El Monstruo de Los Andes
El Monstruo de Los Andes
El Monstruo de Los Andes
Pedro Alonso López, mejor conocido como “El Monstruo de los Andes”, es un asesino
colombiano que mató, desapareció y violó a más de 300 niñas y adolescentes en Colombia,
Ecuador y Perú.
Asimismo, Benilda apenas se hacía cargo de sus hijos y golpeaba a Pedro con “una escoba
constantemente”, recordaban sus vecinos. De hecho, terminó echándolo de casa después
de que tratase de violar a una de sus hermanas. Antes de dejarlo en la calle le quemó los
pies con una vela. Tenía nueve años.
Las calles de Bogotá se convirtieron en su único hogar hasta que una pareja de
estadounidenses se lo encontraron y decidieron adoptarlo. Con doce años, a Pedro le volvió
a cambiar la vida y todo parecía volver a la ‘normalidad’.
Tenía una nueva familia, un nuevo hogar, un nuevo colegio y nuevos amigos pero uno de
sus profesores abusó sexualmente de él y Pedro regresó a las calles. Desde ese momento,
la delincuencia fue su único modus vivendi. Se hizo un experto ladrón de coches y a los
veintiuno fue capturado por el delito de robo en 1969 y condenado a siete años de cárcel.
Aquella etapa entre rejas también fue clave en cuanto al desarrollo de su carácter.
Aunque al principio Pedro fue el juguete sexual de algunos presos, un día decidió parar
dicha situación y vengarse. El joven degolló a sus agresores y, por primera vez, se dio
cuenta del placer que le producía matar. solo le dieron 2 años de cárcel porque “actuó” en
defensa propia. Al obtener la libertad se radicó en Perú.En su mente confluían tres
importantes elementos: el odio hacia su madre, una imagen cosificada de la mujer gracias al
consumo de pornografía, y el deleite irrefrenable a la hora de asesinar.
Una vez en libertad, Pedro viajó al sur de Perú donde empezó su periplo criminal
secuestrando y matando niñas que vivían en la región de Ayacucho. Inicialmente
seleccionaba el poblado indígena, la mayoría ubicado en zonas más apartadas; después,
unas víctimas “que tuvieran los ojos más inocentes”, explicó ya detenido; y a plena luz del
día, las ofrecía regalos para que le acompañaran. Una vez alejados y en algún paraje
desolador, Pedro comenzaba su ritual.
“Obligaba a la niña a tener sexo conmigo y ponía mis manos alrededor de su garganta.
Cuando el sol salía la estrangulaba. […] Solo era bueno si podía ver sus ojos. Nunca maté a
nadie de noche. Habría sido un desperdicio en la oscuridad, tenía que verlas a la luz del día
[…]. Había un momento divino cuando ponía mis manos alrededor del cuello de las niñas y
observaba cómo se iba apagando la luz de sus ojos. Solo aquellos que matan saben a qué
me refiero”, confesó en dependencias policiales.
Enterrado vivo
Tras violar, estrangular y matar a sus víctimas, practicaba necrofilia con sus cuerpos ya sin
vida, y los terminaba escondiendo o enterrando para no ser descubiertas. Jamás secuestró
ni mató a niñas blancas porque “sus padres vigilaban demasiado”, de ahí que acechase
siempre a menores de raza indígena. En Perú llegó a matar cerca de 100 niñas de entre 9 y
12 años, por eso el apodo del ‘monstruo de los Andes’.
Una de ellas se libró por los pelos de la muerte gracias a que varios miembros de un clan de
ayacuchos lo persiguieron. Hacía tiempo que sospechaban de él.
“Los indios en el Perú me habían atado y enterrado en la arena hasta el cuello cuando se
enteraron de lo que les había estado haciendo a sus hijas. Me habían cubierto de miel y me
iban a dejar para ser devorado por las hormigas, pero una señora misionera americana vino
en su jeep y les prometió que me entregaría a la Policía”, relató sobre uno de los momentos
más terroríficos de su vida. Después de alejarse ella le dejó marchar. Aunque hay versiones
que confirman que sí lo trasladó hasta las autoridades peruanas pero que al deportarlo a
Ecuador, el ‘monstruo’ escapó.
Sea como fuere, entre 1978 y 1980 el número de desapariciones de niñas fue en aumento,
principalmente en Colombia y Ecuador, un dato que la Policía achacó a un incremento de la
esclavitud sexual y la trata de personas, y no tanto a un asesino en serie. Pero todo cambió
cuando en 1980 se produjo una importante riada en el municipio ecuatoriano de Ambato.
