Didoemilio, Journal Manager, Cristian Altavilla
Didoemilio, Journal Manager, Cristian Altavilla
Didoemilio, Journal Manager, Cristian Altavilla
Cristian Altavilla**
* Trabajo recibido el 8 de mayo y aprobado para su publicación en 23 de junio del m ism o año.
Introducción
En los últimos años se ha afirmado enfáticamente la necesidad de avanzar hacia
el estudio interdisciplinario del derecho, en particular del derecho público. Existe
un consenso generalizado entre los juristas y estudiosos del derecho de que el mero
análisis de la norma jurídica (objeto del derecho) no conduce -ni podría hacerlo- a un
entendimiento cabal del complejo fenómeno jurídico. Este fenómeno no es más que
una parte del más amplio fenómeno social, donde intervienen una cantidad infinita
(o al menos indeterminada) de variables y factores, que interconectadas contribuyen
a producir los resultados sociales que observamos (incluso intuitivamente). Se erige,
pues, como un desafío de la ciencia jurídica el intentar no sólo la descripción de aquel
fenómeno jurídico, sino también y fundamentalmente, de explicarlo. Así como ha sido
necesaria la construcción de distintas ciencias para explicar diversos fenómenos so
ciales (la economía, la historia, la sociología, etc.), hoy surge evidente el diálogo entre
ellas para una mejor comprensión del fenómeno en el aspecto más amplio posible.
El presente trabajo intenta simplemente aportar nuevos elementos para el debate.
Para ello, se introducen los conceptos básicos de lo que ha surgido como el nuevo pa
radigma de las ciencias sociales, el llamado neoinstitucionalismo. Este nuevo enfoque,
gracias a su parsimonia y flexibilidad tanto teórica como metodológica, ha contribuido
más que ninguno otro paradigma al estudio interdisciplinar de la realidad social, permi
tiendo un fructífero diálogo entre las diversas ramas de las ciencias sociales. El derecho
-como parte de esa ciencia social- puede participar de este diálogo y beneficiarse de
una perspectiva más amplia -pero al mismo tiempo más simple- en el análisis de su
particular objeto de estudio.
(1) PETERS, B. Guy, E l N u evo In stitu cion alism o. L a te o ría in stitu cion al en cien cia p o lítica , editorial
Barcelona, Gedisa, 1° ed., 2003, p. 13. Como sostiene PETERS, si realizam os una m irada retrospectiva
de la ciencia política, encontram os que la pregunta m ás im portante que se realizaban los estudiosos de
esta ciencia era acerca de la “naturaleza de las instituciones gubernam entales que podían estructurar
el com portam iento de los individuos” (2003:16).
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Este análisis se caracterizaba por ser casi exclusivamente norm ativo y, en gran parte,
descriptivo y com parativo. Este análisis dispensó poco interés en la construcción de
teoría acumulativa, poniendo mayor énfasis en la descripción, más que en la explicación
o la construcción d e teorías (2).
Sin embargo, recién a fines del siglo XIX, la ciencia política tal cual la conocemos hoy,
comienza a constituirse como una ciencia autónoma (diferenciándose de la H istoria
y de la Filosofía). Y como no podía ser de otra manera, el análisis de las instituciones
políticas siguió siendo el centro del análisis. Son los primeros institucionalistas, los
proto-institucionalistas, quienes sentarían las bases de esta novel ciencia, entre finales
del s. XIX y mediados del XX (5).
(2) BELL, Stephen, “Institutionalism',’ en SUMMERS, John, Ed., G overnm ent, Politics, P o w er a n d
P olicy in A ustralia, NSW Australia, ed. Pearson Education Australia, 2002, 7 a edición, pp. 363-380.
(3) Esta preocupación se encuentra a lo largo de la historia del pensam iento político, desde la
república ideal de Platón hasta la división de poderes de M ontesquieu.
(4) Los cam bios políticos (los grandes cam bios políticos) eran producto del accionar de grandes
personalidades de la humanidad, y los individuos, por tanto, no eran sino parte de la m asa que seguía
a aquellos hom bres.
