Metodologia Del Analisis Economico

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1

La Metodología del Análisis Económico

La controversia metodológica ha sido una parte integral del desarrollo histórico del análisis
económico, que lejos de ser un proceso más o menos continuo de acumulación de
conocimiento, más bien ha sido caracterizado por profundos desacuerdos, no sólo en cuanto
al poder explicativo de las diferentes hipótesis, sino también en cuanto al método mediante
el cual es obtenido el conocimiento económico.

Quizá la primera de las grandes disputas metodológicas se inició con el desarrollo de la


llamada Escuela Histórica, que surgió como una reacción en contra del método abstracto y
deductivo de la Escuela Clásica de Ricardo. Esencialmente un producto alemán, y
encabezada por Wilhelm Roscher, Bruno Hildebrand y Karl Knies, la Escuela Histórica
proponía el uso de métodos inductivos, principalmente históricos. Gustav Schmoller,
principal representante de la segunda generación de historicistas, caracterizó la Escuela
Histórica como “un movimiento que se alejaba de la abstracción, del individualismo, del
materialismo ... de los economistas clásicos, estudiando la vida económica en la concepción
concreta y orgánica de la sociedad, reconociendo la interdependencia de todas las fases de
la vida social, ... , e incluyendo en el ámbito de la ciencia a todos los hechos de la vida
económica.”1 El objeto de los estudios históricos era descubrir, mediante generalizaciones
basadas en la historia de las sociedades, las leyes del desarrollo de esas sociedades.2

John Elliot Cairnes salió a la defensa de los clásicos en su obra The Character and
Logical Method of Political Economy (1857). Según Cairnes, el método apropiado de
cualquier ciencia está determinado por la naturaleza y objetivos de esa ciencia. Sostiene que

Capítulo 1 de La metodología del análisis económico y otros ensayos, por Julio H. Cole (Madrid:
Unión Editorial, 2004), pp. 15-33. (Versión revisada de un ensayo publicado originalmente en
Revista de la Universidad G. R. Moreno, No. 39-40 (1985): 30-45.)
1
Citado por W. A. Scott, The Development of Economics (Nueva York: Appleton Century, 1933), p.
228.
2
Aunque ya no hay representantes de la Escuela Histórica como tal entre los economistas
contemporáneos, se pueden percibir ciertos vestigios en la “teoría de las etapas” del crecimiento de
W. W. Rostow, Las Etapas del Crecimiento Económico (Méjico: Fondo de Cultura Económica,
1963; primera edición en inglés: 1960). No es muy sorprendente el hecho de que Rostow se haya
iniciado profesionalmente como historiador económico.
la economía es “la ciencia que investiga las leyes de la producción y distribución de la
riqueza,” leyes que se deducen de ciertos “hechos últimos.” En la terminología moderna,
estos hechos últimos serían las premisas o axiomas de un sistema deductivo. Cairnes
entiende el método inductivo como un “ascender de lo particular a lo general, de los hechos
individuales a las leyes.” Este método es inaplicable a los fenómenos económicos porque
estos son fenómenos complejos, “el resultado de una gran variedad de influencias, todas
operando simultáneamente, reforzándose, contrarrestándose y de diferentes maneras
modificándose unas a otras.” “Para establecer inductivamente ... las relaciones de tales
fenómenos con sus causas y leyes, una condición es indispensable: debe haber poder de
experimentación ....” Si bien esta condición se cumple en muchas ciencias físicas, el
economista “debe tomar los fenómenos económicos tal como se le presentan con toda su
complejidad ....” La economía, entonces, estaría en desventaja, dada la imposibilidad de
experimentar directamente.

Pero esta desventaja, sostiene Cairnes, está compensada por una ventaja: “el economista
empieza su estudio con un conocimiento de las causas últimas” de los fenómenos que
pretende explicar. Las tareas del economista y del científico natural son de diferente
naturaleza: el científico se propone descubrir, generalizando a partir de hechos individuales,
las causas últimas de los fenómenos que caen dentro de su campo de estudio; mientras que
el economista ya conoce las causas últimas, y con este conocimiento trata de explicar los
fenómenos particulares. Además, aunque el economista no puede experimentar, existe un
“sustituto inferior,” que es el empleo de casos hipotéticos, lo que hoy llamamos el supuesto
ceteris paribus. Las conclusiones de este “experimento mental” son verdades hipotéticas,
esto es, “expresarían leyes verdaderas sólo en ausencia de causas perturbadoras.” Cairnes
concluye con una reafirmación de la naturaleza deductiva del análisis económico.

Tal era el estado del debate metodológico hacia mediados del siglo pasado. Por un lado,
los clásicos señalaban las limitaciones del método inductivo, mientras que los historicistas
deploraban la naturaleza abstracta del análisis deductivo. El debate volvió a resurgir en
forma particularmente violenta con la disputa entre Gustav Schmoller y Carl Menger en la
década del 1880. Conocida como la Methodenstreit, la disputa fue famosa por la intensidad
de las emociones exhibidas por sus protagonistas, y si bien sirvió para delinear claramente
las posiciones en conflicto, no aportó ningún elemento nuevo al debate.3

Con la Methodenstreit quedaron claramente demarcadas dos concepciones diferentes


acerca de la naturaleza de la economía. En la tradición clásica y sus diferentes sucesores
neo-clásicos, se concibe la economía como una disciplina esencialmente teórico-deductiva.
Simultáneamente, con el movimiento histórico alemán y numerosos descendientes, la
economía se desarrolla como una actividad empírico-inductiva, con fuertes connotaciones
históricas. Hacia fines de siglo los ánimos se habían calmado, y J. Neville Keynes publicó
The Scope and Method of Political Economy (1891), abogando por una actitud de tolerancia
metodológica, ya que los puntos de vista teóricos y empíricos no serían antagónicos sino

3
Una buena reseña de la Methodenstreit ha sido proporcionada por Samuel Bostaph, “The
Methodological Debate between Carl Menger and the German Historicists,” Atlantic Economic
Journal, 6 (Sept 1978): 3-16.
complementarios. Esta intuición era correcta, pero no pudo ser apreciada debido a las
limitaciones de la filosofía de la ciencia de la época. En la práctica hubo poco contacto,
salvo ocasionales escaramuzas, y ambas tradiciones se desarrollaron en forma
independiente.

