8, primavera/verano de 2010, p. 579.
materia de empleo invita a las personas trans a reclamar y aceptar un
tipo de reconocimiento, que no solo no alivia las brutalidades de la
pobreza y la criminalización, sino que además amenaza con reducir
nuestra lucha a otra justificación para la expansión de las estructuras
verdaderamente culpables de las condiciones que acortan nuestras
vidas.
Nos invitan a que reclamemos que las personas trans son «huma
nas», cuando lo que define «humano» sigue determinado por normas
de raza, origen indígena, género, capacidad y condición de inmigrante
que son una porción mínima de la población trans.30 Debemos formu
lar una política trans crítica que rechace estas invitaciones y se resista
con contundencia al abandono y reclusión que parece esperarnos.
Otras políticas trans parecen imposibles, inconcebibles y no viables én
el contexto de los movimientos sociales institucionalizados y centra
dos en el reconocimiento y la inclusión. Pero una política trans de es
tas características es posible y está sucediendo ahora. Muchos activis
tas y organizaciones trans están asumiendo compromisos críticos con
la infraestructura del cambio social. Al rechazar las estrategias elitis
tas desde la reforma jurídica y los mensajes de los medios de comuni
cación convencionales, estos espacios de resistencia ofrecen modelos
de lucha participativa y movilizadora, que es liderada por quienes ha
bitan los límites transversales más intolerables de los múltiples siste
mas de control. Esta política es irreconocible como una «política
LGBT» en el momento actual. La política de derechos de lesbianas y
gays ha articulado una agenda centrada en la igualdad jurídica formal
y en una política «de una sola cuestión» que acepta los marcos diviso
rios de «familia» y «ley y orden» en términos supremacistas blancos,
nacionalistas y homonormativos. La existencia de prácticas críticas
que resisten a las fuerzas del reconocimiento, pese a las enormes pre
siones para ser legibles en términos neoliberales, demuestra el deseo
colectivo de unas prácticas políticas trans que se ocupen realmente de
la subsistencia trans. Es en este espacio en el que centrándonos en las
cuestiones de subsistencia y distribución, donde el bienestar de las
personas más vulnerables no estará comprometido por las promesas
30. «Aspiríng to humanity is alvvays a racial project», Andrea Smith, «Queer Theoiy
and Native Studies: The Heteronormativity of Settler Colonialism», GLQ: A Journal
of Lesbian and Gay Studies, vol. 16, n.° 1-2,2010, p. 42.
de reconocimiento jurídico y mediático, que asume la difícil tarea de
construir una resistencia participativa que venga de abajo, en la que
podamos buscar la aparición de una resistencia trans profundamente
transformadora.
En los cuatro años que han transcurrido desde que escribí Una vida
«normal», la transversalización de la política trans ha progresado más
rápido de lo que hubiera imaginado. Está aflorando en la política esta
dounidense una imagen muy particular de las personas trans que nos
preocupa, una imagen que se asocia a la perfección con valores promi
litaristas, promercantiles y procriminalización, que son los hegemóni-
cos en la actualidad, que están insertos en los discursos de los medios
de comunicación y la política. En Una vida «normal», he argumenta
do que una política de derechos trans centrada en la inclusión en y el
reconocimiento de los intereses dominantes y las instituciones de la
ley y la cultura estadounidenses —el ejército, el sistema de represión
penal, la estructura familiar jurídicamente constituida, los medios de
comunicación corporativos y el mercado— sería mala para el bienes
tar de las personas trans. En los últimos años ha surgido esta política
trans «transversalizada».
Los problemas en torno a la inclusión que describo en Una vida
«normal» puede ser difíciles de digerir. Creer que las poblaciones
marginadas y detestadas pueden hallar la libertad porque la ley las
reconozca, les permita servir en el ejército, contraer matrimonio y las
proteja mediante leyes sobre los delitos de odio y la ley antidiscrimina
toria es un elemento indispensable de la narrativa fundacional de Esta
dos Unidos. Políticos, libros de textos de primaria y medios de comu
nicación corporativos cuentan la historia de que Estados Unidos dejó
atrás las feas historias de supremacía de la raza blanca, gracias al mo
vimiento de derechos civiles que cambió corazones, espíritus y, espe
cialmente, promovió leyes para erradicar el racismo y trajo libertad a
todos. Este relato simplificado se reitera sin cesar en la cultura esta
dounidense y ha tenido un gran protagonismo en las últimas cuatro
décadas de defensa de los derechos de lesbianas y gays, donde la ana
logía con el movimiento de derechos civiles de la población negra ha
sido una herramienta retórica constante.1Yo argumento que los movi
mientos sociales deben desprenderse de la extendida creencia de que
las personas oprimidas pueden liberarse gracias al reconocimiento y la
inclusión legal, si lo que queremos de verdad es abordar y transformar
las condiciones de muerte prematura que sufren las poblaciones em
pobrecidas y criminalizadas en este período.
2. Ben White, «Behind Brand Israel: Israel’s Recent Propaganda Efforts», Electronic
Intifada, <http://electronicintifada.net/content/behind-brand-israel-israels-recent-prO'
paganda-efforts/8694>; Vera Michlin, «Winning the Battle of Narrative: A Working
Paper for the 2010 Herzliya Conference», Interdisciplinary Center Herzliya, 2010, dis
ponible en, <http://electronicintifada.net/content/behind-brand-israel-israels-recent-
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ge», Jewish Daily Forward, 14 de octubre de 2005, <http://forward.com/articles/2070/
israel-aims-to-improve-its-pnblic-image>.
3. Pinkwatchingisrael.com.
zación israelí de Palestina y el control de la tierra y del pueblo palesti
no .4 El gobierno israelí financia películas, delegaciones de viaje de
activistas y otras actividades culturales y políticas que promueven el
debate sobre Israel, incluso algunas que son medianamente criticas
con algunas políticas israelíes, siempre que el mensaje subliminal
afirme y normalice la ocupación. Esta estrategia ayuda a Israel a ga
narse a audiencias cuyas políticas, por otra parte, son de izquierdas o
son críticas —como las que rechazan la homofobia y la transfobia o
defienden el ecologismo—- para la causa del proyecto colonial israelí.
El término pinkwashing ha ayudado a los y las activistas a nombrar y
discutir la particular estrategia de apropiarse del concepto de antiho-
mofobia para redimir la deteriorada imagen de un gobierno o de cier
tas instituciones de ese gobierno, como el ejército, que son asociadas
con la violencia, el racismo y el colonialismo.
