V. Templanza. Relación de La Templanza y Otras Virtudes

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DIÓCESIS DE ECATEPEC

INSTITUTO DIOCESANO DE FORMACIÓN PARA LAICOS


DIMENSIÓN LITÚRGICA
MATERIA: VIRTUD DE LA TEMPLANZA
PROFESOR: PBRO. LIC. PEDRO ROBERTO REYES SALGADO
DISPENSA: 05. RELACIÓN DE LA TEMPLANZA Y OTRAS VIRTUDES

V. RELACIÓN DE LA TEMPLANZA Y OTRAS VIRTUDES


En este bloque temático estudiaremos la relación de la templanza con las demás virtudes cardinales -prudencia, justicia y
fortaleza-.

1. TEMPLANZA Y PRUDENCIA
El papel de la prudencia es fundamental en el actuar moral.
En síntesis, corresponde a la prudencia el papel decisivo de determinar cual sea el término medio virtuoso de cualquier
virtud moral.
Esto quiere decir que, para determinar lo bueno “in concreto” no puede haber norma de acción alguna: hay que recurrir
a la prudencia.

A) Necesidad de la Prudencia en el Actuar Moral


Santo Tomás considera que no es posible obrar bien si se desconoce el ser de las cosas. Es decir, la realización del bien
presupone el conocimiento de la realidad.
Por ello es necesaria la prudencia, virtud intelectual y moral, a través de la cual, las demás virtudes contactan con la
realidad, con la “cosa” misma (“ipsa res”), que es la medida de la razón prudente.
Sólo así se consigue que la acción característica de cada virtud –la moderación en el caso de la templanza- esté adecuada
y sea conveniente a la realidad misma (“ipsa res”), al estar ordenada por la prudencia.
Es decir…
No puede darse virtud moral alguna sin la prudencia, porque la virtud moral es un hábito electivo, es decir, que hace
buena elección, para la cual se requieren dos cosas:
Primera, que exista la debida intención del fin.
Segunda, que el hombre escoja rectamente los medios conducentes al fin.
Y esto último es misión de la prudencia.

B) Necesidad de la Templanza Para la Prudencia


La templanza, al igual que la fortaleza y la justicia, son condiciones de la verdadera prudencia.
Quien busca afanosamente los medios para lograr un fin desordenado, en todo caso realiza un mero cálculo racional al
servicio de unos intereses egoístas, pero no es un hombre prudente, a lo más es “astuto”.
Por ello…
Es necesario que en el apetito exista una virtud que lo disponga convenientemente a su fin debido, y este es el papel de
las otras virtudes morales, entre las que se encuentra la templanza.
En palabras más simples:
Unos apetitos desordenados buscarán fines impropios de la persona
Unos apetitos ordenados buscarán fines propios y dignos de la persona
Entonces, la prudencia buscará los mejores medios para realizar los fines (propios/dignos) a los cuales los apetitos
(ordenados) tienden.
Entonces:
Sin justicia, fortaleza y, sobre todo, templanza no hay recta elección ni obra buena, ni tampoco verdadera prudencia.
Por consiguiente…
Para la prudencia, que es la recta razón de lo agible, se requiere que el hombre esté bien dispuesto respecto de los fines,
lo cual se logra por el apetito recto.
C) Deterioro de la Prudencia por la Intemperancia
La prudencia trabaja, de manera generalizada, en tres pasos o momentos:
Reflexión
Juicio
Decisión
Para cada uno de estos pasos se precisa la virtud de la templanza que, haciendo orden (“ordo rationis”) en el interior del
hombre, evita que la razón sea arrastrada y encadenada por las pasiones sensibles, e impedida en su libre y prudente
ejercicio.
Así…
La intemperancia destruye de una manera especial la capacidad de percibir los detalles concretos sobre los que versa la
acción moral:
Los principios universales
Las realidades concretas del juicio moral actual
La obsesión de gozar, que tiene siempre ocupado al hombre intemperado, le impide acercarse a la realidad serenamente
y le priva del auténtico conocimiento.

2. TEMPLANZA Y JUSTICIA
La influencia de la templanza también se extiende a las relaciones con los demás, y de este modo cae bajo la órbita de la
justicia.

A) Caracterización de la Justicia
La justicia es la virtud que inclina a dar a cada uno lo suyo, y radica en la voluntad como sujeto propio.
La voluntad necesita de un hábito para dirigirse al bien del otro porque éste bien no es proporcionado a la voluntad: sólo
es objeto de la razón.
Expliquemos lo que acabamos de afirmar…
a) A causa de la individuación, la voluntad del individuo está, por naturaleza, preparada para querer el verdadero bien del
propio individuo.
b) No está, en cambio, preparada para querer el verdadero bien para los otros individuos.
c) Para colmar esta laguna es preciso un modo de regulación que incline a la voluntad a querer el bien de otro en cuanto
que es otro, distinto del individuo agente; a querer el bien que es debido a otro.
d) Tampoco los sentidos no pueden captar ni tender a un bien para otro, sino sólo al bien para uno mismo.
Esta es misión de la voluntad regulada por la razón, es decir, de la voluntad justa.

