Fracture - Callie Hart
Fracture - Callie Hart
Fracture - Callie Hart
Traducción
Moreline
Emotica G. W
RRZOE
Astrea75
Yiany
Idk.Zab 3
MadHatter
Diseño
Bruja_Luna_
Robsten
Índice
Sinopsis _____________________________________________ 5
1 _____________________________________________________ 6
2 _____________________________________________________ 9
3 ____________________________________________________ 20
4 ____________________________________________________ 26
5 ____________________________________________________ 32
6 ____________________________________________________ 39
7 ____________________________________________________ 44
8 ____________________________________________________ 55
9 ____________________________________________________ 58
10 ___________________________________________________ 62
11 ___________________________________________________ 68
12 ___________________________________________________ 78 4
13 ___________________________________________________ 85
14 ___________________________________________________ 91
15 ___________________________________________________ 98
16 __________________________________________________107
17 __________________________________________________119
Sobre la autora __________________________________120
Próximo Libro ____________________________________121
Sinopsis
Zeth Mayfair es prácticamente lo último que necesito en mi vida.
Y sin embargo, con cada respiración que tomo, se arraiga más a cada
aspecto de ella:
Tiene una llave de mi casa.
Sabe dónde trabajo.
Dejó a su extraña compañera mentalmente traumatizada en la
puerta de mi casa y se alejó hacia el atardecer en busca de mi hermana
desaparecida.
Quiero olvidarlo. Quiero cambiar las cerraduras y borrar su
rostro, arrancar su nombre de mi memoria. El problema es que también
lo necesito. Lo necesito más de lo que necesito al aire para respirar, y
ahora no puedo estar sin él.
Me posee.
Me atormenta.
Me ha fracturado. 5
—Abre la boca.
—¡No!
—Jodidamente ábrela.
Andreas Medina, sudando, con las manos esposadas a la espalda,
parpadea hacia mí, el terror salvaje que debería mostrar en este momento
es como una droga. Una a la que tengo una adicción de amor/odio. Y, sin
embargo, Andreas probablemente solo esté exhibiendo un cinco en la
escala de miedo, un hecho que me está haciendo enojar. Básicamente 6
está arruinando mi escala. Llevo la culata de mi Desert Eagle (su anterior
propietario recientemente fallecido) para golpearlo en la frente, y un
chorro de sangre carmesí le cae por la cara. El mexicano es un hijo de
puta desafiante; hace una mueca de dolor, apretando la mandíbula. No
hay mendicidad aquí, ni denigración o regateo. Andreas es de la vieja
escuela. Sabe que hay una gran probabilidad de que esté a punto de
morir, y está haciendo todo lo posible para no irse cagándose los
pantalones. Supongo que puedo respetar eso.
Me agacho para que nuestros ojos estén nivelados. La bombilla
desnuda se balancea de un lado a otro sobre nosotros, proyectando
sombras primero sobre él y luego sobre mí. Tenemos el mismo vacío
sombrío acechando detrás de nuestro iris, me reconozco en él y me
pregunto si también le gusta lastimar a la gente. Por supuesto que
malditamente lo hace.
—¿Dónde está él?
—No te diré una mierda, hijo. —Escupe sangre hacia mí. La rocía
por la parte delantera de mi chaqueta, sobre mi camiseta. Sloane cree
que me visto de negro porque soy una especie de visión de pesadilla, una
criatura de la noche. La realidad es mucho más práctica: el negro esconde
la sangre. Me miro a mí mismo, considerando la acción de Andreas,
mientras trato de pensar en algo apropiado para castigarlo. Me llega
bastante rápido, un buen truco que aprendí en la cárcel. Me enderezo y
giro, examinando la habitación vacía, tomándome mi tiempo. El lugar es
de hormigón desnudo, paredes sólidas, gruesas. Lo suficientemente
gruesas como para bloquear los gritos de un hombre adulto. Una sola
mesa destartalada de madera se apoya contra la pared al otro lado de la
habitación. Sonrío mientras me dirijo hacia ella, sabiendo lo que voy a
necesitar del bolso negro que se encuentra encima.
—¡Maldito, es mejor que no me des la espalda!
Me detengo. Sonrío en la oscuridad. Dejo que Andreas piense por
un momento que voy a reaccionar a su bravuconería, pero luego
continúo, caminando lentamente hacia la bolsa y abriéndola. Hay tantos
utensilios diferentes dentro que me lleva un momento encontrar lo que
estoy buscando, pero finalmente lo hago: una pequeña caja negra, de
aproximadamente siete centímetros cuadrados y otros dos de
profundidad.
—Si crees que vas a sacarme algo, estás loco, chico blanco.
Me dirijo hacia él, con una expresión neutra.
—¿Siempre tienes que decir lo obvio? —pregunto, palmeando la
pequeña caja frente a mí, asegurándome que Andreas la vea. De rodillas,
mira la caja, apretando la mandíbula. No demostraré miedo, no
demostraré miedo. Sin embargo, ya estoy dentro de su cabeza. Veo su
miedo. Simplemente se ve diferente en la mayoría de las personas. Es
oscuro y contaminado, como el resto de él.
—¿De qué estás hablando? 7
—Chico blanco —le digo, inclinándome de nuevo—. Soy blanco, tú
no lo eres. Cuando llegué al complejo, cuando estabas parado en la
puerta, me llamaste así también. ¿Por qué sientes la necesidad de
llamarme así cuando ambos sabemos quiénes somos? ¿Y quiénes no
somos?
—No tiene nada que ver con el color de tu piel, hijo. Se trata de
quién eres, de dónde vienes. Para quién trabajas.
Pienso en eso. Mientras lo hago, abro la tapa de la caja lo suficiente
como para que Andreas pueda ver el metal brillante en su interior. La
cierro de golpe.
—Charlie es un empleador que ofrece igualdad de oportunidades.
Tiene a negros, blancos, amarillos, todos los colores que se te ocurran
trabajando en sus nóminas. —Pero Andreas no me está escuchando. Está
mirando la caja. Bien. La sacudo de lado a lado, rascándome el rastrojo
de mi mandíbula con mi mano libre—. Sin embargo, en este momento no
estamos aquí por quién trabajamos. Olvídate de Julio y de Charlie. Ahora
mismo quiero hablarte sobre esta caja. —La sostengo a unos centímetros
de su cara, tan cerca que tiene que inclinar la cabeza hacia atrás para
concentrarse en ella—. ¿Qué me puedes decir sobre esta caja? —le
pregunto.
Andreas me mira como si estuviera loco. Con un movimiento lento
y medido, vuelve a estirar el cuello hacia adelante, ampliando los ojos.
—No me importa una mierda tu caja.
Oh Andreas. Mentiroso, mentiroso, pantalones en llamas1.
—Está bien, lo suficientemente justo. Supongo que solo estamos
perdiendo el tiempo, de todos modos. Es negra, es pequeña, es lo que sea.
Lo más importante de esta caja —digo, sacudiéndola de lado a lado
nuevamente—, es que ahora está cerrada. Tiene algo adentro que quiero.
Igual que tú. Tienes algo dentro de ti que quiero, Andreas. Y al igual que
a esta caja, voy a abrirlo, alcanzarlo y tomarlo.
Esta vez levanto la tapa correctamente, lo suficientemente abierta
como para que él pueda ver el interior, y tomo una sola pieza delgada de
metal. Un clip de papel. Andreas pone los ojos en blanco.
—Estás jodidamente loco, pendejo. Todo el mundo lo sabe —sisea.
Vuelvo a cerrar la tapa y guardo la caja en el bolsillo de mi
chaqueta. Levanto el clip que saqué para que pueda ver lo que estoy
haciendo.
—No estoy loco, Andreas. Los locos no son racionales. Soy muy
racional, y ahora mismo, esta situación en la que te encuentras también
es racional. Me dices dónde está mi chico, y no voy a empujar esta pieza
de metal debajo de tu uña. Y como resultado, no tendré que seguir
obteniendo más clips de la caja para usarlos en tus otros dedos hasta
que me lo digas. ¿No te parece completamente lógico?
Andreas parece un poco perdido, como si hubiera anticipado el 8
dolor y ya se hubiera desmoronado.
—Jódete, hombre. Esto se trata de lealtad.
—Esto no se trata de lealtad. No hay tal cosa.
—Pura mierda. No estarías aquí amenazándome si fuera de otra
manera. Eres fiel a ese hijo de puta inglés, y yo soy leal a Julio.
Niego con la cabeza, haciendo un gesto de desaprobación.
—La lealtad es otra palabra para la estupidez, Andreas. Los perros
son leales. Le das una patada a un perro leal y se encogerá a tus pies,
soñando con una forma de recuperar tu gracia. Dame una patada y te
arrancaré la puta mano de una mordida.
Titubea.
—¿No estás aquí para proteger a Charlie?
Le planto la cara, mostrando los dientes.
—Me estoy protegiendo a mí mismo. Y si eres inteligente,
comenzarás a hacer lo mismo.
1
Liar, liar, pants on fire en el original, es una frase que suelen utilizar los padres con
los niños cuando creen que están mintiendo. Es una forma de decir que si mientes, tus
pantalones se prenderán fuego.
2
Sloane
Tres semanas antes
Traducido por Emotica G. W, RRZOE, astrea75
19
3
Zeth
Traducido por Yiany e Idk.Zab
Esta mujer Newan dijo que fuera a su oficina a las dos, pero eso no
funcionará. Le pidió a Sloane que viniera, pero dado que está trabajando,
esta psiquiatra habrá encontrado a alguien más para acompañar nuestra
pequeña reunión, aunque solo sea para demostrarle algo a Sloane: este
tipo no es alguien con quien deberías pasar tiempo. Probablemente tenga
razón, pero todavía me molesta. Ella no sabe lo que he hecho hasta ahora
para mantener a su amiga a salvo. Me alegro que Sloane no haya podido
venir, de todos modos. Después de follarla contra la pared ayer, he estado
de mal humor. No debería haber soltado esa cuerda. Debería haberla
atado y haberle hecho todo lo que quería, haberla usado como lo he hecho
con todas las demás personas que he follado. Y sin embargo, vi esa
expresión de vacilación en su rostro y cambié de opinión. No es que no
pudiera haberlo hecho; definitivamente podría haberlo hecho y lo habría
20
disfrutado más que cualquier persona normal. Era solo que no quería
que se sintiera así. Y luego lo había arruinado todo besándome y perdí la
mierda y me fui. Verla es lo último que necesito en este momento. Así que
sí, es bueno que esté en el trabajo y no sentada a mi lado fuera de la
práctica de Pippa Newan.
Me presento a mediodía. El edificio da al parque Greenlake. El lugar
es un arco iris de colores otoñales: rojo, naranja, bermejo, verde. Las
hojas se depositan en grandes montañas colmadas, listas para ser
recolectadas alrededor de los troncos de los árboles. Las familias pasean
a sus perros; las madres empujan a sus hijos en los columpios. Una
pareja se pasea lentamente, con los brazos unidos y los abrigos gruesos
apretados. El vapor se eleva de las tazas de café de las que beben. Este
no es el gueto. Sloane trató de hacer ver que su amiga era una especie de
maldita santa por aceptar a delincuentes en su lista de pacientes. Sin
embargo, esto parece una vida suburbana. Si tuviera que ser tan crítico
sobre Pippa, supondría que se está volviendo rica y gorda con el subsidio
que el gobierno le da para tratar con estos hijos de puta, y las personas
en libertad condicional probablemente estén molestas con el acuerdo
porque tienen que tomar el número dieciséis hasta este barrio de mierda,
solo para que les froten en la cara que nunca podrán pagar un
apartamento en esta cuadra. Es un tipo de mierda bastante grande.
Merodeo afuera del edificio, mirando la entrada, fumando un
cigarrillo. Sé que este lugar debe tener una entrada de seguridad,
probablemente con un conserje que se transforma en gorila si la clientela
se pone un poco ruidosa cuando la buena doctora se niega a rellenar sus
recetas de Valium. Termino ese cigarrillo, enciendo otro. El frío se hunde
en mi chaqueta de cuero y se asienta en mis huesos. Después de un rato
me levanto y camino mientras fumo, siempre mirando la puerta. Aunque
estoy prestando atención, casi pierdo mi oportunidad cuando llega.
Un chico de veinte o veintiún años, vaqueros bajos apenas colgando
de su trasero, con la gorra de béisbol hacia atrás, sube las escaleras.
Arrojo la colilla, una lluvia de chispas ascienden en espiral mientras corro
para llegar a él. Tomó los escalones de tres en tres. El chico tiene un dedo
en el timbre cuando lo agarro por el cuello.
—Soy tu tío —gruño. Gira, listo para balancearse, con el rostro
retorcido en un gruñido propio, pero cuando me ve bien se aleja un poco.
—¿Qué quieres? No eres mi tío, hombre. —No es mi tamaño lo que
lo hace retroceder, aunque soy más grande que el pequeño punk. Es la
mirada en mis ojos. La mirada de no pienses que no te mataré si das un
mal paso.
—En este momento, soy tu tío. Cuando entremos en este edificio y
subamos las escaleras, sigo siendo tu maldito tío. Cuando lleguemos a la
oficina, te marcharás. Será mejor no te vea por la zona.
El chico escucha la advertencia en mi voz, pero le daré el crédito
que corresponde. Se mantiene firme.
—Tengo que ver a esta psiquiatra, viejo. Estoy perdiendo mi cita,
21
voy a entrar y eso no sucederá. De verdad.
—No te preocupes por eso. Me aseguraré que estés de acuerdo con
la buena doctora.
—¿Hola? —La voz quebradiza que sale del altavoz en la pared es la
de una mujer joven. Miro al chico, asegurándome que lea en cuántos
problemas se encontrará si fastidia esta parte. Me lanza una mirada sucia
y se encoge de hombros.
—Hola, soy Antonio. Tengo que ver a la Doc Newan.
—¡Hola Antonio! Sube.
La puerta suena y se abre un pestillo en alguna parte. Antonio abre
la puerta y entramos; la montaña de hombre que nos espera al otro lado
es la de un tipo hostil. Es ex militar. Puedo oler un marine a una milla
de distancia. También es un imbécil inteligente. Sabe que algo está mal
tan pronto como me ve.
—¿La doctora Newan sabe que traerá un invitado hoy, señor
Fletcher? Ya sabe cómo odia a los visitantes sorpresa.
—Sí, Franz. Relajado. Es mi tío. Ella me dijo que lo trajera.
El guardia, Franz (¿quién demonios llama a su hijo Franz?), me
mira una vez más.
—¿Pensé que tu tío era residente del sistema penal?
—Acabo de salir de SeaTac —le digo.
—Sí, te ves recién salido del autobús —responde Franz. Empuja
una bandeja en mi pecho, no muy cortésmente—. Entonces aún debes
saber qué hacer con esto.
Vacío mis bolsillos en la bandeja, sonriendo alegremente al
guardia: billetera, teléfono celular y llaves. A propósito dejé el arma en el
auto. No hay nada en el teléfono o en la billetera que pueda causarme
problemas serios. Franz me mira como si no creyera que no estoy armado.
Levanto mis brazos a ambos lados: revísame, hijo de puta. Ignora eso y
empuja la bandeja en el pecho de Antonio. Un boleto de autobús sucio,
una sola llave de la casa y veinte arrugados entran en la bandeja después
de mis cosas. Tengo la sensación de que el contenido de sus bolsillos es
prácticamente todo lo que Antonio posee en el mundo.