El análisis que los activistas queer y trans palestinos hacen sobre
el pinkwashing es muy útil para comprender los usos estratégicos de
las políticas de igualdad a la hora de dar continuidad a la violencia de
estado, tanto de Israel como de otros gobiernos. El Estados Unidos del
gobierno de Obama también ha promocionado una imagen «pro gay»
y, hasta cierto punto, una imagen «pro LGBT», para camuflar la ex
pansión de la violencia racista potenciada por el gobierno actual y
distraer nuestra atención.5 En los últimos años ha crecido la indigna
ción contra las guerras de drones de Obama, sus deportaciones sin
precedentes, el uso de tecnologías de vigilancia generalizada de su
gobierno, la persecución de quienes filtran la información, la creciente
brecha de la riqueza y su escandalosa transferencia de riqueza a los de
arriba en el rescate financiero de 2008, la violencia política y la ex
pansión de prisiones a niveles críticos, incluidas prisiones privadas
(operadas por empresas con fines lucrativos), en el Estados Unidos de
su mandato. Estas incesantes revelaciones sobre las actuaciones y el
programa del gobierno amenazan la ilusión nacional de que la elec
ción de un presidente negro anunciaba una mayor igualdad, justicia y
4. The Reut Institute, «Building a Political Firewall Against the Assault on Israel’s
Legitimacy: London As a Case Study, Versión A», noviembre de 2010, pp. 46-49.
5. Véase Hillary Clinton, «Remarks in Recognition of International Human Rights
Day» (discurso. Ginebra, Suiza, 6 de diciembre de 2011), <http://www.state.gov/secre-
tary/rm/2011/12/178368.htm> (declarando «los derechos gays son derechos huma
nos»).
progresismo. Los derechos gays, como símbolo de la política de la
izquierda vinculada a la libertad y la liberación, ha dotado de un pro
gresismo falso al gobierno porque mantiene esta ilusión. Las declara
ciones públicas, tan convenientes para el gobierno, de compromiso
con los derechos de los gays y lesbianas, incluidos los cambios jurídi
cos y políticos realizados, en realidad proporcionan poco alivio, o nin
guno, a las personas queer y trans que experimentan una creciente
precariedad a medida que aumenta la criminalización, la austeridad y
el control fronterizo.
En general, las políticas «LGBT» del gobierno de Obama tienen
muy poco de «T» y se centran, por el contrario, en el apoyo popular al
reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo. El
matrimonio entre personas del mismo sexo es una estrategia de
pinkwashing ideal para Obama, así como para otros dirigentes electos,
empresas e instituciones. Permite a estos actores proclamar una políti
ca vinculada con la igualdad y la liberación cuando, en realidad, ava
lan un cambio jurídico que no hace nada por transformar la existente
y nociva distribución de pobreza, asistencia sanitaria y condición mi
gratoria a través de la estructura legal de la familia basada en el matri
monio. Ofrece un barniz progresista a cualquier cosa que estos actores
hagan, pues acostumbran a usar un asunto tan carismático como este
para venderse como promotores de la igualdad, a sabiendas de que no
supone ninguna amenaza para el reparto de la riqueza actual que quie
ren proteger. Los dirigentes electos ahora resultan ser «pro familia»
(un pilar conservador hoy omnipresente en todos los partidos) y «pro
gay» gracias a esto. Es una política para élites, que no compromete a
los sistemas brutales que les mantiene en el poder, así el matrimonio
entre personas del mismo sexo ha pasado a ser el tema visible sobre
los «derechos gays». Por desgracia, su reconocimiento servirá de poco
a las personas trans y queer que sufren las peores consecuencias de los
sistemas de inmigración, asistencia sanitaria, represión penal y bie
nestar social de Estados Unidos. De forma análoga, el apoyo al acceso
de lesbianas y gays al servicio militar y el fin de la política «Don’t
Ask, Don’t Tell» («Prohibido preguntar, prohibido decir») ha permiti
do retratar al ejército estadounidense como un sitio de libertad e igual
dad, lo cual resulta útil para desviar la atención de su brutalidad real.
Apoyar el acceso de gays y lesbianas al servicio militar ha permitido
que los políticos envíen simultáneamente un mensaje promilitar y un
mensaje proderechos gays que resulta útil para enardecer sentimientos
reconfortantes acerca del ejército estadounidense durante un período
de guerras prolongadas, costosas, privatizadas e impopulares en Afga
nistán e Iraq.
El matrimonio entre personas del mismo sexo y el acceso al
servicio militar de gays y lesbianas han sido los sitios más visibles dél
pinkwashing en la política estadounidense hasta hoy, aunque la políti
ca trans empieza a unirse a los derechos de gays y lesbianas como lu
gar de pinkwashing. Mientras escribo esto, en el otoño de 2014, la
política trans está emergiendo como un nuevo lugar para lavar la ima
gen de la brutal violencia estatal de dos aparatos en concreto: el ejér
cito y el sistema penitenciario. Por distintos cauces, un teórico interés
en el bienestar de las personas trans está produciendo un apoyo que
legitima estas instituciones tan nocivas, que no logran defender el bie
nestar de las personas trans y hace peligrar más sus vidas.
El mainstreaming, o trans versal ización, de la política trans —la
creación de una nueva imagen de quiénes son las personas trans y qué
quieren— se acompaña del uso de la política trans para lavar la ima-
gen de sistemas y políticas brutales. El término mainstream tiene múl
tiples significados que a veces pueden despistar cuando hablamos de
políticas queer y trans. A menudo, cuando se habla de política gay
mainstream, se está hablando de la versión de la defensa de derechos
de gays y lesbianas que copa mayor interés de los medios de comuni
cación y apoyo filantrópico. Otras veces parecerá que es la versión de
la política de gays y lesbianas más deseada por la mayoría de gays y
lesbianas. Cuando uso el término aquí para decir que la política trans
es mainstreaming, no estoy diciendo que la política trans cada vez
más visible y apoyada por medios de comunicación, filántropos y po
líticos sea también la más deseada o beneficiosa para las personas
trans. Es más, creo que el proceso de mainstreaming, o transversaliza-
ción, deja de lado cuestiones de máximo interés para las personas
trans y, en la medida en que algunas son tomadas en consideración,
son despojadas de su contenido político de resistencia para adecuarlas
a los objetivos de los medios corporativos, los políticos y los filántro
pos ricos, y no a las necesidades de subsistencia de las personas trans,
Un análisis contra el pinkwashing nos ayuda a identificar cómo, en
manos de las élites, esta versión descafeinada y transversalizable de la
resistencia trans puede funcionar en contra de las personas trans y en
favor del poder continuado de los de arriba. La transversalización de
la política trans es preocupante porque no defiende el bienestar de las
personas trans y porque da visibilidad a un programa trans que no se
basa en lo necesario o deseado por las personas trans, sino en lo que es
deseable y conveniente para el uno por ciento.
* Los Navy Seal son soldados del comando de élite de la Marina de Estados Unidos.
(N .delaT J
11. Aíexander Reed Kelley, «Gay Inc.’s Appalling Silence on Bradley Manning», 23
de febrero de 2013. <http://www.truthdig.com/eartotheground/item/the_appalIing_si-
lence_of_gay_inc_20130223>; Eliza Gay, 21 de agosto de 2013, <http://www.newre-
public.com/blog/plank/106382/how-bradley-manning-became-gay-martyr>.