(5) PETERS, B. Guy, op. cit., p. 20.
(6) PETERS, B. Guy, op. cit., p. 20.
(7) Ibíd em , p. 21.
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(8) Ib íd em , p. 21.
(9) Ello no implicó en m anera alguna la desaparición del institucionalism o en la ciencia política: “de
algún modo, las explicaciones institucionales habían seguido teniendo cierto arraigo en los estudios
sobre política y gobierno, pero por otra parte, los institucionalistas tam bién reavivaron su uso para
explicar el com portam iento a nivel individual” (PETERS, B. Guy, op. cit., pp. 13-14).
(10) Una de sus principales preocupaciones fue el uso correcto de m étodos de investigación rigurosos,
sumado a una obsesión por llevar a cabo una construcción explícita de una teoría política.
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lugar viene ocupado por el individuo: es su conducta lo que produce -y por tanto resulta
determinante para explicar- los fenómenos políticos.
El individualism o m etodológico ocupa así el centro del análisis (11). Este análisis
se basa en las características socio-psicológicas, en un cálculo del posible beneficio
personal y, lo más importante tal vez, es que estos individuos no se ven constreñidos
por las instituciones (formales e informales), sino que hacen sus propias elecciones,
son actores totalmente autónomos que se encuentran a salvo de las restricciones de
las instituciones, de tal modo que esas preferencias son exógenas al proceso político.
De esta manera, la revolución conductista deja de lado las instituciones y se centra
exclusivamente en los actores.
La teoría de la elección racion al había sido tomada de los economistas y produciría
una gran novedad en las ciencias políticas, tanto que sería reivindicada más tarde por
los neoinstitucionalistas, modificando levemente algunos de sus supuestos, para com-
patibilizarlos a los del análisis institucional. El individuo político -visto desde esta nueva
óptica- viene a ser una continuación del h o m o w conom icus del liberalismo clásico, de
aquel “individuo aislado y empeñado en extraer el máximo provecho personal” (12).
Los trabajos fueron fructíferos, con resultados de gran valor teórico (y metodológi
co) para la ciencia política, sin embargo, sus supuestos teóricos no quedarían ajenos a
críticas y revisiones, que finalmente darían pie a una revalorización de las instituciones
en el análisis político a través del neoinstitucionalismo.
De alguna manera, la revolución conductista allanó el campo de la ciencia políti
ca para el arribo de la teoría de la elección racional, tras desplazar como paradigma
al institucionalismo (y su método formalista centrado exclusivamente en el análisis
de los atributos formales de las instituciones) e implantar en su lugar el análisis del
comportamiento político, centrado exclusivamente en actores que no se encuentran
condicionados por restricciones del ambiente, entre ellas, la de las instituciones.
(11) “El individualismo metodológico se funda sobre la hipótesis de que cada fenóm eno social surge de
acciones, creencias y orientaciones individuales y por lo tanto pueda ser explicado remontando a los factores
individuales que, más o m enos conscientem ente, lo han generado” (VANNUCCI, Alberto, G overnare
l'incertezza. Scelte p u bb lich e e ca m b ia m en to istituzionale, Rubbettino Editore, Soveria Mannelli, 2004, p. 22).
(12) MESSNER, Dirk, “Consecuencias de la reforma del Estado y perspectivas de la coordinación social”
en LECHNER, Norbert y otros, R eform a d el E stado y C oord in ación Social, México, ed. Plaza y Valdés, p. 85.
(13) Pero si hay algo que debemos rescatar de estas corrientes es la imposibilidad de encarar cualquier
análisis in gen u o de la realidad política y social. Ello nos perm ite reconocer “la existencia de intereses
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En segundo lugar, la elección racional desconocía en sus análisis los costos de tran
sacción a que se ven sujetos los individuos a la hora de tomar una decisión: costos que
tienen que ver con el tiem po (el tiempo que demanda informarse sobre determinado
asunto, llevar adelante la negociación, tomar una decisión al respecto, etc.) y con los
recursos de que dispone cada individuo.
