21 Puntos Doctrinales Iafcj
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INDICE.
1. Un solo Dios………………………………………………….. 2
2. Jesucristo………………………………………………………. 2
3. Espíritu Santo………………………………………………… 2
4. Resurrección de Jesucristo…………………………….. 3
5. Biblia, la santa palabra de Dios………………………. 3
6. Doctrina de la salvación…………………………………. 4
7. Doctrina de la gracia………………………………………. 4
8. Doctrina de la fe…………………………………………….. 5
9. La iglesia…………………………………………………………. 6
10.La iglesia y el estado……………………………………….. 6
11.El cuerpo ministerial……………………………………….. 6
12.Sistema económico de la iglesia………………………. 7
13.Bautismo…………………………………………………………. 7
14.Comunión………………………………………………………… 8
15.Matrimonio……………………………………………………… 8
16.Sanidad divina…………………………………………………. 8
17.Santidad………………………………………………………….. 9
18.Pecado de muerte……………………………………………. 9
19.Resurrección de justos e injustos……………………. 10
20.Recogimiento de la iglesia………………………………. 10
21.Juicio final………………………………………………………. 10
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HAY UN SOLO DIOS
Creemos que hay un solo Dios .nico e indivisible en su esencia y se ha manifestado al mundo
en distintas formas a través de las edades y que especialmente se ha revelado como Padre
en la creación del universo, como hijo en la redención de la humanidad y como Espíritu
Santo derram.ndose en los corazones de los creyentes (G.nesis 1:1, Juan 1:1-3,14, 2
Corintios 3:17). Este Dios es el creador de todo lo que existe, sea visible o invisible. Es
eterno, infinito en poder, Santo en su naturaleza, atributos y prop.sitos y poseyendo una
Divinidad absoluta e indivisible; es infinito en su inmensidad, inconcebible en su modo de
ser e indescriptible en su esencia; conocido completamente solo por sí mismo, porque una
mente infinita s.lo ella puede comprenderse a sí misma. No tiene cuerpo ni partes y por lo
tanto está libre de todas las limitaciones.
“El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es”
(Deuteronomio 6:4; Isa.as 43:11; Isa.as 44:6; Marcos 12:29). Para nosotros, sin embargo,
sólo hay un Dios... (̈ 1 Corintios 8:5,6).
JESUCRISTO
Creemos que Jesucristo fue engendrado milagrosamente en el vientre de la virgen María,
por obra del Espíritu Santo, y que al mismo tiempo es el único y verdadero Dios (Romanos
9:5; 1 Juan 5:20). El mismo Dios del Antiguo Testamento tom. forma humana (Isa.as 60:1-
3).
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros...” (Juan 1:14). “Y sin contradicción,
grande es el misterio de la piedad: Dios ha sido manifestado en carne, ha sido justificado en
el Espíritu; ha sido visto de los ángeles; ha sido predicado a los gentiles; ha sido creádo en
el mundo; ha sido recibido arriba en gloria” (1 Timoteo 3:16).
Creemos que en Jesucristo se unieron en una forma perfecta e incomprensible los atributos
divinos y la naturaleza humana, por lo tanto, se manifestaron en él la voluntad humana y
divina. (Lucas 22:42; Juan 6:38; Filipenses 2:8). Por parte de María, en cuyo vientre tomó
forma de hombre, era humano; por parte del Espíritu Santo, que fue el que lo engendró en
María, era divino (Lucas 1:35); por eso se le llama Hijo de Dios e Hijo de hombre. Por lo
tanto, creemos que Jesucristo es Dios “y que en él habita toda la plenitud de la Divinidad
corporalmente” (Colosenses 2:9), y que la Biblia da a conocer todos los atributos: es Padre
Eterno, a la vez que es un niño que nos ha nacido (Isa.as 9:6). Es creador de todo (Isa.as
45:18; Colosenses 1:16, 17). Es Omnipresente (Deuteronomio 4:39; Juan 3:13, Mateo 18:20,
Juan 14:3). Hace maravillas como Dios Todopoderoso (Salmos 86:10; Lucas 5:24-26). Tiene
potestad sobre el mar (Salmos 107:29, 30; Marcos 4:37-39). Es el mismo siempre (Salmos
102:27; Hebreos 13:8).