12. Eliza Gay, 21 de agosto de 2013, <http://www.newrepublic.com/blog/plank/
106382/how-bradley-manning-became-gay-martyr>.
13. «Statement from the National Gay and Lesbian Task Forcé on Chelsea Man
ning», 22 de agosto de 2013, <http://www.thetaskforce.org/press/releases/pr_082213>;
Jeff Kreheley, «Prívate Chelsea E. Manning Comes Ont, Deserves Respectful
Treatment by Media and Officials», 22 de agosto de 2013, <http://www.hrc.org/blog/
enlTy/pvt.-chelsea-e.-manning-comes-out-deserves-respectful-treatment-by-media-
an>; véase asimismo, Katie McDonough, «Media Willfully Misgender Chelsea Man-
que salió en primera plana de los periódicos en junio de 2013 tras pu
blicar sus memorias, Warrior Princess: A US. Navy Seal’s Journey to
Corning Out Transgender, hizo una declaración pública el 23 de agos
to llamando a Manning «mentirosa y ladrona y traidora (...) y una
mancha en el sueño del Dr. [Martin Luther] King». Beck también in
sinuó que Manning no era una auténtica trans y que se hacía pasar por
trans para recibir un trato especial en prisión. La polémica en torno a
la postura de personas y organizaciones LGBT con respecto a Man
ning revela la brecha existente en la política queer y trans sobre la in
clusión militar. El colofón llegó cuando revocaron el estatus de Man
ning como mariscal de honor en la marcha del Orgullo de 2013 en San
Francisco, tras las protestas de activistas gays y lesbianas promilitares
y enrolados en el ejército.14
La campaña a favor de la inclusión militar no es solo una mala
respuesta a la pobreza trans, sino que también daña el trabajo de base
a largo plazo para tratar los asuntos más urgentes de las personas
trans. A medida que el dinero de Pritzker abra el debate nacional so
bre el acceso de las personas trans al servicio militar, los medios de
comunicación nacionales levantarán todas las cortinas de humo posi
bles contra las personas trans. Me preocupa que el esmerado trabajo
que los abogados han realizado hasta ahora para combatir los mitos y
las mitologías más extendidas y para eludir las respuestas sensaciona-
listas, en la medida de lo posible, se pierda en las respuestas reaccio
narias que se van a desplegar sin duda en torno al servicio militar. La
derecha disfrutará de lo lindo con preguntas sobre cómo usan los ba
ños y las duchas las personas trans, sobre la conveniencia o no de que
el gobierno costee la asistencia sanitaria en materia de género y si
15. Véase The Revolution Will Not Be Funded: Beyond the NonProfit Industrial
Complex (eds.), INCITE! Women of Color Against Violence, South End Press, Cam
bridge, MA, 2007; «The NPIC and Trans Resistance», Dean Spade y Rickke Mananza-
la, Sexuality Research and Social Policy: Journal of NSRC 5, n.° 1, marzo de 2008,
pp.53-71.
liifestación es más peligrosas de la transfobia. Sus líderes son mayori-
tariamente blancos y ricos, incapaces de concebir el impacto de estas
campañas en las personas trans más vulnerables, pues carecen de in
centivos financieros para meditar sobre estos asuntos desde estas pers
pectivas. Incluso las personas de estas organizaciones que sí cuestio
nan este mensaje, experimentarán presiones institucionales para
garantizar que no pondrán.pegas, quizá intenten convencerse de que,
en cierto modo, la defensa promilitar trans moverá el país hacia la
«igualdad». De momento, el respaldo filantrópico y la aceptación de
dirigentes electos y medios corporativos que buscan lavar la imagen
pública del ejército de Estados Unidos presentándolo como un lugar
de libertad e inclusión LGTB significa que las organizaciones de de
fensa LGBT más importantes seguirán eligiendo un mensaje promili
tar siempre que sea posible.
17. Véase, por ejemplo, Everson v. Cline, n ° 101, 914, 2009 WL 3172859 (Kan.
App. Oct. 2,2009) (demandante segregado en virtud de la PREA tras escribir una nota
que invitaba a una relación sexual consentida); Waller v. Maples, 1:11CY00053 JLH-
BD, 2011 W L3861370 (E.D. Ark. July 26,2011) informe y recomendación aprobados*
1: 11CY00053 JLH-BD, 2011 WL 3861369 (E.D. Ark. Aug. 31, 2011) (demandante
sometido a aislamiento tras una investigación del comité de la PREA por supuesta re
lación sexual consentida con un amigo de la infancia); McKnight v. Hobbs, 2:10C-
YOOI68 DPM HDY, 2010 WL 5056024 (E.D. Ark. Nov. 18,2010) infonne y recomen
dación aprobados, 2:10-CY-168-DPM HDY, 2010 WL 5056013 (E.D. Ark. Dec.
6,2010) (demandante sometido a estatus PREA indefinidamente tras ser hallado culpa
ble de haber mantenido relaciones sexuales consentidas, lo que supuestamente le oca
sionó la pérdida de ciertos privilegios y acceso a tratamiento psicológico); Idaho Dep’t
of Corr., Procedure Control n.° 325.02.01.001, Prison Rape Elimination 5 (2009) (qué
prohíbe a las reclusas en prisiones de mujeres llevar peinados masculinos y a los reclu
sos en prisiones de hombres llevar peinados afeminados con el pretexto de acatar la
PREA).
18. Gabriel Arkles, Correcting Race and Gender: Prison Regulation of Social Hié-
rarchy Through Dress, 87 N.Y.U.L. Rev. 859, 898 (2012); Gabriel Arkles, Safety and
Solidarity Across Gender Lines: Rethinking Segregation of Transgender People in De-
tentiony 18 Temp. Pol. & Civ. Rts. L. Rev. 515,536 (2009); Chase Strangio, «The Pri
son Rape Elimination Act and the failures of prison reform», Remarks at Movements
for Sexual and Reproductive Health and Rights: Critical Refiections Symposium,Nor^
theastern University, 13 de septiembre de 2013.
de la aplicación de las normas. En segundo lugar, estos resultados nos
recuerdan que la violencia sexual es endémica en las prisiones y que
incluye el castigo dirigido contra personas que no se ajustan a las nor
mas sexuales y de género, por tener contacto sexual consentido, por
denunciar la violencia sexual y por expresar su falta de conformidad
con el binarismo de género. En tercer lugar, nos demuestran que sim
plemente intentar retocar las regulaciones penitenciarias, a fin de re
ducir la violencia en las prisiones cimienta y codifica de forma siste
mática esta violencia, en lugar de aliviarla.19 El balance final es que
para reducir la violencia sexual que sufren los reclusos trans o cual
quier recluso, debemos sacarlos de las prisiones. Las medidas adopta
das dentro de las prisiones, que usan los instrumentos propios de las
prisiones, como aumentar la capacidad de los guardas para castigar y
segregar a los reclusos, solo aumentarán la vulnerabilidad de las víc
timas.