En el campo deductivo, la economía clásica cedió el terreno a las nuevas corrientes neo-
clásicas, que surgieron como resultado del trabajo de Stanley Jevons, Leon Walras y Carl
Menger sobre utilidad marginal. Por cierto que la corriente neo-clásica no fue un
movimiento uniforme o monolítico, ya que persistían serios desacuerdos aún sobre las
cuestiones más fundamentales. El grupo de Walras, Vifredo Pareto y la Escuela de
Lausanne se concentraba en el desarrollo de sistemas matemáticos de equilibrio general.
En cambio, en la Escuela Austríaca de Menger y Eugen Bohm-Bawerk, la aversión a las
matemáticas llegó a grados extremos. En el mundo de habla inglesa llegó a predominar el
análisis de “equilibrio parcial” de Alfred Marshall, cuyos Principles fueron por mucho
tiempo la summa del conocimiento económico (“todo está en Marshall,” rezaba el dicho,
“si uno se toma la molestia de encontrarlo”). No obstante estos profundos desacuerdos,
hubo un consenso generalizado de que la economía era una ciencia esencialmente teórico-
deductiva, cuyos lineamientos metodológicos habían sido sentados por Cairnes medio siglo
antes. (Debe señalarse, sin embargo, que algunos neoclásicos, tales como Jevons y Irving
Fisher, se sentían igualmente cómodos en ambas tradiciones, y realizaron importantes
trabajos empíricos.)

En el campo empírico-inductivo, la Escuela Histórica no sobrevivió como tal, aunque


muchas de sus características se perciben en el desarrollo del Institucionalismo
norteamericano, encabezado principalmente por Wesley Mitchell. En posteriores
desarrollos de la tradición inductiva el énfasis se centra, no tanto en los estudios históricos
per se, sino en la descripción cuantitativa de los procesos económicos. La compilación
sistemática de estadísticas económicas se convierte en la actividad principal. Esto es
notorio en el trabajo de Mitchell y sus seguidores.4

En la década de 1930, algunos economistas de la tradición empírica intentaron una


combinación consciente de los métodos deductivo e inductivo, analizando los datos
empíricos a la luz de la economía teórica. Los primeros pasos habían sido tomados dos
décadas antes por Henry Moore, quien hizo extenso uso del nuevo análisis de correlación
en un programa de investigación que llamó Economía Estadística, de corte netamente
empírico. Henry Schultz, un discípulo de Moore, hizo estudios empíricos de la demanda de
productos agrícolas basado en el análisis de equilibrio parcial de Marshall. El análisis
insumo-producto de Wassily Leontief se basaba en los sistemas de equilibrio general de
Walras.

4
La preocupación con los aspectos cuantitativos de la historia económica es también notoria en la
obra de Simon Kuznets, un destacado discípulo de Mitchell. En el estudio del crecimiento
económico, es interesante comparar los enfoques empíricos de Kuznets y Rostow con las abstractas
teorías neo-clásicas de Roy Harrod y Evsey Domar.
A pesar de estos notables esfuerzos de reconciliación en el campo de la investigación,
las posturas metodológicas básicas se mantenían inalterables. Lionel Robbins y T. W.
Hutchison reafirmaron las posiciones respectivas en dos obras con títulos muy similares.5
Robbins presenta la economía como un sistema de deducción pura a partir de ciertos
postulados que son absolutamente verdaderos. Por tanto, los teoremas deducidos de estos
postulados también son verdaderos, y en consecuencia no hay necesidad de comprobación
empírica. Por otra parte, los teoremas deducidos no podrían ser comprobados aún si
conviniera hacerlo.

Hutchison, encabezando un grupo llamado “ultra-empíricos” por Machlup, sostiene por


el contrario que la economía investiga las “regularidades en los hechos del mundo,” y se
niega a reconocer la legitimidad de proposiciones que no se pueden verificar
independientemente.6 La deducción es una mera manipulación de expresiones lingüísticas.
La ciencia es una investigación de hechos reales, y las leyes económicas son
generalizaciones acerca de relaciones económicas que ocurren con regularidad. “La
concepción de la economía, ... , como una ciencia que descansa sobre unas pocas
proposiciones generales ... es completamente inadecuada.”7 Por el contrario, la economía
trata de “investigaciones estadísticas, cuestionarios a consumidores, el análisis de
presupuestos familiares, etc.”8

Claramente, dados los términos del debate, la posibilidad de un entendimiento en el


campo metodológico era muy remota. Las bases de reconciliación fueron proporcionadas
por ciertos desarrollos en la filosofía de la ciencia. El problema básico radicaba en la
antigua dicotomía deductivo-inductivo. A raíz de las contribuciones de la moderna filosofía
de la ciencia, se reconoce ahora que esta dicotomía es falsa, porque ninguno de estos
métodos puede servir por sí solo como fundamento del conocimiento científico.