—Te estaré esperando aquí a la salida. —Franz inclina la cabeza
hacia la puerta detrás de él—. Mejor apúrate. Llegarás tarde.
La oficina está en el tercer piso, pretenciosa como la mierda.
Cuando entramos, la dueña de la burbujeante voz del intercomunicador
ya se encuentra de pie, impaciente, ¿qué es eso? ¿Emoción? Solo puede
tener veinte años, cabello rubio rizado y un cuerpo pulcro vestido con
una falda y un blazer de Legally Blonde. Sonríe cuando ve al chico a mi
lado.
—Hola, Antonio.
—Que hay, Patricia. Este, eh, este es mi tío. —Hay algo entre estos
22
dos, es obvio. La chica está prácticamente montando al pequeño hijo de
puta justo frente a mí. Su sonrisa de éxtasis se desvanece cuando me
mira correctamente.
—Oh, hola señor. ¿Vino a darle algo de apoyo a Tony?
—Algo así.
—¿Te gustaría tomar asiento?
—En realidad estaba pensando que tal vez tú y Antonio podrían
pasar un tiempo mirando el horizonte o algo así. Necesito hablar con la
doctora Newan sobre las sesiones de Antonio. —Un toque de genialidad.
Si el chico baja sin mí, ese guardia entusiasta estará aquí en dos
segundos.
—Uh, se supone que no debo abandonar la recepción.
Solo miro a Antonio.
―Vamos, Trish. Está bien. ―Extiende la mano y mis sospechas se
confirman. Trish se vuelve de color rojo brillante, tomándolo
cuidadosamente con la suya. Pasa a mi lado como si fuera la encarnación
del diablo. Chica lista. Con la ausencia de esos dos, me siento en una
silla en la sala de espera vacía y hago exactamente eso: espero. El
intercomunicador de la recepción suena un par de veces. Siete minutos
más tarde, una puerta al final del pasillo se abre y sale una morena alta
en traje de pantalón.
―Patricia, ¡cuántas veces! El timbre significa que estoy... ―Me ve.
Se detiene. Coloca las manos en sus caderas. Es un mecanismo de
defensa: cuando te ataca un oso, ¡hazte ver más grande!
Le sonrío dulcemente. Se toca la frente con una mano y mira sus
zapatos por un segundo. Parece que está tratando de encontrar las
palabras correctas para decir. Cuando me mira de nuevo, ya se ha
recuperado, está en control al cien por cien.
―Ella dijo que eras horrible ―anuncia.
―Soy consciente.
―¿Debería preguntar a dónde se han ido mi cita y mi recepcionista?
―Están bien. En su primera cita por lo que parece.
Pippa sacude la cabeza otra vez.
―Estupendo. Bueno, entonces supongo que será mejor que vengas
conmigo. ―Ni siquiera está nerviosa. Me gusta y detesto eso al mismo
tiempo. Quería agarrarla a la defensiva, y mi llegada sin avisar apenas la
ha hecho parpadear. Me hace un gesto hacia su oficina. Me levanto y
entro; ella me sigue después, cerrando la puerta detrás de nosotros.
¿Juntos en un espacio cerrado? ¿Solos? Sí, esta chica tiene cajones2 de
acero.
―Estás aquí para hablar de tu amiga. ―Se sienta en su escritorio,
cruza las piernas y apoya los dedos entrelazados sobre su estómago. La
postura inmediatamente me hace enojar. Pose de consejero de prisión.
23
―Estoy aquí para hablar de ti ―la corrijo. Me quedo junto a la
ventana, pasando junto a la silla que está frente al escritorio de Newan.
Si le importa, no lo demuestra.
―¿Qué quieres saber?
―¿Te dedicas a esto por el dinero o realmente quieres ayudar a la
gente?
Se encoge de hombros.
―Quiero las dos cosas. Tengo cuentas que tengo que pagar como
todo el mundo. Pero puedo ganar el dinero que necesito ayudando a la
gente a reintegrarse a la sociedad, ayudándoles a aislar las áreas
problemáticas de sus vidas y enseñándoles cómo hacer cambios
positivos.
Levanto la mano, he oído suficientes tonterías de médico de
cabecera como para que me dure toda la vida. Suena como si estuviera
leyendo un guión. La única razón por la que no me he ido ya es por lo
que dijo primero. Admitió que quería el dinero.
―¿Alguna vez ha tenido un paciente que le haya confesado una
actividad criminal? ―exijo.
2
En español en el original.
―Sí.
―¿Y qué acciones tomaste?
―Las apropiadas.
Llamó a la policía. Eso no funcionará. Realmente no sé con certeza
lo que ha pasado en el pasado de Lacey, pero tengo la clara impresión de
que ella hizo algo loco justo antes de aparecer en mi puerta. Y
probablemente no era legal.
―¿Qué se necesita para que aceptes a Lacey de forma extraoficial?
Para mantenerlo todo confidencial, sin importar lo que ella te diga.
Pippa me evalúa, pensando.
―Soy médico, señor Mayfair. Hice un juramento igual que Sloane.
Ambas estamos obligadas por ese juramento a ayudar a la gente, así que
bajo estas circunstancias extremas yo estaría dispuesta a ayudar a tu
amiga sin hacerle un archivo. Sin embargo, también estoy obligada por
la ley. Si tu amiga confiesa que ha causado o pretende causar daño a otra
persona, entonces no puedo hacer la vista gorda.
―Así que tu juramento hipocrático te obligará a ayudarla, pero tu
sentido del deber cívico lo anulará y la arruinará de todos modos.
Me fija los ojos color acero. Tranquila y serena.
―Así es como suelen ser estas cosas.
―¿Y ninguna cantidad de dinero te hará cambiar de opinión sobre
24
eso?
―Lo siento, señor Mayfair.
―Entonces supongo que hemos terminado aquí. ―Una maldita
pérdida de tiempo. No debería haberme molestado. Me apresuro a salir,
no estoy dispuesto a gastar más aliento en la conversación sin salida.
Hay un millón de psicólogos, médicos y policías corruptos ahí afuera.
Tendré que sobornar a uno de ellos.
―¿Señor Mayfair? ―Newan sigue sentada en su escritorio. No se ha
acobardado―. En contra de mi buen juicio, hay una razón que podría
persuadirme a mirar para otro lado si tu amiga admite algo que
normalmente la haría terminar en la cárcel.
―¿Ah sí? ¿Y qué sería?
Me mira con la vista perdida, pero puedo ver la preocupación en
sus ojos. Esa parte es muy difícil de ocultar.
―Puedes alejarte de mi amiga. Permanentemente. Alejarte de
Sloane.
Vaya, vaya, vaya. Perra conspiradora. Definitivamente no me gusta
ahora.
―¿Y si ella no quiere que lo haga?
Pippa mira por la ventana, sobre el parque, proveedor de su
pequeño y seguro reino.
―Entonces supongo que, si ella quiere verte, no puedo detenerla.
Pero, entonces ¿estas sesiones que necesitas? Me pagarás el doble por tu
amiga y el doble por ti también. No quiero a un hombre mentalmente
inestable cerca de Sloane.
25
4
Zeth
Traducido por MadHatter y Moreline
31
5
Zeth
Traducido por Emotica G. W y RRZOE
3
GSW: Término médico, herida de bala.
Hubo un tiempo en que una herida de bala era un caso
emocionante por el que habríamos luchado, pero ahora, habiendo visto
tantos, todos sabemos que son cosas normales esperando suceder. Los
resultados son tan sombríos que muchos residentes hacen todo lo posible
para pasarlos a quien esté más cerca en ese momento.
—Sí, lo sé. El chico murió por un momento, pero lo revivimos.
Suresh asiente, tragando un bocado de comida.
—Ese chico tiene una hoja de antecedentes penales más larga que
tu brazo. Mi mamá compra en esa tienda. Sigo diciéndole que no lo haga.
A ella le gustaba conversar con la mujer, ¿cómo se llama? No me acuerdo.
De todos modos, fue su esposo Frankie quien recibió el disparo hace un
par de semanas. Tanto ella como el hermano, ¿el chico que tienes arriba?
Ambos saben quién mató a Frankie, pero ninguno dirá una palabra a la
policía. Aparentemente están asustados.
Todo esto suena como algo que me pasaría en Nueva York o
Chicago; Abro mi budín y me llevo un poco a la boca.
—Realmente no quiero pensar en nada de eso. Quiero tener
pensamientos felices —le digo, sonriendo—. De nuevo, ¿Cuándo es tu
boda? —Recibí una invitación hace meses y archivé mentalmente el
evento bajo el título de que sucedería demasiado en el futuro como para
preocuparme. Pero ahora esa fecha se está acercando y la mitad del
hospital está llena de rumores al respecto.
—Dos semanas —me dice Suresh, guiñando un ojo—. Un hombre
41
casado. Es simplemente injusto realmente. Estoy en mi mejor momento.
A las mujeres del mundo no se les debe negar esto. —Hace un gesto con
el tenedor hacia su propio cuerpo, moviendo las cejas. No es lo que
podrías llamar belleza clásica, pero tiene algo por lo que las mujeres
realmente se vuelven locas. Me río de su estupidez y me encojo de
hombros.
—Te va a encantar. Rebecca está muy emocionada.
—Lo sé —dice, su voz se vuelve seria—. Me dijo que te dijera que
tienes que traer un acompañante. Obligatorio, me temo.
Ni siquiera he pensado en un acompañante. Me acurruco en mi
asiento, con la vista baja en mi budín. Tal vez podría traer a Pip como mi
acompañante. La gente hace eso, ¿verdad? ¿Traer amigos como citas para
bodas? Le pregunto a Suresh esto y solo me mira.
—No. Tiene que ser alguien con quien estés durmiendo.
¡Ja! Sí, claro. Como si Zeth Mayfair fuera material de acompañante.
—O alguien con quien piensas acostarte después de que te
emborraches en mi boda —continúa Suresh, guiñando el ojo
nuevamente, justo cuando uno de mis colegas, otro residente, Oliver
Massey, se apresura a entrar en la cantina. Se ve acosado. Me ve y mi
estómago se hunde cuando se apresura en mi dirección.
—Te necesito arriba, Sloane. Los policías están exigiendo un paso
a paso con los médicos que trabajarán en el tipo Monterello.
Excelente. Vuelvo a poner la cuchara de plástico en mi copa de
budín. Almuerzo terminado.
—Recuerda, Sloane —me llama Suresh—. ¡Alguien que estés
follando!
Toda la cantina, llena de gente, se da vuelta para verme
escabullirme con la cara roja.
***
—Este paciente es testigo de un asesinato. Está bajo custodia
protectora. Es increíblemente importante que a este tipo no lo maten a
tiros mientras esté en este hospital. ¿Saben lo que eso significa? —El
detective gordo con un mal traje nos habla como si fuéramos estúpidos
del más alto nivel. Es bajo, calvo y camina como un Rottweiler enojado.
La detective delgada, su compañera, supongo, espera pacientemente a
que se calle para poder hablar. Finalmente, tiene su oportunidad.
—Soy la detective Cooper. Estaré aquí en las noches, así que seré
su punto de contacto. Si ven a alguien a quien no reconocen caminando
por los pasillos, pueden acudir a mí o a cualquiera de los oficiales de
servicio e informarlo. Este es un lugar grande y mucha gente va y viene,
por lo que entendemos que puede ser difícil evaluar si creen que alguien
está fuera de lugar aquí. Especialmente cuando intentan hacer su trabajo
también.
42
El equipo de enfermería, que anteriormente estaba de pie, con los
brazos cruzados, mirando al detective gordo, asiente, sus expresiones se
suavizan. Los tres doctores que estamos tratando a Archie Monterello,
Hendry, Oliver y yo, nos encontramos en la parte trasera de la sala
familiar de la UCI, atendiendo todo.
—¿Qué estamos buscando exactamente aquí, detective? Quiero
decir, ¿es algo de la mafia italiana o qué? —Oliver suena tan incrédulo
como me sentí abajo en la cafetería. Esto simplemente no es algo que
suceda aquí.
—No, no italiana. Hemos estado investigando a un jefe criminal de
alto nivel desde hace algún tiempo. Maneja muchos negocios en la
ciudad. Drogas, armas, juegos de azar, dinero falsificado. Se dice que
Frankie Monterello metió la pata en un negocio que este tipo tenía en
marcha y pagó el precio. Sabemos que nuestro sospechoso ordenó el
golpe; solo necesitamos incriminarlo. El hermano de Frankie, Archie, es
la clave para hacerlo. Tenemos fotos de personas conocidas por asociarse
con nuestro sospechoso aquí, solo hay unos pocos rostros de los que
realmente deben preocuparse. Dudo mucho que alguno de ellos sea lo
suficientemente estúpido como para venir aquí. —La detective Cooper
asiente hacia un oficial armado y uniformado que comienza a repartir
hojas de papel con las fotos al equipo de enfermería.
—¿Puede darnos una mejor indicación de cuán peligrosa es esta
situación, detective? —pregunta Hendry—. ¿Es probable que nos
disparen tratando de hacer nuestro trabajo? Es lo que estoy
preguntando.
—No. Estamos aquí para asegurarnos de que eso no suceda. En
esta etapa, contamos con el hecho de que nuestro sospechoso ni siquiera
se da cuenta que está siendo investigado. Piensa que es intocable, pero
está muy equivocado. Nos aseguraremos de que desaparezca por mucho
tiempo.
Hendry asiente, acepta el papel de Oliver, lo estudia
momentáneamente y luego me lo pasa.
—¿Dónde estamos parados con respecto a la defensa personal? Si
uno de estos cabrones viene aquí y nos ataca... ¿se nos permite
dispararles con sedantes? ¿Usar el desfibrilador en ellos?
Las enfermeras ríen. Miro el papel, ya a mitad de camino para
pasarlo a la siguiente persona, cuando mi respiración se atasca en mi
garganta.
Oh.
Oh.
Mi mente sigue diciéndolo. Mi garganta comienza a hincharse
mientras se repite una y otra vez.
Oh…
43
En el papel hay un mosaico de fotos sin nombre, ocho de ellas en
la primera página y más en el otro lado. Están numerados en la página,
y en el número uno, en primer lugar, la cara de Zeth Mayfair me mira
sombríamente.
Siento que me voy a enfermar.
7
Sloane
Traducido por Idk.Zab, MadHatter y Moreline
54
8
Sloane
Traducido por Emotica G. W
61
10
Sloane
Traducido por astrea75 y yiany
4
Encaje en inglés es "lace", como el nombre de la joven.
cuidadosamente una mano sobre su hombro y lo aprieto suavemente.
Todavía no la he tocado en absoluto, y creo que esperaba que se asustara
por el contacto. No lo hace, sin embargo. Dudando asiente y se muerde
el labio inferior.
—Bueno. ¿Y podemos irnos cuando yo quiera?
Obviamente necesita la tranquilidad extra; se la entrego sonriendo
y la guío al departamento de Pippa.