ESPÍRITU SANTO
Creemos que el Espíritu Santo es el mismo Dios del Antiguo Testamento, encarnado en
Jesucristo y derramado en los corazones de los creyentes después de la glorificación del
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Señor Jesucristo, que es quien lo envía, y fue prometido por Dios por boca de los profetas.
(Joel 2:28-29: Ezequiel 36:26-27; Juan 7:37- 39,14:16-26; Hechos 2:1-4).
Creemos también que el Espíritu Santo produce el nuevo nacimiento en la vida del creyente,
el cual es necesario para entrar en el reino de Dios (Juan 3:3; 1 Corintios 12:3) y es potencia
que permite testificar de Cristo (Hechos 1:8), y así mismo sirve para la formación de un
carácter cristiano más agradable a Dios (G.latas 5:22-25).
El mismo Espíritu da dones a los hombres, que sirven para la edificación de la Iglesia
(Romanos 12:6-8; 1ª. Corintios 12:1-12; Efesios 4:7-13), pero no aceptamos que haya en
ningún hombre la facultad de impartir a otro algún don, “en todas estas cosas obra uno y el
mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1ª. Corintios 12:11).
“Y a cada uno fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Efesios 4:7).
Todos los miembros de la Iglesia Apost.lica de la Fe en Cristo Jesús deben buscar el bautismo
en el Espíritu Santo y tratar de vivir constantemente en el Espíritu, como lo recomienda la
Palabra de Dios (Romanos 8:5-16; Efesios 5:18; Colosenses 3:5).
RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO
Creemos en la resurrección literal de nuestro Señor Jesucristo que se efectuó al tercer día
de su muerte, como lo relatan los evangelios (Mateo 28:1-10; Marcos 16:1-20; Lucas 24:1-
12, 36-44; Juan 20:1-18) y el resto del Nuevo Testamento (1ª. Corintios 15:3-8). Esta
resurrección había sido anunciada por los profetas (Isa.as 53:10-12) y es necesaria para
nuestra esperanza, justificación, santificación y glorificación final. (Romanos 4:25; 1ª.
Corintios 15:20).
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“porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de
Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). Por tal motivo
creemos que toda nuestra regla de fe, valores, conducta, disciplina y esperanza de vida
eterna deben estar basados en la Palabra de Dios: “Sécase la hierba, marchítase la flor; más
la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.” (Isa.as 40:8) “Le respondió Simón
Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68).
DOCTRINA DE LA SALVACIÓN
Creemos que la salvación es por gracia de Dios y se alcanza por medio de la fe; no depende
de las obras, sino que es un don de Dios (Isa.as 49:6; Efesios 2:8-10; Romanos 1:16-17;
Hebreos 2:10-18), el amor de Dios se manifestó para salvación en el sacrificio de nuestro
Señor Jesucristo en la cruz del Calvario (Juan 3:16), la fe, el arrepentimiento y el bautismo
son necesarios para llegar a la salvación (Hechos 3:19; Mateo 3:2; Romanos 3:21-31).
Creemos que la santificación es obra de la gracia de Dios que nos lleva en el proceso de
perfeccionamiento mediante la fe (2a Tesalonicenses 2:13), por el oír la Palabra (Romanos
10:17) y por la manifestación Espíritu Santo (Romanos 8:5-9). Los que han nacido de nuevo
son limpiados del pecado en sus pensamientos, palabras y actos, y están capacitados para
vivir de acuerdo con la voluntad de Dios y seguir la santidad sin la cual nadie ver. al Señor.
(Hebreos 2:10-15).
Creemos en la glorificación como promesa de Dios, donde todo aquel ser humano que se
ha arrepentido, puesto su fe en Cristo y ha sido bautizado en el nombre de Jesucristo, debe
vivir alejado del pecado y perseverar hasta el fin para ser salvo. (Hebreos 10:26-31; Marcos
13:13; Hebreos 12:1-17).