Estas críticas serían tomadas por los estudiosos que llevarían de nuevo a las ins
tituciones al centro del análisis político, pero esta vez sin dejar de lado el importante
rol que definitivamente juegan los individuos. Nacería así el neoinstitucionalism o,
versión que se pretende superadora del viejo institucionalismo a través de los aportes
del conductismo y de la elección racional (14). El actor individual sigue siendo central
en el análisis político, pero inserto en un marco institucional que lo constriñe y lo guía
en sus decisiones, porque son precisamente las instituciones las que proveen de in
formación al individuo y tienen la virtud de reducir los costos de transacción a la que
inexorablemente se ven sujetos a la hora de tomar una decisión.
contradictorios en la sociedad” que constituye el punto de partida para que la superación de estas
contradicciones se dé dentro de los m arcos dem ocráticos (ACUÑA, Carlos, “La teoría de juegos en los
pactos constitucionales', en ACUÑA, Carlos, comp., L a N u eva M atriz P o lítica A rgentina, Buenos Aires,
ed. Nueva Visión, 1995, pp. 115-152, p. 116).
(14) Uno de los prim eros trabajos de esta corriente p ertenecen a Jam es MARCH y Johan OLSEN,
pudiendo citarse com o trabaj o sem inal de este nuevo paradigma su artículo “The New Institutionalism:
Organizational Factors in Political Life” publicado en The A m erican P o litica l S cien ce R eview de 1984.
Para DI MAGGIO y POWELL los antecedentes pueden rem ontarse a dos artículos de John Meyer, “The
Effects of Education as an Institution” e “Institutionalized Organizations: Formal Structure as Myth
and Ceremony” am bos de 1977 (ver DI MAGGIO, Paul y W alter POWELL, “Introducción', en POW e L l ,
W alter y Paul DI MAGGIO, El N u evo In stitu cion alism o en el a n á lisis O rg an izacion al, México, FCE,
1999, pp. 33-75, p. 46).
(15) Una versión en español de uno de sus m ás im portantes trabajos que intentan introducir este
nuevo enfoque de los costos de transacción puede encontrarse en la obra de Sebastián SAIEGH y
M ariano TOMMASI, L a N u eva E co n o m ía P o lítica : R a c io n a lid a d e Instituciones, Buenos Aires, Eudeba-
UBA, 1998.
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Sin embargo, podríamos afirmar que sus distintas vertientes coinciden en su objeto,
que es “dilucidar el rol que juegan las instituciones en la determinación de los resul
tados sociales y políticos” (18) (19). Los interrogantes institucionales desde los que
parte esta teoría concuerdan básicamente en determinar: a ) por qué las instituciones
son creadas; b) por qué son elegidas; c) por qué persisten; y finalmente d) qué factores
influyen en ello y cómo lo hacen (20).
(16) HALL, Peter - TAYLOR, Rosemary, “Political Science and the Three New Institutionalism s"
P o litica l Studies, Vol. 44, Issue 5, D ec. 1996, pp. 936-957, p. 936.
(17) PUTNAM, R obert, P a r a h a c e r q u e la d e m o c r a c i a fu n c io n e . L a e x p e r ie n c ia it a li a n a en
d es cen tralización ad m in istrativ a, Caracas, Editorial Galac, 1994, p. 7.
(18) HALL, Peter y Rosem ary TAYLOR, op. cit., p. 936.
(19) Resaltado agregado.
(20) SHEPSLE, Kenneth, “Estudiando las Instituciones: Algunas Lecciones del Enfoque de la elección
R acional" en R evista U ruguaya d e C ien cia P olítica, N° 16, 2007.
(21) PETERS, B. Guy, op. cit., p. 45.
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posibles acciones que otros actores puedan tomar en respuesta o simultáneamente con
su propia acción” (29). Esta suposición abre un interesante campo de análisis donde
la teoría de juegos ofrece interesantes perspectivas de análisis.