Golpeo bruscamente, como un policía, y Pippa solo nos deja
esperando en la puerta durante diez segundos. Abre la puerta
suavemente y allí está ella, en elegantes pantalones de mezclilla azul y
una camisa blanca limpia, metida en sus pantalones. La ropa informal
de Pippa es similar a algo que usaría para una entrevista de trabajo. Sin
embargo, tiene el cabello suelto y le llega hasta los hombros, y el efecto
la hace parecer menos severa. Menos doctora y más mamá futbolista.
—Hola chicas —dice, sonriendo ampliamente. Su tono
despreocupado hace que parezca que nos estamos reuniendo para ver
películas, beber vino y hablar de chicos. Absurdo, pero necesario. Lacey
le lanza una mueca que podría pasar por una sonrisa, una penosa, y las
dos entramos en el apartamento de Pip. El lugar huele suavemente a
lirios y jazmín. Bellamente conservado, el lugar tiene la sensación
prístina de una sala de exposición, aunque pequeños toques hacen que
parezca hogareño de todos modos. Su sofá es la única razón por la que
vengo aquí: la cosa es enorme y deteriorada, el cuero se vuelve suave y 63
flexible con el tiempo. Inmediatamente me dejo caer en él, haciendo un
gesto a Lacey para que haga lo mismo. Se sienta en el sofá a mi lado,
tirando cuidadosamente de la manta doblada en el respaldo de la silla
detrás de ella y la envuelve con fuerza sobre sus piernas. La acción hace
que parezca que quiere desaparecer de la vista.
Lunas azules, el poder de la invisibilidad.
Pippa señala con el pulgar sobre su hombro hacia la cocina abierta.
—Estaba haciendo una taza de té. ¿Les gustaría una?
—Bueno. Está congelado allá afuera —respondo.
Lacey asiente también, solo una vez. Pippa se dedica a preparar el
té, la tetera retumba con su irritado estruendo, el tintineo de la cuchara,
el brillante sonido de porcelana chocando contra la porcelana, y Lacey
mete la barbilla en la manta, mirando al piso. Estoy a punto de
preguntarle si está bien cuando me suena el teléfono en el bolsillo. Es un
número que no reconozco. Respondo la llamada, levantándome y
caminando hacia la ventana.
—¿Hola?
—Soy yo.
Esta voz.
—¿Por qué no llamas desde tu número? ¿Y dónde diablos estás?
Silencio desde el otro extremo del teléfono. Quizás Zeth Mayfair no
está acostumbrado a que las personas sean tan hostiles con él cuando
reciben sus llamadas, pero mala suerte. Si cree que puede dejar sus
responsabilidades sobre mí y desvanecerse...
—Este teléfono es un prepago. Tuve que deshacerme del otro —me
informa con voz ronca—. Y estoy conduciendo. A California para intentar
recuperar a tu hermana. ¿Ya te has olvidado?
Bueno joder. Realmente no puedo regañarlo cuando lo dice así.
—No, no lo he olvidado —espeto—. Simplemente sería mejor bajo
diferentes circunstancias.
—¿Te refieres a si te hubieras salido con la tuya y hubieras venido
a dar un paseo? —Su sonrisa es del tipo audible, del tipo que me puedo
imaginar tirando persistentemente de la comisura de su boca. Sacudo la
cabeza, tratando de desplazar la imagen de esos labios carnosos
esbozando una conocida sonrisa.
—Sí, eso es exactamente lo que quiero decir. —Detrás de mí, Pippa
llega con tres tazas, dos de ellas precariamente agarradas por las asas
con una mano, y la otra solo en una. Le doy la espalda, siseando de nuevo
al teléfono—. ¿Cuándo vas a volver?
Cuidar de Lacey no es un trabajo para el que me hubiera ofrecido
voluntariamente, pero mi urgencia de que Zeth regrese a Seattle también
tiene que ver con mi hermana. Dos años es mucho tiempo. Parece
imposible que permanezca alejada de su hogar un segundo más.
64
—¿Ya me necesitas? —gruñe Zeth—. No te preocupes. Estaré cerca
para cuidarte tan pronto como termine.
Mis mejillas se sonrojan ardientemente.
—¡No, no necesito que vengas a cuidarme!
—¿Estás segura? Apuesto a que me rogarás que use esa llave en el
momento en que llegue a los límites de la ciudad.
Odio la arrogancia en su voz. Igualmente, odio mentirme a mí
misma y decirme que no me excita. Cada aspecto oscuro y peligroso de
él me excita. Me estoy ahogando en los oscuros pliegues de terciopelo de
su voz, incluso ahora, mi piel estalla en piel de gallina por la caída muy
sexual de su tono. ¡Mierda, cálmate, Sloane!
—Solo trae a mi hermana a casa, amigo —¿Amigo? ¿De dónde
demonios vino eso? Zeth es muchas cosas pero no es un amigo. Una risa
profunda y gutural se encuentra con mis oídos.
—Estoy en ello. Solo... —Una inhalación profunda dice que está
pensando en sus siguientes palabras—. Solo mantente atenta, ¿de
acuerdo? Existe la posibilidad de que alguien te esté siguiendo.
Qué. ¿Mierda? ¿Alguien me sigue? Mi cuerpo reacciona como un
diapasón golpeado.
—¿Por qué? ¿Por qué alguien me seguiría? ¿Qué alguien?
—Mi jefe está un poco nervioso. Podría haber puesto gente sobre
mí. Puede que me hayan visto cuando te llevé a Lacey —dice con
naturalidad. Un baño de frío terror se filtra por mi pecho para acumularse
en la boca de mi estómago.
—¿En serio? —Intento y no puedo mantener la voz baja. Tanto
Lacey como Pippa levantan la vista de su conversación silenciosa,
totalmente unilateral por el aspecto de las cosas, para darme miradas
burlonas. Me doy la vuelta, de espaldas a ellas, susurrando—: ¿Qué tan
peligrosos son estos tipos? ¿Tengo que llamar a la policía?
—¡Joder, no! Solo quédate tranquila. Te tengo cubierta.
No hago preguntas sobre eso. Te tengo cubierta solo puede
significar más personajes sombríos persiguiéndome por las calles de
Seattle, acechando en las sombras.
—Muy bien, Zeth —suspiro—. Solo trae tu trasero aquí en el primer
segundo que llegues. No estoy hecha para esto. —Lo cual tiene que ser la
subestimación del siglo. No estoy hecha para esperar. No estoy hecha
para cuidar niños. Puede parecer genial para otros, el hospital, la gran
cantidad de pacientes que veo cada vez que cruzo las puertas, la
responsabilidad y el peso de todo ese conocimiento presionándome, pero
he hecho que mi mundo fuera pequeño. No tengo requisitos externos,
nada que me exija mucho más que levantarme con la alarma y estar allí
cuando sea necesario. Estar allí representa la mayor parte de mi día. La
persona adecuada para estar allí cuando se necesitan un par de manos 65
dentro de la cavidad torácica de una persona herida. La persona
adecuada para estar allí cuando se necesita ante una hemorragia arterial.
Pero eso es todo, físico, lógico, manual. Puedo hacer eso. Estoy lo
suficientemente vacía para eso. Pero el otro lado de las cosas: los nervios
que no me he permitido sentir correctamente cuando considero recuperar
a Alexis; la presión de tratar de estar allí para Lacey en un sentido
emocional... es algo con lo que no tengo idea de cómo lidiar.
Zeth hace un sonido rígido por el teléfono.
—Lo harás bien, Sloane —me dice, su voz más suave de lo que la
he escuchado antes. Y luego cuelga el teléfono.
***
La historia de Lacey me pone mal del estómago. Intento dejar a
Pippa y a la otra mujer solas para que puedan tener su sesión juntas,
pero ella se estira y agarra mi mano con una fuerza aterradora. Parece
que no le gustan los extraños, y entre Pip y yo, soy el rostro familiar. Me
acomodo en el otro extremo del sofá, decidida a permanecer impermeable
a lo que escucho, pero se torna cada vez más difícil a medida que Pippa
le hace a Lacey pregunta tras pregunta y la chica responde con una voz
rígida y sin emociones.
—Fuiste criada por el estado. ¿Qué les pasó a tus padres?
—Murieron antes que yo naciera.
—Pero... ¿cómo pudo tu madre haber muerto antes de que
nacieras?
—Estaba en coma. Técnicamente estuvo muerta durante las últimas
tres semanas del embarazo. Tan pronto como su cuerpo me dio a luz, la
dejaron ir.
—¿Y después de eso?
—Hogares de acogida.
—¿Cuántos?
—Arriba de diecisiete. Algunos me quedé un par de meses. Algunos
solo días. Me quedé en el último durante un año.
—¿Por qué tanto tiempo en el último?
—A Gregory le gustaba tenerme cerca. Le era útil.
—¿De qué manera?
—Cocina y limpieza. Sexo cuando lo quería.
—¿Entonces estabas en una relación consensuada con el hombre?
—Realmente no.
—¿Realmente no?
—No. No fue consensuado.
—¿Te violó? 66
Silencio.
A veces una mente simplemente no puede asimilar una palabra. La
palabra violación es como un paralizante del sistema de Lacey. Solo se
apaga. Se queda mirando por la ventana, parpadeando lentamente.
—¿Fue el primero? —pregunta Pippa.
El cabello rubio de Lacey le roza los hombros mientras sacude la
cabeza.
No, Gregory no había sido el primero.
Después de eso, Pippa retrocede, sintiendo que está caminando por
una línea muy fina, al borde de que la chica se retire por completo. Hace
otras preguntas: ¿por qué tiene miedo de estar sola? ¿Puede compartir
por qué está tan apegada a Zeth? Pero todo lo que Lacey hace es
encogerse de hombros y decirle que no sabe por qué. Después de una
tortuosa sesión de cuarenta minutos, Pippa asiente con la cabeza y se
levanta del sillón en el que estaba sentada.
—Muy bien, damas. Creo que deberíamos terminar el día, ¿no?
Estoy agotada.
Los ojos de Lacey vuelven a la vida y los levanta para mirar a Pippa.
—¿Qué? ¿Eso es todo? ¿No quieres que te diga nada más?
Pip le da una sonrisa amistosa.
—No, si no quieres. Sin embargo, puedes decirme todo lo que
quieras.
—No, eso está, está bien. —Lacey afloja su agarre en el borde de la
manta que todavía tiene sobre las piernas—. Creo que me gustaría irme
ahora.
—No hay problema. —Pippa extiende una mano hacia Lacey,
ofreciéndosela para estrecharla. Lacey la mira como si el gesto fuera una
especie de truco. El apretón de manos fue diseñado hace cientos de años
para demostrar que una persona no llevaba armas; el mismo truco
funciona aquí entre Lacey y Pippa: no quiero hacerte daño. La tímida rubia
se extiende para aceptar la mano que espera pacientemente. Una presa
parece romperse en Lacey, y las lágrimas brotan de sus ojos. No dice
nada, simplemente se levanta, pliega la manta y sale del apartamento,
quedándose de pie al otro lado de la puerta abierta, presumiblemente
esperándome.
—Ella tiene un largo camino por delante —me murmura Pippa—.
Tiene mucho por lo que trabajar. Tengo la impresión de que está
bloqueando la mayor parte.
—¿Qué? ¿Entonces la violación no es lo peor?
Una mirada triste y dolida se desarrolla en el rostro de Pip.
—Probablemente no. Asegúrate de vigilarla, ¿de acuerdo? Lo ideal
sería que la institucionalizaran y la pusieran bajo vigilancia suicida al
menos por un tiempo.
67
Ya estoy sacudiendo la cabeza, no.
—Él no querrá...
—Sé que él no lo querrá —interrumpe—. Pero esto no se trata de
él. Se trata de ella y de lo que necesita. En este momento, de alguna
manera se las arregló para unirse a este tipo, lo que probablemente sea
lo más poco saludable que podría haber hecho. Esta vez, con él lejos, es
una buena oportunidad para tratar de romper esa conexión. —Me da una
mirada vacilante—. Y también una buena oportunidad para que hagas lo
mismo.
La miro boquiabierta.
—No estoy unida a él.
Tensa los labios en una línea apretada: preocupación.
—No en este momento, tal vez, pero creo que podría suceder, nena.
Mucho más fácil de lo que crees. No lo olvides —dice, haciendo una
pausa—, he conocido a este hombre.
11
Zeth
Traducción por Idk.Zab, MadHatter y Moreline
5
En español en el original.
6
En español en el original.
Veo una cámara montada en la pared a mi derecha, girando en un
ángulo que me rodea completamente; esbozo una sonrisa falsa, amplia y
arrogante, y luego procedo a voltearla.
El apresurado español irrumpe en el radio transmisor que se
encuentra en la mano del tipo más alto; la voz suena enojada. Los rostros
de ambos guardias se solidifican en acero agravado, ¡lo siento, hijos de
puta!, mientras me abren la puerta. Vuelvo al Camaro y me aseguro de
arrojarles a la cara la arena polvorienta del desierto mientras acelero.
Fuera del enorme edificio de una sola planta que se encuentra dentro de
las paredes, una forma oscura y ágil baja los escalones para encontrarse
conmigo. La figura de una mujer. Me estaciono y me tomo un momento
para preparar mi historia en mi cabeza: Solo estoy de paso, buscando un
lugar para dormir. Charlie sabe todo esto.
En realidad, Charlie no tiene ni puta idea de que estoy aquí. Charlie
no tiene ni puta idea de que me fui de Seattle, o que decidí ir en contra
de las órdenes y no maté a Rick como se suponía que debía hacer. Mi
humor sigue siendo más negro sobre negro por la posibilidad de que el
viejo le haya dicho a la policía que fui yo el hombre que mató a Murphy.
Si hubiera visto su maldita cara antes de irme, le habría dado una paliza
hasta hundirle toda la cabeza.
La mujer con un vestido pequeño y muy ajustado que sale a mi
encuentro es Alaska. La recuerdo de la última vez que estuve aquí con
Charlie. O más específicamente recuerdo sus tetas. Bailó para mí; Julio
había insistido. La chica tiene sangre exótica, debería haber sido
69
gimnasta olímpica. Me sonríe ampliamente mientras me dirijo hacia el
edificio.
―Así que finalmente vuelves a verme, ¿eh? ―Se ríe―. Solo te tomó
cuatro años.
Cuatro años no fueron suficientes fuera de este lugar. Apoya sus
manos sobre mi pecho mientras se inclina para besarme la mejilla. Lo
soporto todo lo que puedo. La mujer es una puta, y no dejo que las putas
me toquen. No es como si quisieran arrodillarse y chupármela en donde
estoy, que es como ella me está tocando ahora. La tomo de las muñecas
y le quito las manos.
―Solo vine a presentar mis respetos a tu jefe ―respondo. Hace
pucheros, fingiendo estar ofendida por mi rechazo.
―Esta noche soy mucho más amigable que Julio. Vamos, entra y
te mantendré conmigo durante una hora antes de que vayas a hablar de
negocios aburridos. ―Solo la miro. Su sonrisa tímida se desvanece
cuando lee exactamente lo que pienso de su oferta claramente escrita en
mis rasgos―. Ya veo ―dice. Levantando ambas cejas e inclinando la
cabeza hacia un lado, señala hacia atrás, al edificio bien iluminado―.
Está junto a la piscina. No te pierdas encontrándolo. ―Se da la vuelta y
vuelve a entrar en el edificio, con las caderas balanceándose, ardiendo de
furia.
