Depresion Infantil
Depresion Infantil
Depresion Infantil
ECE 226-75
SÍNTOMAS
ÍNDICE:
3. Irritabilidad.
3. Violencia familiar.
4. Acontecimientos estresantes.
5. Rechazo social.
TRATAMIENTO
Referencias bibliográficas:
DEPRESIÓN INFANTIL.
Cuando pensamos en este trastorno solemos imaginar a una persona adulta, con una
serie de síntomas conocidos por todos: tristeza, pérdida de la capacidad para disfrutar,
llanto recurrente, etc. Pero ¿acaso la depresión ocurre solo en esta etapa de la vida?
¿Puede presentarse también en momentos anteriores? ¿pueden los niños
desarrollar trastornos del estado de ánimo?
SÍNTOMAS
La depresión, que antes solo se diagnosticaba en personas adultas, está cada día
haciendo sufrir también a los niños. Ya no son sólo los adultos los que se deprimen.
La depresión infantil puede surgir a causa de "cambios importantes y estrés" como
resultado de la pérdida de los padres, un divorcio, problemas familiares, etc.
ÍNDICE
- Habla de suicidio
Con niños de hasta tres años, las señales para preocuparse empiezan cuando esos
niños parecen tristes o decaídos, aun cuando sus padres o sus personas de apego les
están consolando. Pueden, incluso, que se peguen desesperadamente a quien se
ocupa de ellos o que dejen de comunicarse.
La depresión en esos niños está casi siempre conectada con el cambio o pérdida de la
persona responsable de su cuidado, o cuando quien les cuida no es capaz de
responder a sus necesidades.
La depresión en los bebés se ve reflejada en su estado anímico; esto no quiere decir
que el bebé llore siempre porque esté triste, sino que da la impresión de que está
apático y sin ninguna iniciativa. Las consecuencias que puede tener la presencia de un
cuadro depresivo en el bebé son varias.
Los niños con depresión suelen expresarse de un modo negativo sobre sí mismos, e
incluso hacen aseveraciones sobre su valía personal sorprendentemente duras, lo que
sugiere una autoestima dañada de base.
Pueden señalar que no desean jugar con los compañeros de su misma edad porque
no saben “hacer las cosas bien”, o por temor a que les rechacen o les traten mal. De
esta manera, suelen preferir mantenerse al margen de las actividades de juego
simbólico entre iguales, necesarias para un desarrollo social saludable.
La pérdida de confianza suele generalizarse a cada vez más áreas de la vida cotidiana
del niño, a medida que el tiempo avanza y no se adoptan soluciones terapéuticas
eficaces para su caso. Al final, condiciona negativamente su desempeño en los ámbitos
en los que este participa, como el académico. Los resultados negativos "confirmarían"
al niño las creencias que alberga sobre sí mismo, adentrándose en un ciclo pernicioso
para su salud mental y su autoimagen.
2. Predominio de aspectos orgánicos.
3. Irritabilidad.
Una de las particularidades más conocidas de la depresión infantil es que suele cursar
con irritabilidad, la cual es mucho más fácilmente identificable por los padres que las
emociones que pudieran subyacer a la misma. En estos casos, es muy importante
considerar que los progenitores son buenos informadores de la conducta de sus hijos,
pero tienden a resultar algo más imprecisos en el momento en el que se indaga sobre
sus matices internos. Es por ello que a veces el motivo de consulta inicial y el problema
a tratar son algo diferentes.
En los primeros años de vida son comunes el insomnio (de conciliación), la pérdida de
peso (o cese en la ganancia prevista para la edad) y la agitación motora; mientras que
a medida que transcurren los años es más habitual que aparezca hipersomnia,
aumento del apetito y enlentecimiento psicomotor generalizado. En la escuela se hace
evidente una significativa dificultad para mantener el foco de la atención (vigilancia) y
para concentrarse en las tareas.
CAUSAS
No existe una única causa para la depresión infantil, sino una miríada de factores de
riesgo (biológicos, psicológicos y/o sociales) cuya convergencia contribuye a su
aparición final. Seguidamente procedemos a detallar los más relevantes, según la
literatura.
Los estudios sobre esta cuestión demuestran que las muestras de calidez de las figuras
de apego, y los acuerdos consensuados sobre la crianza, actúan como variables de
protección para reducir el riesgo de que el niño desarrolle problemas emocionales de
relevancia clínica. Todo ello con independencia de si los padres permanecen unidos
como pareja.