Desde una perspectiva abolicionista, debemos entender las pri
siones como una forma de violencia sexual y de género en sí mismas.
La prisión está organizada según normas binarias de género, refuerza
una segregación rígida y es un espacio que prohíbe las relaciones
sexuales consentidas al tiempo que fomenta, a través de diversas ope
raciones, los abusos sexuales y la violencia. Teniendo en cuenta estas
condiciones, la iniciativa de la PREA de terminar con las violaciones
en las prisiones a base de añadir nuevas formas de castigo y segrega
ción en las prisiones, estaba destinada a fracasar y a producir nuevos
métodos que perjudican a algunos reclusos señalados. Por lo tanto, la
PREA está lavando la cara del sistema penitenciario en Estados Uni
dos, al articular su pretendido deseo de crear prisiones seguras para
víctimas de violencia sexual y de género. Entretanto, la legislación y
las nuevas regulaciones lo que hacen es mantener los mecanismos de
la violencia.
20. Véase, Julia Sudbury. «Rethinking Antiviolence Strategies: Lessons from the
Black Women’s Movement in Britain», en Color of Violence (ed. Incite!).
o guarda en concreto, sino disminuir o eliminar el sistema entero y
todas las vías de encarcelamiento. Del mismo modo, la postura aboli
cionista se opone a cualquier iniciativa que distinga a las personas
criminalizadas por categorías de «meritorias» y «no meritorias». To
dos debemos oponernos a la violencia de la vigilancia policial y la
reclusión; seleccionar solo a aquellas personas con las que la opinión
pública simpatiza más fácilmente puede propiciar la legitimación y la
normalización de la violencia de estos sistemas, tratando a algunas
víctimas como la excepción. El activismo abolicionista rechaza de
pleno centrarse en la «inocencia» para sensibilizar contra el abuso po
licial y penitenciario porque esto conduce a reformas restrictivas, cen
tradas en quienes son presentados como «inocentes», afirma y legiti
ma los abusos contra las personas más criminalizadas. Defender
únicamente a reclusos que son considerados la excepción y retratados
como personas que «no deberían estar» en prisión es sugerir que algu
nas personas sí deben estar en prisión, que la violencia contra ellas es
aceptable y merecida.
En muchos aspectos, es una victoria que el trabajo queer y trans
de base contra la policía/las prisiones, así como sobre la reclusión de
las personas trans, que se ha venido desarrollando desde hace décadas,
esté captando la atención de los medios de comunicación y el gobier
no. Ahora bien, este nuevo interés está mediatizado por las condicio
nes políticas actuales que estructuran cómo ha de entenderse esto
como un problema y qué tipo de soluciones pueden concebirse. Esto
se traduce en que están emergiendo tendencias muy preocupantes y
que todas ellas amenazan con minar el potencial de este interés para
reducir el sufrimiento de las personas trans criminalizadas. Estas ten
dencias incrementan el potencial de este supuesto interés en la seguri
dad de las personas trans que conlleva crear reformas que laven la
cara de la violencia del sistema de represión penal, afianzándolo. He
observado estas tendencias en negociaciones a las que he asistido en
2013 y 2014 con abogados y defensores de importantes organizacio
nes LGBT, en torno a reformas políticas para combatir la criminali
zación y la reclusión de la comunidad LGBT, así como en la presenta
ción mediática de estas cuestiones que han emergido durante este
período de marcada visibilidad.
Es una tendencia que apunta a acometer reformas en colabora
ción con policías y/o funcionarios penitenciarios. Creer que las insti
tuciones de castigo son neutrales o benévolas, y que solo hay que re
formarlas para que funcionen en solidaridad con el bienestar de las
personas trans, es adoptar una estrategia contra el abuso que asume
que el abuso es algo excepcional y puede ser reducido manteniendo
las instituciones intactas. Estas estrategias suelen asumir que es posi
ble confiar en los trabajadores o los administradores de estas institu
ciones para implementar reformas que traerán seguridad. Querer erra
dicar el sufrimiento cediendo a guardas o administradores más poder
para castigar o regular en las prisiones, reeducando a policías o fun
cionarios penitenciarios para sensibilizarlos o erradicando a los «ma
los policías» son los resultados típicos de este planteamiento. «Cola
borar» con los agentes de estos sistemas para reformar estos mismos
sistemas legitima la violencia diaria, mundana y rutinaria de estos sis
temas, sugiriendo que solo unas pocas áreas o ciertas personas necesi
tan atención, que las soluciones están al alcance del sistema y que
todo el mundo es bienintencionado. El activismo antiprisiones aduce
que esta iniciativa invisibiliza los antagonismos reales entre estos sis
temas y las poblaciones que atacan, pretendiendo que podría existir
una vía segura y atractiva para que policía y vigilados, reclusos y
guardas se lleven bien. Para las y los activistas antiprisiones, la vio
lencia racista y de género es la esencia de la vigilancia policial y la
reclusión, no algo que pueda barrerse de estos sistemas.
Otra nueva tendencia de este postulado está atormentando desde
hace mucho tiempo a la defensa «transversalizada» de los derechos de
lesbianas y gays: definir sesgadamente qué constituye un asunto o
ámbito relevante para las personas LGBT o trans. Si observamos los
grandes sistemas que producen sufrimiento, como los sistemas pena
les y migratorios, un enfoque sesgado sobre la sensibilización LGBT
o trans solo tomará en consideración ámbitos que mencionen o no de
forma explícita a personas LGBT. Con frecuencia, esto significa que
este trabajo de sensibilización imaginará que su objetivo es añadir po
líticas antidiscriminatorias de orientación sexual y/o identidad de gé
nero, garantizando que las parejas del mismo sexo obtengan las mis
mas prestaciones que las parejas entre personas de sexo opuesto,
pidiendo que el sistema recabe datos sobre personas LGBT y, a veces,
buscando el reconocimiento de las identidades de género de las perso
nas trans dentro del sistema para tener acceso a documentos identifi
cativos y/o centros que segregan por sexo. Estas reformas no procura
rán alivio suficiente a las personas trans criminalizadas, porque
básicamente lo que hacen es modificar lo que el sistema dice sobre
ellas o atienden a su reconocimiento, pero no atienden a las causas
originarias que explican por qué la criminalización constituyeu n a
parte tan relevante en la vida de las personas trans ni a los sufrimien
tos que produce. Este es un asunto recurrente en los debates sobre re
forma política: si determinadas cuestiones pueden considerarse lo
bastante «LGBT» como para ser incluidas en el trabajo de reforma
política LGBT. Por ejemplo, si las recomendaciones o las demandas
deberían centrarse en las vías de la criminalización, como oponerse a
las políticas de bienestar punitivas, pedir acceso a la vivienda y al
sistema sanitario, pedir una moratoria de la construcción de prisiones
y las deportaciones. Desde la perspectiva del activismo antiprisiones,
es importante presentar esta clase de demandas como demandas queer
y trans, porque estas condiciones producen una criminalización queer y
trans. No obstante, para numerosos expertos en política LGBT, estas
demandas y la solidaridad de la política LGBT con los movimientos
antipobreza, antifronteras y antiprisiones haciéndose eco de las refor
mas fundamentales de estos movimientos, pueden entrañar la posibi
lidad de que ganen las reformas específicamente LGBT más restricti
vas. Para estos defensores, despenalizar las drogas o terminar con los
severos programas de control migratorio de los últimos años no son
asuntos LGBT, aun cuando son cambios que reducirían drásticamente
la criminalización de las personas queer y trans. Durante décadas, la
reforma jurídica y política LGBT ha estado practicando un modelo de
separación de cuestiones y demandas LGBT que son más digeribles
para una mayoría de políticos, porque no agitan el fantasma de la
transformación planteada por movimientos antirracistas y de justicia
social para inmigrantes. Las reformas políticas específicamente
LGBT son las «factibles», el fruto a nuestro alcance, mientras que las
propuestas de reforma de las condiciones fundamentales que produ
cen tantas reclusiones y deportaciones son demasiado amenazantes.