Este enfoque (que además reconoce varias versiones) parte del supuesto de que
las ideas son un elemento esencial de las instituciones. Sin embargo, sus explicaciones
adolecen de qué se entiende por “ideas” y posiblemente podrían confundirse con el
concepto de institución misma, lo cual hace de este último concepto algo de difícil
definición. Pese a lo afirmado anteriormente, encontramos en uno de los autores ads-
criptos a esta versión una de las definiciones más completas de institución, entendida
como: “(L)as restricciones ideadas por el hombre en la interacción política, social y
económica. Ellas se conforman tanto por limitaciones informales (sanciones, tabúes,
costumbres y códigos de conductas) como por reglas formales (constituciones, leyes,
derechos de propiedad)” (31).
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apartarse de ellas, sea p o r tem or al castigo sea porque encuentra en ello beneficios que
satisfacen sus intereses) (33), o bien, desde el punto de vista historicista, simplemente
porque los hombres, sujetos inmersos en una sociedad que les inculca valores y les
indica lo que tienen -o no- que hacer (“lógica de lo adecuado”) dan como aceptado
-implícitamente a veces- aquellas restricciones; es decir, “las opciones disponibles
para actores racionales están circunscriptas por un culturalm ente específico sentido
d e la acción a p r o p ia d a ” (34). A partir de esta segunda concepción, aparece el fa c to r
ideológico como determinante en la relación individuo-institución. Aparece así el
concepto de ideología introducido por originalmente por Douglass North, entendida,
en términos generales, como un “mecanismo economizador por el que los individuos
se enfrentan a su entorno y se proveen de una «visión del mundo» que les simplifica el
proceso de toma de decisiones” (35), cuya función principal es, precisamente, superar
el problema que presentan los comportamientos individualistas y egoístas (free rider).
Al preguntarse “¿Qué hacen las instituciones?” Hall y Taylor nos responden dicien
do que éstas “proveen modelos morales o cognitivos para la interpretación y la acción
[...] compuestos de símbolos, argumentos y rutinas que proporcionan filtros para la
comprensión tanto de la situación como de uno mismo, a partir de lo cual se construye
el curso de acción”, de modo que las instituciones no sólo proveen información estra
tégicamente útil sino que “además afectan las identidades, las imágenes de sí mismo
y las preferencias de los actores” (37).
(33) Véase SHEPSLE, Kenneth, “Estudiando las Instituciones..." op. cit., y POWELL, W alter y Paul
DI MAGGIO, op. cit. Desde la óptica de la elección racional, los individuos siguen las reglas porque
los hom bres son actores estratégicos que desean maxim izar sus ganancias personales o individuales:
“Cooperam os porque obtenem os m ás con ella que sin ella. Seguimos las reglas porque nos va m ejor
individualmente cuando lo hacem os" (STEINMO, Sven, op. cit., “W hat is Historical Institutionalism ?"
en DELLA PORTA, Donatella - KEATING, M ichael (eds.), A p p ro a ch es in th e S o cia l Sciences, Cambridge,
Cambridge University Press, 2008, pp. 150-178, p. 162.
(34) HALL, Peter - TAYLOR, Rosemary, op. cit., p. 956.
(35) PUTNAM, Robert, op. cit., p. 65.
(36) NORTH, Douglass, “Ideology and Political/Econom ic Institutions" C ato Jou rn al, N° 8, Primavera/
Verano, 1988, pp. 15-28, p. 15.
(37) HALL, Peter - TAYLOR, Rosemary, op. cit., p. 939.
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Luego de estas ajustadas síntesis sobre las dos principales corrientes, resulta nece
sario delinear un concepto y resaltar las características comunes que posee el principal
objeto de investigación de estas teorías, las instituciones.
A pesar de la dificultad que han tenido los representantes de las distintas vertientes
neoinstitucionalistas en definir lo que entienden por institución, existe cierto consenso
generalizado en que éstas son el marco dentro del cual se desenvuelve la actividad
humana, estableciendo reglas (formales e informales) que orientan la actividad huma
na, restringiendo y constriñendo de este modo los comportamientos individualistas y
egoístas, como así también el conjunto de preferencias de que disponen los actores (39).