Las leyes científicas consisten de enunciados universales de la forma “Todo A es B,” o


pueden ser reducidas a tales enunciados mediante operaciones lógicas. Ahora bien, en las
palabras de Cairnes, un proceso de inducción pretende “ascender de lo particular a lo
general,” es decir, trata de inferir leyes generales a partir de la observación de casos
particulares. Considerado desde un punto de vista lógico, este proceso es inválido porque
nunca se puede justificar un juicio universal sobre la base de casos particulares, no importa
cuán grande sea su número. La “evidencia,” que es una secuencia de casos verdaderos que
justifican los juicios individuales “Este A es B,” nunca puede justificar el juicio “Todo A es
B” ya que esta secuencia no contradice directamente el juicio “Algún A no es B.” Siempre
5
Lionel Robbins, An Essay on the Nature and Significance of Economic Science (Londres:
Macmillan, 1935); T. W. Hutchison, The Significance and Basic Postulates of Economic Theory
(Londres: Macmillan, 1938).
6
Fritz Machlup, “The Verification Problem in Economics,” Southern Economic Journal, 22 (1955):
1-21.
7
Hutchison, op. cit., p. 118.
8
ibid., p. 120.
existe la posibilidad de que el próximo A no sea B. Desde que fue planteado por David
Hume, “el problema de la inducción” nunca ha sido resuelto, a pesar de los esfuerzos de
muchos lógicos eminentes. La matemática ofrece numerosas ilustraciones del problema. La
conjetura de Goldbach, por ejemplo, sostiene que todos los números pares son la suma de
dos números primos. Hasta hoy, esta proposición ha resistido todos los esfuerzos de
demostración rigurosa, aunque por otro lado, tampoco se ha encontrado un solo caso
contradictorio. La conjetura de Goldbach sigue siendo una conjetura, porque la abundante
evidencia empírica no es suficiente para justificar el “salto lógico” a la conclusión inductiva
“la conjetura es cierta.”

El método deductivo también es problemático. En un argumento deductivo se


demuestra cierta conclusión a partir de ciertas premisas mediante operaciones lógicas. Si
las premisas son verdaderas, y si el argumento es consistente con las reglas de la lógica,
entonces la conclusión es necesariamente verdadera. Es importante notar que en el proceso
deductivo únicamente la conclusión es demostrada, es decir, la verdad de la conclusión
presupone la verdad de las premisas, la cual no puede ser demostrada deductivamente. (El
problema sigue en pie aún si las premisas son expresadas como conclusiones de otros
argumentos anteriores, ya que estos argumentos presuponen ciertas premisas anteriores,
etc.) El método deductivo por sí solo no puede ser una fuente de conocimiento científico
porque en última instancia siempre habrá algunas proposiciones fundamentales que no
pueden ser demostradas. Estas proposiciones se conocen como axiomas, y un sistema
deductivo es un conjunto formal de axiomas y de teoremas (que son deducidos de los
axiomas y de otros teoremas). Debido al problema de Hume, la verdad de los axiomas no
puede ser establecida por inducción, y puesto que los axiomas tampoco pueden ser
demostrados, significan que deben ser postulados a priori, y por tanto no se puede
garantizar que las conclusiones del sistema deductivo serán proposiciones verdaderas
acerca del mundo real.9

El grupo de economistas encabezado por Robbins y Ludwig von Mises trata de resolver
el problema invocando una especie de inducción intuitiva. En este enfoque, que Machlup
llama “apriorismo extremo,” la economía se deduce de ciertos postulados básicos que no
necesitan ser demostrados ni comprobados empíricamente, ya que son verdades auto-
evidentes. Parece haber cierto desacuerdo acerca de la forma como son establecidos estos
postulados. Mises sostiene que son verdades genuinamente a priori, anteriores a toda

9
Es un error simplista suponer que la matemática proporciona conocimiento cierto acerca del mundo
real, porque los teoremas de la matemática no se refieren a fenómenos reales, sino únicamente a
propiedades y características del sistema formal mismo. Este error nació de la aparente
correspondencia de la geometría euclideana con las propiedades observadas del mundo. En un
intento por demostrar el realismo del quinto axioma de Euclides, Georg F. B. Riemann, Nikolai
Lobachefsky, y otros tropezaron accidentalmente con las geometrías no-euclideanas—sistemas
formales auto-consistentes que generaban teoremas válidos pero contra-intuitivos. Surgió entonces
el problema de determinar cuál es la “verdadera” geometría del mundo real. Actualmente se concibe
la matemática como un lenguaje formal, que por sí mismo no proporciona conocimiento científico,
pero que sirve para deducir rigurosamente las implicaciones de ciertas suposiciones empíricas
acerca del mundo real.
experiencia.10 Algunos seguidores, sin embargo, piensan que los postulados son derivados
de la experiencia, pero no mediante los canales inductivos tradicionales. Brenes lo describe
como una especie de intuición espontánea:
El conocimiento inductivo es un proceso por el que al experimentar repetidamente la verdad
de una misma proposición en muchos casos singulares, se acepta al fin, con la inteligencia,
que esa verdad es universal. El proceso de inducción, en su momento culminante, da lugar a
que el espíritu humano sintetice un juicio espontáneamente, no como conclusión de un
silogismo, sino movido por la presencia en las cosas de una composición real asequible a la
inteligencia.
................................

