El Magisterio Pontificio Ordinario, Lugar Teológico - Dom Paul Nau
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que, desde hace algunos años sobre todo, ha sido objeto de nume-
rosos y sabios comentarios (11), ni por qué buscar en el correr de
los tiempos los testimonios del pensamiento de la Iglesia sobre
el papel del Magisterio. Más bien precisamos volver al Concilio
Vaticano para preguntarle qué modos puede revestir la formula-
ción, por los sucesores de los Apóstoles, del depósito revelado.
Fue al definir la regla de Fe, cuando la Constitución Dei Filius
(El Hijo de Dios) tuvo ocasión de precisar el doble procedimiento
de exposición doctrinal, al que corresponde, para el fiel, la obliga-
ción de creer en la verdad presentada en nombre dé Dios :
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En la enseñanza ordinaria.
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(20) Cf. H. de Lubac, Op. cit., pág. 239. Por ejemplo, el sacramento
como signo momentáneamente dejado en la sombra en provecho de la
causalidad, como consecuencia de la condenación de los protestantes, que
negaban esta última.
(21) Se comprende fácilmente cómo ha podido introducirse ese. desli-
zamiento de perspectiva : desde 1870, los manuales de Teología han tomado
por enunciado de sus tesis los textos mismos del Concilio. Como ninguno
de éstos trataba in recto de la enseñanza ordinaria del solo Soberano Pontí-
fice, ésta poco, a poco se ha perdido de vista y toda la enseñanza pontificia
ha parecido quedar reducida a las solas definiciones ex cathedra. Además,
estando enteramente atraída la atención sobre éstas, se ha habituado a no
considerar las intervenciones doctrinales de la Santa Sede más que en la
Bola perspectiva del juicio solemne: la de un juicio que debe por sí solo
aportar a la doctrina todas las garantías requeridas. En esta perspectiva
era imposible captar la verdadera naturaleza del Magisterio ordinario. Esta
perspectiva permanece siendo la de más de un autor. Es también, como
lo hace presentir el título mismo de la obra, la de Choupin, Valeur des
décisions doctrinales et disciplinaires du Saint-Siège, París, 1913, que toda-
vía recientemente se nos ha presentado como "la mejor obra sobre ese difí-
cil tema", según A. de Soras, en la Revue de F Action populaire, LXXIII,
1953, pág. 893, n. 2.
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(22) Es preciso notar que esta equivalencia no debe ser concebida como
si se estableciera entre miembros adecuadamente distintos. La Iglesia uni-
versal no es verdaderamente tal sino en tanto incluye a su jefe visible. Una
condición es requerida para la ecwmenicidad de un concilio: la presencia
del Papa o de sus legados, o, al menos, la aprobación del Soberano Pontí-
fice. Lo mismo sucede en el caso del Magisterio ordinario, en el cual el
Papa, para decirlo con las palabras con que San Teodoro Studita se refe-
ría a San Pedro (Bpísi. II ad Michaelem imperatorenu), tiene el papel de
"corifeo del coro" (maestro del coro, el que guiaba al coro en las tragedias
antiguas) de los obispos. La equivalencia no puede ser, pues, establecida
más qüe entre el coro completo del Episcopado, consensio totius magis-
terii Ecclesiae unitae cum capile suo (el consentimiento de toda la Iglesia
unida a su cabeza) (CL, c. 404), y la enseñanza del solo sucesor de Pedro,
considerado separadamente como la "piedra de toque de la ortodoxia". Cf.
Holstein, loe. cit.
(23) Nos contentamos con resumir en el apartado que sigue la parte
del artículo de Dom Ñau que trata sobre la enseñanza del primer Concilio
Vaticano. En efecto; el mismo autor ha tratado nuevamente este tema,
fundándolo sobre bases mucho más amplias, en un artículo reciente al que
nos complacemos de poder remitir a nuestros lectores: P. Ñau, Le Magis-
tére pontifical ordinaire au premier Concite du Vatican, en Revue thomiste,
1962, III, págs. 341-397.
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(47) Al contrario' de los obispos, de los que cada uno no es doctor más
que "de su Iglesia particular, y que no lo son de la Iglesia universal sino
solidariamente unidos en torno del Papa, el Soberano Pontífice, por sí
solo, es doctor universal.
(48) Importa no confundir este criterio con la aceptación por la Iglesia,
exigida por los galicanos, para el valor definitivo de las sentencias ponti-
ficias. Esta confusión entre eficiencia y finalidad parece no haber sido siem-
pre debidamente señalada: Cf. L.. Choupin, Op. cit., pág. 147; J. de Gui-
bert, De Ecclesia, págs. 312-313, n.° 372, 5.
(49) "Bisogna tener fermo che una decisione solenne presa dalla somma
Autorità in una materia di cosi grande importanza per la vita della Chiesa,
sfugge, per quel che à il suo contenuto essenziale, ad ogni possibilità di
errore : un errore sarebbe inconciliabile con l'assistenza dello Spirito Santo
e con la promessa del Signore: Ecce Ego vobiscum sum omnibus diebus."
(Es preciso sostener firmemente que una decisión solemne tomada por
la Autoridad suprema en una materia de tan grande importancia para la
vida de la Iglesia, escapa, por lo que constituye su contenido esencial
a toda posibilidad de error: un error sería inconciliable con la asistencia
del Espíritu Santo y con la promesa del Señor : "He aquí que Yo estaré
con vosotros hasta la consumación de los siglos.")
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(65) Supra>, nota 20. Se ha visto que ésta es también la manera de ver
del R. P. de Lubac: supra, nota 26.
(66) Sicwti in theologico aliquo tractalu (como en cualquier tratado
teológico). Es curioso observar que quienes están más interesados en sub-
rayar el carácter ocasional del Magisterio ordinario, son a menudo los
mismos que, sin haberse acordado de aplicar ese criterio a los decretos del
Concilio Vaticano, han exigido de ellos que digan todo sobre el Magis-
terio, y han llegado, por consiguiente, a desconocer el alcance de la ense-
ñanza pontificia ordinaria.
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