B) Influencia de la Templanza en la Justicia


Todas las faltas de intemperancia que acaban en un acto externo –como ocurre con la mayoría de los actos naturales de
lujuria, por ejemplo, o en los accesos desproporcionados de ira-, contienen un elemento de injusticia.
Santo Tomás lo expresa así:
Ocurre que, en las operaciones relativas al prójimo, se falta al bien de la virtud por la pasión desordenada del alma.
Lo que se pretende decir es que…
Todos los vicios contra la templanza, incluso los que permanecen en oculto, llevan consigo implícito un punto de injusticia,
mayor o menor según el caso.
Pongamos un ejemplo:
La lujuria daña la capacidad de “ver” a los demás con benevolencia y establecer una relación respetuosa, sin afán de
posesión.
¿Cómo va a vivir las exigencias de la justicia quien es incapaz de ver el otro en su realidad objetiva?
¿Cómo captará lo que le es debido, si no percibe en él más que lo que es útil a su beneficio o placer?
Fijémonos en la profundidad de lo que estamos diciendo en relación a la templanza y la justicia:
Toda acción tiene una trascendencia social

C) Deterioro de la Voluntad por la Intemperancia


La intemperancia comporta un deterioro de la voluntad, sujeto propio de la justicia, con lo que se hace más propensa a la
injusticia.
Es decir…
Hay una interferencia de las pasiones desordenadas en el normal curso de la voluntad (que tiende al bien que la razón le
presenta).
Ahora bien
La influencia sobre la voluntad (por parte de las pasiones desordenadas), es de tipo indirecto: se produce a través de la
influencia sobre el juicio de la razón.
Por ello…
Lo que sucede en realidad es que, la voluntad da seguimiento a un juicio de la razón cuyo valor ha sido falseado por la
pasión.
Entonces…
La influencia nociva de la intemperancia en la voluntad -y la justicia- es consecuencia del deterioro que causa en el juicio
de la razón práctica –prudencia-.
Ahora bien…
Este orden de las pasiones no consiste en dejarlas al margen, sino en moderarlas de manera que no sea sólo la razón quien
diga: “no es bueno abusar de tal o cual persona”, sino también el apetito sensible mismo.
En eso es en lo que consiste la virtud moral de la templanza

3. TEMPLANZA Y FORTALEZA
Vamos ahora a exponer la relación que se establece entre la templanza y su virtud gemela, la fortaleza, que reside también
en el apetito sensible (irascible).

A) Caracterización de la Fortaleza
La fortaleza, como la templanza, tienen como misión mantener al hombre a salvo del peligro de decaer en el bien de la
razón, moderando las pasiones.
El objeto de la fortaleza es el bien arduo, es decir:
A la fortaleza corresponde eliminar el obstáculo que retrae a la voluntad de seguir la razón (de seguir el bien, de optar por
el verdadero bien)
Santo Tomás cita como partes cuasi-integrales de la fortaleza, en el sentido de principios que deben concurrir al acto de
fortaleza, a las siguientes virtudes:
La magnanimidad (o confianza)
La magnificencia
La paciencia
La perseverancia (o constancia).
Las dos primeras hacen referencia al “ataque”, y las dos últimas a la “resistencia”

B) Influencias Mutuas Entre Templanza y Fortaleza


Partiendo de lo que acabamos de exponer sobre la fortaleza, la implicación mutua entre esta virtud y la templanza, aún
siendo virtudes distintas, radica en lo siguiente…
La templanza guarda la moderación en todo [también los temores y las audacias de la fortaleza], y la fortaleza mantiene
el ánimo inflexible contra el atractivo de los placeres [también los deleites del tacto propios de la fortaleza].

C) Deterioro de la Fortaleza por la Intemperancia


Existe una particular razón para que la templanza (especialmente en la forma de castidad) sea condición de la fortaleza.
a) La templanza es el origen y condición de toda verdadera valentía, la virtud de una madurez adulta.
b) En cambio el infantilismo de un desordenado no sólo acaba con la belleza, sino que crea pusilánimes.
c) Cuando el hombre pierde esa moderación de carácter integral, se hace inservible para plantear cara a la fuerza del mal
que va causando estragos por el mundo.

V. RELACIÓN DE LA TEMPLANZA Y OTRAS VIRTUDES

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