Metodología Catequética
Metodología Catequética
Metodología Catequética
METODOLOGÍA CATEQUÉTICA
NDC
b) Opciones básicas que orientan los procesos educativos. Las distintas etapas del proceso
educativo parten de una concepción constructivista del aprendizaje cuyas opciones son: 1)
La socialización de los educandos, su preparación para la vida como personas
responsables, autónomas y libres en un contexto social y cultural determinado; 2) La
individuación personalizada, que favorece el desarrollo integral del sujeto, capacitándole
para desenvolverse en su mundo natural y social de manera autónoma, libre y crítica; 3)
La educación integral, que potencia todas las capacidades de la persona como ser en
sociedad.
Hay que hacer algunas aclaraciones. Es necesario saber que cuando hablamos de la
pedagogía de Dios no nos referimos a un encuentro directo con su persona y su mensaje.
No existe un camino directo hacia Dios, son necesarias las mediaciones (imágenes,
símbolos, categorías y lenguaje humano) para encontrarnos con él y manifestar esta
experiencia religiosa. La Biblia y los evangelios no son descripciones o documentos exactos
sobre Dios, su presencia y propuesta de salvación sólo se perciben a través de
asociaciones analógicas. Es decir, nuestro lenguaje humano busca y expresa relaciones
entre realidades tangibles conocidas, con otras realidades difíciles de expresar pero que
tienen similitud con las primeras. Lo analógico da una orientación a nuestro pensamiento
y es una forma, la única forma que tenemos para referirnos y aproximarnos a Dios. No es
pura especulación, es algo indisociable de nosotros mismos y de lo que constituye nuestra
experiencia. Desde esta clave analógica analizaremos, pues, la pedagogía de Dios, en la
cual encuentra la catequesis su inspiración y su fuente.
Esta pedagogía de Dios, llamada también pedagogía bíblica, es la forma histórica que Dios
ha utilizado a lo largo del tiempo para darse a conocer, manifestar su proyecto salvador y
llegar al encuentro con la humanidad. «Quiso Dios, en su bondad y sabiduría, revelarse a sí
mismo» (DV 2). Sin embargo esta revelación de Dios no podemos entenderla como «un
cuerpo de doctrina, es acción gratuita» (CC 107), autocomunicación de Dios a la
humanidad, encuentro personal, expresado en palabras y obras.
Esta pedagogía tiene unos rasgos propios que confieren a la catequesis una identidad
propia y original.
experiencias cristianas; por eso son uno de los elementos fundamentales del acto
catequético.
Estas experiencias cristianas han sido vividas y manifestadas de muchas maneras a lo largo
de la historia. Por eso al hablar de palabra de Dios, nos referimos: 1) a la Sagrada Escritura
(experiencias fundantes); 2) al Símbolo de nuestra fe (el credo o la síntesis de fe de la
comunidad eclesial), y 3) a la tradición viva de la Iglesia (en continuidad con las
experiencias vividas por los apóstoles y primeras comunidades, la Iglesia universal va
expresando su fe a lo largo de la historia). La tarea de la catequesis no es repetir de forma
mecánica esta palabra de Dios; la da a conocer actualizándola, para que pueda ser
conocida y confrontada con las experiencias humanas. De ahí que la catequesis sea el
ámbito donde se da el encuentro entre el grupo y la palabra de Dios; sin esta propuesta de
fe no puede existir catequesis. «Es inútil querer abandonar el estudio serio y sistemático
del mensaje de Cristo, en nombre de una atención metodológica a la experiencia vital.
Nadie puede llegar a la verdad íntegra solamente desde una simple experiencia privada,
es decir, sin una conveniente exposición del misterio de Cristo» (CT 22). Por eso el anuncio
de la Palabra no desemboca sin más en unos textos o citas bíblicas; quiere llegar a las
experiencias fundamentales cristianas, al núcleo del evangelio, «a las experiencias
humanas paradigmáticas —individuales y sociales— ya asumidas por la revelación
histórica de Dios y expresadas en la Sagrada Escritura» (CC 225).
