Emma Zunz Jorge Luis Borges
Emma Zunz Jorge Luis Borges
Emma Zunz Jorge Luis Borges
Mastroberardino, Daniel
Vedda, Miguel
2015
Secretaría de Posgrado
TESIS
Mayo de 2015
2
Índice
I. Introducción 4
I.1. Planteo del problema de la investigación 4
I.1.1. De Poe a Borges 4
I.1.2. Expansiones del modelo de detective 5
I.1.3. Más allá de las coincidencias y oposiciones 6
I.1.4. Más acá de las coincidencias y oposiciones 7
I.1.5. La imagen invertida del espejo 7
I.2. Las dos variantes del detective 8
I.2.1. Los extremos 9
I.2.2. La discusión visible 10
I.2.3. Delimitación semántica 10
I.2.4. La metamorfosis 13
I.2.5. Los objetivos de la investigación 13
I.2.6. Los narradores anónimos en los cuentos de Poe y Borges 15
II. El estado de la cuestión en el policial de enigma 16
II.1. After Poe 16
II.2. El género policial: el problema de su denominación 21
III. El estado de la cuestión del policial detectivesco en Edgar Allan
Poe y en Jorge Luis Borges 28
III.1. Poe 28
III. 2. Borges 32
Primera Parte 34
3
I. Introducción
4
Examinaremos los tres cuentos detectivescos de Edgar Allan Poe: “The Murders
in the Rue Morgue (1841); “The Mystery of Marie Rogêt” (1842) y “The Purloined
Letter” (1844), y el cuento “Emma Zunz” (1949) de Jorge Luis Borges. El objetivo es
delinear la figura de dos clases de detectives que difieren en el modo en que sopn
discursivamente presentados: uno, el de Poe, explícito; el otro, el de Borges, implícito.
Indagaremos cómo y dónde estas variables contrastantes pueden ser detectadas.
A los fines de nuestro estudio, trataremos de dilucidar lo que en la serie literaria del
relato de enigma promueve el desplazamiento de un detective explícito a otro implícito.
En el recorrido temporal de esa metamorfosis, hemos de destacar una coincidencia –la
que ha disparado el resorte que ahora da forma a la presente investigación–: la
publicación en 1941 del cuento policial de Jorge Luis Borges “El jardín de senderos que
se bifurcan”, posteriormente incluido en la colección Ficciones (1944), coincide con el
centenario de la aparición del primer cuento detectivesco de Edgar Allan Poe (1809-
1849), “The Murders in the Rue Morgue”, que sale a la luz en 1841 en Graham’s
Magazine. Asimismo, una centuria transcurre entre la edición en la revista Sur, mayo de
1942, que incluye “La muerte y la brújula”, más tarde incorporado a la segunda parte,
“Artificios”, del ya citado Ficciones, y la edición de “The Mystery of Marie Rogêt” en
Snowden’s Ladies’ Companion.
Edgar Allan Poe crea al chevalier Auguste Dupin, un detective intelectual que será
retomado, expandido y modificado en Inglaterra por Arthur Conan Doyle y por G. K.
Chesterton, y en Francia por E. Gaboriau y G. Leroux, entre otros en ambas lenguas. Las
dos vertientes, la francesa y la inglesa, influirán en los narradores rioplatenses, tanto en
los finales del siglo XIX como en los del siglo XX. Para ROMAN SETTON (2012), entre
1877 y 1922 se suceden autores como Raúl Waleis, Paul Groussac, Eduardo L.
Holmberg, Horacio Quiroga, los casos de Mr. Le Blanc (cf. Setton, 2012: 15-77).
Con relación a Borges, es necesario tener presente la serie de relatos que escribe y
publica antes y después de “Emma Zunz”, así como aquello que TZVETAN TODOROV
(1974) caracteriza como las dos historias de la estructura policial (Todorov, 1974: 33-34).
Desde este pivote teórico intentaremos comprender de qué modo ello configura la
novedad en Poe y las condiciones de posibilidad de la existencia discursiva del detective
“no visible” en Borges. En “Emma Zunz” se da la inversión posible de uno de los
elementos dentro del género detectivesco. Se puede concluir que Borges trabaja a
menudo de un modo innovador el policial de enigma y que aun utiliza para sus fines no
convencionales el policial negro, sin abandonar la estructura clásica del género. La
cuestión es que la invierte. Mostraremos cómo Borges, discursivamente, consigue realizar
esta inversión, como una imagen invertida en el espejo.
a cabo Emma Zunz. En esa escena del crimen, Emma es la asesina que lo premedita y
Loewenthal la víctima. Desde este punto de vista, la historia del crimen impulsa la
narración. En los cuentos de Poe sucede al revés. La investigación del crimen motiva la
narración, y el contraste entre historia y relato se fortalece. El elemento clave es el
narrador, la figura del detective en el espejo que vemos en el cuento de Borges: la historia
soy yo en tanto y en cuanto construyo el relato de la historia. Y su voz nos dice: Emma
Zunz es mi partenaire; es el donante, la princesa y el mandatario. Emma es el destinador,
y el detective, el destinatario. Se establece un eje de interpretación en la narración entre
Emma y el narrador/detective: el eje destinador-destinatario es el del control de los
valores y, por lo tanto, de la ideología. Decide la creación de los valores y de los deseos,
y su distribución entre los personajes. Es el eje del poder o del saber o de ambas cosas
(Pavis, 2003: 29). Las fuerzas empujan en la dirección del narrador/detective. De él es la
última palabra. Y lo es: el texto está ahí, ya escrito, inapelable. A él le pertenece el poder.
Emma Zunz es el recipiente de la desdicha, la derrota y el abandono. Y para ella, lo más
descorazonador: nunca pudo vengarse. Todas sus acciones y cada una de sus palabras y el
relato o los diversos relatos en su conjunto han conducido a la más extrema humillación.
La figura del detective que hemos de examinar se tipifica dentro del esquema del
policial de enigma, donde aparece ya fosilizado. No obstante, es posible aislar extremos
con el fin de analizarlos por separado y destacar la posibilidad de que tal fosilización no
ocurra si un narrador puede alterar, obliterar, invertir, modificar o recombinar la función
de alguno de los actantes del relato de enigma. Incluso la fosilización puede
desarticularse discursivamente mediante el recurso de la parodia, como sucede en la
9
novela del brasileño Jô Soares, O xangô de Baker Street (1995), en la cual el protagonista
es Sherlock Holmes, quien debe solucionar el misterio de un violín robado en Brasil, a
cuyo país debe viajar en 1886 a pedido del emperador. La calidad del detective es
rebajada por su ignorancia de las costumbres del país.
De este modo se hace visible una discusión entre el detective oculto –en el
discurso– y el detective discursivamente explícito en el relato policial de enigma. Por lo
tanto, el objeto de la presente investigación es discutir las condiciones de posibilidad de
ambos sujetos ficcionales: el detective explícito y el detective oculto, y si este último
contradice o no la noción del detective clásico delineado por Poe. El análisis habrá de
sustentarse en el modelo inaugurado por el escritor estadounidense –el personaje
detectivesco Auguste Dupin– y el detective anónimo del cuento “Emma Zunz” de Jorge
Luis Borges. En este trabajo, los modelos permiten examinar, en el nivel de la narración,
sus semejanzas y diferencias.
El detective, para RAYMOND CHANDLER [1976] (Link: 2003a: 32) “es el que anda
detrás de la verdad”. Para WALTER BENJAMIN (2003: 9), el detective de Poe, Auguste
Dupin, solo en referencia al cuento “The Mistery of Marie Rogêt” y no a “The Murders
in the Rue Morgue”, ni a “The Purloined Letter”, no se basa en inspecciones oculares
como sucede en estos dos últimos mencionados, trabaja sobre la base de “los informes de
la prensa diaria” (Benjamin, 2003: 9). SIEGFRIED KRACAUER (2010) define
negativamente al detective: “no es Dios”, pero luego añade que posee una “capacidad
para descifrar el misterio de lo conformado sin siquiera haberlo tocado y apropiarse de
casi todos sus rasgos esenciales a través de la deducción intelectual” (Kracauer, 2010:
77); más adelante Kracauer incorpora otras dos condiciones al detective: en primer lugar,
“no puede morir”, a semejanza de un mago, le concede el poder del hechizo y las
actitudes del maestro, poderoso en las artes ocultas del encantamiento y del sortilegio”
(ibíd.: 80-81).
detective no es un dandi, es una persona común y corriente que puede morir en cualquier
momento de sus avatares investigativos.
Puesto que la literatura se elabora con palabras, el personaje es ficcional. Tal vez
se halle en lo antedicho la posibilidad de pensar un detective canónico, el clásico, el de
los relatos de enigma, creado por Edgar Allan Poe, Auguste Dupin, y caracterizarlo ya
instaurado en lugar común, desde la lectura de sus tres cuentos detectivescos como un
personaje excéntrico, culto y brillante, cuyo objetivo es aceptar la investigación como un
desafío a la inteligencia. En consecuencia, es un intelectual; su afición es aplicar a su
objeto de investigación un método racional deductivo, principios científicos y técnicos,
razonamientos basados en saberes conducidos hacia la literatura desde una esfera de
actividad humana que produce discursos científicos (Bajtín 2011: 18-19). Un
procedimiento que satisfacía al autor de Eureka.
es engañado, sino que se le somete todo el material antes de que el detective resuelva el
enigma” (íd.).
I.2.4. La metamorfosis
En consecuencia, las preguntas que exigen una respuesta son las siguientes: ¿cuál
es la calidad e intensidad de la metamorfosis operada entre el detective de Poe y el
detective de Borges en “Emma Zunz”, transcurrido más de un siglo? ¿Borges transgrede
el canon del detective inaugurado por Poe, cambia su fisionomía y su accionar, o bien
conserva sus cualidades intelectuales y de raciocinio y en cambio opera un ocultamiento
discursivo del personaje?
¿Por qué es la del detective una figura clave en el marco enigmático de un crimen
en apariencia “perfecto”? Emerge un limitado número de posibilidades, ciertos caminos a
recorrer que no conducen a ninguna parte, un laberinto intelectualmente complejo donde
la policía se extravía. Nada se sabe del asesino. Los indicios resultan incongruentes. En
consecuencia, la policía se confunde, se pierde o desemboca en callejones sin salida.
¿Quién es capaz de penetrar el corazón del misterio? ¿Quién puede hacerse cargo de la
investigación? Además, ¿quién puede tocarle el hombro al culpable leyendo en los
indicios aquello que nadie más, aparte del detective, puede leer? Lugar común en la
crítica de la literatura policial clásica: leer las huellas del crimen. ¿Quién las lee? La
respuesta proviene de la tradición, de un punto de origen, Edgar Allan Poe: el detective es
quien, a través de la lógica deductiva, alcanza ese grado de verdad incuestionable que
señala al culpable, ahonda en sus móviles y describe las acciones que lo han llevado a
cometer el delito. En este sentido, para el lector, el relato resulta verosímil.
En los tres cuentos detectivescos de Poe, que más adelante analizaremos, surge la
figura de Auguste Dupin. Su función es resolver los casos de homicidio, y, al menos,
hasta la aparición del policial “duro”, con Dashiell Hammett, presidirá la cohorte de
detectives desde Sherlock Holmes hasta Hercules Poirot y Miss Marple, ya entrado el
siglo XX. Dupin, en el policial de enigma o “Whodunit”, es el investigador que se inviste
como tal y llega a sus conclusiones discursivamente. En el cuento “Emma Zunz” de Jorge
Luis Borges, el narrador/investigador procede de la misma forma, cuestión que habrá de
probarse en la presente tesis.
referido por un narrador omnisciente, sino por el investigador después de los hechos
acaecidos: Emma Zunz interviene poco en el discurso, casi al final; la mayor parte de la
narración recae sobre quien en este estudio se considera el investigador, quien descubre
que ella es la asesina de Loewenthal, quien por ser el asesino de su padre conduce
directamente al móvil de la venganza.