Encuentro a Julio exactamente donde ella dijo que estaría, sentado
en una tumbona junto a la piscina. Bebe de un vaso de vidrio cortado,
sonriendo cuando me ve. Ha engordado aún más desde la última vez que
lo vi, y el maldito gordo ya era obeso para empezar. Probablemente ya
esté al borde de un ataque al corazón.
―¡Zeth! ¡Mi buen amigo! ―Su acento es espeso, cargado de su
herencia―. ¿Por qué has esperado tanto tiempo para venir a verme? ―No
se levanta de la tumbona. Solo levanta una mano para que yo la estreche
en una especie de sacudida. Señala hacia la tumbona que está a mi lado,
gimiendo mientras cruza hacia su otro lado para buscar el vaso con
líquido ámbar. Huele a whisky. Libremente vierte tres dedos en otro vaso
y me lo extiende. Acepto; si no, me estaría cagando en su hospitalidad.
Mal comienzo para una reunión ya de por sí precaria.
―¿Dónde está ese feo inglés bastardo? ¿Vino contigo? ―Julio
respira con dificultad.
―No, estoy viajando solo. Largo camino a Las Flores. Pensé que
podrías prestarme una cama para pasar la noche ―le digo con
indiferencia―. Tal vez podría abusar de tu hospitalidad dos o tres noches
si te sientes muy generoso. Hay algunos viejos amigos con los que no me
importaría ponerme al día mientras estoy en la zona.
Julio toma un sorbo profundo de su vaso, estudiándome
pensativamente con sus ojos marrones oscuros sobre el borde del vaso.
Probablemente piensa que Charlie me envió aquí para espiar sus 70
negocios. Estos bastardos fingen ser más gruesos que los ladrones, pero
la realidad es que no confían en los demás ni un ápice. Lo que, por
defecto, significa que Julio tampoco confía en mí.
―Claro, mi amigo. Mi casa es tu casa como dicen los españoles,
―dice, riéndose del hecho de que lo dice en inglés en vez de en su lengua
materna. Pero miro detrás de la sonrisa y capto lo que busco: la sospecha.
―Eres muy amable. ―Bebo del vaso, definitivamente whisky,
saboreando la quemadura.
―Tu sincronización también es impecable, amigo mío ―dice Julio
en voz baja―. Si te quedas hasta el martes, podrás asistir a nuestro
pequeño evento. ―El énfasis en la palabra final me dice exactamente a
qué tipo de evento se refiere. Del tipo que solía contenerme hasta hace
poco. Hasta Sloane―. Tengo mucha carne fresca lista para ser sazonada.
―Se ríe. Su vientre tiembla como un colchón de agua medio desinflado―.
Este es un poco diferente, sin embargo. Tienes que traer a alguien a la
mesa si entiendes lo que quiero decir. Si no es para tocar, al menos para
mirar. ―Me hace un guiño exagerado, las papadas de sus mejillas se
balancean como la de un perro basset hound―. Dudo que tengas
problemas para encontrar a alguien que te acompañe.
Martes. Si Alexis está aquí, entonces definitivamente asistirá a una
fiesta como esa. Pero hoy apenas es viernes. No había planeado quedarme
tanto tiempo. Tendré que asegurarme de encontrarme con la chica antes
de eso. Asiento, tomando un trago del saludable whisky.
―Sí. Dudo que tenga un problema.
***
Sloane
El elegante auto negro me sigue desde la autopista hasta el St.
Peter. Lacey lo ve primero, literalmente tengo que llevarla al trabajo
conmigo, lo cual es una mierda, y lo señala mientras conduzco. No entra
en el estacionamiento detrás de mí, sino que se detiene en la acera de la
cafetería frente al hospital, apaga el motor cuando salimos del Volvo y
nos dirigimos a la entrada. El vehículo oscuro de aspecto genérico tiene
las ventanillas oscuras, por lo que es imposible ver el interior, aunque
Lacey parece tener una buena idea de quién es.
—Ese es uno de los chicos de Charlie seguro —anuncia. Es mucho
más indiferente sobre este auto que nos sigue que yo; estoy a punto de
salir corriendo al hospital y esconderme en un armario de limpieza o algo
así—. Apuesto a que estará allí cuando nos vayamos —agrega.
—Si está allí cuando nos vayamos, llamaré a la policía.
Resopla.
—Buena suerte con eso.
—¿Qué quieres decir?
71
Encogiéndose de hombros, me mira como si fuera estúpida, con los
ojos en blanco.
—Todos los policías están en el bolsillo de alguien. Sobre todo de
Charlie. Probablemente ni siquiera aparecerían, y mucho menos, harían
algo al respecto.
Bueno, hay una noticia preocupante. Se siente como si hubiera
sido absorbida por una película de gánsteres de la década del '50, excepto
que esto es real. ¿Y no poder llamar a la policía? Es simplemente genial.
De verdad. Simplemente genial.
Dejo a Lacey en una sala de guardia. Ya casi llego tarde para mis
rondas, así que no tengo tiempo para cuidarla cuando me vaya.
—No saques ni un pie de esta habitación, está bien —le ordeno—.
Hay muchas personas que te reconocerán y eso es lo último que necesito.
Zeth me matará si te secuestran mientras estoy en el trabajo. —Maldito
Zeth. El tipo no ha hecho nada más que causarme problemas, de verdad.
Si no hubiera matado a Eli, entonces podría haber obtenido la
información que buscaba, y Alexis ya estaría de vuelta en casa, sana y
salva, yendo a la iglesia con mamá y papá todos los fines de semana.
Tocando el piano para acompañar al coro y a los feligreses que cantan.
Intento aferrarme a mi ira por un momento, pero se desvanece como un
fuego artificial apagado cuando mi mente se desvía de su ira y decide
recordar otras cosas. Como la forma en que su polla dolorosamente
enorme jugaba conmigo mientras se preparaba para penetrarme. Sus
profundos ojos marrones observaban mi expresión de cerca mientras se
hundía lo más profundo que podía, gimiendo por lo bajo.
Mierda.
Lacey se sienta en la cama luciendo moderadamente ansiosa
mientras me apresuro a ponerme mi uniforme antes de que el casi tarde
se transforme en realmente tarde. Todos piensan que los pasantes se
encuentran bajo la presión más grande para actuar, pero eso no es del
todo cierto. Es igual de fácil ser despedido del programa de residencia si
te atrasas en tu trabajo. Y llegar tarde también está mal visto. Al igual
que traer a una mujer de veintiséis años que necesita un cuidado
constante a trabajar contigo.
Atravieso las rondas, afortunadamente a tiempo, y veo a los
pacientes que han sido admitidos en mi día libre. Pulmón perforado,
defecto cardíaco congénito, septicemia. El día de hoy todo es
relativamente serio. Lo suficientemente serio como para tener que pasar
una cantidad considerable de tiempo con cada paciente, evaluando su
progreso y completando la documentación necesaria para sus registros y
medicamentos. Es mediodía cuando por fin tengo la oportunidad de
encerrarme en el baño y enviarle un mensaje de texto a Zeth.
Tus amigos me siguieron al trabajo esta mañana.
Pasa un minuto antes de que el teléfono suene en mi mano.
Zeth: ¿Qué pasó?
72
Recibido 12:48 pm
Yo: Nada. Solo nos siguieron. Estacionaron al frente. ¿Qué quieres
decir con qué pasó? ¿Va a pasar algo?
Zeth: Lo dudo.
Recibido 12:51
Y entonces…
Zeth: ¿Estás bien?
Recibido 12:51
Debería decirle la verdad: no, no estoy bien. Pero eso no serviría de
nada. Además, por alguna razón, no quiero parecer débil frente a él. Si
admito estar asustada de sus colegas matones, entonces es lo mismo que
admitir que le tengo miedo a él. Y de ninguna manera admitiría eso. Él
sabe que es así, pero nunca lo reconoceré. Estoy a punto de escribirle un
mensaje largo y redactado cuando me comienza a sonar el teléfono en la
mano. Lo atiendo, frunciendo el ceño.
—¡¿Qué?!
—No respondiste. Cuando alguien te pregunta si estás bien
después de decirle que te están vigilando, generalmente es una buena
idea confirmar que sigues viva —me reprende con su voz grave y llena de
rabia.
—Estaba respondiendo a... ¡urgh! —Ni siquiera me molesto—. ¿Qué
puedes hacer con estos tipos comiendo donas afuera del hospital?
—Nada. —Su voz es inexpresiva y despreocupada.
—¿Qué? Son los hombres de tu jefe, ¿verdad? ¿No te llevas bien
con ninguno de estos tipos?
Eso lo hace reír, un retumbo que me penetra el oído y me hace
temblar.
—Todos tendemos a mantenernos fuera del camino del otro.
Charlie lo prefiere así.
—Bueno, ¿qué se supone que debo hacer si me siguen a casa
cuando termine aquí? —pregunto. La idea de ir a casa y sentarme en esa
gran casa en la colina con solo Lacey como protección no es exactamente
tranquilizadora.
—Vas a estar bien —me dice—. Tengo muchachos cuidando de ti.
Además, solo están mirando. Y si uno de ellos irrumpe en tu casa,
apuñálalos.
¿Que solo los apuñale? Quedó boquiabierta.
—¡No ando apuñalando a la gente!
—¿Tienes un arma?
73
—¡No!
—Entonces no puedes realmente dispararles, ¿verdad?
Me pellizco el puente de la nariz con el dedo índice y el pulgar, y
me desplomo para sentarme en la tapa cerrada del inodoro.
—Zeth, ¿puedes regresar aquí lo antes posible? Por favor.
—Cualquiera pensaría que me necesitas —dice en un tono bajo y
sedoso. Tengo escalofríos de nuevo. Sobre todo mi cuerpo.
—¡No es así!
—Bueno, yo sí te necesito. —El tono de su voz se desliza en un
rango vocal que nunca había escuchado antes, tan bajo y áspero que todo
mi cuerpo comienza a arder—. La próxima vez que te vea, te presentaré
a algunos amigos de la bolsa. Me estoy poniendo jodidamente duro solo
de pensarlo. Mierda. Hay un juguete en esa bolsa que creo que te gustará
casi tanto como a mí.
Se refiere al cuchillo; sé que así es. Trago saliva, meneando la
cabeza, tratando de sacar todos los recuerdos de la última vez que lo usó
para volverme loca. Hace que sea realmente difícil cuando continúa
hablando.
—Quiero deslizar las manos sobre esos muslos, Sloane. Quiero
arrancarte la ropa del cuerpo y hacerte temblar. Quiero clavarte los dedos
y los dientes en tu piel y hacerte gritar mi nombre. Tú también lo quieres,
¿eh? —dice.
El sudor frío brota de mis poros, erizándome la piel. Soy una
persona visual. Dime algo e instantáneamente lo imagino dentro de mi
cabeza, y en este momento exacto me encuentro visualizando la
impresionante polla de Zeth que pelea con sus vaqueros, rogando que la
dejen jugar. Me aclaro la garganta, cerrando los ojos.
—Eso no es exactamente algo práctico para desear en este
momento.
—¿Qué piensas de que te haga gritar de forma práctica? —Su voz
vuelve a bajar de volumen, por lo que es casi un susurro. Tiene un efecto
que me pone nerviosa—. ¿En dónde estás ahora? —pregunta.
—En el baño.
—¿Hay alguien más allí contigo?
La pregunta parece sensata. Una pregunta que harías si estuvieras
hablando sobre jefes de la mafia, persecuciones y apuñalar gente hasta
matarla. Agacho la cabeza y miro debajo de los divisores de la cabina. Sin
pies. Nadie parado en los lavabos, tampoco.
—No. Nadie más —confirmo.
Pero con sus siguientes palabras, es dolorosamente obvio que a
Zeth no le preocupa que la gente escuche información sobre su jefe o los
secuaces de su jefe.
74
—Bueno. Baja una mano por tus pantalones, chica enojada.
—¿Qué?
—Hazlo. Mete la mano derecha debajo de tus pantalones por mí.
Quiero oírte venir.
—¡No me masturbaré en un baño público, amigo! Estás loco si crees
que lo haré. —Ahí voy con toda la cosa de amigo otra vez. Tan estúpido.
Zeth emite un agradable gruñido al otro lado del teléfono.
—No te estoy preguntando, Sloane. Lo estoy diciendo. Tócate.
Ahora.
—¡No!
Zeth parece no estar preparado para mi negativa.
—¿Me estarías diciendo que no si estuviera parado frente a ti?
Pienso en eso por un segundo, imaginándolo jugando en mi cabeza.
Si estuviera parado frente a mí en este cubículo del baño, haría casi
cualquier cosa que me dijera. Odio admitir eso para mí misma. No digo
nada, lo que lo hace reír.
—Hagamos un trato —respira pesadamente por el teléfono—. Si
deslizas tu mano por esos remilgados pantalones azules tuyos y aún no
estás mojada para mí, entonces puedes colgar el teléfono.
A él simplemente le encanta hacer esto, puedo decirlo, volver mi
propio cuerpo contra mí. Pero no esta vez. Resoplo al auricular con
presunción, porque estoy a punto de demostrarle que se equivoca. Podría
decirle que lo he hecho y reír altivamente mientras cuelgo, pero sé que en
algún nivel eso no funcionaría. Él lo sabría. Así que lo hago.
—¡Bien! —Deslizo una mano debajo de mis pantalones, pero sobre
la parte superior de mis bragas, no hay necesidad de ir demasiado lejos.
La sonrisa cae de mi rostro cuando me doy cuenta de que no solo estoy
mojada, como él sabía que estaría, sino que he empapado todo el fino
algodón de mi ropa interior.
—El dedo medio primero, Sloane —dice Zeth al teléfono. Ni siquiera
pregunta si ganó nuestro trato. Solo sabe que lo ha hecho. El bastardo.
Cierro los ojos con fuerza, pateándome a mí misma.
—No tengo tiempo. Tengo pacientes para ver.
—Estás atendiendo a mi paciencia en este momento —me informa
sombríamente—. Quiero escucharlo en tu voz, Sloane. Quiero escuchar
cada segundo agonizante jugando contigo misma, deseando que tus
dedos fueran mi polla.
—Eres muy engreído, ¿sabes? —digo. Sin embargo, mi falta de
aliento no hace mucho por hacerme sonar confiada. Y él simplemente
chasquea la lengua con desaprobación en el teléfono.
—Usa el dedo medio. Deslízalo dentro de ti y dime que eso no es
exactamente lo que estás pensando. Deseando. Mi polla estrellándose
75
contra ti. Hazlo ahora, Sloane.
Quiero reír. Quiero colgar el teléfono y meterlo en mi bolsillo, y
quiero ir a mis rondas y olvidarme de esta estúpida demanda que me está
haciendo. Pero también quiero hacerlo. Zeth no dice nada más, pero
puedo escuchar su cargada y pesada respiración todavía en la línea. Me
paso treinta segundos luchando conmigo misma, y luego simplemente
claudico. Como lo hice en su departamento ricamente decorado, él está
tratando de hacer que tome esta decisión por mí misma. Hacerme ver que
en realidad es lo que quiero. Ya sé que es lo que quiero, así que ¿por qué
estoy luchando contra eso?
Esa voz que suena a Pippa me susurra al oído. Porque no lo conoces.