El resultado es que puede emerger un programa de reformas políticas
cojas que lave con éxito la cara del sistema, haciendo «progresos»
para un grupo odiado; que las organizaciones LGBT canten victoria,
protagonicen titulares y recauden más fondos; y que las condiciones
actuales que producen una criminalización queer y trans sigan intac
tas. Quienes aprueban este enfoque suelen calificarlo de «pragmáti
co». Pero no es pragmático perseguir reformas que no ofrecen alivio a
tus votantes.
La tercera tendencia visible en el trabajo de reforma penal es la
división de las personas criminalizadas en «meritorias» y «no merito
rias». Las personas susceptibles de ser presentadas como «inocentes»,
o que poseen otras características acordes a las condiciones contem
poráneas que en Estados Unidos son percibidas con afinidad, se con
vierten en la imagen publicitaria propia de la sensibilización. Esta fór
mula suele incluir la sugerencia implícita o explícita de que la persona
«meritoria» es diferente de las personas que sí deberían ser vigiladas o
recluidas en prisión, y que el sujeto meritorio debe ser protegido de
los «delincuentes reales». Se habla mucho de esta fórmula en las con
versaciones sobre la reforma del sistema migratorio y penal. El acti
vismo que entiende que estos sistemas no pueden convertirse en segu
ros o justos, sino que deben reducirse o abolirse rechazan la fórmula
de lo «meritorio» y lo «no meritorio». La fórmula da un trato de ex
cepción a individuos o subgrupos de personas afectadas, lo cual es
pernicioso; da a entender que los sistemas son legítimos excepto para
estos casos en particular; y puede contribuir a una estrategia de
pinkwashing por la cual el funcionariado del estado resuelve o aborda
supuestamente estos casos, la policía, el sistema penitenciario o mi
gratorio, se presenta como actores de una reforma progresista, la in
clusión LGBT y hasta de liberación.
Momentos difíciles
Este es un momento complejo para la política trans, donde están na
ciendo los símbolos de lo que se considera «progreso». A medida que
las identidades, las vidas y las experiencias trans acaparan el interés
de los medios de comunicación y las personas trans figuran en las na
rrativas de reconocimiento e inclusión que han desplazado visiones de
liberación y transformación en el imaginario estadounidense del mo
vimiento de resistencia. Hay mucho que lamentar. Al mismo tiempo,
los activistas trans de base siguen impulsando luchas para una trans
formación profunda y siguen señalando las causas originarias del su
frimiento trans. Esta labor está ayudando a que las políticas trans se
incluyan en movimientos transformadores que inciden en las cuestio
nes fundamentales de nuestro tiempo, como el trabajo de los movi
mientos sociales a favor de abolir las prisiones y las fronteras, el tra
bajo de justicia social para personas con discapacidad y el rechazo al
colonialismo de asentamientos en el plano local y global. La resisten
cia trans y el análisis trans de los sistemas de género están aflorando
en todo el trabajo de resistencia de izquierdas, gracias a los cauces de
colaboración entre activistas trans y nuestros aliados en estos es
pacios.
Puede resultar desalentador constatar la transversalización de la
política trans y su uso para legitimar y expandir esos mismos sistemas
de violencia, que los movimientos de izquierdas tratan de desmante
lar. Sin embargo, estos hechos no son exclusivos de la política trans.
Todos los movimientos sociales de izquierdas en Estados Unidos su
fren las presiones de la consolidación corporativa de los medios de
comunicación, las mitologías racistas y antipobreza de la meritocracia
y la igualdad jurídica, el impacto de las políticas económicas neolibe
rales en los votantes más vulnerables, la criminalización de líderes y
estrategias radicales, y la influencia conservadora de la filantropía.
Ante estas presiones, también hay mucho que celebrar en la resisten
cia que las personas trans están liderando y que persigue rechazar es
tas fuerzas. Siguen vivos los debates sobre cómo debe proceder la po
lítica trans, qué debe exigir y cómo puede resistirse a las fuerzas de la
transversalidad. La historia transversalizada de la resistencia trans que
nos presenta como policías y soldados en ciernes es una porción muy
sesgada del trabajo real de resistencia trans que está teniendo lugar
sobre el terreno; como siempre, no podemos fiarnos de lo que los me
dios corporativos nos dicen que son las ideas populares. Movimientos
de todo el mundo están siendo críticos con cómo las condiciones con
temporáneas han intentado redefinir y neutralizar la resistencia, hay
activistas trabajando para crear nuevos modelos y revivir prácticas
útiles que han ayudado a sostener iniciativas transformadoras frente a
las presiones conservadoras. Despojados de la fantasía de que la inclu
sión legal podrá producir jamás verdadero cambio, estos experimentos
e investigaciones permiten vislumbrar una vida que trasciende las fal
sas promesas de igualdad.
Los recientes desarrollos en las luchas contra el control migrato
rio y la criminalización, así como el compromiso incipiente con la
justicia social para las personas con discapacidad y el anticoloniales-
mo en toda una serie de luchas, sugiere nuevas direcciones para los
movimientos transformadores que se oponen a las fuerzas organizadas
para neutralizarnos y dividirnos. En los últimos años, estamos asis
tiendo a una transición en el trabajo del control migratorio que es re
confortante e inspirador. En décadas recientes, el movimiento por-los
derechos de los inmigrantes ha hecho frente a algunas tendencias que
también afronta la política trans. Las condiciones materiales han em
peorado con la refuerzo del control migratorio y la criminalización de
las migraciones, mientras que han surgido organizaciones profesiona
lizadas que movilizan las narrativas de lo meritorio y lo no meritorio*
Muchas de las estrategias más visibles se basan en el tropo del inmi
grante «respetuoso de la ley», dividiendo a las poblaciones afectadas
por el control migratorio en «buenas» y «malas» y proponiendo refor
mas que solo ayudarán a las que son consideradas «buenas». «Buena»
normalmente es quien no tiene antecedentes penales, está dispuesta a
servir en el ejército de Estados Unidos, es una estudiante y/o trabaja
dora ejemplar y tiene vínculos familiares matrimoniales con un ciuda-
daño estadounidense. Estos temas de debate han producido proyectos
de reformas que limitan las ayudas a inmigrantes a los inmigrantes
que cumplen estas características.