Estas reglas se traducen en valores, sím bolos, argumentos y rutinas que van conformando
el conjunto de preferencias de los hombres (40).
La idea de constricción se encuentra incluso dentro de la concepción de la elec
ción racional, donde el conjunto de reglas del cual se forma una institución tiene este
efecto de limitar el comportamiento de fre e rider de los sujetos, en el sentido de que
aquellas reglas importan para los sujetos un beneficio mayor del que obtendrían de
actuar libremente y según sus propios y egoístas intereses.
Partiendo de esta noción, podemos identificar ciertas características básicas de
una “institución” que son comunes a todos los enfoques neoinstitucionalistas. Las
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(41) “En la m edida en que el entorno de una institución se com pone fundam entalm ente de otras
instituciones (y, por ende, es m enos variable), esa incertidum bre puede ser reducida aún m ás (Meyer
y Rowan, 1977; DiMaggio y Powell, 1991)” (PETERS, B. Guy, op. cit., pp. 207-8).
(42) Todas las versiones coinciden en que “las instituciones crean grandes regularidades en el
com portam iento hum ano” y que la “reducción de la incertidum bre hace m ás factible la predicción y
facilita la explicación social” (PETERS, B. Guy, op. cit., pp. 207 y 208).
(43) SHEPSLE, K enneth, “D iscrecionalidad, Institu ciones y el p roblem a del com prom iso del
gobierno', en SAIEGH, Sebastián y M ariano TOMMASI, L a N u eva E c o n o m ía P olítica : R a c io n a lid a d e
Instituciones, Buenos Aires, Eudeba-UBA, 1998.
(44) El poder predecir el com portam iento hum ano dentro de una determ inada institución que opera
dentro de un determ inado contexto (sea político, económ ico, en la sociedad civil, en la burocracia,
etc.) provee a los actores de una im portantísim a inform ación que perm ite actuar y tom ar decisiones
a futuro, pudiendo llevar adelante acciones que tengan efectos a largo plazo.
(45) STEINMO, Sven, “The New Institutionalism ” en CLARK, Barry - FOWERAKER, Joe (eds.), The
E n cy clop ed ia o f D em o cra tic Thought, London, Routlege, 2001.
(46) SHEPSLE, Kenneth, “Discrecionalidad, In s titu c io n e s .” op. cit.
(47) “Algunas versiones sostienen que ciertas características de las instituciones son sum am ente
estables y, por lo tanto, predicen el com portam iento sobre esa base, m ientras que otras h acen a las
instituciones m ás cam biantes. Sin embargo, todas requieren cierto grado de estabilidad” (PETERS, B.
Guy, op. cit., p. 37).
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Hasta aquí hemos arribado a lo que ha constituido el mayor avance del neoinstitu-
cionalismo: las instituciones importan. Importan porque contribuyen, fundamental
mente, a la estabilidad del régimen, a reducir los costos de transacción y al establecer
guías o parámetros de conducta beneficiosos para la sociedad, todo lo cual se presenta
como una solución al problema de la acción colectiva.
Las razones que afectan la eficacia de las instituciones pueden ser varias. En primer
lugar, es necesario reconocer que las instituciones no son inmunes a la manipulación
que de ellas puedan hacer los actores en juego (48). Además, puede mencionarse como
hipótesis, un defectuoso diseño institucional, debido a causas tales como la falta de
experiencia de quienes la diseñan, previsiones erradas de la sociedad, etc. (49). De
ello puede inferirse el supuesto de que en un contexto de instituciones ineficientes, los
actores encuentran mayores o más fuertes incentivos para comportase de manera opor
tunista o como fre e riders: mientras menor es el constreñimiento al comportamiento de
los individuos, mayor será la probabilidad de oportunismo en cualquier contexto social.
Sin embargo, sabemos también que las instituciones son creaciones racionales de
los hombres y que responden a las exigencias particulares del momento en que fueron
creadas. Esta nota nos da la pauta de que también estas mismas instituciones pudieron
haber sido creadas con un propósito subyacente al bien común al cual toda institución
-en abstracto- se supone que debe servir.
