Ensayo Sobre El Fin de Nuestra Civilización - Marcel de Corte (V3)
Ensayo Sobre El Fin de Nuestra Civilización - Marcel de Corte (V3)
Ensayo Sobre El Fin de Nuestra Civilización - Marcel de Corte (V3)
'U
VERSION ESPAÑOLA: F . 8.
P r e f a c io ............................. .................................................................. 7
E je de la civilización
Civilización y vida
E l ciclo de la civilización
Conciencia ij universalidad
I
ENSAYO SOBRE EL FIN DE NUESTRA CIVILIZACION 47
más que lo eterno en el hombre, y el ciclo no es más que
la imagen lejana de la eternidad. El hombre no escapa al
ciclo que regla la naturaleza más que por lo sobrenatural
o por el desespero absoluto : el círculo no está abierto
más que por lo alto o por lo bajo. En ese íin de civiliza
ción se trata de asegurar la salvación de lo que no pe
rece, de lo que se acerca más a lo eterno : la relación
fundamental del hombre a la Creación, y más allá de
ésta al Creador, viviéndolo lo más posible en él mismo y
en sus ramificaciones esenciales.
Plan de la obra
11?
¡I; EL CONFLICTO ENTRE EL ESPIRITU
¥ LA V I D A
E stad o de la cuestión
La ciencia y la civilización
Consecuencias morales
El racionalismo disociador
El cáncer ideológico
Ser y vitalidad
:41^
Estamos aquí en presencia de un proceso infinitamente
misterioso que trabaja toda civilización en declive y que
se encuentra de nuevo en las perturbaciones de nuestra
época. Es extremadamente difícil de circunscribir, pero
al extremo mismo del diagnóstico parece consistir en una
desafección del hombre para consigo mismo en tanto como
ser del mundo, es decir, en tanto que perteneciendo a ¿
un orden cósmico que él no ha establecido, y al cual ·
está unido por mil lazos invisibles cargados de cambios y I
de correspondencias. Esa carencia de raíces en el mundo
es precisamente el fenómeno de la desvitalización: el ;
hombre es incapaz de alimentarse en lo real y compensa
su inferioridad biológica y su carencia vital por un siste-
ma racional de conducta que le coloca fuera del mundo
y le da la ilusión de dominarlo elevándose él mismo. Al
límite, el hombre y la civilización que él edifica de esa
manera no están ya en el mundo y desaparecen rechaza
dos por las leyes implacables de la naturaleza violada.
Es en efecto por la vida que el hombre se incorpora
en el mundo tal como es, sin deformarle, en un acto
de adaptación vigorosa que vence todos los obstáculos y ,
que traza entre su potencia y las leyes de lo real una ar- ■
moni a y una compenetración recíprocas. Todas las demás
ENSAYO SOBRE EL FIN DE NUESTRA CIVILIZACION 71
Civilización de masas
Perspectivas
E L C O N F L IC T OENTRE LO POLITICO
¥ LO SOCIAL
Estado de la cuestión
«Excursus» histórico
«os dos fenómenos son relativamente recientes. Hace
o doscientos años la política era aún la ciencia
'tica más estimada. Ocurría 3o mismo en el Gran Si
en la Edad Media o en la antigüedad. Para no citar
í más que un ejemplo, un cronista del siglo XIII, Bru
to Latini, escribía: «Política, es decir, el gobierno de
• ciudades, es la más noble y alta ciencia y el más noble
./.ció sobre la tierra.» Hasta el último gran representante
de la tradición inaugurada por Platón, que es sin duda
Jean Bodin, la política ha sido siempre considerada como
||f|por<onación de la vida humana y como la expresión más
perfecta de su esencia terrestre : «el hombre es un animal
naturalmente político», decía ya Aristóteles. No es raro
encontrar textos viejos, medievales o del período de los
Capeto» que califican la política de ciencia «divina». El
mito de Protagoras es simbólico a ese respecto : Platón
nos cuenta en él cómo ■Prometeo se deslizó en el taller
de Vulcano y de Minerva para conocer la técnica del
fuego y suministrar así al hombre todas las cosas necesa
rias a la vida. Pero el hombre no recibió el conocimiento
de la política, pues la política, representada por Júpiter y
Prometeo, no pudo entrar en ese santuario del más im
portante de los dioses, cuya entrada estaba guardada por
100 MARCEL DE CORTE
Lo social y lo colectivo
El problema de la democracia
La alienación política
t
En el estado de «disociedad» la opinión pública no pue
de en efecto rehacer los lazos sociales más que refiriéndose
a un sistema a priori completamente exterior a la substan
cia social indeterm inada, a la cual se aplica casi como un
120 MARCEL DE CORTE
E l Leviaíán, económico
La nueva sofística
La funcionarización de la existencia j
De otra parte, es menester especialistas para las gran- j
des y pequeñas tareas con el fin de asegurar el orden en |
la anarquía y para desembrollar la complicación de inte- ¡
resantee materiales enmarañados. El poder político se fun- |
I; ''1' ENSAYO SOBRE EL FIN DE NUESTRA CIVILIZACION 137
Perspectiva*
TECNICA ¥ COLECTIVISMO
Su carácter colectivo
Su causa
El «grueso animal»
Causas de su nacimiento
E l y o y lo colectivo
; CRISTIANISMO Y CIVILIZACION
' MODERNA
La idea de progreso
f
? La idea de progreso que ha invadido el mundo des-
j pués del siglo XVIII y que encanta aún la imaginación de
nuestros contemporáneos a pesar de tantas advertencias
severas expresadas por los hechos, es el producto directo
de la disyunción entre el espíritu y la vida. Aparece en
r todas partes desde que se rompen las relaciones orgáni-
j cas entre los seres, tanto que constituye un índice indu
dable de decadencia. La historia nos lo demuestra: se
* encuentra en estado puro en los mitos de evasión fuera de
lo real diario que difundieron en la civilización antigua
decadente las religiones orientales,
j La idea de progreso prolonga el desarraigo del hombre.