La inducción no es una demostración sino un descubrimiento .... La cantidad de casos


observados no tiene valor demostrativo ... , sino solo orientativo. El acto intelectual de
percibir una esencia universal particularizada no depende del número de casos observados,
sino de la inteligencia del que observa.11

Claramente se niega la relevancia del problema de Hume para esta clase especial de
inducción. De hecho, algunos de estos economistas tratan de fundamentar su análisis en
esquemas filosóficos pre-humanos—la filosofía escolástica, en particular. El debate
metodológico es transferido, entonces, al ámbito de la disputa metafísica.

Las proposiciones auto-evidentes, sin embargo, son problemáticas por dos razones. En
primer lugar, estas proposiciones no son igualmente evidentes para todas las personas—la
auto-evidencia, como la belleza, está en los ojos de vidente. En segundo lugar, y lo que es
quizá más importante, la historia de la ciencia enseña que las proposiciones “auto-
evidentes” son a menudo falsas—la intuición y el sentido común son con frecuencia fuentes
de error.

Finalmente, un importante desarrollo de la lógica matemática sugiere una fundamental


limitación de los sistemas formales deductivos, aún aceptando la legitimidad de las
premisas auto-evidentes. Kurt Godel demostró en 1931 que el método axiomático es
esencialmente incompleto, en el sentido de que siempre habrá teoremas verdaderos que no
pueden ser deducidos de los axiomas del sistema. (Es pues incorrecta la famosa afirmación
de Mises de que “todos los teoremas de la teoría monetaria pueden ser deducidos del
concepto de dinero,” si por teoremas de la teoría monetaria entendemos “proposiciones
verdaderas acerca de la economía monetaria.”) Por tanto, el apriorismo extremo, con su

10
“Lo que sabemos acerca de las categorías fundamentales de la acción—acción, economizar,
preferencias, la relación de medios y fines, y todo lo demás que, juntamente con estos, constituye el
sistema de acción humana—no es derivado de la experiencia. Concebimos todo esto internamente,
así como concebimos las verdades lógicas y matemáticas, a priori, sin referencia a ninguna
experiencia”—Ludwig von Mises, Epistemological Problems of Economics (Nueva York: Van
Nostrand, 1960; primera edición en alemán: 1933), pp. 13-14.

J. R. Brenes, “Problemas Epistemológicos en torno a la Ciencia Económica,” Tesis de


11

Licenciatura, Universidad Francisco Marroquín (Guatemala, 1981), pp. 22, 44.


estricta adherencia a la deducción pura, impone una seria restricción al conocimiento que
puede ser obtenido por medio del análisis económico.12

Hemos llegado a un aparente callejón sin salida. La deducción no puede fundamentar el


conocimiento científico, ya que en última instancia depende de premisas no-demostrables,
mientras que la inducción no puede ser justificada sobre bases lógicas. Karl Popper ha
intentado resolver el problema sacrificando la supuesta certidumbre de la ciencia. 13 Según
Popper, las proposiciones científicas no son inducciones sino meras hipótesis—atrevidas
conjeturas acerca del mundo. Debido al problema de la inducción, la verdad de estas
conjeturas no puede ser establecida sobre la base de la evidencia, es decir, las hipótesis no
pueden ser verificadas por medio de observaciones empíricas. Pero, por otra parte, la
falsedad de una hipótesis puede ser establecida empíricamente, esto es, la evidencia puede
refutar una conjetura. La ciencia progresa mediante una secuencia de conjeturas y
refutaciones, rechazando las hipótesis que son refutadas (“falsificadas,” en el lenguaje de
Popper), y reteniendo las hipótesis que no han sido rechazadas. El método científico es un
proceso de auto-crítica que resulta en un conjunto de hipótesis que son aceptadas
tentativamente—estas son las hipótesis que han resistido todos los intentos concebibles de
refutación empírica. Se reconoce, sin embargo, que aún estas hipótesis podrían ser
refutadas por observaciones futuras, y en este sentido no son verdades absolutas. De hecho,
la ciencia no puede proporcionar certeza, ya que no resulta en una acumulación de verdades
finales, aunque el proceso de auto-crítica proporciona hipótesis que se aproximan cada vez
más a la verdad. Popper no sostiene que la verdad no existe, sino simplemente afirma que
nunca sabemos si una hipótesis aceptada es verdadera o no—sólo sabemos que no ha sido
refutada por los hechos conocidos.

Sin embargo, este enfoque no es totalmente pesimista. Si bien las pretensiones de


conocimiento absoluto son injustificadas, esto no significa que estamos sumidos en la
ignorancia completa. Aunque nuestras convicciones están sujetas a crítica y revisión
constantes, es perfectamente razonable confiar en hipótesis bien confirmadas hasta que la
evidencia nos obligue a modificarlas o reemplazarlas por otras que sean más consistentes
con la evidencia disponible. Una importante implicación de este enfoque tiene que ver con
el papel del científico. La elaboración de hipótesis es un proceso creativo que requiere
poderes de imaginación, ya que la explicación de los fenómenos no está determinada por
los datos observados—los hechos no hablan por sí mismos. Las hipótesis aceptables y
rechazables son discriminadas por el criterio de la evidencia, pero la creación de las
hipótesis mismas es una empresa que requiere capacidades y talentos netamente humanos.