(48) Al respecto, pueden verse los trabajos de Charlotte TWIGHT, “Governm ent M anipulation of
Constitutional-Level Transaction Costs: A General Theory of Transaction-Cost Augmentation and the
Growth of Governm ent" P u blic C hoice, Vol. 56, No. 2, 1988, pp. 131-152 y “Political Transactions-Cost
M anipulation. An integrating Theory', Jo u r n a l o f T h eoretical P olitics, N° 6, 2, 1994, pp. 189-216.
(49) Un buen ejem plo en este sentido son los trasp lan tes de instituciones de un sistem a político de
un determ inado país a otro, sin tener en consideración factores tales com o la historia, la cultura, o m ás
generalm ente, el m arco institucional global de am bos países - ejem plos que pueden encontrarse por
doquier en la experiencia política latinoam ericana.
(50) MOE, Terry, “Political Institutions: The Neglected Side of the Story', Jo u r n a l o f Law , E con om ic,
a n d O rganization, vol. 6, Special Issue, Oxford University Press, p. 214.
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En el artículo citado, Terry Moe intenta dar -desde una perspectiva histórica, ha
ciendo hincapié en el concepto del p ath dependent- una explicación acerca de cómo
ciertas instituciones políticas emergen de la lucha por el poder político y del ejercicio
de la autoridad pública. Para comprender este fenómeno, es necesario rastrear el
origen de las instituciones y ver en qué contexto y bajo qué actores surgieron, ya que
“las formas que las nuevas instituciones toman son crucialmente dependientes de
las instituciones inmediatamente anteriores que estructuran los roles y poderes de
los participantes [...]. La realidad es que los nuevos arreglos emergen de los viejos, su
evolución fue dependiente [path dependent] y el resultado de intensas batallas políticas
y ellas sólo pueden ser entendidas como tales” (51).
Miller, citando a Pierson, sostiene que existen dos razones por las cuales las institu
ciones pueden no ser funcionales: la primera de ellas es que en el diseño de las institu
ciones, los actores podrían no anticipar correctamente los efectos de las instituciones
en los resultados políticos o bien, porque los actores podrían tener horizontes de muy
corto plazo (52). Pero también -retomando el argumento anterior de Moe- este efecto
puede no sólo ser consecuencia de un defecto estructural en el diseño o implementación
de la institución de que se trate, sino de una consecuencia esp erad a o intencionalm en
te querida: “las instituciones son soluciones a los problemas de acción colectiva que
facilitan ganancias en el comercio y hacen que todos estén mejor. Pero hay otra parte
de la historia teórica que tiende a no ser contada, una que es igualmente si no más
importante para la comprensión de qué son las instituciones” (53).
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imponer nuevos constreñimientos en la forma en que el juego político deba ser jugado
en el futuro, “constreñimientos que se traducen en ventaj as para los ganadores actuales
por sobre sus oponentes en la contienda futura para ejercer la autoridad pública” (55).
Estas premisas surgen de considerar a la actividad política como una casi cons
tante lucha por la consecución del poder -o de la autoridad pública- lo cual signi
fica, asimismo, reconocer la existencia de ganadores y perdedores en el escenario
político. Esta segunda distinción resulta fundamental para comprender que muchas
veces en el diseño institucional quienes hayan alcanzado el ejercicio de la autoridad
pública han de buscar un aseguramiento hacia futuro de las políticas públicas por
ellos implementadas -fundamentalmente por el hecho de que en la arena política
el d erecho de p ro p ied a d no se encuentra garantizado como lo está en el mercado-,
como así también, buscar y ejercer las herramientas que el ejercicio de aquella auto
ridad les proporciona para poder imponer al resto de la sociedad (dentro de la cual
se encuentran los perdedores de la contienda política) sus propias políticas y buscar
su permanencia en el poder.