En aquella inundación desaparecieron cientos de personas y las labores de rescate se
dedicaron a verificar los cadáveres encontrados con los registros de desaparecidos. Así fue
cómo hallaron los cuerpos de cuatro niñas desaparecidas antes de dicha riada y que fueron
enterradas para que nadie las encontrase.
Días después de esta catástrofe, un error de Pedro Alonso López le llevó directamente a su
detención. Pillaron al criminal con las manos en la masa mientras secuestraba en un
supermercado a Marie, una niña de 12 años. Los gritos de su madre alertaron a los
empleados del local que lograron darle caza. Relacionar dicho rapto con los cuatro
cadáveres fue cuestión de horas.
Una vez en comisaría, el ‘monstruo’ se negó a declarar. Durante varios días, Pedro no abrió
la boca, ni para confirmar ni para desmentir las desapariciones, los asesinatos o el intento
de secuestro. La única solución que se les ocurrió a los investigadores, dada la fe católica
que profesaba el detenido: que uno de ellos se hiciera pasar por sacerdote. Así fue cómo
entró en escena el padre Córdoba Gudino quien, en pocos minutos, consiguió tirar de la
lengua al asesino.
“Me ha confesado actos tan horribles, bestiales y violentos que no podía seguir
escuchándole”, aseguró perplejo tras escuchar el relato del sospechoso. “Primero violaba a
las niñas”, explicó Gudino, “y luego las estrangulaba mirándolas fijamente a los ojos porque
en ese instante la excitación sexual y el placer llegaban su máximo punto, antes de que su
vida se marchitara”.
Durante su confesión, Pedro justificó los crímenes a su dura infancia y adolescencia: “Perdí
mi inocencia a la edad de ocho años, así que decidí hacer lo mismo a tantas muchachas
jóvenes como pudiera”. Principalmente prefería las ecuatorianas porque “son más dóciles y
más confiadas e inocentes, no son como las muchachas colombianas que sospechan de
extraños”. Una vez muertas, cavaba un hoyo y las iba enterrando en grupos de tres o de
cuatro para, después, ir a visitarlas. Aquellas niñas eran sus “muñequitas”, como él mismo
las denominaba, y charlar con ellas se convertía en una “fiesta”.
Sin embargo, “como ellas no se podían mover me aburría e iba a buscar nuevas niñas”.
Más de 300 víctimas
Pese a los detalles aportados, la Policía comenzó a dudar de su rocambolesco testimonio y
Pedro, para demostrar que decía la verdad, pidió que lo llevaran a diferentes
emplazamientos para desenterrar los cadáveres. La comitiva policial llegó hasta un área
apartada de Ambato y allí fue donde el ‘monstruo’ señalizó los lugares de enterramiento.
Localizaron un total de 57 cadáveres, todos ellos de niñas entre los ocho y los doce años,
con signos evidentes de violencia, aunque el detenido habló de 110.
Entre Colombia, Ecuador y Perú, Pedro Alonso asesinó a más de 300 menores. En Ecuador
lo condenaron a 16 años de prisión, la pena máxima posible en 1980 para delitos de este
tipo. Tras cumplir condena fue extraditado a Colombia para ser juzgado por el asesinato de
varias niñas, pero el juez lo encontró “demente” y, por tanto, inimputable.
Según los exámenes psicológicos que le practicaron, este asesino era un “sociópata” con
un “trastorno de personalidad antisocial”, sin “conciencia” ni “empatía” y con gran habilidad
para la manipulación y el engaño mediante el uso de la palabra. Tras pasar cuatro años en
un centro psiquiátrico de Colombia, le impusieron una fianza de cincuenta dólares y la
obligación de un tratamiento psiquiátrico y su posterior seguimiento mensual ante la
autoridad judicial. Una vez en libertad, esto último jamás se cumplió y el ‘monstruo de los
Andes’ desapareció. Era 1998.
De nada sirvió que durante su etapa preso dijese cosas como estas: “El momento de la
muerte es apasionante, y excitante. Algún día, cuando esté en libertad, sentiré ese
momento de nuevo. Estaré encantado de volver a matar. Es mi misión”.
La última persona que tuvo noticias de él fue su madre. Pedro la visitó y, lejos de mostrarse
violento con ella pese a culparla de todos sus males, le hizo una petición: “Madrecita,
arrodíllese que voy a echarle una bendición”. Tras aquello, exigió a Benilda que le diera
dinero y se esfumó.