Haremos un repaso de algunos autores que han tratado el tema, sin perder de vista
el eje de nuestra tesis: la diferencia y semejanza entre Dupin, un detective explícito, y el
implícito, en el cuento de Borges “Emma Zunz”.
HOWARD HAYCRAFT (1942) comenta “After Poe, the next significant apparance of
the detective story occurried in France” (Haycraft, 1942: 28), y luego de recordar al
agente de la Sûreté, Francois Eugène Vidocq (1775-1857), caracterizándolo de “circus
performer, vagabond, galley convict, and, above all, a jailbreaker without equal in the
annals of crimme” (ibíd.: 29), menciona al autor de L’Affaire Lerouge, Émile Gaboriau,
“began its serial career in a dying newspaper called Le Pays in 1866” (ibíd.: 32). En
1868, la revista All the Year Round editada por Charles Dickens, “began serial publication
of The Moonstone” (íd.).
SANTIAGO A. FERRARI, en Edgar Allan Poe. Genio narrador (1946), entiende por
novela o cuento policial el relato que presenta un misterio y su explicación posterior
mediante un razonamiento o investigación efectuado por algún personaje, que no
necesariamente es un “pesquisante” profesional, puede ser uno aficionado (Ferrari, 1946:
131), y acota que tampoco es imprescindible que lo investigado sea un crimen, robo u
otro asunto policíaco, pues “basta que haya enigma, razonamiento y solución” (íd.).
propiedades de las dos anteriores. De la primera mantiene el misterio y las dos historias,
“la del pasado y la del presente” (íd.). Al hacernos la pregunta de qué sugiere Todorov:
¿cuál de la primera o de la segunda historia ocupará el centro de la narración en la novela
de “suspenso”?, el investigador búlgaro argumenta que el lector se interroga tanto por el
porvenir como por el pasado (íd.). En consecuencia, ¿cómo saber lo que ha sucedido?;
¿qué les ocurrirá a los personajes? Las preguntas confluyen en el mismo flujo narrativo:
resolver el enigma, dilucidar el destino de los personajes principales.
deducción y la abducción (ibíd.: 35-39), y aclara que los estudios sobre literatura policial
clásica insisten en la lógica “deductiva” (íd.). No obstante, ve otra instancia lógica, la
“abducción”. ¿Qué diferencia un método de otro? La lógica deductiva corresponde al
proceso discursivo y descendente que pasa de lo general a lo particular (Ferrater Mora,
1965: 407). Por lo tanto, de la lectura de los indicios, afirma De Rosso, se pueden
“deducir” las conclusiones, que son aparentes (ibíd.: 36-37). A un tiempo enfatiza el
carácter inestable de la racionalidad en el género policial (íd.). La razón del investigador
no es una razón cartesiana; por el contrario, es “indicial”. En otras palabras, no es
deductiva, sino abductiva (íd.). ¿Cuál es entonces la diferencia entre la lógica deductiva y
la lógica abductiva? Y es que esta va de los casos particulares a otros casos particulares
(De Rosso, 2012: 35-37).
la razón abductiva guía la construcción del relato final que el lector de policiales suele
encontrarse en una situación en la que se da cuenta de todas las posibilidades, pero le
resulta imposible decidirse por una: los datos que nos presenta el narrador son imposibles
de ordenar como los ordena el detective, o mejor, es imposible saber cuál de todos los
órdenes en los que es posible desplegar las secuencias narrativas es el correcto (ibíd.: 39).
De este modo, la mirada del detective es diferente en relación con el narrador y el lector.
A fin de que no proliferen los indicios, la racionalidad indiscriminada debe clausurarse en
un punto en el flujo narrativo policial, “para hacer pasar una abducción por la única
inferencia posible, es decir, una deducción” (íd.). Lo cual significa que de un número
indefinido de indicios, el detective seleccionará aquellos que le permitan alcanzar una
conclusión lógica, razonable.
Desde la perspectiva de BRIGITTE ADRIAENSEN y VALERIA GRINBERG PLA
(2012), América Latina se abre como un “espacio de reflexión tanto sobre la violencia
como sobre el género mismo” (Adriaensen-Grinberg Pla, 2012: 9). Estas autoras también
plantean cómo la novela policial (de enigma, negra, thriller, narconovela) escenifica la
violencia, transformándola formalmente y efectuando transculturaciones regionales del
género que se va desarrollando en Latinoamérica (íd.). Para las autoras, esto implica que
el género policial denuncia y se despliega a partir de la violencia que impera en la
sociedad (íd.).
23
Desde Poe en sus cuentos detectivescos hasta nuestros días, en los que sus
estrategias narrativas y la función de sus actantes han ido variando, el elemento de la
violencia parece ser la invariante, mientras que las variantes se escanden en los
componentes que conforman su estructura. Uno de estos componentes es el detective, el
que más ha variado a lo largo de la evolución del género. Entre “evolución” y
“transformación”, este último término quizá sea el más apropiado. En el primer caso, el
elemento X pasa a ser X1, X2, etc. Pero en el segundo, el elemento X se convierte en el
elemento Y. Dupin (X) evoluciona hacia Sherlock Holmes (X1); luego hacia Poirot (X2),
y así sucesivamente. Pero cuando emerge el policial negro, ya X es Y. De modo que
Dupin nada tiene que ver con Spade o Marlowe.
detectivesca o policíaca. WALTER BENJAMIN afirma que “un hombre se hace tanto más
sospechoso en la masa cuanto más difícil resulta encontrarlo” (Benjamin, 1972: 64). La
masa es un componente de la nueva sociedad que emerge en la primera mitad del siglo
XIX. Para Benjamin “la masa aparece como el asilo que protege al asocial de sus
perseguidores. Entre sus lados más amenazadores se anunció éste con antelación a todos
los demás. Está en el origen de la historia detectivesca” (ibíd.: 55). Por un lado, se recorta
la figura del detective privado, y por el otro, o en concomitancia con el primero, el
espacio público que se abre al conocimiento de la multitud y al crimen como suceso
paradigmático del mal y aun a la posibilidad de que las huellas del criminal se pierdan
entre la multitud.
como “un relato que incluya un delito (no necesariamente un crimen; bien podría ser una
estafa, por ejemplo) y en el cual –teóricamente al menos– debería intervenir la policía”
(Lafforgue y Rivera, 1977: 50).
queda vigente (el dueño de la fábrica muerto, la huelga en pie, los marineros foráneos
fornican y se marchan, la ciudad prosigue su ritmo luminoso y loco, etc.).
RICARDO PIGLIA (2000) propone que los relatos de la serie negra deben
contextualizarse en relación con cierta tradición típica de la literatura norteamericana que
en modo alguno se basa en las reglas clásicas del relato policial, y traza un paralelo de
origen entre Los crímenes de la calle Morgue de Poe y Los asesinos de Hemingway: el
primero funda las reglas del relato de enigma y el segundo, el de la serie negra. Y añade
que esas reglas para el relato policial de enigma “se afirman sobre todo en el fetiche de la
inteligencia pura” y se le otorga mayor valor a “la omnipotencia del pensamiento y la
lógica imbatible de los personajes encargados de proteger la vida burguesa” (Piglia, 2000:
67-68). El autor de Respiración artificial establece el siguiente parangón entre la novela
policial inglesa y la novela negra; para la primera “todo se resuelve a partir de una
secuencia lógica de presupuestos, hipótesis, deducciones, con el detective quieto y
analítico”, mientras que para la segunda “no parece haber otro criterio de verdad que la
experiencia: el investigador se lanza, ciegamente, al encuentro de los hechos, se deja
llevar por los acontecimientos y su investigación produce fatalmente nuevos crímenes;
una cadena de acontecimientos cuyo efecto es el descubrimiento, el desciframiento”
(ibíd.: 68).
y la indagación de motivos humanos en reflexión y acción” (íd). Por una parte, en los
relatos policiales se detalla minuciosamente la escena del crimen; por la otra, la
investigación aporta con no menos minuciosidad sus hipótesis de cómo ocurrieron los
hechos. Si nos referimos a las narraciones policiales de Borges, por su carga de terror (el
término inglés thriller deriva del verbo thrill: asustar, estremecer, emocionar), veremos
que contienen una marcada dosis de thriller, sobre todo en el cuento “Emma Zunz”, en el
cual se advierte un ritmo rápido, acción permanente, una heroína ingeniosa que se
propone frustrar los planes de un poderoso, Loewenthal, el villano de la historia desde el
punto de vista de Emma, que muere de manera violenta, en cuya descripción el narrador
no ahorra detalles escabrosos:
ENRIQUE PEZZONI (1999) asevera que “Emma Zunz” se acepta como “verosímil”
porque se recorta contra otro discurso que es el de la novela policial (Pezzoni, 1999: 142-
143):
Pezzoni afirma que “Emma Zunz” opera en una dimensión prospectiva. Como
demostraremos más adelante, en este cuento de Borges no descartamos un plano de
retrospección. Pezzoni cita “El relato policial: hacia una definición del género” de Donna
Bennet, autora que caracteriza “Emma Zunz” como una imbricación de duelos entre el
detective contra el criminal, el criminal contra la víctima, el narrador contra el lector:
28
En “The Murders in the Rue Morgue”, Poe fija las leyes esenciales del género: el
crimen enigmático y, a primera vista, insoluble, el investigador solitario que lo descifra
por medio de la imaginación y de la lógica, el caso referido por un amigo, impersonal y
29
un tanto borroso del investigador (Borges, 1985: 9). Boileau-Narcejac alegan que la
investigación avanza infaliblemente hacia la solución, mediante una pesquisa difícil y que
se ocupa de un caso extraordinario; además, Poe inventó el enigma del “local cerrado”,
un artificio evidente, un decorado armado para producir un efecto determinado;
“preparado, construido, ‘montado’, para realzar no a un hombre como los demás, sino a
un personaje”, y puesto que el detective es una creación literaria, toda historia policial va
a ser concebida, en adelante, en función de este personaje nuevo que es el detective
(Boileau-Narcejac, 1968: 41-42).
punto, cabe señalar que las soluciones de su inteligencia (las de Dupin) se relacionan con
los ámbitos cerrados de los crímenes que elucida.
Lo raro del caso concuerda con la rareza del detective, cuya inteligencia da el
sesgo verosímil de la narración.
III.1. – Poe
“The Murders in the Rue Morgue”, “The Mystery of Marie Rogêt” y “The
Purloined Letter” son las tres únicas historias detectivescas que escribió Edgar Allan Poe.
“The Gold-Bug”, premiado en 1843 al publicarse en el Dollar Newspaper, según afirma
Lennig, de un modo incuestionable pertenece a los relatos lógico-matemáticos –obra
maestra de los llamados “tales of racionation”– (Lennig, 1986: 123-124). Dice Haycraft
“is often carelessly miscalled a detective story” (Haycraft, 1942: 9). Podemos deducir de
este comentario que algunos cuentos de Poe poseen rasgos policiales que carecen sin
31
Asimismo, Haycraft hace referencia a “Thou Art the Man”, anterior a todos los
cuentos detectivescos, que Santiago Ferrari traduce como “Fuiste tú” y Borges como “Tú
eres el hombre”, texto al que ambos califican como el más flojo de los cuentos
comparado con los mencionados en el párrafo precedente (Ferrari, 1946: 134; Borges,
1986: 75). Haycraft asegura que, desde el punto de vista literario, para algunos críticos
“one of Poe’s saddest débâcles, for reasons wich have no place here; but as a startling
prognostication of the mechanics of the present day detective story it is far too little
appreciated” (Haycraft, 1942: 10). Es un llamativo pronóstico de los mecanismos de las
historias de detectives, pero no confirma heurísticamente las características enunciadas en
los tres relatos detectivescos que fundan la literatura policial. Como todo el peso de la
historia de enigma recae sobre un personaje de ficción, Francis Lacassin afirma que “Le
chevalier C. Auguste Dupin n’est pas le premier detective apparu dans une oeuvre
littéraire: l’anteriorité appartient depuis 1828 à l’auteur et personnage de Mémoires de
Vidocq”, y añade que Poe ha inventado un arquetipo literario: “le detective-amateur,
l’homme qui collectione les énigmes comme d’autres les objets” (Lacassin, 1974: 19).