Un ejemplo destacado es la ley DREAM (Ley de fomento para el
progreso, alivio y educación de menores extranjeros), una disposición
ideada para proporcionar estatus migratorio legal a jóvenes «de buen
carácter». En concreto, una persona seria elegible si llega a Estados
Unidos siendo menor, cursa dos años de universidad en una institu
ción de cuatro años o cumple dos años de servicio militar y, en varias
versiones del proyecto de ley propuesto, ha superado ciertas formas de
verificación de antecedentes penales. La ley DREAM no ha sido apro
bada, pero el activismo que la apoya ha sido uno de los activismos por
los derechos de los inmigrantes más visibles de Estados Unidos en los
últimos años. El activismo en favor de la ley Dream ha recibido duras
críticas por ensalzar a los inmigrantes «meritorios».21 Ha presentado a
22. Hing, Julianne, «How Undocumented Youth Nearly Made Their DREAMs Real
in 2010», Colorlines, 20 de diciembre de 2010, <http://colorlines.com/archives/2010/
12/dream_movement_prof ile ,html> .
graveares delitos menores o un «delito menor significativo».23La ca
tegoría de «delito menor significativo» no existía antes en la ley de
inmigración, y presenta una nueva categoría de personas excluibles
que, según parece, también se reproducirá en otros programas de ayu
das a la inmigración, lo que hace que los delitos cada vez menos se
rios sean una base para la exclusión de las ayudas a la inmigración. En
2014, el presidente Obama amplió la Postergación de la actuación,
extendiendo el permiso de trabajo de dos años a tres y creando el pro
grama Deferred Actionfor Parental Accountability (Postergación de
la actuación por responsabilidad parental), que también usa la nueva
categoría de «delito menor significativo». El discurso de Obama que
anunció el cambio se centró en la idea del «merecimiento», afirmando
que el control migratorio daría prioridad a la persecución de «delin
cuentes, no familias. Criminales, no niños. Pandilleros, no una madre
que trabaja duro para mantener a sus hijos».24Al mismo tiempo, anun
ció que incrementaría los recursos para el control fronterizo, incluida
la financiación de 22.000 agentes de aduanas y protección de fronte
ras, priorizando el control migratorio contra las personas criminaliza
das .25 Ambos programas de postergación de las actuaciones pueden
ser revocados en cualquier momento, lo que convierte a cualquier per
sona que se haya registrado en ellos en víctima potencial de deporta
ción inmediata.
La fórmula meritorio/no meritorio en el movimiento de derechos
de inmigrantes ha recibido durísimas críticas de activistas dentro del
movimiento, que lamentan que margine a las poblaciones de inmi
grantes más vulnerables: personas pobres, negras, queer y trans, y con
discapacidad. Estas voces críticas han señalado una y otra vez que si
guen surgiendo propuestas de reforma cuyo interés es incluir a un pe
queño número de inmigrantes mientras aumentan la marginación de
23. National Immigration Project of the National Lawyers’ Guild, Practice Advisory
for Criminal Defenders: New, Deferred Action for Parental Accountability (DAPA)
Immigration Program Announced by Obama, <http://www.nationalimmigrationpro-
ject.org/legalresources/practice_advisories/pa_ar-dapa-criminal-defender-advi-
sory-ll_25_ 2014.pdf>.
24. Jim Acost, «Obama: You can Come Out of the Shadows», CNN, 21 de noviem
bre de 2014, <http://www.cnn.com/20I4/ll/20/politics/obama-immigration-speech>.
25. Prema Lal, «Executive Action on Immigration: Good, Bad and Ugly», 21 de no
viembre de 2014, <http://premalal.com/2014/ll/executive-action-on-inmigration
-good-bad-and-ugly> .
muchos otros y dedican más fondos al control fronterizo.26 Mientras
transcurrían estos debates en años recientes, activistas inmigrantes de
base, incluidos los jóvenes que defendían la ley DREAM, han debati
do y revisado sus estrategias sobre estas cuestiones.27 La nueva cam
paña #NotlMore, que exige que no vuelva a producirse ni una depor
tación más, fue lanzada en 2013 por iniciativa de Marisa Franco de la
National Day Laborer Organizing NetWork. El eslogan «Ni una más»
fue idea de activistas de base contrarios a la ley SB1070 de Arizona de
2010.28La campaña representa un nuevo esfuerzo del movimiento que
se está enfrentando a la fórmula del merecimiento. La campaña exige
el fin de todas las deportaciones, negándose a que ciertas personas
merezcan librarse de la deportación por tener unas cualidades preten
didamente excepcionales, como un rol familiar, éxito académico o ha
ber cumplido el servicio militar. La campaña ha incluido acciones di
rectas en todo el país, como cuando los y las activistas se encadenan
entre sí para bloquear a los autobuses que se llevan a personas de pri
siones de inmigrantes para deportarlas. Los Dreamers han sido una
parte visible de esta iniciativa, extendiendo su desobediencia civil
para participar en las acciones de bloqueo de autobuses.29Las acciones
directas emprendidas en todo el país prendieron la mecha del activis
mo desde dentro de las prisiones de inmigrantes, y en marzo de 2014
doscientos mil reclusos del Northwest Detention Center de Tacoma
(Washington) iniciaron una huelga de hambre que pronto se extendió
a otros centros de detención de Estados Unidos. Los y las activistas de
#NotlMore apoyaron a los huelguistas desde el exterior, atrayendo el
interés nacional sobre las condiciones deplorables dentro de las prisio
26. Las propuestas para una reforma integral de la inmigración son otro lugar donde
vemos sistemáticamente la combinación de una ayuda migratoria limitada para algu
nos, con la ampliación del control fronterizo.
27. Apuntes de Edna Monroy, «A World Without Walis». Los Ángeles, 8 de noviem
bre de 2014, <http://curbprisonspending.orgipage/2>; véase asimismo, Shako Liu,
«Undocumented Immigrants Respond to Immigration Bill», Neón Tommy. 17 de abril
de 2013, <http://www.neontommy.com/news/2013/04/undocumented-immigrants-
response-immigration-bill> (Michael May, «Los lnfiltradores», The American Pros-
pect, 21 de junio de 2013, <http://prospect.org/article/los-infiltradores>.