12
Para una introducción elemental al teorema de Godel véase Ernest Nagel y James R. Newman,
“Godel‟s Proof,” en James R. Newman, ed., The World of Mathematics (Nueva York: Simon &
Schuster, 1956), vol. 3, pp. 1668-95. El teorema y sus implicaciones son discutidos en más detalle
en el fascinante libro de Douglas R. Hofstadter, Godel, Escher, Bach: An Eternal Golden Braid
(Nueva York: Basic Books, 1979).
13
Karl Popper, The Logic of Scientific Discovery (Londres, 1959; primera edición en alemán: 1934).
Popper fue criticado por Thomas Kuhn, un historiador de la ciencia, quien argumenta
que la teoría de Popper no describe la estrategia empleada en la práctica por los científicos.
En lugar de rechazar rápidamente las hipótesis a la luz de evidencia contraria, los
científicos más bien exhiben un marcado grado de lealtad para con sus teorías.14
Aparentemente, Kuhn ha aplicado los criterios popperianos para criticar esos mismos
criterios. La paradoja se resuelve si se aprecia que la teoría de Popper no es una hipótesis
científica sino un principio metodológico. Esto es, el propósito de la teoría no es explicar el
desarrollo histórico de la ciencia, ni los factores que en la práctica determinan la aceptación
de las hipótesis por parte de la comunidad científica. Más bien, es una teoría normativa que
se refiere a la justificación de las pretensiones de conocimiento científico. En este sentido,
la evidencia de Kuhn únicamente sugiere que los científicos con frecuencia se comportan
en forma anti-científica.

Por otra parte, el criterio popperiano es sólo un marco de referencia general, y no


proporciona reglas concretas de procedimiento. Ciertamente no sería racional rechazar una
hipótesis bien establecida sobre la base de la primera evidencia contraria—la evidencia
podría estar equivocada o mal interpretada. Además, en lugar de rechazar una hipótesis por
completo, los científicos tratan de reconciliar la hipótesis con la evidencia, intentando
modificaciones secundarias, pero reteniendo la estructura principal. Esto es perfectamente
razonable, y compatible con el criterio popperiano. Aún si estos esfuerzos fracasan, y
persisten las “anomalías,” los científicos prefieren retener una hipótesis falsa si su poder
explicativo es grande, y si no existen hipótesis alternativas. Sin embargo, esta es una
consideración práctica, y no se presume que la hipótesis es completamente cierta. La
hipótesis es finalmente descartada cuando surge una nueva hipótesis que elimina las
anomalías. Por cierto que el proceso histórico del cambio de teorías no tiene que ser suave
o continuo. De hecho, gran parte de la evidencia de Kuhn sugiere que esto no es así.
Muchos científicos se rehusarán a aceptar la teoría nueva, en la seguridad de que la teoría
antigua finalmente resolverá sus problemas, y que la evidencia puede ser encajada en su
marco de referencia. Es importante señalar, sin embargo, que en última instancia el criterio
de aceptación o rechazo de una hipótesis es su conformidad con la evidencia.15

14
Thomas S. Kuhn, La Estructura de las Revoluciones Científicas (Méjico: Fondo de Cultura
Económica, 1971; primera edición en inglés: 1962). Una buena discusión del debate Popper-Kuhn
ha sido proporcionada por R. F. Baum, “Popper, Kuhn, Lakatos: A Crisis of Modern Intellect,”
Intercollegiate Review, 9 (Spring 1974): 99-110.
15
La obra de Kuhn es una importante contribución a la historia de la ciencia, pero en la medida en
que incursiona en la filosofía de la ciencia, lo hace para proponer una especie de relativismo cultural
que amenaza con eliminar toda posibilidad de conocimiento objetivo. Hasta este punto hemos
supuesto que la verdad de las observaciones empíricas puede ser fácilmente establecida. Kuhn
sostiene que los “datos” empíricos no se refieren a los hechos crudos del mundo, sino que son
nuestras percepciones de estos hechos, y que estas percepciones dependen de la “visión del mundo”
del observador, lo que Kuhn llama un “paradigma.” Es decir, la forma en que son percibidos los
fenómenos está condicionada por todo un conjunto de creencias previas. Kuhn llega a afirmar que
los “individuos educados en distintas sociedades se comportan ... como si vieran diferentes cosas ....
en cierto sentido viven en diferentes mundos” (p. 295). Puesto que los paradigmas incluyen las
hipótesis científicas, esto significa que la percepción de los fenómenos está condicionada por las
mismas hipótesis que pretenden explicar estos fenómenos, y por tanto los “datos empíricos” son
En la literatura económica el punto de vista popperiano fue expresado por Milton
Friedman en su clásico ensayo de 1953 sobre “La Metodología de la Economía Positiva.”16
Al igual que Cairnes y Neville Keynes, Friedman distingue entre la economía positiva, “un
cuerpo de conocimientos sistematizados referente a lo que es,” y la economía normativa,
que es “un cuerpo de conocimientos sistematizados que discute criterios respecto a lo que
debería ser.” Ambas disciplinas están relacionadas, aunque las conclusiones de la economía
positiva son independientes de posiciones éticas o juicios normativos. El objeto de la
economía positiva es “suministrar un sistema de generalizaciones que pueda utilizarse para
hacer predicciones correctas acerca de las consecuencias de cualquier cambio en las
circunstancias.” Las teorías económicas se evalúan según criterios netamente popperianos:
“Considerada como un cuerpo de hipótesis sustantivas, la teoría ha de juzgarse por su poder
de predicción respecto a la clase de fenómenos que intenta „explicar.‟ Unicamente la
evidencia empírica puede mostrar si es „correcta‟ o „incorrecta,‟ o, mejor aún, si es
„aceptada‟ tentativamente como válida o „rechazada.‟” Esta observación es repetidamente
enfatizada: “ ... la única prueba importante de la validez de una hipótesis es la comparación
de sus predicciones con la experiencia. La hipótesis se rechaza si sus predicciones se ven
contradichas („frecuentemente,‟ o más a menudo que las predicciones de una hipótesis
alternativa); se acepta si no lo son; se le concede una gran confianza si sus predicciones han