Dupin inaugura toda una larga línea de personajes ficcionales, pero literariamente
sus acciones o apariciones son breves. Pueden acotarse en tres cuentos y en tres casos,
con las deducciones respectivas. Pero se destaca, sobre todo, en la observación,
restringida a “una mirada abarcadora del conjunto –un Überblick–, y no de la célebre
inspección próxima, como la que puede obtenerse con la célebre lupa que acompaña
invariablemente las representaciones gráficas del personaje Sherlock Holmes” (Setton,
2012: 49). La pesquisa mental de Dupin puede verificarse en el momento en que este se
muestra como experto analista visual de la realidad empírica (íd.). En la ciudad del
hombre de la multitud, Dupin busca indicios, indaga huellas del espíritu de los hombres
individuales que la habitan, que en ella conviven multitudinariamente:
Then we sallied forth into the Street, arm in arm, continuing the topics of the day,
to roaming far and wide until a lated hour, seeking, amid the wild lights and
32
shadows of the populous city, that infinity of mental excitement which quiet
observation can afford (Poe, 1965: 144).
Poe, a través de Dupin, critica al modelo real que antecede al personaje de Vidocq:
[…] was a good guesser and persevering man. But, whithout educated
thought, he erred continually by the very intensity of his investigations. He
impaired his vision by holding the object too close. He might see, perhaps,
one or two points with unusual clearness, but in so doing he, necessarily,
lost sight of the matter as a whole. Thus there is such a thing as being too
profound. Truth is not always in a well. In fact, as regards the more
important knowledge, I do believe that she is invariably superficial. The
depth lies in the valleys where we seek her, and not upon the mountain-
tops where she is found (ibíd.: 152-153).
Haycraft destaca la importancia de esa casi misteriosa tendencia que estos tres
tempranos intentos han ejercido sobre el futuro de la literatura policial. Con
relación al número de narraciones policiales, estas pocas palabras han establecido,
de una vez para siempre, la matriz y el diseño que influirán en los miles de
mundos de la ficción policial que han venido después (Haycraft. 1942: 11). Cada
una de las tres historias ofrece una cualidad especial que las caracteriza.
The first tale exemplified, loosely, the physical type of the detective story.
In the second, Poe reverted to the opposite extreme of the purely mental.
Finding this (presumably) equally unsatisfactory, the artist in him led,
inescapably, in the third story to the balanced type. Thus, swiftly, and in
the brief compass of only three sligth narratives, he foretold the entire
evolution of the detective romance as literary form. The types may be, and
of course constantly are, varied and combined, but, the essential outline
remains unchanged to-day (ibíd.: 11-12).
Poe ha ido hilando tres historias que asumen tipos diferentes en cada caso. Físico
en “The Murders in the Rue Morgue”. Mental en “The Mystery Marie Rogêt” y
una combinación de ambos en “The Purloined Letter”.
33
In the very first tale he proceeded to lay down the two great concepts upon
which all fictional detection worth the name has been based; (1) That the
solvability of case varies in proportion to its outré carácter. (2) The famous
dictum-by-inference (as best phrased by Dorothy Sayers) that “when you
have eliminated all the imposibilities, then, whatever remains, however
improbable, must be the truth,” which has been relied on and often re-
stated by all the better sleuths in the decades that have followed (Haycraft,
1942: 12).
“Hablar del relato policial es hablar de Edgar Allan Poe, que inventó el género” (Borges
1986: 65). Frase que el autor de “La muerte y la brújula”, variando más o menos la
formulación, reitera: “Edgar Allan Poe fue inventor del cuento policial” (Borges, 1952
[1974]: 694) y lo establece como modelo; desde sus primeros artículos (Borges, 1935:
126-127) afirma: “En los primeros ejemplares del género (El misterio de Marie Rogêt,
1842)” ya está fundida la matriz a partir de la cual el género va a desarrollarse. Borges
revela ser un buen lector y seguidor de G. K. Chesterton. Éste admira a Poe y se esfuerza
por colocarlo por encima de Conan Doyle: Dupin, “cuando se aparta de la cuestión de
crimen, habla en el idioma de la alta cultura acerca de las relaciones de la imaginación
con el análisis, o de lo sobrenatural con la ley”; Dupin “no solo admiraba y confiaba en
la poesía, sino que era él mismo un poeta” (Chesterton, 2011b: 8), cualidad que le
permite no solo resolver el caso en “The Purloined Letter”, sino además cerrarlo con una
ironía poética. Borges afirma que el lector de ficciones ha sido creado por Edgar Allan
Poe y a ese lector le otorga peculiaridades lectoras: “lee con ingenuidad, con suspicacia,
una suspicacia especial” porque la novela policial “ha creado un tipo especial de lector”
(Borges, 1986: 67).
34
III.2. – Borges
policial, temática y formalmente, sino que también los transforma. En los cuentos, pocas
veces sigue las pautas que él mismo ha señalado en sus intervenciones teóricas.
Los géneros que refieren a sus contribuciones críticas son concomitantes a sus
relatos; es decir, sus opiniones respecto a la literatura fantástica se refractan en sus
narraciones fantásticas. Y lo mismo ocurre en relación con el género policial.
Así, Gil Guerrero marca dos pares de caminos opositivos. Uno refiere a la
canonización y descanonización en los textos críticos. El otro remite a la construcción y
deconstrucción en los textos narrativos.
Jorge Luis Borges es un punto axial en la serie de autores de relatos policiales que
comienza en el siglo XIX. ¿Por qué lo es? ¿Porque inició la crítica del género en el Río
de la Plata? ¿Porque escribió el primer relato del género en Latinoamérica? La respuesta
positiva a la primera y segunda preguntas queda desautorizada por lo siguiente: en las
décadas del treinta y del cuarenta, Borges se destaca por su fervor en este esfuerzo por
ennoblecer el género policial constituyéndolo como parte de un canon dentro del cual
cupiera sin cuestionamiento, de modo que se elevara hasta ser considerado dentro del
horizonte de la literatura culta de la época.
Dada la índole de esta tesis, no nos detendremos en los textos críticos y narrativos
referidos al género fantástico, sino en aquellos que hacen hincapié en el policial.
36
PRIMERA PARTE
Howard Haycraft informa que este relato es “chronologically […] the first of
Poe’s detective stories, was called in the original draft ‘The Murders in the Rue Trianon
38
Bas’, but happily the more ‘suggestive’ title (to quote a contemporary writer) was
substituted before publication” (Haycraft, 1942: 13). También añade que “The Murders in
the Rue Morgue” aparece impreso en tres momentos importantes de la vida del autor.
Primero, “in Graham’s for April, 1841”; segundo, “as the only number of a still-born
cheaps-leaflet series of The Prose Romances of Edgar A. Poe (1843) which has become
one of the greatest rarities of American-collecting: published at twelve and one-half
cents, copies have sold in recent years for as much as twenty-five thousand dollars”, y
tercero, “in the 1845 Tales, edited by Evert A. Duyckinck” (íd.). Para Lacassin, Dupin no
existe sino a través de rótulos: “Leur récit, par un narrrateur anonyme, possède toute la
secheresse d’un procès-verbal” (Lacassin, 1974: 20).
A propósito de Vidocq, Régis Messac expone que “l’auteur de Murders in the Rue
Morgue a subi également le prestige de Vidocq, d’un Vidocq magnifié e transformé par
l’imagination, l’éloignament et la légende” y conjetura que el nombre de C. Auguste
Dupin proviene de Vidocq (Messac, 1975: 349-350).
En “The Murders in the Rue Morgue”, el narrador, ese “narrador anónimo”, nos
cuenta que conoció a Monsieur C. Auguste Dupin cuando estaba residiendo en París,
durante la primavera y parte del verano de 18… Dupin es un hombre joven, cuya edad no
se precisa, proveniente de una familia insigne (“illustrious family”), pero
extremadamente empobrecida económicamente (“reduced to […] poverty”). En el marco
de estas circunstancias adversas, se ve privado de su natural energía de carácter y se halla
aislado de la sociedad. Sin embargo, gracias a la buena voluntad de sus acreedores ha
podido conservar un resto de su patrimonio, cuya renta satisface sus necesidades básicas.
En virtud de la rigurosa austeridad con que administra su economía, puede permitirse no
privarse de un único lujo: los libros. Esto es lo que posibilita el conocimiento de los dos
personajes, Dupin y el narrador: el narrador, que en este y los demás cuentos mantendrá
su anonimato, refiere que Dupin y él se han conocido precisamente en una oscura librería
de la Rue Montmartre. Esta coincidencia termina por ser el comienzo de una intensa y
productiva amistad duradera. Ya aquí encontramos un elemento fundamental en relación
con la tradición del policial, la calidad del detective como lector, no solamente como
lector en sentido metafórico –como lector del mundo y de las huellas y fenómenos que
39
los otros no son capaces de ver y de leer–, sino como lector en sentido literal (Piglia,
2000: 68-69). No son marginados sociales, sino que están vinculados con el conocimiento
libresco erudito: narrador y detective se hallan en la búsqueda de un libro muy
extraordinario: “the same very rare and remarkable volume” (Poe, 1982: 143). Vuelven a
verse varias veces más y, en una de esas ocasiones, Dupin le relata la pequeña historia
familiar que nunca llegamos a conocer. El narrador descubre que Dupin es el hombre
ideal para convivir durante su estancia en París, y se ofrece a pagar el alquiler para que
puedan vivir juntos e incluso compra el mobiliario necesario porque entiende que su
situación económica es más favorable que la de su nuevo amigo. Pero más allá de la
coincidencia de carácter entre los dos amigos, que el narrador se encarga de puntualizar,
querríamos detenernos en la peculiar caracterización de Dupin. Ya sabemos que Dupin es
un ser solitario y gusta rebuscar en librerías oscuras a la caza de libros difíciles de
conseguir. Los muebles, la vivienda común, alejada y desolada, los temperamentos de los
personajes, todo contribuye en este comienzo para la creación de un ambiente de
características góticas:
It was at lenght arranged that we should live together during my stay in the city;
and as my worldly circunstances were somewhat less embarassed than his own, I
was permitted to be at the expense of renting, and furnishing in a style which
suited the rather fantastic gloom of our common temper, a time-eaten and
grotesque mansion, long deserted through superstitions into which we did not
inquire, and tottering to its fall in a retired and desolate portion of the Faubourg
St. Germain (Poe, 1982: 144).
Quedan todavía las supersticiones propaladas por las gentes y el hecho de que la casa se
halle al borde del derrumbe, de un modo que recuerda a “The Fall of the House of
Usher”. Cabe preguntarse todavía en qué sentidos la mansión es acorde al carácter de los
amigos: situada en un lugar retirado, coincide en este punto con la voluntad de
aislamiento de los personajes, que buscan una reclusión estricta:
Our seclusion was perfect. We admitted no visitors. Indeed the locality of our
retirement had been carefully kept a secret from my own former associates; and
it had been many years since Dupin had ceased to know or be known in Paris.
We existed within ourselves alone (íd.).
40
Asimismo, Dupin es un enamorado de la noche. De allí que los amigos casi no tengan
una vida diurna, sino que como vampiros salen a recorrer de noche la ciudad,
succionando la sangre de sus secretos, viviendo en la oscuridad, y solo recorriendo la
ciudad a partir del momento en que la verdadera oscuridad llega. Es precisamente en
estos paseos que al narrador se le revela con plenitud la peculiar habilidad analítica de
Dupin.
Hasta aquí hemos analizado la descripción del narrador de las particularidades de
Monsieur C. Auguste Dupin (su carácter, sus gustos, el enigma de su historia personal).