Y lo que sabes es aterrador. Pero son los últimos dos años de mi vida los
que han sido aterradores. Al menos sé con certeza qué... quién es él. Me
decido. Deslizo mis bragas a un lado y presiono un dedo en mi propio
centro, jadeando en silencio. Estoy tan mojada, tan excitada. No recuerdo
nunca haberme sentido así cuando hice esto en el pasado. Pero
técnicamente no estoy sola ahora, Zeth bien podría estar guiando mi
mano con la suya.
—Buena chica —me dice. Debe haberme escuchado jadear, o está
usando algún tipo de ese extraño poder psíquico que hasta ahora ha
mantenido oculto—. ¿Tu clítoris está hinchado?
Cierro los ojos, tratando de no sentirme absolutamente perdida y
avergonzada.
—Sí. Sí lo está.
—Frótalo por mí. —Lo hago. Trabajo con mis dedos de un lado a
otro sobre la suave carne entre mis piernas, haciendo todo lo posible por
mantener mi respiración uniforme—. ¿Se siente bien?
—Mm-hmm. —Trago una bocanada de oxígeno cuando una oleada
de calor estremece mi columna vertebral, subiendo por mis oídos y hacia
mi rostro. Me hormiguean los labios como locos. Muerdo el inferior para
tratar de controlar la sensación, pero solo la empeora. No puedo evitarlo;
Suspiro profundamente
—Eso es. No contengas la respiración, chica enojada. —La voz
profundamente resonante de Zeth es hipnótica ahora, trabajando en mi
subconsciente. Se siente como una presencia física en sí misma,
enviando descargas de placer por mi cuerpo—. Quítate la camisa.
Parpadeo más allá de la demanda y detengo lo que estoy haciendo
para cumplir, eliminando todo pensamiento de objeción de mi cabeza. No
tiene sentido ahora. Me quito la blusa y la camiseta debajo, dejando que
la ropa caiga al piso entre mis piernas. No hace frío, pero todavía tiemblo
mientras me quito el sujetador. Mis pezones ya son brotes apretados, tan
sensibles que el aire quieto contra ellos casi duele.
—Aprieta tus senos. Imagina mis manos —ordena Zeth—. Mi boca. 76
No es algo que haga cuando estoy sola. Realmente nunca lo he
hecho. Siempre razoné que no sería igual a que lo hiciera un chico, pero
ahora, cuando trazo ligeramente las yemas de mis dedos sobre la piel de
gallina de mis senos, lo estoy imaginando. Prácticamente puedo sentir el
calor de su aliento mientras se agacha para chupar un pezón y luego el
otro en su boca. Mi propio aliento se entrecorta de nuevo.
—Bien. Eso está bien —me anima—. Ponme en el altavoz.
Necesitarás dos manos para esto.
Busco en el teléfono, presiono el ícono del altavoz y lo coloco sobre
la pila de ropa a mis pies. Ya estoy demasiado perdida para pensar en lo
que estoy haciendo. Estoy usando mi propio criterio ahora, tocando y
acariciando donde mejor me parece. También estoy jadeando. No podría
detenerme si lo intentara.
—Ahora. Métete los dedos. —La voz de Zeth suena casi tan
brumosa como la mía. Más áspera de lo normal, y eso es decir algo. Le
obedezco de inmediato, deslizando primero el dedo medio y luego el índice
en mi coño. Inhalo bruscamente, la presión sintiéndose cálida y apretada
y extrañamente dichosa. El tono prohibido de sus palabras obran su
magia sobre mí cuando luego ordena—: Fóllate para mí, Sloane. Hazlo.
Fóllate duro.
Lo complazco, finalmente incapaz de evitar los gemidos y jadeos
suaves que escapan de mi boca mientras trabajo mis dedos dentro de mí,
imaginando su peso sobre mí, su polla dura como una roca latiendo
dentro y fuera de mí, la sublime quemadura de su áspero rastrojo en mi
piel sensible. Él jadea palabras en el teléfono, gruñendo y silbando su
aprobación mientras me pongo más y más ruidosa. Sin embargo, apenas
puedo escuchar lo que está diciendo, y pronto una sensación tensa y
efervescente se apodera de mí. Sucede de repente. Un imparable mural
de calor que me atraviesa como aguas rápidas chocando contra la barrera
de una presa. Subiendo hacia arriba y al mismo tiempo arrastrándome
con él.
—Santa… ¡MIERDA! —Las palabras salen como una súplica de
ayuda. Mi pecho se agita mientras trato de recuperar el aliento, arriba
abajo, arriba abajo.
La risa perezosa y divertida de Zeth resuena alrededor del estrecho
cubículo.
—Parece que disfrutaste eso, chica enojada.
—Jódete —le digo, solo a medias.
Y luego escucho algo que me hace congelarme en el lugar: la
descarga de un inodoro. Zeth permanece en silencio por un momento y
luego dice:
—Déjame adivinar. Esa no fuiste tú.
Me siento erguida, inclinándome hacia adelante, golpeando mi
boca con las manos. Zeth solo comienza a reír. Levanto el teléfono y
presiono el gran botón rojo de finalización de llamada, sintiendo toda mi 77
sangre correr por mis mejillas.
Santa. Jodida. Mierda.
Se abre una puerta del cubículo, no el que está justo a mi lado,
sino el que está al final, y el sonido de un grifo que se abre llena el baño.
Quienquiera que sea, se lava las manos apresuradamente y luego sale
corriendo del baño. Agarro mi ropa y me visto frenéticamente. ¡Tengo que
averiguar quién demonios era ese! ¡No, no, no, no, NO! Mierda. ¡¡Mierda!!
Me lavo apresuradamente mis propias manos, y luego salgo
corriendo del baño, con el pecho todavía agitado, más por el horror y la
conmoción ahora que por el orgasmo que acabo de experimentar, que
registró un nueve punto dos en la escala de Richter. El corredor está lleno
de enfermeras, médicos y miembros del público. ¡Miembros del jodido
público! No sé qué es peor, la idea de un colega que acaba de escuchar
eso o el pobre y desprevenido familiar de uno de mis pacientes. Mi horror
se vuelve absoluto cuando Oliver Massey camina por el pasillo hacia mí,
sonriendo. Levanta su palma, sonriéndome. Sin pensarlo respondo,
levantando mi propia mano para darle un choque cuando pasa. Levanta
una ceja mientras continúa.
—Sus pantalones están al revés, Romera —señala, guiñando un
ojo—. ¿Qué ha estado haciendo?
12
Sloane
Traducido por Emotica G. W y RRZOE
84
13
Sloane
Traducido por astrea75 y yiany
90
14
Sloane
Traducido SOS por Moreline y MadHatter
Resulta que fue vital que agarrara mi bolso. Para cuando llegamos
a la autopista, el tanque de gasolina está en reserva. ¿Quién no llena el
tanque si está planeando un buen secuestro? Inmediatamente dejo los
límites de la ciudad y me encuentro en la Interestatal-5 Sur sin siquiera
tomar la decisión conscientemente. El camino se extiende en una llanura
interminable de asfalto ahora, una gran franja de camino que nos llevará
durante aproximadamente diecisiete horas en la misma dirección hasta
que lleguemos a Los Ángeles. Podría haber ido al hospital. También
podría haber recurrido a Pip, pero la idea de arrastrar problemas a su
puerta es algo que no puedo considerar. Lo mismo con mi lugar de
trabajo. Todo lo que sé es que la única persona capaz de mantenernos a
salvo ahora probablemente se molestará con nuestra presencia. Y
literalmente no tengo idea de cómo encontrarlo una vez que lleguemos a
91
L.A.
Lacey finalmente se queda dormida después de que nos detenemos
en una estación de servicio y le doy un refresco demasiado dulce y un par
de barras energéticas. Una vez que amanece, débil y sombrío, un color
rosa pálido extendiéndose sobre el cielo nublado, encuentro un Wal-Mart
fuera de la autopista y espero a que esté abierto. Lacey permanece
dormida en el auto cuando entro y tomo un par de mudas de ropa. La
cajera mira el moretón morado y fresco en mi antebrazo donde el tipo me
agarró antes y sacude la cabeza, como si el estado en que me encuentro,
la hora temprana, y mi apresurada compra de vaqueros, camisetas y
zapatos contara una historia propia. Claramente piensa que estoy
huyendo de un novio abusivo o algo así.
Es sorprendente la diferencia que un par de vaqueros y unas
balerinas pueden hacer para escapar. Ciertamente me siento menos
vulnerable que en mis pijamas, de cualquier manera. Lacey se despierta
ocho horas después, está lo suficientemente consciente como para
decirme que no sabe conducir, antes de que decida que es suficiente y
tenemos que deshacernos del auto. Nos detenemos en el condado de
Jackson, Oregón, y abandonamos el vehículo en el estacionamiento de
una licorería con las llaves aún en el encendido, alguien seguramente lo
robará teniendo en cuenta el vecindario, y luego caminamos cinco
cuadras hasta un motel, donde rápidamente nos registramos con un
nombre falso y finalmente me desmayo.
***
Zeth
—¿Qué coño quieres decir con que el lugar estaba vacío?
Callum, uno de mis muchachos, recita con cautela la información
que necesita contarme, sabiendo muy bien en cuánta mierda está metido.
Le asigné la tarea de revisar el lugar de Sloane durante la noche y el
increíble hijo de puta solo me llama ahora, a las jodidas once de la
mañana, para decirme que la casa estaba vacía cuando llegó allí.
—¿Cuándo fue la última vez que pasaste por el lugar? —exijo.
Permanece en silencio por mucho tiempo. Y luego:
—A la medianoche. —Puedo escuchar la contracción de dolor en su
voz.
Espero que pueda escuchar el asesinato en la mía.
—¿Repítelo? Porque juraría que acabas de decir a la medianoche,
cuando te dije que pasaras cada dos horas.
—Lo sé, Zee. ¡Pero el lugar está a kilómetros de cualquier cosa,
hombre! Me llevó una hora encontrarlo. Supuse que nadie más se
dirigiría por ese camino incompleto en la oscuridad. ¡Es jodidamente 92
peligroso!
—¿Sabes lo que es jodidamente peligroso? —digo gruñendo en voz
baja—. Yo. Yo soy jodidamente peligroso, y en este momento estoy cerca
de volar de regreso a Seattle para poder matarte personalmente. ¿Me
entiendes?
—¡Lo siento, Zee! En serio, las voy a encontrar, lo juro.
—No, no lo harás. Me dirás lo que encontraste cuando subiste allí.
—Mi voz se vuelve más tranquila y baja con cada palabra; cualquiera que
me conozca lo suficiente sabe que esto no es algo bueno.
—Había rastros profundos de neumáticos. Sin embargo, no del
auto de la doc. Ese estaba todo jodido, todavía estacionado junto a la
casa. Y había muchas huellas de pisadas y marcas en el barro. Supongo
que parecía como si hubiesen arrastrado algo o alguna mierda.
—¿Arrastrado algo o alguna mierda? Realmente me estás llenando
de pensamientos agradables en este momento, Callum. ¿Sabes lo que se
siente que te rompan los dedos uno por uno? Porque la posibilidad de
mostrarte suena cada vez más divertida a cada segundo. Dónde. Están.
—No lo sé, jefe. Aunque lo averiguaré. ¡Ahora mismo!
El teléfono se corta. Aprieto los dientes, cerrando los ojos y
presionando las manos alrededor de la cosa hasta que cruje bajo la
presión. Me tomo un momento. Trago fuerte. Inhalo una respiración
profunda.
Hoy no ha comenzado bien.
Un retorcijón de inquietud y frenesí hace que prácticamente me
hierva el estómago. ¿Qué mierda me pasa? Me están sudando las palmas
como locas y mi corazón me late tan rápido que casi parece que está
luchando por alejarse de mí. Me levanto, sintiéndome un poco mareado.
Respira, por el amor de Dios, me digo. Jodidamente respira. Pero no
parece ayudar. La última vez que me sentí así fue cuando los barrotes de
mi celda en la cárcel se cerraron de golpe la primera noche en Chino y
me di cuenta de que estaba jodido. Totalmente vulnerable. A la voluntad
de otro hombre. No había vivido así desde antes, con mi tío. Y había
jurado que nunca más lo haría. Me dejé llevar por el pánico la primera
noche, y luego cerré todo. Decidiendo que podían ponerme detrás de las
rejas y decirme cuándo podía comer, cuándo podía ducharme y cuándo
podía hacer ejercicio, pero no había manera de que me dijeran cómo
sentirme al respecto. Después de eso, había caminado con la cabeza bien
alta, desafiando a cualquiera a intentar probarme. A intentar empujarme.
No fue necesaria una pelea obligada con otro recluso para demostrar lo
duro que era cuando comencé mi temporada en Chino. Había sido una
invitación abierta, una oferta para que cualquiera lo suficientemente
estúpido lo intentara. Nadie lo hizo. Ni una sola vez. El sentimiento de
impotencia se había desvanecido después de eso, y me di cuenta de que
tenía el control de algunas pequeñas maneras, incluso dentro de la
93
prisión.
Pero no ahora. El sentimiento se retuerce fuertemente a través de
mis entrañas, anudando todo en una dolorosa unión de intestinos,
órganos, músculos y sangre.
Completamente inaceptable.
No sé dónde están.
No sé dónde está ella.
No sé cómo llegar a ellas.
No hay nada que pueda hacer.
Pero necesito hacer algo. Tengo que hacerlo. Agarro mi chaqueta,
probando el peso para asegurarme de que las llaves del Camaro todavía
están adentro. Conduciré todo el día y toda la noche si es necesario. Voy
a encontrar a esas chicas. Mis chicas. Mi chica.
Al otro lado de la puerta, Julio y uno de los guardias de la entrada
de la otra noche, el alto, ya se dirigen por el pasillo, con una mirada seria
firmemente pegada en su rostro. Una mirada seria en el jefe de una
pandilla mexicana es una mala señal. Cuando Julio sospecha o se
considera amenazado, actúa en sentido contrario; sonríe. Cuando
sospecha que alguien le está tomando el pelo, tomándose libertades,
espiando y, en general, jodiendo con los negocios que no tiene derecho a
joder, ahí es cuando desaparece la sonrisa.
—¿Vas a algún lado, ese? —pregunta Julio. Ahora ya no hay un
hermanos aquí. Solo un leve desprecio que me hace saber que estoy
realmente jodido. Ese es el tipo de nombre reservado solo para otros
hispanos. Julio lo usa irónicamente, señalando que no pertenezco al
lugar. Que él sabe que algo serio está pasando. El guardia a su lado lleva
una pistola escondida en la parte delantera de su cintura, con el pulgar
obviamente enganchado en el cinturón.
Me encojo de hombros.
—No mucho, hombre. Solo salgo a buscar a un amigo. Dijiste que
podía traer a alguien a este evento, ¿verdad? —No es hasta dentro de
otros dos días, pero tengo que arriesgarme. Es la primera excusa que se
me viene a la mente.