DOCTRINA DE LA GRACIA
La Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús creemos que la Gracia de Dios es una doctrina
bíblica de salvación que denota el favor inmerecido dado por Dios al hombre, y que esta
gracia se manifiesta a todos los hombres sin hacer acepción de personas pero que no es
incondicional, sino por medio de la fe en Cristo Jes.s, y que es por medio del Espíritu Santo.
Esta gracia puede ser resistida o rechazada por el hombre que no se arrepiente ni cree en
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Jesucristo, siendo éste uno de los mayores pecados, a pesar de todo lo que el hombre es:
indigno, pecador, depravado, desobediente e hijo de ira. No obstante, Dios que es rico en
misericordia, provee aún a los pecadores, de bendiciones.
Gracia es una palabra que viene del hebreo: “hen” y del griego “charis” que significa “favor
o bondad”. Gracia es la forma en que la Biblia describe como Dios escoge bendecirnos en
vez de maldecirnos a causa de nuestros pecados, mediante la Fe en el sacrificio de Cristo en
la Cruz. Esta palabra se usa en la Biblia para indicar el favor inmerecido de Dios para con el
hombre (Romanos 3:24-26; Efesios 2: 8-9) De esta manera el creyente experimenta la
Gracia de Dios en gran variedad de circunstancias, como la salvación (Efesios 2:8,9),
santificación (Efesios 6:14,19,22), servicio (2ª. Corintios 2:9); e incluso en nuestra debilidad
(2ª. Corintios 12:9).
DOCTRINA DE LA FE
Creemos que la Justificación del pecador es una de las doctrinas más importantes
expresadas en la Biblia (Habacuc 2:4; Romanos 1:17; G.latas 3:11; Hebreos 10:38). La
Justificación es un acto de la libre gracia de Dios (Romanos 3:24), quien, por medio de la fe
en Jesucristo, son perdonados todos nuestros pecados y nos acepta como justos delante de
él; esto es posible solamente en virtud de la justicia de Cristo (Romanos 5:1; Hechos 13:31)
la cual nos es imputada, y recibimos únicamente por la Fe en Jesucristo (G.latas 2:16).
La fe, dice el autor de la carta a los Hebreos, es una realidad que es presentada como “la
sustancia de las cosas que se esperan”. La fe da solidez o firmeza en medio de la movilidad
cambiante de todo lo que rodea a la experiencia humana. La fe no es en sí misma la
esperanza, pero nos vincula a Cristo que es esperanza plena, ya que todo cuanto ocurra en
el futuro, y las cosas que se produzcan no solo están bajo su control, sino que se desarrollan
bajo su soberanía.
La fe es un principio activo en la vida del creyente y procede de Cristo mismo como regalo
de la gracia. “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). El ejemplo máximo y
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supremo de fe es Jesucristo mismo, en quien debe fijarse la mirada del que corre la carrera
de la fe (Hebreos 12:1-3).
LA IGLESIA
Creemos que la Iglesia de nuestro Se.or Jesucristo es una, universal e indivisible, formada
por todos los hombres, sin distinción de nacionalidad, idioma y cultura, que hayan aceptado
a nuestro Señor Jesucristo como Salvador y hayan sido bautizados en agua por inmersión
invocando el nombre de Jesucristo (Mateo 16:18; Efesios 2:20, Mateo 28:19; Hechos 2:38;
8:16; 10:48; 19:5; Romanos 6:1-4; Colosenses 2:12), crean en el bautismo en el Espíritu
Santo (Hechos 1:5; 2:1-4), vivan separados de la práctica del pecado, y perseveren sirviendo
al Señor (Mateo 24:13; Romanos 2:7; 6:11-13; Efesios 4:22-32; 5:1-11). Los vínculos que
unen a los miembros de la Iglesia son el amor de Dios y la fe Cristocéntrica comunes, y su
estandarte o bandera es el nombre de Jesucristo, ante cuyo emblema marcha
gallardamente la Iglesia imponente como ejércitos en orden (Cantares 6:10).