28. «The History of the #NotlMore Campaign», #NotlMore, <http://vvww.notone-
moredeportation.com/the-history-of-the-notlmore-campaign>.
29. Daniel González, «More "‘dreamers75 risk arrest, deportation to help cause», USA
Today, 26 de agosto de 2013, <http://www.usatoday.com/story/news/nation/2013/
08126/immi gration-dreamers-protests/2698689> .
nes de inmigrantes de gestión privada y sobre una demanda más am
plia del fin de la deportación.30 Estos activistas también crearon cam
pañas concretas sobre reclusos que luchaban contra condiciones
particulares dentro de las prisiones o contra las deportaciones.31
Este movimiento transformador y tan visible ha sido liderado por
activistas queer y trans y, gracias a él, las políticas queer y trans han
ido cobrando importancia en los debates. Líderes queer como Paulina
Helm-Hernandez de Southerners on New Ground (Sueños en una nue
va tierra), Tania Unzueta de la Immigrant Youth Justice League (Liga
para la justicia de la juventud inmigrante), la activista DREAM Ya-
haira Carillo, Marisa Franco de NDLON y Angélica Cházaro de North
west Detention Center Resistance (la Resistencia del Centro de Deten
ción del Noroeste) han contribuido al análisis queer y trans del
movimiento. La activista trans inmigrante Zoraida «Ale» Reyes, que
fue trágicamente asesinada en 2014, era una destacada dirigente de
Familia in Santa Ana y una de las activistas que cerró el módulo don
de las mujeres trans inmigrantes permanecían encerradas, en la cárcel
de la ciudad de Santa Ana, en mayo de 2014.32 Las imágenes del artis
ta visual Julio Salgado han sido instrumentos fundamentales de algu
nas campañas, y su serie «I Am UndocuQueer» ha cosechado un cre
ciente interés por las luchas de inmigrantes queer indocumentados.33
Los casos de Miguel Armenta, preso gay que inició una huelga de
hambre en el Northwest Detention Center de Washington, y Marichuy
Leal Camino, reclusa trans del Eloy Detention Center de Arizona, han
sido puntos de referencia de la campaña #NotlMore.
30. Candace Bernd, «From Tacoma to Texas, Hunger Strikers Challenge Prívate Im-
migration Detention Centers», Truthout, 20 de marzo de 2014, <http://truth-out.org/
news/item/22586-from-tacomato-texas-hunger-strikers-challenge-private-immigra-
tion-detention-centers-federaI-deportation-policy>.
31. Tania A. Unzueta Carrasco e Hinda Seif, «Disrupting the dream: Undocumented
youth reframe citizenship and deportability through anti-deportation activism», Latino
Studies 12, verano de 2014, pp. 279-299.
32. Familia Trans Queer Liberation Movement, <http://familiatqlm.org/zoraida>;
Toshio Meronek, «Nine LGBTQ Stories Big Media Ignored in 2014», Truth-Out, 31
de diciembre de 2014, <http://www.truth-out.org/news/item/28270-nine-lgbtq-stories-
big-media-ignored-in-2014>.
33. «I Am UndocuQueer - A Young Undocumented gay Artist Advocates for the
DREAM Act», Feet in Two Worlds, 13 de febrero de 2012, <http://fi2w.org/2012/02/
13/i-am-undocuqueer-a-young-undocumented- gay-artist-advocates-for-the-dream-
act>.
Cuando en noviembre de 2014 se anunció la medida promulga
da por Obama, que establecía la derogación de la actuación para pa
dres, se desataron las inquietudes sobre esta reforma, que se cebaba
por cauces diversos con las personas criminalizadas y excluía a las
personas queer y trans, lo que demuestra la práctica de una resistencia
queer y trans de movimientos de base y su rechazo a dejar atrás a las
personas que son juzgadas como no meritorias. Si bien es cierto que
la medida anunciada fue decepcionante por todas las personas a quie
nes excluía, se hizo obvio que el movimiento en su conjunto solo po
dría obtener alguna ayuda de Obama, ante el rechazo del proyecto de
ley en el congreso, gracias a las audaces tácticas de acción directa de
activistas de base que a menudo son críticos con los limitados postu
lados y las fórmulas de las grandes organizaciones sin ánimo de lucro
centradas en la inmigración.34 Esta labor representa una clase de mo
vilización incipiente, que es reflexiva y crítica con las organizaciones
sin ánimo de lucro, con la asimilación y con cómo conducen al des
pliegue de fórmnlas de merecimiento, que normalizan y expanden
sistemas nocivos, cuando en teoría se vuelven más inclusivos. Las
personas queer y trans son líderes importantes en esta tarea, y el aná
lisis queer y trans adoptado en esta tarea redunda directamente en el
apoyo a las personas queer y trans víctimas del sistema, así como en
el desarrollo de estrategias pragmáticas para el cambio, que se ocupan
de los perjuicios específicos de género y sexistas del sistema. Este
trabajo es un ejemplo de la política queer y trans que Una vida «nor
mal» reclama; y en muchos aspectos sigue siendo irreconocible como
trabajo de movimiento queer y trans porque, con demasiada frecuen
cia, esta etiqueta sigue estando reservada al trabajo de inclusión que
es sesgado y se rige por «una política sobre una única cuestión». En
este momento, miles de activistas de base dedican todo su tiempo y se
dejan la piel en esta organización local, conduciéndose unos a otros a
remotas prisiones para inmigrantes para protestar, ayudando a garan
tizar que los reclusos dentro y sus seres queridos fuera tienen comida
y medicinas, tumbándose delante de autobuses de deportación y pa
sando veladas enteras en centros comunitarios para hacer banderas,
estudiar el sistema de inmigración y trazar estrategias para desmante
35. Kirsten West Savali, «The Fierce Insurgency of Now: Why Young Protesters
Bum-Rushed the Mic», The Root, 14 de diciembre de 2014, <http://www.theroot.com/
articles/culture/2014/12/theJ*ierce_urgency_of_rjow_why_young_protesters_bum_
rushed_the_mic.html>; Alicia Garza, «A Herstory of Black Lives Matter», The Femi-
nist Wire, 7 de octubre de 2014, < http://thefeministwire.com/2014/10/blacklivesmat-
ter-2>.
Cathy Cohén, la visionaria activista y académica negra queer,
cuyo ensayo de 1997 «Punks, Bulldaggers and Welfare Queens: The
Radical Potential of Queer Politics?» ofreció uno de los análisis más
influyentes a propósito de cómo la política gay y blanca se había reor
ganizado para apoyar las agendas neoliberales antinegras, antipobres
y antifeministas, habló poderosamente del potencial de las moviliza
ciones actuales en una charla en Nueva York en diciembre de 2014.