también proposiciones hipotéticas cuya verdad no puede ser establecida empíricamente. Queda
eliminada, entonces, la posibilidad de refutar las hipótesis falsas mediante pruebas empíricas, ya
que es imposible refutar una proposición por medio de proposiciones hipotéticas—resumiendo, no
podemos verificar las hipótesis científicas, y tampoco podemos refutarlas. Por otra parte, el hecho
de que nuestras percepciones de los fenómenos están parcial o totalmente condicionadas por
nuestras hipótesis acerca del mundo no significa que estas percepciones serán necesariamente
consistentes con estas hipótesis básicas—nuestra “visión del mundo” puede ser inconsistente. Quizá
la noción de verdad científica deba ser abandonada, pero si se acepta que el propósito de las
hipótesis científicas es explicar los fenómenos observados (percepciones hipotéticas), entonces
podemos, y debemos, exigir que estas hipótesis sean consistentes con las observaciones
(percepciones hipotéticas) que pretenden explicar. Por tanto, el problema de Kuhn no requiere una
revisión de los criterios metodológicos de la ciencia ya que el criterio de aceptación o rechazo sigue
siendo la conformidad de la hipótesis con los fenómenos observados (tal como son percibidos). Un
análisis exhaustivo del punto de vista kuhniano sobrepasaría los alcances de este ensayo.
Esperemos que haya un error en alguna parte, porque la aceptación de este enfoque requiere una
revisión completa de nuestra concepción de los objetivos de la ciencia. El ideal de una explicación
verdadera de los fenómenos sería imposible por definición. La noción misma de hipótesis
verdaderas sería insostenible, y la misión de la ciencia se reduciría a la mera búsqueda de una visión
consistente del mundo.
16
Milton Friedman, “La Metodología de la Economía Positiva,” en Ensayos sobre Economía
Positiva (Madrid: Gredos, 1967; primera edición en inglés: 1953), pp. 9-44. Curiosamente, el
ensayo no contiene una sola referencia a Popper, aunque la influencia resultará obvia. Los
siguientes trabajos de Friedman también son relevantes para una apreciación de sus opiniones sobre
metodología: “The Marshallian Demand Curve,” Journal of Political Economy, 57 (Dec 1949):
463-95, “Wesley Clair Mitchell as an Economic Theorist,” Journal of Political Economy, 58 (Dec
1950): 465-93, y “Leon Walras and his Economic System,” American Economic Review, 45 (Dec
1955): 900-09.
sobrevivido numerosas oportunidades de contradicción.” Usando lenguaje popperiano,
Friedman agrega que “la evidencia empírica no puede „probar‟ nunca una hipótesis;
únicamente puede fracasar en rechazarla, que es lo que generalmente queremos decir, de
forma un tanto inexacta, cuando afirmamos que una hipótesis ha sido „confirmada‟ por la
experiencia.” Para evitar confusiones, se aclara que el término “predicción” no es usado en
el sentido de pronóstico, es decir, en el proceso de comprobación empírica las
“predicciones” no deben ser necesariamente presagios de eventos futuros, sino que pueden
ser sobre fenómenos que ya han ocurrido, pero sobre los cuales aún no se han realizado
observaciones.

Por cierto que la naturaleza de los fenómenos económicos presenta dificultades


especiales, ya que por lo general no es posible realizar experimentos controlados, diseñados
explícitamente para eliminar las más importantes fuerzas perturbadoras. En vista de esto,
“debemos apoyarnos en la evidencia proporcionada por los „experimentos‟ que ocurren
casualmente.” Este problema, por supuesto, ya había sido señalado un siglo antes por
Cairnes. Sin embargo, al contrario de Cairnes, Friedman sostiene que “la incapacidad para
llevar a cabo los denominados „experimentos controlados‟ no refleja, ... , una diferencia
básica entre las ciencias físicas y las sociales, tanto porque no es algo peculiar de las
ciencias sociales—piénsese, por ejemplo, en la astronomía—como porque la distinción
entre un experimento controlado y otro que no lo está es, ... , solamente cuestión de grado.
Ningún experimento puede controlarse completamente, y cada experiencia está
parcialmente controlada, en el sentido de que algunas influencias perturbadoras son
relativamente constantes durante su curso.” Además, la evidencia no-experimental es
abundante y a menudo tan concluyente como los resultados de experimentos preparados, y
en consecuencia “la incapacidad para realizar experimentos no es un obstáculo fundamental
para verificar una hipótesis por medio del éxito de sus predicciones.” Por otra parte, se
debe admitir que existen serios problemas prácticos: “ ... esa evidencia es mucho más difícil
de interpretar. Frecuentemente es compleja, y siempre indirecta e incompleta. La tarea de
recogerla es, a menudo, ardua, y su interpretación exige generalmente un análisis más sutil
y supone cadenas de razonamientos que rara vez llevan consigo una convicción real.”17 El