3. Violencia familiar.
Las experiencias de abuso sexual y maltrato (físico o psíquico) se erigen como factores
de riesgo muy importantes para el desarrollo de una depresión infantil. Los niños que
padecen estilos de crianza excesivamente autoritarios, en los que se impone
unilateralmente la fuerza como mecanismo para gestionar el conflicto, pueden
mostrar un estado de hiperactivación constante (e indefensión) que se traduce en
ansiedad y depresión. La agresividad física se relaciona con impulsividad en la
adolescencia y la adultez, mediada por la relación funcional entre las estructuras
límbicas (amígdala) y las corticales (corteza prefrontal).
4. Acontecimientos estresantes.
Los sucesos estresantes, como el divorcio de los padres, las mudanzas o los cambios de
escuela, pueden estar a la base de trastornos depresivos durante la infancia. En tal
caso el mecanismo es muy similar al que se aprecia en el adulto, siendo la tristeza el
resultado natural de un proceso de adaptación ante la pérdida. No obstante, esta
emoción legítima puede progresar a una depresión cuando implica el efecto sumativo
de pequeñas pérdidas adicionales (reducción de actividades gratificantes), o una
escasa disponibilidad de apoyo emocional y afecto.
5. Rechazo social.
Existen evidencias de que los niños con pocos amigos tienen un mayor riesgo de
desarrollar depresión, así como los que viven en entornos socialmente
empobrecidos. El conflicto con otros niños de su grupo de iguales también ha
mostrado relación con el trastorno. Asimismo, sufrir bullying (experiencias
persistentes de humillación, castigo o rechazo en el entorno académico) se ha
asociado estrechamente con la depresión infantil y con la adolescente, e incluso con el
aumento de la ideación suicida (que por suerte es infrecuente entre los niños
deprimidos).
6. Rasgos de personalidad y otros trastornos mentales o del neurodesarrollo.
Por último, se ha descrito que los niños que padecen trastornos del neurodesarrollo,
como el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH y TDA),
también tienen una probabilidad mayor de sufrir depresión. El efecto se hace
extensible a los problemas de aprendizaje (como la dislexia, la discalculia o la
disgrafía), la disfemia tónica y/o clónica (tartamudez) y las alteraciones de la conducta.
TRATAMIENTO
Por último, pueden utilizarse antidepresivos en aquellos casos en los que el niño no
responde adecuadamente a la psicoterapia. Esta parte de la intervención debe estar
minuciosamente valorada por un psiquiatra, que determinará el perfil de riesgos y
beneficios que se asocian al consumo de estos medicamentos en la niñez. Existen
algunas advertencias de que pueden aumentar la ideación suicida en personas con
menos de 25 años de edad, pero en general se considera que los sus efectos
terapéuticos superan ampliamente a sus inconvenientes. Tratamiento de la depresión
en niños.
Cuando los síntomas no son propios de una depresión, sino que son emociones
reactivas a acontecimientos vitales, habitualmente no precisan de un tratamiento
especializado. Los progenitores pueden enseñar a los niños a identificar, entender y
gestionar dichas emociones. Por ejemplo, los sentimientos de fracaso e irritabilidad
causados por obtener una mala nota en la escuela pueden ser una señal de la
necesidad de mejorar los hábitos de estudio y de prestar más atención en la escuela.
Por otro lado, también serán una oportunidad para que los niños aprendan a tolerar la
frustración.
Por otro lado, cuando los síntomas de depresión son persistentes y más severos se
debe buscar la ayuda de un profesional (generalmente un psicólogo clínico o un
psiquiatra, aunque inicialmente se puede consultar al pediatra referente).
Tratamientos farmacológicos
La siguiente lista de sugerencias puede ayudar a los padres y cuidadores con los
síntomas más comunes de la depresión en niños:
Estabilidad familiar: mantén una rutina y disminuye los cambios en asuntos familiares;
coméntale acerca de los cambios con anticipación para reducir las preocupaciones.
Dificultades para dormir: mantén un horario constante para dormir; participa junto
con él en actividades relajantes como leer o escuchar música suave; termina el día con
una nota positiva.
Agitación e inquietud: cambia las actividades que causan agitación; enséñale al niño
técnicas de respiración y relajación; un masaje puede ayudar; estimula el ejercicio y la
recreación.
Figuereido, S.M., de Abreu, L.C., Rolim, M.L. y Celestino, F.T. (2013). Childhood
depression: a systematic review. Neuropsychiatric Disease and Treatment, 9, 1417-
1425.