Sin embargo, la narración de la trama propiamente dicha aún no ha comenzado. En
efecto, la estructura del cuento puede dividirse en las siguientes partes: I) una
introducción de carácter expositivo, II) una presentación general del protagonista y la
ciudad que habita, III) la exposición de los asesinatos y las investigaciones llevadas a
cabo por la policía, y IV) la investigación que pone en juego Dupin y sus conclusiones.
Indicaremos que la caracterización de Dupin no emerge en el momento en que el narrador
afirma que lo conoce, en París hacia 18…, sino en el comienzo del relato, con el siguiente
enunciado: “The mental features discoursed of as analytical, are, in themselves, but little
susceptible of analysis” (Poe, 1982: 141). En esta oración está ya anticipada la
caracterización de Dupin. Haycraft señala que “The story opens with a brillant but to-day
rather outmoded essay on the philosophy of analysis” (Haycraft, 1942: 14).
En los pasos III y IV de la estructura descrita del cuento se expone el disfrute de
Dupin de su propia capacidad analítica, tal como el relato lo subraya en diversos pasajes.
Se deleita en la actividad espiritual de develar un misterio. Sienta ya la base para el juego
de la postulación de una incógnita, un entresijo, un problema que debe ser descubierto,
descifrado, y la búsqueda y persecución de su solución por parte de una mente analítica.
En la capacidad analítica radica en gran medida el carácter genial de Dupin, que lo hace
aparecer como un carácter sobrenatural.
El narrador compara el juego de ajedrez (cálculo puro) con el juego de damas
(análisis puro), en el que la victoria se resuelve solo gracias a un movimiento fuera de lo
común, resultado de un gran esfuerzo del intelecto: “It is obvious that here the victory can
be decided (the players being at all equal) only by some recherché movement, the result
of some strong exertion of the intellect” (Poe, 1982: 142). Si pasamos revista a la práctica
del procedimiento y el esfuerzo intelectual llevado a cabo más tarde por Dupin,
41
Doyle, 2001: 40-41). También aquí aparece la discreción del detective en el manejo de la
información del caso: el proceso de investigación y las conclusiones de Dupin son
privilegio del detective y en parte del narrador, pero en muchos casos no compartido con
la policía.
Haycraft se pregunta de qué modo ha enfocado el detective su razonamiento para
llegar a la solución, y responde:
Unless you are a specialist, the same odds prevail that you will not be able to
recall. In other words, the story is really dominated by sensational physical event
– not by detection, excellenty as Poe conceived it (Haycraft, 1942: 15).
En las primeras líneas de este cuento, el narrador hace referencia al relato en que
aparece por primera vez el chevalier Dupin, “The Murders in the Rue Morgue”, para
destacar las características intelectuales de su amigo:
When, in an article entitled The Murders in the Rue Morgue, I endeavored, about
a year ago, to depict some very remarkable features in the mental character of my
friend, the Chevalier C. Auguste Dupin, it did not occur to me that I should ever
resume the subjet. This depicting of character constituted my design; and this
design was thoroughly fulfilled in the wild train of circunstances brought to
instance Dupin’s idiosyncrasy (Poe, 1982: 170).
Después de una intensa y eficiente actividad mental, ambos amigos vuelven a sus
tranquilas y taciturnas costumbres. Pero Dupin ya ha cobrado para entonces cierta fama,
al menos cierto renombre en el ámbito de la policía de París, pues para sus agentes el
nombre de Dupin se convirtió en palabra familiar: “With its emissaries, the name of
Dupin had grown into a household Word” (íd.), aunque nadie, excepto el narrador, ha
tenido acceso al simple carácter de las inducciones con que Dupin ha desenmarañado el
enigma de los asesinatos de la calle Morgue.
The simple character of those inductions by which he had disentagled the mystery
never having been explained even to the Prefect, or to any other individual than
myself, of course it is not surprising that the affair was regarded as Little less than
miraculous, or that the Chevalier’s analytical abilities acquired for him the credit
of intuition” (íd.).
43
En otras palabras, ni el Prefecto ni ninguna otra persona que no sea el narrador conocen
el misterio de la extraordinaria capacidad analítica del chevalier. A pesar de eso, Dupin se
ha convertido en el centro de atención de la policía y no son pocos los casos en los que la
policía lo consulta. Y añade el narrador que uno de los más notables fue el asesinato de
una jovencita llamada Marie Rogêt, un caso popular que logró conmover a los habitantes
de la gran metrópolis:
The atrocity of this murder (for it was at once evident that murder had been
committed), the youth and beauty of the victim, and, above all, her previous
notoriety, conspired to produce intense excitement in the minds of the sensitive
Parisians (ibíd.: 171).
Pero Dupin se distancia emocionalmente de las víctimas. En el caso de Marie Rogêt, sus
sentimientos, emociones e inquietudes no están puestos en la víctima; se concentran, en
cambio, en las diferentes y contradictorias miradas periodísticas. Dupin se confronta con
los articulistas de los diferentes periódicos para demostrar el análisis paupérrimo de que
son capaces la prensa y la opinión pública (reúne los artículos periodísticos y los va
rebatiendo uno a uno hasta llegar a sus conclusiones, que enuncia como asertos de la
realidad). Se trata de una disputa con otros modos de aproximación a la resolución de
enigmas.
La historia en la que se basa Poe es real. Un día de 1841 se halla flotando en el río
Hudson a una joven llamada Mary Cecilia Rogers, hecho que conmovió a Nueva York.
Cuando escribe su relato policial, Poe cambia el nombre de la joven por el de Marie
Rogêt; el río Hudosn por el Sena y Nueva York por París. Haycraft dice que realiza este
procedimiento por conveniencia:
he laid the scene in Paris and put his thoughts into the mouth of Dupin. The
characters were only thinly disguised, however, and in all later publications the
story has been printed with footness openly identifying the actor, streets,
newspapers, and the like with their true American names. Unfortunately, the real
crime was never solved (contrary to popular misconception), and we have no
means of verifying the soundness of Poe’s deductions (Haycraft, 1942: 16).
En cuanto a la investigación de la policía, esta puede dividirse en etapas. Cada una
significa un fracaso en la resolución del misterio y cada fracaso impone un incremento en
el monto de la recompensa ofrecida por la captura del asesinato.
44
a. Como el Prefecto cree que el enigma será fácil de resolver, se ofrece una
primera recompensa de mil francos.
b. No aparecen pistas que contribuyan a esclarecer el misterio, y se duplica la
recompensa: dos mil francos.
c. No aparecen pistas y, para salvaguardar el honor de la policía, el Prefecto
aumenta la recompensa a veinte mil francos.
d. Por último, un comité de ciudadanos ofrece una recompensa de diez mil
francos, que se suma a la cantidad ofrecida por el Prefecto.
En este relato, el narrador sigue las directivas de Dupin, quien no se mueve de su
apartamento. En la Prefectura obtiene un informe completo de la evidencia hasta el
momento; también consigue de los distintos diarios una copia de todos los artículos
publicados en relación con el caso, desde el principio hasta el fin. El narrador-
colaborador expurga lo refutable y construye la información básica que a Dupin le
permite concluir que, si bien es atroz, se trata de un crimen ordinario. Por tanto, para
Dupin, el misterio es de fácil solución. No hay muchos modos, sino uno. No hay muchos
móviles, sino uno. Premisas básicas para Dupin que pasarán sin filtro hacia la literatura
policíaca posterior. Dupin observa que
They could picture to their imaginations a mode – many modes, – and a motive –
many motives –; and because it was not imposible that either of these numerous
modes and motives could have been the actual one, they have taken it for granted
that one of them must. But the ease whit which these variable fancies were
entertainded, and the very plausibility which each assumed, should have been
understood as indicative rather of the difficulties than of the facilities which must
attend elucidation. I have therefore observed that it is by prominences above the
plane of the ordinary, that reason feels her way, if at all, in her search for the true,
and that the proper question in cases such as this, is not so much “what has
occurred?” as “what occurred that has never ocurred before? (Poe, 1965: 180).
Estas son preguntas clave: no resulta tan importante preguntarse “¿cómo ha ocurrido?”,
cuanto “¿qué ha ocurrido que no haya ocurrido antes?”
45
No olvidamos aquí que lo que hace el personaje es tan importante como lo que
dice. Lo que dice es lo que hace. No le interesan los extractos, o le interesan más bien
para mofarse de ellos, de sus desviaciones respecto de la verdad, incluso de las falsas
percepciones que obtienen de los datos muertos de la realidad. La verdad no está presente
ni subyace en los textos periodísticos. Dupin dice: “I have copied them chiefly to show
you the extrene remissness of the police” (ibíd., 193). Dupin y su colaborador son
eficientes; la policía es inoperante. O el único modo en que puede operar es ofreciendo
dinero. Esa inoperancia de la policía es uno de los rasgos que pasará a configurar una de
las características del género policial.
Haycraft sostiene que la contemporaneidad con los hechos reales hace creíble el
acontecimiento relatado y pone de relieve el modo chapucero en que la policía ha llevado
adelante la investigación: “Poe was frankly contemptuous of their efforts, and more than
hinted that he wrote ‘The Mystery of Marie Rogêt’ to expose their ineptitude” (Haycraft,
1942: 16). A partir de lo dicho, podemos agregar a los rasgos ya mencionados los
siguientes: Dupin prefiere actuar de manera mediata, a partir de informes (relatos o
informes de periódicos); en consecuencia, Dupin suele ostentar una actitud irónica y
despreciativa respecto de la prensa, la policía y la opinión pública.
46
Nos parece oportuno cerrar esta sección con algunas observaciones de Narcejac.
Poe examina la escena con recortes periodísticos, a partir de los cuales su personaje de
ficción, Dupin, construye la escena del crimen y deduce los móviles que llevan al
criminal a perpetrar su crimen, siempre valiéndose de indicios. Cada indicio no solo es un
símbolo de la realidad, sino que lo es también de las acciones humanas. Narcejac afirma,
tomando como paradigma “The Mystery Marie Rogêt”, que “tal vez no habría literatura
policíaca con pretensiones científicas” sin un relato que podría ser verídico más allá de la
investigación y de la contraposición de los testimonios (Narcejac, 1986: 27). Y agrega
que la veracidad, sustentada en la deducción, es el objetivo del polical clásico.
Este es el tercer y último relato de Poe que tiene a Dupin como protagonista. Al
final del cuento, la carta que se sustituye contiene los versos de una tragedia, cuyo autor
no se especifica (como aclara Dupin al narrador). ¿Se trata o no de un plagio del
detective? Indudablemente, no; es más bien una alusión, porque quien lea el texto (el
ministro D…) entenderá que proviene de Proper Jolyot de Crebillon (1674-1762) y no de
quien escribe en la carta los versos que no llevan indicación de autor. Lo mencionamos
porque al descartar el plagio e introducir el concepto de alusión estamos hablando de la
clase de intertextualidad con la que ha trabajado Poe en este caso. Deja una clave para el
ministro D., con el fin de indicar quién es el autor del engaño, es decir, quién sustrajo la
carta auténtica.
El cuento es publicado por primera vez en The Gift en diciembre de 1844; también
aparece más tarde en The Edinburgh Journal, de Chamber, en noviembre del mismo año,
probablemente sin la autorización de Poe, quien, en 1845, lo recopila en sus Tales (Costa
Picazo, 2010: 947, nota 1). Haycraft señala que algunos críticos han argumentado con
descuido que el género, en “The Purloined Letter” decae y que su fracaso se debe a que
no despierta suficiente interés, y el autor de Murder for pleasure añade que los hechos no
apoyan esta afirmación:
47
While it is true much of Poe’s work was relatively unappreciated in his lifetime,
there is no reason to believe that his detective stories suffered more thas his
fantasies or his poetry. In point of fact, the weight of evidence clearly indicates the
opposite situation. Poe not only compplained several times in personal
correspondence that the public seemed to prefer his ratiocinative tales to what the
chose to consider his worthier efforts – he also frequently traded on their
popularity in his dealings with editors and publishers (Haycraft, 1942: 26).