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Este nuevo enfoque supuso tirar por tierra la racion alid ad instrum ental que pri
maba en la elección racional clásica. Esta racionalidad instrumental “significa que los
actores poseen modelos correctos para interpretar el mundo que los rodea; o bien, que
ellos reciben una retroalimentación de información que les permite revisar y corregir
sus teorías inicialmente incorrectas” (60). Sin embargo, esta suposición no se ajusta
a la realidad y lejos de aquel mercado eficiente, “el mercado político fue, y continúa
siendo, un mercado en el cual los actores tienen una comprensión imperfecta de los
temas que los afectan y en el cual los altos costos de transacción impiden el logro de
soluciones eficientes” (61).
Sin embargo, también contempla, sobre todo en las variantes de juegos repetidos, el
path dependence, esta vez a modo de aprendizaje de los jugadores: cuando un jugador A
sabe que B lo traicionó en un juego anterior, A partirá de estrategias distintas a las emplea
(59) TOMMASI, Mariano - SPILLER, Pablo (dir.), L a s F u en tes In stitu cion ales d e l D esarrollo Argentino.
H a c ia u n a A g en d a In stitu cion al, CEDI, Fundación Gobierno y Sociedad, Buenos Aires, 2000, p. 14.
(60) NORTH, Douglas, “Una teoría de la política b a s a d a .” op. cit., p. 98.
(61) Ib íd em , op. cit., p. 100.
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das en el primer juego para encarar el segundo o ulteriores juegos. Es decir que se parte de
un análisis donde la interdependencia de las decisiones, si bien se sigue centrando en el
comportamiento del otro u otros actores, esta vez se tendrá en cuenta el comportamiento
anterior de los otros jugadores, y no sólo su posible decisión futura centrándose sólo en
el interés que representa ese actor. Por tanto, puede haber cierta compatibilidad en la
aplicación de la teoría de juegos con otras versiones, tales como la histórica.
La teoría de juegos presenta distintos modelos que representan diversos momentos
de toma de decisión y en todos ellos se encuentra presente el dilema de la confianza
entre los individuos que se suponen, en principio, egoístas, el llamado d ilem a d e la
acción colectiva (62).
(62) Entre otras versiones de la teoría de juegos se encuentran el dilem a del prisionero, el juego de
seguridad, la batalla de los sexos y el juego del gallina. Véase SCHARPF, Fritz, G a m es R e a l A ctors Play.
A ctor-C en tered In stitu tion alism in P olicy R esearch , Boulder, Westview Press, 1997 y GIBBONS, Robert,
Un P rim er Curso d e T eoría d e Ju egos, Ed. Antoni Bosch, 1992.
(63) MARTÍNEZ PAZ, Fernando, E l m u n d o ju r íd ic o m u ltid im en sion al, Córdoba, Advocatus, 1996.
(64) DAHL, Robert, “The Behavioral Approach in Political Science: Epitaph for a M onum ent to a
Successful Protest" The A m erica n P o litica l Scien ce R eview , Vol. 55, N° 4, D ecem ber 1961, pp. 763-772.
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(69) Esta nueva concepción se erige com o un m odelo com puesto por distintos cam pos disciplinares
com o la antropología jurídica, la sociología del derecho y la sociología cultural. Según el autor, “este
cam ino perm ite la apertura a la interdisciplinariedad” (MARTÍNEZ PAZ, Fernando, L a C onstrucción d e l
M undo Ju ríd ic o M u ltid im en sion al, op. cit., p. 3) proponiendo “un nuevo punto de vista m etodológico,
designado “el pluralism o m etodológico apoyado en la investigación científica interdisciplinaria”
(HERNÁNDEZ, Antonio María, D erech o M u n icipal. P a rte G en eral, M éxico, Universidad Nacional
Autónoma de México, 2003, p. 14).
(70) Véanse BIDART CAMPOS, Germán, M a n u a l d e la C onstitución R efo r m a d a , Tomo I, Buenos
Aires, ed. Ediar, 1998, y BIDART CAMPOS, Germán, “La Teoría Trialista del Mundo Jurídico según
W erner Goldschm idt” El D erech o, T. 25, 1969, pp. 899-903.