LA IGLESIA Y EL ESTADO
Creemos en la separación del Estado y la Iglesia y que ninguno debe intervenir en los
asuntos internos del otro, pues aquí se cumple el precepto bíblico de dar lo que es de César
a César y lo que es de Dios a Dios (Marcos 12:17). Los miembros de la Iglesia deben tomar
participación en actividades cívicas de acuerdo con su capacidad e inclinaciones políticas,
pero siempre reflejando sus ideas personales y no las de la Iglesia, que siempre es neutral
y tiene cabida para los hombres de todos los credos políticos. Al mismo tiempo, todos los
miembros de la Iglesia deben obedecer a las autoridades civiles y todas las leyes y
disposiciones que de ellas emanen, siempre que no contradiga sus principios religiosos o
los obliguen a hacer cosas en contra de su conciencia (Romanos 13:1-7; Tito 3:1; 1 Pedro
2:13).
Por tanto, la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús busca, en todos los países donde
tiene presencia, formalizar su personería juridica para establecer legalmente sus relaciones
con el Estado. Exhorta además a sus miembros que afirmen lealtad a su patria mostrando
respeto a los símbolos que la representan, y a responder voluntariamente al llamado de su
gobierno, en tiempo de paz o de guerra, y prestar servicio, de ser posible, en todas las
capacidades no combatientes. La palabra de Dios enseña que se ore porque tengamos
gobernantes y autoridades que al ejercer su función nos permitan desarrollar con libertad
nuestra fe, guardarnos fuera de la guerra, vivir con honor y en paz continuamente (1
Timoteo 2:1-3).
EL CUERPO MINISTERIAL
Creemos que para el desempeño del ministerio oficial de la Iglesia, Dios llama a cada
persona, y que el Espíritu Santo confiere a cada ministro la facultad de servir a la Iglesia en
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distintas capacidades y con distintos dones, cuyas manifestaciones son todas para
edificación del cuerpo de Cristo (Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12:5-11; Efesios 4:11, 12).
Creemos también, que aunque el llamamiento al ministerio es de origen divino, la Palabra
de Dios contiene suficientes ense.anzas sobre los requisitos que debe llenar la persona que
vaya a servir en el ministerio, y que corresponde a los gobiernos eclesiásticos organizados,
examinar a los candidatos al ministerio y determinar cuándo son dignos de aprobación, y la
tarea a que se deban dedicar (Hechos 1:23- 26; 6:1-3; 1 Timoteo 3:1-10; 4:14; 5:22; Tito
1:5-9).
Creemos además que el Espíritu Santo usa al ministro en distintas formas, según las
necesidades de la obra de Dios y la capacidad y disposición personal del ministro. Nadie
puede ser colocado en una posición más elevada que aquella a que se haga merecedor
(Romanos 12:3; 1 Timoteo 3:13).
BAUTISMO
Creemos en el bautismo en agua, en el nombre de Jesucristo, el cual debe ser administrado
por un ministro ordenado.
Creemos también que el bautismo en agua es un acto de fe en la muerte y resurrección de
Jesucristo para el perdón de los pecados e indispensable para la salvación (Marcos 16:16; 1
Pedro 3:21) y debe ser por inmersión, porque sólo así se representa la muerte del hombre
al pecado, que debe ser semejante a la muerte de Cristo (Romanos 6:1-5); siendo invocado
el nombre de Jesucristo, porque esta es la forma en que los apóstoles y ministros bautizaron
en la edad primitiva de la Iglesia, según lo prueban las Sagradas Escrituras (Hechos 2:38;
8:16; 10:48; 19:5; 22:16).
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COMUNIÓN
Creemos en la práctica literal de la Cena del Señor, que él mismo instituyó (Mateo 26:26-
29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:15-20; 1 Corintios 11:22-31).