Dijo que la ola actual de organización liderada por la juventud negra
contra el control policial que está surcando todo el país bien podía ser
la política que ella había estado anhelando, la política que ella recla
maba en 1997.36 Citó los comentarios de Tory Russell, activista de
Hands Up United (Todos unidos con las manos arriba), que forma
parte de movilizaciones coordinadas en todo el país contra la violen
cia policial. Invitado en el programa de noticias PBS Newshour junto
con otros jóvenes activistas de este movimiento, Russel afirmó con
audacia que «esto no es el movimiento de derechos civiles», sugirien
do que la fuerte presencia de personas queer, la solidaridad con Pales
tina, la negativa a aceptar reformas jurídicas como objetivo del traba
jo, y la resistencia al profesionalismo y a una política de respetabilidad,
entre otras cosas, marcan la diferencia.37 Cohén añadió que la movili
zación a la que estamos asistiendo actualmente «tampoco es la rebe
lión de Stonewall o el movimiento feminista». Cohén interpreta que
las solidaridades y estrategias que están adoptando los jóvenes activis
tas negros y toda una gama de formaciones políticas de base en la in
surrección actual están poniendo en práctica la clase de política queer
que ella y otras personas críticas con los movimientos sociales neoli
berales han estado imaginando y forjando. En esta clase de moviliza
ción, CeCe McDonald y Michael Brown no son imaginados como
36. «La liberación negra radical está lomando la forma de lo que muchos de nosotros
imaginamos que debería asemejarse a una política queer radical». Cathy Cohén,
Kessler Lecture, 12 de diciembre de 2014, «#DoBlackLivesMatter? From Michael
Brown to CeCe McDonald On Black Death and LGBTQ Politics», <http://videostream
ing.gc.cuny.edu/videos/video/2494/in/channel/37>.
37. «Why Do You March-Young Activists Explain What Drives Them», PBS News
hour, 8 de diciembre de 2014, <http://www.pbs.org/newshour/bb/march-young-protes-
ters-explain-drives>. Véase asimismo, Kristian Davis Bailey, «Dream Defenders,
Black Lives Matter and Ferguson Reps Take Historie Trip to Palestine», 9 de enero de
2015,<http://www.ebony.com/news-views/dream-defenders-black-lives-matter-fergu-
son-reps-take-historic-trip~to-palestine#axzz30Sm4daLx>.
«cuestiones aparte»; una es identificada como una figura fundamental
por una política LGBT y el otro por organizadores negros y contrarios
al control policial. Por el contrario, las violencias sufridas por ambos
pueden entenderse a través de un análisis de movimiento social capaz
de concebir a Brown y a McDonald como víctimas de la violencia
antinegra, de la criminalización y la violencia policial, de un sistema
altamente sexista de reclusión masiva, al tiempo que concibe también
sus vulnerabilidades específicas. El trabajo de movimientos sociales
que despliega este análisis puede imaginar a las personas trans como
líderes que colaboran con personas que no son trans, puede reconocer
tanto las contribuciones específicas de grupos de personas que se or
ganizan a través de identidades comunes que son vectores de lucha,
como las identidades trans, al tiempo que saben cómo colaborar en
una movilización general contra la vigilancia policial y el racismo an
tinegro.
Una vida «normal» propone que el objetivo de la resistencia trans
no sea la igualdad jurídica, sino el desmantelamiento de los sistemas
de la violencia de estado que están matando a personas trans. Las de
mandas que esta resistencia exige cada vez más desde el activismo
trans de base son la abolición de la policía, las prisiones y las fronte
ras, el fin de la pobreza y la riqueza, y la autodeterminación colectiva
sobre nuestras vidas y recursos.38 Estas son también las demandas de
los movimientos de base estatales y globales más importantes de
nuestro tiempo, que rechazan las políticas económicas neoliberales, el
militarismo, el colonialismo y la destrucción medioambiental en el
mundo entero. Las recientes movilizaciones en Estados Unidos que se
oponen a la vigilancia policial, al racismo contra la población negra y
al control migratorio sugieren que estas luchas son los espacios de la
política de resistencia queer y trans que anhelamos. También demues
tran que el trabajo de base del activismo de justicia económica femi
nista, queer y trans de las últimas décadas ha influido en estos movi
38. «Wake Up, Rise UP! Statement vvith Audre Lorde Project, NYC Anti-Violence
Project. the Sylvia Rivera Law Project, Streetwise and Safe, Griot Circle and FIER-
CE!», 3 de diciembre de 2012, <http://fiercenyc.org/releases/wake-rise>. Véase asi
mismo, «Lesbian, Gay and Transgender Community in San Francisco March for
“Black Lives Matter”», NBC, 24 de diciembre de 2014, <http://www.nbcbayarea.com/
news/local/Lesbian-Gay-Transgender-Community-in-San-Francisco-March-for-
Black-Lives-Matter-286783801.html>.
mientos y han ampliado sus capacidades de análisis feminista, y
trans. Las organizaciones específicamente trans que vertebran la resis
tencia trans centrada en la justicia racial y económica son parte de este
trabajo, y las personas trans también son partícipes de una variedad de
formaciones que realizan este trabajo bajo muy distintas banderas.
Es muy probable que sigamos asistiendo al avance de estas dos
vertientes del activismo trans. Por un lado, un proyecto transversaliza-
do y financiado de visibilidad trans centrado en la inclusión que fo-
meuta y lava la imagen de los aparatos de violencia; por otro, medidas
trans de base que quieren desmantelar esos mismos aparatos y practi
car solidaridades de todo tipo, mientras se implica en la ayuda mutua,
la acción directa, la creación de medios de comunicación, la organiza
ción comunitaria y la producción de estructuras alternativas para posi
bilitar el cambio transformador. En los años transcurridos desde que
escribí Una vida «normal», ha habido muchos momentos emocionan
tes, en los que parecía que innumerables personas veían las actuacio
nes del capitalismo y la supremacía blanca de una forma nueva, arries
gándose a participar para cuestionar el statu quo. El movimiento
Occupy, Idle No More, el movimiento BDS (boicot, desinversión y
sanciones) contra el apartheid israelí, la primavera árabe, la resisten
cia contra los oleoductos, «Black Lives Matter» y #Notl More, junto
con muchos otros momentos y formaciones, ha demostrado que las
percepciones críticas fundamentales de los feminismos de mujeres de
color e indígenas, las críticas de personas queer y trans de color rela
tivas a la institucionalización de las organizaciones sin ánimo de lu
cro, la jerarquía, la naturaleza de la violencia estatal racista y sexista,
la necesidad de resistencia colectiva y la creación de sistemas alterna
tivos están enriqueciendo los movimientos más importantes de nues
tros tiempos. Nuevas capacidades para cuidarnos mutuamente unas de
otras, reflexionar sobre nuestro trabajo y modificarnos a nosotros mis
mos y nuestras relaciones con los demás y el planeta están emergien
do junto con el empeoramiento de las condiciones materiales que
amenazan la vida en todos los frentes. En este momento, nuestra par
ticipación es de suma importancia.
Agradecimientos