17
En este contexto, cabe mencionar que la frecuente necesidad de recurrir a métodos estadísticos
crea problemas adicionales. En la moderna investigación económica la importante función de
comprobación empírica de hipótesis es desempeñada por la econometría, que se ha desarrollado
como un conjunto de técnicas para la estimación de relaciones cuantitativas entre variables
económicas. Estas relaciones son expresadas como funciones matemáticas, aunque en el mundo real
las variables económicas nunca pueden ser funciones exactas, por lo que las ecuaciones del
econometrista siempre deben incluir un término de error. Johnston ha propuesto tres diferentes
razones para justificar el término de error en econometría: (1) Por un lado, las observaciones
económicas siempre contienen errores de medición, ya que las variables económicas no pueden ser
medidas con exactitud. El término de error es entonces interpretado literalmente como un genuino
“error.” (2) Por otro lado, las hipótesis económicas sólo toman en cuenta las variables más
importantes para la explicación de un fenómeno, y por lo tanto las ecuaciones no incluyen todas las
variables que pueden afectar una determinada variable de interés. El efecto neto de las variables
omitidas se refleja en el término de error, que en este sentido es interpretado como un “residuo.” (3)
Finalmente, las relaciones económicas probablemente no serían exactas aún si no existiera ningún
error de medición, y aún si todas las variables son incluidas en el análisis. Las variables económicas
dependen de la acción humana, y existe una cierta indeterminación en el comportamiento humano
experimento “crucial” no es posible en economía, lo que hace difícil la prueba adecuada de
las hipótesis, pero “esto es mucho menos significativo que la dificultad que origina en el
logro de un consenso razonablemente inmediato y amplio acerca de las conclusiones
justificadas por la evidencia disponible.” El proceso de descarte de hipótesis falsas es más
lento que en otras ciencias. En ocasiones, sin embargo, la experiencia proporciona
evidencia tan dramática y contundente como los resultados de un experimento controlado.
Tal es el caso de la relación empírica entre el crecimiento monetario y la inflación de
precios, para citar un ejemplo.

Obviamente, en el enfoque Popper-Friedman el criterio de aceptación o rechazo de una


hipótesis es netamente empírico—las teorías económicas son juzgadas según la
conformidad de sus predicciones con los datos observados. Friedman, sin embargo, no es
un ultra-empírico a la Hutchison. Más bien, uno de sus objetivos es precisamente defender
la naturaleza abstracta de las teorías neo-clásicas. Estas teorías son a menudo criticadas por
la falta de realismo de sus supuestos. Friedman sostiene que este criterio es equivocado—
las hipótesis científicas no pueden ser juzgadas por el realismo de sus supuestos, ya que
estos supuestos nunca pueden ser “realistas” en un sentido descriptivo. Todo lo contrario,
“la relación entre el significado de una teoría y el „realismo‟ de sus „supuestos‟ es casi la
opuesta a la sugerida por la opinión que estamos criticando. Se comprobará que hipótesis

que sólo puede ser representada mediante un término de error aleatorio. El término de error es
entonces interpretado como una “perturbación” aleatoria, cuya varianza es incrementada por los
errores de medición y el efecto residual de variables omitidas. (Para una explicación más detallada
véase J. Johnston, Econometric Methods, 2ª ed. [Nueva York: McGraw-Hill, 1972], pp. 10-11.) La
presencia del término de error hace necesario el uso de técnicas estadísticas en econometría—el
análisis de regresión parece ser la técnica preferida. Suposiciones especiales sobre las propiedades
estadísticas del error permiten inferencias a partir de los datos disponibles. La naturaleza estadística
de la econometría implica que estas inferencias serán “meramente estadísticas”—siempre existe la
posibilidad de equivocarse, y las conclusiones del análisis son en realidad juicios probabilísticos. Si
bien en el enfoque Popper-Friedman las hipótesis son rechazadas si la evidencia las contradice,
cuando las hipótesis son testadas estadísticamente nunca podemos estar seguros de que los datos
contradicen una hipótesis. En la teoría clásica del testado estadístico de hipótesis siempre es posible
cometer el “error tipo I,” que consiste en rechazar una hipótesis verdadera. La probabilidad de
cometer este error nunca es cero, aunque puede tender a cero a medida que aumenta la
disponibilidad de datos. Esto sugiere la necesidad de estudios empíricos sobre una base continúa. La
validez de las inferencias obtenidas depende de la validez de los supuestos de los métodos
estadísticos empleados, muchos de los cuales no pueden ser confirmados por la evidencia porque
son las suposiciones que permiten las inferencias basadas en datos empíricos. La lista es larga, e
incluye detalladas suposiciones acerca de la ocurrencia de eventos reales, la independencia de sus
distribuciones, la forma funcional de las ecuaciones, variables omitidas, colinealidad, retardos, auto-
correlaciones, etc. La violación de algunos de los supuestos puede afectar seriamente la validez de
las inferencias. Gran parte de la creciente literatura econométrica trata de métodos para testar la
validez de algunos de estos supuestos (y para obtener inferencias correctas en su ausencia), aunque
no es posible testar la validez de todo el conjunto. Algunas de las suposiciones básicas pueden ser
justificadas invocando consideraciones de límites centrales, aunque en última instancia los
supuestos fundamentales son claramente meta-empíricos. (Para un mayor desarrollo de estos temas
véase Joseph E. Keckeissen, “The Meanings of Economic Law” [Tesis doctoral, New York
University, 1976], Cap. IV, especialmente pp. 168-87.)
verdaderamente importantes y significativas tienen „supuestos‟ que son representaciones de
la realidad claramente inadecuadas, y, en general, cuanto más significativa sea la teoría,
menos realistas serán los supuestos (en este sentido).” (Sin embargo, no debe concluirse
que los supuestos irreales garantizan por sí mismos que una teoría será significativa!) El
propósito de una hipótesis es explicar un fenómeno, abstrayendo los elementos cruciales de
la compleja masa de circunstancias que rodean al fenómeno, y permitiendo predicciones
correctas sobre la base de esos elementos únicamente. Los supuestos de una hipótesis son
simplificaciones de la realidad, y en este sentido deben ser descriptivamente falsos—toman
en cuenta sólo los factores que son considerados importantes, ya que el éxito de una
hipótesis muestra que las otras circunstancias son irrelevantes para la explicación del
fenómeno. Para Friedman, la cuestión del realismo de los supuestos carece de importancia,
y “la pregunta relevante a formularse acerca de los „supuestos‟ de una teoría no es si son
descriptivamente „realistas,‟ puesto que no lo son nunca, sino si son aproximaciones
suficientemente buenas para el propósito que se tiene entre manos,” lo que puede
determinarse únicamente “observando si la teoría es eficaz, lo cual significa suministrar
predicciones suficientemente ajustadas.”