El alma des vitalizada, proyectada fuera de lo real, pri-
« vada de su contacto caluroso con la naturaleza que pro
voca la inserción del espíritu de la vida, no tiene otro
j recurso más que identificarse a un alma, a una razón
186 M A R C E L D E C O R TE
E l asedio de la política
Conclusión
E l cristianismo «burgués»
El cristianismo histérico
viven será, cristiana, Pero con una condición sine qua non:
con la condición que haya previamente sociedad. Y la
masa no es una sociedad. Es imposible que sea nunca
cristiana cualquiera que sea el grado de santidad del
evangelizado!. Las conversiones individuales que puedáif
producirse en ella no tendrán nunca ninguna irradiación
social porque no dispondrán de esas relaciones de interde
pendencia capaces de transportar la fe. Para que la masa
acepte el cristianismo será menester que desaparezca como
masa, será menester que los lazos sociales se rehagan pri
mero en ella. El cristianismo vigoroso de las edades apos
tólicas no lia salvado las masas romanas decadentes. El
cristianismo debilitado de hoy no salvará ias masas en
gendradas por la civilización contemporánea.
En cuanto a los valores o postulados de la conciencia
moderna, conviene considerarlos en los hechos donde se
cretan uno a uno su contrario : la libertad, la servidumbre,
la justicia, la venganza, 3a técnica, la parálisis de la eco
nomía y la guerra, la solidaridad, la división, la grandeza,
la mezquindad partidista, la prosperidad, el hambre,
etcétera. Hasta el valor universal de la ciencia, traducida
y difundida en las mentalidades, engendra una ignorancia
libresca, una barbarie pretenciosa, de las cuales el hombre
moderno está saturado hasta la medula por la escuela, el
periódico, la radio y el cine.
Esa dialéctica de los contrarios no tiene nada de miste
riosa. Los valores modernos deyectan automáticamente su
propia negación porque H hombre que los elabora es
presa del antagonismo de un espíritu desvitalizado y de
una vida desespiritualizada que se devuelven el uno al otro
por un juego de báscula. Esos valores, tomados en ellos
mismos, no están en litigio: su nobleza no es discutible.
ENSAYO SOBRE EL FIN D E N U E ST R A CIVILIZACION 215
Lo que está en litigio es la estructura antropológica del
hombre que los recibe y los desnaturaliza. Cuando se ha
comprendido el fenómeno de la desencarnación, el pro-
fjblema de los valores dichos modernos, donde florecen las
peores confusiones, se vuelve maravillosamente claro. El
mejor de los alimentos, recibido en un estómago averiado,
tiende a veneno. La ruptura del lazo nupcial entre el es
píritu y la vida, entre el hombre y el orden del ser donde
su existencia se arraiga, transforma los valores en abstrac
ciones mecánicamente distribuidas en una materia ((hu
mana» privada de alma, donde se cambian en su contra
ria. El espíritu desvitalizado los proyecta en una «vida))
amorfa que no alimenta ya la experiencia de lo real. Anu
lados por el espíritu y la vida, los valores giran en es
quemas de conducta imaginarios que destruyen de arriba
abajo lo que pretenden instaurar : el alimento imaginario
elimina el alimento real. Así, la libertad desencarnada del
ser humano, que es de ella la sede y el límite, reduce
al hombre a la esclavitud pulverizando los lindes al in
terior de los cuales podría efectivamente ser libre. So
breimpuesta a un ser dividido, huye a través de sus
fisuras, llevándose todas las libertades concretas de las
cuales habría podido gozar. Semejante libertad desarrai
ga el árbol, impide circular la savia por sus ramas ' 3
entrega el árbol muerto al hacha del leñador. Ocurre
lo mismo con los otros valores. que están en trance de
unificar el planeta. Su movimiento dialéctico lleva el
mundo hacia una unificación en lo vacío, que cubre con
un manto verbal la dispersión e impermeabilidad de los
hombres. La unidad ficticia y su contrario se revelan indi
solublemente ligados : la unidad real perece aplastada en
tre la caricatura y su negación alternadas.
216 M ARCEL DE CORTE
# *
# * *