En esta ordenanza se debe usar pan sin levadura, que representa el cuerpo sin pecado de
nuestro Señor Jesucristo, y vino sin fermentar, que representa la sangre de Cristo, que
consumó nuestra redención. El objeto de esta ceremonia es conmemorar la muerte de
nuestro Señor Jesucristo y anunciar que un día regresará al mundo, y al mismo tiempo para
dar testimonio de la comunión que existe entre los creyentes. Ninguna persona debe
participar de este acto si no es miembro fiel de la Iglesia y está en plena comunión, pues al
hacerlo sin cumplir estas condiciones, no podrá discernir el cuerpo del Señor (1ª. Corintios
10:15-17; 11:27, 28; 2ª. Corintios 13:5). El Señor, al terminar de tomar la cena con sus
apóstoles, celebró un acto que de momento los maravilló, y que fue el lavatorio de pies. Al
terminar este acto, el maestro explicó a sus discípulos el significado de él, y les recomendó
que se lavasen los pies los unos a los otros. La Iglesia practica este acto en combinación con
la Cena del Señor o indistintamente, como un acto de humildad y confraternidad cristiana
(1 Timoteo 5:10).
MATRIMONIO
Creemos que el matrimonio es sagrado, pues fue establecido desde el principio y es honroso
en todos (Génesis 2:21-24; Mateo 19:1-5; Hebreos 13:4).
Los matrimonios deben realizarse de acuerdo con las leyes vigentes, siempre y cuando no
contravengan los principios morales establecidos en la palabra de Dios. Las parejas que
deseen ser miembros de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús deberán cumplir con
este requisito de fe.
Creemos que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer determinado así por su
sexo biológico al momento de nacer y que debe perdurar mientras vivan los dos cónyuges.
Al morir uno de ellos, el otro está libre para casarse y no peca si lo hace en el Señor
(Romanos 7:1-3; 1 Corintios 7:39).
Creemos, además, que los matrimonios deben verificarse exclusivamente entre los
miembros fieles. Ningún ministro deberá oficiar o casar a un miembro de la iglesia con una
persona inconversa. Los miembros que estando en plena comunión y se casaren con
persona inconversa, deberán ser disciplinados por el pastor correspondiente (2ª. Corintios
6:14-15).
SANIDAD DIVINA
Creemos que Dios tiene poder para sanar todas las enfermedades, si así es su voluntad, y
que la sanidad divina es un resultado del sacrificio de Cristo, pues “él llevó nuestras
enfermedades y sufrió nuestros dolores” (Isa.as 53:4).
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La sanidad se efectúa por una combinación de la fe del creyente y el poder del nombre de
Jesucristo que se invoca sobre el enfermo. El Señor Jesucristo prometió que los que
creyeran en su nombre, pondrían las manos sobre los enfermos y éstos sanarían (Marcos
16:18). Los enfermos deben ser ungidos con aceite en el nombre de Jesucristo por ministros
ordenados para que el Señor cumpla sus promesas (Salmos 103:1-4; Lucas 9:1-3; Juan
14:13; 1ª. Corintios 12:9; Santiago 5:14-16).
Creemos que la sanidad divina se obtiene por la fe, y que en caso de que algún hermano
tenga necesidad de someterse a los cuidados y ministraciones de la ciencia médica, los
demás no deben criticarlo, sino considerarse a sí mismos y guardarse de encontrar
condenaci.n con lo que ellos mismos aprueban (Romanos 14:22). Recomendamos que los
miembros y ministros se abstengan de lanzar críticas indebidas a la ciencia médica, cuyos
adelantos nadie puede negar, y que se originan en la habilidad que Dios ha dado a los
hombres para ir descubriendo los secretos del funcionamiento del organismo humano. Al
mismo tiempo, los exhortamos a que no se opongan a las campañas de higiene, vacunación
y limpieza que sean iniciadas por el gobierno, sino que, por el contrario, colaboren
decididamente en los lugares donde sea posible.