El acto de Dupin de cambiar un sobre por otro parece traicionar la confianza del ministro
D…, quien lo recibe amistosamente en su despacho, aunque existiera entre ellos una
animosidad antigua (especialmente por parte de Dupin). Borges, sin embargo, lo cataloga
como “un genio de lo intelectual”, pues es capaz de descubrir un misterio obrando con su
sola inteligencia, “por una operación mental” (Borges, 1979: 72-77). Una doble unidad se
proyecta en los tres casos en que interviene Auguste Dupin: por un lado, la unidad
vinculada al carácter del protagonista; por otro, la asociada a la escritura con que el
narrador innominado cuenta los tres relatos. El narrador no es un interlocutor enteramente
ingenuo, porque desde su posición se exponen los relatos con solvencia y matices
estéticos.
razonamientos antes que las circunstancias que los ponen en marcha. Y tales
razonamientos están encarnados en su figura.
Los personajes hablan del asunto de la calle Morgue y se ocupan del misterio de
la muerte de Marie Rogêt cuando, más tarde, el Prefecto G… pone a Dupin al tanto de los
hechos. Dupin se embarcará sin dudarlo en sus elucubraciones analíticas y aun va a la
casa del Ministro D… para desentrañar el misterio de la carta robada. En su mente, el
misterio de la carta robada consta de cuatro partes: primero, la carta está a la vista de todo
el mundo; segundo, hay que sustraerla; tercero, se trata de obtener una recompensa por su
trabajo; cuarto, hay que vengar una vieja afrenta. Todo esto lo consigue Dupin. A pesar
del carácter cerebral y abstracto que tan a menudo se ha indicado como característico de
Dupin, también hay que señalar sus cualidades humanas, un modo de razonar que no
excluye las contradicciones ni la venganza.
1 Cortazar afirma que “Conan Doyle se burló, por boca de Sherlock Holmes, de los métodos del
chevalier Dupin; a ellos le debía, sin embargo, su técnica analítica, y hasta el truco de utilizar
como representante indirecto del lector a un supuesto amigo o confidente, por lo general bastante
bobo” (Cortázar, 1994a: 352).
2 En el mismo sentido que Cortázar, años después, en una conferencia, Borges dice: “Conan
Doyle imagina un personaje bastante tonto, con una inteligencia bastante inferior a la del lector, a
quien llama el doctor Watson […] Todo eso ya está en ese primer relato policial que escribió Poe,
sin saber que inauguraba un género, llamado The Murder in the Rue Morgue (Los crímenes de la
calle Morgue)” (Borges, 1979: 73).
50
Borges asimila a Poe. Cabe preguntarse qué sustrae del poeta bostoniano. ¿De
Edgar Allan Poe o de Auguste Dupin? Borges se apropia de los dos, en diferente medida
y con sus métodos propios, con su peculiar sistema de absorción mediante la escritura. El
problema –y también la solución– es que en Borges siempre tenemos que atender a su
doble faceta, de escritor y crítico. A esta última haremos referencia en algunos aspectos;
no obstante, trataremos de concentrarnos, ante todo, en el narrador de historias policiales,
y fundamentalmente en la figura de un detective sin descripción física ni moral, el
detective innominado de “Emma Zunz”.
Las referencias explícitas de Borges a Poe son categóricas. Dice, por ejemplo, que
hablar del relato policial es hablar de Edgar Allan Poe. Borges traza la tradición de la
literatura policial. Lo hace deteniéndose en tres elementos: trama, enigma y detective.
Respecto del enigma, lo coloca como la base de la trama: “Aquí tenemos otra tradición
del cuento policial: el hecho de un misterio descubierto por obra de la inteligencia, por
una operación intelectual” (Borges, 1979: 72), y traza una genealogía literaria: el
descubrimiento del hecho misterioso “está ejecutado por un hombre muy inteligente que
se llama Dupin, que se llamará Sherlock Holmes, que se llamará más tarde el padre
Brown” (íd.). “El primero de todos ellos, el modelo, el arquetipo podemos decir, es el
caballero Charles Auguste Dupin, que vive con un amigo y él es el amigo que refiere la
51
historia” (íd.). En la base del detective también está la invención de Poe, e incluso su
persona: “Poe tenía el orgullo de la inteligencia, él se duplicó en un personaje, eligió un
personaje lejano –el que todos conocemos y que, indudablemente, es nuestro amigo
aunque él no trata de ser nuestro amigo–: es un caballero, Auguste Dupin, el primer
detective de la historia de la literatura” (íd.: 72). Borges adjudica a Poe la prioridad en los
siguientes elementos vinculados con el origen del género:
a) Poe no inventa el género policial, pero sí crea para este género el personaje del
detective.
b) Poe inventa al lector del género policial, un lector suspicaz.
c) Poe inventa al detective a su imagen y semejanza, se trata de un personaje
cuya principal característica es la inteligencia, e incluso la vanidad de la
inteligencia.
d) Poe hace del personaje del detective nuestro amigo, en parte porque el género
policial también postula una amistad singular entre hombres de inteligencia
desigual.
Borges afirma: “Edgar Allan Poe escribió cuentos de puro horror fantástico o de
pura bizarrerie; Edgar Allan Poe fue inventor del cuento policial” (Borges, 1974: 694).
Sin embargo, entre las historias más remotas, la más famosa data del siglo V a.C.: la
tragedia de Sófocles, Edipo Rey, donde “el mito de Edipo es presentado en la obra de
Sófocles a manera de una investigación que el propio personaje cumple y de la que
resultará su autoconocimiento” (Castañeda, 1988; también Boileau-Narcejac, 1968: 20-
21) y, añadamos, también resultarán de ello su condena y su castigo. Hubo realizaciones
ficcionales anteriores a Poe, en las que aparecen elementos del relato policial, como
hemos pensado, entonces, en Edipo rey, donde hay una investigación, un investigador, un
asesinato, toda una trama policíaca que no estaba en la mente del dramaturgo griego
cuando escribió su tragedia. Es posible observar la conjunción de varios elementos
convergentes en un mismo aspecto: el criminal y el investigador. En el cuento de Borges,
entre otras posibilidades, se da a entender esa conjunción: “esa y otras ambiguas
analogías pueden significar la identidad del buscado y del buscador” (Borges, 1974: 418).
Las historias reales (las del ya mencionado Eugène Vidocq) o ficcionales anteriores a Poe
57
Borges –hemos citado ya– insiste en que Edgar Allan Poe engendró al lector de
cuentos policiales, afirmación que enuncia a continuación de otra: que todo hecho
estético requiere de la conjunción del texto y del lector, pues sin lector el texto no existe.
Borges deduce que los lectores de relatos policiales existen gracias a Edgar Allan Poe, y
afirma que el lector de narraciones policiales lee “con incredulidad, con suspicacias, una
suspicacia especial” (Borges, 1979: 66-67), lo que quiere decir que tanto Edgar A. Poe
como en general la novela o las narraciones policiales han creado un lector pertinente a
los relatos policiales. Y luego especifica que Dupin es el primer detective de la literatura
(ibíd.: 72). Nos parece que esta afirmación requeriría un examen respecto de los
detectives –y también de los lectores– creados por Borges casi cien años después. No
obstante, no intervendremos en los detectives –tampoco en los lectores– que con peso
específico propio aparecen durante ese intervalo (Monsieur Lecoq, Holmes, Rouletabille,
el padre Brown, Hercule Poirot, el comisario Maigret, por citar algunos).
Recurramos a la doble hipótesis de los dos relatos: uno, explícito; otro, implícito.
O dicho de otro modo: una historia que sea susceptible de ser narrada; la otra, no, porque
implicaría haber estado en el cuerpo y en la mente del personaje asesinado, lo cual resulta
siempre imposible de verificar, en razón de que alguien que muere no puede dar nunca
una versión de su muerte –de lo contrario entramos de lleno en el campo de lo fantástico
o maravilloso–; o en el cuerpo y la mente del asesino, quien nunca daría su más legítima
exégesis. Por dos razones, además de que puedan existir otras. Se parte de la pregunta
58
policial; nada refiere con relación al tema respecto de “La muerte y la brújula”. Según un
testimonio recogido por Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera, AUGUSTO ROA BASTOS dice
que este cuento “aporta una vuelta de tuerca en cuanto a la idea de estructura: el detective
resulta la víctima” (Lafforgue-Rivera, 1977: 53). En el “Epílogo” de El Aleph, de “Emma
Zunz” Borges especifica que no corresponde al género fantástico, y en la “Posdata” de
1952 tampoco menciona la posibilidad de que “Abencaján el Bojarí, muerto en su
laberinto” sea una relato policial. No obstante, en la misma Posdata, de “La espera”
indica que el argumento le fue sugerido por una crónica policial.
que en esa época se encontraba ya cerca de su agotamiento, y cita una entrevista que le
hace María Esther Vázquez (Gil Guerrero, 2008: 155):
“El acercamiento a Almotásim” simula ser una reseña. El ensayista cita a dos
comentaristas y subraya “el mecanismo policial, y su undercurrent místico” (Borges,
61
Según indica Gil Guerrero, “El jardín de senderos que se bifurcan” abre “la
postulación policial borgeana” (Gil Guerrero, 2008: 146). Según esta autora, aparecen
procedimientos desautomizadores y diversos niveles narrativos. Esto quiere decir que no
se correlacionan las ejecuciones ficcionales con los postulados borgianos sobre el relato
policial.
acontecido, pero no se alude al comienzo del relato como ocurre en las narraciones
detectivescas de Poe, sino que se lo elide a fin de que se cumpla la regla de un final
necesario y sorprendente. Esta estructura, a nuestro juicio, emparenta “El jardín de
senderos que se bifurcan” con “Emma Zunz”, donde también se produce ese giro en los
términos estructurales, pero en este último cuento, con mayor osadía, ese giro es más
ostensible y se sustenta en el detective oculto.
En el “Tema del traidor y del héroe”, ante la pregunta ¿quién narra?, podemos
afirmar que es el narrador quien confiesa que “Bajo el influjo de Chesterton (discurridor
de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía
preestablecida), he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún
modo me justifica, en las tardes inútiles”. Da la fecha, “hoy, 3 de enero de 1944”, añade:
“la vislumbro así” (Borges, 1974: 496). Y el segundo párrafo continúa dando información
63
investiga, sigue pistas que al final construyen un camino que conduce a su muerte;
también, la trampa en la que cae, aunque la creación de su trama le creyera en posesión
de los hilos de la trampa que creía estar tendiéndole a Scharlach. Por tanto, las historias
de cada uno de los tres crímenes no se apartan de los presupuestos de Todorov, salvo el
cuarto: Red Scharlach ha llevado a una trampa de muerte a Lönnrot. Los papeles se han
invertido. El asesino es el razonador que no yerra en sus presunciones. Podemos concluir
que la narración avanza según las reglas del policial clásico, pero el final, necesario e
inesperado, por lo tanto sorpresivo, cambia los constituyentes del modelo del cuento
policial. A través del análisis de “La muerte y la brújula”, RICARDO PIGLIA, en el punto
IV de sus “Tesis sobre el cuento” sostiene su concepción de las dos historias: lo que es
superfluo en una, es básico en la otra, cuestión que en el acápite II expresa en los
siguientes términos: “El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia
secreta aparece en la superficie” (Piglia 2013: 106-107) y en el punto V abre su segunda
tesis: “La historia secreta es la clave de la forma del cuento y de sus variantes” (ibíd.:107-
108).
Hemos trabajado hasta aquí los cuentos que consideramos policiales de Ficciones.
La teoría de las dos historias y sobre quién narra fueron señaladas en cada caso. Por el
momento, “El jardín de senderos que se bifurcan” ha exhibido la pauta que escinde el
“detective explícito” del “detective implícito”. Veamos qué sucede en los cuentos de El
Aleph, reservando para la tercera y última parte el análisis de “Emma Zunz”.
Dunraven que no multiplique los misterios, deben ser simples, y le recuerda “La carta
robada” de Poe. Dunraven le replica que el universo es complejo (Borges, 1974: 600).