—Claro, claro. —Julio asiente. Se rasca la barbilla, mirándome de
arriba abajo—. Antes de irte, ven a charlar un rato junto a la piscina,
¿eh? —Este no es el tipo de solicitud a la que un hombre se niega. El
hecho de que incluso lo haya disfrazado como una solicitud me da un
atisbo de sospecha de que tal vez no sepa tanto como creo. Todavía no,
de todos modos. Asiento, entrecerrando los ojos hacia él. Julio hace un
gesto delante de sí mismo, indicándome que vaya primero. Después de
tres días deambulando casualmente por los pasillos, con la esperanza de
tropezar sin querer con Alexis, obtuve una buena distribución de la tierra
dentro de la villa del complejo. Me dirijo directamente a la piscina. Afuera,
ya se ha dispuesto una bandeja de frutas junto con zumo y cerveza
frescas. Julio se sienta en una tumbona, el guardia toma posición detrás
94
de él. Me rio ante el ridículo delincuente, quien me devuelve la mirada.
—Te vas a disparar en la polla con esa cosa —le advierto,
levantando las cejas ante su arma. Alcanzo una fresa, que mastico
lentamente, sonriéndole de forma macabra.
Julio chasquea.
—Vamos, Zeth. Sé amable con mis amigos. Yo siempre soy amable
con los tuyos, ¿verdad?
Como otra pieza de fruta, meciendo la cabeza de lado a lado, en un
gesto evasivo, a pesar de que digo:
—Es cierto.
—Solo quería preguntarte algo, mi amigo. —Julio hace un gesto
con la mano hacia el guardia, que esta vez saca un sobre manila doblado
por el medio. Julio lo acepta y saca un trozo de papel, que coloca boca
abajo en la mesa entre nosotros—. Me preguntaba si podrías explicar un
poco más sobre tu negocio aquí en Los Ángeles. Dijiste que te
encontrabas con algunos amigos de camino para visitar a la familia, ¿no?
—Eso es correcto —respondo instantáneamente, sin parpadear
ante su línea de preguntas o el trozo de papel que sacó del sobre.
—Ya veo. ¿Qué tipo de amigos tienes aquí en Los Ángeles, Zeth?
—De todo tipo. —Otro bocado de fruta. Hago un gesto hacia el cubo
de hielo lleno de cervezas y levanto las cejas nuevamente. Julio asiente,
dando su consentimiento. Abro una y le doy un largo trago. Julio hace lo
mismo, aunque solo toma un pequeño sorbo—. Ayer visité a un viejo
amigo de la secundaria. Comimos algo en el almuerzo —le digo. Tuve
cuidado de asegurarme de que no me siguieran, pero mierda. A veces las
personas son unos hijos de puta furtivos. Julio podría haberme seguido
cuando fui a encontrarme con Rick. Es mejor admitir haberlo visto antes
de enfrentar pruebas fotográficas, si eso es lo que tiene en ese papel.
—Ajá. —Julio apoya una mano en su grotesco bulto de barriga,
balanceando la cerveza hacia su lado también—. Este amigo tuyo. ¿Tiene
nombre?
Le doy una mirada confusa.
—Sí, se llama Rick. ¿Por qué?
—Porque encontramos a un chico tomando fotos de las chicas ayer
desde afuera del complejo. Se niega a darnos su nombre o por qué está
aquí. ¿Pensamos que tal vez podría ser un amigo tuyo?
Mierda. ¿Un chico tomando fotos de las chicas desde afuera del
complejo? Seguro que es alguien que conozco, pero no es Rick. Es
Michael. Meneo la cabeza, sonriendo tristemente.
—Lo siento. No tengo idea. ¿Probablemente sea solo un pervertido
tratando de mojar su polla, no? 95
Con el ceño fruncido, el guardia detrás de Julio hace un gruñido
de incredulidad en el fondo de su garganta.
—¿En serio va a escuchar esto, jefe? El tipo está lleno de mierda.
—¡Cierra la maldita boca, Andreas! —espeta Julio. Sus papadas
caídas se tambalean ante su repentino pico de ira. Con la cara casi
morada, Julio lanza una mirada sobre mí que haría tambalear a hombres
más chicos. Pero a mí no. He lidiado con cosas mucho peores y salí del
otro lado oliendo a jodidas margaritas. El otro tipo generalmente sale
apestando a sudor y con sus pantalones manchados de orina. Julio lo
sabe.
—No te estoy acusando de nada, Zeth —me tranquiliza—. Solo
quiero asegurarme de que este hombre no sea amigo tuyo antes de
permitir que Andreas y sus amigos se vuelvan un poco más ingeniosos
con sus preguntas. ¿Me sentiría mal si lastimara a alguien que hayas
empleado?
Si Michael está en algún lugar de este complejo, entonces está
manteniendo la boca cerrada, es una de las razones por las que lo
contraté, y sé que no tienen motivos para sospechar que es uno de los
míos. Por la reacción enojada de Julio ante la insistencia de Andreas de
que sospeche de mí de alguna manera, tengo la impresión de que él fue
quien susurró la sugerencia al oído de Julio en primer lugar.
—Lo siento hombre. Como dije, no puedo ayudarte. No tiene
sentido de todos modos. ¿Por qué tendría a alguien vigilando el lugar
cuando ya estoy adentro?
Porque él puede tomarles fotos, cuando me haya ido. Porque puede
ver el área de las chicas del complejo desde donde se esconde. Porque
necesito actuar con calma mientras estoy aquí, y que no me atrapen
husmeando como un maldito espía. Hay más razones, pero esas son las
más importantes.
Julio clava los ojos oscuros en mí, tal vez tratando de averiguar la
verdad de mi comentario, y luego, pensativamente, menea la cabeza de
arriba abajo.
—Lo pensé mucho, hombre7. Pero sabes cómo están las cosas con
Charlie, ¿eh? Ahora somos buenos amigos, pero no siempre fue así. Soy
un hombre cuidadoso, Zeth. Siempre me gusta tener cuidado.
—A mí también.
Julio voltea casualmente el papel sobre la mesa, reflexionando
sobre él por un momento. Cuando lo vuelve a bajar, está bien, y puedo
ver el daño que ya le han hecho a mi segundo al mando. La apariencia
ordinariamente impecable de Michael ha desaparecido, ha sido
reemplazada por vaqueros llenos de polvo y una camisa blanca
manchada de sangre. Los músculos de sus brazos están tensos,
flexionados torpemente mientras tira de los lazos que le atan las manos
a la espalda. Sangre en la frente, la sien, su hombro, corriendo de su
96
boca. Ya lo han golpeado bastante bien.
Dejo que todo me invada. No hay tiempo para entrar en pánico o
preocuparse por el hombre; esta no es su primera vez en el rodeo. Puede
cuidarse solo; lo sé por experiencia. Sin embargo, ese conocimiento no
detiene la ira pura que siento. Tengo que agarrarla con ambas manos y
mantenerla adentro. Tendré que lidiar con eso más tarde. Sonrío,
levantando una ceja a Andreas que todavía se encuentra de pie con un
dedo en el gatillo, rogando que le pidan usar el arma que tiene en la
cadera.
—No se te puso dura8, Andreas. Dicen que un hombre que no puede
tener una erección tiene que hacerse sentir como un hombre de otras
maneras.
—¿Qué carajo estás insinuando, puto9? —espeta, dando un paso
adelante. Julio levanta una mano impaciente y lo detiene en seco.
—Realmente deseo que se porten bien, muchachos —dice
cansado—. Andreas, ve a ver si este tipo está listo para decirnos qué está
haciendo aquí, por favor. Zeth, sé que dijiste que ibas a buscar a un
amigo, pero ¿tal vez me harías el honor de pasar esta tarde conmigo?
7
En español en el original.
8
En español en el original.
9
En español en el original.
¿Pensé en tener tal vez algún entretenimiento con las chicas y tomar un
par de cervezas al sol?
Por el amor de Dios. Quiere mantenerme cerca. Puede que no le
crea a Andreas en este momento, pero tampoco necesariamente me cree
a mí. Hago una expresión con mi mejor imitación de una disculpa.
—Lo siento, Julio. Realmente necesito ir a buscar a esta chica. Tal
vez mañana...
—No me dejarás beber solo, ¿verdad? —interrumpe. Apoya una
mano firme sobre mi hombro, empujándome hacia la tumbona—. No,
Zeth, hombre. Yo no bebo solo. Me temo que realmente debo insistir.
97
15
Sloane
Traducido por Moreline y Emotica G. W
Zeth
Mi teléfono prepago se está volviendo loco en mi bolsillo. Solo hay
cinco personas que tienen ese número, así que sé que es jodidamente
importante. ¿Pero puedo responderlo? No, jodidamente no puedo
responder porque estoy atrapado en un recinto lleno de mexicanos
enojados y sospechosos que parecen estar realmente ansiosos por
golpearme hasta la mierda. No soy idiota. Sé que soy un hijo de puta
arrogante, pero hay una razón para mi ego gigantesco: me lo he ganado.
No soy solo una persona violenta. Soy una persona violenta entrenada, y
cuando siento la necesidad, puedo herir con éxito a muchísimas personas
en muy poco tiempo y de muchas maneras diferentes. Pero incluso sé
que no estoy en condiciones de hacerlo ahora. Tres razones: número uno,
hay más de quince tipos con armas apiñados alrededor del recinto en este
momento. Número dos, esas armas no son solo armas. Son
101
semiautomáticas. Y número tres, estoy jodidamente acabado.
Cuando Julio dijo que quería tomar unas cervezas al amanecer,
probablemente debería haber dicho que quería beber una caja de cerveza,
junto con tres botellas de ron cubano, y seguir bebiendo hasta que se
pusiera el sol y ninguno de los dos pudiera ponerse en pie. Mi único alivio
es el hecho de que Julio está tan cagado como yo y el bastardo sudoroso
no terminó llamando a las chicas. De ninguna manera podría conseguir
su polla dura con tanta Habana corriendo por sus venas. Yo
probablemente podría si lo intentara realmente fuerte, pero jodido si
quiero. Todo lo que puedo pensar en este momento es en Sloane. Y
también cuánto quiero matar al maldito Callum por no vigilar la casa
como le dije.
De vez en cuando la difícil situación de Michael surge a través de
la niebla en mi mente, pero conozco al tipo. Puede recibir una paliza
cuando la necesita, a veces incluso disfruta de una; pero esa es una
historia diferente. Para cuando descubra dónde lo tienen en la mañana,
puede que tenga algunas costillas rotas y un par de ojos negros, pero
Julio no permitirá que sus hombres hagan demasiado daño. No de
inmediato. Primero querrán obtener información de él, y les llevará un
tiempo darse cuenta de que el terco bastardo no se la dará. Basta decir
que le deberé un aumento de sueldo serio después de esto.
—Tú y yo, nosotros, somos jodidos perros, ¿verdad? —dice Julio
con un hipo. Me cuesta mucho girar los ojos hacia el gran bulto de
hombre, medio reclinado, medio hundido en la tumbona.
—Habla por ti, hombre —gruño.
Esto lo hace reír.
—Tú jodidamente lo eres. ¡Y yo también! No hay... no hay nada
malo en saber lo que eres. Naciste como una mierda, y yo también. Pero
solo porque... —Hace una pausa, presionando su puño cerrado contra el
esternón. Espera un minuto, con los ojos llorosos, y luego continúa—:
Solo porque nacimos como una mierda no significa que todavía vivamos
de esa manera. Somos pirañas nadando entre los otros peces, luciendo
como los demás hasta que nos provocan. Y luego somos el pez más
jodidamente desagradable que puedas imaginar. ¡Somos los reyes de los
peces! ¡Jodidamente rey pez!
Hago una mueca ante eso.
―No soy una piraña. Soy un tiburón blanco.
―Lo que sea, hombre. No sabes de lo que estás hablando. Has visto
a esos bastardos arrancar... ―Otro episodio de acidez estomacal―. ¿Has
visto a esos bastardos arrancar la carne del hueso? Son fascinantes. Una
pesadilla.
Tomo otro chupito de Havana, haciendo una mueca.
―Las pirañas viven en bancos de arena. Son peces… de grupo. Los
102
tiburones blancos son los jodidos del mar. No los atrapas pasando el rato
en grupos. Son como… lobos solitarios.
Julio inclina la cabeza hacia atrás y aúlla, su voz imitando la
llamada de un lobo.
―Bueno, ya no sé qué animales somos, cabrón. Todo lo que sé es
que tú y yo somos uno y lo mismo. Nos salimos a toda costa de la mierda
sucia en la que nacimos y nos forjamos un reino. Aunque mi reino es un
poco más grande que el tuyo, ¿eh?
Asiento tristemente, inclinando mi vaso hacia él.
―Ajá. Y tampoco respondes a nadie, ¿verdad?
Julio vierte temblorosamente un poco más de alcohol en nuestros
dos vasos de chupito vacíos, sonriéndome. Suprime su sonrisa cuando
dice:
―Por lo que sé, ya no estás recibiendo órdenes, tampoco. ―Me
ofrece el alcohol, sus ojos de alguna manera un poco más lúcidos de lo
que lo habían sido hace un minuto.
Bueno, jódanme. Su comentario tiene un efecto aleccionador
instantáneo. ¿Sabe que abandoné a Charlie? Me aclaro la garganta. Hay
mucho en juego en lo que salga de mi boca después.
―Charlie es un gran dolor en el culo a veces, Julio. Estamos en un
descanso. Estoy seguro de que se habrá olvidado... ―Agito mi brazo en el
aire de forma borracha en dirección general a Seattle―,... de todo la
próxima semana. ―Mejor hacer que parezca que él está enojado conmigo
que viceversa. Julio podría albergar cierta simpatía por un chico de
nómina que ha enfadado a un jefe como Charlie. Un chico de nómina que
se ha vuelto corrupto y ha decidido tomar ciertos asuntos en sus propias
manos probablemente solo lo enojará. Todos estos pensamientos toman
forma lentamente a través de una espesa neblina de alcohol.
―Ya veo. ―Julio toma su bebida y extiende el brazo sobre la mesa
entre nosotros, colocando una mano firme sobre mi hombro, apretando
con fuerza―. Hoy te defendí, Zeth. Decidí darte el beneficio de la duda
cuando mis hombres habrían hecho que te matara en su lugar. He hecho
esto porque somos jodidos perros, tú y yo, y cuando te miro me veo… a
mí.
Sí, ya quisieras, imbécil. A través de la bebida, esto me parece
divertido, dado que soy treinta y un centímetros más alto, diez años más
joven y cuarenta y cinco kilos más liviano que el saco de gelatina de
hombre tirado frente a mí. ¿Supongo que es hora de agradecerle? Aspiro
oxígeno, deseando que el aire fresco me ayude a encontrar las palabras
adecuadas para transmitir un poco de gratitud modesta.
Lamentablemente, todo lo que se me ocurre es:
―Gracias. 103
Ofrece un encogimiento de hombros con un solo hombro.
―No me demuestres lo con…
No es acidez estomacal lo que lo interrumpe esta vez. Son disparos.
Relativamente silencioso hace un momento, el recinto de repente está
vivo con ruido, gritos y el crack, crack, crack de armas que disparan.
Julio, de alguna manera, se pone de pie entre subida y bajada de pecho.
―¡Singa la puta!10 ―ruge, arrojando el vaso al suelo.
Me pongo de pie, la adrenalina atravesando el alcohol. Esto no es
jodidamente bueno. Todavía se siente como si estuviera en un maldito
carrusel cuando sigo por detrás la forma torpe de Julio mientras se dirige
hacia la entrada principal de la villa. Afuera, todos los guardias de Julio
están enfurecidos, dirigiendo sus armas a través de la cerca hacia los
faros encendidos de un vehículo al otro lado.