(71) BIDART CAMPOS em plea el térm ino m u n d o ju ríd ico, al que define com o “una realidad a la
que clasificam os con los adjetivos de h u m a n a y s o c ia l” y lo em plea para resaltar -según sus palabras-
“al derecho com o realidad com puesta por conductas hum anas en relación de alteridad social” y para
designar “al fenóm eno jurídico que nos resulta real y perceptible” (BIDART CAMPOS, Germán, M an u al
d e la C onstitución R e fo r m a d a , op. cit., p. 269).
(72) BIDART CAMPOS, Germán, M a n u a l d e la C onstitución R efo r m a d a , op. cit., p. 270.
(73) Así por ejem plo cuando BIDART CAMPOS plantea la existencia de un derecho constitucional
f o r m a l y otro m a te r ia l (M an u al d e la C on stitu ción R efo r m a d a , op. cit.), com o distintos y diferentes
entre sí, está proponiendo el análisis del fenóm eno constitucional que excede la m era interpretación
herm enéutica de sus norm as, propio del m étodo jurídico-dogm ático.
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considera a las instituciones (jurídicas) como algo abstracto, sin pasado, y dado por
un sujeto sin nombre, lo que los juristas comúnmente denominan “el legislador” o “el
constituyente', sin considerar a éstos como sujetos con intereses, ideologías y particu
lares preferencias y percepciones sobre la realidad, por el otro.
Cabe agregar, asimismo, que una concepción netamente jurídica de los hechos
sociales (políticos, económicos, culturales, etc.) lleva a una percepción errónea de
la realidad. Así como en la teoría económica predominó una concepción estrecha y
atomizada de la realidad basada en el h o m o w conom icus, en el mundo jurídico ha pre
dominado lo que Cantino, parafraseando aquella concepción económica, denomina
un h o m o juridicus, “una concepción basada en la creencia de que las personas y las
organizaciones se comportan como lo exigen las normas” (74).
Esta concepción no sólo representa un atraso desde el punto de vista teórico, sino
que además ha tenido un fuerte impacto en la práctica cotidiana, dado que por tradición
(sobre todo en los países latinos - Latinoamérica, España, Italia, Portugal, entre otros),
(74) CATINO, Maurizio, “Fatti e norm e nell'organizzazione'; Studi O rgan izzativi, N° 2/3, 2001,
pp. 1-30, p. 4.
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Revista de la Facultad, Vol. VI N° 2 Nueva Serie II (2015) 147-168
el legislador -en la gran mayoría de los casos capacitado en el mundo jurídico- ha sido,
al mismo tiempo, el encargado del diseño e implementación de políticas públicas, lo
que explica, en gran parte, las innumerables reformas producidas sin mayores resulta
dos prácticos (75). Ello acontece porque el análisis formalista “oscurece características
informales importantes que afectan el funcionamiento real de gobierno” (76).
Desde esta concesión jurídico-formal se tiende a pensar que una vez creada la
norma, el transcurso desde ésta hasta los resultados pretendidos se encuentra ausente
de problemas o, en otras palabras, que una vez creada la norma, la realidad cambia
en consecuencia.
(75) Refiriéndose a las experiencias de reform as organizativas en Italia, CATINO sostiene que
“m uchos programas de reform a de la adm inistración pública a m enudo han fallado en los am biciosos
objetivos propuestos, y aquello que a m enudo ha verdaderam ente favorecido su fracaso no ha sido la
definición de los objetivos (no sólo) o de las finalidades generales del proceso de reforma, su fracaso
ha residido en una visión cultural errada del legislador y de la p o licy com m u n ity de referencia, com o
así tam bién en la ausencia de visión organizativa” (CATINO, Maurizio, op. cit., p. 4).
(76) THORLAKSON, Lori, “Com paring Federal Institutions: Power and R epresentation in Six
Federations” W est E u ro p ea n P olitics, Vol. 26, N° 2, pp. 1-22, p. 2.
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