Nos interesa destacar que se plantea un enigma ante el cual emergen dos interpretaciones
diferentes. La estructura es, entonces: primero el enigma y después su resolución. En este
sentido, no hay contradicción con los relatos de Poe, salvo en el hecho de que, como
señala Gil Guerrero:
Segunda Parte
Para Tzvetan Todorov, la novela policial clásica no contiene una historia sino dos: la
historia del crimen y la historia de la investigación (Todorov, 2003: 34). En su forma más
pura, lo que se manifiesta como fenómeno discursivo narratológico, en la narración
policial clásica estas dos historias no tienen ningún punto en común, esto es, la primera
historia, la del crimen, ha concluido antes de que comience la segunda (íd.).
Naumann caracteriza la novela criminal como aquella que “se empieza a escribir
desde el final y hasta el comienzo” y también que “la construcción de lo narrado
realizada por el detective es posterior a su construcción realizada por el autor” (Naumann,
2009: 6). Esto es: la historia primera, la del crimen, no es posible narrarla; en cambio, el
lector tiene acceso a la historia de la investigación que incluye la reconstrucción
(presunta) del crimen. Presunta porque, como ya lo enuncia el personaje de la novela de
Mann: son dos partícipes de un hecho que los une para siempre y del cual nadie más
podrá saber exactamente lo que ha ocurrido a nivel físico, psicológico, moral y emocional
de los participantes: uno sufriendo, el otro, actuando.
dos historias, ellas configuran dos planos y cada historia se cuenta de modo distinto
dentro del discurso narrativo. Significa entonces que no es lo mismo afirmar que una se
cuenta y la otra, no. También Borges utiliza el concepto de doble plano: “el cuento deberá
constar de dos argumentos; uno, falso, que vagamente se indica, y otro, el auténtico, que
se mantendrá secreto hasta el fin” (Borges, 1998: 257). En términos de Piglia, “un relato
visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario” (Piglia,
2013: 106). A semejanza de Borges, Piglia enuncia la aparición en la superfice de la
historia secreta al final del relato (íd.).
acción de sustituir una carta por otra. Por lo tanto, en la acción del detective cabe pensar
en un plano tanto intelectual como físico.
Asimismo, podemos aseverar que la historia A, que ocurre en primer lugar, solo
tiene lugar, solo existe y aun solo se verifica en la historia B. La historia B es la que tiene
un carácter literario. Si es necesario emprender un paralelismo con la crónica policial
periodística, la coordenadas serán las mismas: el asesino y el asesinado pertenecen desde
el momento en que el crimen acontece, a tiempos y espacios que será necesario
reconstruir y que, en consecuencia, entrarán en la esfera de lo que habría podido suceder,
de lo que habría sido, fuentes de la especulación de las que se alimenta el sistema judicial
y que pone en acto el sistema literario a través de las inferencias, cuando se trate de
hechos ya consumados y aun denunciados en el sistema policíaco-judicial, real o literario.
Boileau-Narcejac marcan una diferencia tajante entre la investigación policial real, que
no es una ciencia exacta, y la novela policial, cuya investigación progresa
ineludiblemente hacia su resolución (Boileau-Narcejac, 1968: 41).
Enrique Pezzoni explica que en la teoría de las dos historias de Todorov emerge
un doble duelo: el del asesino y la víctima, y del detective y el asesino; sin embargo
Pezzoni formula además de la de Todorov una segunda hipótesis: que en la novela
policial hay un tercer duelo, que se da entre el narrador y el lector. Por un lado, el
narrador refiere la manera en que se construye un crimen, y aquí se establece una lucha
con el narratario para que el receptor no lo descubra con antelación (Pezzoni, 1999: 143-
144). De modo que el lector termina de leer y comprender cuando al final de la novela se
le entrega la solución del crimen, tal como hemos visto en los tres relatos policiales de
70
Edgar Allan Poe. Pezzoni aclara que esos dobles juegos se “espectacularizan” en Borges,
porque en esos juegos entran el narrador y el lector con el personaje:
El narrador ignora tanto como el receptor lo que el personaje hace; aquellos dos
aguardan el decir del personaje: éste dice, cierra el caso. Pero el caso se reabre: el
narrador surge y deshace al personaje y propone una segunda interpretación (íd.).
La relevancia de las “dos historias” a los fines del presente trabajo es poner de relieve el
modo en que el narrador de “Emma Zunz” se presenta como detective implícito u oculto,
que narra la segunda historia después de que la primera ha ocurrido, y el hecho de que el
cuento produce la ilusión de que la que se narra (directamente y sin intermediarios) es la
primera historia. Esta ilusión es una distorsión de la narración policial clásica inaugurada
por Poe, en cuyos tres cuentos paradigmáticos el detective se presenta inexorablemente
explícito, bien diferenciado y posee una personalidad y modo de ser que se corresponde
con esa personalidad; mientras que, en el autor de Ficciones, ese detective narra y a un
tiempo se difumina, o con mayor precisión, se esconde en la narración; pero en este caso,
para narrar el asesinato que comete Emma, la primera historia debe ser condición previa,
sine qua non, para que la segunda tenga lugar. Borges ha cometido una inversión con
relación a la ortodoxia de la figura del detective y del relato policial. Lo que hizo fue
eliminar casi toda referencia al detective, exceptuando las peculiaridades discursivas de
varias intromisiones bien situadas, unas narratológicas, de personas gramaticales
diferentes; otras textuales, de especulaciones, comentarios y preguntas retóricas que
pueden considerarse conjeturas, para priorizar el discurso narrativo y en él la figura de
Emma Zunz, como analizaremos más adelante. Un juego de espejos: la primera historia
que el lector cree estar leyendo es, en realidad, la segunda historia, contada por un
detective oculto en su discursividad, innominado, no sabemos si profesional o aficionado.
Por una parte posee certezas y, por la otra, parece que en lo que él expone nada es
concluyente. Esta hipótesis se bifurca: o Emma es culpable o bien es inocente, según se
crea o no en su testimonio. No hay otras versiones. El marinero con el que tuvo
relaciones sexuales ha partido. Loewenthal está muerto. No hay testigos. Nadie puede
71
Extraordinary Murders. – This morning, about three o'clock, the inhabitants of the
Quartier St. Roch were roused from sleep by a succession of terrific shrieks, issuing,
apparently, from the fourth story of a house in the Rue Morgue, known to be in the sole
occupancy of one Madame L'Espanaye, and her daughter, Mademoiselle Camille
L'Espanaye (Poe, 1982: 147).
We will go and see the premises with our own eyes. I know G…, the Prefect of Police,
and shall have no difficulty in obtaining the necessary permission (ibíd.: 153).
3 Hacia el final del cuento, Emma realiza una acción inexplicable: “le quitó los quevedos
salpicados y los dejó sobre el fichero” (Borges, 1974: 568). Nos preguntamos: ¿es un acto
consciente o inconsciente? No lo sabemos, puesto que no se aclara. Si bien caben interpretaciones
que dejaremos a un lado porque no hacen a nuestra investigación, de todos modos conviene
apuntar que es el detective-narrador quien narra el hecho.
72
Podemos afirmar que en este punto comienza la historia de la investigación que lleva a
cabo el detective Dupin, yendo al lugar de los hechos para, a posteriori, sacar sus
conclusiones, que incluyen el modo posible en que los acontecimientos tuvieron lugar.
Nos resta decir que Dupin está presente y su carácter, sus gestos, sus acciones, sus
palabras son referidos por un narrador testigo. En consecuencia, Dupin es un detective
explícito, visible porque es “visto” por ese testigo que además lo escucha.
Dupin cuenta sus acciones al narrador, el lector sabe que es él quien habla,
reflexiona y descifra el enigma.
TERCERA PARTE
details
La escena urbana, multiforme y misteriosas, antes de que escriba sus tres historias
detectivescas, es delineada por Poe en “The Man of the Crowd”, aparecido en diciembre
de 1840 en Burton’s Gentleman’s Magazine & Graham’s Magazine. Costa Picazo sostiene
que “el relato impresiona por la centralidad de lo urbano y el tema del anonimato y la
soledad del hombre en la masa, que se dará en Baudelaire como la marca de la
modernidad” (Costa Picazo, 2010: 453, nota 1). Walter Benjamin analiza una
característica axial de la ciudad en la que se congregan las multitudes: “Su multitud es
siempre la de la gran ciudad; su París está siempre superpoblado” (Benjamin, 1972: 138).
Benjamin examina la mirada de Baudelaire sobre el París de su tiempo: el poeta parisino
en su poesía no crea un arte local; por el contrario, eleva a la alegoría su visión urbana, de
modo que confronta a la ciudad con la mirada del exiliado. Razón por la cual ve lo que
otros, sumidos en el ir y venir de la multitud, no pueden ver. Benjamin alega que las
historias de detectives, cuyo interés está centrado en una construcción lógica, aparecen
por primera vez en Francia con las traducciones de los cuentos detectivescos de Poe
(ibíd.: 57). Baudelaire adoptó el género, y como escribe Benjamin, la obra de Poe penetró
por entero la obra del francés: “y Baudelaire subraya este estado de cosas al hacerse
solidario del método en el que coinciden los géneros a los que se dedicó Poe” (ibíd.: 57-
58). Y es en este París de Baudelaire donde ocurren los asesinatos de la rue Morgue, el
misterio de Marie Rogêt y el delito de la carta robada. Dice Lacassin: “aujour d’hui
refuge du crime, celles-ci n’enveloppent plus la forêt mais un nouveau labyrinthe surgi
sur son espace inquiétant: la ville” (Lacassian, 1974: 21).
En “The Man of the Crowd” el narrador es un observador de la calle atestada de
gente. Se da cuenta de que la multitud aumenta al caer la noche. Al narrador, que no había
presenciado antes esta singularidad de la ciudad, el hecho le resulta novedoso, sobre todo
por la multiplicidad de grupos y de individuos que ofrecen a su vista características
diversas y específicas.
hubiera sido observada por el narrador de Poe, ¿hubiera pasado inadvertida? ¿No hubiera
llevado en su cara la marca de quien ha realizado un acto terrible e intenta difuminar sus
pasos en las calles de la ciudad, entre la multitud?
Este comienzo del cuento anticipa al detective que presentará más adelante. Este
es un punto de partida para analizar la figura del detective del policial de enigma.
Boileau-Narcejac afirman que el detective como creación literaria es el personaje que se
coloca en el centro del análisis del género: “Y toda la historia policial va a ser concebida,
en adelante, en función de este personaje nuevo que es el detective” (Boileau-Narcejac,
1968: 41-42).
Kracauer define la ratio como principio constitutivo del mundo desrealizado que
domina la escena asumiendo diversos roles; por este motivo el detective vaga en el
espacio vacío entre las figuras de calidad de representantes de la ratio. Esta se contrapone
77
Esto se encastra con la condición de célibe, marginal, del detective Dupin de Poe.
Kracauer caracteriza al detective como un neutrum, ni erótico ni puramente espiritual.
Así, la objetividad de Dupin se funda en un intelecto en el que nada puede influir, porque
se basa en la nada. Según Kracauer el detective se apoya psicológicamente en su
racionalidad, lo cual verifica su irrealidad que, considerada en sí misma, no es auténtica
(ibíd.: 84). En su opinión, la integridad del detective es soledad (ibíd.: 86). Dupin es un
solitario que acepta a otro que también es un solitario, por lo que ambos pueden estar
juntos durante horas sin dirigirse la palabra.