En 2002 la Interpol emitió una orden de búsqueda y captura contra el colombiano por las
similitudes con el asesinato de una menor en El Espinal (una de sus zonas ‘preferidas’), y
en 2012, por el crimen de otra niña en Tunja. En ambos homicidios, el responsable siguió el
mismo modus operandi que el ‘monstruo de los Andes’.
Aunque el paradero de Pedro Alonso López sigue siendo un misterio, su propia madre tiene
claro que su hijo sigue vivo. Así lo declaró ante varios medios de comunicación
colombianos: “Sé que no ha muerto. Otros familiares míos se me han aparecido en forma
de ‘presencia’ después de que falleciesen. Pero él no. Sé que sigue ahí, en alguna parte”.
https://www.lavanguardia.com/sucesos/20200821/482914384951/pedro-alonso-lopez-monst
ruo-andes-asesino-en-serie-ninas-dia-peru-libertad-las-caras-del-mal.html
ANÉCDOTA
Aquel desconocido llevaba un buen rato observando hacer la compra a Carvina y a su hija
Marie, de 12 años, cuando decidió raptar a la menor. La cogió entre sus brazos y emprendió
la huida buscando la salida del supermercado. Los gritos de la madre alertaron a los
presentes y algunos de los empleados corrieron tras él. Lograron detenerlo antes de que
subiese al coche. Acababan de evitar una muerte segura, una más de las cerca de 300 que
se llevó por delante el bautizado como el ‘monstruo de los Andes’.
PERFIL CRIMINAL
Luis Jiménez, experto en ciencias forenses menciona que “Es un asesino de corte
psicopático. Muestra una inteligencia superior y eso reflexionado en su accionar implica que
deja muy poca evidencia que pueda ser rastreada. Fue esa misma ‘inteligencia superior’ y
habilidad de manipulación la que le permitió a Pedro Alonso López, violar y asesinar a más
de 300 niñas en Colombia, Ecuador y Perú.”
Expertos en el caso relatan que “Benilda López, madre de Pedro Alonso, era una mujer
problemática y agresiva la mujer sometía a su hijo constantemente a castigos que parecían
más de una cárcel vietnamita que de un hogar colombiano”
Esteban Cruz, antropólogo experto en psicología criminal menciona que “No es que él haya
nacido malo ni maldito. Él fue víctima del maltrato constante de su madre quien lo golpeaba
y torturaba por hacer cosas que los niños hacen. Sin embargo, advierte que no hay nada
que excuse a un asesino en serie.
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en-serie-que-mato-mas-de-300-ninas-y-desaparecio-sin-dejar-rastro/
“Es un asesino de corte psicopático. Muestra una inteligencia superior y eso reflexionado en
su accionar implica que deja muy poca evidencia que pueda ser rastreada”, advierte Luis
Jiménez, experto en ciencias forenses. Fue esa misma ‘inteligencia superior’ y habilidad de
manipulación la que le permitió a Pedro Alonso López, violar y asesinar a más de 300 niñas
en Colombia, Ecuador y Perú.
Benilda López, madre de Pedro Alonso, era una mujer problemática y agresiva. Expertos en
el caso relatan que la mujer sometía a su hijo constantemente a castigos que parecían más
de una cárcel vietnamita que de un hogar colombiano.
“No es que él haya nacido malo ni maldito. Él fue víctima del maltrato constante de su
madre quien lo golpeaba y torturaba por hacer cosas que los niños hacen”, argumenta
Esteban Cruz, antropólogo experto en psicología criminal. Sin embargo, advierte que no hay
nada que excuse a un asesino en serie.
https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/pedro-alonso-lopez-el-misterio-por-parad
ero-del-peor-asesino-en-serie-618915
https://www.ecured.cu/Pedro_Alonso_L%C3%B3pez
Aquel desconocido llevaba un buen rato observando hacer la compra a Carvina y a su hija
Marie, de 12 años, cuando decidió raptar a la menor. La cogió entre sus brazos y emprendió
la huida buscando la salida del supermercado. Los gritos de la madre alertaron a los
presentes y algunos de los empleados corrieron tras él. Lograron detenerlo antes de que
subiese al coche. Acababan de evitar una muerte segura, una más de las cerca de 300 que
se llevó por delante el bautizado como el ‘monstruo de los Andes’.
Pedro Alonso López secuestró, violó y mató a niñas en Colombia, Ecuador y Perú, con el
único fin de arrebatarlas la “inocencia”, la misma que, según él, le quitó su madre cuando él
tenía ocho años. Siempre asesinaba a la luz del día, era su “misión”. Tras dieciséis años en
prisión, las autoridades dejaron en libertad a este peligroso asesino en serie y, actualmente,
se encuentra en paradero desconocido.