SANTIDAD
Creemos que todos los miembros del cuerpo de Cristo deben ser santos, es decir, apartados
del pecado y consagrados al servicio de Dios. Por esta razón deben abstenerse de toda clase
de conductas y prácticas pecaminosas (Lev.tico 19:2; 2ª. Corintios 7:1; Efesios 5:26, 27; 1
Tesalonicenses 4:3, 4; Gálatas 5:16-21, Romanos 1:21-32, 2 Timoteo
2:21; Hebreos 12:14; 1 Pedro 1:16). Sin embargo, en la práctica de la santidad, creemos que
debe evitarse toda clase de extremismos, ascetismos y privaciones que tienen “...cierta
reputaciòn de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato de la carne;... la
cual es sombra de lo porvenir; mas el cuerpo es de Cristo” (Colosenses 2:17, 23). En lo que
respecta a alimentos, sabiendo que “todo lo que Dios cre. es bueno, y nada hay que
desechar, tomándolo con acción de gracias”
(1 Timoteo 4:4).
PECADO DE MUERTE
Creemos, a la luz de la Palabra de Dios, que hay pecado de muerte y que si éste es cometido
en los términos que expresa la misma Biblia, se pierde el derecho a la salvación (Mateo
12:31, 32; Romanos 6:23; Hebreos 10:26, 27; 1 Juan 5:16, 17). Por tanto, recomendamos
que todos los fieles se abstengan de dar oído a doctrinas en que se promete seguridad
eterna al cristiano sin importar su conducta, y la idea de que “una vez salvo, siempre salvo”,
pues la Biblia enseña que es posible ser reprobado y se necesita ser fiel hasta el fin
(Romanos 2:6- 10; 1 Corintios 9:26, 27).
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RESURRECCIÓN DE JUSTOS E INJUSTOS
Creemos que habrá una resurrección literal de los muertos en el Señor, en la cual serán
revestidos con un cuerpo glorificado y espiritual, con el cual vivirán para siempre en la
presencia del Señor (Job 19:25-27; Salmos 17:15; Juan 5:29; Hechos 24:15; 1 Corintios
15:35-54; 1 Tesalonicenses 4:16).
Los cristianos que estén en pie en el momento en que el Señor recoja a su Iglesia, serán
igualmente transformados y así irán a estar con el Señor por siempre en gloria (1 Corintios
15:51, 52; 1 Tesalonicenses 4:18).
Creemos también, que habrá resurrección de injustos, pero éstos despertarán del sueño de
la tumba para ser juzgados y oír la sentencia que los hará herederos del fuego eterno (Daniel
12:2; Mateo 25:26; Marcos 9:44; Juan 5:29; Apocalipsis 20:12-15).
RECOGIMIENTO DE LA IGLESIA
Creemos que la Iglesia compuesta de los muertos en el Señor y los fieles que están sobre la
tierra en el momento del rapto, será levantada para ir a encontrar a su Señor en los aires y
participar en las bodas del Cordero.
Después vendra con el Señor a la tierra para hacer el juicio de las naciones y reinar con
Cristo mil años. Este período será precedido por la Gran Tribulación y la batalla del
Armagedón, a la cual dará fin el Señor cuando descienda sobre el monte de los Olivos con
todos sus santos (Isaías 65:17-25; Daniel 7:27; Miqueas 4:1-3; Zacarías 14:1-6; Mateo 5:5;
Romanos 11:25-27; 1ª. Corintios 15:51-54; Filipenses 3:20, 21; 1 Tesalonicenses 4:13-17;
Apocalipsis 20:1-5).
JUICIO FINAL
Creemos que hay un juicio preparado en el cual participarán todos los hombres que hayan
muerto sin Cristo y los que estén sobre la tierra en el tiempo de su verificación. Este juicio
se efectuará al final del Milenio y también se conoce con el nombre de Juicio del Trono
Blanco. La Iglesia no será juzgada en esta ocasión, sino que ella misma intervendrá en el
juicio que se haga a todos los hombres de acuerdo con lo que está escrito en los libros que
Dios tiene preparados. Al terminarse este juicio, los cielos y la tierra que hoy existen serán
renovados por fuego y los fieles habitarán en la Nueva Jerusalén. La dispensación cristiana
habrá terminado y entonces Dios volverá a ser todas las cosas en todos (Daniel 7:8-10, 14-
18; 1ª. Corintios 6:2, 3; Romanos 2:16; 14:10; Apocalipsis 20:11-15; 21:16).
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