Upon the winding up of the tragedy involved in the deaths of Madame L'Espanaye
and her daughter, the Chevallier dismissed the affair at once from his attention,
and relapsed into his old habits of moody revery. Prone, at all times, to
abstraction, I readily fell in with his humor; and continuing to occupy our
chambers in the Faubourg Saint Germain, we gave the Future to the winds, and
78
slumbered tranquilly in the Present, weaving the dull world around us into dreams
( Poe, 1982: 170).
entre sus aparejos narrativos la problemática de la figura del detective. Josefina Ludmer
estructura su análisis del cuento a través de la figura del “cronista”, pero en modo alguno
involucra a un detective en el desarrollo de la historia: “De golpe, el cronista hace un
viraje hacia la otra intimidad, y pasa por la verdad pública y privada de Loewenthal: narra
desde todos, y enseguida, desde sus íntimos, y al fin desde su propia intimidad” (Ludmer,
1992: 475-476). El análisis considera el relato una “crónica” y desde esta perspectiva el
narrador se resuelve en un mero cronista de acontecimientos que supone a partir de datos
cuyo origen la autora no precisa, pues ¿quién o qué proporciona tales datos? Como estos
interrogantes quedan sin respuesta, la categoría de “crónica” se pone en duda. Sin
embargo, resulta verosímil que un periodista investigue y realice especulaciones sobre los
hechos protagonizados por Emma Zunz, aunque el cuento no abre esa puerta. Negamos,
pues, que se trate de una crónica y de que quien la relata sea un cronista. A diferencia de
Josfina Ludmer, proponemos que las versiones son de Emma Zunz. El corolario
consecuente es que la versión que leemos corresponde al detective que narra lo que
presumiblemente ha acontecido desde el momento en que Emma ha dado sus versiones.
Para nosotros –y en este punto se basa nuestra hipótesis– el detective hace un recorte de
esas versiones y luego construye la suya.
Por su parte, Beatriz Sarlo adopta el punto de vista del lector. Desestima la
posibilidad de que haya un narrador de que “vaya deshaciendo con paciencia o
inteligencia las coartadas de los criminales, sino que se le exponen los pasos que da la
vengadora para construir la atenuante de su crimen” (Sarlo, 1999: 231). Elimina del
relato la posible intervención de un detective. Cuando Sarlo pasa por alto el “Nos
consta…” y el “Tengo para mí…”, en cambio centra la historia en la atenuante de una
venganza. Lo explica aludiendo a “el acto sexual, considerado una violación, el único
acto que resulta inverosímilmente verosímil para montar el escenario de la venganza”
(íd.). Más adelante menciona la elipsis que hace el relato: “Emma llora el suicidio de su
padre, que un párrafo antes le fue comunicado como una muerte accidental. Nadie
expone la conjetura que convierte al accidente en voluntad de Emmanuel Zunz” (ibíd.:
232). Y Sarlo comenta que la seguridad de la protagonista sobre la muerte de su padre, así
como los motivos que la convierten en consecuencia de un acto suicida, desembocan en
Loewenthal, el verdadero responsable del desfalco atribuido a Emanuel Zunz (íd.). La
80
inversión es clara y vertical: Loewenthal pasa a ser dueño de la fábrica y Emma Zunz una
obrera. La palabra de su padre emerge como un oráculo: le ha confesado a Emma que el
verdadero artífice del desfalco ha sido su socio, Loewenthal. Sarlo indica una segunda
elipsis: nada se sabe acerca de lo que le acontece, incluso de la relación a distancia que
pudo haber mantenido con su padre desde 1916 a 1922. Sarlo afirma que “los detalles
ausentes son parte de una intriga no contada” (ibíd.: 233). En una nota al pie de su trabajo
aclara que el cuento expone su esencia policial, pero que su “argumento secreto no es
posible decidir si lo es” (íd.), afirmación que realiza a través de Analía Capdevilla (1995:
80) quien comenta la teoría borgeana de los dos argumentos, el manifiesto y el secreto,
también tratada por Piglia como historia 1 e historia 2 (2013: 110-111). Desde nuestro
punto de vista, tanto el argumento visible como el secreto son estrictamente policiales. El
secreto contenido en la intriga no contada no queda fuera de los márgenes establecidos
por la intriga contada y por ello mismo la contamina de la intriga policial que se narra.
También Sarlo trabaja con lo que ella llama la “hiperinterpretación” y el
“hiperinterpretante”. En el primero caso, “la carta le dice a Emma más de lo que está
escrito en ella” (ibíd.: 233), y con el segundo concepto destaca lo que el narrador postula
más allá de la letra discursiva: “el objeto del llanto pertenece al orden de los sentimientos
atribuidos a Emma y no al orden de los hechos efectivamente sucedidos, que el narrador
conoce” (ibíd.: 234). Para Sarlo, la acción sucede después de un encadenamiento de
hechos que Emma ha interpretado en exceso. Postula que el narrador también puede ser
el hiperinterpretante, puesto que explica que Emma lloró el suicidio de su padre. En el
cuento, el dato de que Manuel Maier (nombre que Emmanuel Zunz adopta para ocultar el
propio) se haya suicidado no está expreso. Nos interesa destacar del estudio de Beatriz
Sarlo el momento en que se abre, aunque rápidamente y por única vez, a la posibilidad
futura de que intervenga un investigador de la policía: “Anticipándose a la consigna de un
policía que investigue el caso, Emma producirá el móvil lejos de la escena del crimen…”
(íd.). Consignemos que Sarlo no especifica quién es el narrador, ni qué tipo de narrador
puede hacerse cargo de contar la historia. Dice “narrador” y lo califica de
“hiperinterpretante”. Esta denominación es conveniente para todos los narradores que
cuentan historias de los otros, sobre todo apropiada para el narrador homodiegético de
81
focalización externa. Así es para el narrador de “The Murders in the Rue Morgue” como
para el propio Dupin, como para el de “Emma Zunz”.
Desde el comienzo del cuento hay una aparente desaparición del narrador; o sea
que es un cuento escrito en la forma canónica de la tercera persona, y el narrador
al comienzo del texto parece ausente: los hechos se presentan como por sí solos,
como en un informe. Pero al mismo tiempo, en el relato irrumpe el narrador, se
introduce en la narración; y la marca textual de esta aparición es el paso de la
tercera persona tradicional a la primera persona narrativa. El narrador aparece con
reflexiones acerca de lo que está narrando, con una descripción de las dificultades
del acto mismo de narrar y de los hechos mismos que está narrando (Pezzoni,
1999: 129-130).
Poco después añade que el narrador ignora lo que va narrando y que “el acto mismo de
narrar es la disolución de un misterio ante sus propios ojos” (íd.). E insiste más adelante
sobre esa característica de que quien entrega el relato ignora lo que transmite y que
“narratario y narrador descubren al mismo tiempo la solución del misterio; el porqué de
los hechos que está realizando Emma Zunz, el porqué de sus acciones” (ibíd.: 132), con
lo cual no estamos de acuerdo, porque bien el lector real, bien el narratario, lector
imaginario, pueden no conocer el desenlace de la historia, sin embargo, y este es el punto
en cuestión, el narrador la conoce, y como la conoce la narra, no desde una certeza
axiomática, sino desde el ámbito de una construcción que parte de las últimas frases en
estilo directo que oímos de la voz de la protagonista. Pezzoni releva esta instancia:
de pronto Emma Zunz adquiere el status de narrador […] a lo largo del texto
Emma Zunz calla, no hay decir del personaje, no hay ninguna forma de discurso
referido del personaje; hasta sería muy difícil rastrear formas de discurso
indirecto. Es el narrador el que emite los hechos o es el narrador el que,
invadiendo el relato, conjetura acerca de ellos; el personaje calla, y de pronto el
82
primer misterio […] se soluciona por boca del personaje. El personaje habla una
sola vez, y el personaje dice la verdad, lo auténtico de la situación (ibíd.: 137).
Hay algunas cuestiones a discutir en este pasaje. Por ejemplo, Sarlo sostiene que “ante la
duda que Emma podría haber sentido, el narrador afirma (en una frase que admite ser
leída como discurso indirecto libre) que ella no podía no matarlo después de la deshonra”
(Sarlo, 1999: 235). La segunda cuestión es que el narrador invade su propio relato. No
sucede que, en un relato que se presenta con un narrador heterodiegético en focalización
cero, es decir, omnisciente, emerge de pronto la voz de un comentarista en primera
persona, sino que es la misma voz que, en primer lugar habla de Emma, desde la cual,
también focaliza, y, en segundo lugar, opina y se menciona a sí mismo. Por último, el
personaje no habla una sola vez, sino que una sola vez la oímos en discurso directo, pero
el narrador hace hincapié en que Emma Zunz repite la misma versión, con esas o con
otras palabras. Tampoco la protagonista dice la verdad. Solo es su versión. Como dice
Sarlo, esa versión es su atenuante (ibíd.: 231).
Pezzoni no ve que en la figura del narrador está la del detective, o viceversa. Por
ejemplo menciona a tres personajes, que son el narrador, Emma Zunz y el receptor.
83
Por un lado, es verdad que el narrador conjetura; por el otro, también es verdad
que el personaje fracasa; en tercer lugar, el personaje que se ha construido y ha construido
las circunstancias para la policía, igualmente fracasa. Lo que Pezzoni no ve, según
apreciamos, es que esa segunda lectura es la que hace el lector, pues lo que el lector lee es
ya la destrucción tanto de la versión como de la figura-víctima de Emma Zunz.
Guillermo Tedio comenta ese “hoy”: “Emma no se explica cómo pudo llevar a
cabo aquella terrible y caótica acción, solo entendible desde la peripecia de un personaje
paranoico” (Tedio, 2002: 2). A esa conclusión ha llegado el detective que ha seguido paso
a paso las declaraciones de Emma Zunz. El propio Tedio insinúa la posibilidad de lo que
nosotros daremos en llamar el “detective implícito” para contraponerlo al “detective
explícito” que se expone en los relatos detectivescos de Poe. Propone Tedio: “Esa
materialización del narrador en un personaje, más en la segunda frase [Yo tengo para mí
que pensó una vez…] que en la primera [nos consta que esa tarde fue al puerto], pone en
duda que se trate de una instancia omnisciente” (ibíd.: 10). El crítico añade que el cuento
se estructura como un cuento policíaco y aunque no tiene corporeidad de detective, “el
narrador va dándonos la apariencia de los hechos que engañarán al mundo y la esencia de
los realmente ocurridos, las dos premisas que rigen todo relato policíaco, según la línea
clásica de Poe, oscilando entre el ser y el parecer” (íd.). En este punto, nos parece que el
crítico no percibe la verdadera naturaleza de la “corporeidad” del detective, la que, en
nuestra hipótesis, es netamente dicursiva, razón por la cual llamamos al detective
“implícito”. Nadie nos refiere cómo es ni cómo se comporta, como sucede con Dupin; sin
embargo, sabemos al cabo de la narración cuál ha sido su comportamiento discursivo, del
cual se desprende la necesidad de comprender los actos cometidos en dos días por Emma
Zunz, desde que recibió la carta de Fein o Fain hasta las declaraciones que ella realiza
ante la policía y ante este detective, que después va a contar la historia.
En consecuencia, si la figura del detective en “Emma Zunz” está ausente del todo
o aparece de alguna manera, no puede discernirse por las razones expuestas más arriba,
según hemos ejemplificado con las posiciones adoptadas por Sarlo, Pezzoni, Elphick,
Tedio, Ludmer. En el trabajo de estos críticos “no emerge” o aún “no es vista” la figura
del detective en el cuento “Emma Zunz” de Borges al modo en que en efecto puede
“verse” o aun “calibrarse” la función específica y la dimensión concreta del Auguste
85
Dupin de Poe, pero también, por ejemplo, “En la muerte y la bríjula” o “En el jardín de
senderos que se bifurcan”.
Por otra parte, es preciso aclarar que las variaciones sufridas por las narraciones
policiales son de dos tipos: una, la prolongación y acendramiento del canon fundado por
Edgar Allan Poe4, y otra, la que ha derivado en el así llamado hard-boiled, noir o serie
negra5 y demás variantes que exceden el marco de esta investigación. Por lo pronto,
detenerse en “Emma Zunz” implica propiciar un viraje, no solo en la serie literaria de la
narración policial, detectivesca o criminal, negra o thriller, sino también en las pautas
establecidas por Jorge Luis Borges para los bordes de su propia literatura policial.