Por supuesto que nadie pretende que una teoría debe ser completamente realista, en el
sentido de que toma en cuenta todas las circunstancias del mundo real, ya que en ese caso
carecería de utilidad. Más bien, los críticos de la economía neo-clásica argumentan que sus
supuestos son “demasiado” irreales, y que deben ser reemplazados por otros supuestos
“más” realistas. En la práctica no existen bases a priori para hacer esta distinción: “Un
realismo completo es claramente inalcanzable, y el problema de si una teoría es
„suficientemente‟ realista puede resolverse únicamente observando si suministra
predicciones suficientemente buenas para el objetivo perseguido, .…” Nuevamente, pues, el
criterio de aceptación o rechazo es la conformidad de las predicciones con la evidencia
disponible.

Claramente, el enfoque Popper-Friedman no impone ninguna restricción a priori sobre


la naturaleza de los supuestos que deben ser empleados en el análisis económico. De
hecho, en cierto sentido la naturaleza de los supuestos es poco importante, ya que las
hipótesis son juzgadas únicamente por la bondad de sus predicciones, y en última instancia
cualquier supuesto será aceptable con tal de que genere predicciones que “funcionen.” La
naturaleza de los fenómenos económicos no determina necesariamente la clase de
supuestos que deben ser empleados. Por ejemplo, se argumenta a veces que los fenómenos
económicos son el resultado final de las acciones de los individuos que integran el
mercado, y por tanto, estos fenómenos sólo pueden ser explicados en términos de los
factores que determinan la acción del individuo. El llamado “individualismo
metodológico,” representado especialmente por Mises y Robbins, rechaza cualquier tipo de
supuesto que no puede ser expresado en términos de la conducta de agentes económicos
individuales. Sin embargo, las consideraciones anteriores sugieren que esta actitud carece
de fundamento metodológico. La naturaleza “económica” de fenómenos tales como la
inflación, el crecimiento económico y el desempleo, no implica necesariamente que estos
fenómenos “macro-económicos” deben ser explicados en términos de entidades “micro-
económicas” (por otra parte, la posibilidad de establecer teorías micro-económicas de los
fenómenos macro-económicos no debe ser descartada a priori).18 En la construcción de
hipótesis, el “nivel de agregación” empleado estará seguramente determinado por el nivel
de agregación del fenómeno que se pretende explicar, al menos en las etapas iniciales. Sin
embargo, el nivel de agregación adecuado no puede ser establecido a priori, sino que es
más bien una cuestión empírica que debe ser decidida en función del poder explicativo de
las hipótesis resultantes.

18
La distinción entre “macro” y “micro-entidades” no es una peculiaridad de la economía, sino que
caracteriza a todas las ciencias. Los fenómenos del mundo pueden ser visualizados a diferentes
niveles, y para cada nivel pueden construirse hipótesis válidas que tienen poca relación con las
hipótesis para niveles inferiores—de hecho, muchas veces las hipótesis que explican los fenómenos
a determinado nivel ni siquiera pueden ser expresadas en términos de los fenómenos a niveles
inferiores. Hofstadter lo ha ilustrado en forma muy elocuente: “... no se necesita saber todo sobre
los quarks para entender muchas cosas acerca de las partículas que pueden formar. Así, el físico
nuclear puede proceder con teorías del núcleo que están basadas en protones y neutrones, ignorando
las teorías del quark y sus rivales .... un físico atómico tiene una visión del núcleo atómico derivada
de la teoría nuclear. Luego el químico tiene una visión de los electrones y sus órbitas, y construye
teorías de moléculas pequeñas, teorías que son tomadas por el biólogo molecular, quien tiene una
noción de cómo se mantienen unidas las moléculas pequeñas, pero cuyo campo de estudio son las
moléculas extremadamente grandes y sus inter-acciones. Luego el biólogo celular tiene una visión
de las unidades que estudia el biólogo molecular, y trata de usarlas para explicar las inter-acciones
celulares.” Cada nivel está en cierto sentido “aislado” de los niveles inferiores, y aunque siempre
hay algún “goteo” entre los niveles jerárquicos de la ciencia, casi no hay ninguna relación entre
niveles distantes. “Por esto es que la gente puede entender a otras personas sin necesariamente
entender el modelo quark, la estructura nuclear, la naturaleza de la órbitas electrónicas, el lazo
químico, la estructura de las proteínas, los órganos celulares, los métodos de comunicación inter-
celular, la fisiología de los varios órganos del cuerpo, o las complejas inter-acciones entre órganos.”
El estudio de los gases es otro buen ejemplo: “las descripciones microscópicas y macroscópicas de
un gas usan términos completamente diferentes. La primera requiere la especificación de la posición
y velocidad de cada molécula componente; la segunda solo requiere la especificación de tres
cantidades nuevas: temperatura, presión y volumen, y las dos primeras ni siquiera tienen
contrapartes microscópicas”—Hofstadter, Godel, Escher, Bach, pp. 305-06, 308.

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