―¡De nuevo al jodido auto, puta!
―¡Dispara! ―grita uno de los guardias―. ¡Jodidamente dispara!
Julio contempla la escena con ojos indignados, inyectados en
sangre.
―¿Qué demonios está pasando? ―Su exigencia en un grito hace
poco para calmar a los pistoleros, aunque uno de ellos sí le responde.
10
En español en el original.
―Alguna perra salió del desierto. ¡Es una jodida policía!
Un pinchazo de furia surge de mi vientre. ¿Una policía? Solo puede
ser esa jodida mujer de la DEA, Lowell. Probablemente esa sea la razón
por la cual mi prepago ha estado sonando toda la tarde, Rick tratando de
decirme que ella estaba viniendo. Por un segundo, casi quiero que los
guardias se salgan con la suya. Pero luego la figura parada frente al auto
se mueve, un cuerpo delgado formando una silueta, y veo que me
equivoqué. No es Lowell ni ninguna otra policía. Es una doctora.
Es la jodida Sloane.
Camino enfurecido más allá de los pistoleros, empujándolos
bruscamente fuera del camino mientras cargo hacia la mujer al otro lado
de la compuerta con barandas. Todo lo que puedo ver es la mirada
sorprendida, petrificada en su rostro mientras está parada fija en su
lugar, las manos extendidas, como evitando las balas con las palmas de
sus jodidas manos. Tengo que parar cuando llego a la compuerta, está
cerrada. Dejo escapar un rugido tan fuerte que puedo sentir que me
desgarra la garganta. Golpeo mi puño contra la cosa, temblando tan
violentamente que apenas puedo estar de pie derecho.
―¡QUÉ MIERDA! ―le grito directamente a su rostro pálido,
conmocionado. No puedo… ni siquiera puedo pensar a través de la ira.
Siento la mano como si alguien acabara de golpearla con un martillo,
pero eso ni siquiera se registra. Ella no debería estar aquí. Hice planes,
me aseguré de que no se encontrara atrapada en todo esto. Que no 104
estuviera en peligro. Ella. No. Debería. Estar. Aquí―. ¿Qué mierda?
―pregunto de nuevo, esta vez gruñéndolo por lo bajo, tratando de
controlarme. También comienza a temblar, las manos temblorosas a los
costados.
―Podrían haberte… podrían haberte disparado ―gime.
Echo una mirada distraída sobre mi hombro, registrando
vagamente las quince M16 ahora apuntadas a mi espalda. El bulto
oscuro de Julio avanza por el mar de cañones y cargadores, una ceja
levantada tan alta que casi llega a la línea del cabello.
―¿Alguien que conoces, Zee? ―Parece enfadado.
―Sí. ―Joder, joder, joder. ¡Piensa!―. Esta es… esta es Beth. Es mi
acompañante. ―Me vuelvo hacia ella, tratando de encenderla con las
profundidades de mi ira―. Y no debería estar aquí.
―Nunca has estado más en lo correcto ―responde. Su voz ahora
está limpia del alcohol, al igual que la mía. Es curioso cómo la ira severa
puede tener ese efecto. Estoy enojado con Sloane, y Julio está furioso
conmigo―. ¿Le diste a una zorra jodidas instrucciones para llegar a este
lugar?
La bilis me revuelve el estómago por el título que acaba de darle a
Sloane, pero no puedo decir una palabra al respecto. Prácticamente
acabo de llamarla así yo mismo cuando dije que era mi acompañante.
Quiero plantarle el puño firmemente en la cara, pero en su lugar digo―:
Lo siento, Julio. Mi error. Se suponía que debía recogerla, recuerdas.
Debe haber venido a buscarme.
Julio niega con la cabeza hacia mí, la boca abierta.
―Eso fue muy desconsiderado, mi amigo.
―Lo sé. Disculpas, hermano. No pensé. ―No hay forma de que vaya
a jodidamente creer esto. Sabe que no soy tan completa, absoluta,
extraordinariamente estúpido. No le das esta dirección a nadie. Nadie.
Especialmente no a una chica a la que quieres follar. Le vendas los ojos
y la conduces aquí en el maletero de un jodido auto, asegurándote de
conducir en círculos para confundirla increíblemente primero.
Andreas aparece sobre el hombro de Julio, tenso de furia. La
mandíbula funcionando, Julio parece que ha tomado algún tipo de
decisión.
―Llévala adentro ―espeta, mirándome fijamente―. Tráela al
estudio. Sería de buena educación que me presentaras a tu amiga.
―¡Julio!
Andreas se adelanta con una objeción que es interrumpida por una
mano levantada de su jefe. Julio se da vuelta y clava un dedo en el pecho
del otro hombre.
―Abre la jodida compuerta, Andreas ―sisea.
Andreas parece como si lo hubiesen golpeado a traición. Aunque 105
obedece y abre la compuerta. Tan pronto como está abierta, la atravieso
empujándola y agarro a Sloane por el brazo, tirando de ella de nuevo
hacia la bestia polvorienta de auto en el que ha venido.
―La llevaré adentro ―espeto sobre mi hombro. Y luego a ella, más
silenciosamente―: Métete en el maldito auto. ―Está blanca como una
sábana, pero hace lo que le digo. Me subo al lado del conductor,
permitiéndome el lujo de golpear el puño contra el volante antes de
arrancar el motor. Sloane salta, jadeando.
―Necesitas dejarme… —comienza ella. Acelero el motor tan fuerte
que grita. Capta la indirecta y malditamente se calla.
―No necesito dejarte nada, Sloane ―gruño―. Escúchame. Escucha
jodidamente bien. Estás aquí como mi invitada para asistir a una reunión
dentro de dos días. Eres una puta estúpida, cabeza hueca que no sabe
nada de mis negocios, Charlie, tu hermana o Lacey. Lo único que sí sabes
es que te gusta follar conmigo. ¿Entendiste eso? ―Abre la boca,
indignación mostrándose en el destello afilado de sus ojos. Antes de que
pueda suspirar una palabra, conduzco el auto al recinto y lo estaciono de
golpe al lado del Camaro. Los otros aún no han llegado al auto, pero están
a solo unos segundos.
―Estoy hablando jodidamente en serio, Sloane. Si quieres que
alguno de los dos salga vivo de aquí, harás lo que te digo.
―No soy alguna zorra… ―comienza.
―Sí, lo eres. En este momento eres peor que una zorra porque ni
siquiera están pagándote por esto. Estás haciéndolo solo por la emoción.
¿Me escuchas? Si no haces esto, los dos estamos jodidamente muertos.
Sus mejillas adquieren un pálido color gris.
―Muy bien.
Apenas tengo la oportunidad de dar un suspiro de alivio. Las
puertas del auto se abren desde afuera y Julio está de pie esperándome
del lado del conductor, la boca contraída en una línea apretada. Andreas
agarra a Sloane, clavando los dedos con dureza en la piel de su brazo,
sacándola a la fuerza del lado del pasajero. Tiene sus jodidas manos
sucias sobre todo su cuerpo mientras ella se endereza. Piernas, caderas,
estómago, brazos. La palpa, las palmas rozándole deliberadamente los
senos. Una luz roja desciende sobre mi visión. Oh, diablos, no, no acaba
de...
Lo hizo. ¡Jodidamente lo hizo!
Eso.
Es.
Jodidamente.
Todo.
Salto y cargo alrededor del otro lado del auto, finalmente hirviendo.
―¡Jodidamente no acabas de sacar del auto a rastras a esa chica!
106
―rujo. La mano de Andreas alcanza su arma, pero no se mueve lo
suficientemente rápido. Mi puño hace un crujido satisfactorio cuando
impacta con su pómulo. Gritos en español se elevan a nuestro alrededor
mientras los cuerpos se amontonan. Sin embargo, no sirve de nada;
Andreas cae como un saco de rocas y estoy encima de él, puños lloviendo
izquierda, derecha, izquierda, derecha, golpeándolo tan fuerte como
puedo. Me encuentro atrapado por un impulso tan poderoso que estoy
jodido si me importa hacer algo más que obedecerlo. Unas manos tiran
de mí, pero no sirve de nada. Estoy demasiado decidido a golpear la
cabeza de Andreas en la tierra.
―¡Zeth! ―El grito indignado finalmente frena mis manos. Julio
espera junto a Sloane, los ojos muy abiertos de incredulidad―. ¡La mujer
está bien! ¿Jodidamente vas a matar a uno de mis mejores hombres por
un jodido moretón?
―Lo mataré por atreverse a respirar el mismo aire que ella ―jadeo,
el pecho agitado―. Lo mataré solo por mirarla mal.
Julio solo sacude la cabeza, asombrado. Señala a uno de sus otros
hombres hacia Andreas, todavía impresionado por lo que he hecho.
―Llévalo al sótano. ―Se da vuelta y camina lentamente de regreso
dentro de la villa, dejándonos a mí y a Sloane afuera. Solos con catorce
mexicanos armados y muy enojados.
16
Sloane
Traducido por RRZOE, astrea75 y yiany
11
Bruce Almighty (titulada Como Dios en España y Todopoderoso en Hispanoamérica)
es una película estadounidense de comedia y fantasía con tema religioso del año 2003
dirigida por Tom Shadyac, escrita por Steve Koren, Mark O'Keefe y Steve Oedekerk.
la ventana. A cualquier lugar menos a él y lo que se está haciendo a sí
mismo.
—Bastante justo. —Ni siquiera parece molesto. Sin embargo, me
está mirando; Puedo sentir su intensa atención en mi piel. La habitación
se queda en silencio, aparte de los sonidos de su palma trabajando su
polla y el sonido cada vez más irregular de su respiración. ¿Cómo puede
un chico simplemente masturbarse descaradamente, desnudo, y ni
siquiera estremecerse cuando la mujer a la que está tratando de excitar
parece más asqueada que interesada? Qué chiflado. Le echo un vistazo
por el rabillo del ojo. Su cuerpo es una maldita obra de arte.
Especialmente tenso como está, bloqueado con fuerza contra cada golpe,
desliza hacia arriba abajo la palma de la mano. Aprieta la mano más
fuerte alrededor de sí mismo y respira hondo. Se ríe un poco cuando me
ve mirándolo. Dirijo mis ojos a la ventana, maldiciéndome. No juegues a
este maldito juego. No juegues con él.
Sin embargo, es solo cuestión de un minuto antes de que esté
mirando de nuevo. Él deja escapar un bajo y vago retumbar desde lo más
profundo de su pecho y es lo más excitante que he escuchado. Me
comienzan a temblar las piernas. Estoy haciendo todo lo posible para
ignorar la cálida sensación de tensión que se está formando entre ellas.
Bastardo. ¿Cómo? ¿Cómo demonios me hace esto? Me muevo
ligeramente, luchando con mi cuerpo, tratando de hacer que me obedezca
a mí y no a él. Pero quiere mirarlo. Dios, quiero mirarlo. No se ríe cuando
me ve observando esta vez. Solo se mira a sí mismo, con ojos 112
encapuchados llenos de sexo e invitación. Y luego los cierra y echa la
cabeza hacia atrás, y me deja sola para tomar mi propia decisión. Su
mano trabaja un poco más rápido, haciendo que su respiración se
acelere.
Me quedo sentada, preguntándome qué demonios quiero hacer. Sin
embargo, he tenido esta conversación conmigo misma antes. Es
increíblemente inteligente. Continuamente me muestra lo que puede
quitarme si quiere, y luego da vuelta la situación, haciéndome dar cuenta
de cuánto quiero que él lo tenga de todos modos. Cuánto quiero dárselo.
Odio eso. Por principio, no quiero sucumbir a la manipulación esta vez.
Para mostrarle al bastardo que no es tan listo como cree. Solo él. Es un
maldito genio malvado.
Me levanto.
Ante el sonido del movimiento, una amplia sonrisa se despliega en
el rostro de Zeth, pero mantiene los ojos cerrados. Probablemente para
salvar lo que queda de mi frágil orgullo. No puedo creer que esté haciendo
esto. Cada vez que hacemos esto, voy a él en sus términos, pero ¿puedo
detenerme? No. Soy patética. Me quito la ropa lentamente, aunque él no
puede ver, dándome tiempo para cambiar de opinión. Pero no. En
cambio, me encuentro arrastrándome por la cama justo como él quiere
que lo haga, y luego me quedo sobre su mano mientras la mueve
suavemente por su polla hacia arriba abajo. Está hinchada,
malditamente enorme y hermosa. Exhalo y mi aliento roza su piel,
haciéndolo temblar dramáticamente.
—Quiero sentir esos labios, Sloane —dice con brusquedad.
—Oh, ¿está bien que estén en tu polla pero no en tu boca? —Se
tensa un poco pero elige no responder. Un completo hijo de puta. Tengo
algo en mente para darle una lección. Doblo mi cuello hacia él, sintiendo
el latido acelerado de mi corazón en mis labios antes de tomarlo con la
boca. Esto es diferente a la otra vez que se lo hice. Esa vez estaba de
espaldas. Se había alzado sobre mí como un gigante, su presencia todavía
se cernía de alguna manera en la oscura habitación del hotel. Había
asegurado firmemente sus manos en mi cabello, guiando mi cabeza.
Aunque ahora no. Zeth ni siquiera me toca. Al primer contacto de mis
labios, clava los dedos en las sábanas de la cama, no agarrándolas con
fuerza, sino presionándolos contra el colchón con todas sus fuerzas. Es
enorme en mi boca, cálida y ya sabe almizclado. Balanceo la cabeza un
poco más abajo, tomando más de él.
—Mierda, Sloane. —Sus palabras gemidas imposiblemente
profundas tienen un efecto bastante gratificante. Le gusta esto. A él le
gusta y técnicamente soy yo quien tiene el control en este momento.
Tiempo para una pequeña venganza. Bajo más la cabeza, tomando más
de él con la boca, hasta que no puedo ir más lejos. Y entonces muerdo.
No muy fuerte. Lo suficiente como para hacerle saber que no ha ganado
por completo esta ronda. 113
La reacción es instantánea.
Me empuja tan rápido que apenas alcanzo a ver el techo antes de
estar de espaldas y luego deslizándome de la cama al suelo.
—Oh, no, no, no, Sloane —gruñe, acechando hacia mí—.
Abofetearme es una cosa. Pero eso, desearás no haberlo hecho. —Su
rostro está desprovisto de toda emoción, lo que me hace pensar que está
mucho más enfadado de lo que lo he visto antes. Desde mi posición de
despatarrada en el piso, con las piernas medio en la cama, la otra mitad
sobre mi cabeza, debería estar asustada, pero no lo estoy. Estoy riendo.
Esa histeria dura diez segundos mientras se levanta y camina
hacia el otro lado de la habitación, abriendo el vestidor más allá. Mi
sonrisa se disuelve al verle la bolsa negra en la mano. Estoy
instantáneamente excitada y aterrorizada. ¿Me dejará cambiar de
opinión ahora? No creo que lo haga. ¡Mierda!
—Súbete en la cama, Sloane —ordena. Tira la bolsa al costado de
la cama y comienza a abrirla.
—No.