4 Lo continúan Sherlock Holmes, el inspector French, Hercule Poirot, Lord Peter Wimsey, entre
otros detectives mencionados por Helmut Heiβenbüttel (2008: 18).
5 La genealogía literaria diseñada por Heiβenbüttel coloca en el origen a las historias de Bret
Harte, Mark Twain o Ambrose Bierce, y entre los prototipos menciona a los detectives Samuel
Spade y Nick Charles y Philip Marlowe de Dashiell Hammett y Raymond Chandler,
respectivamente.
86
odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; solo eran falsas las
circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios (Borges, 1974: 568).
segunda y que en ésta los personajes no actúan, sino que aprenden. De lo cual se
desprende un corolario que postula la “inmunidad” del detective (ibíd.: 35). Si bien en
“Emma Zunz” no se menciona a ningún detective, en esta tesis presumimos que quien
narra es un detective y la peculiaridad de este detective es que en la narración de los
hechos está implícito. En el desarrollo de la historia, el riesgo, desde la terminología
todoroviana, no lo corre un detective, sino Emma Zunz; pero no peligra su vida, sino su
honra. (Volveremos sobre este punto).
Todorov explica que la historia del crimen es la historia de una ausencia (ibíd.:
35). Esta historia ausente no está inmediatamente presente en el libro; el narrador no
88
Hasta aquí vemos lo que suele ocurrir en la “novela de enigma”. Hay dos
historias: la primera está ausente pero es real; la segunda se halla presente
discursivamente mediante un narrador homodiegético con focalización externa. Esta
presencia y aquella ausencia, según Todorov, explican la existencia de las dos historias en
la continuidad del relato (ibíd.: 34-36). Con relación a Emma Zunz, hay una historia
ficcional, “increíble”, como la califica el narrador, pero en la que todos creen: la cuenta
Emma varias veces a la policía, “con esas y con otras palabras” (Borges, 1974: 568). Esas
“otras palabras” son variaciones o distorsiones de su versión, que ya no es una, sino
múltiple; otra historia, la segunda –digamos–, que es la que imagina Emma desde que
elabora su plan de acción, y una tercera historia, que es la que cuenta el narrador, donde
se amlgaman retazos de diferentes versiones dadas por Emma. Estas tres historias se
superponen, pero una es visible de principio a fin: la del narrador-detective; la otra lo es
en la medida en que se “cita” en bastardillas parte de la primera declaración telefónica de
Emma Zunz a la policía:
Ha ocurrido una cosa que es increíble,,, El señor Loewenthal me hizo venir con el
pretexto de la huelga… Abusó de mí, lo maté… (íd.).
La tercera no aparece sino aludida en el sintagma “con esas y con otras palabras”.
La historia que está implícita es la que imagina y tiene como punto de partida su secreto
nacido en la revelación de su padre en 1916 (él no había sido el ladrón, sino Loewenthal).
Todorov señala que en la novela de enigma aparecen procedimientos mediante los cuales
89
todo el relato “Emma Zunz” es una analepsis, un ir hacia atrás luego de haber acaecido el
crimen, aun cuando se presenten las causas para ir de ellas al desenlace.
que reconstruye con especulaciones e indicios dispersos –Pezzoni los define como
microrrelatos– la historia de un crimen, y en este sentido, como la de Dupin, su vida no
corre ningún riesgo; si asumimos, en fin, que el narrador es el detective, hallamos en
“Emma Zunz” una característica de la novela de enigma.
Las cosas no ocurrieron como había previsto Emma Zunz. Desde la madrugada
anterior, ella se había soñado muchas veces, dirigiendo el firme revólver, forzando
al miserable a confesar la miserable culpa y exponiendo la intrépida estratagema
que impediría a la Justicia de Dios triunfar de la justicia humana (Borges, 1974:
567).
nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en el infame Paseo de Julio se vio
multiplicada en espejos, publicada por luces y desnudada por los ojos
hambrientos, pero más razonable es conjeturar que al principio erró, inadvertida,
por la indiferente recova… (ibíd.: 565, las bastardillas son nuestras).
Yo tengo para mí que pensó una vez y que en ese momento peligró su desesperado
propósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre (ibíd.: 566, las bastardillas son
nuestras).
Emma muere, también es preso por desfalco y en este acontecimiento, para Emma,
Loewenthal es culpable por lo que su padre le ha confesado a ella, y desde 1916, Emma
ha pensado en algún modo de venganza; por ejemplo, permanecer en la empresa que su
padre ha perdido como empleada de Loewenthal hasta que se le dé la oportunidad de
vengarse. Un segundo misterio a mitad del cuento surge en la conciencia de Emma
cuando ella relaciona su acto sexual con el marinero del Nordstjärnan con el acto sexual
de su padre con su madre para engendrarla a ella. Pero con estas aseveraciones nos
mantenemos en la superficie del cuento. Y esto es así porque el punto de vista adoptado
por el narrador-detective es el de Emma Zunz. Si volvemos a las características que hacen
eficiente a un buen detective (profesional o aficionado), conviene recordar estos cuatro
puntos:
Pensamos que esta pregunta queda incompleta; por tanto, hay que agregar: ¿cuál
es el misterio que descubre el detective? La respuesta no es la culpa de Emma, la
venganza de Emma, el martirio de Emma, la vergüenza de Emma, etc., que son temas
secundarios.
Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque en ellos el pasado inmediato queda
como tronchados del porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los
forman (Borges, 1974: 566).
96
Y también: “¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de sensaciones
inconexas y atroces, pensó una sola vez en el muerto que motivaba el sacrificio?” (íd.). La
presencia del detective está marcada por el rigor intelectual, por la pertinacia de un
intelecto lógico-analítico.
CONCLUSIÓN
narrativa, apareciera el modelo ficcional que lo creó, la figura del detective fue
reelaborada y presentada ante el lector de un modo diferente; 2) cómo se muestran sus
huellas en el discurso del narrador para diferenciarlo de la voz narradora de un personaje,
amigo del detective, cuyas proezas intelectuales cuenta y 3) cómo se promueve el
desplazamiento discursivo del detective, que convierte a éste en un enigma dentro del
enigma.
Para cumplir con estos objetivos, se examinaron las narraciones de dos campos
temporales: a) el inaugural, en el siglo XIX, con los tres cuentos detectivescos de Poe:
“The Murders in the Rue Morgue (1841); “The Mystery of Marie Rogêt” (1842) y “The
Purloined Letter” (1844), y b) el contrapuesto, en el siglo XX, con el cuento “Emma
Zunz” (1949) de Jorge Luis Borges. La elección de este corpus permitió delinear la figura
de dos clases de detectives que difieren en el modo en que son discursivamente
presentados: uno, el de Poe, explícito; el otro, el de Borges, implícito. Se indagó,
entonces, cómo y dónde son detectadas estas variables contrastantes.
crónica, sino del ámbito propio de la literatura (Link, 2003b). En este sentido, el material
derivado de una esfera de actividad humana denominada policial forma parte del aparato
discursivo e influye en la formación de un género discursivo para insertarse en la esfera
de actividad humana denominada “literatura” (Bajtín, 2011).
A los fines de esta tesis, se trató de dilucidar lo que en la serie literaria del relato
de enigma promueve el desplazamiento de un detective explícito a otro implícito. Una
vez determinadas las características ficcionales del investigador en los cuentos
detectivescos de Edgar Allan Poe, se insistió en la narrativa policial de Borges,
especialmente encuadrada en el cuento “Emma Zunz”. El objetivo fue detectar, observar,
incluso colegir en qué medida el autor argentino se acerca o se distancia del detective de
Poe. Por lo tanto, se analizó cómo se construye la figura del detective en ambos autores
(cf. I.1. “De Poe a Borges”).
Se determinó el anonimato del narrador, tanto en los tres cuentos detectivescos de
Poe como en “Emma Zunz” de Borges. La voz narradora no tiene nombre. Tampoco se
describen sus características físicas, aunque la narrativa de Poe, por una parte, destaca los
rasgos intelectuales de Dupin, y por la otra, descubre su método para detectar indicios y
para razonar analíticamente con el fin de desenmascarar al asesino y sus motivaciones. El
investigador de “Emma Zunz” es quien narra, pero no revela cómo se llama, ni cuál es su
estatus social, ni cuáles son sus rasgos físicos y morales; su entidad humana se evidencia
solo en su narración. Sin embargo, en esta tesis se mostró que se conoce más al detective
de los cuentos detectivescos de Poe. Entre otras cosas, se sabe que se llama Auguste
Dupin, tiene una posición social y es joven. En “Emma Zunz”, en la narración, se instala
el detective discursivamente oculto cuya voz emerge en su discurso (cf. I.26. “Los
narradores anónimos en los cuentos policiales de Poe y Borges”).
El segundo objetivo está relacionado con el primero. Se trabaja con una de las
variantes del detective. Entre los componentes invariantes del policial clásico –indicios,
sospechosos, espacio, enigma, etc.–, el detective es la figura funcional más relevante. Se
erige en el centro de la historia que se narra. Afirmar esta variante del detective implica
que existen otras. Entre las muchas variantes del detective, hemos fijado la atención en un
detective que no es presentado como tal, pero cuya presencia es discursiva, y, en
consecuencia, implícita (cf. I.2.1. “Los extremos”, y I.2.2. “La discusión visible” de la
presente tesis).
de una versión del crimen que aúna tanto las secuencias temporales con saltos analépticos
como lógicos y comentarios de orden metafísico, hasta la descripción detallada y cruda,
de un acto sexual que no es una violación, y, por fin, de cómo alguien mata a otro a
sangre fría (cf. II.2. del presente trabajo). Tenemos al asesino que mata
premeditadamente, y la trama invencible de una mente que, con todo el poder de su
lógica, razona para acomodar con verosimilitud lo que Emma cuenta “con esas y con
otras palabras”. Nunca se dice que el relato narra la verdad de los hechos, y en múltiples
ocasiones da cuenta de la dificultad que conlleva construir un relato verosímil: “¿Cómo
hacer verosímil una acción en la que casi no creyó quien la ejecutaba?” “¿En aquel
tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de sensaciones inconexas y atroces,
pensó Emma Zunz una sola vez en el muerto que motivaba el sacrificio?” (Borges, 1974:
565-566). Como si nos encontráramos, por un lado, ante un espejo que engaña, que
deforma los hechos, mostrándolos con un aspecto distinto del que le es propio; y, por otro
lado, con un espejo que no puede superar a su antagonista. El otro espejo no está seguro
de lo que enseña, ni puede exponer con precisión, ni con certeza los sucesos que trazan la
parábola de una vida que va de la inocencia a una culpa, aunque esta quiera diluirse en la
inocencia de un acto –criminal– realizado en nombre de la justicia divina.
A través del recorrido por la corriente del policial de enigma y sus derivados, que
sucedieron a la primera configuración del detective por parte de Edgar Allan Poe, en esta
tesis se expuso la transfiguración del “detective explícito” en un “detective implícito”
expuesto discursivamente en el cuento de Jorge Luis Borges “Emma Zunz”. El Dupin de
Poe no solo es caracterizado en su personalidad peculiar, sino que se le da nombre, se lo
sitúa en tiempo y lugar, es presentado al lector como el personaje que da brillo y sentido a
la historia que se narra. En cambio, al detective de “Emma Zunz” nadie lo presenta, no se
sabe cómo es físicamente, se desconoce su nombre, no se dice que es un detective: solo
cabe suponerlo a partir de los conocimientos que posee del discurso de Emma Zunz desde
los cuales construye una versión hipotética de cómo sucedieron los hechos que
culminaron, más allá del crimen de Loewenthal, en las declaraciones, repetidas con las
mismas palabras o con otras, de Emma. En consecuencia, hay un anverso y un reverso en
el cuento “Emma Zunz”. Se presenta con características de policial negro (con mezcla de
suspenso y thriller): es lo que se lee. En el revés de la trama, en lo que no se lee, está la
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