Cabe decir que el acto catequético es eminentemente una acción educativa en la que se
interrelacionan los elementos tratados: la experiencia humana, la palabra de Dios, la
expresión de la fe. «Para la metodología catequética, no importa tanto cómo los
ordenemos; sí importa que, pedagógica y metodológicamente, ensamblemos y
dinamicemos estas tres realidades catequéticas, en orden a lograr la madurez de la fe del
creyente, una fe adulta, significativa para la vida y arraigada en la palabra de Dios» (CC
235).
Estos principios metodológicos han sido asumidos por la catequesis actual y expresados
en sus documentos: «En beneficio de la educación de la fe, es cosa normal adaptar las
técnicas perfeccionadas y comprobadas de la educación en general>) (CT 58); «La
participación activa en el proceso formativo de los catequizandos está en plena
conformidad, no sólo con una comunicación humana verdadera, sino especialmente con
la economía de la revelación y la salvación... En catequesis, por tanto, los catequizandos
asumen el compromiso de ejercitarse en la actividad de la fe... indicando los diversos
modos para comprender y expresar eficazmente el mensaje, tales como: aprender
haciendo...» (DGC 157). «Los métodos deberán ser adaptados a la edad, a la cultura, a la
capacidad de las personas, tratando de fijar siempre la memoria, la inteligencia y el
corazón a las verdades esenciales que deberán impregnar la vida entera» (EN 44). «El
método inductivo consiste en la presentación de hechos... a fin de descubrir en ellos el
significado que pueden tener en la revelación divina. Es una vía que ofrece grandes
ventajas... corresponde a una instancia profunda del espíritu humano, la de llegar al
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conocimiento de las cosas intangibles a través de las cosas visibles; y es también conforme
a las características propias del conocimiento de la fe, que consiste en conocer a través de
signos...» (DGC 150). «Según esto, la inducción da mucha importancia a lo concreto, a lo
histórico, pero lo hace para penetrar mejor en el misterio» (CC 218).
Desde la dinámica utilizada por los métodos activos señalamos el itinerario metodológico
que normalmente se asume en la catequesis de la experiencia:
a) Evocación. Arranca de una experiencia humana o situación vital que afecta a los
catequizandos, tiene en cuenta sus centros de interés, la etapa evolutiva y la situación
concreta del grupo. Su finalidad es tomar conciencia de las experiencias o vivencias más
significativas en torno a un hecho determinado. Esta evocación exige procedimientos y
técnicas específicas, adaptadas a la edad y a la situación concreta de los catecúmenos:
presentación de experiencias de la vida del grupo, o ajenas a él, pero evocadoras y
cercanas; proyección de hechos o situaciones que permanecen en el subconsciente y que
se quieren explicitar; realización de actividades en lenguaje simbólico: imágenes, signos,
fotopalabras, canciones, expresión corporal, etc. que sugieran, evoquen, permitan la toma
de conciencia de experiencias vividas.
Concluimos este apartado con las palabras esclarecedoras de Juan Pablo II: «La edad y el
desarrollo intelectual de los cristianos, su grado de madurez eclesial y espiritual y muchas
otras circunstancias personales postulan que la catequesis adopte métodos muy diversos
para alcanzar su finalidad específica: la educación de la fe... La variedad en los métodos es
un signo de vida y una riqueza» (CT 51). A la luz de estas afirmaciones importa utilizar
métodos que permitan un equilibrio pedagógico capaz de activar todas las capacidades de
la persona, su inteligencia, afectividad, psicomotricidad, relación.
Ante esta realidad, enumeramos algunas técnicas y recursos que puedan resultar útiles
para la catequesis: 1) La imagen (fotografías, diapositivas, vídeos, fotopalabras...): permite
desarrollar el lenguaje simbólico, que vela y revela mensajes, experiencias, sentimientos,
etc. 2) Lluvia de ideas (brainstorming): tiene como finalidad superar las inhibiciones,
favorecer la expresión; normalmente se utiliza para buscar soluciones creativas a
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Este lenguaje, en sus múltiples formas, debe ser también el lenguaje de la catequesis: «Es
preciso que nuestros materiales catequéticos, respetando la trascendencia del misterio
cristiano, hablen un lenguaje que conecte —de modo significativo— con aquellas
experiencias humanas profundas, a partir de las cuales el hombre se pregunta por la
trascendencia» (CC 217).
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