Se detiene, me mira, se inclina hacia adelante y dice:
—¿Realmente necesitamos volver a pasar por esto? Cosechas lo que
siembras, Sloane. Es hora de que aprendas a comportarte. —Levanta las
cejas en desafío. Sé que es todo negocios ahora. Me dio una pequeña
cantidad de poder y abusé de él. Y ahora tengo que sufrir las
consecuencias. Y sin embargo, en el fondo, creo que he estado esperando
que esto suceda. Y... queriendo que lo haga. Me recuesto en la cama con
la mayor cautela posible. Zeth asiente una vez y termina de abrir la bolsa.
—Abre las piernas —me dice. Casi estoy deseando la oscuridad de
nuestro primer encuentro mientras hago lo que me dicen. Zeth tiene una
mirada de venganza sobre él mientras trepa por mi cuerpo—. No voy a
atarte esta vez, Sloane. Pero debes saber, mueves una mano, tratas de
pelear conmigo, haces cualquier cosa que implique tus dientes y mi polla,
y vas a pagar por ello. ¿Entiendes?
Asiento, preguntándome qué tiene en mente. Y luego veo el
pequeño y estrecho instrumento con forma de pinza en su mano.
—¿Qué demonios es eso?
Zeth agarra el dispositivo con un nivel de placer que me tiene
retorciéndome sobre mi espalda, lamentando de repente haber obedecido
tan fácilmente.
—Esto es lo que consigues por ser mala —me informa.
Me estremezco mientras me pasa las manos por el interior de las
piernas, inclinándose para lamer la piel sensible justo antes de mi coño.
Roza los labios y la lengua a través de mi piel caliente, lamiendo una y
otra vez, pero todo es una provocación. En ninguna parte cerca de donde
necesito que me lama. Estoy empezando a sentirme frustrada, inclinando
mis caderas hacia él, abriéndome a él, cuando siento el frío metal contra
mi coño. Mi cuerpo tiembla con nervios repentinos, pero Zeth me agarra
114
la cadera con su mano libre, enviando una mirada penetrante de
advertencia a mi cuerpo.
—Recuerda. Lucha y te arrepentirás.
El instrumento de metal en su mano resulta ser una pinza. Lo sé
porque la fija rápidamente en el bulto de nervios hinchado en mi centro,
lo que me hace gritar conmocionada. La mueve con el dedo índice y un
repetidor de intenso placer mezclado con voltios de dolor rodea mi cuerpo.
—¡Zeth! —Mi grito es de sorpresa y súplica—. Oh, Dios mío, no
vuelvas a hacer eso.
Lo vuelve a hacer, con una franca mirada de maliciosa alegría en
su rostro. Contraigo las piernas, queriendo doblarlas hacia arriba para
protegerme, no puedo evitarlo, y él niega con la cabeza en señal de
desaprobación. Está perfectamente claro que sabía que reaccionaría y
que, de hecho, contaba con eso.
—Oh, querida. —Suspira—. Parece que ahora serás castigada. —
Agarra la pinza en su mano y una carga de intensa sensación se estrella
contra mí mientras trato de alejarme de él. Inmediatamente me quedo
quieta, dándome cuenta que si me muevo, la pinza se activará. Zeth me
levanta de la cama con un brazo haciéndome girar y se da vuelta para
sentarse, tirando de mí hacia su regazo. Instintivamente envuelvo mis
brazos alrededor de su cuello para mantener mi equilibrio. Su rostro se
encuentra a un centímetro del mío, la piel caliente de su pecho me quema
y la dureza de su erección me empuja cuando dice:
—¿Quieres el cinturón o mi mano?
—¿Qué?
Me da una mirada que dice que no me moleste con ninguna
teatralidad.
—¿Cinturón o mano, Sloane? Tú eliges. —Me alcanza entre las
piernas y con los dedos encuentra el lugar donde el metal se une a mi
clítoris. Frota suavemente, masajeando la conexión, dándome más placer
que dolor esta vez. Sonríe con malicia cuando levanta los dedos para que
vea que están resbaladizos con la evidencia de que no estoy odiando esto
tanto como pretendo. No por primera vez, se mete los dedos en la boca y
los chupa, su respiración es rápida y laboriosa.
—Decídete o elegiré por ti —aconseja a través de su voz áspera.
—Mano —susurro—. Usa tu mano.
Tal vez si me castiga con eso, entonces será un poco más fácil para
mí, razono. También lo lastimará. En un abrir y cerrar de ojos, me gira
sobre su regazo, así que estoy mirando al piso, doblada sobre sus rodillas,
mi trasero sobresaliendo en el aire. Parece que le gusta mucho eso; acuna
mi mejilla con la mano, apretando y acariciando la piel suave.
—Perfecto —me informa. Agarra los mangos de la pinza entre mis
piernas y le da un suave tirón. Más una sugerencia de lo que puede hacer
115
que otra cosa. El fuego se acumula en mi vientre, provocando que emita
un gemido bajo en mi garganta. Se siente... se siente increíble. Y
aterrador. Y doloroso. Y tantas otras cosas a la vez que no puedo pensar
en las sensaciones que me inundan.
¡Pero luego todo se pone en blanco cuando su mano cae sobre mis
nalgas desnudas con un crujido resonante! Nunca he entendido
realmente la expresión ver estrellas hasta este momento. En este
momento cuando Zeth pone su mano enorme y poderosa sobre la tierna
piel de mi trasero y lo dice en serio. Sí, también debe picarle la mano,
pero eso no lo detiene. Me da cuatro palmadas más dolorosas, cada vez
aguanto la respiración. Estoy demasiado aturdida para moverme, o
incluso reaccionar al principio. Suaviza el hormigueo al deslizar los dedos
entre mis piernas y pasarlas arriba abajo por mi coño, acariciando mi
clítoris y relajándolo más atrás, para que mi humedad también sature mi
trasero. Me amasa lentamente, susurrando aliento.
—Ahí está mi chica valiente. Una chica tan valiente. ¿Serás buena
ahora? ¿Has aprendido tu lección?
Todo el acto es humillante. Estoy al borde de las lágrimas, pero
también estoy tan ferozmente desesperada por él que apenas puedo evitar
darme la vuelta y lanzarme sobre él. Hago un sonido áspero en el fondo
de mi garganta y Zeth me levanta en sus brazos y me pone de nuevo en
la cama.
—Fueron cinco —dice, como si el dolor hubiera confundido mi
capacidad para contar—. La próxima serán diez. ¿Estás lista?
Trago, todavía no estoy segura de cómo demonios reaccionar. Y
luego asiento. Zeth me acaricia el interior de la pierna con un movimiento
suave, casi como disculpándose.
—Buena chica. —Se inclina y se agacha entre mis piernas,
apoyándose sobre un codo mientras agacha la cabeza y finalmente
desliza su lengua cálida, casi insoportablemente caliente entre los labios
de mi coño, haciendo una pausa para provocar la punta sobre mi clítoris
hipersensible. Un escalofrío de placer se eleva desde mis piernas, se
asienta sobre mi pecho y me duelen los pezones.
—¡Ahh!
Zeth tararea su aprobación dentro de mí mientras continúa
trabajando sobre mi centro con la lengua. Jadeo cuando vuelve a apretar
suavemente la pinza, pero esta vez ha cambiado. No hay dolor real ahora,
o lo hay, pero es tan delicioso e intoxicante cuando se combina con su
boca que aumenta la sensación a algo que nunca antes había
experimentado. Me siento borracha por eso.
Levanto las manos de la cama donde he estado agarrando las
sábanas, pero no es para tratar de detenerlo. Es para clavarle los dedos
en la parte posterior del cuello e instarlo a acercarse. Zeth responde
mordisqueando mi clítoris con los dientes.
—Cambio justo —gruñe, y luego vuelve a trabajar. Arqueo la
116
espalda de la cama, jadeando mientras trato de luchar contra la
intensidad del sentimiento. No puedo. Es tan difícil decidir si me inclino
en el placer o en la agonía, ahora se sienten igual. Pero cuando Zeth
desliza sus dedos en mi coño, bombeándolos lentamente, se vuelve muy
claro. Placer. Así se siente el verdadero placer. No es solo la suavidad de
un beso. No es solo el delicado toque de unas manos en los pechos y las
lenguas en la piel. Es la picadura del dolor, la amenaza del peligro, el
riesgo de bailar con el diablo. Me corro con fuerza contra la boca de Zeth.
Se inclina, gruñendo, chupando y lamiendo mientras grito mi liberación,
bloqueando las manos en mis caderas, atrayéndome hacia su cara.
—¡Joder, Zeth! ¡Detente! ¡Por favor detente!
Su espalda se contrae mientras se ríe, todavía burlándome con su
lengua. Arrastró las piernas contra la cama, tratando desesperadamente
de escapar de las intensas ráfagas posteriores al orgasmo. Se levanta
después de eso, elevándome una ceja.
—Te lo voy a quitar y luego te voy a follar. ¿Vas a ser amable?
¿Amable? Estoy medio muerta. Apenas puedo moverme mientras
él suelta la pinza, plantando un solo beso entre mis piernas.
—Y, sí —me dice—. Tus labios solo están permitidos en mi polla.
Pero los míos están permitidos en estos labios, al menos.
Mi cuerpo se siente como un peso de plomo cuando se sienta un
momento para inspeccionar mi estado lánguido. Parece bastante
satisfecho de sí mismo. Con su polla en la mano otra vez, se levanta de
la cama y se roza suavemente contra mis labios. No puedo evitarlo, quiero
probarlo. Sentirlo llenarme de todas las formas posibles, incluso en mi
boca. Dejo que mi lengua juegue sobre su firme dureza, gimiendo un poco
por su sabor limpio. No me toca.
Regresamos a donde empezamos, excepto que esta vez no muerdo.
Lamo, chupo y acaricio, y justo cuando lo siento a punto de venirse, me
detengo.
—Eso no es educado —me informa Zeth sin aliento.
Le doy una media sonrisa.
—¿Pensé que habías dicho que me ibas a follar? —Es un desafío
establecido por mí ahora. Hazme venir de nuevo. Hazme gritar.
Zeth esboza una sonrisa con sus labios carnosos.
—Lo pediste —dice. Me arroja de nuevo a la cama y me abre las
piernas bruscamente, gruñendo de nuevo de la misma manera animal
que la otra vez cuando me llevó de regreso a Seattle. Cumple su promesa
de hacerme gritar. Se entierra en mí una y otra vez, penetrándome tanto
como puede, como si no fuera suficiente estar a la altura de las caderas.
Le clavo las uñas en el trasero mientras empuja, acercándolo, no estoy
segura de cómo puedo conectarme más con él, tampoco, pero aún
frenética por hacerlo de todos modos.
117
Nos corremos juntos. Su cuerpo se traba: músculos tensos, ojos en
llamas, manos clavadas en mis caderas mientras me golpea por última
vez.
—¡Joder! —ruge como si fuera su última palabra y quisiera que el
mundo lo escuche, y luego se desploma sobre mi cuerpo.
Nos acostamos, jadeando, tratando de recuperar el aliento por
unos momentos. Se siente muy extraño; Con él encima de mí, mis brazos
todavía alrededor de su cuerpo, casi parece que lo estoy acunando. Creo
que lo estoy imaginando al principio, pero se me pone la piel de gallina
cuando me doy cuenta de que la caída lenta del dedo índice de Zeth sobre
mi hueso de la cadera no es solo una reacción descuidada e involuntaria.
En realidad me está acariciando la piel, tan suavemente que se siente
como un susurro. Me comienza a latir el corazón dentro del pecho de
nuevo. ¿Qué demonios? ¿Qué demonios es esto? Lentamente, vacilante,
levanto mi brazo de su espalda para trazar suavemente con las yemas de
los dedos sobre su nuca. No se mueve. No hace ningún sonido. Ni siquiera
respira. Su propia mano se queda quieta, pero continúo, viendo cuán
lejos puede llegar esto. Me aventuro hacia arriba, pasando los dedos por
su cabello cortado y luego hacia abajo nuevamente, trazando las líneas
de su musculosa espalda, a través de sus omóplatos.
Su aliento caliente roza mis pechos desnudos.
—Me estás confundiendo —susurra tan suavemente que me
pregunto por un segundo si me lo imaginé. Dudo mucho que se suponga
que debía escuchar esas palabras. ¿Qué fue lo que me dijo el día que dejó
a Lacey? Puedes confiar en mí. Te entregaste a mí en mi departamento;
Nunca lo había hecho antes, pero me entregué a cambio. Puede que no
haya querido, Sloane, pero no tuve una jodida elección en el asunto. Eso
significa que nos pertenecemos el uno al otro ahora. He intentado sin parar
no pensar demasiado en esas palabras, pero ahora…
¿Está tan confundido por lo nuestro como yo?
Se supone que esto es solo sexo. Realmente sexo duro y dominante.
¿Correcto? Eso es todo lo que soy para él. Y sin embargo, con él acostado
aquí en mi pecho...
¡Pum, pum, pum!
La puerta prácticamente inclina sus bisagras con la fuerza
explosiva del martilleo desde el otro lado. Zeth salta de la cama, se pasa
las manos por el cabello y se aclara la garganta. El momento se evapora
instantáneamente, se desvanece en un abrir y cerrar de ojos. No me mira.
—¿Qué? —grita. Se pasea, leonino, desnudo e increíble, todavía
restregándose las manos por la cara y la cabeza, como si tratara de
despertarse frenéticamente.
—Julio te quiere en el frente —anuncia una voz fuertemente
acentuada a través de la madera—. Ahora. 118
—Sí. —Se pasea un momento más y luego asiente, finalmente
mirándome—. Bien entonces. Supongo que es hora de convencer a un
jefe de la mafia mexicana que eres una prostituta, ¿eh?
Y ahí lo tenemos. No está confundido. No está confundido en
absoluto. Nunca me ha mentido. Ni una sola vez. Nunca me ha dado una
línea florida sobre cómo me va a cuidar y a tratarme bien; que seré su
única chica, o que siente algo remotamente, incluso a mitad de camino
al afecto por mí. Y sé por mis tratos pasados con él lo que eso significa.
Si no quiere mentir, simplemente no dirá nada, como cuando le pregunté
acerca de su sórdido historial de empleo. No responde, no dice nada al
respecto y desaparece.
Zeth Mayfair no me ve como alguien de quien enamorarse. Ahora
mismo necesita verme como una prostituta para sacarnos de este apuro,
y necesita que todos los demás también me vean de esa manera.
Bueno, ¿sabes qué, amigo? Me digo, sonriendo sombríamente por
el uso de ese apodo. ¿Quieres una jodida puta? Te daré una jodida puta.
17
Zeth
Traducido por Idk.Zab
121
Sloane
No estoy a salvo.
No he estado a salvo desde hace un tiempo.
Corrí a Zeth por protección, pero Zeth también está en peligro. Con
Julio de un lado y el líder de los Widow Makers MC por el otro, lo más
inteligente sería correr. Sin embargo, he estado corriendo lo suficiente.
Esto es lo más cerca que he estado de encontrar a mi hermana en dos
años.
No puedo retroceder ahora.
Zeth
Mi mano derecha está siendo torturado en el sótano.
El tipo que intentó comprar la virginidad de Sloane está quemando sus
neumáticos en nuestra dirección.
Mi jefe psicótico se encuentra en una misión para encontrarme, y la
chica que se supone que debo mantener a salvo se ha metido en medio
de todo esto.
Solo otro fin de semana ventoso en el desierto de California.
¿Qué podría salir mal en las próximas 48 horas?